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DE CÓMO FUE EL COMIENZO E INICIAL DESARROLLO DE LA “FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES”, (o algo así). (Por José Ortega Esteban) [Foto 1, a la derecha] La nariz de Cleopatra La de la comida sería, allá a finales del mes de mayo de 1991, cuando me sentara a la mesa con el entonces Rector Julio Fermoso, acompañado de los, a la sazón, vicerrectores Ignacio Berdugo y Ricardo López. Yo era entonces director, electo ya (3/05/89) hacía dos años, antes “director comisario” de la Escuela Universitaria de Trabajo Social. La cita había sido con el Rector sólo, así que, cuando le vi con ambos amigos y una botella de la Rivera del Duero en el centro, barrunté alguna decisión sorpresiva y, nada más sentarme, les dije: “antes de abrir el vino, quisiera saber qué me vais a intentar colar”, o algo así. Carcajada general, pausa…, habló el Rector: se trata de lo siguiente: la facultad que vas a formar, lo oigo entonces de su boca, se llamará Ciencias Sociales, como ya te hemos dicho (?), y estará compuesta inicialmente por Filosofía, Sociología, Relaciones Laborales y Trabajo Social y, más tarde, ya se verá ¿Se podría intuir que ya tenían en mente lo de “Comunicación Audiovisual” o pensarían en Políticas? Más bien esto último, que después insertarían en la Facultad de Derecho. Sabía que Derecho había rechazado integrar en su facultad a Graduados Sociales-Relaciones Laborales. Debía contestar ya, no había tiempo que perder. Así que bebí un poco de agua y dije, más o menos: con Relaciones Laborales, Trabajo Social y Sociología ya es un tinglado suficientemente complejo para empezar, pero con Filosofía sería demasiado. Vale, hecho, contestó el Rector; pero pasa que Filosofía sale de Anaya y hay que darle cobijo en el edificio del campus que, con los 1

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DE CÓMO FUE EL COMIENZO E INICIAL DESARROLLO DE LA “FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES”, (o algo así).(Por José Ortega Esteban)

[Foto 1, a la derecha]

La nariz de Cleopatra

La de la comida sería, allá a finales del mes de mayo de 1991, cuando me sentara a la mesa con el entonces Rector Julio Fermoso, acompañado de los, a la sazón, vicerrectores Ignacio Berdugo y Ricardo López. Yo era entonces director, electo ya (3/05/89) hacía dos años, antes “director comisario” de la Escuela Universitaria de Trabajo Social. La cita había sido con el Rector sólo, así que, cuando le vi con ambos amigos y una botella de la Rivera del Duero en el centro, barrunté alguna decisión sorpresiva y, nada más sentarme, les dije: “antes de abrir el vino, quisiera saber qué me vais a intentar colar”, o algo así. Carcajada general, pausa…, habló el Rector: se trata de lo siguiente: la facultad que vas a formar, lo oigo entonces de su boca, se llamará Ciencias Sociales, como ya te hemos dicho (?), y estará compuesta inicialmente por Filosofía, Sociología, Relaciones Laborales y Trabajo Social y, más tarde, ya se verá ¿Se podría intuir que ya tenían en mente lo de “Comunicación Audiovisual” o pensarían en Políticas? Más bien esto último, que después insertarían en la Facultad de Derecho. Sabía que Derecho había rechazado integrar en su facultad a Graduados Sociales-Relaciones Laborales.

Debía contestar ya, no había tiempo que perder. Así que bebí un poco de agua y dije, más o menos: con Relaciones Laborales, Trabajo Social y Sociología ya es un tinglado suficientemente complejo para empezar, pero con Filosofía sería demasiado. Vale, hecho, contestó el Rector; pero pasa que Filosofía sale de Anaya y hay que darle cobijo en el edificio del campus que, con los de Económicas y Empresariales, vais a ocupar en su día. Pues…, bueno. Estaba claro, (algo yo sabía de oídas) que ya habían sido habladas, consultadas, y más o menos aceptadas, muchas de estas cuestiones con los diversos colectivos y responsables comprometidos en los cambios; así que de esta guisa se iniciaron, no sin cierta premura, algunas dificultades, no demasiadas reticencias y pocas protestas.También era verdad, que había hablado con Julio Fermoso antes, un viernes de mediados de mayo al final de la mañana por la Ronda de Labradores, estando también Ignacio Berdugo. Le había dicho que, una vez salida la primera promoción de Trabajo Social, seguramente habríamos hecho ya el acto de entrega de bandas de fin de carrera, cumplido el cometido para el que había sido nombrado, le enviaría un escrito presentando mi dimisión. “Vale”, sin más, me contesto, y pasó a otra cosa. Entendiendo yo la respuesta demasiado desabrida, le dije: o sea, que te monto una Escuela Universitaria, de la nada (es un decir), sin darte el más mínimo problema, sale la primera promoción, etc., y tú lo único que me dices es vale y a correr, ¡ni mi abuelo que era de debajo del castillo de Gormaz y duro y seco donde los haya! Se echó a reír diciendo: “anda, habla con Ignacio”. E Ignacio algo me adelantó entre los sorbos de unas cañas.

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Eran tiempos de expansión, de renovación de la universidad española, proceso de renovación que se iniciara con la Ley Orgánica de Reforma Universitaria de 1983, la famosa L.R.U., a los que la Universidad de Salamanca llegó en esta época, tarde, pero llegó, tiempos de ilusiones y de creación, pero de mucho y duro trabajo. Había todavía “Planes Trienales” y, por lo que se veía, dinero para ellos, lo que no evitaba que se hablara de la necesidad de la eficiencia (a Julio Fermoso le tacharon de “estajanovista”), de reducción de costes, de “economía de escala”. Era la justificación de la concentración de estudios y facultades, era el “mantra” con el que habíamos nacido, lo mismo que lo es hoy el llamado y manido “proceso de Bolonia”, con excesivo trabajo “enseñadero”, pero sin dinero, con pocas o nulas ilusiones, además de medios canijos y algunos miedos. Y, los que estuvimos metidos en aquel fregado hoy andamos bastante mayores, habría seguramente que añadir.Efectivamente, es muy posible que algunas de todas estas consideraciones, a socaire de hecho fundacional de la facultad, provengan de mi condición ya añosa, pero, a la luz de los documentos y dinámica de los planes estratégicos y ordenaciones académicas de centros y departamentos que van apareciendo en las actuales “reformas”, así como el discurso del puro y duro ahorro, ajustes y reducción de costes que les mueve y conmueve, yo diría que aquellos tiempos eran mucho mejores. Últimamente, ni siquiera se habla ya del proceso de Bolonia y sus reformas “educativas”, la famosa tapadera, sólo de recortes, de reducción del déficit. Recortes y no sólo económicos sino también, o sobre todo, de la libertad académica, de la de cátedra, de la libertad política y social de las universidades públicas. A pesar de algunas coincidencias, aquellas orientaciones y acciones, me parece a mí, provenían de auténticas voluntades de cambio, de renovación, de expansión y de un claro horizonte de esperanza. [ Foto 2 a página completa] Pero claro, la Facultad de Ciencias Sociales no comenzó con esos inicios circunstanciales y culinarios de “nariz de Cleopatra”, ni siquiera comenzó realmente el día y curso que lo hizo, si mal no recuerdo, el día 12 de octubre de 1991 comenzaron las clases, en la calle Espejo las de Trabajo Social y en la hospedería de Fonseca las de Sociología y Relaciones Laborales, edificio este de la Hospedería de Fonseca, que compartíamos con Económicas, con los aperos cochambrosos, todavía no abandonados, del Laboratorio de Anatomía y un montón de ratas conejeras, (tan grandes eran aquellos roedores que yo siempre los imaginara comedores de los cuerpos insepultos de las otrora prácticas anatómicas), amén de otros ilustres inquilinos históricos allí ubicados de los no menos gloriosos tiempos de Medicina (como el conserje, que habiendo perdido la Facultad de sus vigilancias, no por ello perdió cobijo y domicilio), no, la Facultad había realmente comenzado mucho antes con la conformación anterior de los centros y colectivos de profesores y administrativos de Relaciones Laborales (antes “Graduados Sociales”) (y no sólo de Salamanca, sino también de Ávila y Segovia, que esta es otra) y de Trabajo Social, que, sin apenas rechistar, todos aceptaron formar parte de la nueva entidad institucional y colaborar con lo que hiciera falta. Así que, a quien esto escribe y a los que lo acompañaron como vicedecanos, secretarios académicos, y administrativos y demás personal, no les fue demasiado difícil conformar y organizar, en forma más o menos unitaria y en “economía de escala”, aunque todavía no a la boloñesa, a toda aquella riqueza

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personal, académica y administrativa, la mayoría de ella, previamente conseguida en largos y laboriosos procesos. En efecto, aquellas agrupaciones de las escuelas de Graduados Sociales y de Trabajo Social serían la base de la configuración de la nueva Facultad de Ciencias Sociales. Algún día habrá que recordar, reconocer y poner en valor aquellas realidades y previos esfuerzos sin los que no hubiera sido posible la constitución de la nueva facultad. Alguno puede llegar a pensar que para crear unos colectivos que enseñen, hagan investigaciones y publicaciones, gestionen y administren un centro, todo ello con cierto rigor y dignidad, lo único que hay que hacer es contratar al personal en paro, sin más. Los tiempos de formación y sedimentación de colectivos son largos y complejos. Nunca viene mal contar con gente con experiencia en otros lugares y ámbitos. Porque, por decir un ejemplo, ¿cómo hubiera sido posible organizar aquella nueva facultad sin los aportes administrativos de un Ángel Luís Rodríguez, quien fortalecido inicialmente en los rigores gestores de los Servicios Centrales, había montado la secretaría de la Escuela Universitaria de Trabajo Social en unos días, designado el 7 de septiembre, abrió la secretaría el 10, 1988, con unos folios y bolígrafos propios, un par de mesas y un cacho mostrador, de cuando Doña Julia, sacado todo ello del almacén de muebles retirados de la universidad? Ángel organizó la secretaría de la nueva facultad y habría montado la administración de General Motors, si hubiera sido necesario. ¿Qué hubiera sido del Sr. Decano sin las ayudas y apoyos administrativos de Maribel Gómez durante más de siete años? Vendría en mayo del 91 ya, según me dijeron, “huyendo” de Medicina y ahí sigue. Entre las múltiples y variadas tareas de las que se ocupó Maribel fue la de atender y conexionar conmigo a los doctorandos portugueses (entre ellos la risueña lisboeta Marianita) a los que yo dirigía la tesis (lo menos cinco), quienes, por otra parte, nos abastecían de un magnífico oporto, que guardábamos en un archivo de cartón con la leyenda “Correspondencia Personal”. Más tarde los Pedros (Cordero e Iriso) pondrían un artilugio con un botellón que expende agua, lo que no dejaba de ser algo mucho más adecuado a la antesala de un Sr. Decano. No sería extraño que más de alguno pudiera ver, en la historieta esta de la conformación progresiva en el tiempo y en el espacio de lo que ha devenido a ser la Facultad de Ciencias Sociales, el relato y realidad del viaje de una caravana de dispersos de la vida y de las ciencias sociales hacia una tierra o destino todavía hoy día ignoto y abierto. Vayamos viendo.

[Foto 3]Graduados Sociales. De la Gran Vía a Fonseca

El personal de administración de “Graduados Sociales” José Antonio Ramos, Rosa y la pianista Mercedes y, sobre todo, Milagros, llevaron desde el edificio de Sindicatos, donde tenían la secretaría, todo muy bien organizado y ordenado. Y es que el colectivo de la Escuela de Graduados Sociales tenía mucho mérito. Capitaneado entonces (antes había sido José Luís Goñi, como subdirector)1 por

1 La nómina de directores de Graduados Sociales anteriores es más amplia y también ilustre : Nicolás Rodríguez Aniceto, Hernández Tejero, Esteban Madruga, Beltrán de Heredia, Alfredo Calonge…, v. ORTEGA ESTEBAN, J.(Ed.) Relaciones Sociolaborales, Salamanca, Ediciones Universidad, 1993, p. 7; este libro quiso ser, por un lado, conmemorativo de los cinco lustros de los Estudios de La Escuela Social-Graduados Sociales y, creada ya la Facultad de Ciencias Sociales e insertada en ella la Escuela

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Agustín Sánchez de Vega profesor de Derecho Constitucional (que siempre tuvo asombrado e inquieto a D. José Luís Cascajo por sus cualidades, más adelante Delegado Regional de la Junta y hoy felizmente teniente alcalde de Salamanca), era entonces director de la Escuela y sería inmejorable compañero y colaborador como vicedecano en la nueva facultad. Este grupo de administrativos y profesores había tenido un amplio, variado y laborioso periplo. Y es que, si no me fallan los recuerdos y las informaciones recogidas a vuela pluma por los pasillos, renovadoras y “conformadoras” de recuerdos desvaídos, incluso olvidando entre otras muchas cosas las correrías por toda Castilla y León (Valladolid, Soria, Burgos…) de las “Comisiones para examinar”( de ello podrían hablar Luís González Fernández, Eduardo Martín Puebla, por ejemplo), los Graduados habían pasado por diversas dependencias aledañas al entonces Gobierno Civil, por aulas de la Facultad de Derecho de Anaya-Cochera de San Isidro, aulas de la Facultad de Ciencias, aulas del tristemente famoso “Mortuorio” (Aulario de Medicina), donde en invierno y en época de lluvias podías agarrarte cualquier pasmo y remojo y, por si fuera poco, aunque, como dirían en mi pueblo, muy propio, queda ya dicho, tenían la Secretaría en el edificio de Sindicatos de Gran Vía. De allí vendría Milagros, ya referida, actual puntal básico de la Secretaría de Sociales, sin desmerecer, por supuesto a los demás, como Chelo (que provenía de Magisterio), Leo de Medicina también, (o de contabilidad). Toda aquella “anabasis” de profesores y administrativos, para ir a recalar provisionalmente a la cochambre de la Fonseca de entonces y unirse en el curso 1991/92 al “ayuntamiento” de un nuevo colectivo de colectivos, no debió de tener en principio, la verdad, demasiados alicientes. Pues debe saberse además, que la Escuela Universitaria de Graduados Sociales, con Agustín Sánchez de Vega, como director y subdirectores Pedro González Caballo y Eduardo Martín Puebla, con sus dos extensiones en Ávila (Luís Reviriego) y Segovia (Manuel Martínez Yacer), llegó a Fonseca antes que los demás y estuvo como tal Escuela en Fonseca, antes de integrarse a Ciencias Sociales, el curso 1990/91. [Foto 4]Por lo que a mí respecta, no estoy seguro qué hubiera respondido en aquella comida de marras, en relación con la integración en la nueva facultad de “Graduados Sociales-Relaciones Laborales”, de no haber conocido en pantalones cortos, con unos 13 o 14 años y acompañado de su hermana y amigos comunes muchos años antes a Agustín Sánchez de Vega. Pero aquel conocimiento y su pervivencia en el tiempo facilitaron mucho las cosas. En todo caso, la postura de todos y en concreto del profesorado de Graduados fue en general muy positiva y colaboradora. Aun con el peligro de olvidar algún nombre, supongo que irán apareciendo todos poco a poco, habría que recordar a los profesores que, viniendo de Graduados, se incorporaron y permanecieron, durante algún tiempo al menos, a la nueva Facultad: ya hemos hablado de Luís y de Eduardo, pero, por ejemplo, no debemos olvidar al profesor Lamoroux, de contabilidad ( padre de la actual profesora del mismo apellido y materia), que no paró hasta conseguir un noble reloj en la sala de profesores de la nueva facultad del campus, (cementus Unamuno, lo llamó el profesor Cachaza, decano de Farmacia, que más tarde lograra que pusieran más árboles y hierva), a Pedro G. Caballo, ya referido, a quien la dura tarea docente pudo con su cabellera o a Rafa Sastre, a quien, un día convulso de huelga ya en Fonseca, veríamos explicar, serio y circunspecto, sus derechos laborales al bedel

Universitaria de Graduados Sociales-Relaciones Laborales, la primera publicación unitaria de la nueva facultad.

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Julio Godifredo (franqueado por Luís), “cocineros antes que frailes”, que le miraba, también serio, pero de aquella manera. De Ángel Alcalá, casi perpetuo secretario académico de la Facultad, por supuesto. Yo no podría concebir mis años de gestión sin él, como buen estadístico, parco, seguro, sin florituras, buen compañero.En fin, que la cuestión e ideas de la formación de “graduados sociales”, que se iniciaran allá por 1928 con la República y con un ordenamiento curricular y orientaciones que, con la democracia se intentaron restaurar, habían sido “entrerrecogidas” después, con su característico “ademán”, por los sindicatos verticales y el Ministerio de Trabajo. Comenzaron, ya en democracia en Salamanca y con otros aires, su primer curso en 1987/88. Salió su primera promoción de técnicos en temas laborales y sindicales (Graduados Sociales) en Junio de 1990, en la Escuela Universitaria de Graduados Sociales de la Universidad de Salamanca en Fonseca, la promoción 1991/92, y, ya en la Facultad de Ciencias Sociales también en la Hospedería de Fonseca, saldrían otras dos promociones, la de 1992/93 y la de 1993/94. En octubre de 1992 comenzaría la diplomatura, en “Relaciones Laborales”, para salir la primera promoción en Junio de 1995. El presente año de 2012, estaremos en la decimoctava promoción (2011/12) de Relaciones Laborales, lo que no deja de ser un hito muy considerable. Estos datos me los ha dado Joaquín De Elena, ilustre profesor de Psicología Social, muy pegado a Relaciones Laborales, añorante observador vespertino de la lontananza extremeña, quien junto a Jorge Conde, gallego, también de Psicología Social, Ángel Espina de Antropología, no para de hacer congresos, Miguel Ángel Perfecto, de Historia y Mª Jesús Almendral de Psicología Evolutiva, que fuera alumna mía y compañera de María Fernanda, son ahora mis vecinos y compañeros, residentes en el piso 3 del FES. Yo hecho muy de menos en este pasillo al también gallego Sindo Froufe, de Pedagogía Social, que, hace poco, se nos ha jubilado como del rayo.

Trabajo Social. Los de Espejo.[Foto 5]

Toda aquella etapa merecería una monografía, de la misma forma que la merecerían los tres años de la Escuela Universitaria de Trabajo Social y los avatares de la primera y única promoción de Trabajo Social salida de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de la calle Espejo nº. 2 en Junio de 1991. Pero, que se haga en su día una amplia monografía de aquellos tres buenos años de la calle Espejo, no debe impedir que indiquemos algunas referencias a aquellos comienzos y realidades y de algunos indicios anteriores, porque, ciertamente, no se entendería la Facultad de Ciencias Sociales sin aquellos fundamentos.En relación con la Escuela de Trabajo Social, la verdad es que podría explayarme y lo haría, no me duelen prendas en decirlo, con satisfacción. Tengo, tenemos todos los que participamos en aquel proyecto, buenos recuerdos. Echamos muchas horas, esfuerzos e ilusiones, pero, en cierto grado al menos, fuimos recompensados con el clima grato que surgió, con los logros institucionales conseguidos y el agradecimiento a nuestro trabajo, también por parte del alumnado.Como en el caso de Graduados Sociales-Relaciones Laborales, la cuestión tenía sus antecedentes preconstitucionales y preuniversitarios, por decirlo de alguna

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manera y resumiendo mucho, relacionados, en este caso de Trabajo Social-Asistentes Sociales, con las más o menos exclusivas, y sin duda importantes, ideas de beneficencia, caridad…, e institucionalmente el amparo ideológico de la Iglesia Católica, el Auxilio Social y la Sección Femenina, pero también alguna universidad (la de Navarra), incluso, en algún caso, con el Ministerio de Trabajo….Una primera escuela de asistencia social, llamada “Escuela de Estudios Sociales para la Mujer”, nació en Barcelona en 1932, católica, femenina y no sé si sentimental, permítaseme la licencia. Y, como ha ocurrido en estas cosas, poco después apareció otra en Madrid, en 1939, también de “militancia femenina católica”. A partir de 1950 irían surgiendo otras en cada provincia. En 1964 existían ya 32 escuelas de “Asistentes Sociales”, pero no serían reconocidas por el Ministerio de Educación Nacional hasta el año 1964 como estudios de grado medio (Decreto 1403/1964 de 30 de abril (BOE de 15 de mayo)2. Las escuelas de enseñanzas asistenciales y sociales preconstitucionales, en efecto, no estuvieron exentas de ciertos “pastoralismos” ideológicos de todo tipo y, quizás, otras influencias azuladas “epocales”, por decir algo. Aires de los que quisieron salir no sólo el alumnado sino también muchos miembros del profesorado de aquellas escuelas, ya a partir de los 70.A toda esta corriente de normalización, racionalización y optimización de los antiguos estudios técnicos medios de asistencia social y su inserción en la universidad, en nuestro caso de Trabajo Social, quiso adherirse la Universidad de Salamanca con la creación de la Escuela Universitaria de Trabajo Social3, empezando el primer curso en 1988 en el edificio de la calle Espejo, como ya hemos dicho, sobre el que se está construyendo hoy día (2012) uno nuevo multiusos. Había pertenecido este lugar a dependencias del hospital provincial, Escuela de Enfermería, secretaría de la Facultad de Medicina, etc. Nosotros, es decir, la Escuela Universitaria de Trabajo Social, el primer año (1988/89) ocupamos lo que entonces era secretaría de Medicina. Me acuerdo de ello, porque costó “sudor y lágrimas”, es una expresión, lograr aquel espacio frente al Sr. Decano de Medicina, que, aunque ya tenían disponibles las magníficas nuevas instalaciones de Medicina en el campus Miguel de Unamuno, por lo que fuera, no acababa de irse. Fui a hablar con él y tras hacerme esperar cerca de una hora, me contó una milonga y me dijo que no. Volví con un vicerrector, no esperamos, pero la milonga, sin dar un no rotundo, fue la misma, aunque más larga y adornada. Tuvo que llamarle el Sr. Rector y enviar las eficientes huestes de mudanzas de Feltrero. Como pasara en Fonseca, nos asentamos sobre un zoológico, allí eran ratas conejeras y aquí ratones blancos de laboratorio y llorones perros ladradores, todos terminales, experimentados, operados, amén de un crematorio para tales ya fenecidos. Se podría decir que sus óbitos eran la mar de cálidos. Pues bien, mi despacho y el de mis compañeros de gestión estaba sobre estas catacumbas y, menos mal, o vete a saber, que aquellos gemidos ladradores cesaban a intervalos y hasta paraban en seco a la par de la experimentación “obituaria” (¿se podrá decir esto?). También había, por cierto, un montón de gatos.“Vengo cansado, me he hecho cuatro perros, una caña para todos”, nos dijo un bata blanca con manchas, no precisamente gualdas, a mí y a Chema, el Sr.

2 Tomo estos datos y algunos otros después los tomo del trabajo, del que fui tutor, del curso de adaptación de PICORNELL, Antonia. , Génesis y primer desarrollo de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de la Universidad de Salamanca, Salamanca, Facultad de Educación, 1992 (Documento policopiado). 3Al amparo del Real Decreto 1850/1981 de 13 de abril (BOE 26 de Abril),y Real Decreto 1850/1981, de 20 de agosto, sobre incorporación a la Universidad de los estudios de Asistentes Sociales como Escuelas Universitarias de Trabajo Social (BOE 28 agosto 1981).

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Director de Enfermería, que daba buena cuenta de un plato de “torrenillos” en el bar. Sí señores, allí teníamos bar, como lo tuvimos en Fonseca. Fue imposible después tenerlo en el FES. Yo, hombre de sociales o de “ciencias ocultas”, como nos llaman algunos de Historia, casi temblé como junco de ribera. Buen compañero sería José María de estos ratos y otras tareas de espeleología en búsqueda de espacios en el edificio. Allí, en compañía del Vicerrector Ricardo López y Rafael Carralero (¿qué haría allí un catedrático de pintura?), en una de nuestras pesquisas de expansión encontramos, para nuestro asombro y sorpresa, indicios antropológicos: en concreto, un tendedero de ropas femeninas interiores desmesuradas. Resultó, que, sin que nuestras autoridades lo supieran, teníamos de okupas, o mejor, de inquilinas discretas, un grupo de unas siete antiguas monjas de cuando el hospital. Para ocupar aquellos espacios necesarios, hubo que desembarazar este entuerto y lo hizo con eficacia el presidente del Consejo Social, Dr. Zamanillo, para un profesor mejicano, insistentemente, licenciado Manzanillo. Por lo visto, hubo que donarles una cantidad para la obras del nuevo convento, pues tenían un papel con una concesión graciosa del Rector Amat, cosas de entonces. En fin, todo se repetiría, ya que, como ya hemos indicado, también en Fonseca, encontraríamos antiguos inquilinos, aunque de otro género.[Foto 6]Si bien la Escuela de Asistentes Sociales “Santa Teresa” de Salamanca fue creada en 1963 por iniciativa de la Delegación Provincial de la Sección Femenina y estuvo activa con normalidad docente hasta el curso 1980/81, e incluso iniciara el proceso de transformación al amparo de las directrices de los planes de estudios de 1983 y de integración en la Universidad, su actividad finalizó del todo en el curso 1985/86. Al crearse la nueva escuela, ya en la Universidad, dos años después (Real Decreto 659/1988, BOE de 29 de junio), la conexión con aquella escuela de 1963, e incluso con su posterior realidad, fue consecuentemente pequeña, aunque algún profesor de entonces y egresados de la misma llegarían a formar, y felizmente, parte de la escuela de “nueva planta”. Hay que decir además, que una representante de la antigua escuela y otra del “Colegio Oficial de Diplomados en Trabajo Social y Asistentes Sociales” (Dolores Gómez Rodulfo, Argimiro Gómez Sánchez, luego profesor en la Escuela) formaron parte de la Comisión de Planes de Estudio de la nueva Escuela, de la que por oficio del día 17 de mayo de 1988 formaría parte y, por delegación del Vicerrector Berdugo, presidiría, quien esto les cuenta. También estuvieron presentes y muy influyentes el profesor Carlos Palomeque de Derecho del Trabajo y el profesor Eugenio Garrido de Psicología Social, cuyas inferencias e influencias se notaron notablemente en el primer plan de estudios, aprobado en Resolución de 8 de mayo de 1989, BOE nº 1433 de 16 de junio.Palomeque sería más tarde profesor de Derecho del Trabajo en la Facultad, en Relaciones Laborales en concreto, pero también conferenciante de lujo y nombradía, ciertamente en la Escuela Universitaria de Trabajo Social, dos veces, pero especialmente de una conferencia de campanillas que nos impartió en Ávila, en la Sección de Relaciones Laborales de la Facultad, que llevaba Lourdes Burgos, en la que, por cierto, para ponerle en dificultades, empresa imposible como se demostró, sus conocidas habilidades oratorias, apostamos él y yo, instantes antes de comenzar la conferencia que tuve el honor de presentar, a que no era capaz de decir en el decurso de la misma, nada menos que, cinco veces y a cuento, la palabra ornitorrinco, que yo creía totalmente incompatible con lo que

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iba a hablar. Pues bien, faltaban dos minutos para completar el tiempo convenido, tres cuartos de ahora, ya había dicho dos veces la dichosa palabra, circunstancia que yo contabilizaba en un papel, le faltaban tres ornitorrincos, me las tenía felices, esperé todavía dos minutos y, todo triunfante, le escribí en el mismo papel, te queda un minuto. Echó Carlos un atento vistazo al papel y a mí una cáustica mirada y en una frase final trenzó tres sonoros ornitorrincos que me dejaron a mí estupefacto y a toda la audiencia aplaudiendo clamorosamente. [Foto 7]Claro que el profesor Fernando Melón, un año después en el mismo lugar y con similares presencias, le fue a la zaga y para algunos le superó, en su famosa y sin duda arriesgada conferencia “Derecho Civil y sexo femenino”. Cuando me anunció el título, le dije ¿he oído bien?, “has oído bien”, respondió. Eres un valiente, si quieres, indicaré que nos envíen una pareja de civiles, que andan los tiempos…, continué. “No será necesario”, me aseguró. Y no lo fue, aunque hubo algunos gritos y pitidos, pero sobre todo aplausos entregados. Ya había conocido tiempo atrás de la pasta que estaba hecho Melón, buen hombre y mejor docente, donde los hubiera, cuando ante los comentarios melifluos referentes a los niños de unas damas, se despachó con un incontestable : “¡los niños…, dormidos o disecados!”. El día 1 de mayo de 1989 se incorporaría a la biblioteca, apenas sin existencias, Francisco J. Sáenz de Valluerca, que lo sería también de la cercana biblioteca de Biblioteconomía y Documentación, y quien formaría parte destacada de la “Biblioteca Francisco de Vitoria” del nuevo campus en 1994.De esa biblioteca, o conato de tal, hay necesariamente que hablar, porque sería la biblioteca de la nueva facultad de Fonseca y, ya notablemente ampliada, la base documental de Ciencias Sociales en la del campus. Sabemos que no hay facultad sin bar, nosotros en Espejo compartíamos bar con Enfermería y Fisioterapia y el Animalario, en Fonseca con los de Económicas, pero en el campus no hemos tenido bar, reitero, tampoco los de Económicas. Si a esto se añade que ni siquiera hemos ocupado biblioteca propia, el otro componente necesario para constituir una facultad, habrá que sospechar que no hemos logrado conformar realmente un centro diferenciado y que seamos presa fácil en los tiempos que corren (2012/2013). Recientemente un ilustre profesor de Derecho me ha dicho, “Ortega os vamos a asimilar”. “Ingestar” o deglutir, más bien, diría yo. [Foto 8]Y sin embargo, debo reconocer que en la calle Espejo éramos un centro cohesionado, una escuela universitaria unida e integrada, a pesar de compartir bar y bibliotecario. Sería que éramos pocos, una sola titulación, un lugar recogido, los gatos… Ciertamente al inicio éramos no muchos, además de los ya indicados, habría que añadir y significar a María Fernanda Serrano, a Juan Andrés Pérez, a Antonio Seisdedos, a Emilia Riesco, a Marta Badía, nunca hubo manera de “endilgarle” cargo alguno, María Jesús Almendral, Ana Ullán, Teodoro Andrés (secretario académico en 1990). Todos ellos fueron insustituibles entonces e importantes después, no sólo en la facultad, sino también en la misma universidad en diversos, lugares, cargos y actividades. Espero que se comprenda, si me entretengo brevemente a referirme a María Fernanda, secretaria al inicio en Espejo, más tarde subdirectora, vicedecana en Fonseca y en el campus, fiel colaboradora, que, por indicar un detalle, un día de huelga, convulsión y protesta de los alumnos por el frío, sólo yo en medio de todos, muchos, llenas la balaustradas de entre las aulas del simulado Alcatraz del

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FES, se me acercó. Temí lo peor, alguna otra catástrofe ¿Qué pasa?, le pregunté, “nada, sólo vengo a acompañarte”. Y es que el FES estaba mal climatizado y a resultas de ello tuvimos muchos problemas y algunas anécdotas divertidas. Son cosas que se agradecen mucho, además de ser muy indicativas, las de Mª. Fernanda, digo. [Foto 9 pequeña]También quiero hacer mención clara a Mili Riesco, profesora de Sociología al comienzo en la Escuela de Trabajo Social, subdirectora después, en la licenciatura de Sociología también, vicedecana más tarde, decana en tiempos recientes…, colaboradora infatigable. Seguramente que ningún compañero de Sociología conoce, que ella fue realmente la fautora del plan de estudios de Sociología de la facultad, plan que prácticamente, tal cual ella lo preparó, ha llegado hasta ahora. Que estén seguros todos, que los actuales planes de estudios, modernizados a la boloñesa, no hubieran estado a punto en tiempo y forma sin su empeño incansable en sus funciones como decana.Por allí anduvo, él me lo ha recordado hace poco, a hablar conmigo, cuando empezó a dar clases en Trabajo Social, José Manuel del Barrio, nuestro actual decano. Allí estaban, ya en 1989, Cristina Méndez, con sus increíbles “cabases”, que hacían ya entonces tendencias y Fernando Pérez, ambos de Derecho Penal, este último antes que su hermana Encarna. Y Argimiro, que venía de los “antiguos” Asistentes Sociales, Antonio Uranga, que lo raptamos de la fábrica de papel y Sindo Froufe, primer catedrático de Escuela, de Pedagogía Social, compañero, fiel colaborador, que venía, nada menos que de Huelva, Mª. Josefa García Maestro, Isabel Alonso y Cristina Escobar (también provenía de Asistentes Sociales, hoy vicedecana), Gaspar, entrañable amigo, responsable en muchos aspectos de las exitosas prácticas profesionales de Trabajo Social, hoy jubilado... En fin, que nos hacemos monótonos con la nómina de nombres. Que se nos perdonen los olvidos. Y es que, como hemos ido viendo, hablando de aquellos inicios, hablamos del momento actual. Son más de veinte años, pero, ya se sabe, “veinte años no es nada”. Procedería, no obstante, referir la traca final de la Escuela Universitaria de Trabajo Social, que fue el “Acto Académico de Fin de Estudios de la I Promoción de Alumnos (1988-1991)” (tengo delante el tarjetón de invitación al acto). Tuvo lugar un viernes 28 de junio a las 12`30 de 1991 en el Salón de Actos de la Facultad de Geografía e Historia. Sabíamos que era la primera y la última promoción, el “claustro” de profesorado y administración completado, teníamos 750 alumnos, más que varios otros centros antiguos y recientes de la Universidad de Salamanca, había sido aprobada el área de “Trabajo Social y Servicios Sociales” (Acuerdo de 19 de junio de 1990(BOE de 22 de agosto) e iban a salir en la primera promoción, 168 egresados. Al acto se le quiso dar relevancia con la asistencia y palabras del Sr. Rector, Ignacio Berdugo, con la imposición de becas y, pásmense, con un concierto de “lieder” y arias de la impresionante voz de una “prima donna” de la opera de Munich, Regina Kepler, quien, mujer del presidente del Institut für Päedagogik de la Universidad de Würzburg en el que había estado yo el 83 y 84 con la Alexander von Humboldt, quiso regalarnos “gratis et amore”, acompañada al piano por un profesor del conservatorio de Salamanca, aquel magnífico concierto. Esa noche todavía tuvo generosidad para cantar sorpresivamente en el Novelty, que lleno, igual que antes el salón de actos de Geografía e Historia, hicieron el más asombrado silencio y efusivo aplauso que jamás se ha conocido por estos pagos del secano y la aridez.

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Del finiquito de la Escuela hay constancia en un acta barroca y gloriosa al respecto que firmamos todos juntos con el vicerrector Berdugo presente.

La Facultad de Ciencias Sociales: Sociología, Graduados Sociales-Relaciones Laborales y Trabajo Social, con secretaría y Decanato en Fonseca[Foto 10]

A finales de octubre (31/10/91) fui nombrado por el Sr. Rector como Decano de la nueva Facultad de Ciencias Sociales, asumiendo las Escuelas de Graduados Sociales y Trabajo Social, con el mandato de crear y organizar las correspondientes “diplomaturas” y crear y organizar los estudios de licenciatura en Sociología. Puede ser interesante conocer que había habido una propuesta al Ministerio de creación de una “Facultad de Ciencias Políticas y Sociología” (sic), no aprobada, al parecer, por motivos económicos (El Adelanto, sábado 9 de julio 1988, 8), a la par que se extinguían los “seminarios de Estudios Sociales de Zamora, Ávila y Segovia”, con la voluntad de crear centros adscritos a la Universidad de Salamanca.Si para la continuidad de los estudios de Graduados Sociales-Relaciones Laborales y de Trabajo Social no había muchos problemas de profesorado, para Sociología tendríamos que buscar refuerzos y los buscamos en lo más cercano y principal, en el Madrid de algunos de mis conocimientos y, para algunos, de mis errores. En efecto, yo tenía buenas referencias de algunos de los popes de la sociología de Madrid, sobre todo de Sociología de la Educación, como es fácilmente comprensible, por ejemplo, de Julio Carabaña y a él le pregunté. Me habló de Mariano Fernández Enguita, al que yo había leído con interés y satisfacción, le llamé y quedamos en los locales de UGT de Madrid, a donde por cuestiones relativas al nombramiento, que me hiciera la Junta de Gobierno, como su representante en cuestiones con los sindicatos, iba a acudir. También tenía que ver aquella reunión con la participación de algunos de los sindicalistas de UGT, léase Pepe Manzanares etc., en las Jornadas que celebrarían el “cincuentenerario” de la Escuela Universitaria de Graduados Sociales (cuyo contenido formó parte del libro Relaciones Sociolaborales del que ya hemos hablado). De la participación de gente de CCOO se encargó, si mal no recuerdo, Agustín García Laso, que, por otra parte, trabajó duro y bien en la recopilación y conformación del libro.Pero, a lo que íbamos, lo de Sociología y Mariano. Le conté a Enguita lo que se pretendía hacer en Salamanca, de las perspectivas y de sus posibilidades y de que si podíamos contar con él, etcétera… Le pareció bien, aceptó y vino a Salamanca, se reunió con las fuerzas vivas sociológicas del lugar, supongo que con Pepe R. Pimentel, Fraile, Mili, Marta Lambea, Infestas (?),… y empezaron a trabajar. También contactamos con la línea metodológica y estadística de la Sociología o quizá mejor con la línea de la March, los becarios de la March, vaya,… y nos encontramos felizmente con Modesto Escobar, que rápidamente llenaría de humo, y de colillas su gran cenicero de cristal, el local en Fonseca de lo que pretendía ser el departamento de Sociología y que estaba junto al mío. Modesto fumaba cuatro paquetes diarios de ducados, por lo menos, mientras, incansable, aporreaba con números su ordenador de última generación. Él, aunque me confesara que le seguía gustando el “smok” de Madrid y su Fundación March, no sé si porque se le

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acabó pegando, en el embrujo de la tarde, la piedra dorada salmantina al riñón o porque confundiera el Oja con el Tormes, el caso que ha permanecido en la Facultad, siendo mentor de investigaciones y equipo al respecto y director, con el tiempo y tiempo, del único Departamento de la Facultad. Porque, ha de saberse, que en el inicio el personal sociológico, nos era fácil, se integró en el departamento de Educación donde yo andaba, hasta que se lograra suficiente masa crítica específica para formar departamento propio. También Pedro Iriso, director de departamento y decano y al revés, venía de la saga de la March, saga familiar que aportaría más miembros como el actual presidente de la Fundación, Ignacio, Pacho para los amigos. A Mariano, al principio, los mismos aires maliciosos madrileños y, según algunos, un poquito su temperamento, le jugaron una mala pasada y acabó logrando, en los mismísimos locales de Fonseca, la cátedra Pepe Almaraz y su Parsons-Niklas Luhmann, además de su simpatía, nunca se “rebrincaba”, por otra parte, sus conexiones con quienes más adelante iban a ser importantes para la Facultad como Irene Sauquillo, Pedro Cordero (Decano, Director del Departamento y viceversa), cumplimentando la línea de la Teoría Sociológica y la Estructura. Fernández Enguita, volvería después (en 1994), ya con su cátedra y para ser director de su departamento, pero ya desde antes fue señalando a gente muy valiosa como Fernando Gil, Jesús Sánchez, de inmejorable y entrañable recuerdo, José Manuel del Barrio, Terrén, a quien apenas logré conocer, y otros… En fin, poco a poco Sociología de Salamanca, como estudios de licenciatura, fue conformándose, logrando visibilidad y relevancia. Aunque también debería saberse, que ya antes, por los 80, relacionado con Filosofía y con Ciencias de la Educación existiría un departamento de Ética y Sociología, con nombres como Jesús María Vázquez, Nicolás M. Sosa, Eduardo Fraile, en Educación estaba Santos Herrero…, los tres últimos serían profesores también en la nueva facultad. [Foto 11]Total, que en primero de Sociología teníamos de profesores a Modesto Escobar, a José Almaraz, a Ángel M. Abellán en Ciencia Política, a Santiago Díez en Historia Política y Social y a Gloria Begué, a quien, raptándola de Derecho, convencimos de que debía ser ella la que diera la Economía, en fin, no estaba nada mal y empezaron las “actividades académicas un 11 de Noviembre de 1991 a las 16 horas en el aula 2.2 del edificio Fonseca, hospedería. Con retraso, derivado de la tardía aparición de la aprobación de los estudios en el BOE. Hasta abril de 1992 no pudieron celebrarse elecciones a decano. El 27 de abril recibiría el nombramiento electivo y formal.En los cursos siguientes (92/93 y 93/94), aprobado ya todo el plan de estudios de Sociología, hubo que hacer algunos nuevos fichajes como, Ángel San Juan que “marchó de Cuba”, Irene Martínez y Susana Aguilar, Soledad Murillo (que sería vicedecana conmigo, incluso propuesta para decana después, rehuyendo, aceptando ser Secretaria General o de Estado- y quién no- con Caldera, más adelante…), que venían de Madrid. Además los departamentos relacionados hicieron trasvases de Centros o titulaciones: Nicolás M. Sosa, Eduardo Fraile, Emilia Riesco, Fernando Gil, Miguel A. Perfecto… El día 31 de enero de 1992 y en Fonseca, en un local escaso, que logramos habilitar para diversos menesteres y reuniones, se celebró la primera Junta de la Facultad de Ciencias Sociales. Estuvieron presentes 35 de los 48 miembros natos y electos, entre ellos el alumno Miguel I. González ( “Miguelón”), famoso dirigente juvenil pepero y no menos conocido concejal del ayuntamiento de

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Salamanca y otros lugares, que, en efecto, ya entonces “apuntaba”, por decirlo de algún modo. Los problemas de espacio se vieron aliviados por la marcha de los de Económicas, que, ambicionando ser una facultad de “elite”, y huyendo de los animales, ya referidos, de Fonseca se fueron a la antigua Normal de Magisterio y Escuelas Anejas de la calle, entonces Héroes de Brunete (¡chúpate esa!) y se encontraron con que daban clases encima de un criadero de capones que alimentaba el bedel más castizo que ha tenido en toda su historia la Universidad de Salamanca. Cuentan los voceros que, cuando el Profesor Manuel Gutiérrez estaba en el más sublime trance de emergencia del no menos complejo polinomio, se supone que electrizados de energía, cantaban a la vez los cinco capones, cayéndose de la pizarra y de su cerebro el definitivo y crucial exponente ¿Hasta qué punto aquellos cinco capones cercenaron el progreso de los modelos matemáticos en Economía? Nunca se sabrá a ciencia cierta. Se despidieron de Fonseca los de economía con un memorable discurso de David Anisi, quien, vestido de, no sé si de peregrino o de fraile, seguramente de Tomas de Mercado, arengó, sin red, desde el balcón inseguro de Fonseca, a sus huestes fiesteras. La supresión radical de aquellos capones por parte del Decano Pablo Muñoz, misteriosamente, aunque con cierta lógica para mí, hizo que con gran frecuencia se le apagaran las luces en aquel invierno y saliera todas noches a coscorrones. ¡Tiempos heroicos y milagreros! Si él hubiera sabido qué otras “fazañas” realizara aquel ingenioso bedel, ¿qué hubiera ordenado cortar o suprimir? En fin, dejémoslo así. Les echamos de menos, pero logramos nuevos espacios que nos posibilitaron expandirnos y desarrollarnos e incluso comenzar a montar las estructuras materiales de “Comunicación Audiovisual y Publicidad”, como por ejemplo, la emisora de radio de la facultad-universidad.

De Fonseca al Campus Unamuno y tiro porque me toca

[Foto 12]Sería por el 10 o el 15 de octubre de 1994 cuando empezaron las clases en las aulas del F.E.S. (Filosofía, Economía, Sociales). Todavía estaban los albañiles por el edificio y el entorno. Se empeñó el Rector en que teníamos que empezar con todos los demás estudios y eran por lo menos las 3 de la mañana, allí estaba yo medio de capataz, cuando los operarios acabaron de poner las baldosas de la entrada de las aulas y el alumnado pasó a sus clases el día siguiente por encima de tablones que amparaban un suelo todavía blando. Acompasados con sonidos de golpes de fondo, comenzaron todas las clases, sin novedad reseñable, pero las cuestiones previas a todo ese acto de inicio no fueron tan fáciles. Debemos recordar, que a aquel complejo magnífico de edificios se trasladaron los colectivos de 4 facultades, alguna de ellas, digamos “histórica”, arrancada a desgaire del centro, de la plaza de Anaya, junto a cinco siglos contemplando, comprando tabaco y periódicos al comenzar la mañana en el estanco de Lola, mirando a la catedral…, desgarros, en fin, que podrían ser, por qué no decirlo, “traumantes”. Entiéndanse aquellas iniciales resistencias.Se le ocurrió a Julio, el Rector, para más “INRI”, dignificarme con algo así como decano coordinador del traslado y del complejo y a Mili, que era vicedecana, algo parecido a responsable de la gestión y distribución del mobiliario y de los

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despachos a profesores, sobre todo del FES. Con esos “nombramientos y mandaos”, el vicerrector de la cosa y demás, por decirlo de alguna forma y manera, hicieron, decidieron y puentearon lo que quisieron, pero ambos, Mili y yo, se entiende, nos llevamos montones de visitas y protestas, que fuimos capeando como se pudo. Me acuerdo que un ilustre profesor de “empresariales” me estuvo repitiendo, siempre que me veía, como un conjuro o maldición, durante todo un trimestre, “¡vaya bicho que me has metido en el despacho!”, refiriéndose al compañero que le había tocado en la distribución, conjuro que completó otro día con un “ y además le huelen los pies”. Ni que decir tiene, que yo no conocía al bicho ni la situación.Y es que en aquel tiempo, cuando me despistaba, me nombraban de todo. Por ejemplo, presidente de la Comisión Académico Científica del Consejo Social. Debía ser importante pues vino en el BOE. Sería por lo decano de Sociales. Siempre he creído que el Consejo Social tal cual está planteado es un órgano totalmente inútil. Pues imagínense la tal Comisión de la que era presidente y de la que formaban parte ilustres personas, como Sánchez Grangel, Beltrán de Heredia, el que fuera director de Graduados Sociales, pero también Rector de la Laguna, Alcalde de Salamanca, el ex alcalde también de Ávila, sindicalistas, etc. Mi primera presidencia de la mentada comisión, ingenuo de mí, pensé que fuera un éxito, pero realmente fue un fiasco. Tenía la sesión cuatro o cinco puntos, la verdad, sin sustancia. Inspirado en el “eficientismo” de aquellos tiempos, quise ser breve y a los cinco minutos habíamos acabado. Sánchez Grangel, un hombre juicioso y buen historiador, terminada la rápida sesión, seguramente que con cierta suave ironía, me felicitó por mi brevedad y eficacia, lo que pasa, me dijo, es que no le has dado tiempo a Heredia a comerse el cestito de bombones y mucho menos al alcalde de Ávila a sentir justificada la dieta que le pagan. Nunca volví a finalizar hasta ver vacío el cestito de bombones. Siempre agradecí a Grangel aquella lección. Con todo, habría que decir que con la entrada en los nuevos edificios ganamos no sólo en extensión, sino también en confortabilidad. Tal es así que hubo una profesora de Sociología, creo, que, viniendo un par de días a la semana a dar clases desde Madrid, no le importaba “pasar” estas dos noches en su despacho, profundizando, se entiende, en lo más intrincado del complejo ente social. Los de Seguridad me lo hicieron notar: ¿qué hacemos Sr. Decano? Les preocupaba sobre todo, no sé muy bien porqué, los posibles problemas de su higiene. Al parecer, en sus “oposiciones” tienen tres temas de higiene. “Un día llamamos, por si acaso”, añadieron, y “se asomó como en pijama y creímos ver una colchoneta inflable. Hay que reconocer, que esto de ser decano no deja de ser grandioso y entretenido. [Foto 13]Más complicaciones tuvo la unificación, estructuración y organización de la biblioteca del complejo. El decano de Derecho, dado el volumen de libros que tenían, superior claramente al del resto de todas las otras facultades y estudios, decía que debería ser toda ella para Derecho o, en cualquier caso, que se hiciera un tabique o separación para la parte mayoritaria de Derecho con una entrada derecha exclusivamente desde Derecho, valga de nuevo la redundancia. Pero en el diseño del proyecto venía un alargado y amplio espacio unitario con una entrada por debajo entre los dos bloques, el de Derecho y el del FES. Lo que el profesor Javier Infante, con indudable ingenio picassiano calificó “no tanto de una gran biblioteca, sino de una gran braga” (sic). Él sabrá por qué, a mí, más bien, me parecía un tren de cercanías con doble piso.

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Para intentar aliviar lo del “cementus Unamuno” y hacer el campus más ecológico y republicano se hizo una plantación de árboles. Pepa y yo plantamos uno en comandita, otro Ignacio y así, yo me retiré un poco del protocolo y planté uno solo, a buen recaudo y en solitario, y una vez hecho lo dije, pero no dónde. Intentaron varios saber cuál había sido y hasta ahora no se sabe. No quise decirlo, no fuera que, como hiciéramos todos los muchachos en la escuela de mi pueblo, meáramos el del maestro, que nunca pudo verlo verde y florido. El mío hoy luce no sólo verde y florido sino también grandioso, exagerando un poco.Para ir limando asperezas, se me ocurrió buscar para la biblioteca un nombre o patrocinio que todos tragáramos con gusto y delectación. Comenté todo esto en la tertulia del Novelty y fue, si mal no recuerdo, Pepe Bonilla, archivero de la Diputación, quien me sugirió el nombre que hoy tiene la Biblioteca, y que no es otro que el de Francisco de Vitoria. En efecto, una vez propuesto, fue aceptado por todos.La búsqueda de patrocinios o patronos, la verdad, no se nos había dado hasta entonces nada mal. Encontrar un patrón a una facultad llamada, de una manera tan amplia e inconcreta, entiéndaseme, “Ciencias Sociales”, no era tarea fácil, aparte de que éramos de cuatro estudios y de diversos departamentos, yo el primero. Además no dejábamos de ser la última facultad formada y el santoral más socorrido estaba muy cogido. Un halo de “cientificidad”, “laicicidad” (la religiosidad ya la habíamos tenido en cuenta con la Biblioteca) y pertinencia, nos llevó a topar con el patronazgo de la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”. En Junta de Gobierno se me dijo que con ello no se seguía la tradición, que claramente era la de poner un santo, a lo que tuve que contestar que con los derechos humanos estarían de acuerdo, no sólo Santo Tomás, San Isidoro o San Roque, que era el patrono de mi pueblo y santos los tres de los más renombrados, sino toda la corte celestial. Sin más controversia, se aprobó por unanimidad. Y he de decir, ya al margen de la cuchufleta, que en el análisis, estudio, reglamentación, organización e implementación de muchos de estos derechos, en relación con el trabajo, los servicios sociales, la información y la educación…se desarrollan las tareas docentes, investigadoras e interventoras de las titulaciones de esta facultad. No obstante, apuntalamos todo esto con un ciclo de conferencias sobre “Derechos Humanos” a cargo de renombrados profesores: Francisco J. Bobillo, de Ciencia Política, Antonio Baylos de Derecho del Trabajo y Carlos Moya de Sociología, Ferrán Casas, director entonces del Centro de Estudios del Menor del Ministerio de Asuntos Sociales, con motivo de la fiesta del 10 de Octubre de 1991. El carácter interdisciplinar, complementario y transversal (como se dice ahora) y relativamente joven, en algunos casos, de los estudios de la Facultad de Ciencias Sociales, justifica, no sólo mi presencia en ella, sino la de muchos otros profesores que forman o formaron parte de su plantilla de profesores, gestores, conferenciantes, congresistas…, provenientes de las más diversas materias, disciplinas, profesiones y facultades. Del Derecho, de la Psicología, de la Economía, de la Educación, de la Historia, de la Informática, de la Medicina, del Periodismo…Incluso de profesores que proviniendo de otros iniciales estudios pasaron a las áreas nuevas específicas, por ejemplo, de Comunicación o de Trabajo Social y Servicios Sociales. Ya hemos referido a bastantes, pero podemos hablar de muchos más en relación con los años a que aquí me refiero, los años de mi gestión.

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Por ejemplo, provenientes del Derecho del Trabajo y la Seguridad Social, los más numerosos: Alfredo Pérez Alencart, que fuera vicedecano ya en Fonseca, escritor y poeta, a punto estuvo de ser decano. Justo Reguero Celada, que por diversos años intercambió coordinación de Relaciones Laborales en Ávila con Lourdes Burgos, Wilfredo Sanguineti, hoy catedrático, Borja Olalquiaga, Luís Riveriego, Jesús Rodríguez, Emeterio Peralta, de buen recuerdo y memoria, Fidel Gallinas… [Foto 14 página completa]

Comunicación Audiovisual y Publicidad. La, por fin (¿?) completa, guía académica (94/95) de la Facultad de Ciencias Sociales.

De la organización y montaje de la emisora, que financiara Caja Duero, “donándola”, se hizo cargo ya entonces Pablo del Rio, a la vez que se ocupaba de las asignaturas de Comunicación insertas en los recién creados estudios de Humanidades, desde los que, con alguna pasarela, se pasaría, valga la redundancia, a los de segundo ciclo en Comunicación y Publicidad de la Facultad de Ciencias Sociales. De los planes de estudios estos últimos se encargaría también él y su progresivo equipo. [Foto 15]A Pablo del Río, a quien conocíamos y reconocíamos por su editorial y su Fundación, libros y revistas by “Infancia y Aprendizaje”, lo encontramos en la “macrofacultad” de Periodismo de Madrid, en concreto en el departamento de Sociología de la Comunicación que regentaba, si mal no recuerdo, Martín Serrano. Yo formaba parte de un grupo que merodeaba por el Ministerio de Asuntos Sociales y que se llamaba “¿Qué miras?”, en el que estaban, entre otros, Pérez Tornero, que llevaba en TVE el programa “La aventura del Saber”( estuve como invitado en uno de estos programas), Pere Oriol de Barcelona, Andreu López, Consejero de Cultura de la Generalitat Valenciana, el del el lío de las obras famosas del Anfiteatro de Tarragona, Martín Serrano, Paramio, etc., nos preocupaban las repercusiones en educación de la eclosión impresionante de los nuevos medios de comunicación. Les pedí información y ayuda para montar Comunicación en Salamanca. También lo hice a José Luís Piñuel, que habíamos sido compañeros en de estudios en Salamanca, quien, creo, era decano también en Periodismo de Madrid. Ellos me introdujeron en la voluminosa (tenían unos veinte mil alumnos) facultad madrileña y me hablaron de Pablo del Rio y de algunos otros como Fernando Martín, de Publicidad y Protocolo, etc. Por allí anduve algunos días, uno de esos días con Berdugo y de ahí vino bastante de lo que respecto a profesorado de Comunicación se formaría en Salamanca en aquellos inicios. [Foto 16]Por los ministerios madrileños, se nos decía que estaban interesados en que en Castilla y León existiera, al menos, una Facultad de Comunicación pública. Los partidarios de la nueva área de “Comunicación Audiovisual” querían que, al menos, se montara la titulación de “Comunicación Audiovisual y Publicidad” y más tarde se trataría de organizar una Facultad de Comunicación con todas las especialidades, aunque ya se aventuraba entonces que toda la comunicación, también el periodismo, acabaría resolviéndose en Comunicación Audiovisual. Así

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que, deberíamos montar, en todo caso, “Comunicación Audiovisual”. Todas estas cuestiones encontraron eco en el equipo rectoral de Salamanca y los de los ministerios madrileños algún dinero y se hizo lo que se hizo en el marco gestor de la Facultad de Ciencias Sociales. Mira tú por dónde, esta circunstancia nos puede dar ahora alguna ventaja. Si se hubiera creado una obligada, pequeña y unitaria facultad de Comunicación, hoy tendría muchos más problemas. Todo esto no sentó bien en la Universidad Pontificia, porque peligraría, entre otras cuestiones, la matriculación en Periodismo y con ello, se nos dijo, se financiaban otras cosas. Quisimos Pablo del Río y yo limar asperezas y malentendidos y tuvimos una comida, que resultó algo bronca, en el entonces Restaurante Cuzco de la calle Compañía, con la Señora Decana de Periodismo de la Ponti, Mª. Teresa Aubach, de feliz memoria y de la que fuera alumno en tiempos. Nosotros hicimos lo que hicimos, curso 1994/95, ya en el Campus Unamuno y en la Pontificia establecieron también “Comunicación Audiovisual”. Se puede comprender, que además de esas circunstancias de matriculación había otros temas que subtendían en la cuestión. Se entendía en la Universidad de Salamanca, por otra parte, que crear estudios de Comunicación era una cuestión estratégica.

[Foto 17]

Pablo del Río con Amelia Álvarez, tanto monta, montaron su centro de investigación y aquello parecía la Viena de Wittgenstein, allí pasaban todas las horas del día trabajando y allí se gestaron trabajos de investigación, proyectos, tesis, revistas, libros…Tanto trabajo y tanta permanencia fatigó a algunos, pero alcanzó notables logros intelectuales y de proyección a muchos más. Marísa Humanes que venía de los madriles hizo su tesis y sacó la plaza y sentimos que se fuera de nuevo para Madrid más tarde, lástima. Los de Madrid tienen un problema, les gusta el “smok”. Begoña Rodríguez San Miguel, viniendo de Asturias (Marta Fuertes también vendría de allí, la famosa conexión asturiana de la Facultad), perita en cinematografía, que más tarde apadrinaría, nada menos que a Patino, como primer doctor honoris causa de la Facultad y de cine de la Universidad, se apuntó y sacó plaza en las oposiciones de la titularidad en un tribunal, que ya pudo presidir Pablo del Rio. Con el tiempo, tres años más tarde, me acompañaría a la subdirección del IUCE, pasaría a decana y al equipo rectoral del rector Battaner. También Juanjo Igartua pasó por la subdirección del IUCE. Ha sido tradicional, y sigue siendo hoy día (Lifen Cheng, Javier Frutos, Camarero, Vadillo, Félix Ortega…), que la gente de Comunicación, también de Sociología, pero menos, prestaron su presencia y apoyo al Instituto de Ciencias de la Educación. Es bueno que las instituciones y las personas se relacionen y se proyecten entre sí. Nada cerrado prospera. Por cierto, ahora lo recuerdo con absoluta claridad, y en confirmación de nuestra inevitable conexión ratonera: tenían que haber visto a Begoña subida en una silla en el IUCE, huyendo y gritando despavorida, como posesa, de un minúsculo ratón. Tendría que haber visto los monstruosos ratones de Fonseca y no aquella roedora piltrafilla indefensa del IUCE. Estoy por asegurar que este miserable ratón fue la causa de que se fuera al rectorado con Battaner.Está claro que de buscar un símbolo icónico o mascota para la facultad sería irremediablemente un ratón, algo así como “lo rat penat” del escudo

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valenciano o del casco de “Jaume Premier el Conqueridor”, el nuestro sería un “rat no penat” sino gloriosus, un” rato gloriosus”, no un murciélago, blanco para variar.

Pasar el testigo

En la última junta de facultad pude decir, seguro que con arrogancia contenida, que todos estábamos allí donde podíamos y queríamos estar. No era del todo cierto, pues me quedaron en canción un par de asuntos de dos compañeros que, encaminados sí, no se habían resuelto del todo. Les seguí el rastro, pues continué en diversas comisiones, sobre todo a partir de la dirección del IUCE, y se acabaron solventando definitivamente. Mi pertinencia a Comisiones de la Universidad también evitaría más tarde serios problemas a Comunicación Audiovisual, pero esto es ya otra cuestión.Todo para lo que había sido nombrado y elegido parecía estar más o menos terminado, llevaba ya más de cuatro años en la facultad, más otros tres, si se cuenta lo de Espejo, ya estaba bien. Y sin embargo las cosas no fueron tan fáciles. Tuve todavía que esperar un año más para salir de aquel cargo. Si al principio ninguno de los vicedecanos quería presentarse, luego de convencer y hacer aceptar a Pablo del Río, y en el último momento, se presentó otro y compitieron. Ganó Pablo y recurrió el otro. Se alargaron las cosas y permanecí un año más.Algunas cuestiones habían quedado colgando, irresolutas pendientes, además de una deuda de dos millones de pesetas de los libros de la biblioteca. Me habría gustado que hubiera habido un departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales, estaba en el proyecto inicial, incluso en los planos arquitectónicos del nuevo campus. Para sustentar la nueva área, incluso en un momento pensé en la posibilidad de unirlo a “Educación Social” si se creaba como área, un poco a la alemana, así parecían quererlo en algún ministerio, incluso el colectivo de Pedagogía Social nos destacó a un par de nosotros, a Petrus de Barcelona y a mí, a explorar estas posibilidades con los de Trabajo Social, Cortajerena, De la Hoz …No fue posible, no se aprobó la nueva posible área de Educación Social y se vio que aquí en España eran dos tradiciones intelectual y profesionalmente diferentes. En la Olavide de Sevilla se unieron en un departamento a los de educación, pero aquí se fueron con los de Derecho del Trabajo, que necesitaban elementos para independizarse de otros derechos. Era otra de las orientaciones. Los de la zona catalana se movían con Sociología, con Salvador Giner y compañía. En nuestra casa, les ha costado entenderse con ellos hasta el momento.Hubiera sido muy positiva la existencia de una revista interuniversitaria salida de la Facultad, interdisciplinar, transversal, mixta y mestiza, como son las materias y asuntos de esta facultad. Sin duda habría sido factor identitario, de cohesión y de desarrollo científico y profesional del profesorado y de cauce de las ciencias y profesiones sociales, además de la Facultad de Salamanca y de otras, especialmente de Castilla y León. Ya había habido un intento de revista en Trabajo Social, que intentó sacar adelante Marta Badía que se llamaba “Hacenderas”, podría haberse llamado “Ciencias Sociales e Intervención Social” o algo parecido. También pudo formarse un instituto de investigación, Mariano estuvo gestionando uno a

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partir de un edificio de Zamora, luego se fue al de Japón, Alcántara y Vadillo al de Iberoamérica y Portugal y yo al IUCE. En fin, más cosas, pero estamos de celebraciones, no de memoriales de destrozos y lamentos. Comenzar algo siempre es más interesante y agradecido incluso es más estimulante y fácil que continuar. Lo importante es el camino no la posada, le diría don Quijote a Sancho Panza. Posiblemente, lo único que exista sea el camino, o por lo menos lo único que merece la pena. Con esto quiero decir dos cosas, al menos. Una, que debo estar muy agradecido a aquellos que creyeron en mí, y en los que me acompañaron y prosiguieron, para comenzar a desarrollar un proyecto, que es de muchos, de todos y del que ahora celebramos veinte años. Dos, que esto no ha acabado, que hemos estado en camino, con Pablo del Río, con los Pedros, con Begoña Rodríguez San Miguel, con Mili Riesco…, que la caravana prosigue la aventura, que esto acaba de empezar, que veinte años no es nada, y ahora proseguimos con José Manuel del Barrio, al que veo con ganas e ilusiones, a pesar de la crisis, en un momento especialmente complicado. En efecto, corren tiempos raros, tiempos regresivos y retraídos, que difícilmente parecen casarse con las materias y orientaciones de nuestras carreras y profesiones, pero esperemos que esto sea coyuntural y breveEstar en la situación que estamos es como comenzar. Es, va a ser, sin duda arriesgado y complicado, pero vuelve a ser interesante y divertido, de nuevo merece la pena.

Salamanca 30 de julio 2012

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