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Apuntate A Leer Don Quijote

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Hola, me llamo Alonso Quijano y de tanto leer libros de caballerías me

volví loco y salí por Castilla-La Mancha para tratar de “arreglar el mundo”. Como caballero andante me cambié el nombre y yo mismo me puse el nombre de Don Quijote

de la Mancha

Salí de mi tierra con la idea de buscar aventuras y en una venta le

pedí al ventero que me armara caballero. Lo hizo después de velar

yo las armas toda una noche y a partir de ahí ya era “caballero” y

podía seguir mis aventuras.

Mi primera aventura fue el encontrarme con un amo que estaba pegando a su criado. Tras discutir le

obligué al amo a pagarle lo que le debía. Tras irme yo el amo le volvió a pegar al chico pero como no lo vi

yo me fui contento.

Tras dejar al amo y el chico me encontré con unos

mercaderes, discutí con ellos, me caí de mi caballo y me

dieron una paliza con mi lanza rota. Tras esto volví a mi casa

a recuperarme.

En mi casa conseguí dinero y me busqué a Sancho Panza

como mi escudero para poder seguir buscando aventuras.

Ya con mi escudero salimos de viaje y me encontré con unos

“gigantes” (Sancho Panza decía que eran molinos) con los que luché pero salí mal

parado.

Continuamos con las andanzas y tras estar con unos cabreros y

enterrar a Crisóstomo nos paramos. Rocinante vio unas

yeguas y se fue para ellas. Los cuidadores le estaban pegando, fuimos a evitarlo y los apaleados

fuimos nosotros.

Salimos de la venta y al ver dos humaredas pensé que eran dos ejércitos que estaban luchando y

les ataqué. Pero eran dos rebaños de ovejas y los pastores nos

lanzaron piedras y nos rompieron alguna muela.

Después me encontré con unos frailes que llevaban un muerto y tras hablar con ellos Sancho me

presentó como “El Caballero de la Triste Figura”. Sancho robó

comida y pudimos reponer fuerzas después de unos días.

Mas tarde y tras pasar por los batanes me encontré con un caballero (barbero) que creía

llevaba el Yelmo de Mambrino (una bacía). Se lo quité y a partir

de entonces era mi casco.

Mi siguiente aventura fue el liberar a unos presos que los llevaban unos comisarios. Ayudé a los

presos a liberarse pero después nos apedrearon y nos dejaron casi

desnudos a mi escudero y a mí.

Me tuve que refugiar después en Sierra Morena pues me

perseguían por lo de los presos. Conocí a Cardenio (loco por su

amada Dorotea), seguí mi viaje e hice penitencia en honor de mi

amada Dulcinea.

Después de que me encontrara la Santa Hermandad el barbero y el fraile les convencen de que no me arresten pero me engañan y me

meten en una jaula para hacerme volver a mi casa

Llegamos a mi casa y el ama y mi sobrina cuidaron de mí para

“curarme” de mi locura por los “Libros de Caballerías”

Pasado un tiempo Sancho y yo fuimos a El Toboso para

encontrarnos con Dulcinea. Vimos a unas labradoras y Sancho me

dijo que eran Dulcinea y sus criadas. Se mofaron de nosotros y

salieron corriendo.

Nos dirigimos a una venta en donde Quiteria se iba a casar con Camacho

aunque estaba enamorada de Basilio. Este fingió matarse para

casarse con Quiteria y yo le ayudé a conseguirlo. Me quedé en su casa

un tiempo.

Después fuimos a la Cueva de Montesinos en donde Sancho y el estudiante me bajaron. Me dormí y soñé que había visto a algunos de

los personajes de los libros que había leído.

Marchamos a una venta en donde Maese Pedro (uno de los presos

liberados por mí) y su mono adivinaron mis aventuras. Contó una

historia que yo le rectificaba.

Tras esto llegamos a una casa en donde el duque y sus criados nos

engañaron. Nos subieron a Clavileño (caballo de madera) y nos hicieron

creer que íbamos por el aire y luego nos tiraron al suelo.

Sancho fue nombrado gobernador de la Ínsula Barataria en donde

ejerció como juez pero no le daban de comer por si había una

conspiración. Tras una batalla en donde le apalearon decidió dejar la

Ínsula y seguir conmigo.

Íbamos a Zaragoza pero decidimos ir a Barcelona. Allí vimos como

atrapaban a un barco morisco y al ir a ahorcar al capitán vieron que era una mujer y le perdonaron la vida.

En el pueblo visité una imprenta en donde estaban corrigiendo el texto

del libro de Avellaneda donde contaban aventuras (mías) pero les

dije que era todo falso.

Paseando por la playa me encontré con el caballero de La Blanca Luna. Me batí con él, perdí el combate y

me tuve que retirar a mi casa por la promesa echa.

Estando en mi casa sin aventuras me sentí enfermo y se me fue la

locura de los Libros de Caballerías. Les conté a todos lo que había

pasado pero que ahora me daba cuenta de que eran “locuras”.

Tranquilo, en mi casa y con todos los míos expiré.