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Alejandro magno roger caratini

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Si existe un héroe de la Antigüedad,éste es sin duda Alejandro Magno(356-323 a.C), el joven rey deMacedonia que simboliza el fin de laGrecia clásica y la instauración de lacultura helenística.Con la unión de los datos históricoscon lo más íntimo de lapersonalidad de Alejandro, asícomo el contexto social e históricode la época, Roger Caratini nospresenta una rigurosa biografía deeste personaje, y da inclusomuestras de conocerpersonalmente el recorrido de las

conquistas alejandrinas. Unasconquistas que toparon con losdeseos de expansión del rey persaDarío, cuya rivalidad con Alejandrose convertiría en uno de losmotores de la vida del joven reymacedonio, quien se considerabaun predestinado a convertirse enamo del mundo.Guerras, ansias de expansión,luchas políticas, varias esposas y unfiel amante, Hefestión, conviertenla vida de Alejandro, de la mano deRoger Caratini, en una emocionanteaventura que atrapa al lector desdela primera página.

Roger Caratini

Alejandro Magno

ePUB v1.0Mezki 23.02.12

ISBN: 9788401014222PLAZA & JANES EDITORES, S.A.Título original: Alexandre Le GrandPrimera edición: octubre, 2000© 1995, Hachette Livre© de traducción: Mauro Armiño© 2000, Plaza & Janes Editores, S.A.Travessera de Gracia, 47-49. 08021Barcelona

A mi mujer, Francoise.A mis hijos: Annabel, Patrice, Sophie,

Caroline, Francoise, Charles y Elsa.

Roger Caratini es autor de numerosasobras de filosofía e historia,

especialmente de biografías como JulioCésar, Napoleón y el volumen que ellector tiene en sus manos, Alejandro

Magno. Es también autor de obrasenciclopedistas y de filosofía de la

ciencia.

Prólogo

El objetivo de esta obra es narrar ytratar de explicar la vida de esteconquistador de leyenda que fueAlejandro III el Grande, rey deMacedonia, nacido el año 356 a.C. enPela, la capital de ese reino, y muerto depaludismo en Babilonia, en el 323 a.C,al regreso de una expedición fabulosaque lo había llevado hasta el valle delIndo, en las estribaciones del Himalaya.

Quizá no sea inútil precisar que laantigua Macedonia no era mayor que laMacedonia moderna (el Estado salido

de la explosión de Yugoslavia en 1992,que entró en la ONU el 8 de abril de1993 y cuya capital es Skopje). Era,como sigue siendo en nuestros días, unEstado continental, montañoso, sinacceso al mar, situado en el corazón delos Balcanes. Tenía por vecinosinmediatos: al este, Tracia, de la queestaba separada por el río Estrimón (elactual Struma); al oeste, el Epiro (laactual Albania) y, al sur, Tesalia, de laque estaba separada por el macizo delmonte Olimpo. En los inicios de suhistoria, la capital era Aigai, en el senode sus montañas, al oeste de la llanurade Pela. Los macedonios tenían el

mismo origen que los griegos; se habíanasentado en la región en el siglo VII a.C.y habían fundado un reino sobre el queimperaba la dinastía de los Argéadas,instaurada en el año 696 a.C. y quealcanzó su apogeo durante el reinado deFilipo II (rey de Macedonia desde 359a.C. a 336 a.C), padre de AlejandroMagno. Su capital era entonces Pela,cuyas ruinas están situadas a unos pocoskilómetros de la ciudad griega actualque lleva su nombre, a una treintena dekilómetros al noroeste de la modernaSalónica.

Desde el principio de su reinado (enel año 336 a.C), Alejandro tuvo a su

disposición una cancillería, dondetrabajaban cientos de funcionarios,oficiales y especialistas diversos, queclasificaban y conservaban todos losdocumentos escritos (en griego antiguo),militares, políticos o personales, lostratados y los archivos, los textos deleyes, los informes, la correspondencia,en resumen todo lo que, de cerca o delejos, tenía alguna relación con sureinado y sus conquistas. Ninguno deesos documentos nos ha llegado.

Toda cancillería supone uncanciller. El de Alejandro se llamabaÉumenes y tenía el grado de general enel ejército del Conquistador. Era

oriundo de Kardianos (Cardía), ciudaddel Quersoneso de Tracia (hoy en día lapenínsula de Gallípoli, al norte delestrecho del Helesponto, en Turquía) yantes había sido el secretario de FilipoII. Ayudado por un tal Diodoto deEritrea, del que apenas sabemos nada,Éumenes consignaba cuidadosamente lossucesos cotidianos de la vida de su amo,así como su correspondencia, en unasEfemérides que, si hubiesen subsistido,serían una mina de oro para todos loshistoriadores. Por desgracia, ese diariose quemó en un incendio que consumióla tienda de Éumenes, en el año 325 a.C,durante la expedición de Alejandro a

India.Alejandro también había llevado a

Asia, como testigo de sus conquistas, alsobrino nieto de Aristóteles (veremosque este filósofo fue el preceptor delConquistador cuando era joven),Calístenes de Olinto. Éste se encargabade describir, día a día, los grandesacontecimientos de que era testigo, cosaque hizo al parecer con celo y no sinadulación, hasta el día en que cayó endesgracia y Alejandro mandó ahorcarledespués de haberlo torturado. Calístenespretendía haber salvado una parte de lasEfemérides del general Éumenes y estosdocumentos, unidos a las notas que él

mismo tomaba todos los días, nos seríansin duda de la mayor utilidad: tambiénhan desaparecido. No hay que confundira este Calístenes con el autor, griego, dela Novela de Alejandro, cuyastraducciones al latín y luego al árabe,circularon durante la Edad Media y alque se llama el Seudo-Calístenes.

Otros contemporáneos delConquistador, compañeros de susconquistas y conscientes como eran devivir una epopeya grandiosa, tambiénpensaron en ponerla por escrito,completando sus notas personales conlos documentos oficiales que pasabanpor sus manos. Los personajes más

notables fueron: Aristóbulo de Casandra(siglo IV a.C), ingeniero civil ymiembro de la cancillería de Alejandrodirigida por Éumenes; el generalPtolomeo (hacia 360-283 a.C), hijo deun oscuro macedonio llamado Lago y deuna tal Arsínoe, doncella en la corte deFilipo II (más tarde, a la muerte deAlejandro, se convertirá en primer reydel Egipto conquistado por su señor); elalmirante cretense Nearco que, en el año326 a.C, condujo el ejército deAlejandro desde Karachi, el puerto dePakistán, hasta el fondo del golfoPérsico.

En la noche del 13 de junio del año

323 a.C. Alejandro Magno moría enBabilonia, víctima de un mosquito quehabía introducido en su sangre el agentedel paludismo. Calístenes había sidoahorcado el año 328 a.C. LasEfemérides de Éumenes habían ardidoen 325 a.C: ¿iba a desaparecer tambiénel recuerdo de las hazañas de Alejandropara dar paso únicamente a leyendas?

¿Desaparecer para siempre? Eraposible, pero no ocurrió así. Hacia elaño 310 a.C. un griego de Alejandría,Clitarco, publicaba la Apología deAlejandro que había redactadoCalístenes, aumentada con algunosrelatos de procedencia dudosa. Era más

una novela que una obra histórica, y enella se presentaba al héroe, sincomentario alguno, como una especie desemidiós, valiente hasta ladespreocupación, terrible en suscóleras, magnánimo en su bondad, sobreun telón de fondo de carnicerías, deorgías gigantescas y conquistas de unOriente fabuloso. Así nació lo que en laEdad Media se llamó la Novela deAlejandro, la versión novelesca de suvida tal como la transmitieron luego losautores latinos y griegos.

Otros contemporáneos o cuasicontemporáneos del macedonio tambiénescribieron sobre él. Pero apenas

conocemos algo más que sus nombres:Onesícrito, el oficial de marina quepilotaba el barco real cuando Alejandrodescendió el río Indo; Marsias, su amigode la infancia; Dicearco de Mesena, unalumno de Aristóteles, y una veintenamás: sus obras se han convertido enhumo.

Sin embargo, en tiempos de JulioCésar, de Augusto y Tiberio, losescritos de Calístenes y de otros seguíancirculando en los ambientes romanos ygriegos; pero apenas subsiste algo másque fragmentos inutilizables, que fueronpublicados por diversos eruditos afinales del siglo XVIII (por ejemplo: G.

Sainte-Croix, Examen critique desanciennes histoires de Alexandre ,París, 1775) y sobre todo en el sigloXIX y principios del XX (J. G. Droysenen 1833, Pauly-Wissowa en 1905,Jacoby en 1929, etc.).

En última instancia, loshistoriadores, en total, no tienen comofuentes escritas que nos informen sobrela vida de Alejandro Magno más que lasobras de los cinco autores antiguossiguientes, que trabajaron varios siglosdespués de su muerte:

el historiador griego Diodoro deSicilia (hacia 90-20 a.C.), autor deuna Biblioteca histórica que trata

de hacer, sin gran espíritu crítico,un cuadro de la historia universaldesde los tiempos más remotoshasta Julio César y cuyo libro XVIIestá consagrado a AlejandroMagno;el historiador latino Quinto Curcio(siglo I), autor de una Historia deAlejandro Magno;el historiador latino Marco JunianoJustino, conocido con el nombre deJustino (siglo II), autor de unresumen de la gran Historiauniversal escrita por el galoPompeyo Trogo (siglo I), cuyaparte principal estaba consagrada ala historia de Macedonia y que seha perdido íntegramente;

el biógrafo y moralista griegoPlutarco de Queronea (hacia 50-120), que contó con un talentoincomparable la vida de AlejandroMagno en sus famosas Vidas dehombres ilustres, utilizando aClitarco, como los anteriores, perotambién escritos diversos deorígenes más o menos dudosos;el historiador y filósofo griegoArhionos, conocido con el nombrede Arriano (hacia 95-175), oriundode Nicomedia, en Bitinia (unantiguo reino griego a orillas delmar Negro), que fue discípulo enRoma del estoico Epicteto, autor delas Expediciones de Alejandro(esta obra suele citarse bajo el

título de Anábasis de Alejandro, eltérmino griego «anábasis» significa«expedición»). El interés de estafuente es de capital importancia:mientras que los autores anteriores,Plutarco incluido, nos hantransmitido, cada cual a su manera,la versión idealizada de Calístenesvía Clitarco de Alejandría,Arriano, que desconfía de esaversión, y que sin duda tuvo accesono sólo al texto de Clitarco sinotambién a los testimonios —hoydesaparecidos— dejados poroficiales próximos a Alejandro,como Aristóbulo, Ptolomeo oNearco, hizo de ellos un uso críticoque da a su presentación del

macedonio un valor más objetivoque el de Diodoro de Sicilia, deJustino, de Quinto Curcio o dePlutarco.

La filiación de estas distintasfuentes, papirológicas o literarias, quedaresumida en el cuadro siguiente.

LAS FUENTES DE LAHISTORIA DE ALEJANDROMAGNO:

ÉUMENES DE CARDIADlODOTO DE ERITREA -

EfeméridesCALÍSTENES (muerto en 328 a.C.)

ARISTÓBULO DE CASANDRACARES DE MITILENEONESÍCRITONEARCOPTOLOMEO DE LAGOCLITARCO DE ALEJANDRÍA

(hacia 310 a.C.)PLUTARCO (50-125]DIODORO DE SICILIA (siglo I a.C)QUINTO CURCIO (siglo I)

Introducción

La breve y loca aventura de esteconquistador mítico que fue AlejandroMagno se desarrolló entre los años 336y 323 a.C. Tuvo por teatro dos mundosopuestos en todo —las dimensiones, lahistoria, la lengua, la religión, la culturay la organización política— es decir: elmundo hormigueante de las ciudades,dividido y en guerra constante consigomismo, unificado entre los años 356 y336 a.C. por el rey Filipo II deMacedonia, padre de nuestro héroe, y elbloque imponente del mundo persa

sobre el que, desde el año 640 a.C,reinaba la dinastía de los Aqueménidas.Para comprender las causas, eldesarrollo y las consecuencias de estaaventura conquistadora que llevó aAlejandro de las montañas deMacedonia hasta el valle del Indo,tenemos que exponer rápidamente losorígenes, la estructura política y elpasado reciente de estos dos mundos.

Los griegos —los helenos— sonpueblos indoeuropeos procedentes delas regiones danubianas que, a partir delsiglo XVI a.C, se diseminaron por lapenínsula balcánica, entre el Adriático yel mar Egeo. Los primeros que llegaron

fueron los aqueos, que se instalaron enel Peloponeso; la segunda oleada fue lade los jonios, asentados en la Greciacentral; y la tercera oleada fue la de loseolios y tesalios, que poblaron lasregiones más septentrionales del país.Estos helenos ya se hallaban altamentecivilizados: conocían las técnicasfundamentales de la agricultura y laganadería, sabían trabajar los metales yasimilaron perfectamente lascivilizaciones autóctonas preexistentes(las de Creta y el mar Egeo). Nada másllegar, fundan las primeras ciudades-estados, características de su futuraorganización política, unas marítimas

(como Argos, Atenas, Corinto), otrascontinentales (como Esparta, Tebas) yse desparraman por las islas y lasriberas asiáticas del mar Egeo (Sardes,Mileto, Halicarnaso, Samos o Rodas porejemplo), así como por las costas deSicilia y del sur de Italia (MagnaGrecia).

Hasta el siglo V a.C, estosmicroestados independientes, dondeflorecían en gran número brillantesinteligencias, los mayores escritores ylos artistas de mayor talento que nuncahabía conocido el mundo antiguo, y cuyoterritorio se limitaba a una ciudad (lamayoría de las veces rodeada de

murallas) y a los campos circundantes,por regla general estaban gobernadaspor un pequeño número de privilegiados—una oligarquía—. Al principio de suhistoria fueron escenario de crisis orevoluciones locales que suscitaron laobra de legisladores (como Licurgo enEsparta, Dracón y Solón en Atenas), ofavorecieron la instalación de monarcasabsolutos más o menos hereditarios, lostiranos (la palabra griega tyrannos,«rey», no tiene connotación peyorativa).La más rica de estas ciudades-estado,Atenas, inventó en el siglo VI a.C. lademocracia (véase Anexo 1), y suejemplo sería seguido por otras,

mientras que ciertas ciudades helénicasconservaron su estatuto oligárquico(Esparta) o monárquico (Siracusa).

En el transcurso del siglo V a.C, dossacudidas guerreras estremecen elmundo griego: las guerras Médicas y laguerra del Peloponeso. Las primerasenfrentaron al Imperio persa con lasciudades griegas, coaligadas en lo quese llamará la Liga de Délos; fueronganadas por los griegos y concluyeronmediante la «paz de Calías», en el año449 a.C.; la segunda fue una larga guerraque duró cerca de treinta años (431 ?404 a.C.) entre Atenas y Esparta, que sedisputaban la hegemonía sobre las

restantes ciudades de la Greciacontinental: fue ganada por Esparta yprovocó la ruina de Atenas.

La victoria de Esparta marcó no sóloel fin del poder ateniense, sino tambiénel fin de la Liga de Délos y lademocracia en Grecia. Cada ciudad seorganizó, durante un tiempo, por elmodelo lacedemonio, con un gobiernooligárquico. No obstante, la hegemoníaespartana fue precaria y las ciudadesgriegas recuperaron con bastante rapidezsu independencia: Tebas, por ejemplo,reconstruyó en torno a ella una Liga deBeocia; Atenas formó una nuevaConfederación marítima en el año 337,

menos imperialista que la anterior, peroque a su vez se desmembró. Al mismotiempo, la Liga espartana sedesmoronaba bajo los golpes de lostebanos en 371 a.C.

Después de las guerras delPeloponeso, estalla el marco tradicionalde la ciudad griega. A principios delsiglo IV a.C, se instala una crisiseconómica que tuvo como por efectoinevitable la división de los ciudadanosen dos clases: los ricos y los pobres.Guerras civiles, motines provocados porel hambre y distintas revueltas estallaronpor todas partes, con la consecuencia deun exilio general de los griegos; los más

jóvenes se alquilan como mercenarios alos pueblos en guerra en el entorno delmar Egeo (y en particular a los ejércitosdel Imperio persa). Por último, en elsiglo IV a.C. asistimos al desarrollo enel norte del territorio griego de unEstado semibárbaro, el reino deMacedonia, cuya existencia ya hemosmencionado anteriormente: es un Estadomonárquico, con una aristocracia militar(de caballeros) que reina sobre unpueblo de campesinos que habla unalengua muy cercana al griego. A partirde las guerras Médicas, los reyes deMacedonia mantienen relacionesprincipalmente comerciales, a veces

pacíficas, a veces tensas, con Atenas,que domina todo el norte del mar Egeo.A principios del siglo IV a.C. el reinode Macedonia va transformándoselentamente y pierde su carácter rural: enlos campos aparecen burgos que seconvertirán en ciudades, y la caballeríaaristocrática se acompaña ahora de unainfantería pesada popular (los hoplitasmacedonios), creada en la primera mitaddel siglo IV a.C. durante los reinados delos reyes Arquelao, Alejandro II yPerdicas,

En los siglos XI-X a.C, mientras enla Grecia continental se difunde elpastoreo, otros indoeuropeos, salidos de

las estepas y las llanuras de esos paísesque los geógrafos antiguos llamabanBactriana y Sogdiana (el noroeste deAfganistán, Turkmenistán y Uzbekistánactuales), hacen su aparición en lameseta irania y descienden lentamentehacia la fértil Mesopotamia (el actualIrak): son los medos y los persas.Tienen piel blanca, nariz recta, rostroovalado, cabellos lisos, barba espesa, y,según las tradiciones, su religión, elzoroastrismo, les ha sido revelado porun sabio llamado Zoroastro, al que seatribuye un conjunto de textos sagradosconocido como el Zend-Avesta, quehabría estado formado por veinte libros

de 100.000 versos cada uno, redactadossobre 120.000 pieles de vacas secas, enuna lengua de la antigua Bactriana, elavestino.

En esa época los reinos semitas deAsiría y Babilonia son las grandespotencias políticas, militares yculturales de Mesopotamia —con Asur,Nínive y Babilonia como capitales—, ysus reyes se preocupan ante la llegadade estos vecinos turbulentos y extraños.Al principio se disponen a luchar contraellos, a vencerlos y deportarlos a losdesiertos de Siria, de la misma maneraque el rey neobabilonio NabucodonosorII llevará a los judíos en cautividad a

Babilonia, en el año 586 a.C.Los medos fueron los primeros en

unirse y en constituir un reino, conEcbatana como capital; pero hubieron desufrir la dominación de los semitasasirios: el rey asirio Sargón II deportaráa Siria al primer rey medo conocido,Dejoes (en 751 a.C), y uno de sussucesores, el famoso conquistadorAsurbanipal, ocupará la Media durantecerca de treinta años. Luego los medosse liberaron del yugo asirio, destruyeronAsur y Nínive, y Asiría saldrá de lahistoria durante los reinados de losreyes medos Ciaxares y Astiages (quemuere en 549 a.C).

EL IMPERIO MEDA:CRONOLOGÍA

El Imperio meda, al que conocemosa través de los escritos de Herodoto yde los anales del rey babilonioNabonida, fue un imperio efímero. Elrey medo Ciaxares derrotó a los asiriosen 612-610 a.C, y a su vez los medosfueron derrotados por los persas de Ciroel Grande en 550-549 a.C.

Corresponde entonces a los persasentrar en escena. Como se ha dicho,habían llegado a Irán al mismo tiempo

que los medos, pero sus reyes habíantenido que sufrir la dominación de estosúltimos durante más de un siglo (de 675a 550 a.C). Los reyes persas sevinculaban a un antepasado legendario,que habría vivido hacia el año 700 a.C.y se habría llamado Aquémenes, dedonde deriva el nombre de su dinastía:los Aqueménidas.

El primer rey persa en tomar el títulode Gran Rey fue Ciro I (hacia 640 ? 600a.C), cuyo nieto, Ciro II el Grande(hacia 558 ? 528 a.C), puso fin alImperio meda, aunque conservóEcbatana como capital y fundó el granImperio persa. A partir de sus

conquistas (se apodera de Babilonia,luego de Lidia, en Asia Menor) vemos aPersia avanzar hacia el mundo europeo yamenazar el mundo griego. El hijo ysucesor de Ciro II, Cambises (528 ? 522a.C.) conquistará Fenicia y Egipto, y elusurpador de genio que fue Darío I elGrande (521 ? 486 a.C.) extenderá elImperio persa desde el valle delDanubio hasta el del Indo.

Darío I dotará a este Estadogigantesco, donde vivían cien pueblosdistintos, de una organizaciónadministrativa centralizada muy notable,si tenemos en cuenta su tamaño (divisióndel Imperio en satrapías; creación de

una ruta real de 2.700 kilómetros delongitud, provista de 511 relevos depostas, que unía Susa con Sardes, enAsia Menor; y de un sistema monetario(los dáricos de oro). También fue Daríoquien mandó construir la fabulosacapital de Persépolis, y su monumentalterraza real de 130.000 m2.

Visto en conjunto, el Imperio persaera por tanto un verdadero mastodontepolítico, en comparación con la Héladede las mil ciudades. Las distintasprovincias que fueron unidas a él nuncaestuvieron asimiladas realmente, sinduda porque la conquista fue muy rápiday, al mismo tiempo, demasiado

heteróclita. Además, a las disputassucesorias hay que añadir las secesionesde ciertas satrapías, las revueltas, loscambios de humor de los sátrapas,grandes señores feudales que a veces seconsideraban iguales al Gran Rey. Lomás sorprendente en la historia de losAqueménidas no es que hayan creado unimperio tan vasto, sino que su poderhaya durado tanto tiempo (dos siglos).La razón profunda de ello es la ausenciade todo enemigo exterior lo bastantenumeroso y poderoso para lanzarse auna empresa de conquista, inclusoparcial, del Imperio persa. Es notable,no obstante, que sólo las guerras

protagonizadas por los persas (lasguerras Médicas) se hayan saldado conrepetidos fracasos, a pesar de su enormesuperioridad numérica.

En resumen, el ejército persa esterrorífico únicamente por su extensión:el primer ejército extranjero importantey organizado que lo atacó, el de losmacedonios, lo devoró sin mayoresdificultades… pero tenía al frente a unestratega de genio llamado Alejandro.

I - Macedonia: de laleyenda a la historia

(hacia 700-382 a.C.)

Perdicas I, primer rey de Macedonia (antes de650). —La dinastía macedonia de los Argéadas.—Arquelao II, primer gran soberano deMacedonia (413-399). —Filipo II deMacedonia: su juventud, la influencia delgeneral tebano Epaminondas (h. 382-359). —Filipo, regente: crea el ejército macedonio(359-356). —Filipo, rey de Macedonia:conquista de las fronteras naturales del reino;unificación del mundo griego (356-336). —Suasesinato (julio de 336).

1. La leyenda macedoniaEs Herodoto quien nos cuenta los

orígenes legendarios de la dinastíamacedónica de la que salió AlejandroMagno (Historias, libro VIH, cap. 137-138); Herodoto es un griego de Asia,nacido verosímilmente en Halicarnaso,hacia 484 a.C; pasó la mayor parte de suvida en Turios, colonia griegacosmopolita del sur de Italia, fundadahacia el año 444 a.C. a instigación dePericles. La genealogía que Herodotopropone fue admitida por Tucídides (II,99), que debió de verificarla en Tracia,en el transcurso de su exilio, durante la

guerra del Peloponeso.Herodoto nos enseña en primer lugar

(VIII, 136) que en el año 480 a.C,durante la segunda guerra Médica,mientras invernaba en Tesalia, elgeneral persa Mardonio mandó unmensaje a Atenas por mediación de«Alejandro, hijo de Amintas,macedonio» y nos explica que esteAlejandro era descendiente de un talPerdicas que se convirtió en rey de losmacedonios en unas circunstancias muynovelescas, más dignas de una serie de«Cuentos y leyendas de Macedonia» quede la obra de un historiador erudito, yque ante todo vamos a narrar.

Así pues, nos cuenta Herodoto que, aprincipios del siglo VII a.C, en la ciudadaquea de Argos, que pasaba por ser lamás antigua de Grecia, vivían treshermanos de la estirpe de Témeno,descendiente a su vez de Heracles, elhijo de Zeus y de Alcmena, la bellamortal; se llamaban Gavanes, Aéropo yPerdicas. Los tres jóvenes se habíanvisto obligados a huir de Argos y habíanllegado a las regiones montañosas deIliria, a orillas del mar Adriático. Luegode Iliria habían pasado a esa parte de laAlta Macedonia que se extiende al nortedel golfo de Salónica y llegaron a unapequeña ciudad (no identificada)

llamada Lebea. Se pusieron a servir alrey de esa ciudad: Gavanes guardabasus caballos, Aéropo sus bueyes y elmás joven, Perdicas, las cabras, loscerdos y el ganado menor.

En ese tiempo, prosigue Herodoto,todo el mundo era pobre, incluso lasfamilias reales, y se alimentaban demigas de pan. En Lebea, la mujer del reyse las hacía cocer ella misma, sin dudapara evitar que un panadero falto dehonradez le robase algunas, porque eltrigo era escaso. Un día se dio cuenta deque la bola de pan destinada al joven yseductor Perdicas, cuando salía delhorno era dos veces mayor que la de sus

hermanos y los restantes miembros de lagente de la casa real. La causa de estemilagro era sin duda el amor que sentíapor el bello Perdicas la panadera real,que le preparaba los mejores panes. Asu marido el rey le explicó que setrataba de un prodigio, que anunciabaalgo grande relacionado con el belloPerdicas.

Los reyes celosos no creen en losprodigios: el de Lebea despidió a lostres hermanos, prohibiéndoles volver aponer los pies en sus dominios: losjóvenes le dijeron que aceptabanmarcharse, pero que exigían recibirpreviamente su salario. Los reyes

celosos son a menudo avaros y elnuestro no era una excepción a la regla:señalando la mancha de luz que sobre elsuelo de su casa formaban los rayos delsol que caían desde el orificio pordonde solía escapar el humo del horno,les dijo, con la mente perturbada sinduda por algún dios: «Aquí tenéis elsalario que habéis merecido: ¡cogedlo ymarchaos!»

Los dos hermanos mayores, Gavanesy Aéropo, se quedaron cortados sinsaber qué responder; pero el más joven,Perdicas, replicó al punto: «Aceptamos,oh Rey, este salario que nos ofreces, y tedamos las gracias.»

Y cogiendo un cuchillo que llevabaal cinto, dibujó sobre el suelo de tierrabatida un círculo alrededor de la manchaluminosa; luego, inclinándose hacia ella,esbozó por tres veces el gesto de unhombre que sacase los rayos del sol enel hueco de su mano, e hizo ademán deintroducirlos en un pliegue de su túnica.Finalmente, se retiró con sus hermanosdespués de haber lanzado una últimamirada a la hermosa panadera.

Cuando se hubieron marchado, unode los compañeros del rey le hizoobservar la gravedad del gesto ritual dePerdicas: significaba, le dijo, que apartir de ese momento el joven y sus

hermanos podían considerarse amos yseñores del dominio real cuyo centro erael círculo luminoso. Como todos loscelosos, al rey acababan de hacerle unajugarreta, y se enfureció. Envió a sushombres de armas en persecución de lostres hermanos, con la orden decapturarlos y matarlos. Pero los tresdescendientes de Témeno habíanavanzado mucho: habían franqueado unrío que, tras su paso, había crecido tantoque cuando los jinetes del rey llegaronno pudieron vadearlo. Los fugitivos,ahora fuera del alcance de susperseguidores, se asentaron al pie deuna montaña, en una región donde crecen

rosas de sesenta pétalos y cuyo perfumesupera al de las demás rosas. Allíprosperaron, se hicieron dueños de lacomarca, luego de las regiones de losalrededores, más tarde de todaMacedonia, de la que Perdicas seconvirtió en el primer rey. ComoPerdicas descendía de Témeno yTémeno de Heracles, la dinastía quefundó fue llamada dinastía de losHeraclidas. Más a menudo se la llamadinastía de los Argéadas por alusión a laciudad de Argos de donde era oriundoPerdicas, y como referencia al hijo deéste, Argeo, que sería el fundadorhistórico de la estirpe cuyo último

representante fue Alejandro Magno.De Perdicas I, el joven enamorado

de la mujer de un jefe de aldeamacedonio, panadero de condición, aFilipo II, padre de Alejandro Magno,transcurrió poco más de tres siglos, esdecir, tanto tiempo como entre la épocade Juana de Arco y la de Luis XV.Durante esos trescientos añosMacedonia tuvo muchas ocasiones decambiar de aspecto. El «reino» de losprimeros soberanos estaba cubierto engran parte de montañas y bosqueshabitados por poblaciones sedentarias yferoces, que llevaban una vida deagricultores y pequeños ganaderos en

unas poblaciones aisladas unas de otras.Desconocían todo de la vida urbana yestaban casi totalmente separados deGrecia, de civilización tan brillante yaen ese momento y sin embargo tanpróxima: la primera capital deMacedonia, Aigai (Egas), de donde, conbuen tiempo, se puede divisar la cimanevada del monte Olimpo, sólo estaba a320 kilómetros de Atenas.

Los seis o siete primeros reyesmacedonios no son para nosotros másque nombres; indudablemente eran losjefes de una tribu montañesa que habíaconseguido imponerse a otras en lasmontañas de Macedonia. Para los

griegos del siglo VI o del V a.C.parecían bárbaros rubios de ojos azulesy tez clara, cuya lengua eraincomprensible, y a los que a menudoconfundían con los tracios salvajes, decuerpo cubierto de tatuajes. FueHerodoto el primero que llamó laatención de sus contemporáneos sobre lacalidad de la civilización macedonia,con dos sutiles anécdotas como las queeste autor sabía contar.

La primera concierne a unaembajada enviada por Megabazo, elalmirante del Gran Rey Darío I —que enese momento se dedicaba a extender susconquistas en Europa hasta el Danubio

—, al rey Amintas I de Macedonia (540-498 a.C.). Así pues, a Aigai, la capital,llegan siete embajadores persas y lepiden, de parte de Darío, «la tierra y elagua», es decir, unos territorios yespacios marítimos. Después deresponder afirmativamente a la demandade los legados, Amintas los invita a unacomida de hospitalidad, y he aquí cómose desarrolló el asunto, según Herodoto(V, 16-20):

Una vez concluido el banquete, lospersas, que estaban bebiendo adiscreción, le dijeron lo siguiente:«Amigo macedonio, nosotros, lospersas, cuando ofrecemos un gran

banquete tenemos por costumbre, en talocasión, incluir entre los asistentes anuestras concubinas, así como a nuestraslegítimas esposas. En vista, pues, de quetú nos has acogido con verdaderaafabilidad, de que nos agasajasespléndidamente y te avienes aentregarle al rey Darío la tierra y elagua, sigue nuestra costumbre.» «Persas—respondió a esto Amintas—, entrenosotros, concretamente, no rige esacostumbre, sino la de que los hombresestén separados de las mujeres. Noobstante, puesto que vosotros, que soisquienes mandáis, solicitáis este nuevofavor, también veréis satisfecha esta

petición.»Amintas envía en busca de las

mujeres, que se sientan frente a lospersas sonriendo. Mas éstos, animadospor el generoso vino de Macedonia,según cuenta Herodoto, piden más:

Éstos, entonces, al contemplar lahermosura de las mujeres, se dirigierona Amintas diciéndole que semejanteproceder carecía de toda lógica, puesmejor hubiera sido que, de buenas aprimeras, las mujeres hubiesen excusadosu asistencia, antes que acudir y, en vezde sentarse a su lado, hacerlo frente aellos para tormento de sus ojos. Bien asu pesar, Amintas les mandó, pues, que

se sentaran junto a ellos; y apenas lasmujeres hubieron obedecido, los persas,como estaban borrachos perdidos,empezaron a toquetearles los pechos yhasta es posible que alguno intentarabesarlas.

Alejandro, el hijo de Amintas (elque le sucederá bajo el nombre deAlejandro I), se indigna; ruega a supadre que se retire, pretextando su edad,y que le deje arreglar las cosas. El rey,después de haber aconsejado a su hijoque se tranquilice, abandona la sala y elpríncipe se dirige a sus huéspedes:

Amigos, las mujeres aquí presentesestán a vuestra entera disposición, tanto

si queréis hacer el amor con todas osólo con un determinado número deellas (sobre este particular vosotrosmismos decidiréis). Pero como ya seacerca el momento de acostaros y veoque estáis bien borrachos, permitid, sios parece oportuno, que estas mujeresvayan ahora a darse un baño y, a suregreso, una vez bañadas, podréishaceros cargo de ellas.

Los persas aceptan encantados ysiguen bebiendo mientras las mujeresvuelven a sus aposentos. EntoncesAlejandro hace venir a su lado algunosjóvenes, todavía imberbes, les haceponerse vestidos de mujer, reparte entre

ellos puñales y, cuando estánpreparados, maquillados y perfumados,los introduce en la sala donde los persasaguardan, impacientes, a las mujeres queles han prometido. Alejandro se dirige aellos en estos términos:

“Persas, me parece que se os haobsequiado con un completísimobanquete en el que nada ha faltado, yaque, además de todo cuanto poseíamos,tenéis asimismo a vuestra disposicióntodo aquello que hemos podidoconseguir para agasajaros; yconcretamente —cosa ésta que excedetoda norma de hospitalidad— osofrecemos, con generosa prodigalidad,

a nuestras propias madres y hermanas,con el fin de que comprobéis a laperfección que, por nuestra parte,recibís los honores a queverdaderamente sois acreedores, ypara que, de paso, podáis explicar alrey que os ha enviado que un griego,un gobernador de Macedonia, os hadispensado una buena acogida tanto enla mesa como en la cama.”

Los persas tienden enseguida losbrazos hacia los jóvenes macedoniosdisfrazados de mujeres, los hacensentarse a su lado y, apenas intentanponerles la mano encima, éstos sacansus puñales y los matan a todos. Los

pretendidos bárbaros macedonioshabían dado una terrible lección demoral a los enviados del Gran Rey.Cuando la noticia de la matanza llegó aSusa, Megabazo amenazó a losmacedonios con una severa expediciónde castigo y envió a su sobrino, Buhares,a Aigai, para hacer una investigaciónsobre lo que había pasado. Pero aunquetodavía era muy joven, Alejandroconocía la venalidad de los orientales.Compró a buen precio el silencio deBuhares, le ofreció además su propiahermana como esposa y el asunto quedóahí: la virtud de las macedonias habíasido salvaguardada y los persas

aprendieron la lección. Ningún heleno lohabría hecho mejor.

La segunda anécdota concierne a losorígenes étnicos de los macedonios, quelos griegos de Atenas, de Tebas yEsparta considerarían bárbaros, esdecir, como no-griegos. El anciano reyAmintas había muerto de vejez en susmontañas, y su hijo, el que había dadouna severa lección a los borrachospersas, se había convertido en rey con elnombre de Alejandro I, en 498 a.C. Dosaños después de su advenimiento, seinauguraban los 71° Juegos Olímpicosde la Hélade, y el joven soberanodecidió participar en ellos.

Así fue como por vez primera, en496 a.C, un rey de Macedonia pisó elsuelo de Grecia, más exactamente el delPeloponeso, en Olimpia, para participaren las carreras a pie de los Juegos, ehizo un discurso en este sentido ante lasautoridades de Olimpia. La primerareacción de los concurrentes y losrepresentantes de las distintas ciudadesgriegas fue de extrañeza ante el hecho deque un bárbaro pudiera expresarse conelegancia en la lengua del Ática, y lasegunda apartarle del concurso que,según decía, estaba estrictamentereservado a los griegos y prohibido atodo bárbaro, aunque fuese un rey. Pero

Alejandro siguió en sus trece: defendiósu causa ante los helanódicos, losmagistrados encargados de hacerrespetar los reglamentos de los Juegos,les demostró que era argivo de origen,que sus antepasados eran de Argos y quedescendían de Heracles, el creador delos Juegos y su primer ganador. Se leadmitió entonces en pie de igualdad conlos griegos, y llegó el primero ex aequoen la carrera del estadio: Píndarocelebró su victoria en una odaentusiasta.

El caso provocó gran revuelo entoda Grecia y cada cual le buscó suprovecho, tanto los macedonios como

los atenienses. Desde el reinado deAmintas, Macedonia se habíadesarrollado mucho y el joven rey queera Alejandro I no había hecho el viaje aOlimpia simplemente por el placer deganar una carrera pedestre: al hacersereconocer oficialmente como griego, yde alta estirpe, sentaba las bases de unaalianza futura, en pie de igualdad, entreMacedonia y las grandes ciudadeshelénicas, como Atenas, Esparta oTebas. En cuanto a los griegos, en 496a.C. vivían desde hacía tres años bajo laamenaza de los persas, y sus estrategassabían que, para los ejércitos del GranRey, la ruta más directa de Susa a

Atenas pasaba por el Bósforo, Tracia,Macedonia y Tesalia: entre susintenciones figuraba la de hacer entrar alos macedonios en la coaliciónantipersa, porque su interés era elmismo que el de los súbditos deAlejandro. ¡El envite bien valía unacorona en los Juegos Olímpicos!

A decir verdad, Alejandro I no erapara los griegos un aliado fiable, comoel futuro iba a demostrar. En primerlugar, había ofrecido su hermana poresposa al sobrino del almirante de laflota persa, para acallar el asunto delasesinato de los embajadores; pero¿merecía un regalo tan grande aquel

despreciable asunto de costumbres?Además, a diferencia de los griegos, notenía el sentido patriótico metido en elcuerpo, no tenía ninguna historia deMacedonia que respetar, carecía demodelos heroicos como los de la Ilíada,cuyos cantos habían acunado a todos loshelenos y eran tomados como ejemplo.Dada la situación internacional en elMediterráneo, su país podía elegir entredos soluciones: o volverse una satrapíadel Imperio persa y vivir en paz bajo suprotección, o zambullirse en el caldo decultivo nacionalista de los griegos, contodas las perspectivas de guerras ydesgracias que eso suponía. Así pues, se

decidió por el Gran Rey. Juróobediencia a Darío en 492 a.C, y laderrota de los persas en Maratón dosaños después no le hizo cambiar decampo: acompañó a Jerjes en suexpedición de 480 a.C. y sufrió con él laderrota de Salamina. No cambió debando hasta agosto del año 479 a.C, enPlatea, donde traicionó a los persas enfavor de los helenos, que honraron esatraición concediéndole el título de«amigo de los griegos» (Philhellenos),lo que en última instancia no erademasiado glorioso.

Como los persas ya no eran detemer, Alejandro I helenizó su corte y su

capital, atrayendo a la pequeña Aigai apolíticos, sabios, escritores, músicos ypintores griegos. Luego murió,satisfecho, tras cuarenta y tres años dereinado; dejaba la corona de Macedoniaa su hijo mayor, Perdicas II, que lesucedió hacia 455 a.C. (su otro hijo,Filipo, no tuvo ocasión de reinar).Perdicas imitó a su madre y, mientraslos horrores de la guerra del Peloponesoensangrentaban la Grecia continental,pacifistas, poetas, sabios y escritores sevolvieron más numerosos que nunca enla colina de Aigai, adonde fue a vivirincluso Hipócrates, el famoso médico.

En 413 a.C. Perdicas II también

murió. Le sucede su hijo, Arquelao,nacido de una concubina y no de unamujer legítima. Fue, como suele decirse,un gran rey. Al no tener que preocuparsede política extranjera ni de disputassucesorias, Arquelao pudo sacarprovecho a los catorce años de sureinado para hacer de Macedonia unpaís moderno y susceptible dedefenderse frente a eventualesinvasores. Trasladó la capital de Aigai aPela, en la llanura, a unos treintakilómetros de la costa, en un cerro quedominaba un lago, unido al mar por unrío navegable; la ciudad imitaba a lashermosas ciudades comerciantes

griegas, con un agora, muelles,depósitos de almacenamiento y templos.Macedonia sólo tenía caminos:Arquelao hizo construir un gran númerode carreteras que irradiaban desde Pela,ciudad que así se unía a todas lasregiones del reino, incluidas las másalejadas e inaccesibles. Construyónumerosas fortalezas, que transformaronMacedonia en un bastión formidable;para mantenerlas y, llegado el caso,defenderlas, Arquelao puso en pie unpoderoso ejército y envió a Pela aoficiales griegos, e hizo traer armas yarmaduras en gran cantidad.

Como su padre y su abuelo,

Arquelao era un enamorado de laliteratura y las artes liberales. Acogiócon generosidad a los escritores yartistas que, huyendo de la inseguridadde Grecia —transformada entonces encampo de batalla por la guerra delPeloponeso—, iban a refugiarse enaquella nueva Atenas: Eurípides, que nopodía seguir soportando lasinfidelidades de su mujer, estableció allísu residencia y pasó los dos últimosaños de su vida (tuvo un final trágico,murió bajo las fauces de los perrosguardianes del palacio real que lohabían atacado); el poeta Agatón, encuya casa se había celebrado el

memorable banquete al que asistióPlatón; Zeuxis, el pintor más famoso detoda Grecia; el músico Timoteo, etc. Pordesgracia, este rey, que tantas cosas hizopor su país, desapareció muy pronto alser asesinado el año 339 a.C.

Este crimen sumió a Macedonia enla anarquía durante dos años. Luego lacorona recayó en un sobrino de PerdicasII, hijo de su hermano Filipo y primohermano de Arquelao, el rey Amintas II(398-369 a.C), del que ahora tenemosque hablar. Este monarca presenta, enefecto, tres particularidades quemerecen que se le haga un sitio aparte eneste desfile de reyes macedonios: en

primer lugar, sometió al turbulentopueblo montañés de los lincéstidas (enel oeste de Macedonia, hacia la actualAlbania); en segundo lugar, se casó conla hija de uno de los jefes de ese pueblo,llamada Eurídice, que resultó ser unaconspiradora sanguinaria; por último, deese matrimonio nacieron cuatro hijos,una mujer cuyo nombre no nos hallegado, y tres varones, que reinaron unotras otro: Alejandro II (369-367 a.C);Perdicas III (365-359 a.C.) tras dosaños de anarquía debidos a las intrigasdel usurpador Pausanias; y finalmente,Filipo II de Macedonia (nacido en 382a.C, rey de 356 a 336 a.C), padre de

Alejandro Magno, que por lo tanto eralincéstida por parte de madre ymacedonio por parte de padre.

En cuanto a la hija de Perdicas II, secasó con un tal Ptolomeo, que tambiénresultaba ser amante de su madreEurídice; cuando el rey Amintas murióen 369 a.C, la corona recayó, como seha dicho, en Alejandro II, y Eurídiceproyectó matar a su hijo para recuperarel trono, en provecho de su amante.Ptolomeo se encargó de hacer realidadeste proyecto: invitó a Alejandro II aasistir a una danza guerrera, que debíarealizar él mismo con los hombres de suguardia, y en el momento álgido de la

danza, cuando Alejandro II sóloprestaba atención a los danzantes,Ptolomeo se abalanzó sobre el joven reyy lo mató. Pero los bienes maladquiridos nunca aprovechan: Ptolomeono pudo apoderarse de la corona, que untal Pausanias, apoyado por unacamarilla militar, quería usurpar.Eurídice pidió el arbitraje de Atenas,que envió a Pela a un militar, elestratego Ifícrates; éste zanjó la querellasucesoria: Perdicas III sucedería a suhermano (reinó de 365 a 359 a.C.) y, asu muerte, la corona correspondería a suhijo Amintas, tercero de ese nombre.

2. Filipo II de MacedoniaEl destino de los tres hijos de

Amintas II y Eurídice tiene algo decontradictorio. El de los dos mayores,Alejandro II (que reinó dos años) yPerdicas III (que reinó seis), traduce elfin de la Macedonia tradicional, la delos campesinos belicosos, grandescazadores y bebedores, semibárbaros ysemigriegos, y la de los señoresfeudales que desfilaban por Pela, lanueva capital, imitando a los ateniensesde antaño. El reinado del menor, FilipoII, que por lo demás no estaba destinadoa reinar, según el arbitraje de Ifícrates,

inaugurará la era de la Macedoniatriunfante, que pondrá a toda Grecia asus pies.

Alejandro II se puso las botas de supadre recuperando el proyecto que éstehabía forjado de conquistar la vecinaTesalia. Empezó apoderándose de susdos ciudades más importantes, Larisa yCranón; pero los tesalios habíanllamado en su ayuda a Tebas, la ciudadgriega que, después de haber derrotadoa los espartanos y los atenienses —gracias a los talentos de su estratego, elgeneral Pelópidas—, se habíaconvertido en líder del mundo griego:los macedonios fueron expulsados de

Tesalia y, a su vuelta, Alejandro II fueasesinado en las circunstancias que másarriba se han contado, por orden de sumadre, que quería instalar a su amantePtolomeo sobre el trono de Macedonia.Se sabe que ese proyecto no pudocumplirse: Ptolomeo hubo decontentarse con ser regente deMacedonia hasta la mayoría de PerdicasIII.

Cuando este último hubo alcanzadola edad de veinte años (en 365 a.C),reivindicó la corona paterna, Ptolomeose negó a dejar sus funciones de regente,y Perdicas III, utilizando el viejo métodomacedonio, mandó asesinarlo, matando

así dos pájaros de un tiro: recuperaba sucorona y vengaba la muerte de suhermano. Pero ahí detuvo su«macedonismo», porque en la corte dePela empezaban a helenizarse. Eurídicehabía aprendido a leer y a escribir (elgriego) durante su viudez, y Perdicas III,que había tenido preceptores griegos ensu infancia, era aficionado a lageometría y la filosofía. Una vez rey,hizo ir a Pela a un discípulo de Platón,Eufraios de Oreos, y sus compañerossolían decir que el mejor modo deobtener los favores del soberano era ir ahablarle de geometría. Este monarcafilósofo murió joven (a los veintiséis

años): los ilirios y los lincéstidas, esepueblo de montañeses al que pertenecíasu madre Eurídice, se agitaban en eloeste de Macedonia, y Perdicas III hubode salir en campaña contra ellos. Laprimera gran batalla que libró contraestos rebeldes fue un desastre: peorguerrero que geómetra, Perdicas perecióen ella, con 4.000 de los suyos, en elaño 359 a.C, a menos que fueraasesinado por instigación de Eurídice.

Amintas, hijo suyo, era todavíamenor y Macedonia se encontraba engran peligro. La parte occidental delpaís se encontraba invadida por losilirios; en el norte poblaciones poco

civilizadas, que hasta entonces habíanvivido en silencio, empezaban amanifestar deseos de independencia; enel este, los tracios se volvíanamenazadores y las regiones costeras, atreinta kilómetros de Pela, erancodiciadas por Atenas, que por fin habíacomprendido que en Grecia había quededicarse a los negocios y no a laguerra, y por una recién llegada alconcierto de las naciones griegas, laciudad de Olinto.

Fue entonces cuando apareció elsalvador de Macedonia en la persona deFilipo, tercer hijo de Eurídice, que a lamuerte de su hermano en 359 a.C, tenía

aproximadamente veintitrés años.Cuando Alejandro II, el mayor de

los tres hijos de Amintas II, habíasubido al trono de Macedonia diez añosantes, deseoso de manifestar susintenciones pacíficas respecto a losilirios, les había enviado en calidad derehén a su hermano menor, Filipo, comoera costumbre en la Antigüedad cuandoun Estado quería mantener relaciones depaz con otro Estado. Pero como se sabe,Alejandro II fue asesinado en 367 a.C.por Ptolomeo, el intrigante amante de sumadre, y ésta, una vez regente, hizovolver a Filipo a Pela y luego lo exilió aTebas, como rehén de esta ciudad. El

joven debía permanecer allí cerca detres años y regresó a Macedonia en 365a.C: tenía entonces unos dieciocho años.

Filipo, como todos los jóvenesaristócratas macedonios, despreciaba unpoco la cultura tebana. En Pela estabade moda admirar todo lo que venía deAtenas y sólo de Atenas: la Beocia, cuyacapital era Tebas, tenía una pésimareputación en materia cultural, y eladjetivo «beodo» era el que seempleaba en la patria de Platón, deAristófanes y Demóstenes para calificara una persona inculta y pesada de mente.Sin embargo, si en materia de finura deingenio, de elegancia y galantería los

tebanos no tenían nada que echar en caraal joven príncipe de Macedonia, teníanmuchas cosas que enseñarle en el planomilitar, y Filipo tuvo la suerte de darsecuenta.

En Tebas vivía con la familia delfamoso general Epaminondas (hacia418-362 a.C), que se había distinguidoen la batalla de Mañanea, en 385 a.C, allado de los espartanos, y más todavía enla de Leuctra (371 a.C.) contra esosmismos espartanos, convertidos enenemigos de Tebas. Ese día,Epaminondas había empleado una nuevaestrategia que había llenado deadmiración a toda Grecia: en contra de

la estrategia tradicional, habíaconcentrado lo más fuerte de sus tropasen el ala izquierda, las había dispuestoen profundidad y, con esta formación,marchó contra el ala derecha adversaria,que fue aplastada por este ataquemasivo. El ejército espartano se dio a lafuga, dejando 400 muertos en el campode batalla, entre ellos Cleombrotos, reyde Esparta. Además, Epaminondas eraamigo íntimo de otro general tebano,Pelópidas: es fácil imaginar cuántopodía apasionarse el joven Filipo porlas conversaciones de los dos hombres,cuya amistad era tal que prácticamentenunca se separaban. No podía pedir

mejores maestros, y a su lado Filiporecibió lecciones de política y cienciamilitar que nunca olvidaría.

Mientras tanto, el asesinato político,ese acelerador privilegiado de lahistoria macedonia, seguía su camino.Perdicas III había sacudido elinsoportable fardo que representaba latutela que sufría de parte de su madre yde Ptolomeo: éste fue asesinado (no sesabe si por Perdicas o por Eurídice), yEurídice, la furia, temiendo correr elmismo destino, huyó a ejercer sustalentos en las montañas natales, entrelos lincéstidas. La calma reinó de nuevoen el palacio real, Perdicas III hizo

regresar a los poetas y los oradoresgriegos que tanto gustaban a su padre yFilipo fue autorizado por los tebanos avolver a Pela y apoyar a su hermano.

Cuando en el año 365 a.C. llegó eladolescente que dos años antes habíapartido hacia Tebas, se había convertidoen un joven atlético, entusiasta hasta elexceso, impregnado de cultura ateniense,lo que le valía la admiración de losaristócratas de Pela, pero sobre todo,razonando sobre los asuntos de la guerracomo nadie, lo que le valía la estima delos oficiales macedonios. A fin depreparar a su hermano, destinado asucederle un día, en el arte de

administrar, Perdicas III le confió elgobierno de una provincia; la carrera deFilipo estaba ahora trazada: antiguoalumno de Epaminondas, se convertiríaen jefe del ejército macedonio y, a lamuerte de su hermano, sucedería a sujoven sobrino en el trono. Para estedestino se preparó, entre 365 y 359 a.C,yendo y viniendo entre la provinciamontañosa que le habían dado paragobernar y Pela, la brillante capital deMacedonia.

En la cerrada sociedad de Pela,Filipo era un personaje fuera de locomún: galante con las mujeres, rudocon los hombres, persuasivo con los

políticos, encantador y pérfido a la vez,inmoderado tanto en sus placeres comoen el trabajo o el combate, tragón másque comedor, borracho inveterado másque bebedor, mujeriego más queenamorado. En resumen, como se diríaen nuestros días, era toda «unanaturaleza», y luego lo demostrósobradamente. Pero también sabíaadormecer la desconfianza de susrivales y sus adversarios alabándolos, ocolmándolos de regalos, sin dudar enemplear la corrupción cuando nobastaba la fuerza y en traicionar al másdébil por el más fuerte cuando su interésle empujaba a ello. Dicho en otros

términos, tal vez fuese una naturaleza,pero una naturaleza cuyo axiomapolítico y moral era que el fin justificalos medios: el macedonio Filipo II eratodo lo contrario del bueno de Sócrateso el ateniense Platón, era un Bismarckavant la lettre.

No tardaría en demostrarlo. Enefecto, su terrible madre seguía sucarrera de conspiradora. En 359 a.C.Eurídice había conseguido sublevar alas tribus de los lincéstidas contra suhijo el rey, que partió para pacificar suprovincia. La expedición costó la vida aPerdicas III. La carrera de Filipo ibaprecisándose: el hijo de Perdicas III era

demasiado joven para reinar; había quenombrar un regente o poner de oficio aotro rey en el trono. Los pretendienteseran numerosos, apoyados unos porTebas, otros por Atenas e incluso porlos persas. Filipo había comprendidoque había llegado su hora, y se dirigiódesde su provincia hacia Pela al frentedel pequeño ejército que había formadoen calidad de gobernador de provincia:no tuvo necesidad de luchar, porque losmacedonios, despreciando a los demáspretendientes, le ofrecieron no el tronosino la regencia. La historia deMacedonia estaba a punto de cambiar:iba a convertirse en la historia del

mundo.Durante los años en que

concienzudamente había encarnado elpapel de gobernador de provincia,Filipo (mientras se iniciaba en lasalegrías de la administración de laspoblaciones) había reflexionado aconciencia en lo que le faltaba aMacedonia para ser una gran potencia.Había quedado muy impresionado por elorden que reinaba en el estado tebano yque contrastaba con la indisciplina delas provincias macedonias y las intrigaspermanentes de Pela. Al lado deEpaminondas y de Pelópidas, habíacomprendido que en aquellos tiempos

dominados por la guerra la fuerzaprincipal de un Estado era su ejército, yque la fuerza principal de los ejércitosera la disciplina y una buenaorganización. De ahí que concentrasesus esfuerzos en los asuntos militares y,del mismo modo que Epaminondas habíasabido innovar en el terreno de latáctica, Filipo innovó en lo que hoy endía podría llamarse logística militar. Loprobó en su provincia, ahora iba a podertransformar el estado macedonio,empezando por reorganizar el ejército.

La novedad fundamental del ejércitomacedonio fue convertirse en un ejércitopermanente y nacional, a diferencia de

los ejércitos griegos que, salvo Esparta,no eran más que milicias convocadas encaso de guerra.

Con ese objetivo, dividióMacedonia en doce circunscripcionesmilitares, cada una de las cualescorrespondía poco más o menos aregiones provinciales y debíasuministrar una unidad de caballería,una unidad de infantería pesada(hoplitas) y una unidad de infanteríaligera; las unidades llevaban el nombrede la región en que se habían criado. Aese ejército nacional se añadíancontingentes de mercenarios yeventuales aliados.

Dicho ejército, compuesto enesencia por más de 20.000 infantes yunos 5.000 jinetes, siempre disponible,era sometido a un entrenamientoincesante: gimnasia, marchas hastacincuenta kilómetros diarios con traje decampaña, llevando consigo cada hombreuna ración de harina para un mes,entrenamiento con armas, etc. Filipovigilaba en persona los ejercicios yexigía de todos resistencia y aplicación.Por ejemplo, un día le informaron deque uno de sus oficiales griegos tenía lacostumbre de tomar baños calientes:«Entre nosotros, en Macedonia, hastanuestras mujeres recién paridas se lavan

con agua fría», le dijo con desprecio, ylo excluyó del ejército en el acto; en otraocasión excluyó de la misma manera ados oficiales superiores, culpables dehaber introducido a una prostituta en elcampamento.

A pesar de ello, era popular entrelos soldados, porque participaba en susjuergas, cantaba y bailaba con ellos porla noche y en los vivaques, lesorganizaba carreras, competiciones delucha y de boxeo; y muy orgulloso de sufuerza, no vacilaba en boxear o luchar élmismo con los campeones militares.

Los soldados macedonios estabanequipados con una lanza de 4,20 metros

de longitud, para los asaltos, y de unaespada corta para el cuerpo a cuerpo;llevaban cotas de mallas, grebas, cascosde bronce y cada hombre iba provisto deun escudo. La formación de combate erala falange: 16 filas de 256 hoplitas (esdecir, 4.096 combatientes), armado cadauno con una lanza: los seis primerossostenían sus lanzas inclinadas de formaque las de la sexta fila superasen en másde un metro el pecho de los hombres dela primera hilera. La falange era unaverdadera fortaleza móvil, flanqueadaen las alas por cuerpos de infanteríaligera (los peltastas) y precedida portiradores, arqueros y honderos. La

infantería se reclutaba entre la juventudaldeana y campesina, a la que Filipoenseñó orden y disciplina. Para lucharen las llanuras del Norte, iba enmarcadapor una caballería numerosa, cuyonúcleo —aproximadamente 600 jinetes— estaba formado por los nuevosseñores macedonios, a saber: grandesterratenientes helenizados cuya clasesocial había sustituido a la antigua clasede los jefes de tribus. Estos guerreros deélite eran denominados hetairoi(«compañeros») del rey: eran loscomités (término latino que tiene elmismo sentido que la palabra griega) delos reyes francos. Criados, más que

habituados, en la obediencia a lasórdenes, enseñados a maniobrar engrupo en lugar de entregarse a hazañasindividuales, los Compañeros deMacedonia fueron para Filipo unanotable fuerza de choque. Con algunos,Filipo forma un cuerpo de jinetesespecializados, los cataphractes(«coraceros»), revestidos de unaarmadura de hierro, algo así como loscaballeros de la Edad Media.

Las guerras para las que sepreparaba Filipo eran guerras griegas,es decir, contra ciudades dotadas demurallas y fortificaciones. Por lo tanto,en su ejército debía tener artilleros e

ingenieros o constructores de máquinasde asedio, que reclutó principalmenteentre los tracios, famosos en esaespecialidad (las máquinas erandesconocidas por los griegos, a los queaterrorizaban). El nombre del ingenierotesalio que enseñó a los artilleros deFilipo a utilizar la catapulta, inventadapor los siracusanos y que lo mismolanzaba dardos que obuses de piedra obolas de plomo, merece ser tenido encuenta: se llamaba Polyeidos.

A lo largo de la historia de lahumanidad nunca se ha podido hacer laguerra sin el nervio de la misma: alfuturo rey de Macedonia no le faltaba,

gracias a las minas de oro de Tracia(Filipo se aseguró el control del macizoaurífero del Pangeo en 357-356 a.C),que le permitiría acuñar tantas piezas deoro como necesitaba, con las que nosólo pagaba los salarios de sus soldadosy sus oficiales, sino que también leservían para comprar las conciencias,los traidores y los asesinos a sueldo.

Al frente de un Estado relativamenteextenso, fuertemente centralizado, conrecursos en oro y plata inagotables enapariencia, con un ejército nuevoformado por 30.000 hombres bienentrenados (o incluso más si eranecesario), organizado como ningún otro

ejército en el mundo lo había estadonunca, Filipo se hallaba en condicionesde enfrentarse a un mundo griegodividido, empobrecido, de armasextravagantes y, sobre todo, sin ningúnardor militar. Pero antes tenía queapoderarse de la corona de Macedonia.

El joven regente empezó librándosede sus rivales, es decir, de los cinco oseis pretendientes serios a la corona deMacedonia, entre los que se encontrabasu hermanastro Arquelao. Hizo matar aunos (entre ellos al propio Arquelao),compró a otros, y en el año 358 a.C. yano existían pretendientes; sin embargo,se contentó con el título de regente, y

luego, a partir de 357 a.C, empezó ahacerse llamar «rey», título que se hizooficial en 356 a.C.

Con la energía feroz de un bárbaro yel espíritu metódico de un griego, FilipoII llevará a cabo las diferentes fases deun plan que, a posteriori, puededenominarse de unificación y extensiónde Macedonia. Cabe resumirlo así: enprimer lugar hacer de Macedonia unestado civilizado, comparable a losestados griegos, es decir, un estado enque es la ley, y no la fuerza, la queregula las relaciones entre losindividuos (¡siempre que no se trate delrey!); en segundo lugar unificar el

conjunto geopolítico que constituyenMacedonia, Tracia e Iliria, es decir, agrandes rasgos, la parte de los Balcanesque se extiende al norte de la Grecia delmar Adriático hasta el mar Negro,región por lo demás relativamente pocopoblada, pero cuyos habitantes todavíase encuentran en un estadio primitivo decivilización; en tercer lugar extenderMacedonia hasta sus límites naturales,que son las costas de Calcídica y deTracia sobre el Egeo hasta losDardanelos y, por el oeste, los macizosmontañosos que la separan del Epiro;por último reunir bajo su autoridad a lospueblos griegos, incluidos los más

poderosos, como los de Tebas, Atenas uOlinto, que se desgarran entre sí enluchas infinitas, con vistas a dirigir unaexpedición a Asia contra los persas,cuyo expansionismo hacia el AsiaMenor amenaza con resurgir, dadas lasdivisiones y el debilitamiento del mundohelénico.

El designio de Filipo no era el de unconquistador destructor; se trataba de unplan, sin duda utópico, de unificación deuna región del mundo en cuyo seno seencontraba su patria, Macedonia, y estorequería tiempo. Pero hay que subrayarque había nacido hacia el año 382 a.C. yque en 358 a.C. no tiene más que

veinticuatro años: sueña sin duda, perotiene derecho a soñar, y lo que más debesorprendernos es que este joven, cuyainfancia fue la de un bárbaro, que norecibió ninguna educación —salvo laque constituía el ejemplo deEpaminondas—, ninguna enseñanza,razona así, tiene ese sueño y se procuralos medios para realizarlo, organizandoel ejército que hemos descrito yfijándose etapas relativamente realistas:desarrollar un poderoso ejército comonunca se había visto igual en el mundogriego; imponer a su pueblo laobligación de inclinarse ante lacivilización intelectual superior de los

griegos (superior no por naturaleza, sinoporque ha tenido tiempo paraconseguirlo); asegurarse los mediosfinancieros necesarios, apoderándosepara ello, primero y ante todo, de lasminas de oro del macizo del Pangeo, enTracia: unificar su propio país,imponiendo a las tribus montañesas laautoridad de la capital (esta unificaciónhabía sido facilitada por la creación deun ejército nacional permanente).

Filipo tardó veintiún años enrealizar su plan, al que desde elprincipio se opuso Atenas por razonesfáciles de suponer. La derrota de 404a.C. ante Esparta estaba olvidada, los

negocios habían reanudado su marchahabitual, las naves atenienses surcabande nuevo el mar Egeo y el marMediterráneo, y en los medios políticosatenienses volvía a hablarse dereconstituir la difunta Confederaciónmarítima de Délos; los atenienses noquerían por tanto hablar de unificacióndel mundo griego, sino bajo su égida ysu autoridad: ahí había una buena razón.Además, su racismo antibárbaro estababien anclado en las conciencias, y noquerían volver a ver al mundo griegodoblar la rodilla ante un macedonio.Finalmente, en Atenas siempre hubo unpartido que hoy calificaríamos de

«nacionalista a ultranza», partidario dela guerra contra todo lo que pudieseatentar contra cierta idea de lacivilización griega: frente a Filipo, esepartido estará representado por la vozdel orador Demóstenes, que tronará, díatras día, en las famosas Filípicas,irguiéndose como defensor de lalibertad griega y la democraciaateniense.

Pero ¿pretendía Filipo echar abajoésta o encadenar aquélla? Considerandola envergadura de su obra, por másinconclusa que haya quedado (comoveremos, fue interrumpida por sumisterioso asesinato en 336 a.C), no es

fácil de creer. ¿Y era sinceroDemóstenes, o seguía haciendo resonarsu voz de acero hacia y contra todo ytodos por simple hábito electoral? ¿Erael poseedor de una verdad políticaabsoluta? Considerando las cualidadesintelectuales y políticas de susadversarios (Esquines, Isócrates),también resulta difícil de creer.

En nuestra opinión, en el mundogriego de ayer ocurría lo mismo que enel mundo alemán antes de Bismarck o enel mundo europeo de hoy, por sólotomar esos dos ejemplos: troceado,dividido, prisionero de mil tradicioneslocales, no era viable como tal frente a

un poder como el de Persia. Y no es unazar de la historia que la capitalintelectual de Occidente se hayadesplazado, en un siglo, de Atenas aAlejandría: Filipo fue un constructorvisionario que murió demasiado pronto.

No entraremos aquí en los detallesde las guerras de Filipo contra Atenas.Recordemos que nunca chocófrontalmente con los griegos —lo cualtendería a probar que no acudía a Greciacomo conquistador— y que supoexplotar hábilmente las rivalidades delas ciudades helénicas entre sí,demostrando de este modo mediante elabsurdo, si puede decirse así, que ese

mundo corría a su perdición por símismo. Apoyó primero a Olinto frente aAtenas, lo que le permitió tomar Potideaa los atenienses (julio, 356 a.C.), luegoAnfípolis, Metone y Crénides, en elcorazón de la región argentífera deTracia (en 356-355 a.C); después apoyaa Atenas contra Olinto, apoderándose deesta ciudad, que vació de sus ocupantesy destruyó; penetró más tarde en Grecia,y ocupó de paso Tesalia. Se detuvoentonces en su avance conquistador (352a.C.), que no reinició sino trece añosmás tarde, en 339 a.C., y marchó sobreTebas. Los atenienses corrieron enayuda de los tebanos, pero Esparta no se

movió y los helenos fueron derrotadosen Queronea (339 a.C).

La Grecia de las ciudades habíadejado de existir. Filipo estaba a puntode ejecutar la segunda parte de su plan,una expedición a Persia que debía ser,en su cabeza, la revancha de los griegos—de los que aseguraba formar parte—,sobre la guerras Médicas, cuando fueasesinado en julio de 336 a.C, en Aigai,la antigua capital de Macedonia. Eltelón del teatro de la historia iba aabrirse a la breve e increíble saga deAlejandro.

II - El hijo de Zeus-Amón

(356-344 a.C)

Encuentro de Olimpia y de Filipo enSamotracia: el matrimonio y los presagios dela noche de bodas (octubre-noviembre de 357).—Nacimiento de Alejandro, a quien su madreconsidera el hijo místico de Zeus-Amón (21 dejulio de 356). —Primera infancia, en Pela: sunodriza Lanice, su amigo Clito (356-354). —Filipo pierde un ojo en la batalla por Metone(invierno de 355). —Nacimiento de Cleopatra,hermana de Alejandro (354). —Filipo seapodera de las colonias griegas de la costa

tracia (353). —Alejandro confiado a lospedagogos Lisímaco y Leónidas (349). —Filipo conquista la Calcídica: conversacionesentre Atenas y Filipo: las dos embajadasatenienses (349). —Guerra sagrada por Delfos,dirigida por Filipo que conquista la Fócida(346). —Bucéfalo (344).

1. Nacimiento de Alejandro:las leyendas

El primer año de la 106a Olimpiada(356 a.C), en el sexto día del mes quelos macedonios llamaban Panemos y losgriegos Ekatombaion (es decir, el 21 dejulio de nuestro calendario), en elpalacio real de Pela, capital de

Macedonia, Olimpia, hija deNeoptólemo, rey de los molosos (unpueblo griego del Epiro), y mujer deFilipo II, rey de Macedonia, daba a luzal niño que llevaba en su seno desdehacía nueve meses. Recibió el nombrede Alejandro, como su tío, el reyAlejandro III: era el tercero de estenombre en la dinastía de los Argéadas.

La noticia del nacimiento no llegó aoídos de su real padre, que guerreaba enCalcídica donde acababa de liberarPotidea del dominio de Atenas, hasta elmes de octubre, en medio de una terribletempestad otoñal como suele haberlas enlos Balcanes en esa estación, mientras

los relámpagos iluminabanesporádicamente el cielo y los truenosno cesaban de retumbar. Según Plutarco,el mensajero que había llevado a Filipola noticia de este gloriosoacontecimiento tenía dos más queanunciarle: el primero que Parmenión,uno de los mejores generalesmacedonios, había avanzado por el paísde los ilirios y les había infligido unadura derrota; el segundo que el caballodel rey había ganado la carrera decaballos sin uncir en los JuegosOlímpicos, recién inaugurados enOlimpia el 27 de septiembre. Estosuponía tres noticias felices de un golpe,

y Filipo sin duda se alegró mucho.Según Plutarco, los astrólogos y losadivinos que entonces consultóaumentaron su alegría explicándole queese hijo, cuya venida al mundo habíasido acompañada por esas tres victorias(la de Potidea, la obtenida porParmenión y la de su caballo), seríainvencible en el futuro.

Poco después de este nacimientorodeado de prodigios tan magníficos, ysegún otra fuente invocada por Plutarco,se sumó que el templo de Artemisa(Diana) en Éfeso, en Asia Menor, habíaardido íntegramente, y que no había queextrañarse de que la diosa lo hubiese

dejado consumirse porque esa nocheasistía, divina comadrona, al parto deAlejandro. Pero cada cual veía las cosasa su manera: mientras los adivinosmacedonios anunciaban a su rey unfuturo radiante, para los sacerdotes y losadivinos de Éfeso el incendio deltemplo era presagio de futurasdesgracias para Asia, porque asegurabaque ese día se había encendido enalguna parte del mundo una llama que undía habría de consumirla por completo.

Dejemos las supersticiones ypreguntémonos por las circunstanciasque presidieron la concepción delpequeño Alejandro; no para nutrir de

leyendas las primeras páginas de nuestrolibro, sino porque pueden aclararnos lapersonalidad del Conquistador.

Para ello debemos remontarnos unosaños atrás y recordar la historia de laciudad de Anfípolis. Era una ciudad deTracia que en el mundo griego tenía unaimportancia estratégica incomparable:desde la época de la grandeza de Atenasera el centro de paso obligado para lasexportaciones del trigo tracio hacia elÁtica, y, después de las guerras delPeloponeso, había sido integrada en laLiga de Olinto, creada en 392 a.C, queunía las ciudades griegas de la región.Luego había sufrido por un tiempo la

dominación espartana (en 379 a.C), paraser tomada de nuevo por los atenienses,que posteriormente habían vuelto más omenos a perderla. En 359 a.C, Filipoofrece la paz a Atenas,comprometiéndose a no oponerse aldominio eventual de ésta sobreAnfípolis; no obstante, en 357 a.C,rompiendo ese compromiso (nuncahabía sido especialmente escrupuloso enla materia y consideraba un tratadocomo un trozo de papel que podíarasgarse a capricho), decide apoderarsede la ciudad.

¿Por qué? Por generosidad y porcálculo al mismo tiempo. Por un lado,

quería ofrecer a la ciudad la alegría deproclamar su independencia y unirse a laLiga de Olinto; por otro, sabía que lasminas de oro del monte Pangeo, en lafrontera tracia, no estaban lejos (seencuentran a un día de marcha deAnfípolis) y que necesitaría ese oro paraalimentar su esfuerzo de guerra convistas a la unificación del mundo griegobajo su dominación.

Ese mismo año —tiene entoncesalgo más de veinticuatro años, hay quesubrayarlo—, el rey Filipo decide haceruna visita a la isla de Samotracia, a undía de navegación de Anfípolis. Se

ignoran los motivos de esa excursión:¿inspección de los alrededoresmarítimos de su dominio de influencia?¿Turismo? ¿Curiosidad religiosa? No losabemos, pero la personalidad deFilipo, descrita por todos los autorescomo materialista y supersticiosa almismo tiempo, tal vez nos permitainclinarnos por este último motivo.

En efecto, Samotracia era la sededel principal santuario dedicado al cultosecreto de los cabires, las divinidadesprotectoras de los navegantes y de lanavegación, culto cuyos ritos eransecretos, pero de los que se sabíavagamente que incluían elementos

orgiásticos y que los iniciados de ambossexos que participaban en ellosquedaban absueltos de sus faltaspasadas, aunque fuesen crímenes. Asípues, tenemos a Filipo en Samotracia y(aquí Plutarco es nuestra única fuente)en esa ciudad encuentra a «una niñahuérfana» llamada Olimpia: su padre,Neoptólemo, había sido rey de Epiro yse decía descendiente de Éaco, hijo deZeus y de la ninfa Egina.

Hay que insistir mucho en estasgenealogías mitológicas que tantogustaban a los antiguos griegos: eran elequivalente de los futuros cuarteles denobleza de las grandes casas soberanas

europeas y desempeñaban un papelanálogo en la sociedad helénica. Lasestirpes a que pertenecían Olimpia yFilipo se remontaban ambas a Zeus, lade Olimpia por Éaco, la de Filipo porHeracles.

¿Qué hacía la hija del rey de Epiroen Samotracia, tan lejos del palacio realde Dodona donde había sido educada?Plutarco nos dice que las mujeresepirotas se entregaban, desde lostiempos más antiguos, a los ritosorgiásticos de Orfeo y de Dioniso y queparticipaban llenas de ardor en esasceremonias místico-sexuales, tanapreciadas por las mujeres de Tracia;

añade incluso, a propósito de Olimpia(sin decirnos sus fuentes):

Olimpia amaba estas inspiraciones yesos furores divinos, y los practicabamás bárbara y espantosamente que lasdemás mujeres, en esas danzas atraía aella grandes serpientes, que sedeslizaban con frecuencia entre lashiedras, con que las mujeres estáncubiertas en tales, ceremonias, ysacaban de los cestillos sagrados quellevaban, se retorcían alrededor de susjabalinas y sus sombreros, cosa queasustaba a los hombres más valientes.

Ahora bien, en Epiro había uno delos tres oráculos más frecuentados de

Grecia, el de Dodona, consagrado aZeus, adorado como dios de lafecundidad (los otros dos eran eloráculo de Delfos, en Fócida, dedicadoa Apolo, y el de Siwah, en Egipto,consagrado al dios egipcio Amón,identificado con Zeus en toda Greciabajo el nombre de Zeus-Amón).Interrogado por los mortales, el rey delos dioses les respondía y los sacerdotestraducían las respuestas del oráculointerpretando los ruidos de la naturalezade los alrededores: el rumor de la brisaen el follaje de los árboles, el arrullo delos pichones, el chapoteo de lostorrentes, los sonidos producidos por un

jarrón de bronce que golpeaba unadolescente con un látigo de triplecorrea. Olimpia, en calidad de hija delrey, debía hacer frecuentes visitas einterrogarle a menudo; y, como buenabacante adoradora de Orfeo y deDioniso que debía de ser, iba aconsultar también al oráculo deSamotracia, donde conoció a Filipo deMacedonia que, según cuenta Plutarco,se enamoró inmediatamente de ella y ladesposó en el acto. ¿Por qué tanta prisa?Sólo tenemos a Plutarco pararespondernos… y no dice nada sobreeste punto. Sin duda el gozador que eraFilipo se sintió atraído por la reputación

sulfurosa de esta mujer, y la pidióinmediatamente en matrimonio a suhermano, que se la concedió.

El matrimonio tuvo lugar en Dodona,evidentemente. De creer a Plutarco, lanoche anterior a la de bodas de losrecién casados fue muy movida: ensueños Olimpia vio al rayo penetrar ensu seno, de donde salieron al punto unacolumna de fuego y varios torbellinos enllamas que se esparcieron alrededor,mientras que por su parte, Filipo soñabaque ponía su sello, representando unleón grabado, en el vientre de su mujer.Preguntados los adivinos, interpretaronestos sueños: unos dijeron que Filipo

debía tener mucho ojo con su mujer;Aristandro, el adivino oficial, que mástarde acompañaría a Alejandro en suscampañas, lo habría explicado de estemodo:

No se sella un vaso en cuyo interiorno hay nada; por lo tanto, es queOlimpia está embarazada de un hijo quetendrá un corazón de león.

Según nuestro autor, estainterpretación significa que Olimpiaestaba encinta antes de casarse (¿deFilipo?, ¿de Zeus…?, ¿o como secuelade una orgía dionisíaca?). Tambiénpuede pensarse que el adivino lointerpretó como un sueño premonitorio

que habría tenido el rey. Sea comofuere, la respuesta del onirrománticodebió de dejar a Filipo tan perplejo que,sigue diciéndonos Plutarco, al observara su mujer por una rendija de la puertadel aposento, habría visto una granserpiente tendida a lo largo de ella y esavisión enfrió los ardores amorosos deljoven esposo, que descubría un rivalceleste el mismo día de sus bodas, o eldía siguiente.

Así pues, Filipo envió a uno de lossuyos, un tal Querón, a Delfos, apreguntar al oráculo sobre el significadode esa historia de la serpiente metida enla cama con Olimpia, y sobre lo que él

debía hacer. Los sacerdotes de Apolo lerespondieron que debía ofrecer cuantoantes un sacrificio a Zeus-Amón, yreverenciar a ese dios por encima detodos los demás; añadieron que seríacastigado por haber puesto los ojos —de hecho un solo ojo, por la rendija dela puerta— en la intimidad de Olimpia yde Zeus-Amón. Y esta historia, quenosotros evidentemente juzgamosrocambolesca, se convirtió en Pela en laverdad oficial: el hijo que iba a nacer noera hijo de Filipo, sino de Zeus-Amón.

Unos nueve meses más tarde,Olimpia daba a luz un hijo. Se cuentaque, durante el tiempo que duró el parto,

dos águilas permanecieron encaramadassobre el techo del palacio de Pela,presagio que anunciaba, según dirán mástarde, que el niño reinaría un día sobredos imperios.

En el destino de un ser humano nohay nada más importante que lasleyendas que han acunado su más tiernainfancia, por más inteligente que sevuelva. Todas ellas participan de lanebulosa que constituye su inconsciente,que determina en parte su personalidadfutura. Este fue el caso —y loshistoriadores quizá no lo han subrayadobastante salvo Arthur Weigall, en suAlejandro Magno— del hijo de Filipo

II: fue educado en la creencia de que erahijo del más grande de los dioses, undios doble, egipcio-griego; que era másque un hijo de Zeus, lo que implicabanla genealogía legendaria de su padre y lade su madre, porque también era hijo delAmón egipcio, lo que le daba unasuperioridad indiscutible sobre todoslos reyes, griegos o persas, de lahistoria, e incluso sobre su padre, quesólo podía invocar a Zeus comoantepasado mítico.

No obstante, podría observarse quela sangre que corría por las venas deAlejandro estaba lejos de ser sangregriega. En nuestros días, semejante

observación no sólo carece de interés,sino que además es odiosa; en el mundogriego del siglo IV a.C, donde la estirpepura y antigua era signo de nobleza,donde todo lo que no era griego seconsideraba «bárbaro», donde, en elinterior de una misma ciudad, lasgrandes familias —los eupátridas—estaban en el candelero a menudo, y aposteriori en los estados oligárquicos omonárquicos, eran puntillosos con loscasamientos de distintas clases.Considérese entonces, desde este puntode vista, la molesta situación deAlejandro. Su padre, Filipo, es unmestizo (tiene un padre griego, un

argéada puro, y una madre bárbara, lalincéstida Eurídice, una iliria que nisiquiera sabía leer el griego cuando secasó con ella), y su madre, Olimpia, esuna bárbara de las montañas, epirota.Para los genealogistas puntillosos,Alejandro sólo es heleno en una cuartaparte de su herencia; es un obstáculopara un futuro rey del mundo griego, quesu padre Filipo trata de conquistar. Sólopodrá compensarlo recordándosecontinuamente a sí mismo que es el hijomístico de Zeus-Amón.

2. Primeros añosAl hijo de Zeus-Amón —porque

Olimpia estaba segura de que el dios lahabía visitado y fecundado durante esafamosa noche prenupcial— le hacía faltauna nodriza de noble cuna. Fue una talLanice, que había tenido varios hijos,uno de los cuales, Proteas, había nacidopoco antes que Alejandro y que fuecompañero de juegos de su primerainfancia, antes de convertirse más tardeen uno de los jefes de su caballería yluego de su flota (a él confiaráAlejandro la tarea de consolidar laseguridad en el mar Egeo, cuando en la

primavera de 334 a.C. lleve la guerra aAsia).

Lanice también tenía un hermano,Kleitos (al que a veces se cita por latraducción latina de su nombre, Clito),apodado el Negro: buen caballero,arquero experto, fue el primer héroe delpequeño príncipe de Macedonia, quemás tarde lo convertirá en jefe de suguardia personal (es este Clito al quematará de un golpe de sansa, la largalanza de los infantes macedonios, en unacrisis de locura furiosa tras una juergaen Marcanda, la moderna Samarcanda,en el transcurso de la guerra contra lospersas, durante el verano de 328 a.C).

Durante los dos o tres primeros añosde la infancia del pequeño Alejandro,Filipo apenas apareció por Pela. Ni lareina ni su hijo formaban parte de suspreocupaciones. Todos sus cuidadosiban dirigidos hacia su nuevo ejército,con el que esperaba agrandar su reino.

El año anterior al nacimiento de suheredero había conquistado Anfípolis, ala que generosamente dejó su autonomía,aunque instalando en ella una fuerteguarnición; en los primeros meses delaño 356 a.C, había tomado Pidna y, enjulio, Potidea (destruyó la ciudad y diosu territorio a Olinto, su aliado frente aAtenas). Luego se había dirigido a

Tracia, mientras que su mejor general,Parmenión, había vencido a los ilirios.Desde sus recientes conquistas, su reino,cuya superficie se estima en 28.000 km2(la de la actual Bretaña), era más vastoque cualquier otro estado griego (el másgrande después del estado macedonioera Tesalia, con 15.000 km2); eratambién el más poblado, vivían en élentre 600.000 y 800.000 macedonios,200.000 de ellos hombres libres y80.000 «señores», grandes propietariosen condiciones de equiparse por sucuenta para la guerra. El rey deMacedonia se había convertido en elsoberano más poderoso de los Balcanes:

sólo había un estado griego encondiciones de rivalizar con él, Atenas,cuya poderosa flota estaba intacta ygozaba de un floreciente comercio.

En julio del año 355 a.C. Alejandroentró en el segundo año de su vida.Empezaba a parlotear, pero todavía nohablaba y, como nunca había estado enpresencia de su padre, que se dedicaba aguerrear en los confines septentrionalesde Macedonia, no sabía decir «papá».Su entorno afectivo estaba totalmentecolmado por el amor casi místico quepor él sentía su madre: ¿no era, en elpensamiento de esta antigua bacante,fruto de sus amores con Zeus-Amón?

Poco después de julio del año 354 a.C,llegó a Pela la noticia de que Filipohabía tomado la ciudad de Metone, unacolonia ateniense en la orilla occidentaldel golfo de Salónica, tras un asedio quehabía durado un año, y que habíaperdido un ojo en el curso de unenfrentamiento. Olimpia se conmoviósin duda al saberlo, pero no porinquietud conyugal: la predicción deloráculo de Delfos se había cumplido yaquel ojo perdido era el castigoinfligido por Zeus-Amón a Filipo,culpable de haber observado por larendija de una puerta los retozosamorosos del rey de los dioses con ella.

Podemos imaginar fácilmente las ideasque surgieron en la mente de esta reina,que desde su más tierna edad vivía enuna atmósfera de supersticiones yfanatismo: si Filipo era castigado, habíasido desde luego Zeus-Amón, y no unavulgar serpiente, el que habíacompartido su cama la noche en queAlejandro había sido concebido.

Es posible que Filipo, después dehaber tomado Metone, haya ido areponerse de sus heridas a Pela y quehaya sido recibido por Olimpia en cama,porque los autores antiguos cuentan queunos meses más tarde la reina de

Macedonia trajo al mundo una niña, quefue llamada Cleopatra, y cuyo padre fuesin duda Filipo de Macedonia:Alejandro Magno acababa de tener unahermanita.

Luego las relaciones conyugalesentre Filipo y Olimpia se simplificaron.Esta última se retiró a su papel altivo deesposa del dios Zeus-Amón y de madredel hijo de ese dios: nunca se preocupóde las numerosas amantes que pasabanentre los brazos de Filipo. En cambio,en la medida en que creía cada vez másen el destino sobrehumano que esperabaa Alejandro, hijo del rey de los dioses,se volvió verosímilmente una madre

exigente, severa, devoradora: para ellano se trataba de que, al crecer elpequeño príncipe, se volviese semejanteal turbulento personaje que era su padre,tan violento como impulsivo en susinclinaciones y sus actos.

En 353 a.C. el rey de Macedonia,tuerto pero descansado, vuelve aponerse en marcha. Reanudando su planen el punto en que lo había dejado, enMetone, Pidna y Anfípolis se apodera delas restantes colonias atenienses deTracia (y de sus minas de oro vecinas),a saber, Abdera y Maronea. Mientrastanto, Alejandro salía de la primerainfancia, y cuando su madre celebró su

sexto aniversario, su padre —treinta ydos años, tuerto y barbado—,prosiguiendo su marcha victoriosa haciael este, franqueaba sin duda el ríoHebro: el rey macedonio había llegado aunos cincuenta kilómetros delHelesponto, que lo separaba delterritorio persa.

El día en que cumplió siete años,Alejandro fue separado de su nodriza,como era la costumbre, y confiado a unpaidagogos, un «pedagogo», que debíaenseñarle a leer y escribir, pero tambiénla epopeya de los helenos, tal como lahabía contado Homero. Se llamabaLisímaco: por broma, tomó la costumbre

de llamar a su joven alumno «Aquiles» ya su padre el rey «Peleo» (nombre delpadre de Aquiles en los poemashoméricos). Este Lisímaco gustaba másbien poco a Olimpia, que le puso bajocontrol de otro maestro, Leónidas,oriundo como ella de Epiro, personajerígido y severo que creía en las virtudesdel esfuerzo, de las privaciones y lamoderación. Partidario de unaeducación «dura», llegaba incluso aabrir los arcones de vestimenta y trajesdel joven príncipe para comprobar queno contenían adornos y ropas superfluas,y prohibía al joven comer el ricoalimento que preparaban los cocineros

de palacio.Leónidas lo vigilaba todo, hasta los

comportamientos religiosos de sualumno, como se deduce de unaanécdota contada por Plutarco. Un díaen que el pequeño Alejandro asistía auna ceremonia sagrada, y cuando sedivertía arrojando desconsideradamentecantidades de incienso al fuego delsacrificio, el severo Leónidas lereprendió con su gruesa vozreprochándole su derroche, y el futuroconquistador del mundo aprendió lalección. Las anécdotas de este género nodeben tomarse a la ligera; el hecho deque hayan sobrevivido los cuatro siglos

que separan la época de Filipo y deOlimpia de aquella en que Plutarcoescribía, resulta significativo: si fuesenanodinas, habrían desaparecido de lamemoria de los comentaristas y loshistoriadores intermediarios.

Pero ¿qué pueden significar?Hay en efecto dos maneras de contar

la vida de un personaje del pasado. Laprimera es proceder como hace Diodorode Sicilia, yuxtaponiendo, en ordencronológico y sin comentarios, losacontecimientos de su existencia, comoanuncia él mismo al principio del libroXVII de su Biblioteca histórica:

En este libro, empezaremosnuestro relato continuo de loshechos con el advenimiento deAlejandro, que tendrá porcontenido las acciones de este reyhasta su muerte. Le añadiremos loque pasó en las regionesconocidas del mundo habitadodurante el mismo período.DIODORO, I, 2.

La otra forma de aproximaciónconsiste en inspirarse en el ejemplo dePlutarco, que ante todo se interesa por elpersonaje al margen de sus acciones,aunque sean gloriosas, porque escribe

como moralista más que comohistoriador, como él mismo dice en elpreámbulo de su Vida de Alejandro:

Es preciso que los lectoresrecuerden que no he aprendido aescribir de las historias, sino sólode las vidas; y las hazañas másaltas y gloriosas no siempre sonlas que mejor muestran el vicio ola virtud del hombre; sino quemuchas veces una cosa ligera, unapalabra o un juego, saca a la luzel carácter de los personajesmucho mejor de lo que lo haría elrelato de derrotas en las que

hayan perecido diez mil hombres,o de grandes batallas, o deconquistas de ciudades medianteasedio o asalto…PLUTARCO, Vida de Alejandro, I.

Examinemos, pues, esas migajas deinformación relativas a la primerainfancia del Conquistador, queapasionan mucho a Plutarco y queDiodoro de Sicilia ni siquiera menciona.Lo que nos sugieren es la omnipresenciade su madre y la huella que sobre sucarácter debió de dejar esa presencia,en contraste con la omniausencia de supadre.

Ahora bien, hace mucho que elpsicoanálisis primero, y la psicologíainfantil después, han remitido a eseesquema las conductas excesivas que seencuentran en ciertos niños oadolescentes, como la agresividad, latimidez llamada «enfermiza», elautocastigo, las conductas de éxito ofracaso, conductas que tendremosocasión de encontrar en la corta vida deAlejandro (su etilismo, sus crisis decólera que llegaban hasta el asesinato,sus caprichos, etc.). Si añadimos a esainicial deficiencia paterna el hecho deque creció oyendo repetir continuamentea su madre que era hijo de Zeus-Amón,

hay un fondo de complejos en potenciaque son suficientes para explicar lasasperezas e irracionalidades de subiografía.

En 349 a.C. Filipo, que ya habíaconquistado buen número de coloniasgriegas de Calcídica y de Tracia,decidió que era el momento de rematarsu plan de conquista de los territoriosgriegos (atenienses) del norte,apoderándose de toda la penínsulaCalcídica, que se extendía hacia el marEgeo como una prolongación deMacedonia, entre las desembocadurasde los ríos Axios y Estrimón. Así pues,atacó la principal colonia ateniense de

la región, la ciudad de Olinto, antiguaaliada suya, con el pretexto de que susdos hermanastros, que habían intrigadocontra él en Pela, se habían refugiado enesa ciudad. No fue asunto fácil, porqueOlinto había conseguido una promesa deayuda militar del gobierno ateniense y,en espera del cumplimiento de esapromesa, resistía frente a losmacedonios con la energía de ladesesperación. Atenas cumplió supromesa, pero no se comprometió afondo en la lucha y Olinto cayó enagosto del año 348 a.C, después de queFilipo hubiese comprado a susdefensores con el oro de las minas del

monte Pangeo. El macedonio mandóejecutar a sus dos enemigos que sehabían refugiado allí, la ciudad fuearrasada de arriba abajo y sushabitantes, vendidos unos comoesclavos u obligados a trabajos forzadosen los dominios de Filipo, otrosdeportados a lejanas coloniasatenienses: sólo un pequeño númeropudo escapar y refugiarse en Atenas.Una buena parte de la Calcídica fuedividida en dominios que se repartieron,con sus poblaciones sometidas, entre losgrandes señores de Macedonia: Filipoinauguraba así una especie de sistemafeudal, que volveremos a encontrar, con

otras finalidades y a propósito deterritorios mucho mayores (y ademáscon la caballería), en la Europa francade la Edad Media.

La caída de Olinto entrañó la de lasrestantes ciudades «olintias» de lapenínsula. Según Demóstenes, treinta ydos ciudades de Calcídica dejaron deexistir o perdieron al menos suautonomía; fueron anexionadas aMacedonia y sus caballeríasincorporadas al ejército macedonio.Filipo también hizo saber a los arcontesy los estrategos atenienses que no teníala intención de llevar la guerra al Ática:su único objetivo, les dijo, era ser amo

en su casa, tanto en sus montañas deMacedonia como en las costas de Traciay Calcídica que eran su prolongaciónnatural. Una vez alcanzado ese objetivo,ya no se oponía a la firma de un tratadode paz.

Así pues, Atenas envió a Pela unaembajada de diez miembros, entre losque figuraban tanto partidarios delacuerdo con Macedonia, como Eubulo yEsquines, como partidarios de laresistencia a las empresas de Filipo y ala guerra, como Demóstenes. Filipo hizoa los embajadores una espléndidarecepción; luego, uno tras otro, losatenienses expusieron sus puntos de

vista, salvo Demóstenes, a quien unaespecie de crisis de nervios impidióhablar. El rey de Macedonia les declaróque no haría ninguna concesión respectoa Anfipolis y Potidea, pero que estabadispuesto a considerar un acuerdo dealianza con el Ática.

Los embajadores regresaron aAtenas con estos mensajes de paz,acompañados por dos delegadosmacedonios, Antípater y el generalParmenión. Se discutieron laspropuestas del rey y, a pesar de lasobjeciones de Demóstenes, fue elpartido de la paz (Eubulo y Esquines) elque terminó venciendo. El texto

sometido por Filipo fue aprobadomediante la boulé, luego propuesto el 16de abril a la ekklesia, que lo adoptó trasuna tormentosa sesión. El tratadopreveía que los dos estadosconservarían lo que poseyesen en elmomento de la ratificación (en lenguajeclaro: Macedonia conservaba Potidea,Anfipolis y la Calcídica), y secomprometían a asegurar de maneraconjunta la libertad de los mares y delcomercio, reprimiendo la piratería en elmar Egeo. Cinco días más tarde, losgobernantes atenienses, en nombre delos ciudadanos de Atenas, jurabanrespetar este tratado en presencia de los

dos delegados del rey de Macedonia.Los embajadores sólo tenían que

volver a partir hacia Pela, a fin derecibir en la capital macedonia eljuramento de Filipo. Pero perdieronalgo de tiempo y se demoraron en elcamino; mientras tanto, el rey, que aúnno había jurado nada, aprovechó esademora para rematar la conquista deTracia hasta la península deQuersoneso, que bordea el estrecho delHelesponto. La delegación ateniensellegó a Pela a principios de julio, Filipojuró a su vez la paz a los atenienses ylos embajadores regresaron a Atenas,todos muy satisfechos, salvo

Demóstenes, a quien el tratado parecíadesventajoso y que se negó a participaren el banquete ofrecido por la boulé ensu honor.

Con motivo de la segunda embajadaateniense a Pela, Demóstenes habríasido presentado a Alejandro, queentonces tenía nueve años y que, segúndicen, le recitó algunos versos deHomero. Más tarde, el famoso oradoremitirá un juicio curioso sobre el jovenpríncipe: un niño pretencioso, dirá, quese las daba de sabio y pretendía podercontar el número de olas del mar,cuando ni siquiera era capaz de contarhasta cinco sin equivocarse, y que

pasaba el tiempo examinando por todaspartes las entrañas de los animalesinmolados en los sacrificios. Es la únicainformación, parcial y falaz (porqueprocede del enemigo por excelencia delos macedonios) con que contamossobre la primera infancia de Alejandro.Tiene por lo menos el mérito, debidoprecisamente a esa parcialidadmaliciosa, de informarnos de que elpequeño príncipe recibía una esmeradaeducación, que le gustaba exteriorizarsus pequeños saberes, debido a laenseñanza de Lisímaco y Leónidas, yque debían de sacrificarse ritualmentemuchos pájaros en el altar del palacio

de Pela donde Olimpia (mujer realmentepiadosa hasta la beatería, que se lasdaba de maga) no dejaba de recordarlecontinuamente que era hijo de Zeus-Amón.

Después de la segunda embajada,los acontecimientos se precipitaron.Filipo, que consideraba que los tratadosestaban hechos para ser violados, volvióa coger las armas en cuanto losembajadores partieron. En esta ocasión,sus reivindicaciones apuntaban a laFócida, a la que sin embargo habíaprometido tratar con dulzura.

El asunto de la Fócida se demorabadesde hacía diez años. Concernía a la

ciudad de Delfos, que era, desde lostiempos más remotos, el lugar religiosopor excelencia de la Hélade. La ciudaddebía su nombre y su importancia aldios Apolo, que antaño habría llegadoallí en forma de delfín (delphis, engriego) y habría arrojado del santuario ala monstruosa serpiente hembra Pitón y aGea, la Tierra Madre, que ya estabanallí: desde entonces, el dios hacíaoráculos a través de la voz de la pitia,sentada en un trípode encima de unaabertura dispuesta en el suelo delespacio sagrado y prohibido del templo.

Delfos estaba situado en el centro dela Fócida, en la frontera de Beocia y

cerca del monte Parnaso, consagrado aApolo. Gozaba de una autonomía total, ala vez que era sede de unaconfederación religiosa y política —unaamphictyonie— que reunía a los docepueblos de la Grecia clásica. Cada unode ellos estaba representado por unguardián de los lugares sagrados, unhieromemnon, en un Consejo (el llamadoConsejo anfictiónico) de poderes muyamplios, de acuerdo con una legislaciónescrita y ratificada por todos lospueblos miembros.

Pero en el año 356 a.C, losprincipales jefes de los focenses, puebloque formaba parte de la anfictionía

deifica, habían sido hallados culpablesde un sacrilegio (se cree que habíancultivado en provecho propio tierrasprohibidas), siendo condenados por elloa una fuerte multa por parte del Consejo(abril de 356 a.C); la multa no fuepagada y el Consejo ordenó laconfiscación de los territorios focenses.Esta decisión bastó para provocar lallamada «guerra sagrada» de lospueblos miembros de la anfictioníacoaligados contra las ciudades de laFócida: se transformó en guerrageneralizada en la que Atenas, Esparta,Tebas y las demás ciudadesintervinieron. El rey de Macedonia

aprovechó la ocasión para intervenir enaquella Grecia central que tantocodiciaba, se puso de parte de Tebas yel conflicto se perpetuaba desde hacíadiez años.

En 346 a.C, Filipo se sintió confuerza suficiente para acabar con laFócida. Nada más abandonar Pela losembajadores atenienses, felices porhaber alejado el peligro macedonio acambio de una paz que creían definitiva,Filipo tomó el camino de Delfos con suejército el 8 de julio, por Larisa, Feres yel desfiladero de las Termopilas(ocupada por 4.000 mercenariosfocenses a los que ni siquiera tuvo que

combatir: le bastó con comprarlos).Como buen diplomático de mala fe queera, dirigió una carta de circunstancias alos atenienses, precisándoles que laFócida no estaba comprendida en losacuerdos que había firmado con ellos yque actuaba por cuenta del Consejoanfic-tiónico, incluso tuvo la osadía deinvitarles a enviar un ejército que seuniría al suyo para castigar a losfocenses.

Es fácil imaginar el efecto que debióde causar esta propuesta en Demóstenes,que se ahogó de rabia, pero nada podíadetener ya el huracán macedonio. En dospalabras: Fócida había dejado de

existir: Filipo se apoderó de susveintitrés ciudades fortificadas, abatiósus murallas, demolió las casas ydispersó a sus habitantes en pequeñasciudades, cada una de las cuales con unmáximo de cincuenta hogares; susaliados tebanos hicieron otro tanto conlas ciudades de Beocia que habían rotosu alianza con ellos, y el rey deMacedonia realizó una entrada triunfalen Delfos, en calidad de ejecutor de lasentencia del Consejo. Él, el «bárbaro»que despreciaban tantos atenienses, seconvertía a ojos de toda Grecia en elrestaurador de los antiguos derechos delsantuario de Apolo, y entró con

solemnidad en el cerradísimo círculo dejefes de la comunidad helénica. Losfocenses fueron excluidos de laanfictionía y su asiento se ofreció aFilipo, que tuvo derecho, dado que erarey, a estar representado por doshieromemnos a todos los honores ytodas las prelaciones. La ciudad sagradade Delfos, al tiempo que elevaba unacolosal estatua al dios Apolo, erigió unaestatua, dorada a su proxenos(«protector») macedonio, sobre el querecayó el honor insigne de presidir, enel mes de septiembre del año 346 a.C,las Fiestas Píticas. Todos los estados dela anfictionía deifica estaban

representados en ellas, salvo dos,Esparta y Atenas, que habíancomprendido, por utilizar una frase deTayllerand a propósito de Napoleón,que aquella gran victoria del macedonioera, para el mundo griego, el principiodel fin.

Sin embargo, Filipo no se hacíamuchas ilusiones sobre los laureles conque le habían cubierto los griegos.Tampoco se las hacía sobre sucapacidad para unirse entre sí contra laamenaza que constituía el Imperio persa,que se había vuelto muy poderoso desdeque la estrella de un nuevo Gran Rey sehabía alzado en Susa, en el año 358 a.C:

la de Artajerjes III, que trataba deresucitar el prestigio persa por la fuerzay de reconstruir la unidad del antiguoimperio de Darío I, satrapía porsatrapía. Si un día ese monarca sevolvía lo bastante poderoso para romperla paz de Calías que su antepasadoArtajerjes I había firmado con Atenas en449 a.C. y para imponer a los helenosuna tercera guerra Médica, Filipo no sehacía muchas ilusiones sobre el destinode aquellos aliados griegos incapacesde poner freno a sus querellas.

En cuanto al estado macedonio,desde que se había incrementado conCalcídica, Tracia, y —después de la

guerra sagrada— Tesalia, representabaun bloque compacto y extenso, bienprotegido por las montañas que locircundaban por el este (las montañas deTracia) y por el sur (el macizo del Pindóy sus prolongaciones hacia Fócida yBeocia). Para convertirlo en un bastióninexpugnable, Filipo debía asegurartodavía su dominio sobre los epirotas ylos ilirios, hasta las riberas albanesasdel Adriático, y sobre los tesalios: fuelo que hizo en 345-344 a.C,persiguiendo, en una incursióndevastadora, a los molosos de Epiro y alrey de Iliria hasta el mar (en estacampaña recibió una herida grave en el

brazo), y en 344 a.C, seduciendo a lostesalios, como cuenta su biógrafo casicontemporáneo Teopompo de Quíos(Historias helénicas):

“Filipo sabía que los tesalios erangentes intemperantes y licenciosas ensu manera de vivir, por lo que organizótoda suerte de diversiones, tratandopor todos los medios posibles dehacerse popular entre ellos, danzandocon ellos, entregándose a orgías conellos y revolcándose con ellos enborracheras y libertinajes”.Op. cit., VI,9.

En ese momento, Alejandro tienedoce años de edad. Ahora es un

adolescente de tez pálida y cabezainmóvil, inmutablemente inclinada haciala izquierda (sin duda debido a unaligera parálisis cervical), con una rojezen la cara. Plutarco nos cuenta que teníael aliento dulce, que era impetuoso yviolento en sus cóleras, pero «difícil deemocionar con los placeres del cuerpo».No sentía afición por las actividadesgimnásticas, y no le gustaba el boxeo, nilos combates con palos, ni el pancraciodel que tal vez le hablaba Leónidas, supreceptor. Este jovencito reservado,demasiado serio para su edad —comodenotaba la maliciosa observaciónhecha por Demóstenes durante su

estancia en Pela—, que por su cortesía ysu conversación encantaba a losvisitantes que acudían al palacio real dePela en ausencia de su padre, que tocabacon delicadeza las cuerdas de su arpa,que hacía apasionadas preguntas a losviajeros sobre los países que habíanatravesado, parecía ser un dulcesoñador. Pero este soñador teníaambiciones, porque en palacio no sehablaba más que de batallas ganadas ode provincias conquistadas, y cada vezque en Pela se anunciaba una nuevavictoria de Filipo, decía a suscompañeros de juego: «Mi padre tomarátodo, y no me dejará nada bello y

magnífico que hacer y que conquistarcon vosotros.»

Un día, un tratante de caballos, un talFilonico, oriundo de Tesalia, llevó alrey Filipo, para vendérselo, un caballollamado Bucéfalo, que en griegosignifica «Cabeza de buey»: quería trecetalentos (una suma enorme, equivalente amás de veinticinco millones de nuestraspesetas actuales). Era un corcel negro,con una mancha blanca sobre la frente y,en el costado, una marca con forma decabeza de buey (al menos, según loscuentistas medievales…): Plutarco nomenciona estos detalles en la anécdotaque cuenta sobre él:

Ellos [Filipo y el tratante] bajaron alllano en una bella carrera para probarlo.El animal resultó tan repropio y ferozque los escuderos decían que nuncapodría sacarse nada de él, porque nosoportaba la monta, ni la voz ni lapalabra de los señores que estabanalrededor de Filipo: se encabritaba anteellos, hasta el punto de que Filipo sedesinteresó y ordenó que se llevasen aaquel animal viciado y salvaje, sinninguna utilidad. Es lo que habríanhecho los escuderos si Alejandro, queestaba presente, no hubiese dicho:«¡Dioses! ¡Qué caballo pierden, por nosaber utilizarlo, por falta de habilidad o

de valor!» Cuando Filipo oyó estaspalabras, no hizo al principio nada, perocuando Alejandro se iba, repitiéndolasentre dientes en varias ocasiones,demostrando que estaba muydecepcionado y despechado de que nocomprasen el caballo, le dijofinalmente: «Criticas a gentes de másedad que tú y que tienen más experienciaque tú, como si supieses más que ellos ycomo si supieses mejor que ellos lo quehabía que hacer para montar y guiar uncaballo.» Alejandro respondió a supadre: «Por lo menos, lo guiaría mejorde lo que ellos hacen.» Filipo replicó:«Y si no lo consigues, ¿qué multa

propones pagar como precio de tutemeridad?» A lo que Alejandrorespondió: «Tanto como valga elcaballo.» Todos se echaron a reír anteaquella réplica y ése fue el envite de laapuesta entre padre e hijo.

Alejandro corrió pues hacia elanimal, lo tomó de la brida y le volvióla cabeza hacia el sol, tras haberse dadocuenta, en mi opinión, de que al caballolo asustaba su sombra, que caía y semovía delante de él a medida que seagitaba. Luego Alejandro, acariciándoleun poco con la voz y con la mano,mientras lo vio resoplando y soplandode cólera, dejó por último deslizar

suavemente su clámide al suelo y, con unligero salto, se lanzó sobre su lomo sinningún peligro, y manteniéndolo un pocorígida la brida sin pegarle ni forzarle,terminó por dominarlo; luego, cuandovio que su montura había soltado todo sufuego de despecho y no pedía otra cosaque correr, tascó las riendas,ordenándole con una voz más áspera quede costumbre y aguijoneándolo con lospies. Desde el principio Filipo lecontemplaba angustiado, temiendo quese hiciese daño aunque sin decir unapalabra; pero cuando le vio volvergrupas hábilmente al final de la carreray traer el caballo, muy orgulloso de

haber vencido, todos los espectadoresexpresaron su admiración; en cuanto a supadre, según dicen, las lágrimas levinieron a los ojos de alegría, y cuandoAlejandro hubo descendido del caballo,le dijo besándole en la frente:

«Oh, hijo mío, tienes que buscarun reino que sea digno de ti,porque Macedonia no puedebastarte.»PLUTARCO, Vida de Alejandro,IX.

A partir de ese momento, lasrelaciones entre padre e hijo setransformaron. Filipo descubrió que el

joven príncipe tenía una personalidadfuerte, que no se conseguiría nada de élforzándole o amenazándole, pero queera sensible a los argumentos de larazón. Se sintió feliz al darse cuenta deque, a pesar de su fragilidad aparente, suhijo no carecía de resistencia ni astucia,y que su paso era sorprendentementerápido. Pero Alejandro tenía una cosamolesta en sus relaciones con losadultos: era inclinado a la crítica y,como había observado Demóstenes, aconsiderarse más sabio que susmayores. Por otro lado, el luchador queera Filipo tenía tendencia a burlarse dela afición de Alejandro por la poesía o

la música (tocaba el arpa) y le hacíarabiar apodándole «el enamorado deHomero».

El rey veía en estos aspectos tiernosy un tanto afeminados del carácter deAlejandro la influencia nefasta de sumadre, Olimpia la mística y ladevoradora, y la de Leónidas, el austeropreceptor que educaba al príncipe comoa un futuro sacerdote, cuando había queeducarlo como a un futuro rey y un futuroguerrero. Era urgente que las cosascambiasen y que aquel muchacho detrece años, que sabía domar un caballocomo lo había hecho y discutir conempecinamiento sobre aquello de lo que

estaba seguro, recibiese una verdaderaeducación de rey: para ello, le escogióel rey de los educadores en la personade Aristóteles.

III - El padre rival

(343-336 a.C.)

Aristóteles en Pela (343). —Alejandrodescubre a Homero (343-342). —Maniobrasde Artajerjes, que trata de inmiscuirse en elconflicto entre Atenas y Macedonia (primaveradel año 343). —Filipo sitia Bizancio;Alejandro, regente de Macedonia (principiosde 340). —Alejandro combate a los medosrebelados contra Macedonia (primavera de340). —Macedonia contra Atenas y sus aliados(octubre de 340-abril de 338). —Filipoencargado por Belfos de castigar a la ciudad deAnfisa (primavera de 339). —Reacción deAtenas y Tebas, guerra contra Filipo que ocupa

la posición estratégica de Flotea (octubre de339). —Batalla de Queronea (2 de abril de338). —Paz de Démades con Atenas (verano de338). —Alejandro festeja sus dieciocho añosen Atenas (julio de 338). —Filipo de vuelta;conflicto conyugal (primavera de 337). —Matrimonio de Filipo y Cleopatra, sobrina deÁtalo; escándalo: Olimpia y Alejandro huyen aEpiro (noviembre de 337). —Regreso deAlejandro y de su madre a Pela (primavera de336).

Había en la corte del rey Amintas II,el padre de Filipo, un médico llamadoNicómaco. Pertenecía a la gran familiade los Asclepiades, que pretendíadescender de Asclepio (el Esculapio delos romanos), dios de la medicina, de la

que también formaba parte el famosoHipócrates, que había vivido en Aigai,la antigua capital de Macedonia, duranteel reinado de Perdicas II (455-413 a.C).

Este Nicómaco era oriundo deEstagira, una ciudad calcídica deTracia, no muy lejos de Pela, y tenía unhijo llamado Aristóteles, que eraaproximadamente de la edad de Filipo(éste había nacido en 382 a.C;Aristóteles dos años antes). Así pues,los dos hombres se habían conocido deniños, y lo menos que puede decirse esque, cuando en 343 a.C. el príncipeAlejandro alcanzó los trece años, yahabían triunfado en la vida. Filipo era el

monarca más respetado y temido delmundo griego y Aristóteles, queentonces tenía unos cuarenta años, yahabía logrado una sólida reputación defilósofo y sabio, aunque aún no hubiesefundado su propia escuela.

Su camaradería cesó en el año 367a.C, a la muerte de Nicómaco. En esaépoca, Aristóteles, que tenía entoncesdiecisiete años, se fue a Atenas, dondeentró en la Academia, la universidadque había creado Platón en el 388-387,y Filipo fue enviado en calidad de rehéna Tebas. En la Academia, Aristóteles sereveló como estudiante asiduo y Platónle había apodado «el lector» y «la

inteligencia de la escuela», lo cual no leimpedía amar también la vida y lasmujeres. Tenía las piernas delgaduchas,ojos pequeños y muy móviles, debilidadpor los ropajes bellos, llevaba anillosen los dedos y se rasuraba; de susamores con la cortesana Herpílide lehabía nacido un hijo, al que puso elnombre de su padre, Nicómaco. En elaño 356 a.C, cuando el estudiante queera empezaba a convertirse en unmaestro y cuando en el seno mismo de laAcademia formaba sus primerosdiscípulos, habría recibido de Filipo lanoticia del nacimiento de Alejandro, enforma de una carta (cuya autenticidad

rechaza, con razón, la crítica moderna:en 356 a.C. Aristóteles tiene veintiochoaños y nada permite afirmar en esemomento que será una de las luminariasdel pensamiento griego) que nos hatransmitido Aulo Gelio y que rezaba:

Esto es para hacerte saber queacabo de tener un hijo, por lo quedoy gracias a los dioses, no sólopor su nacimiento sino tambiénporque ha nacido en tu tiempo:espero que se convierta en tualumno y que se muestre digno demí y de la sucesión al trono.AULO GELIO, Noches áticas, IX.

Después de la muerte de Platón en347 a.C, Aristóteles fue a vivir a Misia,a la corte de su amigo Hermias, tiranode la ciudad de Atarneo, del que ciertosautores dicen que fue su favorito y otrossu suegro (en tal caso, se habría casadocon su hija Pitia, pero algunos pretendenque esa hija de Hermias habría sido dehecho la concubina de éste: en amboscasos, Aristóteles necesitaba delpermiso del tirano de Atarneo).

Hermias, alumno de Atenas,apasionado por la filosofía y la política,había trazado el plan de liberar a todaslas ciudades griegas de Asia Menor delyugo de los persas, cosa que cuando

menos era utópica de su parte. Untránsfuga griego llamado Mentor, asueldo del gran rey Artajerjes III, atrajoal tirano de Atarneo a una emboscada, lohizo estrangular en 344 a.C. y sucadáver fue crucificado. Este dramaafligió profundamente a Aristóteles, queen tal ocasión escribió un poemafúnebre a la memoria de su amigo, asícomo un epigrama que fue grabadosobre su estatua:

El rey de los persas, violador delas divinas leyes,ha hecho morir a éste cuyaimagen veis aquí.

Un enemigo generoso lohubiese vencido en lealcombate,ha sido un traidor quien lo hamatado, con pérfido ardid.

Para escapar de los sicarios deArtajerjes, Aristóteles se refugió conPitia en la isla de Lesbos, en Mitilene, yallí seguía en el año 343 a.C. cuandoFilipo lo llamó a su lado, a Pela, paraque educase a su hijo. La elección delrey era juiciosa. Necesitaba paraAlejandro un maestro cultivado deforma distinta que el meticulosoLisímaco o el riguroso Leónidas, que no

le arrastrase por la vía del misticismo niel ocultismo a la que quería empujarleOlimpia, y Aristóteles ya gozaba de lareputación de ser lo que hoyllamaríamos un positivista, que queríaver y tocar las cosas antes de emitirjuicios sobre ellas; además, no era unpersonaje austero: era elegante deaspecto y modales, aficionado a losbuenos vinos y a la buena mesa, sumujer, Pitia, era hija de un rey, y asídemostraba con el ejemplo que se podíaser a un tiempo un gran sabio y unhombre de mundo.

Aristóteles aceptó la invitación sindudarlo; desde la muerte de su amigo

Hermias, no tenía nada que hacer enAsia Menor, se aburría en Lesbos, yAtenas, con sus disputas intestinas, no leatraía demasiado. Además, en 343 a.C,Macedonia era el país del mundohelénico más tranquilo políticamente ymás poderoso militarmente, al abrigo delas empresas del Gran Rey. Así pues,recogió sus cosas y partió sin pena haciaa Macedonia, con su mujer, sus libros ysus manuscritos.

Ya tenemos al filósofo en Pela. Sinduda no reconoció la ciudad de sujuventud, de la que había salido hacíaveinte años, en 367 a.C. Filipo lo recibeamistosamente y poco después de su

llegada le autoriza a levantar las ruinasde Estagira, su ciudad natal: no sólo laciudad fue reconstruida, sino que todoslos estagiritas que habían sidoexpulsados de la ciudad o enviados a laesclavitud pudieron regresar, y Filipomandó construir cerca de la villa, entrelos olivos y los jardines, un edificio (elNymphaeos), destinado a acoger aprofesores y estudiantes. La enseñanzase daba allí al aire libre, a la sombra delos árboles, y en tiempos de Plutarcotodavía se mostraban los asientos depiedra donde se sentaban el maestro —siempre impecablemente rasurado ytartamudeando un poco— y sus

estudiantes, entre los que por supuestoestaba Alejandro y los hijos de lanobleza macedonia.

Bajo la dirección de Aristóteles,Alejandro aprendió ciencias morales ypolíticas, gramática, geometría, retóricay filosofía, así como ciencias naturales,medicina y astronomía. Indudablementeel Estagirita experimentó en elNymphaeos y en Pela los principios desu futura pedagogía, que difundirá demanera sistemática en el Liceo, laescuela que había de crear en 335-334a.C. en los suburbios de Atenas. Suenseñanza comportaba una clase por lamañana, dedicada a las cuestiones

científicas más arduas, que él mismodenomina «acromáticas», y una clasepor la tarde sobre «nociones comunes»,las «exotéricas». De este modoAristóteles favoreció el amor que eljoven príncipe profesaba por Homero;él mismo había preparado una ediciónde la llíada (perdida en la actualidad),anotada y corregida, que ofreció aAlejandro; éste se la llevó a todas suscampañas y, por la noche, la colocababajo su almohada junto a su puñal (se lallamaba «la edición de la cajita»),

Alejandro parece haber tenido unaelevada idea de la enseñanza de sumaestro. No tanto por su contenido

cuanto porque tenía la impresión dehaberse vuelto, gracias a él, eldepositario de un saber inaccesible alcomún de los mortales. Las leccionesque más tomaba eran las acromáticas,las que hay que haber oído de bocamisma del Maestro para conocerlas ycomprenderlas. Y cuando más tarde,estando en el confín remoto de Asia,supo que Aristóteles había publicadoalgunos libros, es decir, habíadesvelado a todos aquel saber que hacíade sus discípulos hombres fuera de locomún, le envió una carta de protestaque refiere Plutarco:

¡Alejandro a Aristóteles, salud!No has hecho bien al publicar tuslibros de ciencias especulativas,porque entonces nosotros [tusdiscípulos] no tendremos nada que nossitúe por encima del resto de loshombres, si lo que nos has enseñado ensecreto acaba de ser publicado ycomunicado a todos, y deseo que sepasque preferiría superar a los demás eninteligencia de las cosas altas yexcelentes antes que en poder. Adiós.PLUTARCO, Vida de Alejandro, XI.

Este «Adiós» —siempre que la cartareproducida por Plutarco no sea leyenda

— marca el fin de la influencia delfilósofo sobre el hombre de acción. Sinembargo, Alejandro nunca olvidó aquien le había enseñado a pensar.Siempre honró a Aristóteles, nos dicenuestro autor, como a su propio padre:«Del uno —decía—, he recibido elvivir, y del otro el bien vivir», y nunca«le salió del alma el deseo y el amor ala filosofía, que desde su infancia habíadejado huella en su corazón».

No obstante, si contamos ahora estaanécdota que figura en el Seudo-Calístenes, fuente que hay que utilizarcon mucha precaución, podemos pensarque Plutarco miraba por su maestro y se

hacía una idea algo etérea de Alejandro.En cierta ocasión (¿cuál?, nuestra fuenteno la precisa), Aristóteles preguntó a susricos y principescos alumnos cómo letratarían cuando hubiesen tomadoposesión de su herencia. Uno dijo: «Yoharé de modo que todos te honren yrespeten, y cenarás todas las noches a mimesa.» Otro le respondió que leconvertiría en su principal consejero,pero cuando el Estagirita planteó lapregunta a Alejandro, éste se enfureció:«¿Con qué derecho me haces semejantepregunta? ¿Cómo sabré yo lo que mereserva el futuro? ¡No tienes más queesperar, y entonces lo verás!» «Buena

respuesta —habría exclamadoAristóteles—. ¡Un día, Alejandro, serásrealmente un gran rey!»

De todos modos, Alejandro sólopermaneció dos años bajo la tutelafilosófica de Aristóteles, que debíaseguir difundiendo su buena palabra enel Nymphaeos, a la sombra del bosquede las Ninfas, hasta 335 a.C. La razón deEstado, tal como la concebía Filipo, ibaa propulsarle precozmente a la escenade la política y la guerra: el rey deMacedonia se disponía a organizar unacruzada griega contra la Persia deArtajerjes III, que ahora adelantaba suspeones en Asia Menor: el asesinato

reciente de Hermias, el amigo deAristóteles, era un ejemplo.

En efecto, en la primavera del año343 a.C, el Gran Rey, que nunca habíaperdido de vista Grecia (reclutaba deforma permanente mercenarios para suscampañas en Asia y en Egipto), habíadecidido intervenir en la lucha entabladaentre Atenas y Macedonia. Lasmaniobras de Filipo en Asia Menor leparecían sospechosas: el rey deMacedonia había dado asilo a variossátrapas rebeldes, había mantenidorelaciones con el tirano Hermias deAtarneo, había mandado a Aristóteles(yerno de este último) a Pela, y Tracia

hervía de campamentos militares ycolonias macedonias. Filipo amenazabaabiertamente en concreto las coloniasatenienses del Quersoneso, penínsulaque bordeaba el estrecho delHelesponto, vía de invasión del marEgeo ideal para la flota persa queestacionaba en el mar Negro. Así pues, aArtajerjes le pareció prudente enviaruna embajada a Atenas, la únicapotencia que podía intimidar aMacedonia debido a la importancia desu flota, para proponerle renovar losantiguos tratados de amistad que en elpasado había firmado con Persia. Perola susceptibilidad de los atenienses

prevaleció sobre la prudenciadiplomática: al embajador persa se lerespondió, muy secamente, que losatenienses mantendrían su amistad con elGran Rey si éste no emprendía nadacontra las ciudades griegas.

Filipo aprovechó de inmediato esatorpeza diplomática. Iniciónegociaciones con Artajerjes y concluyócon él un tratado de alianza y amistad:Macedonia se comprometía a no seguirapoyando a los adversarios del GranRey, que por su parte renunciaba aintervenir en Grecia. Tras este cambiode situación diplomática, sólo había unperdedor: Atenas. Sin la amenaza de un

acuerdo pérsico-ateniense, Filipo ya notenía necesidad de andarse con cuidado.Aún hubo algunas tentativas denegociación, pero los atenienses crearonuna alianza antimacedónica (con laEubea, Quíos y Rodas) y el estado deguerra volvió a instalarse una vez másentre Filipo y los aliados de Atenas, enlos Balcanes y en Asia Menor. Aprincipios del año 340 a.C., Filipoasedia Bizancio y Perinto, ciudades quesostenían en la distancia a Persia, perono sacó otro provecho que una herida enel hombro, casi a la vista de su hijo, queasistió a su primer combate en las ruinasde Perinto.

La guerra se anunciaba larga ydifícil. Filipo, que trataba de mantenerintacta la fidelidad de su pueblo hacia lacorona, envió al joven Alejandro a Pelapara desempeñar el papel de regente. Deeste modo, el príncipe accedía a la edadde dieciséis años a las más altasresponsabilidades del estadomacedonio. Poco después, en el mes deoctubre del mismo año, Atenas y susaliados declaraban la guerra aMacedonia: la suerte estaba echada.

Iniciada oficialmente en octubre de340 a.C, esta guerra, que debíadesembocar en el fin de la Grecia de lasciudades, duró casi dos años: concluyó

el 2 de abril de 338 a.C, en la llanura deQueronea, en Beocia. Durante esos dosaños, Alejandro cumplióconcienzudamente sus funciones deregente.

Recibió primero en Pela unaembajada de Persia, enviada por el GranRey, para solventar pacíficamente elproblema de las colonias griegasinstaladas en el mar de Mármara, laPropóntide, como la llamaban losantiguos. Los embajadores quedaronseducidos por aquel joven de pelorubio, que les hacía mil preguntas sobresu país, las distancias que había entrelas principales ciudades, el estado de

las rutas, la personalidad de Artajerjes ysobre muchas cosas más; quedaron tanimpresionados por Alejandro que luegodeclararon que los talentos, ya muycélebres, del rey de Macedonia no erannada en comparación con los de suheredero.

En la primavera del año 340 a.C, eljoven regente hubo de enfrentarse a unarevuelta de tribus rebeldes implantadasen el alto valle del Estrimón, las de losmedos (en la actual Bulgaria, entre Sofíay el Danubio). Con el entusiasmo de laadolescencia, decidió ponerse al frenteen persona de una expedición de castigoen la región y, cuando le hicieron

observar que era muy joven para partir ala guerra y no tenía la edad requeridapara mandar un ejército, respondió conorgullo: «¡Aquiles era más joventodavía cuando partió para la guerra deTroya!»

Esta primera campaña de Alejandrose saldó con victoria: la ciudad de losmedos fue tomada tras un sitio en regla,sus habitantes fueron expulsados ollevados para ser vendidos comoesclavos. Imitando entonces, no aAquiles, sino a su padre, Alejandrodecidió instalar una colonia macedoniay cambiar el nombre de la ciudad paraponerle el suyo: Alejandría

(Alexandropolis). Fue la primera ciudadque llevó su nombre. Cuando elheredero de Macedonia regresótriunfalmente a Pela, se había convertidoen el ídolo de los soldados, que yadecían entre sí, a modo de broma, queAlejandro era el rey y Filipo su capitán.

Filipo no se sintió vejado, pero,temiendo que su hijo se expusiese denuevo a peligros que un príncipeheredero no tenía derecho a correr, lollamó a su lado y juntos regresaron aPela. En el camino de vuelta, alatravesar el país de los medos, losmacedonios fueron atacados poraquellas tribus insumisas. Durante el

combate, el caballo de Filipo resultómuerto de una lanzada, que tambiénatravesó el muslo del real jinete;Alejandro echó pie a tierrainmediatamente y cubrió el cuerpo de supadre con su escudo, hasta que fuelevantado por sus soldados. La heridade Filipo no era muy grave, pero tuvopor secuela una cojera permanente, de laque el rey a veces se quejaba y quedeploraba: «¿Cómo puedes, padre mío,quejarte de esa lisiadura que te recuerdaa cada paso tu valor?»

La frase era generosa de parte delhijo, pero no gustó al padre que, con unojo de menos, un omóplato fracturado y

un muslo en pésimo estado perdía pocoa poco prestigio en comparación conaquel jovenzuelo imberbe de cabellosde oro, que no tenía entonces más quedieciséis años mientras él tenía cuarentay dos, y cuando ya algunas canasempañaban el negror de su barba deguerrero macedonio.

En la familia real de Macedonia lascosas iban mal.

Desde el paso de Aristóteles porPela y la reconstrucción de Estagira,Olimpia sentía que su hijo se leescapaba. Aquél filósofo tartamudo lehabía apartado de la religión, le habíaenseñado que los dioses del Olimpo

eran personajes de cuentos para niños,que el hombre era un animal como losdemás pero dotado de razón, y que sóloun razonamiento riguroso puede llevar ala verdad. Por su parte, Filipo nosoportaba a su mujer y ahogaba suspreocupaciones en continuasborracheras con soldados viciosos yafeminados, hasta el punto de que no losllamaban «Compañeros del rey»(hetaiwí), sino «compañeras» (hetairaí).Además, coleccionaba «esposassecundarias», es decir, amantes, con lasque ya tenía hijos.

Alejandro parecía indiferente a lasmujeres, y su madre había llegado a

temer que fuese el favorito de algúnoficial. Por eso había escogido a unaprostituta de Tesalia para espabilarlo,una tal Calixena, cuyos méritos eraneminentes; pero los resultados delintento habían sido decepcionantes: pormás que Calixena fuese instalada porOlimpia en el aposento del príncipe,éste no se interesaba por ella, sumidocomo estaba en la lectura de la Ilíada ode algún poeta. Todos sus biógrafosantiguos, empezando por Plutarco,subrayan que llevaba hasta elapasionamiento su amor por la literaturay los grandes hechos; la preocupaciónpor su gloria futura le obsesionaba, pues

había comprendido que estaba a sualcance. A riesgo de pareceranacrónicos, diremos que se habíavuelto un «joven lobo» a quien parecíaque todo había de salirle bien y, si sequiere comparar su conducta con la denuestros contemporáneos, habría quepensar más en los golden boysestadounidenses de los años ochenta queen un César o un Bonaparte. Queríatodo, y lo quería en el acto, presintiendoque su vida podría ser breve, de suerteque, como escribe Plutarco, siempretuvo más inclinación por la gloria y losgrandes hechos que por el placer.

También Filipo estaba preocupado

por la indiferencia que su hijo mostrabahacia las mujeres. Se preguntaba si eraimpotente o simplemente homosexual,hecho que, lo mismo en Macedonia queen Grecia, no tenía nada de escandaloso,a condición de ser «amante» (erastos) yno «amado» (eromenos). Existía incluso,en el ejército tebano, un «BatallónSagrado» (Plutarco escribe: «la BandaSagrada»), en el que cada soldado eincluso cada oficial tenía un amanteclaramente de mayor edad que él, aveces incluso un anciano. No obstante,las eternas disputas entre las ciudadesgriegas iban a darle ocasión de apreciarlas cualidades viriles y guerreras de su

hijo.En efecto, en la primavera de 339

a.C, el Consejo anfictiónico de Delfoshabía condenado a los montañeses de laciudad de Anfisa, una ciudad situada avarios kilómetros de Delfos, porhaberse apropiado de unas cuantasdecenas de hectáreas de tierrasconsagradas a Apolo y, en la sesión delmes de octubre, había encargadooficialmente a Filipo recuperarlas, manumilitan. Para el macedonio era laocasión ideal de restablecer suprestigio, comprometido tras susfracasos ante Bizancio y Perinto, y demostrar su fuerza a los tebanos y los

atenienses; movilizó inmediatamente asu ejército y decidió llevar consigo aAlejandro, que entonces iba para losdieciocho años. El ejército macedoniose pone en marcha desde Pela, atraviesaTesalia, penetra en Grecia central por elobligado desfiladero de las Termopilasy, en lugar de ir directamente contraAnfisa, que está junto a Delfos, Filipoestablece su puesto de mando en Elatea,a la salida del desfiladero, ciudadconsiderada tradicionalmente como lallave de la Grecia central, en la ruta quelleva directamente a Tebas y luego aAtenas (a 120 kilómetros de Elatea).Luego, sin pérdida de tiempo, Filipo

fortifica la ciudad y envía emisarios aTebas, rogando a las autoridadestebanas que no se opongan al paso desus tropas, que tienen una misiónsagrada que cumplir.

No hacía falta más paradesencadenar el molino de palabrasantimacedonio que era Demóstenes. Elfogoso orador parte de inmediato haciaTebas, donde se encuentra en presenciade los emisarios de Filipo, y utiliza todasu elocuencia para convencer a lostebanos —en principio aliados deMacedonia— a fin de que cerrasen supaís al ejército macedonio, y multiplicalas promesas: Atenas pagará los gastos

de la guerra, pondrá su poderosa flota adisposición de los tebanos y los beociosy les dejará incluso el mando de lasfuerzas aliadas.

Durante el invierno de 339-338 a.C,los dos campamentos se preparan:Tebas y Atenas envían embajadas alPeloponeso, a Eubea y Etolia paraasegurar las alianzas de las ciudades deeste país en torno de Atenas y Tebas,mientras que Filipo, como buenestratega, completa la fortificaciónalrededor de Elatea y restaura las plazasfuertes de Fócida.

Las operaciones militares se iniciana principios del verano de 338 a.C, con

una estratagema de Filipo: en una cartaque dirige a uno de sus generales que sehan quedado en Pela —Antípater— leinforma de que debe partir de inmediatopara Tracia, a fin de reprimir unarevuelta. Esto le obliga a renunciar acastigar a Anfisa. Se las arregla paraque los habitantes de esa ciudad, quecaen en la trampa, se hagan con lamisiva: la guarnición de Anfisa recogesus bártulos y se marcha a las montañas,donde Filipo, que está al acecho,destroza sus efectivos y vuelve paraapoderarse de la ciudad. En Delfosexultan, aclaman al macedonio, eloráculo lanza maldiciones contra

Atenas, mientras Demóstenes, con airede suficiencia, se burla y dice a todo elque quiere oírle que la pitonisa«filipiza».

Por su parte, Filipo regresa a Elateay trata por última vez de convencer atebanos y atenienses de que firmen lapaz. Les envía embajadas, pero estrabajo perdido: Demóstenes haconvencido a todo el mundo de quehabía que luchar. El rey de Macedoniase decide, muy apesadumbrado, a ir alcombate: conoce sus fuerzas y sabe queva a ganar, pero respeta el pasado deAtenas y esa victoria, que no puedeescapársele, le entristece y le asusta a la

vez.Ha escogido su campo de batalla.

Será la llanura de Queronea, junto a laciudad del mismo nombre, que bordea elpequeño río Cefiso. El 2 de abril, antesdel alba, las fuerzas griegas (10.000atenienses, 10.000 beocios, 5.000mercenarios y el Batallón Sagrado delos tebanos), se sitúan a lo ancho de lallanura. El ejército macedonio (30.000soldados de infantería y 2.000 jinetes)les hace frente: Filipo mandaba el aladerecha, que formaba una enormefalange, y Alejandro, para quien labatalla era su auténtico bautismo defuego, tenía a sus órdenes la famosa

caballería macedonia —losCompañeros de Macedonia— en el alaizquierda.

Los atenienses atacan fogosamente elala derecha macedonia: Filipo da a susoficiales la orden de retirarse despacio,mientras su ala izquierda, con Alejandroal frente, avanza, carga y desorganiza laslíneas griegas: la falange, reconstruida,emprende su marcha hacia adelante ymasacra literalmente a las fuerzasenemigas, que huyen en total desorden:«¡Estos atenienses —dirá Filipo— nosaben cómo se ganan las batallas!»;entre los que huían estaba Demóstenes,cuyas ropas se engancharon en un

matorral de espinos y que imploraba,con los brazos levantados, que leperdonasen la vida. Los ateniensesdejaron mil muertos en el campo yabandonaron dos mil prisioneros: encuanto a los beocios, también sufrierongrandes pérdidas y todos los hombresdel Batallón Sagrado, amantes yamados, perecieron.

Después de la batalla, Alejandropartió para dormir en su tienda el sueñodel justo, y Filipo se emborrachó consus oficiales. Vinieron a preguntarle quéhabía que hacer con los miles deprisioneros, que estaban reunidos en unaciudad vecina. Entre dos eructos

respondió que con los tebanos había queesperar, pero que los atenienses debíanser liberados de inmediato. Luego siguióbebiendo y, al alba, se dirigió,tambaleándose y completamente ebrio,al campo de batalla. Lloró ante loscadáveres amontonados del BatallónSagrado, luego vagó entre los grupos deprisioneros atenienses: «¡Ah, ah! ¡Quérevancha sobre Demóstenes! ¿Osacordáis de sus discursos contra mí?»

Y se puso a recitar, escandiéndolas,golpeando con las manos y batiendo lospies, las primeras líneas de una de lasFilípicas que el orador ateniense habíapronunciado contra él. Un prisionero

ateniense, el orador Démades, que habíasido en la boulé el adversario deDemóstenes y el defensor de Filipo,cuyas teorías unificadas aprobaba, leapostrofó: «Rey, el destino te ha elegidopara ser un nuevo Agamenón, ¿no te davergüenza hacer el papel del bufónTersites?»

Filipo se calló bruscamente.Comprendió que había superado loslímites y había dado un espectáculolamentable en presencia de aquellosatenienses, dignos y respetables, cuyosantepasados habían sido las glorias máshermosas de Grecia. Y se durmió, con elsueño roncador de los borrachos.

Cuando despertó, recibió a suscapitanes, que acudían para recibir a suvez las órdenes para destruir Atenas,puesto que acababa de ser vencida;Filipo les respondió: «¿Destruir Atenas?¿Yo? Yo que he sufrido todos estostormentos para conseguir la gloria,¿destruiré la ciudad de todas lasglorias? ¡No lo quieran los dioses!»

El vencedor fue generoso con losatenienses. Hizo colocar a sus muertossobre unas piras con honores militares ylas cenizas fueron devueltas a susfamilias, los prisioneros fueronliberados inmediatamente y sin rescate yel orador Démades, también liberado,

fue el encargado de llevar a suscompatriotas la buena nueva. Filipo seinclinaba ante la gloria pasada deAtenas y no tenía ninguna intenciónagresiva hacia la ciudad y sushabitantes, al contrario. Un comité depaz formado por atenienses (Esquines,Démades y Foción, un general atenienseque siempre había preconizado laalianza con Macedonia) y macedonios(el propio Alejandro y los generalesAntípater y Alcímaco) se encargó deredactar un tratado de paz sobre basessanas y duraderas.

El artesano de ese tratado, Démades,era un hombre de baja extracción,

antiguo marinero y autodidacta, deelocuencia popular y convincente,carente de la pompa de Demóstenes,amante del lujo y los placeres, que no sepreocupaba de prejuicios ni virtudes yque sólo tenía un objetivo: la paz acualquier precio, y la paz que de ellaresultaría para él y para Atenas. Lostérminos del tratado que, con justarazón, se llamó la «Paz de Démades»(verano del 338 a.C.) eran lossiguientes: la Confederación marítimade Atenas, que ya no tenía muchosentido, quedaba disuelta, pero laciudad conservaba la mayor parte de susposesiones de ultramar (sus colonias en

el mar Egeo) y algunas tierrasarrancadas a Beocia; ninguna tropamacedonia sería acantonada en el suelodel Ática y ningún navío de guerra seríaenviado al puerto del Pireo; los dosEstados hacían juramento de una alianzarecíproca.

Con los tebanos, las cosas fuerondistintas. Tebas fue castigada por habersido infiel a sus pasadas promesas.Después de enterrar a sus muertos, losprisioneros tebanos fueron vendidoscomo esclavos, los funcionarios de laciudad que le habían sido hostiles fuerondesterrados y sustituidos porfuncionarios que habían estado en el

exilio debido a sus sentimientospromacedonios, y por toda la Beocia seinstalaron tropas de ocupación.

Luego Filipo hizo una gira porGrecia que se parecía a una gira depropietario: todas las ciudades hicieronacto de fidelidad al macedonio. SóloEsparta se envolvió en su dignidadespartana y su laconismo. Cuando Filipoexigió a sus jefes que reconociesen suprimacía, le respondieron:

—Si crees que tu victoria sobre losgriegos te ha hecho más grande de lo queeras, ¡mide tu sombra!

—Pero ¿consentiréis en recibirme almenos en vuestra ciudad como huésped?

—No.—¿Ni siquiera si voy con mi

ejército?—No podrás impedirnos morir por

nuestra patria.—No tendréis necesidad de morir:

si consigo conquistar vuestro país, seríageneroso…

—«Sí» —respondieronlacónicamente los espartanos.

El viaje de Filipo a Grecia duróalgo menos de un año; durante el otoñode 337 a.C, el rey de Macedoniaregresa, cargado de gloria, a Pela.

Alejandro no acompañó a su padreen ese crucero helénico. Festejó sus

dieciocho años en Atenas, mientras sedisponían a elevar una estatua en honorde Filipo en el agora; luego volvió aPela, donde su madre le abrió losbrazos, tanto más cuanto que estabasolo, sin su padre. Tal vez Olimpiaesperaba recuperarlo después de haberperdido su influencia sobre él. Perocuando Filipo regresó a su vez a Pela,en noviembre del 337 a.C, la situaciónfamiliar se tensó de nuevo. Plutarco,como buen moralista antifeminista queera, culpa de estas disensiones alcomportamiento de Olimpia:

La disensión y los celos de las

mujeres penetraron hasta separarlos corazones de los reyes mismos[Filipo y Alejandro], de lo que fuecausa principalmente la agrianaturaleza de Olimpia, la cual,siendo mujer celosa, colérica yvengativa por naturaleza, ibairritando a Alejandro yaumentando los descontentos quetenía de su padre.PLUTARCO, Vida de Alejandro,XIV

La razón más aparente de estedesgarramiento familiar fue la mujer queFilipo introdujo en el palacio real:

Cleopatra —sin duda la primeraCleopatra de la historia que haya hechohablar de ella—; era sobrina de uno desus generales llamado Átalo (Attalos).El rey tenía entonces cuarenta y cincoaños, y se había enamorado locamentede esa joven, que debía de tenerdieciocho o diecinueve y trataba de quesu viejo enamorado («fuera de edad y deestación», escribe Plutarco) se casasecon ella. Pero el viejo enamorado noestaba dispuesto a hacerlo. Temía sinduda la furia de Olimpia, su mujerlegítima, y los reproches de su hijo;también temía sin duda algunascomplicaciones dinásticas futuras. Por

eso había propuesto a Cleopatra elrango de «esposa secundaria», cosa que,al parecer, era posible en Macedonia.Pero Cleopatra se negaba a ser tratadacomo una esposa de segunda clase.Tenía para ello buenos argumentos: eramacedonia y de nacimiento noble,mientras que Olimpia era una epirota,una bárbara en resumidas cuentas; eracapaz de tener hijos, mientras queOlimpia era demasiado vieja para eso.

Filipo, como cuadragenarioenamorado, estaba dispuesto a todo paraconservar a su Cleopatra, que le sugiriórepudiar a Olimpia por infidelidad;después de todo, ¿no había reconocido

abiertamente que su hijo Alejandro erahijo de Zeus-Amón, y no de Filipo? Estahistoria no se sostenía, argumentabaCleopatra: Olimpia la había inventadopara camuflar un amorío regio quehabría tenido con un mortal. Debió deañadir incluso, pérfidamente, que conaquella anciana bacante epirota, que noocultaba haber participado en orgíasbáquicas antes de casarse con el ingenuoFilipo, todo era posible.

El rey quedó impresionado por estaargumentación, y la discutió conAlejandro. Éste, por más racionalistaque se hubiese vuelto gracias a laenseñanza de Aristóteles, estaba

profundamente unido a su madre y no sela imaginaba repudiada y desterrada dela corte de Pela. Invocó, con astucia,argumentos dinásticos: «Si tienes hijoscon esa nueva reina —le dijo a su padre—, cuando mueras, ellos serán tusherederos legítimos y yo tu bastardo,cosa molesta para tu dinastía.» Objecióna la que Filipo replicó, sonriendo conaire significativo: «Hijo mío, cuantosmás rivales tengas, más razón tendráspara superarles con tus méritos.»

Finalmente Cleopatra obtuvo lavictoria en el plano íntimo y fracasó ensus proyectos políticos: Filipo repudió asu esposa Olimpia como esposa, pero

conservó su rango de reina y Alejandrosu condición de pretendiente legítimo.

No obstante, las cosas no salieronbien, y el destino de Alejandro vaciló.Una vez repudiada Olimpia, Filipocelebró sus nupcias con Cleopatra, queexigió una ceremonia oficial con granpompa, a la que debían asistir la corte,los generales y el mismo Alejandro.Testigo a pesar suyo de esta humillaciónpública impuesta a su madre, a la quetanto quería, el príncipe, silencioso ehirviendo en una cólera contenida, debiósufrir el suplicio del inevitable festín debodas sin decir una palabra. Peroperniciosamente el vino macedonio

hacía su trabajo. Filipo y Átalo, susuegro, no tardaron en estarcompletamente borrachos y lo que debíasuceder, sucedió. El general Átalo,titubeando y tartamudeando, propusobeber a la salud del esposo:

—Por Filipo, nuestro rey, y por elheredero legítimo que nacerá de estaunión.

A estas palabras, Alejandro sale desu silencio, salta de su lecho e increpa aÁtalo:

—¡Miserable malvado! ¿Te atrevesa tratarme de bastardo?

Y, cogiendo su copa llena de vino,se la lanza a la cabeza. Átalo la esquiva,

se apodera de la suya y la arroja alrostro de Alejandro. Se produjoentonces un tumulto generalizado: todoel mundo se levantó, las mesas fueronderribadas, platos, cubiletes, vasos ycráteras se estrellaron en el mármol delsuelo, se derramó el vino y por todaspartes volaban las invectivas. De prontose hace el silencio: Filipo, cuyo únicoojo estaba inyectado de sangre, selevanta lenta y penosamente de su lechoreal, saca su espada y avanza, cojeando,hacia su hijo para matarle. Nadie seatreve a interponerse. Pero el rey estraicionado por su pierna coja, resbalaen el suelo mojado y se desmorona con

gran estrépito, aturdido, en medio de uncharco de vino tinto. Fríamente,Alejandro señala con el dedo el cuerpotendido de su padre que se agita: «¡Ved,macedonios, ved a este hombre quehabla de guiaros hasta Asia, pero que noes capaz de pasar de una mesa a otra sinderrumbarse!»

Y tras estas palabras, corre a losaposentos de su madre, la saca de lacama y, acompañado por una escolta dehombres de confianza, huye de Pela conOlimpia en la noche, en dirección a lasmontañas del Epiro: la conduce a casade su hermano, Alejandro, rey de Epiro,en el seno del pueblo del que había

salido.Pasó el invierno del 337-336 a.C.

Alejandro se refugió en una tribulincéstida cuyo jefe era un tal Pleurias;Filipo, secundado por Átalo, emprendióuna desdichada expedición contra losepirotas y finalmente decidióreconciliarse con su hijo. Plutarco diceque habría sido llevado a esa soluciónpor una idea que le habría sugerido unode sus viejos amigos, Demarato deCorinto, que había ido a visitarle:cuando Filipo le preguntaba cómo seentendían ahora los griegos entre sí,Demarato le habría respondido:«Realmente, te va bien eso de

preocuparte por la concordia entre losgriegos, cuando tú has colmado tupropia casa de tan grandes querellas yde tantas disensiones.»

Estas palabras debieron de lastimara Filipo, que habría reconocido su faltay habría enviado a Demarato a la regiónde los lincéstidas para convencer aAlejandro de que volviese a Pela. Elpríncipe aceptó la invitación de supadre, pero puso como condición quetambién su madre fuese autorizada aregresar a la corte y fuese tratada en ellacon honor, en calidad de madre delpríncipe heredero.

Filipo dio su conformidad y, en la

primavera del año 336 a.C, Alejandro ysu madre estaban de vuelta en el palacioreal, que corría el riesgo de parecerse,progresivamente, a la corte de TócameRoque: ¿cómo iban a poder vivir juntos,bajo un mismo techo, incluso si Filipo yAlejandro estaban sobre aviso, unasmujeres de intereses tan enfrentadoscomo Cleopatra, Olimpia y la otraCleopatra, la hermana de Alejandro?Para complicar aún más la situación,Cleopatra, la esposa de Filipo, estabaencinta y debía dar a luz en los meses dejulio o agosto: ¿qué pasaría si el niñoera un varón? Había además otrospretendientes en potencia al trono de

Macedonia: Amintas, hijo del reyPerdicas III, el hermano mayor deFilipo, y Arrideo, hermanastro bastardode Alejandro que Filipo había tenido deuna de sus amantes y al que pensabacasar con la hija del rey de los carios.Los sicarios podían afilar sus puñales.

IV - El rey ha muerto,¡viva el rey!

(336 a.C.)

Advenimiento de Darío III Codomano(primavera 336). —Filipo casa a su sobrinoAmintas, hijo de Perdicas 111, con Ciña, hijade una de sus amantes (diciembre de 336). —Pixódaro, sátrapa de Caria, ofrece la mano desu hija mayor al príncipe Arrideo, uno de losbastardos de Filipo (primavera de 336). —Filipo reúne a las ciudades griegas en Corintocon vistas a una cruzada panhelénica contra elGran Rey (primavera de 336). —El joven noblePausanias asesina a Filipo en Aigai (septiembre

de 336).

Había algo podrido en el reino deMacedonia.

Olimpia, de regreso a Pela, no podíaborrar de su memoria la humillación deque había sido víctima. Desde losaposentos a los que, como una loba, sehabía retirado, vigilaba las maniobrasde Filipo, que la inquietaban cada díamás: temía que, poco a poco, arguyendola concepción milagrosa de Alejandro,el rey dejase de considerarlo heredero ylegase la corona de Macedonia a algúnotro pretendiente.

Durante el invierno de 337-336 a.C.

se había producido la primera alerta:Filipo había casado a su sobrinoAmintas, hijo del rey Perdicas III (al quehabía sucedido de manera ilegítima),con Ciña, una bastarda nacida de una desus amantes. Olimpia creyó ver esaunión como la señal del interés quesentía Filipo por el heredero presuntodel trono que era su sobrino. Esentonces —según Plutarco— cuandoOlimpia empezó a destilar el veneno dela calumnia y la desconfianza en el almade Alejandro, persuadiéndolepérfidamente de que su padre sentíacelos de él, de que meditaba apartarlode la sucesión y que todo aquello podría

acabar mediante un asesinato.Hubo un asesinato en la primavera

del año 336 a.C, pero fue perpetrado enPersia, en la corte del Gran Rey, y no enPela, donde Filipo, después de haberunificado Grecia bajo su autoridad, sepreparaba para realizar su gran sueño:abatir el poder del Gran Rey, con laayuda de las ciudades griegas unidasbajo su bandera. El momento erapropicio porque en Persia la autoridadde los soberanos Aqueménidasmenguaba. En efecto, en el verano de338 a.C, el eunuco Bagoas, jefetodopoderoso de la guardia real, habíaenvenenado a Artajerjes III y puesto en

el trono a Arsés, hijo de Artajerjes;luego, sospechando que Arsés queríavengar a su padre, y fiel al principio deque en política más vale prevenir quecurar, había envenenado a Arsés aprincipios del año 336 a.C, había hechomatar a sus hijos y ofrecido la tiara deGran Rey a un pariente lejano deArtajerjes, Darío III Codomano.

El debilitamiento de la autoridadreal comprometía, inevitablemente, launidad del Imperio y los príncipes delas satrapías griegas de Asia Menorempezaban a volverse hacia Pela. Asífue como el sátrapa de Caria, Pixódaro,que gobernaba desde su capital, la rica y

magnífica ciudad de Halicarnaso, nosólo su provincia sino también la ciudadvecina de Mileto y las grandes islas deRodas, Cos y Quíos, se había empeñadoen aliarse con Macedonia. Con ese fin,Pixódaro había enviado un embajador aPela, para ofrecer a su hija mayor comoesposa del príncipe Arrideo, uno de losbastardos de Filipo, por lo demásenfermo de idiocia mental, cosa queverosímilmente Pixódaro ignoraba (en lacorte de Macedonia corría el rumor deque Olimpia le había hecho beber unveneno que le habría ablandado elcerebro cuando era joven).

Al parecer la propuesta era anodina,

y Filipo, fiel a su método de los«pequeños pasos» que ya habíapracticado antes en Tracia, se veíadueño de la Caria sin el menor esfuerzo.Pero la sucesión al trono de Caria sehacía por la rama femenina, de suerteque el marido de la hija de Pixódaro seconvertiría en sátrapa de Caria a lamuerte de este último. Olimpia, con esaintuición de las mujeres celosas y lasmadres protectoras, olfateóinmediatamente el peligro queamenazaba a su hijo y amotinó a losamigos de Alejandro: Hárpalo (que mástarde será uno de sus generales y que,por otro lado, le traicionará), el cretense

Nearco (futuro gran almirante de suflota), Ptolomeo, hijo de Lago (el futurofundador del reino de Egipto), unmacedonio de cuna humilde y algunosmás.

Todos ellos convencieron aAlejandro de que la intención de Filipoera unir bajo una misma coronaMacedonia y Caria, corona que corría elpeligro de recaer sobre la frente deArrideo porque el destino del trono deCaria no dependía de la voluntad deFilipo. Por lo tanto, le aconsejaron queparase el golpe, pidiendo directamentepara él mismo la mano de su hija aPixódaro, sin hablar de ello con Filipo:

así Arrideo quedaría, ipso facto,apartado de su camino. Alejandro envióa Halicarnaso a uno de sus confidentes,el comediante Tésalo, que hizo observara Pixódaro que en vez de entregar a suhija mayor a un bastardo de Filipo idiotade nacimiento, el sátrapa haría mejorcasándola con Alejandro, hijo legítimodel rey y príncipe heredero deMacedonia, dispuesto a convertirse ensu yerno.

Cuando Filipo se enteró, montó encólera y corrió a los aposentos de suhijo.

Le hizo observar con severidad cuánindigno era de su alto nacimiento y del

destino al que estaba prometido haberhecho aquella propuesta absurda alcario, que apenas era otra cosa que elesclavo de un rey bárbaro. Poco leimportaba, añadió, que esa hija deesclava se casase con Arrideo: no eramás que un desgraciado bastardo, que nole importaba, pero no podía admitir quese convirtiese en esposa del herederolegítimo de la corona de Macedonia.

Y con igual severidad explicó aAlejandro que era víctima de loscotilleos que corrían por los aposentosde las mujeres, de los chismesdespreciables de sus compañeros y loscelos e intrigas de Olimpia. A fin de

acabar con las intrigas de esta camarilla,que tenía sobre el príncipe unainfluencia que él consideraba nefasta,envió a Nearco a Creta, exilió aHárpalo, Ptolomeo y los demás, e hizoincluso detener a Tésalo, que se habíarefugiado en Corinto. Para acabar conaquella querella familiar cuyainstigadora era Olimpia, Filipo ofreciósu hija legítima Cleopatra, la hermanade Alejandro, que entonces teníadiecisiete años, al rey de Epiro,hermano de Olimpia (y, por lo tanto, tíode Cleopatra). El matrimonio debíatener lugar a finales del verano de 336a.C.

Después de haber restablecido lapaz entre los suyos, Filipo se dedicóseriamente a la guerra que teníaintención de hacer contra los persas.Para él debía ser una gran cruzadapanhelénica contra los bárbarosasiáticos, en la que participarían, al ladode Macedonia, los demás estadosgriegos, unificados desde hacía pocotiempo bajo su dominio: qué mejor,pensaba, para sellar la unión de lasciudades griegas y del reino macedonioque una expedición, cruzadapanhelénica, contra un Gran Rey quecada vez se volvía más amenazador queuna última guerra Médica, que

consagraría el triunfo del Occidentecivilizado sobre el Oriente bárbaro.

La idea no era nueva. En 337 a.C,Atenas, al reconstituir en provechopropio la antigua Liga de Délos, habíaintentado una aventura similar,federando en torno a ella a las ciudadesaliadas e imponiéndoles unasobligaciones proporcionales a susrecursos. Unos años más tarde,Demóstenes también había soñado conun Estado griego federal capaz deoponerse a los bárbaros, incluyendoentre éstos a los macedonios, entonceslos más peligrosos: ¿no habíaproclamado, en 342 a.C, a propósito de

la defensa del Quersoneso contra lasempresas de Filipo?:

¿La guerra contra los bárbaros no esuna guerra por nuestro país, por nuestravida, por nuestras costumbresnacionales, por la libertad, en resumenpor todo lo que queremos?

E Isócrates, el otro gran oradorateniense (que acababa de morir en 338a.C), ¿no había creído, hasta los últimosdías de su vida, en una Grecia unida,cuyo jefe —nuevo Agamenón—remataría la unidad poniéndose al frentede una cruzada panhelénica contra elGran Rey, un jefe que no sería otro queFilipo?

En los primeros días del año 336a.C, Filipo, que había maduradolargamente su plan, toca a rebato contralos bárbaros. Reúne a los representantesde las ciudades griegas y les proponeuna alianza para poner término al poderpersa. Los acontecimientos van aprecipitarse entonces.

A principios de la primavera de esemismo año se pronuncian los juramentosy se convoca un primer congresopanhelénico (el Synedrion) en Corinto.Ante los diputados griegos reunidos,Filipo expone su plan de invasión dePersia: durante el verano, concentraciónen Macedonia de las tropas enviadas

por los diferentes estados griegos(proporcionales a la población y mediosde cada uno), tropas cuyo mandosupremo asumirá Filipo, con el generalParmenión como lugarteniente; marchadel gran ejército a lo largo de la costatracia hasta el Quersoneso, y paso delestrecho del Helesponto; ocupación dela Tróade por la vanguardia del ejércitopanhelénico, dirigido por Parmenión ypor Átalo (tío de Cleopatra, la esposa«secundaria» de Filipo, a cuya cabezaAlejandro había arrojado su copa devino durante las «bodas» de su padre); apartir de esta base, liberaciónprogresiva de las ciudades griegas de

Asia Menor bajo dominio persa; porúltimo, travesía del territoriocorrespondiente a la actual Turquía yconquista del enorme imperio del GranRey, Darío III Codomano.

La señal de partida debía darse afinales de verano o principios del otoño,después de la celebración en Aigai, lacapital histórica de Macedonia, de lasbodas de Cleopatra (la hija de Filipo yOlimpia), prometida a su tío, el rey delos molosos. En la mente del macedonioestas fiestas debían ser la ocasión paraconmemorar la unión sagrada de todoslos helenos y había consultadosolemnemente al oráculo de Delfos

preguntándole si vencería al rey de lospersas; por la voz de la pitonisa, Apolole había respondido: «Mira, el Toro estácoronado de guirnaldas, / su fin estácercano: el sacrificador dispuesto.»

Para Filipo, el oráculo eraclarísimo: el «Toro» era Darío IIICodomano, que acababa de ceñirse latiara de Gran Rey en vísperas delverano de 336 a.C, y el sacrificadordestinado a inmolarlo era, por supuesto,él mismo, Filipo, rey de Macedonia yunificador de todos los griegos. Pero eldestino iba a decidir de forma muydistinta.

Para comprender la sucesión de

acontecimientos, tenemos que retrocederaproximadamente un año, a principiosdel mes de diciembre del 337 a.C. Pocotiempo después del incidente que habíaenfrentado a Alejandro con Átalo y supadre, durante el matrimonio de esteúltimo con Cleopatra, Alejandro habíaacompañado a su madre al país de loslincéstidas. Filipo los había perseguidosin demasiado encarnizamiento y a lavuelta había sido atacado por un grupode montañeses: el rey habría perdido lavida en este combate si un joven noble ymacedonio, un tal Pausanias, famoso porsu belleza, no hubiese ofrecido sucuerpo a los dardos destinados a Filipo.

En última instancia, los agresores habíansido puestos en fuga, pero su salvadorhabía resultado herido de muerte.

Átalo se había dirigido a la cabecerade Pausanias moribundo. Antes demorir, éste le había explicado lasrazones de su arrojo: otro Pausanias,que era uno de los favoritos del rey, lehabía acusado públicamente de tenercostumbres afeminadas y de ser elquerido de Filipo y otros hombres de lacorte; indignado por esta calumnia, elbello Pausanias había decidido servir deescudo viviente a Filipo, para demostrara todos que su abnegación por elsoberano no tenía nada de afeminada,

sino que era el comportamiento normalde un súbdito fiel con su rey. Este relatocausó una fuerte impresión sobre Átalo,que hizo juramento al moribundo decastigar a su calumniador, al otroPausanias que, con sus palabras, lehabía empujado a corrervoluntariamente a la muerte.

Poco tiempo después, de vuelta yaen Pela, Átalo invitó a cenar alpersonaje y le hizo beber mucho vino deMacedonia, tanto que el joven seadormeció. Átalo llamó entonces avarios servidores y a dos o trespalafreneros, que violaron a Pausaniasel calumniador de la forma más

impúdica, ya que entre los macedoniosera una manera tradicional de vengaruna injuria o un ultraje.

Una vez desaparecidos los vaporesde la borrachera, el desdichado volvióen sí y, tras darse cuenta de lo que lehabía pasado, fue en busca de Filipo yexigió justicia contra Átalo, instigadorde la violación colectiva de que habíasido víctima. Sin embargo, el rey noestaba dispuesto a castigar a un hombreque era, al mismo tiempo, su mejorgeneral y el tío de Cleopatra, su segundaesposa; para aplacar a Pausanias, nopudo hacer otra cosa que ofrecerlealgunos regalos y tal vez un cargo

militar. Pausanias no quedó satisfecho, ysu odio contra Átalo se vio acompañadodesde entonces de un odio contra Filipo,que le negaba la justa reparación de losultrajes que había sufrido: habló conAlejandro del asunto.

Según Plutarco, éste le habríarespondido citando dos versos deMedea, la tragedia de Eurípides en quela maga Medea, abandonada por Jasónque quiere casarse con Glauce, hija delrey Creonte, declara que se vengará:«Del casado y la casada, / y de aquelque los ha unido», es decir, de Jasón, deGlauce y de Creonte. Algunoscomentaristas llegan a la conclusión de

que Alejandro habría alentado con estosversos a Pausanias a vengarse por símismo de Filipo (Jasón), de Cleopatra(Glauce), segunda esposa de Filipo ysobrina de Átalo (Creonte) y del mismoÁtalo que los había unido. En efecto,Alejandro había ordenado que sedetuviese y castigase a los culpables dela violación de Pausanias, es decir, a losservidores y palafreneros, pero no habíamandado buscar a Átalo, instigador delcrimen; ¿era porque no quería o bienporque no podía, dado que Átalo estabaen Asia Menor y se hallaba protegidopor Filipo, o también porque alentabacon la boca pequeña a Pausanias a

vengarse de Átalo y de Filipo, cosa queél, Alejandro, no se atrevía a hacer porsí mismo? Es plausible la hipótesis,sobre todo porque Cleopatra, la jovenrival de Olimpia, estaba encinta del reymacedonio: ¿que sería de la corona sidaba a luz un varón? Por eso Olimpia,que no tenía los mismos escrúpulos queAlejandro, se dedicó a alentar la cólerade Pausanias y a exhortarle a lavenganza.

Pero la madre de Alejandro no fue laúnica en atizar el odio de Pausaniascontra Átalo y Filipo. También losemisarios persas lo animaban a lavar enla sangre del rey de Macedonia la

injuria que le habían hecho, porque Asiatemblaba ya ante la amenaza quesuponían para Persia las intencionesbelicosas de Filipo y pensaban, conrazón, que su muerte los libraría deellas. Pausanias fue empujado además alcrimen por las desdichadas palabras delsofista Hermócrates, que enseñaba enPela y al que había preguntado qué cosagrande debía hacer un hombre para quesu nombre se transmitiese a laposteridad: «Debe —respondiótontamente Hermócrates— matar alhombre que ha realizado las mayoreshazañas de su tiempo; así, cada vez quese hable de ese héroe, se acordarán

también del nombre de su asesino.»Llega el mes de agosto de 336 a.C.

La esposa secundaria de Filipo,Cleopatra, trae al mundo un varón al queFilipo da el nombre de Cárano. Laelección del nombre no era inocente: erael del hermano de un antiguo rey deArgos, que también descendía deTémeno, como los reyes de Macedoniay, por consiguiente, de Heracles y Zeus.En los aposentos de Olimpia se desatóel pánico: al dar ese nombre a subastardo, Filipo lo reconocía como unteménida, por tanto como un presuntoheredero de la corona de Macedonia,con iguales derechos que Alejandro, que

únicamente tenía sobre el recién nacidola ventaja de ser el primogénito.

En ese momento Filipo estabaapunto de ponerse al frente del enormeejército grecomacedonio que acampabaa las orillas del Estrimón y partir con éla la conquista de Persia. Antes de esapartida solemne había decididoorganizar una última ceremonia oficial ala que asistirían los jefes de los estadosgriegos, los príncipes y los señores deMacedonia, los generales y los oficialessuperiores llegados de todas lasciudades de Grecia. Por eso los habíainvitado a Aigai, con motivo de lasbodas de la hermana legítima de

Alejandro, Cleopatra, con su tío, el reyde los molosos y hermano de Olimpia,boda cuya fecha había sido fijada paraprincipios del mes de septiembre de 336a.C. Se dispusieron suntuosasceremonias religiosas para celebrar almismo tiempo el acontecimiento políticoy el acontecimiento familiar; debían iracompañadas de grandiosos sacrificiosa los dioses y de juegos atléticos en queparticiparían los atletas más célebres deGrecia y Macedonia, y las cofradías deactores más famosas ya habían sidoinvitadas a interpretar dramas deEsquilo, Sófocles y Eurípides.

En el día fijado, bajo el tibio sol de

septiembre, la antigua capitalmacedonia, adornada por todas partesde banderas y festones, pululaba desacerdotes, príncipes, embajadores,portadores de ofrendas, theores venidosde todos los rincones del mundo griego,rodeados de una pompa como nunca sehabía visto, de portadores de coronasdoradas destinadas al rey Filipo, en todoel esplendor de su poder, y de regalospara los jóvenes esposos.

Los atenienses se habían distinguidocon un presente simbólico. Ofrecían a suantiguo enemigo una corona de oro y lacopia de un decreto preparado por laboulé y votado unánimemente por la

Asamblea del pueblo, proclamando quetodo aquel que conspirase contra la vidade Filipo y buscase refugio en Atenassería inmediatamente detenido y puestoen manos de las autoridadesmacedonias. El decreto fue leído enpúblico, en medio del mayor silencio:los miles de personas que lo oyeroncomprendieron de inmediato que setemía un atentado contra el rey, y todaslas miradas se volvieron hacia la reinaOlimpia, silenciosa y vestida de negro.

Luego empezaron las ceremonias y,con ellas, los malos presagios y losprodigios.

Durante el primer festín Filipo rogó

a un célebre actor ateniense que recitaseun poema que tuviese relación con lapróxima expedición contra los persas: elartista recitó un pasaje de un poetatrágico en que se hablaba de la muertecercana de un gran rey que gobernaba unvasto reino. Los presentes se miraron ensilencio: la alusión podía convenir tantoa Filipo como a Darío III Codomano.Tras el festín, se desarrolló la primeraprocesión. Aparecieron unos sacerdotesllevando estatuas de doce diosesolímpicos y una decimotercera estatua,representando a Filipo; enseguida corrióun rumor entre los presentes: ¿nosignificaba aquello que, a partir de ese

momento, había que colocar a Filipo noya entre los vivos, sino en la divina yceleste compañía de los habitantes delOlimpo?

Al día siguiente los heraldosconvocan a los invitados y al pueblo alteatro. En las calles se apiña una ruidosay abigarrada multitud: espera la llegadadel cortejo oficial. Por fin apareceFilipo, con un uniforme blanco de gala,revestido con las insignias de la realeza.Delante de él caminan su hijo Alejandroy su cuñado y yerno, el rey de losmolosos, así como la guardia real: el reyquiere demostrar de este modo a supueblo angustiado que él no teme que

atenten contra su vida y que confía en elamor de su pueblo y la fidelidad de susaliados.

El cortejo llega delante del teatro.La guardia real es la primera en penetraren el estrecho corredor de piedra queconduce a la arena, seguida porAlejandro y el rey de los molosos,Neoptólemo. Filipo les sigue a unospocos pasos y parece vivir el día máshermoso de su vida. De los graderíosdel teatro empieza a subir un clamorpara recibirle, y él avanza despacio,emocionado, hacia la arena. Pero antesincluso de penetrar en ella, Pausanias,que se había escondido en un rincón del

pasillo, se precipita sobre él con elpuñal en la mano y le traspasa el pechohasta el corazón. Luego el asesino huyeperseguido por los oficiales de laguardia real, alcanza la calle y correhacia su caballo, que había atado a unárbol. Consigue montarlo, la bestia seencabrita y echa a correr relinchando,pero las ropas del asesino se enganchanen una rama y cae a tierra, donde susperseguidores lo alcanzan y a su vez loapuñalan.

Mientras la multitud se desparramapor las calles de Aigai en medio de undesorden indescriptible, los guardiastransportan al palacio el cadáver del

rey. Mientras tanto, otros guardiasllevan el del asesino a la plaza delmercado de la ciudad; levantanpresurosamente un cadalso en el quecuelgan el cadáver: deberá balancearseallí durante todo ese día y por la noche.A la mañana siguiente descubrieron quesobre su cabeza habían puesto unacorona dorada, análoga a la que losgriegos habían ofrecido a Filipo. Estaafrenta póstuma hecha al rey no asombróa nadie: todo el mundo reconoció en esteinsulto último la mano de Olimpia, queen la oscuridad había ido a coronar alasesino de aquel que, según pensaba ella—y probablemente con razón, opinan

algunos—, tenía la intención de privar aAlejandro de la corona de Macedonia.

Los funerales del rey y de su asesinofueron organizados por Olimpia. Suscuerpos fueron quemados en la mismapira y sus cenizas enterradas en lamisma tumba. Dicen que Olimpiaconsagró a Apolo el puñal con el quePausanias había matado a Filipo einstituyó una ceremonia conmemorativaen honor del asesino de su augustoesposo, reconociendo así, a ojos detodos, que ella había sido la instigadoradel atentado; pero se trata decomentarios tardíos, que no podemosrechazar ni avalar. Sin embargo, hay un

hecho que parece cierto: Olimpia, encalidad de reina madre y esposalegítima, se quedaba durante un tiempodueña del juego. Dejó a Alejandro enAigai, para resolver los asuntoscorrientes, como se dice, y regresó aPela. Allí ordenó que colgasen a su rivalCleopatra, que acababa de dar a luz alpequeño Cárano y, presa de un trancemístico, arrojó al recién nacido al fuegodel altar real, como ofrenda a losdioses.

Así pues, en septiembre de 336 a.C,a finales de verano, el telón del teatro dela historia había caído sobre Filipo deMacedonia. El rey barbudo, tuerto y

cojo había conseguido la unidad delmundo griego: la edad helénica delMediterráneo terminaba con él, la edadhelenística iba a empezar con Alejandro,que acababa de cumplir veinte años.

V - Buena sangre nopuede mentir

(septiembre de 336-primavera de 334 a.C.)

Alejandro III, rey de Macedonia: la matanza delos pretendientes (septiembre de 336). —Reunificación pacífica de la Hélade (octubrede 336). —Congreso de Corinto: Alejandroelegido comandante en jefe de los ejércitoshelénicos contra Persia: encuentro conDiógenes (finales de octubre de 336). —Campañas en los Balcanes contra los bárbarosdel Norte y el Noroeste: traciosindependientes, tribalos, getas, ilirios y

taulancios: el Danubio, frontera natural deMacedonia (marzo-mayo de 335). —Defección de Atenas y duplicidad deDemóstenes: rebelión, asedio y destrucción deTebas (finales del verano de 335). —Segundaunificación de la Hélade (otoño de 335).

Alejandro tenía veinte años y dosmeses cuando Filipo fue asesinado. Erajoven física, mental y políticamente, yno tenía, para guiarle en ese oficio derey que iba a ejercer, ni maestro, nimentor, ni ejemplo, salvo el del míticoAquiles.

Durante los quince primeros mesesde su reinado, se vio enfrentado a todaslas dificultades y todos los peligros:

negado en sus derechos por unos,despreciado por otros debido a sujuventud y odiado por Átalo, que ya seencontraba en Asia con la mitad delejército macedonio. Sin embargo,convencido de haber sido encargado porla Fortuna de cumplir el destino queridopor los dioses de los que descendía,dotado de una ambición poco común,casi patológica, de cualidades físicasexcepcionales, de una voluntad y unaenergía asombrosas, aquel a quienDemóstenes llamaba con desprecio «eljovencito» iba, entre septiembre de 336y abril de 334 a.C, a imponerse a todosy a revelarse luego como el

conquistador más extraordinario de lahistoria de Occidente.

1. Unos inicios de reinadomovidos: guerra en losBalcanes

En unos días Aigai se había vaciadode sus embajadores griegos, de susoficiales y sus sacerdotes. Se habíandespedido presurosamente de la familiareal, preguntándose cómo iba aresolverse la sucesión de Filipo. Lamayoría de ellos pensaba que entre lospretendientes, fuese Alejandro ocualquier otro, no había nadie capaz de

desempeñar con éxito el papel queFilipo de Macedonia había ejercidodurante veinte años sobre la escenainternacional helénica.

La partida del ejército macedonioque acampaba a orillas del Estrimón yque aún no se había puesto en marchahacia el estrecho del Helesponto, nadamás enterarse de la muerte del rey habíaaclamado el nombre de Alejandro y sugeneral, Antípater, se había declaradosin vacilaciones su fiel súbdito. Encambio, la otra mitad del ejército, queya había pasado a Asia Menor con Átaloal frente, el enemigo personal deAlejandro y Olimpia, había recibido la

orden de someterse al príncipe Amintas,tercero de ese nombre, hijo del reyPerdicas III; el hermano de Filipo que lehabía precedido en el trono deMacedonia y que por ese motivo teníasobre Alejandro la prioridad delnacimiento.

La noticia de este golpe de Estadollegó a Pela cuando Alejandro, segurode su derecho, de su predestinación ysobre todo del apoyo del generalAntípater, había empezado a ejercer supapel de soberano. Una de susprimerísimas decisiones fue ordenar auno de sus partidarios, Hecateo deCardes, que partiese hacia Asia con el

ejército, detuviese a Átalo y, a serposible, lo trajese vivo a Pela, dondesería juzgado y ejecutado por crimen dealta traición; si el caso no podía llevarsea buen fin, Hecateo tenía orden deejecutar al general felón en el plazo másbreve posible, sin importar el medio. Nolo consiguió por sí mismo, pero Átaloserá ejecutado finalmente por uno de susoficiales mientras que, al mismo tiempo,Alejandro ordenaba encarcelar en Pela avarios miembros varones de la familiadel general. En cuanto a Amintas,consiguió escapar por un tiempo a lapersecución, pero en última instancia fuedetenido y ejecutado también.

Ya no quedaba ningún pretendientevivo al trono de Macedonia. A partir deese instante Alejandro podía dormirtranquilo y reinar con el nombre deAlejandro III: tenía de su parte elderecho, la mitad del ejército y pronto laotra mitad, y sobre todo la simpatía delpueblo que había sido sensible a lasvejaciones que había tenido que sufrir.Admiraban además el valor de quehabía dado pruebas en la batalla deQueronea, su cultura y su generosidad dealma.

Tras asegurar de este modo sulegitimidad en unas pocas semanas,Alejandro ganó las llanuras de Tracia,

donde recibió el juramento de fidelidaddel ejército de Antípater y, en un brevediscurso, declaró a los soldados y losoficiales que en Macedonia nada, salvoel nombre del rey, había cambiado: ni elservicio militar, ni la organización delejército, ni los métodos deentrenamiento. Y mientras la vidarecuperaba su curso habitual, Alejandrose hizo cargo del ejército macedonio afin de ocuparse de política exterior, esdecir, de Grecia, donde la muerte deFilipo había sido acogida como unaliberación.

En efecto, los jefes políticos deAtenas, Esparta, Tebas, Tesalia, Etolia,

Argólida, Fócida y Tracia, que habíanparticipado en la gran campañapanhelénica de Aigai el verano anterior,pensaban haber calibrado al joven rey:les parecía evidente que Alejandro,incluso en caso de que consiguiesemantenerse en el trono, nunca seríacapaz de ejecutar los proyectos militaresde su padre, y que las ciudades griegaspodrían denunciar cuando quisiesen ycomo quisiesen los tratados defederación o alianza concluidos conMacedonia.

A pesar de las dificultades queencontraba en su reino, Alejandro pusofreno, enseguida y contra cualquier

esperanza, a las agitacionesrevolucionarias de los griegos. Enoctubre de 336 a.C. salió de Macedoniaal frente de un ejército de 30.000hombres y se dirigió primero a Tesalia:invocó el antiguo parentesco que unía atesalios y macedonios desde Heracles, ycon su elocuencia consiguió que leconfirmasen el mando de las fuerzasgriegas federadas como lo habíanacordado con su padre. Luego marchósobre el Peloponeso, donde convocó unaasamblea general de las ciudades parahacerles la misma petición. Consiguió loque pedía de todos los delegados, salvode los lacedemonios, que le

respondieron orgullosamente que eracontrario a sus leyes obedecer aextranjeros.

Los atenienses fueron más coriáceos.Al enterarse de la muerte de Filipo nodisimularon su alegría y, renegando dela corona de oro que habían ofrecido alrey cuando estaba vivo, votaron unamoción para honrar la memoria de suasesino. Demóstenes, que había sido elprimero en conocer la noticia de lamuerte de Filipo, había dado la señal dela rebelión, incitando a las ciudades dela Hélade a romper el juramento dealianza que habían prestado a Filipo,declarando en la Asamblea que

Alejandro era «un joven necio que nuncase atrevería a salir de las fronteras deMacedonia».

El «joven necio» no tardó enquitarle la razón a Demóstenes.

Negándose a escuchar los consejosde moderación de sus amigos, que lerecomendaban llegar a unareconciliación con Átalo y ganarse a lasciudades griegas con regalos yconcesiones, Alejandro penetró amarchas forzadas en Beocia con suejército y asentó su campamento en lasproximidades de Tebas, sembrando elterror en la ciudad, que se apresuró aabrirle sus puertas: envió al exilio a los

agitadores, que se refugiaron en Atenas.Cuando en Atenas se supo que elejército macedonio sólo estaba a dosdías de marcha del agora, reinó elpánico: pusieron las murallas en estadode defensa, los pastores acudieron abuscar refugio en la ciudad con susrebaños transformando la ciudad en ungigantesco establo, y se enviaronembajadores a Alejandro. Éste losrecibió con magnanimidad y les perdonóno haberle concedido rápidamente elmando de las fuerzas federadas que leshabía pedido. Entre los miembros de ladelegación observó la ausencia deDemóstenes; el orador había ido en

carro, con los otros, pero había dadomedia vuelta, bien por miedo a queAlejandro le reprochase la violencia desu política antimacedónica, bien para notener que dar cuenta de sus relacionessecretas con el Gran Rey, que habíafinanciado esa política. Alejandro fuegeneroso, perdonó a los atenienses,renovó los tratados del pasado y se viocolmado por éstos con más honores delos que habían concedido a Filipo.

La gira triunfal de Alejandroconcluyó en Corinto, donde habían sidoconvocados los plenipotenciarios de laHélade. Éstos votaron, por unanimidadde todas las ciudades salvo una

(Esparta), la moción que habían votadoen favor de Filipo dos años antes,referida en los siguientes términos porDiodoro de Sicilia (IV, 9):

“Las ciudades griegas decretan queAlejandro será el comandante en jefede los ejércitos helénicos, dotado deplenos poderes y que se hará unaguerra en común contra los persas, enrazón de los crímenes de que se hanhecho culpables respecto a losgriegos.”

Alejandro pasó unos días enCorinto. De todas partes acudieron paraadmirar al joven rey políticos,estrategos, artistas y filósofos. Todos se

apiñaban alrededor de él, tratando deconseguir una mirada, una sonrisa, unapalabra de este príncipe que había sidoalumno del gran Aristóteles. SóloDiógenes el Cínico permaneciótranquilamente junto a su tonel,calentándose al sol, cerca del estadioque estaba situado a la entrada de laciudad. Se cuenta que Alejandro se hizollevar hasta él y le dijo:

—Yo soy el gran rey Alejandro.—Y yo soy Diógenes el perro —

respondió el filósofo.—¿Por qué te has llamado el perro?—Porque acaricio a los que me dan,

ladro a los que no me dan y muerdo a

los que son malvados.—Pídeme lo que quieras y lo tendrás

—dijo entonces Alejandro.—Lo que quiero es que te apartes de

mi sol —respondió Diógenes.A lo cual el rey dijo a los que le

acompañaban:—Por Zeus, si yo no fuese

Alejandro, querría ser Diógenes.Tras haber saboreado durante dos o

tres días más las dulzuras del otoño deCorinto, y antes de regresar a Pela apreparar la expedición contra Persia,Alejandro decidió ir a consultar aloráculo de Delfos, a fin de hacerle lapregunta que le obsesionaba día y

noche: cuál sería el resultado de suguerra contra los persas.

El oráculo hablaba por la pitonisa,una vieja sacerdotisa de Apolo que eraen cierto modo la portavoz del dios.Cuando Alejandro llegó a Delfos, supoque la pitonisa no estaba preparada paradecir el oráculo: tenía que pasar tresdías rezando y ayunando antes devaticinar y, además, el dios sólorespondía a las preguntas determinadosdías. Alejandro se sintió contrariado: noquería esperar, por lo que se dirigió acasa de la pitonisa. Ésta le respondióque no podía desempeñar sus funcionessin preparación y que, además, la

pregunta que deseaba hacer el rey eradifícil y exigía una larga deliberaciónprevia entre ella y los sacerdotes deDelfos. El joven rey insiste y luego,agarrando a la vieja sacerdotisa de lamano, le pasa el brazo por la cintura y laarrastra hacia el templo. La pitonisaprotesta, pero se deja llevar y dice aAlejandro: «Decididamente, hijo mío,nadie puede resistirte, eres irresistible.»Al oír estas palabras, Alejandro sueltala mano de la sacerdotisa: «El oráculoacaba de hablar por tu boca —le dijo,satisfecho—. No te importunaré más;¡ahora sé que el Gran Rey tampocopodrá resistirme, porque soy

irresistible!»Se acercaba el invierno. Alejandro

regresó a Macedonia hacia finales delmes de noviembre de 336 a.C. conobjeto de preparar su gran expedicióncontra los persas, sus anábasis, como sedice en griego. Pero antes de partir paraAsia Menor, que debía ser la primeraetapa de su campaña, tenía que ponerMacedonia al abrigo de las incursionesde las tribus salvajes que vivían en elnorte de Tracia, hacia el valle delDanubio: las más peligrosas eran las delos ilirios, los tracios independientes,los tribalos y los getas; como escribeAmano, su biógrafo más serio:

“En el momento en que emprendíauna expedición que debía llevarletan lejos de su patria, no leparecía posible más solución quedejarlos completamente vencidosy sometidos. [… ] Ahora queFilipo estaba muerto, aquellosbárbaros pensaban que habíallegado el momento de recuperarsu independencia y sus antiguascostumbres de bandidos ypiratas.”Historia de Alejandro, I, 1, 4-8.

La mayor parte de las fuerzasmacedonias estaba acantonada en la

costa tracia, en la desembocadura delEstrimón. En la primavera de 335 a.C.Alejandro decide acabar con lastentaciones de hacerle daño que podíantener sus turbulentos vecinos del norte;parte de Anfípolis y, en una decena dedías, franquea el Nesto, circunvala elmacizo del Ródope y llega al pie de lasmontañas del macizo que en nuestrosdías se llama el Gran Balean (el monteHemo de los antiguos), cuyas crestasocupaban los tracios independientes, enel nivel del actual puerto de Chipka.Disponían de carros muy pesados, delos que se servían como de una trincheradesde la que podrían rechazar al

enemigo si éste conseguía franquear losdesfiladeros que llevaban a la montaña,y tenían intención de dejar rodar cuestaabajo esos carros sobre la falangemacedonia en el momento en que lossoldados de Alejandro trepasen lasescarpadas pendientes del Gran Balean.

Pero Alejandro había comprendidoel peligro e ideó la forma adecuada deconjurarlo: «En el momento en que lostracios suelten sus carros —les dijo asus hombres—, aquellos de vosotros aquienes la anchura del camino permitaromper las filas se apartarán, y loscarros pasarán entre ellos para ir aestrellarse contra las rocas, mucho más

abajo; los que se encuentren en laspartes estrechas del camino avanzaráncodo a codo, sin dejar ningún espacioentre sus escudos: los carros de lostracios, debido a la velocidad adquirida,saltarán por encima de los escudos,sobre los que rodarán sin hacer ningúndaño a sus portadores.»

La maniobra tuvo éxito y, una vezpasados los carros, los hoplitascorrieron contra los tracios lanzando sugrito de guerra, mientras los arqueros,situados por Alejandro a la derecha dela falange, mantenían a distancia a lostracios que trataban de cargar. Al cabode poco tiempo, los bárbaros, barridos

por los hoplitas, incapaces deprotegerse de las salvas de flechas quese clavaban en sus torsos desnudos, sincorazas ni escudos, huyeron al otro ladode la montaña, dejando cinco milmuertos sobre el terreno. En cuanto a lasmujeres y los niños que los habíanacompañado, como era su costumbre enla guerra, fueron capturados y seconvirtieron en el botín de losmacedonios victoriosos: fueronvendidos como esclavos en los puertosdel mar Negro.

Después de haber aniquilado a lostracios, Alejandro se volvió contra lastribus guerreras de los tribalos. Su rey,

que se llamaba Sirmo, había previstodesde hacía mucho la expedición delmacedonio, enviando a las mujeres y losniños de su pueblo a una isla en mediodel Danubio para evitarles el funestodestino de los tracios si resultabanvencidos; él mismo y sus hombres sehabían replegado hacia el sur yatrincherado en un valle por el quecorría un afluente de ese río. Informadode sus movimientos, Alejandro diomedia vuelta y marchó contra Sirmo, aquien sorprendió estableciendo sucampamento en el valle en cuestión.Para hacerles salir, ordenó a susarqueros acribillarlos a flechas: los

tribalos, que combatían casi desnudos,corrieron hacia los arqueros, paraenfrentarse a ellos cuerpo a cuerpo. Erael momento que Alejandro esperaba:cuando los tribalos se encontraron encampo raso, dio la orden de entrar encombate a la falange y a su caballería ylos asaltó por todas partes. Al final de lajornada había tres mil cadáveres detribalos en la llanura: las pérdidas delos macedonios se limitaban, segúnArriano, a once jinetes y cuatrosoldados de a pie.

El tercer día después de estecombate, siempre según Arriano,Alejandro llegó a orillas del Danubio,

que entonces estaba considerado elmayor río de Europa (se ignoraba laexistencia del Volga). Al norte delDanubio vivía otra tribu tracia, la de losgetas (los antepasados de los dacios dela moderna Rumania), que se habíanreunido en gran cantidad en sus orillasseptentrionales, totalmente decididos aobstaculizar el paso al jovenConquistador, de cuyas recientesproezas habían oído hablar. Había allícuatro mil jinetes y más de diez milguerreros de a pie, desplegados enorden de batalla, a cinco o seiskilómetros de una de sus ciudades, porotra parte mal fortificada. Por su parte,

Alejandro había ordenado alcomandante de la flota macedonia, queestaba fondeada en uno de los puertosdel Bósforo, remontar el curso delDanubio y dirigirse hasta el país de losgetas. La empresa se anunciabapeligrosa: las orillas del río estabanhabitadas por tribus agresivas y lastrirremes macedonias debían cruzar losterritorios inhóspitos de los escitas y lossármatas antes de penetrar en los de losgetas.

Pero Alejandro tenía la temeridad dela juventud. La flota del Bósforo aparejóy los navíos de guerra macedonios laencontraron acampando en la orilla sur

del río, a la altura de la actual Bucarest.Los llenó de arqueros y soldados deinfantería y los condujo, con las velasdesplegadas, hacia la isla de lostribalos, con la intención dedesembarcar allí. Pero todos los futurosconquistadores de la historia aprenderána sus expensas que es muy difícil, si noimposible, desembarcar en una islaenemiga cuando está bien defendida. Losgetas, apostados a orillas del río,hicieron causa común con los tribalosasediados en su isla y atacaron losnavíos macedonios en el lugar en quehabían atracado: en cuanto a la isla,parecía inexpugnable, porque los altos

acantilados que la bordeaban volvíanazaroso cualquier desembarco; por fin lacorriente del río, cuyas aguas eran altasen ese período del año (en el mes demayo), era particularmente violenta.

¿Qué hacer? Alejandro, nos diceArriano, estaba dominado por un deseoimperioso de cruzar el Danubio y atacara los getas, lo mismo que le ocurrirá aCésar, dominado por el mismo deseo defranquear el Rin y atacar a los germanoscerca de tres siglos más tarde.Amontonó arqueros y hoplitas en lastrirremes venidas del mar Negro yordenó reunir todas las embarcacionesde pesca disponibles (barcas

rudimentarias, hechas de un tronco deárbol vaciado, y había muchas en laregión), que también llenó de arqueros ysoldados: en total hicieron la travesíaquinientos jinetes y cuatro mil infantes.

El paso se hizo de noche, amediados de mayo, en un lugar en que seextendía, sobre la orilla derecha delDanubio, un enorme campo de trigocuyos tallos eran muy altos, porqueestaba cerca el tiempo de la siega.Alejandro había ordenado a sus hombresarrastrarse, llevando sus largas lanzas(sansas) pegadas transversalmente alsuelo; les seguían, como podían, loscaballos. Cuando estuvieron fuera del

campo cultivado, Alejandro puso lafalange en formación rectangular, bajo elmando de Nicanor, el hijo deParmenión, se puso él mismo al frentede la caballería y dio la orden de carga.Los getas, aterrorizados, sin comprendercómo aquel ejército había podido pasaren una sola noche, sin puente, el mayorrío del mundo, huyeron a su aldea;luego, como ésta se encontraba malfortificada, con murallas defectuosas ypoco altas, cargaron mujeres, niños,viejos, armas y bagajes sobre suscaballos y se fueron hacia el norte, tanlejos como pudieron.

Alejandro se apodera de su ciudad y

de los botines que los getas habíanacumulado, que hace trasladar a lasciudades del litoral tracio. Luego ordenaarrasar la ciudad que acaba deconquistar sin perder un solo hombre yofrece un triple sacrificio: a ZeusSalvador, a su antepasado Heracles, y aldios del Río mismo, por no haberseopuesto a su paso.

Los días siguientes, los demáspueblos ribereños del Danubio enviaronembajadores al joven rey de Macedoniapara ofrecerle su amistad y, entre ellos,unos celtas que habitaban cerca de lasorillas del mar Adriático; escuchemos loque nos dice Arriano a propósito de

estas tribus (se trata de tribus célticasque se desparramaron por EuropaOccidental durante el período llamadode La Téne, a partir del siglo IV a.C):

“Estos celtas eran de granestatura y tenían una alta opiniónde sí mismos. Todos dijeron queiban a pedir a Alejandro suamistad, y Alejandro les dioprendas y las recibió de ellos.Pero, además, preguntó a losceltas qué era lo que más miedoles daba entre las cosas humanas:esperaba que su gran famahubiese llegado hasta los celtas y

más allá, y que fuesen acontestarle que era él quien másmiedo les daba. Pero la respuestade los celtas engañó suexpectativa: en efecto, dado quevivían lejos de Alejandro, en unacomarca difícilmente accesible,que además se daban cuenta deque la marcha de Alejandrotomaba otra dirección,respondieron que tenían miedo aque un día el cielo cayera sobresus cabezas y que, aunqueadmiraban a Alejandro, no era pormiedo ni por interés por lo quehabían ido en su busca como

embajadores. Y después dehaberlos llamado amigos suyos yconcluido con ellos una alianza,Alejandro los despidió,limitándose a añadir que losceltas eran unos fanfarrones.”Historia de Alejandro, I, 4, 4.

La impresión producida sobre losdemás pueblos que vivían en la orilladerecha del Danubio había sidoinmensa. Con sus victorias sobre lostribalos y los getas, Alejandro habíaestablecido el dominio de Macedoniasobre todos los pueblos que vivían alsur del Danubio, convirtiendo a este río

en la frontera natural septentrional de sureino. Podía partir tranquilo hacia Asia:unas cuantas guarniciones en el Danubiobastarían para garantizar la seguridad deMacedonia. No le quedaba más queregresar a Pela y concluir lospreparativos para su guerra persa.

Estamos a finales del mes de mayodel 335 a.C. Alejandro había decididovolver a Pela pasando por el valle delIskar (que los griegos llamaban Oskios).Cuando llegó cerca de la actual capitalbúlgara, Sofía, unos mensajerosprocedentes de Pela salieron a suencuentro y le anunciaron que Clito, reyde los ilirios, se había sublevado contra

el poder macedonio y había arrastrado ala rebelión a un pueblo vecino al suyo,el de los taulancios, cuyo rey se llamabaGlaucias. Los territorios de estos dospueblos eran ribereños del marAdriático. Según las últimas noticias,ilirios y taulancios marchaban haciaPelio, una antigua fortaleza en lasmontañas, junto al lago Lychnis,construida hacía unos años por Filipopara cerrar el valle del río Haliacmón,que llevaba de Iliria a Pela, a 150kilómetros de esta última ciudad. Segúnlos mensajeros, las tropas de Clitoocupaban no sólo la ciudad, sinotambién los bosques de las alturas

cercanas, dispuestos a caer sobre elejército macedonio si intentaba liberarla fortaleza.

Estas noticias eran inquietantes.Alejandro se encontraba todavía a ochojornadas de marcha de la fronteraoccidental de Macedonia, que losilirios, procedentes de la actual Tirana,ya habían franqueado. Si no llegaba atiempo, ilirios y taulancios coaligadosse lanzarían a través del valle delHaliacmón, cerrarían a sus ejércitos laruta de Grecia y, quién sabe, tal vezllegasen a poner sitio a Pela. Bastabaque los pueblos de Tracia, cuyos

territorios debía atravesar Alejandropara ganar el oeste de Macedonia,obstaculizasen el avance de su ejércitounos días para que sus planes y su futurode conquistador se desmoronasen. Porsuerte no ocurrió nada. Alejandroconocía la resistencia de sus soldados,sometidos a un entrenamiento físicointenso. Su ejército remontó el valle delCerna a paso de carga, franqueó elAxios (el actual Vardar), se adentró enel valle del Erigón (el actual Cerna,afluente del Vardar) y llegó a la vista dela fortaleza de Pelio antes de que Clito yGlaucias hubiesen realizado su unión.

El macedonio levantó su

campamento frente a las murallas dePelio, mientras que, según la costumbrede los bárbaros ilirios, Clito procedía aun sacrificio ritual inmolando tresmuchachos, tres muchachas y trescarneros negros. Luego lanzó algunos desus hombres que estaban ocultos en losbosques que dominaban la fortaleza paradesafiar a los macedonios al cuerpo acuerpo; pero éstos se lanzaronvalientemente al ataque, y los bárbarostuvieron que romper el combate yabandonar las víctimas del sacrificio alpie del altar para correr a refugiarsedetrás de las murallas de la ciudad, cuyoasedio organizó Alejandro. Sin

embargo, los taulancios se habíanquedado fuera de la fortaleza, en lascolinas circundantes, y los macedoniosno tardaron en encontrarse entre los dosejércitos aliados y cortados de suslíneas de avituallamiento. Deasediadores se habían convertido enasediados: Alejandro había caído sindarse cuenta en una trampa clásica, queun estratega más experimentado habríaevitado sin duda.

Consiguió salir mediante unamaniobra de una audacia loca, que sóloun ejército muy entrenado como loestaba el ejército forjado por Filipo eracapaz de ejecutar y salir victorioso.

Para explicarlo mejor tenemos quedetallar esa maniobra movimiento pormovimiento.

1. Alejandro colocó primero suejército en orden de batalla, frentea las colinas arboladas donde seencontraban los taulancios con unafalange de 120 líneas deprofundidad, flanqueada, en sus dosalas, por 200 jinetes. No debíalanzarse ningún grito de guerra, lossoldados tenían que permanecer ensilencio y cumplir rapidísimamentelas órdenes.

2. Ordenó a los hoplitas mantener sussarisas levantadas; luego, a unaseñal convenida, inclinarlas como

para cargar, orientarlas una vez a laizquierda, una a la derecha, otravez a la izquierda, otra a laderecha, y así en repetidasocasiones.

3. Dio entonces a la falange la ordende avanzar, deslizándosealternativamente del ala derecha alala izquierda.

4. Después de hacer maniobrar a lafalange varias veces así, ante lamirada pasmada y admirativa delos enemigos que contemplaban elespectáculo desde lo alto de lasmurallas de la fortaleza, Alejandrolanza una orden: «¡Formad eltriángulo, hacia el ala izquierda! ¡Yadelante, en marcha!» Acto seguido

un monstruoso triángulo de broncey acero carga a paso rápido yavanza hacia las filas enemigas,que agachan la cabeza ante la lluviade flechas que las acribilla.

5. Sin esperar a que se acerque laterrible falange que nada parecepoder detener, el enemigoretrocede y abandona las primerasalturas.

6. Alejandro ordena entonces a sussoldados cargar deprisa, lanzandoel famoso grito de guerramacedonio y golpeando con suslanzas contra sus escudos. Lostaulancios, asustados, abandonanlas colinas y bosquecillos y correna refugiarse detrás de las murallas

de la fortaleza. Los macedonios seconvierten en dueños del terreno.

Sin embargo, una tropa de taulanciosno había tenido tiempo de refugiarse enla ciudadela y seguía ocupando un cerro,que cortaba la ruta que llevaba aMacedonia. Alejandro lanza contra ellosun destacamento de Compañeros, losHetairoi, y unos cuantos hombres de suguardia real: los taulancios abandonanel cerro y se repliegan: la ruta deMacedonia estaba libre.

Pero Alejandro aún no tenía laintención de tomarla. Antes debíaaniquilar a los taulancios, queacampaban cerca de Pelio, a la orilla

del río, cosa que hizo mediante un audazgolpe de mano nocturno dos o tres díasmás tarde. Por otra parte, el rey queríarecuperar Pelio de los ilirios, pero éstosno esperaron que fuesen a desalojarlos:incendiaron la fortaleza y huyeron haciael oeste, a sus montañas, perseguidospor los macedonios triunfantes. Lascosas habían ido bien: la campaña habíaempezado a finales del mes de mayo de335 a.C. y cuando Alejandro regresa aPelio sin haber podido capturar a Clito ya Glaucias en las montañas de Iliria, aúnno había empezado el verano. Pero dealdea en aldea, de ciudad en ciudad,todos cantaban las primeras proezas de

Alejandro, el Aquiles de Macedonia,mientras en las antecámaras del poder,en Susa, en Atenas, en Tebas y Espartacorría el rumor de que había muerto.

2. Antes de la gran partida:el último combate de lasciudades griegas

Desde que a principios de laprimavera del año 335 a.C. habíadejado Pela para someter a los bárbarosde Tracia, salvo sus soldados, quepeleaban con él, nadie había visto aAlejandro. En Pela había corrido elrumor, después de su victoria sobre los

getas, en mayo-junio del mismo año, quehabría perecido en un combate en lasorillas del Danubio. Después de lareconquista de Pelio sobre los ilirios,contaban en los medios calificadostradicionalmente de «bien informados»,que había resultado herido en la cabezapor una piedra lanzada con una honda,cuando había partido en persecución deClito y de Glaucias en las montañas dela moderna Albania; otros pretendíanque también habría recibido un golpe demaza en la nuca.

Estos «cotilleos» se habíanpropagado de Pela a Tesalia, de Tesaliaa Grecia y finalmente a Atenas, donde

Demóstenes les sacaba provecho. Desdela muerte de Filipo, el famoso oradorcuestionaba sin cesar los tratados dealianza firmados entre Atenas y Filipoprimero, entre Atenas y Alejandro luego.Tenía varias malas razones para obrarasí. La primera era su vanidad herida:cuando Filipo había empezado sucarrera de unificador de las ciudadesgriegas, Demóstenes se convirtió en elpaladín del nacionalismo ateniense y delmantenimiento del statu quo helénico, enadversario del súper-Estado que el reyde Macedonia quería poner por encimade las ciudades griegas, algo así comoen nuestros días en los países europeos

existen políticos que son ferocesadversarios de la idea de una Europasupranacional o de la moneda únicaeuropea. Filipo y Alejandro, decíaDemóstenes, habían obligado por lafuerza al mundo griego a constituirse enun Estado federal bajo el dominiomacedonio, pero los juramentos dealianza que se habían pronunciado y lostratados que lógicamente les habíanseguido perdían todo valor desde queFilipo y, ahora, Alejandro habíanmuerto.

El razonamiento de Demóstenes eraengañoso, pero convenía a la clasedominante ateniense, la de los

comerciantes, armadores y banqueros,que preferían hacer fortuna solos quetener que participar en las obligacionesjurídicas y financieras del ejércitomacedonio en gestación. Además, y estono podía confesarlo el orador,Demóstenes estaba a sueldo del GranRey, y sin duda no era el único: elemperador persa otorgaba regularmentesubsidios a los enemigos de losmacedonios, y sobre todo a Demóstenes—a quien había pagado todas susdeudas— porque, según decía, «sólopiensa en el bien y la libertad de loshelenos».

Darío III Codomano, que había

festejado el asesinato de Filipo como unacontecimiento feliz para Persia,empezaba a inquietarse ante los éxitosde Alejandro. No se contentó concomprar discretamente las concienciasde algunos políticos; dirigió un mensajeoficial a los helenos para incitarlos a laguerra contra Macedonia y enviósubsidios con ese fin a diversos estadosgriegos. Atenas, en particular, recibió unpresente de 300 talentos de oro (cadatalento pesaba unos 26 kilos), querechazó con dignidad, y la Asamblea delpueblo mantenía la opinión de que habíaque devolver ese oro al Gran Rey,enemigo hereditario de los griegos; pero

Demóstenes se hizo cargo de ese dinero,declarando que lo emplearía enprovecho de los intereses del Estado yel generoso donante-corruptor.

Por tanto, el partido antimacedonioen Atenas con ese talentoso corrupto(que dicho sea de paso mantenía unacorrespondencia regular con losgenerales de Darío y les informaba delas actividades de Alejandro) al frente,pero también con el incorruptibleLicurgo, antiguo alumno de Platón, ytodas las personalidades políticas de laciudad. Demóstenes decidió a los másreticentes, que argüían el juramento dealianza prestado a Alejandro,

presentando en público un testigo deúltima hora —comprado con todaverosimilitud por él— que declaróhaber combatido al lado de Alejandrocontra los ilirios y juró haber visto alrey de Macedonia expirar ante sus ojos.Como dirá luego el orador Démades,que era en Atenas el jefe del partidopromacedonio, este testigo causó elmismo efecto que si se hubiese exhibidoel cadáver de Alejandro.

Demóstenes no se limitó a predicarla guerra santa contra Macedonia enAtenas. Se las ingenió para excitar a losnumerosos exiliados tebanos que vivíanen la ciudad, donde cada día estallaba

alguna noticia falsa: que los macedonioshabían sufrido una grave derrota ante lostribalos, que la mitad del ejército deAlejandro había perecido en el Danubio,que en Pela se conspiraba para poner unnuevo rey en el trono de Filipo, y otraspamplinas. En resumen, cuanto más seprolongaba la ausencia de Alejandro,más valientes y turbulentos se volvíanlos antimacedonios de Atenas, y lomismo ocurría en el Peloponeso, sobretodo en Esparta, en Mesena, en lasciudades de Arcadia, como Orcómeno yMantinea, así como en Etolia y Fócida;el antimacedonismo se difundía, pues,por la Grecia continental como una

mancha de aceite.En el mes de agosto del año 335 a.C.

Demóstenes, que se había convertido enel colaborador jefe del Gran Rey,consideró que había llegado el momentode prender fuego a la pólvora y contactócon los demócratas tebanos que vivíanen Atenas, adonde habían sido exiliadospor Alejandro un año antes. Les animó avolver a Tebas, su patria, donde algunoscompatriotas suyos los reclamaban, losarmó para ello, les dio dinero (motorindispensable de toda sublevación) y lesprometió la ayuda y la asistencia deAtenas en caso de desgracia.

Los desterrados tebanos, como los

llamaban, abandonaron en secretoAtenas y se introdujeron de noche en laciudad de Tebas dormida. Se dirigieronprimero hacia la acrópolis, donde estabala guarnición macedonia, que nosospechaba nada: las noches son dulcesen Grecia cuando acaba el verano y lasprimeras tormentas han suavizado loscalores estivales, turbadas únicamentepor el croar de las ranas y los sapos, ylas murallas de la fortaleza eran sólidas.Dos oficiales macedonios, Amintas yTimolao, montaban guardia al pie de laCadmea (era el nombre de la acrópolistebana, que según la leyenda localhabría sido fundada por el héroe

Cadmo): los hombres del comandotebano se apoderaron de ella y losdegollaron. Amanecía cuando lostebanos, despertados por toda aquellaagitación, se reunieron en su agora. Anteuna asamblea del pueblo improvisada,los desterrados tebanos, invocando elderecho sagrado de los pueblos griegosa la libertad y la independencia,incitaron a sus conciudadanos arebelarse, a expulsar a la guarniciónmacedonia de la fortaleza y adesembarazarse, sin pérdida de tiempo,del opresor macedonio cuyo jefe,además, acababa de morir en Iliria.

Era éste un discurso que todo pueblo

oprimido escucha con placer, incluso sies contrario a la realidad de las cosas:un pueblo sometido no puede ser a untiempo nacionalista y realista, por suertepara la moral de las naciones, incluso sidiscursos semejantes son quiméricos yhacen correr sangre hasta el exceso. Elpueblo tebano, provisionalmenteliberado, decretó mediante susaclamaciones la sublevación contra lasautoridades macedonias, y alrededor dela Cadmea se levantó un asedio.

La insurrección tebana despertó alas ciudades griegas. A la vista de losprimeros éxitos de los tebanos, losatenienses, que hasta entonces habían

permanecido prudentemente neutrales apesar de los encendidos discursos deDemóstenes, especialista en arengaspatrióticas, toman la decisión de entraren liza a su vez: envían una llamada desocorro a toda la Hélade y empiezan anegociar con los embajadores del GranRey, con la perspectiva de una alianzacontra Macedonia. Eolia, Etolia,Arcadia y Mesenia responden a sullamada, y desde el Peloponeso se envíaun contingente de hoplitas comovanguardia hacia Beocia, por el istmode Corinto. Todo hace presagiar unaalianza helénica primero, y luegogrecopersa, contra Macedonia. ¿Va a

cambiar el equilibrio de fuerzas en esaparte del mundo? ¿Se verá surgir en ellaun imperio políticamente persa yculturalmente griego que, en un abrir ycerrar de ojos, devorará todo elOccidente romano, limitado entonces ala península italiana?

Nadie había contado con el geniopolítico y militar de Alejandro. Éste,tras haber perseguido fugazmente a losilirios y los taulancios en las montañasalbanesas, ha vuelto a Pelio y se preparapara regresar a Pela con el fin deinvadir el Asia Menor primero y luegoPersia. Informado de los sucesos deTebas, no los considera despreciables:

no es que tema a los tebanos, teme laastucia de los atenienses, capaces decaminar cogidos de la mano con lospersas, y el poder militar de loslacedemonios. Decide acabar con larevolución griega en su origen y parteinmediatamente de Pelio con su ejército.

Su rapidez de movimiento, que notardará en resultar proverbial,desmantela a sus adversarios. En trecedías recorre los cuatrocientoskilómetros que separan Pelio deOnquesto (a un día de camino de Tebas),en buena parte por terreno montañoso:de camino, recluta mercenarios enFócida e incluso en Beocia. En Tebas

las falsas noticias siguen predominandosobre las verdaderas: no es Alejandro elque manda el ejército macedonio, sinoel general Antípater, que es muchomenos de temer, y el Alejandro que guíala expedición no es el hijo de Filipo,sino otro Alejandro que no tiene nada encomún con el rey de Macedonia, dadoque éste, como todo el mundo sabe, hamuerto en Iliria.

Al día siguiente Alejandro y suejército están ante las puertas de Tebas.Espera que su sola presencia incite a lostebanos a pedir la amnistía y les hacesaber que les concede un último plazoantes de pasar al ataque, para

permitirles, en caso de que searrepientan de sus proyectos criminales,enviarle embajadores para tratar. Lostebanos responden a este ofrecimientocon el envío de un escuadrón decaballería, de una compañía deinfantería ligera y de arqueros que matana buen número de soldados macedonios,instalados en los puestos de avanzada.

Al verlo, Alejandro rodea al díasiguiente la ciudad, se instala con todassus fuerzas en la ruta que va de Tebas aAtenas, y establece su campamentofrente a una doble línea de trincherasenemigas, que impiden el acercamientoa la ciudad. Su inteligencia militar le

aconseja atacar, pero su inteligenciapolítica le dice que espere: si ataca,vencerá, pero se producirá unacarnicería que desencadenará unarevolución general de las ciudadesgriegas, apoyadas por los persas. Asípues, se contenta con acamparpacíficamente en la llanura, al pie de laCadmea, frente a los tebanos. Dentro dela ciudad los tebanos que comprendíanla situación y veían que la solución másfavorable para el interés público era lanegociación proponen enviarembajadores a Alejandro. No obstante,los desterrados tebanos, que dominanentonces a la opinión pública, no

quieren saber nada de negociaciones;afirman que Tebas no tiene ningunaposibilidad de ser tratada conbenevolencia por Alejandro y exhortanal pueblo a la guerra al grito de: «¡VivaBeocia libre!» Impasible, Alejandrosigue sin atacar la ciudad. Cree en lasvirtudes de la negociación y teme lasconsecuencias irremediables de unaconquista de Tebas por la fuerza.

Por desgracia, si el jefe eraperspicaz, sus oficiales lo eran menos.Uno de ellos, Perdicas, encargado de laguardia del campamento con su unidad,toma la iniciativa de atacar lasavanzadillas tebanas, atrincheradas

detrás de las empalizadas: las arranca yda a sus hombres la orden de cargar; lesecunda su lugarteniente Amintas, quetambién envía sus hombres al ataque delas trincheras tebanas. Pero su asaltosale mal. Los tebanos se recuperan y,después de retroceder, hacen frente denuevo y ponen en fuga a losdestacamentos macedonios.

Al ver a sus hombres perseguidospor el enemigo, Alejandro se sienteobligado a intervenir y lanza la falangecontra los tebanos que los persiguen.Cuando la terrible máquina de guerramacedonia se pone en marcha, no haynada que pueda detenerla. Los tebanos

son perseguidos hasta las murallas de suciudad, que abre sus puertas paraacogerlos; pero, bajo el empuje de lafalange, no pueden volver a cerrarlas yel ejército macedonio penetra en laciudad, donde se lucha cuerpo a cuerpoal son de las trompetas y los gritos deguerra, pero esta vez bajo la direcciónde Alejandro. Presionados por todoslados, los jinetes tebanos huyen a lallanura seguidos por los soldados deinfantería, en medio de un sálvese quienpueda general y bajo la miradaimpasible de los macedonios y de sujefe; en la ciudad sólo quedan losciviles, las mujeres y los niños,

refugiados en sus casas o amparados enlos templos.

La ciudad, vacía de soldados, fueentregada a la matanza y al pillaje.Alejandro, tanto para vengarse de lasarrogantes proclamas de los tebanoscontra él como para dar que pensar a losatenienses y los demás griegos sobre lasconsecuencias engendradas porinsurrecciones semejantes, decidió tratara los vencidos con mayor severidad dela que había empleado hasta entonces.Según Diodoro de Sicilia y Justino, losmuchachos y las muchachas fueronarrastrados para ser violados repetidasveces por la soldadesca macedonia,

antes de ser llevados como esclavos contodas sus familias. También hubo portoda la ciudad una gigantesca matanza,perpetrada no tanto por los macedonioscuanto por sus aliados griegos, focenses,plateenses, beocios.

Se vio entonces, escribe horrorizadoDiodoro, griegos asesinadosdespiadadamente por griegos.

De este modo fueron muertos más deseis mil tebanos, y se reunió a más detreinta mil prisioneros, que fueronvendidos como esclavos. No obstante,Alejandro ordenó que los sacerdotes ylas sacerdotisas fueran liberados, asícomo los miembros de la familia de

Píndaro y todos aquellos que en elpasado habían dado hospitalidad a supadre o a él mismo. En cuanto a losmacedonios, sus pérdidas se elevaban aquinientos hombres; Alejandro los hizoenterrar allí mismo.

También se saqueó una grancantidad de objetos preciosos. A esterespecto, Plutarco cuenta una anécdotaque, verdadera o falsa, arroja sinembargo una luz instructiva sobre lasdisposiciones de Alejandro:

“Algunos soldados tracios quehabían arrasado la casa deTimoclea, una dama tebana de

bien y honrada, de noble linaje, serepartieron sus bienes entre ellos.La mujer misma fue cogida por lafuerza y violada por su capitán,que le preguntó si habíaescondido el oro o la plata enalguna parte. La dama lerespondió que sí y, llevándole soloa su jardín, le mostró un pozo enel que, según ella, al ver la ciudadtomada, había arrojado todas susalhajas y cuanto tenía de másbello y valioso. El tracio seagachó para mirar dentro delpozo y la dama, que estaba detrásde él, lo empujó dentro y echó

encima muchas piedras, tantasque lo mató. Cuando lo supieronlos soldados, la prendieroninmediatamente y la llevaron,atada y encadenada, ante el reyAlejandro […] que le preguntóquién era. Ella le respondió:—Soy la hermana del Teágenesque marchó al frente de lostebanos contra el rey Filipo,durante la batalla delante deQueronea, donde murió en defensade la libertad de Grecia.Alejandro, impresionado por estarespuesta digna y también por laforma en que la mujer había

actuado, ordenó que la soltasen yque la dejasen ir libre, donde ellaquisiera, con sus hijos.”PLUTARCO, Vida de Alejandro,XX.

Una vez más, el «jovencito» habíavencido. La noticia dejó estupefacta atoda Grecia. Los arcadios, que habíanpartido de su país para ayudar a lostebanos, regresaron a su tierra ycondenaron a muerte a los que leshabían hecho decidirse por Tebas. Lasciudades griegas de Etolia y de la Elide,que habían desterrado a los suyos queeran partidarios de Macedonia,

volvieron a llamar a sus exiliados y lespresentaron excusas; los etolios llegaronincluso a enviar embajadores aAlejandro para pedirle perdón por haberapoyado a Tebas en sus errores. Todaslas ciudades que habían sidoantimacedonias se cambiaban dechaqueta sin ningún pudor, pero elmacedonio no se engañaba.

Alejandro aprovechó la ocasiónpara vengarse de Tebas y, sobre todo,para reconstituir la federaciónpanhelénica sobre las ruinas de laciudad vencida antes de finales delotoño de 335 a.C, es decir, antes de laépoca que había fijado para partir contra

los persas. Reunió a los delegados delos griegos y confió al Synedrión, elConsejo federal de la Liga de losEstados griegos que había creado supadre, el cuidado de decidir el destinode la ciudad vencida.

Ante ese consejo, los delegados deBeocia y de Fócida se convirtieron enfiscales de los tebanos, que, según ellos,y a lo largo de toda su historia, habíanservido a los intereses de los bárbaroscontra los griegos:

“En los tiempos de Jerjes (elvencido de Salamina y de Platea)—dijo su orador—, ¿no habían

combatido los tebanos al lado delos persas? ¿No habían hechocampaña contra Grecia? De todoslos griegos, ¿no eran ellos losúnicos honrados comobienhechores, en la corte dePersia, donde, delante del GranRey, ponían sillones para losembajadores tebanos?”Cf. DIODORO, XVII, 14,2.

La elocuencia de los focenses y losbeocios triunfó sobre los escrúpulos: losdelegados de toda la Hélade decretaronque Tebas debía ser arrasada hasta suscimientos, que los tebanos en exilio o en

fuga serían merecedores de extradición,y que los territorios de Tebas seríanrepartidos entre los demás estadosgriegos… entre ellos los focenses y losbeocios, que fueron los grandesbeneficiarios de esta medida, lo cualpermite dudar de la sinceridad de susdelegados. Así fue como Tebasdesapareció definitivamente de lahistoria, en vísperas del otoño del año335 a.C.

Quedaba por resolver el caso deAtenas. Los atenienses estaban ocupadoscelebrando los Grandes Misterios deEleusis. Las ceremonias sagradas enhonor de Deméter, la diosa del trigo y

las cosechas, duraban nueve días yempezaban el 13 de diciembre de cadaaño. Acababan de comenzar cuandollegaron, despavoridos y en harapos,algunos tebanos que habían escapado ala matanza. Contaron lo ocurrido a lasautoridades atenienses y a lossacerdotes que, dominados por elespanto, interrumpieron inmediatamentelos cortejos, los cantos y los sacrificios.En un abrir y cerrar de ojos, losatenienses abandonaron las instalacionesque tenían en las campiñas circundantespara ir a refugiarse tras las altasmurallas de la ciudad.

El pueblo se reunió en asamblea en

la colina de Pnyx y, a propuesta delorador Démades, decidieron enviar aAlejandro una comisión formada pordiez embajadores, elegidos entre losmiembros del partido promacedonio,que le llevarían las felicitaciones deAtenas por sus victorias sobre losbárbaros del Norte (los tribalos y losilirios) y por el castigo infligido a lostebanos sublevados. El rey deMacedonia recibió a los embajadorescon desprecio, volviéndoles la espalda,pero en una carta dirigida al puebloateniense que les remitió, exigía que lefueran entregados cinco políticos(Demóstenes, Licurgo, Hiperides,

Polieucto y Mérocles) y cinco estrategos(Cares, Diótimo, Enaltes, Trasíbulo yCaridemo), porque, decía en su carta,esos hombres eran, con sus discursos ysus acciones, responsables del desastresufrido por Atenas en Queronea y elcomportamiento inadmisible hacia él dela ciudad ateniense.

Cuando los embajadorestransmitieron la respuesta del joven reya Atenas, se produjo la consternacióngeneral. Demóstenes lanzó uno de esosdiscursos pomposos que le ganaron lafama y que tal vez serian admirables sino fuesen hipócritas: «No hagáis comolos corderos de la fábula —suplicó—,

no entreguéis vuestros perros de guardaal lobo.» El demócrata estafador que eraDemóstenes, bien alimentado por elGran Rey, fue interrumpido por elaristócrata Foción, al que llamaban «elhombre de bien» por su virtud y suintegridad; Foción era el jefe del partidode la paz sin haber predicado nunca afavor de Macedonia, y había sidoelegido cuarenta y cinco vecesestratego: «Estos hombres cuyaextradición pide Alejandro —dijogravemente— deberían tener el valor,como nuestros héroes de antaño, desufrir voluntariamente la muerte por lasalvación de la patria; al negarse a

morir por su ciudad, dan prueba de sucobardía.» Pero Foción fue expulsadode la tribuna por los griegos del pueblo,que aclamaba a Demóstenes.

Mediante un hábil discurso, éstesugirió a la Asamblea del puebloofrecer una prima de cinco talentos (130kilos de oro aproximadamente) alorador Démades, que estaba bien vistopor el rey de Macedonia, a fin de queconvenciese a este último de que dejasela tarea de juzgar a los culpables altribunal del pueblo de Atenas.

Así fue como Foción (gratuitamente,por amor a la patria) y Démades (quesacaba 130 kilos de oro) fueron juntos a

pedir a Alejandro autorización para quefuesen los atenienses mismos quienesjuzgasen a los diez hombres que habíadesignado en sus propios tribunales. Elrey apenas prestó oído a las palabras deDémades, pero escuchó atentamente aFoción, porque había oído decir a viejosservidores que su padre, Filipo, hacíamucho caso a este hombre. Así pues, ledio audiencia, lo escuchó con muchorespeto y respondió favorablemente a supetición: le pidió incluso consejo sobrequé debía hacer en el futuro: Foción lerespondió gravemente: «Si lo quebuscas es la paz, depón las armas y dejade hacer la guerra, salvo para

defenderte; pero ¿quién osaría atacarte?En cambio, si lo que buscas es la gloriamilitar, vuelve tus armas contra losbárbaros y no contra los griegos.»

En última instancia, Alejandroescogió la paz. Exigió simplemente queAtenas exiliase al estratego Caridemo,un aventurero sin escrúpulos, más omenos espía del rey de Persia, cosa quefue concedida; el personaje en cuestiónhuyó a Susa, a la corte del Gran Rey,seguido por algunos aventureros más desu especie, donde no tardaremos envolver a encontrarlo.

Alejandro quedó impresionado yemocionado a un tiempo por Foción. En

los años que siguieron el anciano fue,junto con Antípater, la única persona ala que escribió como se escribe a unamigo. Le regaló 100 talentos de oro(2,6 toneladas) que le fueron llevados aAtenas; a quienes fueron a entregarle esaimportante cantidad de oro cuando habíatantos habitantes en Atenas, Foción lespreguntó por qué Alejandro le enviabaaquel regalo sólo a él:

—Porque estima que tú eres el únicohombre de bien y de honor de tu ciudad—le respondieron.

—Entonces, que me deje seguirsiéndolo hasta el fin de mi vida —habríareplicado Foción—. Si cojo este oro y

no me sirvo de él, será como si no lohubiese cogido; y si me sirvo de él,entonces todo Atenas hablará mal tantode tu rey como de mí.

Estamos en el mes de septiembre delaño 335 a.C. Alejandro III deMacedonia había cumplido los veintiúnaños dos meses antes, y hacía unoapenas que reinaba en Macedonia. En unsolo año, había apartado a todos lospretendientes a la corona, castigado alos asesinos de su padre, impuesto suautoridad al ejército, llevado lasfronteras septentrionales de Macedoniahasta el Danubio, acabado con lospeligrosos ilirios, reconstituido la

Confederación de Corinto que su padrehabía creado y que de hecho se habíadesintegrado, sobre todo atenienses,tebanos y espartanos, castigado larebelión tebana de la forma más terrible,puesto término a la vanidad política, a lahipocresía y al egoísmo de losatenienses. El mundo griego erarealmente suyo, y sólo corría un peligro,aunque era grande: el de ser devoradopor el dragón persa, cuyos dienteshabían crecido. Alejandro III deMacedonia, hijo de Zeus-Amón y de labacante Olimpia, empezaba a creer que,como nuevo Aquiles, había sido enviadoa la tierra para vencer.

VI - La conquista deAsia Menor

(1er año de guerra en Asia:abril de 334-abril de 333

a.C.)

¿Por qué emprendió Alejandro la gran guerracontra los persas? —La partida del GranEjército (abril de 334). —El paso delHelesponto (abril de 334). —Alejandro enTroya (abril de 334). —Rendición deLámpsaco (mayo de 334). —La victoria sobreel Gránico (principios de junio de 334). —Rendición de Sardes. —Toma de Éfeso

(mediados de junio de 334). —Estancia deAlejandro en Efeso, su retrato por el pintorApeles (junio-julio de 334). —Sitio y toma deMileto (julio-agosto de 334). —Alejandrolicencia a su flota (principios del otoño de334). —Memnón, comandante supremo de losejércitos persas. —La princesa Ada(septiembre de 334). —Sitio y toma deHalicarnaso (septiembre-octubre de 334). —Organización de Caria y partida de los soldadoscon permiso para Macedonia (noviembre de334). —Parmenión en Sardes (finales denoviembre de 334). —Alejandro en Easélida(diciembre de 334-enero de 333). —Complotde Alejandro el lincéstida contra Alejandro(diciembre de 334-enero de 333). —Sumisiónde Licia, Panfilia y Pisidia (enero-febrero de333). —Sumisión de la Gran Frigia (marzo-abril de 333). —Llegada de Alejandro a Gordio(abril de 333).

¿Por qué la Grecia de las ciudades,la de Sócrates y Platón, la de lossofistas, de la segunda generación de lospitagóricos, de Pericles y la democraciahizo la guerra a los persas? Simplementeporque el imperio de los grandes reyesse extendía entonces hasta las islas y lasciudades griegas asiáticas del mar Egeo,digamos hasta las orillas mediterráneasde la Turquía moderna, y porque en elsiglo V a.C, antes incluso de laexpansión de Macedonia, los griegostenían dos buenas razones paraexpulsarlos de allí: en primer lugar, lospersas oprimían o parecían oprimir a losgriegos de Jonia y de las islas del mar

Egeo; en segundo lugar, su flota deguerra, que cruzaba permanentemente elmar Egeo, constituía una amenazacontinua para el comercio y la seguridadde las ciudades marítimas o cuasimarítimas como Atenas, las ciudades deEubea o de Calcídica. De ello resultaroncincuenta años de guerras Médicas, queterminaron con la retirada de las fuerzasnavales persas del mar Egeo, aunquesiguieron manteniéndose las satrapíaspersas en Asia Menor.

¿Por qué Filipo II pensó en llevar laguerra a los persas cuando ya noamenazaban el mar Egeo? Por una razóntotalmente distinta de estrategia política:

Filipo soñaba con un gran Estadohelénico unificado, bajo la dirección deMacedonia, y pensaba que una granguerra contra un enemigo persa comúnera el mejor medio de estrechar loslazos entre las ciudades griegas yMacedonia.

¿Por qué emprendió Alejandro esaguerra contra los persas que quería supadre? No era desde luego por lasmismas razones que los griegos deMaratón, Salamina y Platea: desde launificación de los estados griegosrealizada por Filipo, la «amenazapersa» ya no pesaba sobre el mundogriego. La unidad del mundo griego bajo

la férula macedonia se había conseguidodesde la destrucción de Tebas por elpropio Alejandro.

¿Entonces? ¿Era para hacer «comopapá», porque el joven carecía deimaginación política? ¿Era paraconquistar Egipto (de nuevo bajodominio persa desde el año 341 a.C,después de haberlo estado del 528 al404 a.C.), porque «mamá» le habíarepetido una y otra vez desde su mástierna infancia que era hijo de Zeus-Amón, cuyo mayor santuario, el deloasis de Siwah, se encontraba en Egipto,en el corazón del desierto de Libia?¿Era quizá porque tenía veinte años,

porque estaba dotado de unapersonalidad hipertrofiada, de unaambición relacionada con esahipertrofia y porque creía que todo leera posible? La respuesta es sin duda:por todas estas razones a la vez. Y buenhistoriador será quien sepa desenredarel embrollo.

Sea como fuere, Alejandro partió dePela a principios de la primavera delaño 334 a.C. (sin duda a finales del mesde marzo), con un pequeño ejército de30.000 soldados de infantería y 4.000jinetes),para conquistar un país cuyageografía y poblaciones ignoraba porcompleto, pero del que todo el mundo

sabía que era enorme y que el sátrapapersa que era su responsable, Mázaces,podía reclutar un millón de hombres siquería. Lo menos que puede decirse esque era una locura, pero Alejandro salióvictorioso de la empresa. Y los ataquesbruscos y violentos que asestó al mundomediterráneo oriental, unidos a los quelos romanos iban a dar, a partir de lossiglos siguientes, en el mundomediterráneo occidental, debíancontribuir a hacer nacer el mundo en elque hoy vivimos.

1. La gran partida y la

victoria del GránicoEn el mes de agosto o en el mes de

septiembre del año 335 a.C, Alejandrovuelve a sus estados y dedica el otoño yel invierno siguiente a preparar suexpedición persa.

Su ejército no es otro que el quehabía creado su padre, y los autoresantiguos nos lo han descrito. Estáformado por macedonios (12.000soldados de infantería y 1.900 jinetes),de griegos (7.000 soldados de infanteríay 2.400 jinetes, 1.800 de ellos tesalios)y de mercenarios procedentes de Traciao de los Balcanes y de las ciudades

griegas de Asia Menor (en total, 13.000soldados de a pie y 900 jinetes). Lasuma total es de 32.000 soldados de apie y 5.200 jinetes, a los que hay queañadir los regimientos de arqueros, lostécnicos de la artillería (catapultas), deingenios (se encargan de construir losarietes que hunden las puertas de lasciudadelas, las máquinas de los asedios,los puentes, etc.; su jefe es el generalAristóbulo de Ca-sandra), de lo que hoyllamaríamos el tren de equipamientos(se ocupan de los carros y de las bestiasde carga: a menudo se trata decomerciantes civiles), del servicio desanidad (médicos, ambulancias) y los

servicios administrativos. Precisemosdesde ahora que este ejército cambiaráde cara a medida que la expediciónadquiera importancia: en particular,después de 330 a.C, cuando elmacedonio invada India, su efectivoalcanzará el número de 120.000combatientes, la mitad de ellosextranjeros (sobre todo persas o indios).Añadamos que este ejército tiene dospuntos débiles: su flota es insuficiente(se trata principalmente de una flota detransporte) y a Alejandro le falta dinero(ha partido de Pela con sólo 70 talentosde oro y 30 días de víveres).

El ejército persa es

incomparablemente más numeroso yrico. Cuando van a empezar lashostilidades, Asia Menor proporciona aDarío III Codomano 100.000 hombres,el conjunto Armenia-Siria-Cilicia-Egipto otros 40.000 hombres, y lassatrapías orientales (de Babilonia aIndia) varios cientos de miles más. Encuanto a los recursos financieros dePersia, son inagotables.

¿Mantuvo Alejandro consejos deguerra con sus generales para establecerun plan general de invasión del Imperiopersa? No lo sabemos, pero es dudoso.Como joven seguro de sí mismo, sefiaba de sus conocimientos librescos.

Había leído la Anábasis de Jenofonte,que relata la expedición emprendida enel año 401 a.C. por Ciro el Joven con elobjetivo de apoderarse del Imperiopersa sobre el que reinaba su hermanoArtajerjes; para ello, Ciro habíareclutado 13.000 mercenarios griegos(«los Diez Mil») cuya vuelta a Greciacuenta la Anábasis. Por último, desde sumás tierna infancia Alejandropreguntaba a los embajadores y viajerosque regresaban de Persia por lafisonomía del país, las distancias entreciudades, etc. Al parecer no hubo plande invasión propiamente dicho, sinoaquel cuyas líneas generales habían sido

expuestas ante el Synedrón por Filipo enla primavera del 336 a.C. Podemosdecir por tanto que la partida deAlejandro para la guerra contra Persia,si no fue improvisada, parece habersehecho con recursos escasos e implicabaun gran número de incertidumbres (dosmil quinientos años más tarde, Napoleónpartirá hacia Moscú con la mismadespreocupación: ya se sabe lo queocurrió).

En esas incertidumbres pensaban losallegados del joven rey cuando lesuplicaron casarse antes de partir yesperar el nacimiento de un heredero:¿qué sería de la dinastía si le pasaba

algo? Alejandro no quiso atender arazones y no se casó, pretextando que elmomento era demasiado serio comopara pensar en fiestas y noches debodas.

También se cuenta que antes departir donó a sus amigos todas susposesiones: tierras, dominios, aldeas,puertos, prerrogativas y rentas diversas.Y cuando Perdicas, uno de suslugartenientes, le preguntó qué lequedaba después de todas aquellaslarguezas, Alejandro respondiólacónico: «La esperanza.» EntoncesPerdicas le dijo: «En ese caso, déjanoscompartir contigo esa esperanza», y

renunció también a sus rentas y bienes, ylo mismo hicieron otros amigos deAlejandro. El entusiasmo era general.

Antes de abandonar el suelo deMacedonia, Alejandro quiso celebrarlas fiestas tradicionales en honor deZeus que todos los años tenían lugar enDión, una ciudad de la Macedoniameridional. Duraban nueve días, y cadadía estaba dedicado a una musa: elprimer día fue consagrado a Calíope,musa de la poesía épica; el segundo aClío, musa de la historia; el tercero aEuterpe, musa de la poesía lírica; elcuarto a Melpómene, musa de latragedia; el quinto a Terpsícore, musa de

la danza; el sexto a Erato, musa de lapoesía amorosa; el séptimo a Polimnia,musa de los cantos sagrados; el octavo aUrania, musa de la astronomía; elnoveno y último a Talía, musa de lacomedia. Luego se anunció que había enla región de Dión una estatua de Orfeo,hecha de madera de ciprés, que estabapermanentemente cubierta de gotitas desudor. El adivino vinculado a la personade Alejandro, Aristandro, explicó al reyel prodigio: significaba que todos lospoetas, épicos, líricos o hímnicos, cuyopatrón era Orfeo, tendrían mucho trabajopara celebrar con sus cantos las hazañasfuturas del héroe Alejandro.

Poco después de estos festejos, unahermosa mañana de abril del año 334a.C, Alejandro partió hacia elHelesponto, que hoy llamamos elestrecho de los Dardanelos, al frente desu ejército. Su madre, Olimpia, habíaquerido acompañarle hasta las puertasde Asia, de donde nunca había devolver, ni a Macedonia, ni a Grecia.Pero eso Alejandro lo ignoraba: losadivinos no pueden saberlo todo.

La expedición de Alejandro a lospaíses de los persas fue una especie degigantesco viaje militar, político ymístico, sin que podamos decidir cuálde esos tres caracteres predomina sobre

los demás. Lo que a primera vistasorprende cuando se sigue su itinerarioen un mapa, es su naturalezaesencialmente continental: por primeravez, un ejército griego penetraba en elinterior de un enorme país y perdíaincluso toda esperanza de volver a verun día el mar. Los antiguos griegostenían un término para designar un viajepor el interior de las tierras, lo llamabanuna anábasis («ascensión»).

Pero esa anábasis no empezóinmediatamente. El grueso de las tropasde Alejandro estaba concentrado en lallanura que separa los dos ríos quedesembocan uno en el golfo de Salónica,

otro en el golfo de Orfani: el Axios (elactual Vardar) y el Estrimón (el actualStruma). La gran partida tuvo lugar puesdesde Anfípolis (en la desembocaduradel Estrimón), en el mes de abril de 334a.C, y Alejandro, cuyo primer objetivoera entrar en Asia cruzando elHelesponto, tomó tranquilamente la rutaque bordea el litoral tracio, pasando apie las montañas que la bordean,franqueó el Nesto, cruzó sucesivamenteAbdera y Maronea, pasó fácilmente elHebro (el actual Maritza), atravesóAinos, luego Cardia, al pie de lapenínsula que los antiguos llamabanQuersoneso y que nosotros conocemos

como península de Gallípoli. Así llegóal extremo de esa península, a la ciudadde Sesto, después de haber hechorecorrer a sus soldados de infanteríaseiscientos kilómetros en tres semanas,verosímilmente en los primeros días delmes de mayo de 334 a.C. En Sesto,Alejandro se despidió solemnemente desu patria y su madre, que le conminó,una vez más, a ir a visitar el oráculo deAmón (su esposo místico) a Siwah, enEgipto. Olimpia volvió a Pela con suescolta, dejando, emocionada yconfiante, a su hijo frente a su destino.

En ese mismo momento Darío IIICodomano tomaba sus disposiciones

para impedir que el ejército macedoniopenetrase en Asia. Hacía muchísimoque, desde Susa, su capital de invierno(situada a unos 3.000 kilómetros delHelesponto), el Gran Rey había enviadoa los sátrapas y a los gobernadores desus provincias la orden de dirigirse consus tropas a los alrededores delestrecho. Así pues, en la llanura quebordea el Helesponto desde el ladoasiático, había unos cincuenta mil jinetesllegados desde el confín remoto dePersia, de Bactriana, Hircania, Media,Paflagonia, Frigia, Capadocia y otraspartes, mandados por los mejoresgenerales de Darío, el más notable de

los cuales era un griego de Rodas,Memnón, encargado sobre todo de lavigilancia de las costas de Asia Menor.Los generales persas odiaban a estemercenario por un doble motivo: era unheleno y era el favorito del Gran Rey.También se había ordenado a la flotapersa, que disponía de 400 trirremes deguerra, cien de ellas procedentes deJonia y las otras de Chipre y Fenicia,que navegase cerca de las costas.

Cuando Alejandro llega a Sesto, laflota griega ya está agrupada en elHelesponto: 160 trirremes y un buennúmero de navíos comerciales esperanallí a su ejército. Encarga a su

lugarteniente Parmenión (el antiguolugarteniente de su padre) embarcar enlas trirremes a su caballería y a unabuena parte de su infantería ydesembarcarlas en el otro lado delestrecho, en Abidos (era una colonia dela ciudad de Mileto, cuyoemplazamiento está cerca de la ciudadturca moderna de Cannakkale). En eselugar la anchura de los Dardanelos nosupera los cuatro o cinco kilómetros.Mientras tanto, Alejandro, seguido porsu regimiento de élite, se dirige hasta laextremidad de la península de Gallípoli,donde se encontraba la pequeña coloniaateniense de Eleunte, cuyas murallas

dominaban el Helesponto.Los versos de la Ilíada cantaban en

su memoria. Desde ese promontoriopodía ver el cabo Sigeo, en la orillaasiática, donde Agamenón, que habíapartido de las riberas de Beocia para«llevar la desgracia a Príamo y a lostroyanos», había amarrado sus navíos; yse veía, avanzando sobre las huellas deAquiles, desembarcando en la mismatierra que sus pies ligeros habíanhollado. Allí había caído el primergriego que pereció en la guerra deTroya, Protesílao el Belicoso, quetambién fue el primero en saltar de sunave a suelo troyano y fue traspasado de

un lanzazo por Héctor. Antes defranquear el Helesponto, el nuevoAquiles se recoge ante la tumba delhéroe homérico y pide a los dioses nosufrir la misma suerte. Este gesto algoteatral era inútil: no había un solo persaal otro lado del estrecho, en aquellaTróade (así se llamaba el país troyano)ocupado desde Filipo por tropasmacedonias. Pero Alejandroempalmaba, consciente oinconscientemente, con el hilo de laepopeya: por todo guía no tenía más queal poeta ciego cuyos hexámetros conocíade memoria.

Partiendo de Eleunte, revestido pese

al calor con su armadura completa,tocado con su casco de plumas blancas,pilotó como en un sueño la nave real.Llegado al centro del estrecho, degollóun toro en honor de Poseidón y de lasNereidas, las divinidades del mar quepersonificaban las olas innumerables,una de las cuales, Tetis, había sido lamadre legendaria de Aquiles: y de pie,bajo el sol, tomando una copa de orollena de vino, ofreció una libación a ladivinidad marina, derramando en lasolas el líquido, brillante y dorado, quecontenía.

Su navío abordaba ya las riberas dela Tróade. Alejandro lo guía hacia una

bahía llamada «el puerto de los aqueos»porque, según la leyenda, allí era dondehabían desembarcado Agamenón y loshéroes de la guerra de Troya. Desde laproa, donde se mantenía de pie, el jovenrey lanza simbólicamente su jabalinahacia tierra, significando con ese gestoque tomaba posesión de aquella tierra, ysalta el primero, completamente armado,sobre el suelo de Asia. Es fácil imaginarla emoción de Alejandro, repitiendo enaquellos lugares las gestas legendariasde Agamenón: al abandonarlos,ordenará que se levanten altares a Zeus,protector de los desembarcos, su padremístico; a Heracles, su padre dinástico,

y a Atenea, para conmemorar estosinstantes que para él serán inolvidablesy con el fin de señalar estos lugares alos pueblos futuros.

Como es lógico, antes de ir a lucharcontra los persas, debía hacer unaperegrinación a los lugares dondeantaño se alzaban las murallas de laantigua Troya, la Ilion homérica bajocuyos muros se habían librado en elpasado tantos combates memorables. Laescalada del cerro sobre el que sealzaba la Ilion moderna (la de su época),construida no lejos del cabo Sigeo porcolonos atenienses sobre las ruinas de laantigua ciudad y, del mismo modo que

había restablecido lazos con la epopeyasaltando el primero (como elinfortunado Protesílao) sobre el suelo dela Tróade, ofreció un teatral sacrificio alos manes de Príamo, el viejo reytroyano, padre del valiente Héctor. Setrataba de aplacar su cólera hacia ladescendencia de Neoptólemo, elguerrero griego que en otro tiempo habíadegollado al viejo rey y que era origende la dinastía de la que él, Alejandro,era el último representante. PeroAlejandro honró sobre todo la memoriade Aquiles, el antepasado mítico de suraza. Depositó una corona de oro sobresu tumba, e incluso su amigo Hefestión

depositó otra sobre la tumba dePatroclo, el amigo indefectible del héroehomérico. Y, acordándose de laslecciones de su maestro Aristóteles,Alejandro dijo cuan grande había sido lafelicidad de Aquiles por haber tenido unheraldo como Homero para perpetuar sumemoria.

Sin embargo, no habría que achacarúnicamente a la «imaginaciónnovelesca» (A. Weigall) de Alejandro,o a cualquier otro misticismo latentetransmitido por su madre, estos gestos yesta peregrinación troyana. Desde queha montado sobre Bucéfalo con laespada en la mano, en los Balcanes,

desde que ha eliminado el poder tebanoy hecho doblegarse a Atenas y Greciaante su poder, se ha vuelto un jefeconsciente y organizado, cuyas acciones,y en particular los actos públicos, tienenuna finalidad. Sabe que todavía hayentre los macedonios hombres quedudan de su legitimidad; entre losgriegos que le acompañan hay hombresque en su fuero interno lo consideran unbárbaro: acaba de confirmar ante todosque es digno heredero de Agamenón,que el lejano fundador de su estirpe,Neoptólemo, era un griego, un aqueo, yque por lo tanto, a ojos de todos,Alejandro encarna la legitimidad.

En la Grecia antigua no había bueninicio de guerra sin presagios niadivinos. No faltaron a la cita. Antes deabandonar la Tróade con su regimientode élite, Alejandro quiso honrar tambiéna Atenea. Cuando llegó al santuarioconsagrado a la diosa, el sacrificadorque le había acompañado observó en elsuelo, delante del templo, una estatua deAriobarzanes, un antiguo sátrapa deFrigia: «Es un buen presagio —dijo elsacrificador—. Significa que tendrálugar un gran combate, y que matarás portu propia mano a un general enemigo.»

Para dar las gracias a la diosa, quehabía soplado esta predicción al

adivino, Alejandro le consagró suescudo y se apoderó del más sólido delos que estaban depositados en eltemplo: de esta forma Atenea leprotegerá como había protegido aAquiles durante la guerra de Troya.

Desde Ilion, Alejandro marchó haciael este, hasta la aldea de Arisbe, cercade Abidos, donde encontró al resto de suejército, reunido por su lugartenienteParmenión, que le había hecho pasar elHelesponto: 24.000 lancerosmacedonios y griegos, 5.000 infantestraaos e ilirios, cerca de 5.000 jinetes,griegos, tesalios o macedonios, unmillar de arqueros lo esperaban,

dispuestos a partir.La partida tuvo lugar al día

siguiente. Para hacer la guerra sóloquedaba encontrar al ejército enemigo:como los exploradores le habíananunciado que éste se movía hacia laFrigia marítima —provincia medianeracon la Tróade—, Alejandro decidiómarchar a su encuentro, continuando suavance hacia el este, a lo largo de lasriberas del Helesponto.

El ejército greco macedonioatraviesa, sin demasiada prisa, la Frigiamarítima. Unos tras otros, burgos yaldeas caen en manos de Alejandro sincombate, en particular Lampsaco (la

ciudad de Memnón) y la plaza fuerte dePríapo, a unos cuantos kilómetros de unriachuelo costero de curso rápido, elGránico, que desciende por las faldasdel monte Ida. La fortaleza dominabatoda la llanura de los alrededores;constituía una posición estratégica de lamayor importancia, sobre todo porquelos persas, según un informe del generalmacedonio que mandaba la vanguardiadel ejército de Alejandro, estabanconcentrados más lejos, hacia el este, ydescendían en gran número hacia el mar,siguiendo la orilla derecha del Gránico.

Los sátrapas de la región y losgenerales persas habían celebrado

consejo de guerra en la llanura vecina(llanura de Celia). Habían llegadodemasiado tarde para impedir a losmacedonios atravesar el Helesponto,retraso cuya responsabilidad debíarecaer en Darío: el Gran Rey, quedesconfiaba de sus gobernadores, lesprohibía cualquier iniciativa, y estosúltimos habían tenido que esperar susórdenes para abandonar susacantonamientos. Ahora tenían quedecidir una estrategia para rechazar alos greco macedonios hacia el mar.

La que Memnón preconizaba, dehaber sido adoptada, habría cambiado eldesarrollo de los acontecimientos: «El

ejército de Alejandro es menosnumeroso que el nuestro [según lasfuentes, el ejército persa contaba con60.000 hombres, dato que por otra parteno es seguro], pero estáincomparablemente mejor entrenado y esmás eficaz; además, combate ante losojos de su rey, lo cual lo vuelve muchomás peligroso. Si atacamos de frente yresultamos vencedores, se retirará,desde luego, pero para él no será otracosa que un aplazamiento: no habráperdido nada irremediable; pero si, pordesgracia, somos nosotros los vencidos,perdemos para siempre la Frigia, laTróade, las orillas del Helesponto y

quién sabe qué pasará entonces.»En consecuencia, Memnón

recomendaba a sus colegas retirarselentamente, incendiando las cosechas ylos campos, quemando los graneros ydestruyendo los forrajes, arrasando encaso necesario las ciudades, y dejar queel ejército de Alejandro se agotase en elsitio por falta de víveres. Mientras, lospersas enviarían otro ejército a invadirMacedonia por mar, y de este modotrasladarían el teatro de las operacionesa Europa, al suelo de los invasores.

La opinión era sensata, pero losotros jefes persas no quedaronconvencidos. Unos pretendían, con

cierta grandilocuencia, que esaestrategia no formaba parte de lascostumbres persas, que era indigna delespíritu caballeresco de los soldadosdel Gran Rey y que éste no la admitiría;otro, Arsites, sátrapa de la Frigiamarítima, opuso a Memnón un argumentorelacionado con su concienciaprofesional de administrador: «Nopermitiré que se deje devastar, aunquesea por un motivo estratégico, losterritorios que el Gran Rey me haconfiado, ni que se toque una sola casade mis administrados.»

Los restantes miembros del consejode guerra se sumaron a la opinión de

Arsites y Memnón hubo de renunciar asu estrategia de tierra quemada; de malagana ordenó a sus tropas colocarse enorden de batalla en la orilla derecha delGránico. Su decisión conveníaperfectamente a Alejandro, que sin dudaestaba animado por el deseo de atacarcuanto antes, no porque estuviese, comoel «hirviente Aquiles», ávido decombates y victorias, sino porque habíahecho el mismo razonamiento queMemnón: si dejaba que pasase eltiempo, corría el riesgo de perderlotodo.

La «batalla del Gránico», como lallamaron más tarde los historiadores,

tuvo lugar a principios del mes de juniodel año 334 a.C.

Sabemos que Alejandro consiguió lavictoria, pero ¿cómo se desarrolló? Losautores antiguos nos dan dos versionesdistintas. Según Arriano y Plutarco,Alejandro habría llegado al final del díaal río, no habría escuchado losprudentes consejos de su lugartenienteParmenión, cuya opinión era esperar aldía siguiente para atacar, y se habríalanzado a cuerpo descubierto a travésdel río y habría debido la victoria a esacabezonada impetuosa y a la suerte;según Diodoro de Sicilia, habríaescuchado a Parmenión y no habría

librado batalla sino hasta la mañanasiguiente, al modo clásico. El detalle delos combates es prácticamente el mismoen las dos versiones.

Adoptaremos aquí la primera poruna razón que nos parece evidente. Sihubiese escuchado a Parmenión yatacado al alba (es el relato de Diodorode Sicilia), habría tenido el sol levantefrente a él, puesto que venía del oeste ylos persas estaban al este del Gránico.Ahora bien, en esas tierras soleadastodos los guerreros sabían que no erarazonable realizar un ataque con el solde cara; no es posible apuntar a ningúnblanco, ni con el arco ni con la jabalina,

y no se ven llegar los dardos. Es difícilpensar que Alejandro haya cometido unerror tan burdo, colocándose desde elprincipio de la batalla en situación deinferioridad: atacó a los persas al finaldel día, cuando tenía el sol a la espalda.

Así pues, ya tenemos a Alejandro ysu ejército acercándose al Gránico, alfinal de un hermoso día de junio de 334a.C, según nos dicen nuestras fuentes.Unos exploradores llegan, a toda lavelocidad de sus caballos, paraanunciarle que en la otra orilla del ríolos persas están dispuestos ya en ordende batalla. Podemos imaginar que entreel macedonio, su lugarteniente

Parmenión y Hegéloco, comandante deldestacamento de reconocimiento, sedesarrolla la siguiente conversación:

A. —¿Cómo es el río, cómo son lospersas?H. —No es un río, más bien se trata deun riachuelo. No es muy ancho, pero esrápido.A. —¿Es profundo?H. —En algunos puntos, pero enconjunto se puede vadear caminando,con el agua hasta la cintura.A. —¿Y las orillas?H. —Son escarpadas, con muchasrocas y muy resbaladizas, sobre todo

por nuestro lado. Por el lado persa sonabruptas, y el enemigo está dispuestoen orden de batalla.A. —¿En cuántas líneas?H. —Han colocado sus jinetes enprimera línea, en la ribera, loscaballos ya tienen metidos los cascosen el agua: son unos veinte mil. Losinfantes, en su mayoría mercenariosgriegos de Asia Menor, igual denumerosos, están en segunda línea,unos metros más atrás, a cierta altura;han colocado arqueros por encima delos infantes, y así tienen unaperspectiva del río desde lo alto.A. —¿Cómo es la ribera por nuestro

lado?H. —Es llana, cenagosa y muyresbaladiza. Indiscutiblemente lospersas tienen la ventaja del terreno.Deberías cambiar de casco, rey,porque el brillo de tu penacho blancote hace reconocible de lejos.A. —No tengo miedo a nada, Atenea meprotege como en el pasado protegía aAquiles. Lo que pienso hacer es losiguiente. Dadas las posiciones quehan tomado los persas, la batalla delGránico va a ser una batalla decaballería y debería redundar enventaja nuestra: Memnón ha cometidoun error colocando sus infantes en

segunda línea, ¡esos mercenarios sonsus mejores soldados! Aprovechémoslo.Hegéloco, tú marcharás delante denosotros, con quinientos infantes-lanceros; nuestros jinetes irán detrás,los tesalios y los griegos por el alaizquierda, bajo el mando deParmenión. Nuestra infantería pesadamarchará en el centro, en doscolumnas, porque el terreno no espropicio para la formación en falange:estará preparada para ocupar elterreno del que podamos apoderarnosen la orilla persa. En cuanto lleguemosal río, nos pondremos en posición decombate y atacaremos. ¿Qué piensas

tú, Parmenión?P —No soy de la opinión de atacarahora.A. —¿Por qué?P —Tu maniobra es peligrosa.Nuestros jinetes no podrán atravesaren orden en un frente ancho, llegarán ala otra orilla en desorden y serán presafácil para la caballería enemiga, queestá en formación impecable, yperderemos la batalla.A. —¿Qué propones?P —Detenernos y acampar esta nocheen la orilla del río. Los persas, queestán tan bien informados de nuestroejército como nosotros del suyo, saben

que su infantería es muy inferior a lanuestra; por lo tanto, no se atreverán avivaquear tan cerca de nosotros y sealejarán del río, de modo que nuestroejército cruzará fácilmente con el alba:les ganaremos en velocidad y lesatacaremos antes incluso de que hayanpodido colocarse en orden de batalla.A. —Todo eso lo sé de sobra, queridoParmenión. Pero a mí que he cruzadoel Helesponto no va a detenerme unarroyo como éste. Sería indigno de lafama de mis soldados y de mireputación, y lo que es peor, si noatacase de inmediato, los persaspodrían pensar que nosotros, los

macedonios, les hemos tenido miedo.Ve, Parmenión, ve a tomar el mando dela caballería en el ala izquierda, yo meencargo del ala derecha. Yo daré laseñal de asalto.

Tras esto, los dos ejércitos se sitúanfrente a frente en las dos orillas delGránico. A la agitación del principio lesucede una calma trágica: en total habíaallí casi cien mil hombres que sabíanque la mayoría de ellos iba a morir, y aambos lados del río se produjo unprofundo silencio. Los macedonios,inmóviles, parecían tomar impulso parasaltar a las aguas del Gránico, y los

persas los acechaban, dispuestos a caersobre ellos en cuanto se hubiesenadentrado en el cauce del río. Derepente, Alejandro encabrita su caballo,saca su espada y se lanza hacia adelante,exhortando a sus jinetes con la voz y elgesto, al son de las trompetas y losgritos de guerra, velando por mantenersus líneas en posición oblicua enrelación a las orillas. Al punto losinfantes persas, situados en lo alto comose ha dicho, lanzan vigorosamente susjabalinas y provocan una lluvia dedardos sobre los jinetes macedonios.

Pronto estos últimos se encuentranen situación crítica: los cascos de sus

caballos resbalan en el cieno que tapizael lecho del río, y deben combatirademás a un enemigo que los dominadesde la altura. Se ven obligados aretroceder, pero retroceden en líneaoblicua, hacia Alejandro. El combate seagiliza, haciéndose más duro; comoescribe Arriano, se combatía a caballo,pero aquello se parecía más a uncombate de infantería: la lucha soldabaa los combatientes entre sí, caballocontra caballo, hombre contra hombre.Alejandro, montado sobre Bucéfalo, estáen todas partes a la vez; se distingue supenacho blanco girando entre los cascosde los Compañeros de Macedonia, ese

cuerpo de élite creado por Filipo. Perosu lanza se rompe: un compañero lepresta la suya y, viendo al yerno deDarío, Mitrídates, que trata de romper lalínea formada por la caballeríamacedonia, carga contra él y, de unlanzazo en el rostro, lo abate muerto alos pies de su caballo. Entonces elhermano de Mitrídates, que luchaba a sulado, se precipita sobre Alejandro y leasesta con la espada un golpe que lehiende el casco. El rey vacila bajo elchoque, pero abate a su contrincante deun golpe de jabalina que le traspasa lacoraza y luego el pecho.

El combate se extiende. Los jinetes

persas, atacados por todas partes por loscaballeros macedonios y griegos, debensufrir aún el asalto de la infanteríaligera. Empiezan a replegarse, su centrocede, las alas también y, perdiendorepentinamente toda esperanza devencer, huyen a galope tendido.Alejandro no trata de perseguirlos y sevuelve contra los infantes enemigos, ensu mayoría mercenarios. Hanpermanecido de pie, frente al río, sinmoverse; Alejandro empuja a la falangecontra ellos, luego ordena a sus jinetesrodearlos; casi todos fuerondespedazados y los que no murieronfueron hechos prisioneros.

La noche había caído. SegúnPlutarco, del lado persa murieron20.000 infantes y 2.500 jinetes, y losgriegos hicieron 2.000 prisioneros; dellado griego, hubo que deplorar la muertede 25 compañeros, caídos durante elprimer ataque, de 60 jinetes y de unos30 infantes.

Al día siguiente Alejandro hizoenterrar a sus muertos con sus armas ysu equipo, y concedió a sus padres y sushijos la exención vitalicia de cualquierimpuesto sobre bienes raíces y sobre sufortuna. Visitó también a los heridos,pidiéndoles que contasen cómo habíansido alcanzados y en qué circunstancias.

En cuanto a los persas, también los hizoenterrar y los mercenarios prisionerosfueron encadenados y enviados aMacedonia a purgar una pena detrabajos forzados por haber combatido,a pesar de ser griegos, a otros griegos enprovecho de los bárbaros. Había entreellos tebanos, que se habían exiliadotras la destrucción de su ciudad; fueronobjeto de una medida de gracia yliberados ese mismo día: Alejandro,dicen, alimentaba en un rincón de sucorazón el remordimiento de habersecomportado muy cruelmente con Tebas.También quiso hacer partícipes a losgriegos de esta victoria, y envió a los

atenienses 300 armaduras persascompletas, con sus escudos, para queexpusiesen ese botín en el templo deAtenea, sobre la acrópolis de Atenas:subrayaba de este modo el carácterpanhelénico de su expedición, cuyainiciativa dedicaba al orador Isócrates ya los atenienses. También ordenó que segrabase en las armaduras la siguienteinscripción:

Alejandro, hijo de Filipo, y losgriegos, menos los lacedemonios,conquistaron este botín frente a losbárbaros de Asia.

Cada una de las palabras de estafórmula decía claramente lo que quería

significar: no eran los «macedonios» losque habían vencido, sino «Alejandro ylos griegos», es decir, el jefe de la Ligade Corinto (cuando de hecho la victoriahabía sido conseguida por la carga de lacaballería macedonia), y lo aprovechabapara mandar un aviso a Esparta y a loslacedemonios; finalmente el término«bárbaros» pertenecía al vocabulario deIsócrates, era un homenaje a las ideaspanhelénicas. En cuanto a los objetospreciosos abandonados por los jefespersas en su huida, su vajilla de oro yplata, las colgaduras de púrpura y otrosmuebles de estilo persa que Plutarcocalifica de «deliciosos», Alejandro

mandó llevárselos casi todos a sumadre.

La provincia de Frigia marítima (laregión costera del Asia Menor, en lasorillas del Helesponto), queadministraba el sátrapa Arsites, fueconfiada a un oficial macedonio llamadoCala. Los bárbaros que habitaban en ellay que se habían refugiado en lasmontañas bajaron para someterse: enesta ocasión supieron que su estatuto nose modificaría y, en particular, quetendrían que pagar los mismosimpuestos que los que les exigía Darío.

2. Del Gránico a

HalicarnasoLa victoria del Gránico era, en sí

misma, una victoria pequeña: la Frigiamarítima que caía entre las manos deAlejandro apenas era otra cosa que unabanda de tierra a orillas del Helesponto.Sin embargo, constituía la primeravictoria de su cruzada, que tenía porobjeto prioritario la liberación de lasciudades griegas de Asia Menor, enmanos de los persas desde hacía más dedos siglos (desde su conquista por Ciroel Grande hacia el año 550 a.C.) y, sóloen segundo lugar, enviar a los persas asu casa, en la llanura iraní, y aislarlos

definitivamente del mundo griego y elmar Egeo.

Por eso Alejandro no persiguió alejército persa derrotado y no se adentróinmediatamente en el interior del país,en la larga vía real que llevaba a Susa.Tampoco olvidaba que la flota del GranRey estaba fondeada en el mar Egeo yque, si marchaba hacia Oriente, esa flotaaprovecharía que él volvía la espaldapara consolidar la presencia persa enlas satrapías costeras de Asia Menor.Por eso, después de enviar a Parmenióna tomar posesión de la ciudad (griega)de Dascilio, en Bitinia, Alejandro sedirigió hacia Sardes, capital de la

satrapía de Lidia: a unos 170 estadios (1estadio equivalía a 211 metros), esdecir, a poco más de un día de marchade la ciudad. El comandante persa de laguarnición, un tal Mitrenes, se presentópara entregarle la ciudadela y sustesoros. Alejandro lo mantuvo a su ladocon los honores propios de su rango,envió a un compañero a ocupar lafortaleza, permitió a los habitantes deSardes y los demás lidios conservar susleyes y sus costumbres, y les dejó libresdebido a la amistad que en el pasadohabían tenido con los griegos losantiguos reyes de Lidia.

Para honrar a la ciudad de Sardes,

Alejandro decidió levantar en ella untemplo a Zeus Olímpico y un altar.Mientras inspeccionaba la acrópolis dela ciudad, que estaba en la parte másalta, en busca de un lugar favorable, sedice que de pronto estalló una tormenta,con violentos truenos y trombas de aguacomo a menudo estallan en el mundomediterráneo en verano: «Zeus nosseñala el emplazamiento de su templo—dijo el rey—. Se construirá aquí.»

Luego, después de nombrar losnuevos jefes griegos de la ciudad ensustitución de las autoridades persas (unnuevo sátrapa de Lidia, un recaudadorde impuestos, un comandante de la

guarnición), después de instalar losefectivos militares (jinetes e infantes)que le parecían adecuados a la situacióndel momento, Alejandro dejó Sardes conel grueso de sus fuerzas y se dirigióhacia Jonia, cuyas ciudades tambiénsufrían desde hacía tanto tiempo el yugopersa, por lo demás sin lamentarsedemasiado, ya que gozaban de una granautonomía administrativa.

Unos días más tarde (haciamediados de junio), Alejandro se dirigehacia Éfeso, la más bella y famosa delas ciudades jonias, cuyo pueblo habíaexpulsado por sí mismo a sus opresoresen el año 338 a.C, en la época de su

padre Filipo II; los persas habían vueltoa hacerse dueños de la situación,masacrando a la población e instalandoun régimen oligárquico. Cuando corrióel rumor de su próxima llegada, losefesios se sublevaron contra losoligarcas, las tropas persasemprendieron la huida y se produjeronsangrientos arreglos de cuentas. El reyentró en la ciudad sin tener quecombatir, restauró la democracia, pusotérmino a la matanza fratricida e impuso,a la manera griega, la amnistía generalde todos los efesios que se habíanpuesto de parte de los persas: «Sabía desobra —nos dice Amano—, que si se

dejaba hacer al pueblo, haría perecertanto a los inocentes como a losculpables, bien para saciar rencoresprivados, bien para apoderarse de lasriquezas de los que fuesen condenados»;y, concluye nuestro autor, «si Alejandromereció alguna vez su reputación, fuedesde luego por su manera de actuar enÉfeso».

Tres semanas después de la victoriadel Gránico, Alejandro era ya dueño, sinhaber tenido que sacar la espada, de laFrigia marítima, de Lidia y, junto conÉfeso, de Jonia. Mientras estaba en esaciudad, delegados de las ciudades jonias(Trales, Magnesia) y carias (la Caria

era una satrapía limítrofe con Jonia, quetenía Halicarnaso por capital) fueron asu encuentro para someterle susciudades, de las que se habían marchadolas guarniciones persas, pero quetodavía estaban en manos del partidooligárquico. Alejandro puso fin en todaspartes a los regímenes oligárquicosinstaurados por los persas, restablecióla democracia y devolvió a las ciudadessus propias leyes. A raíz de estaspurgas, más políticas que militares, losoligarcas fueron expulsados de la isla deQuíos y la tiranía de la isla de Lesbosfue derrocada.

Todavía permaneció Alejandro unas

semanas en Éfeso, donde habíaestablecido su cuartel general. Hacíados meses que había partido deMacedonia, el verano se anunciabatórrido y sus soldados necesitabandescanso. Él mismo dedicaba la mayorparte de su tiempo a elaborar planespara el desarrollo de las ciudades dellitoral jonio recuperadas a los persas,que parecían expulsados definitivamentede Jonia. Gracias a él, ciudades comoEsmirna y Clazómenas vieron regresar asus habitantes que se habían diseminadoa lo largo de la costa, mientras que eltemplo de Artemisa, en Éfeso, era objetode todas sus atenciones; ofreció un

sacrificio solemne a la diosa yencabezó, alrededor de su sagradamorada, una procesión con todo suejército, con armas y en orden debatalla.

Por último, en Éfeso Alejandroencontró a Apeles, el pintor más célebrede la antigua Grecia, al que habíaconocido en Pela en vida de Filipo II yque hizo su retrato:

“Cuando Apeles lo pintó con elrayo en la mano, no representó suverdadero color, sino que lo hizomás pardo y oscuro de lo que eraen el rostro, porque era por

naturaleza blanco, y la blancurade su tez estaba mezclada a unarojez que aparecía en su cara y suestómago. Y recuerdo haber leído,en los comentarios de Aristóxeno,que su encarnadura olía bien, yque tenía el aliento muy dulce, yque de toda su persona emanabaun olor muy suave, como si lasropas que tocaban su carneestuviesen como perfumadas.”PLUTARCO, Vida de Alejandro,VI.

Fue a finales del mes de julio oprincipios del mes de agosto del año

334 a.C. cuando Alejandro decidiómarchar sobre Mileto, la ciudad másfamosa de Jonia, que en los siglos VII-VI a.C. había sido la más poderosa delas ciudades marítimas del litoralasiático del mar Egeo. Se alzaba al surde la desembocadura del Meandro (elBuyuk Menderes de la actual Turquía),cerca de la moderna aldea turca deAkkoy Esta ciudad tenía un pasadoglorioso: había sido colonizada porjonios procedentes de Ática durante laguerra de Troya, y sus navegantes habíanrecorrido en el pasado el Mediterráneoy el mar Negro, donde Mileto habíacreado media docena de colonias. Era

en Mileto donde se había fundado, en elsiglo VI a.C, la primera de las escuelasfilosófico-científicas griegas, en las quebrillaron Tales de Mileto, Aristandro yAnaxímenes. Luego se había convertidoen una ciudad vasalla de los reyes deLidia (Creso), más tarde la conquistaronlos persas, que fueron expulsados en elaño 479 a.C. y que le dejaron suindependencia y constitucióndemocrática. En esta especie de «guerramundial» que constituía elenfrentamiento entre los grecomacedonios y los persas, Mileto tratabade preservar su neutralidad con muchasdificultades.

Alejandro salió de Éfeso con losinfantes que le quedaban (había idodejándolos en las ciudades que habíatomado), sus arqueros, su caballeríatracia, tres escuadrones de caballería yel escuadrón de los Compañeros deMacedonia. La defensa de Mileto habíasido confiada por Darío a un milesiollamado Hegesístrato que, sabiendo queAlejandro estaba en Éfeso, había escritouna carta al macedonio para proponerlela entrega de la ciudad; luego, tras saberque la nota del Gran Rey, con 400navíos, principalmente chipriotas yfenicios, ponía rumbo a su ciudad, sehabía arrepentido de sus propuestas y

Alejandro había ocupado los suburbiosde la ciudad, pero la ciudadelapropiamente dicha seguía resistiendo.

Por desgracia para ese veleta, laflota helénica, al mando del almiranteNicanor, se había adelantado a lospersas y sus 160 trirremes fondearon enla pequeña isla de Lade, frente a Mileto,donde se encontraba el principal puertode la ciudad. Para reforzar susposiciones en la isla, Alejandro trasladóa ella su caballería tracia y 4.000mercenarios: si la flota persa trataba defondear, encontraría con quién discutir.Además, la flota griega recibió la ordenformal de cerrar el acceso a todas las

radas de los alrededores de Mileto. Tresdías más tarde llega la flota persa. Altener vedado el acceso a la isla de Ladeva a fondear al pie de un promontoriovecino, el cabo Micale. Pero susituación es crítica, porque los únicospuntos de agua, indispensables paraabrevar tanto a sus tropas como a suscaballos, estaban en la entrada deMileto, por la parte del mar, yguardados por los griegos. Parecíainevitable la batalla naval, y numerososgenerales de Alejandro la deseaban.Hasta Parmenión, gran maestro enmateria de temporización, opinaba así:pretendía haber visto un águila posada

en el muelle, cerca de la popa de latrirreme de Alejandro, que estabafondeada, lo cual le parecía un presagioparticularmente fasto: de todos modos,decía, no se arriesgaba nada luchando enel mar, salvo perder el combate y dejarel control de los mares a los persas,pero como éstos ya lo tenían su victoriano cambiaría para nada el equilibrio defuerzas.

No era ésa la opinión de Alejandro.Con 160 navíos frente a 400, Alejandroestaba seguro de perder, cuando yahabía conseguido una reputación deinvencibilidad en los combatesterrestres: «Mis macedonios, imbatibles

en los combates terrestres —le dijo aParmenión—, no merecen sersacrificados a los bárbaros en unelemento que no conocen, y mi fama severía empañada definitivamente.Además, si has visto un águila en laorilla y no sobre mi barco, eso significaque debo convertirme en dueño de laflota persa a partir de la orilla y no en elmar.»

En éstas, un notable de Mileto, quese llamaba Glaucipo, se presentó comoembajador ante Alejandro: le hizo saberque los milesios pretendían permanecerneutrales, que estaban dispuestos a abrirsu puerto y su ciudad a los griegos y los

persas y que, en tales condiciones, lológico era que se levantase el asedio. Larespuesta del rey fue áspera: «No hevenido a Asia para contentarme con loque quieran ofrecerme. Sólo a mí mecorresponde juzgar si debo dar muestrasde clemencia o severidad con unaciudad como Mileto, que ha incumplidola promesa que me hizo. Tengo unconsejo que darte —añadió a Glaucipo—, y es que vuelvas detrás de tusmurallas y te prepares para el combate,porque he venido no a escuchar tuspropuestas, sino a informar a losmilesios de que la ciudad va a sertomada al asalto sin tardar.»

De hecho, al día siguiente arietes ycatapultas entraban en acción y notardaron en abrir una amplia brecha enlas fortificaciones, lo que permitió a losmacedonios penetrar en la ciudadmientras los marineros griegos anclabansus trirremes en el puerto, borda conborda, con la proa mirando hacia altamar, para impedir que los milesiosfuesen a refugiarse en los navíos persas.Acosados por los macedonios, privadosde toda ayuda procedente de los persas,los combatientes milesios huyeron comopudieron: unos, sobre su escudoconvertido en balsa de fortuna, serefugiaron en los islotes vecinos, otros

en barquitas, pero fueron interceptadospor las trirremes griegas; los quetodavía trataban de luchar en la ciudadfueron muertos, hasta que Alejandroordenó el final de los combates e hizosaber a los milesios que no habríarepresalias: les dejaba a todos la vida yla libertad, porque no había ido a Asiapara castigar a griegos, sino a losbárbaros.

Quedaban los persas, llegados pormar para ayudar a Mileto. También ellosse encontraban en mala posición:bloqueados por las trirremes griegas,estaban sitiados en sus propios navíos yempezaba a faltarles agua dulce. El

almirante persa intentó entonces unaúltima maniobra. Colocó sus navíos enlínea, frente al puerto de Lade, paraatraer a los macedonios hacia alta mar, yquince de sus barcos penetraron en unapequeña rada, entre la isla y tierra firme,con la intención de incendiar los navíosgriegos que se encontraban fondeadosallí y cuyas tripulaciones estaban entierra. Cuando Alejandro se dio cuentadel movimiento, lanzó diez trirremes atoda velocidad contra los cinco navíospersas, con orden de embestirlos defrente. Al verlo, los persas viraron debordo y se refugiaron, con los remosfuera, junto a su propia flota, que

terminó por hacerse a la mar y alejarsede Mileto: Alejandro había ganado subatalla naval o, más exactamente, no lahabía perdido.

El macedonio extrajo sin dudar lasconsecuencias de esa no-victoria. Habíacomprendido que su flota no estaba encondiciones de medirse con la de lospersas, que no le sería de ningunautilidad cuando se adentrase en tierrasasiáticas y que le costaba muy cara sinaportarle nada. Así pues, decidiólicenciarla, conservando únicamente unpequeño número de barcos de transportede tropas, y ocupar a los marinos queservían en sus navíos en tareas más

útiles en tierra. Pero a partir delmomento en que renunciaba a su flota,Alejandro debía conquistar la totalidadde las ciudades costeras de Asia Menor;a partir de entonces, al no encontrar laflota persa ningún puerto en Asia dondefondear para avituallarse, reparar susnavíos o reclutar tripulaciones, quedaríafuera de combate sin necesidad decombatir. Así interpretaba Alejandro elpresagio del águila: quien tiene lospuertos, tiene los navíos. Y elmacedonio ya controlaba las costas dela Frigia marítima y la Tróade (desdeAbidos y Lampsaco hasta Dascilio), deLidia (Sardes), de Jonia (Éfeso, Mileto);

para eliminar el peligro que constituía laflota persa, sólo le faltaba asegurarse laposesión de las riberas meridionales deAsia Menor, es decir, de las costas deCaria, de Licia, de Panfilia y la Pisidia.Entonces sería todo el territoriocontinental de esa extremidadmediterránea de Asia, es decir Frigia, laque caería en sus manos como un frutomaduro. La campaña del invierno de334-333 a.C. se anunciaba ardua yfatigosa.

Alejandro descansó unos días enMileto. Se sentía feliz de haber logradoapoderarse de la ciudad sin demasiadoscombates y de haber salvado tanto sus

monumentos y sus templos como sushabitantes. Agradecidos, los milesios leotorgaron el título honorífico destephanephore («magistrado portador decorona») eponyme («que da su nombreal año») para el año siguiente (hay querecordar que el año griego empezaba enjulio: por tanto Alejandro debería sercoronado en julio del año 333 a.C).

El rey pasó el final del verano y elprincipio del otoño de 334 a.C.preparando su campaña de invierno. Susexploradores y sus espías le habíantraído informes muy precisos. DesdeMileto, capital de Jonia, a Halicarnaso,capital de Caria (el siguiente puerto que

tenía que arrebatar a los persas), nohabía más que aldeas sin fortificacionesy sin ciudadelas. Halicarnaso, encambio, estaba bien defendida. Sehallaba situada al fondo de una bahía yrodeada, por tres de sus lados, depoderosas murallas que habían sidoelevadas antaño por el rey Mausolo —elcuarto lado estaba bordeado por el mar—. La ciudad poseía además tresfortalezas consideradas inexpugnables:una, la fortaleza de la Salmakis, a laentrada de la península que formaba labahía, por el lado de occidente; otrasobre su acrópolis, al norte de la ciudad,y la tercera el palacio real, construido

sobre un islote que controlaba la entradade la bahía.

En Halicarnaso se habían encerradoel sátrapa de Caria, Orontóbates, yMemnón, el vencido del Gránico, quepretendían salvar la última posiciónclave del Gran Rey en Asia Menor. Casitodas las fuerzas persas disponibles sehabían concentrado allí, así comonumerosos mercenarios, y las trirremesdel Gran Rey, cargadas de hombresarmados, fondeaban frente al puerto.

Hacia finales del mes de septiembre,Alejandro se puso en marcha haciaHalicarnaso. Al salir de Mileto viovenir hacia él a una anciana. Le dijo que

se llamaba Ada, que estaba emparentadacon la antigua familia real de Caria,donde sus antepasados habían ejercidoel poder, y que los persas le habíanarrebatado su reino, del que no habíaconservado más que una pequeña plazafuerte, la ciudad de Alinda: habiéndoseenterado de su fama, le suplicaba que laayudase: «No temas, mujer, yo tedevolveré tu reino», le dijo Alejandro.

Y continuó su camino. Tras haberocupado sin lucha las aldeas y lospueblos de pescadores que seencontraban entre Mileto y Halicarnaso,el rey llegó por fin a la vista de estaciudad en la que en otro tiempo reinara

el rey Mausolo. Asentó su campamento acinco estadios (un kilómetroaproximadamente) de la ciudad, enprevisión de un largo asedio.

Al día siguiente de su llegada lossitiados hicieron una salida, seguida deun ataque de los puestos avanzadosmacedonios: fueron rechazados sindificultad y enviados detrás de susmurallas. Unos días más tarde, el reycircunvaló la ciudad con su ejército paraexaminar las murallas, en busca de unpunto débil en las defensas deHalicarnaso. Pudo comprobar que sushabitantes habían cavado, al pie de lasmurallas de la ciudad, un foso de

protección de unos quince metros deancho y siete u ocho metros deprofundidad (las fuentes dicen: treintacodos de ancho y quince deprofundidad). En el curso de estereconocimiento también intentóapoderarse, aunque en vano, de unapequeña ciudad costera vecina, conobjeto de asentar en ella un puesto deapoyo con vistas al asedio que sedisponía a organizar.

En los días siguientes Alejandrohizo venir al cuerpo de ingenieros y asus artilleros, mandados por el ingenieroDiades, gran experto en balística y otrasmáquinas de guerra. Lo primero que hizo

fue rellenar el foso, que impedía lallegada de los arietes y de las torresempleadas en los asedios. Las gentes deHalicarnaso realizaron una salidanocturna para tratar de incendiar lastorres y las máquinas que ya estabancolocadas, pero a los guardiasmacedonios no les costó mucho ponerlosen fuga: el encuentro costó unos setentamuertos al enemigo, mientras que dellado macedonio hubo dieciséis muertosy trescientos heridos, porque lossoldados de Alejandro, sorprendidosdurante el sueño, no habían tenidotiempo de ponerse sus corazas paracombatir.

Unos días más tarde, dos infantesmacedonios achispados brindaban porsus hazañas pasadas y futuras.Enardecidos por el vino, se provocarone hicieron juramento —de borrachos—de ensartar a los defensores deHalicarnaso en la punta de sus lanzas,incluidos «esos cobardes persas». Secubren los dos con su escudo, blandensu pica y corren hacia las murallas de laciudad, desafiando a los sitiados con lavoz y el gesto. Los guardias —persas omercenarios— que se encontraban en lasmurallas, descienden para castigar a losfanfarrones, pero éstos abaten a todoslos que se les acercan y traspasan con su

lanza a los que huyen. Al ver esto, mássoldados macedonios acuden en rescatede sus camaradas, más guardiasdescienden de las murallas, y se produceun enfrentamiento general. En últimainstancia los hombres de Alejandro seimponen, los adversarios se repliegan alinterior de la ciudad, que a punto estuvode ser tomada a consecuencia de estegolpe de mano; una parte de las murallasde Halicarnaso quedó malparada. Lossitiados apenas tuvieron tiempo, durantela noche siguiente, de construir un murode ladrillos con forma de media lunapara sustituir las fortificacionesdestruidas.

Luego se produjeron variastentativas de asalto. Alejandro mandóacercar las máquinas de asedio, que lospersas incendiaron en parte, con laayuda de antorchas encendidas. Dos otres días más tarde atacó de nuevo, perolos asediados realizaron una salida enmasa y de nuevo prendieron fuego a lasmáquinas. Los griegos y los macedonioslos rechazaron, haciendo llover sobreellos andanadas de flechas lanzadasdesde lo alto de sus torres móviles ybombardeándolos con grandes piedraslanzadas por sus balistas. Las tropas deAlejandro perdieron cuarenta de lossuyos, mataron un millar de persas y

mercenarios, pero Halicarnaso seguíaresistiendo. Al cabo de una semana deasaltos fallidos por parte de los griegos,de salidas que terminaban en carniceríapara los asediados, Halicarnaso estaba apunto de caer. Sin embargo, Alejandroordenó a su ejército replegarse: noquería tomar la ciudad al asalto, porquesabía por experiencia que esosignificaba el pillaje y la destrucción detoda la villa así tomada, y todavíaconservaba en la memoria el recuerdode su error tebano, que se había juradono volver a cometer nunca. Habíadecidido esperar una propuesta amistosade rendición de parte de los sitiados.

Pero no contaba con el orgullo delos jefes persas, el sátrapa Orontóbatesy el general Memnón. Los dos hombrescelebraron consejo y, considerandodesesperada la situación, prefirieronincendiar la ciudad antes que dejarla enmanos de los macedonios. Y así, enplena noche, a principios del mes denoviembre se vieron elevarseimponentes llamas por encima de lasmurallas de Halicarnaso, donde tambiénardían las casas civiles que se hallabancerca de los muros. Los persas se habíanrefugiado, unos en la isla del palacioreal, otros en la acrópolis o en elpromontorio de la Salmácide,

abandonando a los habitantes —en sumayor parte griegos— a su tristedestino.

Mercenarios griegos que se habíandesolidarizado de los persas y habíandesertado durante la operación corrieronhasta el campo de Alejandro paraavisarlo. En plena noche, el rey salta alpunto sobre Bucéfalo, galopa haciaHalicarnaso y cuando divisa las llamasque se elevan de la ciudad incendiada,da media vuelta, toma consigo unregimiento de macedonios, entra conellos en la ciudad cuyas puertas hanardido, ordena matar a los incendiariosque todavía estén entregados a su tarea y

deja salvos a los habitantessorprendidos en sus casas.

Cuando amaneció, divisó al ejércitopersa, o al menos lo que de él quedaba,instalado en la acrópolis y la isla real.Decidió no perder el tiempo sitiando lasciudadelas en que se habían refugiadosus enemigos, que ahora, convertido enamo de la ciudad, no eran de ningunautilidad para él, e hizo enterrar a lossoldados muertos durante la noche.Luego ordenó a sus ingenieros arrasar unbarrio de Halicarnaso que había tomadopartido contra los griegos y nombró a laprincesa Ada, aquella mujer que habíaencontrado al abandonar Mileto, sátrapa

de toda Caria. La vieja princesa,emocionada, dio las gracias aAlejandro, le entregó su plaza fuerte deAlinda e hizo de él su hijo adoptivo. Elrey aceptó tal honor y le confió laresponsabilidad de Alinda. Luego sepreocupó por su ejército.

Había entre los soldadosmacedonios numerosos jóvenes que sehabían casado justo antes de abandonarAnfípolis. Alejandro les ofreció unpermiso para pasar el invierno del 334-333 a.C. en Macedonia y reunirse consus esposas; partieron comodestacamento, mandados por uno de losmiembros de su guardia real, llamado

Ptolomeo —nombre muy difundido enPela—, hijo de Seleuco, uno de suslugartenientes más allegados, y por dosgenerales, los tres también reciéncasados. Es probable que estagenerosidad de Alejandro, que legranjeó gran popularidad, tuviese unasegunda intención: los soldados depermiso difundirían la noticia de susvictorias por las provincias deMacedonia; y se había encargado a losgenerales aprovechar la ocasión delviaje para reclutar el mayor númeroposible de infantes y jinetes, a fin deaumentar sus efectivos. Alejandro eratan hábil difundiendo su propia

propaganda como haciendo la guerra.Estamos a finales del otoño del año

334 a.C. Los soldados de permiso sehabían marchado, Caria estaba sometiday Alejandro reflexionaba sobre el pasosiguiente de su gran guerra. Desde queestaba en campaña, no había visto pasarlos días ni las semanas. Únicamente elgeneral Eumenes, que dirigía no sólo elregimiento de los Compañeros, sinotambién los servicios administrativos desu ejército, siendo asimismo susecretario después de haber sido el deFilipo II, le recordaba a veces el día ymes en que estaban, cuando por la nocheredactaba concienzudamente en su tienda

el diario de marcha —las Efemérides—de Alejandro y del ejército macedonio.Cuatro o cinco meses antes, el rey deMacedonia había celebrado su vigésimosegundo aniversario, entre doscombates. Pero era incapaz dedescansar.

Alejandro se había dirigido a Asiacon el fin de liberar las ciudades griegasde la opresión del Gran Rey, pero sinduda se daba cuenta, a medida que caíanen sus manos, que los helenos que vivíanen ellas no siempre lo recibían como aun salvador. Cada día descubría que elyugo del Gran Rey era muy ligero, quelos griegos de Lidia, de Jonia y de Caria

lo soportaban alegremente y que el idealpanhelénico que su padre había blandidocomo bandera —que los oradores deAtenas y otras partes invocaban contanta frecuencia— y del que él mismo seconsideraba paladín no era lapreocupación dominante de las gentes deSardes, Mileto, Halicarnaso y de todaslas ciudades que había atravesado. Estoshelenos de Asia vivían muy bien estandosometidos a un soberano lejano y con lapaz instaurada por los Aqueménidas.

En otros términos podemospreguntarnos si, en vísperas del inviernode 334-333 a.C. que se anunciaba, elsueño de una gran cruzada panhelénica

contra aquellos persas que consideraban«bárbaros» en Atenas o en Pela, estabaa punto de difuminarse en provecho deotro sueño, más terrible. Poco a pocoAlejandro iba embriagándose con susvictorias, abandonaba su papel deliberador por el de conquistador ytomaba conciencia de un hecho: cuantomás avanzaba, más lejos quería ir. Poreso, en el mes de noviembre del año 334a.C, confía la mitad de su ejército aParmenión, al que envía a Sardes, atierras de los lidios, con la orden demarchar hacia el noreste y adentrarse enel vasto territorio continental de la GranFrigia, el corazón montañoso de la

actual Anatolia (por la ruta que ennuestros días va de Izmir a Ankara). Aprincipios del invierno, él mismo partecon el resto de sus tropas a lo largo dela costa meridional de Asia Menor haciaLicia, no para «liberar» a los griegos,sino para impedir a la flota persa ir aesa región en busca de avituallamiento.

Nada detiene ya al jovenconquistador, ni las distancias arecorrer, ni los fríos del invierno queavanza. Las ciudades se abren a su pasounas tras otras, y cuando no se entreganlas toma al asalto. Entre Halicarnaso yPatara, recibe la alianza de más detreinta ciudades, luego asienta sus

cuarteles de invierno en una ciudad deLicia, a orillas del mar, la bonita ciudadde Fasélida, no lejos de la modernaAntalia, al pie de las altas montañas quedominan el mar.

Ese año, el invierno era suave, comosuele serlo a orillas del Mediterráneoturco, y Alejandro concedió a sushombres y a él mismo unos días dedescanso. Hizo incluso una fiesta, sihemos de creer una anécdota referidapor Plutarco. Fasélida era la patria deun famoso poeta y orador griego,llamado Teodecto, que había enseñadoen la escuela de Aristóteles, en Estagira,donde el mismo Alejandro había

estudiado cuando era adolescente, y lamunicipalidad de la ciudad le habíaerigido una estatua (en una playa,asegura Plutarco, en la plaza delmercado dicen otras fuentes). Unanoche, después de un banquete bienrociado de vino, a Alejandro se leocurrió que habría que rendir unhomenaje a Teodecto, por lo quearrastró a sus comensales hasta la playay emprendió con ellos una rondadescabellada alrededor de la estatua,después de haberla coronado con unaguirnalda de flores.

La estancia de Alejandro enFasélida fue turbada por un despacho

que le dirigió Parmenión en que leinformaba de haber descubierto que setramaba un complot contra su vida,fomentado por un príncipe de la tribu delos lincéstidas que llevaba el mismonombre que él: Alejandro, hijo deAéropo, uno de los Compañeros deMacedonia. Este hombre, cuyoshermanos habían participado en elasesinato de Filipo en 336 a.C. y quehabían sido ejecutados por ese crimen,había figurado entre los primeros que losaludaron con el título de rey, y él lehabía recompensado nombrándolecomandante del escuadrón de caballeríatesalia, en el ejército de Parmenión. Éste

acababa de descubrir que el príncipeAlejandro estaba en relación con elGran Rey: sus espías habíaninterceptado una carta de Darío dirigidaal príncipe, ofreciéndole una importantesuma de dinero y la corona deMacedonia si consentía en organizar elasesinato del rey Alejandro.

A decir verdad, el rey ya estaba alcorriente de ese complot: unos díasantes había recibido una carta de sumadre Olimpia en la que le advertía delmismo peligro, pero había pensado queese aviso era fruto de las obsesionesmaternas, que veían en todas partesconspiraciones contra su hijo. Esta vez

no se trataba de temores de madre, sinode un asunto grave de alta traición, conpruebas; no obstante, a Alejandro lerepugnaba ordenar la ejecución pura ysimple del príncipe felón y envió aParmenión instrucciones para que lodetuviesen y lo mantuvieran en prisiónen espera de un proceso regular ypúblico. Esta mansedumbre para casossemejantes no era habitual en el rey, ytenemos derecho a preguntarnos cuáleseran los motivos: ¿personales (unaamistad de juventud o una amistadhomosexual)?; ¿políticos (no perturbarel círculo cerrado de los Compañerosde Macedonia)?; ¿estratégicos (no hacer

estallar, mediante una represióndemasiado inmediata, una revueltanobiliaria, que haría el juego a Darío)?En nuestras fuentes no encontramos nadaque nos permita decidir.

Una cosa parece segura (segúnArriano): antes de enviar susinstrucciones a Parmenión, Alejandroconvocó a los Compañeros. Éstosopinaron que había sido un error porparte del rey confiar la élite de lacaballería a un hombre de pasadosospechoso y que había queneutralizarlo lo más rápidamenteposible, antes de que arrastrase a susjinetes tesalios en su revuelta. La

decisión de posponer el proceso fuedebatida con sensatez; tuvo lugar, endebida forma, cuatro años más tarde,muy lejos de Macedonia, en Afganistán:el príncipe Alejandro fue juzgado segúnlas reglas, condenado a muerte yejecutado.

Recordemos una vez más, para lahistoria pequeña, la siguiente anécdota.En la época en que ponía sitio aHalicarnaso, Alejandro solía tomarseunos minutos de descanso en la mitad dela jornada y hacía una siesta reparadora.Mientras dormía, una golondrina vino arevolotear alrededor de su cabeza, conun chirrido más agudo y ruidoso que de

costumbre; el rey, cuyo sueño eraprofundo, no se despertaba, pero hacíamaquinalmente gestos para echar alpájaro que, lejos de huir, se posó en lafrente misma del durmiente y no se fuehasta que Alejandro se hubo despertadodel todo. Éste vio en el comportamientodel pájaro un signo del destino einterrogó al inevitable Aristandro sobreél; el adivino le respondió quepresagiaba una conspiración urdida poruno de sus amigos, pero que laconspiración sería desenmascarada.Tras lo cual Alejandro envió aParmenión las instrucciones que yaconocemos sobre Alejandro, hijo de

Aéropo.El medio que empleó para

hacérselas llegar también merece serdestacado. Le envió a uno de sus másallegados, llamado Anfótero,acompañado por algunos indígenas dePerga (pequeña ciudad de Panfilia)como guías y vestido como ellos, parano ser reconocido en el viaje; pero no leentregó ninguna carta, porque temía —nos dice Arriano— escribir a las clarassobre ese tema, es decir, una posibleinterceptación: transmitió de viva voz sumensaje a Parmenión. Y así fue comoAlejandro el lincéstida fue arrestado.

Alejandro dedicó el invierno de

334-333 a.C. a la sumisión de lassatrapías persas que unían las orillasmeridionales de Asia Menor al este deCaria, es decir, de Licia, Panfilia yPisidia, que constituían su prolongacióncontinental, de las que debía ocuparseParmenión. Alejandro no habíaencontrado ninguna oposición en Licia, ypartió de Fasélida en la segunda mitaddel mes de enero del año 334 a.C; sehabía fijado como primera etapa laciudad de Perga, en Panfilia, famosa porsu templo dedicado a Artemisa,protectora de la ciudad.

Panfilia se reduce a una llanuraestrecha pero muy rica, incrustada entre

el mar Mediterráneo y las montañas dela cadena del Tauro, que separanTurquía central del Mediterráneo. Dosrutas llevaban de Fasélida a Perga: una,sinuosa y difícil, franqueaba el altomacizo del Climax («la Escala»); laotra, que bordeaba el mar, era más cortapero muy peligrosa, porque estababordeada por un muro casi continuo deacantilados, contra el que iban adesplomarse enormes trozos de marcuando el viento soplaba del este o delsur, de suerte que sólo podía tomarsecon viento del norte, e incluso en estecaso a lo largo de la ruta habíaensenadas y pequeñas bahías que

estaban sumergidas. Alejandro decidióhacer pasar la mitad de su ejército porel Climax y la otra mitad por lapeligrosa orilla del mar: como si fueraun milagro, el viento del sur había caídobruscamente y le había sucedido unviento del norte, seco y frío. Sussoldados, supersticiosos como todos losmacedonios, achacaron este cambio enla dirección del viento a la buenaestrella de su jefe, que, como resultabaevidente, era capaz de imponerse a losmismos elementos.

De este modo, a finales del mes deenero o a principios del mes de febrerodel año 333 a.C. Alejandro llegó sin

obstáculos a Perga, precedido de lareputación de un rey ante el que sehabían inclinado las olas del mar. Laciudad se sometió sin lucha, y cuandosalió de ella, encontró a losplenipotenciarios de la ciudad vecina deAspendo, que acudían a prometerle quele abrirían las puertas de su ciudad acondición de que no impusiese a loshabitantes la humillación de unaguarnición permanente; ofrecían acambio una contribución de 50 talentosde oro y caballos. El rey aceptó supropuesta y dejó un destacamento,acantonado a cierta distancia de lasmurallas de Aspendo, para vigilar la

comarca. La tercera gran ciudad deLicia era Side: tuvo menos suerte y hubode aceptar una guarnición, so pretexto deque sus habitantes no hablaban el griegode sus antepasados y hacían uso de unalengua bárbara a fin de cuentasdesconocida.

Alejandro marchó luego contra laúnica fortaleza verdadera de la región,que se llamaba Silio. Albergaba unaguarnición de mercenarios extranjeros yde persas. Habría podido tomarla en unsolo asalto, pero, cuando se dirigíahacia ella, se le unió un grupo dehombres que había dejado en lascercanías de Aspendo: le informaron de

que los magistrados de esa ciudad nohabían pagado los tributos prometidos,ni el dinero ni los caballos, y que habíancerrado las puertas de la ciudad a susenviados. Alejandro hizo altoinmediatamente y llevó su ejércitodelante de Aspendo: sus habitantes, queen su mayoría vivían en pequeñas casasdiseminadas por la llanura, las habíanabandonado para refugiarse en laciudadela de la ciudad, construida sobreuna altura escarpada.

Cuando vieron que el ejércitomacedonio volvía sobre sus pasos, seprodujo un momento de pánicoalrededor de Aspendo, luego los

delegados de la ciudad salieron alencuentro de Alejandro. Éste habríapodido sitiar la ciudadela y asaltarla,pero la plaza estaba bien defendida yera susceptible de resistir muchotiempo: prefirió imponer a losciudadanos de Aspendo un nuevoacuerdo, más severo que el primero,doblando el tributo que les había pedidoantes (100 talentos en lugar de 50), y sellevó rehenes como garantía. Una vezsometida Panfilia, Alejandro devolviósu ejército a Perga, y hacia mediados defebrero, se puso en camino hacia elnorte, a fin de unirse con Parmenión.Éste debía esperarle en la Gran Frigia,

en concreto en Gordio, en el ríoSangario, por donde pasaba la famosavía real de 2.700 kilómetros construidaciento sesenta años antes por Darío I elGrande, uniendo Sardes, capital deLidia, con Susa, capital de lossoberanos persas.

Desde que había franqueado elHelesponto, Alejandro sólo habíaconocido de Asia Menor su fachadamediterránea, donde se sucedían, comolas perlas de un collar, las ciudadescosteras o cercanas a la costa: Ilion,Éfeso, Mileto, Halicarnaso, Fasélida,Perga, Side, de la misma manera en quese siguen en nuestra costa del Var o en

nuestra costa Azul, Hyéres, LeLavandou, Saint-Tropez, Sainte-Maxime, Saint-Raphaél, Cannes,Antibes, Niza, Mónaco y Mentón.Aquellas ciudades eran griegas en sutotalidad, aunque tuviesen un marcadocarácter oriental y no se pareciesen aAtenas ni a Pela. Ahora iba a adentrarsepor un territorio desconocido, que susexploradores tra-cios le habían descritocomo especialmente salvaje y lleno deemboscadas.

Su itinerario cruzaba primero unaregión de altas montañas esmaltadas delagos, Pisidia, en cuyos valles vivíanpoblaciones bárbaras y belicosas, de

lenguas desconocidas, que pasaban lamayor parte de su tiempo luchando entresí y cuyas ciudades no eran más quealdeas groseramente fortificadas. Segúnsus informadores, había que realizar unadecena de días de marcha por senderosde montaña para atravesar Pisidia, yquince días por lo menos para alcanzarel río Sangario, que marcaba el límiteseptentrional de la Gran Frigia. Cercade este río, en la ciudad de Gordio, leesperaban Parmenión y su ejército. Lacapital de la satrapía, Celenas, seencontraba poco más o menos a mediocamino entre Perga y Gordio.

El viaje no se anunciaba muy alegre.

Alejandro había decidido renunciar asometer las tribus de Pisidia una trasotra, valle por valle. Pensaba que seríatiempo y energía perdidos; más valíacombatirlos únicamente si intentabancortar la ruta al ejército macedonio ydejar la tarea de pacificar la región a losfuturos gobernadores que nombraríapara Pisidia. En la Gran Frigia el reyesperaba negociar la rendición de lasplazas con el sátrapa persa… ¡si es queno había huido al anuncio de su llegada!

Tenemos pues al ejército deAlejandro en ruta hacia Gordio. Deja larisueña llanura de Panfilia y luego,torciendo hacia el oeste, se adentra en

las montañas poco hospitalarias dePisidia. El camino es ascendente ypedregoso, el suelo está cubierto de unaespesa capa de nieve helada; loscaballos y los hombres resbalancontinuamente y todos tiritan de frío.Durante dos días el ejército macedonioavanza sin encontrar alma viviente.Luego el paisaje se ensombrece. La rutasube en zigzag por el fondo de unbarranco, entre dos montañas, hasta elpuerto; al otro lado se alza la ciudadelade Termeso, que controla un desfiladerocuyas dos laderas están pobladas debárbaros armados: los hombres aptospara la lucha de la ciudad están allí,

feroces y dispuestos al combate. Parapasar, será preciso matarlos a todos.

Alejandro utiliza entonces unaestratagema. Hace seña a sus tropas dedetenerse y les da la orden deprepararse a vivaquear en el sitio: deeste modo, piensa Alejandro, lostermesios, al ver a los macedoniosdescansar, creerán que van a pasar lanoche allí mismo y no hay peligroinminente, por lo que se contentarán conque unos cuantos centinelas vigilen eldesfiladero. El rey había acertado: lamultitud de bárbaros se retiró y sóloquedaron unos cuantos centinelasapostados en las alturas. Alejandro

ordenó de inmediato el ataque a susarqueros, lanzadores de jabalina ydestacamentos de infantería ligera: loscentinelas no pudieron aguantar bajo losdisparos y abandonaron el terreno. Elejército griego franqueó el desfile, pasóel puerto y acampó delante de laciudadela.

Al día siguiente le anunciaron lallegada de parlamentarios enviados porla ciudad de Selga. Los selgeos tambiéneran bárbaros, en guerra permanentecontra los termesios: dijeron queacudían a Alejandro para restablecer lasrelaciones de amistad con losmacedonios y concluyeron un tratado de

alianza contra su enemigo común, losbárbaros de Termeso. Los selgeoscumplían la palabra dada: desde ese díaAlejandro tuvo en ellos unos amigosfieles, que nunca le traicionaron fuerancuales fuesen las circunstancias.

Una vez asegurada la retaguardia,Alejandro se dirigió hacia la terceragran ciudad de Pisidia: Sagaleso, queera de hecho una colina transformada enciudad. Cuando llegó al pie de la colina,comprobó que los sagalesos, a los quese habían unido algunos termesios, leaguardaban a pie firme. El rey no perdiótiempo: envió la falange macedonia, quepartió al asalto de la colina. Los

hombres de Sagaleso eran fuertes yvalientes, pero luchaban casi desnudoscontra unos macedonios con corazas ysuperiormente armados: cayeron heridospor todas partes. Murieron quinientos enel primer asalto y los otros huyeron agran velocidad, dado que estaban muyligeramente armados; los macedonios,debido a sus corazas, sus cascos y susarmas, además de su desconocimientode la topografía de la zona, no pudieronatraparlos.

Después de la toma de Sagaleso lasrestantes plazas fuertes de Pisidiacapitularon, en su mayoría sin lucha:Alejandro veía abrirse ante sí la ruta de

la Gran Frigia, el país de los frigios.Alejandro se había hecho contar la

historia de este pueblo del que se sentíaun poco el heredero. En efecto, losfrigios estaban emparentados con lostracios y los macedonios; se habíaninstalado en Asia Menor en el siglo XIIa.C, entre el mar Egeo y el mar Negro, yhabían creado un reino cuyo rey máscélebre —y sin duda legendario-habíasido el rey Midas, al que Dioniso habíadado el poder de transformar en orocuanto tocaba y Apolo unas orejas deburro. Este Midas también estaba unidoa la historia legendaria de la dinastía delos reyes de Macedonia: a él

pertenecían los jardines perfumadosdonde antaño se habían refugiadoPerdicas I y sus hermanos. En el siglo VIa.C. el reino frigio había sido invadidopor jinetes nómadas procedentes de lasestepas de Asia, los cimerios; luego sehabía vuelto vasallo de los lidios y mástarde de los persas.

Después de acabar con los pisidios,Alejandro tardó cuatro días en llegar aCelenas, una ciudadela encaramada enunas escarpadas alturas. El sátrapa quesolía residir en ella había huido y sóloquedaba una guarnición compuesta porun millar de carios y un centenar demercenarios griegos para defenderla.

Esta guarnición envió una diputación alrey para hacerle saber que, si las ayudasque les habían prometido lasautoridades persas no llegaban en lafecha concertada, le entregarían lafortaleza. Alejandro consintió en dejarpasar ese tiempo: organizar el asedio deuna ciudadela tan inaccesible habríarequerido varias semanas y le habríacostado pérdidas humanas muyconsiderables. Esperó diez días y, comolas ayudas esperadas por la guarniciónno llegaban, dejó detrás de sí undestacamento de mil quinientoshombres, nombró a su hermanastroAntígono sátrapa de Frigia y marchó con

el resto de su ejército hacia Gordio,donde hizo su entrada en los últimosdías de abril de 333 a.C.

Gordio, antigua capital de los reyesde Frigia, pasaba por haber sidofundada en los tiempos míticos por elrey legendario Gordio, un mortal quehabía sido amado por Cibeles, diosa dela naturaleza y la fecundidad, a la quetambién llamaban la Gran Madre. Deestos amores había nacido el rey Midas(Mita en frigio), alumno de Orfeo yprotector del culto de Dioniso, con elque Alejandro creía —tal vezconfusamente— tener algunos lazos: nopor los jardines perfumados que habían

servido de refugio a Perdicas, primerrey de Macedonia, sino porque sumadre, Olimpia, había sido en sujuventud sacerdotisa de Dioniso yentonces solía participar en lasceremonias orgiásticas en honor de esedios: como hemos visto durante esosfrenesíes en Samotracia, había conocidoa su padre.

También dice la leyenda que en elpasado se había difundido por Frigiauna profecía que anunciaba la llegada deun rey de los frigios, montado sobre uncarro de campesino, que liberaría a supueblo y que así había hecho Gordio suaparición en Frigia. Aquel carro se

conservaba en el templo consagrado aZeus, elevado sobre la acrópolis de laciudad de Gordio: su timón estaba unidoal yugo por una clavija de madera atadapor un nudo de cuerda de cáñamo, queparecía imposible de desatar. El oráculode Zeus había predicho que el hombreque supiese deshacer ese nudo seconvertiría en el amo de Asia.Alejandro conocía, como todos losgriegos y los macedonios, esa profecía:por lo tanto, no fue casualidad queescogiese Gordio como lugar de partida,con su gran ejército al fin reunido, paraconquistar aquel vasto continente, cuyoslímites ignoraba.

Alejandro fue el primero en llegar ala cita de Gordio. Recibió allí a lossoldados que habían ido de permiso aMacedonia, de donde éstos habíanpartido el mes de noviembre anterior:nos dice Arriano que había allí tres milinfantes macedonios, trescientos jinetesmacedonios, doscientos jinetes tesaliosy cincuenta eléatas. Parmenión, quehabía partido en la misma época desdeSardes con la mitad del ejércitogrecomacedonio, fue el último en llegar.En los primeros días del mes de mayo elgran ejército de Alejandro estabareunido al completo.

La presencia persa en Asia Menor

había sido aniquilada apenas en un año yla región fue reorganizada según lasdisposiciones de Alejandro, que habíaroto las tradiciones militares helénicasde antaño, las de las expedicionespunitivas contra tal o cual ciudad. Sinduda su objetivo era establecer un vastoEstado griego en Asia, no sólo tomandolas ciudades, sino ocupando provinciasenteras, creando en ellas un sistemaadministrativo y fiscal centralizado,unido a Pela como antes había estadounido a Susa. No obstante, no secontenta con sustituir los sátrapas persaspor sátrapas griegos o indígenas: lesquita sus poderes de reyezuelos y los

transforma en funcionariosadministrativos de un nuevo imperiocuyo soberano de hecho es él.

Así se crea, a medida que avanzansus conquistas, un verdadero Estadoasiático, cuya unidad geopolítica debase sigue siendo la satrapía, pero en laque el sátrapa no tiene otra tarea quegestionar, por cuenta del nuevosoberano, los impuestos de bienesraíces, las tasas sobre las cosechas y losrebaños, las tasas aduaneras en lospuertos, los ingresos procedentes de laexplotación de los recursos mineros (lasminas de Asia se convierten enpropiedad del Estado, lo mismo que las

minas de oro de Macedonia), y laspatentes comerciales.

A cambio, la unidad democrática esla ciudad concebida a la manera griega,es decir, como una comunidad local quese extiende fuera de sus murallas (comoAtenas y el Ática, por ejemplo), cosaque por lo demás ya existía en AsiaMenor; pero a diferencia de lo queocurría en el Imperio persa, estascomunidades se administran por símismas, al modo democrático, y tienensus propias leyes y sus propiascostumbres; no han de obedecer laarbitrariedad de un lejano monarca o unsátrapa que lo representa; y también son

libres de federarse, de formar ligasanálogas a la gran Liga de Corinto porejemplo. La prueba más notable de estaautonomía recuperada fue el derechoreconocido a todas estas ciudades-estado de acuñar monedas, monedas queno tienen la efigie del rey, pero que lamayoría de las veces llevan las armasde la ciudad.

El Asia Menor así conquistada separecía ahora al Estado pluralistagrecomacedonio: fue ese estado lo quedescubrieron, algo más de dos siglosdespués, los Sila, los Pompeyo y losCésar.

VII - El paladín de losnuevos tiempos

(1er año de guerra en Asia:abril de 333-noviembre de

333 a.C.)

Memnón comandante en jefe de los ejércitospersas; su muerte (abril de 333). —Darío IIICodomano (mayo-junio de 333). —Alejandrozanja el nudo gordiano (mediados de mayo de333). —Sumisión de la Gran Frigia (junio de333) y Capadocia (junio-julio de 333). —Marcha hacia la Cilicia (julio-septiembre de333). —Baño en el Cidno y enfermedad de

Alejandro (septiembre de 333). —Sumisión dela Cilicia: Tarso (septiembre de 333). Solos(septiembre-octubre de 333). —Llegada deDarío a Socos (mediados de octubre de 333).—Cambio de Alejandro y de Darío alrededorde lsos (segunda quincena de octubre de 333).—Llegada de Darío a Isos y matanza de losheridos macedonios (finales de octubre de333). —Preparativos de la batalla de Isos(principios de noviembre de 333). —Maniobrade Alejandro, que regresa de Miriandro haciaIsos (10 de noviembre de 333). —Discurso deAlejandro a sus generales (11 de noviembre de333 por la mañana). —Partida de Alejandro yde su ejército hacia Isos (noche del 11 denoviembre de 333). —En Iso: la disposición delas tropas (mañana del 12 de noviembre de333). —Batalla y fuga de Darío (12 denoviembre de 333). —Captura de la madre y lamujer de Darío: la clemencia de Alejandro y su

genio político (12 de noviembre de 333 por lanoche).

En la corte de Susa nadiecomprendía nada, ni el gran rey Darío,tercero de su nombre, ni sus ministros,ni sus generales, ni sus favoritos. Unjoven loco de veintidós años, que nuncahabía hecho la guerra, habíadesembarcado en la tierra imperial en laprimavera del año 334 a.C. y, apenas unmes más tarde, había infligido un severocorrectivo a Memnón de Rodas, aquelcondotiero heleno al servicio de Persiaque, el año anterior, había obtenido enAsia Menor victoria tras victoria sobreel ejército grecomacedonio que

mandaba Parmenión, entonceslugarteniente de Filipo. Sin embargo,desde que se había asociado aAlejandro, con el mismo ejército,Parmenión estaba continuamente en elcampo del vencedor. ¿Qué significabaaquello? ¿Por qué el ejército enemigo,con los mismos efectivos, los mismosmedios y el mismo general, empezaba aganar todas sus batallas en Asia Menorcuando el año anterior no había ganadouna sola? ¿Qué les pasaba a aquellosoccidentales?

Un heleno que se hubiese encontradoen la situación de Darío habría invocadoel destino, la mala interpretación de los

presagios o la cólera de uno de losmúltiples dioses del Olimpo paraexplicar semejante acumulación dedesastres. Un semita, tanto lospicapleitos como los babilonios, habríahecho lo mismo o habría invocadoalguna brujería, y los judíos, queadoraban a un solo Dios, habríanremitido aquellas desgracias a lamaldición de su pueblo por el Eterno.Pero el soberano persa, nadasupersticioso, y cuya religión eraesencialmente naturalista y no implicabala consideración de los fines últimos niel de la salvación de un pueblo, cuyocatecismo moral se resumía en la

simplista fórmula de Darío I, «sabermontar a caballo, disparar el arco ysaber decir la verdad», no teníaexplicación que dar a las derrotas delejército persa. Se imponían como unhecho: de la misma forma que hayhombres más veloces que otros, hayunos que hacen la guerra mejor queotros, y Alejandro era uno de éstos.

Por esa razón, aunque la noticia dela derrota del Gránico había sidoacogida en Susa con cólera, no habíahecho temblar a nadie. Ganaremos lapróxima gran batalla, pensaban en lacorte; bastará con enviar contraAlejandro dos veces, tres veces más

guerreros.La gente de Susa, empezando por el

propio Darío III, no habría comprendidoque Alejandro, al que se consideraba tanardiente e intrépido en los campos debatalla, fuese tan prudente y avisado ensus designios. De hecho, lo que volvíaal macedonio temible no era suintrepidez, tampoco su genio táctico oestratégico, sino su motivación primera:no hacía la guerra para apoderarse deuna ciudad y sus tesoros, o para resolverun litigio de honor o para vengarse, lahacía para liberar pueblos, para crear unmundo nuevo en que los milesios, losefesios, los sardios, los halicarnasios se

gobernasen a sí mismos, con sus propiasleyes, sus propios impuestos, suspropias costumbres. A ojos de estospueblos, Alejandro era el «campeón delos nuevos tiempos», como escribeDroysen, mientras que para el Gran Reyy los sátrapas no era más que un jovenguerrero, algo aventurero, incluso unjefe de banda con suerte, que terminaríamordiendo el polvo un día u otro: lospersas no habían comprendido que, paralos griegos de Asia, Alejandro era no unCimón o un Milcíades, sino una especiede Robín de los Bosques. Así pareció almenos durante su campaña del año 333a.C. en Cilicia, que estuvo marcada por

su victoria sobre Darío III Codomano enIso, el 12 de noviembre.

1. El nudo gordianoEn la corte de Susa, Memnón se

había confesado no culpable y habíarepetido, delante de Darío y susministros, el razonamiento que habíahecho a los generales persas antes de labatalla del Gránico. Bastaba reflexionarcinco minutos, dijo, para comprenderque un ejército de invasión, sobre todocuando es numeroso, debe vivir en elpaís que invade y, si quiere estar unoseguro de derrotarle, hay que huir

delante de él y aplicar la estrategia detierra quemada para privarle derecursos; era además lo que habíarecomendado. Pero por un lado, losgenerales persas no escuchaban susrecomendaciones, ya que le odiaban porser heleno (Memnón era oriundo deRodas, y le hablaban «el rodio» concondescendencia), y por otro lado, cadauno de ellos veía el triunfo a su alcance.Memnón seguía creyendo —sin dudaacertadamente— que, si hubiese sido elúnico en mandar en el Gránico, nohabría habido derrota porque no habríahabido batalla, y el gran ejércitomacedonio tal vez hubiese pasado el río,

pero habría muerto de hambre yagotamiento antes de llegar a Mileto.

Ahora que el Gran Rey le habíanombrado por fin comandante supremo yúnico de las fuerzas armadas, por mar ytierra, Memnón había ideado el proyectode aislar a Alejandro de la Greciacontinental, de encerrarlo en suconquista y convertirlo así, en ciertaforma, en prisionero de Asia. Disponíapara ello de una importante flota, quecontaba con los navíos persas y,además, con los barcos procedentes deFenicia, Chipre, Rodas y de todas lasEspóradas; una parte de aquellos navíosestaban todavía delante de la rada de

Halicarnaso, y los otros en Rodas. Porsi fuera poco, los gobernadores deQuíos y Lesbos sólo esperaban unaseñal para romper su alianza conMacedonia, a la que les había obligadoAlejandro, y aún existía un partidoantimacedonio en Atenas, que noesperaba menos para manifestarse.

Lo primero que había que hacer eracortar las comunicaciones de Alejandrocon sus bases macedonias. A mediadosde primavera, Memnón da la orden a suflota de abandonar su fondeadero yponer rumbo a la isla de Quíos, de laque se apodera con la ayuda de losoligarcas caídos que habían gobernado

antes de la llegada de Alejandro y en laque restaura el régimen oligárquico enprovecho del viejo tirano Apolónides.Luego pone rumbo hacia Lesbos, dondeun colono griego de origen ateniense,Cares, había desembarcado con undestacamento de mercenarios, a fin deexpulsar al tirano Aristónico y asentarallí la democracia: era el mismo Caresque había acogido a Alejandro cuandoéste había llegado al cabo Sigeodespués de cruzar el Helesponto.Memnón mandó decirle que no seproponía llevar la guerra a Lesbos, sino«salvar a su amigo Aristónico»; dehecho, se ganó todas las ciudades de

Lesbos salvo la capital, Mitilene, quequiso permanecer fiel a Alejandro, y queasedió.

Pero de pronto Memnón cayóenfermo y murió. El bloqueo de Mitilenecontinuó dirigido por Farnábazo,sobrino de Darío, a quien el generalpersa había transmitido el mando antesde morir. Por último, Cares renegó de sualianza con los macedonios y concluyóun acuerdo: la isla conservaría surégimen democrático, pero acogería unaguarnición persa. Fue grande laimportancia de la pequeña y triunfanteexpedición marítima de Memnón: supresencia en las islas de Quíos y Lesbos

daba a los persas la posibilidad decerrar el Asia Menor y prohibir aAlejandro tanto salir de ella por marcomo recibir refuerzos de Macedonia oGrecia.

No dejaba de ser menos cierto quela muerte de Memnón libraba aAlejandro de su enemigo más peligrosoy, cuando la noticia llegó a Susa, un mesmás tarde, el consejo de guerra queconvocó Darío resultó más bientormentoso. Según nuestras fuentes,podemos imaginar su tenor: «¿Por quiénsustituir a Memnón en Occidente para noperder Asia Menor?», preguntó sin dudaDarío a sus ministros, y los señores

persas, que cultivaban una moral decaballería y fidelidad al soberano, leaconsejaron que tomase él mismo elmando de su ejército:

—Ante las miradas del Rey deReyes —dijeron— nuestros soldados ynuestros marinos se superarán y bastaráuna sola gran batalla para logrardefinitivamente que el macedonio quedeen situación de imposibilidad paraperjudicar al imperio de los persas.

En cambio, los tránsfugas griegosque vivían en la corte de Darío nocompartían esa opinión. Uno de ellos,Caridemo, un condotiero ateniense quehabía preferido exiliarse a Susa antes

que someterse a Alejandro, era másrealista:

—Con Alejandro hay que obrar conprudencia, y no arriesgarlo todo alresultado de una sola batalla, en la queel Gran Rey correría el riesgo deperecer —explicó—. No sacrifiquéistoda Asia por Asia Menor, que no esmás que su umbral. El ejército deAlejandro cuenta, como máximo, contreinta mil o cuarenta mil hombres, bienentrenados, bien mandados: dadme cienmil hombres, que no es mucho paraPersia, y yo me comprometo aaplastarlo. Posponed el sueño de unagran batalla ante los ojos del Rey de

Reyes, cuya corona no debe jugarse enun golpe de dados.

Los señores persas se rebelaronviolentamente contra este discurso: loque proponía el ateniense Caridemo eraun insulto a su valor y no se acomodabaa la tradición caballeresca de losguerreros persas. Suplicaron a Daríoque no pusiese el destino del Imperiopersa en manos de un extranjero que yahabía traicionado a su patria natural,según subrayaron, y bien podríatraicionar a su patria de adopción.

—Os engañáis —les gritó Caridemo—, vuestra presunción os ciega; noconocéis vuestra impotencia, ni la

potencia de los griegos: no sois más queunos orgullosos y unos cobardes.

A pesar de la gravedad de lasituación, Darío no podía permitir quesus príncipes y vasallos fuesen tratadosde cobardes por un aventurero griegofuera de la ley. Avanzó hacia Caridemoy rozó con un gesto hierático el cinturónde su túnica. Este gesto equivalía a unacondena a muerte. Entre los persas, elcinturón era el símbolo del vínculo queune al vasallo con su soberano: alrozarlo, el Gran Rey hacía saber que esevínculo estaba roto. Al punto losguardias cogieron al griego y Daríoordenó que fuese ejecutado de

inmediato, mientras el condenadoCaridemo le gritaba, debatiéndose:

—Gran Rey, pronto te arrepentirásde tu gesto y recibirás el castigo delsuplicio injusto que tu orgullo meinflige, cuando asistas con tus propiosojos a la ruina de tu imperio: mivengador no está lejos.

Caridemo fue ejecutado pero, unavez aplacada su cólera, al Gran Rey nole costó mucho comprender que habíacometido un error gravísimo. Diodorode Sicilia y Quinto Curcio nos refierenque se veía hostigado incluso en sueñospor el temor a los macedonios, y que enúltima instancia Darío III Codomano se

encontró forzado a bajarse de supedestal de descendiente de Vistaspa(nombre persa del padre de Darío I,Histaspes, que, según la tradición,habría sido protector de Zoroastro[Zaratustra], el profeta de la religiónoficial de los persas) a fin de tomar enpersona el mando de sus ejércitos ycombatir para salvar el Imperio.

Decidieron que reunirían el mayornúmero de mercenarios posible (esdecir, de súbditos no persas del GranRey, el equivalente de las antiguastropas coloniales francesas obritánicas), reclutados entre lastripulaciones de la flota persa —

reducida a inactividad desde queAlejandro había licenciado a la suya—,y que los concentrarían en Trípoli, en lacosta fenicia (en el actual Líbano, cercade Beirut). Darío también hizo venirtropas de sus satrapías orientales,fijándoles Babilonia como punto deencuentro, y eligió entre sus allegadoslos hombres más aptos para mandarlas.Así fue como, durante el verano de 333a.C, se vio llegar a la antigua capital deMesopotamia más de 400.000 infantes yno menos de 100.000 jinetes (segúnDiodoro de Sicilia, XXXI, 1).

El comandante supremo de lastropas en el frente de Asia Menor fue

dejado, hasta nueva orden, en manos deFarnábazo, con la misión de consolidarmientras tanto las posiciones de la flotaen el mar Egeo; luego el enorme ejércitopersa, saliendo de Babilonia, se puso enmarcha lentamente hacia el oeste, con elGran Rey a su cabeza, transportandoconsigo en sus equipajes no sólo eltesoro real, del que jamás se separaba,sino también las mujeres y los hijos desus serrallos.

Desde Gordio, donde se encontrabadesde finales del mes de abril del año333 a.C, Alejandro había enviado a unode sus generales, Hegéloco, a protegerel Helesponto con la misión de detener

todos los navíos, persas o atenienses,que penetraran en él en cualquiera de lasdos direcciones: quería preservar suscomunicaciones marítimas conMacedonia en caso de que Atenashiciese secesión. Desconfiaba de losjuramentos de los griegos, siempredispuestos a cambiar de bando cuandogiraba la fortuna de las armas. Por elmomento, los cuerpos de su gran ejércitoestaban reunidos en la capital legendariade la Gran Frigia: los hombres con quehabía recorrido aquel gran rizo, en AsiaMenor, a través de Jonia, Caria, Licia,Pisidia, hasta la ciudad del rey Midas, aorillas del Sangario (el Sakaria de la

Turquía moderna), los cuerpos decaballería y de la impedimenta quehabían llegado desde Sardes conParmenión, y el regimiento de los reciéncasados con permiso que volvían deMacedonia.

Estamos a mitad del mes de mayo.Había llegado el momento de queAlejandro reanudase sus campañas: sehabía puesto como objetivo para ese añocaminar hacia el este hasta el río Halis(el Kizil de la actual Turquía), luegobajar hacia el sur a través de la GranFrigia, para llegar a Cilicia y penetraren Fenicia. Estaría entonces a pie deobra para pasar a Egipto, aquella tierra

misteriosa que le atraía, y emprender, enlos años siguientes, la conquista deAsia. Pero entretanto había que volver ala acrópolis de Gordio, para contemplarpor última vez el carro de Gordio.

Se dirige a la acrópolis acompañadode su estado mayor, y coge entre susmanos el nudo por el que el yugo estabaunido al carro. Los oficiales que lesiguen se detienen, silenciosos.Alejandro busca con los dedos elextremo de la cuerda de cáñamo que lepermitiría desanudarlo: manipuló elnudo de Gordio durante un largo rato,sin pronunciar palabra. Los asistentes leobservan, inmóviles; unos,

supersticiosos, están inquietos, losotros, más realistas, se sienten azoradosy temen la cólera del rey si fracasa. Élmismo se ha metido en la trampa: si noencuentra el medio de deshacer aquelnudo, sus lugartenientes, sus amigos ysus soldados pueden desanimarse. Sabeque él, el jefe, no tiene derecho a dejarGordio sin haber dado cuenta del nudogordiano. Entonces desenvainalentamente su espada de doble filo de sucintura y, de un golpe seco, parte el nudoen dos, separando así el yugo del timón.Luego, volviéndose hacia todos los quele miran, exclama: «Bien, ya estádesatado. ¡Asia es mía!»

La noche siguiente, Zeus hizocomprender a los griegos que laprofecía sobre el nudo gordiano iba acumplirse, manifestándose medianterelámpagos y truenos cuyo estruendosacude las montañas de alrededor. Aldía siguiente Alejandro ofreció unsacrificio al rey del Olimpo para darlelas gracias y, al otro día, una hermosamañana de mayo, el gran ejércitogrecomacedonio se dirigió hacia el ríoHalis tomando la vía real creadaantiguamente por Darío I el Grande, quedebía conducirlo en primer lugar aAncira (la moderna Ankara).

La ruta bordeaba el pie de la

montaña que separa la satrapía dePaflagonia, cuyas costas bañaba el marNegro, de la Gran Frigia. Los habitantesde esta región le enviaron embajadorespara ofrecerle su sometimiento, acondición de que su ejército noinvadiese los territorios. Alejandro dasu consentimiento, a condición de que surey acepte obedecer a Cala, el sátrapamacedonio al que había entronizado enFrigia marítima, a orillas delHelesponto. Llegó a Ancira tres díasmás tarde e instauró a un príncipeindígena, Sabictras, sátrapa deCapadocia.

La marcha de un ejército tan grande

a través del vasto territorio deCapadocia no podía pasar inadvertida.En Ancira, Alejandro recibió sin dudadelegaciones procedentes de lasciudades griegas del mar Negro, queestaban gobernadas por tiranos uoligarcas, como Heracles, o porsátrapas persas, como Sínope. Pero elrey tenía preocupaciones más urgentes:no era el mar Negro lo que buscaba,sino Cilicia, aquella llanura con formade triángulo a orillas del Mediterráneo,rodeada por los montes Tauro y a la quesólo se podía acceder por dosdesfiladeros: el primero, cruzado por laruta de Ancira, recibía el nombre de las

«Puertas de Cilicia»; el segundo,atravesado por la ruta de Babilonia, sellamaba las «Puertas de Asiria». Asípues, debía llegar a las primeras antesde que el ejército persa, procedente deBabilonia, llegase a las Puertas deAsiria, donde él acudiría a esperarlo.

Esto parece fácil de escribir cuandose dispone de un buen mapa, pero losatlas de geografía no existían en esostiempos y Alejandro únicamente tenía,como informaciones topográficas, lasdescripciones del historiador Herodotoy el relato realizado por Jenofonte de ladesventurada expedición emprendida enel año 401 a.C. por Ciro el Joven contra

su hermano, el gran rey Artajerjes II, enla que había participado el propioescritor; así pues, buscó guías indígenasque solían acompañar las caravanas.

La ruta elegida por Alejandro porconsejo de esos guías cruzabaoblicuamente la llanura de Anatolia,desde Ancira hasta la ciudad modernade Adana; terminaba en la falda nortedel Tauro, que había que franquear porun estrecho desfiladero —las Puertas deCilicia— que daba, al otro lado de losmontes, a la vasta llanura cilicia. Eraseguro que, si Darío llegaba antes que éla las Puertas y las cumbres que lasdominan, el ejército griego se vería

sorprendido en una trampa mortal: porlo tanto había que marchar deprisa ydurante muchas horas, bajo el cálido solde estío.

El gran ejército de Alejandro llegóal famoso desfiladero durante el mes deseptiembre y empezó su descenso haciala llanura cilicia. Alejandro, montadosiempre en Bucéfalo, partió a toda prisahacia Tarso (en la actualidad Tarsus, enla Turquía moderna, a unos sesentakilómetros al sudoeste de la modernaAdana), la capital de la satrapía deCilicia, con su caballería y su infanteríaligera. Entró en ella antes de que elsátrapa persa Arsames hubiese tenido

tiempo de destruir los graneros y lascosechas que contenían.

Agotado por esa terrible carrera,que había durado tres o cuatro días, loprimero que hizo Alejandro al llegar ala llanura fue tomar un baño en el Cidno,el río nacido en el Tauro, cuyas aguasheladas atravesaban la ciudad. Era unaimprudencia; sufrió una congestión y sefue al fondo (una desgracia idéntica leocurrió al emperador FedericoBarbarroja en 1190, durante la terceracruzada). Repescado por sus soldados,el rey fue trasladado a una tienda dondedeliró durante días, sufriendo una fiebrefortísima y convulsiones; su entorno le

creyó perdido: todo su ejército lloraba.Luego Alejandro recuperó poco a pocoel sentido, y su médico personal, Filipo,le preparó una purga, según las reglas dela medicina hipocrática que le habíanenseñado en Pela. Mientras el hombredel arte mezclaba los ingredientes de suremedio en una copa, fueron a llevar alrey de Macedonia una carta deParmenión, en que le invitaba adesconfiar de Filipo, del que se decíaque habría sido comprado por Daríopara que le hiciese perecerenvenenándolo. Alejandro, que se habíarecuperado, leyó la carta sin pestañear,tomó la copa que le tendía Filipo, le dio

la carta a leer a cambio y, sin esperar sureacción, se bebió el remedio de untrago ante la mirada impasible de sumédico, demostrándole así la confianzaque tenía en él.

La purga y el temperamento delmacedonio obraron maravillas. Esamisma noche, Alejandro ya estaba dandoórdenes. Dado que el ejército persa,mandado por Darío, llegaba desdeBabilonia, había que cerrarle el paso enlas Puertas de Asiria, en las montañasque cierran el acceso a Cilicia, en laruta de Babilonia; ésa debía ser lamisión de Parmenión, que partióinmediatamente hacia el este con la

infantería del ejército grecomacedonio,un regimiento de mercenarios griegos, lacaballería tracia y la caballería tesalia.El rey mismo se dirigió rápidamentehacia el oeste, a fin de recibir elsometimiento de las ciudades de Cilicia.

La primera que visitó, a un día demarcha de Tarso, fue Anquíalo, que,según decían, había sido fundada antañopor el último rey de Asiria, el famosoSardanápalo. Luego se dirigió a Solos(en griego: Soloi), una colonia de la islade Rodas, pero muy próxima a lospersas (indudablemente a causa de losorígenes rodios de Memnón), lo cualincitó a Alejandro a instalar allí una

guarnición e imponer a los habitantes deesa ciudad una contribución excepcionalde 200 talentos de plata. El griegohablado en esa ciudad, poco civilizada afin de cuentas, estaba esmaltado degroseras faltas, que desde entonces sellaman solecismo en referencia alnombre de la ciudad. Luego Alejandropartió de Solos con tres batallones deinfantes y arqueros, para dirigirse hacialas zonas montañosas de Cilicia: en unasemana consiguió la sumisión de todaslas aldeas que las poblaban. La másimportante, Malo, era presa de unaguerra civil, a la que Alejandro puso fin;y como se trataba de una colonia de

Argos y él se consideraba descendientede los Heraclidas de Argos, exoneró aesa población de impuestos.

Estaba todavía en Malo cuando losexploradores le informaron de queDarío no se hallaba lejos: acampaba consu formidable ejército en Socos (Sochoi,en griego), en un lugar no identificadoentre Alejandreta y Alepo, en la fronteraactual que separa Siria de Turquía, amenos de cinco días de marcha de Malo.Hacía un mes aproximadamente que elotoño había empezado: desde hacía unosdías llovía mucho y anochecía cada vezmás pronto en ese final del mes deoctubre.

El Gran Rey había comprendido porfin que Alejandro no era un simpleguerrero macedonio con suerte, sino eljefe de una cruzada que no sólo tratabade expulsar a los persas de Asia Menor,sino también destruir su Imperio. Laanécdota del nudo gordiano, que lehabían contado, resultaba significativa.Por eso, durante la primavera anterior,mientras Alejandro acumulaba éxitospuntuales en Capadocia, Darío habíadecretado una especie de leva en masapor todas las satrapías centrales yorientales del Imperio persa. Las tropascuyo mando iba a asumir él mismo enBabilonia formaban el ejército más

grande nunca visto en Asia; Diodoro deSicilia, a quien ya hemos citado, hablade «400.000 infantes y no menos de100.000 caballeros», y Arriano nos dice(II, 8, 6) que «en total, el ejército deDarío reunía alrededor de 600.000combatientes». Estas cifras son sin dudaexageradas, pero ningún otro dato lascontradice.

A través de sus espías y correos,Darío conocía el itinerario deAlejandro. Había admirado suinteligencia estratégica y comprendidoque las ambiciones del macedonio no selimitaban a las costas del mar Egeo y aCapadocia, cuya rápida conquista no

había sido para el hijo de Filipo másque una entrada en materia, necesaria,por lo demás, para asegurar susretaguardias y animar la moral de sussoldados y oficiales. Lo que ahorapretendía Alejandro era en primer lugarCilicia, la rica Fenicia, Palestina y, másallá, el fabuloso Egipto. Por eso,razonando de la misma forma que suadversario, el Gran Rey había previstoque pasaría inevitablemente por eldesfiladero de las Puertas de Cilicia, lasPyíes cilicias: ahí había decididoesperarle y destruir su ejército.

«Pero este diablo de macedonio seme ha adelantado», vociferó.

En efecto, esto cambiaba los datosdel problema. Mientras que Darío habíaesperado dar cuenta del gran ejército deAlejandro cogiéndolo en una emboscadaen la montaña, en las Pyles, elmacedonio le imponía una batallaorganizada en campo abierto, una clasede operación en la que el ejército persano tenía experiencia y en la que, encambio, los estrategos griegos, de losque Alejandro era heredero, resultabanmaestros consumados. El resultado deun enfrentamiento así dependía en granparte del campo de batalla escogido.

En la segunda quincena de octubredel año 333 a.C, al salir de las montañas

de Asiria el Gran Rey había decididodesplegar sus tropas cerca de un lugarque los autores antiguos llaman Sochoi(Socos), en el corazón de una vastallanura, lo bastante extensa parapermitirle hacer maniobrar a su enormeejército y sacar el mejor partido de suexcelente caballería, cuyas cargas eranhomicidas. Pero Alejandro se habíaretrasado en las montañas, encima deTarso, y Darío, impaciente por acabar,en lugar de esperarle en Socos, dondetenía todas las posibilidades de vencer,pensando que Alejandro no se atrevía atomar la iniciativa del ataque, decidiómarchar hacia él. Envió a Siria, a

Damasco, todo lo que podía retrasar elavance de su ejército, es decir laimpedimenta y los serrallos, y penetróen Cilicia para sorprender al rey deMacedonia.

Pero mientras Darío le buscaba endirección a Tarso, Alejandro ya se habíamovido hacia Socos, a lo largo de laorilla del mar, bordeando el golfo deAlejandreta. Así pues, el macedonio nohabía encontrado al ejército persa dondeesperaba; de paso, había dejado en Isosa los enfermos y heridos de su ejército,con la intención de recuperarlos a lavuelta y, siguiendo siempre la orilla delmar, había llegado hasta los alrededores

de la actual ciudad de Isjanderun (exAlejandreta), en un lugar llamadoMiriandro, a la entrada de Fenicia (en lacosta sirio-libanesa actual).

Mientras tanto, Darío, al no hallar alejército griego en Cilicia, desandaba elcamino, con objeto de volver a Socos.Al pasar por Isos descubrió el hospitalde campaña instalado por su adversario,mató a los enfermos y heridos y seenteró —torturándolos o por medio desus exploradores— de que Alejandro ysu ejército se encaminaban hacia el surpor la costa del Mediterráneo. Demanera imprudente, Darío concluyó quesu enemigo huía delante de él, y sin duda

se frotó las manos de alegría. Lapequeña llanura costera por la que huíael ejército macedonio se estrechabacada vez más en dirección a Miriandro:iba a verse arrinconado entre el marMediterráneo por el oeste y el macizomontañoso del Amano por el este.

En otros términos, su enemigo estabaen una ratonera geográfica y a él lebastaba con cogerlo; Darío decidió porun lado encerrarlo en ella instalando sustropas en un pequeño río que cortaba lallanura de Isos, el Pínaro, y por otrolado, perseguirle hasta que no pudieseseguir avanzando: «Tan sólo había quedividir a los miles de macedonios y

griegos y despedazarlos», decía a susgenerales, que le daban su aprobaciónprosternándose hasta el suelo. Todosmenos uno, pero el Gran Rey no habíaquerido escucharle: un tránsfugamacedonio llamado Amintas que leaconsejaba, desde que había llegado aSocos, no moverse y esperar aAlejandro a pie firme en aquella llanura,donde podría maniobrar a sus 100.000jinetes a capricho. «¿Y si él no ataca?»,había preguntado Darío. El otrorespondió categóricamente que conocíael temperamento de Alejandro y que ésteatacaría a los persas allí donde seencontrasen.

Darío siguió pues los consejosorgullosos de los señores persas, que lecalentaban la cabeza diciéndole que loscascos de sus caballos aplastarían loscráneos de los infantes macedonios, y seadentró con sus 600.000 soldados por laestrecha banda de tierra entre elMediterráneo y el Amano, a cuyoextremo estaba convencido de quepodría acabar con los griegos.

Cuando Alejandro supo por susexploradores que el Gran Rey, en lugarde permanecer en Socos, le perseguíacon su ejército, no dio crédito a susoídos; para él era un regalo, porquetendría que combatir contra un ejército

demasiado grande para evolucionar enun campo de batalla demasiadopequeño. Hasta el propio historiadorArriano se asombra de la iniciativa deDarío:

“Debió de ser necesario algúnpoder divino para empujar aDarío a un emplazamiento dondesu caballería no le servía de grancosa, ni la multitud innumerablede sus combatientes, de susjabalinas ni sus flechas, unemplazamiento donde ni siquierapodía mostrar el esplendor de suejército, sino que, por el

contrario, daba a Alejandro y asus tropas una victoria fácil…”Op. cit, II, 7, 6.

¿Conque Darío estaba a suretaguardia? Demasiado bello para sercierto. Alejandro envió a algunosCompañeros hacia Isos, a bordo de unnavio rápido de treinta remeros, paraverificar la información. No les costómucho constatar que el ejército persaestaba allí. El rey de Macedoniacomprendió que las cartas estabanechadas: iba a convertirse en el amo deAsia. Le bastaba con interrumpir sumarcha costera hacia el sur, dar media

vuelta hacia Iso, pasando al pie de lasmontañas del Amano, y encontrarse deeste modo no seguido por el Gran Rey,sino ante las vanguardias de las tropaspersas, y atacarle cuando no le esperabay cuando se encontrase en posicióndesfavorable.

Entonces, lenta y majestuosamente,alzó su brazo derecho hacia el cielo ytiró levemente de las riendas deBucéfalo para detenerle; a sus espaldas,su gran ejército se inmovilizó ensilencio: podía oírse el chapoteo de lasolas sobre las rocas. Era el 10 denoviembre del año 333 a.C. El sol seponía sobre el Mediterráneo, el

horizonte se teñía de rojo.

2. La batalla de Isos11 de noviembre de 333 a.C. por la

mañana: se acerca la hora de la verdad.Alejandro sabe que la maniobra que

va a emprender es difícil y que sushombres están extenuados. Empieza portanto por reunir a sus generales, susjefes de escuadrones y sus oficiales parainformarles de su plan, que consiste envolver hacia Isos, para sorprender allí aDarío y luchar.

El combate que vais a librar —les

dice— es un combate entrevosotros, los vencedores, y lospersas, a los que siempre hemosvencido. Poned vuestra confianzaen el hecho de que el dios de loscombates está con nosotros,puesto que ha inspirado a Darío,cuando estaba en la llanuratotalmente abierta de Socos,propicia para las maniobras de suenorme ejército, la idea de venir aarrinconar sus tropas en estepasaje estrecho entre el mar y lamontaña, donde nuestrainvencible falange tiene de sobrael sitio necesario para su

despliegue, mientras que sus cienmil jinetes, apretados unos contraotros, ni siquiera podrán cargar.Vosotros, macedonios, expertosdesde hace tanto tiempo en lasfatigas y los peligros de la guerra,vais a batiros contra los persas,cobardes por el lujo. Vosotros,mis aliados griegos, tal vez vais acombatir a vuestros compatriotas,los mercenarios griegos del GranRey, pero no por el mismoobjetivo: ellos por un salario, eincluso por un buen salario,vosotros por Grecia y su libertad.Y finalmente vosotros, mis aliados

bárbaros, vosotros tracios, ilirios,peonios, agríanos, vosotros soislos pueblos más fuertes ybelicosos de Europa y vais acombatir a las razas bárbaras másindolentes, más afeminadas deAsia. En nuestro campamento esAlejandro quien manda, en elcampamento enemigo sólo esDarío. Y las recompensas que osvaldrán los peligros que vais acorrer estarán en relación con elrango de vuestros adversarios: noson los pequeños sátrapas de AsiaMenor o los jinetes que habíantomado posiciones en el Gránico

los que vais a vencer, es al GranRey mismo, a la élite de los medosy los persas, y vuestra recompensaserá reinar sobre toda Asia. Estanoche volveremos sobre nuestrospasos, pero pasando por lasmontañas y no por la orilla delmar, franquearemos de nuevo lasPuertas de Cilicia y mañana porla mañana caeremos sobre Daríoy su ejército. ¡Y venceremos!Cf. ARRIANO, II, 7.

El discurso ha terminado. Sushombres le dedican una ovaciónentusiasta y de todas partes acuden para

estrechar las manos de su rey,pidiéndole que los lleve inmediatamenteal combate. Alejandro los calma, losinvita a tomar una buena comida y aprepararse en cuanto caiga la noche.Luego envía exploradores hacia losdesfiladeros que conducen a Ciliciapara reconocer la ruta y, al final de latarde, el gran ejército grecomacedoniose pone en movimiento. La luna está yamuy alta en el cielo cuando llega al piede los desfiladeros. A medianoche losha cruzado y, tras haber situado suspuestos de avanzada con el mayorcuidado, Alejandro ordena a sussoldados descansar y dormir allí mismo,

entre las rocas.Cuando la oscuridad mengua, al alba

del 12 de noviembre del año 333 a.C. yano hay bruma y, desde las alturas dondese encuentran, los soldados y sus jefespueden divisar ya el futuro campo debatalla. Es una llanura que se extiende,ensanchándose progresivamente, desdelos desfiladeros hasta la villa de Isos,unos veinte kilómetros más al norte. Seve el Pínaro, que es más un pequeñotorrente que un río, bajando del Tauro, yal otro lado de ese curso de agua elgigantesco campamento militar de lospersas.

El ejército grecomacedonio baja

lentamente hacia la llanura. Al principioen fila india, porque el paso es muyestrecho, luego en columna, y a medidaque se ensancha, cada columna sedespliega progresivamente en línea.Alejandro hace que su ejército sedeslice hacia los flancos, unos trasotros: los batallones de hoplitas quecubren la izquierda, hacia el lado delmar; la caballería y la infantería ligera,que cierran la parte derecha, hacia lamontaña. Una vez llegado a terrenodescubierto, hace que su ejército adoptela formación de combate:

en el ala derecha, por la parte de lamontaña, bajo su mando, las

unidades macedonias de infantería(Compañeros e infantería ligera) ycaballería (1.200 Compañeros, 600jinetes griegos y 1.800 jinetestesalios, que tienen fama de ser losmejores de todos);en el centro, la infantería griega(3.500 hoplitas y 3.500 peltastasque forman la infantería ligera);en el ala izquierda, al mando deParmenión, el resto de la infantería(12.000 mercenarios, griegos deAsia Menor o balcánicos) y 1.000arqueros (agríanos), seguidos por4.600 jinetes griegos y 900 jinetestracios; Parmenión había recibidola orden de permanecer pegado almar, para evitar el cerco por parte

de los persas, que eraninnumerables. Parmenión, hombremuy piadoso, hizo importantessacrificios a las divinidades delmar, rogándoles que impidiesen alos bárbaros forzar sus líneas en laplaya de arena que bordeaba elMediterráneo.Alejandro avanzaba así, al paso,hacia el río Pínaro, donde seencontraba Darío en el centro desus tropas. El Gran Rey habíahecho pasar el río a unos 30.000jinetes y unos 20.000 infantes, paraponer el resto de su ejército enorden de batalla a lo largo del río,sin verse inquietado. Su formaciónde combate era la siguiente:

en el centro, 30.000 infantes,mercenarios griegos de Asia en sumayoría, con su séquito, por cadalado, de unos 60.000 infantes dedistintos orígenes; era todo lo queel terreno de batalla podía conteneren línea, porque como hemos dichoera muy estrecho;en su ala izquierda, pegado a lamontaña, frente al ala derecha deAlejandro, 20.000 hombres deinfantería ligera repartidos enfondo y algunos jinetes que yahabía colocado al otro lado del río;en su ala derecha, del lado del mar,donde la playa era propicia paralas evoluciones de la caballería, elresto de esos jinetes.

El resto de su ejército —unos500.000 hombres según las fuentes— se había repartido en fondo, alazar, siguiendo la configuración delterreno. Él mismo, de acuerdo conla costumbre persa, estaba en elcentro de su dispositivo.

Dicho en otros términos, Alejandropodía sacar el máximo partido a suejército, bien disciplinado, con buenosjefes y ocupando el terreno en línea,mientras que Darío estaba desbordadopor la multitud de sus hombres dearmas: tenía la ventaja del número, perono la de la posición, porque se veíatotalmente imposibilitado para rodear al

ejército griego, debido al poco espaciode que disponía; por el contrario,cuando Alejandro vio que Darío enviabasu caballería a la playa, contraParmenión, desplegó su caballeríatesalia por su ala derecha, para apoyar aeste último.

Así dispuestas las tropas, Alejandrohizo avanzar las suyas lentamente, contiempos de parada, para demostrar aDarío que se tomaba su tiempo paraavanzar. En cuanto al Gran Rey, hizoregresar a los jinetes que antes habíaenviado hacia la orilla derecha delPínaro. Luego se mantuvo inmóvil, depie en su carro (una cuadriga tirada por

cuatro caballos blancos), en el centro desus tropas, detrás del Pínaro, en esperadel ataque macedonio. Como anotaArriano: «de pronto, a ojos deAlejandro y su entorno, [Darío] lespareció que tenía una mentalidad devencido» (II, 10, 1).

Cuando la infantería de Alejandroalcanzó la orilla izquierda del río yestuvo a alcance de tiro, los persaslanzaron contra los hoplitas griegos ymacedonios una lluvia de dardos, peroera tan abundante el número de flechas yjabalinas que éstas chocaban entre sí ycaían al río.

La estrechez del campo de batalla

impidió a Darío hacer maniobrar suejército y envolver al ejércitomacedonio. La punta de lanza delejército persa eran los 30.000mercenarios griegos del centro.

Luego en los dos campamentossonaron las trompetas dando la señal delcombate. Los macedonios, según nosdice Diodoro de Sicilia, fueron losprimeros en lanzar su grito de guerra ysu clamor llenó todo el valle; perocuando luego los numerosísimos persasles respondieron lanzando el suyo, lasmontañas de alrededor le sirvieron deeco y el grito de los persas se propagócomo un rugido de rayo de ladera en

ladera.Alejandro y su ala derecha fueron

los primeros en saltar al río, tanto paraespantar a los persas con la rapidez delataque como para llegar lo antes posibleal cuerpo a cuerpo, reduciendo asíconsiderablemente la eficacia de losarqueros enemigos. Ataca el ala derecha(los 20.000 infantes persas de Darío),que se dispersa bajo el ímpetu de losasaltos de la falange. En cambio, sucentro (los 7.000 infantes griegos) eszarandeado por los 30.000 mercenariosgriegos de Darío y está a punto dehundirse; al comprobar que los infantespersas a los que combatía en su ala

derecha huyen en desbandada, ordena asus hombres volverse hacia el centro yapoyar a sus camaradas en dificultades,atacando también ellos a losmercenarios de Darío; éstos sonrechazados al otro lado del río,rodeados por los soldados de Alejandro(los del ala derecha y los del centro) yfinalmente aplastados.

Mientras tanto, en el ala izquierda deAlejandro, del lado del mar, sedesarrollaba un combate encarnizadoentre la caballería tesalia y los jinetespersas. Pero el destino de las armas yacambiaba: viendo su centro rodeado yexterminado, los persas pasan el río,

perseguidos por los tesalios, quemataron tantos jinetes enemigos comoinfantes había matado la falange. En elcampo de Darío la desbandada erageneral, hasta el punto de que el propiorey, tras comprobar el hundimiento yluego el exterminio de su ala izquierdapor Alejandro, fue presa de pánico y,dando media vuelta a su cuadriga, huyóa través de la llanura hacia las montañasque la bordean con la caballería deAlejandro a sus talones.

La huida de Darío fue espectacular ydigna de inspirar una de esas películasde gran espectáculo cuyo secreto teníaHollywood en otro tiempo. La cuadriga

real escapaba a la velocidad del vientohacia los montes Tauro, tirada porcuatro humeantes corceles, sobre elsuelo arenoso de la playa de Iso. Daríolucía su soberbio atuendo de Gran Rey,con su tocado amarillo de rodetes eincrustado de piedras preciosas y,flotando al viento, su larga túnicapúrpura de mangas abiertas, cruzada poruna ancha banda blanca con dos hilerasde estrellas de oro.

Detrás de él galopaban Alejandro yvarios de los suyos, entre ellosPtolomeo, hijo de Lago, su fiellugarteniente. Habían perdido de vista elcarro del rey, pero podían seguir la

huella que sus dos ruedas habíanimpreso en el suelo seco y arenoso de lallanura cilicia. Darío es confiado:piensa que cuando haya alcanzado lasmontañas, Alejandro será incapaz deencontrarle. Pero cuando, de arenosoque era, el suelo se volvió rocoso, lavelocidad de la cuadriga aminoró yDarío vio a lo lejos la nube de polvoque le indicaba la aproximación de losjinetes. Abandona entonces su carro, sutúnica, su escudo e incluso su arco ysalta sobre un caballo que lo lleva algalope.

Alejandro lo persiguió hasta el findel día sin encontrarlo. Cuando llegó la

noche, volvió al campamento de lospersas, que, entretanto, había pasado amanos de los macedonios. De camino,encontró en un barranco el carro deguerra de Darío, su túnica, su arco y suescudo, y se unió a los suyos en Isos,cargado con esos magros perosimbólicos trofeos.

Había llegado la hora de lossiniestros balances. Primero intentaroncontar los muertos. La llanura estabasembrada de cadáveres, hasta el puntode que sólo podían franquearse algunosbarrancos caminando sobre los cuerposde los enemigos que había amontonadosallí. Los persas habrían tenido unos

100.000 muertos, 10.000 de ellos jinetes—cifras verosímilmente exageradas,dadas por las fuentes— y se encontraronlos cadáveres de cinco de sus jefes.Entre los griegos había que deplorar 450muertos según Diodoro de Sicilia,menos de 200 según Quinto Curcio, 280según Justino; Arriano no da la cifratotal de víctimas, pero menciona que120 macedonios «de alto rango»perecieron en la batalla. El propioAlejandro fue herido en el muslo, perose ignora por quién.

El campamento de los persas fuesaqueado, como era la norma de laépoca, pero el botín fue relativamente

escaso, porque, como se ha dicho, eltesoro real había sido puesto en lugarseguro en Damasco (adonde Parmeniónira a buscarlo poco más tarde) antes dela batalla: sólo se encontraron tres miltalentos de oro (1 talento equivalía a 26kilos) en la tienda del Gran Rey, pero secapturó a las mujeres de la familia real ya las de los parientes y amigos del GranRey que habían acompañado al ejército,según la costumbre ancestral de lospersas, transportadas en carros doradosde cuatro ruedas, provistos de un techo yde cortinas de cuero. Los vencedores seapoderaron también de los mueblespreciosos, las joyas y los adornos de

todo tipo que las mujeres llevabanconsigo. Según Diodoro de Sicilia, quenos describe su infortunio, habrían sidoalgo maltratadas:

“¡Penoso infortunio el de estasmujeres llevadas a cautiverio!Ellas, a las que antes setransportaba lujosamente encarruajes suntuosos, sin quedejasen ver ninguna parte de sucuerpo, ahora, vestidas con unasimple camisa, con las ropasdesgarradas, escapaban de sustiendas lamentándose, invocandoa los dioses y cayendo de rodillas

ante los vencedores.Despojándose de sus adornos,desnudas, con el cabello suelto,imploraban gracia, yendo las unasen ayuda de las otras. Pero lossoldados las arrastraban: unos lastiraban de los pelos, otrosdesgarraban sus ropas y tocabansus cuerpos desnudos, quegolpeaban con su lanza.”DIODORO, XVII, 35.

Alejandro había vuelto extenuado desu infructuosa persecución. Habíanreservado para su persona la tienda delmismo Darío, y después de haberse

desembarazado de sus armas, entró en la«sala de baños» del Gran Rey diciendo:«Vamos a lavar y limpiar el sudor de labatalla en el baño de Darío.» Uno de susfavoritos, que lo esperaba, le habríareplicado, diciéndole (según Plutarco):«En el baño de Alejandro, pues en laguerra los baños de los vencidospertenecen por derecho propio a losvencedores.» Se dice también que,cuando penetró en la alta y espaciosatienda de Darío y vio la riqueza de susmuebles y, al entrar en el baño caliente,las cajitas de perfume de oro fino, losfrascos y las ricas túnicas, se volvióhacia sus familiares y les dijo: «Esto es

ser rey, ¿no?»Luego, cuando se sentaba a la mesa

para cenar, vinieron a comunicarle quele llevaban unas mujeres llorando: era lamadre de Darío, Sisigambis, y Estatira,su esposa, así como dos de sus hijas:habían sabido que Alejandro habíatraído la túnica y el arco del Gran Rey, yle creían muerto. No las recibió, perouno de sus compañeros, Leónato, fueencargado de comunicarles que Daríoestaba vivo y que había abandonado suarco y su túnica en la huida; les dijotambién que Alejandro les concedía acada una el título y los atributos dereina, con séquito y guardia real, porque

Alejandro no había hecho la guerra porodio a Darío, sino únicamente parareinar en su imperio.

La anécdota, que cuentan todas lasfuentes, es significativa. Lo que revelano es tanto la magnanimidad deAlejandro cuanto su inteligenciapolítica. El macedonio no estáconquistando Persia para saquearla, opara vengar a Grecia —o a él mismo—de ofensas pasadas: ha ido para reinaren Persia como reina sobre los griegos ylos macedonios, no como un sátrapa o untirano, sino para que cada ciudad, cadasatrapía viva según el régimen de losnuevos tiempos cuyo paladín es él, a

saber: gobernada por ella misma, segúnel modo que desee, y en paz con todoslos demás.

Este régimen descansa,evidentemente, en una autoridad central—real, si se quiere— distinta de la delGran Rey. Alejandro no ha olvidado laslecciones de Aristóteles: una ciudad, unEstado, no es la simple reunión de sereshumanos que se han dado unas reglaspara no causarse daños mutuos y paraintercambiar servicios, económicos o deotra clase; una ciudad es una reunión defamilias, un Estado es una reunión depueblos que se han unido para vivirbien, es decir, para que cada uno de

ellos pueda llevar una vida perfecta eindependiente, en relación con lo quepodría llamarse su personalidad políticae histórica.

Como ejemplo de ese gran proyectopodemos recordar la manera en queAlejandro trató los territorios que habíaconquistado desde que puso los pies enAsia. Cuando liberó Mileto,Halicarnaso, Lidia, Caria y otrassatrapías, no las obligó a someterse alas leyes ni al régimen fiscal deMacedonia; restableció las leyes bajolas que vivían antes de haberseconvertido en vasallos del Gran Rey, yobligó a sus ciudadanos a pagar

impuestos al jefe responsable del Estadoque esas ciudades constituían. Y talescontribuciones no estaban destinadas aaumentar el tesoro de ese jefe, sino albienestar de la ciudad-estado y de susciudadanos.

Alejandro intenta o sueña conconstruir un sistema político a imagendel racionalismo aristotélico.Aristóteles le había enseñado que elconocimiento —la ciencia, si se quiere— consistía en hacer uno y varios almismo tiempo, en conciliar lamultiplicidad de las percepciones y launidad del concepto, de la idea.Asimismo, la política, el arte de

gobernar la polis —la ciudad— es hacerde modo que cada ciudadano sea librede ser lo que es, pero que el conjunto deesos ciudadanos sea al mismo tiempo unconjunto de ciudadanos justos. En unEstado así cada uno es libre y al mismotiempo está coaccionado por la ley, sinque haya necesariamente una ley que seasuperior a las demás.

Ahora bien, debido a una especie denecesidad histórica, en el Mediterráneogreco oriental se constituyó un conjuntode ciudades-estados que durante muchotiempo se hicieron la guerra entre sí, loque engendró una desgracia común, esdecir su sometimiento al Gran Rey

persa, al que están sometidos igualmentela multitud de pueblos de su imperio:cilicios, frigios, capadocios, fenicios,babilonios, partos, y muchos más.Alejandro quiere a un tiempo unirlosbajo una misma autoridad —por elmomento la suya— y revelarlos a ellosmismos, para que se impongan orecuperen sus propias leyes. No será portanto un nuevo Gran Rey, sino unliberador-unificador de los pueblos deGrecia y Asia. Y la forma generosa enque trató a la madre y la esposa adoradade Darío es mucho más el signo de sugenio político que una determinadagrandeza de alma.

VIII - De Isos a Gaza

(3er. año de guerra en Asia:diciembre del año 333-diciembre de 332 a.C.)

Organización de Cilicia (diciembre de 333). —Retrato psicológico de Alejandro: sucontinencia; Alejandro y las mujeres:Sisigambis, la princesa Ada; se casa conBarsine, la viuda de Memnón (mediados dediciembre del año 333). —Una jornada deAlejandro. —Esbozo de una organizaciónglobal del Imperio macedonio (diciembre de333-principios de enero del año 332). —Partida para Fenicia (finales de diciembre de

333). —Intercambio de cartas entre Darío yAlejandro (finales de diciembre de 333). —Sumisión espontánea de Biblos y Sidón (finalesde diciembre de 333). —Sitio de Tiro (enero-julio de 332). —Caída de Tiro (julio de 332).—Paso a Jerusalén (agosto de 332) y llegada aGaza (septiembre de 332). —Asedio yconquista de Gaza (octubre-noviembre de 332).—Llegada a Pelusio (diciembre de 332).

Después de dos años de campañasen Asia, Alejandro había conseguido, demanera irrefutable, la reputación de unhéroe, pero no la de un gran general. Porsu descaro y su audacia, y gracias alformidable ejército formado por supadre Filipo, había sustraído todo elAsia Menor y las tierras del interior

hasta Cilicia a la dominación del GranRey, pero ¿qué había hecho en el planomilitar? Había ganado dos batallas: una,la del Gránico, no era más que un simpleencuentro cuyo resultado feliz se debíamás a su propio heroísmo y a la furiamacedonia de sus Compañeros que aunas cualidades de estratega que aún nose le conocían; la otra, en Isos, habíasido espectacular por la importancianumérica de las fuerzas del enemigopersa, pero era más una batalla perdidapor el Gran Rey que una batalla ganadapor el macedonio, que se habíaaprovechado simplemente del errormonumental de Darío, tan monumental

por otra parte que los historiadoresgriegos intentaron ver en él la obra dealgún poder divino.

Entre el Gránico e Isos, ¿qué habíapasado? Dos asedios difíciles (Mileto yHalicarnaso) de los que había resultadovencedor empleando métodostradicionales, algunas escaramuzas (enSilio, en Sagaleso), luego Alejandro nohabía tenido que hacer otra cosa quetender los brazos para ver caer, sincombate, las ciudades de Caria, Licia,Panfilia, la Gran Frigia y Cilicia. A ojosde los pueblos que lo recibían no era «elConquistador», sino el joven héroe decabellera rubia y ojos azules que,

montado sobre Bucéfalo, su caballoloco, y su penacho al viento, expulsaba alos sátrapas incapaces e injustos ydevolvía a los licios, los panfilios, losfrigios y los capadocios sus propiasleyes sin imponerles las macedonias:¡eso era lo realmente nuevo!

Después de su victoria sobre Darío,en Isos, el personaje cambia. La cartaque va a recibir del emperador persavencido tal vez le hace tomar concienciade sus responsabilidades políticas. Noolvida que su expedición es una cruzadapanhelénica destinada a protegerdefinitivamente el mundo griego delpeligro que representa para la Hélade

una Persia poderosa; ahora que haliberado a los griegos de Asia de ladominación del Gran Rey, ahora que susarmas han rechazado hasta el río Halis yel río Píramo las fronteras delhelenismo, el sueño que acunaba laimaginación de los atenienses, los máshelenos de los helenos, desde hacía dosgeneraciones, debe proteger elMediterráneo de toda nueva incursión deestos persas bárbaros y, para ello,hacerse dueño de las costas sirias yegipcias y de las tierras del interior. Suprimer objetivo, por tanto, va a ser laconquista del país fenicio, cuyas costasestán bañadas, de Alejandreta a Gaza,

por ese mar que quiere convertir en elmar exclusivo de los helenos. Va adedicar a ese proyecto todo el año 332a.C., marcado por dos acontecimientosmilitares importantes: el sitio de Tiro,que duró seis meses, y el de Gaza, quedebía abrirle las puertas de Egipto.

1. Retrato de un vencedorAl día siguiente de su victoria

Alejandro, cojeando a consecuencia desu herida en el muslo, pero con lamirada viva y el rostro descansado, fuea visitar a sus soldados heridos,recompensando a unos y otros por su

valor o sus hazañas. También hizo reunirlos cuerpos de los que habían sidomuertos: tuvieron derecho a funeralesgrandiosos en presencia de todo elejército, dispuesto en orden de batalla, yél mismo dirigió personalmente lasexequias. Luego hizo levantar altares aZeus, Atenea y Heracles, su antepasado,en las orillas del Píramo; les ofreciósacrificios y acciones de gracia porhaberle permitido vencer.

Alejandro se ocupó luego de losasuntos de Cilicia. Esta provincia eraimportante desde el punto de vistaestratégico: aislada del continenteasiático por los montes Tauro, habitada

por tribus libres, salvajes e intrépidas,era, en su zona litoral, una vía de pasoentre el Asia Menor y Siria y, más alláde ésta, Babilonia; necesitaba por tantoun gobernador férreo: Alejandro designópara ese cargo a uno de los Compañerosde la Guardia Real, Bálacro, hijo deNicanor. Además, se acordó de quehabía impuesto a la villa de Solos 200talentos de plata por haber sidopartidaria de los persas y que aún seguíadebiéndole 50 talentos: se los perdonó yle devolvió los rehenes que habíatomado como garantía.

Alejandro volvió a ver a Sisigambis,la madre de Darío, y entró en su tienda

con su amigo Hefestión, que llevaba lasmismas ropas que él, pero que era másalto y bello; al verlos entrar la madre deDarío fue a prosternarse delante deHefestión, que le parecía el rey, luego,comprendiendo por las señas que lehacían que se había equivocado volvió aempezar, confusa, otra prosternaciónante Alejandro. Éste la levantódiciéndole: «No te preocupes, madre, nohas cometido ningún error. Hefestión escomo yo mismo.»

¿La llamó «madre» por respeto a sumucha edad y a sus canas, o por error?Los autores antiguos insisten, en efecto,sobre el atractivo que ejercían sobre

este joven, recién salido de laadolescencia, las mujeres de edad quecruzaron por su vida, como aquella Ada,reina de Caria o, en su infancia, sunodriza Lanice. De hecho, prodigó aSisigambis las mayores muestras derespetuoso afecto; después de afirmarque la consideraba como su segundamadre, hizo que se le rindieran loshonores a los que antes tenía derecho ypuso personalmente a su disposiciónmás criados de los que tenía en Persia.Y, como el hijo de Darío, un niño deseis años, estaba junto a su abuela,Alejandro se agachó, lo tomó entre susbrazos y lo levantó en el aire; el niño se

echó a reír y, sin miedo alguno, le pasósus bracitos alrededor del cuello: «Esmás valiente que su padre», dijoAlejandro, sonriendo a Hefestión.

Alejandro prometió además velarporque las jóvenes princesas —las hijasde Darío— fuesen respetadas y que mástarde trataría de casarlas con príncipesde su rango. Plutarco —y no es el único— se maravilla, como buen moralista,de la forma en que aquellas jóvenes, queverosímilmente eran muy bellas (comosu padre y su madre), fueron tratadas:

“La más honorable, la máshermosa y la mejor gracia que

hizo a estas princesas prisioneras,que siempre habían vivido de laforma más honesta y más púdica,fue que no oyesen jamás ningunapalabra que habría podidohacerlas temer, o simplementesospechar, que podría atentarsecontra su honor. Tuvieron suaposento privado, sin que nadielas importunase, ni siquierapudiese verlas o dirigirles lapalabra; eran como religiosas enun convento sagrado.El mismo Alejandro, estimando enmi opinión que era más digno deun rey vencerse a sí mismo que

vencer a sus enemigos, no lastocó, ni a ellas ni a las demásmujeres prisioneras…”PLUTARCO, Vida de Alejandro,XXXVIII.

Y nuestro autor nos informa de queAlejandro se comportó igual con lasdemás damas de Persia queacompañaban a los vasallos del GranRey. Eran todas «bellas y grandesmaravillas» nos dice Plutarco (habríaquedado sorprendido si aquellosgrandes señores hubiesen tenido mujeresfeas en sus serrallos), y el hijo dellujurioso Filipo afirmaba galantemente

que «las damas de Persia dañaban losojos de quien las miraba», oponiendo asu belleza física la belleza moral de supropia castidad (sigue siendo Plutarcoquien lo escribe), pasando delante deellas como se pasaría ante unas bellasestatuas de mármol.

¿Era pues de mármol, al menos antelas mujeres? Sería sorprendente para unjoven que entonces tenía poco más deveintitrés años, en una época en que lamoral cristiana aún no había puesto lalujuria en el rango de los pecadoscapitales. De hecho, sucumbió a latentación, siempre según Plutarco,instigado por su lugarteniente

Parmenión.Alejandro había enviado a

Parmenión a Damasco, para que seapoderase del tesoro real que Daríohabía puesto a buen recaudo antes deenfrentarse al ejército macedonio. Puesbien, Parmenión había vuelto de esaciudad no sólo con el tesoro imperial yel de los grandes señores de Persia, sinotambién con los serrallos del Gran Rey,que contaban con 329 cortesanas reales«para la música y para la danza», 49tejedores de guirnaldas, 275 cocineros,17 escanciadores para mezclar lasbebidas, 70 para calentar el vino, 40perfumistas para preparar los

bálsamos… y con la bella Barsine,viuda del general Memnón, que habíamuerto en Mitilene la primaveraanterior. Era, según dicen, una mujerbonita, dulce y graciosa, pero tambiénculta, que leía y recitaba a los poetasgriegos; según Plutarco, Parmenión se lahabría puesto a Alejandro en los brazos,rogándole «que gozara del placer de unabella y noble dama», cosa que el reyhizo.

Pero que lo hiciese con ardor es otracuestión. Ningún autor, en efecto, noshabla de las aventuras femeninas quehabría podido tener Alejandro desde suadolescencia, mientras que todos nos

describen con profusión las juergas y lasorgías de su padre Filipo, y no nosprivan de recordarnos que su madreOlimpia participaba, en su juventud, enlas orgías dionisíacas de Samotracia. Yen Pela, cuando Alejandro tenía unosquince años, las tentaciones femeninasno debían de faltar y, entre las mujeres—jóvenes o maduras cuyos maridosestaban en la guerra—, a muchas sinduda se les iban los ojos tras el jovenpríncipe heredero. La misma Barsine erahija de un viejo general persa, Artábazo,que había participado en un golpe deEstado en Susa y que se había refugiadoen la corte de Macedonia en 336 a.C. (el

año del nacimiento de Alejandro) contoda su familia; así pues, Barsine habíaconocido a Alejandro siendo éste unbebé, luego de muchacho, antes deregresar con su padre a Persia cuandoéste había terminado consiguiendo elperdón del Gran Rey, y se había casadocon Memnón: en la memoria deAlejandro, esta mujer, que tal vez teníaveinte años más que él, era un vagorecuerdo de infancia.

¿Cuáles son las razones que hacende este joven de veintitrés años, casivirgen por lo que se refiere a mujeres, elamante, luego el enamorado y más tardeel marido (se casó con ella más o menos

oficialmente y Barsine le habría dado unhijo que durante cierto tiempo fueconsiderado como posible príncipeheredero) de una mujer que quizá teníaveinte o veinticinco años más que él (noera común entonces, ni en Grecia ni enPersia, esa diferencia de edad en elmatrimonio)? La respuesta —trivial ennuestros días— a esa pregunta consisteen invocar una potente influenciamaterna; es muy probable que lapersonalidad envolvente, exigente ydevoradora de su madre Olimpia hayadesempeñado un papel determinante enla conducta afectivo-sexual del rey deMacedonia.

¿Se sentía más atraído por loshombres? Por supuesto, nuestros autoreshablarán más tarde de sus favoritos (eracosa corriente en el mundo griego, lomismo que en el mundo persa, desdehacía mucho tiempo), pero en la época,en ese terreno, Alejandro era tancontinente como con las mujeres. Él, quetal vez habría querido ser un dios, decíaa menudo que se reconocía un mortal (ypor lo tanto, un ser imperfecto) sobretodo por dos cosas: por la necesidad dedormir y por la necesidad de placersexual; y añadía que lamentaba no podersuperarlos siempre.

Su indiferencia hacia las mujeres —

aunque fuesen sus amantes— queda bienilustrado por el siguiente incidentecontado por Plinio (Historia natural,XL, 36): el pintor Apeles, el que habíahecho su retrato en Éfeso, se habíaenamorado de una tal Pancasta, que eraentonces amante de Alejandro; éstehabía pedido al artista pintarla desnuda.Cuando Alejandro se dio cuenta de eseamor, ofreció de inmediato Pancasta alpintor y no volvió a preocuparse porella. En cambio, había prohibidoformalmente, so pena de muerte, laviolación de las cautivas después de lasbatallas, que era costumbre corriente enla época; así, habiendo sabido que dos

soldados macedonios a las órdenes desu lugarteniente Parmenión habíanviolado a las mujeres de algunossoldados extranjeros, le había enviadouna carta para pedirle que ordenase unainvestigación y, si resultaba confirmadala acusación, hacer ejecutar a losculpables como a bestias salvajes. Enesta misma carta, tomándose comoejemplo, escribía:

“En cuanto a mí, tanto da quehaya tomado la libertad de ver oincluso desear ver a la mujer deDarío [Stateira], no podría sufrirque se hablara de su belleza

delante de mí.”PLUTARCO, Vida de Alejandro,XXXVIII.

Su desinterés —podría decirseincluso su aversión— por los asuntos dela carne se muestra también en estas dosanécdotas en relación con la pederastiaque cuenta Plutarco:

“Filóxeno, que era sulugarteniente, le escribió una vezque cierto mercader tarentino,llamado Teodoro, tenía dosmuchachos jóvenes para vender[como esclavos], de gran belleza,y le preguntaba si deseaba que se

los comprase. Alejandro seindignó tanto ante la proposiciónque exclamó varias veces delantede sus amigos: «¿Qué depravaciónha creído Filóxeno descubrir enmí para hacerme semejantepropuesta?», e inmediatamente lerespondió, con muchas injurias,que mandase al mercadertarentino al diablo, y sumercancía con él.Del mismo modo arremetió conseveridad contra un joven llamadoHagnón, que le había escrito quequería comprar un muchachollamado Cróbulo, famoso en la

ciudad de Corinto por su belleza.”PLUTARCO, Vida de Alejandro,XXXVIII.

Indiferente a la lujuria, Alejandrotampoco se dejaba llevar por laglotonería: «Se imponía a su estómago»,escribe Plutarco. La vieja princesa Ada(«vieja» para la época: era simplementesexagenaria), a la que había hecho reinade Caria y a la que consideraba como sumadre (¡otra más, después de Olimpia yla madre de Darío!), le enviaba todoslos días, con idea de complacerle,viandas exquisitas, pastas, confituras ygolosinas que preparaban para ella los

mejores cocineros y pasteleros de supaís. Le escribió afectuosamente que nose molestase tanto por él porque supreceptor —el severo Leónidas— lehabía acostumbrado a un régimen muchomás tonificante: levantarse antes delalba, comer poco en el almuerzo,caminar por la noche a manera de cena.Este Leónidas, le decía Alejandro,llegaba incluso a inspeccionar losarcones donde estaban colocadas susmantas y sus ropas para comprobar quesu madre Olimpia no había escondidoentre ellas golosinas u otras cosassuperfluas.

A diferencia de su padre, no era un

gran bebedor, aunque el vino fuese labebida nacional en Macedonia. Sinembargo, cuando no estaba ocupado enla guerra o la política, le gustabapermanecer mucho tiempo a la mesa,para hablar; y como siempre manteníalargas conversaciones con suscomensales, a menudo le llenaban suvaso de vino. Pero cuando estabaconcentrado en los asuntos, se tratase decombates o tratados, no había banquete,ni festín, ni juego, ni bodas que pudiesendetenerle en lo que hacía y, en este caso,cuando le proponían algún placer,respondía, como más tarde Clemenceau:«¡Yo hago la guerra!»

Al margen de las batallas o losasedios —y ya hemos visto que, desdeque había franqueado el Helesponto, nohabía tenido muchos—, su empleo deltiempo era casi siempre el mismo.

Por la mañana, después delevantarse, ofrecía sacrificios a losdioses, luego se sentaba a la mesa paratomar su primera comida —frugal— deldía, que los griegos llamaban elacratismos. Por regla general estabacompuesta de pan mojado en vino, deolivas e higos. Luego salía de caza,actividad que amaba con pasión, comotodos los macedonios, sólo oacompañado, hostigando a los jabalíes o

disparando simplemente con el arco aalgunas aves. A veces, cabalgando sobreBucéfalo, perseguía una liebre o unzorro. Cuando estaba harto de cazar,caminaba campo a través o entre losviñedos y se ejercitaba con el arco y lajabalina, o también en la esgrima y lalucha, con amigos de su edad.

Todos los días, o casi todos, pasabaun par de horas dictando el diario de sushechos y gestas a Eumenes, el jefe de susecretariado, que, en tiempo decampaña, también llevaba el diario de abordo de su ejército. A medida que seextendían sus conquistas, los problemasadministrativos exigían cada vez más

tiempo de Alejandro: había que ordenar,decidir, recompensar, castigar a losgenerales y los administradores,próximos o lejanos, que tenían a sucargo el gobierno de los territoriosconquistados a los persas. Poco a pocoorganizó en torno a él una especie deadministración central del Imperio enrelación con los gobernadores deprovincias, que habían sustituido a losantiguos sátrapas persas.

Cuando había terminado con la caza,el deporte, la administración, la políticay la lectura, cuya pasión le habíatransmitido Aristóteles, Alejandrovolvía a su casa, es decir, la mayoría de

las veces a una lujosa tienda, dispuesta ala manera persa, y se relajaba en unbaño, frío o caliente, según la estación,y se hacía dar masajes, frotar y aceitar.Luego iba a inspeccionar las cocinas, seaseguraba de que nada faltase en ellas, yempezaba a cenar muy tarde, de noche lamayoría de las veces, con compañeros,generales y embajadores porcomensales. Estas cenas, que, como yase ha dicho, no eran festines, terminabanmuy tarde, porque a Alejandro legustaba hablar mucho tiempo, tanto desus proyectos como de sus hazañas. Losautores antiguos dicen que le gustabahacerse valer, contar sus proezas, como

escribe Plutarco, y que gozaba con laadulación. A veces se vanagloriabapuerilmente, como un soldado fanfarrón,y, con la ayuda del vino, la cenaterminaba muchas veces al alba.

Cuando sus invitados habíandesaparecido, Alejandro no tenía paracompartir su intimidad más que a suamigo Hefestión y, a veces, a Barsine,aunque nuestras fuentes rara vez lamencionan. En el fondo, este jovenconquistador, al que todo le salía biende una forma incomprensible, era unsolitario, convencido interiormente deque estaba en la tierra para cumplir unamisión que cada día se hacía mayor a

medida que se realizaba. Al punto a quehabía llegado, su cruzada panhelénicaestaba acabada; pero de manera confusasentía que, para él, aquello no era másque un principio.

Antes de proseguir sus conquistas, eljoven rey debía reorganizar política yadministrativamente los paísesconquistados, que, en líneas generales, ydespués de la batalla de Isos,correspondían a la parte de la Turquíamoderna situada entre el mar Negro y laactual frontera siria. La ciudad másseptentrional era Sínope, en las orillasdel mar Negro; la más meridional,Alejandreta, en el golfo del mismo

nombre. En la época de la conquista,estos territorios se hallaban divididos ensatrapías. En las satrapíasdefinitivamente anexionadas al reino deMacedonia, Alejandro estableció unadistinción fundamental entre las «tierrasdel Gran Rey» y las de las antiguasciudades griegas (cuyo territorio seextendía siempre al otro lado de susmurallas). Las primeras eran extensionesde tierras habitadas únicamente porquienes las cultivaban, hasta esemomento, a cuenta del Gran Rey, osimples espacios cubiertos devegetación natural (pastos de montaña,bosques, estepas arboladas o

herbáceas); ahora van a cambiarsimplemente de propietario y aconvertirse en las «tierras del rey» (deMacedonia). Bajo el régimen persa, lassegundas eran administradas por unaoligarquía local (griega) o por un rey(tyrannos), sometido al sátrapa de laprovincia, al que pagaban un tributoanual destinado, en principio, al tesorodel Gran Rey. En todas, Alejandro seesforzó por restablecer la democracia ala manera ateniense, con asamblea delpueblo, senado y magistrados elegidos,pero mantuvo o suprimió el principiodel tributo según la acogida que lehabían reservado. La autonomía

(marcada por la exención total deltributo) y la libertad (consecuencia deun régimen democrático aceptado sinreticencia) no les fueron concedidas deentrada. Una vez que las habíanadquirido, las ciudades tenían derecho aadherirse a la Liga de Corinto, que erauna especie de ONU greco macedonia.

Junto a estas medidas, más o menostransitorias, que variaron según lasciudades, hubo otras más generalescomo el derecho a acuñar moneda, lainstauración de una contribuciónvoluntaria administrada por el fiscomacedonio, o la autorización concedidaa ciertas ciudades de agruparse en

uniones político-religiosas (que no sepermitía a las ciudades griegas deEuropa). Se puede ver ahí el esbozo deuna política de conjunto, con vistas a lacreación de un Estado mediterráneounificado e incluso centralizado, que noverá la luz sino tres siglos más tarde,gracias a la obra de Julio César.

Lo que fue sin duda más duradero ylogrado en esta tentativa de unificaciónfue la creación de una administraciónfinanciera centralizada. Alejandroinstituyó (al parecer a partir del año 330a.C.) una caja de imperio que reemplazóprogresivamente a la caja militar, cuyosrecursos provenían de la venta de los

botines y los prisioneros a ricosparticulares, así como de los tributosimpuestos a las poblaciones vencidas; lacaja de imperio, especie de TesoroPúblico cuya institución debeadjudicarse al crédito de Roma,absorberá la caja militar y seráalimentada, además, por impuestoscobrados por una administraciónadecuada.

Todas estas disposiciones no fuerondecididas de golpe; se pusieron enmarcha de forma progresiva, en funciónde las circunstancias, porque, despuésde la derrota del Gran Rey, Alejandroiba a lanzarse a nuevas conquistas.

El vencedor de Isos podía elegirentre dos estrategias: perseguir a Darío,que había huido hacia Tápsaco, a orillasdel Eufrates, de donde iba a dirigirse aSusa atravesando Mesopotamia yconquistar así el Imperio persa; o bienacabar la conquista de las costas delMediterráneo (las de Siria y Egipto) yreducir de este modo a la impotencia ala flota persa, que era dueña del marEgeo. La primera era audaz: convertirseen el Gran Rey de Asia, sustituyendo alos Aqueménidas, ¡qué perspectivagrandiosa! La segunda era más política yprudente, y condicionaba el éxito de laprimera. Alejandro decidió ser prudente

primero y audaz después: eligiódirigirse hacia Siria.

Pero antes, había que tratar ynegociar. Con Bálacro como gobernadorde Cilicia, esa provincia marítimaestaba en buenas manos y podía partirtranquilamente hacia Siria; en cambio, lamarcha hacia Tiro y Gaza, las dosciudades importantes de la costa siria, leobligaban a firmar acuerdos de paso conla pequeña isla de Arados y la aldea deMarato que estaba enfrente, en elcontinente, en tierra fenicia.

A finales del año 333 a.C, Alejandrodeja pues Isos en dirección sur, a lolargo de la costa sirio-fenicia, con su

gran ejército, aumentado con losprisioneros persas, los bagajes del GranRey y sus serrallos. Después de tres díasde marcha, encuentra al fenicio Estratón,hijo de Geróstrato, rey de la isla deArados y de los territorios continentalessituados enfrente: le informa de que supadre navega con el almirante persaAutofrádates, cuya imponente flotanavega por las aguas del Peloponeso.Luego Estratón pone una corona de orosobre la frente de Alejandro y le entregaoficialmente la isla de Arados, lapequeña ciudad de Marato y cuatrovillas costeras vecinas. Estanegociación llevó dos o tres días;

mientras se desarrollaba, llegaron aMarato enviados de Darío, portadoresde una carta para Alejandro.

En esta misiva el Gran Rey lerecordaba que su padre, Filipo II deMacedonia, había sido amigo de supropio predecesor, Artajerjes III, y quehabía firmado con él un tratado dealianza; que era Filipo el primero quehabía cometido faltas hacia Arses,sucesor de Artajerjes y que desde queél, Darío, se había convertido en rey delos persas, Alejandro no había hechonada para restablecer la alianza rota. Alcontrario, había entrado en Asia con suejército y él, Darío, había tenido que

bajar hacia la costa cilicia con sustropas, porque se encontraba en estadode legítima defensa y en derecho aconservar el poder heredado de suspadres. La suerte de las armas habíasido favorable al macedonio, deacuerdo, pero Darío, al dirigirse aAlejandro como un rey a otro rey, lepedía que le devolviese a su madre, sumujer y sus hijos que había hechoprisioneros. Tras lo cual, estabadispuesto a tratar con los embajadoresque tuviera a bien enviarle el rey deMacedonia.

Este último redactó inmediatamentela siguiente respuesta, que hizo llevar al

Gran Rey a través del mensajeroTersipo, que partió hacia Susa con losenviados de Darío:

CARTA DE ALEJANDRO A DARÍO IIICODOMANOVuestros antepasados invadieronMacedonia y el resto de la Hélade, yles hicieron mal sin haber sufridoanteriormente malos tratos de parte delos helenos. Yo, Alejandro, elegidoestratego supremo de los helenos ydecidido a vengar esos ultrajes, hepasado a Asia, porque nos habéisproporcionado nuevos motivos deguerra. Habéis socorrido a la ciudad

de Perinto, culpable con mi padre[Alejandro, adolescente, había asistidoal asedio en 340 a.C] cuando laasediamos y Artajerjes envió unejército a Tracia, que estaba bajonuestra hegemonía. Mi padre fueasesinado por conspiradores queactuaron instigados por vosotros, y túte has vanagloriado de ello en cartasque todo el mundo conoce. Después dehaber asesinado a Arses con la ayudade Bagoas, te has apoderado del poderde una manera ilegítima, con despreciode la ley persa y haciendo daño a lospersas. Has mandado distribuir portodas las ciudades griegas una carta

vergonzosa, incitándolos a guerrearcontra mí. Has hecho llegar ayudas alos lacedemonios y a otras ciudadesgriegas; éstas los han rechazado, perolos lacedemonios las han aceptado. Tusemisarios han alentado a mis amigoscontra mí y han tratado de romper lapaz que yo había conseguido para loshelenos. Por eso he partido encampaña contra ti, pero eres tú el queha tomado la iniciativa demanifestarme tu odio. Ahora hevencido, en un combate leal, a tusgenerales y tus sátrapas. Luego te hevencido a ti y también a tu ejército.Ahora, por la gracia de los dioses, yo

soy el amo de este país. Me cuido delos que, tras haber combatido contramí a tu lado, han abandonado la luchay buscado refugio a mi lado. No tienenmotivo de queja contra mí. Alcontrario, se han puesto bajo misórdenes por propia voluntad. En estascondiciones, puesto que soy el amo deAsia, ven tú también hacia mí. Si unavez aquí temes sufrir malos tratos,envía amigos tuyos y toma garantías.Una vez que estés aquí, pídeme tumadre, tu mujer, tus hijos: todo lo quedesees, lo tendrás. Pero en adelante,cuando tengas nuevos mensajes quedirigirme, hazlo como al rey de Asia.

No vuelvas a escribirme como de iguala igual, sino como a aquel que es eldueño de todo lo que antes poseías. Encaso contrario, reflexionaré ycastigaré, por falta de lesa majestad. Sino estás de acuerdo sobre la posesióndel poder, enfréntate a mí otra vez, teespero a pie firme. Pero no huyas:donde estés, yo sabré encontrarte.ARRIANO, op. cit., II, 14.

Tras enviarla, Alejandro prosiguiósu avance hacia el país de los fenicios,en dirección a Biblos y Tiro. El mes deenero del año 333 a.C, que acababa deempezar, se anunciaba radiante.

2. Conquista de FeniciaEn el tercer milenio antes de nuestra

era, al mismo tiempo que unos pueblossemitas, los acadios y los babilonios, seestablecían en Mesopotamia, otrossemitas tomaban posesión, más al oeste,de los territorios que corresponden a losestados modernos de Siria, Líbano,Israel y Jordania, en esa región tambiénllamada Siria-Palestina por losgeógrafos y «país de Canaán» en laBiblia. Estos pueblos, que glo-balmentese llaman cananeos, van a sufrir a lolargo del II milenio a.C. una serie deinvasiones de pueblos no semitas

(sucesivamente, los hurritas, los hicsos,los hititas y, hacia el 1200 a.C, lospueblos del mar, entre los que figuranlos pelesetes o filisteos, que dieron aPalestina su actual denominación). Aestas invasiones militares y destructorasse superpusieron las lentas infiltracionesde semitas nómadas, que no cesan deafluir a la región con dos pueblosimportantes entre ellos: los arameos ylos hebreos, que son sin duda una tribuaramea precozmente individualizada.

Hacia el año 1100 a.C, los cananeosno representan prácticamente nada enesta región de paso, tan convulsionada,del mundo del Oriente Próximo, salvo

en la costa mediterránea donde algunosde sus elementos —llamados feniciospor los griegos— dan una fortuna nuevaa las antiguas ciudades costeras comoBiblos (al norte de Beirut). Estosfenicios, instalados en el actual Líbano,son origen de toda una serie de factoríascomerciales en la costa siria primero(Arados, Biblos, Sidón, Tiro), luego enel Mediterráneo occidental, hastaGibraltar. La conquista persa habíahecho de la Fenicia una circunscripciónadministrativa integrada en la satrapíade Siria.

Desde siempre, los fenicios sehabían dedicado al comercio marítimo

en el Mediterráneo, y el Imperio persarepresentaba una enorme salida a lasmercancías que transportaban en susnavíos. También habían respondido a lallamada del Gran Rey cuando éste habíatratado de llevar la guerra a aguashelénicas. Ahora que el Gran Rey no eranada, las ciudades fenicias —todas ellasdirigidas por un monarca local—estaban pensando en romper losvínculos de vasallaje que las unían aDarío, para aliarse con su vencedor. Asíse explica el gesto de Estratón deArados ofreciendo una corona dorada alvencedor de Isos. Alejandro, que en esemes de enero de 332 a.C., continuaba su

avance hacia el sur, recibió así, depasada, la sumisión de Biblos, con untratado en debida forma; luego de Sidón,cuyos habitantes detestaban a los persasy a Darío.

Desde Sidón, Alejandro avanzóhacia Tiro que, como Arados, era unaciudad doble: la antigua ciudad seguíaexistiendo, construida en tierra firme,pero el palacio real, los almacenes y lospuertos se encontraban en una islita,notablemente defendida por las murallasque la rodeaban: tenían cincuenta metrosde altura aproximadamente y casi otrotanto a lo ancho. Durante la ruta, el reyencontró a los embajadores tirios que

habían salido a su encuentro,encabezados por el hijo del príncipeAcemilco, que reinaba en la ciudad; leinformaron de que Tiro estaba dispuestaa someterse y acogerle. Alejandro lesdio las gracias por su cortesía, hizo elelogio de su ciudad y anunció que teníala intención de dirigirse a ella paraofrecer un sacrifico a Heracles, elantepasado de su dinastía. Y fueentonces cuando empezaron lasdificultades.

Los tirios eran ante todocomerciantes y banqueros. Una parte desu flota navegaba por el Mediterráneocon la flota persa, de acuerdo con el

estatuto de Tiro, que era vasallo delGran Rey, pero en el conflicto entreMacedonia y Persia trataban depermanecer neutrales. Cuando susembajadores volvieron para informarlesde la propuesta de Alejandro, susconciudadanos mandaron responder queaceptaban de buen grado hacer todo loque el rey de Macedonia les pidiese, yque el templo de Heracles situado en laciudad insular estaba consagrado no alHeracles griego, es decir, al hijo deZeus y de Alcmena, que era elantepasado de Alejandro, sino al diossolar fenicio Baal Melqart, al que losgriegos llamaban el «Heracles tirio».

Por lo tanto, aconsejaban al rey deMacedonia hacer su sacrificio en eltemplo del Heracles griego, que seencontraba en la ciudad continental. Decualquier modo, se negaban en redondoa dejarle entrar con armas y bagajes enla ciudad insular, pues ello supondríaromper su tratado con el Gran Rey. Lostirios se atrincheraban detrás de suestatuto de Estado neutral: nopermitirían a ningún persa ni a ningúnmacedonio entrar en su ciudad.

Cuando Alejandro fue informado deesta respuesta, dio rienda suelta a sucólera y reunió a sus generales:

—Amigos —les dijo—, considero

que sería una locura marchar sobreEgipto abandonando el control de losmares a los tirios y los persas. Seríaigual de ilógico perseguir a Darío hastaSusa, dejando detrás de nosotros estaciudad de Tiro que nos cierra suspuertas, y abandonando tanto Egiptocomo la isla de Chipre a los persas queson sus dueños. Si marchamos sobreBabilonia, corremos el riesgo de ver alos persas ir, aprovechándose de nuestraausencia, por el mar a reconquistar lasplazas del litoral o a llevar la guerra aGrecia, con sus navíos. Se entenderáncon los espartanos, que son nuestrosenemigos declarados, y verosímilmente

con los atenienses, que siguen siendoaliados nuestros debido más al temorque les inspiramos que por simpatíahacia nosotros.

—¿Qué propones? —le preguntaParmenión.

—Propongo tomar Tiro, la ciudadinsular; entonces seremos los amos detoda Fenicia, y la poderosa marina tiria,la más fuerte del partido persa, pasará anuestro lado.

—¿Estás seguro?—Evidentemente; una vez sometida

su ciudad, los marineros y soldados dela infantería de marina se negarán acorrer a la muerte por cuenta únicamente

de los persas o los espartanos.—¿Y los chipriotas? Están cerca y

su marina es por lo menos tan poderosacomo la de los tirios.

—O bien comprenden que su interéses unirse a nosotros, o bien no noscostará mucho conquistar su isla. Apartir de ese momento, reuniendo lastres flotas, la macedonia, la tiria y lachipriota, seremos los dueños absolutosdel Mediterráneo y entonces laexpedición de Egipto no será más que unjuego de niños. Con un Mediterráneopor fin amigo a nuestra espalda y lasriquezas de Egipto, podremos lanzarnosa una expedición contra Babilonia y

contra Darío sin ningún riesgo. Por esodebemos apoderarnos sin más tardanzade la Tiro insular.

Se nos dice que, a estos argumentosestratégicos, Alejandro añadió, comohacía a menudo, razones místicas.Pretendió haber tenido un sueño, durantela noche anterior a su consejo de guerra,en que se había visto acercándose pormar a las murallas de la Nueva Tiro:Heracles le habría abierto entonces laspuertas de la ciudad. Aristandro, eladivino que había vinculado a supersona, interpretó su sueño de lasiguiente manera: Tiro sería tomada,pero con esfuerzo, porque con esfuerzo

había emprendido Heracles sus famosostrabajos.

El asedio de Tiro duró siete meses,de enero a julio del año 332 a.C, no sindificultades, si hemos de creer laminuciosa descripción que de él haceArriano.

La idea inicial de Alejandro fueconstruir una escollera de madera, unpontón, para unir la isla con la tierrafirme. El pequeño brazo de mar que laseparaba del continente era pocoprofundo, salvo en la proximidad de laisla, donde había seis metros deprofundidad y donde el fondo del marera fangoso, lo que facilitaba la

plantación de postes destinados asostener la escollera. Los trabajosempezaron de inmediato, bajo ladirección de Alejandro, que animaba alos pontoneros, les prometía primas, leshacía saborear los placeres de lavictoria. Al principio, avanzarondeprisa. Pero en cuanto se acercaron ala ciudadela insular, los obreros,acribillados con flechas y jabalinaslanzadas desde lo alto de las murallas,atacados por marinos tirios montados enrápidas trirremes, tuvieron quereplegarse presurosamente a tierrafirme.

Entonces Alejandro mandó construir

al final de la escollera dos torres demadera sobre las que colocó máquinasde guerra como las que se utilizaban enlos asedios terrestres, recubiertas decueros y pieles de animales, lo que lasprotegía de las flechas encendidas quelos tirios lanzaban desde sus murallas.Con mucha habilidad, los sitiadosllenaron de ramas y leña muy seca unnavio que servía para el transporte decaballos, en cuya proa amontonaron,bien apiladas, virutas de madera yantorchas cubiertas de pez y llenas deazufre y otras materias fácilmenteinflamables; también colocaron dosmástiles que unieron mediante una verga

doble de los que colgaban calderosllenos de líquidos inflamables quedebían activar las llamas de las virutasde madera. Asimismo habían cargado depeso la popa del navío, de modo que suproa se alzaba muy por encima del agua.

Una vez acabados estospreparativos, los tirios acecharon lallegada del viento en dirección de laescollera y, cuando éste se levantó,remolcaron su navío, transformado enbomba incendiaria flotante, hasta laescollera y las torres que habíanconstruido los pontoneros; en cuantoestuvieron cerca, prendieron fuego a lasvirutas de madera. Pronto empezaron a

arder las torres, y los soldadosmacedonios que trataban de acercarsepara apagar el incendio fueronacribillados a flechas por los arquerosapostados en las murallas.

Todo ardió en poco tiempo: lastorres, la escollera, los andamiajes, lostechos de protección, los pilotes, y hubogran cantidad de víctimas entre losmacedonios, algunos de los cuales sepreguntaban por qué se empeñabaAlejandro en una empresa como aquélla,condenada evidentemente al fracaso.Luego, cuando las torres que eran presade las llamas se derrumbaron, los tirioshicieron una salida en masa, en

pequeñas chalupas, se dirigieron haciala escollera e incendiaron todo lo que nohabía sido destruido por el fuego de sudiabólico navio.

Cuanto más parecía escapárseleTiro, más se empeñaba Alejandro enapoderarse de la ciudad. Ordenóreconstruir una escollera a partir detierra firme, pero más ancha que la quehabía ardido para poder disponer en ellade más máquinas de guerra, másingenieros y obreros, más soldados.Mientras los trabajos volvían a empezar,partió para Sidón con el objetivo deencontrar trirremes, porque se habíadado cuenta de que mientras no tuviese

el control absoluto del mar no seapoderaría de Tiro. En los díassiguientes tuvo la sorpresa de ver acudiren su ayuda, con sus flotas, a unosaliados inesperados: Geróstrato, rey deArados, Enilo, rey de Biblos, y a lossidonios, todos ellos fenicios, conochenta navíos en total. Tambiénllegaron barcos armados para la guerrade Soles, de Malo, en Cilicia, de Licia,un navio de cincuenta remos deMacedonia, y —¡oh, maravilla!— cientoveinte navíos chipriotas. Una verdaderacoalición de potencias marítimas sehabía organizado espontáneamentecontra Tiro: unas para eliminar a un

competidor poderoso, otras porqueapostaban a Alejandro ganador frente aDarío. Mientras tanto, el rey deMacedonia montaba una expedición«limpieza» contra las tribus árabes delanti-Líbano que aprovechaban lasperturbaciones para acosar a laspoblaciones sedentarias de la costa y,sobre todo, a las caravanas procedentesde Damasco.

El verano acababa de empezar. Elsitio de Tiro duraba hacía seis meses.Alejandro había decidido lanzar todassus fuerzas al mismo tiempo contra laisla, unas por la escollera que había

sido reconstruida —con un númeroimponente de máquinas de guerra—,otras en un combate naval sin cuartel. Enel día por él fijado, hacia finales delmes de julio de 332 a.C, una imponentearmada sale de Sidón y pone rumbohacia Tiro: por el lado de alta maravanzan, majestuosas, las flotas deChipre, Sidón y Biblos, guiadas por susreyes; la flota macedonia ocupa el alaizquierda, por el lado de las tierras. Lostirios, al comprobar que se hallan eninferioridad numérica, resisten a latentación de un combate naval perdidode antemano y reúnen en los puertos desu isla todas las trirremes que pueden

encontrar para impedir el acceso a losnavíos enemigos.

Llegado a la vista de la Tiro insular,Alejandro da la orden a la flotachipriota de bloquear la salida delpuerto tirio que mira hacia Sidón (esdecir, hacia el norte), y a la flota feniciahacer otro tanto en el lado que mirahacia Egipto (es decir, hacia el sur). Lasmáquinas de guerra avanzan sobre laescollera. Los tirios hacen retroceder alos asaltantes disparando sobre losnavíos jabalinas y flechas encendidaslanzadas desde lo alto de sus murallas;como han colocado grandes bloques depiedra en las aguas (bajas) que rodean

la isla, los grandes navíos de transportede los macedonios no pueden avanzar yhay que retirar esos bloques del mar.Pero el trabajo sólo puede realizarsedesde los puentes de los propios barcos,que echan el ancla como pueden; losbuceadores tirios, muy hábiles bajo elagua, cortan los cables que unen lasanclas a los navíos y éstos se alejan a laderiva. Entonces los macedoniossustituyen los cables por cadenas yterminan por limpiar el fondo del maralrededor de la isla tiria.

Esta vez los heroicos tirios seencuentran bloqueados por todas partes.Deciden hacer una salida y lanzar un

ataque sorpresa contra los navíoschipriotas, fondeados al norte de la isla.Con este objetivo, tienden durante lanoche enormes toldos delante de laentrada del puerto a fin de ocultar suspreparativos al enemigo. Al díasiguiente, hacia mediodía, sus barcos ymarinos están preparados para elcombate, mientras que Alejandro se haretirado a su tienda, sin duda para comero descansar, porque el sol de julio esardiente, y los marineros enemigos sededican a sus ocupaciones de rutina. Lostirios sacan entonces hacen salir trecebajeles rápidos y potentes del puerto,que se lanzan sobre las naves chipriotas

y, mientras los remeros aceleran lacadencia, los soldados de la infanteríade marina tiria, lanzando gritos deguerra, pasan al ataque de los navíosenemigos. Unos están vacíos, otrosanclados con tripulaciones reducidas yel ataque por sorpresa tiene éxito: dosnavíos de guerra chipriotas de cincofilas de remeros por cada lado sonenviados a pique.

Alejandro reacciona rápidamente.Ordena a la mayoría de los navíos queestán con él, a medida que cada unocompleta su tripulación, acercarse alpuerto que mira hacia Sidón paraimpedir otra salida de los navíos tirios y

parte con navíos de guerra para atacarlos barcos tirios que habían hechoaquella salida. Al verlo, desde lo altode sus murallas los tirios gritan a susconciudadanos que vuelvan a refugiarse,pero los navíos de Alejandro son másrápidos y alcanzan a casi todos. Durantelos días siguientes, los navíosmacedonios pudieron acercarse a lasmurallas de Tiro, lanzar pasarelas,desalojar a los tirios metro a metro,mientras que los bajeles de fenicios ychipriotas forzaban la entrada de los dospuertos de la ciudadela, y la matanza delos tirios empezó: los macedoniosmataron cuatro mil y sólo tuvieron unos

cuatrocientos muertos.Los magistrados tirios y los

sacerdotes se habían refugiado en eltemplo de Heracles-Melqart: Alejandroles perdonó la vida. Los demáshabitantes de la ciudad fueron reducidosa esclavitud: treinta mil tirios yextranjeros fueron vendidos en losmercados de esclavos de la costa. LuegoAlejandro ofreció un sacrifico aHeracles y organizó una procesión y unarevista naval en honor de su míticoantepasado.

Así fueron tomadas la ciudad y laisla de Tiro, en el mes de julio del año332 a.C.

Mientras terminaba el sitio de Tiro,Alejandro recibió a unos embajadoresenviados por Darío. Le hicieron saberque el Gran Rey estaba dispuesto a darle10.000 talentos por el rescate de sumadre, su mujer y sus hijos, y que leproponía cederle sus territorios en Asia,desde el Eufrates hasta el Mediterráneo.Como prenda de un buen acuerdo futuro,ofrecía incluso a su hija como esposa alrey de Macedonia. El ofrecimiento deDarío superaba todo lo que habríanpodido esperar los griegos másexigentes en la época de Demóstenes eIsócrates. Alejandro reunió en consejo asus generales y sus Compañeros para

discutir la propuesta y Parmenión habríadicho entonces: «Si yo fuera Alejandro,aceptaría.»

Alejandro, que tenía ambicionesmayores, le dio esta respuesta, digna deun espartano: «También yo, si fueraParmenión.»

Alejandro hizo saber a losembajadores que, por lo que se refería alos 10.000 talentos, no tenía necesidadde dinero, y que en caso de necesitarlotomaría lo que quisiese donde quisiese,porque era el rey de Asia y todo lo queDarío poseía era suyo. En cuanto almatrimonio ofrecido por el Gran Rey,respondió que, si hubiese tenido el

deseo de casarse con su hija, no habríanecesitado pedirle permiso. En cuanto alreparto del Imperio persa, tampoco eraposible, ya que, una vez vencido Daríoen Isos, ese imperio pertenecía aAlejandro en su totalidad. Y le repitió,como en su última carta, que si deseabaser tratado generosamente, no tenía másque dirigirse a él como un suplicantedebe dirigirse a su rey, y que entoncesninguna petición razonable le seríanegada.

Notemos de paso que estafanfarronada de Alejandro amenazabacon volverse contra su autor. Elmacedonio estaba a punto de partir con

su ejército hacia Gaza y emprender lacampaña de Egipto: a Darío le bastabacon reconstituir un ejército y aprovecharla ausencia de Alejandro parareconquistar sus territorios perdidos.Estamos, pues, en condiciones dehacernos la siguiente pregunta: ¿por quéel joven rey, que acababa de cerrar elpico a Parmenión con una frase lacónicay humillante, había podido dejarsellevar por semejante imprudencia, laprimera de esa clase en su corta vida deconquistador? Todos nuestros autorescuentan esta algarada, que algunoscompletan con otra respuesta, mássimbólica y racional. Según Diodoro de

Sicilia, por ejemplo, Alejandro habríadicho a los embajadores que le habíanpropuesto el reparto del Imperio departe de Darío:

“Si hubiese dos soles, el mundo nopodría conservar su hermosoordenamiento, y si dos reyesejerciesen el poder supremo, latierra habitada no podríapermanecer mucho tiempo sinperturbaciones y sin sediciones.”DIODORO DE SICILIA, XVII, 54,5.

El Gran Rey era el único que habíapresentido la caída de Tiro. Todas las

ciudades importantes de la regióntrataban de atraerse unas los favores,otras el perdón, del futuro dueño deSiria y enviaban hacia Alejandroembajadores o mensajeros,asegurándole su apoyo (principalmentematerial). Sólo Jerusalén permaneciófiel a Darío, al menos según FlavioJosefo, que nos refiere el incidente enestos términos, en su Historia de losjudíos:

“Mientras asediaba Tiro,Alejandro escribió a Jeddua, GranSacrificador de los judíos, paradecirle que le pedía tres cosas:

ayuda, comercio libre con suejército y las mismas asistenciasque daba a Darío, y le aseguróque, si se las concedía, no tendríaque lamentar haber preferido suamistad a la de Darío. El GranSacrificador le respondió que losjudíos habían prometido a Darío,bajo juramento, no alzar armascontra él y que no podían renegarde su promesa mientras élestuviera vivo. Alejandro se irritótanto por esta respuesta que hizosaber al Sumo Sacerdote que,inmediatamente después de tomarTiro, marcharía contra Jerusalén

con su ejército para enseñarle, aél y a todo el mundo, a quiéndebían hacerse juramentossemejantes.”FLAVIO JOSEFO, op. di., XI, VIII,451.

Sin embargo, el mismo autor nosdice que Jeddua tenía un hermano,Manases, casado con Nicasis, hija delgobernador persa de Samaria,Sanabaleth. Este matrimonio eracontrario a la ley judía, porque casarsecon una extranjera suponía «estableceruna mezcla profana con las nacionesidólatras, que había sido la causa de

tantos males para los judíos y de sucautiverio en Babilonia» (op. cit., XI,VIII, 450), y Jeddua hubo de prohibir asu hermano acercarse al altar de lossacrificios. Manases fue a quejarse a susuegro; éste lo tranquilizó, le prometiómandar construir un templo en Samaria,de donde él era gobernador, y nombrarleGran Sacrificador. Dio además a suyerno «dinero, casas y tierras», e instalóasimismo a otros judíos que se habíancasado con mujeres no judías, lo cual,nos dice Josefo, «aporta gran turbaciónen Jerusalén».

Luego las cosas se complican: elviejo Sanabaleth traiciona a Darío, se

dirige a Alejandro con sus soldados(según Josefo, eran ocho mil) y le pide,como precio de esa traición, mandarconstruir un templo judío en Samariapara su yerno. Alejandro comprendió deinmediato la ventaja que podría sacar dela existencia de un partido antipersa enJerusalén, dirigido por Manases, cuyainfluencia podría contrarrestar la delpartido propersa de Jeddua, y el templopedido fue construido rápidamentemientras terminaba el sitio de Tiro.

El anuncio de la caída de Tiro causóun efecto tan importante en laspoblaciones ribereñas del Mediterráneo,y sobre todo del Mediterráneo oriental,

como el de la derrota del Gran Rey enIsos en los pueblos de oriente. Sinembargo, Alejandro debía chocar aúncon algunas resistencias antes de entraren Egipto.

Tras la toma de Tiro, había ido hastaDamasco donde había confirmado en suspoderes al sátrapa persa de Samaria,adjudicándole, como gobernador militar,al estratego macedonio Andrómaco; seaseguró luego de que las plazas dePalestina en la ruta de Egipto nopondrían obstáculo alguno a su paso.Luego se dirigió a Jerusalén donde elSumo Sacerdote, temiendo la cólera deAlejandro, organizó plegarias públicas

en la ciudad, ofreció al Dios de losjudíos sacrificios, según nos cuentaFlavio Josefo, que acabómanifestándose:

“Dios se le apareció en sueños yle dijo que mandase derramarflores por la ciudad, abrir todaslas puertas, e ir, vestido con susricos hábitos sacerdotales, contodos los sacerdotes igualmentevestidos con los suyos y los demásvestidos de blanco, ante Alejandrosin tomar nada de este príncipe,porque él, Dios, los protegería.[…] Cuando se supo que

Alejandro estaba cerca, el SumoSacerdote acompañado de losdemás sacerdotes fueron ante élcon esa pompa. Los [soldados] delejército de Alejandro no dudabande que con la cólera que teníacontra los judíos les permitiríasaquear Jerusalén y que infligiríaun castigo ejemplar al SumoSacerdote. Pero ocurrió todo locontrario: cuando Alejandro vioaquella multitud de hombresvestidos de blanco, aquella tropade sacerdotes vestidos de lino, y alSumo Sacerdote con su túnica decolor azul enriquecida de oro y su

tiara sobre la cabeza, con unabanda de oro sobre la que estabaescrito el nombre de Dios, el reyse le acercó, solo, se prosternóante él y le saludó como nuncanadie le había saludado. Entonceslos judíos se reunieron alrededorde Alejandro y le desearon, todosa coro, toda suerte deprosperidades […]. El mismoParmenión le preguntó por qué él,que era adorado por todo elmundo, adoraba al SumoSacerdote de los judíos: «No es aél, el Sumo Sacerdote, a quienadoro —había contestado

Alejandro—, es al Dios del que esministro.»”FLAVIO JOSEFO, op. cit, XI, VIII,452.

Ninguna otra fuente hace alusión aeste incidente, que tal vez fue inventadopor Flavio Josefo.

Más tarde, Alejandro se dirigió aGaza, capital de los filisteos, ante la quellegó a finales del mes de agosto oprincipios del mes de septiembre de 332a.C.

Gaza era una ciudadela encaramadasobre un montículo de laderas abruptas,a tres o cuatro kilómetros del mar.

Rodeada de impresionantes murallas,estaba gobernada, en nombre del GranRey, por un eunuco negro llamado Batisque, confiando en el espesor de susmurallas y seguro del valor de suguarnición, formada por soldados persasy árabes, y también de no carecer devíveres, se negó a someterse aAlejandro: por supuesto, había oídohablar de la toma de Tiro, pero sin dudaestaba convencido de que Darío notardaría en volver a poner orden enFenicia o que recibiría alguna ayuda delvecino Egipto.

Así pues, Alejandro se vio obligadoa poner sitio a Gaza, operación que se

anunciaba difícil debido a la topografíade aquellos lugares. Esperaba poderutilizar las máquinas de asedio quehabía empleado en Tiro, pero susingenieros le hicieron observar que lascuestas de la pequeña colina sobre laque estaba construida la ciudad erandemasiado abruptas para montar allíesas máquinas, pesadas y voluminosas.Propusieron construir una escolleracircular alrededor de las murallas, hastala que podrían levantar las máquinas conla ayuda de una serie de planosinclinados: una vez colocados losarietes en posición, las murallas deGaza parecían fáciles de abatir.

La escollera quedó terminada alcabo de unas semanas. Antes de utilizarlas torres y los arietes, hubo una breveceremonia religiosa durante la queAlejandro, con la cabeza ceñida por unacorona de flores, debía sacrificar unavíctima a los dioses. En el momento enque iba a empezar la ceremonia, unagran ave de presa que revoloteaba porencima del altar dejó caer una piedrasobre la cabeza o el hombro del realsacrificador: Aristandro, el adivino delque nunca se separaba el rey, interpretóel presagio de inmediato: «Rey, tútomarás la ciudad de Gaza, pero debespreocuparte de ti hoy mismo.»

Así pues, empezó el asedio, peroAlejandro, teniendo en cuenta lasrecomendaciones de su adivino, semantuvo alejado de las murallas de laciudad. Al cabo de unos días, lossitiados hicieron una salida y lossoldados árabes que defendían Gazaintentaron incendiar las máquinas deguerra. Los macedonios se encontraronmomentáneamente en mala posición yalgunos ya empezaban a huir. Al verlo,olvidando la predicción del adivino,Alejandro corrió al combate y, con susola presencia, enderezó la situación.Durante la escaramuza, fue herido en elhombro por un proyectil: esta herida le

llenó de alegría, porque era la prueba deque la mitad de la predicción deAristandro era cierta («debespreocuparte de ti hoy mismo»), y sacabala conclusión optimista de que la otramitad («tú tomarás la ciudad de Gaza»)también debería cumplirse.

Le cuidaron la herida, luego llegaronde Tiro otras máquinas y las murallasfueron echadas abajo. Pero no senecesitaron menos de cuatro asaltos paratomar la ciudad e, incluso una vezabatidas las murallas, sus habitantes,árabes en su mayoría, lucharonvalientemente y la mayoría murió con laespada en la mano. Al final de la

jornada contaron diez mil muertos en lascalles de Gaza; sus mujeres y sus hijosfueron vendidos como esclavos y elbotín fue importante: Gaza era uno delos términos del itinerario de lascaravanas que venían de Arabia del Sury que transportaban sobre todo especias,mirra e incienso, plantas querepresentaban auténticas fortunas en laépoca.

Entre el botín, había en Gaza unbellísimo cofrecito de perfumes.Alejandro se lo quedó, pero no paraconservar en él perfumes, objetosindignos de un soldado: hizo guardar ensu interior el ejemplar de la Ilíada del

que jamás se separaba, que habíarecibido de Aristóteles y que desdeentonces se llamó «el ejemplar delcofrecito».

A mediados de noviembre o endiciembre del año 332 a.C., Alejandroabandonó Gaza para dirigirse haciaPelusio, la primera gran fortaleza deEgipto, en el brazo más oriental delNilo, a unos 220 kilómetros de Gaza:todos los autores nos dicen que llegó aesa ciudad con su ejército tras siete díasde marcha, salvo Arriano, que habla deseis. Su flota le seguía por mar ytambién fue a fondear en Pelusio.

IX - Egyptos,Egyptos…

(principios del 4º año deguerra en Oriente:

diciembre de 332-mayo de331 a.C.)

Los persas en Egipto, de Cambises a Darío III(526-332). Alejandro en Pelusio: sumisión delsátrapa de Egipto (diciembre de 332). _Alejandro en Menfis (enero de 331). —Alejandro en Canope: decide la fundación de lafutura Alejandría (finales de enero de 331). —Peregrinación a Siwah, al santuario de Zeus-

Amón (principios de febrero de 331). —Alejandro deja Menfis (principios de laprimavera de 331).

El país al que llamaban «Egipto» sereduce a un largo oasis, sinuoso y fértil,de unos 2.000 kilómetros de longitud yuna veintena de kilómetros de anchurade media, el valle del Nilo, queserpentea en medio de desiertosaparentemente infinitos: por el oeste, eldesierto de Libia, que prolonga haciaoccidente el enorme Sahara; por el este,el desierto arábigo, bordeado por el marRojo; al sur, el desierto de Nubia. Eneste valle, ocupado desde los tiemposprehistóricos por pueblos nómadas

venidos de no se sabe dónde y quevivían de las riquezas del río a partir definales del siglo IV a.C, se veconstituirse embriones de estados, quereagrupan algunas aldeas alrededor deuna ciudad-templo (el nomos), cuyosjefes eran al mismo tiempo los sumossacerdotes de los dioses locales.

Pero no fue hasta principios delsiglo III a.C. cuando esos nomos seagruparon poco a poco en dos pequeñosreinos: al norte, el del Bajo Egipto, conMenfis como capital, y, más al sur, eldel Alto Egipto, cuya ciudad principalfue Tebas. Según el conjunto deinscripciones y papiros llamado

comúnmente Libro de las pirámides, elrey del país del norte era llamado Biti; yel del país del sur, Nesu. Esos mismostextos nos cuentan la forma en que losnomos del delta habrían sido unificadospor el dios Osiris, y los del Alto Egiptopor su hermano Set (Tifón entre losgriegos), el dios de las tinieblas. Esteúltimo habría matado a Osiris y entonceslos dos reinos se habrían fusionado.Desde esa época, dice la leyenda, el reyúnico de los dos Egipto —el faraón—lleva un emblema que combina ambascoronas, el pschent.

En la Antigüedad el país egipcio erauna especie de vasto campo, muy

estrecho, donde se cultivaba el trigo, elcenteno y otros cereales. Las crecidasdel Nilo ritmaban la vida. En el mes dejunio las aguas del río están muy bajas yson de color azul claro: el Nilo apenases más ancho que el Sena, correlentamente entre riberas de fango ybarro, mientras que el viento de arenaque sopla desde el sur reseca lavegetación, quema los ojos de loshombres y aminora la fuerza de la vidaen todas partes. Luego ese río azulempieza a crecer, aunque del cielo nocaiga lluvia alguna: según los antiguosegipcios, esos desbordamientos del Niloeran provocados por las lágrimas de la

diosa Isis llorando la muerte de suhermano-esposo Osiris. Empiezan a caeraguas verdosas y malsanas y enprimavera el río se convierte en el ríoverde, cargado de detritos procedentesde las zonas pantanosas. Luego esosdetritos son sustituidos por barros rojosy, al cabo de unos días, el río seconvierte en el río rojo que, hacia el 15de julio, rompe sus diques; sus aguas sedesparraman entonces por los camposcircundantes, depositando en ellos unlimo fertilizante: en los meses de agostoy septiembre la crecida alcanza suapogeo. Durante el otoño, el Nilo vuelvepoco a poco a su cauce; es en diciembre

cuando se hacen las siembras, seguidasen el mes de abril por la cosecha. Y elciclo recomienza todos los años.

La historia del Egipto antiguo,debido a su aislamiento geográfico, nopresenta, como la de los pueblos delOriente Medio antiguo o el mundohelénico, esos innumerables conflictoseconómicos, políticos, demográficos,religiosos o raciales que enumera laBiblia, por ejemplo, o los manuales dehistoria clásica. Se reduceesencialmente a dos aspectos: cambiosdinásticos, sin grandes repercusionessobre el modo de vida de sus habitantesni sobre sus creencias religiosas, ni

siquiera sobre la civilización materialque parece fijada, «eterna» (hecho quepara una civilización, sea la que fuere,no supone una cualidad); invasiones porparte de pueblos cuyo origen ignoramos,que instalaron dinastías extranjeras.,como por ejemplo:

los hicsos, semitas procedentes deSiria-Palestina, que dominaron elvalle del Nilo aproximadamentedesde 1730 a 1580 a.C;los hititas, indoeuropeos llegadosde la Anatolia turca, que seimponen entre 1280 y 1200 a.C.aproximadamente;los pueblos del mar, indoeuropeosa los que se mezclaron otros

pueblos mal conocidos, como losfilisteos, que se imponen durantetodo el siglo XII a.C.

A partir de las invasiones de lospueblos del mar, el Egipto faraónico,entregado al desorden y a lafragmentación permanente, abandona laescena del mundo oriental y pasa bajo elpoder de los reyes de Nubia (que lostextos llaman los «reyes etíopes»). Es laépoca en que el poder asirio (semítico)hace temblar el Oriente Medio: lossoberanos de Asur y de Nínive,Asaradón y luego Asurbanipal, saqueanMenfis y Tebas y expulsan a los reyesnubios. Pero no hacen más que pasar, y

los faraones de la XXVI Dinastía (664-525 a.C), llamada saíta por referencia asu capital, Sais, situada en el corazóndel delta del Nilo.

Los reyes saítas, con el apoyo demercenarios y la ayuda de losadministradores griegos, hacen querenazca la grandeza egipcia de antaño(estaba muerta desde las invasioneshititas). El mayor de ellos fue Necao II(609-594 a.C), que emprendió la tareade horadar un canal desde el Nilo al marRojo.

Contrariamente a la mayoría de lasgrandes civilizaciones semíticas eindoeuropeas de la Antigüedad, la

civilización egipcia no dejó herederos.Ello se debe principalmente a esemismo aislamiento que protegió a Egiptode las invasiones y las influenciasexteriores, pero también porque no teníagran cosa que transmitir: ni su culturaescrita, esencialmente orientada hacia loreligioso, y por lo tanto específica delpueblo egipcio y difícilmente aceptablepor otros; ni su cultura política,rudimentaria, que, basada en la nociónabsolutista del monarca-dios, apenasevolucionó durante los casi veinticincosiglos de su historia. Por eso, cuandograndes pueblos herederos de una largahistoria cultural, como los asirios, por

ejemplo, o que habían conocido unaevolución político-religiosa muyafirmada, como los medos y los persas,invadieron Egipto, no tenían nada o casinada que descubrir que fuese digno deser asimilado, teniendo en cuenta el altogrado de civilización al que éstos habíanllegado. Sólo se quedaron con elpintoresquismo: las pirámides, lasestatuas colosales, las divinidades concabeza de animal y las curiosasinscripciones jeroglíficas, que losdejaban perplejos.

De modo que muy pronto se asentóen el mundo mediterráneo la leyenda dela existencia de un «saber misterioso»

entre los antiguos egipcios; más realista,Herodoto se contentará con la fórmulade que Egipto es un don del Nilo. De eseEgipto sin ciudades (en la época de sumayor esplendor apenas poseía unadecena, mientras que en Mesopotamiahabía un centenar), de ese país detemplos y santuarios en el desierto, desacerdotes y labradores, va aapoderarse Alejandro en el año 332 a.C.No tiene nada de sorprendente, por lotanto, que este heleno haya querido dotara Egipto de una verdadera ciudad a laque impondrá su nombre.

1. La ocupación de Egipto

El Egipto de los faraones saítas fueconquistado por los persas durante elreinado de Cambises II (528-522 a.C),que eliminó la dinastía egipcia reinante(la XXVI Dinastía) e instauró unaXXVII Dinastía, persa (522-405 a.C),cuyos faraones fueron los grandes reyesCambises II, Darío I, Jerjes I, ArtajerjesI, Jerjes II, y Darío II. Luego unasublevación nacional, dirigida por un talAmirteo, estalló en el año 410 a.C ydesembocó, en el 404 a.C, en elreconocimiento por parte de Persia de laindependencia de Egipto. No se sabenada de este personaje, que fue el únicofaraón de la XXVIII Dinastía (404-398

a.C).Las condiciones en que Cambises se

apoderó de Egipto fueron contadas porHerodoto: son bastante rocambolescas.

Cambises era hijo del fundador delImperio persa Ciro el Grande. Envió unembajador a Egipto para pedir al viejofaraón saíta Amasis III (reinado: 570-526 a.C.) que le concediese la mano desu hija, que, al parecer, era muyhermosa. Amasis sabía que los reyes dePersia no tomaban por esposas más quea mujeres persas, y había comprendidoque Cambises le pedía su hija paraconvertirla en concubina y no en esposalegítima. No obstante, como no se

atrevía a negársela a un rey tanpoderoso, recurrió a una estratagema:envió a la corte de Cambises una de lashijas de su predecesor que, a pesar desus cuarenta años, todavía era muyseductora, adornándola con ropajessuntuosos y joyas de oro. Como estabaprevisto, Cambises hizo de ella una desus concubinas, pero cierto día en que lehablaba llamándola «hija de Amasis»,ésta le interrumpió diciéndole: «Oh rey,no te das cuenta de que Amasis se haburlado de ti. Ha fingido darte a supropia hija, cuando en realidad yo soy lahija del faraón al que él ha sucedido,después de haberlo matado para reinar

en su lugar.»Esta revelación sumió a Cambises

en gran furia y le incitó a partir con unejército a Egipto, para castigar al faraónque le había engañadoescandalosamente. No obstante, el reydesconocía todo lo referente a este país,ignorando incluso la ruta que había queseguir para ir hasta Menfis, su capital.El azar, que en ocasiones hace bien lascosas, quiso que un mercenario griego alservicio del faraón Amasis, un tal Fanes,hombre de consejo prudente y valienteen la guerra según nos dice Arriano,huyó de Menfis en una trirreme paravolver a Halicarnaso, de donde era

oriundo, con la intención de ponerse alservicio del Gran Rey. Como Fanesconocía los secretos de los asuntos deEgipto, Amasis lanzó unos hombres ensu persecución, con la misión deatraparle y degollarlo, que es sin duda lamejor forma de hacer callar a un traidoren potencia. Pero Fanes engañó a susperseguidores y terminó llegando a lacorte del rey Cambises. Proporcionó aéste todas las informaciones quenecesitaba para su expedición punitiva aMenfis, aconsejando al Gran Reydirigirse a Siria y hacerse guiar porárabes hasta Gaza primero; luego, através del desierto, hasta la ciudad de

Pelusio, a orillas del Nilo; finalmente lepropuso incluso enviar un mensajero aestos árabes para prevenirles de sullegada.

El pobre Fanes pagó muy cara estatraición: denunciado al faraón, éste sevengó en sus hijos, que se habíanquedado en Egipto. Los jóvenes fueronarrestados y degollados por mercenariosgriegos, que recogieron su sangre en unagran copa, se le añadió vino y agua, ytodos los soldados que habíanparticipado en el arresto de los hijos deFanes bebieron algunos tragos de aquelbrebaje infame. Después de beber, losmercenarios llegaron a las manos y se

mataron unos a otros, ante los ojos delejército egipcio horrorizado. Pocotiempo después, cuando Cambises y sustropas avanzaban hacia Gaza, el viejofaraón Amasis moría (en 526 a.C.) y suhijo, Psamético III, le sucedía en eltrono. No permaneció en él más que seismeses: Cambises, guiado por los árabes,llegó para asediar la ciudadela deMenfis, que hubo de rendirse. Hizomatar al faraón Psamético III,obligándole —¡oh, sacrilegio!— a beberla sangre del toro sagrado Apis,haciendo pagar así al hijo las locuras desu padre y recuperando el reino deEgipto (el dios-toro Apis era adorado

por los egipcios en Menfis; cuando elanimal alcanzaba la edad de veinticincoaños, se le mataba sin efusión de sangre,ahogándolo: venía después un períodode luto nacional, hasta que lossacerdotes descubrían un joven becerroportador de ciertos signos, que seconvertía en el nuevo Apis). Luego, trasnombrar un sátrapa persa en Menfis,Cambises partió para el Alto Egipto,que se sometió sin resistencia, y envióun regimiento a ocupar la Nubia. Decreer a Herodoto, esta conquista deEgipto concluyó en sangre, aunque losegipcios se habían sometido en sutotalidad. Cambises enloqueció y

empezó a asesinar a sus allegados(incluyendo a su hermano), luego secasó con cierto número de hermanas ymandó matar a las demás, así como avarios grandes de Persia, en medio delos más atroces suplicios. En el caminode regreso, en 522 a.C, también él acabómuriendo cerca de Damasco, encircunstancias que ignoramos; tal vez fuemuerto por alguno de sus hermanos, quehabía escapado a su locura homicida.

El sucesor de Cambises, el gran reyDarío I, adoptó una políticaconciliadora respecto a las poblacionesegipcias, que habían sufrido la dictadurahomicida de Cambises. Era un rey

constructor y conquistador, que habíacomprendido que Egipto podíaconvertirse en la provincia más rica desu Imperio. Por lo tanto, mandó construircarreteras y terminó de abrir el canal delNilo al mar Rojo que había empezado elfaraón Necao II. Pero como hemosexplicado al principio de este libro,Darío I y su hijo Jerjes I, que le sucedió,fueron los héroes desgraciados de lasguerras Médicas que acababan deempezar y las derrotas sucesivas de lospersas en Maratón, Salamina y Platea(véase Anexo II) los llevaron a dejarpoco a poco Egipto. Los egipcios sesublevaron contra la dominación persa

en 460 a.C, durante el reinado de JerjesI y, tras un período de vacilaciones queduró hasta el año 404 a.C, fuerongobernados, hasta el 341 a.C, por losfaraones indignos de las dinastíasXXVIII (Amirtea, de 404 a 398 a.C),XXIX (398-378 a.C.) y XXX (378-341a.C).

En 341 a.C, los persas conquistaronpor segunda vez Egipto, región sobre laque reinaron los dos últimos GrandesReyes persas: Artajerjes III Oco (de 341a.C. a su muerte, en 338 a.C.) y Darío IIICodomano. La dominación persa delpaís de los faraones acabó tras laderrota de este último en la batalla de

Isos, en 333 a.C; Egipto iba aconvertirse en «macedonio».

Después de la conquista de Fenicia yPalestina en el año 332 a.C, Egipto erala última provincia mediterránea quetodavía estaba, al menos teóricamente,en poder del Gran Rey. Alejandro teníatres buenas razones para partir aconquistarla: en primer lugar una razónpolítica, ya que esta conquista remataríasu cruzada panhelénica y haría delMediterráneo un mar totalmente griego;en segundo lugar una razón económica,porque las riquezas agrícolas de estepaís eran proverbiales y el mundogriego solía carecer regularmente de

harina y cereales, que eran la base de sualimentación; por último una razónmística, porque era en el desierto libiode Egipto, al oeste de Menfis, donde seencontraba el santuario de su «padre»Zeus-Amón, en el oasis de Siwah.

Además, ya en el siglo VII a.C,cuando Egipto era el Estado máspoderoso del mundo mediterráneo, habíaconseguido un prestigio considerable aojos de los griegos que habíanestablecido allí una factoría enNaucratis, en la parte occidental deldelta; navíos mercantes griegos subían ybajaban regularmente el Nilo, entre elMediterráneo y Nubia (donde había

minas de oro y cobre). Además,numerosos griegos servían demercenarios en las tropas de losfaraones y, a partir del siglo vi a.C,muchos intelectuales griegos habían idoa estudiar o trabajar a Egipto; Solón, ellegislador de Atenas, así como, según latradición, Tales de Mileto, Pitágoras yotros pitagóricos, y, más recientemente,el ilustre e inmortal Platón, del que tantohabía hablado Aristóteles a Alejandrocuando éste era su alumno: en 390 a.C,el filósofo había emprendido un viaje aSicilia, sin duda para entrar en contactocon las escuelas pitagóricas de la MagnaGrecia, y había traído consigo un

cargamento de aceite, producto de susolivares, para venderlo en el mercadode Naucratis y financiar así su viaje.

Los mercaderes y los soldadosgriegos que durante esos siglos visitaronel Egipto faraónico, contaron muchasleyendas y tradiciones religiosasrelativas a ese país, que parecía tanmisterioso a los contemporáneos deAlejandro como las Américas a loseuropeos del siglo XVI.

Los egipcios eran el único pueblo alque los griegos no llamaban «bárbaros»,y se vio surgir en Grecia numerosostemplos de Amón, el dios solar de losegipcios: uno en Atenas, en 333 a.C, y

verosímilmente otro en Pela, enMacedonia. Las profanaciones que lospersas habían hecho sufrir a los templosy los dioses de Egipto cuando loconquistaron, y que Herodoto refiere,chocaban profundamente a lasmentalidades griegas; en Menfis, en elpasado, ¿no había matado Cambises eltoro sagrado Apis y se había bebido susangre? A ojos de muchos, cuandoAlejandro expulsó a los persas deEgipto, apareció como el héroe queliberaba este país de los bárbarosorientales que lo oprimían ydespreciaban sus dioses.

Egipto fue ocupado por Alejandro a

principios del año 331 a.C. Como se hadicho en el capítulo anterior, el reyhabía dejado Gaza en diciembre de 332a.C. y había llegado a Pelusio tras seisdías de marcha; su flota, que habíasalido de Fenicia, le esperaba allí. Elsátrapa persa Mázaces, a quien Daríohabía confiado el país, también sehallaba presente en la cita. Se habíaenterado de la derrota de su soberano enIsos, así como de su huida deshonrosa:sabía también que Siria, Fenicia yArabia (la actual Jordania) estaban enmanos de Alejandro… y que no disponíamás que de una débil guarnición paraenfrentarse al joven conquistador. Por

eso acogió al macedonio como amigo yno como enemigo y le autorizó a instalaruna guarnición griega en Pelusio, lo cualera una manera como otra cualquiera deconfiarle las llaves de Egipto; ¿qué otracosa podía hacer este desventuradosátrapa, separado de Babilonia comoestaba, salvo someterse?

Alejandro ordenó de inmediato a suflota remontar el Nilo hasta Menfis,adonde él mismo se dirigió con suejército, pasando por Heliópolis. Entodas las ciudades y los pueblos queatravesó las autoridades locales lerindieron sumisión, mientras que laspoblaciones le recibían en todas partes

con un entusiasmo delirante, como a unliberador. Egipto estaba enefervescencia: la crecida anual del Niloterminaba, había vuelto el tiempo de lasiembra.

El macedonio conocía laimportancia política que teníacongraciarse con el clero egipcio. En lasciudades por donde pasaba visitaba lostemplos, ofrecía sacrificios a los diosesy, sobre todo, al toro Apis, antiguamenteprofanado por Cambises. En todaspartes se afirmaba como el representantede la cultura griega, pero alimentaba laleyenda inculcada por su madre (en laque sin duda el antiguo alumno del

racionalista Aristóteles no creía) de queera el hijo místico de Zeus-Amón, unaespecie de mesías que debía restaurar lagrandeza pasada de Egipto y de susdioses. En Menfis llegó a ofrecergrandiosos sacrificios a las divinidadesegipcias, en particular al toro sagrado, ygrandes festejos al pueblo: juegosgimnásticos como los que seorganizaban en Grecia, concursosmusicales, espectáculos en los queparticiparon los atletas y los artistas másfamosos del mundo helénico queacompañaban a su ejército.

El Seudo-Calístenes, fuente que hayque utilizar con circunspección, también

nos dice que Alejandro fue entronizadofaraón del Alto y el Bajo Egipto y que sepuso el pschent. Es poco probableporque, por un lado, ninguna de lasrestantes fuentes ofrece ese dato y, porotro, Alejandro se quedó muy pocotiempo en las orillas del Nilo. En efecto,podemos pensar que llegó a Pelusio afinales del mes de diciembre del año332 a.C. y que no entró en Menfis hastatres semanas o un mes más tarde, en lasegunda quincena de enero de 331 a.C.Su gira por el Alto Egipto le llevó almenos dos meses y su peregrinación alsantuario de Zeus-Amón, en Siwah, tuvolugar, como más pronto, en el mes de

marzo y verosímilmente en el mes deabril de 331 a.C, es decir, en vísperasde la cosecha. A partir del mes de mayo,el sol egipcio sumirá lentamente al paísen los sopores del estío, en el mes dejunio se levantará el terrible viento dearena y ya no hay posibilidades defestejos populares ni de entronización.

2. La fundación deAlejandría

Después de permanecer algúntiempo en Menfis, Alejandro descendióel Nilo hasta el puerto de Canope;Arriano precisa que había embarcado en

su navio una pequeña infantería ligera,arqueros y la Guardia Real, lo quepodría sugerir que todavía quedabanfuerzas persas en el delta. De ahí,siempre en barco, contorneó el lago Ma-reotis (en la actualidad, lago Mariut),una laguna separada del Mediterráneopor un cordón litoral de rocas y arena,bastante ancha para construir ahí unaciudad.

Alejandro tenía todavía en lamemoria el sitio de Tiro, aquella ciudadque tanto se le había resistido,construida sobre un islote rocososeparado de la costa fenicia por unbrazo de mar, algo así como lo estaba el

cordón litoral de la costa egipcia por ellago Mareotis. Se le ocurrió la idea deque sería útil para el comercio y ladefensa naval de Egipto disponer de unpuerto fácil de defender en elMediterráneo. Reemplazaría el de Tiro,que acababa de destruir, y ademáspodría convertirse en el puertocomercial y el almacén que faltaba en elMediterráneo oriental: desempeñaría enesta parte del mundo mediterráneo unpapel análogo al de Atenas en el marEgeo. El emplazamiento era ideal, fácilde defender y conectado, a través de losbrazos del Nilo, con Menfis, lasprincipales ciudades de Egipto y la

ciudad griega de Naucratis. Además, aunos dos kilómetros del cordón litoral,surgía del mar la isla de Faros,demasiado pequeña para construir enella una ciudad, pero susceptible deservir de rompeolas entre alta mar y elnuevo puerto que pensaba construir.

Uno de los rasgos más notables delcarácter de Alejandro era suimpetuosidad: cuando deseaba una cosa,tenía que hacerla inmediatamente. Habíallevado consigo en su barco alarquitecto Deinocrates, y lo arrastróhasta el emplazamiento de lo queconsideraba su futura ciudad, paramostrarle cómo deseaba que fuese

construida. Como no tenía tiza paratrazar los límites sobre el suelo rocoso,ordenó a los que le acompañaban quelos dibujasen con harina, indicando cuáldebía ser la forma de las murallas,dónde estaría situado el palacio real, delque debería arrancar una gran avenidade quince estadios (3.000 metros) delongitud y un pletro (30 metros) deancho —«la avenida de Canope»— coninmuebles a uno y otro lado, provistosde pórticos y columnatas, para que sepudiese pasear por allí al abrigo del sol.Las demás arterias de la ciudaddeberían ser menos anchas y paralelas operpendiculares a la avenida de Canope.

Entre la orilla del mar y esa avenidacentral pretendía construir un templo aPoseidón, el dios del elemento marino,una biblioteca, una universidad, unteatro y otros monumentos de esta clase;al otro lado de la avenida estarían losedificios administrativos, un gimnasio,un palacio de justicia, etc.

—Mi ciudad será echa a imagen demi reino: estará habitada por griegos deEuropa y Asia, por macedonios,cilicios, armenios, egipcios, fenicios,judíos, sirios, que tendrán sus propiascasas y vivirán en paz unos con otros.

—¿Cómo se llamará? —preguntóDeinocrates, que ya sabía la respuesta.

—Alejandrópolis, evidentemente.Suplantará a Atenas por su lujo y suciencia, se convertirá en la capital delmundo. Y es ahí donde enterrarán misdespojos cuando haya acabado mi vidaterrestre.

En este momento, escribe Plutarco,una bandada de grandes aves de todaslas especies se elevó por encima dellago Mareotis, en número tan grande«que oscureció el cielo como si fuerauna enorme nube», yendo a posarsesobre las rocas donde Alejandro habíadibujado el plano de su ciudad; luego secomieron toda la harina sin dejar un solograno. El adivino Aristandro sacó la

conclusión, maduramente pensada, deque Alejandrópolis sería próspera ygloriosa, mientras Alejandro, de piesobre una roca, con el pelo al viento,declaraba los versos premonitorios deldivino Homero:

“Hay, en este mar de olas, unislote que se llama Faros: delantede Egipto, está a la distancia quefranquea en un día uno denuestros navíos vacíos, cuandosopla en su popa una brisa muyfresca. En esta isla hay un puertocon arenas desde donde puedenlanzarse al agua los finos

cruceros, cuando han hecho delagua en el agujero negro de laaguada.”Odisea, IV, 355.

Los deseos de Alejandro eran muchomás que órdenes: las obras deAlejandría empezarán oficialmente el 30de marzo de 331 a.C. Pero el rey noasistió a los primeros golpes de pico: sehabía ido a visitar al dios Amón, aloasis de Siwah, en Libia. Antes, uno desus generales, Hegéloco, que habíallegado a Egipto por vía marítima, lehabía traído buenas noticias de AsiaMenor; Farnábazo, el almirante persa, se

había dejado sorprender delante de laisla de Quíos y había sido hechoprisionero, los pueblos de las ciudadesde Lesbos y de la isla de Cos habíanexpulsado a sus tiranos (reyes) y sehabían pasado al campo macedonio:desde entonces, el rey de Macedonia nocorría peligro de verse separado de susbases en Macedonia.

Antes de abandonar Egipto,Alejandro debía hacer —se lo habíaprometido a su madre— laperegrinación tan esperada al santuariode Amón, en el oasis de Siwah, situadoen el confín remoto del desierto libio.Inconscientemente sin duda, acunado

como lo había sido durante su infanciapor las palabras de Olimpia, no dudabaun solo instante de que sería la vozterrible de Zeus-Amón, soberano diosde los griegos y los egipcios, lo queoiría allí y que lo que oiría sería laverdad sobre su destino. Antes que él,habían sido muchos los héroes delpasado que lo habían consultado, yAlejandro creía a rajatabla en esasleyendas. ¿No decía que Heracles lehabía visitado dos veces, la primeracuando había matado al rey egipcioBusiris, que quería inmolar a Zeus-Amón, la segunda antes de partir acombatir al gigante Anteo? Y Perseo ¿no

había hecho lo mismo cuando había sidoenviado contra la monstruosa Gorgona?Y estos dos semidioses ¿no eran acasolos antepasados de la estirpe real a laque pertenecía él, Alejandro? Y siprecisamente descendía de estos doshéroes, que a su vez eran los hijos queZeus había tenido de las mortalesAlcmena y Dánae, ¿no era él, por tanto,el descendiente del gran dios?

A principios del mes de febrero de331 a.C, Alejandro, llevando consigouna tropa reducida (varios cientos dehombres), partió pues a lo largo de laorilla desértica de Egipto, en direcciónal puerto de Paratonio, a unos 220

kilómetros del lugar de la futuraAlejandría. Fue recibido, dice laleyenda dorada del Conquistador, porlos embajadores de la colonia griega deCirene que, informados de su llegada, lehabían preparado nobles presentes:trescientos caballos, dos carros y, paraél, una corona de oro. Le ofrecieron lasumisión de los cireneos, cuyosterritorios se extendían, a través deldesierto de Libia, hasta los de loscartagineses, los fenicios del norte deÁfrica.

Después de alcanzar Paratonio,Alejandro torció hacia el sur y seadentró en el sombrío desierto libio,

siguiendo las huellas de las caravanasimpresas en la arena por el paso de loscamellos. Zeus fue clemente con él alprincipio: hizo caer del cielo una lluviaabundante. Pero al cabo de unos días, selevantó el terrible simún y, con él, unatempestad de arena que hizo desaparecertodo punto de referencia. Ya no se sabíadónde había que marchar en aquelocéano de arena enfurecida, y los guíasindígenas que le acompañaban dudabansobre los caminos que debían tomar.

Fue entonces cuando se produjo unmilagro, al menos así fue comoAristandro, el adivino del rey, lointerpretó: dos serpientes surgieron de

las arenas silbando y huyeron ante lacolumna. Alejandro ordenó a los guíasconfiar en Zeus-Amón y seguirlas. SegúnAristóbulo o Arriano, menos crédulos,esta historia de serpientes no sería másque un cuento: habrían sido pájaros —cuervos sin duda—, volando delante dela columna, los que guiaron a Alejandrohasta el oasis de Siwah, donde estabasituado el santuario de Zeus-Amón.

El oasis, que aún puede visitarse ennuestros días, se extiende sobre unos 20km2 (2.000 hectáreas); crecen en élnumerosos árboles, en particular,palmeras y olivos. Brota también unafuente, cuya agua ofrece la

particularidad de estar fresca de día ycaliente de noche; a medianoche alcanzasu máximo grado de temperatura, luegose enfría progresivamente hastamediodía, hora en que está más fría(Arriano op. cit.; sería interesanteconsultar con los geólogos). El sueloposee también sal natural, que se extraíacavando; es una sal de granos gruesos,puros como el cristal.

Entre las palmeras del oasis se alzaun pequeño templo servido porsacerdotes egipcios, cuya misión eracelebrar el culto del dios greco-egipcioy transmitir sus oráculos a quienesacudían a consultarle desde todos los

rincones de la Hélade y de Egipto.Alejandro fue introducido solo en el

templo. Arriano, como historiadorprudente que era, se limita a decirnos:

“Alejandro admira el lugar yconsulta al dios. Después deentender los deseos de su corazón,tal como pretendía, sueña enEgipto.”

No tenemos ningún motivo paradudar de la historicidad de estaperegrinación: el santuario libio era lobastante famoso en el mundogrecomediterráneo para que elConquistador haya sentido deseos de

visitarlo. La cuestión que se plantea alhistoriador moderno es la siguiente: ¿enqué estado de ánimo hizo Alejandro esaperegrinación? ¿Quizá por simplecuriosidad turística? ¿Porque creíasinceramente en la santidad de losoráculos y de aquél en particular? ¿Talvez con un objetivo político, paraganarse a la clase sacerdotal, un poco ala manera en que Enrique IV se convirtiódiciendo: «¡París bien vale una misa!»?

Dejaremos de lado la hipótesis de lacuriosidad turística: es difícil imaginarque la intención de un jefe de ejércitorealista como él era ir a perder eltiempo —y tal vez la vida— en el

desierto para visitar un lugar famoso.Las otras dos hipótesis, en cambio,merecen ser examinadas.

La mayoría de los historiadores hansubrayado el carácter místico de lapersonalidad de Alejandro, invocando,con razón, la influencia que habíapodido tener su madre en su forma depensar. Si estos historiadores están en locierto, podemos admitir que Alejandrose dirigió a Siwah como hoy día unparalítico creyente que va a Lourdes yque preguntó sinceramente al oráculo.Pero ¿sobre qué? Arriano, como buenpositivista, nos dice «sobre lo que sucorazón deseaba»: ¿qué puede desear un

enfermo que va a rezar a Lourdes sino lacuración de su mal? ¿Y qué puededesear, en su corazón, un joven jefe deejército metido en una guerraformidable, sino la victoria? Así pues,si admitimos la hipótesis de unAlejandro lo bastante creyente para ir aconsultar al dios supremo de loshelenos, la respuesta a la cuestión quehemos planteado es: porque creíasinceramente en la santidad de losoráculos y de éste en particular. Ésa esla actitud de Diodoro de Sicilia que,abandonando el tono frío y descriptivoque suele emplear, cuenta así laanécdota:

“Alejandro fue introducido por lossacerdotes en el interior deltemplo y se recogió ante el dios.El profeta, un anciano, avanzóhacia él. «¡Salud, hijo mío! Yrecibe esta salutación comoprocedente del dios.» Alejandrotomó la palabra y dijo: «¡Sí,acepto tu oráculo, oh padre mío!¿Me das en el futuro el imperio dela tierra entera?» El sacerdoteavanzó entonces hacia el recintosagrado y los portadores del dios[de la estatua del dios] sepusieron en movimiento. Porciertas señales convenidas, el

profeta proclamó entonces que eldios le concedía firmemente lo quele pedía.”DIODORO, XVII, 51, 2.

Con más sutileza, Arriano adopta laexplicación mística, pero no sin ciertoescepticismo: Alejandro, nos dice, hapodido oír lo que quería oír.

Nos inclinaríamos de mejor gana porla tercera hipótesis, sin descartar sinembargo totalmente la segunda. Quehaya habido fuertes pulsionesinconscientes derivadas de su educacióny de la personalidad de su madre enAlejandro, es seguro, pero desde que

asume su cargo de rey de Macedonia, seha mostrado más realista que místico. Ysi tuviésemos que quedarnos con algunasde sus palabras que nos han contado,tenderíamos a pensar que suconversación con Diógenes, si ocurrió,tiene más relación con su conducta dejefe de Estado y jefe militar —inclusojoven— que su excursión al templo deSiwah. No hay que olvidar pese a todoque ha sido alumno de un maestro enmateria de racionalismo, y que lainfluencia de Aristóteles sobre supensamiento y su conducta debió de serpoderosa: la filosofía ateniense nomantenía tratos con dioses ni oráculos, y

ya sabemos que Sócrates murió porafirmar esa ideología.

En cambio, ese racionalismo esperfectamente compatible con elutilitarismo político. En el entorno deAlejandro hay escépticos y, a su vueltade Egipto, va a tener que convencer asus generales y sus tropas de que hagantres mil kilómetros a pie para conquistarel Imperio persa; desde luego, para ellohará valer argumentos realistas(políticos, económicos, etc.), pero nodespreciará los argumentos oscurantistasque evidentemente no convencerán a unParmenión o a un Eumenes, pero queanimarán a la tarea a una buena parte de

sus soldados y sus mercenarios, cuyoespíritu zafio y supersticioso conocía.

Una anécdota que refieren todos losautores (salvo Arriano) es significativaa este respecto (en caso de ser cierta).El sacerdote que acogía a Alejandro enel santuario le dice en griego: «Opaidion», lo que quiere decir poco máso menos «Oh, hijo mío»); pero como elgriego no era su lengua natural,pronunció: «O pai Dios», lo quesignifica «Oh, hijo de Dios», y, añadePlutarco, Alejandro se alegró mucho coneste lapsus, porque entre los suyoscorrió el rumor de que Zeus le habíallamado hijo suyo y se encargaron de

difundirlo.Pensamos, en resumen, que

Alejandro fue a consultar el oráculo deSiwah mucho más por necesidadpolítica que por misticismo, de la mismaforma que había consultado el de Delfosantes de partir de campaña contra lospersas en el otoño del año 336 a.C Noes imposible, sin embargo, que otrasmotivaciones conscientes (por ejemplo:complacer a su madre) o inconscientes(el ambiente místico-mágico en el queha sido educado) hayan reforzado sudecisión de hacer una peregrinación aSiwah.

Tras esa peregrinación, Alejandro

no prolongó mucho su estancia enEgipto: en la primavera de 331 a.C.tendría que reanudar la guerra contraDarío III Codomano, que se habíareplegado al otro lado del Eufrates ycuyo ejército acampaba en la región deBabilonia. No parece que haya tenidonunca la intención de instalarse enpresencia de la clase sacerdotal egipciasobre el trono sagrado del faraón-diosde Menfis. Apenas tuvo tiempo deregularizar el estatuto de Egipto,nombrando (para alegría de sus nuevossúbditos) dos gobernadores indígenas,Doloapsis y Petisis, para dirigir decomún acuerdo el Alto y el Bajo Egipto

con Tebas y Menfis como capitalesrespectivas. Según Arriano, Petisisdeclinó ese cargo y ese honor, yDoloapsis se quedó como únicogobernador de la totalidad de Egipto.Alejandro procedió también alnombramiento de altos funcionarios,griegos o macedonios, al frente de losservicios administrativos, y nombró ados Compañeros para mandar lasguarniciones de Menfis y de Pelusio.Finalmente también Libia y Arabiafueron dotadas de sus gobernadoresrespectivos, los dos griegos.

Alejandro no debía volver nuncamás a Egipto, pero dejó en ese país un

recuerdo imperecedero y, si puededecirse, fue oficialmente el últimofaraón. Alejandro recibió los nombres ylos títulos de los faraones: se hanencontrado en las inscripcionesjeroglíficas y en los bajorrelieves de laépoca. Los antiguos dueños de Egiptoeran tradicional-mente llamados«Reyes-Gavilanes» (sin dudarefiriéndose al tótem de la tribu de losprimeros faraones) y recibían unsobrenombre particular que les era dadopor los sacerdotes. Éstos nombraron portanto a Alejandro «Rey-Gavilán,príncipe de la Victoria», lo mismo quesi se tratase de un faraón; añadieron a

ese sobrenombre tres calificativos:

el de «Rey-Junco», dado que eljunco era el símbolo del AltoEgipto;el de «Rey-Avispa», dado que laavispa era el sobrenombre del BajoEgipto;el de «Escogido de Amón,predilecto del dios Sol».

Tampoco tuvo tiempo de asistir a lainauguración de las obras de Alejandría.Le había llegado la noticia de que Daríohabía reunido un ejército mayor aún queel que había combatido en Isos y debíavolver a Asia. Así pues, dejó Menfis aprincipios de la primavera; lanzaron

puentes sobre el Nilo y sobre todos losbrazos del delta para permitir pasar a suejército y Alejandro volvió a partirhacia Pelusio y Fenicia.

Llegó a Tiro al mismo tiempo que suflota. La breve estancia que hizo ahí fueocasión de magníficos festejos, igualque antes se habían organizado enMenfis: hubo juegos gimnásticos,representaciones teatrales, sacrificios enel templo de Heracles. Se vio entrarincluso en el puerto fenicio la galeraoficial de Atenas (llamada la Páralo)con cuatro filas de remeros, quetransportaba a los embajadores dediversas ciudades griegas, que llegaban

para desear a Alejandro el cumplimientofeliz de sus deseos y para asegurarle lafidelidad de las ciudades del Ática. Elrey les dio las gracias devolviendo sulibertad a todos los ateniensesmercenarios que habían combatido enlos ejércitos del Gran Rey en la batalladel Gránico.

Una vez acabados los regocijos y lasfiestas oficiales, las trompetas sonaronpor última vez, se reunieron las tropasmacedonios y Alejandro dio a su granejército la orden de dejar Tiro ymarchar en dirección del Eufrates,pasando por Damasco y por el valle delOrontes.

Una nueva expedición, más fabulosaque la que le había llevado de Pela aIsos y de Isos a Siwah, iba a empezar. Ycuando al anochecer de uno de losúltimos días del mes de mayo de 331a.C, se durmió en su tienda, en la playade Tiro, acunado por el dulce chapoteode las olas, volvía a ver confusamentelas etapas de su odisea: Sesto, Ilion,Sardes, Éfeso, Mileto, Halicarnaso,Side, Celenas, Gordio, Tarso,Miriandro, Isos, Sidón, Tiro, Gaza,Pelusio, Menfis, Siwah…

X - De Tiro a Susa: lacabalgada fantástica

(finales del 4° año de guerraen Asia: mayo-diciembre de

331 a.C.)

Partida de Tiro hacia Babilonia (finales demayo de 331). —Alejandro franquea elEufrates y atraviesa Mesopotamia (junio-juliode 331). —Parada del ejército macedonio aorillas del Tigris (agosto-septiembre de 331);el ejército de Darío está en Gaugamela, a 60estadios de Alejandro. —Eclipse total de lunaen Mesopotamia (20 de septiembre de 331). —

Alejandro marcha hacia Gaugamela (21 deseptiembre de 331) y acampa a 30 estadios delejército persa (24-29 de septiembre de 331).—Muerte de Estatira y desesperación de Darío(29 de septiembre de 331). —El sueño deAlejandro antes del combate (noche del 29 al30 de septiembre de 331). —El descenso haciaGaugamela y los dispositivos de los dos años(1 de octubre de 331 por la mañana). —Labatalla (jornada del 1 de octubre de 331). —Alejandro en Arbela (2 de octubre de 331). —Rendición de Babilonia (finales de octubre de331). —Estancia de Alejandro en Babilonia(noviembre de 331). —Entrada de Alejandro enSusa (finales de diciembre de 331).

El año 331 a.C. fue realmente paraAlejandro el año de todos los triunfos:en cuatro meses había conquistado

Egipto como se conquista una mujer, noviolentándola, como habían hecho lospersas, sino seduciéndola, honrando asus dioses y sus encantos, inclinándoseante sus sacerdotes, confiando suadministración a sátrapas indígenas, yhabía firmado su conquista con lafundación de Alejandría de Egipto. Enlos meses que debían seguir iba a pasarel Eufrates, atravesar Mesopotamia,franquear el Tigris, aniquilar el ejércitode Darío en la llanura de Gaugamela,cerca de las ruinas de la antigua Nínive,invadir y ocupar Babilonia, y, en el mesde diciembre, instalarse finalmente enSusa, sobre el trono de Darío III

Codomano, el último de los Aque-ménidas.

1. Conquista deMesopotamia: Gaugamela

Alejandro dormía en la playa deTiro. Un viento fresco lo despertó, salióde su sueño, abrió los ojos y vio laestrella de la mañana. Su resplandorblanco y suave iluminaba débilmente laparte superior de los mástiles cuyapresencia se adivinaba y los pescadoresse alejaban ya de la orilla; a lo lejos seoía el ruido de los remos, y más allátodavía, en la tierra, las esquilas de los

rebaños, los ladridos de los perros y elrebuzno de los burros.

La víspera, los últimos navíosgriegos habían abandonado la costatiria, en dirección al mar Egeo, con lamisión de vigilar el Peloponeso, cuyospuertos albergaban guarnicionesespartanas fuertemente armadas,susceptibles de fomentar sediciones enGrecia cuando Alejandro estuviese en elconfín remoto de Asia, así como la islade Creta, cuyos piratas —unaespecialidad insular— amenazabanpermanentemente las islas del mar Egeo.Ese día les tocaba a sus 40.000 infantesy sus 8.000 jinetes partir hacia Damasco

y marchar hasta el Eufrates, a través deSiria y sus desiertos. Debían tomar laruta —o mejor dicho la pista— de loscaravaneros que, desde tiemposinmemoriales, comerciaban con plantasaromáticas, con la mirra y el inciensoprocedente de la fértil Arabia del Sur,destinados a los sacerdotes y lossoberanos de Mesopotamia y Egipto.

Los soldados de Alejandro teníanprisa por luchar. No habían libradoninguna batalla desde Gaza, es decir,desde hacía casi seis meses, y estabanimpacientes por volver al combate: losoficiales —casi todos macedonios—porque sabían que con Alejandro

«combatir» era sinónimo de «vencer» yque «vencer» significaba apoderarse delas riquezas de los enemigos, incluyendoa sus mujeres, y saborear durante untiempo los placeres y los fastos de queestaba hecha la vida de estos bárbarosorientales; los soldados porque suobjetivo primordial era llevar la mayorcantidad posible de botín a sus casas,una vez acabada la guerra.

Alejandro estaba igual deimpaciente, y podemos preguntarnos conrazón si esa impaciencia se transformóen frenesí, con desprecio de las reglasestratégicas más elementales. Desdeluego no se adentró en la ruta de las

caravanas que debía llevarle aMesopotamia y a Persia sin haberseinformado antes entre los caravanerosde la distancia y las condiciones deltrayecto. Éstos debieron de decirle queel mejor momento del año, tanto paraatravesar el desierto sirio como parafranquear el Eufrates, era el final delinvierno, cuando los días son frescos yel río está más bajo y es susceptible deser franqueado a pie o a caballo.

Pero despreciando toda prudencia,Alejandro deja Tiro en vísperas delverano. Deberá atravesar por tanto eldesierto sirio en el período más cálidodel año (la temperatura es siempre

superior a los 30°C, y a veces puedealcanzar incluso 50°C), un desierto sinoasis, sin ninguna vegetación. El avancede su ejército será largo y muy penoso:tendrá que marchar durante más de unmes, al ritmo de unos veinte kilómetrosdiarios, con pocos víveres y menosagua.

Y cuando sus infantes y sus jineteslleguen a Tápsaco, donde es posiblevadear el Eufrates en invierno, el ríoalcanza el máximo de su altura; parafranquearlo, tendrá que construir unpuente precario sobre barcas.

Alejandro no podía ignorar todo estocuando partió de Tiro, y el abecé de la

estrategia militar le exigía no intentarnada antes de finales del otoño. Noobstante, la impaciencia prevaleció enél sobre la prudencia más elemental ypuede apostarse a que si losgrecomacedonios que partieron de lacosta tiria fueron cuarenta mil, nopasaron de treinta mil los que llegaronal río.

Durante la ruta, sin duda por losconsejos de los caravaneros o los guíasque le acompañaban, Alejandro envió unregimiento de pontoneros e ingenierosmacedonios, apoyados por mercenariosgriegos, para construir dos puentesprecarios sobre el Eufrates (barcas y

troncos de árboles unidos). Pero lospersas vigilaban. Darío había encargadoa uno de sus generales, un tal Maceo,montar guardia en la orilla izquierda delrío con tres mil jinetes y algunos milesde infantes: los pontoneros griegosfueron puestos en fuga y el puentetendido sobre el Eufrates no pudo serterminado. No obstante, cuando Maceosupo que el ejército de Alejandro seacercaba, huyó a su vez con sushombres; entonces los puentes pudieronser terminados y Alejandro cruzó elEufrates con sus tropas, seguramente aprincipios de junio de 331 a.C.

Desde ahí, si nos atenemos tan sólo

a la geografía, Alejandro habría debidotomar la ruta del sur a lo largo del ríohasta Babilonia (primera capitalhistórica a conquistar antes de tomarSusa), y sin duda librar batalla a lastropas de Darío, reunidas, comoAlejandro creía, en la llanura babilonia.Pero el Conquistador había leído laAnábasis de Jenofonte: setenta añosantes, el ilustre escritor y los diez milmercenarios griegos habían seguidoaquella ruta desértica, y aquél habíacontado lo tórrido que en esa estaciónera el calor y lo difícil delavituallamiento de un ejército. Por esoAlejandro tomó la sabia decisión de no

cometer el mismo error; en lugar dedirigirse hacia el sur, decidió torcerhacia el noroeste, atravesar la llanuramesopotámica por su mayor anchura ydirigirse hacia el Tigris por HarránQarai en griego), y por Nisibis, paravolver a bajar luego hacia Babilonia. Enesta decisión se había dejado guiar porsus exploradores, así como por losjudíos (abundantes en esa región), que leestaban agradecidos por haberlesdispensado una acogida especial enAlejandría.

Suponía dar un gran rodeo, pero através de un país lleno de valles, dondeera fácil encontrar forraje verde para los

caballos y víveres en abundancia paralos hombres, y donde el calor no era tanabrumador como en la zona desérticaque atravesaba la ruta directa. Ciertoque para alcanzar Babilonia por esa víael ejército macedonio debía cruzar dosveces el Tigris, pero para Alejandro eraun inconveniente mínimo comparado conlas ventajas que presentaba el itinerarioque había elegido.

En el camino, a los dos o tres díasde marcha, los jinetes que cabalgaban envanguardia capturaron elementos delejército persa que habían salido dereconocimiento para observar losmovimientos del enemigo. Los

prisioneros revelaron que Daríoesperaba a los grecomacedonios a piefirme, en la orilla derecha del Tigris,con un ejército mucho más numeroso queel que había sido derrotado en Isos.Cuando lo supo, Alejandro aceleró lamarcha y se dirigió rápidamente hacia elrío; pero cuando lo hubo alcanzado, noencontró allí a Darío ni al gigantescoejército persa que normalmente habríadebido esperarle, por lo que cruzó elTigris con sus tropas sin ningunadificultad.

Sin embargo, realmente hacíademasiado calor para continuar. Lossoldados de Alejandro estaban

extenuados, lo mismo que la familia realde Persia (la madre, la esposa y loshijos de Darío) que acompañaban alejército del vencedor en carruajesentoldados, y sin duda también la propiamujer de Alejandro, Barsine, que seguíaa su Conquistador esposo con el hijoque había tenido de él, Heracles.Entonces el rey, indiferente al calor, alhambre, a la sed y la fatiga, arrastradocomo estaba por lo que consideraba sumisión divina de liberador, alzó elbrazo, inmovilizó a Bucéfalo e hizopasar la orden de detenerse, de uno enuno, a sus regimientos y escuadrones,porque había decidido conceder un

tiempo de reposo a su ejército. Seacercaba el fin del mes de agosto de 331a.C.

El ejército macedonio habíainstalado su campamento a orillas delTigris, que había vadeado. Durante doso tres semanas, los soldados deAlejandro se tomaron unas vacacionesbien merecidas, pasando sus jornadasbañándose, pescando, cazando osimplemente durmiendo, mientras sujefe, infatigable, estudiaba con susingenieros un proyecto que tenía en lacabeza desde el paso del Eufrates.Pensaba construir una fortaleza cercadel vado por el que había franqueado el

Tigris, y hacer partir de él dos rutas,provistas de relevos de posta: una, haciaTiro, que seguiría el camino que hemosdescrito; la otra hacia Susa. De estemodo, Siria y Egipto estarían unidas a lacapital del Imperio persa, lo mismo queAsia Menor lo estaba por la Vía Realconstruida en el pasado por Darío I.

En la noche del 20 de septiembre de331 a.C. se produjo un fenómeno quesumió al ejército macedonio en elpánico. Era una noche de plenilunio y lamaravillosa luz del astro iluminaba elrío, los bosques y las innumerablestiendas blancas bajo las que dormían lossoldados de Alejandro. Sólo vigilaban

los centinelas, apostados en las colinascircundantes. De repente, vieron unasombra a orillas del disco lunar que ibaensanchándose poco a poco: al principiocreyeron que era el paso de una nubeoscura, anunciadora de una tormentacomo las que estallan a finales delverano. Pero progresivamente estasombra invadía el disco blanco de laluna, que terminó desapareciendo delcielo, y el campo entero quedó sumidoen la oscuridad más completa.

Los centinelas dieron la alarma, lossoldados salieron de sus tiendas, sellamó a los astrólogos, que explicaronque se trataba de un eclipse de luna, y

todo el mundo se puso de acuerdo paraver en aquel signo celeste un aviso delos dioses. El adivino Aristandro, quesin duda dormía profundamente el sueñotranquilo y necio del ignorante que creesaberlo todo, fue convocado deinmediato por Alejandro, e hizo al reyuna demostración bellísima. Cuando, alprincipio de la primera guerra Médica,Jerjes se había puesto en ruta haciaGrecia, hacía ciento cincuenta años, ledijo, se había producido, visible desdeSardes, un eclipse de sol que los magospersas, sus colegas en pamplinas, habíaninterpretado declarando que el sol era elastro de los helenos y la luna el de los

persas, y que el eclipse de solsignificaba la derrota próxima de losgriegos. Ahora, prosiguió, los diosesocultaban el astro de los persas paraanunciar que pronto les llegaría el turnode ser vencidos. Aquel eclipse,concluyó Aristandro, era por tantoexcelente augurio y un presagiobenéfico.

Alejandro omitió comentar aladivino que, antaño, había sido Jerjes elvencido por los griegos, a pesar de laocultación del astro propicio a estosúltimos. Estimó que lo que habíaocurrido con la luna le era favorable yofreció un sacrificio a las divinidades

de la Luna, del Sol y de la Tierra.Aristandro inmoló a las víctimas einspeccionó sus entrañas: aseguró queprometían a Alejandro la victoria.

Al día siguiente, 21 de septiembre,el macedonio se pone en marcha hacialas ruinas de Nínive (cuyoemplazamiento está cerca de la actualMosul), la antigua capital deAsurbanipal, apartándose de la orilladerecha del Tigris y teniendo a suizquierda los montes de Armenia. Tresdías más tarde, el 24 de septiembre, unode los exploradores de su vanguardia sele une a todo galope y le revela que él ysus compañeros han visto a lo lejos, en

la llanura asiría, jinetes enemigos, enapariencia numerosos, pero sin quehayan podido hacerse una idea de sunúmero. Alejandro dispone su ejércitoen orden de batalla, porque la llanuraera lo bastante amplia para hacerlo, yordena que avance en formación decombate. En ese momento llega unsegundo grupo de exploradores con unnuevo mensaje: los jinetes persas noparecen ser más de un millar.

Alejandro no duda un instante. Tomaconsigo la Guardia Real, formada porCompañeros, y un escuadrón decaballería, y ordena al resto del ejércitoseguirle lentamente, a paso de marcha.

Carga al galope sobre los jinetesenemigos, que huyen a rienda suelta.Alejandro y sus jinetes los persiguen. Lamayoría de los persas consiguen sinembargo salvarse, pero los macedonioscapturan a algunos. Interrogados delantedel rey, revelan que Darío no está lejosy que acampa en la llanura conconsiderables efectivos, en el lugarllamado Gaugamela, palabra quesignifica «campamento de barracas decamellos».

—¿Cuántos son? —preguntaAlejandro.

—Unos cuarenta mil jinetes, unmillón de infantes, doscientos carros

cuyas ruedas están provistas de hocescortantes como navajas, y una quincenade elefantes.

En efecto, Darío había tocado arebato por todo su Imperio. En suejército había no sólo persas ymercenarios griegos, sino tambiénsoldados procedentes de Bactriana ySogdiana (provincias al norte del actualAfganistán), arqueros sacas (rama escitade Asia), arios a los que también sellamaba indios de las montañas, partos,hircanos, medos, albanos del Cáucaso,pueblos ribereños del mar Rojo y, porsupuesto, babilonios, armenios,capadocios y sirios.

Todas estas fuerzas acampaban apoco más de cien kilómetros al oeste dela ciudad de Arbela, en la llanura deGaugamela, que Darío había escogidocomo campo de batalla. Se acordaba deldesastre de Isos —según sus estrategas,debido a la estrechez del lugar—, yhabía preparado meticulosamente elterreno de Gaugamela e igualadoperfectamente el suelo para facilitar laevolución de sus carros de hoces y lasmaniobras de su caballería.

Del 26 al 29 de septiembreAlejandro acampó a diez kilómetros delejército persa: trataba de que sussoldados descansaran y estuvieran

frescos y dispuestos el día del combate;tal vez también esperaba atraer a Daríofuera del campo de batalla que habíaelegido. Dedicó esos cuatro días afortificar su campamento con unaempalizada —había muchos árboles enla región— y a instalaratrincheramientos. Por primera vez en suvida, Alejandro el impetuoso, el «locode Macedonia» como lo llamabanalgunos enemigos suyos, se tomaba sutiempo y no se lanzaba sin mirar sobreel enemigo, como solía hacer. Sin dudahabía comprendido la importancia de labatalla que iba a librar; si la perdía, elmundo griego, del que se consideraba el

paladín predestinado, desapareceríapara siempre.

Entre los dos campos había, nosdicen nuestras fuentes, sesenta estadios(unos doce kilómetros), y sin embargolos dos ejércitos aún no se veían,ocultos uno a otro por los repliegues delterreno. Alejandro había decididomarchar al combate con sus hombres,que habían recibido la orden de nollevar más que sus armas: los bagajes,los inválidos, los heridos, la familia realde Persia y la servidumbre que se leshabía adjudicado, el hijo de Alejandro ysu madre, Barsine, debían permaneceren el campamento, detrás de las

empalizadas. El estado de Estatira, lamujer de Darío, inquietaba al rey deMacedonia; estaba embarazada, sedebilitaba día a día y, según QuintoCurdo y Arriano, murió en el transcursode esas cuatro jornadas de septiembre(Plutarco la hace morir de parto unassemanas más tarde, pero esa fecha espoco compatible con la anécdotarelativa al eunuco Tireo narrada por esemismo autor. Alejandro se sintió muyturbado por la muerte de Estatira, a laque, desde Isos, había tratado como a supropia hermana; cuando penetró bajo latienda donde la mujer acababa deexpirar, fue incapaz de contener sus

lágrimas, lloró con la reina madre,«como si hubiese sido su hijo», nos diceQuinto Curcio, y le concedió, a pesar dela urgencia de la batalla, exequias realesal modo persa.

Según Plutarco (Vida de Alejandro ,LV), en cuanto la reina muere, uno desus eunucos-ayudas de cámara, llamadoTireo, saltó a un caballo y huyó hasta elcampamento de Darío para llevarle latriste nueva. En cuanto lo supo, el GranRey se pone a gritar de dolor, se golpeael pecho, la cabeza y en un mar delágrimas exclama:

“¡Oh dioses! ¡A qué desdichado

destino han sido entregados losasuntos de Persia! No sólo lamujer y la hermana del rey [Daríose había casado con su hermana,de conformidad con unacostumbre persa] ha sido hechaprisionera cuando estaba en vida,sino que no ha podido tenersiquiera los honores de unasepultura real a la hora de sumuerte!El eunuco le responde al punto, enparte para consolarle, en partepara defender el honor deAlejandro:Por lo que se refiere a la

sepultura, Gran Rey, y a loshonores a los que tenía derecho,no podrías acusar de infortunio aPersia, porque ni la reinaEstatira, durante todo el tiempoque vivió cautiva, ni la reina tumadre, ni tus hijas han sidoprivadas de nada en materia debienes y honores a los que estabanacostumbradas, salvo la dicha dever la luz de tu gloria, una gloriaque Nuestro Señor Oromasdes [eldios supremo de los Aqueménidas]restituirá en su totalidad si leplace, y la reina, en la hora de sumuerte, no ha sido privada de las

exequias a las que habría tenidoderecho en Persia, al contrario,ha sido honrada con lágrimasincluso de tus enemigos, porqueAlejandro es tan dulce y humanoen la victoria como áspero yvaliente en la batalla.”Ibíd., LV

No aplacan estas palabras el dolorde Darío, al contrario: tienen por efectodestinar en su alma el veneno de loscelos. Se lleva a Tireo aparte y le dice:

“Tireo, quizá te has vueltomacedonio por cariño haciaAlejandro, pero te conmino a que

en tu corazón reconozcas de nuevoa Darío por tu amo y, en nombrede la veneración que debes anuestro Dios de Luz, dime laverdad. Su cautiverio y su muerte,por las que yo lloro, ¿no han sidolos menores males que ha tenidoque sufrir Estatira? ¿No hasufrido lo peor en vida? ¿Nohabría sido su sufrimiento menosindigno y vergonzoso si hubiesecaído entre las manos de unenemigo cruel e inhumano? ¿Quéclase de relación puede tener unjoven príncipe victorioso con lamujer de su enemigo convertida en

su prisionera, a la que haconcedido tantos honores, salvodeshonroso y miserable?”Ibíd., LV

A estas palabras, el eunuco se arrojaa los pies de Darío y le suplica que noofenda el honor de Alejandro ni lavirtuosa memoria de su mujer: «GranRey, has sido vencido por un enemigocuya virtud es sobrehumana, que se hamostrado tan casto con las persas comovaliente fue contra los persas —le dice—, y que después de mi muerte mi almacaiga en el infierno al pasar el puentedel Contable de almas si miento.»

Entonces Darío regresó con susfamiliares y, tendiendo las manos alcielo, dirigió a los dioses la siguienteplegaria:

“Oh dioses, autores de la vida yprotectores de los reyesAqueménidas y de sus reinos, ossuplico ante todo que hagáis detal modo que yo pueda devolver subuena fortuna a Persia, a fin deque deje a mis sucesores miimperio tan grande y tan gloriosocomo lo recibí de mispredecesores y que, victorioso,pueda devolver la misma

humanidad y la misma honestidada Alejandro; pero si por algunavenganza divina o por lanecesidad de las cosas de estemundo debiese ocurrir que acabeel Imperio persa, haced que Asiano tenga más rey que Alejandro.”Ibíd., LV

Según Plutarco, este relatoedificante es referido por «la mayoríade los historiadores». Los modernos sonmás escépticos. Ya hemos dicho que esprobable que Alejandro se hayacomportado con la madre de Daríocomo con su propia madre, y con

Estatira, que tenía veinte años más queél, con el mayor respeto. Además, en elplano afectivo-sexual no se parecía ennada a su padre, y no es por virtud porlo que no tocó a la mujer de Darío(mientras que sus generales no seprivaron de violar a las demás cautivas,que eran en su totalidad grandes damaspersas), sino más bien por indiferenciahacia su belleza demasiado madura opor su falta de ánimo, o también porcálculo político, con vistas a unaeventual reconciliación futura conDarío. No dio muestras de la mismareserva con Barsine, con la que segúnciertos autores se habría casado. En

cambio, que haya dejado circular lahistoria, verdadera o falsa, de Daríoconfiándole el Imperio de Asia en casode que llegase a desaparecer, o inclusoque la haya inventado él mismo es, anuestros ojos, más que probable:Alejandro vivía en un mundo y unaépoca en que las querellas de sucesióneran la norma (¿no había tenido élmismo que hacer frente a ellas, y demanera contundente?), y el testimonio deDarío III Codomano, bien rumoreado,siempre podía servir. Sobre todo porquela reina madre, Sisigambis, que leconsideraba como a hijo suyo, novacilaría sin duda en apoyarle. Nada es

nunca gratuito en la conducta de losgrandes y la muerte súbita de Estatira noes una simple anécdota histórica.Además, es cierto que los dosadversarios vacilaban en entablarcombate: ¿por qué detiene Alejandro lamarcha de su ejército durante cuatrodías, antes incluso de la muerte de lareina? ¿Y por qué Darío, con unasuperioridad numérica enorme, no leataca?

Por lo que se refiere a este último, larespuesta es fácil. El gigantismo delejército persa obliga al Gran Rey acombatir en un vasto campo de batalladonde pueda maniobrar y donde sus

carros, su caballería y sus elefantestengan el espacio necesario para cargar:ha preparado el terreno de Gaugamelacon este fin y no tiene razón alguna paraaventurarse por los valles y las colinasque lo separan del campamento deAlejandro. En cambio, por lo que serefiere al macedonio, podemos dudarentre tres respuestas posibles, queproporcionan razones igualmenteposibles: antes de meter a su ejército enun combate de uno contra cincuenta,tiene que reunir la mayor cantidad deinformación sobre el terreno donde debelibrarse la batalla y sobre los efectivosdel enemigo (especialmente sobre sus

elefantes y sus carros con hoces, de losque carece el ejército de Alejandro); laamplitud de las fuerzas enemigas le hacedudar, y Alejandro puede elegirinstalarse a orillas del Tigris y esperar:si el adversario deja la llanura y seaventura en ese terreno accidentado quesepara los dos campamentos en unadecena de kilómetros, está seguro devencer a Darío como lo había hecho enIsos; por último, no descarta la idea deuna posible negociación, sobre todoporque tiene a la familia de Daríoprisionera en sus carros y acaba demostrarse magnánimo con la difuntaEstatira.

En la noche del 29 al 30 deseptiembre, comprobando que Daríosigue sin moverse, Alejandro decidehacer un movimiento hacia Gaugamela.Avanza lentamente en la oscuridad seiso siete kilómetros con su ejército enorden de batalla y se detiene en lasladeras de las colinas que bajan hacia lallanura donde acampa el ejército deDarío, a unos treinta estadios de laslíneas enemigas (recuérdese que 1estadio equivale a 180 metros). Allíreúne a su estado mayor y comienza ladiscusión. ¿Hay que lanzarinmediatamente el ataque y sorprenderal enemigo antes del alba, o acampar

allí mismo e inspeccionar primero elterreno? ¿No había obstáculospeligrosos que franquear? ¿Los persashabrían excavado trincheras, ocultadoestacas en fosos, instalado trampas uotra clase de ardides?

El envite es demasiado grande paratrabar combate a la ligera. Parmenión sedecide por la prudencia y lacircunspección y, por una vez,Alejandro se pone de su lado. Conalgunos destacamentos de infanteríaligera y la caballería de losCompañeros, procede en persona a unminucioso reconocimiento de los lugaresy constata que no ocultan ninguna

trampa, ningún obstáculo infranqueable.A su vuelta, convoca a los generales, losjefes de escuadrones y los oficialessuperiores. En dos palabras les declaraque no arengará a las tropas como solíahacer: los soldados, les dice, están hacetiempo galvanizados por su propio valory sus numerosas proezas, y cada oficialdeberá arengar a su propia unidad, eljefe de batallón a su batallón, el jefe deescuadrón a su escuadrón, elcomandante de compañía a su compañía,y así sucesivamente; hay que hacercomprender a todos que el envite de labatalla que va a librarse no es Cilicia,Tiro o Egipto, sino todo Asia, de la que

se apropiarán quienes venzan en elcombate.

Alejandro concluye su breveexposición con algunasrecomendaciones prácticas y técnicas.No era necesario que los jefes hiciesenlargos discursos a sus hombres; queexhorten simplemente a todos aconservar el puesto que le seaadjudicado, a permanecer en silenciocuando haya que avanzar discretamente,pero en cambio lanzar un grito de guerraterrorífico cuando haya que atacar; losjefes deberán obedecer las órdenes en elplazo más breve, casi instantáneamente,y retransmitirlas con la mayor celeridad

a sus unidades; que no olviden que lamenor negligencia de uno solo puedeponer a todo el ejército en peligro.Finalmente ordenó a todos comer ydescansar en espera del momento delasalto.

Fue entonces cuando Parmenión, sugeneral más antiguo, fue a su encuentro:era de la opinión de atacar a los persasantes del alba, a fin de sorprenderlos enplena confusión. Alejandro se negó:sería deshonroso actuar así, porque esosería robar la victoria y él, Alejandro,debía vencer sin estratagemas. Además,así vencido, Darío siempre podríanegarse a reconocer su inferioridad y la

de sus tropas y justificar su derrota porla sorpresa. Por eso había decididoatacar cuando saliese el sol. Mientrastanto, declaró que se iba a dormir, comosus soldados.

Al pie de la colina donde acampabasu ejército la llanura estaba iluminadapor las fogatas del enemigo, que parecíainnumerable, y el murmullo confuso deaquella multitud se propagaba en elsilencio de la noche, semejante albramido lejano del mar. Era evidenteque Darío, esperando un ataquenocturno, había ordenado a sus hombrespermanecer despiertos, lo que favorecíalos planes de Alejandro: mientras los

persas velaban sobre sus armas, losgriegos y los macedonios, después dehaber comido bien, recuperaban lasfuerzas durmiendo tranquilamente, y aldía siguiente estarían más frescos ydispuestos que sus adversarios. Pero elrey de Macedonia, atormentado sin dudapor la inquietud de la batalla que seavecinaba, no conseguía dormir. Mandóllamar a Aristandro y a sus demásadivinos, vestidos completamente deblanco, con un velo en la cabeza, paraque realizasen algunos de aquellos ritosmisteriosos que su madre le habíaenseñado cuando era niño, y dedicóbuena parte de la noche a invocar a los

poderes invisibles. Por último, cuandola noche acababa, su insomnio terminó yse durmió.

Cuando el 1 de octubre de 331 a.C.salió el sol, su secretario Eumenes y susamigos se llegaron hasta la tienda deAlejandro para despertarle; dormía tanprofundamente que ni siquiera los oyó.Su entorno, con Parmenión a la cabeza,se felicitaba por este sueño: después dehaber descansado de aquella manera,Alejandro estaría en mejor forma parapartir al combate. Pero el tiempo pasabay Alejandro seguía sin despertar. Alverlo, Parmenión asumió laresponsabilidad de ordenar a las tropas

disponerse para la batalla, luego entróen la tienda del rey y le sacudió parasacarle de su sueño.

—¿Cómo puedes dormir una mañanacomo ésta? —preguntó a Alejandrocuando éste abrió los ojos.

Alejandro le respondió sonriendo,pero todavía dormido.

—¿Por qué despertarme cuandoDarío está a punto de caer entre mismanos?

—Has soñado, rey, Darío estáabajo, en la llanura.

Alejandro se irguió en su lecho,sacudió la cabeza y su mirada se volvióbrillante. Saltó de la yacija, se mojó la

cara con agua fresca y dio la orden deque sus soldados desayunasen mientrasél se vestía para el combate. Llevabauna saya de Sicilia que le caía hasta lasrodillas, nos dice Plutarco, con una cotade lino y una gola cubierta de pedreríasencima; su casco era de hierro, perobrillaba como plata, rematado por unpenacho de plumas blanco. Como armas,disponía de una espada ligera y de buentemple que le había regalado la ciudadde Citium, en la isla de Chipre, y de unviejo escudo abollado que se habíatraído de Ilion.

Salió de su tienda, montó enBucéfalo —que se hacía viejo, pero que

seguía siendo valiente— y fue a pasarrevista a su ejército alineado,acompañado por el adivino Aristandro,con una corona de oro en la cabeza. Sedice que cuando apareció delante de sustropas un águila volaba encima de sucabeza, y que Aristandro, apuntando suíndice en dirección al ave, le ordenó,con algunas fórmulas mágicas, lanzarsecontra los enemigos de los helenos.

Todo el mundo estaba preparado.Alejandro había dispuesto su ejército endos líneas, con cierto espacio entre ellaspara que pudiese combatireventualmente en dos frentes. Contabaunos 7.000 jinetes y 40.000 infantes

(según Arriano); él mismo mandaba elala derecha, asistido por Filotas, el hijode Parmenión, que a su vez mandaba elconjunto del ala izquierda, como en Isos.El rey ordenó a su caballo dar tres pasoshacia adelante, alzó lentamente el brazocomo era su costumbre, hizo unmajestuoso gesto con la mano para darla señal de partida y descendió al frentede su ejército, al paso, hacia la llanuradonde, durante toda la noche, le habíaesperado el enorme ejército persa.También éste se hallaba dividido en dosalas bajo el mando único de Darío IIICodomano, que estaba en el centro,sobre su carro, rodeado de su parentela.

Aquella prolongada espera, de píe bajolas armaduras y las armas, habíaembotado la combatividad de lossoldados del Gran Rey y, como escribeArriano, el miedo empezaba aenseñorearse de su ánimo.

La batalla de Gaugamela estaba apunto de empezar. Los historiadores lallamaron más tarde «batalla de Arbela»,por el nombre de la ciudad situada apoco menos de un centenar dekilómetros al sudeste de la llanuradonde tuvo lugar el famoso combate (esla actual ciudad de Arbil o Erbil, enIrak). El relato más preciso ydocumentado de esta batalla es el de

Arriano (III, 11-15), que es el queseguimos, completándolo con el deDiodoro de Sicilia (XVII, 57-61); lasconsideraciones de Plutarco (Vida deAlejandro, LXI-LXII) son más literarias.

Arriano nos describe larga yminuciosamente las disposiciones de losdos ejércitos. Sorprende ante todo elcarácter eminentemente cosmopolita delejército de Darío, que cuenta veintiséisnacionalidades de combatientes ademásde los persas (bactrianos, escitas,medos, partos, etc.), mientras que elejército de Alejandro está formadoprincipalmente por macedonios (losinfantes de la falange y la caballería de

los Compañeros de Macedonia, divididaen escuadrones), aumentada conunidades aliadas (griegos y tesaliosesencialmente). A primera vista, elcombate se presenta desigual: con unmillón de infantes, 40.000 jinetes, suscarros de hoces y sus elefantes venidosde India, el Goliat persa parece quetiene que destrozar en un abrir y cerrarde ojos al David macedonio. Noobstante, ese Goliat era un monstruocuyos movimientos eran imposibles decoordinar en la práctica: varios cientosde metros, incluso kilómetros, separabana Darío de sus distintos generales, loque desde luego no facilitaba la

transmisión de las órdenes del GranRey.

Ambos ejércitos se acercaban ahorael uno al otro. Sus soldados, lo mismoque sus enemigos, podían distinguir,incluso desde lejos, el penacho deplumas blanco de Alejandro y seguir susmovimientos. Avanzaba apoyándose ensu derecha y los persas, que iban a suencuentro, trataban de desbordarlo porsu izquierda, para intentar rodear su aladerecha; de suerte que, cuanto másavanzaba Alejandro, más se echaba elala derecha de Darío hacia la izquierda,donde el terreno —más accidentado queen el centro— volvía inutilizables sus

carros.Darío se dio cuenta y ordenó a las

formaciones de cabeza de su alaizquierda (los jinetes bactrianos, escitasy árabes) no desviarse hacia ese lado yrodear el ala derecha enemiga. Al verlo,Alejandro transmite a la caballería desus aliados griegos (que estaba enretaguardia) la orden de cargar contra lacaballería del ala izquierda persa: éstaretrocedió primero, luego contraatacó,Alejandro lanzó una nueva carga y seentabló un verdadero combate decaballería, caballo contra caballo, jinetecontra jinete, particularmente sangrientopor ambas partes, en el que Darío tenía

una ventaja numérica aplastante. Fueentonces cuando el Gran Rey, que talvez tenía la victoria al alcance de lamano, cometió una falta táctica grave:lanzó sus doscientos carros de hoces(que estaban en su ala derecha) contra elejército macedonio, para sembrar laconfusión en sus filas. Pero el resultadono fue el esperado porque, cuando loscarros se lanzaron hacia adelante, fueronacribillados con flechas y dardos porlos arqueros y lanzadores de jabalinasdel ejército de Alejandro, que habíantomado posiciones delante delEscuadrón Real, en primera línea a laderecha; los conductores de carros,

heridos, fueron arrancados de susasientos por los tiradores que,apoderándose de las riendas, volvieronlos caballos contra la caballería persa,cortando con las hoces a sus caballos ymatando a los jinetes.

Darío no tenía más carros y habíaperdido una buena parte de sus jinetes,heridos de muerte. Cambia entonces detáctica y ordena a sus tropas atacar a loancho del frente, a lo que Alejandroreplica ordenando a sus tropas cargarcontra la primera línea persa y,penetrando él mismo en las filas de ésta,llega hasta el carro de Darío mientras lafalange macedonia, gigantesca tortuga de

hierro y bronce erizada de sansas,zarandea a los persas y los demásbárbaros.

La situación le pareció terrorífica aDarío, que, desde hacía largo rato,estaba muerto de miedo. Su guardiapersonal se encontraba diezmada, sucarro, con las ruedas hundidas entremontañas de cadáveres, ya no podíaavanzar ni retroceder; hubo deabandonarlo, saltó sobre un burro y huyóa rienda suelta hacia la ciudad deArbela, que se encontraba a un centenarde kilómetros del campo de batalla. Sucaballería le pisaba los talones,perseguida por la caballería macedonia:

la derrota de los persas era total.Sin embargo, el combate no había

terminado. Alejandro y la caballería delos Compañeros de Macedoniaatraparon a los fugitivos, que fueronmasacrados, mientras el resto delejército macedonio y sobre todo su alaizquierda, que aún no había entrado encombate, tuvo que hacer frente al aladerecha de los persas (la caballeríaarmenia y capadocia, los indios con suselefantes, etc.). Ésta había hundido elcentro de las líneas macedonias yrodeaba su ala izquierda, mandada porParmenión. La situación se volvíacrítica debido a la enorme superioridad

numérica de los bárbaros y Parmeniónenvió un mensajero que, arrastrándosepor el suelo, llegó hasta Alejandro parapedirle ayuda.

Cuando le llevó el mensaje, el rey,renunciando de mala gana a perseguir aDarío y a sus tropas, dio media vueltacon toda su caballería y se dirigió algalope hacia el campo de Gaugamela.Allí se libró un nuevo combate decaballería, el más encarnizado de todala batalla según Arriano, enfrentando alos persas, los partos y los indios conlos macedonios. Los dos adversariosluchaban realmente codo con codo, y yano se trataba de tiros de jabalina o de

maniobras de rodeo: se entabló unterrible combate cuerpo a cuerpo, en elque cada uno combatía no por la victoriade su campo, sino para salvar su propiavida. En última instancia fue Alejandroquien obtuvo la victoria a pesar delnúmero. Los bárbaros huyeron hacia eleste en una galopada frenética,perseguidos por los helenos;consiguieron franquear el Lico, unafluente del Tigris (el actual Gran Zab)y reunirse con el Gran Rey en Arbela.

También Alejandro pasó el Lico,asentó en sus orillas un campamentoprovisional, a fin de que sus hombres ysus caballos tomasen un respiro, y luego,

llegada la noche, partió hacia Arbelapara tratar de apoderarse de Darío. Perocomo era previsible, Darío no le habíaesperado y, cuando los jinetesmacedonios entraron en la ciudad, el 2 oel 3 de octubre de 331 a.C, el Gran Rey,que había dejado a sus espaldas armas ybagajes e incluso el voluminoso tesororeal (varias toneladas de oro), ya sehabía adentrado en los montes Zagros yhuía hacia Media. Lo acompañaban ensu fuga su parentela y unos dos milmercenarios extranjeros.

El macedonio había obtenido unavictoria total. Le había costado, segúnArriano, un centenar de hombres —en su

mayoría Compañeros— y más de milcaballos, pero en el campo deGaugamela quedaron, según el mismoautor, unos trescientos mil cadáveresbárbaros. Queda por saber lo que valeesta estimación…

2. Conquista de Babilonia ySusiana

La derrota de los persas enGaugamela marca el final del poderíomilitar de Darío, pero no el de su poderpolítico: el Aqueménida, que sigue vivoy libre, continúa siendo el rey de reyesde Asia, y Alejandro no es más que el

rey de Macedonia, provisionalmenteestratego en jefe de la Liga panhelénica.No es inverosímil que, después de pasaruna noche en Arbela, haya pensado enperseguir al Gran Rey para obligarle acederle su corona; pero no podía hacerpasar su ejército, con sus animales y suscarros, por los estrechos senderos de lasmontañas armenias. Además, el envitede la guerra era evidentemente lasgrandes capitales del Imperio,Babilonia, Susa, Persépolis yPasagarda: Alejandro podía dejar paramás tarde la captura de Darío. Por lotanto, no lo dudó mucho y, sin mástardanza y a galope tendido, se dirigió

hacia Babilonia, que se encontraba aunos 260 kilómetros al sur de Arbela.

Necesitó cerca de dos semanas parallegar a la vista de la legendaria ciudadque, desde hacía dos siglos, servía decapital de invierno a los soberanosaqueménidas. Mientras cabalgaba,Alejandro veía acudir cada día hacia éla los grandes de Persia que,abandonando a su soberano vencido a sutriste destino, se unían al nuevo dueñode Asia, lo mismo que habían hecho lossátrapas y los dignatarios persas enTiro, Gaza y Menfis. Lo mismo ocurrióen Babilonia, la ciudad de las cienpuertas de bronce, donde se había

refugiado el general persa Maceo, quehabía sido uno de sus más valerososadversarios en Gaugamela. El hombrehabía comprendido que Asia estaba apunto de cambiar de manos y, cuando enlos últimos días de octubre de 331 a.C,el ejército macedonio tomó posicionesdelante de las enormes murallas de laciudad, cuyo perímetro tenía noventakilómetros, aconsejó a los habitantesentregar la ciudad a Alejandro sinresistencia.

El macedonio vio, pues, salir arecibirle a la población de Babilonia,con Maceo al frente, acompañado de lossacerdotes y magistrados de la ciudad,

con vestimenta de ceremonia. Losbabilonios se habían puesto sus ropas defiesta y cada grupo de ciudadanos lellevaba un regalo, unos guirnaldas deflores, otros un cordero destinado a serinmolado. Todos acogían al macedoniocomo al guerrero que liberaría su ciudaddel yugo de los Grandes Reyes persas:¿no había desmantelado Darío I elGrande sus legendarias fortificaciones?¿No había robado su hijo, Jerjes, laestatua de oro de Bel, su dios tutelar,creador del cielo y de la Tierra, de loshombres y los animales, y abatido sutemplo? ¿Y no habían sido trasladadostodos los tesoros de Babilonia a

Pasagarda, a Susa y Parsa (Persépolispara los griegos) por los soberanosaqueménidas?

Así fue como Alejandro, de pie ensu carro como un triunfador, y nomontado sobre Bucéfalo como unconquistador, entró en Babilonia por lamás hermosa de sus puertas, la que dabaa la orilla izquierda del Eufrates. Lascalles de la ciudad estaban sembradasde flores, el aire tibio del otoño estabacargado de perfumes e incienso y unamultitud numerosa y cosmopolita debabilonios, cierto, pero también dearmenios, árabes, sirios, persas, indios—reconocibles por sus ropajes y su

aspecto—, acompañó su carro hasta elatrio del palacio real. El macedoniopasó, deslumbrado, ante los famososmonumentos de Babilonia: sus murallas,los jardines colgantes de la reina asiriaSamuramat (Semíramis para losgriegos), la torre cuadrada del templo deBel y las ruinas de los demás templos,destruidos por los persas. Finalmentellegó al palacio del Gran Rey y seproclamó «nuevo rey de Babilonia».

Alejandro pasó treinta y cuatro díasen Babilonia, donde sus soldadossaborearon los placeres de un reposobien merecido, descubriendomaravillados las tabernas y los

lupanares de esta ciudad que les parecíaconcebida para el placer (Quinto Curcioescribe, con el hipócrita moralismoromano, que «se revolcaron en losvicios de esta ciudad perversa»),mientras su jefe trataba de reconciliarsecon los grandes de Persia a los quehabía combatido, pero también deacoger en las filas de la noblezamacedonia a los señores babilonios,mantenidos desde hacía cinco sigloslejos del poder y de las dignidades porlos conquistadores persas. El vencedorse mostró respetuoso con la religión ylas costumbres de Babilonia, ordenandoque los templos de Bel (dios de la tierra

y dios local de Babilonia bajo elnombre de Marduk), de Anu (dios delcielo), de Ea (diosa de las aguas), deShamash (dios del sol) y de las restantesdivinidades fuesen reconstruidos. AMarduk —conocido por los griegos bajosu nombre de Zeus-Belos y a quienAlejandro identificaba con su padremístico Zeus-Amón— le ofreciósuntuosos sacrificios y prometió a lossacerdotes dones considerables en oro:el oro de Darío, por supuesto.

En el plano político y administrativoactuó con Babilonia como había hechoen Egipto y Asia Menor: Maceo fueconfirmado en sus funciones de sátrapa,

e incluso recibió el privilegio de acuñarmoneda para ayudar al renacimiento delcomercio babilonio, pero le dio comoadjunto al compañero Apolodoro,oriundo de Anfípolis, como recaudador,tesorero y jefe de la guarniciónmacedonia que instala en la ciudad.También organiza la relación militarentre Babilonia, Siria, Fenicia y Cilicia,y pone las fuerzas armadas de la regiónbajo el mando de un jefe único(macedonio), Menes, oriundo de Pela.Su principal papel será asegurar el pasode las caravanas y los convoyes que amenudo son atacados por beduinossaqueadores entre Babilonia y las costas

del mar Mediterráneo.Alejandro tampoco olvidó a los

griegos de Europa. Les hizo saber quelos había liberado para siempre de laamenaza de Persia y que la cruzadapanhelénica lanzada en otro tiempo porsu padre, Filipo II, acababa de concluircon victoria. Sus mensajes y la forma enque había ideado la reorganización delImperio persa que se disgregabacausaron profunda impresión en losgriegos y los persas: los primeroscomprendieron, con cierta amargura, queel rey de Macedonia estaba aboliendo lagran distinción entre helenos y bárbaros—de la que estaban tan orgullosos—;

los segundos, que tenían mucho queganar sometiéndose al macedonio sinsegundas intenciones.

No obstante, el Conquistador sedaba cuenta mejor que nadie de que elasunto no estaba zanjado todavía. Losterritorios que había conquistado oreconquistado sobre Darío no erantierras persas, y si los pueblos que lasocupaban —fenicios, egipcios,babilonios— le habían acogido contanta alegría, era simplemente porque asus ojos era el liberador. El proyectoque confusamente maduraba en sucabeza de construir un imperio unificadoheleno-persa, del que por otro lado no

medía la amplitud ni la viabilidad,exigía someter al país de los persas —elactual Irán— y poner fin a la existenciapolítica del imperio de losAqueménidas. Para ello debíaapoderarse de Susa, la capital históricade los Aqueménidas y, a principios delmes de diciembre de 331 a.C, partióhacia Susiana.

Susa, situada a unos 240 kilómetrosal noroeste del golfo Pérsico, era unaciudad más antigua aún que Babilonia.Había sido creada tres mil años antes,en el emplazamiento de la actual Shush,cerca de Dizful, en Irán, por montañesesprocedentes del Zagros, los elamitas, un

pueblo que había desaparecido hacíasiglos. Darío I la había convertido enuna de las capitales de su Imperio en losalrededores del año 500 a.C.

A decir verdad, para AlejandroBabilonia no había sido más que unaetapa. Desde Gaugamela, no pensabamás que en Susa y, la noche misma de suvictoria, había enviado a un hombre desu confianza, Filóxeno, para tomarposesión de los tesoros amasados porlos reyes de Persia y organizar larendición pacífica de la ciudad. Estabaconfiado, por tanto, cuando abandonóBabilonia y llegó sin problemas a lavista de Susa tras unos veinte días de

marcha. A su encuentro salieronOxatres, hijo de Abulites, sátrapa deSusa, y un emisario de Filóxeno. Elprimero le llevaba la rendición oficialde la ciudad; el segundo, una carta de sucolaborador en que le informaba de quehabía entrado en Susa sin derramar unagota de sangre, que el tesoro real estabaa su disposición, intacto, y que todoestaba dispuesto en la capital persa pararecibirle fastuosamente.

Lo mismo que en Babilonia, elsátrapa Abulites, los sacerdotes y losdignatarios de la ciudad salieron alencuentro de Alejandro para recibirlemás como a libertador que como

conquistador. El rey entró en la ciudad,que había abierto para él todas suspuertas, bajo las flores y lasaclamaciones.

Luego Filóxeno lo condujo hasta elpalacio real, donde el rey de Macedoniadebía tomar oficialmente posesión deltrono y el tesoro de los reyes de Persia.Llegado ante el asiento real, se sentó enél, pero una vez sentado constató que eltrono era demasiado alto: Darío no erasólo un hombre de altísima estatura, sinoque además, en virtud de una tradiciónreligiosa persa, los pies del Gran Reynunca debían pisar el suelo cuandoestaba sentado: sus pajes disponían

entonces un taburete de oro bajo suspies. Alejandro, claramente de menorestatura que Darío, estaba pues sentadocon las piernas colgando, en unaposición algo ridicula. Al verlo uno delos pajes le llevó una mesita de oro quehabía en la sala y la colocó bajo suspies. Como se adaptaba perfectamente,Alejandro le felicitó. Pero entre losdignatarios persas que lo rodeaban, depie junto al trono, un eunuco, turbadopor aquel espectáculo, se echó a llorar.

—¿Qué has visto que te haga llorarasí? —le preguntó Alejandro.

El eunuco le respondió:—La mesita que han colocado bajo

tus pies no es otra que aquella en queDarío, mi amo, solía tomar sus comidas,tumbado en su diván, y ahora veo elmueble que más estimaba él bajo lospies de un nuevo amo y eso me hacellorar, porque yo amaba a Darío.

Alejandro comprendió de repenteque el hecho de sentarse en el trono enlugar de Darío era el signo del cambioradical que se había producido en elImperio persa, y que su gesto tenía algoexcesivamente arrogante. Llamó al pajeque había colocado la mesita bajo suspies y le ordenó retirarla. Pero uno desus Compañeros que sé encontraba a sulado, un tal Filotas, le dijo:

—Tu gesto no tiene nada dearrogante, porque no has sido tú quienha ordenado que te pongan la mesita deoro bajo los pies. Procede de laProvidencia o la voluntad de algúngenio bueno. Considera un feliz presagiotener bajo tus pies la mesita que servía atu enemigo.

Supersticioso como era, Alejandroordenó no tocar la mesa y sin dudaapoyó con más fuerza sus pies en ella.

Cumplidas estas formalidades,Alejandro tomó posesión del tesoro deDarío: 50.000 talentos de plata (1talento equivalía a 26 kilos), el suntuosomobiliario real y los numerosos objetos

de arte que Jerjes se había llevado deAtenas en 480 a.C, durante la segundaguerra Médica.

En el lote había sobre todo dosestatuas de bronce, sin gran valormonetario, pero particularmenteestimadas por los atenienses, las de dosjóvenes nobles, Harmodio y Aristogitón,que en otro tiempo (511 a.C.) habíanpuesto fin a la tiranía de Pisístrato y desus hijos Hipias e Hiparco, apuñalandoa este último. Estos dos jóvenes, quemediante un acto absolutamenteantidemocrático habían permitido elrestablecimiento de la democracia,habían pagado con su vida la causa del

pueblo, y fueron presentados luego comomártires de la libertad. Alejandro, queera no sólo un buen guerrero, sinotambién un perfecto manipulador de lasopiniones, hizo enviar de inmediato lasdos estatuas a Atenas, esperando, coneste gesto simbólico, mantener a losatenienses en el recto camino de lacruzada panhelénica que habíaemprendido.

En cuanto a los 50.000 talentos deplata, hizo un uso prudente. Una partesirvió para distribuir primas importantesa los Compañeros y a los soldados de suejército, que se habían visto privados debotín, porque la ciudad de Susa había

sido decretada «ciudad liberada» y no«ciudad conquistada» (por lo que nopodía ser objeto de pillaje). Otra parte(3.000 talentos, nos dice Arriano) fueconfiada a uno de los Compañeros de laGuardia Real, Menes, al que nombrógobernador de las satrapías de Siria,Fenicia y Cilicia, y que se encargó dehacerlos llegar al general Antípatro,regente de Macedonia, a fin de que esteúltimo tomase las disposicionesnecesarias para reducir la resistencia deEsparta a la hegemonía macedonia enOccidente.

Al actuar en Susa como habíaactuado en Babilonia, Alejandro

confirmó al sátrapa persa Abulites ensus funciones, nombró como adjunto a unCompañero de Macedonia, Mázaro,como comandante de la guarnición de laciudadela, y a otro, al general Arquelao,como jefe militar de Susiana. Luegovolvió su atención hacia el destino de lareina madre, Sisigambis, a la queprofesaba un verdadero afecto, y haciael de los hijos de Darío, que seguían alejército macedonio desde Isos en carros.Les anunció que su infortunio tocaba asu fin y los instaló, para mayor alegríasuya, en el suntuoso palacio de inviernode Darío, con una numerosaservidumbre y los miramientos debidos

a su rango. Por último, preocupado dehelenizar a los persas, consideró que elejemplo debía proceder de la corte, ymandó traer profesores de lengua griegapara las hijas y el hijo de Darío.

En las intenciones de Alejandro nofiguraba la de eternizarse en Susa, perotenía que adornar con alguna solemnidadla caída pacífica de la misma. Así pues,ofreció sacrificios públicos a losdioses, organizó una carrera deantorchas y un gran concurso gimnásticoy se dispuso a partir en campaña otravez. En esta ocasión, ya no se trataba deliberar ciudades del yugo persa, sino deconquistar un imperio. Al este de una

línea que iba desde los montes deArmenia hasta la entrada del golfoPérsico, que en cierto modo constituía lafrontera natural de los territoriosasiáticos caídos en sus manos, seextendía el verdadero dominio persa queAlejandro aspiraba ahora a conquistar:Uxia, Media, la Persia iraní (laPérside), Partía, Carmania; y, más aleste todavía, territorios desconocidos delos griegos, pero cuyos nombres habíaoído pronunciar sin duda a los sátrapasy los generales persas que habíasometido: Gedrosia, Aracosia,Bactriana, Sogdiana, India. Poco a poco,Alejandro, el unificador de los helenos,

el liberador de los griegos de Asia, elcruzado panhelénico, se convertía en unnuevo guerrero al que nada ni nadieparecía poder detener: se convertía enAlejandro el Conquistador.

Antes de partir hacia ese nuevodestino, el macedonio completó susefectivos con tropas traídas deMacedonia por Amintas, hijo deAndrómeno (15.000 hombres segúnQuinto Curdo; los infantes fueronrepartidos por etnias y los jinetesreforzaron la caballería de losCompañeros de Macedonia).

Alejandro salió de Susa en el mes deenero del año 330 a.C. Se dirigió hacia

el sudeste, hacia el país de los uxios,que debía cruzar para alcanzar las otrasdos grandes capitales persas: Parsa, quelos griegos llamaron Persépolis, yPasagarda. La suerte estaba echada:Alejandro y sus hombres iban a viviruna fabulosa anábasis.

XI - La conquista delos países persas y la

muerte de Darío

(seis primeros meses del 4ºaño de guerra en Asia:enero-julio de 330 a.C.)

Alejandro abandona Susa para marchar sobrePersépolis y castiga a los uxios de la montaña(principios de enero de 330). —Paso de lasPuertas Pérsicas (mediados de enero de 330).—Entrada de Alejandro en Persépolis y saqueode la ciudad (finales de enero de 330). —El

incendio del palacio de Darío (abril de 330). —Conquista de Media y toma de Ecbatana(principios de junio de 330). —Alejandro enRaga (15-30 de junio de 330). —Alejandropersigue a Darío: conquista de Hircania(principios de julio de 330). —La muerte deDarío (mediados de julio de 330).

Al día siguiente de su victoria enGaugamela, Alejandro esperaba recibirla visita de los embajadores de Daríoportadores de propuestas aceptables depaz: sabemos que no ocurrió nada. Sinembargo, su generoso comportamientoen Babilonia y en Susa había sido el deun vencedor abierto a las negociaciones:su objetivo no era aniquilar la dinastíade los Aqueménidas, sino asegurarse la

soberanía de Asia, y ahora demostrabaque era capaz de hacerlo mediante lasarmas; ¿no habría sido mejor, aunquesólo fuese para evitar los horrores de laguerra a los pueblos del Imperio persa,destinados a ser dominados a pesar detodo, conseguirlo mediante un buentratado de paz?

Para ello habría sido precisoentablar una negociación entreAlejandro y Darío. Pero este último sólopensaba en huir y refugiarse en la vastallanura iraní, separada de Occidente porlos montes de Armenia y los altosmontes Zagros. Si quería alcanzar elobjetivo que se había fijado, el

macedonio se veía obligado por tanto ala conquista y, una vez establecido elnuevo orden político en Susiana, tomócon su ejército la ruta de Persia y deMedia, con tres metas en la cabeza:apoderarse de las ciudades reales(Persépolis, Pasagarda y Ecbatana);establecer el orden político macedonioen los países persas, es decir, entérminos generales, en las satrapíassituadas entre el valle del Tigris y lasmontañas de Afganistán; por último,capturar vivo a Darío.

1. Conquista de Persia: el

incendio de PersépolisAdelantándose a la llegada de

Alejandro a Susa, Darío había huidohacia la Persia propiamente dicha, haciala alta planicie iraní, una comarcadesconocida para los griegos y losviajeros occidentales. Alejandro habíainterrogado a los persas que seencontraban en su entorno, por ejemploa Abulites, a quien había mantenido ensus funciones de sátrapa: para ellos, elproblema no planteaba dudas, Darío sehabía refugiado en Parsa —Persépolisen griego—, la famosa capital de veranode los Grandes Reyes, fundada por

Darío I hacia el año 513 a.C. en lasmontañas, a unos sesenta kilómetros alnoroeste de la actual ciudad de Chiraz.

Para la mayoría de los allegados deAlejandro la guerra había acabado:Darío había huido definitivamente, locual podía considerarse una abdicaciónde hecho, y todas las satrapías que habíaatravesado Alejandro, desde hacíacuatro años que había desembarcado enAsia, se le habían sometido, así comolas dos grandes ciudades reales,Babilonia y Susa. Además, Alejandrohabía tomado posesión oficialmente deltesoro real y se había sentado en el tronode oro de Darío en Susa, convirtiéndose,

de facto, en el nuevo Gran Rey.Pero Alejandro veía las cosas de

otro modo. Sólo se había apoderado delcuerpo del Imperio persa, ahora debíaatacar su cabeza, su corazón y su alma:tenía que conquistar las otras doscapitales de los Aqueménidas, Ecbatanay sobre todo Persépolis, símbolo de supoder. De Persépolis habían partido,hacía ciento cincuenta años, los persasque habían saqueado e incendiadoAtenas y habían profanado en Egipto,especialmente en Menfis, los santuariosde Amón; en cuanto a él, Alejandro,había ido a Persia para vengar a loshelenos, tratando a los persas como

éstos habían tratado a los griegos,destruyendo Persépolis mediante elfuego.

¿Era ésa su verdadera motivación?¿Deseaba cumplir hasta el final suvocación de gran justiciero, o bien lafiebre de la conquista lo había invadido,como había hecho con tantos otrosvencedores en la historia? Debemosdudar de estas dos explicaciones y nosinclinamos más bien por una tercera,más prosaica: el éxito no transformó aAlejandro en conquistador, lo convierte,al menos en el momento en que está enSusa, en un ambicioso que va a perderpoco a poco el sentido de la realidad.

Ya no tiene nada que demostrar en loscampos de batalla, dado que no hayadversario; en cambio, ha saboreadocon alegría los pocos minutos en que seha sentado en el trono del Gran Rey, conlos pies sobre su taburete de oro, y notiene intención de robar ese trono —delque puede apoderarse sin lucha— aDarío: quiere ser el heredero legítimo yno el usurpador. Para ello es precisoque sea Darío quien le transmita esalegitimidad y debe capturarlo vivo.

Ése es el motivo, en nuestra opinión,por el que Alejandro deja Susa en losprimeros días de enero de 330 a.C, alfrente de su ejército. Los persas de su

entorno le han informado de la ruta aseguir para llegar a Persépolis: le handicho que pasa por el país de los uxios,algunas de cuyas tribus —las de lallanura de Susa— están sometidas desdehace dos siglos a las autoridades persas;pero hay otras —las de los uxios de lamontaña— que son turbulentas y suelenhacer pagar un derecho de peaje a losviajeros, los funcionarios e incluso a losejércitos persas que toman la ruta realque une Susa, la capital de invierno delGran Rey, con Persépolis, su capital deverano.

Ya tenemos al ejército macedonioalejándose hacia el sudeste, para una

marcha de por lo menos treinta días(Persépolis está aproximadamente aseiscientos kilómetros de Susa).

El primer día, franquea el ríoPasitigris (el actual Karún), un afluentedel Tigris, y por la noche vivaquea en lallanura susiana, que va a tardar decuatro a cinco días en atravesar; losuxios de la llanura, pacíficosagricultores o criadores de bovinos, loven desfilar, curiosos o indiferentes.

Al final del quinto día el ejércitomacedonio acampa en las alturas queanuncian las feroces gargantas del Fars(región montañosa de Irán, cerca deChiraz). Alejandro está descansando en

su tienda cuando le anuncian la llegadade un grupo de emisarios: son uxios dela montaña, pastores de aspectoguerrero, que no parecen asustados anteaquel enorme número de hombres enarmas. Van a comunicarle, de parte delas tribus montañesas a las querepresentan, que sus compatriotas no lesdejarán pasar a Persia con su ejército sino pagan un derecho de peajeequivalente al que solía pagar el GranRey. Alejandro manda responderles, através de los intérpretes, que respetaráesa costumbre y recibirán los presentesque les correspondan el día en quehayan alcanzado los puertos y los

desfiladeros, cuyo control, según lehabían asegurado, condicionaba el pasoa Persia de su ejército. Los uxios le danlas gracias y le prometen acudir a lacita.

En lugar de presentes, el macedonioles reservaba un castigo terrible. Nadamás abandonar los emisarios de losuxios el campamento, Alejandroconvoca a los Compañeros de laGuardia Real, a los soldados armadoscon escudos y a unos ocho mil hombresde infantería ligera. Al caer la nocheparte hacia los desfiladeros, guiado porindígenas, a través de un camino rocosoy difícil, distinto a la ruta tomada por

los uxios para volver a su territorio. Lapequeña tropa llega en plena noche a sualdea, donde no hay más que mujeres,niños y ancianos, porque todos loshombres aptos han partido hacia lospuertos, para tomar posiciones eimpedir el paso de Alejandro si llegabaa romper su promesa. Los soldadosmacedonios sorprenden a los habitantesdurmiendo y matan a todos, viejos,mujeres y niños; luego prenden fuego asus cabañas e incendian graneros yestablos.

Una vez terminada esta expediciónpunitiva, Alejandro se dirige a todavelocidad hacia los desfiladeros para

llegar antes que los uxios y envía a unode sus mejores lugartenientes, Crátero, aapostarse con arqueros en las cimas quedominan los puertos de alrededor. Demodo que cuando los guerreros uxiosllegan en masa a los lugares, con laintención de ocupar los desfiladeros yno dejar pasar al ejército macedoniosino después de pagar los derechos depeaje, tuvieron la desagradable sorpresade encontrarse en la situación delcazador cazado, e incluso doblementecazado, porque frente a ellos tenían elejército de Alejandro dispuesto para elcombate y, apostados en las cumbres dealrededor, los hombres de Crátero, que

ya estaban acribillándolos con flechas ydardos: mediante la rapidez, Alejandrohabía invertido la situación.

Estupefactos, los uxios se dieron a lafuga sin entablar siquiera combate: unosperecieron bajo los golpes de lossoldados macedonios que losperseguían, otros, huyendo hacia lospuertos, toparon con las tropas deCrátero, que los despedazaron, y otrosincluso, que habían intentado escaparpor un camino estrecho encima de losprecipicios, resbalaron sobre el hielo yen su mayoría se precipitaron en losbarrancos.

Sisigambis, la madre de Darío,

sintió una gran emoción cuando supo lamatanza de los uxios: escribió una cartaa «su hijo bienamado» Alejandro,intercediendo por aquel desdichadopueblo, para que les permitiesereconstruir sus poblados y vivir en ellosen paz. El macedonio, que no sabíanegar nada a la que consideraba sumadre adoptiva, accedió a su demanda:autorizó a los uxios de la montaña aconservar sus tierras, mediante el pagode un tributo anual de cien caballos,quinientas bestias de carga y treinta milcorderos.

Para Alejandro, la escaramuza conlos uxios sólo había sido un incidente

del trayecto y lo más duro quedaba porhacer: llegar a Persia por los caminosde alta montaña cuyo paso acababa deforzar. Pero la ruta que se abría ante susojos era larga, penosa y estaba erizadade dificultades; por eso el macedoniodecidió que Parmenión tomase la víareal —por la que podían circular loscarros— que unía Susa con Persépolispor las actuales ciudades de Kazerún yChiraz, con los carruajes, los bagajes, lacaballería tesalia, las tropas de armaspesadas y los mercenarios extranjeros,mientras que él guiaría a la infanteríamacedonia, la caballería de losCompañeros, los exploradores y los

arqueros, acortando por las montañas.Alejandro iba, por tanto, a tener que

recorrer más de trescientos kilómetrospor unos macizos montañosos cuyaaltura variaba de 2.000 a 5.000 metros,cubiertos de nieves perpetuas y de hielo,cuya topografía y senderos resultabandesconocidos muchas veces para losguías que había contratado, con unatemperatura (invernal) que por la nochedescendía hasta —20°C, y todo esto conun ejército de unos treinta mil hombres,carros y bagajes. La empresa eraprácticamente imposible, y tan locacomo la travesía de los desiertos sirioso mesopotámicos en pleno verano que

había impuesto a sus tropas dieciochomeses antes. Sin embargo, al cabo deseis días de una marcha forzada yagobiante, llegó a un desfiladeroconocido por los geógrafos antiguos conel nombre de «desfiladero de las PuertasPérsicas», que controlaba el descensohacia Persépolis.

Pero el rumor de su llegada por esecamino extraño y peligroso le habíaprecedido y Alejandro encontró lasPuertas Pérsicas bloqueadas en sucentro por un muro de piedras con unejército persa de 700 jinetes y 40.000hombres al otro lado del muro (segúnArriano; Diodoro de Sicilia y Quinto

Curcio hablan de 25.000 hombres),mandado por Ariobarzanes, sátrapa dePérsida (nombre que los griegos daban ala región del Fars), totalmente decididoa impedirle el paso costara lo quecostase. Enfrentado a este obstáculoinesperado, y caída la noche, Alejandromontó su campamento a una hora demarcha del desfiladero y decidió asaltarla muralla construida por los persas alamanecer.

Al día siguiente, con el alba, elejército macedonio se adentra en eldesfiladero. Fue recibido con una lluviade flechas, jabalinas y proyectilesdiversos lanzados por hondas o

catapultas, mientras que, desde lo altode los acantilados que enmarcan eldesfiladero, los persas lanzaban sobrelos macedonios grandes bloques depiedra. Atacado por tres lados a la vez,Alejandro hubo de retroceder y retirarsea su campamento, llevando consigoalgunos prisioneros. La situación eracrítica: al punto a que había llegado,aquel paso era el único que llevaba alcorazón de la alta Persia, y si noconseguía franquearlo, el resto de suejército —mandado por Parmenión—,que debía llegar al mismo tiempo que éla Persépolis, sería masacrado por lastropas de Darío. El futuro de su

expedición iba a jugarse delante de lasPuertas Pérsicas: ¿cómo arreglárselaspara franquearlas?

«Debe de haber algún medio decontornear este desfiladero, pero cuál?»,preguntaba el rey a sus guías.

Los guías permanecían mudos; nosabían qué responder. Fue entoncescuando la idea brotó, evidente,deslumbrante, tal vez del propioAlejandro, tal vez de un guía o unlugarteniente: ¿por qué no interrogar alos prisioneros que acaban de sercapturados? Entre ellos debía de haberalguno que conociese la montaña. Elinterrogatorio se hizo con rotundidad. En

menos de una hora Alejandro supo quelos flancos del desfiladero estabancubiertos por un espeso bosque deconíferas, por el que serpenteaban, detrecho en trecho, senderos casi a pico,cubiertos de nieve helada: tomándolos,podrían escalar las paredes del paso,bajar por el otro lado y sorprender porla espalda al ejército de Ariobarzanes.No obstante, la escalada resultabapeligrosa, debido a la acumulación denieve. Uno de los prisioneros, licio deorigen y antiguo pastor, se ofreció paraguiar al ejército a cubierto de losárboles y llevarlo hasta las espaldas delejército persa.

Alejandro expulsó de supensamiento el temor del peligro e ideóal instante un plan loco que expuso a suslugartenientes.

—Cuando caiga la noche, en elmayor silencio y sin que el enemigo seaperciba de nada, iré con una parte delejército a escalar la montaña por lossenderos que va a mostrarme este licio;el resto de las tropas permanecerá aquí,bajo el mano de Crátero, que deberátratar de impedir que el enemigo se décuenta de mi partida…

—¿Y cómo lo haré? —preguntóCrátero.

—Encendiendo fogatas por todas

partes, gritando órdenes, haciendorelinchar a los caballos, en resumendándole la impresión de que todosestamos detrás de la muralla y queesperamos el día para atacar de nuevo.Los persas no deben sospechar nada aningún precio.

—¿Y luego?—Luego, cuando yo haya llegado al

otro lado de la montaña, enviaré undestacamento de pontoneros a la llanurapara echar un puente sobre el río quecorre al pie de los montes y quetendremos que franquear para penetraren el país de los persas. —El nombreactual de ese río es Siván—. Luego, con

mis jinetes y mis infantes, caeré sobre laretaguardia de Ariobarzanes al queatacaremos repentinamente, de noche,lanzando nuestro grito de guerra yhaciendo sonar las trompetas. En cuantolo oigas, Crátero, asaltarás la murallaque intercepta las Puertas Pérsicas, lospersas se verán atrapados entre dosfuegos y conseguiréis pasar.

La maniobra salió de maravilla.Mucho antes del amanecer, Alejandro ysus hombres habían franqueado lasparedes del paso y contorneado lamontaña; cayeron de improviso sobre elprimer puesto de guardia de los persas ylo aniquilaron, lo mismo ocurrió con el

segundo, y los soldados del tercerpuesto huyeron hacia la llanura sinprevenir siquiera al ejército persa, quedormía. De suerte que Alejandro pudoacercarse al campamento enemigo sinque éste se enterase. Cuando llegó laaurora, él y sus hombres saltaron sobrelos persas lanzando terribles aullidosmientras las trompetas avisaban de lacarga y advertían a Crátero de queasaltase la muralla que impedía el paso.Los persas estaban atrapados entre lasdos mandíbulas de una tenaza, conAlejandro por un lado, que lespresionaba de cerca, y por el otroCrátero, que llegaba a paso de carga.

Los que osaron luchar cuerpo a cuerpofueron destrozados, los otros trataron dehuir, pero en su mayoría resbalaron en elhielo y cayeron a los precipicios. Sujefe Ariobarzanes consiguió escapar,seguido por algunos jinetes.

Alejandro y su ejército descendíanluego las laderas de la montaña, endirección a Persépolis. Nada más llegara la llanura, el rey vio dirigirse hacia élunos hombres horriblemente mutilados:eran griegos, ancianos en su mayoría,que habían sido hechos prisioneros porlos persas durante las guerras anterioresy habían sufrido el tratamiento bárbaroque éstos infligían a sus prisioneros.

Eran alrededor de ochocientos: unoshabían perdido las manos, otros lospies, la nariz o las orejas. A los quetenían un oficio o profesióndeterminados, los verdugos persas leshabían cortado las extremidades, salvoaquellas que eran útiles para suprofesión. El rey, compadecido, no pudocontener las lágrimas y decidió hacerloscurar y devolverlos a su patria. Pero,tras haber deliberado, aquellas pobresgentes le dijeron que preferían quedarseen Persia antes que ser dispersados porsus patrias respectivas, donde seríanobjeto de chismes y burlas, mientras quesi seguían viviendo juntos, afligidos por

las mismas miserias, su destino comúnlos consolaría de su infortunio.Alejandro confirmó su decisión, ofrecióa cada uno 3.000 dracmas, ropas paraellos y eventualmente para sus mujeres,dos yuntas de bueyes, cincuenta cabezasde ganado menor y los eximió decualquier impuesto y tributo.

Luego el macedonio prosiguió sumarcha hacia Persépolis. Temiendo quela guarnición persa saquease el tesororeal antes de que él llegase a la ciudad,deja la infantería a su espalda y galopa arienda suelta hacia la capital imperial,donde entra en los últimos días del mesde enero del año 330 a.C.

Persépolis es una gran aglomeraciónque se extiende en una llanura, al pie deuna montaña, en cuyas laderas setallaron las tumbas rupestres deArtajerjes II y III (más tarde, se lessumará la de Darío III Codomano, quetodavía puede verse en nuestros días).Está formada por tres barrios: laciudadela, la terraza real donde se alzanlos palacios reales y la ciudadpropiamente dicha, de la que una buenaparte de sus habitantes ha desertado alacercarse el ejército macedonio.

¿Cuál va a ser el destino de laciudad? Antes de decidir nada,Alejandro quiere consultar con sus

generales, y en particular conParmenión, que también marcha haciaPersépolis con la otra mitad de suejército. Mientras lo espera, ordenaapoderarse del tesoro real: encuentra enél 120.000 talentos de oro (1 talentoequivalía a 26 kg), que tiene la intenciónde poner bajo custodia en el palacio deSusa. Así pues, ordena que traigan aPersépolis tantas bestias de carga comoson necesarias para transportar esas3.000 toneladas de oro. Diodoro deSicilia habla de una «multitud» de mulosde albarda y de tiro, así como de 3.000camellos de albarda llegados deBabilonia, Meso-potamia y Susiana;

Quinto Curcio habla de 30.000 bestiasde carga y Plutarco de 10.000 yuntas demulos y 5.000 camellos.

Por fin llega Parmenión y Alejandroconvoca un consejo de guerra paradecidir el destino de Persépolis. Élmismo se pronuncia por el saqueo de laciudad, seguido de su destrucción; asísatisfará a los «ancestros» (purodiscurso de propaganda: fueron losantepasados de los griegos los quetuvieron que sufrir a los persas, y no losantepasados macedonios de Alejandro)y destruirá esta ciudad que luchó contraGrecia. Parmenión, por su parte, predicala razón y la moderación: «No debes

permitir la destrucción de los bienes ylos palacios que ahora te pertenecen», ledice, haciéndole observar además que,al hacerlo, Alejandro da la impresión dequerer vengarse de Persia más que dequerer tomar posesión de ella.

Pero Alejandro piensa en sussoldados: en Menfis, en Babilonia ySusa había entrado como liberador y,por lo tanto, habría prohibido el pillajea sus hombres, que hoy necesitan unacompensación, y él quiere complacerles.En cambio decide que Pasagarda, laantigua capital de Ciro el Grande (556-530 a.C), el fundador de la dinastía delos Aqueménidas, cuya tumba hizo

restaurar piadosamente, seasalvaguardada, puesto que ese Gran Reynunca fue enemigo de los griegos. Por lotanto, el problema queda resuelto.Alejandro se dirige a sus tropas, lespresenta a Persépolis como su peorenemigo entre las ciudades de Asia y sela entrega al pillaje, según las leyes dela guerra, a excepción de la terraza real.

Los macedonios se dispersan ypenetran en las casas, matando a loshombres y violando a las mujeres.Roban todo el oro y las joyas quecontienen y los suntuosos ropajespersas, bordados de púrpura oadamascados de oro, los vasos más

preciosos, las piedras más raras seconvierten así en propiedad de aquellossoldados que pasaron la jornadasaqueando, llegando a pelearse entreellos, matando incluso a algunos de suscompañeros que se apropiaban de unaparte demasiado grande del botín,partiendo en dos los objetos máspreciosos para repartírselos, llevándosepor la fuerza a las mujeres, adornadascon sus joyas más bellas.

Como escribe Diodoro de Sicilia:«Tanto como había sobrepasadoPersépolis a las demás ciudades enprosperidad, tanto las sobrepasó ese díaen infortunio.»

Alejandro se instaló entonces en elsuntuoso palacio de Darío, célebre porsu apadana, la sala de audiencia de lastreinta y seis columnas. La primera vezque se sentó sobre el trono del GranRey, bajo un dosel de oro, el viejoamigo de su padre, Demarato deCorinto, que en el pasado habíareconciliado a Alejandro y Filipo deMacedonia, no pudo dejar de llorar dealegría («como buen anciano que era»,añade Plutarco), y entre sollozos dijoque los griegos que habían muertodemasiado pronto habían sido privadosdel placer de ver a Alejandro sentado enel trono real de Jerjes.

¿Hubiese llorado lo mismo pensandoen todos aquellos griegos que habíanmuerto demasiado pronto para ver aAlejandro como un potentado orientaltontamente pródigo? Olimpia habíaescrito desde Pela a su hijo paraaconsejarle ser más moderado en losregalos que hacía a sus amigos: «Loshaces iguales a reyes —le decía ella ensu carta— y así les das los medios dehacerse partidarios quitándotelos a timismo.»

Alejandro permaneció en Persépolishasta finales del mes de abril, época enque anunció a sus generales que todavíale quedaba una ciudad real por

conquistar antes de volver a Macedonia:Ecbatana, capital de Media (en elemplazamiento de la ciudad moderna deHamadán), donde Darío se habíarefugiado.

Antes de partir, el rey ofreció a losdioses sacrificios y a sus amigos unespléndido banquete para festejar a untiempo su partida y la llegada de laprimavera, que había permitido lareapertura de la ruta montañosa Susa-Ecbatana, cerrada en invierno por causadel mal tiempo. El palacio de Darío,donde Alejandro vivía, había sidovaciado sin duda de la mayor parte desus muebles, tapices y colgaduras que,

bien embaladas, iban a tomar la ruta deOccidente, pero se había poblado dehermosas mujeres, griegas omacedonias, que los oficiales habíanhecho ir a Persépolis, con el deseo dealternar el tiempo de los combates y elde los placeres. Por ejemplo, Filotas, elhijo de Parmenión, se paseaba con subella amante, Antígona de Pidna, quehabía llegado de Macedonia, y todoPersépolis sólo tenía ojos para unaateniense llamada Tais, cortesana deprofesión, amante de Ptolomeo, hijo deLago, uno de los lugartenientes deAlejandro.

El rey, como sabemos, era

particularmente continente por lo que serefiere a los placeres del amor, perotenía la costumbre de demorarse en lamesa, bebiendo abundantes copas devino. Con él, las cenas se prolongabanhasta altas horas de la noche. Y unanoche, que había festejado con losCompañeros y algunas jóvenes beldadesy que la embriaguez crecía a medida quelos vasos se vaciaban, la hermosa Taissugirió entre carcajadas organizar unazarabanda orgiástica con todas lasmujeres presentes y prender fuego alpalacio de Darío: «¡Mi bello Alejandro,destruir por mano de mujeres estoslugares que eran el orgullo de Persia

será la más alta de tus proezas en Asia!Y en los siglos futuros se podrá decirque fueron mujeres las que vengaron dela forma más magnífica a Grecia de losmales que le habían hecho sufrir lospersas en el pasado.»

A estas palabras, los favoritos deAlejandro, que asistían al banquete,empiezan a aplaudir, lanzar gritos dealegría y animar a Alejandro para queforme un cortejo triunfal en honor deDioniso, dios del vino. El rey se dejallevar por la excitación general. Selevanta del lecho en que estaba tumbado,coge un sombrero de flores que se poneen la cabeza, se apodera de una antorcha

encendida que enarbola muy alto yabandona la sala del banquete, seguidopor Tais, que le da la mano, y por todoslos macedonios, también provistos deantorchas y hachones. Se forma lazarabanda, guiada por la cortesana, losmúsicos que habían sido invitados albanquete la acompañan y, al sonido delas flautas, los caramillos y lostamboriles, Alejandro lanza su antorchaencendida contra el palacio del GranRey. Tais fue la primera, tras él, enlanzar la suya, y todos hicieron lomismo, cantando y bailando, alrededordel incendio que, atizado por el vientode la noche, avanzaba cada vez más. No

tardó la terraza real de Persépolis enarder bajo la luna; así, escribe Diodorode Sicilia, el sacrilegio del que en otrotiempo se había hecho culpable el reypersa Jerjes hacia Atenas incendiandolos santuarios de la acrópolis (en el año480 a.C.) fue vengado por el caprichode una simple mujer, una noche de orgía.Amano juzga con mayor severidad elcomportamiento de Alejandro. Loconsidera un antojo de borracho:

“Personalmente creo queAlejandro no ha demostrado tenerbuen juicio con su actuación, yque esto no coincide más que con

su pretensión de vengarse de lospersas de antaño.”Op. cit., III, 18, 12.

Plutarco es de una opinión contraria,y da a entender que el macedonio habríatenido una intención política: no fue porjuego, en una noche de borrachera, porlo que Alejandro incendió Persépolis,sino tras madura deliberación, escribe,fuera la que fuese:

“[… ] es del todo conocido suarrepentimiento en el mismomomento y que ordena que seextinga el fuego.”Vida de Alejandro, LXIX.

¿Cuál podría haber sido esaintención? ¿Proclamar simbólicamente,a la faz de Asia, la desaparición delpoderío aqueménida? ¿Hacer saber a laslejanas ciudades griegas —sobre todo aEsparta— que había resultado vencedorabsoluto de la gran cruzada panhelénicade la que le habían encargado?

Nadie lo sabrá jamás. Por mi parte,tendería a ver en ese incendio el signoprecursor de una mutación de lapersonalidad de Alejandro, a la quevamos a asistir unos meses más tarde yque describiremos en su momento. Encualquier caso, dicha mutación quetransformará al héroe homérico de

corazón puro que había saltado sobre elsuelo troyano después de cruzar elHelesponto, en el mes de abril del año334 a.C, en un potentado orientalsanguinario y vengativo que siembra lamuerte a su paso.

2. Conquista de Media: lamuerte de Darío

Dos o tres días después de esa nocheorgiástica y demente, Alejandro partiócon destino a Media, cuya fronteraestaba a unos trescientos kilómetros dePersépolis. Antes había nombradosátrapa de Pérsida a un gran señor local

llamado Frasaortes —cuyo padre,antiguo vasallo de Darío, había muertoen la batalla de Isos—, y había dejadoen Persépolis una guarnición macedoniade tres mil hombres; ya hemos visto queésa era su forma de comportarse en lasprovincias del Imperio persa que caíanen su poder.

En cuanto a Darío, después de huirde Arbela, se había refugiado entre losmedos, en Ecbatana (la actualHamadán), en las altas montañas delKurdistán iraní actual. Había adoptadola siguiente estrategia: si Alejandropermanecía en las capitales del sur(Babilonia, Susa, Persépolis), él

esperaría allí la evolución de lasituación; pero si el macedonio hacíaalgún movimiento en dirección aEcbatana, el Gran Rey había decididohuir a través de Hircania (una satrapíacuyos territorios montañosos seextendían sobre las riberas del Caspio,véase mapa, pág. 486 y, desde ahí, hastaBactriana (satrapía del norte del actualAfganistán, cuyo territorio abarcaba unaparte del Turkmenistán y el Uzbekistán,al otro lado del Amu-Daria, el río Oxode los antiguos).

Según esta última hipótesis, Daríotenía la intención de practicar laestrategia de tierra quemada, asolándolo

todo a su paso para imposibilitar elavance del ejército macedonio. Elproyecto de Darío, que se preparaba ahuir de su vencedor a través de un paísde altas montañas y desiertos, era de unatemeridad loca: ¿qué podía seguiresperando el Gran Rey? Sin embargo,más loca era la de Alejandro, que sedisponía a perseguirle desconociendolas características geográficas deaquellos territorios, de sus recursos ylas poblaciones que corría el peligro deencontrar.

En un primer momento, ignorandolas intenciones de Darío, Alejandromarchó rápidamente sobre Ecbatana.

Hacia el 15 de mayo, en la ruta a mediocamino entre Persépolis y esa ciudad,supo que su adversario no había podidoreunir un ejército suficiente paracombatirlo, y que huía a través deMedia, hacia la ciudad de Raga(actualmente: Rey, cerca de Teherán),con unos 6.000 infantes y 3.000 jinetes,llevando consigo el tesoro de laprovincia de Media (7.000 talentos deoro). Alejandro vaciló entonces sobre elpartido a tomar: ¿había que torcer haciaRaga o abandonar a Darío a su suerte yapoderarse de Ecbatana? La cuestiónquedó rápidamente resuelta: con unejército disminuido, Darío no era una

amenaza y, además, se acercaba elverano: sus guías le habían advertido deque era tórrido en Media; en cambio, latoma de Ecbatana y de su tesoro, que seanunciaba fácil, le permitiría apoderarsede una nueva satrapía, limítrofe conPersia, y en otoño tendría tiempo deproseguir la caza del Gran Rey.Alejandro decidió pues dirigirse haciala capital de Media, donde entró afinales de mayo o principios de junio, ydejar correr a Darío.

En Ecbatana el rey aprovechó elreposo que había concedido a sus tropaspara poner un poco de orden en laadministración de su ejército. No hay

que olvidar que los cuarenta milhombres que le seguían habían salidocuatro años antes de Pela, y que algunosempezaban a murmurar, sobre todo losjinetes tesalios y los mercenariosgriegos. Se hacía urgente, por tanto,enviarlos a sus hogares si no queríaasistir a movimientos de rebelión. Conmucha habilidad, Alejandro les ofrecióla opción de hacerse desmovilizar ycobrar, además de la totalidad de susueldo, una importante prima dedesmovilización pagada de sus fondospersonales, o alistarse de nuevo comomercenarios. Todas estas formalidadesse desarrollaron sin choques. Los

tesalios y los jinetes griegos eligieronvolver a Grecia, y fueron guiados hacialas costas del mar Negro y elMediterráneo, desde donde unastrirremes los llevaron luego a Grecia (aEubea): una vez que volvieron, seconvirtieron en los mejores agentes depropaganda de Alejandro sobre el suelogriego. En cuanto a los que quedaban,pasaron varias semanas en Ecbatanadonde, debido a la altitud (unos 2.000metros), el clima era fresco y relajanteen verano, y luego fueron divididos endos grupos: Parmenión partió sin prisahacia Hircania con el grueso de lastropas; Alejandro llevó consigo las

unidades de élite —la caballería de losCompañeros, la caballería de losmercenarios griegos, los arqueros de lafalange macedonia— con objeto deperseguir a Darío. Antes había puesto asalvo los tesoros conquistados en Susa yen Persépolis, de los que no habíaquerido separarse hasta entonces: fuerona unirse al tesoro de Ecbatana en lafortaleza de esta ciudad, bajo la buenaguardia del macedonio Hárpalo, uno desus amigos más fieles de juventud que,como veremos más adelante, iba amostrarse muy poco delicado.

Luego, en la segunda quincena dejunio, Alejandro dejó seis mil soldados

macedonios en Ecbatana para guardaresa preciosa ciudadela y partió con suejército hacia Raga, tan deprisa comopodía, para alcanzar a Darío. Llegó aesta ciudad a finales del mes de junio:Darío acababa de pasar y huía haciaBactriana, rodeado de algunos fieles,como el general Artábazo, pero tambiénde sátrapas ambiciosos que esperabanaprovechar la situación, como Beso,sátrapa de Bactriana, y Barsaentes,sátrapa de Aracosia (región deKandahar, en el actual Afganistán).Alejandro decidió hacer un alto,concedió cinco días de descanso a suejército y empleó ese tiempo en

informarse sobre el itinerario que debíaseguir para alcanzar a su adversario.

Sus informadores le hicieron saberque debería dirigirse primero hacia lasmontañas que se extendían al norte deRaga (los montes Elburz), luego, trasdos días de marcha, tendría quefranquear el desfiladero de las PuertasCaspias; una vez pasadas, una ruta,montañosa y difícil, lo llevaría hasta undesierto interminable de arenas negras,particularmente cálido en el mes dejulio, sin punto de agua ni forraje (elactual Karakum, en el Turkmenistán).Una vez cruzado ese desierto, alcanzaríael río Oxo (el actual Amu-Daria) y, al

otro lado de ese río, Bactriana.En la mañana del sexto día después

de haber nombrado al persa Oxidaressátrapa de Media, Alejandro dejó Ragaal frente de su ejército y tomó la ruta quellevaba a Hircania y al país de lospartos (la Partía), sin saber muy bien loque iba a hacer porque ignoraba lasintenciones de Darío. Al atardecer llegóa la entrada de las Puertas Caspias y allímontó su campamento. Al día siguienteel rey emprendió la ascensión deldesfiladero con su ejército, lo que lellevó tres largas horas; al final de lajornada llegó a los límites de una estepaque parecía extenderse hasta el infinito y

cuyo paisaje desolado anunciaba ya eldesierto de arenas negras que le habíandescrito sus informadores. Alejandrodecidió entonces detenerse paraavituallarse de forraje, porque le habíanprevenido de que, pasadas las PuertasCaspias, ya no había poblaciones nivegetación.

Mientras sus jinetes realizaban lasrequisas necesarias, Alejandro viollegar hacia él, a galope tendido, ungrupo de jinetes persas procedente deldesierto. Entre ellos reconoció algeneral Maceo, a quien había nombradosátrapa de Babilonia, acompañado porsu hijo, Antibelo, y un noble babilonio,

llamado Bagistanes: ¿qué venían aanunciarle? Para saberlo, hemos deremontarnos varios días atrás.

Darío había huido de Ecbatana unosdías antes de la llegada de losmacedonios en las condiciones que yaconocemos, pero paradójicamente nohabía ido muy lejos. Se encontraba enefecto a unos cuarenta kilómetros deRaga, al otro lado de las PuertasCaspias, en Hi-cania, y en sucampamento reinaba la disensión. Lamayoría de los grandes que loacompañaban en su fuga eran partidariosde llegar a la lejana Bactriana; ésa erala opinión de los políticos, como Beso,

sátrapa de esa provincia, o deBarsaentes, sátrapa de Aracosia (laactual región de Kandahar, enAfganistán), y de otros sátrapasorientales, pero también de losmilitares, como Nabarzanes, uno de losprincipales generales de Darío. Éste, encambio, conociendo por experiencia larapidez fulgurante con que Alejandro eracapaz de desplazar a un ejército detreinta mil hombres, tenía la sensaciónde que sería alcanzado antes de llegar aBactriana. Peor aún: si seguía huyendo,oficiales y soldados desertarían cadavez más y se pasarían al bando deAlejandro. Por lo tanto, la opinión del

Gran Rey era detener aquella huidainútil y hacer frente a Alejandro. Lodeclaró con toda sinceridad a susamigos y a su estado mayor.

Semejante decisión dejóestupefactos a casi todo el mundo.Excepto el general persa Artábazo, queafirmaba estar dispuesto a sacrificarhasta su vida por su rey, todos losgrandes eran de la opinión contraria.Nabarzanes afirmó sin ambages que unabatalla campal contra Alejandro estabaperdida de antemano y que erapreferible seguir huyendo hacia el este yreclutar nuevas tropas; llegó incluso aañadir estas palabras sacrílegas: «Los

pueblos del Imperio han perdidoconfianza en tu estrella, Gran Rey. Encambio, Beso tiene el apoyo de lospueblos orientales del Imperio; losescitas y los indios son aliados suyos,otros se unirán a ellos para defenderlo sise los llama y, además, estáemparentado con la dinastía de losAqueménidas: la única posibilidad delImperio es que tú le entregues la tiaraimperial, que te será devuelta una vezvencido el enemigo.»

Al oír estas palabras, Darío saca elpuñal de su cinto y se abalanza sobre elgeneral felón. Pero Nabarzanes logra

escapar sin esfuerzo y abandona elcampamento real, con su cuerpo deejército (tenía el grado de quiliarco, esdecir que mandaba un regimiento de milhombres). Beso hace lo mismo y partecon el ejército que había reclutado enBactriana, su satrapía; los demássátrapas vacilan, pero es evidente que sepondrán del lado del más fuerte. Sólo elfiel Artábazo permanece junto a su rey ytrata de convencerle por última vez deque calme su cólera: la partida contraAlejandro está perdida, no hay otrasalida que la huida hacia Bactriana, y elGran Rey debe perdonar a Nabarzanes ya Beso, cuyas palabras han ido más allá

de sus verdaderos pensamientos.Ante la gravedad de la situación, la

cólera real se aplaca. Los dos rebeldes,temiendo la reacción de sus tropas, nose atreven a seguir adelante con susintenciones de golpe de Estado; vuelvena prosternarse ante Darío y le expresansu pesar.

Al día siguiente el ejército persareanuda su marcha hacia el este. Caminaen silencio al pie de los montes Elburz,cuyas cumbres se elevan a su izquierda,sombrías e inquietantes. De repente, eljefe de los jinetes griegos que sirvenentre los persas lanza su caballo fuerade las filas, hasta el carro de Darío, que

rodean los jinetes bactrianos de Beso.Se abre difícilmente paso entre ellos ylogra acercarse al Gran Rey.Rápidamente le dice en griego que suvida está en peligro y le suplica quevaya a ponerse bajo la protección delescuadrón que él manda. Beso nocomprende el griego, pero por los gestosde ambos hombres adivina que elmercenario ha puesto en guardia a Daríoy decide no perder un solo día paraactuar.

Al atardecer el ejército vivaquea enla llanura. Los bactrianos han recibidola orden de levantar sus tiendasalrededor de la del rey. La noche cae

suavemente sobre el campamentodormido. Beso, Barsaentes, Nabarzanesy algunos otros grandes entranbruscamente en la tienda real; unbactriano amordaza a Darío, querápidamente es maniatado, enrollado enuna manta y transportado a un carroentoldado: los tres conjurados contabancon mantenerle vivo, llevarlo con ellosa Bactriana y ofrecerlo a Alejandro acambio de un tratado de paz que, entreotras disposiciones, los convertiría aellos en los monarcas independientes delas satrapías orientales.

Sin embargo, a pesar de lasprecauciones tomadas, la noticia del

golpe de mano se propagó de tienda entienda por todo el campamento, del quese apodera el pánico. Para cortar enseco cualquier desorden, Beso ordena asus tropas levantar las tiendas y ponerseen marcha hacia el este. Los bactrianosobedecen sin discutir, sobre todo porquepara ellos se trata de regresar a su país,seguidos por la mayoría de los soldadospersas. Los mercenarios griegos sedesbandan: no desean terminar sucarrera en Bactriana, ese país que dicenfrío, montañoso e inhóspito, y se retiranhacia el norte, a los contrafuertes de losmontes Elburz. Los fieles de Darío,sobre todo Artábazo y su hijo, se

despiden de su desventurado rey, por elque no pueden hacer nada, y siguen a losmercenarios griegos. Otros persas, entreellos Maceo y su hijo así comoBagistanes, de Babilonia, dan mediavuelta y parten hacia Raga, a fin deinformar a Alejandro de la situación yde implorar su clemencia.

Así es como lo encuentran, como yase ha dicho, acampando con su ejércitoen la linde de las estepas desérticas delTurkmenistán, en espera del regreso desus forrajeadores. Antibelo y Bagistanesse arrojan a sus pies y le anuncian queBeso y el general Nabarzanes huyenhacia la Bactriana con Darío, que ahora

es su prisionero, y que ignoran eldestino reservado al Gran Rey.Alejandro reacciona con su prestezahabitual. Dejando tras de sí el grueso desu ejército, bajo el mando de Crátera,parte sin dilación con su caballería deCompañeros, sus infantes más robustos,sus exploradores más rápidos, y selanza, a la mayor velocidad posible, enpersecución de los que huyen. Pero estavez no es a Darío al que quiere alcanzar;su nuevo adversario se llama Beso.

Fue una persecución enloquecidaque duró cinco días a través de lasestepas del Turkmenistán, bajo elterrible sol de julio, que Arriano nos

describe día a día. Seguiremos su relato.“Primer día. Al final de la tarde

Alejandro parte en dirección este, haciaBactriana, con su tropa reducida, quesólo tiene dos días de víveres; marchasin detenerse hasta el día siguiente amediodía.

Segundo día. Después de concederunas horas de descanso a sus hombres,se pone de nuevo en marcha hasta elatardecer y toda la noche.

Tercer día. Al alba Alejandroalcanza el campamento de donde habíanpartido, cuatro días antes, Antibelo yBagistanes, para ir a avisarle. Allí sóloqueda una docena de lisiados y

rezagados, que no han tenido la fuerza oel valor de seguir a Beso. Entre ellos seencuentra Meló, el intérprete griego deDarío: le informa de que Beso hatomado el poder, en medio de lasaclamaciones de los bactrianos, y que elGran Rey es su prisionero; losmercenarios griegos y los persas delséquito de Darío han asistido,impotentes, a este golpe de fuerza y hanhuido a las montañas circundantes.Según Meló, el plan de los amotinadossería negociar la entrega de Darío aAlejandro a cambio de la adjudicación aBeso de las satrapías orientales, desdeel Oxo (el actual Amu-Daria) hasta el

Indo y el océano Índico. Si el rey deMacedonia rechazaba sus propuestas yavanzaba contra ellos, los rebeldestenían la intención de reclutar un granejército en las satrapías que estaban ensu poder y luchar contra él hasta el final.

Tales palabras, como es lógico, nopueden sino incitar a Alejandro aacelerar la persecución que ha iniciado.Da un descanso a sus hombres agotadosdurante las horas más cálidas de lajornada y prosigue su carrera infernal ala puesta del sol: galopa con ellos hastael mediodía del día siguiente.

Cuarto día. Hacia mediodía,Alejandro llega a un pueblo (sin duda en

la región de la actual ciudad deAjkabad) donde Beso había acampadola noche anterior, con sus cómplices, sutropa y el carro entoldado en que seencontraba Darío. Hace interrogar a sushabitantes por medio de un intérpretebactriano y se entera de que los quehuyen han decidido hacer caminodurante la noche. El rey les preguntaentonces si conocen un atajo que lepermita alcanzar a Beso; los aldeanos leresponden que sí, pero que pasa por eldesierto, donde no existe ningún puntode agua. No obstante, aceptan guiarle.Tras esto, Alejandro hace apearse desus caballos a unos quinientos jinetes y

ordena a sus infantes más vigorosos yresistentes montar en ellos, con todo suarmamento; al atardecer parte con esegrupo a galope tendido. El resto de suejército, dirigido por el generalNicanor, tomará el itinerario normal, através de la estepa.

Quinto día. Al alba, después dehaber recorrido cerca de ochentakilómetros durante la noche, Alejandro ysus jinetes caen por fin sobre la tropa deBeso, que avanzaba en desorden y demanera cansina. Su llegada desencadenael pánico entre los bárbaros, que sedispersan por la llanura; los que tratande resistir son destrozados, los demás

huyen por todas partes. Al verlo Beso ysus cómplices, que cabalgan en cabezajunto al carro entoldado en que hanarrojado a Darío, apuñalan al Gran Reyencadenado y huyen.

El cuerpo sanguinolento de Daríorueda al fondo del carro, los doscaballos uncidos a él, al no dirigirlosnadie, se alejan al trote lento y terminanpor detenerse en la parte inferior de laruta. Fue allí donde un pequeño grupo desoldados macedonios los descubrieron,con el Gran Rey bañado en su propiasangre. Uno de ellos se inclina sobre elcuerpo del monarca, que abre los ojos yle pide de beber gimiendo; luego le

levanta la cabeza y acerca unacantimplora de agua fresca a los labiosde Darío que, en un último soplo,articula débilmente el nombre deAlejandro, alza la mano como parahacer un signo de agradecimiento a susvencedores y entrega su postrer suspiroen un último espasmo.

Unos minutos más tarde, Alejandrollega de la batalla, agotado y cubierto depolvo. La tradición cuenta que depositóun beso en la frente de Darío y que,delante de su cuerpo sin vida, dijollorando: «Te juro que yo no he queridoesto.»

Luego el macedonio se quitó su

manto de púrpura y lo envolvió en él.Así murió, a la edad de cincuenta

años, el último de los Aqueménidas:unos días más tarde, el 21 de julio de330 a.C., Alejandro debía celebrar suvigésimo sexto aniversario. El cuerpodel Gran Rey fue introducido en unataúd improvisado y transportado bajobuena guardia a Ecbatana. Por orden deAlejandro, los despojos mortales fueronembalsamados y enviados a Persépolis,donde la reina madre, Sisi-gambis,celebró dignamente y con pompa losfunerales de su hijo.

XII - La «locura» deAlejandro

(fin del 5° año de guerra enAsia: julio-diciembre de 330

a.C.)

Llegada a orillas del mar Caspio, a Zadracarta(finales de julio de 330). —Conquista de laHircania y sumisión de los partos (agosto-septiembre de 330). —Revelación de lapersonalidad psicótica de Alejandro (octubrede 330). —Conquista de la Aria y marcha sobrela Drangiana (finales de noviembre de 330). —Complot y ejecución de Filotas, de Parmenión

y Alejandro, hijo de Atropo (diciembre de330).

En nuestra opinión, sobre laformación de la personalidad deAlejandro pesaron tres acontecimientosmuy cargados de energía pulsional. Lostres están unidos al tema clásico de lamuerte del padre. El primero fue elincidente de las bodas de Filipo conCleopatra, la sobrina de Átalo, en laprimavera del año 337 a.C; el segundofue el asesinato de su padre Filipo porPausanias en septiembre de 336 a.C, y eltercero la muerte de Darío IIICodomano, casi en sus brazos, en esaterrible jornada de julio de 330 a.C.

Alejandro quedó profundamenteemocionado por la muerte de suadversario, al que consideraba un poco—al menos sin saberlo realmente—como a un padre, por la misma razónque veía en Sisigambis una segundamadre. El choque —no nos atrevemos aescribir el traumatismo psíquico— nofue determinante por lo que se refiere asus comportamientos ulteriores, perosupuso su punto de partida: a partir de lamuerte de Darío, el generosoConquistador va a convertirse poco apoco en un ambicioso sanguinario, quedesconfía de todo y de todos, y llegaincluso a mandar matar a sus amigos

más queridos, como Parmenión y su hijoFilotas, presa de una especie de delirio,a medio camino entre la maníapersecutoria y el delirio de grandeza.

1. La conquista de Hircaniay Aria

La infernal persecución no habíaterminado como Alejandro deseaba:habría querido capturar a Darío vivo yque éste le entregase, en cierto modooficialmente, la tiara de Gran Rey. Talvez pensaba incluso en que Sisigambislo adoptase como hijo; a ojos de todoslos pueblos del Imperio persa, se habría

convertido entonces en un Aqueménida yla legitimidad de su poder no habríapodido ser negada por ningún sátrapa,por ningún gran señor del Imperio. Pordesgracia, había llegado demasiadotarde y Beso, en fuga con sus cómplices,se había ceñido o estaba a punto deceñirse fraudulentamente la coronaimperial, con el nombre de ArtajerjesIV.

Alejandro no podía pensar enperseguirlos de inmediato: su pequeñatropa estaba agotada y disminuida,muchos caballos habían muerto tambiénde agotamiento o sed. Por otro lado,tenía que esperar a su ejército, que había

dejado tras de sí al salir de Raga y cuyavanguardia hizo su aparición al final deaquella quinta y siniestra jornada depersecución. Los restantes cuerpos detropa, conducidos por Nicanor, llegaronlos días siguientes: desde Ecbatana yRaga, infantes y jinetes habían recorridocerca de ochocientos kilómetros,durmiendo de día y caminando de noche.Todo el mundo sentía la fatiga.Alejandro reunió a sus unidades amedida que llegaban en la ciudad,vecina de Hecatompilo, capital del paísde los partos, una ciudad opulentadonde, según Diodoro de Sicilia, «habíaen abundancia todo lo que tiene que ver

con los placeres de la vida», y dondesus hombres se alegraron de tomar unosdías de descanso; en efecto, paraponerse de nuevo en marcha el reyesperaba el regreso de los exploradoresque había enviado a informarse de losmovimientos de Beso y de susconjurados.

Volvieron tres o cuatro días mástarde, con las informaciones esperadas.Los asesinos de Darío, después dehaberlo apuñalado, habían tomado dosrutas diferentes: Beso y Barsaenteshabían partido hacia sus satrapías(Bactriana y Aracosia), en dirección alas montañas de Afganistán, mientras

que el general Nabarzanes y algunosotros marchaban hacia el norte, endirección al país de los tapurios y elmar Caspio.

Alejandro no podía plantearsedirigirse hacia Bactriana en plenoverano: la ruta era demasiado larga(unos 1.500 kilómetros), demasiadodifícil y penosa para sus hombres, quesin duda consideraban que la guerrahabía terminado, dado que Darío estabamuerto, y amenazaban con amotinarse.Así pues, les anunció su intención dellevarlos a la satrapía vecina deHircania, a orillas del mar Caspio, másexactamente a Zadracarta, su capital

(cercana a la actual ciudad iraní deBender Chah), donde podrían pasar elresto del verano bajo un clima que lesprometía paradisíaco, ni demasiadofresco ni demasiado cálido, y prepararsepara nuevos combates.

Tenemos, pues, al gran ejércitomacedonio en la ruta de Hircania.Franquea las montañas arboladas yelevadas donde vive el pueblo de lostapurios (el actual Elburz) y llega aZadracarta sin tropiezo. Allí, Alejandrorecibe la rendición de las autoridadespersas; ratifica, según su costumbre, alos sátrapas en su puesto, y tiene elplacer de ver salir a su encuentro al

viejo general Artábazo, con cuya hijaBarsine se había casado, tras Iso y sustres hijos. Lo estrecha entre sus brazos einvita a los cuatro a permanecer a sulado, no sólo porque formaban parte delos mayores dignatarios persas, sino enrazón de la fidelidad que habíantestimoniado a Darío.

Es interesante subrayar elcomportamiento de Alejandro respecto alos mercenarios griegos que combatíanen las filas persas. Perdonó a losgriegos que formaban parte de losejércitos persas antes del comienzo dela guerra que había emprendido: en sumayoría eran griegos oriundos de las

ciudades de Asia Menor, que siemprehabían vivido bajo la dominación de losAqueménidas y que, en última instancia,eran más persas que griegos; los liberó ylos envió a sus respectivas ciudades. Encuanto a los que se habían alistado allado de Darío después del inicio de laguerra, les hizo saber que para un griegoera un crimen hacer la guerra contraGrecia en las filas de los bárbaros, y loscondenó a servir en su ejército, por lamisma soldada que recibían de lospersas. Su regimiento fue puesto bajo elmando de Artábazo y de un generalgriego; según Arriano, eran alrededor demil quinientos.

Mientras su ejército descansaba y sedivertía en Zadracarta, Alejandro,incapaz de permanecer inactivo, tomó unescuadrón de caballería e invadió elpaís de los hircanios, ocupando todaslas ciudades y aldeas. Hizo esto durantelos meses de agosto y septiembre, y ledio ocasión de apreciar las riquezasnaturales de este pequeño país, en quecada planta de vid puede producir decuarenta a cincuenta litros de vino poraño, donde las higueras son prolíficas ylas abejas silvestres producen una miellíquida deliciosa. Durante los meses deagosto y septiembre del 330 a.C,recorrió el litoral del mar Caspio e

invadió el territorio de los mardos, unpueblo salvaje que vivía a lo largo de lacosta, famoso por su carácter belicoso:necesitó más de un mes para someterlos.

Durante los combates que hubo delibrar contra ellos, un grupo deguerreros mardos raptó a Bucéfalo, elcaballo que había sido el compañero dearmas de Alejandro en todos loscombates que había librado en Asia. Elrey sintió dolor y cólera. Ordenó cortartodos los árboles de la región e hizoproclamar, por medio de algunos de susoficiales que hablaban el dialectoindígena de los mardos, que si éstos nole devolvían de inmediato su caballo,

devastaría el país y haría degollar a lapoblación en masa. Y, para demostrar alos mardos que no bromeaba, empezó aponer en práctica la amenaza y aincendiar algunos bosques.Aterrorizados, los bárbaros ledevolvieron a Bucéfalo y enviaron unoscincuenta hombres para implorar elperdón del rey. Toda la Hircania estabaahora pacificada.

Acababa de empezar el otoño.Cuando Alejandro volvió a Zadracarta,a principios del mes de octubre de 330a.C, pasó quince días ofreciendosacrificios a los dioses según lascostumbres del país y organizando

juegos deportivos para distraer a suejército, al que había encontradodescansado y sin nada que hacer.

No había perdido, desde luego,ninguna de sus capacidades combativas,porque Alejandro sólo se había llevadola élite de sus soldados a la conquista deHircania —20.000 infantes y 3.000jinetes esencialmente—, dejandoguarniciones en muchos lugares, sincontar el cuerpo de ejército acampadoen Ecbatana. No obstante, su ardorempezaba a menguar. Los hombresestaban cansados de aquella vida denómadas que llevaban desde hacía casiseis años, dedicados más a marchar o

perseguir a un Darío que sin cesar seescapaba que en combatir, y en las filascorrió el rumor de que Alejandropensaba volver a Macedonia.

Por supuesto, era un rumor falso:Alejandro tenía otras ideas en la cabeza.Hacía dos meses había cumplidoveintiséis años, había conquistado unvasto imperio, pero no estaba satisfecho.Tenía que igualar a Darío y convertirseen el amo de lo que él creía ser todaAsia, es decir, las tierras que seextendían entre el Caspio y el océanoíndico, hasta los macizos montañososdel Este (el Himalaya), de cuyas cimasalgunos decían que tocaban los cielos y

constituían la extremidad del mundo.Además, se había producido un

cambio en su personalidad. EnHecatompilo ya había empezado a vestir«al estilo de los bárbaros», nos dicePlutarco, con una indumentaria másmodesta que la de los medos (formadapor una larga bata que llegaba hasta elsuelo y un gorro puntiagudo), pero máspomposo que el de los persas (de losque sin embargo no tomó el ampliopantalón, incómodo para un jinete, ni lablusa de largas mangas, incómoda paraun guerrero). Había tomado lacostumbre de ver a los grandes dePersia a los que había derrotado

prosternarse ante él, y no perdía laesperanza de introducir esta costumbreentre los macedonios.

En resumen, Alejandro secomportaba más como potentadooriental que como monarca macedonio.Diodoro de Sicilia nos cuenta quemantenía en su corte ujieres de razaasiática (persas); que ponía sobre loscaballos de sus cuadras arneses persas;como Darío, se desplazaba llevando atodas partes tantas concubinas comodías hay en el año, de una bellezaexcepcional, que todas las nochesgiraban alrededor de su cama,ofreciéndose a él, sin duda inútilmente,

porque seguía siendo continente con lasmujeres. Se desplazaba rodeado por unacorte de grandes señores persas que sepostraban ante él como antes lo hacíanante el Gran Rey y le ofrecían sus hijascomo concubinas. Y desde esa épocadejó de introducir fórmulas de cortesíaen sus cartas, salvo cuando escribía aFoción, casi cincuenta años mayor queél y jefe del partido aristocrático deAtenas, y a Antípater, regente deMacedonia. E incluso con este último nopodía dejar de adoptar un tonocondescendiente y ligeramente superior;en cierta ocasión en que elogiaban en supresencia la victoria de Antípater sobre

Esparta, se le pudo oír hacer estareflexión descortés: «¡Sí, la batalla delos ratones!»

Como observa uno de sus biógrafoscontemporáneos (Weigall), la conductade Alejando se volvía compleja eincluso contradictoria. Cuandocabalgaba a través de las estepas osobre los campos de batalla, era «elMacedonio», el jefe de la falange de losCompañeros de Macedonia, cubierto depolvo, bebedor, espadachín, generosocon sus soldados, feroz con susenemigos. Una vez acababa la batalla ola persecución, se ponía su atavío de reypersa del que se burla Plutarco, se

retiraba a su tienda y medía de arribaabajo a los que se prosternaban a suspies, siendo al mismo tiempo «el hijo deZeus-Amón» y «el heredero del GranRey», imperial y majestuoso, capaz dehacer nacer el rayo o la muerte de susmanos. Cuando en Persépolis o enEcbatana hablaba con políticos ointelectuales era «el heleno», joven,hermoso, elegante y erudito que citaba aPlatón o Aristóteles, ateniense ydemócrata hasta la médula, artista querecitaba algunos hexámetros homéricos,heroico a la manera de Aquiles.

Esta triple personalidad no podíaengendrar sino comportamientos

contradictorios, más psicológicos queneuróticos si es que se nos permiteutilizar aquí los conceptos de lapsiquiatría y del psicoanálisis. El yomúltiple de Alejandro no obedece a lasexigencias de la realidad ni rechaza lasreivindicaciones de sus pulsiones:rompe con lo real, cayendo entonces —sobre todo durante sus períodos de«crisis»— bajo el imperio del polopulsional de su personalidad, de lo quela teoría psicoanalítica del aparatopsíquico llama el ello, incendiandoluego Persépolis, matando a su mejoramigo o negando la realidad, parareconstruir una nueva conforme con sus

pulsiones… tomándose, por ejemplo,por hijo de Zeus-Amón.

De suerte que, cuando en Zadracartale anuncian que Beso se ha puesto latiara real, lleva el traje persa y se hacellamar no ya Beso sino Artajerjes IV yse proclama rey de Asia, Alejandro elmacedonio considera esecomportamiento como una amenazacontra el mundo griego del que él es elAquiles, Alejandro-el-heredero delGran Rey ve en todo ello unaescandalosa usurpación y Alejandro-hijo-de-Zeus-Amón una blasfemia sinprecedentes. Tres excelentes razonespara saltar sobre Bucéfalo, reunir a su

ejército y llevarlo hasta Bactriana paracastigar al usurpador sacrílego.

Alejandro partió de Zadracarta haciamediados del mes de octubre, cortandoen línea recta hacia el este por elencajonado valle del Atrek. Un mes mástarde, llegaba a la ciudad parta de Suzia(la moderna Meched), en la frontera deAria, una satrapía así llamada por elnombre del pueblo que habitaba en ella,el pueblo de los arios, pariente cercanodel pueblo iraní (Aria corresponde ennuestros días a la región de Harat, enAfganistán). El sátrapa de esa provincia,Satibarzanes, salió espontáneamente a suencuentro para rendirle sumisión, y se

postró a sus pies; el macedonio lomantuvo en su cargo y dejó con él a unode los Compañeros de su ejército,llamado Anaxipo, con cuarenta jineteslanzadores de jabalinas, para alcanzar alas columnas de su ejército que cerrabanla marcha y para tener un ojo sobre elsátrapa, del que desconfiaba. Luegotomó la ruta del norte, que iba de Susa aBactra, capital de Bactriana, pero teníael corazón entristecido: acababa desaber que su amigo de siempre, elgeneral Nicanor, hijo de su lugartenienteParmenión, había muerto de enfermedad.

Mientras Alejandro cabalgaba haciaBactriana, se le unieron dos mensajeros

portadores de una gran noticia:Satibarzanes había hecho matar aAnaxipo y a sus lanzadores de jabalina,había armado a los arios y los habíareunido en el palacio real de Artacoana,capital de Aria, con el objetivo deunirse a Beso y atacar con él a losmacedonios. La reacción de Alejandrofue, como siempre, extremadamenterápida: dejando que su ejércitoprosiguiese su camino hacia el nortebajo el mando de Crátera, dio mediavuelta con la caballería de losCompañeros, un destacamento delanzadores de jabalina, arqueros y dosbatallones de infantes; recorrió en dos

días los 120 kilómetros que loseparaban de Artacoana, penetró en laciudad, detuvo a todos los rebeldes(según las fuentes eran 17.000) y a losque los habían ayudado, condenó amuerte a los unos y a esclavitud a losotros. Este castigo expeditivo y ejemplarincitó a numerosos arios a someterse.

Mientras tanto, Alejandro habíallamado a Crátera, que se le había unidoen Artacoana. En efecto, acababa desaber que el sátrapa de Aracosia,Barsaentes, uno de los asesinos deDarío, hacía también la ley en Drangiana(en nuestros días: región de Zarandj, enAfganistán) y antes de partir a la

conquista de Bactriana y a la captura deBeso, tenía que asegurarse las espaldas:imposible dejar a Barsaentes armandolas satrapías orientales del sur (Aria,Aracosia y Gedrosia) contra él mientrasse dedicaba a guerrear en el norte. Antesde abandonar Aria, fundó una ciudadnueva, Alejandría de Aria (la modernaHerat), donde dejó una guarnicióncompuesta por macedonios, griegos ymercenarios arios; fue ésta unainnovación que confundió sin duda a unbuen numero de sus oficiales, que veíancon malos ojos a unos bárbaros quehablaban una lengua distinta de la suya yadoraban a otros dioses ser tratados

como helenos. Esta iniciativa, que debíaser seguida por un grandísimo númerode otras del mismo género, correspondíaal designio todavía secreto de Alejandrode unir en tareas comunes con vistas aun destino común a los helenos y a losinnumerables pueblos del Imperio persa.

Una vez recuperada Aria, Alejandromarcha sobre Frada, la capital deDrangiana, con su gran ejércitoreconstituido. Atraviesa las montañas deAfganistán, bajo la lluvia y las nieves deun invierno siempre precoz en esaregión (estamos a finales del mes denoviembre o a principios de diciembre),donde las aguas de los ríos y los lagos

ya están helados. En su trayecto topa conuna tribu que se niega a someterse y seretira a la falda arbolada de unamontaña vecina, cuya otra falda estáconstituida por abruptos acantilados. Sinvacilación alguna, Alejandro ordena asus hombres incendiar los bosques y,como hacia la montaña sopla un vientoviolento, ésta pronto está en llamas: losmontañeses rebeldes no tienen otraopción que morir achicharrados oromperse el cráneo y los miembrosarrojándose desde lo alto de losacantilados. El macedonio contemplósus cuerpos retorcerse en medio de lasllamas sin sombra alguna de emoción,

como si se tratase del incendio de unhormiguero.

Cuando Barsaentes supo que elejército macedonio se acercaba, huyó atoda prisa hacia Oriente, a través deAria y luego de Aracosia, y así llegó alas orillas del Indo con la intención debuscar refugio en la otra orilla de eseancho río. Allí los indios que vivían aorillas del río lo detuvieron y loentregaron más tarde a Alejandro, quedebía ejecutarlo, sin otra forma deproceso, por haber asesinado a Darío.

2. La conspiración de

FilotasFue durante el mes de diciembre del

año 330 a.C, encontrándose enDrangiana, y mientras sus hombresperseguían a los partidarios de lossátrapas rebeldes, cuando Alejandrovivió uno de los más sombríosmomentos de su existencia de granconquistador: la traición de su amigoFilotas, hermano del joven generalNicanor que acababa de morir, e hijo,como él, de Parmenión. Arriano cuentael caso de forma sumaria, Plutarco(op.cit., LXXXIII) con numerososdetalles (inverificables), y Diodoro de

Sicilia (op. cit. XVII, 79-80, es laversión que seguiremos) de una maneramenos novelada.

Entre los macedonios, había muchosjóvenes de la misma edad que Alejandroque habían crecido y luchado con él ycuyos padres habían sido amigos deFilipo II. Uno de ellos, Filotas, le eraparticularmente querido; era hijo deParmenión, el mejor general macedonio,que ahora era el segundo de Alejandrodespués de haberlo sido de su padre.Filotas mandaba los Compañeros deMacedonia; era, nos dice Plutarco,animoso y ardiente en la tarea, pero suorgullo, su munificencia ostentosa y el

lujo de que se rodeaba lo volvíanantipático a más de uno.

Su padre, como viejo sabiomacedonio, le decía a menudo: «Sé máshumilde, hijo mío, sé más humilde»,pero él no le hacía caso, como prueba lasiguiente anécdota que tiene por marcola campaña llevada por Alejandro enCilicia. Como se recordará, a finales delaño 333 a.C, Parmenión había sidoenviado a Damasco para apoderarse deltesoro que Darío había puesto a salvo enesa ciudad antes de la batalla de Isos; elgeneral había vuelto entonces alcampamento de Alejandro no sólo con eltesoro real, sino también con los

serrallos del Gran Rey, que contabancon cientos de cortesanas, a cual másbella. Entre estas jóvenes había unacortesana llamada Antígona, natural dela ciudad de Pidna, en Macedonia, queFilotas se había adjudicado comoamante (ella participó en el incendio delpalacio de Darío en Persépolis). Cuandocenaba con ella en público, el joven sedejaba llevar por fanfarronadas deborracho, llamando con cualquiermotivo a Alejandro «este jovenmuchacho» y pretendiendo que era a él ya su padre a quien debía su gloria y sucorona.

La hermosa pájara tenía la lengua

muy larga: contó las palabras de suamante a sus amigos y, de uno a otro, laspalabras de Filotas llegaron a oídos deCrátero, el general que hacía campañacon Alejandro en Afganistán. Éste llevóa Antígona ante su jefe y le ordenórepetir lo que había dicho de Filotas.Alejandro la escuchó tranquilamente,luego le ordenó seguir tratando a Filotasy referirle diariamente lo que decía deél. No obstante, no tomó ninguna medidacontra su amigo, seguramente pordeferencia hacia Parmenión, que yahabía perdido dos hijos: Héctor, que sehabía ahogado en Egipto, y Nicanor,muerto de enfermedad.

Ahora bien, en el ejército deAlejandro que había partido deZadracarta en el mes de julio de 330a.C. había numerosos descontentos. Aestos militares les había parecido bienpartir hacia Bactriana en busca delusurpador Beso, pero no aprobaban lamarcha hacia el sur que bruscamentehabía decidido Alejandro y estabanhartos de aquella guerra sin fin: lamayoría aspiraba a volver al suelo de suGrecia y su Macedonia natal. A algunosse les ocurrió la idea de suprimirfísicamente a Alejandro, y en torno auno de los amigos del rey, llamadoDimno, y de algunos más se tramó una

conjura. El propio Dimno habló de ellaa su favorito, un tal Nicómaco, a quienconvenció de que se uniera a laconspiración.

Nicómaco, que era demasiado jovenpara comprender los misterios de lapolítica, habló de ella a su hermanoCebalino, y éste, temiendo que alguno delos conspiradores revelase la conjura alrey, tomó la decisión de ir él mismo adenunciarla; como no tenía acceso aAlejandro, habló con Filotas,recomendándole que transmitiese lainformación al rey cuanto antes. Perocuando Filotas fue introducido ante elrey, bien por frivolidad, bien porque

acaso él mismo estuviese en la conjura,sólo le habló de temas indiferentes, sincontarle nada de las palabras deCebalino.

La tarde de la audiencia, este últimole pregunta si ha transmitido el mensajeal rey; le responde que no ha tenidoocasión, pero que próximamente debemantener una nueva entrevista, a solas,con Alejandro, y que entonces todavíaestarían a tiempo de advertirle de lo quese tramaba. Sin embargo, al díasiguiente, y a pesar de una largaaudiencia a solas con el rey, Filotassiguió sin decir nada. Cebalino empiezaa sospechar alguna traición, deja

plantado a Filotas y esa misma noche sedirige a Metrón, uno de los efebos alservicio del rey; le da parte del peligroque amenaza a su soberano y le suplicaque le prepare una entrevista secreta.

Esa noche, Metrón hace entrardiscretamente a Cebalino en la sala dearmas de Alejandro, a quien refiere lainformación a la hora en que éste tienela costumbre de tomar su baño diario.Luego hace entrar a Cebalino, queconfirma las palabras del efebo:

—¿Por qué no me habéis avisadoantes? —le pregunta el rey.

—Primero he avisado a Filotas, queno ha hecho nada; su comportamiento me

ha parecido irregular, y por eso me hedecidido a hablarte directamente —responde Cebalino.

Según Arriano (op. etc., III, XXVI,1), Alejandro ya había sido informadocuando estaba en Menfis, en enero-febrero de 331 a.C, de un complottramado por el hijo de Parmenión,Filotas, al que consideraba uno de susamigos más próximos; pero no habíacreído nada debido a su vieja amistad yal respeto que tenía por Parmenión. Estavez el asunto le parece más serio,porque el informe de Cebalino es másque convincente: así pues, ordenadetener a Dimno de inmediato y éste, al

ver denunciado su plan, se suicida sinconfesar nada.

Alejandro convoca entonces aFilotas, que se declara no culpable;asegura haberse enterado delcomportamiento de Dimno porNicómaco, interpretándolo —un poco ala ligera, eso sí lo admite— como unasimple fanfarronada que no merecía sercontada al rey. Confiesa sin embargoque le sorprende el suicidio de Dimno.El rey le escucha sin manifestar dudaalguna sobre su sinceridad, lo despide ylo invita a ir a cenar con él esa mismanoche. Luego convoca a sus generales ya los más fieles de los Compañeros a un

consejo de guerra a puerta cerrada;estaban allí el general Ceno, cuñado deFilotas, el general Crátero, su amigo yconsejero Hefestión, el estrategaPerdicas —el héroe de la toma de Tebas— y algunos más. Ningún autor nosrefiere las palabras que se dijeron(Diodoro de Sicilia se limita a decirnosque «se pronunciaron muchosdiscursos», op. cit., XVII, 80, 1).Alejandro les recomienda luego guardarsilencio sobre sus deliberaciones yvolver a palacio a medianoche pararecibir sus órdenes.

Esa noche se celebra la anunciadacena, muy tarde. Filotas asiste a ella y a

media noche todo el mundo se separa.Poco tiempo después llegan losgenerales y los Compañeros que habíansido convocados por Alejandro,acompañados de una escuadra armada.Alejandro les ordena reforzar lospuestos de guardia del castillo, vigilarlas puertas de Artacoana (en particular,aquellas de las que parten las rutas quellevan a Ecbatana) y detener, con elmayor secreto, a los conjurados, cuyalista les da. Filotas tiene derecho a untrato especial: el rey envía trescientoshombres de armas para apoderarse de supersona, porque teme resistencias. Y caela noche, silenciosa y callada, sobre la

capital de Aria.A la mañana siguiente el ejército

macedonio es reunido en el campo deMarte de la ciudad (según QuintoCurcio, sólo se habrían juntado seis milhombres). Nada se ha traslucido todavíade la conspiración, cuando apareceAlejandro, que toma la palabra;podemos imaginar su discurso (segúnQuinto Curcio y fuentes anexas:indudablemente no es auténtico y tal vezni siquiera fue pronunciado, pero sucontenido resulta verosímil):«Macedonios, os he convocado para queos constituyáis en tribunal de guerra,según nuestra costumbre. Acaba de ser

descubierta una conspiración contravuestro rey: tenía por objetivoasesinarme. Escuchad a los testigos quehan denunciado esta maquinación.»

Aparecen entonces Nicómaco,Cebalino y Metrón. Cada uno de elloshace su declaración y se exhibe elcadáver de Dimno para confirmar susacusaciones. Luego Alejandro continúasu arenga: «Tres días antes de la fechaque habían escogido para el atentadosobre mi persona, Filotas, hijo delgeneral Parmenión, ha sido avisado delcomplot por Cebalino, que le haencargado expresamente hacérmelosaber. Pero Filotas no ha dicho nada, ni

el primer día ni el segundo.»En ese momento Alejandro habría

blandido por encima de su cabeza unascartas escritas por su segundo, elgeneral Parmenión, a sus hijos Nicanor yFilotas, y que habrían sido interceptadaspor sus servicios secretos: «"Hijo mío,sé humilde", aconseja Parmenión aFilotas. "Ocupaos de vosotros y de losvuestros, y así conseguiréis vuestrosfines", escribe Parmenión a sus doshijos. Estas recomendaciones meparecen más que sospechosas.»

Y Alejandro dio al complot unasdimensiones inesperadas, implicando aParmenión, el compañero de armas de

su padre Filipo y su mejor lugarteniente.¿No había ofrecido Parmenión a su hija—la hermana de Filotas— enmatrimonio al general Átalo, que a suvez había puesto a su propia hija,Cleopatra, en los brazos de Filipo, paramayor desgracia de Olimpia, su madre?Y después de haberse reconciliadoAlejandro con su padre Filipo, ¿no sehabían puesto de acuerdo Átalo yParmenión, enviados como vanguardiaal Asia Menor, para rebelarse contra elrey de Macedonia? A la muerte deFilipo II, ¿no se había sumado Filotas alpartido del pretendiente Amintas IIIcontra él mismo, contra Alejandro? Y

durante la batalla de Gaugamela, ¿no erael general Parmenión el que, rodeadopor los persas, había llamado aAlejandro en su ayuda, lo cual habíapermitido a Darío huir hacia Arbela,privando así al Conquistador de unavictoria inmediata y definitiva?

Este discurso es un buen ejemplo deinterpretación delirante: Alejandrorompe con la realidad de los hechos y lasustituye por un delirio de interpretaciónde tendencia paranoica que lo lleva a laconclusión de que la familia deParmenión le ha perseguido desdesiempre y desde siempre ha buscado sumuerte; mientras que él, Alejandro,

seguía fiándose de sus representantes,éstos armaban a sus futuros asesinos yhabían fijado incluso el día de sumuerte.

Se llevó al acusado, Filotas, cargadode cadenas ante el consejo de guerra.Algunos ya infaman al culpable; sucuñado, el general Ceno, se alzavehemente contra los conjurados ypropone lapidarlos, según la costumbremacedonia: hasta él tiene ya una piedraen la mano para proceder al castigo delos criminales. Pero Alejandro detienesu brazo: hay que dejar al acusado laposibilidad de defenderse, dice. Y parano influir en la asamblea con su

presencia, se retira.Filotas empieza entonces a

defenderse. Niega cualquierparticipación en el complot, recuerdalos servicios que su familia —su padre,su hermano y él mismo— han rendido ala patria macedonia y reconoce no habertransmitido al rey las revelaciones deCebalino: las creía infundadas, explica,y no le pareció necesario molestar al reycon rumores de pasillo. Y cita unprecedente: en septiembre del año 333a.C, Parmenión había puesto en guardiaa Alejandro, enfermo y con fiebre,contra su médico, que quería hacerlebeber un brebaje envenenado, pero

Alejandro no había tenido en cuenta laadvertencia, que denunciaba un peligroimaginario. Y concluyó, como unexperto ante el tribunal: «El odio y elmiedo se disputan el alma del rey, y sonesas fuerzas las que lo impulsan aacusarme, como acusará a otros mañana,y todos nosotros lo deploramos.»

Diodoro de Sicilia afirma queFilotas fue sometido entonces a tortura yque reconoció haber conspirado. Estasesión de tortura —si tuvo lugar—excitó la imaginación de los autoresantiguos, pero Arriano no la cita, y sinduda hace bien: cualquiera que fuese elgrado de barbarie de los macedonios, no

vemos a Alejandro entregando a Filotasa las vergas y los carbones encendidosante los ojos de sus soldados y susantiguos amigos, con riesgo dedesencadenar un motín.

Haya confesado bajo el tormento ohaya seguido proclamando su inocencia,Filotas fue condenado al castigosupremo junto a sus cómplices, y todosfueron ejecutados de manera inmediata,mediante lapidación según QuintoCurcio, atravesados por las jabalinas delos macedonios según Arriano. Elmando de los Compañeros, que ejercíaFilotas, fue dividido entre Hefestión, dequien Alejandro decía que era su alter

ego, y Clito el Negro, el hermano deLanice, la nodriza de Alejandro, queeran, junto con el general Crátero, lostres amigos de los que más se fiaba elrey.

¿Qué hemos de pensar de estaconspiración? ¿Se produjo realmente oes puro producto de la imaginacióndelirante de Alejandro? Arriano, nuestrafuente más digna de fe, admite suexistencia y pretende que Alejandrohabría sido informado de los designioscriminales de Filotas cuando estaba enEgipto (es decir, unos quince mesesantes de la denuncia de Cebalino), peroque no habría podido decidirse a creer

en la conspiración. De cualquier modo,con o sin Filotas, la conjura existió y notiene nada de inverosímil: es el destinode todas las guerras que durandemasiado tiempo (piénsese en losmotines de la Primera Guerra Mundial).Es posible incluso que haya sido másimportante de lo que se piensa, porquela investigación continuó durante ciertotiempo en Frada y sus alrededores.

Quedan por decir unas palabrassobre la suerte que corrió Parmenión. Elviejo general, que había participado entodas las victorias macedonias, conFilipo II primero (desde el año 358a.C.) y luego con Alejandro, también

había sido condenado a la pena demuerte, aunque no hubiese participadoen la conjura tramada por Dimno y porsu hijo, por las razones dichas másarriba, sino también y sobre todo porqueno trata de vengar a su hijo.

La sentencia que lo condenaba nopodía ejecutarse de inmediato, porqueParmenión se había quedado enEcbatana, a treinta o cuarenta días demarcha de Artacoana, con la misión deproteger el tesoro real que se guardabaallí y todavía ignoraba tanto el procesocomo la sentencia.

No obstante, había que ejecutarla loantes posible, porque Parmenión

disponía de tropas que le eran fieles ypodía reclutar otras si lo deseaba,gracias al enorme tesoro cuya guarda sele había confiado. Así pues, Alejandroenvió a Ecbatana al heleno Polidamante,portador de una orden escrita ordenandoa tres oficiales superiores, un tracio ydos macedonios, eliminar discretamentea Parmenión, condenado por felonía.Polidamante partió hacia la capital de laMedia acompañado por tres árabes.Montados en rápidos dromedarios, loscuatro hombres llegaron a Ecbatanadoce días más tarde, por la noche, y lasentencia se ejecutó de inmediato y ensecreto.

A consecuencia de este asunto,Alejandro hizo juzgar también ycondenar a muerte a Alejandro, hijo deAéropo, un lincéstida que había tratadode asesinarle cuatro años antes, durantela campaña en Asia Menor, y al quehasta ese momento había mantenidosimplemente preso. En efecto, dado queFilotas había reconocido (¿bajotortura?) que el objetivo de la conjuraera suprimir a Alejandro, esosignificaba que los conjurados pensabanen otro príncipe para ceñir la diademareal; pero ¿en quién? El pretendientemás directo era Arrideo, el hermanastrode Alejandro, enfermo de idiocia

mental, al que por supuesto nadiepensaba entregar el poder; tras él veníaAlejandro, hijo de Aéropo. Estepersonaje fue sacado de su cárcel,juzgado por el consejo de guerra,condenado a muerte y ejecutado en elacto.

Este asunto de la conspiración, cuyotrágico resultado fue lamentable, no fueun simple incidente coyuntural en laaventura persa de Alejandro. Esrevelador, por un lado, del enfadocreciente de su ejército, que ha perdidosu entusiasmo inicial, y por otro de laruptura que se ha producido en el senode la personalidad de Alejandro, como

ya hemos subrayado anteriormente. Y,como anota Plutarco (op. cit, LXXXV),«la ejecución de Parmenión hizo deAlejandro desde entonces un objeto deterror para muchos de sus amigos». OtroAlejandro ha nacido, sanguinario,despiadado e insaciable, que sólopiensa en ir más lejos, siempre máslejos…

XIII - La guerra enAfganistán

(6° y 7° año de la guerra enAsia: 329-328 a.C.)

Divergencias de puntos de vista entre Alejandroy los macedonios a la muerte de Darío. —Reorganización del ejército macedonio ypartida para Bactñana (finales de diciembre de330). —Descanso en Aracosia (enero-marzode 329). —Paso del Hindu-Kush (abril de329). —Ocupación de Bactrianay travesía delOxo (¿mayo de 3291). —Toma de Maracanda einicio de la campaña de Sogdiana (verano de329). —Alejandro marcha sobre el Jaxartes:

primer encuentro con los montañeses deSogdiana (agosto de 329). —Rebeliónnacionalista de Espitámenes en Sogdiana(agosto-septiembre de 329). —Fundación deAlejandría Extrema (septiembre de 329). —Victoria sobre los escitas (octubre de 329). —Liberación de Maracanda, sitiada porEspitámenes (octubre-noviembre de 329). —Cuarteles de invierno en Bactra-Zariaspa(diciembre de 329-marzo de 328). —Orientalización del comportamiento deAlejandro: la proskynesis (principios de 328).—Juicio y ejecución de Beso (marzo de 328).—Las embajadas escitas a Zariaspa (principiosde 328). —Nueva sublevación en Sogdiana ymuerte de Espitámenes (febrero-octubre de328). —Alejandro toma sus cuarteles deinvierno en Nautaca (invierno de 328-327). —Alejandro en la Roca de Sogdiana: Roxana(primavera de 327).

A los ojos de los macedonios —generales, oficiales y soldados—,extenuados por la fatiga, las heridas y lagloria, ricos con mil botines, la muertede Darío, a mediados del verano del año330 a.C, significaba el final de la guerraen Asia, el término de aquella colosalanábasis emprendida cinco años antespor su joven rey. Ahora su tarea habíaterminado: lo único que a Alejandro lequedaba por hacer era ocupar el tronoabandonado del Gran Rey, como sucesorlegítimo de los Aqueménidas, y volver asu patria.

Alejandro no ve las cosas de lamisma forma. Las hazañas que ha

realizado y las conquistas que ha hechono son para él otra cosa que el prólogode su epopeya. Él, el sucesor de losAqueménidas, debe restablecer suImperio y su autoridad. Debe castigar aBeso, el usurpador, que se haproclamado rey y dueño de lasprovincias orientales del Imperio persadespués de haber asesinado a Darío, yaplicarle la ley del talión. Debe castigara los señores persas rebeldes yrecompensar a los aliados. Así, poco apoco, se convertirá en el amo de Asia,como le había prometido el oráculo deZeus en Gordio, en el mes de mayo de334 a.C, cuando había cortado el nudo

gordiano. Y a partir de ahí, ¿por qué él,el hijo de Zeus-Amón, no podría llegar aser el amo de la totalidad del mundohabitado?

Así pues, entre Alejandro y suejército existe un malentendido latente.Sus soldados piensan que la anábasistoca a su fin y el retorno a Macedoniaestá cerca; Alejandro, en cambio,considera que su epopeya no ha hechomás que empezar, y no es imposible queel complot de Filotas, a finales del año330 a.C, sea la señal anunciadora de esedesacuerdo tácito, que será seguido porotros incidentes en el transcurso de losdos o tres años futuros. No obstante, no

son sus hombres los que murmuran: lasprimeras resistencias proceden de suestado mayor y su entorno próximo. Lereprochan, sobre todo, no comportarsecomo vencedor tras sus victorias, sinotrabajar por la reconciliación devencedores y vencidos y la fusión de lasnaciones y los pueblos, griegos,macedonios o bárbaros. Y quizá porqueconfusamente tenía conciencia de laexistencia de un desacuerdo posibleentre él y sus generales habíareaccionado con tanta rapidez yseveridad frente a Filotas y Parmenión,a pesar de los lazos que lo unían a estosdos hombres.

Dicho esto, en diciembre de 330a.C. todavía no ha acabado con lossátrapas orientales, asesinos ocómplices de los asesinos de Darío.Como hemos referido anteriormente, sehabía librado de dos de ellos,Barsaentes, sátrapa de Aracosia, ySatibarzanes, sátrapa de Aria; por lotanto, le quedaba apoderarse de Beso,sátrapa de Bactriana, y someter a suautoridad todas las satrapías orientales(las que los griegos llamaban las«satrapías superiores»), es decirGedrosia (el Beluchistán actual),territorio a caballo entre Pakistán yAfganistán; Aria, Aracosia, Bactriana

(las tres correspondientes poco más omenos al Afganistán actual) y Sogdiana(parte del actual Uzbekistán). Estasoperaciones político militares lellevaron tres años: concluyeron durantela primavera o el verano de 327 a.C.Pero al mismo tiempo Alejandro seafirmaba como el sucesor de losAqueménidas, adoptaba las costumbresy la etiqueta de los persas y hacía de losvencidos los iguales de los vencedores:esto era inadmisible para losmacedonios y los griegos, y de elloderivaron conjuras y dramas.

1. Primer año de guerra en

Afganistán (329 a.C.)La guerra que se dispone a librar

Alejandro no se parece en nada a lasexpediciones que ha conducido hastaentonces tanto en Asia Menor como enPersia o en Media. Va a tener por teatroprincipal el territorio del actualAfganistán.

En efecto, Alejandro va a adentrarsepor comarcas de las que no dispone deninguna información y que va adescubrir prácticamente a medida queavance. Apenas sabe nada de laspoblaciones que tendrá que someter,salvo que son numerosas, unas veces

sedentarias y otras nómadas, y que estánparticularmente adaptadas a loscombates en alta montaña y a laguerrilla, semejantes a esa poblaciónque se ha visto obligado a combatir enDrangiana y a la que sólo pudo vencerincendiando los bosques en los que seescondía. Finalmente los guías arios ypartos que lo acompañaban le habíanadvertido que tendría que franquearmontañas que tocan el cielo, por rutascubiertas de nieve y hielo y sin ningúnmedio para conseguir avituallamiento.

Antes de abandonar Frada, a finalesdel mes de diciembre del año 330 a.C,Alejandro debe proceder por tanto a la

reorganización de sus tropas, dado queva a lanzarse no contra un ejércitonacional como era el de Darío, sinocontra bandas de guerreros dirigidas porseñores locales y apasionadamenteapegados a su independencia. Adoptaránsin duda una estrategia de acoso, loscombates que tendrá que librar no seránbatallas campales, como las de Isos oGaugamela, sino combates defensivosfrente a grupos más o menos numerososde jinetes atacando a los elementosaislados de su ejército, para luego huir ala estepa o al desierto y volver aaparecer en otra parte unas horas o unosdías más tarde.

El macedonio va a fragmentar portanto su gran ejército en pequeñasunidades móviles, a aumentar sucaballería ligera (los países queatraviesa poseen excelentes caballos,pequeños y nerviosos, adaptados alterreno y al clima); inspirándose en elarmamento asiático, crea escuadrones delanzadores de jabalina y arqueros acaballo (los primeros reciben en griegoel nombre de hippocontistes; lossegundos, el de hippotoxotes).Alejandro piensa también en lo quenosotros llamaríamos los uniformes desus soldados, que deben corresponder alas condiciones climáticas propias de

Afganistán: necesitan turbantes paraproteger sus cráneos de las insolacionesy, para calzar a los infantes destinados acaminar sobre la nieve o el hielo,sustituye las sandalias griegas omacedonias por una especie de botas.

Además, dada la topografíamontañosa de las regiones que se veráobligado a atravesar y su ignoranciarespecto a la existencia o no existenciade ciudades importantes en estos paísesmisteriosos, tiene que desplazarse nosimplemente con soldados, sino tambiéncon administradores, funcionariosciviles, servicios de intendencia ysanidad, almacenes, tiendas rodantes

necesarias para el equipamiento y elavituallamiento de hombres y caballos.Al parecer, Alejandro también pensó enlas expansiones de sus hombres yproveyó a su ejército de un numerososéquito de cortesanas, sin duda el primerlupanar militar de campaña de lahistoria. Finalmente, preocupado porcomportarse como conquistadorcivilizador, el macedonio lleva consigotoda una tropa de rétores, encargados deenseñar el griego a los hijos de losseñores vencidos y de educarlos, deingenieros, de corresponsales de guerra,de mercaderes, de arquitectos: paradominar el país ocupado, instalará a lo

largo de su camino de conquistadorcolonias militares en las pequeñasciudades que encuentre o en las quefunde a ese efecto, y que siemprerecibirán el nombre de Alejandría.

Digamos algunas palabras más sobrelos países atravesados. La Bactriana,donde se ha refugiado Beso, es unallanura bien irrigada que se extiendeentre el pie del macizo montañoso delHindu-Kush (cima culminante: 7.690metros; los antiguos creían que setrataba de una prolongación del Cáucasoy lo llamaban el «Cáucaso indio») y elalto valle del Amu-Daria (el Oxo, paralos griegos). Entre este río y el Sir-

Daria (el Jaxartes de los griegos) seextiende otra zona fértil: es Sogdiana.Más allá de ésta nomadeaban los escitasindependientes (los Saca), que llevabansus rebaños hacia el norte, hasta el lagoBalkash.

De Frada (cuyo emplazamientoestaba cerca de la moderna Farah), elmacedonio se dirigió primero aAracosia. Allí fundó Alejandría deAracosia (la actual Kandahar) y dispusouna guarnición e indudablemente unembrión de administración; luego sedirigió hacia la actual Kabul (que estásituada a 1.800 metros de altitud), yalcanzó los montes de Parapamísada

donde, según las fuentes (por ejemplo,Diodoro de Sicilia, op. cit, XVII, 82, 1),tuvo que luchar contra el pueblo de losparapámisos, al pie de los cuales fundóAlejandría del Cáucaso (a cincuentakilómetros al norte de Kabul). Luegohubo de franquear la alta barreramontañosa del Hindu-Kush, cosa quehizo sin duda a principios del mes deabril de 329 a.C, después de haberpermanecido inactivo de enero a marzo,porque la nieve era muy espesa en lasmontañas e impedía el avance dehombres y carros. Escuchemos aDiodoro de Sicilia:

“Su país [el de los parapámisos]está totalmente cubierto de nieve yel frío excesivo hace difícil suacceso a los demás pueblos. Lamayor parte de la comarca [al piedel Parapámiso] está formada poruna llanura desprovista deárboles, dividida entre numerosasaldeas. El techo de las casas estáhecho de una cúpula de ladrillosreunidos en punta. En medio deltecho se ha dejado una lucera pordonde escapa el humo y, como eledificio está cerrado por todos loslados, sus habitantes están bienabrigados. La abundancia de la

nieve hace que la población paseuna buena parte del año en casa,donde todos tienen su provisión devíveres. […] Esta comarca enterano ofrece a la mirada verdor nicultivo, sino la blancuraresplandeciente de la nieve y delhielo que se ha solidificado enella. Ningún pájaro anida allí,ningún animal salvaje que pase:todos los cantones de este país soninhóspitos y difícilmenteaccesibles.”Op. cit., LXXXII, 1-4.

A pesar del clima y de los

obstáculos de toda clase, el ejércitomacedonio franqueó el Parapámiso,luego el «Cáucaso indio», saludando talvez de paso la enorme roca (4 estadiosde altura, es decir, 720 metros y 10estadios de perímetro, 1.800 metros)sobre la que habría sido encadenado elPrometeo de la fábula mitológica.Finalmente Alejandro llega a lavertiente noroeste del Hindu-Kush, esdecir, a Bactriana.

Delante de sí tiene varias pistas queconducen en su totalidad hacia la llanurapor desfiladeros que controlan lasaldeas de Drapsaco (actualmenteKunduz) y de Aornos (actualmente Tash-

Kurgan) y que llevan a Bactra (la actualBalj), la capital de Bactriana, tambiénllamada Zariaspa. Beso y su ejército(siete mil jinetes bactrianos, más uncontingente de sogdianos) le esperan ala salida de Aornos: el sátrapa estádecidido a no dejarle seguir adelante.Pero Alejandro desemboca en la llanurapor el paso de Drapsaco y enfiladirectamente hacia Bactra-Zariaspa.Cuando Beso se entera, comprende quetodo está perdido, ya que el ejércitomacedonio es mucho mayor y máspoderoso que el suyo, y trata de salvarsehuyendo.

El sátrapa abandona por tanto

Aornos y decide refugiarse en la orilladerecha del Oxo («el más grande de losríos del Asia», afirma Arriano), cuyasaguas en esta época del año (aprincipios de primavera) están muycrecidas (alcanzan su más alto nivel enel mes de julio). Pero la mayor parte desu caballería se niega a seguirle y susguerreros bactrianos regresan a suscasas: a Beso no le queda otra soluciónque retirarse con los elementossogdianos de su ejército hasta Nautacaen el emplazamiento de Karachi (enUzbekistán) y Maracanda (la actualSamarcanda).

Mientras tanto, Alejandro se ha

apoderado, casi sin tener que combatir,de la aldea de Drapsaco y lasciudadelas de Aornos y Bactra: se habíaconvertido en el amo de Bactriana. Sólopermaneció en Bactra-Zariaspa unospocos días, el tiempo necesario paradesmovilizar a los soldados que habíanterminado su temporada (se trataba demacedonios y tesalios) y reponer sucaballería, porque había perdidomuchos caballos al franquear el Hindu-Kush. Tras confiar esta provincia, rica yfértil, a su suegro, el viejo generalArtábazo, avanzó sin más tardar hacia elOxo, que franqueó a la altura deAlejandría Tarmita (la actual Termez).

La travesía del Oxo le planteó unproblema. El río tenía seis estadios (másde un kilómetro) de ancho y era másprofundo que ancho. Alejandro noposeía barcos y no había en la regiónbosques que pudiesen procurarle maderaen cantidad suficiente para construir unpuente. Además, el fondo del río eraarenoso y su corriente impetuosa: lasestacas y postes que los pontoneroshabían intentado plantar habían sidobarridos como paja.

Al ver esto, Alejandro mandó reunirlas pieles que los soldados utilizabanpara levantar sus tiendas, ordenóllenarlas con la paja más seca posible y

coserlas todas juntas, sólidamente, muyprietas, para que el agua no pudiesepenetrar. El enorme edredón flotante asíconfeccionado fue lanzado sobre lasuperficie del río, que el ejércitoatravesó sin mayores problemas, durantecinco días, en el mes de abril o mayodel año 329 a.C. (Amano, II, 30, 4).

Una vez cruzado el Oxo, Alejandropersiguió a Beso y a sus guerrerossogdianos en la ruta de Maracanda. Fueentonces cuando Espitámenes yDatafemes, los principales jefessogdianos, que no querían ver aAlejandro invadir su provincia, leenviaron emisarios para decirle que

estaban dispuestos a entregarle a Beso:le bastaría con enviarles un pequeñodestacamento, con un oficial al mando, yellos le entregarían al sátrapa, a quienpor el momento consideraban suprisionero. Los sogdianos creían queAlejandro sólo quería a Beso y que, unavez capturado éste, volvería sobre suspasos.

Al recibir estas propuestas, elmacedonio aminora la marcha de suejército y, a guisa de «pequeñodestacamento», envió a los sogdianos unverdadero regimiento de tres mil ocuatro mil hombres (jinetes, infantes,arqueros) a las órdenes de uno de sus

mejores lugartenientes, Ptolomeo, hijode Lago, que recorrió los trescientoskilómetros que separaban los dosejércitos en cuatro días, mientrasAlejandro seguía tranquilamente sumarcha hacia la capital de Sogdiana.

Cuando Ptolomeo llegó alcampamento de los sogdianos, noencontró alma viviente: según Arriano,Espitámenes y Datafernes todavíadudaban de entregarle a Beso, porqueera ésta una acción contraria a su códigode honor. Ptolomeo recorrió unoscuantos kilómetros y llegó a una granpoblación fortificada, donde Besoacampaba con unos pocos soldados: los

jefes sogdianos y sus tropas ya habíanabandonado el lugar, porque sentíanvergüenza de entregar ellos mismos aBeso. El general macedonio ordenó a sucaballería rodear la plaza y mandó a unheraldo que proclamase a los bárbarosque les dejaría la vida y la libertad acambio del sátrapa. Los sogdianosabrieron las puertas de la plaza,Ptolomeo penetró en ella y se apoderódel asesino de Darío; luego dirigió unacarta a su rey para preguntarle qué debíahacer con Beso. Alejandro le respondióque lo depositase desnudo, encadenadoy con un collar de hierro al cuello, a laorilla de la ruta por la que él mismo

avanzaba con su ejército. Ptolomeoobedeció al rey sin dudar.

Cuando al día siguiente o a los dosdías de esta detención llegó el rey y vioa Beso, sentado y desnudo, en el bordede un foso, mandó detener su carro y lointerrogó: ¿por qué haber detenido aDarío, que era pariente y benefactorsuyo, le preguntó, y haberlo llevadocargado de cadenas para luego matarlo?Beso le respondió que no había actuadosolo, sino que ese arresto se había hechode acuerdo con el entorno de Darío, conla esperanza de conciliarse la buenavoluntad de Alejandro vencedor. Trasesta respuesta, el rey de Macedonia

ordenó al verdugo que azotase a Besodelante de las tropas mientrasenumeraba sus crímenes. Luego elsátrapa fue entregado a Oxiartes,hermano de Darío, y conducido aBactra-Zariaspa para ser juzgado yejecutado (según Arriano); según otrasfuentes, Beso habría sido mutilado almodo persa y llevado luego a Ecbatana,para ser ejecutado delante de unaasamblea de medos y persas durante elinvierno de 329 ? 328 a.C..

En cuanto a los nobles sogdianos,que habían esperado salvaguardar laindependencia de su provincia, loconsiguieron a su propia costa: cuando

Beso hubo sido entregado, losmacedonios se apoderaron de loscaballos que había en los pastos y, unavez equipada su caballería, Alejandrocontinuó su ruta, al galope, hacia lacapital de Sogdiana, Maracanda, sinpreocuparse siquiera de tomar la ciudadde Tribactra (la moderna Bujara). Lossogdianos no pudieron hacer otra cosaque someterse, pero muchos lo hicieronde boquilla, mientras Alejandro,después de haber tomado Maracanda(verosímilmente a finales del mes dejunio del año 329 a.C), se movía endirección al río Jaxartes (el Sir-Daria),atravesando la satrapía durante el

verano de 329 a.C: empezaba lacampaña de Sogdiana (o, si se quiere,de Transoxiana, el país al otro lado delOxo).

Así pues, Alejandro marcha ahorahacia el Jaxartes, anunciando con ello suintención de anexionarse la provinciacaspia entera, lo cual no deja de crearcierto malestar entre sus soldados yoficiales, que están hartos de esa guerrainterminable: dado que Beso ha sidocapturado y Darío está vengado, ¿qué vaa hacer su rey en aquel infierno afgano?La respuesta es clara: Alejandroconsidera que, para su Imperio, elJaxartes es una frontera más segura que

el Oxo. De todos modos, el rey harenovado sus efectivos y los veteranosque protestan han sido recompensados ydesmovilizados; ¿por qué habrían dequejarse ahora?

La campaña empieza mal. Algunosmacedonios que se habían dispersadopara buscar forraje fueron atacados deimproviso por una importante tropa debárbaros de las montañas (Arrianoafirma que eran unos treinta mil). Lamayoría fueron muertos o llevados encautividad. Estos bandidos, una vezdado el golpe, se refugian en susmontañas, erizadas de rocas y bordeadasde precipicios. Alejandro monta

rápidamente una expedición punitivacontra los asaltantes. Al principio, losmacedonios tienen que retroceder antelas nubes de dardos y el propioAlejandro es alcanzado por una flechaque le atraviesa la pierna y le rompe elperoné. Sin embargo, sus soldadosterminan apoderándose de lasposiciones y los bárbaros son matadosallí mismo o perecen al arrojarse desdelo alto de sus rocas (según Arriano, sólosobrevivieron ocho mil). Este encuentro,primer hecho de armas de la campaña deSogdiana, tuvo lugar seguramente en elmes de agosto del año 329 a.C.

Pocos días más tarde, unos

emisarios se presentan en elcampamento de Alejandro; sonembajadores de unos pueblos quenomadean desde hace siglos en lasfronteras orientales del Imperio persa,los escitas, llamados «independientes»,debido sobre todo a su pobreza y sujusticia (según Arriano). Alejandro losdevuelve a sus tierras, acompañados deplenipotenciarios encargados enprincipio de concluir un tratado deamistad, aunque en realidad su objetivoes observar la naturaleza de suterritorio, su número, sus costumbres ysu armamento.

Alejandro aprovechó estas

relaciones de amistad con los escitaspara explorar el más oriental de losterritorios persas: el amplio valle delFergana, muy fértil, cuyo centroatraviesan las bullentes aguas del Sir-Daria, que bajan de las montañas delvecino Kirguizistán. Para proteger suimperio de las invasiones nómadas, ysobre todo de los escitas, losAqueménidas habían edificado sieteciudades-fortaleza, la más grande ymejor defendida de las cuales sellamaba Cirópolis. Después deinspeccionar el entorno a caballo, el reyproyectó construir una octava a orillasdel Jaxartes, en el emplazamiento de la

moderna Jodjen (la Leninabadsoviética); el lugar le parecíaestratégicamente bien situado, tanto en elplano ofensivo (con vistas a unainvasión del país de los escitas) comoen el defensivo (para proteger elImperio persa contra las invasiones delos bárbaros). En razón de su posicióngeográfica, tenía la intención de llamarlaAlejandría Extrema (Alex-Eskhaté):debía cerrar el valle del Fergana.

Fue entonces cuando a finales delmes de agosto o a principios del mes deseptiembre de 329 a.C, Sogdiana serebela brutalmente. En Maracanda y lasciudades del Fergana, los sogdianos se

apoderan de los soldados macedoniosde las guarniciones, los matan yempiezan a reforzar las defensas de susciudades. Luego, desde Bactriana ySogdiana, rebeldes armados llegan enmuchedumbre y el movimiento segeneraliza. El hombre que habíapreparado este levantamiento no era otroque Espitámenes, el señor sogdiano quehabía entregado Beso a Alejandro unassemanas antes, y tenía a los escitas poraliados.

En ese momento Alejandro presidíaen Zariaspa una asamblea de nobles deSogdiana, que habían pactado con suvencedor. Cuando se entera de que

Sogdiana se subleva, el rey reaccionacon su rapidez habitual. Improvisa unacampaña de asedios en las orillas delrío: tiene que apoderarse una por una delas ciudades rebeldes, donde loshabitantes se han atrincherado detrás delas murallas.

La fortaleza más peligrosa esCirópolis, cuyas murallas habíaconstruido en otro tiempo Ciro elGrande y en la que se han reunido lamayoría de los rebeldes de la región. Elgeneral Crátero tiene por misiónrecuperar la plaza y el sitio dura variosdías porque sus altas murallas resistenlos asaltos de los infantes y de las

máquinas de asedio. FinalmenteAlejandro descubre que es posiblepenetrar en la ciudad siguiendo el lechode un torrente que la atravesaba y queentonces estaba seco; toma consigo unpequeño número de hombres, algunosarqueros y, escurriéndose por esesendero improvisado, llega con ellos alcorazón de Cirópolis sin que losbárbaros, ocupados en combatir en lasmurallas y vueltos hacia las máquinas deasedio, se den cuenta. Una vez en elinterior de la ciudadela, Alejandromanda abrir dos o tres puertas que noestán defendidas y el resto de su ejércitopenetra fácilmente.

Al darse cuenta de que su ciudad hasido invadida, los sogdianos seprecipitan, con las lanzas y las espadasen la mano, sobre los macedonios. Labatalla es dura: el mismo Alejandrorecibe una pedrada en la cabeza y otra legolpea en el cuello; Crátero resultaherido por una flecha, así como otrosoficiales; luego llega el encuentrocuerpo a cuerpo y los macedonios, másnumerosos y mejor armados, seapoderan de la plaza después de matar aocho mil sogdianos, mientras otrosquince mil se refugian en la ciudadelaque domina la ciudad. Alejandro invadeese imponente edificio y, dos días más

tarde, la falta de agua obliga a losbárbaros a rendirse: todos fueronejecutados. Los restantes nidos de águiladel Fergana fueron fácilmenterecuperados por las fuerzas macedoniasy, en todas estas ciudades, el castigo fueterrible: los hombres fueron pasados acuchillo, las mujeres y los niñossorteados y entregados a la soldadesca,y así miles de bárbaros fueronexterminados o reducidos a esclavitud.

Alejandro piensa que ha ganado lapartida, pero surge otro peligro: unejército de escitas —los que unos díasantes le habían enviado emisarios—llega a orillas del Jaxartes y se prepara

para franquearlo; por otro lado,Espitámenes ha asediado la guarniciónmacedonia de Maracanda. El rey tieneque batirse en dos frentes. Envía uncuerpo de 2.400 hombres, mandado porel licio Farnuces, para liberar la capitalinvadida y hacer frente a los escitas.Además, activa la construcción deAlejandría Extrema: en tres semanas laciudadela está terminada, provista demurallas y llena de soldados(macedonios, mercenarios griegos ybárbaros) y Alejandro se permite el lujoincluso de organizar, fuera de lasmurallas, un concurso hípico y juegosatléticos (¿septiembre de 329 a.C.?). A

orillas del Jaxartes, sin embargo, lasituación es más delicada. Al otro ladodel río los escitas son cada vez másnumerosos; insultan a Alejandro, que leshace frente, a la manera de los bárbaros:«Si te atrevieses a venir a luchar connosotros, te darías cuenta de ladiferencia que hay entre los escitas yunos bárbaros de Asia como lossogdianos.» Alejandro, exasperado porestas provocaciones, decide pasar el ríocon sus hombres y atacarles: mandapreparar un puente flotante como habíahecho para franquear el Oxo y ofrece unsacrificio a Zeus con vistas a la batallaque va a librar. Pero los presagios no le

son favorables y debe renunciar a llegara las manos con los escitas, que siguentratándole de cobarde. Ruega alinevitable adivino Aristandro que lealos presagios en las entrañas de nuevasvíctimas: éste cumple a conciencia sutarea y declara a su rey que lospresagios anuncian que va a correr ungrave peligro. Alejandro le respondeque es preferible afrontar los mayorespeligros antes que ser objeto de burlapor parte de los escitas, después dehaber conquistado todo Asia como él hahecho.

«Los presagios no son súbditostuyos —le dice entonces Aristandro—, y

no te darán predicciones diferentesporque tú les pidas prediccionesdiferentes.»

A pesar de todo, Alejandro decideseguir adelante. Lanzan sobre el ríopieles de tienda llenas de paja ycosidas; en su orilla se apostan lastropas macedonias y en el punto en queel Jaxartes es menos ancho se colocanlas piezas de artillería (catapultas yotras máquinas). Luego, a una señalconvenida, las máquinas disparandardos y piedras contra los escitas que,a caballo, van y vienen a lo largo delrío: sorprendidos ante estos proyectilesque los alcanzan desde tanta distancia,

se alejan del río. Al verlo Alejandroordena que toquen las trompetas y,abriendo la marcha, avanza sobre elpuente flotante; el resto del ejército lesigue con arqueros y honderos a lacabeza: mediante una descargaabundante e ininterrumpida impiden alos escitas avanzar y de este modocubren el desembarco de los infantes ylos jinetes.

Cuando todo su ejército ha pasado elJaxartes, Alejandro ordena cargar y selanza sobre el enemigo con su caballeríadispuesta en columnas, mientras que susarqueros y lanzadores de jabalinassiguen alejando a los escitas. La táctica

tradicional de estos últimos consistía enrodear a sus adversarios y hostigarlosacribillándoles con flechas: el métodode combate decidido por Alejandro lesimpide aplicarlo, porque las columnasque los atacan son demasiado largaspara poder ser rodeadas impunemente.Poco a poco los escitas se desbandan yterminan por huir, perseguidos por losjinetes macedonios y griegos. Su derrotahabría sido total… si sus adversarios, yAlejandro el primero, no hubieracometido la imprudencia de beber aguadel río para apagar su sed (hacía muchocalor y la sed los atenazaba). ¡Ay!, aquelagua no era potable y pronto se pudo ver

a los veinte mil soldados de Alejandro ya su jefe presa de una violenta eincoercible diarrea que salvó la vida alos escitas: sin esa turista imprevistaque acababa de herir a sus adversarios,todos habrían sido aniquilados. ¡Graciasa las amebas y los colibacilos, sólodejaron en el campo un millar demuertos —entre ellos su jefe, un talSatraces— en las orillas del Sir-Daria!

En cuanto a los macedonios,volvieron al campamento agotados,vacíos y enfermos. El mismo Alejandrose encontraba en un estado crítico y nopodía sostenerse sobre el caballo. Asíse verificó la profecía de Aristandro:

había vencido, pero corriendo un granpeligro… intestinal. Sea como fuere, lalección dio sus frutos. Unos días mástarde, embajadores enviados por el reyde los escitas fueron a ver a Alejandropara presentarle las excusas de su rey:lo que había ocurrido no era cosa de lanación escita, le dijeron, sino debandidos y saqueadores a los que el reyde los escitas desaprobaba totalmente.Alejandro aceptó la versión y lasexcusas, y todo quedó en eso.

Se acercaba el invierno. Con laconquista de Cirópolis y la derrota delos escitas en las orillas del Sir-Daria,la calma había vuelto a la frontera

oriental del antiguo Imperio de losAqueménidas, pero el fuego de lainsurrección aún no se había apagado enMaracanda.

Hemos visto más arriba queAlejandro había enviado al licioFarnuces a liberar la capital deSogdiana, sitiada desde el comienzo dela insurrección por el infatigableEspitámenes. Éste había levantado elasedio al anuncio de la llegada de losmacedonios y había salido a suencuentro: los había esperado en el ríoPolitimeto (el actual Zeravchan), con unejército sogdiano reforzado por 600jinetes escitas. El general de Alejandro

se había dejado sorprender y, de los2.400 hombres de su contingente, sólo lequedaban 300 jinetes, todos los demáshabían sido muertos y Maracanda estabade nuevo sitiada.

Arriano (op. cit., IV, 6, 6) nosdescribe claramente cómo sedesarrollaron los combates. Farnuceshabía dispuesto su ejército en orden debatalla (infantes y jinetes) en un terrenodescubierto, con vistas a unenfrentamiento clásico; pero como sesabe, los sogdianos y los escitasluchaban de otra forma: sus jinetesdescribían grandes círculos alrededorde sus enemigos inmóviles y los

acribillaban con flechas, lanzando gritosde guerra y, cuando los macedonioshacían algún movimiento para cargar,huían a galope tendido en caballosmucho más rápidos que los de susadversarios.

Farnuces se había retirado entonceshacia un valle arbolado cercano alPolitimeto, donde los bárbaros ya nopodían aplicar esa táctica; pordesgracia, Cárano, que mandaba lacaballería macedonia, comete entoncesun error imperdonable; trata de buscarrefugio para sus hombres y sus caballosal otro lado del río, sin indicárselo a sujefe ni a los demás comandantes de

unidades. Los infantes, al ver a losjinetes alejarse del campo de batalla,los siguen sin haber recibido la orden, ylos sogdianos, advirtiendo el errorcometido por los macedonios, seprecipitan a caballo en el río, lesimpiden avanzar, los acribillan conflechas y el pánico se apodera de loshombres de Farnuces, que se refugiancomo pueden en un islote en medio delPolitimeto. De inmediato son rodeadospor los escitas y la caballería deEspitámenes, que abaten a todos con susflechas y jabalinas, sin hacer prisioneroalguno.

Alejandro se enteró del desastre del

Politimeto a principios del mes denoviembre de 329 a.C. y decidiómarchar sin tardanza contraEspitámenes. Aunque en esa época delaño los días fuesen más cortos, latemperatura aún era clemente y podíanhacer largas etapas a caballo sin sufrirel calor ni la sed. Se lleva consigo a lamitad de la caballería de losCompañeros, sus infantes y susarqueros, y en poco más de tres díascubre los casi trescientos kilómetros queseparan Alejandría Extrema deMaracanda. Al alba del cuarto día llegaante la capital de Sogdiana y contempla,con el corazón encogido, los dos mil

cadáveres de macedonios que siembranla llanura o flotan sobre las aguas delrío. Manda enterrar a sus soldados comopuede y, lleno de rabia, parte enpersecución de Espitámenes y de sustropas, que huyen hacia el desierto:asola todo el valle del Politimeto hastaBujara, quemando las aldeas y lascosechas, matando a las poblaciones sindistinciones de edad ni sexo (otrosautores afirman que su locura vengadoracausó más de cien mil víctimas),hombres, mujeres y niños, y rechaza alos escitas al desierto. Luego, a finalesdel mes de noviembre, abandonaSogdiana, vuelve a pasar el Oxo y

regresa a Zariaspa, capital de Bactriana,donde dispone sus cuarteles de invierno.

2. Segundo año de guerra enAfganistán (328 a.C.)

La pacificación sanguinaria deSogdiana —sanguinaria y provisional,como vamos a ver— y la guerra contralos escitas, que empezaban a parecerleun peligro mayor para el Imperioaqueménida del que se había apoderado,habían impedido a Alejandroconcentrarse en lo que podríamos llamar«asuntos de Estado». Se dedicó a esatarea durante los meses del invierno del

329-328 a.C, que impedía cualquiercampaña militar en aquellas regionescubiertas ahora de nieve y hielo.

Alejandro había instalado su corte ysu cuartel general militar en Zariaspa(también llamada Bactra; en elemplazamiento de la moderna Balj, quesepara ese estado del Uzbekistánmediante el Amu-Daria). Lasmodificaciones de su personalidad quehabían aparecido en Zadracarta el añoanterior se afirman entonces. Siseguimos los relatos de sus antiguosbiógrafos, el fogoso conquistador setransformó en monarca aqueménida: enZariaspa reina un fasto oriental que nada

tiene que ver con la etiqueta estricta ymilitar de un campamento macedonio.

El rey, vestido a la oriental lamayoría de las veces, convoca allí a losseñores que, desde la época de Darío,cumplían la función de subgobernadores(con un grado inmediatamente inferior alde sátrapa) y que los griegos llamabanhiparcas. Estos notables se comportancon Alejandro como lo hacían con elGran Rey: cuando se presentan ante él,se arrodillan, tocan el suelo con sufrente y no se levantan hasta que se lesinvita a hacerlo. Este rito deprosternación —la proskynesis— eraentre los griegos un honor reservado a

los dioses y, excepcionalmente, a loshéroes. En Zariaspa, Alejandro secomplace en esta clase de homenaje quele testimonian sus súbditos persas, ydesea extender su uso a sus vasallosmacedonios y a los helenos que, comoes evidente, lo rechazaron (véase másadelante, la actitud de Calístenes, quellevaba su diario de campaña).

Alejandro había pretendidoorganizar aquella potente guerra afganapara apoderarse de Beso; ahora quehabía conseguido sus fines, debíajuzgarlo y condenarlo por el sacrilegioque este último había cometidoasesinando a Darío y poniéndose la tiara

imperial del Gran Rey. Por esa razón,entre otras, había convocado a loshiparcas de Bactriana y Sogdiana, a finde aplacar sin duda su gusto por larebelión. También había ordenadodetener a los cómplices de Beso que afinales del año 330 a.C. todavía estabanen libertad, es decir los generales persasfelones Arsaces y Brazanes. Estos dospersonajes fueron capturados (elprimero en Aria, el segundo en Partía)por los sátrapas de esas provincias, quese llamaban respectivamente Estasanor yFratafernes, y llevados por ellos aZariaspa para ser juzgados.

De acuerdo con las costumbres

persas, Beso, regicida y usurpador,compareció ante la asamblea de loshiparcas, presidida por Alejandro, queleyó personalmente el acta de acusación.Para el juicio se había puesto la túnicablanca de los Grandes Reyes y habíatrocado su casco de penacho blanco porla tiara de los emperadores persas. Loshiparcas declararon de forma unánime aBeso culpable de los crímenes de que sele acusaba y decidieron que seríaejecutado de acuerdo con las costumbresde Persia. Así pues, Alejandro ordenóque le cortasen la nariz y las orejas,como esas costumbres exigían, y que lollevasen a Ecbatana, la capital del

Imperio. Allí, el día de la fiesta nacionaly religiosa persa (sin duda durante elequinoccio de primavera, el 21 demarzo de 328 a.C), fue crucificado en unárbol, en el que murió. Aunque losautores antiguos no nos lo precisan,podemos pensar que sus cómplicessufrieron el mismo destino.

Arriano juzga con mucha severidadal rey de Macedonia por habersecomportado así, y es verosímil que elentorno de Alejandro quedase tansorprendido como él:

“Por lo que a mí se refiere, lejosde aprobar este castigo excesivo

de Beso, juzgo bárbara esamutilación de las extremidades yadmito que Alejandro se dejóllevar a rivalizar con la riquezade los medos y los persas, y con lacostumbre de los reyes bárbaros[es decir, no griegos] de mantenerla desigualdad entre ellos y sussúbditos, para las relaciones detodos los días [es el demócratagriego el que habla, aunqueescriba durante el reinado delemperador Adriano]; y no alaboen absoluto el hecho de que,pretendiendo descender deHeracles, haya adoptado la

indumentaria meda en lugar de laindumentaria macedonia de susantepasados; y en que no hayasentido vergüenza de cambiar porla tiara persa de los vencidos lostocados que él, el vencedor,llevaba desde siempre, no veonada que elogiar; al contrario, lasproezas de Alejandro demuestran,mejor que cualquier otra cosa,según mi criterio, que ni la fuerzafísica, ni el brillo de la raza, ni loséxitos militares continuos eincluso mayores que los deAlejandro […], nada de todo estosirve de nada para la felicidad del

hombre, si el hombre que harealizado grandes hazañas noposee al mismo tiempo el controlde sus pasiones” [no hay queolvidar que Arriano ha sidodiscípulo del filósofo estoicoEpicteto, cuyas Conversaciones ycuyo famoso Manual redactó].Op. cit., IV, 7, 4-5.

Mientras estaba en Zariaspa,probablemente en el mes de enero delaño 328 a.C, Alejandro recibióconsiderables refuerzos procedentes deMacedonia y Asia Menor; 17.000infantes y 2.600 jinetes procedentes de

Licia, Caria, Siria y Tracia. Vinieronpara colmar los vacíos causados en suejército por la guerra, por el final deltiempo de servicio de algunos de sussoldados, que había tenido que enviar aMacedonia, y por la necesidad en que seencontraba de desplegar fuerzas deocupación en las provinciasrecientemente conquistadas, donde lacalma sólo era aparente, como porejemplo en Sogdiana, y por el lado delos escitas. Así pues, estos refuerzosfueron bienvenidos, porque entonces notenía más que 10.000 hombres sanos y laSogdiana aún no estaba totalmentepacificada.

En el transcurso de los primerosmeses del año 328 a.C, también sevieron llegar a la capital de Bactriananumerosas embajadas más o menosinesperadas.

Primero fue la de los escitas quenomadeaban entre el mar Negro y elCaspio (los «escitas europeos», al nortedel Cáucaso —el Cáucaso georgiano—;pasaban por estar emparentados con los«escitas de Asia», que nomadeaban alnorte del Sir-Daria). Traían la misión denegociar una alianza con Alejandro yofrecerle en matrimonio a la hija del reyde ese pueblo: Alejandro rechazó a laprincesa escita, pero consintió en

estudiar las condiciones de una alianzacon su padre.

Cuando los embajadores escitas aúnestaban en Zariaspa, el rey de otropueblo escita, que nomadeaba al este delCaspio, entre ese mar y el mar de Aral,fue en su busca en persona: le proponíaaliarse con él para declarar la guerra alos escitas de Europa. Alejandro lerespondió que no era el momento, ya quetenía otros proyectos en la cabeza, y quemás tarde le llamaría, cuando fuese aexplorar la región montañosa quebordeaba el mar Negro (el Cáucasogeorgiano).

El visitante más inesperado fue el

rey de los corasmios, un pueblo deagricultores, de la misma raza que lospersas, que vivían en el delta del Oxo,en las orillas del mar de Aral (Corasmiase convertirá en la Edad Media en elsultanato independiente de Jarezm, quefue destruido por Tamerlán en 1380).Este rey se llamaba Farásmanes. Habíallegado a Zariaspa con una escolta de1.500 guerreros, con el objetivo derendir homenaje al nuevo amo delImperio aqueménida: temía, en efecto,parecer sospechoso a los ojos deAlejandro, porque un pueblo cuyoterritorio lindaba con el suyo, el de losescitas maságetas, había dado asilo a

Espitámenes. Para demostrar su buena fele propuso aliarse con él paraemprender una expedición contra lospueblos que vivían al norte del marNegro, ofreciéndose para servirle deguía y subvenir a las necesidades de suejército durante el tiempo que durase laexpedición.

Ignoramos la respuesta que dioAlejandro al rey de los corasmios. Noobstante, por la continuación de susaventuras guerreras, tenemos derecho apensar que declinó su oferta, puesto quehabía tomado la decisión de proseguirsus conquistas no hacia el norte, sinohacia el este, al otro lado de las

montañas de Afganistán. La idea queAlejandro se hacía de la geografía de laTierra era la que le había enseñadoAristóteles y, a través de éste, Platón ylos pitagóricos. Como ellos, pensabaque la Tierra era una esfera sobre la quereposaba un inmenso continente —Eurasia, a la que él unía África—rodeado por un vasto océano del que elmar Mediterráneo y el mar Egeo no eranmás que partes, así como las aguas delgolfo Pérsico. Cuando llegó a esa regiónde Asia, al descubrir con sus propiosojos las riberas meridionales del marNegro y el Caspio, creyó que se tratabano de mares cerrados, sino de una

especie de golfos que terminabandesembocando en aquel gran Océano.Había podido convencerse, tanto por susobservaciones personales como por losinformes de los viajeros y los guías alos que interrogaba, de que caminandohacia el norte sólo encontraría unaenorme llanura más o menos desértica yfría, prolongando casi al infinito lallanura escítica, mientras que,caminando hacia el este, no sólopermanecería en la zona que en laactualidad llamamos la zona templada,sino que encontraría cada vez máspaíses ricos que conquistar y pueblosque dominar.

Se había dado cuenta también de queel Imperio iraní, cuyo nuevo emperadorera él, estaba protegido por valles quetenían poco más o menos la mismadirección, del norte hacia el sur, y por lotanto grandes ríos que eran una especiede fronteras naturales, es decir, yendode Occidente hacia Oriente, el Eufrates,el Tigris, el Amu-Daria, el Sir-Daria y,más al este todavía, el Indo, del que lehabían hablado numerosos caravaneros.Por eso respondió sin duda al reyFarásmanes que, antes de hacer campañahacia las provincias situadas más alládel mar Negro —las provincias pónticas—, primero debía asegurar los valles

que rodeaban la llanura iraní y que supróxima conquista no podía ser otra quela de la región por donde fluye el ríoIndo, es decir, India, que para él era elfinal de Asia: «Entonces-quizá concluyóAlejandro, dueño de Asia—, regresaré aGrecia y luego volveré al Helesponto,cruzaré de nuevo el estrecho con miejército y marcharé hacia las regionespónticas [ribereñas del mar Negro] contodas mis fuerzas, terrestres y marítimas.De aquí a entonces, Farásmanes, tenpaciencia: más tarde me concederás tuayuda.» Y según Arriano, después dehaber explicado de este modo al rey delos corasmios que su preocupación

actual era India, Alejandro recomendóeste monarca a Artábazo, a quien habíaconfiado los asuntos de Bactriana, y atodos los sátrapas vecinos; luego sedespidió de él tras haberle cubierto dericos presentes.

En el mes de febrero del año 328a.C. llegó la noticia de que Sogdianavolvía a sublevarse: la mayor parte desus habitantes, indignados por elcarácter sanguinario de la represión quehabía tenido lugar el otoño anterior,habían respondido a la llamada deleterno resistente que era Espitámenes, sehabían refugiado en las ciudades-fortaleza y se negaban a obedecer al

nuevo sátrapa nombrado por el rey enesa provincia. Empieza una nueva guerrade Sogdiana, que va a durar nuevemeses.

Después de reforzar por precauciónla ocupación de Bactriana, donde deja acuatro generales, Alejandro saleprecipitadamente de Zariaspa. Una vezmás se dirige hacia el Oxo, al frente desu ejército. Llega al río tras varios díasde marcha y, antes de emprender susoperaciones, acampa en sus orillas. Porla noche, Ptolomeo (hijo de Lago) ledespierta: su guardia personal acaba deinformarle de que un chorro de aceitenegro ha brotado al lado de su tienda (se

trataba sin duda del actual yacimientopetrolífero de Kaudang, cerca deTermez). El adivino Aristandro,consultado sobre el valor de estepresagio, dio su tradicional respuestaambigua: aquella fuente de aceitepresagiaba pruebas abrumadoras y, traséstas, la victoria.

Alejandro divide su ejército encinco columnas de marcha; cada unadebe recorrer una región de Sogdiana ypacificarla, bien por las armas, bienconsiguiendo un tratado de sumisión;dos de ellas tienen orden de operarcontra los escitas maságetas, entre losque se ha refugiado Espitámenes (como

le había dicho el rey de los corasmios elmes de enero anterior). Él mismo sedirige hacia Maracanda, punto dereunión de los cinco regimientos.Dividida así en zonas por las fuerzas delorden macedonio, la Sogdiana rebeldeno debía resistir mucho tiempo.

Eso era no contar con la obstinacióny la rapidez de reacción de suadversario. Nada más enterarse de lapartida de Alejandro hacia Sogdiana,Espitámenes y algunos nobles que loacompañan reúnen un escuadrón deseiscientos jinetes escitas y cabalgan algalope en sentido inverso, haciaZariaspa. Cuando llegan a una de las

fortalezas que guardan las fronteras deBactriana, hacen prisionero alcomandante de la plaza, que no esperabasu llegada, y matan a la guarnición.Envalentonados por el éxito, repiten lamisma operación, siempre en fortalezasaisladas, y llegan a Zariaspa, la capitalde la provincia. No obstante, renunciana atacar la ciudad, sin duda biendefendida, y vuelven a tomar la ruta deSogdiana llevándose un importantebotín.

Ahora bien, en Zariaspa había unpequeño número de Compañeros que sehabían quedado allí porque estabanheridos o enfermos y que ahora se

encontraban restablecidos. Decidenreaccionar, enrolan a ochenta jinetesmercenarios y algunos pajes del rey yhacen una salida contra los maságetas.Sorprendidos, los escitas sondestrozados o huyen, el botín esrecuperado y los Compañeros vuelvenen desorden a Zariaspa. Por desgraciapara ellos, en ruta caen en unaemboscada tendida por Espitámenes,que seguía a los escitas a distancia: sietecompañeros y sesenta jinetesmercenarios resultan muertos, así comouno de los jefes de la operación, eltañedor de cítara Aristónico, que luchócon un valor que nadie hubiera esperado

en un citarista; el otro jefe, Pitón,encargado de la casa del rey, fuecapturado vivo y llevado prisionero porlos escitas.

Estos hechos le son referidos algeneral Crátera, de guarnición cerca deZariaspa; tras celebrar una reunión, saleen persecución de los escitas maságetas,que huyen hacia sus estepas. Los alcanzaen las lindes del desierto, y entabla unabatalla encarnizada de la que salenvencedores los macedonios, después dehaber matado a 150 jinetes escitas.

Mientras tanto, Alejandro ha sidoinformado del golpe de mano deEspitámenes y decide acabar con este

rebelde, que sigue sembrando Bactrianade sangre y fuego. El fiel generalArtábazo, sátrapa deBactriana,decididamente demasiado viejo paraguerrear, es sustituido a petición propiapor Amintas, hijo de Nicolao, y el reyorganiza la represión. La consigna escapturar a Espitámenes por el medio quesea. Es uno de los jefes de la GuardiaReal, Ceno, quien dirige lasoperaciones. En cuanto a Alejandro,decide trasladar sus cuarteles deinvierno en Sogdiana a Nautaca (en elemplazamiento de la moderna Darbent),a fin de asegurar la protección de laprovincia y de estar en condiciones de

capturar a Espitámenes durante elinvierno, en el transcurso de alguno desus desplazamientos.

Pero el sogdiano tiene la piel dura yel patriotismo en el cuerpo. A pesar dela importancia del dispositivo puesto enmarcha para capturarlo, a pesar de ladureza del invierno, se mueve entre elOxo y la Sogdiana, manteniendo la fenacionalista de sus compatriotas.Termina el invierno y pasan laprimavera y el verano. Mientras tanto,en Nautaca, a la vez que guerrea —delejos— contra Espitámenes, Alejandroprepara con el mayor de los secretos sufutura campaña, cuyo objetivo es la

conquista del valle del Indo. A finalesdel verano de 329 a.C, Espitámenes, queha podido pasar al territorio de losescitas maságetas (del lado del mar deAral) y reclutar entre ellos tres miljinetes, decide dar un gran golpe y librarbatalla a Ceno. Sabe que sus guerrerosmaságetas, que viven como nómadas enla miseria más extrema, no tienen aldeasque proteger ni seres queridos quesalvaguardar, y que pasan sin estados deánimo de una batalla a otra porque paraellos sólo cuenta el botín, inclusoaunque se reduzca a un caballo o unpuñal.

Ya lo tenemos con su horda en

Sogdiana. Ceno y su estado mayor hanido a su encuentro y caminan hacia élcon su ejército. Los soldadosmacedonios conocen ahora la táctica delos escitas, que consiste en rodear acaballo a sus adversarios, lanzandogritos de guerra y acribillándolos conflechas, como los indios en los westernsmás clásicos; ya no les asustan. Labatalla tuvo lugar en alguna parte de lafrontera con Sogdiana, a unos pocoskilómetros al norte del Oxo, a principiosdel otoño de 328 a.C. Duró su buenamedia jornada: Ceno perdió una docenade infantes y veinticinco jinetes; losmaságetas dejaron ochocientos

cadáveres en el campo y huyeron agalope tendido hacia sus desiertos,llevándose a Espitámenes consigo.

En ruta recibieron la noticia de queAlejandro había reaparecido y se dirigíatambién hacia el desierto. Para alejarlede su territorio y de sus ideas devenganza, decapitaron a Espitámenes,metieron la cabeza en un saco y se laenviaron al rey, a Nautaca (octubre de328 a.C).

Así pues, ¿qué hacía Alejandro enNautaca (en el emplazamiento deDarbent, el actual Uzbekistán), en el año328 a.C, en vísperas del invierno?Nuestras fuentes no dicen nada sobre

este punto, ni siquiera Arriano. En elmes de febrero anterior, cuando habíaprocedido a la división militar porzonas de Sogdiana, se había atribuidouna de las cinco zonas de vigilancia dela provincia: parece que la eficacia delos generales que operaban bajo ladirección de Ceno había sido suficientey que él no tuvo que participar en lacampaña de pacificación. Sin dudaestaba absorbido por la preparación desu próxima expedición conquistadora, lade India.

Según Arriano, volvemos aencontrarlo en Nautaca, «en plenoinvierno». Nuestro autor nos dice

brevemente que han vuelto a su ladoCeno (comandante en jefe paraSogdiana), el general Crátero, que siguede guarnición en Zariaspa (véase pág.324), y los sátrapas de las dosprovincias persas más cercanas aAfganistán: Fratafernes, gobernador dePartía, y Estasanor, gobernador de Aria.El rey envía al primero a las riberas delCaspio, entre los mardos y los tapurios,para traer al sátrapa de esa región(Hircania) que no responde a susconvocatorias; al segundo, a Drangianay un tercer personaje, Atrópales, aMedia, donde sustituirá al sátrapa, un talOxidrates (Alejandro pensaba que éste

trataba de perjudicarle). Tambiénprocede al nombramiento de un nuevosátrapa (Estámenes) en Babilonia, cuyogobernador, Maceo, acaba de morir, yenvía a Nautaca los nuevos contingentesque acaban de ser reclutados enMacedonia (no olvidemos queMacedonia está a más de tres milkilómetros a vuelo de pájaro deAfganistán).

Por más secas que sean estasinformaciones que nos ofrece Arriano,nos muestran que Alejandro, que estáalejado de las regiones persas, es decir,del corazón del Imperio de losAqueménidas desde hace dos años

(desde diciembre de 330 a.C), no haperdido de vista su administración, apesar de sus aventuras en Sogdiana, yque son persas los que nombra para losmás altos cargos administrativos.Podemos deducir por tanto que seapresta a nuevas campañas, puesto quenecesita tropas frescas (macedonias y nogriegas) y que Sogdiana está totalmentepacificada.

¿Enteramente? Tal vez no seaseguro. A finales del invierno de 328-327 a.C. o a principios de la primaveradel año 327 a.C, un gran señor feudalsogdiano, Oxiartes, ha tomado de nuevola bandera de la resistencia nacional. Ha

llamado a su lado a un gran número desogdianos, que ha reunido en una plazainexpugnable, la Roca de Sogdiana,encaramada en el monte Hisar (en laregión de Darbent), rodeada deprecipicios. Ha acumulado allí armas yprovisiones, poniendo a salvo a sumujer y a sus hijas, una de las cuales,Roxana, es de una belleza que dicenresplandeciente.

Así pues, Alejandro parte con unpequeño ejército hacia la Roca deSogdiana. Llegado a las alturas, queestán cubiertas de nieve, ofrece a losdefensores de la plaza una capitulaciónhonorable: si se rinden, podrán volver a

sus casas sanos y salvos. El jefe de laguarnición, un tal Ariamazes, rechaza laoferta y, riendo, invita a Alejandro avolver con soldados que tengan alas,porque hombres ordinarios nuncapodrán apoderarse de la Roca.

Vejado y furioso, Alejandro prometedoce talentos de oro al soldado quealcance las primeras cumbres querodean la fortaleza. Se presentantrescientos voluntarios, que tienenexperiencia en escalar montañas. Sereúnen, preparan pequeñas clavijasmetálicas —las que les servían paramontar y fijar sus tiendas— paraclavarlas en la nieve helada o en los

intersticios de las rocas; luego, una vezcaída la noche, parten hacia la Roca deSogdiana con sólidas cuerdas de lino.Al alba inician la ascensión, que serevela más difícil de lo previsto: treintade ellos caen a los precipicioscircundantes, pero los demás llegan a lacumbre sin que los sogdianos los vean.Así lo comunican a los macedonios quese han quedado al pie de la montaña,agitando banderas de lino. De inmediatoAlejandro envía un heraldo hacia lafortaleza, para anunciar a los sitiadosque efectivamente ha encontradohombres con alas y que, si levantan lacabeza, podrán verlos por encima de

ellos, ocupando la cima de la Roca.Estupefactos, y convencidos de que

los soldados alados de Alejandro sonmuy numerosos, los sogdianos se rindenen bloque y los macedonios hacenprisioneros no sólo a los guerreros quedefendían la plaza, sino también a losciviles, las mujeres y los niños y, enparticular, a las hijas de Oxiartes, entreellas la hermosa Roxana. Nada másverla, Alejandro se enamora de ella,tanta era su belleza. En calidad devencedor, tiene derecho a violarla y allevársela a su tienda como cautiva;pero no lo hace y, lo mismo que habíarespetado a la mujer de Darío, respeta a

la hija de Oxiartes y manda pedir a éstela mano de su hija en calidad de esposa.El jefe sogdiano, demasiado contento sinduda al ver que un asunto de guerraterminaba en un asunto de amor,capitula. Alejandro trató a su futurosuegro con los honores debidos a surango y éste se convierte, con sus treshijos, en uno de sus más fieles sostenesen Sogdiana.

Muerto Espitámenes, convertidoOxiartes en el aliado del Conquistadorpor la virtud de los hermosos ojos deRoxana, los demás señores de laprovincia se sometieron, uno tras otro,al general Crátera. Por su parte,

Oxiartes se encargó de convencer a losmás reticentes a la sumisión, mientrassus valientes soldados se alistaban en elejército de Alejandro, que en adelantecontará, al lado de los macedonios, losmercenarios griegos, los tracios y lostesalios, con la flor y nata de losguerreros de Bactriana, de Sogdiana eincluso de Escitia.

Estamos a principios del mes dejunio del año 327 a.C. La guerra afganahabía sido la más larga y dura de lascampañas de Alejandro: había duradoun año. La paz reinaba ahora en elImperio de los Aqueménidas, y elmacedonio, que ya merece el

sobrenombre de «Conquistador», podíapensar por fin en su última conquista,aquella que, según creía él, iba allevarle al fin del mundo habitado: laconquista de India.

3. La locura asesina deAlejandro

No obstante, antes de seguir aAlejandro el Conquistador por la ruta delas Indias, tenemos que retroceder unaño, al mes de junio del 328 a.C, paraevocar y tratar de comprender lo queciertos historiadores denominan la«crisis asiática», que había sido

anunciada por la conjura de Filotas endiciembre de 330 a.C.

Como ya hemos señalado, laorientalización del comportamiento deAlejandro a principios del año 328 a.C.habría creado un malentendido entre elrey y los suyos, ya fuesen griegos omacedonios. Estos últimos le habíanvisto con amargura introducir en la corteun ceremonial exótico cuando menoschocante, si no humillante, admitir alhermano mismo de Darío entre losCompañeros de Macedonia y llegarincluso a firmar con el sello del GranRey los tratados y las actas relativas alos países conquistados. Por otro lado,

durante los consejos de guerra losgenerales sufrían en silencio tener quehablar como cortesanos y no comogenerales; todos habían resultadoemocionados e incluso irritados enparticular por la condena a muerte deParmenión, dos años antes, que muchosconsideraban un asesinato disfrazado, y,para muchos otros, el proceso y lacondena a muerte de Filotas les habíanparecido demasiado expeditivos.

Pero los asuntos de Sogdiana habíanhecho olvidar todo eso. Por primera vezdesde que seis años antes habíaatravesado el Helesponto, Alejandrohabía sido puesto en jaque por un

enemigo que, rechazando las batallascampales en que sobresalía su ejército,había adoptado una estrategia deguerrilla que terminaba ridiculizándolo.¿Qué se había hecho del invenciblemacedonio? En junio de 328 a.C, un añodespués de la caída de Maracanda, lacapital de Sogdiana, el inasequibleEspitámenes, con sus golpes de mano, suimaginación guerrera y la rapidez de susdesplazamientos, seguía hostigando alejército macedonio. Y mientras tanto,Alejandro mimaba a los señoressogdianos, nombraba a algunos de ellospara los más altos cargos del Imperio einstituía en la corte el rito de la

proskynesis. La mentalidad racionalistade los griegos no comprendía nada deesa forma de actuar, que les parecíaindigna de un vencedor.

La crisis empezó en junio del año328 a.C, en Maracanda (Samarcanda), lacapital de Sogdiana.

Todos los años, al acercarse elsolsticio de verano, los macedoniossolían ofrecer sacrificios a Dioniso, eldios de la vid. Ahora bien, ese añoAlejandro se había despreocupado deese dios y había dedicado los sacrificiosa los Dioscuros, Castor y Pólux, losgemelos nacidos de los amores de Zeusy la mortal Leda, con los que sentía

cierta afinidad: ¿no era también él frutode los amores de Zeus con la mortalOlimpia? ¿Y no era como ellos unardiente luchador? Todo el mundoestaba contento. Se produjo sin embargoun ligero incidente. Unos marineroshabían ofrecido frutas a Alejandro, quehabía invitado a su amigo Clito asaborearlas con él (Kleitos, llamadoClito el Negro, era el hermano de sunodriza Lanice: mandaba ahora sucaballería con el grado de hiparca).

Este último abandona el sacrificioque está haciendo y se dirige a casa delrey. Pero tres de los corderos que estána punto de ser inmolados escapan. El

adivino Aristandro hace observar aAlejandro que es un mal presagio, quehay que repararlo inmediatamenteprocediendo a otro sacrificio. El reyobedece, luego se come las frutas conClito, no sin cierta angustia: acaba derecordar un sueño que había tenido lavíspera, en que había visto al hiparca,vestido de negro, sentado entre los doshijos de Parmenión (Nicanor y Filotas)que perdían su sangre.

Después de los sacrificios hubojuegos y concursos y, por la noche,como todas las noches desde hacía algúntiempo, hubo un banquete muy bienrociado de vino en los aposentos de

Alejandro. La juerga se prolongó hastabien entrada la noche: la borrachera erauna tradición macedonia. Fueron ahablarle de los Dioscuros, y algunosasistentes, por halagar al rey, afirmaronperentoriamente que las proezas deCastor y Pólux no eran nada comparadascon las hazañas de Alejandro, que desdeluego bien merecía recibir en vidahonores semejantes a los que seotorgaban a los fabulosos gemelos.

Estas palabras tuvieron por efectoponer nervioso a Clito, que ya estabamolesto con su rey y amigo porque habíaintroducido el ceremonial persa en lacorte de Macedonia. Como era franco,

declaró en voz alta e inteligible que notoleraba que se insultase a los héroes deantaño rebajando sus méritos, y que losaduladores harían mejor callando:Alejandro no había realizado solo lashazañas de que hablaban, los soldadosmacedonios también habían participadoen ellas. Tras esto, los aduladoresempiezan a celebrar las proezas deFilipo II, y Clito, totalmente borracho ysin control alguno, las aprueba, siguerebajando los méritos de Alejandro ycomparándolo con su padre. Por fin,mostrando su mano derecha, exclamacon fanfarronería: «¡Ésta es la mano quete salvó la vida en la batalla del

Gránico, Alejandro! Sigue hablando así,¡pero no vuelvas a invitar a hombreslibres a tu mesa! ¡Quédate con estosbárbaros y estos esclavos que besan laorla de tu túnica blanca y se postran antetu cinturón persa!»

Alejandro, igual de borracho queClito, salta de su lecho para golpearle,pero sus compañeros de borrachera loretienen y esconden las armas paraevitar un drama. Él los insulta, consigueescapar, arranca su lanza —una jabalinao una sansa, no se sabe— a uno de losguardias de corps y traspasa a Clito, quecae al suelo, muerto en el acto.

Esta versión es la de Amano.

Aristóbulo de Casandra da otra algodiferente. Los asistentes habríanarrastrado a Clito afuera para poner final altercado, y Alejandro habría pedidoa sus guardias que tocasen alarma y loalcanzasen; como nadie se movía, habríaexclamado:

—¡Soy como Darío cuando fueraptado por Beso y sus cómplices y yano le quedaba otra cosa que su título derey! ¡Y a mí es Clito el que me traiciona,Clito, que me lo debe todo!

Al oír gritar su nombre, Clito selibera de los brazos que lo retienen,entra en la sala del banquete por otrapuerta y habría gritado, con tono de

desafío:—¡Aquí está Clito, oh Alejandro!Y habría declamado los célebres

versos de Eurípides:

Fueron los soldados los que consu sangre conquistaron lavictoria,más el honor recae sobre su jefetriunfador,en la cumbre de las grandezas,desprecia al pueblo,él, que sin embargo no es nadasin él…

Fue entonces cuando Alejandro,

irritado por este último insulto, habríaarrancado una jabalina de las manos deun guardia y habría traspasado a Clito.

Sea como fuere, este gesto horriblele quitó la borrachera. Invadido por eldolor y la desesperación, retira llorandoel arma del pecho de su amigo, clava elasta en un tabique y se precipita sobre suhoja, para darse muerte sobre el cadáverde Clito. Sus allegados consiguenimpedírselo, lo llevan a su tienda y lotienden en la cama, donde permanecellorando, llamando a Clito y a Lanice, lahermana de su amigo, que había sido sunodriza: «Ella ha visto morir en combatea sus propios hijos por mí, y yo,

Alejandro, acabo de matar a su hijo conmi propia mano», solloza. Y no cesa detratarse de asesino y de llamar a lamuerte. Durante tres días y tres nochespermanece así prosternado, llorandosobre el cadáver de Clito, sin comer, sinbeber, sin dormir.

Luego los adivinos y sacerdotesfueron para dar sentenciosamente suexplicación del drama. Para ellos,Alejandro sólo era culpable de unacosa: de haber ofrecido un sacrificio alos Dioscuros y haber olvidado aDioniso, que se había vengado en eldesdichado Clito. También se vio llegaral inevitable intelectual griego, gran

maestro en sofística, un tal Anaxarco,que expuso una peligrosa teoría, comotodos los que quieren explicar loinexplicable: «¿Sabes por qué losantiguos filósofos sentaron a la justiciaal lado de Zeus? —le dice a Alejandro—. Porque todo lo que es decidido porZeus se cumple con Justicia. Del mismomodo, todas las acciones de un GranRey son necesariamente justas.»

A lo que Arriano replica conclaridad:

“Se pretende que al pronunciarestas palabras Anaxarco aportóun consuelo a Alejandro. Sin

embargo, yo afirmo que le hizomucho mal, un mal todavía mayorque aquel que lo abrumaba, alpresentarle como verdadera ysabia la opinión de que hay queconsiderar como justo todo lo quea un rey se le ocurre hacer, y queno tiene que justificarlo.”Op. cit., IV, 9, 7-9.

Y nuestro biógrafo afirma queapoyándose en esa enseñanza deAnaxarco, que puede resumirsemediante la fórmula de sobra conocida:«Es legal porque yo lo digo», Alejandrotuvo la extravagante idea de imponer la

proskynesis a sus súbditos, medas,persas, macedonios o griegos.

Cuando se hubo secado las lágrimas,y mientras sus generales seguíanhostigando a Espitámenes por todaSogdiana, Alejandro se aísla, bien enNautaca, bien en Maracanda, parapensar en su próxima expedición a India.Tal vez lee a algunos de aquelloslogógrafos jonios que habrían podidorecoger informaciones fragmentariassobre el valle del Indo y las comarcasque se extendían al este de ese río, obien interroga a mercaderes ocaravaneros. También piensa en laadministración de su imperio, en el

hecho de que quizá podría no volver aMacedonia y convertirse en un nuevoemperador persa, que ningún griegomoralizador iría a molestarle conconsideraciones fuera de lugar sobre lademocracia.

La obsesión de la proskynesis lepersigue. Sabe que ni los griegos ni losmacedonios la admitirán fácilmente, yquerría hacer entrar en razón a los«intelectuales» de su entorno,confrontándolos con sus homólogospersas o medos. Con este fin, organizauna conferencia sobre el tema, en la queparticipan Anaxarco, el sofista adulador,Calistenes y el sobrino mismo de

Aristóteles, Calístenes de Olinto, subiógrafo oficial, así como medos ypersas ilustres, y Compañeros. Elresultado, tal como la cuenta Arriano,fue el siguiente:

“Anaxarco inicia la discusión:«Es mucho más legítimo decir deAlejandro que es un dios paraMacedonia que afirmarlo deDioniso o de Heracles. No sólodebido al número y la calidad delas proezas realizadas por el rey,sino porque ni Dioniso, oriundode Tebas, ni Heracles, oriundo deArgos, tienen relación alguna con

Macedonia. Es por tanto máslógico para un macedonio otorgara su propio rey los honoresdebidos a los dioses. Además,cuando Alejandro desaparezca,está fuera de duda que sussúbditos lo convertirán en undios: ¿por qué no honrarlo comotal en vida?”(Op. cit, IV, 10 ? 12).

Los medos y los persas presentes entorno a la mesa aplauden estas palabras,lo mismo que la cohorte de aduladoresque rodea a Alejandro. Pero la mayoríade los macedonios no aprueban esta

forma de ver, y guardan silencio. Tomaentonces la palabra Calístenes: «Loshombres han instituido numerosasdistinciones entre los honores queconvienen a los mortales y los queconvienen a los dioses. Para éstosconstruimos templos, elevamos estatuas,reservamos territorios sagrados,ofrecemos sacrificios y libaciones,escribimos himnos y poemas, y anteellos nos prosternamos. Para loshumanos, elevamos una estela o unaestatua, escribimos elogios, pero nadamás y, cuando estamos ante ellos, lossaludamos o les damos un beso. Puededecirse incluso que los héroes son

objeto además de otros honores. No esrazonable alterar todo esto, porqueotorgar a los hombres los mismoshonores que a los dioses supone rebajara estos últimos, lo cual es sacrilegio. —Y añade un argumento político—: AAlejandro le indignaría, y con razón, queun simple particular se haga nombrar reyy honrar como tal por simple elección;¡cuánto más legítima sería la indignaciónde los dioses viendo a hombresatribuirse honores divinos! Sería uncomportamiento bueno para bárbaros, ynosotros no somos bárbaros. Y tú,Alejandro, recuerda que has emprendidoesta expedición en territorio bárbaro

para trasladar a él los valores de nuestracivilización, no para renegar de ellos. Ysi hemos de pensar como bárbaros,porque estamos en territorio bárbaro,entonces yo, Calístenes, te pregunto,Alejandro, cuando vuelvas a Grecia,¿crees que podrás hacer que seprosternen ante ti los helenos y losmacedonios? —Y concluyó con unacomparación histórica—: Nos cuentanque Ciro, hijo de Cambises, fue elprimer hombre ante el que se postraron yque luego esa humillación se mantuvoentre los medos y los persas. Pero ¿deborecordar que ese Ciro fue castigado porlos escitas, un pueblo pobre e

independiente, y que lo mismo ocurriócon Darío, que Jerjes, su sucesor, fuederrotado por los atenienses y loslacedemonios, y que ese pobre Darío IIIfue aplastado por Alejandro, ante quiennunca se ha prosternado nadie?»

Este discurso causó gran impresión yAlejandro se dio cuenta de que era loque pensaban los macedonios. Así pues,hizo saber que, en adelante, no volveríaa hablarse de prosternación. Luego hizoun brindis bebiendo (vino, por supuesto)en una copa de oro, que hizo circular,empezando por los que estaban deacuerdo con él. Los partidarios de laprosternación se levantan uno tras otro y

todos beben, se prosternan y reciben unbeso de Alejandro. Cuando le tocó elturno a Calístenes, éste se levanta, bebeen la copa, no se prosterna y se dirigehacia Alejandro para besarle. El rey,que hablaba con uno de susCompañeros, no había visto que el ritohabía sido respetado y se preparabapara dar un beso a Calístenes, cuando unjoven Compañero le hizo observar queCalístenes no se había prosternado. Elrey se niega a besarle, y Calístenes dice,con una sonrisa: «Soy libre por perderun beso.»

Perdió más que un beso: perdería lavida; poco tiempo después, Alejandro lo

acusó de ser el instigador de lo que sellama la conjura de los pajes,mandándolo colgar después de haberlotorturado.

En Macedonia, desde tiempos deFilipo II, los hijos de los nobles y losaltos personajes eran adscritos alservicio del rey cuando alcanzaban laedad de la adolescencia; los llamaban«niños reales» o «pajes». Su servicioconsistía, sobre todo, en velar el sueñodel rey, en ayudarlo a montar en sucaballo cuando iba de caza o a la guerray en seguirle en las cacerías. Duranteuna batida de jabalí, uno de ellos,llamado Hermolao, cometió el error de

matar un jabalí delante del rey, a quienestaba destinado. Para castigarle,Alejandro le privó de caballo y mandóque lo azotasen con vergas. Por lanoche, en el dormitorio de los pajes, sehabla mucho: Hermolao cuenta a cuatrode sus cam-radas cómo ha sidohumillado por el rey, afirma que deseavengarse y les pide su ayuda.

Entre los cinco adolescentes seesboza una conspiración: la noche enque uno de ellos (Antípatro) esté deguardia, los otros cuatro penetrarán en lacámara real y degollarán al rey mientrasduerme. Pero cuando esa noche llega,Alejandro no vuelve a su cuarto: escapa

pues a la trampa y, al día siguiente, unode los pajes no puede contener lalengua, cuenta el proyecto a otro de suscamaradas, que se lo dice a otro, éste aun tercero y así sucesivamente;finalmente, uno de los lugartenientes deAlejandro, Ptolomeo hijo de Lago, seentera, y le cuenta todo al rey, queordena detener a los pajes. Los jóvenesson torturados, dan los nombres de suscómplices y son condenados a muertepor lapidación.

Según Arriano, ciertos autores (queno cita) pretenden que el jovenHermolao habría declarado haberobrado en interés de todos, porque era

imposible que un hombre enamorado dela libertad soportase la desmesura deAlejandro, y habría enumerado todo loque podía reprochársele (la muerteinjusta de Filotas, el asesinato deParmenión, el asesinato de Clito duranteuna crisis etílica, la adopción de latúnica de los reyes de Persia, laproskynesis, las borracheras demasiadofrecuentes).

Resultaba además que Alejandroconocía las relaciones existentes entreHermolao y Calístenes. Hizo detener aeste último, pero como Calístenes eragriego no podía ser juzgado por untribunal militar macedonio; así pues, se

le mantuvo encarcelado, y se ignora loque fue de él (¿ahorcado después dehaber sido torturado?, ¿muerto enprisión?, ¿muerto de enfermedad?). Mástarde, los peripatéticos lo convirtieronen un mártir de la libertad inmolado porun tirano, opinión que fue rescatada porSéneca y, en los tiempos modernos, porMontesquieu:

Cuando Alejandro destruyó elimperio de los persas, quiso que secreyese que era hijo de Júpiter. Losmacedonios estaban indignados al ver aese príncipe avergonzarse de habertenido por padre a Filipo: sudescontento aumentó cuando le vieron

adoptar las costumbres, la vestimenta ylos modales de los persas; y todos ellosse reprochaban haber hecho tanto por unhombre que empezaba a despreciarlos.Pero en el ejército se murmuraba, y nose hablaba.

Un filósofo llamado Calístenes habíaseguido al rey en su expedición. Un díaque lo saludó a la manera de losgriegos: «¿Por qué —le dijo Alejandro— no me adoras?» «Señor —le dijoCalístenes—, sois jefe de dos naciones;una [Persia], esclava antes de que vos lasometieseis, no lo está menos desde quevos la habéis vencido; la otra [Grecia],libre antes de que os sirviese para

conseguir tantas victorias, lo es tambiéndesde que las habéis conseguido. Yo soygriego, señor; y vos habéis elevado tanalto ese título que ya no nos estápermitido envilecerlo sin perjudicaros.»

“Los vicios de Alejandro eranextremos lo mismo que susvirtudes; era terrible en su cólera,que lo hacía cruel. Mandó cortarlos pies, la nariz y las orejas aCalístenes, ordenó que lo metiesenen una jaula de hierro, y de estaguisa lo hizo llevar detrás de suejército.”MONTESQUIEU, Lysimaque,

publicado en Le Mercure deFrance de diciembre de 1754.

Alejandro inmoló a Calístenes a sudelirio, pero tuvo el reflejo político deno volver a exigir la proskynesis ni amacedonios ni a griegos.

XIV - El sueño indio

(8° año de guerra en Asia:327 a.C.)

La India de Alejandro es, de hecho, el modernoPakistán. —¿Por qué partió Alejandro a laconquista de India? —Preparación de laexpedición (primeros meses del año 327). —Salida de Bactra (primavera de 327). —Estancia en Alejandría del Cáucaso (verano de327). —El gran ejército penetra en India por elpaso de Khayhar (principios de otoño de 327).—Alejandro pacifica las montañas delGanáhara: los aspasios, los gureos, losasácenos (otoño de 327). —Toma de la Rocade Aornos (otoño de 327). —Toma de Dirta

(finales de otoño de 327). —Invernada en lasriberas del Indo (invierno de 327-326).

Lo que los antiguos griegos llamaban«India» no era el enorme subcontinenteindio, cuya existencia ni siquierasospechaban. Se trataba tan sólo de lacuenca del Indo, aprisionada entre lasaltas montañas del Hindu-Kush y elBeluchistán por el oeste, y el desierto deTar (250.000 km2 de superficie) por eleste; dicho en otros términos, el actualPakistán. Desconocían la partepeninsular de la India, tanto el valle delGanges como el Decán: marchandohacia el Indo, Alejandro pensaba queiba a alcanzar el fin del mundo, el mar

Oriental, y, más allá, el océano en queese mar desemboca.

Esta «India» era vagamenteconocida por los relatos de tres autoresque Alejandro debió de leer cuandopensaba en extender su Imperio persahasta el país de los indios: el viajerojonio Hecateo de Mileto (siglo vi a.C),que lo visitó durante su periplo porPersia y del que dejó una descripción ensu Periégesis («Viaje alrededor delmundo»); el historiador y geógrafoHerodoto (484-425 a.C), que en susHistorias no habla de esa India sino deoídas; el médico Ctesias de Cnido (405-398/397 a.C), que estuvo adscrito a Ciro

el Joven y luego a Artajerjes II, autor deescritos sobre Persia (los Persika) ysobre India (los Indika). Las regiones enque se desarrollaron sus operacionesfueron las llanuras al oeste del Indo (laactual North West Frontier Province, oNWFP), el Beluchistán, el Punjab y elSind.

1. La India de AlejandroLa India —es decir, de hecho la

cuenca del Indo— en que penetróAlejandro a principios del otoño delaño 327 a.C, y donde dio vueltas ybatalló hasta finales del verano del año

siguiente, nos ha sido descrita porArriano, su biógrafo, en un apéndice asu Anábasis titulada La India. No hayque olvidar que Arriano escribe cincosiglos después de la muerte deAlejandro, y que no visitó ese país.Escribe a partir de los autores antiguos,que nos cita: el viajero griegoMegástenes, que entre los años 302 y297 a.C. fue encargado por elemperador persa Seleuco (fundador dela dinastía de los seléucidas, que reinóen Persia desde 301 a 64 a.C.) de variasmisiones ante el rey indio Chandragupta;Eratóstenes (275-194 a.C), fundador dela geografía matemática; y Nearco, el

almirante de Alejandro, a quien ésteencargó llevar su flota desde el golfoPérsico a Grecia y que relató su periplopor el océano índico.

Esta «India» empieza, de hecho, enel Indo; las montañas y las llanuras delBeluchistán (que forman parte del actualPakistán y de la región que se extiendeentre Kabul y el Indo, bordeada por elrío de Kabul, de 700 kilómetros de largoy que desemboca en el Indo) tampocoforman parte de ella. Arriano esriguroso: «Así pues llamaré "India" —nos dice— al territorio al este del Indo,e "indios" a los que lo habitan.» Ellímite septentrional de esta pequeña

«India» que empieza en el Indo son lasaltas montañas que los griegos llamabanel «Cáucaso» (que no tiene nada que vercon nuestro moderno Cáucaso; lodistinguiremos llamándolo «Cáucasoindio»); termina a unos 2.000 kilómetrosmás al este por el mar Oriental (elocéano índico de nuestros atlasmodernos) y 2.500 kilómetros más al surpor el mismo mar, en el que el Indodesemboca mediante un delta,comparable según Arriano al Niloegipcio, y que los autóctonos llamanPátala.

Los antiguos griegos no sabían nadamás sobre esta India del Indo, e

ignoraban todo lo demás de la península.Cinco siglos después de Alejandro,Arriano posee algunos datos más:conoce la existencia del Ganges, y deuna «multitud» de ríos, cincuenta de loscuales son navegables y todos muylargos, según él, aunque se equivocacuando afirma que el Indo y el Gangesson más largos que el Nilo. Arrianotambién conoce la existencia delrégimen de los monzones: India, escribe,recibe durante el verano «masas delluvia»; sabe que la población de Indiaes muy densa, que implica un grandísimonúmero de tribus, que las ciudades soninnumerables, que sus habitantes están

divididos en castas y hablan lenguasdiversas. Nos informa de que entre elloshay ciudadanos comerciantes,agricultores pacíficos y montañesessalvajes, pero que los indios nuncaguerrearon contra ningún pueblo, y queningún pueblo guerreó contra ellos antesde los persas y de Alejandro. Porúltimo, Arriano da crédito a la leyendaque atribuye a Dioniso la introducciónde la civilización y la religión en India ymenciona la presencia de estadosrivales, gobernados por reyes.

Alejandro estaba lejos de sabertanto. Sólo tenía ideas muy vagas sobrela geografía y el clima del país, sabía

que en él se practicaba el culto aDioniso, y había oído hablar a viajerossogdianos de un rey llamado Poro queposeía un vasto y fértil reino cerca delrío Hidaspes, afluente de la orillaizquierda del Indo. Todo esto noconstituía motivo suficiente para partir ala conquista de un país desconocido.

Así pues, ¿por qué Alejandro, quehabía alcanzado sus objetivos trasvolverse amo absoluto del Imperio delos Aqueménidas, que se habíaapoderado de todos sus territorios y sustesoros, que se había convertido en unnuevo Gran Rey respetado por todos,que había llegado a crear una dinastía,

puesto que su mujer, la persa Barsine —con la que se había casado después deIsos—, acababa de darle un hijo,Heracles (nacido a principios del año327 a.C), tuvo necesidad de montar unaexpedición hacia India que amenazabacon provocar cierto enfado entre sustropas e incluso entre sus allegados?Ocho años antes, los macedonios habíansalido de su tierra para castigar a DaríoIII, y Darío había sido castigado;Alejandro los había convencido paracastigar luego a Beso, que habíaasesinado a Darío, y Beso había sidocastigado; también había prometidovengar a los atenienses, cuyos templos

habían incendiado en el pasado lospersas, además de haber ofendido a susdioses, y los atenienses habían sidovengados mediante el incendio dePersépolis; no podía volver a Grecia sinasegurarse de que Persia le obedeceríaen adelante desde lejos, y habíaexterminado o ganado para su causa atodos los señores persas susceptibles delevantar, tras su partida, el estandarte dela revancha: había amordazado todas lasoposiciones en Bactriana y Sogdiana.

En resumen, no tenía nada ni a nadieque temer. Los persas que se alistabanen su ejército le eran fieles. NiMacedonia ni Grecia tenían ya nada que

temer del ex Imperio persa: habíallegado el momento de hacer las maletasy recuperar las riberas palpitantes delMediterráneo, las discusiones en elagora, los Juegos de Olimpia, losperfumes de Grecia, los favoritos deAtenas, las prostitutas de la acrópolis,los doctos filósofos que enseñaban bajolos pórticos, las justas oratorias, losplaceres del teatro, en resumenrecuperar de nuevo la civilización. ¿Porqué este joven a quien ya nadie podíadirigir la palabra sin prosternarse, queentraba en terribles crisis de cóleracuando no se compartía su opinión, queno dudaba en matar a sus amigos más

queridos, que se había proclamado dios,que ya no tenía sentido de la realidad nide los sentimientos, quería partir haciaaquella India desconocida?

Todas las razones que han propuestolos historiadores pasados o presentespara explicar esa bulimia de conquistasresultan poco satisfactorias.

El gusto por lo maravilloso y por laaventura, dicen a veces, asociado acierta curiosidad geográfica, teñida demisticismo: ¿no es el descendiente deHércules y no debe demostrarlorealizando hechos que ningún mortalhizo jamás?

Pero este gusto de un hombre solo,

que había alcanzado los objetivosracionales y realistas que se habíafijado, ¿merecía correr los riesgos de ungran ejército agotado en marcha hacia unpaís desconocido, con desprecio de lasresponsabilidades elementales queincumben a un jefe de Estado?Alejandro había destruido un edificiopolítico y militar equilibrado que sellamaba Imperio persa; lo habíasustituido por un edificio idéntico, o almenos semejante, que se llamabaImperio macedonio. Sin embargo,mientras que el primero se apoyaba enfundamentos seculares, el del macedonioera totalmente nuevo. El Imperio

macedonio no tenía leyes, ni tradiciones,ni siquiera religión nacional en unaépoca en que la religión era un cimientofundamental: puesto que era joven ytodopoderoso, puesto que estabarodeado de consejeros avisados, defilósofos, de tantos intelectuales helenosexpertos en el arte de construir sistemaspolíticos, ¿a qué esperaba Alejandropara edificar algo duradero, en lugar departir una vez más hacia una cabalgadasanguinaria en países desconocidos,rumbo a pueblos que no amenazaban suImperio, si es que puede llamarse así aun universo humano tan polimorfo ypotencialmente inestable y frágil como

el Imperio persa, cuyos fragmentosacababa de recoger?

La explicación más verosímil esquizá la más prosaica. A saber, queAlejandro pasó brutalmente, a raíz deuna crisis original, de uncomportamiento «normal», en relacióncon la realidad a un comportamiento«patológico» en relación con suspulsiones. Ya hemos evocado esteproblema y hemos explicado lasconductas contradictorias de Alejandrocomo resultado de una pérdida decontrol efímero del sentido de larealidad en provecho del polo pulsionalde su personalidad —el ello, como lo

llama Freud—, lo cual nos permitecalificar estas conductas de psicoides(es decir, que se parecen a conductaspsicóticas, a «crisis», sin implicar porello una psicosis permanente). Ahorabien, desde hace dos años Alejandroconsigue controlar cada vez menos larealidad que le rodea y plegarla a lasexigencias del polo pulsional de surealidad, por lo que las conductas deesta clase se multiplican: las torturasinfligidas a Beso antes de su ejecución,las matanzas de los sogdianos rebeldes ylos escitas, el asesinato de Clito, laconjura de los pajes, la obsesión de laproskynesis, todo esto no tiene nada que

ver con un comportamiento positivorelacionado con una realidad hostil. Enotros términos, con la ayuda del etilismoAlejandro va hundiéndose lentamente,pero con seguridad, en una psicosis deagresión o destrucción. Se convierte enlo que en el pasado se llamaba un«loco» y en nuestros días un psicótico.Frente a lo real, unas veces lo destruye yotras delira.

Así pues, nada puede impedirle yaembarcarse en esa loca aventura india,puesto que no tiene en cuenta lasrealidades: ni el hecho de que, bajo esaslatitudes, partir en campaña en laestación cálida es un error de bulto, ni

los riesgos de motín de un ejército parael que esa expedición carecía de interés—no había nada que saquear— ni razónde ser. Y, a pesar de los problemas quepuede causarle Sogdiana si se aleja deella, a pesar del descontento de sussoldados, va a pasar los primeros mesesdel año 327 a.C. formando un nuevogran ejército, muy distinto, comoveremos, del ejército con el que habíasalido de Anfípolis siete años antes.

La satrapía más cercana a India, o almenos aquella por la que pasaba la rutaque va de Bactriana al Indo, era la deParapamísada, que deriva su nombre delconjunto montañoso que la cubre, unido

al macizo del Hindu-Kush (se trata de laactual provincia del Kabulistán, enAfganistán). Alejandro había fundadoahí dos años antes, en la primavera de329 a.C, la ciudad-guarnición deAlejandría del Cáucaso (del Cáucasoindio, por supuesto), que debía servir debase de partida a su campaña de India.

Cuando se encontraba en Bactra,situada a unos 250 kilómetros deAlejandría del Cáucaso, el rey ya habíatenido ocasión de entablar relacionescon los señores asentados en el valle delIndo. De ahí que tuviese en su entorno unpríncipe indio llamado Sisicoto, quehabía huido con Beso a Bactriana y

después se había unido al macedonio, aquien desde entonces servía con todalealtad. Alejandro también había entradoen contacto con Taxiles, rey de Taxila(cuando se convertían en reyes, lossoberanos indios tomaban el nombre desu país), un reino indio situado en laribera izquierda del Indo, entre éste yuno de sus afluentes, el Hidaspes (elJhelum moderno). Este monarca le habíaenviado emisarios a los que habíainterrogado sobre el Punjab, un paísllano y fértil situado entre el Himalaya,el Indo y el desierto de Tar. Este nombresignificaba «el país de los cinco ríos»,según le habían dicho los embajadores,

y a ellos debía su fertilidad el Punjab,que era tan grande como la satrapía deEgipto. Taxiles estaba en guerra convarios vecinos suyos, en particular conel rey Poro, que gobernaba el país dePaura, y había propuesto a Alejandromontar una expedición conjunta contraese soberano.

En función de las informaciones quehabía recogido, Alejandro habíaformado un ejército mucho másnumeroso que aquel con el que habíadesembarcado en Asia Menor en el año334 a.C, no sólo porque le habían dichoque los indios eran muy numerosos, sinotambién porque muchos de sus soldados

habían regresado a Macedonia o Grecia,o estaban inmovilizados en lasguarniciones de Bactriana y Sogdiana,donde amenazaban con provocarmotines en cuanto les diese la espalda.

Cuando a finales de la primavera de327 a.C. salió de Bactra, iba al frente deun enorme ejército cosmopolita de unos120.000 infantes y 15.000 jinetes (segúnPlutarco), en el que había, además demacedonios, griegos y tracios, soldadosprocedentes de todas las partes delImperio: jinetes de Bactriana ySogdiana, marineros de Fenicia, deEgipto y Chipre, que el rey necesitará

para descender por el Indo. Europeos yasiáticos, olvidando sus ferocesenfrentamientos, ya no son enemigos:van a combatir a las órdenes de unmismo jefe, a quien muchos ven como unnuevo Gran Rey, para recuperar de losindios las provincias perdidas por losúltimos Aqueménidas.

En efecto, en el pasado, India(entiéndase: la cuenca del Indo) habíapertenecido a Persia. El gran rey Ciro elGrande (558-528 a.C.) habíaconquistado la provincia de Gandhara,es decir, el valle del río Kabul hasta elIndo, y la parte occidental del Punjab,así como la región de Quetta. Luego

Darío I (521-486 a.C.) habíaconquistado el Sind (el valle inferior delIndo, entre Hiderabad y Karachi), y suflota había llegado a descender por elIndo hasta su delta. Pero sus sucesoreshabían sido incapaces de mantenerse enlos territorios indios, las poblacionesdel Sind y el Punjab se habían liberadodel dominio persa, y ahora eran losmontañeses del Himalaya los queamenazaban permanentemente lassatrapías del noreste del Imperio. Asípues, era a una guerra de reconquista alo que Alejandro invitaba a los pueblospersas, y la alianza con Taxiles, cuyoreino se adentraba en el Punjab, volvía

posible la empresa: «¡Marcharemossobre los pasos de Darío I!», habíapodido decir Alejandro a los señores deBactriana y de Sogdiana.

La estructura del ejército tambiénfue modificada. La Guardia Real esdistinta de la caballería de losCompañeros y se halla bajo las órdenesdirectas de Alejandro; los Compañerosestán repartidos en cuatro unidades demil jinetes (cuatro hiparquías) en lugarde dos, bajo las órdenes de cuatrohiparcas: Hefestión, Perdicas, Crátero yDemetrio; aparecen además divisionesde lanzadores de jabalina y arqueros acaballo (Alejandro había descubierto la

eficacia de los arqueros escitas). Estasinnovaciones tienen por objetivomultiplicar los elementos móviles; porlo demás, las unidades de infantería ycaballería ligera siguen sin cambios,salvo en su número.

Con un ejército semejante,Alejandro está seguro de conquistar «suIndia» y de marchar hacia el este hastaalcanzar el gran mar Oriental, en cuyasriberas termina por el este el mundohabitado.

2. La campaña de 327 a.C:de Bactra a Dirta

A finales de la primavera o aprincipios de verano de 327 a.C,Alejandro sale de Bactra, la capital deBactriana, donde han sido reunidas susfuerzas, y el gran ejército avanza por laruta que lleva a la barrera montañosadel Hindu-Kush y, al otro lado de lamisma, a Alejandría del Cáucaso. Paracubrirse las espaldas, deja a Amintas,hijo de Nicolao, en Bactriana, con10.000 infantes y 3.500 jinetes.

Alejandro marcha a buen paso.Cruza Aornos, Drapsaco y franquea porsegunda vez el Hindu-Kush, que en abrilde 329 a.C. ya había franqueado ensentido contrario, por otro paso, más

directo que a la ida. Diez días despuésde su salida, está en Alejandría delCáucaso, capital de la satrapía deParapámiso. Allí Alejandro cumple suoficio de rey: releva del mando algobernador de la ciudad, cuyaadministración se considera defectuosa,y reemplaza también al sátrapa enfunciones (ambos eran iraníes, lossustituye por otros iraníes).

Hasta finales del verano, mientrassus tropas vivaquean tranquilamente,merodea por la región, ofrece unsacrificio solemne a Atenea y se informasobre el mejor itinerario a seguir parapenetrar en India. A su lado está, para

aconsejarle, el príncipe Sisicoto, y es enAlejandría del Cáucaso donde conoce aotro indio, Taxiles, que le habla de suconflicto con el príncipe Poro, lepropone su alianza y le prometeveinticinco elefantes.

Alejandro traza su plan de campañacon sus informadores, sus aliados y susgenerales. La ruta directa que lleva alIndo sigue las riberas del río Cofén(actualmente el río Kabul, que cruza laciudad de ese nombre), pero pasa porGandhara, una región erizada demontañas pobladas por tribusparticularmente belicosas. Así pues,divide su ejército en dos columnas: una,

mandada por Hefestión y Perdicas,partirá en dirección al Indo, siguiendo elCofén, penetrará en India por el paso deKhyber (o Khaybar; es un desfiladeroestrecho y célebre, que une Afganistáncon Pakistán y por el que actualmentepasa la vía férrea Kabul-Rawalpindi-Lahore, donde en 1842 un ejércitobritánico fue sorprendido en una trampay masacrado por los afganos) ypacificará la ruta del Gandhara; él, conla otra columna, tomará el camino de lasmontañas circundantes, para someter asus poblaciones y así poner el ejércitode sus dos lugartenientes al abrigo delos ataques de flanco o de las

emboscadas.Todo esto no se hizo sin combates,

como es lógico, y los más duros fueronlibrados por Alejandro en las montañasdel Gandhara. Hefestión y Perdicas, encambio, llegaron sin obstáculos a lasorillas del Indo y, mientras esperaban lallegada de su jefe, empezaron a construirun puente para pasar el río.

El jefe se hace esperar. La travesíade los cantones montañosos se ha vueltopeligrosa no sólo por la presencia depoblaciones hostiles, sino también porla topografía del lugar. En efecto, entreel Hindu-Kush y el Indo, el Cofénrecibe, por su orilla izquierda, una serie

de afluentes que delimitan territorios enlos que viven unas tribusparticularmente turbulentas, que conocenla montaña a la perfección y sonexpertas en golpes de mano sangrientos.Alejandro va a tener que batirse contrapoblaciones indias cuyos nombres nosdicen las fuentes: los aspasios, losgureos, los asácenos. Los combates sonlargos y sangrientos porque estosadversarios son valientes yexperimentados, pero no tienen tamañosuficiente para batirse con el ejércitomacedonio.

Alejandro asola primero el país delos aspasios que huyen delante de él,

quemando sus aldeas y sus cosechasantes de desaparecer en las montañas yabandonando sus rebaños: así seapoderará de 250.000 animales decuerna, los más bellos de los cualesserán enviados más tarde a Macedonia.Luego el macedonio llega al país de losgureos y los asácenos. Allí los indiosson mucho más numerosos que en lasdemás partes de la montaña: Arriano(op. cit., IV, 24) pretende que su ejércitocontaba 30.000 infantes, 2.000 jinetes y30 elefantes, y que se habían encerradoen una fortaleza (un lugar llamadoMasaga), ante la que Alejandro hubo delevantar el asedio: la plaza cayó al cabo

de tres días y casi todos sus defensoresfueron muertos, incluido su rey.

Los gureos y otros indios huyen portodas partes. Tomando senderos decabras, se refugian en una altura que losautores antiguos llaman «Roca deAornos» (Avarana en la lengua del país,que significa «inaccesible a lospájaros»), donde terminanconcentrándose todos los indios de laregión opuestos a los macedonios. ParaAlejandro es un regalo: una vezconquistada la Roca, habrá reducidotodas las fuerzas de la resistencia local,y su ejército, que avanza al pie de lasmontañas, por la ruta principal, no

encontrará ya obstáculos hasta el Indo.La famosa Roca es, de hecho, un

promontorio de 24 kilómetros deperímetro y una altura de 1.600 metros.Se alza en el centro de un meandro delIndo y lleva el nombre de PirSar en losmapas modernos de Pakistán. Estácubierto de bosque, y cuenta connumerosos manantiales: una tropa devarios miles de hombres puede resistirperfectamente varios días,alimentándose de frutas silvestres y decaza. Además, parece inexpugnable: susparedes son abruptas en todas partes, ysólo es posible acceder a la cima poruna escalera a pico, tallada incluso en la

roca. Una leyenda pretendía que nadiehabía logrado tomarla nunca, ni siquieraHeracles, el hijo de Zeus; Arriano, quenos cuenta con todo detalle la forma enque Alejandro consiguió conquistar laRoca, nos hace partícipes de suescepticismo a este respecto (op. cit.,IV, 28, 2):

De hecho, ni siquiera puedo afirmarcon certeza que Heracles (sea el deTebas, el de Tiro o el de Egipto) hayaalcanzado realmente India. Creo inclusoque nunca estuvo allí. Pero cuando loshombres chocan con obstáculos, tiendena aumentar su dificultad inventando unahistoria según la cual esos obstáculos

han sido insuperables, incluso paraHeracles. Y personalmente creo que,respecto de esa Roca, el rumor públicohabla de Heracles por vanagloria.

Era lo que faltaba para estimular aAlejandro, a quien dominó el deseo derealizar lo que su antepasado Heraclesno había conseguido: apoderarse de laRoca. Su plan era asaltar la posición y,si no podía tomarla así, agotar a susocupantes con un largo asedio. Instalósus bases en una pequeña poblacióncercana a la Roca, llamada Embobina,en la que dejó al general Crátero conuna parte del ejército y ordenó llevartodo el trigo posible para alimentar a los

asaltantes. Él partió con elementosmóviles (200 jinetes, 100 arqueros acaballo, un batallón de infantería ligera)e instaló un campamento personal en lascercanías del promontorio.

Entonces recibió la visita deindígenas de la región, que acudieron asometérsele y le ofrecieron mostrarle ellugar por donde resultaba más fáciltomar la Roca. Envió con ellos alcompañero Ptolomeo, hijo de Lago, conarqueros, el batallón de infantería ligeray una unidad de élite de infanteríapesada; la orden era controlar elemplazamiento del que hablaban losindígenas y hacérselo saber, mediante

señales, cuando la posición hubiera sidotomada. Dicho y hecho: Ptolomeo seapodera de los lugares sin ser visto porlos indios situados en la parte superiorde la Roca, los rodea de una empalizaday una trinchera y luego, una vezacabadas estas fortificaciones, sube a unpunto elevado desde el que Alejandropodía verlo, y blande una antorchaencendida a guisa de señal.

Tras recibir la señal, el rey decideatacar al día siguiente. Al alba, lanza suejército al asalto de la Roca, pero noconsigue escalar sus paredes demasiadoempinadas. En cuanto a los indios, sevuelven contra Ptolomeo; pero éste,

gracias a sus arqueros y sus lanzadoresde jabalinas, resiste. Llegada la noche,los bárbaros se repliegan.

Alejandro, por su parte, ha tomadouna decisión: al día siguiente, al alba,atacará la Roca. Envía entonces nuevasinstrucciones a Ptolomeo; éste, una veziniciado el ataque, deberá lanzarse alasalto por su lado, de suerte que losindios se vean cogidos entre dosejércitos asaltantes. Este plan fracasó elprimer día y los macedonios fueronrechazados por los dos lados. Elcombate continúa al día siguiente:Alejandro manda repartir picos y palasa sus soldados, que tardan tres o cuatro

días en elevar una especie de plataformade tierra y piedras que permite disminuirla distancia que separa a sus arqueros ysus catapultas de la cima de la Roca,aumentando por consiguiente la eficaciade los tiros.

En la tarde del quinto día losmacedonios se apoderan de una colinaque está casi a la misma altura de laRoca. Aterrados, los indios compruebanque sus enemigos están cerca y que aldía siguiente se verán obligados aenfrentarse a ellos. Tratan entonces deganar tiempo y envían a Alejandro unheraldo para hacerle saber que estándispuestos a evacuar la Roca e incluso a

dejársela a cambio de un tratado; dehecho, tenían la intención de demorar lasnegociaciones y aprovecharla nochepara dispersarse y volver a sus aldeasrespectivas. Alejandro finge aceptar ysuprime los puestos de guardia quehabía colocado al pie de la Roca, y losindios inician una retirada discreta.Entonces el rey toma consigo setecientosmiembros de su Guardia Real, unbatallón de infantes y sube a la parte dela Roca abandonada por los indios; trasél suben los hombres de su ejército yocupan toda la Roca. Luego, a una señaldada, se precipitan sobre los bárbarosque estaban evacuando el lugar y los

matan sin piedad; otros, dominados porel pánico, se arrojan a los precipiciosque rodean la Roca.

Alejandro ha vencido. Se haapoderado de la Roca que el mismoHeracles no había podido tomar. Instalauna guarnición en la plataforma, confíasu mando al príncipe Sisicoto y, despuésde comprobar que el tercer puebloindio, el de los asácenos, hadesaparecido de la región sin decir nipío, prosigue su marcha en dirección alIndo.

En el camino Alejandro se entera deque los asácenos no han desaparecido,sino que se han refugiado en la fortaleza

de Dirta, en alta montaña. Su príncipe hamuerto durante el sitio de Masaga, perosu hermano ha reunido un ejército de dosmil hombres, con quince elefantes.Debido a la altura (la región esparticularmente árida y desértica), elasaceno cuenta con que a Alejandro nole parecerá indispensable subir hastaDirta, cuya existencia tal vez ni siquieraconoce. Así pues, espera reconquistar supaís, e incluso quizá agrandarlo, una vezque el macedonio se haya marchadohacia el valle del Indo.

El príncipe se equivocaba.Alejandro sabía comprar lasconciencias —había aprendido a

hacerlo en Persia— y mantenía una nubede espías indígenas que le informabande todo lo que ocurría en la región. Demodo que, una vez terminado el asuntode Aornos, el rey tomó varios miles deinfantes y se apresuró a marchar sobreDirta: no era el príncipe asaceno lo quele interesa, ¡eran sus elefantes! La nuevade su llegada desanimó al indio, que sedio a la fuga con sus infantes y suselefantes: la fama sanguinaria deAlejandro asustaba a todo el mundo. Elrey envió en vanguardia un pequeñodestacamento para encontrar el rastrodel príncipe y de sus paquidermos; a losexploradores no les costó mucho

descubrir que huían hacia el este, yempezó la persecución a través de lasespesas selvas vírgenes de la comarca.

Finalmente los soldados macedoniosdetuvieron a algunos indios aislados.Éstos le dijeron que el asaceno ya habíafranqueado el Indo con su tropa —hombres, mujeres y niños—, pero quelos elefantes habían sido abandonadosen los claros que bordeaban el río. Lapersecución se reanuda, y losmacedonios ven ir a su encuentro unpelotón de soldados indios: no soncombatientes asacenos, son rebeldesque, sublevados por la incapacidad desu príncipe, se han apoderado de él, lo

han matado y le han cortado la cabezaque aportan, como presente, aAlejandro. Éste decide entonces que lapersecución ha concluido —¡para quéperseguir a un ejército sin jefe!—, peroque hay que encontrar a los elefantes.

Se organiza una batida en las orillasdel Indo. Encuentran a los elefantes que,asustados por el estruendo de loscazadores, huyen hacia las montañas;dos de ellos se precipitan en unbarranco, pero los trece restantes soncapturados vivos. Luego Alejandroalcanza por fin el Indo. El río estábordeado por varias hileras de árbolesfáciles de abatir, que proporcionan

madera para armazones; sus soldados lautilizan para construir barcas y balsas,que transportarán a él y a su ejércitohasta el puente que Perdicas y Hefestiónhan hecho construir y donde le esperan,para cruzar el Indo.

El otoño ha terminado. Ha llegado elmomento de que el Conquistador montesus cuarteles de invierno: lo pasará aorillas del río, con todo su ejército.

XV - El final delcamino

(9º año de guerra en Asia:326 a.C.)

Paso del Indo: el rey indio Taxiles (marzo de326). —Batalla del Hidaspes contra el reyindio Poro (julio de 326). —Paso delAcesines; guerra contra los malios y toma deSangala (julio-agosto de 326). —Llegada alHifasis (¿31 de agosto de 326?). —Motín delejército de Alejandro. —Alejandro da la ordende regreso (principios de septiembre de 326).—Alejandro de nuevo en el Hidaspes;preparación del regreso a Occidente y

construcción de una flota finales deseptiembre-finales de octubre de 326). —Partida de la flota de Alejandro del Hidaspeshacia el Indo (principios de noviembre). —Campaña contra los malios y los oxídracos,fundación de Alejandría de la Confluencia;herida de Alejandro (noviembre-diciembre de326). —Llegada a Pátala, en el estrecho(finales de diciembre de 326).

En la vida de Alejandro el año 326a.C. fue memorable: el 21 de juliocelebró su trigésimo aniversario; unosdías antes de este acontecimientopersonal, a orillas del río Hidaspes (elactual Jhelum), libró contra el rey Porola más hermosa y sangrienta de susbatallas; unos días más tarde, lloró a su

fiel Bucéfalo, herido de muerte en esecombate; por último, setenta díasdespués del inicio del monzón deverano, señalan nuestras fuentes, esdecir, a finales del mes de agosto, en lasorillas del río Hifasis (el actual Bías),que se dispone a franquear, susgenerales y sus soldados se amotinan yle declaran solemnemente que no daránun paso más hacia el este. Alejandrohabía alcanzado el final de su camino.

1. Del Indo al HidaspesMientras invernaba con su gran

ejército, ahora reconstituido, en las

orillas del Indo, Alejandro sintió eldeseo de ir a una ciudad que losantiguos autores llaman Nisa, situada enlas montañas donde había tenido quecombatir a los aspasios y los asácenos.Contaba una leyenda que esa ciudadhabía sido fundada por Dioniso despuésde que éste hubiese sometido a losindios, motivo por el cual había sidollamada Nisa. La leyenda habíaimpresionado a Alejandro, porqueveneraba a Dioniso, del que su madrehabía sido en otro tiempo sacerdotisa, y,de la misma forma que había rendidohomenaje a Zeus en Gordio (AsiaMenor) y a Zeus-Amón en Egipto

(Siwah), pretendía que Dionisobendijese su expedición india.

Así pues, a finales del invierno(¿marzo de 326? a.C), Alejandro sedirige a Nisa y, ante su llegada, losnisenses le envían a su jefe, Acufis, alfrente de treinta notables. Sonintroducidos en la tienda del rey y loencuentran sentado, con la armaduratodavía cubierta del polvo del camino,el casco en la cabeza y la lanza en lamano. Dominados por un «horrorsagrado», nos dice Arriano, se postran asus pies y guardan silencio. Alejandroles hace levantarse y los invita a hablarcon valor: Acufis toma la palabra: «La

gente de Nisa te pide simplemente quelos dejes libres e independientes porrespeto a Dioniso. Fue él quien fundónuestra ciudad, lo mismo que tú hasfundado Alejandría del Cáucaso ymuchas otras Alejandrías. Haciéndoloasí, realizas más hazañas que Dioniso.»

Y para demostrar a Alejandro quedecía la verdad respecto a Dioniso, lolleva a la montaña, junto con susCompañeros, y les muestra que allícrece la hiedra, una planta que no seencuentra en ninguna otra parte de India.El rey otorga a los nisenses la libertad yla independencia, y se lleva trescientosjinetes en calidad de rehenes, mientras

sus guerreros trenzan coronas de hiedraque se ponen en la cabeza gritando,como en las fiestas dionisíacas, «Evohé!Evohé!».

Luego Alejandro desciende otra vezhacia el Indo. El puente que habíaencargado está preparado (Hefestiónhabía dirigido los trabajos); Arrianosupone que no se trataba de un puentecontinuo, porque los macedonios nohabrían tenido tiempo de construirlopermanente sino que estaba hecho debalsas unidas por cuerdas o viguetas,como los puentes por los que en otrotiempo habían pasado Darío y Jerjes,para franquear el Helesponto y el

Bósforo, en la época de las guerrasMédicas.

El paso del río ocurrió a principiosde la primavera de 326 a.C. Cuandopuso el pie en la orilla oriental del Indo,Alejandro vio acercarse una embajadade Taxiles, el rey que ya le habíaenviado emisarios el año anterior,cuando todavía estaba en Bactra.Aquellos embajadores le llevaban lasllaves de su capital, Taxila, y leentregaron suntuosos presentes: 30elefantes equipados para la guerra,3.000 bueyes destinados a lossacrificios, 10.000 corderos y unaescolta de 700 jinetes equipados con sus

armas.Alejandro permaneció un mes a

orillas del Indo, descansando yrecibiendo embajadas de los reyezuelosde las comarcas cercanas, porque elrumor de su llegada se había difundidocomo un reguero de pólvora. Así recibióa Abisares, rey de Abisara, el país delos indios de las montañas (contra cuyasestratagemas le había prevenidoTaxiles: este Abisares estaba aliado ensecreto con el rey Poro, enemigo deTaxiles), y numerosos jefes de aldeas.Después de haber celebrado sacrificiosy organizado juegos atléticos Alejandrose puso en marcha, a principios del mes

de junio, por la ruta de Taxila, unaciudad rica, de abundante población queen el pasado ya había sido ocupada porlos Aqueménidas; la mayoría de lossúbditos de Taxiles eran brahmanistas,pero en la ciudad había un barrio iranídonde se practicaba el zoroastrismo, ydonde todavía utilizaban la monedapersa (los daricos) y los caracterescuneiformes que seguían usándose en laantigua Persia.

Cuando Alejandro llegó a lascercanías de Taxila, el príncipe Taxilessalió a su encuentro con elefantescubiertos de telas de seda conincrustaciones de piedras preciosas, lo

acompañó a su palacio y le colmó depresentes. Alejandro le prometiórespetar las costumbres de su reino, queconvirtió oficialmente en una satrapíadel Imperio persa, y cuyo mandoadjudicó al macedonio Filipo, hermanode Hárpalo, su tesorero general. Fue enTaxila donde Alejandro conoció porprimera vez aquellos ermitañossolitarios, que vivían desnudos,apartados de los hombres, meditando yrezando, y que los griegos llamarongimnosofistas (los «castos desnudos»).

Las demostraciones de amistad queTaxiles prodigaba a Alejandro no teníannada de espontáneo ni gratuito. Su

conducta estaba dictada por el conflictoque lo enfrentaba a un rey mucho máspoderoso que él, Poro, cuyo reino —elPaura, que contaba con más de cienciudades— estaba separado del suyopor el río Hidaspes (el Jhelum actual).

Este Poro había concluido alianzascon otros príncipes de la vecindad, enparticular, como ya hemos dicho, conAbisares, y las relaciones entre Paura yTaxila eran más que tensas: entre losdos soberanos existía un estado deguerra larvada. De modo que cuando elrey de Macedonia dejó Taxila, prosiguiósu marcha hacia el este y desembocó enla llanura regada por el Hidaspes,

durante la primera quincena de junio de326 a.C, el primer espectáculo que seofreció a sus ojos fue, al otro lado delrío (en la orilla izquierda), el ejército dePoro en orden de batalla, con la masacompacta de sus elefantes, que esperaba,amenazante, al ejército macedonio, decuyo jefe se decía que era amigo yaliado de Taxiles.

En esa época del año las aguas delHidaspes, crecidas por las lluvias delmonzón, estaban agitadas y el río nopodía ser vadeado ni cruzado a nado.Tras comprobar este estado de cosas,Alejandro mandó dar la vuelta hasta elIndo a uno de sus generales, Ceno, para

que desmontase el puente de barcas quehabían construido para atravesarlo ytraerlo a orillas del Hidaspes en piezassueltas. También aumentó el número desus soldados con cinco mil indiosmandados por Taxiles, y asentó sucampamento en la orilla derecha delHidaspes.

Poro había situado puestos deguardia en los lugares en que el río eraestrecho y poco profundo, y por tantofácil de franquear. Al verlo, Alejandrose dedicó a desplazar sus tropas por lasorillas del Hidaspes paradesconcertarle, tanto de día como denoche, fingiendo preparar un ataque; al

mismo tiempo, parte él solo dereconocimiento y descubre río arriba desu campamento y del Poro, a la altura dela actual ciudad de Jalalpur, en mediodel Hidaspes, cuyo cauce se estrecha enese lugar, una isla desierta. Frente a laisla, en ambas orillas la vegetación esexuberante y se parece a la de la selvavirgen.

Alejandro regresa entonces a sucampamento, envía carpinteros de riberacon orden de construir almadías en esepunto donde el enemigo no puede verlosy, empleando una táctica que ya habíaexperimentado en las montañas persas,durante su guerra contra Darío, ordena

encender fogatas de campamento, hacesonar las trompetas y maniobrar a sushombres, para hacer creer a Poro queprepara un ataque. Luego, mientras sustropas entretienen así al adversario,Alejandro remonta sigilosamente laribera del río con unos 5.000 jinetes y10.000 infantes, ocultos a ojos de loscentinelas enemigos por los árboles ylas altas hierbas. La suerte está ademásde su lado: estalla una violenta tormenta,como las que suelen producirse enperíodo de monzón, el cielo seensombrece y los truenos cubren elruido de su tropa en marcha.

Cuando el pequeño ejército llega a

la altura de la isla, las almadías estándispuestas; Alejandro espera a que caigala noche para meter las almadías en elagua y, al alba, sus jinetes y sus infantesestán en la isla. Pero todavía quedahacerlos pasar desde la isla a la orillaizquierda de Hidaspes antes de que losexploradores de Poro descubran lamaniobra y corran a avisar: si el ejércitoindio llega a orillas del río antes de quesus hombres hayan desembarcado, todoestá perdido. Por lo tanto, hay que actuarcon rapidez.

Sigue lloviendo, y cada vez con másviolencia, pero los dioses parecen estarde parte de Alejandro: entre la isla en

que se encuentra con sus soldados y laorilla hay otra islita. No se trata deechar otra vez las armadías al agua,porque llevaría mucho tiempo y se correel riesgo de que Poro llegue de unmomento a otro. Entonces, con sufogosidad habitual, Alejandro se arrojaal agua y todos, jinetes y e infantes, lesiguen; los hombres nadan, a loscaballos les llega el agua hasta el pechoy no tardan en franquear el Hidaspes.Una vez ganada la orilla, el ejército sedispone y despliega en orden de batalla,preparado para enfrentarse a las fuerzasde Poro, a las que Alejandro oye llegara lo lejos: después del Gránico, Isos y

Gaugamela, el Conquistador va a libraren las orillas de este río su última granbatalla (julio de 326 a.C).

Sabemos que Alejandro ganó esabatalla, que los indios perdieron en ella20.000 infantes y 3.000 jinetes (segúnArriano, Diodoro habla de 12.000muertos y 9.000 prisioneros), que laspérdidas macedonias se limitaron a 310muertos (según Arriano; Diodoroenumera 980, es decir, 280 jinetes y 700infantes) y que dos hijos y un hermanode Poro resultaron muertos en combate,pero no sabemos cómo se desarrollóexactamente.

Hubo primero un combate de

vanguardia. Poro envió por delante a suhijo, con sesenta carros y jinetes;Alejandro lanzó contra ellos arqueros acaballo y la caballería, cuyo mandohabía tomado él en persona. Ignoramoscómo se desarrolló ese encuentro; esposible que los indios hayan huido trasla muerte del hijo de Poro y queBucéfalo haya resultado muerto en eseprimer asalto. Luego es el propio Poroel que interviene, encaramado en un altoelefante, con 30.000 infantes, 40.000jinetes, 300 carros y 200 elefantes; elenfrentamiento tuvo lugar en un terrenollano y Poro se habría visto atrapadoentre dos fuegos, entre los jinetes y los

arqueros de Alejandro que tenía delante,y la caballería de Ceno, que habríacaído sobre su retaguardia. Los indiosse repliegan detrás de los elefantes que,guiados por sus cornacas, cargan contralos macedonios.

La batalla cambia entonces de cara.Los doscientos elefantes, algunos deellos heridos, aplastan sin distinción amacedonios e indios; la carnicería esimpresionante y sólo cesa con la llegadade las tropas frescas que Alejandrohabía dejado en la orilla derecha delHidaspes. Consiguen capturar a loselefantes y poner en fuga a los indios,mas Poro se bate con valor, dirigiendo

su elefante como habría dirigido uncaballo. Aunque alrededor de él sóloquedan unos pocos indios, el valientePoro no huye, como había hecho Daríoen dos ocasiones: sigue luchando hastaque, herido en el hombro derecho, hacedar media vuelta a su monstruosamontura.

Alejandro, admirando su valentía yheroísmo, decide salvarle. Le envía a sualiado, el rey Taxiles, que invita a Poroa detener su elefante; el otro, que leconsidera un traidor a la causa india,trata de herirle con su jabalina y Taxilesdebe retroceder. Alejandro envíaentonces un mensajero tras otro al

terrible combatiente; finalmente seráotro indio, llamado Méroes, viejo amigodel vencido, quien le decida a echar piea tierra. Poro detiene su elefante y sederrumba sobre el suelo; está sediento:le dan agua fresca, sacia su sed y exigeser llevado ante Alejandro.

—¿Cómo quieres ser tratado? —lepregunta éste, que admira su noble porte.

—Como rey, Alejandro.Al macedonio le agrada la respuesta

de Poro, y le responde:—Por lo que a mí concierne, lo

serás, Poro; pero ¿cuáles son tusdeseos?

—Todos mis deseos se limitan a esa

única palabra.Alejandro devolvió a Poro sus

estados, le garantizó su soberanía y leprometió incluso extenderla a otrosterritorios. Para conmemorar su victoria,Alejandro confió a Crátero la misión defundar dos ciudades en elemplazamiento donde se había libradola batalla, que llamó Nikaia (Nicea, «laque da la victoria») y Bucefalia (enmemoria de su caballo Bucéfalo, quehabía resultado muerto durante elcombate). También dejó tras élpontoneros y arquitectos de marina, alos que encargó construirle una flota.Más tarde, después de haber rendido a

los soldados muertos los honoresdebidos, Alejandro ofreció a los dioses—y en particular a Helios, dios del sollevante— los sacrificios tradicionalespara darles las gracias por la victoria.Sobre el campo de batalla, limpio ya delas huellas del enfrentamiento, secelebraron juegos atléticos y seacuñaron monedas donde la imagenrepresentaba a Alejandro persiguiendo aPoro en su elefante. Por último el reyobligó a Poro y a Taxiles areconciliarse.

Finalmente, hacia el 15 de agosto, elrey dio a su gran ejército la orden departida, y dejando a su espalda un país

asolado pero sometido (términopreferible a «pacificado»: antes de lallegada de Alejandro los indios vivíanindependientes y en paz), montado en sunuevo caballo, el Conquistador partehacia Oriente.

2. Del Hidaspes al HifasisAdemás del Hidaspes había otros

tres ríos, de cursos más o menosparalelos, que cortaban la ruta queAlejandro pensaba tomar para dirigirsehacia el este, con la esperanza deencontrar al cabo de esa ruta el fin delas tierras habitadas. Eran, por este

orden, el Acesines (en nuestros días, elChenah), en el que desembocaba elHidaspes, el Hidraotes (en nuestrosdías, el Ravi), que tambiéndesembocaba en el Acesines, y elHifasis (en nuestros días, el Bías).

Alejandro había oído decir que alotro lado del Hidaspes, a unos veintedías de marcha, fluía, ancho ymajestuoso, el río sagrado de India,cuyas aguas, según se decía, podíanpurificar a los que en ellas se bañabande todos los pecados, incluso los máshorribles. Los indios tenían la costumbrede arrojar a sus aguas las cenizas de lasinnumerables piras funerarias que lo

bordeaban, porque creían que morir ensus orillas aportaba a los difuntos laentrada inmediata en el Reino de laFelicidad, el equivalente de los Elíseoshelénicos. Este río, que Alejandrosoñaba alcanzar, era una divinidad: eraGanges —«el Ganga» en la lengua delos indios—, dicho de otro modo elGanges, que según decía era hija delHimalaya. Su fuente, en una gruta heladade esa montaña, estaba consideradacomo la cabellera trenzada de Siva, elGran Dios de los 1.008 nombres.

El Conquistador avanza primerohacia el Acesines, atravesando elterritorio de los glaucanios, un pueblo

del que había capturado treinta y sietevillas que regaló a Poro, como le habíaprometido. Luego pasa por las cercaníasdel país del Abisara, un territoriosituado entre las colinas y las montañasrío arriba; el rey de la región, Abisares,le envía en embajada a su hermano parapresentarle su sumisión junto con untesoro y cuarenta elefantes de regalo:Alejandro acepta los presentes, pero lehace saber con altanería que debe venira presentarse él en persona, en el plazomás breve, so pena de ver sus territoriosdevastados por su ejército.

El ejército macedonio cruza elAcesines, una parte en barcas y otra en

barcas hechas de pieles de animalescosidas entre sí y rellenas de paja. Lacorriente del río es violenta, sobre tododurante el monzón, que, en esa época delaño (el mes de agosto), derrama sobreIndia lluvias torrenciales; Alejandrodecide pasarlo por su mayor anchura,por donde la corriente es menos fuerte.Sin embargo, fueron muchas las barcasque se estrellaron contra las rocas ycuyos pasajeros perecieron.

Una vez cruzado el Acesines,Alejandro deja en sus orillas al generalCeno con su unidad, para asegurar latravesía de los carros de retaguardia,que transportan el trigo y demás géneros

necesarios para su ejército, y se dirigehacia el tercer río, el Hidraotes, decurso menos impetuoso. Por todos lossitios por donde pasa apostaguarniciones que tienen por misiónproteger a los forrajeadores y recibir larendición de las tribus indias. Tres deellas resisten: los acteos, los oxídracosy los malios, que han tomado posicionesen torno a la fortaleza llamada Sangala(cuyo emplazamiento está cerca de lamoderna Amritsar).

Según Diodoro de Sicilia (op. cit,XVII, 98,1 y ss.), antes de la llegada deAlejandro estas tribus eran enemigas; seunieron por iniciativa de los malios para

enfrentarse a los macedonios y sereconciliaron casando a sus hijas y a sushijos, dando o recibiendo cada tribu10.000 doncellas. Una vezreconciliados, los indios, que habíanconseguido reunir más de 80.000infantes, 10.000 jinetes y 700 carros,aguardan a Alejandro a pie firme. Handesplegado sus fuerzas delante deSangala, en una colina que rodean conuna triple muralla de carros, tras los queinstalan su campamento. Así protegidos,los malios y sus aliados se creen asalvo; pero Alejandro los desaloja de sucampamento lanzando contra ellos susarqueros a caballo y luego su caballería,

y les obliga a refugiarse en Sangala, quetermina tomando al asalto después dehaber matado —según Arriano— a17.000 indios y hecho 70.000prisioneros, pero dejando sobre elterreno un centenar de muertos y doceveces más de heridos. Sangala recibióun castigo por haber resistido al hijo deZeus-Amón: fue saqueada y arrasadahasta sus cimientos.

A medida que el Conquistadoravanza, la guerra se vuelve más dura ysangrienta. Tras haber castigado aSangala, Alejandro envía a susecretario, Eumenes, hacia dos ciudadesque se habían aliado a los malios para

enfrentarse a la conquista macedonia,con la misión de anunciarles queSangala había caído y que no lesocurriría nada si se sometían sin tratarde oponer resistencia. Asustados, losdefensores de las dos ciudades y sushabitantes huyen a las montañas, dejandoúnicamente en las ciudades a losenfermos. Eumenes llega demasiadotarde para alcanzar a los fugitivos;Alejandro se le une poco después ytambién se da cuenta de que ahora estánfuera de su alcance. Ordena entoncesmatar a los habitantes que han quedadoen ambas ciudades, incluidos losenfermos, arrasa las dos y adjudica sus

territorios a unas tribus indias que antesse le habían sometido.

Y mientras su aliado el rey indioPoro se queda en el país parafortificarlo, construyendo fortalezas yasentando guarniciones, Alejandro da unnuevo salto hacia adelante y alcanza elHifasis, al que llega a finales del mes deagosto de 326 a.C.

Así pues, lo tenemos en la orilladerecha del Hifasis, que anhelafranquear: lo que le habían contadosobre las regiones del otro lado del ríolo intriga y atrae. Un rey local al quenuestras fuentes llaman Fregeos lehabría dicho que el territorio al otro

lado del Hifasis era rico y estabahabitado por un pueblo de guerrerosagricultores que gobernaba sin violenciano un rey, sino una aristocracia guerrera,y donde los elefantes eran máspoderosos y numerosos que en cualquierotra parte de India (sin duda se tratabadel Punjab oriental, en la actualidad unode los veinticinco estados de laRepública de India, dado que la parteoccidental del Punjab pertenece alPakistán). Todo esto avivaba enAlejandro el deseo de seguir adelantecon su expedición que, hasta esemomento, sólo había tenido felicesresultados.

Felices, desde luego, si seconsideran los éxitos militares, elreconocimiento de la autoridad delmacedonio por los reyes vencidos y lospreciosos regalos con que le habíaninundado, pero cuyos beneficios sólo élrecogía, los soldados no habían tenidoninguna gran ciudad para saquearla, ypor lo tanto había sido pequeño el botín;los generales no se habían vistoadjudicar ciudades o regiones paragobernarlas, y los estados conquistadosy sometidos, como Taxila o el reino dePoro, no habían sido unidos a Persia encalidad de nuevas satrapías yconservaban su estatuto. Por último, esa

expedición india sólo colmaba desatisfacción a una sola persona:Alejandro. Había salido para conquistara fin de saber y no de poseer, y ahora lellamaban «el sabio». Sí, sabía que esposible domesticar elefantes; que enIndia (en realidad en el Punjab) habíapiedras preciosas como no las había nisiquiera en Irán; que periódicamentecaían lluvias diluvianas generadoras defabulosas selvas vírgenes, con árbolesde cuarenta metros de altura; que en esasselvas había cantidad de monos dedistintos tamaños como no se conocíanen Occidente, así como una multitud deserpientes abigarradas cuyo mordisco

procuraba una muerte rápida, y otras,enormes, que podían ahogar un tigre (laspitones); que los reyes utilizaban perrostan poderosos y feroces como tigres (setrata de los dogos del Tíbet) paraguardar sus tesoros; que cuando unhombre moría su esposa era incinerada,viva, con él; y muchas otras cosas más.Indudablemente lamentaba no tener a sulado a su antiguo maestro, Aristóteles,que sabía todo de todo y le habríaexplicado los misterios de India (elfilósofo seguía viviendo y enseñaba enAtenas; no debía morir hasta el año 322a.C, después de Alejandro): pero ¿quéhabría pensado el Maestro del Liceo de

la sangre derramada, macedonia o india,de las mujeres violadas después de losasedios, de los hombres librestransformados en esclavos y de losdelirios del Conquistador?

Sí, había sido feliz aquellaexpedición para este joven rey queacababa de cumplir treinta años y que,después de haberse tomado por hijo deZeus-Amón, por Aquiles, por Apolo ypor el toro Apis, escuchaba con placer alos aduladores repetirle que habíarealizado más trabajos que Heracles,fundado más ciudades que Dioniso,creado un imperio más vasto que el delgran Darío, y que quería añadir a ese

palmares sobrehumano un viaje en barcopor el Ganga (donde, ¿quién sabe?,habría podido compararse con Siva) y eldescubrimiento del fin del mundo,lamido por las olas de gran marOriental.

Pero el gran ejército que habíapermitido a Alejandro regalarse eseextraordinario sueño indio ya nocomprendía aquella marcha ni aquellabúsqueda que nunca se detenían. Lossoldados estaban agotados por ochoaños de campañas, a las que ya noencontraban ninguna justificación porqueBeso estaba muerto. Muchos generalesde Alejandro habían llegado a la

conclusión de que su amo había perdidola razón desde que se disfrazaba deGran Rey, exigía que se prosternasendelante de él como ante un dios ypretendía igualar a Heracles y alcanzarel fin del mundo.

Desde hacía dos meses no paraba dellover. Los cascos de los caballosestaban desgastados. Las piernas de lossoldados, que caminaban en el barrobajo constantes chaparrones, ya no lossostenían. Sus cuerpos estaban cubiertosde cicatrices y la disentería roía susentrañas. El ejército de Alejandro no eramás que una horda.

Por eso, en la última semana de

agosto de 326 a.C, bajo los últimoschaparrones del monzón, se empieza amurmurar en las filas, tanto durante lasmarchas como por la noche en elcampamento, cuando llega el momentodel vivac. Los macedonios están hartosde fatigas y peligros. Los másmoderados se limitan a lamentarse, losmás decididos proclaman en voz altaque no darán un paso más y circulanconsignas incitando a la desobediencia:sobre el gran ejército sopla un viento demotín. Los oficiales comprenden y amenudo comparten los sentimientos desus hombres. Los generales se venpuestos contra la pared, pero ni uno solo

se atreve a decir lo que piensa alConquistador solitario.

Alejandro se ha dado cuenta de queentre él y su ejército los lazos se hanroto. Convoca a los jefes de unidades ytrata de reanimar su ardor apagadomediante un discurso que se quiereelocuente pero que no es otra cosa queun soliloquio.

DISCURSO DE ALEJANDRO A SUSGENERALES Y OFICIALES(según Arriano, op. cit., V, 24 y ss.)

“Macedonios y aliados de losmacedonios, me doy cuenta de que no

me seguís con el mismo entusiasmo queen el pasado. Por eso os he reunido: devosotros depende la decisión deseguirme hasta donde yo quieroguiaros, si consigo convenceros; de mídar la orden de regreso a Persia yluego a Pela, si sois vosotros los quellegáis a persuadirme.Antes de maldecir vuestras fatigas, noolvidéis que gracias a ellas Jonia estáen vuestras manos, lo mismo que elHelesponto, las dos Frigias,Capadocia, Paflagonia, Lidia, Caria,Licia, Panfilia, Fenicia, Egipto y Libia,Siria, Mesopotamia. Gracias a vuestrosesfuerzos y a esas fatigas que ahora

rechazáis, Babilonia ha caído envuestras manos, y Susiana, Persia yMedia. Gracias a vuestras fatigas lospueblos sobre los que los persashabían extendido su autoridad están deahora en adelante a vuestras órdenes, ytambién los que había al otro lado delas Puertas Caspias, al otro lado delCáucaso [se trata del Cáucaso indio],al otro lado del río Jaxartes, yBactriana e Hircania.Entonces, os lo ruego: dado quegracias a estas fatigas hemosrechazado a los escitas a los desiertos,dado que gracias a ellas los territoriospor los que corren el Indo, el Hidaspes,

el Acesines y el Hidraotes están ahoraen nuestro poder, ¿por qué vaciláis enextender el Imperio macedonio a lospueblos que viven más allá del Hifasis?¿Tenéis miedo a no poder seguirvenciendo cuando veis a unossometerse por su propia voluntad, aotros huir y dejarnos sus territorios sincombatir, a otros escapar pero dejarsealcanzar como se atrapan corderos?Me parece que, para hombres valientescomo vosotros, no debe haber máslímite a las fatigas que otras fatigasque conduzcan a las accionesgloriosas. ¿Queréis saber cuál será eltérmino de mi expedición? Será el

siguiente: nos queda por recorrer ladistancia que nos separa del Ganges yel mar Oriental y estoy dispuesto ademostrar a los macedonios y a susaliados que todos los mares, como elmar Hircanio [el mar Caspio] o elgolfo Pérsico, comunican con el marOriental, porque todos ellosdesembocan en el Gran Océano querodea la tierra entera. Si os detenéisaquí y volvéis a Grecia o Macedonia,pervivirán muchos pueblos belicososentre el Hifasis y el mar Oriental, entreel Hifasis y el mar Caspio, eimpulsarán a la revuelta a los pueblospacíficos que aún no nos han rendido

sumisión; y entonces será necesariovolver a hacerlo todo otra vez, y esasfatigas, de las que hoy os quejáis,habrán sido fatigas inútiles.Por eso os digo, ¡aguantad! La gloriaes para los que aceptan las fatigas ylos peligros, y es muy dulce vivir comoguerrero valeroso y dejar al morir unagloria inmortal. ¿Creéis que miantepasado Heracles se habríaconvertido en dios si nunca hubiesedejado Argos, su patria? ¡Y cuántaspruebas sufrió Dioniso, cuya divinidades superior a la de Heracles! ¿Quéhabríamos hecho de grande y gloriosotodos juntos si nos hubiésemos

quedado tranquilamente en nuestraMacedonia natal, contentándonos connuestro pequeño jardín?Os diré por último que si yo, vuestrojefe, os hubiera guiado hasta aquíahorrándome fatigas y peligros,encontraría normal que no tuvieseismoral para proseguir nuestrasconquistas. Pero en realidad vosotros yyo hemos compartido las mismasfatigas y los mismos peligros, a partesiguales, y compartimos incluso lasrecompensas: todas las tierras quehemos conquistado son vuestras,vosotros sois sus sátrapas, y losbotines se han repartido de manera

equitativa. Y quedaréis mucho más quesaciados cuando hayamos conquistadotodo el Asia, ¡seréis inundados!Entonces enviaré a nuestra patria a losque quieran regresar, y yo me quedaréaquí con los que quieran quedarse.Veréis que su destino será la envidia detodos los que se hayan marchado.”

A esta arenga le sigue un silencio deplomo. Nadie se atreve a contradecir alrey, pero tampoco nadie consiente enaprobarle. En vano Alejandro invita aquienes no piensan como él a darle suopinión: nadie dice una palabra. Porúltimo, tras un tiempo bastante largo,

Ceno, el mayor en edad de los generalesde Alejandro, encuentra valor parahablar.

DISCURSO DE CENO(según Arriano, ibid., V, 27)

“Puesto que no quieres, oh rey,gobernar a tu capricho y de formaautoritaria, puesto que afirmas que noquieres obligar a nadie a seguiradelante sin antes haberle convencidoy que te rendirás a los argumentos dequienes consigan persuadirte, has desaber que yo no hablo por nosotros, tusoficiales aquí presentes: hemos

recibido los mayores honores, las másricas recompensas y estamosdispuestos a servirte en todo y amarchar adonde quieras y cuandoquieras. No, quiero hablar por loscombatientes, por nuestros soldados.Debo precisar: tengo la intención dedecir no lo que les gustaría, sino lo queconsidero útil que hagas tú en laspresentes circunstancias y lo que esmás seguro para el futuro. Mi edad, mireputación entre los Compañeros, mivalor frente a los peligros, miresistencia a la fatiga, me dan derechoa decir lo que pienso profundamentesobre este asunto. Y es esto.

Has enumerado las hazañas realizadasy las fatigas soportadas por ti, nuestrojefe, y por todos los que dejaron suhogar para seguirte. Pues bien, meparece tanto más oportuno e inclusourgente poner un término a esospeligros y a esas hazañas, que han sidomás numerosos y que duran desde hacetanto tiempo.Mira esta multitud de macedonios ygriegos que hace ocho años partimoscontigo desde Anfípolis, y mira lo quequeda hoy de ellos. Desde Bactriana,cuatro años después de nuestrapartida, enviaste a los tesalios a suscasas, e hiciste bien: habían perdido su

ardor. Pero de todos estos griegos quehas instalado en las ciudades que hasfundado, ¿cuántos se han quedado porsu propia voluntad? ¿Y qué decir detodos los demás que, heridos oenfermos, han sido dejados atrás, aquío allá, en Asia? ¿Y de los que hanmuerto de enfermedad? En resumen,del efectivo inicial, considerable, sóloquedan unos pocos supervivientes, quehan perdido su vigor de antaño yademás su moral. No tienen más que undeseo, al menos los que están con vida:volver a ver a sus padres, a susmujeres, a sus hijos y, por supuesto, elsuelo de su patria. Sobre todo porque,

gracias a tu generosidad, volveránmucho más ricos de lo que eran cuandopartieron. No los lleves pues contra sugusto hacia nuevos horizontes, hacianuevos combates: no tendrán ya suentusiasmo de antaño si parten contrasu voluntad. En cuanto a ti, haz lo quequieres hacer: vuelve primero a visitara tu madre y lleva a tu palacio tustrofeos y tus tesoros y luego, si teparece bien, nada ni nadie te impediráponer en marcha una nueva expedición,la que sea: contra los indios que vivenen la parte por donde el sol se levanta,contra las naciones del Ponto Euxino ocualquier otra. Otros macedonios y

otros griegos te seguirán, jóvenes enlugar de viejos, fogosos en lugar deextenuados, curiosos de todo en lugarde hastiados, a quienes los horrores dela guerra no darán miedo porque nolos habrán conocido. Y viendo regresara su país, ricos y célebres, a tussoldados hoy fatigados, no serán sinomás ardientes. La virtud, oh rey,consiste, como antiguamente enseñóAristóteles, en guardar la justa medidaen medio de los éxitos: ni demasiado,ni demasiado poco. Y piensa que tú,que nos mandas a todos, con semejanteejército, el de hoy o el de mañana, notienes nada que temer de tus enemigos:

pero el Destino hiere de formaimprevisible e imparable.”

Estas palabras desencadenan untorrente de aplausos y muchos lleganincluso a derramar lágrimas. FríamenteAlejandro levanta la sesión, sin decidirnada. Pero al día siguiente convoca denuevo a sus oficiales, y explota, loco deira: «Sois unos cobardes. Franquearé elHifasis y marcharé hacia el Levante,pero no obligaré a ningún ma-cedonio aseguirme de mala gana. En mi patria y enPersia no faltan valientes que querránacompañarme por propia voluntad; encuanto a los que quieran regresar a sus

casas, que regresen y que a su vuelta nodejen de hacer saber a sus amigos quehan vuelto después de haber abandonadoa su rey rodeado de enemigos.»

Tras esto, Alejandro se retiró a sutienda, cuya entrada prohibió a todos,incluso a los Compañeros, y permanecióen ella tres días. Indudablementeesperaba un cambio de opinión. No lohubo. El silencio reinaba en elcampamento. Tomó entonces la decisiónde interrogar los presagios: «Sonbuenos, atravesaré el Hifasis, inclusosolo», le dijo a Anaximandro. Y ofreciósacrificios por la travesía.

El examen de las entrañas de los

animales inmolados fue desfavorable.Al comprobar que la fortuna tampocoestaba de su lado —o aprovechando,como guía de hombres realistas, esepretexto para desdecirse—, Alejandroconvocó a los más antiguos y fieles delos Compañeros y les encargó queanunciasen oficialmente a las tropas quela anábasis en India había terminado, yque la catábasis —la vuelta— estabadecidida. Entonces cuenta Arriano quehubo aclamaciones como las que puedelanzar una multitud heteróclitaalborozada: la mayoría de los soldadoslloraban, otros pedían la bendición delos dioses sobre su jefe, que había

aceptado, él, que siempre había sidovencedor, ser vencido por sus propiossoldados y sólo por ellos.

Así pues, Alejandro había decididofijar en la orilla derecha del Hifasis loslímites de su expedición. Dividió suejército en doce cuerpos e hizo que cadauno de ellos elevasen un altar en honorde cada uno de los doce dioses delOlimpo con orgullosas inscripciones:«A mi padre Zeus-Amón»; «A mihermano Heracles»; «A mi hermanoApolo»; «A los cabires de Samotracia»,etc. Ofreció también juegos atléticos ehípicos y concedió al rey Poro lasoberanía sobre todo el territorio, del

Hidaspes hasta el Hifasis (es decir, enel Punjab occidental formado por sietepueblos y dos mil ciudades segúnArriano, quince pueblos y cinco milciudades según Plutarco).

También mandó elevar una columnade bronce en medio de los altares, conla siguiente inscripción, más inspiradapor la rabia que llevaba en su corazónque por su orgullo: «Aquí se detieneAlejandro.»

Había alcanzado el final de su ruta.

3. Del Hifasis al delta delIndo

Después de una última miradanostálgica al Hifasis, hacia aquellasvastas comarcas orientales que nuncaconocerá, Alejandro vuelve a ponerseen marcha rumbo a Occidente.

Pasa de nuevo el Hidraotes, luego elAcesines y gana las riberas delHidaspes, el río que ha sido testigo desu más bella batalla. En el camino se leune el hermano del rey Abisares, quellega para ofrecerle una treintena deelefantes de parte de este último: «Mihermano el rey está enfermo —le dice aAlejandro—, no ha podido traerlos élmismo como le habías ordenado despuésde la batalla del Hidaspes.» Se trataba,

por supuesto, de una enfermedaddiplomática, pero esta vez Alejandro nose enfada y acepta los elefantes.

Cuando a finales del mes deseptiembre de 326 a.C. llega aHidaspes, el rey constata que lasciudades de Nicea y Bucéfala, que habíamandado construir dos meses antes, trasla famosa batalla contra Poro, ya estánen ruinas. Los tifones y los huracanesdel otoño las habían destruido, pero noes imposible que Alejandro haya vistoen esa rápida decadencia de la obra —apresurada— de sus arquitectos elsímbolo de la suerte reservada a susueño indio. Un sueño que su espíritu

práctico no acaricia ahora, porquepiensa ya en nuevas hazañas.

Hasta ese momento, Alejandro nohabía conquistado más que territoriosterrestres. Cuando avanzó sobre aquellatierra desconocida que era India,ignoraba por completo sus dimensionesy esperaba alcanzar a través de ella ellímite extremo de las tierras habitadas:así habría aportado la prueba de quetodos los mares conocidos no eran másque avanzadillas del Gran Océano en elinterior de los continentes, que, como élmismo había comprobado, estabanunidos entre sí, Europa a Asia y Asia aÁfrica. Dado que no había podido

confirmarlo atravesando elsubcontinente indio (cosa que, dicho seade paso, tal vez le habría exigido tres ocuatro años de marcha, si no más, locual ignoraba), pensaba poderverificarlo volviendo hacia Persia porla vía marítima.

Había observado, en efecto, que elIndo estaba poblado por cocodrilossemejantes a los que había visto en elNilo cuando estaba en Egipto, y desdeluego había leído, en las Historias deHerodoto, que Darío I había enviado(¡hacia el año 500 a.C!) navegantes quehabían descendido por el Indo hasta elmar (el océano Índico, en el que

desemboca) y que esos marinos,«navegando por mar hacia el Poniente»(Herodoto, op. cit, IV, 44), habíanalcanzado el golfo de Suez contorneandola península Arábiga. Además, comobuen alumno de Aristóteles, Alejandroestaba atento a la flora y la fauna de lascomarcas que atravesaba, y habíaobservado la similitud existente entrelas habas que crecían en las orillas delAcesines y las de Egipto.

De estas observaciones elmacedonio había sacado la conclusión—algo apresurada— de que las fuentes(entonces desconocidas) del Nilo sehallaban en India, donde empezaba a

fluir con el nombre de Indo, río quehabría perdido su nombre al atravesarluego tierras desérticas para aparecer denuevo en Egipto, donde lo habíanllamado Nilo. Este razonamiento,basado en las habas y los cocodrilos, lehabía parecido sin tacha y de talimportancia que había escrito una cartasobre el asunto a su madre, Olimpia.Luego había sabido por boca de losindígenas que su teoría era falsa: elHidaspes, le habían dicho, desembocaen el Acesines, el Acesines en el Indo yel Indo en el mar Indio (el océanoíndico).

Alejandro tenía otra razón para

interesarse por la navegación fluvial porel Indo, mucho más seria que suselucubraciones geográficas. Al partir ala conquista de India (entiéndase: lacuenca del Indo), su meta no parecehaber sido apoderarse de nuevas tierraspara agrandar el territorio del Imperiode los Aqueménidas. La cruzada panhe-lénica que había sido su primer objetivoal salir rumbo a Persia se habíatransformado en una especie de cruzadauniversalista tendente a abrircomunicaciones entre Oriente yOccidente, comunicaciones que, hastaese momento, sólo se hacían por eldifícil paso de Khaybar: ¿por qué no

tratar de unir Oriente y Occidente porvías marítimas y fluviales (que serán,recordémoslo, las únicas víasempleadas por las mercancías y losejércitos occidentales hasta la SegundaGuerra Mundial)?

Ya hemos subrayado en variasocasiones que en la personalidad deAlejandro había un componente psicoideevidente que, en su caso, se traducíamediante una ruptura del sentido de loreal. Va a llevarle a decidir regresar aPersia y —quién sabe— a Grecia por laruta cuya descripción ha leído enHerodoto. Esta ruta tiene además dosventajas que pueden calificarse de

«psicológicas»: en primer lugar leevitará tomar el mismo camino que a laida, y dar a los pueblos que habíadominado el espectáculo de una retiradahumillante, debida no a una derrota sinoa un motín; además le permitirá aliviar alas tropas de su fatiga y hacerse conellas de nuevo.

Ya hemos visto que Alejandro habíaencargado la construcción de una flota alos ingenieros y carpinteros de riberaque había dejado en las orillas delHidaspes cuatro meses antes. Cuandollegó a las orillas del río, el lugar teníala apariencia de unos astillerosparticularmente activos. La ribera

derecha del río, al pie de colinasarboladas, estaba cubierto de navíos detoda clase y todos los tamaños, unosterminados, otros a punto de estarlo, ymiles de indios, dirigidos por lostécnicos macedonios, se agitabanalrededor de los navíos, a los que sólofaltaba armarlos.

Para hacerlo, Alejandro designó,según el método ateniense, 33 trierarcas(ciudadanos que en Atenas tenían a sucargo la tarea de armar navíos a sucosta), elegidos entre los nobles másricos de su entorno, 24 de ellosmacedonios (sobre todo el general decaballería Crátera y el general de

infantería Nearco, que terminaráconvirtiéndose en almirante de esaflota), seis helenos, un persa (Bagoas) ydos príncipes chipriotas. Se eligió comomarinos a fenicios, egipcios, chipriotas,griegos que vivían en las islas de lacosta asiática y a principios del mes denoviembre todos los bajeles estabanarmados y equipados: había unos 2.000navíos de toda clase y todos lostamaños, 80 de ellos armados comobarcos de guerra y 200, sin puente, parael transporte de los caballos.

El reparto de las tropas en el caminode regreso se hizo en cuatro grupos, dela manera siguiente: Alejandro partirá

por la vía fluvial (Hidaspes-Acesines-lndo) con la caballería y la infantería delos Compañeros, los hipaspistas(infantería ligera formada por soldadosarmados de escudos) y los arqueros: laflota está mandada por Nearco; Cráterallevará una parte de la infantería y unaparte de la caballería por vía terrestre,siguiendo la orilla derecha del Hidaspesy luego del Acesines; Hefestiónconducirá la otra parte del ejército ydoscientos elefantes siguiendo la orillaizquierda de esos ríos; Filipo, elgobernador de la satrapía formada porel oeste de India (el Punjab occidental),partirá tres días después de todo el

mundo, con sus propias fuerzas (en lasque figuraban numerosos indígenas). Elmando de la flota había sido confiado aNearco; la galera real, en la que ibaAlejandro, tenía por piloto a Onesícrito.Un solo general faltaba a la llamada: elveterano Ceno, que había muerto deenfermedad poco tiempo después de suvaliente discurso.

Cuando todo estuvo preparado y lossoldados hubieron embarcado,Alejandro ofreció sacrificios a lasdivinidades del mar (Poseidón,Anfítrite, las Nereidas, el Océano), asícomo a los tres ríos (el Hidaspes, elAcesines y el Indo), hizo libaciones a

Heracles y a Zeus-Amón, lo mismo quea los otros dioses que solía invocar, yordenó que se tocase la trompeta paradar la señal de partida.

Al punto los remos empiezan a batirlas olas y los navíos se ponen en ruta, enbuen orden, respetando cada uno lasdistancias reglamentarias y la velocidadque se le había asignado. El espectáculode la flota macedonia deslizándosesobre las aguas del Hidaspes, con susvelas de todos los colores, es grandioso:

“Nada puede compararse al ruidode los remos golpeando el agua, almovimiento de las palas

elevándose y bajandocadenciosamente en todos losnavíos al mismo tiempo, a losgritos de los cómitres que indicanel principio y el final de losmovimientos de los remos, al midode los remeros cuando, todosjuntos, abaten sus remos sobre elagua. Los clamores resonaban deuna orilla a otra del río y su ecose propagaba hasta el fondo de losbosques.”ARRIANO, op. cit., VI, 4, 3.

En tres días, la flota de Nearco llegóa la confluencia del Hidaspes y el

Acesines. A medida que avanzaba porsu ruta fluvial, las tribus indias acudíana rendir sumisión a Alejandro, llevandopresentes, y sus jefes firmaban con elConquistador tratados de alianza oamistad. En la región de la confluenciaentre el Acesines y el Hidaspes, la cosaresultó más difícil, porque estabahabitada por pueblos numerosos ybelicosos, los malios y los oxídracos,contra los que Alejandro hubo de haceruna dura campaña que cuenta connumerosos detalles Arriano (finales denoviembre-principios de diciembre de326 a.C, Arriano, op. cit, VI, 6-14).

El país de los malios (málavas) se

extendía entre los valles del Hifasis(que desemboca en el Acesines) y elAcesines (que desemboca en el Indo).Los oxídracos ocupaban un territorio enla orilla izquierda del Hífasis, máspequeño y río arriba del territorio de losmalios. Alejandro ya se habíaenfrentado a ellos cinco meses atrás, afinales del mes de julio, antes de llegaral Hifasis (la toma de la villa malia deSangala) y sospechaba que debían andarrumiando alguna venganza y quetratarían de perturbar su avance hacia elIndo.

El macedonio no tenía desde luegoganas de pelear, porque daba por

terminado el tiempo de las conquistas,pero sus informadores indígenas lehabían dicho que los malios habíanpuesto a buen recaudo a sus hijos y susmujeres en las ciudades mejorfortificadas y que tenían la intención deenfrentarse a él con las armas en lamano cuando llegase a la región. Por lotanto, debía tomar precauciones frente aestas poblaciones turbulentas ycombativas, tanto más inestables cuantoque estaban políticamentedesorganizadas: a su cabeza no habíasoberano ni oligarquía guerrera, ni jefespolíticos elegidos; los historiadoresantiguos los llamaban «indios

independientes».Dada la topografía del terreno, que

conocía a la perfección, Alejandrodecidió rodear el territorio peligroso,disponiendo tropas alrededor delterritorio de los malios, a los que hizovigilar: primero al sur por Hefestión,que remontó el valle del Hidraotes conuna columna; segundo al oeste porCrátera, que se apostó en la orillaizquierda del Acesines, cerca de laconfluencia de ese río con el Hidraotes;por último al norte por Ptolomeo, hijode Lago, que recibió la orden demantener la línea del Acesines. Además,Nearco recibió el encargo de vigilar con

su flota las confluencias del Hidaspes yel Hidraotes con ese último río.

Los malios desconfiaban de lasmaniobras de Alejandro. No obstante,como su territorio estaba separado delAcesines (al norte por un desierto),pensaban que el peligro sólo podíallegarles del sur… y Alejandro atacópor el norte: con una columna deinfantería ligera y un batallón defalangistas, cruzó el desierto quebordeaba el país de los malios en dosetapas de treinta kilómetros cada una, ycayó sobre una aldea que no estabafortificada (una «ciudad de brahmanes»,dice Arriano, cuya población era sin

duda únicamente sacerdotal y noviolenta). Fue una carnicería: en unaspocas horas, cinco mil brahmanesmalios fueron pasados a cuchillo.

Una vez realizada esta acciónpreventiva y sanguinaria —sin dudainútil—, Alejandro marcha sobre lacapital de los malios, situada en la orillaizquierda del Hidaspes (verosímilmenteen un emplazamiento de la modernaMultan) y le pone sitio. Tras sus espesasmurallas, hay cincuenta mil hombres;como todas las ciudades fortificadas deesta clase, incluye una ciudadela quepuede servir de último refugio a lossitiados. Por su parte, Alejandro ha

dividido su ejército en dos: él mismomanda una mitad y entrega la direcciónde la otra a uno de sus lugartenientes, elgeneral Perdicas.

Alejandro es el primero en llegarante las murallas de la ciudad, alcrepúsculo. No queda luz suficiente paraun asalto, su ejército está agotado, losinfantes por una larga marcha, los jinetespor el paso del río: el rey se limita ainstalar su campamento alrededor de lasmurallas y pospone el asalto para lamañana siguiente.

A la mañana siguiente se produce elasalto. Los soldados consiguen romperuna poterna y penetran en la ciudad:

¡está vacía! Todos los malios se habíanrefugiado en la ciudadela durante lanoche. A Perdicas le ha costado másesfuerzo que a Alejandro hacer entrar asus tropas en la ciudad: se le unirá mástarde, y cuando llega comprueba elmismo hecho.

Así pues, hay que asaltar laciudadela. Pero no hay suficientesescalas de asalto: al ver las murallasvacías de defensores, el ejército dePerdicas había creído que la ciudad yaestaba tomada y la mayoría de lossoldados que lo componían ibandesprovistos de escaleras de asalto.Alejandro se pone nervioso, cree que

están perdiendo demasiado tiempo;arrebata una escala a uno de los que lasllevan, la aplica contra el muro de laciudadela y, protegiéndose con elescudo (el famoso escudo sagrado quehabía cogido en el templo de Atenea, enTroya), empieza a trepar. Alcanza porfin las murallas de la ciud-dela, dondelos indios le atacan. Entonces loshipaspistas se precipitan sobre laescala, para ayudar y proteger a su rey;se zarandean, la escalera se cae y serompe: Alejandro queda solo encima delas murallas. Ningún indio se atreve aacercársele, pero los arqueros enemigosdisparan de todos lados contra él.

Alejandro se da cuenta de que, sipermanece en las murallas, terminarásiendo alcanzado y muerto por unaflecha; decide entonces saltar al interiorde la ciudadela y, apoyándose contra unmuro, mata con la espada a los indiosque pasan a su alcance, e incluso a sugeneral, que había intentado arrojarsesobre él. En ese momento Peuces-tas, suportador de escudo, así como Ábreas yLeónato, uno de los Compañeros másvalientes de su ejército, saltan a su vezde las murallas y cubren a su rey con elcuerpo, mientras combaten. Ábreas esalcanzado por una flecha en pleno rostroy muere en el acto. Alejandro también

resulta herido: una flecha le haperforado la coraza y ha penetrado hastael pecho, por encima de la tetilla. El reysigue luchando, pero en cada expiraciónvomita sangre; luego se ve dominadopor vértigos y se derrumba en el sitio.

Al otro lado de la muralla losmacedonios se apresuran. Como notienen escaleras, algunos se suben a loshombros de otros y saltan; también elloscubren a Alejandro con sus cuerpos ysus escudos. Uno consigue hacer saltarel cerrojo que mantiene cerrada unapuerta de cortina y los macedonios seprecipitan en el interior de la ciudadela.Viendo a su bienamado rey tendido y

aparentemente sin vida, dominados poruna rabia insensata, matan a todos losindios que pasan a su alcance, hombres,mujeres, viejos o niños. Un médicooriundo de la isla de Cos, llamadoCritodemo, se inclina sobre el herido,hace una incisión en la herida y retira laflecha del pecho del rey, que pierdemucha sangre y se desmaya por segundavez.

Mientras cuidan a Alejandro, por elcampamento macedonio corre el rumorde que ha sucumbido a sus heridas y enel gran ejército brotan los gemidos.Todos están desesperados: ¿Quiénpodría sustituir al Conquistador? ¿Quién

los sacará del avispero malio en que seencuentran prisioneros? ¿Quién, siconsiguen salir, los devolverá sanos ysalvos aunque sólo sea a Persia, o aBabilonia?

Mientras tanto, el rey herido ha sidosacado de la ciudadela y lo transportanpor barco al campamento de Hefestión,sobre un escudo. En el momento deldesembarco todos los soldados estánallí. Esperan ver un cadáver y ya lloran.Pero traen unas parihuelas paratransportarlo a tierra y cuando losenfermeros salen del navio Alejandrohace un gesto con la mano paratranquilizar a sus hombres y sus

súbditos. En las orillas del río resuenaentonces una ovación que sube hacia elcielo. Las parihuelas son depositadas entierra: Alejandro se pone de pie y pideun caballo: segunda ovación. Da unospasos: tercera ovación de la multitud desoldados en delirio. Finalmente lellevan el caballo; monta en él sinnecesidad de ayuda: todo el ejércitoaplaude, todos los soldados se apiñanalrededor para tocar uno sus rodillas,otro su ropa, le lanzan flores yguirnaldas. Desde ese momento podrápedir lo que quiera a sus hombres.

Finalmente los malios y losoxídracos se someten. Piden a Alejandro

que les perdone, aduciendo que, desdesu instalación por el divino Dioniso enaquella tierra, están enamorados de lalibertad y la autonomía, y que esalibertad se había conservado intactahasta su llegada. Pero si Alejandro locree oportuno, puesto que también él esde origen divino, harán lo que diga yaceptarán el sátrapa que él nombre paragobernarlos.

Alejandro declara que ese sátrapaserá Filipo, y exige a cada uno de losdos pueblos la entrega de mil rehenes.Los malios y los oxídracos lo hacen y leentregan además carros de combate.Cuando todo quedó arreglado,

Alejandro devolvió los rehenes, pero sequedó con los carros. Ofreció a losdioses sacrificios y acciones de gracias,luego dejó su campamento, que habíaestablecido en la confluencia delHidraotes y el Acesines. Durante eltiempo que había durado la campañacontra los indios insumisos y durante suconvalecencia, había mandado construirnumerosos navíos, lo que le permitiótransportar por vía fluvial efectivossuplementarios (10.000 infantes, 1.700jinetes, arqueros).

La flota macedonia desciende ahorapor el Acesines, hasta la confluencia deese río con el Indo. Allí Alejandro

espera la llegada de Perdicas, uno desus lugartenientes; entretanto, le llevannuevos navíos de transporte, construidospor los jatros —una nación indiaautónoma que se había sometido—, y losrecibe también de los osadios, otropueblo indio. En ese momento fija loslímites de la satrapía de Filipo en laconfluencia del Acesines y el Indo, yfunda Alejandría de la Confluencia. Porúltimo, añade a los efectivos de Filipouna unidad de jinetes tracios, hecho quetendería a demostrar que el país no seencuentra totalmente sometido. En esemomento llega junto a Alejandro elsátrapa Oxiartes, padre de su esposa

Roxana, cuyos territorios agrandaofreciéndole además el gobierno de lasatrapía de Parapamísada.

El año 326 a.C. concluye en mediodel desorden. Alejandro y su ejércitosiguen dando miedo, y las poblacionesde los territorios que cruza permanecentranquilas. La última sublevación a laque habrá de hacer frente tuvo lugar aprincipios del año 325 a.C, en elterritorio de los musícanos, un puebloasentado en la región de la actualChalipur, donde reinaba el reyMusícano, el príncipe más rico del valledel Indo. Fue el último acto de sucampaña de las Indias. El último día del

mes de diciembre del año 326 a.C,Alejandro llega a la vista de Pátala y deldelta del Indo.

XVI - El gran retorno

(10° año de guerra enOriente: 325 a.C.)

Alejandro explora el delta del Indo, a partir dePátala: plan de retorno a Venia (finales dediciembre de 326-principios de enero de 325).—Itinerario de Crátero por la Aracosia (finalesde julio-finales de diciembre de 325). —Itinerario de Alejandro y de Hefestión desdePátala a Ormuz por la Gedrosia (elBeluchistán). —Alejandro pierde las trescuartas partes de su ejército (finales de agosto-finales de diciembre de 325). —Bacanal deAlejandro de Pura a Ormuz (finales dediciembre de 325). —Periplo de Nearco por el

océano índico, de Pátala/Karachi a Ormuz (20de septiembre de 325-10 o 15 de diciembre de325). —Reencuentro en Ormuz de Alejandro ysus generales (finales de diciembre de 325). —Conclusiones que pueden sacarse de lacatastrófica expedición de Alejandro a «India».

Fue al llegar a la cima del delta delIndo, a Pátala, a finales del mes dediciembre de 326 a.C. o principios delmes de enero del año siguiente, cuandoAlejandro estableció un plan definitivopara el regreso a Persia de su granejército. Pasó seis meses —de enero ajulio de 325 a.C.— en esa ciudad, quefue su último cuartel general en la India.Al anuncio de su llegada, los habitantes

de Pátala habían abandonado la ciudadpor orden del gobernador indígena,Moeris; pero Alejandro, que necesitabamano de obra y pilotos indígenas,desembarcó algunos destacamentos paradar caza a los fugitivos y obligarles aregresar a su ciudad. Al mismo tiempoordenó a Moeris, que le había confiadosu persona y sus bienes, hacer lospreparativos necesarios para acoger a suejército.

Mientras los ingenieros y loscarpinteros de ribera reparaban losnavíos de su flota en diques de carenarápidamente construidos, Alejandroexplora el delta con barcos ligeros:

lleva consigo una escolta de nueve milhombres, mandada por su lugartenienteLeónato (el hombre que le había salvadola vida durante la guerra contra losmalios). El rey, que quiere reconocer enpersona los brazos del delta a fin deelegir el más navegable, toma primero elbrazo occidental. Es entonces cuandoempiezan las dificultades: los navíosdeben franquear un banco de arena,obstáculo clásico de la desembocadurade un delta en un mar con mareas, con elque sus marinos, que hasta entonces sólohabían navegado por el Mediterráneo,nunca se habían encontrado. El flujo y elreflujo de las aguas son motivo de terror

para los hombres de la tripulación y unacausa de naufragio para los navíos,sobre todo porque los residuos delmonzón, que sopla del sudoeste, tienentendencia a oponerse al avance de losnavíos hacia alta mar.

Una vez franqueada el banco,Alejandro, muy contento, ofrece unsacrificio a Poseidón, arrojando al marun toro y un vaso de oro. Luego,aprovechando la marea creciente,regresa a Pátala para explorar el brazooriental. Esta vez no le molesta elmonzón, cuyos efectos son más débilesen ese brazo, y decide que por ahí ha depasar su flota para abandonar el país de

los indios.Antes de partir definitivamente hacia

Occidente, el macedonio toma unasúltimas disposiciones administrativasreferentes a la organización de supequeño imperio indio, que apenasrepresenta 400.000 km2. Le asigna deuna vez por todas como límite oriental laorilla izquierda del Indo y el curso delHifasis: en el norte, comprende tresreinos independientes, los de Abisares,Taxiles y Poro, que han firmado con éltratados de alianza; el sur, quecorresponde a los territorios del Punjabmeridional y el Sind en el actualPakistán, se divide en dos satrapías,

a ne xa d a s de facto al Imperioaqueménida: Alejandro instala en él unejército de ocupación bajo las órdenesdel estratego griego Eudemo.

En Pátala, Alejandro detienedefinitivamente su plan de regreso aPersia: por vía terrestre, la partidatendrá lugar en la estación buena(verano de 325 a.C), bajo el mando deCrátera y de él mismo; por vía marítima,se hará bajo la dirección de Nearco, quedeberá esperar el equinoccio de otoño(septiembre de 325 a.C.) para hacerse ala mar, de acuerdo con el régimen de losmonzones. El rey se cita con sualmirante y su general en la entrada del

golfo Pérsico para finales de año, y sedispone a despedirse de India, de suselefantes, sus príncipes, sus brahmanes,sus gimnosofistas y sus pueblos.

1. Los itinerarios terrestresEl primero en partir fue Cratera, en

julio de 325 a.C. Estamos malinformados sobre los detalles de suaventura, que los historiadoresdenominan sobre todo el «periplo deCratera», ya que los cronistas antiguosse interesaron sobre todo en Alejandro yNearco. No obstante, conocemos suitinerario.

Alejandro le había confiado tresregimientos de infantería, cierto númerode arqueros, una parte de la caballeríade los Compañeros y los soldadosmacedonios que resultaban poco aptospara el combate y que pensaba repatriara Macedonia; el general también tenía asu cargo los elefantes. Dado lovoluminoso de semejante tropa, aCratera se le había asignado unitinerario sin sorpresas, a través de losterritorios de la Aracosia (relativamenteconocida por Alejandro, que habíafundado en ella Alejandría de Aracosia,en el emplazamiento de la modernaKandahar, antes de partir a India).

Saliendo del valle del Indo, debíadirigir su columna primero hacia elnoroeste, pasar por Alejandría deAracosia y alcanzar el río Helmend, quedesemboca en una especie de marinterior (el actual lago Hamun, en lafrontera de Irán y Afganistán), luegobajar hacía el sudoeste, hasta el océanoíndico. En total un periplo de unos 1.600kilómetros a través de las montañas deAfganistán e Irán.

En la actualidad, y sobre un mapa,este itinerario parece muy sencillo. Peroen el año 325 a.C, por aquellas regionesdesoladas que ninguna caravanacruzaba, donde no había ninguna ciudad,

querer alcanzar las orillas del océanoíndico después de haberse perdido porlas montañas afganas, era un reto casiimposible de lograr. Esperarencontrarse con Alejandro en un puntopreciso (en Ormuz, en el emplazamientode la moderna ciudad de Bender Abas) aunos 1.200 kilómetros del delta del Indoera puro delirio; y sin embargo, seismeses más tarde, a finales del mes dediciembre, el general Cratera se unió asu jefe en las cercanías de Ormuz, enotra Alejandría que Alejandro habíafundado, Alejandría de Carmania. Superiplo había durado cinco meses, sehabía desarrollado sin mayores

dificultades, salvo algunas friccionescon el pueblo indio de los ariaspos, enlas orillas del lago Hamun. Craterallevaba incluso en sus bagajes un regalopara Alejandro: había capturado a un talOrdanes, un iraní que se habíaadjudicado un territorio personal en laregión del lago. El rey mandó ejecutaren el acto al rebelde, que pensaba quenadie le encontraría en aquella lejanaAracosia. ¡Qué poco vale la vida de unrebelde!

El segundo en partir fue Alejandro,acompañado por su fiel Hefestión, unmes después de Cratera, a finales deagosto de 325 a.C. Llevaba consigo la

mitad de los arqueros a pie, todos loshipaspistas (los portaescudos) y lacaballería macedonia, incluida la de losCompañeros, en total unos 12.000combatientes (algunos dicen que 20.000,e incluso más), a lo que hay que añadirla impedimenta militar y los civiles(cientos de mujeres y niños). Al partirde Pátala, su intención era dirigirsehacia el oeste para alcanzar el golfoPérsico (no lo conocía, pero había oídohablar de él), permaneciendo siempre amenos de tres o cuatro días de marchade la costa.

Sin duda con conocimiento de causa,había elegido el itinerario más difícil,

más penoso y peligroso. La comarca quedebía atravesar al salir de Pátala o, másexactamente, de Karachi, es decir, lafranja litoral de Beluchistán (nombremoderno de la Gedrosia), se llama ennuestros atlas el Makkran; es uno de loslugares más pobres del mundo, y por susinformadores Alejandro conocía susinconvenientes y peligros. Su travesíacostó cara en vidas humanas al vencedorde Asia; como escribió Gustave Glotz,uno de los maestros de la historiografíagriega, «estuvo a punto de encontrar suBerezina».

No obstante, al salir de Karachi alprincipio no había desierto. Alejandro

avanzó primero con su ejército hasta elrío Arabio, luego torció en dirección almar para aprovechar los pozos de aguadulce a lo largo de la costa, a fin de queno le faltase el agua al ejército quetransportaba Nearco en sus navíos, cuyoitinerario debía seguir el litoral. Asíatraviesa el territorio de los arabitas,indios independientes como los malios,que aceptan someterse al persa; luego elde los oritas, que le niegan el homenaje:el rey ordena a la infantería limpiar suterritorio y matar sobre la marcha atodos los que fuesen cogidos con lasarmas en la mano. Tras las primerasejecuciones, la región finge someterse y

Alejandro prosigue su marcha hacia eloeste. Llega a una aldea orita cuyoemplazamiento le seduce: «Podríaconstruirse aquí una ciudad grande ypróspera», le dice a Hefestión; y dejaallí a su lugarteniente, con unaguarnición, para que instale una colonia.Nombra luego un sátrapa para gobernara los oritas y pone a su disposición unregimiento mandado por el compañeroLeónato. Sabia precaución. Nada másirse el rey, los oritas se rebelan contrael sátrapa; Leónato aplasta lasublevación, mata a seis mil insurgentesy desde entonces el orden reina entre losoritas.

Ya tenemos a Alejandro y sucolumna estirándose en varioskilómetros por el desierto. Al principiotodavía alberga algunas ilusiones. Portodas partes crecen árboles, que en esaestación están en flor, y sobre todoárboles de mirra, más altos que encualquier otro sitio. Hacen las deliciasde los mercaderes fenicios queacompañan a su ejército; estoshombrecitos, muy industriosos, cortan yhacen incisiones en los árboles queencuentran y cargan la preciosa goma enlas alforjas de sus bestias de carga. ElMakkran también abunda en raíces denardo perfumado, del que esos mismos

fenicios hacen buena cosecha. Pero pocoa poco la vegetación cambia; a losárboles suceden los espinos, y susespinas son otros tantos puñales para losjinetes. Luego desaparecen también losespinos y el desierto se convierte en unverdadero desierto: no hay puntos deagua, hombres y animales resbalan porlas montañas de arena y hace tanto calorque sólo es posible marchar una vez queha caído la noche.

Alejandro está ansioso. ¿Dóndeencontrar los víveres y las reservas deagua de que debe disponer a lo largo dela costa para Nearco y los miles dehombres de tropa que su almirante

transporta en los navíos? Envía patrullashacia el interior, hacia la costa: vuelvencon las manos vacías. Luego se imponeel horror. Sus soldados no tienen casinada que comer, ni agua que beber; elmenor arañazo se envenena, los cojos ylos enfermos son cada vez másnumerosos, y se ven obligados aabandonarlos. Mueren a millares. Unamañana, al alba, el ejército macedoniollega a un gran oasis, donde abundan losvíveres; Alejandro ordena repartir elgrano que queda en unos sacos quemanda cerrar con su propio sello y queenvía hacia el litoral, con destino aNearco. Pero los soldados y los

guardias mismos, a punto de morir dehambre, rompen los sellos y distribuyenesos víveres entre los más necesitados:Alejandro no tiene valor paracastigarlos.

Hacia principios del mes denoviembre, mientras el gran ejércitomacedonio se arrastra todavía por eldesierto, los exploradores que lepreceden vuelven al galope haciaAlejandro: le anuncian, con tanta alegríacomo los marineros de Cristóbal Colóngritando «¡Tierra! ¡Tierra!», que losárboles vuelven a aparecer, así comolos rebaños y tímidos campos decereales. Los macedonios han alcanzado

Pura, la ciudad real de Gedrosia, lacapital donde tiene su sede el sátrapa dela provincia. Alejandro concede a sustropas seis semanas de un descanso bienmerecido: la travesía del infierno habíadurado dos meses y Plutarco llega adecir que, al llegar a Pura, el ejércitohabía perdido las tres cuartas partes desus efectivos. El Conquistador nomataba sólo a los rebeldes y losenemigos, también mataba a sussoldados. Pero lo hacía con estilo. Undía que sus soldados, muertos de sed, lehabían llevado en el fondo de un cascoun poco de agua que habían recogido enun hoyo poco profundo, y tendían el

casco a su jefe como habrían tendido untesoro, Alejandro lo cogió y, a la vistade todos, derramó el líquido en la arena.Con este gesto quería proclamar que sino había agua para sus soldados,tampoco debía haberla para su rey.

Pura estaba situada a unos 350kilómetros del estrecho de Ormuz, quesepara la península Arábiga del restodel continente asiático y que es, encierto modo, la «puerta» marítima delgolfo Pérsico. El estrecho está obturadoparcialmente por una pequeña islaalargada, la isla de Ormuz; en nuestrosdías, la punta del promontorio de lapenínsula que avanza hacia la costa

asiática constituye el sultanato de Omán.Le corresponde, al otro lado del delta,la ciudad iraní de Bender Abas. Cuandoconsideró que sus soldados habíandescansado suficientemente, Alejandrodejó Pura y se dirigió hacia el estrecho:ahí había citado, más o menosimplícitamente, a Crátero y a Nearco (dehecho, la existencia de ese estrecho eravagamente conocida por navegantespersas, fenicios e indios a los queAlejandro y Nearco habían interrogadoantes de partir de Karachi).

De creer a Plutarco y a ciertoshistoriadores antiguos, que elseverísimo Arriano censura, la marcha

de Pura al estrecho de Ormuz tomó elcarácter de una verdadera bacanal.Dejemos la palabra al moralista deQueronea que, diga lo que diga Arriano,no solía dedicarse a los chismes por elplacer de adornar sus relatos (hemosmodernizado algo la versión de Amyot):

“Así pues, después de haber refrescadoun poco allí [en Pura] su ejército, sepuso en camino de nuevo a través de laCarmania [región de Persiacomprendida, en líneas generales,entre las ciudades modernas deKerman y de Chiraz, donde seencuentra Persépolis], donde durante

siete días no dejó de banquetearmientras viajaba a través de lacomarca. Circulaba sobre una especiede estrado, más largo que ancho, muyelevado, provisto de ruedas y tiradopor ocho corceles, sobre el que nocesaba de festejar con sus amigos másíntimos. Ese estrado rodante ibaseguido por una retahíla de carruajes,cubiertos unos de hermosos tapices yricos paños de púrpura, otros deramajes floridos, entrelazados, que serenovaban antes de que esas ramas semarchitasen, en los que se encontrabansus otros amigos y sus lugartenientes,todos ellos tocados con sombreros

floridos, que bebían y también sedaban grandes banquetazos.En cuanto a sus soldados, en todaspartes se los encontraba de pie, sincasco, con los brazos cargados dejarrones y copas, con cubiletes de oro yde plata en las manos a guisa de lanza,de pica o espada. Con la ayuda degrandes pipas, sacaban el vino detoneles desfondados. Se entregaban asus borracheras, unos por los campos,otros sentados a la mesa, y por todaspartes no había más que canciones,cencerradas y danzas, en las queparticipaban las mujeres del país,desgreñadas y ebrias. Esta cabalgada

hacía pensar en una bacanal dirigidapor el dios Dioniso en persona. Ycuando Alejandro hubo llegado alpalacio real de Gedrosia, pasó todavíavarios días más con su entorno y sussoldados, en borracheras, fiestas,banquetes y festines, danzas y juegos.Se dice que un día, después de haberbebido mucho, el rey asistió a laentrega de los premios de un concursode danza, en el que se habíadistinguido un joven persa, Bagoas, delque estaba enamorado; después dehaber recibido su recompensa, Bagoas,todavía vestido con su traje debailarín, atravesó el escenario y fue a

sentarse muy cerca de Alejandro,apretándose contra él. Entonces todoslos macedonios que estaban presentesse pusieron a aplaudir y a hacer granruido, gritando con cadencia:«¡Besadle! ¡Besadle!», hasta que al finAlejandro obedeció, cogió a Bagoas ensus brazos y le dio un beso en medio delos aplausos de todos.”

Arriano cuenta la anécdota, peropretende no dar ningún crédito a eserelato. Creo que es un error: tras laspruebas que acababa de sufrir en eldesierto del Beluchistán, cruzar Pura ysus alrededores imitando la bacanal de

Dioniso cuando recorrió la India comotriunfador («Dioniso Triunfa») erapropio del carácter del joven que, unanoche de borrachera en Fasélida, habíaejecutado una danza de borrachoalrededor de la estatua del poetaTeotecto o de vencedor ebrio que,cediendo a los caprichos de unacortesana, organizó la farándulaincendiaria de Persépolis.

Sea como fuere, la bacanal deAlejandro terminó en la ruta de Ormuz.Asentó su campamento en un lugarcercano a Bender Abas, donde pronto sele unió Crátero con sus elefantes, que lobuscaba por los alrededores. También

se le unió, procedente de Ecbatana, elejército que había dejado allí cinco añosatrás antes de partir en persecución deDarío.

Sin embargo, Alejandro estabapreocupado, e incluso inquieto: ¿quépasaba con Nearco y su flota? Merecíala pena que se hiciese esa pregunta;fueran cuales fuesen los talentos denavegante del almirante, su periplo nodejaba de plantear peligros, incluso sinalejarse de las costas, porque antes odespués tendría que plantearse elproblema del agua y de los víveres ycorría el riesgo de haberse enfrentado alas mismas dificultades que él,

Alejandro, en los desiertos de Gedrosia.Por esa razón había mandado excavarpozos a lo largo de la costa y habíadispersado algunos depósitos devíveres. Pero Nearco llevaba consigo lamayor parte del ejército macedonio y, sino llegaba a buen puerto, ladesaparición de su flota sería undesastre irreparable, sobre todo si veníatras las enormes pérdidas que el propioAlejandro acababa de sufrir en elMakkran, cuyo recuerdo, a pesar de susbacanales, no conseguía olvidar.

2. El periplo marítimo de

NearcoDe los tres jefes que debían

devolver el gran ejército macedonio, sushombres y su impedimenta, desde elIndo hasta Persia, Nearco había sido elúltimo en partir, porque había debidoesperar a que el monzón fuese favorable.No obstante, desde la partida deAlejandro hacia la Gedrosia, a finalesdel mes de julio, los habitantes del deltahabían empezado a agitarse, seguros dela impunidad; Nearco, cuya misión erallevar la flota hasta el golfo Pérsico y norestablecer el orden macedonio enPátala y en Karachi, decidió no esperar

la llegada del régimen de vientosregulares para levar anclas. Así pues, el10 de septiembre de 325 a.C, se hizo ala mar cuando el monzón de verano aúnno había concluido y el viento seguíasoplando con violencia en alta mar,tomando el brazo oriental del delta, queantes ya había explorado Alejandro.Conocemos bien su aventurada odisea,porque llevó un diario de a bordo,perdido en nuestros días, pero cuyocontenido nos ha sido conservado porAmano, que lo utilizó para escribir susIndike («La India»), como apéndice a suAnábasis de Alejandro. Damos acontinuación el detalle de sus escalas

(según Arriano, op. cit, libro VIII);recordemos —si es necesario— que losnavíos de Nearco son trirremes: avanzana remo y el viento sólo las molesta através de las olas y las corrientes queproduce sobre la superficie del mar.

(Día 1 = 20 de septiembre).Aparejo, después de haber hechosacrificios a Zeus Salvador; fondeoen un lugar llamado Estura, a unos20 kilómetros del puerto departida, donde la flota permanecedos días.Navegación por el delta, hasta unlugar llamado Caumara, a 6kilómetros de Estura, donde el aguaempieza a ser salada, porque las

aguas dulces del río se mezclan conel agua de la marea creciente, quepermanece allí incluso después delreflujo, luego fondeo 4 kilómetrosmás adelante, siempre en el deltadel río, en un lugar llamadoCoretis.Breve navegación hasta ladesembocadura, obturada por unbanco de arena, mientras las olasrompen con estruendo en las rocasde la orilla. Con la marea baja,Nearco ordena excavar un canal deun kilómetro de longitud en elbanco, por el que hace pasar susnavíos cuando se llena con lamarea alta. Hemos de observaraquí la notable utilización del

fenómeno de las mareas por elalmirante, que las desconocía porcompleto. De este modo la flotallega a alta mar.Fondeo en una isla arenosa llamadaCrócala. Nearco ha llegado al paísde los arabitas, donde permaneceuna jornada.Reanudación de la navegación. Elviento se vuelve muy violento, peroNearco encuentra un buenfondeadero, bien abrigado, quebautiza con el nombre de Puerto deAlejandro; permanece en élveinticuatro horas (debido sin dudaal mal estado del mar), hasta el 20de octubre poco más o menos. Sushombres se dedican a la pesca de

mejillones, ostras y navajas(conchas de forma alargada), peroel agua que recoge en la orilla essalobre.(aproximadamente, hacia el 20 deoctubre). El viento ha cesado, laflota puede hacerse de nuevo a lamar. Tras unos 12 kilómetros denavegación, fondea cerca de unaorilla arenosa, al abrigo de una isladesierta llamada Domai. Marinerosy soldados se ven obligados a ir abuscar agua a 4 kilómetros tierraadentro; encuentran agua de buenacalidad.Después de 60 kilómetros denavegación, fondeo, durante lanoche, en un lugar llamado

Saranga; el agua está a menos de 2kilómetros de la orilla.Navegación peligrosa durante unpar de días en medio de rocas yescollos; fondeo en un lugardesierto llamado Sácalas.Fondeo en un puerto llamadoMorontobara, después de 60kilómetros de navegación. Elpuerto es amplio, al abrigo de lasolas, en el fondo de una rada, y susaguas son profundas, pero suentrada es estrecha. Los indígenaslo llaman «Puerto de las Damas»porque habían sido reinas lasprimeras en ejercer el poder en esaregión.Navegación muy cerca de la orilla,

con una isla a babor que protege delas olas; Nearco observa que laisla está cubierta de un bosque deesencias variadas y que, en laorilla, los árboles son numerosos ysu follaje espeso.Al alba, la nota pasa la isla en elmomento del reflujo; después de 24kilómetros de navegación, la flotafondea en la desembocadura del ríoArabio, límite del territorio de losarabitas, pero cuya agua no espotable (es salobre). Nearcoobserva que se trata del últimopueblo indio de la región.Unos 40 kilómetros de navegaciónjunto a la costa del país de losoritas (que no son indios, anota

Nearco); fondeo en un lugarllamado Págala. Las tripulacionesse quedan a bordo debido a lasolas que golpean las rocas; los másaudaces desembarcan para hacerprovisiones de agua.Partida al alba y, tras unos 86kilómetros de navegación, llegadade noche a un lugar llamadoCabana; fondeo junto a una orilladesierta, pero en alta mar, debido alas olas que rompen contra losarrecifes. Pérdida de dos trirremesy de un navio ligero; los hombresconsiguen salvarse a nado. Amedianoche, Nearco da la orden delevar anclas.Después de 40 kilómetros de

navegación, las tripulaciones estánagotadas. La flota echa el ancla enalta mar y las tripulacionesvivaquean en la orilla. Nearcomanda rodear el campamento deuna trinchera. En ese lugar habíanalmacenado trigo por orden deAlejandro, y Nearco hace llevar abordo de los navíos diez días deraciones; al día siguiente sereparan los navíos dañados. Seignora cuántos días permaneció laflota en ese lugar, llamado Cócala(para simplificar nuestraexposición, estimamos su númeroen 8).El viento es favorable y empuja losnavíos, que recorren 100

kilómetros en una jornada; por lanoche fondean cerca de un torrentellamado Tornero. El lugar estáhabitado por salvajes, que vivencasi desnudos en los huecos de lasrocas (son trogloditas); cuando vena la flota dirigirse hacia la orilla,se despliegan en la costa en líneasde batalla, amenazando a losmarineros y los soldados con susgruesas lanzas, de unos tres metrosde longitud, adaptadas para elcombate cuerpo a cuerpo peroinútiles como jabalinas. Nearcoelige entonces soldados muy ágiles,muy buenos nadadores y armados ala ligera; les da como consignapartir a nado, ponerse en formación

de combate en tres hileras y cargarentonces contra los salvajes a pasode carrera, lanzando su grito deguerra. Al mismo tiempo, desde losnavíos, los arqueros lanzaránflechas contra el enemigo y lascatapultas los rociarán con obusesde piedra. Los bárbaros,estupefactos ante el brillo de lasarmaduras, la furia de la carga ylos proyectiles que parecen caerdel cielo, huyen y tratan derefugiarse en las montañascircundantes. Algunos lo consiguen,otros son muertos o hechosprisioneros. Según Arriano, quecita a Nearco, tenían el cuerpocubierto de una gruesa capa de

pelo, uñas duras parecidas aganchos e iban vestidos con pielesde animales. Después de ladesaparición de los salvajes, losnavíos fueron sacados a la playa yreparados; la escala duró seis días.Tras 50 kilómetros de navegación,llegada al promontorio llamadoMálana (en la actualidad RasMalan), que corresponde al límiteoccidental del territorio de losoritas (que se parecen, segúnNearco, a los indios por losequipamientos y las costumbres,pero cuya lengua es diferente). Enese día Nearco anota en su diariode a bordo haber recorrido unos320 kilómetros desde su punto de

partida, y que, cuando navega conrumbo sur, las sombras de losmástiles se proyectan hacia el surmientras que, por lo general, seproyectaban hacia el norte; observatambién que, cuando el Sol está enel cenit (mediodía solar), nadahace sombra. Por último, constataque entre los astros y lasconstelaciones que solía divisar enel cielo unos se han vueltocompletamente invisibles y los queeran siempre visibles durante lanoche se levantaban muy pocotiempo después de haberseacostado (estos fenómenos estánunidos a la inclinación del eje derotación de la Tierra sobre su

órbita y a la latitud a que seencontraba, cercana al trópico deCáncer; pero Nearco ignorabaesto).Llegada de la flota frente a lascostas que bordean, en Gedrosia, elpaís de los ictiófagos («comedoresde peces»); los oritas queAlejandro ha encontrado vivían enel interior de las tierras, losictiófagos estaban asentados más aloeste, en las mismas costas; segúnla descripción de Arriano, formanislotes de población.La flota leva anclas por la noche y,tras 120 kilómetros de navegacióncostera, recala en un lugar llamadoBagísara. Nearco encuentra ahí un

puerto que ofrece un buenfondeadero.Partida al alba, rodeo de unelevado promontorio en el queNearco manda excavar pozos: elagua es abundante, pero salobre.Fondeo en alta mar, debido a lasgruesas olas que rompen contra lasrocas del litoral.Fondeo en un lugar llamado Colta,después de 40 kilómetros denavegación.Partida al alba y, tras 120kilómetros de navegación, fondeoen un lugar llamado Caliba. En laorilla hay una aldea, en medio dealgunas palmeras cuyos dátilestodavía no están maduros, aunque

nos encontramos en la segundaquincena de noviembre. Lospobladores son hospitalarios yofrecen a Nearco corderos ypescado para su tripulación y sustropas; pero como no había unabrizna de hierba en aquel lugar, loscorderos se alimentaban conpescado, de modo que su carnesabe a pescado. Para unosmacedonios que se volvían locoscon la carne de los corderos deMacedonia, la experiencia resultaamarga.Después de 40 kilómetros denavegación, fondeo en un lugarllamado Carbis; también aquí hayuna aldea de pescadores en el

interior de las tierras, llamadaCisa. La aldea está vacía: al verllegar la imponente flota deNearco, sus habitantes han huido,abandonando sus rebaños decabras, de las que se encargan lastripulaciones.Después de rodear otro elevadopromontorio, la flota atraca en unpuerto de pescadores llamadoMosarna, al abrigo de las olas,donde los marineros encuentranagua dulce. Nearco embarca a unpiloto local, llamado Hidraces, quepretende conocer la costa y va aguiarlos sin problemas hasta ellitoral de la Carmania y desde allí,si Nearco lo desea, al golfo

Pérsico.La flota leva anclas por la noche,porque Hidraces ha previsto 150kilómetros de navegación hasta unlugar llamado Balomo, donde laflota atraca en plena noche.Fondeo en Balomo, desde dondemarineros y soldados alcanzan laaldea de Barna (emplazamiento dela actual ciudad de Gwadar), a 400kilómetros en el interior, donde haymuchas palmeras con dátiles yamaduros y jardines. Los habitantesde Barna son los primeros«civilizados» que encuentran desdesu partida que, según Nearco, noviven como animales salvajes.Después de 40 kilómetros de

navegación, llegada al lugarllamado Dendrábosa, desde dondela flota apareja a medianoche.Llegada al puerto de Cofas, tras 80kilómetros de navegación. Es unaaldea de pescadores cuyos barcosson pequeños, y se manejan conpagayas. Hay agua dulce, muy pura,en abundancia: Nearco aprovisionasus reservas.Partida durante la noche, y llegadaa un lugar llamado Cuiza, despuésde 160 kilómetros de navegación.Fondeo en alta mar, debido a lasolas y los arrecifes. Nearco anotaque la cena se toma a bordo decada navio, por separado (lo quepermite pensar que, durante las

escalas, las comidas tenían lugar entierra y eran colectivas). Se agotanlas reservas de agua.Partida al alba, para un centenar dekilómetros de navegación, siemprecon Hidraces como piloto. Llegadaa un buen fondeadero, al pie de unacolina sobre la que hay unapequeña ciudad. Si hay una ciudad,piensa Nearco, debe de haberrebaños y campos cultivados, esdecir, víveres; además, de lejos sedivisan espesos haces de paja en laorilla, lo que indica que debe dehaber graneros de trigo en laciudad: es el momento de hacerreservas. ¿Serán los habitantes lobastante generosos para dar víveres

en cantidad a un ejército tannumeroso? Nearco lo duda ydeclara a sus segundos que habráque tomarlos por la fuerza, pero noquiere perder el tiempo asediandola ciudad: la tomará por sorpresa.

Su plan es claro y preciso, como losde Alejandro. Se presentará ante laspuertas de la ciudad como un simplevisitante, en compañía de dos arqueros;en cuanto haya entrado, éstosneutralizarán discretamente a losguardianes de las poternas y, a una señalconvenida que hará a uno de sussegundos, llamado Arquias, losmacedonios se lanzarán al agua, nadarán

hacia las poternas y entrarán por lafuerza en la ciudad; el resto no será másque un juego de niños. Por lo tanto,Nearco ordena dar media vuelta a susnavíos para ponerlos de cara hacia altamar, de suerte que estén dispuestos apartir en cuanto los carguen, y él mismoavanza hacia la ciudad, como uncurioso, en un esquife, acompañado deun intérprete. Se acerca a las murallas.Los habitantes salen y le ofrecen regalosde hospitalidad: atunes cocidos al fuego,pastas y dátiles. «¿Puedo visitar vuestraciudad?», pregunta Nearco. Loshabitantes que habían llevado losregalos asienten. Nearco se presenta en

las poternas, los guardianes le abren lapesada puerta de madera que cierra lasmurallas y, nada más entrar en la ciudad,sus arqueros inmovilizan (o, lo que esmás probable, apuñalan) a los guardias,mientras el almirante sube a lasmurallas, hace a Arquias la señalconvenida y el intérprete grita a loshabitantes, que echan a correr hacia susarmas. «No os mováis. Es AlejandroMagno el que me envía; dad vuestrotrigo a mis hombres y no se os haráningún daño; si no, arrasaré la ciudaddespués de mataros a todos.»

Los habitantes están lejos de serrayos de guerra, empiezan respondiendo

que ya no tienen trigo en sus graneros,pero los arqueros les disparan algunasflechas, lo que les hace obedecer. Loshombres de Nearco penetran en masa enla ciudad, los llevan a los graneros y seapoderan de los sacos de grano y harina.Una hora más tarde, todo el mundo estáa bordo de nuevo y la flota de Nearco sehace a la mar, mientras aquellas buenasgentes, despojadas de sus cosechas perofelices por haber salido con vida de laaventura, invocan a sus dioses. Estegolpe de mano del almirante fue elprimer gran atraco a mano armada de lahistoria. No hizo correr ni una gota desangre, pero no le reportó gran cosa ni

resolvió el angustioso problema delavituallamiento de los hombres deNearco, que se encontraba en unasituación casi tan grave como la deAlejandro en los desiertos delBeluchistán.

Tras esta proeza, la flotamacedonia va a fondear a unoskilómetros de allí, cerca de un caboconsagrado al Sol y llamado Bagía,de donde leva anclas amedianoche.Después de 200 kilómetros denavegación, la flota fondea en elpuerto de Tálmena. De ahí, Nearcogana una ciudad llamada Canasida,a 80 kilómetros de la costa; ha sido

abandonada por sus habitantes, nohay víveres en los graneros, perosus hombres encuentran un pozoexcavado, con agua de buenacalidad, en medio de un pequeñopalmeral silvestre. Los hombrescortaron los brotes de las palmerasy se los comieron.Jornada de navegación: todos loshombres están atenazados por lahambruna; algunos hablan dedesertar y, para impedírselo,Nearco mantiene sus navíosanclados lejos de la orilla.Después de 150 kilómetros de unanavegación difícil, ya que losremeros, hambrientos, no tienenfuerzas, la flota llega a un lugar

llamado Taesis, donde hay variaspequeñas poblaciones deapariencia miserable; loshabitantes han abandonado suschozas, y los macedoniosencuentran algunos sacos de trigo ydátiles, así como siete camellos alos que matan para alimentarse consu carne.Partida al alba, para 600kilómetros de navegación y fondeoen un lugar llamado Dagasira,donde nomadean algunos indígenascon sus camellos.Después de dos días y dos nochesde navegación ininterrumpida, laflota abandona el país de losictiófagos (sobre los que Nearco

dejó algunas observacionesetnográficas). En el mar losmacedonios ven sus primerasballenas y los remeros sientenmiedo; Nearco da orden a losremeros de cargar contra losmonstruos haciendo mucho ruidocon sus remos mientras que, desdeel puente donde se encuentran, lossoldados lanzan gritos de guerra yhacen sonar sus trompetas:asustadas, las ballenas se sumergeny, una vez pasada la flota, vuelvena la superficie. El diario de Nearcocontenía algunas indicacionessobre la vida de las ballenas, quesin duda provenían del pilotoHidraces y son referidas por

Arriano (algunas, escribe, encallanen el litoral y con la marea bajaquedan atrapadas en bancos dearena; otras son lanzadas a la orillapor las tempestades, mueren ahí yse descomponen; sus huesos sonutilizados por los habitantes deestas regiones para construir sushabitáculos).La flota ha superado la ribera delos ictiófagos y bordea las costasarboladas de la Carmania. Fondeoen un lugar llamado Badis (sinduda la entrada del estrecho deOrmuz), donde los macedoniosencuentran abundancia de árbolesfrutales, de trigo, de olivos y viñas.Después de bordear las costas de

Carmania durante 160 kilómetros,los hombres divisan a lo lejos,hacia el sur, un largo promontorioque se adentra en el mar (es el cabollamado en nuestros días RasMasandam, que termina en elextremo de la península Arábiga,en el territorio del actual sultanatode Omán); parece a un día denavegación. Onesícrito (el hombreque había dirigido la galera realdurante el descenso del Indo, y queera el segundo inmediato deNearco) propone dirigir lastrirremes hacia ese caboaprovechando las corrientes; peroNearco se opone: Alejandro, dice,ha montado esta expedición

marítima porque tenían que hacerun trazado minucioso de las riberasdel océano índico, de susfondeaderos, sus islotes, suspuertos, de las tierras fértiles y losterritorios desérticos, y hay quellevar esa exploración hasta sutérmino. Onesícrito fue de la mismaopinión del almirante, y lanavegación continuó lo más cercaposible de las costas de Carmania,durante unos 140 kilómetros. Laflota echó el ancla en un lugarllamado Neóptana.Partida al alba. Después de untrayecto de 20 kilómetrosaproximadamente, los navíosmacedonios fondean a la altura del

río Ánamis (el moderno Minab),frente al puerto de Harmocia(Ormuz). Había llegado, tras lossufrimientos, el tiempo del reposo.

3. Los reencuentrosEl periplo de Nearco fue la mayor

hazaña marítima —y única en su género— de la historia antigua. Duró, dicen lostextos, unos ochenta días (Arriano díxit),lo que le permite llegar a Ormuz hacia el10 de diciembre de 325 a.C, perodiversas comprobaciones indican queNearco no llegó hasta finales de esemes. Del centenar de navíos que había

llevado de Pátala-Karachi a BenderAbas, sólo había perdido cuatro en laaventura.

Así pues, marineros y soldadosdesembarcan en Ormuz. Son acogidospor poblaciones amistosas, el país esrico en distintos cultivos —sólo carecende olivos— y pasan varios díasdescansando, reponiéndose yredescubriendo los placeres terrenales.

Se acuerdan de los sufrimientossoportados, de los peligros corridos, delas tierras desérticas descubiertas, asícomo de las poblaciones salvajesencontradas, de los ictiófagos y lasballenas. En cuanto a los jefes de la

expedición, Nearco, Onesícrito eHidraces, buscan a Alejandro, que losespera cualquiera que sea la región (dehecho, se encontraba a unos 150kilómetros en el interior de las tierras,con lo que le quedaba de su ejército y elde Cratera).

En este punto, Arriano no puededejar de abandonar la pluma delhistoriador serio y crítico y tomar la delescritor novelesco. Nos dice que unpequeño grupo de macedonios,alejándose de la orilla, se extravían enel interior de las tierras. Encuentranentonces a un hombre vestido con unaclámide como las que llevan los griegos

y que realmente hablaba griego. Losprimeros que lo ven se echan a llorar dealegría: después de tantas miserias, veruna persona vestida a lo griego yhablando su lengua materna les pareceun milagro.

—¿De dónde vienes y adonde vas?—le preguntan.

—Estaba en el campamento deAlejandro, que no se halla muy lejos deaquí, y lo he dejado por unos días.

Los hombres, muy contentos, loaclaman y aplauden, luego lo recogen ylo llevan ante Nearco. El griego leinforma de que el campamento deAlejandro está a cinco días de marcha

por mar y que Cratera ya se le ha unidocon su columna. Luego propone alalmirante presentarlo al gobernador dela región.

Después de visitar a este personaje,Nearco regresa a sus navíos. A lamañana siguiente, aprovechando labajamar, los vara en la playa, lobastante lejos dentro de las tierras paraque seis horas más tarde no seanalcanzados por la pleamar, y monta elcentro de un campamento militarclásico, rodeado de una dobleempalizada, protegido por una profundatrinchera con terraplén, en la orilladerecha del Amanis. De este modo

podrán repararse los navíos que hayansufrido desperfectos, y dejará allí lamayor parte de sus tropas. Luego Parte,con su lugarteniente Arquias y cincohombres, en busca de Alejandro.

Por su parte, el gobernador al quehabía sido presentado intrigaba. Sabíaque Alejandro estaba muy preocupadopor el destino de Nearco y su flota, delos que no tenía noticia alguna desdehacía tres meses. Por ello pensaba que,si era el primero en anunciar al rey labuena nueva del desembarco de Nearco,recibiría un magnífico regalo. Correpues cuanto puede hasta el campamentode Alejandro; le dice que Nearco ha

llegado a Ormuz y que su ejército estásano y salvo. Alejandro está lleno dealegría pero, antes de recompensar algobernador, quiere ver a Nearco con susojos. Pasan varios días: Nearco nollega. Alejandro envía exploradores enbusca de Nearco al desierto que separasu campamento de la costa; transcurrenvarios días más y los exploradoresregresan con las manos vacías: no hanencontrado a Nearco, ni sus tropas, nisus navíos. El rey se irrita y ordenadetener al gobernador por haber sidotransmisor de noticias falsas y haberaumentado su pena haciendo brotar en suánimo una esperanza sin fundamento.

Mientras tanto, algunos exploradoresde los que habían salido en su buscaencuentran a Nearco y Arquias vagandoen el desierto a la busca delcampamento macedonio. Los doshombres, sucios, delgados, hirsutos,cubiertos de sal, son irreconocibles; lespreguntan dónde está el campamento deAlejandro —los exploradores lesinforman, luego fustigan a los caballosde su carro y se alejan a través deldesierto—. Arquias se asombra por laprecipitación con que han desaparecidoe informa de sus reflexiones a Nearco:

—En mi opinión, Nearco, si estoshombres están en la misma ruta que

nosotros, en el desierto, no es cosa delazar: han sido enviados en nuestra buscay no nos han reconocido. Mira en quéestado nos encontramos. ¡Corramos areunimos con ellos y presentémonos!

Alcanzan a los dos exploradores yNearco les pregunta adonde van.

—Hemos salido en busca de Nearcoy del ejército que transportan sus navíos—responden.

Entonces el almirante les dice:—Yo soy Nearco, y éste es Arquias,

mi lugarteniente. Llevadnos pues anteAlejandro.

Los exploradores los hacen montaren su carro y pocas horas más tarde el

almirante y su lugarteniente sonpresentados a Alejandro, que a duraspenas consigue reconocerlos y que seecha a llorar de alegría.

—Verte con Arquias me procura unaalegría extrema —le dice el rey aNearco, después de llevárselo aparte—.Pero cuéntame cómo han perecido losnavíos y mi ejército.

Nearco le interrumpe:—Rey, nadie ha perecido. Tus

navíos están intactos, los hemos sacadoa la playa y están reparándolos. Encuanto a los hombres, todos están sanosy salvos.

Las lágrimas de Alejandro aumentan

y, sollozando de alegría, exclama:—¡Por el Zeus de los griegos y el

Amón de los libios, lo que me anuncias,Nearco, me alegra más que la conquistade toda Asia!

La alegría estalla en el campamento.Todas las fuerzas macedonias estánahora reunidas, con sus jefes(Alejandro, Cratera, Hefestión yNearco). El gobernador al queAlejandro había mandado encarcelarpor procurarle una alegría falsa espuesto en libertad. Se ofrecensacrificios a Zeus Salvador, a Heracles,el antepasado de Alejandro, a ApoloProtector, a Poseidón y todas las

divinidades marinas. Luego, como teníapor costumbre, Alejandro organizajuegos atléticos, un concurso artístico yuna procesión con Nearco a la cabeza, aquien los soldados y marineros lanzabanflores y cintas.

Una vez cumplidos los deberesreligiosos y acabados los festejos, habíaque volver a las cosas serias. Alejandrole dice a Nearco que en el futuro noquiere verle correr más peligros y queconfiará la flota a algún otro. PeroNearco se niega: «Rey, tú sabes queestoy dispuesto a obedecerte en todo yen todas partes. Pero si quierescomplacerme, déjame llevar tu flota,

intacta, hasta Susa, remontando el Tigrisdesde el fondo del golfo Pérsico. —Lacapital persa estaba a orillas del Karún,un río que desemboca en el Chatt el-Arab, la vía fluvial formada por laconfluencia de las aguas del Tigris y delEufrates—. Me habías reservado laparte más difícil y peligrosa de laexpedición, déjame cumplir ahora laparte más fácil y gozar de la gloria,ahora al alcance de la mano, de haberlallevado a buen fin.»

Alejandro no le dejó acabar y le diocalurosamente las gracias. LuegoNearco y Arquias partieron de nuevo através del desierto hacia su

campamento, no sin que tengan queluchar todavía con algunas bandasbárbaras de Carmania, que aún no sehabían sometido al macedonio. EnOrmuz el almirante toma de nuevo elmando. La flota, una vez reparada, sehace al mar de nuevo.

Los reencuentros de Ormuz marcanel final de la gran campaña de Alejandroen la India, glosada por numerososhistoriadores. Añadámosle nuestraspropias glosas.

En primer lugar, conviene relativizarlas cosas, tanto en el espacio como en eltiempo.

La «India» que intentó conquistar

Alejandro no tiene nada que ver con esaenorme península triangular cuya basemontañosa está formada por el Himalayay el Hindu-Kush, y cuya cima es el caboComorin, de una superficie total de unos5.500.000 km2, troceada en nuestrosdías en cinco estados (Pakistán, laRepública India, Bangla-desh, Nepal yBután), uno de los cuales —laRepública India— tiene a su vezveinticinco estados. El territorio que fueobjeto de su conquista representa pocomás o menos, en superficie, la mitad delPakistán actual (la comprendida entrelas montañas afganas y el Hifasis), esdecir, unos 400.000 km2 (a título de

comparación: la superficie de Suecia esde 412.000 km2). Añadamos que por lomenos la mitad de esa mitad de Pakistánestá compuesta por montañas pocohabitadas y regiones desérticas, y que enla época había sin duda más habitantessólo en la Grecia continental que en esa«India» en miniatura de Alejandro. Encuanto a su superficie, el territorio indioconquistado por Alejandro era alimperio del Gran Mogol (en su mayorextensión) lo que Bretaña es a la Franciade hoy; comparado con el Imperio persa,apenas representaba una satrapía. Nohay motivo para pensar en una epopeya.

Podemos hacer una observación

análoga por lo que se refiere al puestoocupado por la aventura indiapropiamente dicha en la vida política ymilitar de Alejandro. De los trece añosque duró su aventura asiática, laexpedición india no le llevó más que unaño (pasa a India en el otoño de 327a.C., y deshace el camino en el otoñodel año siguiente, a partir del Hifasis).

En segundo lugar, en el plano de lashazañas del macedonio en India, no haygran cosa que recordar, salvo la batalladel Hifasis, que fue una pelea más queuna batalla y que, sobre todo, no tuvo lasinmensas consecuencias que sederivaron de las batallas del Gránico (la

que le abrió Asia Menor), de Isos (quele abrió las puertas del Imperio persa) yde Gaugamela-Arbela (que le convirtióen el sucesor de hecho de los GrandesReyes aqueménidas). En cuanto a suretirada a través del Beluchistán, fuecomo una «retirada de Rusia» avant lalettre. De hecho, la única gran gestaindia tuvo por héroe a Nearco, peropertenece a las grandes aventurasmarítimas que más tarde ilustrarán losVasco de Gama, Cristóbal Colón yMagallanes antes que a las epopeyasguerreras.

De ahí una primera conclusión: si laconquista relámpago del Imperio de los

Aqueménidas fue un hecho de armas yde civilización prodigioso (capital parala historia futura de Europa), laconquista laboriosa, efímera y sin gloriade la mitad del Pakistán por elmacedonio no tuvo consecuencias,directas o indirectas, para Europa.

En cambio, y ésta será nuestrasegunda conclusión, las tuvo para elconjunto de la India en el plano culturaly religioso, pero Alejandro no tuvo nadaque ver y lo único que aquí se analiza esla influencia persa, cuya vía natural deinvasión de la península india pasabapor Pakistán.

1. Fue en esa época cuando tuvo lugar

en la península un importantedesarrollo del budismo (nacido enlos siglos VI-V a.C; Buda habíamuerto en el año 480 a.C.) y deljainismo (nacido poco más o menosen la misma época, con lapredicación de Mahavira, 599-527a.C), que suplantan progresiva yparcialmente el brahmanismo, enrelación con la religión del persaZoroastro (¿660?—¿583? a.C.) quese infiltra en India a partir de lassatrapías persas de Afganistán.

2. Es en la época en que sedesarrolla, siempre en Pakistán (enla provincia del Gandhara, elmoderno distrito de Peshawar) y apartir de Afganistán, lo que se

llama el arte grecobúdico.3. Es, por último, en esa época

cuando la grafía alfabética aramea,empleada por los escribas del GranRey, el kharosthi, se introduce en elnoroeste de la península india(siempre a partir de Afganistán) ysuplanta a la antigua escriturareligiosa (la brahmi).

De buena gana añadiré a estasconsideraciones una última observación,a saber: el fracaso de Alejandro sedebió al hecho de que ignorabaprácticamente todo de lo que iba aencontrar en su «India», y que por lotanto no tenía ningún proyecto, en

sentido estricto, como lo había tenido aldisponerse a luchar contra los persas. Ala pregunta: «¿Por qué razonesAlejandro se empeñó en la conquista deIndia?» no hay respuesta racional, comono puede haberla para otros proyectosenloquecidos, como lo fue la cruzadapredicada por Pedro el Ermitaño o lassalidas hacia una especie dedesconocido geográfico absoluto deVasco de Gama o de Cristóbal Colón.Alejandro no tenía idea de lo quebuscaba, por tanto no podía encontrarnada —salvo por un azar insensato— alfinal del camino, y, en un momento dado,las decenas de miles de macedonios,

griegos y bárbaros que había arrastradoen esa búsqueda ciega se hartaron yexigieron que diese media vuelta.

Su destino no es, por tanto,comparable al de ningún otroconquistador; ni al de César, cuyoobjetivo era claro: hacer vivir a losmillones de seres humanos que poblabanel universo romano bajo una misma ley,con una misma lengua, con una mismamoneda, un mismo calendario, para elmayor interés de todos; ni al deMahoma, que se sentía investido porDios de una misión que puede decirseevangélica, en sentido estricto; ni al deCarlomagno, análogo al de César, con la

diferencia de que concernía no a losromanos sino a los cristianos; ni al deGengis Kan, cuyo objetivo era realizarla unidad política y cultural de lospueblos de Asia Central; ni al de losrevolucionarios iluminados, comoRobespierre o Lenin, guiados comoestaban por un credo humanitario ysocial que se ahogó en la sangre de lasguillotinas y los gulags; ni al deNapoleón, que sumió a su patria deadopción en el abismo por exceso deambición y a la que dejó jadeantedurante medio siglo después. Y, en lamedida en que Alejandro no sentía odioalguno contra ningún pueblo que pudiese

ser el motor de su insensata anábasis, nose le puede asimilar tampoco a losdictadores modernos cuyo paso haapestado el siglo XX.

De hecho, su destino no puedecompararse con el de ningún otroconductor de pueblos, porque no serealizó de un modo uniforme. Parahablar como los matemáticos, diremosque la función que lo representa,después de haber sido constantementecreciente desde el tiempo de sunacimiento, conoció una discontinuidaden ese día de otoño del año 327 a.C. enque, sin preparación alguna, se adentróhacia el paso de Khaybar. Esa

discontinuidad puede, como veremosmás adelante, interpretarse como elproducto de una ruptura de tipopsicótico con la realidad.

XVII - El reencuentrode Susa

(10º y 11° años de guerra enOriente: 324-323 a.C.)

Fin del periplo de Nearco, que llega a Susa porel golfo Pérsico y el río Pasitigris (finales deenero de 324). —Alejandro en Susa: al pasarpor Persépolis, descubre que la tumba de Ciroel Grande ha sido profanada (febrero de 324).—Bodas de Susa: 10.000 macedoniosdesposan a 10.000 muchachas persas (febrerode 324). —Muerte en la hoguera delgimnosofista Galano (finales de febrero de324). —El proyecto unificador de Alejandro.

—La sedición de Opis (primavera de 324). —Alejandro en Ecbatana: muerte de Hefestión(verano de 324). —Expedición de Alejandrocontra los coseos (invierno de 324).

Todas las fuerzas grecomacedonias,o al menos lo que de ellas quedabadespués de aquella agotadora retiradaque había durado dieciséis meses,estaban reunidas ahora entre Ormuz(Bender Abas) y el campamento deAlejandro. Había llegado paraAlejandro el momento de reorganizar elvasto Imperio de los Aqueménidas quehabía hecho suyo, y reunir todas susfuerzas y sus aliados en una de lascuatro capitales de aquel Imperio:

Persépolis, Pasagarda, Ecbatana, Susa yBabilonia.

La primera ya no tenía palacio, elmacedonio lo había incendiado seisaños antes. La segunda era una capitalde verano, que sólo disponía de unpersonal administrativo restringido,demasiado descentrada en relación a lassatrapías orientales; lo mismo ocurríacon Ecbatana. Babilonia era una ciudadlegendaria, pero no persa: era la capitalhistórica de la Mesopotamia semita.

Quedaba Susa, la tradicional capitalde invierno de los Aqueménidas, queofrecía además la ventaja de estar cercade un afluente del Tigris (más

exactamente, del Chatt el-Arab), elPasitigris (el actual Karún), por lo quepodía ser alcanzada por la flotamacedonia una vez que ésta se adentraseen el golfo Pérsico; era, por tanto, elpunto de encuentro ideal. Nearcollevaría allí sus navíos, como habíanconvenido el rey y su almirante,mientras que Hefestión y Crateraconducirían hasta allí sus unidades,incrementadas con el grueso del ejércitoque había vuelto de India con Nearco,por la ruta que bordeaba el litoral de laCarmania y de Persia. FinalmenteAlejandro se dirigía hacia allí por laruta del interior, lo que le permitiría

hacer una gira de inspección en esas dosregiones.

1. El regreso de los ejércitosa Susa

Después de que Alejandro leencargase oficialmente guiar la flotamacedonia desde el estrecho a Susa,Nearco se reunió de inmediato con susmarineros en Bender Abas y, tras haberhecho sacrificios escrupulosamente aPoseidón y a las divinidades del mar,dio la orden de levar anclas en losprimeros días de enero del año 324 a.C.

Ya tenemos a la larga procesión de

las trirremes griegas atravesando elestrecho. Bordea primero la isla deOaracta (nombre moderno: Qeshm),cubierta de viñas y palmeras. Nearcohace escala y es recibido por elgobernador persa de la isla, el iraníMacenes, que le ofrece sus servicios depiloto para guiarle, benévolamente,hasta Susa. Navegando de isla en isla,de bahía en bahía a lo largo de lascostas de la Carmania, Nearco tieneocasión de admirar la habilidad de lospescadores de perlas, el impresionantenúmero de barcos y barcas que fondeanen las ensenadas que bordean el golfo.La flota macedonia llega así a la

desembocadura de un río decididamentemás ancho y grande que los ríos y lostorrentes que ha visto desde que hasalido de Ormuz. Macenes le informa deque se trata del Orcatis (el actualMand), que marca la frontera entre laCarmania y Persia.

Son ahora las costas de Persia, luegolas de Susiana, las que bordean losnavíos de Nearco; a finales del mes deenero da a sus marinos la orden tanesperada de lanzar el ancla en ladesembocadura del Eufrates, cerca deuna aldea de Babilonia llamadaDiridotis, término de las caravanasprocedentes de Arabia del Sur (la

Arabia Feliz) y mercado célebre deincienso, mirra y perfumes arábigos. Suguía le informa de que están a unos 700kilómetros de Babilonia.

En Diridotis dos mercaderesllegados de Persia para comprarincienso y perfumes anuncian a Nearcoque Alejandro se ha puesto en ruta paraSusa. El almirante, que ya estaba en elEufrates, da media vuelva, desciende denuevo por el Chatt el-Arab y toma elcurso del Pasitigris (Karún), queremonta en dirección a esa ciudad; ahoratiene Susiana a babor y las aguas delgolfo Pérsico (en la región de Aba-dán)a estribor y atraviesa una comarca

habitada y próspera (lo es todavía másen nuestros días, con la diferencia deque no son campos de trigo y vergeleslos que la cubren, sino instalacionespetrolíferas).

Después de recorrer una treintena dekilómetros por el Pasitigris, Nearcoecha el ancla, hace sacrificios a losdioses salvadores y protectores de losnavegantes, organiza juegos atléticos yfestejos de todo tipo: sus tripulaciones ylos pocos soldados que transportasaborean los placeres del crucero. Perono hay tiempo que perder: Alejandrollega de Carmania y Nearco tiene queestar en el Pasitigris para recibirle; por

otro lado, a la altura de la ciudadmoderna de Ahvaz (Awvaz para losatlas británicos) se ha lanzado sobre elrío un puente de barcas, a fin de permitiral ejército real pasarlo.

Es ahí donde los dos cuerposexpedicionarios, el marítimo y elterrestre, se unen, a finales del mes deenero del año 324 a.C. Alejandro ofrecesacrificios a los dioses para darle lasgracias por haberle devuelto sus navíosy sus hombres, organiza juegos para lossoldados que lo aclaman por rey, a susgenerales y a su almirante, y el geógrafoque dormitaba triunfa: con su hazaña,Nearco acababa de demostrar que era

posible un enlace marítimo entreMesopotamia e India, bañadas por elmismo océano. Es más, había sabido porlos mercaderes de mirra e inciensoencontrados en Diridotis, que existía ungolfo análogo al golfo Pérsico al otrolado de la península Arábiga, quellevaba a Egipto. Así pues, el Asia indiay las tierras que sin duda la prolongabanhacia el este, Persia, Mesopotamia yAsia Menor, que a su vez la prolongabahacia el Mediterráneo, y también Egiptoestaban unidos por un solo y mismo mar.Evohé! Evohé! ¡Bien valía todo esto unabacanal! Y a Arriano le parece todo ellomerecedor de mención, citando a su vez

el diario de a bordo de Nearco:

“El golfo que profundiza a lolargo de Egipto a partir delocéano [Índico] hace evidente laposibilidad de navegar desdeBabilonia hasta dicho golfo, quese extiende hasta el mismoEgipto.”ARRIANO, La India, VIII, 43, 2.

Mientras Nearco navegaba así por elocéano Índico y el golfo Pérsico,Hefestión, cumpliendo las órdenes deAlejandro, ganaba Persia por el litoralde Carmania, llevando consigo, en unacaravana enorme, la mayor parte del

ejército macedonio, los animales decarga y los elefantes. El trayecto serealizó sin problemas, ya que en in-vierno las costas persas son soleadas yno carecen de víveres ni agua.

Por su parte, Alejandro, con lacaballería de los Compañeros, unacolumna de infantería ligera y una partede sus arqueros, había salido de sucampamento en Carmania y se dirigíahacia Persia por el interior. Llegado a lafrontera que separaba las dos satrapías,se informa sobre la conducta de losadministradores y los altos funcionariosque había dejado en Persia antes departir hacia India: llueven las

recompensas y las sanciones.El compañero Estasanor, gobernador

de las satrapías de Aria y Drangiana,que le recibe ofreciéndole un granrebaño de camellos para reemplazar losanimales perdidos en el Makkrandurante su travesía del Beluchistán, esautorizado a tomar su retiro y volver aMacedonia por sus buenos y lealesservicios. Los dos jóvenes que hanformado el rebaño —y que son los hijosdel sátrapa de Partia, Fratafernes— sonnombrados miembros del cuerpo de élitede los Compañeros. Peucestas, elportador del escudo de Alejandro en elcombate contra los malios, es elevado a

la dignidad de guardia de corpspersonal y nombrado luego sátrapa dePersia. En cuanto a las sanciones, sondespiadadas e inmediatas: los tresgenerales que mandaban como segundos,bajo Parmenión en Ecbatana, acusadosde diversas exacciones, son condenadosa muerte y ejecutados; Abulites, sátrapade Susiana, acusado de negligencia en elavituallamiento de los ejércitos, escolgado en Susa, con su hijo, como loserá poco tiempo después en Pasagardaun tal Orxines, que se ha nombrado a símismo sátrapa de Persia a la muerte desu predecesor.

En la ruta de Susa, Alejandro se

detiene en Pasargada, la capitalhistórica de los Aqueménidas. Tiene laintención de organizar ahí una granmanifestación que podría denominarse«monarquía legitimista». En efecto, elsátrapa de Media le había informado delarresto de un medo, llamado Bariaxes,que se había autoproclamado rey de losmedos y los persas; el personaje fuellevado ante el rey, que lo mandóejecutar junto con sus partidarios; erauna forma de advertir a todopretendiente eventual que la tiara delGran Rey sólo le correspondía a él,Alejandro, el rey de Macedonia y elheredero de Darío. Luego se dirige a la

tumba de Ciro el Grande, en Pasagarda,a fin de recogerse ante ella.

Aquella tumba de piedra, de formacúbica, estaba instalada en el corazón deun bosque sagrado, en el parque real dePasargada; se entraba por una estrechaabertura practicada encima delmonumento. En el interior de la cámaramortuoria se había colocado unsarcófago de oro, conteniendo el cuerpodel gran Ciro y, junto al sarcófago, unacama con patas de oro, sobre la queestaban puestos el guardarropa de Ciro ysus joyas. La tumba llevaba unainscripción en viejo persa que decía:«Mortal, yo soy Ciro, fundador del

Imperio persa y dueño de Asia:reconoce que merezco este monumento.»

Alejandro penetra en la cámarafuneraria: encuentra la tumba vacía detodo su contenido, a excepción delsarcófago, que los profanadores nohabían podido llevarse. Profundamenteturbado, el rey ordena arreglar de nuevola tumba, luego manda detener a losguardianes de la sepultura y los somete atortura, para que revelen los nombres delos criminales. Pero no hablan.Alejandro comprende que son inocentesen este asunto y ordena dejarlos enlibertad.

No abandona la capital de Darío sin

hacer una peregrinación a las ruinas dePersépolis que había incendiado, proezade la que se sentía muy poco orgulloso,nos dice Arriano. Fue en Persépolisdonde condenó e hizo ejecutar alusurpador Orxines, del que hemoshablado antes. Peucestas fue investidode sus funciones de sátrapa enPersépolis, y se apresuró a ponerse eltraje largo de los medos y adoptar lalengua persa. Según Arriano, fue elúnico macedonio, junto con Alejandro,que adoptó esos usos.

Alejandro también tuvo que resolverel caso de Hárpalo, su gran tesorero.Este macedonio era un amigo de infancia

de Alejandro: durante la disputa entreeste último y su padre, había formadoparte de los allegados de Alejandro quefueron enviados al exilio por Filipo II,al mismo tiempo que otros jóvenes queluego destacaron, como Nearco oPtolomeo, hijo de Lago. Alejandro lehabía nombrado su tesorero general aldejar Fenicia camino de Mesopotamia.Luego el comportamiento de Hárpalo sevolvió turbio. Responsable de la cajamilitar del macedonio, en Megardedesaparece en 333 a.C, pero Alejandrole perdonó, no se sabe por qué motivos;cuando el macedonio parte haciaOriente, Hárpalo le sigue, siempre como

tesorero. Tras la toma de Babilonia, seinstala en esa ciudad principescamente,se rodea de las prostitutas más famosasde Atenas y roba a manos llenas eltesoro que le había sido confiado.

Al regreso de Alejandro, Hárpalo,dominado por el pánico, deja Babiloniapor Tarso y, en la primavera del año324 a.C, se refugia entre los atenienses,llevándose 50.000 talentos de oro y6.000 mercenarios que había embarcadoen 300 navíos. Por más que hizoAlejandro, por más que dirigiódemandas conminatorias de extradicióna los atenienses, Hárpalo se las arregló

para pasar entre las mallas de la red:Atenas era venal, y el hombre habíaconseguido atraerse la simpatía de lasgentes del Ática mediante la distribucióngratuita de trigo (a costa de Alejandro),y la de los oradores más influyentesgracias a suntuosos regalos.

Mientras tanto, Alejandro seacercaba a Susa y, a medida queavanzaba a través de Susiana, madurabaotros planes —por no decir otrosdelirios.

2. Las bodas de SusaAlejandro fue el primero en entrar

en Susa, en febrero de 324 a.C. Lesiguió poco después Hefestión y lastrirremes de Nearco fueron a echar elancla, unas tras otras, en las riberas delPasitigris. Una vez reunidas las tropas ydespués de tomarse unos días dedescanso, se dispusieron a hacer suentrada solemne en la ciudad. De todoslos rincones del Imperio, los sátrapas,los gobernadores militares, los altosfuncionarios, convocados por el rey,llegaban con sus escoltas más o menosabigarradas. Los extranjeros de lasprovincias más alejadas, de Europa o deAsia, habían sido invitados a lassolemnidades que se preparaban en la

capital aqueménida. A todos les parecíaque el mundo iba a cambiar.

Porque el Alejandro vencedor,realizando una retirada que le había sidoimpuesta por sus propios soldadosvictoriosos, tenía más proyectos todavíaque el Alejandro conquistador que habíadevorado todo a su paso, desdeAnfípolis a las orillas del Hífasis. Peroya no soñaba con nuevos territorios,sino con un nuevo orden universal de lascosas. ¿Por qué, se preguntaba, haceruna distinción entre griegos ymacedonios por un lado, persas y elresto de los bárbaros por otro? ¿No sontodos bípedos razonables idénticos,

como enseña Aristóteles? ¿Por qué nofundir todas las razas en una sola? Y,para empezar, ¿por qué no hacer lafusión de grecomacedonios y persas?

Quizá un episodio de sus guerrasindias le había inspirado una idea, locapara un heleno: cuando las tribus de losmalios, los oxídracos y los acteos,enemigos entre sí desde hacía lustros,habían decidido unirse contra el peligrocomún que Alejandro constituía frente aellos, y habían sellado su unión dandocada tribu a la otra 10.000 jóvenes paracasarse. ¿Por qué no hacer lo mismo conlos macedonios y los persas? Entoncesse realizaría la unión entre Oriente y

Occidente, entre Asia y Europa. Ya nohabría macedonios vencedores y persaso asiáticos vencidos: ya no habría, porsiempre, más que un solo pueblo.

El asunto se puso en práctica sinrodeos, pero desde luego había sidopreparado por adelantado. Por desgracianinguna fuente menciona esospreparativos y únicamente podemosdescribir sus resultados: las Bodas deSusa, acontecimiento que tuvo lugar enSusa tras la entrada solemne de lastropas macedonias, a finales de enero oprincipios de febrero del año 324 a.C,que vieron, en un mismo día, a 10.000soldados macedonios desposar a 10.000

muchachas peras.Estas bodas habían sido ideadas por

el rey como una fiesta que superase, porsu lujo y amplitud, a todas las que hastaentonces se habían celebrado y el reymismo debía dar ejemplo casándose condos persas al mismo tiempo: Esta tira, lahija mayor de Darío, y Parisátide, lahermana más joven de ésta, sin por ellorepudiar a Barsine, su primera esposa,madre de su hijo Heracles, ni a Roxana,su segunda esposa. Debe observarse aeste respecto que cuatro mujeres para unhombre que tenía fama de ser continenteen materia de amores femeninos, y queparece no haber tenido más que una

pasión amorosa (homosexual) en suvida, la que sentía por Hefestión, tal vezsea mucho, pero es el rey, debe darejemplo y desposar no es lo mismo,como se decía vulgarmente antaño, que«consumar».

Además, había invitado —por nodecir ordenado— a sus allegados quehiciesen como él. Su amante Hefestiónhubo de desposar a otra hija de Darío(por lo tanto hermana de Estatira),llamada Dripetis; el general Cráterodesposó a una sobrina de Darío, que sellamaba Amastrines; Seleuco, uno de susmejores lugartenientes, que fue vencedoren Isos, futuro fundador de la dinastía

(macedonia) de los seléucidas (quereinó en Persia hasta el año 164 a.C.)desposó a la hija de un alto funcionariode Bactriana, Ptolomeo hijo de Lago yEumenes desposaron a unas hijas delgeneral persa Artábazo, al queAlejandro había hecho sátrapa deBactriana, y así sucesivamente. En total,según las fuentes, de este modo seunieron a jóvenes persas siete amigos deAlejandro, una docena de generales yochenta Compañeros. La ceremonia fuecelebrada al modo persa por elchambelán del rey (Cares de Mitilene).

Para la ocasión se había montadouna enorme tienda real cuadrada de 800

metros de lado, con un dosel de brocadode oro que se apoyaba, tensado, sobrecincuenta columnas de plata o decorladura, incrustadas de piedraspreciosas. Sus paredes eran tapicesricamente bordados, colgados demolduras de oro y plata, representandoescenas de la mitología griega o de laIlíada. En el centro de la tienda se habíapreparado una mesa: a un lado habíacien divanes de pies de plata reservadosa los esposos; el de Alejandro estaba enel centro, algo más elevado que losdemás y cargado de pedrerías; en el otrolado estaban los lugares destinados a losinvitados del rey (eran 9.000).

Alrededor de esa mesa central habíandispuesto mesas más pequeñas, para losextranjeros notables. Por último, habíanarreglado lujosamente 92 cámarasnupciales en el fondo de la tienda. Los10.000 oficiales y soldados macedoniosy sus 10.000 desposadas persas estabanrepartidos por tiendas montadas portodas partes dentro de la ciudad eincluso fuera de las murallas.

De repente, en la tienda real suenanlas trompetas. Anuncian el inicio de lafiesta nupcial y los 9.000 invitadosreales, entre los que Alejandro hamandado distribuir 9.000 copas de oro,ocupan su sitio bajo la tienda. Segundo

toque de trompetas: anuncia que el reyofrece libaciones a los dioses en unacopa de oro, y todos los invitados hacenotro tanto. Tercer toque: entrada de lasprometidas persas, veladas según lacostumbre oriental (observación: el velonunca fue una invención musulmana); lasjóvenes se dirigen, lenta ygraciosamente, hacia los esposos que lesestán destinados. Cuando todas lasparejas están formadas y sentadas en susrespectivos divanes, Alejandro seinclina hacia Estatira e imprime en suslabios el beso nupcial; cada uno de losprometidos hace lo mismo y empieza elfestín.

Como todos los festines macedonios,termina bien entrada la noche y lasparejas se dirigen entonces hacia lacámara nupcial que les está reservada.Al día siguiente las fiestas vuelven aempezar, y así durante cinco días. Cadapareja recibe de Alejandro una dote y unregalo de bodas: se entrega a losgenerales y los soldados 20.000 talentosde oro. Todas las ciudades y lasprovincias del Imperio aqueménida,todas las ciudades griegas ymacedonias, así como los reinos aliadosenviaron presentes, sobre todo coronasde oro por un valor global de 15.000talentos.

También hubo juegos, concursos yespectáculos. Todos los tañedores dearpa de Occidente y Oriente, rapsodas,malabaristas, acróbatas, danzarines decuerda, escuderos, comediantes, trágicosy bailarines diversos hicieron, durantevarios días, la alegría de las multitudes.Al final de esos juegos los heraldosanunciaron que el rey asumía todas lasdeudas de sus soldados y sus oficiales yque cada militar sólo tenía que declararsu monto al tesorero pagador delejército; al principio, temiendo que lesreprochasen su prodigalidad, y sobretodo que comunicasen su nombre aAlejandro, los deudores no se

presentaron en gran número. Entonces seles hizo saber que no tenían más quepresentarse, y que las facturas seríanpagadas sin que los tesoreros seinteresasen por los nombres de losdeudores: de este modo se pagaron20.000 talentos.

Las bodas de Susa se vieronenlutadas por un drama, cuyo héroe fueun asceta indio llamado Cálano, quehabía renunciado —no se sabe por qué— a su vida de asceta —de gimnosofistacomo decían los griegos, porque estossabios vivían desnudos en susrudimentarias ermitas— para seguir aAlejandro hasta Susa.

Los macedonios habían encontrado aeste sabio en Taxila, en la primavera delaño 326 a.C. cuando discutía con otrosascetas, al aire libre, en el claro de unbosque. Al ver pasar a Alejandro y a suejército, en lugar de huir por miedo, ode acudir a él por curiosidad, losascetas se habían limitado a golpear elsuelo con sus pies. Intrigado, el rey leshabía preguntado por medio de unintérprete qué significaban aquellosgolpes, y ellos le habían respondido(según Arriano, op. cit., VII, 1-2): «ReyAlejandro, la única tierra que todohombre tiene es la parcela en la que estáinstalado, y tú no te distingues en nada

del resto de los hombres; locamenteagitado y orgulloso, te has alejado de latierra de tus padres, has recorrido latierra entera creándote mil problemas yprovocándoselos a los demás. Y sinembargo, pronto estarás muerto y noposeerás más tierra que la que senecesita para inhumar tus despojos. Tefatigas, como tantos hombres, ynosotros, los sabios, somos felices sinfatigarnos.»

En ese momento, a Alejandro lepareció buena la respuesta, de la mismaforma que había admirado las palabrasde Diógenes, en Corinto, en octubre de336 a.C, y, aunque eso no le impidiese

hacer todo lo contrario de lo que lehabía parecido bien, había formulado eldeseo de que se le uniese uno deaquellos gimnosofistas cuya indiferenciaal dolor y a los acontecimientosexteriores respetaba e inclusoenvidiaba. Tras lo cual, el mayor enedad de aquellos sabios, Dandamis, queera el gurú de su comunidad, lerespondió: «Te dices hijo de Zeusporque pretendes poseerlo todo.También yo soy hijo de Zeus, porqueposeo todo lo que quiero y no deseonada que tú estés en condiciones dedarme. Mi tierra india me basta, con losfrutos que produce, y cuando muera, me

veré libre de este compañero indeseableque es mi cuerpo.»

Alejandro se inclinó, porque habíareconocido en Dandamis a un hombreverdaderamente libre. Pero uno de losascetas, llamado Cálano, aceptó, cosaque no sorprendió a sus compañeros queconsideraban que Cálano no tenía ningúndominio de sí mismo. Así pues, Cálanosiguió a Alejandro, pero era viejo yestaba débil, sobre todo porque no habíacambiado nada de su forma ascética devivir. Llegado a Susa, y al perder susfuerzas, se negó a seguir alimentándosey dijo a Alejandro que había elegidomorir rápidamente, porque no quería que

sus sufrimientos físicos pervirtiesen sualma: «A los indios —le dijo aAlejandro que pretendía que sintiesegusto por la vida—, nada les resulta másindigno que dejar que la enfermedad o elsufrimiento del cuerpo atormenten laserenidad del alma.» Añadió que sureligión le ordenaba inmolarse medianteel fuego en una pira.

Viendo que nada conseguiríacambiar la disposición de ánimo deCálano, Alejandro dio la orden a suguardia personal, Ptolomeo hijo deLago, de encargarse de levantarle unapira. Organizó una procesión, conjinetes e infantes con copas de oro y de

plata, y Cálano fue transportado sobreunas parihuelas, coronado de floresmientras cantaba en lengua india himnosen honor de sus dioses. Se tumbó luegosobre la pira con gran dignidad, ante lasmiradas de todo el ejército (Arrianodixit). Alejandro se retiró, porqueconsideraba poco apropiado asistir auna muerte como aquélla; prendieronfuego a la pira y toda la concurrencia semaravilló al constatar la indiferenciacon que Cálano sufrió la acción de lasllamas, sin que una sola parte de sucuerpo se moviese. Por orden deAlejandro, las trompetas resonaron, todoel ejército lanzó su grito de guerra y el

gimnosofista fue acompañado en lamuerte que había elegido por el barritarde los elefantes.

Cuando se sigue la evolucióncronológica de los hechos de Alejandro,se comprueba que su motivación resultacada vez menos coherente. Pese a todo,esa coherencia puede estudiarse envarios niveles.

De abril de 334 a.C. (partida deAnfípolis) a julio de 330 a.C. (muerte deDarío), todo es coherente. Alejandroretoma la antorcha de la cruzadapanhelénica iniciada por su padre y esacruzada alcanza su meta: Darío hamuerto y, con él, el poderío persa.

Entonces se vuelven posibles doscaminos igual de coherentes: o bienoficializar esa derrota de los persasmediante una especie de paz de Calíasmás definitiva y severa en sus detallesque la primera, o bien prolongarlahaciendo del Imperio persa un Imperiomacedonio (como dos siglos y mediomás tarde lo harán Sila con Mitrídates yPompeyo con el «reino» de los piratasmediterráneos, y como lo habría hechodesde luego su padre, Filipo II, que teníalos pies en la tierra).

Pero Alejandro no eligió ninguna deestas dos soluciones. Por un curiosovaivén psíquico, se identifica con los

Aqueménidas y transforma su cruzadapanhelénica en una especie de vendettacuya víctima apuntada es Beso, unpersonaje ridículo que, si tal vezamenaza con ponerse la tiara del GranRey, no tiene ninguna posibilidad decontrolar ese poder, ni siquiera frente ala aristocracia persa. Alejandro pierdeentonces el sentido de las realidadespolíticas y en lugar de explotar suvictoria sobre los Aqueménidas cae enun primer grado de incoherencia, que leconduce a llevar la guerra a Afganistán(a Bactriana-Sogdiana): la incoherenciade su comportamiento político,enmascarado por sus éxitos militares,

marca el período de su vida que va dejulio de 330 a diciembre de 328 a.C.

Seis meses más tarde, segundaincoherencia: Alejandro se lanza a laconquista de «India» (es decir, delactual Pakistán). Sea cual fuere lasalida, no tendrá ninguna utilidadpolítica para Alejandro, que no hacomenzado siquiera a estructurar elImperio persa que acaba de hacer suyo.Ya hemos dicho lo que había que pensarde semejante conquista: no por eso dejóde llevar —sin ninguna consecuenciapositiva para el Imperio ex aqueménidani para Macedonia— el período que vadesde enero de 327 a.C. a las bodas de

Susa en enero-febrero de 324 a.C.A principios del año 324 a.C, tercer

grado de incoherencia: Alejandro selanza a su delirio de unificación derazas. Piensa realizarlo en dos tiempos:en primer lugar, procediendo ante todo auna especie de mezcla genética ingenua,de la que las bodas de Susa son unprimer (y último) ejemplo, y que es laantítesis de la eugenesia nazi; en esteplano, no veo por qué no habría queaplaudirle, pero cuesta ver la eficacia,incluso la utilidad de esa operación; ensegundo lugar, al tomar luego lainiciativa, muy moderna, de dar a los«bárbaros» que son los persas para los

macedonios, un estatuto militar análogoal suyo, lo cual se traducirá por la levade escudos de Opis.

Lo que había de fundamentalmentecoherente en el comportamiento deFilipo II de Macedonia era pretenderhacer de la multiplicidad brillante ymóvil de las ciudades griegas un Estadounificado en condiciones de enfrentarsea la amenaza que constituye el Imperiopersa para la Hélade. Pero desde Isos yGaugamela esa amenaza no existe; y sinembargo, sigue viva en Alejandro laideología de la unificación (sin quesepamos exactamente por qué: por otraparte, es más una filosofía que una

ideología política, y tal vez sea productode las lecciones que en el pasado habíarecibido de Aristóteles).

Esa ideología va a convertirse enactualidad a partir del momento en quese vea obligado a estructurar su ejército,instrumento capital y único del podermacedonio. Ahora bien: el Imperioaqueménida era vasto, y el pasadoreciente —la rebelión a orillas delHífasis— le había demostrado que nopodía contar exclusivamente con lasfuerzas grecomacedonias. ¿Por qué nocrear entonces un ejército multinacional,en el que las diferentes nacionalidadesdel Imperio —tanto los bactrianos como

los medos, los hircanios, los partos y elresto— se encontrarían en pie deigualdad con los macedonios? Entiempos de la guerra en Afganistán yahabía reclutado jóvenes de todas lassatrapías del Imperio; ¿por qué nocontinuar, y adoptar una política quedotase a ese ejército de un patriotismonuevo, que no fuese ni únicamentegriego ni únicamente persa?

Alejandro se había visto impulsadohacia esa reforma por otraconsideración. La campaña de las Indiasy la retirada a través de la Gedrosiahabían diezmado su gran ejército; susefectivos habían menguado hasta 25.000

hombres en el mejor de los casos, y lamitad estaba alistada desde hacía diezaños y no tenía más que un único deseo:volver a su país y gozar del botínconquistado. Pero Alejandro maduranuevos proyectos: contornear lapenínsula Arábiga, llegar a Egipto por elmar Rojo y, por qué no, dar una vueltaentre los fenicios de África: el mundoestá al alcance de la mano, ¿por qué nocogerlo? ¿Y las colonias griegas delMediterráneo occidental, en Sicilia y elsur de Italia? Para esas conquistasprecisa un ejército seguro, resistente a lafatiga, dispuesto a seguirle hasta el findel mundo. Y ¿qué pasaría en caso de

revolución en Macedonia? Por esoAlejandro incorpora sin duda en marzodel año 324 a.C. a 30.000 jóvenespersas en el ejército macedonio.

Lo que precipitó las cosas fue unincidente que habría podido ser fatal. Enla primavera de 324 a.C. (en abril o enmayo), Alejandro, que está en Susa,envía a Hefestión con el grueso de lainfantería macedonia a las riberas delTigris, en un lugar llamado Opis (aochenta kilómetros al norte de lamoderna Bagdad). Él embarca en laflota de Nearco y baja por el río Euleo(el Kerja moderno) hasta el golfoPérsico para explorar la desembocadura

del Eufrates; luego remonta el Tigrishasta el Opis.

Ahí se une a su infantería, que halevantado un campamento a orillas delrío. Las tropas refunfuñan: están hartasde caminar y hacer trabajos deexcavación. Además, circulan ciertosrumores: el rey estaría pensando ensustituirlas por reclutas persas (losepígonos, cosa que los vejaprofundamente). En resumen, laatmósfera presagia tormenta. LlegaAlejandro. Se convoca la asamblea desoldados y se reúne en la llanura de losalrededores, para escuchar la arenga desu jefe.

Éste sube a la tribuna y les anuncialo que califica de «buena nueva»: envíaa sus hogares a todos los que la edad oalguna lisiadura vuelve ineptos para elservicio activo, con una indemnizaciónsustanciosa que ha de convertirlos enobjeto de envidia de quienes se habíanquedado en sus casas, e incitará a losmacedonios de Macedonia a ir a servir aAsia. Contrariamente a lo que Alejandroesperaba, su discurso es muy malrecibido por los soldados. Tienen laimpresión de ser enviados de vueltaporque los desprecia y quieresustituirlos por los jóvenes persas queha reclutado. También su patriotismo se

siente herido: Alejandro va vestido depersa, con una larga blusa blanca ypertrechos a la moda persa. En lugar demanifestar su alegría por ser liberadospronto, le gritan su rencor y su cólera.Pretenden que Alejandro trata dedesembarazarse de sus veteranos, quesólo quiere mandar un ejército debárbaros y que por eso ha reclutado a30.000 epígonos.

«Bueno —dicen los soldados—,dado como están las cosas, que noslicencie a todos y, puesto que es hijo deZeus, que salga de campaña con supadre. Y que vaya a conquistar el mundocon sus lindos asiáticos.»

Ante estas palabras, Alejandroexplota. Ordena a sus guardias detener alos dirigentes del motín, a los que señalacon el dedo. Son trece: los mandaejecutar de inmediato. Los demás,aterrorizados, se callan, y Alejandro leslanza un discurso del mismo tipo quehabía pronunciado en el Hifasis. Lesrecuerda, en términos muy sentidos, enqué los han convertido su padre y él:«No erais más que unos pastoresmiserables que se vestían con pieles debestias. Filipo os dio clámides, hizo devosotros hombres de ciudad, convirtiólos esclavos que erais en amos y ahoralos tracios y los tesalios, ante los que

temblabais, se han convertido ensúbditos vuestros. De acuerdo, no osretengo. ¿Queréis marcharos todos?Pues marchaos. Y cuando estéis en elpaís, decid que a este Alejandro, el queha vencido a los persas, los medos, losbactrianos, los sogdianos, el que hasometido a los uxios, los aracosios y losgedrosios, el que ha franqueado el Indoy el Hidaspes, que a ese Alejandro, reyvuestro, lo habéis abandonadodejándolo bajo la protección de losbárbaros. Y entonces veréis si loshombres celebran vuestra gloria y losdioses vuestra piedad. Vamos,marchaos.»

Salta entonces Alejandro de latribuna y se encierra durante tres días ensu tienda. Luego convoca a la élite delos persas, reparte entre ellos el mandode las unidades, crea unidades deinfantería y caballería de Compañerospersas, una guardia real persa.

Fuera, los macedonios semanifiestan, luego, cuando se enteran delos honores distribuidos entre lospersas, suplican a Alejandro que losreciba. El rey condesciende a ello, yescucha al más veterano de sussoldados, que le dice:

—Oh, rey, lo que nos sorprende esque te hayas dado persas por parientes,

y que esos persas tienen derecho encalidad de ese parentesco a abrazarte,mientras que ese honor nos es negado anosotros.

Alejandro, emocionado, leinterrumpe:

—Pero si todos vosotros sois misparientes —le dice—, y a partir deahora os llamaré así.

Lágrimas, abrazos, vítores. El jefese ha reconciliado con sus hombres y lesofrece un banquete de 9.000 cubiertos(según Arriano).

Los días siguientes, los macedoniosdemasiado mayores o heridos, o quetenían cargas familiares se liberan de

sus obligaciones militares. Fueronpagados sus sueldos a unos 10.000hombres: Alejandro dio a cada uno untalento e invitó a los que habían tenidohijos con mujeres asiáticas a quedarseen Persia, para no provocar en Macedo-nia conflictos entre niños macedonios yniños extranjeros. Les prometió quemandaría educarlos al estilo macedonioy llevarlos él mismo a sus padrescuando se hubiesen convertido enhombres. En fin, como prueba de suamor por sus soldados, les dio a Crateracomo general, para que los acompañaseen su vuelta a Pela. Este último tambiéntuvo a su cargo la función de regente

cuando llegase a Macedonia, mientrasque el actual regente, Antípater, llevaríaa Asia los 10.000 reclutas macedonios,para reemplazar a los que se iban. Loque los historiadores antiguos llamaron«la sedición de Opis» concluía con unvasto relevo: la anábasis de Alejandroen Asia estaba lejos de haberseacabado.

Alejandro parte de Opis haciaEcbatana, capital de Media, llevandoconsigo el ejército de Hefestión; va apasar ahí el final del verano y el otoñodel año 324 a.C.

Circulaba entonces un oscuro rumor,de orígenes inciertos en cuanto a la

elección del regente Antípater comoacompañante del nuevo contingentemacedonio: Alejandro se habría dejadoconvencer más o menos por las palabrascalumniosas que difundía su madre,Olimpia, sobre presuntas intencionesmalévolas del regente, y deseaba alejarmomentáneamente a Antípater de Pela.No para comunicarle de viva voz sucaída en desgracia, o para sofocar ungolpe de Estado en su origen, sino paraevitar que el conflicto entre Olimpia yAntípater degenerase hasta un punto enque ya no tuviese remedio: su madre leescribía que Antípater estaba lleno deorgullo y ambición, y por su parte el

regente le escribía que no podía seguirsoportando las maquinaciones deOlimpia. Arriano refiere unaobservación desatenta sobre ésta: «Tumadre te habrá reclamado un alquilermuy exorbitante por haberte alquilado suvientre durante nueve meses», habríaescrito entonces.

Los tejemanejes de Olimpia noperturbaron demasiado los pensamientosde Alejandro. Quizá habló del tema consus allegados en la ruta que llevaba deSusa a Ecbatana, durante un viaje delque no sabemos gran cosa (salvo que elsátrapa de Media, el general Atropates,según ciertas fuentes muy poco fiables,

le habría hecho el regalo de cienmujeres, de las que decía quepertenecían a la legendaria raza de lasamazonas, las guerreras de seno desnudode las orillas del mar Negro; Arrianohace a este propósito una observaciónsutil: «Pienso —escribe—, que siAtrópates presentó realmente aAlejandro mujeres que combatían acaballo, se trataba de mujeres bárbarasejercitadas en la equitación y con lavestimenta tradicional de lasamazonas»).

En Ecbatana, Alejandro ofreció a losdioses los sacrificios que la costumbreimponía, dio juegos atléticos y, sobre

todo, organizó fiestas todas las nochescon sus Compañeros, sin escatimar enmateria de bebidas. Tal vez estosexcesos provocaron la muerte, unanoche de octubre de 324 a.C, del ser quemás quería en el mundo después de sumadre: Hefestión, su hermano de armas,su amante, su doble, el confidente de suspensamientos y deseos. Tras una crisisdurante una juerga, fue llevado a sulecho con toda urgencia, y al séptimo díamurió de enfermedad. ¿De qué murió?Lo ignoramos; algunos autores hablan deuna crisis etílica, pero este diagnósticono es compatible con los siete días deenfermedad que refieren todas las

fuentes.Alejandro presidía un concurso

atlético cuando fueron a comunicarleque Hefestión estaba muy mal. El reycorre inmediatamente a su cabecera,pero no recoge siquiera su últimosuspiro: Hefestión ya ha muerto. Eldolor de Alejandro es inmenso. Se diceque durante tres días permaneciótumbado sobre el cuerpo sin vida de suamante, sollozando, como Aquilesllorando sobre Patroclo. Se niega aalimentarse y a dormir, y las tradicionescuenta que habría mandado crucificarincluso al médico Glaucias por haberdejado a Hefestión seguir bebiendo

cuando lo veía ebrio.Cuando su dolor se atenuó,

Alejandro ordenó elevar en Babiloniapara su amigo un monumento colosaldestinado a recibir su pira y su tumba, yordenó un luto público en toda laextensión del Imperio que debía durarhasta el día siguiente de los funerales. Elcuerpo fue trasportado con gran pompa aBabilonia, escoltado por una hiparquía(una división) de Compañeros, mandadapor Perdicas, y se envió una embajada alos sacerdotes del templo de Zeus-Amón, en Siwah, en Egipto, parapreguntarles si convenía otorgar aldifunto funerales divinos. La respuesta

del oráculo debía llegar a Susa seismeses más tarde, fecha en que tuvieronlugar los funerales oficiales: lossacerdotes de Amón respondieron queno debía ser tratado como dios, sinocomo héroe, es decir, como semidiós. Elcuerpo de Hefestión, embalsamado, fueconservado probablemente en unsarcófago hasta el día de suincineración.

Luego hubo ceremonias en todas lasciudades regias. En Susa inmolaron10.000 víctimas a los dioses tutelares yAlejandro mandó organizar juegosatléticos y culturales que reunieron a3.000 participantes. También ordenó

que se erigiesen templos magníficos enhonor de Hefestión en Alejandría deEgipto y en la isla de Faro, y que en laisla de Rodas se levantase unmonumento colosal idéntico a la tumbade Babilonia (proyecto que nunca vio laluz).

XVIII - ¡SALUD ALARTISTA!

A finales de 324 a.C. o principiosdel año siguiente, Alejandro consiguedominar su dolor gracias, nos diceArriano, al cariño con que le rodeabanlos Compañeros. Abandona Ecbatanapara ir a Babilonia, tanto para recogersesobre la tumba de Hefestión como paraponer en marcha otros proyectos.Aprovecha este viaje para dar unaamplia vuelta por las montañas delactual Luristán a fin de imponer su ley alos coseos, pueblo montañés insumiso,

vecino de los uxios a los que habíacombatido en el pasado. Estos coseosvivían en ciudades fortificadas en lasmontañas, entre Susiana y Media; suespecialidad era el bandidaje y elpillaje, y ninguna fuerza armada habíaconseguido frenarlos. Cuando unabrigada oficial llegaba a los lugares desus fechorías, dejaban sus pueblos y serefugiaban en las cimas de las montañasvecinas, impidiendo así a las tropasregulares alcanzarlos para proceder alos ataques: una vez que esas tropas semarchaban, volvían a empezar con susgolpes de mano. Alejandro, ayudado porPtolomeo hijo de Lago, consiguió acabar

con ellos durante el invierno de 324-323a.C, a pesar del frío y la nieve quecubría la región. Consiguió que seasentasen en sus aldeas y los convirtióen agricultores pacíficos, aunque ferocesy muy apegados a sus tierras. Una vezconcluidas estas operaciones de policía,Alejandro tomó la ruta a Babilonia y, enla primavera del año 323 a.C, llegaba alas orillas del Eufrates.

Podemos estimar que Alejandrollegó a la vista de Babilonia aprincipios del mes de marzo de 323 a.C.Tanto los autores antiguos como loseruditos modernos coinciden en la fecha

de su muerte, que tuvo lugar el 13 dejunio del año 323 a.C. Arriano —quenos describe minuciosamente las siete uocho últimas semanas de la vida delConquistador (op. cit., VIII, 15-28), quepasó en Babilonia y en sus alrededores(sobre todo en las riberas del Eufrates)— relata una veintena deacontecimientos que se produjerondurante ese período, incluidas suenfermedad y su muerte, que resumimosaquí en el orden en que él los presenta.

1. En Babilonia: los últimosproyectos de Alejandro

Camino de Babilonia, mucho antesde haber franqueado el Tigris,Alejandro tropezó con unosembajadores procedentes de Libia queofrecieron una corona de oro al rey deAsia en que se había convertido y queiban a felicitarle. Luego fueron unosembajadores procedentes de Etruria, delBruttium (comarca del sur de Italia,situada en la punta de la bota) y deLucania (región de Italia meridional,colonizada por los griegos desde elsiglo V a.C), que iban con las mismasintenciones. Y como sólo se presta a losricos, Arriano —que sin embargo suelemostrarse escéptico— no descarta la

tradición según la cual también sepresentaron al Conquistadorembajadores procedentes de Cartago, deEtiopía, de las Galias y de Iberia. Era laprimera vez, nos dice Arriano, quegriegos y macedonios oían pronunciarlos nombres de estos pueblos ydescubrían la forma en que se vestían.Algunos historiadores antiguos deAlejandro afirman incluso que Romahabría enviado emisarios, pero estainformación le resulta sospechosa aArriano, y tiene razón.

Tras esto, Alejandro envía a uno delos suyos a Hircania (a orillas del marCaspio), acompañado por algunos

arquitectos y carpinteros de ribera paraconstruir allí una flota de guerra. Sigueateniéndose a su teoría de que el marCaspio es un golfo que desemboca en elocéano exterior, igual que el golfoPérsico, y quiere verificarla: ese mar —que entonces se llamaba el «marHircanio»— es un gran mar, que recibelas aguas de ríos grandísimos como elOxo (Amu-Daria) o el Jaxartes (Sir-Daria), de la misma forma que el océanoÍndico, en que desemboca el Indo.

Después de franquear el Tigris,Alejandro ve acudir a su presencia aunos adivinos caldeos que, conociendosu temperamento supersticioso, le

advierten que no entre en la ciudad deBabilonia, porque el oráculo de su diosBelo les había puesto en guardia. «Seránefasto para Alejandro entrar en estemomento en Babilonia.» El rey lesresponde con un verso de Eurípides: «Elmejor adivino es el que predice lomejor», pero los adivinos insisten:«Rey, no mires hacia el poniente, nolleves tu ejército por ahí; vete mejorhacia el este.» Por una vez, elsupersticioso Alejandro no escucha aestos decidores de buena ventura y sigueadelante, porque sospecha que pretendenapartarlo de Babilonia por otra razón: eltemplo de Babilonia se cae en ruinas, y

Alejandro había ordenado demolerlo yreconstruir uno nuevo en suemplazamiento; pero a los adivinos noles preocupaba ver las palas de losdemoledores atacando su templo: en éstehabía numerosos escondrijos llenos deoro, que sólo ellos conocían yutilizaban.

Pero si Alejandro creía en adivinos,debería haber desconfiado. El veranoanterior, un oficial macedonio a lasórdenes de Hefestión había cometidoalgunos errores en su servicio y habíainterrogado a su hermano, un talPitágoras, para saber si le castigaría porellos su general. Pitágoras inmola un

animal, examina sus entrañas porreferencia a Hefestión y constata que alhígado le falta un lóbulo; es un signofunesto, pero el oficial no tiene motivospara preocuparse: la desgracia hallegado con la muerte de Hefestión. Eloficial pide entonces a su hermano quehaga un nuevo sacrificio para saber siserá reñido por Alejandro. Pitágorasinmola otra víctima: también le falta unlóbulo al hígado. Conclusión dePitágoras: lo mismo que Hefestión,Alejandro morirá, por lo que haría bienen no entrar en una ciudad sobre la queplanean semejantes maleficios.

Alejandro franquea por fin el

formidable recinto de Babilonia. Recibeahí a unos griegos, a los que haceregalos, y encuentra una parte de la flotade Nearco y otros navíos, procedentesde Fenicia. Interesado por elemplazamiento fluvial, traza los planosde un puerto capaz de recibir mil navíosde guerra y arsenales que podríancompletarlo, y unos días más tarde unejército de obreros empieza a excavar elfuturo Puerto Babilonia. Pensaba queesta región, fácilmente accesible desdeFenicia, podría convertirse en rica ypróspera; y si se veía dominado por eldeseo de partir a la conquista de Arabia,sería una buena base de partida.

Además, buscaba un buen pretexto paralanzarse a la conquista de esa tierraárabe, de la que decían que era tan vastacomo India: ningún embajador árabehabía ido a Babilonia a saludarle.Arriano no cree en este casus belli decircunstancias: la verdad es queAlejandro siempre tenía una renovadased de conquista. También tenía sed desueños. Había oído decir que los árabesno tenían más que dos dioses, el Cielo,que contiene todo, y Dioniso;evidentemente les faltaba un tercer dios,porque todos los pueblos que habíaencontrado poseían una trinidad divina;se veía muy bien a sí mismo como tercer

dios de los árabes.Cuando se cansó de visitar

Babilonia y sus alrededores, Alejandrodecidió explorar el curso del Eufrates y,mientras los jornaleros excavaban elfuturo puerto de la ciudad y loscarpinteros de ribera iban haciendo sustrirremes, navegó río abajo hasta uncanal situado a 160 kilómetros deBabilonia, por el que el río fluye durantelas fuertes crecidas del verano yderrama sus aguas en una zonapantanosa. En efecto, el Eufrates nace enlas montañas nevadas de Armenia y susaguas permanecen bajas en invierno,pero crecen en primavera y sobre todo

en verano, en el momento del deshielode las nieves, y el país entero quedaríainundado si este desaguadero —llamadoel Palácopas— no existiese o estuvieseobstruido, porque el Eufrates inundaríalas riberas. Además, le habían dicho queen ese momento 10.000 obreros asiriostrabajaban para limpiarlo porque seacercaba el verano.

Había sido Arquias, el segundo deNearco, quien había dado a Alejandroestas informaciones tan valiosas. Esepersonaje entendía más que nadie denavegación y de ríos, y se le habíaencargado explorar las condiciones denavegación costera en dirección a

Arabia, pero no se había atrevido aaventurarse más allá de la isla deBahrein. Otros pilotos de Alejandrohabían tenido el valor de ir más allá, enparticular Hierón de Solos, que con unnavio de treinta remeros había llegadohasta el fondo del golfo de Arabia(nuestro mar Rojo) y alcanzado la costaegipcia en Hierópolis; luego habíavuelto a Babilonia y había hecho uninforme detallado y cuantitativo de suviaje.

Alejandro se sentía eufórico.Inspeccionaba su imperio, habíademostrado que un mismo océanobañaba todos los países de Asia, desde

India a Babilonia y Arabia, no le habíaocurrido nada molesto en Babilonia apesar de las predicciones de losadivinos caldeos, y el viento quesoplaba sobre el Eufrates azotabaagradablemente su rostro. Ese mismoviento tuvo el impudor de llevarse susombrero para el sol y la diadema deGran Rey unida a él. El sombrero sehabía hundido, pero la diadema se habíaenganchado en un junco, entre otrosjuncos crecidos en los pantanos, junto auna vieja tumba que contenía losdespojos de un antiguo rey de Asiría. Unmarinero se lanza al agua, nada hasta ladiadema, la libera del junco y, para no

mojarla al nadar, se la pone en lacabeza.

¡Sacrilegio! Todo el que llevase,incluso por accidente, la diadema realno debía ser dejado con vida. ¿Qué hizoentonces Alejandro? Según la mayoríade las fuentes antiguas, ofreció untalento al marinero por haber repescadola diadema, pero luego mandó cortarlela cabeza por habérsela puesto.Aristóbulo de Casandra (que, comoingeniero civil, tal vez se hallabapresente) precisa que se trataba de unmarinero fenicio, que recibió desdeluego un talento, pero que no le cortaronla cabeza: fue azotado simplemente.

A finales del mes de mayo, losembajadores sagrados enviados porAlejandro al oráculo de Amón están devuelta. Hicieron el camino de ida porSiwah y el de vuelta por Tiro, Damasco,Asiría y ya están en Babilonia. Traen larespuesta de Zeus-Amón. El oráculo hahablado y ha declarado que eraconforme con la ley divina glorificar aHefestión y ofrecerle sacrificios como aun semidiós. Y esta respuesta llena aAlejandro de alegría.

Pero esa alegría no le dispensa deescribir una severa carta al gobernadorde Egipto, Cleómenes, cuyos

embajadores acaban de informarle deque es un malvado. El rey le ordenaconstruir un santuario para Hefestión enAlejandría de Egipto y otro en Faros yle promete perdonarle sus faltas pasadasy futuras si los santuarios le parecenbien construidos. Arriano desapruebaeste paso de Alejandro (op. cit., VII, 23,9): «No puedo aprobar este mensaje deun gran rey a un hombre que ha estado ala cabeza de un gran país y unanumerosa población, pero que noobstante ha sido un desalmado.»

El 30 de mayo de 323 a.C. tuvieronlugar los funerales oficiales deHefestión. Numerosos visitantes

extranjeros acudieron a Babilonia paraasistir a ellos, así como a los juegos yfestines que serán organizados en honordel difunto. Se levanta un catafalcomonumental: mide unos sesenta metrosde altura y resplandece de oro ypúrpura. Lenta y solemnemente sacan elcadáver de la tumba y lo levantan sobrela pira que ya está encendida. Los coroscantan los himnos de los muertos y elalma de Hefestión vuela hacia arribacon el humo. Luego es el cenotafio loque entregan a las llamas y Alejandrodedica las ofrendas que van a seguir a suamigo, el héroe, el semidiós glorificado.Se sacrificaron dos mil animales —

corderos, bueyes, vacas— a su memoriay su carne fue distribuida entre elejército y los pobres.

2. El poeta va a morirHace calor, mucho calor en

Babilonia, cuando se acerca el verano.Las calles de la ciudad están atestadasde soldados, de marineros y mercaderesque se preguntan por las intenciones desu rey: ¿para qué iban a servir aquelloscientos de navíos que carenaban en elpuerto durante el día miles decarpinteros de ribera? ¿Paracircunnavegar la Arabia y llegar a

Egipto? Ciertos navegantes feniciosaseguraban que era posible. ¿Quizá parallevar un nuevo gran ejército hasta laspuertas de Occidente, hacia aquellascolumnas de Hércules (Gibraltar) sobrelas que corrían tantas leyendas? Pero¿cómo alcanzarlas, desde Babilonia odesde el golfo Pérsico? ¿Cuándotendrían lugar los funerales deHefestión, antes o después del solsticio?

En cuanto a Alejandro, no se le veíaen Babilonia. Sin duda se acordaba entodo momento de la predicción de losadivinos caldeos, o tal vez estabademasiado atareado en la inspección delos trabajos portuarios.

Pasaba jornadas enteras en pequeñasembarcaciones, circulando por las zonaspantanosas del Eufrates, infestadas demosquitos y, cuando no estaba en el río,se le podía encontrar en su tienda,trabajando en la nueva formación quepretendía dar a su infantería. Tenía laintención de sustituir la falange clásica(formación que había creado su padre),compuesta por dieciséis filas dehoplitas, es decir, de infantespesadamente armados, por unaformación más diversificada, que lehabían inspirado los pueblos de Italia ySicilia: de adelante atrás, tres hileras deinfantes pesados macedonios armados

con largas lanzas, seis hileras deinfantes pesados persas armados conjabalinas de caza, seis hileras dearqueros persas, y tres hileras deinfantes pesados macedonios cerrandola marcha. ¿Estaría pensando enguerrear en Occidente? Ya se hablabade Sicilia, de África, de Iberia yOccidente, que sería conquistado por losinfantes, y de Arabia, cuyas costaspodría conquistar la flota que estabaconstruyendo en los astilleros deBabilonia.

El sátrapa de Persia, Peucestas,había reclutado para él en su provincia20.000 jóvenes persas. Al día siguiente

de los funerales de Hefestión, Alejandroconcluyó en persona las operaciones deincorporación de este contingente. Lasesión tuvo lugar en los jardines delpalacio real; Alejandro estaba sentadoen un trono de oro, vestido con el trajeimperial de los Grandes Reyes, con lafrente ceñida con la diadema de Darío;detrás, inmóviles y con los brazoscruzados, los eunucos, con el traje delos medos. Ese día, por la tarde, una vezque terminó de asignar a los reclutas susfilas en las falanges, Alejandro dejó suasiento para ir a beber un poco de aguafresca y sintió la necesidad de bañarseunos minutos en una alberca del jardín.

Sus amigos le siguen. De pronto, tras lahilera de los impasibles eunucos,aparece un hombre de baja estatura;tiene los ojos brillantes y la frenteceñuda. Salva la hilera de eunucos que,según exige el reglamento persa, notienen derecho a moverse. Sube uno auno los escalones que llevan al trono deoro, se viste la túnica púrpura, se ciñe ladiadema de Alejandro y se sienta en susitio, sin ningún otro gesto y con los ojosfijos. Los eunucos, que no tienenderecho a intervenir, empiezan adesgarrar sus ropas y a golpearse elpecho, como si hubiese ocurrido unagran desgracia. Aparece Alejandro. Al

descubrir la escena palidece de rabia ymanda preguntar a quien se haapoderado de su trono quién es. Elhombre se queda mudo cierto tiempo,luego, con la mirada siempre fija y lapostura hierática, habla: «Soy Dioniso,de la ciudad de Mesena. He sidoacusado, detenido en la playa y cargadode cadenas. El dios Serapis me haliberado, me ha ordenado ponerme lapúrpura, ceñir la diadema y sentarmeaquí, sin decir una sola palabra.»Detienen a este hombre y lo someten atortura: sigue diciendo que actúa pororden de Serapis, luego se calla.Evidentemente ha perdido el juicio: los

adivinos, preguntados, declaran que esun mal presagio y lo condenan a muerte.Pero como vamos a ver, losacontecimientos se precipitan.

1 de junio. Alejandro ofrece unbanquete privado a Nearco,almirante de su flota, y a susgenerales. El festín y la juerga seprolongan hasta muy avanzada lanoche. Cuando Alejandro sedespide de sus huéspedes y sedispone a retirarse a su habitación,un compañero, el tesalio Medio, leinvita a acabar la noche con él, conalgunos amigos y buenos vinos. Elrey acepta, y se duerme al alba.Duerme allí mismo todo el día y

luego regresa a su habitación.2 de junio (por la noche).Alejandro vuelve a casa de Medio,para cenar. Nueva juerga hasta bienentrada la noche; deja la juergapara ir a tomar un baño y comeligeramente.3 de junio. Vuelve a la sala delfestín, en casa de Medio; alamanecer ordena que lo lleven enlitera a hacer su habitual sacrificiode las mañanas. Luego vuelve acasa de Medio y duerme todo eldía. A la puesta del sol se hacellevar hasta el río, que cruza abordo de un navio para dirigirse alparque real, que está en la otraorilla. Allí ordena que lo depositen

en un pabellón del parque, y seduerme hasta el día siguiente.4 de junio. Al despertar Alejandro,se siente algo mejor, toma un baño,asiste al sacrificio matinal y pasauna parte de la jornada charlandocon Medio, que ha ido a visitarle, eincluso juega a los dados con él.Convoca a sus oficiales para lamañana siguiente y cena en sutienda. Después de cenar, sientefiebre y pasa una noche malísima.5 de junio. Otra vez baño ysacrificio matinal. Alejandrorecibe a Nearco y le ordena estarpreparado para salir al mar el 8 dejunio: espera que para entonces yaestará curado.

6 de junio. Alejandro se sientedébil, pero se obliga a bañarse y aofrecer su sacrificio matinal.Recibe a Nearco, que le comunicaque todo está preparado parahacerse a la mar: las provisiones seencuentran a bordo, lastripulaciones están en sus puestos,y también las tropas. El rey tienecada vez más fiebre. Por la nochese vuelve a bañar para aliviarla.Pasa una noche malísima.7 de junio. Alejandro toma unúltimo baño, pero debe hacersellevar para asistir al sacrificio dela mañana. Habla penosamente consus oficiales: es evidente que nopodrá hacerse a la mar al día

siguiente, como pretendía. Empiezaa delirar: lo llevan a otro pabellóndel jardín, donde hace más fresco.8 de junio. Se pospone la partida.Alejandro se hace llevar paraasistir al sacrificio matinal.9 de junio. El rey asiste alsacrificio y se hace trasladar apalacio, a los aposentos másfrescos. Ordena a sus oficiales quese queden a su lado por si losnecesita. Se debilita a ojos vistas.10 y 11 de junio. La fiebre es fuertey persistente; Alejandro ya casi nohabla.12 de junio. Por la mañana, sedifunde el rumor de que el rey hamuerto y de que sus allegados

ocultan la noticia. Los Compañerosy numerosos oficiales acuden apalacio; quieren ver al rey con suspropios ojos y uno a uno desfilanpor la habitación del enfermo. Éstetodavía se encuentra consciente,pero demasiado débil para hablar:hace un ligero movimiento de lamano y clava la mirada en susamigos como para decirles adiós.Noche del 12 al 13 de junio. Seisamigos (Pitón, Demofonte, Átalo,Cleómenes, Menidas y Seleuco)pasan la noche en el templo deSerapis (dios curador grecoegipciocuyo culto está empezandoentonces); ruegan por su curación.13 de junio. Alejandro ya sólo

tiene raros momentos de lucidez.Habría dejado a Perdicas tomarposesión de su sello. SusCompañeros le preguntan a quiéndeja el Imperio, el rey farfulla unarespuesta: unos creen oír la palabraKratisto («Al más fuerte» o «Almejor»); otros creen oír«Heracles» (el nombre de su únicohijo). Al ponerse el sol, Alejandrose apaga con un último suspiro.

Alejandro murió el vigésimo octavodía del mes griego de Skirophorion(Daisios en macedonio), en la 114Olimpiada (13 de junio de 323 a.C).Tenía treinta y dos años y ocho meses, yestaba en el decimotercero año de su

reinado.Sus mujeres se desgarraron entre sí.

Roxana, que siempre había estadocelosa de Estatira, la hija de Darío III,la hizo asesinar, así como a la hermanade ésta, Dripetis (que se había casadocon Hefestión); luego trajo al mundo, enlos plazos normales de embarazo, unhijo, que por lo tanto era hijo deAlejandro y al que impuso el nombre desu padre. Se suele llamar al reyAlejandro III de Macedonia bienAlejandro Magno, bien Alejandro elConquistador.

Dejaba dos hijos (Heracles, que lehabía dado la persa Barsine, y

Alejandro, el hijo de Roxana); ambosfueron asesinados en su niñez en elmarco de la «guerra de sucesión» a laque se entregaron los grandes deMacedonia (Antípater, Casandro, etc.),lo mismo que sus madres. En esta luchapor el poder Cleopatra, la hermana deAlejandro, también fue inmolada.

También dos mujeres de más edadhabían contado en la vida de Alejandro:su madre, Olimpia, y la viuda de DaríoIII, la reina madre Sisigambis. Laprimera luchó hasta el año 316 a.C.contra todos los pretendientes, y demanera especial contra el macedonioCasandro, que se libró de ella

entregándola a sus enemigos (laejecutaron). En cuanto a Sisigambis,abrumada de pena, se negó a comer ymurió de inanición y dolor, cinco díasdespués de aquel al que llamaba su«hijo adoptivo».

Quedaba el Imperio de Alejandro.No se trataba de un Estado del que éstefuera el soberano, sino un conjuntoheteróclito de territorios que habíaconquistado. Sus sucesores, losdiadocos, se lo reparten, pero trasvarios años de guerras desordenadas sedisoció en un mosaico de estadosterritoriales donde floreció una brillantecivilización helenística, que sufrió la

influencia enriquecedora de lascivilizaciones del Oriente Próximo.

Conclusión

Tres adjetivos califican, a nuestroparecer, la gesta histórica de AlejandroIII de Macedonia: fue breve en eltiempo, desmesurada en el espacio y enlas intenciones, efímera en cuanto a susresultados.

Merece la pena subrayar subrevedad. Si se exceptúan lasexpediciones preliminares a losBalcanes de la primavera de 335 a.C. yel aniquilamiento de Tebas en el veranosiguiente, la carrera conquistadora deAlejandro empieza en el mes de abril

del año 334 a.C, cuando el ejércitomacedonio, formado por 32.000 infantesy 5.200 jinetes, deja Anfípolis y sedirige hacia Asia Menor; termina en elHífasis, en el valle del Indo, por lavoluntad de sus soldados que, el 31 deagosto de 326 a.C, se niegan a seguiradelante. Por lo tanto la campaña duróocho años: es muy poco, sobre todo paraconquistar el mundo, pues ésa era laambición del macedonio, a medida queavanzaba hacia las estepas, los desiertosy las montañas del Asia anterior.

De hecho, Alejandro sólo conquistó—y de una manera muy efímera— elOriente Medio, es decir, según la

geografía política moderna, Turquía,Siria, Líbano, Israel, Jordania, el deltaegipcio (no pasó de Menfis), Irak, Irán,Afganistán y una parte de Pakistán (elvalle del Indo). Pero en una época enque las únicas guerras que habíanconocido griegos y macedonios eranguerras locales, entre ciudadesrelativamente próximas unas de otras(Atenas-Esparta: unos 200 kilómetros;Pela-Tebas: unos 800 kilómetros), laexpedición emprendida por Alejandrocontra el enorme Imperio persa teníaindiscutiblemente algo de desmesurado.Para fijar las ideas: la vía real,construida por Darío I el Grande hacia

el año 500 a.C, para unir Sardes, enAsia Menor (a 100 kilómetros de lacosta mediterránea de Turquía) conSusa, la capital administrativa delImperio persa (situada cerca de lamoderna Dizful, en Irán) tenía 2.700kilómetros de longitud.

Por lo tanto, en el punto de partida laempresa podía parecer gigantesca,aunque sólo sea por las distancias arecorrer, pero no era insensata. Lasguerras médicas habían contribuido adar a conocer Persia a los helenos: lasobras de Herodoto y de Jenofonte loatestiguan y está fuera de duda quefueron leídas y releídas por Alejandro y

sus lugartenientes. Ya hemos señalado alprincipio que, en su infancia, el futuroConquistador había hecho dos preguntas,indudablemente ingenuas, a losembajadores persas que habían ido aPela. Además, existían numerosasrelaciones comerciales entre lasciudades griegas de Asia Menor,integradas desde hacía lustros en elImperio persa, y las de la Greciacontinental e insular. En resumen, elimperio del Gran Rey no tenía nada deuna terra incognita, ni para Alejandro, nipara su entorno.

Las intenciones iniciales deAlejandro estaban sin duda al alcance

de sus posibilidades: llevar a su términola gran cruzada panhelénica predicadapor su padre, cuyo remate victoriosodebía sellar la unificación del mundogriego, troceado hasta entonces. Losargumentos de Filipo eran válidostodavía en el 334 a.C: se trataba deeliminar el peligro militar persa, dedevolver a las ciudades griegas de AsiaMenor —«persificadas» desde hacíacasi dos siglos— al seno helénico, deconsolidar la seguridad de lanavegación por el mar Egeo (condiciónfundamental de la prosperidadeconómica), y Alejandro las asumió.Pero después de alcanzar su meta, es

decir, después de su victoria definitivaen Gaugamela sobre Darío III y suentrada triunfal en las grandes capitalesaqueménidas (Babilonia, Susa,Persépolis, Ecbatana), después deapoderarse del fabuloso tesoro del GranRey (en Ecbatana), en lugar dereorganizar el Imperio persa —queconquistó casi sin luchar— como unaprolongación asiática de su reino, enlugar de construir política yadministrativamente un Imperiomacedonio, Alejandro se lanzó a lapersecución de los asesinos de Darío, enuna aventura imprevista e irracional quelo llevó adonde nunca había tenido la

intención de ir: hasta India.Desde ese momento, a una anábasis

«mesurada» que habría podido acabarcon un retorno desde Ecbatana a Susa,luego con una catábasis haciaMacedonia (a lo que todas sus tropas ysus lugartenientes aspiraban), va asucederle otra anábasis inesperada,realmente desmesurada, haciaAfganistán y hasta el valle del Indo, sinmás razón que los caprichos, lascuriosidades o, si se quiere, los deliriosde Alejandro. La sanción de esadesmesura fue el amotinamiento de sustropas en las orillas del Hifasis y unaretirada terrible que duró diecisiete

meses, durante la cual Alejandro perdiólas tres cuartas partes de su ejército(Plutarco dixit). Cuando estuvo devuelta en Susa, con un gran ejército enharapos, seguía teniendo ideasenloquecidas en la cabeza: conquistar lapenínsula Arábiga, territorio tan vastocomo el que ya había conquistado enAsia, invadir el norte de África yproceder a una mezcla de razas en suImperio, eran otros tantos proyectosinmensos y delirantes que pensaba poneren marcha durante el año 323 a.C. y queun insecto enclenque —un mosquitoanofeles que vagaba por los pantanosdel Eufrates— redujo a la nada.

El analista que fui en otro tiempo nopuede dejar de detenerse a pensar unpoco sobre la historia psicológica delConquistador.

La infancia de Alejandro sedesarrolla entre las faldas de su madre,ocupada en dirigir a un tiempo supasado de antigua sacerdotisa deDioniso, sus beaterías, la educación casicaptadora de su hijo, sus celos teñidosde desprecio hacia su real esposo,impío, pendenciero, bebedor y en trancede convertirse en el dueño incontestabledel mundo griego. Luego, una vezalcanzado lo que los griegos llamaban«la edad de la razón» —es decir, la

edad de siete años—, Alejandro esentregado por su padre a Leónidas yLisímaco, pedagogos severos y rígidos.

Le vemos luego adolescente: a losdoce años, Filipo le regala un caballollamado Bucéfalo; a los trece, elige paraél al mejor profesor particular delmundo, Aristóteles, que aún no habíacreado en Atenas su famoso Liceo; y alos catorce años lo lleva al campo debatalla, en Perinto, donde el joven asistea su primer combate, sin participar enél. Dos años más tarde, en el 340 a.C,Alejandro entra en la edad adulta. Enausencia de su padre, desempeña lafunción de regente y emprende, por

propia iniciativa, su primera expediciónmilitar. En 338 a.C. celebra susdieciocho años en Atenas.

La vida del joven príncipetranscurría entonces tranquilamente. Sinembargo, no podemos dejar de pensarque alimentaba en su seno algúnconflicto edípico inconsciente, divididocomo estaba entre la admiración haciaun padre siempre vencedor y el amorque profesaba a una madre místicamenteposesiva, que veía en él al hijo de Zeus-Amón. Podemos cargar en la cuenta deeste edipo el hecho de que el hermosojoven parecía indiferente a los asuntosdel amor: su padre había observado, con

amargura, el escaso interés que su hijosentía por las mujeres; en cuanto a sumadre, para espabilarlo, había mandadovenir de Tesalia a una prostituta experta,una tal Calixena, que había llegado ainstalarse en la corte de Pela; pero todohabía sido en vano.

Sin embargo, en 337 a.C, conocasión de las bodas de Filipo conCleopatra, la sobrina de Átalo, el edipode Alejandro explotó. Ningún analistahabría podido soñar una escena tantraumatizante. Según la lógica freudianaclásica, habría debido despertar elconflicto edípico latente y engendrar enAlejandro un inmenso complejo de

culpabilidad, traduciéndose porconductas autopunitivas de fracaso o poruna buena neurosis. Sin embargo, noocurrió nada de eso. De hecho, pareceque el mecanismo psicológico propio deAlejandro nunca fue un mecanismoneurótico de compromiso (para elpsicoanálisis, el síntoma neurótico es uncomportamiento contradictorio decompromiso, que expresasimbólicamente la existencia de unconflicto inconsciente entre el deseo y ladefensa): lo que parece haber sido elmotor de todas sus conductas fue,siempre o casi siempre, un mecanismode ruptura con lo real, que es un

mecanismo típicamente psicótico.Pueden darse mil ejemplos, unos

anodinos (son los rasgos de carácter, sinmás), otros dramáticos (son gravescrisis psicóticas, puntuales, tras las quese restablece el curso psicológico«normal» del sujeto).

El primer ejemplo de esta clase nosviene de Demóstenes, y se remonta alaño 341 a.C. (véase pág. 63); el oradorhace un juicio severo sobre el pequeñoAlejandro (que entonces tenía nueveaños): «un niño pretencioso, que se lasda de sabio y pretendía poder contar elnúmero de olas del mar, cuando nisiquiera era capaz de contar hasta cinco

sin equivocarse». En sí, estaobservación no tiene una importanciacapital, todo lo contrario; pero siDemóstenes ha sentido la necesidad dehacerla, en caliente, es que le pareciócaracterística: aquel niño de nueve añosque quiere contar las olas del marrechaza, de entrada, que haya algoimposible, borra la realidad y sólo dejahablar a su deseo.

Segundo ejemplo, que se remonta a344 a.C. (Alejandro tiene doce años):Bucéfalo; un tesalio presenta el caballoa Filipo, a quien trata de vendérselo muycaro; pero el animal parece repropio, seencabrita y nadie se atreve a montarlo…

salvo Alejandro que, también en estecaso, borra lo real (el peligro) y doma ala bestia.

Se dirá que todo esto es purafrivolidad y que no es necesario recurrira una explicación psiquiátrica para darcuenta de la impetuosidad o deldesprecio del peligro en un joven porotra parte muy dotado. Lo admito. Perocuando la impetuosidad se vuelvecriminal, por ejemplo cuando enseptiembre de 336 a.C, tras el asesinatode su padre, Alejandro ordena matar alos pretendientes potenciales a la coronade Macedonia, incluido un bebé de unospocos meses, tenemos derecho a

interrogarnos sobre una determinacióntan fría en un joven de veinte años.Cierto que puede argüirse que laviolencia individual era la norma en esaépoca, y que su padre Filipo habíahecho lo mismo en 358 a.C; pero ¿quédecir de la violencia colectiva de que daprueba el joven Alejandro respecto aTebas, a finales del verano del año 335a.C, cuando arrasa la prestigiosa ciudadde Beocia y vende a sus ciudadanos enel mercado de esclavos? Semejantebarbarie no figuraba en las costumbresde la época: es más el acto de unpersonaje desequilibrado (lo mismoque, más tarde, el incendio de

Persépolis) que el de un conquistadoravisado.

Después de la crisis tebana,Alejandro se convierte en un jefe deguerra «normal» y, desde abril de 334a.C. (fecha de partida del gran ejércitogrecomacedonio en dirección a Asia)hasta julio de 330 a.C. (fecha de lamuerte de Darío, en fuga después dehaber sido vencido sucesivamente enIsos y en Gaugamela/Arbela), suconducta es perfectamente coherente. Seapodera de todas las satrapías delImperio persa prácticamente sin lucha,no castiga a nadie, se gana a los señoresvencidos, es considerado hijo adoptivo

por la madre de Darío, se casa con unapersa, y no vuelve a librar ningunabatalla (salvo en Sogdiana, donde tuvoque combatir una revuelta nacionalista):Alejandro se ha vuelto el conquistadorrespetuoso de los pueblos que domina.

En otros términos, Alejandro harecogido la antorcha de la cruzadapanhelénica que había entrevisto supadre y ha alcanzado su meta: Darío estámuerto y, con él, el poderío persa. Dosvías, igual de coherentes, se ofrecenentonces a Alejandro: o bien oficializaresa derrota de los persas mediante unapaz definitiva, como ya se había firmadoen el pasado, o bien prolongarla

integrando el Imperio persa en unImperio macedonio, como desde luegohabría hecho su padre, Filipo II, quetenía los pies en la tierra.

Pero Alejandro no escogió ningunade estas dos soluciones. Mediante unacuriosa turbación psíquica, se identificacon Darío y transforma su cruzadapanhelénica en una especie de vendettacontra Beso, el impostor, el asesinogrotesco del Gran Rey. Pierdesúbitamente el sentido de las realidadespolíticas y, en lugar de explotar suvictoria total, cae en un primer grado deincoherencia que lo lleva a partir decampaña a Afganistán (Bactriana-

Sogdiana): esta conducta políticaaberrante, enmascarada por sus éxitosmilitares, marca el período de su vidaque comprende de julio de 330 adiciembre de 328 a.C.

En la primavera de 327 a.C, segundaincoherencia: Alejandro parte a laconquista de «India» (es decir, delPakistán actual). Cualquiera que sea elresultado, no le será de ninguna utilidadpolítica: ¡ni siquiera ha comenzado aestructurar el Imperio persa que acabade conquistar! Esta empresa no por ellodeja de llenar —sin ningunaconsecuencia positiva ni para el Imperioex aqueménida ni para Macedonia— el

período que va de la primavera de 327a.C. a los reencuentros de Susa enfebrero de 324 a.C. (un año deconquista, con una sola gran batalla, yuna retirada de quince meses, en la queperece una buena parte del ejército deAlejandro).

A principios del año 324 a.C, tercergrado de incoherencia: Alejandro darienda suelta a su delirio de unificaciónde las razas. Piensa realizarla en dostiempos: primero, mediante lo quepodríamos llamar una especie de mezclagenética ingenua, de la que las bodas deSusa son un primer (y último) ejemplo;segundo, mediante la iniciativa, muy

moderna, de dar a los «bárbaros» queson los persas para los macedonios unestatuto militar análogo al suyo, lo cualse traducirá… en una sublevación de lastropas macedonias.

Esto por lo que se refiere a lossignos reveladores del temperamentopsicótico de Alejandro: cuando lo realno se conforma a sus pulsiones, nopacta, rompe con lo real y la ruptura estanto más espectacular cuanto que laspulsiones son más potentes. Cadaruptura grave con la realidad va aengendrar una crisis: Tebas y lostebanos fueron las víctimas de laprimera.

Resumamos. La epopeya deAlejandro duró ocho años, de abril de334 a.C. al 31 de agosto de 326 a.C.Durante los cuatro primeros años de suconquista, los planes, la conducta y loscomportamientos del personaje son sinduda los de un gran conquistador, lógicoconsigo mismo, metódico e impetuoso ala vez, que posee un sentido innato de laestrategia guerrera, es decir, de laorganización y la utilización de susfuerzas en función del espacio y eltiempo: no es el hombre de los golpesde mano afortunados o las batallasganadas como se gana una apuesta, y nolas emprende sino tras una larga

preparación: Isos y Gaugamela lodemuestran, y lo menos que puededecirse es que tiene sentido de la guerrade movimiento. Su meta, aniquilar elpoderío persa, se alcanza, progresiva ymetódicamente, en el año 330 a.C,cuando alcanza a Darío que huye por losdesiertos de Bactriana. Por otro lado, semuestra como un conquistador realista,generoso, y no modifica para nada elrégimen administrativo de losAqueménidas, convertidos ahora confrecuencia en autoridades locales. Paramuchos persas, Alejandro aparece comolo que podría llamarse un conquistadorcivilizador y no un conquistador

destructor.A mediados del mes de julio de 330

a.C, el joven Conquistador sufre unchoque psicológico considerable: tieneenfrente el cadáver todavía caliente deDarío, al que acaba de asesinar elsátrapa Beso, que a su vez ha huido. Losautores antiguos nos dicen que lloróestrechando la cabeza ensangrentada deDarío contra su pecho y murmurando:«Yo no quería esto.» La anécdota esbastante plausible: desde Isos,Alejandro había cobrado un gran cariñopor la madre del Gran Rey, Sisigambis,que lo acompañaba en susdesplazamientos por el corazón del

Imperio persa, y él se consideraba suhijo adoptivo. La muerte de Darío debióde ser sentida por el Conquistador nocomo la desaparición de un enemigo,sino como la pérdida de un hermano dearmas y le conmovió profundamente.

En el lenguaje de la psicologíamoderna, una emoción de esta clase estáconsiderada como un traumatismoinicial, que puede ser generador bien deuna conducta neurótica, bien de unaconducta psicótica. No obstante, unaneurosis nunca nace de una vez,bruscamente, resulta de la acumulacióninconsciente de afectos negativos, seinstala progresivamente en el

inconsciente del sujeto y se manifiestade manera gradual. En cambio, lapsicosis aparece brutalmente, en lo queen otro tiempo se llamaba una «crisis delocura», tras la que el psicotizado rompecon lo real. Es un poco lo que ocurriócuando Alejandro tuvo el cadáver deDarío entre sus brazos.

El hombre era insaciable, cierto,como todos los conquistadores, quecontinuamente desean ir más lejos, y seha hablado con razón de su sed (pothosen griego) de conquistas, de grandezas ysaberes, etc.; mientras que en unsediento de poder como César, porejemplo, ese pothos queda templado por

una justa apreciación de las realidades,en Alejandro se ve alimentado encambio por su pérdida del sentido de loreal. Va a tomarse por un Aqueménida, avestirse al modo persa, a obligar agriegos y macedonios que le rodean aprosternarse ante él a la manera oriental(rito de la proskynesis) y a convencersede que está predestinado a ser el amodel mundo.

Desde luego, Alejandro no es unpsicotizado: no es un esquizofrénico niun paranoico, en el sentido clínico deltérmino, pero podemos hablar respecto aél de un temperamento psicoide. Percibelo real como lo desea y no como es, y se

encierra en su sueño como elesquizofrénico se abstrae de la realidad.De modo que, cuando fracasa, atribuyesu fracaso a los «malvados», y los«traidores» que le rodean… y no vacilaen ejecutarlos (ejemplos: Filotas,Parmenión, la conjura de los pajes) o amatarlos él mismo (como a su amigoClito) en una crisis de locura furiosa.

En nuestra opinión, después de haberliberado el Asia Menor de la presenciapersa (muy bien soportada, por otrolado, por las gentes de Mileto, deSardes y de otros lugares, peroamenazadora para la Greciacontinental), después de haber tomado

—sin combates— Babilonia, Susa,Persépolis y Ecbatana, y de haberseapoderado del fabuloso tesoro persa, yuna vez comprobada la muerte de Darío,Alejandro no tenía ninguna razón válida,ni estratégica, ni política, ni económica,para llevar la guerra más allá de loslímites de Persia, es decir, a Afganistány Pakistán: los pueblos de estascomarcas no eran una amenaza paraPersia, que ahora era suya, ni menostodavía una amenaza para la Macedoniay para la Grecia de las ciudades. Loúnico que podía ocurrir es que loperdiera todo, incluso la vida, en estaaventura. No obstante, había perdido el

sentido de lo real y su temperamentopsicoide prevaleció sobre el del hombrede acción razonable.

Y por esta razón su conquista fueefímera y Alejandro no dejó nada tras desí, tanto en Egipto como en Asia, salvola estela de cometa de su paso y algunasdecenas de aldeas que llevan su nombrey que, de hecho, no vieron la luz sinodespués de su muerte (Alejandría deEgipto no se convirtió en la perla delMediterráneo hasta el reinado de losLágidas).

En este Oriente que de forma tanmagistral había conquistado y del quesoñaba con ser el amo, Alejandro no

construyó nada (ni rutas, ni canales, nipuertos, ni ciudades), tampoco destruyónada, salvo Persépolis, y no introdujonada, ni la lengua, ni la cultura, ni lasinstituciones griegas. Sin embargo, abrióal helenismo las puertas de Asia yEgipto, que hasta su fulgurante anábasisguardaban los ejércitos de los GrandesReyes, y por esas puertas invisibles sussucesores —los diadocos, y enparticular los Lágidas en Egipto y losSeléucidas en Persia— introdujeron enOriente el helenismo y lo que se llama lacivilización helenística, de la que losromanos, y tras ellos los árabes, seránlos herederos. Pero esto es otra historia.

ANEXOS

ILa democracia ateniense

La constitución que nos rige harecibido el nombre de democracia,porque su finalidad radica en realizaraquello que es útil al mayor número y noa una minoría de ciudadanos [es el casodel régimen llamado oligarquía, quereinaba en Esparta].

PERICLESEl territorio de la ciudad-estado de

Atenas comprendía no sólo la ciudad,rodeada por sus murallas de ladrillos(construidas después de las guerrasMédicas) y unida a sus puertos —ElPireo y Falero— por tres «MurosLargos» también construidos después delas guerras Médicas, sino también todoel Ática (unos 4.000 km2); estabadividido en cien circunscripcionesadministrativas, llamadas demos. ElEstado ateniense estaba gobernado pordos asambleas que constituían el poderlegislativo, la ekklesia y la boulé, y pordos colegios de magistrados queconstituían el poder ejecutivo, losestrategos (asuntos militares y política

extranjera), y los arcontes (asuntosciviles).

Poder legislativo

La ekklesia, o Asamblea popular,reúne casi una vez a la semana a losciudadanos atenienses en la colina delPnyx (en la práctica nunca había más decuatro mil o cinco mil, mientras que lapoblación total del Estado atenienseascendía a unos 40.000 habitantes en laépoca que nos interesa), a fin de votarlas leyes, elegir a los magistrados,declarar la guerra o aprobar un tratadode paz. La boulé o Consejo de los

Quinientos está formado por quinientosciudadanos elegidos por sorteo todoslos años, los bouleutes; está reunidapermanentemente y decide en últimainstancia el destino de las leyes votadaspor la ekklesia (las corrige, lasenmienda o las rechaza). La boulécontrola también la acción del poderejecutivo, que está en manos dediecinueve magistrados (estrategos yarcontes).

Poder ejecutivo

El colegio encargado de los asuntosciviles está formado por nueve arcontes,

cuyos miembros son elegidos por sorteotodos los años entre los ciudadanos; estápresidido por uno de ellos, el arconteepónimo, que da su nombre al año encurso.

El colegio encargado de los asuntosmilitares y diplomáticos está formadopor diez estrategos, elegidos todos losaños por la ekklesia y reelegibles.Acumula las funciones de Ministerio deAsuntos Exteriores y de Ministerio de laGuerra cuyos presupuestos administra(los estrategos son también jefes deejército en tiempos de guerra).

Poder judicial

A estas instituciones se añade eltribunal de la heliée, compuesto por diezjueces elegidos por sorteo entre 6.000ciudadanos, elegidos a su vez por sorteoentre los 40.000 ciudadanos atenienses,y que se llaman heliastes, y el delAreópago (así llamado porquecelebraba sus sesiones en una colinaconsagrada al dios Ares), cuyosmiembros, los areopagitas, eranelegidos entre los antiguos arcontes: sucompetencia se extendía a la vigilanciade los hombres públicos y de laadministración del Estado, a lascostumbres de los particulares, y tenía

además a su cargo la policía, laeducación y el juicio de los asuntoscriminales.

IILas guerras Médicas

Por guerras Médicas entendemos lasguerras que las ciudades griegascoaligadas sostuvieron contra losemperadores persas —los GrandesReyes— durante medio siglo (de 500 a449 a.C.). Las conocemos en todos susdetalles por Herodoto, que fuecontemporáneo de estosacontecimientos.

Las tres guerras MédicasDe manera clásica se distinguen dos

guerras Médicas, pero en realidad hubotres.

1. La primera guerra Médica (491-490 a.C.) fue iniciada por el gran reyDarío I, que resultó derrotado por losatenienses dirigidos por el estrategaMilcíades en la batalla de Maratón (3 deseptiembre de 490 a.C.). Al término deesta primera guerra, los atenienses, porconsejo del orador Temístocles,dedicaron todos sus recursos a dotarsede una flota de doscientos navíos(trirremes), porque los persas sólo

podían atacar las ciudades griegas pormar.

2. La segunda guerra Médica (480-479 a.C.) fue iniciada por el hijo ysucesor de Darío, el gran rey Jerjes I.Consiguió penetrar en Ática después deaplastar el ejército de los espartanos,mandados por Leónidas, que lo esperabaen el desfiladero de las Termópilas(agosto de 480 a.C); el país fue asoladoy Atenas fue tomada por los persas,saqueada e incendiada. La flota griega,formada por cuatrocientas trirremes(doscientas de ellas atenienses) se situóante la isla de Salamina, que se

encuentra frente al Pireo, el puerto deAtenas (las familias atenienses se habíanrefugiado allí). Jerjes envió su flota dequinientos navíos, que sufrió un desastresin precedentes, gracias a la habilitad delos marineros griegos (29 de septiembrede 480 a.C), y el ejército persa regresóa Asia por vía terrestre. A principiosdel mes de junio del año 479 a.C. volviócon la intención de invadir de nuevo elÁtica: fue derrotado por los aliadosgriegos cerca de Platea, una ciudad deBeocia (en el territorio de Tebas).

3. La tercera guerra Médica fueiniciada por las ciudades griegas

confederadas (Confederación marítimade Atenas, también llamada Liga deDélos porque su sede y su tesoro seencontraban en el templo de Apolo, enla isla de Délos). El ateniense Arístideshizo el reglamento de estaConfederación, y el ejército fue puestobajo el mando del ateniense Cimón, hijode Milcíades. El ejército de la Liga deDélos expulsó a los persas de las costasde Tracia, de las islas del mar Egeo ylas costas de Asia Menor. A finales delverano de 479 a.C, el ejército persa fuepuesto en fuga tras la derrota de su flotaante el cabo Micale. No obstante,entonces no se firmó ningún tratado de

paz.

¿Cuáles fueron las causas de lasguerras Médicas?

La causa profunda de estas guerrasfue la política de expansión de losemperadores persas. En África y enAsia habían alcanzado los límitesextremos de sus conquistas, a saber: elocéano índico, las montañas afganas ylos desiertos. Por lo tanto, se habíanvuelto hacia el oeste y ya habíaconquistado la Escitia (la Rusiameridional), la Tracia y la mayor partede las ciudades griegas del Asia Menor:Darío sólo tenía delante de sí el mundo

griego de Europa, que le parecía unapresa fácil. Muchas ciudades griegasestaban divididas por rivalidades devecindad, y muchas de ellas sedesgarraban en conflictos políticos entrepartidarios de la democracia (comoAtenas) y partidarios de la oligarquíaaristocrática (como Esparta).

El motivo ocasional fue la revuelta,en el año 500 a.C, de la ciudad jonia deMileto, apoyada por los atenienses. Fueseguida por la sublevación general delas ciudades griegas de Asia Menor, quetomaron e incendiaron Sardes,residencia del sátrapa persa. Paravengarse de los atenienses, Darío I puso

en pie una primera expedición contraAtenas en 492 a.C, pero su flota fuedestruida por las tempestades al pie delmonte Athos, en las costas de laCalcídica. Dos años más tarde, el GranRey envió embajadores a pedir «latierra y el agua» a las ciudades griegas,es decir, su sumisión. Seguras de que lapotencia de los ejércitos persasasustaba, consintieron. Sin embargo,Atenas y Esparta no vacilaron enresponder a Darío matando a susemisarios. Poco después una flota persade seiscientos navíos desembarcó unejército en la llanura de Maratón, enÁtica, a cuarenta kilómetros al noreste

de Atenas: así empezaron las guerrasmédicas.

¿Por qué no se firmó la paz en el año479 a.C?

Por dos razones.La primera es una razón muy

«griega»: para firmar un tratado de paz,hay que reunir a un vencedor y unvencido; pero si los griegos estaban deacuerdo en la identidad del vencido —era el Gran Rey—, no conseguíanentenderse sobre la del vencedor.¿Quién dictaría a los persas lascondiciones de paz? ¿Atenas? ¿Esparta?¿La coalición? Y las ciudades griegas

amigas del vencido, como Tebas, ¿quépapel desempeñarían en el futurotratado? Hay que tener en cuenta ademásque las ciudades no tenían los mismosintereses ni los mismos temores en esteasunto. Tomemos un solo ejemplo:Esparta estaba poco dispuesta a firmarla paz; Pausanias, el vencedor de Platea,continuó la guerra por su cuenta,reconquistó Chipre y Bizancio de manospersas, trató de autoproclamarse tiranode Bizancio e intrigó luego con estosmismos persas con la finalidad —ambiciosa e insensata— de convertirseen una especie de «Gran Rey» de todaGrecia (los éforos de Esparta mandaron

detenerle para que fuese juzgado, peroPausanias se refugió en el templo deAtenea, cuyas puertas mandaronamurallar y Pausanias murió dentro dehambre).

Además, y es la segunda razón, elvencido, para firmar un tratado de paz,debe tomar conciencia de su derrotadefinitiva. No era ésa la sensación deJerjes I, ni siquiera después de Salaminay Platea, y menos todavía la de su hijo ysucesor Artajerjes I (465-424 a.C).

¿Cuáles fueron los estados griegosque se adhirieron a la Liga de Délos?

La Liga reunió al principio a las

ciudades jonias directamenteamenazadas por los persas: las delarchipiélago de las Cicladas, cuyocentro era la pequeña isla de Délos, lade Eubea y las ciudades de las grandesislas próximas a las costas de AsiaMenor (Lesbos, Quíos y Samos). Luegoatrajo la de Rodas, las ciudades de lasriberas del mar de Mármara (laPropóntide), las de Calcídica y lasciudades costeras de Tracia. Hechosignificativo que deja presagiarconflictos futuros: Esparta y sus aliadasse negaron a adherirse a la Liga deDélos y se retiraron de la guerra contralos persas.

¿Cuáles eran los medios de laConfederación?

Cada ciudad miembro debía aportarcierto número de trirremes y tropas,pero podían librarse de estasobligaciones militares mediante el pagode una contribución anual en monedaática. El presupuesto anual de la Ligaascendía a unos 1.500 millones depesetas. El tesoro de la Confederaciónse conservaba en Délos, en el templo deApolo, con el tesoro del dios; lostesoreros eran los magistradosatenienses que también administraban eltesoro de Atenas (se les llamaba loshellenotomes); ésta proporcionaba a la

Liga su flota y la mayor parte de sussoldados.

¿Cuándo se firmó la paz?Persia estaba agotada por tantas

guerras lejanas. Artajerjes I, que habíasucedido a Jerjes en 465 a.C, habíaquedado impresionado por las victoriasde Cimón en Tracia y en el mar Egeo. Ala muerte de éste (en el asedio deCitium, en el año 449 a.C), emprendiónegociaciones con Calías, un ricoateniense que se había casado con lahermana de Cimón y firmó con él, en esemismo año, el tratado llamado paz deCalías; en sus términos el Gran Rey

reconocía el mar Egeo como un margriego, se comprometía a no enviar a élun navio de guerra y a no acercarse a lasriberas asiáticas del mar Egeo a más detres días de marcha…

IIILa guerra del PeloponesoHasta el advenimiento de Alejandro,

dos ciudades-estado rivales sedisputaron la hegemonía del mundogriego continental: Atenas, paladín de lademocracia y Esparta, paladín de unarepública basada en una oligarquía.Durante un siglo se enfrentaronideológica, cultural y económicamente,

lo mismo que en el plano de la políticaexterior. Esta oposición desembocó enun conflicto armado, la guerra delPeloponeso (431-404 a.C), que terminócon la victoria de Esparta y la ruina deAtenas.

La guerra del PeloponesoDesde el año 477 a.C. era evidente,

para todo el mundo griego, que la Ligade Délos estaba destinada esencialmentea servir a los intereses de Atenas, que seanexionaba las colonias por la fuerza.Estas anexiones iban acompañadas de lainstalación de colonos atenienses en lasislas: se les llamaba los clerouques, y

los lotes de tierras que se lesadjudicaban recibían el nombre dederouquías. En el 454 a.C. fue másevidente todavía: el tesoro de la Liga setransportó del templo de Délos a Atenas,en la acrópolis, donde se unió al tesoronacional ateniense. Luego Atenasempezó a dictar a las diversas ciudadesde la Confederación su organizaciónpolítica y constitucional, susreglamentos administrativos e inclusoalgunas de sus leyes. Las ciudadesconfederadas tuvieron que adoptar elmismo sistema de pesos y medidas queel de Atenas (el pie, de 0,30 metros; elcodo, de 0,46 metros; el estadio, de

184,98 metros; el óbolo, de 0,72gramos; la dracma de 4,36 gramos; lamina de 436,6 gramos; el talento de26,196 kilogramos), la misma moneda(las lechuzas de oro atenienses) y se lesprohibió salirse de la Liga.

Poco a poco la Liga de Délos setransformó, en la práctica si no en lostratados, en un verdadero imperioateniense, que alcanza su apogeo en laépoca de Pericles (hacia 495-429 a.C),jefe del partido democrático,reconciliado con Cimón, jefe del partidoaristocrático, y sobre el que tenemos quedecir unas palabras.

Una tradición que se remonta por un

lado a Tucídides y por otro a ciertoshistoriadores creadores de famaspolíticas más que de historia científica,ha hecho de Pericles una especie dedivinidad de la democracia, lo mismoque otras tradiciones han visto en LuisXIV el dios de un siglo de oro. Dehecho, estamos muy mal informadossobre Pericles; todo lo que sabemos conseguridad es que entró en la vidapolítica hacia el año 461 a.C, siguiendola estela de Enaltes, el jefe del partidodemócrata, y que fue elegido estratego—la magistratura más alta del Estadoateniense— catorce veces seguidas, de443 a 429 a.C. A juzgar por las

consecuencias de su acción política,podemos preguntarnos por el valor de laestatua que le elevó a la posteridad:constructor de la democracia ateniense,también fue el hombre de la guerra delPeloponeso en sus inicios —algunosllegan a decir que la buscó—, cuyoresultado, veinticinco años después desu muerte, supuso el declive y la ruinade Atenas, que caerá en la bolsamacedonia de Filipo II entre 357 y 338a.C. Lamentable resultado.

Sean las que fueren lasresponsabilidades de Pericles ante lahistoria, que no son nuestro propósito,ahora hemos de exponer cómo el mundo

griego, al salir de cincuenta años deguerras contra los persas —frenadosahora en los límites iranios de suImperio—, se desgarró entre los años431 y 404 a.C. en una guerra estúpida ala que se dio el nombre de guerra delPeloponeso.

Cuando Pericles fue elegidoestratego en 443 a.C, el «imperioateniense» reunía 202 ciudades, que sehabían adherido a la Liga de Délos. Laprosperidad de Atenas estaba en suapogeo. Desde la paz de Calías, su notapodía dominar el mar Egeo en exclusiva,y no había villa costera ni isla cuyopuerto no estuviese atestado de navíos

comerciantes atenienses; al pie de suacrópolis e incluso fuera de sus murallasflorecían armadores, banqueros,comerciantes, hombres de negocios ytraficantes. Asimismo, los sofistashacían fortuna: la democracia que habíatriunfado en Atenas se basaba en el artede convencer a los electores, y eranmuchos los atenienses que, deseosos deemprender una carrera política, seinstruían con ellos en ese arte a preciode oro. La próspera, poderosa ydemócrata Atenas irritaba a Esparta,también poderosa, pero cuyo régimen, laoligarquía, estaba amenazado por elmensaje democrático que propagaba

Atenas entre las ciudades griegasaliadas de Esparta, en las quepredominaba el sistema oligárquico.Entre ambas ciudades, la del Ática y ladel Peloponeso, una vez alejadodefinitivamente el peligro persa por lapaz de Calías (449 a.C), se instaló unaespecie de guerra fría, cuyos detalles nonos interesan aquí, que debía llevar a unconflicto armado cargado deconsecuencias.

Según Tucídides, Pericles deseabaese conflicto (para robustecer el poderíode Atenas y el futuro de la democracia,amenazada por el ejemplo espartano),pero no se sentía con fuerza suficiente

para desencadenarla, temiendo que laopinión pública, que se expresaba porlos votos de la ekklesia, no le siguiese.Entonces hizo como todos los jefes deEstado de los que la historia, antigua omoderna, nos proporciona cienejemplos: aprovechó la ocasión de tresconflictos locales ocurridos en Corcira(Corfú) en 433 a.C, en Megara y Potideaen 432 a.C, para desencadenar la guerracontra Esparta. Corcira era una antiguacolonia de Corinto que había llamado ensu ayuda a Atenas frente a aquélla, que asu vez era aliada de Esparta. Periclesenvió una escuadra que dio cuenta de laflota corintia tras un severo combate

naval. Al año siguiente promulgó unedicto prohibiendo a los comerciantesde Megara —aliada de Esparta— lospuertos y los mercados de África,arruinando así el comercio de estaciudad. Al mismo tiempo, montó unaexpedición contra la colonia ateniensede Potidea, sublevada contra Atenas yapoyada por Corinto, que recibía así elapoyo prestado por Pericles a Corcira elaño anterior.

De este modo nació la guerra delPeloponeso, en el año 431 a.C. Durócerca de treinta años (hasta el 404 a.C),y la lucha, que agotó a las dos ciudadesrivales y sus aliadas, permaneció mucho

tiempo indecisa. Pueden distinguirse enella tres períodos:

1. La guerra de diez años (431-421a.C). El plan de Pericles eradespreciar las conquistasterritoriales y saquear las costasdel Peloponeso; el de Esparta,invadir y asolar el Ática, que fue loque ocurrió efectivamente en losaños 431-429 a.C. Luego unaepidemia de peste se abatió sobreAtenas y mató a Pericles. Unhombre nuevo, Cleón, le sucedió yobtuvo algunos éxitos (sobre todola captura de trescientos espartanosen la isla de Esfacteria). Fue luegoEsparta la que cambió sus planes y

ocupó, en Tracia (de donde Atenassacaba su trigo), el puerto deAnfípolis, a fin de hacerles pasarhambre; Tucídides, que eraentonces estratego y conocía bienla Tracia (había minas de oro),recibió la misión de enfrentarse aellos, pero el general espartanoBrasidas se le adelantóapoderándose de la ciudad antes dela llegada del griego: el futurohistoriador de la guerra delPeloponeso fue condenado a veinteaños de exilio por esa falta por lasautoridades atenienses. Los dosEstados firmaron entonces la pazde Nicias (421 a.C), por la que sedevolvían mutuamente sus

conquistas.

2. Tras la muerte de Cleón bajo losmuros de Anfípolis (al igual queBrasidas), en 417 a.C. losatenienses eligieron como estrategoal bello y rico Alcibíades (elamado de Sócrates), para mayordesgracia de su patria, a la queembriaga con su nacionalismoambicioso. Convence a losatenienses de que podrían derrotara Esparta conquistando las coloniasdorias de Sicilia y haciendo entrara la Magna Grecia en la órbitaateniense. Así pues, organiza unaexpedición de 134 navíos y 10.000hombres contra Siracusa; pero,

durante los preparativos de partida,de noche, a la mayoría de lasestatuas del dios Hermes que habíaen Atenas les mutilaron la cara(415 a.C): los adversariospolíticos de Alcibíades le acusaronde ese sacrilegio y, sin tratarsiquiera de justificarse, Alcibíadesescapa y se refugia entre losespartanos primero y luego entrelos persas. Nicias continuó lacampaña: asedió Siracusa sindemasiado ímpetu y finalmente fuederrotado: la nota ateniense quedódestruida, los atenienses levantaronel asedio (414 a.C.) e intentaronuna retirada que se transformó endesastre (todos perecieron o fueron

hechos prisioneros).

3. 3. Atenas parecía perdida, sin flotay sin ejército. Con la energía de ladesesperación, los ateniensesconstruyeron una nueva flota y elestratego Conón venció a losespartanos en las islas Arginusas(entre la isla de Lesbos y la costaasiática) en el año 406 a C Noobstante, al mismo tiempo, eranderrotados por el general espartanoLisandro en Notion (407 a.C.) yAigos Potamos (405 a.C). Atenasarruinada, no tenía nada quenegociar: hubo de arrasar susmurallas (los famosos MurosLargos) y las fortalezas del Pireo,

entregar sus navíos (solo conservódoce) e inclinarse ante lahegemonía espartana

IVLa dinastía de los Aqueménidas

Los persas llegaron a la meseta iraníen la misma época que los medos, a losque estuvieron sometidos hasta eladvenimiento de Ciro II el Grande en elaño 549 a.C. Se habían asentado en el«país de Anzan» (también se transcribeAnshan), una región a orillas del golfoPérsico que corresponde poco más omenos a la región de la actual ciudad deChiraz. Allí Darío I fundará Persépolis

Akhemenes ¿h. 700? Jefe del clan delos Hakkamanish (nombre persa),vasallo de los reyes medos; fundadorsemilegendario de la dinastía.

Teispes h. 640-590 Primer rey persahistórico, vasallo de los reyes medosFraortes (675-653) y Ciaxares (653-584); se decía «rey del país de Anzan»(territorio donde se habían asentado losprimeros clanes persas).

Ariamnes y Arsames h. 675-640Hijo y nieto de Tespes. Son losprimeros en tomar el título de «Rey deReyes, rey Parsu-mash» (del país de lospersas), vasallos del rey medo Ciaxares

(625-584). No parece que hayan reinadoverdaderamente.

Ciro I h. 640-600 Tercer hijo deTeispes, que reinó con el título de «Reyde Reyes, rey Parsumash» (del país delos persas), vasallo del rey medoAstiages (584-549).

Cambises I h. 600-558 Hijo delanterior; se casa con la hija de Astiages,su soberano medo.

Ciro II el Grande h. 558-528 Hijodel anterior, por lo tanto nieto (por sumadre) de Astiages, contra el que serebela; tunda entonces el Imperio persa(en 550); conserva como capital lacapital de los medos, Ecbatana, y

conquista Babilonia y Lidia. Los medossalen de la historia.

Cambises II 528-522 Hijo delanterior; lleva a cabo la conquista deEgipto.

Darío I 521-486 Usurpador deltrono de Persia después de haber hechomatar al pretendiente legítimo (el hijomenor de Ciro II, asegurando que no eshijo suyo, sino un mago que habríaocupado su lugar). Extiende su imperiodesde el Danubio al Indo, refuerza elpoder real, reprime las sublevaciones einstaura el régimen de las satrapías.Toma la iniciativa de castigar a lasciudades griegas de las satrapías de

Asia Menor, lo que desencadenará laprimera guerra Médica, que concluyecon la derrota de los persas en Maratón.

Jerjes I 486-465 Hijo del anterior.Vencido por los griegos en Salamina yen Platea durante la segunda guerraMédica (480-479), después de habertomado e incendiado Atenas.

Artajerjes I Longímano 465-424Hijo del anterior. Inicio del declive delImperio persa.

Jerjes II 424 Asesinado por suhermanastro Sogdianos; sólo reinó 45días.

Darío II el Bastardo 424-405Emprende la guerra contra Atenas.

Artajerjes II Mnemón 404-358Guerra civil contra su hermano Ciro elJoven.

Artajerjes III Oco 358-330Renacimiento temporal del poderíopersa, que es amenazado por Filipo II deMacedonia.

Darío III Codomano 336-330 Eladversario de Alejandro, que le derrotaen Isos en 333, luego en Gaugamela en331.

Enero de 330 Alejandro destruyePersépolis mediante el fuego.

Julio de 330 Darío III Codomano,que huye de Alejandro, es asesinado en

Partia por el usurpador Beso y losoficiales que huían con él. LosAqueménidas salen de la historia.

VOrganización del Imperio persaLa obra de Ciro 11 el Grande (558-

528 a. C.)

Ciro II el Grande, cuyo abuelopaterno, Ciro I, era persa, y cuyo abuelomaterno era el rey medo Astiages, fue elfundador del Imperio persa: primeroreunió en el pequeño «país de lospersas» (la región de Chiraz, hasta elgolfo Pérsico) los territorios del

Imperio medo, que correspondíanaproximadamente a la parte occidentaldel actual Irán; luego agrandó su imperiomediante sus conquistas (Mesopotamia yBabilonia, vecinas de Media, más tardeLidia en Asia Menor, hacia las riberasdel mar Egeo, Siria-Palestina y Egipto),por último dio una unidad a ese vastoimperio, cuyos territorios abarcabanentonces los de Irak, Irán, Turquía,Siria, Líbano, Israel, Jordania y Egiptomodernos, porque tuvo la inteligencia yla habilidad de respetar los sentimientosnacionales y religiosos de los pueblosdel Oriente Medio así conquistados,dominados durante tanto tiempo por los

semitas de Nínive (asirios) y deBabilonia (el Imperio neobabilonio), loque le hizo ser recibido como unliberador en numerosas comarcas.

El gesto político más célebre deCiro fue la liberación, en 539, de losdescendientes de los judíos que habíansido llevados en cautiverio a Babiloniacincuenta años antes por el reyneobabilonio (caldeo) NabucodonosorII. Dicen que autorizó a 40.000 a volvera Palestina, a instalarse allí y areconstruir una comunidad nacional yreligiosa bajo control persa; devolvióincluso los vasos de oro y de plataprocedentes del Templo de Jerusalén.

Fue suficiente para que los últimosprofetas exaltasen el nombre del GranRey, en quien veían un verdaderomesías.

La realidad política era sin dudamenos mística: a Ciro, el Templo y lareligión de los judíos no le preocupabanmás que las creencias religiosas de lospueblos sometidos a su dominación. Lasuerte del pueblo judío fue que Ciroestaba interesado en Egipto, que seráconquistado por su hijo, Cambises II(528-522), y el camino a Egipto pasabapor Palestina: consiguiendo partidariosen Judea, el Gran Rey se habíapreparado una base de invasión o, al

menos, una parada favorable.

La obra de Darío I el Grande (521-486 a.C.)

El sucesor de Ciro el Grandetambién fue un gran conquistador, dadoque llevó los límites del Imperio persapor Oriente hasta el Indo, y porOccidente hasta el Danubio (en elmomento de su mayor extensión, hacia elaño 480 a.C, los persas controlaban enEuropa Tracia y Macedonia, así como lacosta occidental del mar Negro, dondefondeaba su flota). Con él, Asiaintroducía un pico en Europa yamenazaba a todas las ciudades griegas,

que se coaligaron y lucharon contra elGran Rey y sus dos sucesores (Jerjes I,486-465 a.C; Artajerjes I, 465-424 a.C.)durante los cincuenta años de guerrasMédicas. Terminaron, como se sabe,tras muchas batallas memorables quepervivieron en la memoria de losgriegos, tras el tratado de paz firmado enSusa por Calías, embajadorextraordinario de las ciudades griegas, yque se llama la «paz de Calías».

Darío comprendió rápidamente,aunque sólo sea por las revueltas quetuvo que combatir al principio de sulargo reinado (treinta y cinco años), queel gigantismo de ese Imperio impedía

cualquier centralización y creó para estemosaico de pueblos, ciudades y reinossobre los que reinaba el sistema desatrapías, es decir, la regionalizaciónadministrativa del Imperio aqueménida.Sus principales características fueronlas siguientes:

1. Las diferentes provincias delImperio tienen distintos estatutospolíticos y cada uno vive bajo unrégimen particular determinado:por ejemplo, las ciudades feniciasy ciertos territorios son vasallosdirectos del Gran Rey; Judea,adonde han vuelto los judíos, y lasciudades griegas de Jonia, comoEsmirna, Focea, Abidos, etc., son

políticamente independientes (seadministran a su manera) y estánsimplemente sometidas a un tributo;otras comarcas, como Egipto,Babilonia y Media, son tratadascomo estados aliados; y lo mismopara el resto.

2. Culturalmente cada provincia eslibre de profesar la religión quetenía antes de ser sometida, y serespetan las lenguas locales; sinembargo, la lengua administrativade los escribas, la de las leyes ylos decretos, la del ejército y losimpuestos, es el arameo (que ya erala lengua de las cancillerías desdelos tiempos de Babilonia). Los

documentos oficiales son por reglageneral trilingües: en antiguo persa,en babilonio y en elamita, lenguastranscritas con caracterescuneiformes, como ocurría en todoel universo mesopotámico, salvo enlas ciudades de las satrapíasoccidentales donde se conocía laescritura alfabética (en Asia Menory en la costa sirio-fenicia).

3. Cada satrapía (habrá más decincuenta en todo el Imperio) tieneal frente un sátrapa, que representala autoridad del Gran Rey. Siemprees un persa, cumple las funcionesde gobernador civil y judicial y seencarga de los impuestos y la

policía de su provincia. Juzga almismo tiempo de acuerdo con lasleyes locales y las leyes nacionalespromulgadas por Darío en el año519 a.C, en una Ordenanza debuenos reglamentos, al parecerbasada en parte en el Código deHammurabi.

4. El mando militar de cada satrapíaestá en manos de un oficial persa.Y como siempre es posible unacuerdo, e incluso una alianza,entre estos dos poderes, el civil yel militar, Darío les habíaadjuntado un tercer alto funcionarioque realizaba funciones desecretario de Estado, llamado «el

ojo y la oreja del Rey», que teníasin duda bajo sus órdenes unaespecie de policía secreta.

5. Las satrapías están relacionadascon la administración central deSusa, la capital del Imperio,gracias a un sistema postal sinprecedentes en la Antigüedad, queimitarán más tarde los emperadoresromanos: una vía real de 2.700kilómetros de longitud, dotada de111 postas (una posta cada 25kilómetros aproximadamente), uneSusa, la capital administrativa, conSardes, en Lidia; los correos delGran Rey podían recorrerla (acaballo) en quince o veinte días.

6. Cada satrapía debe asegurar alEstado persa una provisión regularde un contingente de hombres parala guerra, así como la recogida deimpuestos que son fuertes (unos75.000 millones de pesetas cadaaño), que se pagaban en monedaacuñada: en 516 a.C. aparecen enel Imperio persa los dáricos deoro.

En conjunto, si exceptuamos a Ciroel Grande, fundador del Imperio, y aDarío I, su organizador y granconstructor (mandó construir la famosaapadana de Persépolis, gigantescaciudadela de 130.000 m2 al pie de unamontaña), los soberanos aqueménidas no

brillaron mucho ni por el genio políticoni por el genio militar, y cuando tuvieronfrente a ellos a un adversario avisado(como Milcíades, Temístocles,Arístides el Justo, Cimón o Alejandro),perdieron prestigio. Además, cada vezque uno de ellos moría, se abría deforma casi ineluctable una crisissucesoria. Casi todos los reinados(salvo el de Ciro el Grande) empezarono terminaron con un asesinato político;Cambises II hizo asesinar a su hermano,Bardiya; Artajerjes I mandó matar atodos sus hermanos; su hijo, Jerjes II,sólo reinó 45 días, siendo asesinado porel hijo de una de las concubinas de su

padre; Artajerjes II no llegó al podersino después de haber vencido a suhermano, cuyo cadáver mutiló, yArtajerjes III tomó la precaución, alsubir al trono, de hacer desaparecer asus hermanos y hermanas. Su muerte enel año 338 a.C. es, si puede decirse,ejemplar: fue envenenado por uno de susconsejeros, el eunuco Bagoas, que sientasobre el trono a un nuevo rey al quetambién envenena lo mismo que a sushijos; finalmente es Darío III Codomano,biznieto de Darío II, quien toma elpoder, pero, insaciable, Bagoas trata deenvenenar de nuevo a este tercersoberano. No lo consigue, y es él quien

perece, obligado a beber el veneno quedestinaba a su víctima.

Bien sopesado todo, el Imperiopersa era un verdadero monstruopolítico. Las diversas provincias queconquistaron nunca estuvieron realmenteasimiladas, sin duda porque la conquistafue demasiado rápida y, al mismotiempo, demasiado heteróclita. Además,a las querellas sucesorias hay queañadir las secesiones de ciertasprovincias, las revueltas y los caprichosdel carácter de los sátrapas, grandesseñores feudales que a veces seconsideran iguales al Gran Rey. Lo mássorprendente en la historia de los

Aqueménidas no es que hayan creado unimperio tan vasto, sino que su poderhaya durado tanto tiempo: dos siglos. Larazón profunda de ello es la ausencia deenemigo exterior suficientementepoderoso. Resulta notable que las únicasguerras hechas por los persas (contra losgriegos) se hayan saldado con repetidosfracasos, a pesar de su enormesuperioridad numérica. En resumen, elejército persa es terrorífico sólo por sunúmero: el primer ejército extranjeroimportante y organizado que lo atacó, elde los macedonios, lo destrozó sinmayores dificultades.

A partir de las conquistas de Ciro el

Grande y de Cambises vemos que Persiaavanza hacia el mundo europeo. Lasvictorias de los dos primeros GrandesReyes se debían, desde luego, a laexcelencia y la importancia de suejército (una caballería numerosa,buenos arqueros), pero también a laausencia casi completa de resistencia departe de sus enemigos; en particular,Mesopotamia, de la que se apoderanentre los años 550 y 530 a.C. (toma deBabilonia en 539 a.C), había perdido detodas sus fuerzas vivas tras dos siglosde guerras asirias.

VI

Cronología general

Observación: La casi totalidad delas fechas de la historia de la Greciaantigua son aproximativas, y puedenvariar incluso de un autor a otro enfunción de los sistemas de referenciaadoptados. Así la fecha de la guerra deTroya, para los autores que no niegan suhistoricidad, ¡hace sólo cincuenta años(poco más o menos) que la conocemos!Para el período que nos ocupa (lossiglos v y vi a.C.), la incertidumbre esmenor: en general es de uno o dos añospara los sucesos mal conocidos, delorden del mes o de la estación

(primavera, etc.), para los demás. Enlíneas generales, siempre que eraposible, hemos seguido la Chronologiedes Civilisations de Jean Delorme(París, PUF, 3.a edición, 1969).

I. El tiempo de los persas (558-336a.C.)

Fechas Sucesos

h. 557-530539 Reinado de Ciro II

el Grande,fundador delImperio persa delos Aqueménidas.

Ciro pone fin alCautiverio deBabilonia.

528-522 Reinado deCambises II, hijodel anterior;conquista Egipto.

521-486499498494 493491-490 Reinado de Darío

I.Expedición de lospersas contra laisla de Naxos.

Revuelta de las,ciudades joniascontra los persas.Atenienses yjonios aliadosdestruyen Sardes,capital persa deJohiá.Darío someteCaria y tomaMileto.Fin de la revueltade las ciudadesjonias.Primera guerraMédica: derrota deDarío en Maratón.

486-465483480-479 480479 478-477474/473 Reinado de Jerjes

1, hijo de Darío.Atenas:Temístocles mandaconstruir una flotade guerra paraluchar contra lospersas; inicios delpoderío marítimo.Segunda guerraMédica; alianza deEsparta y Atenascontra Jerjes.Jerjes desembarca

en Grecia: vence alos espartanos enel desfiladero delas Termopilas;victorias navalesde los griegos enSalamina, sobrelos persas, y enHimera (Sicilia)sobre los fenicios,aliados de lospersas.Victoria de losgriegos sobre lospersas en Platea yen el cabo Micale.Formación de laLiga de Délos,

alianza de lasciudades griegascontra el peligropersa bajo ladirección deAtenas.Atenas: ostracismo(condena a exilio)de Temístocles,jefe del partidoaristocrático;preponderancia deCimón, adversariopolítico deTemístocles.

469-399 Vida de Sócrates.

Victoria de Cimón

467 465 Victoria de Cimónsobre los persas,en ladesembocadura delrío Eurimedonte.Asesinato deJerjes I; ArtajerjesI Larga Mano lesucede.

465-424461454 449/448 Reinado de

Artajerjes 1Longímano.Atenas: ostracismode Cimón.Traslado a Atenas

del tesoro de laLiga de Délos.Paz de Calías (porel nombre delnegociador) entreAtenas y lospersas.

447-438 446 Atenas:construcción delPartenón.Herodoto enAtenas.

443-429442 431430 429 Atenas: Pericles,

jefe del partido

democrático,reelegido primerestratego(prácticamente:jefe del Estado)cada año.Sófocles:Antígona.Inicio de la guerradel Peloponeso(431-404) entreAtenas y Esparta:las dos ciudades sedisputan lahegemonía sobrelas ciudadesgriegas. Estaguerra termina

mediante la paz deNicias: caídaprovisional de lademocracia enAtenas y régimenllamado de losTreinta Tiranos.Epidemia de pesteen Atenas.Condena dePericles.Reelección ymuerte de Pericles.Victoria de losatenienses sobrelos espartanos enPotidea, tras unasedio memorable.

Vida de Platón.

428-348 Vida de Platón.

423-404424 421413-404 404 Reinado de Darío

II el Bastardo(otras fechaspropuestas: 424—405).Los ateniensespenetran en Beocia(en el marco de laguerra delPeloponeso) y sonvencidos por losbeocios en Delión.Paz de Nicias (unpolítico y un

general ateniense),que pone fin a laprimera fase de laguerra delPeloponeso, que hadurado diez años(empezó en 431).Segunda fase de laguerra delPeloponeso.Derrota definitivade Atenas:abolición de lademocracia einstitución de laoligarquía de losTreinta Tiranos.

Reinado de

404-358 Reinado deArtajerjes IIMnemón, hijo deDarío II.

384-322 Vida deAristóteles.

359 Filipo II, regentede Macedonia.

358-338 Reinado deArtajerjes III Oco,hijo de ArtajerjesII.21 julio 356Nacimiento deAlejandro, hijo de

Filipo II.

338-337 Reinado de Arses,sucesor deArtajerjes III Oco.

336 Asesinato deFilipo II yadvenimiento deAlejandro II deMacedonia.

336 Advenimiento deDarío IIICodomano, queserá el adversariode Alejandro.

II. La vida y las guerras de Filipo IIde Macedonia (382-336 a.C.)

413-351 Demóstenes:Primera Filípica.334. Aristótelesfunda el Liceo.Reinado deArquelao II.

398-369 Reinado deAmintas II (tras unperíodo deanarquía).

369-367 Reinado deAlejandro II; hijomayor del anterior.Reinado de

365-359 Reinado dePerdicas III,hermano delanterior.

382 Nacimiento deFilipo II deMacedonia, tercerhijo de Amintas IIy de la lincéstidaEurídice.

368-365 Filipo, que no estállamado a reinar,es enviado comorehén a la Tebasde Epaminondas yPelópidas.

Filipo regente por

359 Filipo regente porsu sobrino AmintasIII; hijo dePerdicas III.

357 Filipo emprende latarea de extenderel territoriomacedonio hasta elmar; se apodera deAnfípolis (queconserva suautonomía bajocontrolmacedonio), en lacosta tracia, en ladesembocadura delEstrimón.

Filipo se casa conOlimpia, hija delepirotaNeoptólemo, reyde los molosos,que le dará comohijo a Alejandro.

356 Toma de Pidna(que pertenece alos eubeos), en elgolfo deTesalónica.Toma de Potidea,que Filipo IIdestruye y cuyoterritorio devuelvea Atenas.

En Pela,nacimiento deAlejandro deMacedonia, hijo deFilipo y deOlimpia.La noticia delnacimiento deAlejandro llega aFilipo, que estáguerreando enTracia.Filipo continúa suavance en Tracia.Toma de Crénides.Victorias de sugeneral Parmeniónsobre los ilirios.

Campañas de

356 Campañas deFilipo en losBalcanes. Asedio ytoma de Metone, aorillas del golfo deTesalónica; Filipopierde un ojodurante la batalla.

354 Filipo prosigue supolítica deexpansión por ellitoral tracio: tomaAbdera y Maronea,y avanza hacia elHelesponto.Intervención deFilipo en la tercera

guerra sagrada queenfrenta a Delfos ya los focenses.Toma de Larisa, deFeres y deciudades deFócida.

353 Fracaso de Filipoen las Termopilas,contra Atenas,Esparta y la LigaAquea.

348 Filipo derrota alos focenses y seapodera de lasTermopilas.

Campaña hacia lasciudades deTracia: Filipocruza el Hebro y seacerca alHelesponto.Demóstenespronuncia laPrimera Filípica.Alianza de Atenasy Olinto.Tentativa deEsquines convistas a unacercamiento entreAtenas yMacedonia.Asedio y toma de

Olinto por Filipo.

347 Primera embajadade los atenienses aPela (Demóstenes,Esquines) convistas a un tratadode paz.

346 Atenas aprueba lostérminos deltratado de pazpropuesto porFilipo (paz deFilócrates).Atenas: losatenienses juran lapaz con

Macedonia.Partida de lasegunda embajadaateniense haciaPela.Regreso de losembajadores aAtenas; partida deFilipo hacia lasTermopilas yFócida.Atenas:ratificacióndefinitiva deltratado de paz conMacedonia. Filipopasa el desfiladerode las Termopilas

sin tener quecombatir: le habastado comprar alos mercenariosfocenses que loguardan.Guerra de Delfos(tercera guerrasagrada). Filipo seapodera deveintitrés ciudadesfortificadas deFócida, quedestruye. Fin de laguerra de Delfos(paz anfictiónica);Filipo entra en elConsejo

anfictiónico.Delfos le proclamasalvador(evergeta) yprotector(proxene) de laciudad sagrada.

345 Guerra en losBalcanes (hacia elAdriático).Arreglo de losasuntos del Epiro,sobre el que Filipoextiende sudominio.

344 Acuerdo con los

tesalios.Demóstenes:Segunda Filípica.

343 Embajada persa aAtenas (¿contraFilipo?). Elateniense Hegesipoes enviado a Pela,para modificar lascláusulas deltratado de paz de346. Filipo elige aAristóteles comopreceptor de suhijo Alejandro.Atenas se alía conMegara y restaura

sus murallas (los«Muros Largos»)abatidos despuésde la guerra delPeloponeso.

342 Filipo decideextender susterritorios hasta elBósforo. Envíacolumnas alQuersoneso (bandade tierra quebordea lestrechosdel Bósforo y elHelesponto).

341 La guerra por el

Quersoneso pareceinminente. Alianzade Atenas conEubea, Quíos yRodas.La escuadraateniense recuperaEubea, quedevuelve a loseubeos, aliadossuyos (su jefe esCalías).

340 Congreso deAtenas: la guerracontra Filipo, quemarcha sobre elQuersoneso, está

decidida. Fracasosde Filipo antePerinto y Bizancio.Alianza de Tebas yAtenas contraFilipo. Losatenienses y susaliados declaran laguerra a Filipo.

338 Filipo toma Elatea(en Fócida) porsorpresa.Campaña deQueronea; losatenienses y susaliados tebanosson derrotados por

Filipo el 1 deseptiembre(Alejandro, suhijo, mandaba elala enfrentada alos tebanos). Pazde Démades.Filipo invita atodos los estadoshelénicos a unirsea la Ligapanhelénica(contra la amenazapersa), la Liga deCorinto, bajo sucontrol.

337 Filipo arrastra a la

Liga panhelénicade Corinto a unaguerra contraPersia (dondeahora reina DaríoIII Codomano).Filipo se casa conCleopatra, nieta deÁtalo (noconfundir a estegran señormacedonio con elgeneral deAlejandro de esemismo nombre.Incidente gravecon Alejandrodurante las bodas,

que desembocan enuna ruptura entrepadre e hijo.

336 Asesinato deFilipo en Aigai, laantigua capital(histórica) deMacedonia,durante las bodasde Cleopatra, hijade Filipo y deOlimpia (yhermana por tantode Alejandro) yAlejandro, rey deEpiro.

III. Alejandro Magno (356-323a.C.)

355 Nacimiento deAlejandro deMacedonia enPela, capital deMacedonia.Alejandro educadopor su madreOlimpia y sunodriza Lanice,hija de Dropides.Kleitos el Negro(Clito), hermanode Lanice, jovenoficial, es suprimer héroe. Su

padre está en laguerra.Filipo vuelve acuidar sus heridasa Pela: ha perdidoun ojo en el sitiode Metone.

354 Nacimiento de lahermana deAlejandro,Cleopatra, segundovástago de Filipo yOlimpia.

349 Alejandroconfiado a unpreceptor,

Lisímaco, al queOlimpia une alaustero y rígidoLeónidas.

344 Conversacionesentre atenienses ymacedonios enPela. El pequeñoAlejandrosorprende a losembajadores porsu seriedad. Recitaversos de Homeroa Demóstenes.Filipo regalaBucéfalo aAlejandro.

Filipo invita a

343 Filipo invita aAristóteles a Pelapara que se hagacargo de laeducaciónintelectual deAlejandro. Leexplica y haceadmirar a Homeroy le enseñagramática, música,geometría, retóricay filosofía.Alejandro seidentifica conAquiles, su héroepreferido.

Alejandro con su

342 Alejandro con supadre en Perinto,donde asiste a suprimer combate.

340 Alejandro combatea las tribusmedarianas,rebeladas contraFilipo. Fundaciónde la primeraAlejandría, cercade la actual Sofía.

339 Filipo observa elpoco interés que eljoven Alejandropresta a las

mujeres.

337 Batalla deQueronea, en laque participaAlejandro.Alejandro festejasus dieciocho añosen Atenas.Agravamiento delconflicto conyugallatente que existeentre Filipo (queha regresado aPelarecientemente) yOlimpia.Filipo desposa,

como segundamujer, a Cleopatra,sobrina de un granseñor macedonio.Escándalo durantesus bodas.Alejandro y sumadre huyen alEpiro.

336 Regreso deAlejandro yOlimpia a Pela trasla intervención deDemates, viejoamigo de Filipo.Cleopatra encinta.Asesinato de

Filipo en Aigai:Alejandro, rey deMacedonia.Alejandro hacematar a lospretendientes a lacorona deMacedonia.

335/4 Congreso deCorinto: Alejandroelegidocomandante en jefede los ejércitoshelénicos paradirigir la cruzadacontra los persas.Campaña en los

Balcanes: elDanubio, fronteranatural deMacedonia.Defección deAtenas: revuelta,sitio y destrucciónde Tebas.Segundareunificación de laHélade.Preparativos convistas a laexpedición aPersia.

333 Partida del GranEjército, desde

Anfípolis(Parmeniónlugarteniente).Travesía delHelesponto;Alejandro enTroya.Victoria deAlejandro en lasorillas delGránico.Rendición deSardes y toma deÉfeso.Estancia deAlejandro enÉfeso.Asedio y toma de

Mileto.Alejandro licenciasu flota. Encuentrode la princesa Ada(septiembre).Memnón nombradocomandante en jefede los ejércitospersas.Asedio y toma deHalicarnaso.Partida de unprimer contingentede soldados conpermiso paraMacedonia.Alejandro enFasélida.

Conspiración deAlejandro elLincéstida.

332 Sumisión sincombate de Licia,Panfilia, Pisidia.Sumisión sincombate de laGran Frigia.Llegada deAlejandro aGordio. Muerte deMemnón.Alejandro corta elnudo gordiano.Sumisión sincombate de

Capadocia.Alejandro se bañaen el Cidno y caeenfermo. Llegadade Darío a Socos(campo de batallaideal para él).Cruce conAlejandro. Llegadade Darío a Isos.Vuelta deAlejandro haciaIsos.Batalla de Isos.Victoria deAlejandro y huidade Darío. Esbozode una

organización delImperiomacedonio.Marcha sobreFenicia.Asedio de Tiro,que cae en julio.Asedio y toma deGaza.Alejandro llega aPelusa y penetra enEgipto, donde esacogido como unliberador enMenfis.

331 Peregrinación deAlejandro al

oráculo de Zeus-Amón, en Siwah.Partida deAlejandro haciaBabilonia.Alejandro y suejército a orillasdel Tigris. Daríoestá en Gaugamela.Batalla deGaugamela,victoria deAlejandro; huidade Darío a Arbelaal día siguiente.Estancia deAlejandro enBabilonia.

Entrada deAlejandro en Susa.

330 Alejandro sometea los uxios.Entrada deAlejandro enPersépolis.Incendio delpalacio de Darío.Conquista deMedia y toma deEcbatana.Alejandro persiguea Darío,acompañado en sufuga por Beso,sátrapa de

Bactriana.Alejandro alcanzaa Darío, al queBeso acaba deasesinar.Llegada deAlejandro y de suejército al marCaspio, enZadracarta.Conquista deHircania (a orillasdel mar Caspio) ysumisión de losmardos.Alejandroconquista Partía yAda, con la

esperanza de pasara Bactriana eninvierno.Sumisión de laAracosia.Conspiración (realo imaginada porAlejandro) yejecución deFilotas, Parmenióny Alejandro elLincéstida, hijo deAéropo; Alejandrosueña con unamonarquíauniversal.Reorganización delejército macedonio

y partida paraBactriana enpersecución delusurpador Beso,que se refugia alotro lado del Oxo(el Amu-Daria).

329 Descanso enAracosia;fundación deAlejandría deAracosia(Kandahar).Alejandro franqueael Hindu-Kush.Ocupación deBactriana;

Alejandro cruza elOxo.Toma deMaracanda(Samarcanda) yprincipio de lacampaña deSogdiana;Alejandro marchasobre el Jaxartes(el Sir-Daria).Primerosencuentros con losmontañeses deSogdiana.Rebelión nacionalen Sogdiana,dirigida por

Espitámenes,aliado de losescitas.Fundación deAlejandríaExtrema.

327 Victoria deAlejandro sobrelos escitas.Alejandro montasus cuarteles deinvierno en Bactra-Zarias-pa, que seconvierte en elcentro del Imperio.Orientalización desu

comportamiento;impone el rito dela prosternación,que choca a losmacedonios y a losgriegos. En Bactra:juicio de Beso,condenado amuerte, mutilado almodo persa yenviado aEcbatana para serejecutado.Alejandro recibeembajadas escitas.Oposición entreAlejandro y susallegados.

Asesinato de Cli-to. Conjura de lospajes.Alejandro montasus cuarteles deinvierno enSogdiana, enNautaca. Seinforma sobre lospaíses indiosvecinos (el actualPakistán) y preparasu expedición aIndia.

326 Renuevo de laagitación enSogdiana con

Oxiartes, quecontrola la Rocade Sogdiana.Rendición deOxiartes.Alejandro se casacon su hija, labella Roxana.Bactra: partida deAlejandro paraIndia, con su granejército.Estancia enAlejandría delCaucaseAlejandro y suejército entran enIndia (de hecho en

el modernoPakistán) por elpaso de Khaybar(el Khyber Pass).Sumisión militarde los montañesesdel Gandhara:aspasios, gureos yasácenos; toma dela Roca de Aornos.Toma de Dirta.Invierno en laorilla derecha(occidental) delIndo.

326 Paso del Indo: elrey indio Taxiles.

Batalla en el ríoHidaspes contra elrey indio Poro.Llegada deAlejandro a laorilla derecha delHífasis:amotinamiento desu ejército(soldados yoficiales), que seniega a seguiradelante.Alejandro ordenael gran retorno.Alejandro denuevo a orillas delHidaspes; prepara

el retorno de suGran Ejército aSusa y mandaconstruir a esteefecto una flota.Confía su mando aNearco, ascendidoa almirante.Partida de la flotamacedonia;descenso delHidaspes, hacia elIndo.De paso: campañacontra losoxídracos y losmalios; Alejandroes herido en un

combate contra losmalios. Fundaciónde Alejandría de laConfluencia.

325 Llegada deAlejandro y de suflota a Pátala, a lacima del estrechodel Indo.Exploración deldelta, con vistas apasar al océanoíndico. Plan deregreso hacia elestrecho de Ormuz(entrada del golfoPérsico); los tres

itinerarios: 1)marítimo (Nearco),bordeando la costadel océano índico;2) terrestre(Crátera) por Ara-cosia (la actualprovincia deKandahar, enAfganistán) hastaAlejandría deAracosia, luegopor Carmania (lameseta iraní); 3)también terrestre(Alejandro yHefestión), perodifícil, por

Gedrosia (el actualBeluchistán). Citageneral para dentrode seis meses enOrmuz.Partida de Crátera.Su periplo acabasin demasiadaspérdidas a finalesde diciembre de325.Partida deAlejandro y deHefestión. Superiplo —que fueparticularmentepenoso (debido ala falta de agua y

víveres)— acabaráa finales dediciembre de 325con una auténticabacanal de Pura aOrmuz.Partida más tardíade Nearco (debidoal régimen de losmonzones), quellega a finales dediciembre a Ormuzy que seguirá hastaSusa por el golfoPérsico y el ríoPasitigris (finalesde enero-febrerode 324).

Reencuentro de laflota y de los doscuerpos de ejércitoen Ormuz.

324 Reencuentrosgenerales en Susa,donde se celebranlas bodas de Susa:10.000macedonios secasan con 10.000muchachas persas(iniciativa deAlejandro, que deeste modo pensabarealizar la fusiónde los dos

pueblos). Elpropio Alejandrodesposa a doshijas de Darío,Estatira yParisátide.También piensaintegrar a 30.000persas (losepígonos) en suGran Ejército, enigualdad con losveteranosmacedonios.En Susa: muertevoluntaria, sobrela hoguera, delgimnosofista

Cálano.En Opis (cerca dela modernaBagdad): sediciónde los soldadosmacedonios,descontentos al verllegar al ejército30.000 epígonospersas.Alejandro enEcbatana; muertede Hefestión, dolorde Alejandro.Alejandroabandona Ecbatanapor Babilonia;entre sus objetivos

figuran: someter alos coseos que sesublevan enMedia; llegar aBabilonia paraorganizargrandiososfunerales aHefestión; poneren marcha otrosproyectos (sinduda la conquistade la penínsulaArábiga y laorganización decomunicacionesmarítimas entre elocéano Índico y el

Mediterráneo).

323 Llegada a lasorillas del Tigris;salen a suencuentroembajadoresllegados deOccidente (deCartago, del sur deItalia, de Galia, deRoma, etc.).Alejandro enBabilonia; exploralos alrededoresdesde el Eufrates,así como lasregiones costeras

del golfo Pérsico;proyectos decircunnavegaciónalrededor deArabia.Funeralesgrandiosos deHefestión, honradocomo un semidióstras consultar conel oráculo delsantuario de Zeus-Amón, en Siwah.Alejandro ofreceun banquete enhonor de Nearco,banquete quetermina, como es

lo habitual, en unaborrachera que seprolonga en casade uno de losinvitados, Medio.Segundo banquete-borrachera en casade Medio.Alejandro se sientefatigado; se quedaen casa de Mediotodo el día, luegose hace trasladar ala suya. Alejandroguarda cama; suestado se degradadía a día, consíntomas como

fiebre constante,dolores de cabeza,cansancioextremo;noobstante, nuncapierde el sentido yduerme confrecuencia.Su última jornada,rodeado de susamigos. Ya nohabla, pero hacealgunos gestos. Ala pregunta que sele formula paraque designe aaquel al que legasu imperio,

murmura unapalabra que puedeentenderse como«el mejor» o como«Heracles» (elnombre de su hijo).Muere a la puestadel sol.

BIBLIOGRAFÍA

Las fuentes y la historiografíageneral

1 . Historiografía general ybibliografía

La bibliografía ha sido establecidade forma muy completa por H.BENGSTON, en Die Welt aisGeschichte, V Berlín, 1939. Para elperíodo 1940-1975, el lector se remitiráa las bibliografías de las obras de G.GLOTZ, Histoire grecque , t. IV, París,PUF, 3.a edición, 1986, y de E. WILL,

C. MOSSÉ y R GOUKOWSKY, LeMonde grec et l'Orient, 2 vols., París,PUF, 1975; para los veinticinco últimosaños del siglo xx, hay que remitirse a lasrevistas especializadas. Entre otrasbibliografías merecen citarse: J.SEIBERT, Alexander der Grosse,Ertrág der Forschung, Darmstadt, 1972;R. ANDREOTTI, Il problema diAlessandro Magno nelle storiografiade l'ultimo decennio, 1950; Fr. HAMPL(cf. la colección «Nouvelle Clio», VI,París, PUE 1954); la CambridgeAncient History. Por último, no sepuede dejar de consultar laEncyclopédie des Anti-quités

classiques del erudito alemán Augustvon PAULY (1796-1845), publicada en1839 y puesta al día en 1893 por GeorgeWISSOWA; esta obra considerable,nunca igualada, suele ser citada como laPauly Wissowa; ha conocido variasreediciones.

2. Fuentes epigráficasLas principales inscripciones

antiguas (en lengua griega) relativas alperíodo de Alejandro Magno fueronenumeradas por TARN, en laCambridge Ancient History, t. VI(1927); deben completarse con lostrabajos de DITTENBERGER (1903),

H. H. SCHMITT (Munich, 1969) y TOD(Oxford, 1962). Las fuentes cuneiformesson inscripciones o tablillas en viejopersa —lengua de los persas en la épocade los Aqueménidas— cuyo alfabetoestaba formado por signos cuneiformesque derivaban del silabario acadio (queno era alfabético, sino silábico); sonpoco numerosas y criticables. A lasfuentes epigráficas hay que unir lospapiros egipcios de la época saita (663-332 a.C), época en que las principalesciudades de Egipto estaban concentradasen el delta: Sais, capital de los faraonesde la XXVI Dinastía; Naucratis, ciudadgriega próspera, y Mendes, capital de

los faraones de la XXIX y penúltimadinastías egipcias; sobre estas fuentes seconsultará el «Bulletin papyrologique»de la Revue des Études grecques (P.COLLART), que completa el censo delas antologías papirológicas deROSTOVTZEFF, en la CambridgeAncient History,. t. VII, 1928.

3. NumismáticaL. MULLER, Numísmatique

dAlexandre le Grand, Copenhague,1855; y el importante trabajo de A. R.BELLINGER, Essays on the coinage ojAlexander the Great, Nueva York,1963.

4. Fuentes literariasEl censo de los escritos antiguos

referidos a Alejandro fue establecidopor primera vez, en los tiemposmodernos, por G. SAINTE-CROIX,Examen critique des ancienneshistoires dAlexandre , París, 1775; 2.aedición, 1810. El trabajo fundamental esel de Johann Gustav DROYSEN,fundador de la escuela históricaprusiana; bajo el título de LesMatériaux de l'histoire dAlexandre leGrand, constituye el apéndice al tomo Ide su Histoire del'hellénisme,totalmente dedicado a Alejandro Magno

y publicado en 1883. Ha sidocompletado por los autores de lasgrandes historias antiguas, J. KAERSTen alemán (Gesch. der Hellenismus) yTARN en inglés (Cambridge AncientHistory).

1. El estudio crítico de las fuentescontemporáneas o casicontemporáneas de Alejandro fueemprendido por los eruditosalemanes de principios del sigloxx; éstas son las principalesreferencias:

para una recensión general delos textos perdidos L.PEARSON, The LostHistories of Alexander the

Great, Providence (EE.UU.),1960;sobre las Efeméridesatribuidas a Eumenes, generaly jefe de la cancillería deAlejandro: KAERST (en1905, artículo «Efemérides»en Pauly-Wissowa), y EJACOBY, Die Fragmente d.gr. Historík, 1927; se recuerdaque este precioso diario decampaña ardió al mismotiempo que la tienda deEumenes en 325 a.C, durantela expedición de Alejandro aIndia;sobre Aristóbulo de Casandra,fuente cuestionada a menudo:

SCHWARTS, en PAULYWISSOWA, t. II, 1896;sobre las Notas tomadas porPtolomeo, hijo de Lago, otrogeneral de Alejandro (a lamuerte de este último seconvertirá en el fundador de ladinastía griega de los Lágidas,que reinó en Egipto hasta laconquista romana): JACOBY,op. cit.; véase también H.STASBURGER, Ptolemaiosund Alexander, Leipzig(1934) y P TREVES,«LCEuvre historique du roiPtolémée», en la Revue desEtudes anciennes, t. XXIX,1937;

sobre la reconstrucción de lasEfemérides de Eumenes porCalistenes, el sobrino nieto deAristóteles, que tambiénseguía las campañas deAlejandro: JACOBY, op. cit.,y en PAULY WISSOWA,. t.X, 1919;sobre Clitarco, el griego deAlejandría autor de unaHistoria de Alejandro(desaparecida) en que sehabría inspirado QuintoCurdo: los fragmentosrecogidos por Ch. MULLER ypublicados, con algunos otros,en sus Scriptorum de rebusAlexandri Magni Fragmenta

(«Fragmentos de escritossobre Alejandro Magno»,París, Didot, 1846); RADET,en los «C. R. de l'Académiedes Inscriptions et Belles-Lettres», 1924, pág. 356 y ss.

2. En nuestro Prólogo hemos citadolas fuentes antiguas —griegas olatinas— posteriores a la época deAlejandro. Ahora indicaremos lasediciones y traducciones másfiables y accesibles:

Diodoro de Sicilia (h. 901-v.20 a.C), Bíbliotéquehistorique, libro XVII, enfrancés, edición de BellesLettres, París, 1976, textoestablecido, traducido y

comentado por PaulGOUKOWKY; en alemán,edición Teubner, porFISCHER; en inglés laedición Loeb, por C. B.WELLES.Quinto Curcio (siglo i),Histoire d'Alexandre leGrand, edición Belles Lettres,texto establecido y traducidopor H. BARDON, París,1961; la obra de S. DOSSON,Études sur Quinte-Curce,París, 1887, textofundamental, pero hay queunirle la comunicación deGeorges RADET citada másarriba, sobre la influencia de

Clitarco sobre este autor.Plutarco (h. 50-125), Vie deshommes Ilustres, edición deBelles Lettres, texto traducidopor R. FLACELLIÉRE conintroducción y comentarios.Arriano (h. 95-h. 175) estáconsiderado por todos loshistoriadores como la fuentemás fiable. La Anábasis y laIndia han sido traducidos porPierre SAVINEL, París,Éditions de Minuit, 1984.[Traducción española:Arriano: Anábasis deAlejandro Magno,introducción de AntonioBRAVO GARCÍA.

Traducción y notas de AntonioGUZMÁN GUERRA.Editorial Gredos, 2 vols.,Madrid, 1982.]Justino (siglo II) nos hadejado un resumen deHistorias filípicas, la obra(perdida) del historiadorgalorromano Pompeyo Trogo,que puede leerse en latraducción de E. CHAMBRYy L. THELY-CHAMBRY,París, Garnier, 1936.

3. Junto a estas fuentes que podemoscalificar de históricas porquepueden utilizarse —a reserva desometerlas a una rigurosa críticacientífica— para establecer o tratar

de establecer la historia deAlejandro Magno, existe unatradición escrita griega, puramentelegendaria, que apareciórelativamente pronto (a finales delsiglo II de nuestra era) en elImperio romano de Oriente. Afinales del siglo III o principios delIV, fue traducida por un tal JuliusValerius en un latín muy decadente,más cercano a la lengua habladaque a la lengua escrita, y circuló enOccidente bajo el título Res gestaeAlexandri Magni translatae exAesopo Graeco («Los grandeshechos de Alejandro Magno,traducidos por Esopo el Griego»);se hizo una versión abreviada,

titulada Epitome Julius Valerii(«Resumen de Julius Valerius»),Luego fue retraducido al griego y adiversas lenguas orientales, sobretodo al armenio y al siriaco. Unhistoriador bizantino, León elDiácono, que vivió en la corte delos duques de Nápoles en el año1000 aproximadamente, hizo a suvez una versión latina (a partir deun texto griego, durante un viajeque realizó a Bizancio en 942), conel título de Vita Alexandri y así fuecomo penetró la leyenda enOccidente durante la Edad Media.Posteriormente se multiplicaron lasversiones en lenguas vulgares (enfrancés apareció, hacia 1170-1200,

Román d'Alexandre; era una gestaépica de 20.000 versos de docepies a los que por esta razón se dioel nombre de «alejandrinos»). Estatradición constituye lo que se llamala Román d'Alexandre; lapaternidad de la obra griega inicial(perdida) se atribuye a un autor alque se ha dado habitualmente elnombre de Seudo-Calístenes, paradistinguirle del Calísteneshistórico.

La recensión más antigua ha sidopublicada por W. KROLL en Berlín, en1958; una versión más tardía se publicóbajo el título de Epitome de Metz, porR. H. THOMAS (Teubner, 1969). La

versión medieval francesa fue publicadaen 1846, en Stuttgart, por HenriMICHELANT, bajo el título de Liromans d'Alixandre; pero también seconoce en alemán, en español y enitaliano. Sobre las fuentes del Románd'Alexandre, véase R. MERKELBACH,Die Quellen dergr. Alexanderromans,Munich, 1954.

BiografíasLas biografías de Alejandro Magno

son muy numerosas. Tienen en comúnque cuentan los mismos sucesos, yanarrados por Arriano, Diodoro deSicilia, Plutarco, Quinto Curcio y

Justino; difieren unas de otras en laabundancia de detalles, en lainterpretación histórica de losacontecimientos o de la personalidad deAlejandro, y por los juicios sobre elpersonaje… y la calidad de escritura desus autores.

1. Trabajos de DroysenLa primera gran biografía, que en

muchos puntos sigue siendo autoridad,se debe a Johann Gustav Droysen (1808? 1884), filólogo, historiador e inclusopolítico alemán (fue elegido diputado alparlamento de Francfort); constituye elprimer volumen de su Historia del

helenismo, y fue publicada en 1833 bajoel título de Geschichte Alexanders derGrosse («Historia de AlejandroMagno»). Es una obra brillante, basadaen un estudio meticuloso de los textosantiguos, y que es imposible olvidar,incluso en el año 2000; no obstante, sebasa en una concepción de la historiahoy algo superada (y ya superada porHegel, cuyos cursos sin embargo habíaseguido Droysen), la que interpreta losacontecimientos históricos comoengendrados por una voluntad superior,que los guía hacia un fin determinadopor ella. En nuestro caso, esa voluntadsería la de Alejandro tendiendo a

realizar la fusión entre Occidente yOriente en una monarquía de tipooriental. Esta posición lleva a Droysen aexaltar lo que podríamos llamar, ensentido fuerte, el heroísmo de Alejandroy a interpretar en los otros dos tomos desu Historia del helenismo —consagrados respectivamente a losdiadocos (los sucesores) de Alejandro ya los epígonos (los sucesores de lossucesores)— el estallido del imperioconstruido por el Macedonio como unareacción (Droysen dice «la antistrofa»)a la unificación intentada, quedesemboca en la formación de diversosreinos helénicos que, por tanto

indirectamente, serían las consecuenciasde los hechos de Alejandro. Precisemosademás lo siguiente: la Historia deAlejandro Magno apareció en 1833, lade los diadocos en 1836 y la de losepígonos en 1842; los tres tomos,cuidadosamente revisados, sepublicaron bajo el título de Historia delhelenismo en 1877 ? 1878 en Gotha ytraducidos al francés por Bouché-Leclerq en 1883 ? 1885.

2. Las biografías modernasA continuación damos la lista de las

principales biografías de AlejandroMagno, presentadas por orden

cronológico de aparición.Precisemos para los aficionados a

los «hallazgos» y las «puestas al día»que no hay que soñar. Los hallazgosarqueológicos, por muy espectacularesque sean (como recientemente elpresunto descubrimiento de la tumba deAlejandro, que por lo demás no era sinouna gran superchería), no pueden aportarnada nuevo a lo que ya sabemos; sólo eldescubrimiento inesperado de unmanuscrito antiguo —un fragmento delas Efemérides, por ejemplo— nosaportaría algunas luces sobre tal o cualdetalle concreto, pero nada más.

E. ROBSON, Alexander Une Great,

a biographic Study, Londres, 1919,obra clara, sobria y fácil de leer (acondición de leer inglés).

Th. BIRT, Alexander der Grosseund das Weltgriechentum («AlejandroMagno y la helenización del mundo»),Leipzig, 1924; 2.a ed., 1925. Birt sepreocupa sobre todo de mostrar laexactitud de la perspectiva de Droysen yde la expansión del helenismo.

E. GEYER, Alexander der Grosseund die Diadochen («Alejandro Magnoy los diadocos), Leipzig, 1825; útil paracomprender las variaciones territorialesy el desmembramiento del imperio deAlejandro.

H. BERVE, Das Alexanderreich aufprosopographischer Grundlage, 2vols., Munich, 1926 («El Imperio deAlejandro desde un punto de vistaprosopográfico»), obra todavía noigualada, que por desgracia no estátraducida al francés. Contiene unainformación impresionante y precisasobre la organización del imperio deAlejandro, sobre sus instituciones ysobre todos los personajes —pequeñoso grandes— que tuvieron relación con élo que la tradición ha puesto en relacióncon él, todo ello acompañado de unabibliografía completa de las referenciasque le conciernen.

Georges RADET, Alexander leGrand, París, 1931, la mejor biografíaen lengua francesa, la mejordocumentada sobre Alejandro, así comola más agradable de leer; pero tal vez sele pueda reprochar haber «humanizado»en exceso a su héroe. Hay quecompletarla con el artículo del mismoautor en el Journal des savants, 1935,pág. 145 y ss., titulado «Les idees et lescroyances dAlexandre le Grand» y connumerosas notas y artículos que Radetpublicó en la Revue des Étudesanciennes (creada por el propio Radeten 1899) y en diversas revistas yperiódicos. Radet fue el gran

especialista francés de la historia deAlejandro Magno; murió en 1934 a laedad de setenta y cinco años.

U. WILCKEN, Alexander derGrosse, Leipzig, 1931 («Alejandro elGrande»; trad. francesa, París, 1933),obra de prejuicios, que presenta aAlejandro como un héroe cuya primeracaracterística es la fuerza bruta, máscercano a Heracles que a Aquiles.

E A. WRIGHT, Alexander theGreat, Londres, 1934, obra clásica,fácil de leer.

Arthur WEIGALL, Alexander theGreat, Londres, 1947; obra concienzudaen cuanto a los acontecimientos, pero

que se basa en una hipótesis gratuita:que el macedonio fue guiado en todomomento por la convicción de que era elhijo místico de Zeus y de Olimpia;ningún documento, ningún sucesodebidamente documentado nos permiteafirmar que su piedad fuese sincera y sinsegundas intenciones políticas (trad.francesa, París, Payot, 1955).

W. W. TARN, Alexander the Great,Cambridge, 1948-1950 (2 vols., I:Narrative; II: Sources and Studies); obraclásica, preciosa por sus referencias.

G. T. GRIFFITH, Alexander theGreat, the main prohlems , Cambridge,1966 («Alejandro Magno, los

principales problemas»); examen de lasprincipales cuestiones que plantean a loshistoriadores y a los eruditos la vida ylas acciones de Alejandro.

E. SCHACHERMEYR, Alexanderder Grosse: das Prohlem seinerPerosonlichkeit und seiner Wirkens ,Viena, 1973 («Alejandro Magno: elproblema de su personalidad y sumanera de actuar»): una tentativa deanálisis psicológico del personaje; elautor percibe perfectamente losdesequilibrios pero no aborda elanálisis psicopatológico, que nos pareceesencial.

J. R. HAMILTON, Alexander the

Great, Londres, 1973; obra clásica.Roger PEYREFITTE, Le Jeunesse

d'Alexandre, París, Albin Michel, 1977(«La juventud de Alejandro»); copiosa yclásica como Les Conquétesd'Alexandre, 1979 («Las conquistas deAlejandro»), y Alexandre le Grand,1981, ambas del mismo autor y en elmismo editor.

Paul GOUKOWSKY, Alexandre etDionysos, Presses Universitaires, Nancy1981; ensayo inteligente y minuciososobre los orígenes del mito deAlejandro.

Piero CITATI, Alexandre le Grand,París, Gallimard, 1990.

Philippe GUILLAUME, Alexandrele Grand, París, France Empire, 1993;un resumen claro y clásico.

Cuestiones particularesPara la cronología de la aventura

conquistadora de Alejandro, hay queremitirse a:

—KAERST (op. cit.).—y Ch. A. ROBINSON, The

Ephemerides of Alexander's Expedition,Brown University Studies, 1932; perohay que tener en cuenta las críticas deRADET (Notes critiques, 2.a serie, VIII,1932, pág: 137 y ss.) y de GLOTZ(Revue des Études grecques, XLVI,

1933, pág. 351).

1. Geografía y topografíaLos atlas históricos escolares son

insuficientes en su totalidad por lo quese refiere a la geografía antigua, einexistentes por lo que concierne a latopografía; la misma observación esválida para los atlas que acompañanciertas enciclopedias. En nuestros días,la realización de un atlas histórico esextremadamente onerosa, y es delamentar que ningún editor haya pensadoen reproducir una de las notables obrasde este género realizadas antes de 1939,en una época en que los precios de

reventa no obsesionaban a laseditoriales. Se encontrarán los mapasnecesarios en los atlas históricospublicados en Alemania entre 1900 y1939, que pueden consultarse enbibliotecas. Doy a continuación algunasindicaciones:

Sobre Macedonia, Grecia antigua yAsia Menor:

L. BLUM, L. DAMEZIN, J.—C.DECOURT et al, Topographie antique etgéographique historique en pays grec,Éditions du CNRS, París, 1992.

J. LEFORT, Villages de Macédoníe,París, De Boccard, 1982: noticiahistórica y topográfica sobre la

Macedonia oriental en la Edad Media.KIEPERT, Formae orbis antíqui,

lámina XVI sobre la Macedonia antigua.A. VON KAMPEN, Atlas antíquus

(s. d.).R. DE Bovis, Alexandre le Grand

sur le Danube, Reims, 1908.J. KROMAYER y VEITH,

Schlachten Atlas, Leipzig, 1929.W. LEAF, «The military Geography

of Troad», Geogr. Journal, XLVII, 1916.COUSINERY, Voy age dans la

Macédonie, París, 1831.DELACOULONCHE, Mémoires sur

le berceau de la puissance macédo-nienne, París, 1958.

DESDEWES DU DESERT,Géographie ancienne de la Macédoine,París, 1863.

C. WEIGAND, Ethnographie vonMakedonien, Leipzig, 1924.

O. HOFFMANN, Die Makedonien,ihre Sprache und íhre Volkstum,Gotinga, 1906.

G. KARAZOV, «Observations sur lanationalité des anciens Macédo-niens»,Revue des Études grecaues, XXIII,1910, pág. 243 y ss.

Sobre Siria e Irán:P. M. SYKES, Ten Thousand Miles

in Persia, Londres, 1902.

A. F STAHL, «Notes on the Marchof Alexander the Great from Ecbatane toHyrcania», Geogr. Journal, LXIV, 1924.

G. RADET, «La derniére campagned'Alexandre contre Londres», Daríos,Mélanges Glotze, II, pág. 765 y ss.

Sobre Drangiana (el Seistán actual)y Aracosia (Afganistán) India (elPakistán actual):

G. GNOLI, Rícerce stoñci sul Sistanantico, Roma, 1967.

K. FISCHER, Bonner Jahrbuch,CLXVII, 1967, pág. 129 y ss.

A. FOUCHER, «La vieille route del'Inde de Bactres a Taxila», Mémoires

de la Délégaüon archéologique jrancaiseen Ajghanistan, I, 1942, y II, 1947.

Sobre Asia central e India (elPakistán actual hasta el Indo):

A. FOUCHER, op. cit.G. FRUMKIN, «Archaelogy in

Soviet Central Asia», Handbuch derOrientalistíke, 7, III, I, Leiden, 1970.

General CUNNINGHAM, Theancient Geography oj India, Londres,1871; obra irreemplazable eirreemplazada.

Sobre el regreso de los ejércitos deAlejandro por tierra y por mar: Th. H.

HOLDICH, «The Greek retreat fromIndia», Journal oj the Society oj Arts,XLIX, 1901, pág. 417 y ss.; fundamental.

A. STEIN, «On Alexander's routeinto Geodrosia», Geogr. Journal, CU,1943, pág. 217 y ss.

H. SCHIWEK, «Der PersicheGolf…», Bonner Jahrbuch, CLXII, 1962,pág. 43 y ss.

2. La conquista del podera. Sobre Macedonia y Filipo II (650-

336 a.C.):Stanley CASSON, Macedonia,

Thrace and Illyria, Londres-Oxford,1926: estudio de las relaciones

entre esas comarcas y Grecia, desde lostiempos más antiguos hasta eladvenimiento de Filipo I (650 a.C.);análisis de las fuentes y ampliabibliografía.

R CLOCHE, Histoire de laMacédonie jusq'á Vavénementd'Alexandre le Grand, París, 1960.

—, Unjondateur d'Empire, PhilippeII, roi des macédoniens, París, 1915.

—, Démosthénes et la jin de ladémocratie athénienne, París, 1957.

A. MOMIGLIANO, Philippe deMacédoine, París, Eclat, 1992;traducción de una obra fundamental deeste historiador italiano, publicada en

Florencia en 1934.K. PERLMAN, Philip andAthens,

Cambridge, 1973.G. MATHIEU, Les Idees politiques

d'lsocrate, París, 1925; Isócrates teníauna idea muy alta de la misióncivilizadora de Atenas.

A. SCHAEFFER, Demosthenes undsein Zeit («Demóstenes y su tiempo»),2.a ed., Leipzig, 1885; obra fundamental,reimpresa en 1966.

R JOUQUET, L'Impéñalismemacédonien et l'hellénisation deVOrient, París, Albin Michel, ed.revisada y corregida, 1972.

b. Sobre Alejandro Magno y las

ciudades griegas: Las divisionespolíticas en Macedonia, quedesembocan en el asesinato de Filipo II,han sido analizadas por numerososautores (AYMARD, BADIÁN,KRAFT). Sobre la política de Alejandrorespecto a Tesalia y Tracia sonrecomendables:

H. D. WESTLAKE, Thessaly inthejourth Century, Londres, 1935.

M. SORDI, La lega Tessalajino adAlessandro Magno, Roma, 1958. D. M.PIPPIDI, í Greci nel basso Danubio,Milán, 1971.

c. Sobre la revuelta de Tebas y el«antimacedonismo» en las ciudades

griegas:P. P. DUCREY, Le Traitement des

prisonniers de guerre dans la Greceantique, París, 1968.

d. Sobre el ejército macedonio:A. AYMARD, artículos reunidos en

Études d'Histoire ancienne, París, 1967,pág. 418 y ss.

J.—R VERNANT et al, Problemesde la guerre en Grece ancienne, París,1972.

M. LAUNEY, Recherches sur lesarmées hellénistiques, 2 vols., París,1949-1950.

Y. GARLAN, La Guerre dansl'Antiquité, París, 1972.

—, Recherches de poliorcétiquegrecque, París, 1974 (con una buenabibliografía).

E E. ADCOCK, The Greek andMacedonian art ofwar, Londres, 1957.

L. CASSON, Ships and Steamanshipin the ancient world, 1971.

R. LONIS, Les Usages de la guerreentre Grecs et Barbares des guerresmediques au milieu du We siecle, París,1969.

3. La conquista de Asia Menor yEgipto (334-331 a.C.)

E STARK, Alexander's PathjromCaria to Cilicia, Londres, 1958. G.RADET, «Sur un point de l'itinéraire

dAlexandre en Asie Mineu-re»,Mélanges Perrot, París, 1903.

Las siguientes indicacionesbibliográficas respetan la cronología dela conquista realizada por Alejandro dela fachada mediterránea del Imperiopersa, desde Ilion, en Tróada, hasta laconquista de Fenicia y Egipto. Tambiénpueden leerse los numerosísimosartículos de Radet en la Revue desÉtudes anciennes (passim).

W. JUDEICH, «Die Schlacht amGranikos», Klio, t. VIII, 1908.

E. W DAVIS, «The Persian battleplan at the Granicus», Mélanges

Cadwell, Chapel HUÍ, 1964, pág. 334 yss.

A. BAUMBACH, Kleinasien unterAlexander dem Grossen, Jena, 1911;conquista (pacífica la mayor parte deltiempo) de Lidia, Jonia, Caria, Licia,Panfilia y Frigia.

W. DEONNA, «Le nceud gordien»,Revue des Études grecques, XXXI,1918, págs. 39 y ss., y 141 y ss.

A. GRÜHN, Die Schlacht von feos,Jena, 1905.

W. DITTBERNER, Issos, Berlín,1908.

E. KELLER, Alexander der Grossenach der Schlacht bei Issos bis zu seiner

Rückkehr aus Agypten, Berlín, 1904;conquista de Fenicia y la costa siria,luego de Egipto.

W. B. KAISER, Der BriefAlexanders and Dareios nach derSchlacht bel Issos, Mainz, 1954; sobrelos contactos diplomáticos entreAlejandro y Darío después de la batallade Isos.

M. GLÜCK, The Tyro ab AlexandraMagna oppugnata et capta, Kó-nigsberg,1886; sobre el asedio de Tiro.

H. BLOIS, «Alexandre le Grand etles Juifs en Palestine», Revue deThéologie, XXIII, Lausana, 1890, pág.357.

H. BUCHLERR, Revue des Étudesjuives, XXXVI, 1898; sobre el mismoasunto.

J. ABRAHAMS, Campaign inPalestinfrom Alexander the Great,Oxford, 1927.

V. EHRENBERG, Alexander undAgypten.

P. JOUQUET, «Alexandre á l'oasisd'Ammon et le témoignage de

Callisthéne», Bulletin de l'Institutd'Égypte, XXVI, 1943-1944, pág. 91 yss.

H. W PARKE, The Oradles ofZeus,Dodona, Olympia, Ammon, Londres,1967.

E. BRESCIA, Alex. and Aegyptum,Bérgamo, 1922 (abundante bibliografía).

A. BERNAND, Alexandrie laGrande, París, 1966.

4. El desmoronamiento del Imperiopersa (331-330 a.C.)

F. WETZEL, E. SCHMIDT, A.MALLWITZ, Das Babylon der Spátzeit,Berlín, 1957; sobre la topografía delpaís babilonio.

F. HACKMANN, Die Schlacht beiCaugamela, Halle, 1902.

E. W. MARSDEN, The Campaing ojGaugamela, Liverpool, 1964.

G. Radet, «La prise de Persépolis»,

Notes critiques, 2.a serie, 1927, pág. 89y ss.

—, «La derniére campagned'Alexandre contre Darius», MélangesGlotz, t. II, 1932, pág. 765 y ss.; sobre elcamino seguido por Alejandro en supersecución de Darío.

F. ALTHEIM, R. STIERL,Gcschichte Mittelasiens ira Altertum,Berlín, 1970; historia de las satrapíassuperiores (Drangiana, Aracosia,Bactriana y Sogdiana) del Imperio persaen la época de Alejandro.

I. M. MOUMINOF, IstoñjaSamarkanda, Tashkent, 1969.

5. La crisis de los años 330-328 a.C.y la invasión de «India» (de hecho, elactual Pakistán)

a. La crisis de los años 330-328a.C.:

Esta crisis, que estalla a finales delaño 330 a.C, se caracteriza por unaruptura profunda entre las acciones y lasambiciones de Alejandro —que seconsidera el sucesor del Gran Rey—por un lado, y por otro la oposición desu entorno y el descontento de suejército. En cuanto a la geografía de loslugares, véanse las indicacionesbibliográficas citadas más arriba.

T. B. JONES, «Alexander and the

Winter of 330-329», Cíass. Weekly,XXVIII, 1935, pág. 124 y ss.: sobre lacronología de la campaña de Alejandroen Afganistán.

G. RADET, «Sur les tractesdAlexandre entre le Choés et l'Indus»,Journal des savants, 1930, pág. 230 y ss.

Fr. CAUER, «Philotas, Cleitos,Kallisthenes», NeuejahrbuchjürklassichePhiíologie, XX, 1894, pág. 8 y ss.; sobreestos tres «asuntos» que ilustran la crisisdel 330.

T. S. BROWN, «Callisthenes andAlexander», American Journal ojPhilology, LXXX, 1949, pág. 225 y ss;sobre la conjura de los pajes y el

asesinato de Calístenes.R. SCHUBERT, «Der Tod des

Kleitos», Rheinischer Museuek, III,1898, pág. 398 y ss.

L. R. TAYLOR, «The proskynesisand the hellenistic ruler Cult», JournalofHell. Studies, XLVII, 1925, pág. 175 yss.

G. MERCURY, «The Refusal ofCallisthenes to drink to the Health ofAlexander», Journal ojHellenic Studies,L, 1930, pág. 79 y ss.; también sobre elcaso Calístenes, y el artículo sobre ladivinización oriental del rey, A.AMARD, «Un ordre dAlexandre»,Revue des Études ancien-nes, XXXIX,

1937, pág. 5 y ss.b. La invasión de India (337-326

a.C):S. LEVI, «Note sur linde á l'époque

dAlexandre», Journal Asiati-que, XV,1890, pág. 234 y ss.

G. VEITH, «Der Kavalleriekampf inder Schlacht am Hydasp», Journal ojHellenic Studies, LXXVI, 1956, pág. 26.

P GOUKOWSKY, «Le roi Poros surson éléphant, et quelques autres»,Bulletin de Correspondance hellénique,CVI, 1972, pág. 473 y ss.

B. BRELOER, Alexanders Bund mitPoros, Leipzig, 1941; sobre el tratadoconcluido por Alejandro con el rey

indio Poro.

6. La retirada y el pothos(«insaciabilidad») de Alejandro

a. La retirada (325-324 a.C):SCHIWEK, op. cit, págs. 43 y ss.;

sobre el periplo de Nearco, desde eldelta del Indo hasta el golfo.

Th. H. HOLDICHA, «The Greekretreat from India», Journal oj theSociety ojArts, XLIX, 1901, pág. 147 yss.; artículo fundamental sobre elregreso por tierra de las tropas dirigidaspor Alejandro.

A. STEIN, «On Alexander's routeinto Gedrosie», Geogr. Journal,CII,

1943, pág. 217 y ss.; sobre el itinerariode Alejandro a través de Gedrosia.

b. El gran regreso y los últimosproyectos de Alejandro (324-323 a.C.),«el caso Hárpalo», el regreso de losdesterrados, el sueño de una monarquíauniveral, de la que él sería el reydivinizado:

E. BADIÁN, «Harpalos», Journal ojHellenic Studies, LXXXI, 1961, pág.167 y ss.; la falta de delicadeza deHárpalo pusieron a Demóstenes en unasituación delicada; véase a esterespecto: A. SCHAEFFER,Demosthenes und sane. Zeit, Leipzig,1887.

—, «Alexander the Great and theunity of mankind», Historia.Zeitschñftfür Alte Geschichte:aproximación crítica de la teoría deTarn, según la cual Alejandro soñabacon una fusión de los pueblos en unimperio universal y fraternal.

—, «A King's notebook», HarvardStudies in Classical Philology, LXXII,1968, pág. 183 y ss.; sobre los proyectosencontrados en los archivos deAlejandro.

E. BALOGH, Political Refugees inanáenty Greece, Johannesburgo, 1943;sobre el regreso de los desterrados aAtenas.

c. Sobre la tentativa de divinizaciónde su persona real:

V EHRENBERG, Alexander and theGreeks, Oxford, 1938; debe leerseespecialmente el capítulo II, cuyaargumentación vuelve a utilizar G. T.GRIFFITH en Alexander the Great…, yacitado más arriba.

A. D. NOCK, «Notes on ruler Cult»,Journal oj Hellenic Studies, XLVIII,1928, pág. 21 y ss.

E TAEGER, «Charisma», Studienzur Geschichte der antiken Herr-scherkultes, Stuttgart, 1967.

A. MOMINGLIANO, «Re e popóloin Macedonia prima di Alessandro

Magno», Athenaeum, XIII, 1935, pág. 3y ss.

A. AYMARD, Basileus Makedonón,publicado en 1950, y reeditado enÉtudes d'Histoire ancienne, París, 1967,pág. 100 y ss.

E E. ADCOCK, Greek andMacedonian kingship, Londres, 1953.

W. B. KAISER, «Ein Meister derGlyptik aus dem Umkreis Alexan-ders»,Jahrbuch d. Arch. Inst., LXXII, 1962,pág. 227 y ss.; sobre el decadracma, unamoneda que representa a Alejandroasimilado a Zeus, persiguiendo al indioPoro llevado por un elefante; hayademás otras monedas que asimilan al

macedonio al rey de los dioses, sobretodo un tetradracma (una moneda) cuyoanverso representa a Alejandro tocadocon una cabeza de león y el reverso loasimila a Zeus, apoyado sobre un cetro ysosteniendo un águila en la mano.