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Antología poética José Manuel García Gómez

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Page 1: Antología poética José Manuel García Gómez

BREVÍSIMA

ANTOLOGÍA

POÉTICA

José Manuel García Gil

BECREA Juan Leiva

ENCUENTROS LITERARIOS

Destemplanza

Enfermo con un diccionario sobre las rodillas buscando la definición de garambaina, de húsar, de martingala...

Enfermo y el olor a vainilla de las páginas del atlas. La tripa de los volcanes, la bandera de un país remoto ondeando deportivamente a las once de la mañana. Enfermo y ya mi padre coloca la mano en la frente de su hijo, la fiebre sin prisas, pautada por el pegajoso y denso diapasón del jarabe. Enfermo y unas décimas más tarde, la felicidad en casa y sin clases, sanando de aquella enfermedad Pero no de su destino.

Especie de paraíso

Tengo una biblioteca y una amante. La biblioteca es alta y profunda y la amante, pequeñita, tímida, indocumentada. Pero la enorme biblioteca tiene todos los libros escritos en una lengua que desconozco. Y mi amante, a pesar de su simpleza, maneja a la perfección ese idioma extranjero.

Sin mis libros Me sería imposible vivir. Y también sin mi amante. Ambos, estos libros míos y este don suyo de lenguas, me proporcionan sabiduría. No puedo elegir. Preferiría sin ellos, vivir sin mí.

Breve encuentro

No hemos vuelto a encontrar a treinta y cinco años de distancia. Y al verte puntual, en la puerta convenida de unos grandes almacenes, me pareció ver a tu madre, echada en el umbral de tu casa de Nicolás de Rivera, esperándote, mientras a unos metros te empeñabas en esconder tu boca del asedio desbocado de la mía. Nos hemos vuelto a reunir y al ir a darnos un beso, protocolario y tibio, en la mejilla, como por arte de magia, nuestros labios se han tropezado suavemente. Dulce y malhadado destino. Ha tenido que pasar por nosotros el tercio de un siglo, el dolor, la vida , la carne, todo lo que nunca compartimos, para que me tope con aquel beso por el que porfié con catorce años.

Page 2: Antología poética José Manuel García Gómez

BREVÍSIMA ANTOLOGÍA POÉTICA

1. El salón de los eclipses (Renacimiento, Sevilla,

2005)

El poemario, estructurado en tres partes (La aventura, El eclipse y La noche) es un homenaje al séptimo arte. En los dos siguientes poemas los recuerdos se hacen presentes:

CINE EXIN

Como aquel cine de tu infancia donde congelar la imagen, volver

de nuevo, una y otra vez, al beso de la princesa, avanzar hacia el inicio de cada historia, suspender la horda de enanitos hambrientos, la explosión de la trilita, la caída del coyote por el precipicio de tu alcoba.

No te dará la vida, aunque mucho te empeñes, semejante ocasión de detener, de repetir la toma, el rito de retroceder a cámara lenta o rápida, de volver a protagonizar plano por plano durante la proyección alguna de esas imágenes que aparecen y desaparecen. Para poder ver quince veces seguidas un fragmento con la misma emoción del principio, dábamos marcha atrás sobre la pared a la película, con la quimérica pretensión de que igual sería posible corregir el destino de nuestra vida.

lFLASH BACK

Es difícil para el que vive fuera del mundo, no buscar a los suyos. MALRAUX

Un vehemente deseo de visitar mi casa, después de tantos años, tan verdadera de la infancia que no la recuerdo y está aquí, detrás de la arboleda, recortada en medio de interminables hileras de edificios

que bordean una maraña de calles, brillantes por la seda de la lluvia. no había vuelto a entrar. Vacía y en penumbra permanece aún un ligero aroma a ollas sucias, ese mismo olor monótono que humedece mis ojos y me hace retroceder hacia la nada. En la cocina, los muebles en el mismo lugar, los mismos tarros de fideos, la mermelada de naranja, la miel sólida, el almirez de bronce, la luz del foco, la jaula bajo el trapo. Quisiera desviar la mirada, pero algo me obliga a no despegarla de aquel sitio. Desde la penumbra del fondo me llega enseguida la voz diáfana de mi madre.

¿Qué horas son éstas de llegar? Hoy te toca a ti poner la mesa.

Afuera llueve y las calles brillan convertidas en un hermosos cristal de cuarzo.

2. La belleza no está en el interior (Vandalia–

Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2016)

En La belleza no está en el interior, último libro del autor, se lanza a explorar su cartografía más íntima. Sin ser una poesía culturalista, se vale de una cita de Bob Dylan o en un recuerdo de Carlos Edmundo de Ory. “Pero también aparece aquel titular en el periódico que daba noticia del secuestro de Aldo Moro, asociado para siempre a las canciones del primer disco de Van Halen, recién descubierto. O un retrato de Lewis Carroll, o un canto a Brigitte Bardot que es en realidad una añoranza del padre junto al cual la descubrió, o ese beso furtivo, casi accidental, perseguido durante toda su adolescencia y conseguido al cabo de más de 30 años, se diría que en otra vida. (Francisco Camero Sevilla, Maneras de encontrarle sentido a la poesía, diariodecadiz.es).

Un hombre de letras

La verdadera vida no es reducible a la palabra Habladas ni escritas, por nadie, nunca.

DON DELILLO Punto omega

Escribir porque sí, por ver si acaso, por verlas venir.

Escribir para acordarse, para recordarme, no ya en ninguna batalla, en ninguna parte, en el cuerpo de / nadie

hasta que solo el eco de un nombre crezca en mí con la furia con la que se destapa el agua de un torrente. Escribir en la dirección opuesta a aciertas /revelaciones, tratar de no alcanzar la luz, de aproximar a lo remoto lo cotidiano, de mezclar el pasado con el presente y el futuro. Escribir con dedos de plomo, saberlo todo para decir nada acerca de la nada. Escribir con cosas muertas. Tomarlas y hacerlas caminar, hablar sobre el papel y sobre el papel verlas reanimarse como flores deshidratadas en el agua, como peces agonizantes esperan de alguien que los eche al mar. Escribir para volver atrás, para encender motores, soltar amarras, ganar tiempo, remar en busca del nacimiento del río. Escribir para escribirme yo, para restablecerme de la agotada y pestilente circunstancia humana, como una medicina, para rescatar pedazos de mí adheridos a ciertos suicidios, ciertas mujeres, ciertas /ciudades, a descascarados rostros malheridos. Escribir para cambiar el nombre de mi asesina, quitarle virtudes aburridas, agregarle sabrosos defectos, para crear algo que nunca nadie va a leer, para ser otro en el acto impuro de estar escribiendo. Para desaparecer ahora mismo. Escribir y dejar la palabra. A su aire. Dejarla hablar espontáneamente, sola, como destrozar una almohada de plumas o hacer volar una maleta de billetes que se desperdigan al viento y ya nunca se pueden recuperar. Para quedarme sin palabras, escribir.