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PROVINCIA DIARIO DE CÁDIZ | Viernes 18 de Julio de 2014 23 L as obras y trabajos de in- vestigación publicados por diferentes historiado- res e investigadores sobre la guerra civil en la provincia de Cádiz supera ya el medio cente- nar en los últimos años, lo cual ha supuesto una trascendental aportación para conocer la trági- ca realidad que supuso aquella sinrazón. Prácticamente se han aborda- do todas las temáticas, desde los aspectos políticos hasta los mili- tares, pasando por la prensa, ci- nematografía, enseñanza, car- naval, etc., y muy singularmente la penosa cuestión de la repre- sión, asignatura que desgracia- damente todavía no se ha cerra- do en muchas familias gaditanas que siguen desconociendo don- de descansan sus seres queridos. Sin embargo hay dos aspectos humanos, y no son los únicos pendientes, que apenas han sido tratados en la historiografía ga- ditana. Uno de ellos es el de los miembros de una misma familia, especialmente padres, herma- nos e hijos, que estuvieron com- batiendo en bandos enfrenta- dos. Y el otro, verdadero ejemplo de sincera reconciliación, es el de los matrimonios entre los hi- jos de combatientes de una y otra zona, e incluso de quienes fueron asesinados o represalia- dos. Aunque muchos gaditanos co- nocen algún caso, más cercano o más lejano, nunca fueron temas de los que se hablara abierta- mente en las familias. Esas histo- rias se evitaron contar durante muchos años, pues el dolor a ve- ces no tiene caducidad y era me- jor no mentarlas, si bien jamás fueron olvidadas. Pero también es cierto, que el conocimiento de las mismas, máxime cuando ya se va camino de cumplir ocho décadas de aquella sinrazón, fortalece el convencimiento de la irraciona- lidad que supuso la mayor trage- dia de España en el siglo XX. Desde el ámbito sociológico, uno de modelos de mayor cohe- sión y convivencia familiar en aquella época era la de los guar- dias civiles, pues buena parte de ellos vivían en casas-cuarteles. Incluso en un porcentaje impor- tante habían nacido y criado en ellas, siguiendo después los pa- sos de sus padres e ingresando en el benemérito Cuerpo. La tradicional lealtad de la Guardia Civil al poder legal- mente constituido se fracturó por primera y única vez aquel 18 de julio de 1936, como se fracturó España entera. Y lo que intentó ser un alzamiento mili- tar para dar un golpe de estado degeneró, tras fracasar, en una cruenta guerra civil que dividió inicialmente, más geográfica que ideológicamente, a los es- pañoles. En la Benemérita gaditana, las sentencias de los consejos de guerra sumarísimos y los expe- dientes personales que se con- servan en los archivos históricos del Cuerpo, contienen numero- sos ejemplos de ello. Tanto de padres, hijos y her- manos miembros del Cuerpo que se vieron obligados por las cir- cunstancias a servir en bandos enfrentados por razón de la lla- mada “lealtad geográfica”, como de aquellos que habían contraí- do o contrajeron matrimonio, aún a pesar de la restrictiva nor- mativa dispuesta al respecto. Tal vez, el más trágico del casi medio centenar de casos consta- tados, sea el de los guardias civi- les de Ubrique. Su jefe de línea, el alférez Marceliano Ceballos González, fue sentenciado a muerte el 21 de agosto de 1936 como autor del delito de rebe- lión militar y fusilado dos días después en el castillo de San Se- bastián. Diez días antes del inicio de la sublevación había fallecido su esposa María Cano Barroso, con quien llevaba casado veintiséis años. El 9 de julio se dio de baja médica para el servicio por en- fermedad, no restableciéndose hasta el día 16, fecha en la que se reincorporó al mando de su uni- dad. Desde luego su estado aní- mico no debía ser el mejor ante una sublevación militar iniciada menos de cuarenta y ocho horas después. En el testimonio de su senten- cia puede leerse que al ser, “el más antiguo de cuantos se en- contraban en Ubrique en las fe- chas de autos, resultaba obliga- do a declarar el estado de guerra y todavía en mayor grado a no to- lerar la oposición armada a que se hizo a las fuerzas liberado- ras”. El no hacerlo le costó la vi- da. En cambio, su hijo Guillermo, cabo de la Guardia Civil destina- do en la Comandancia de Huel- va, procedente de la de Cádiz, y que llegaría a alcanzar con los años el empleo de comandante, “se sumó al Glorioso Movimien- to Nacional desde los primeros momentos”, según consta en su expediente. Finalizada la guerra civil, su hermana María, de 25 años de edad, soltera, de profesión sus labores, en cuyo pabellón de la casa-cuartel de Coto Doñana ha- bitaba, elevó una patética ins- tancia al inspector general del Cuerpo, dando cuenta de su an- gustiosa situación: “Que el día 23 de Agosto de 1936, falleció mi padre que Dios lo tenga en su Santa Gloria, sien- do Alférez del Instituto que V.E. y tan dignamente de la Coman- dancia de Cádiz, y mi madre el día 7 de julio del mismo año, siendo por lo tanto huérfana de padre y madre, y sin sostén de ninguna clase, teniendo además la recurrente a su amparo una abuela con 88 años, imposibilita- da para trabajar, sin que hasta la fecha a pesar de hallarse instru- yéndose el oportuno expediente de pensión de viudedad y orfan- dad a la que cree tener derecho como huérfana hija de Oficial por el Juez Militar Eventual de Huelva Don Lino Moreno, haya cobrado un céntimo y según me informan creo hay disposiciones dictadas por el digno Gobierno Nacional que con tanto acierto dirige nuestro Caudillo para bien de nuestra España, para que por los Jefes de Cuerpo sean pa- gadas las correspondientes pen- siones a los huérfanos y viudas desde la fecha de su fallecimien- to y mensualmente hasta que sea resuelto el expediente, ...”. Y también otro triste caso, es- ta vez de hermanos, que queda- ron, por “lealtad geográfica” en bandos enfrentados dentro de la provincia gaditana, tuvo tam- bién su escenario principal en la misma población de la sierra. Se trata de los hermanos Ma- nuel y Juan Casillas Aguilera, ambos sargentos de la Guardia Civil, comandantes de los pues- tos de Ubrique y Chiclana de la Frontera, respectivamente. Mientras Juan, quien “adhi- riéndose al Glorioso Movimien- to Nacional desde el primer mo- mento”, alcanzaría con el paso de los años el empleo de coman- dante, su hermano Manuel, quien “cooperó a la actitud y a la posición adoptada por el Jefe de su Línea”, junto al cabo Francis- co Martín Ripollet, comandante del puesto de Carabineros en Ubrique, fueron condenados a la pena de reclusión perpetua con sus accesorias legales: “Por tener mando directo y personal sobre las fuerzas de sus respectivos Institutos ya que además como queda dicho no se asumió el mando local de estado de guerra por quien correspon- día y aunque tuviesen depen- dencia o subordinación con res- pecto al Alférez Don Marceliano Ceballos deben considerarse se- gún criterio de sana interpreta- ción militar como culpables del delito de rebelión militar en con- cepto de autores, estimándose- les como circunstancia notoria- mente atenuante la relación je- rárquica antes apuntada”. Y así hasta casi medio centenar de historias más repartidas por muchas casas-cuarteles de la provincia gaditana. Todos ellos fueron guardias civiles, de casi todos los empleos, que hasta aquel 18 de julio de 1936, ajenos a cualquier ideología política, te- nían hojas de servicios intacha- bles al servicio de España y sus ciudadanos. La sinrazón de una guerra civil y la “lealtad geográfica” marca- ron en muchos casos sus vidas, ante la impotencia de sus padres, hermanos e hijos que sirviendo en el bando triunfante, no pu- dieron hacer nada por impedir- lo. JESÚS NÚÑEZ 5 La sinrazón de la Guerra Civil Padres, hijos y hermanos guardias civiles enfrentados LXXVIII ANIVERSARIO DE LA GUERRA CIVIL EN CÁDIZ (1936-2014) Historiador Esas historias se evitaron contar durante muchos años pero jamás fueron olvidadas

Articulo dc 18 07-14

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Guerra Civil, España, Andalucía, Cádiz

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PROVINCIA

DIARIODECÁDIZ | Viernes18deJulio de2014 23

Las obras y trabajos de in-vestigación publicadospor diferentes historiado-res e investigadores sobre

la guerra civil en la provincia deCádiz supera ya el medio cente-nar en los últimos años, lo cualha supuesto una trascendentalaportación para conocer la trági-ca realidad que supuso aquellasinrazón.

Prácticamente se han aborda-do todas las temáticas, desde losaspectos políticos hasta los mili-tares, pasando por la prensa, ci-nematografía, enseñanza, car-naval, etc., y muy singularmentela penosa cuestión de la repre-sión, asignatura que desgracia-damente todavía no se ha cerra-do en muchas familias gaditanasque siguen desconociendo don-de descansan sus seres queridos.

Sin embargo hay dos aspectoshumanos, y no son los únicospendientes, que apenas han sidotratados en la historiografía ga-ditana. Uno de ellos es el de losmiembros de una misma familia,especialmente padres, herma-nos e hijos, que estuvieron com-batiendo en bandos enfrenta-dos. Y el otro, verdadero ejemplode sincera reconciliación, es elde los matrimonios entre los hi-jos de combatientes de una yotra zona, e incluso de quienesfueron asesinados o represalia-dos.

Aunque muchos gaditanos co-nocen algún caso, más cercano omás lejano, nunca fueron temasde los que se hablara abierta-mente en las familias. Esas histo-rias se evitaron contar durantemuchos años, pues el dolor a ve-ces no tiene caducidad y era me-jor no mentarlas, si bien jamásfueron olvidadas.

Pero también es cierto, que elconocimiento de las mismas,máxime cuando ya se va caminode cumplir ocho décadas deaquella sinrazón, fortalece elconvencimiento de la irraciona-lidad que supuso la mayor trage-dia de España en el siglo XX.

Desde el ámbito sociológico,uno de modelos de mayor cohe-sión y convivencia familiar enaquella época era la de los guar-dias civiles, pues buena parte deellos vivían en casas-cuarteles.Incluso en un porcentaje impor-tante habían nacido y criado enellas, siguiendo después los pa-sos de sus padres e ingresandoen el benemérito Cuerpo.

La tradicional lealtad de laGuardia Civil al poder legal-mente constituido se fracturópor primera y única vez aquel18 de julio de 1936, como sefracturó España entera. Y lo queintentó ser un alzamiento mili-tar para dar un golpe de estadodegeneró, tras fracasar, en unacruenta guerra civil que dividióinicialmente, más geográficaque ideológicamente, a los es-pañoles.

En la Benemérita gaditana, lassentencias de los consejos deguerra sumarísimos y los expe-dientes personales que se con-servan en los archivos históricosdel Cuerpo, contienen numero-sos ejemplos de ello.

Tanto de padres, hijos y her-manos miembros del Cuerpo quese vieron obligados por las cir-cunstancias a servir en bandosenfrentados por razón de la lla-mada “lealtad geográfica”, comode aquellos que habían contraí-do o contrajeron matrimonio,aún a pesar de la restrictiva nor-mativa dispuesta al respecto.

Tal vez, el más trágico del casimedio centenar de casos consta-tados, sea el de los guardias civi-les de Ubrique. Su jefe de línea,el alférez Marceliano CeballosGonzález, fue sentenciado amuerte el 21 de agosto de 1936como autor del delito de rebe-lión militar y fusilado dos díasdespués en el castillo de San Se-bastián.

Diez días antes del inicio de lasublevación había fallecido suesposa María Cano Barroso, conquien llevaba casado veintiséisaños. El 9 de julio se dio de bajamédica para el servicio por en-fermedad, no restableciéndosehasta el día 16, fecha en la que sereincorporó al mando de su uni-dad. Desde luego su estado aní-mico no debía ser el mejor anteuna sublevación militar iniciadamenos de cuarenta y ocho horasdespués.

En el testimonio de su senten-cia puede leerse que al ser, “elmás antiguo de cuantos se en-contraban en Ubrique en las fe-chas de autos, resultaba obliga-do a declarar el estado de guerray todavía en mayor grado a no to-lerar la oposición armada a quese hizo a las fuerzas liberado-ras”. El no hacerlo le costó la vi-da.

En cambio, su hijo Guillermo,cabo de la Guardia Civil destina-do en la Comandancia de Huel-va, procedente de la de Cádiz, yque llegaría a alcanzar con losaños el empleo de comandante,“se sumó al Glorioso Movimien-to Nacional desde los primerosmomentos”, según consta en suexpediente.

Finalizada la guerra civil, suhermana María, de 25 años deedad, soltera, de profesión suslabores, en cuyo pabellón de lacasa-cuartel de Coto Doñana ha-bitaba, elevó una patética ins-tancia al inspector general delCuerpo, dando cuenta de su an-gustiosa situación:

“Que el día 23 de Agosto de1936, falleció mi padre que Dioslo tenga en su Santa Gloria, sien-do Alférez del Instituto que V.E.y tan dignamente de la Coman-dancia de Cádiz, y mi madre eldía 7 de julio del mismo año,siendo por lo tanto huérfana depadre y madre, y sin sostén deninguna clase, teniendo ademásla recurrente a su amparo unaabuela con 88 años, imposibilita-da para trabajar, sin que hasta lafecha a pesar de hallarse instru-yéndose el oportuno expedientede pensión de viudedad y orfan-dad a la que cree tener derechocomo huérfana hija de Oficialpor el Juez Militar Eventual deHuelva Don Lino Moreno, hayacobrado un céntimo y según meinforman creo hay disposicionesdictadas por el digno GobiernoNacional que con tanto aciertodirige nuestro Caudillo parabien de nuestra España, para quepor los Jefes de Cuerpo sean pa-gadas las correspondientes pen-siones a los huérfanos y viudasdesde la fecha de su fallecimien-

to y mensualmente hasta que searesuelto el expediente, ...”.

Y también otro triste caso, es-ta vez de hermanos, que queda-ron, por “lealtad geográfica” enbandos enfrentados dentro de laprovincia gaditana, tuvo tam-bién su escenario principal en lamisma población de la sierra.

Se trata de los hermanos Ma-nuel y Juan Casillas Aguilera,ambos sargentos de la GuardiaCivil, comandantes de los pues-tos de Ubrique y Chiclana de laFrontera, respectivamente.

Mientras Juan, quien “adhi-riéndose al Glorioso Movimien-to Nacional desde el primer mo-mento”, alcanzaría con el pasode los años el empleo de coman-dante, su hermano Manuel,quien “cooperó a la actitud y a laposición adoptada por el Jefe desu Línea”, junto al cabo Francis-co Martín Ripollet, comandantedel puesto de Carabineros enUbrique, fueron condenados a lapena de reclusión perpetua consus accesorias legales:

“Por tener mando directo ypersonal sobre las fuerzas de susrespectivos Institutos ya queademás como queda dicho no seasumió el mando local de estadode guerra por quien correspon-

día y aunque tuviesen depen-dencia o subordinación con res-pecto al Alférez Don MarcelianoCeballos deben considerarse se-gún criterio de sana interpreta-ción militar como culpables deldelito de rebelión militar en con-cepto de autores, estimándose-les como circunstancia notoria-mente atenuante la relación je-rárquica antes apuntada”.

Y así hasta casi medio centenarde historias más repartidas pormuchas casas-cuarteles de laprovincia gaditana. Todos ellosfueron guardias civiles, de casitodos los empleos, que hastaaquel 18 de julio de 1936, ajenosa cualquier ideología política, te-nían hojas de servicios intacha-bles al servicio de España y susciudadanos.

La sinrazón de una guerra civily la “lealtad geográfica” marca-ron en muchos casos sus vidas,ante la impotencia de sus padres,hermanos e hijos que sirviendoen el bando triunfante, no pu-dieron hacer nada por impedir-lo.

JESÚSNÚÑEZ

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La sinrazón de la Guerra Civil

● Padres, hijos y hermanos guardias civiles enfrentados

LXXVIII ANIVERSARIO DE LA GUERRA CIVIL EN CÁDIZ (1936-2014)

Historiador

Esas historias seevitaron contar durantemuchos años perojamás fueron olvidadas