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Definición La palabra “dictador” viene del Latín y fue utilizada por los griegos y romanos en dos campos. En el campo de Ciencias Políticas, el dictador es “quien da ordenes,” por otro lado, en el campo de la Creación Literaria el dictador es un recitador o el que crea. Por tanto se califica a la figura del dictador como “tal vez el más histórico de todos los personajes que deambulan por la literatura hispanoamericana,”. Esta idea se apoya en la especulación de que el dictador es el personaje histórico que más se aleja de la realidad. La novela del dictador es un subgénero narrativo característico de la literatura latinoamericana que aborda la constante histórica de las dictaduras militares en los países latinoamericanos. Estas novelas están centradas preferentemente en el tema del caudillismo, estas novelas examinan la relación entre el poder, la dictadura y la literatura. Ya desde Facundo del argentino Domingo Faustino Sarmiento, publicado en el año 1845, se advierte una crítica indirecta al gobierno del caudillo Juan Manuel de Rosas junto con la figura de otro caudillo, Facundo Quiroga. Amalia (1851) forma parte de una trilogía en contra de Rosas, junto con El matadero (1838) y Facundo. Sin embargo, estas últimas no pueden considerarse novelas, por lo que se le ha dado el carácter de novela fundadora a Amalia.

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Definición

La palabra “dictador” viene del Latín y fue utilizada por los griegos y romanos en dos

campos. En el campo de Ciencias Políticas, el dictador es “quien da ordenes,” por otro lado,

en el campo de la Creación Literaria el dictador es un recitador o el que crea. Por tanto se

califica a la figura del dictador como “tal vez el más histórico de todos los personajes que

deambulan por la literatura hispanoamericana,”. Esta idea se apoya en la especulación de

que el dictador es el personaje histórico que más se aleja de la realidad.

La novela del dictador es un subgénero narrativo característico de la literatura

latinoamericana que aborda la constante histórica de las dictaduras militares en los países

latinoamericanos.

Estas novelas están centradas preferentemente en el tema del caudillismo, estas novelas

examinan la relación entre el poder, la dictadura y la literatura. Ya desde Facundo del

argentino Domingo Faustino Sarmiento, publicado en el año 1845, se advierte una crítica

indirecta al gobierno del caudillo Juan Manuel de Rosas junto con la figura de otro caudillo,

Facundo Quiroga. Amalia (1851) forma parte de una trilogía en contra de Rosas, junto con El

matadero (1838) y Facundo.

Sin embargo, estas últimas no pueden considerarse novelas, por lo que se le ha dado el

carácter de novela fundadora a Amalia.[] Para que un libro sea considerado una novela del

dictador, debe poseer temas explícitamente políticos trazados en un contexto histórico

importante, examinar críticamente el poder ejercido por una figura autoritaria, e incluir una

reflexión general sobre la naturaleza del autoritarismo.

Aunque algunas novelas del dictador se centran en una figura histórica (si bien con una

apariencia ficticia), no analizan la economía, la política y el gobierno del régimen dictatorial

como lo haría una obra histórica.

Muchos de sus autores rechazaron las técnicas narrativas lineales tradicionales, y

desarrollaron estilos narrativos innovadores que desdibujaron las distinciones entre el

lector, el narrador, la trama, los personajes y la narrativa. Al analizar la autoridad del

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liderazgo, los novelistas también evaluaron sus propios roles sociales como dispensadores

de sabiduría, tan paternalistas como el caudillo cuyo régimen refutaron en sus propias

novelas.

Como subgénero, la novela del dictador redefinió el concepto literario de «la novela» con el

fin de incitar los lectores a examinar las formas en que los hábitos políticos y sociales

afectan su vida cotidiana. Por consiguiente, la política regional y las cuestiones sociales de

las historias cedieron a preocupaciones humanas universales, y por tanto la «visión del

mundo ordenado [de la novela tradicional] da paso a una narrativa fragmentada,

distorsionada o fantástica» en la que el lector tiene un papel intelectualmente activo en

captar la esencia temática de la historia.

Contexto literario

El crítico literario Roberto González Echevarría sostiene que la novela del dictador es «la

tradición temática más claramente autóctona de la literatura latinoamericana», y sugiere

que su desarrollo «puede retrotraerse hasta las relaciones de Bernal Díaz del Castillo y

Francisco López de Gómara durante la conquista de México».[]

Aunque hubo trabajos literarios significativos sobre el poder político en el siglo XIX, por lo

general la novela del dictador ha sido asociado con el Boom latinoamericano, un

movimiento literario de los años 1960 y 1970. []Para el crítico literario Gerald Martin, la

novela del dictador marca el final del Boom e incluso —refiriéndose a Yo el Supremo de Roa

Bastos— «el final de toda una época en la historia de América Latina, una época que se

remonta hasta Facundo de Sarmiento en 1845».[]

En la década de 1970, muchas novelas del dictador se centraron en la figura «del dictador

anciano, víctima del tedio de un poder absoluto que está a punto fatalmente de perder». []No fue sino hasta que Carpentier, García Márquez y Roa Bastos brindan sus versiones del

tema, cuando se ofreció la visión del mundo desde el punto de vista del propio dictador.

Si se sigue en orden cronológico la aparición de las novelas del dictador, se dirá que es

Amalia, publicada en 1851, la primera novela escrita sobre el tema de la dictadura y los

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dictadores. Mármol usa el género novelístico para atacar a Juan Manuel Rosas abierta y

constantemente.[]

Según Gerald Martin, la novela El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias (escrita en

1933, pero no publicada hasta 1946) es «la primera verdadera novela del dictador». []Siguieron otras obras literarias que protagonizaron la figura del dictador, como El gran

Burundún-Burundá ha muerto de Jorge Zalamea, pero el subgénero no ganó ímpetu hasta

que fue reinventado tras el Boom latinoamericano en el clima político de la Guerra Fría. []

La novela del dictador volvió a estar de moda en la década de 1970, hacia el final del Boom.

Sharon Keefe Ugalde comenta que «la década de 1970 marca una nueva etapa en la

evolución de la novela del dictador latinoamericana caracterizada por al menos dos

novedades: un cambio en la perspectiva desde la cual se ve el dictador y un nuevo enfoque

sobre la naturaleza del lenguaje».[]

Estilo y temas

Los autores del subgénero de la novela del dictador combinaron estrategias narrativas

derivadas del modernismo y posmodernismo. []Las técnicas posmodernas, desarrolladas en

gran parte a finales de los años 1960 y en la década de 1970, incluyeron el uso de

monólogos interiores, corriente de conciencia radical, fragmentación, variación del punto de

vista narrativo, neologismos, estrategias narrativas innovadoras y la frecuente ausencia de

causalidad.[]

Alejo Carpentier, uno de los escritores del Boom y del subgénero de la novela del dictador,

también fue muy influyente en lo que llegó a conocerse como realismo mágico, [] aunque el

mismo no es un requisito de la novela del dictador; en efecto, en muchas obras no se utilizó

el realismo mágico.

Un tema predominante de la novela del dictador es el poder, [] que según el crítico literario

Michael Valdez Moisés, en su revisión de 2002 de La fiesta del chivo, está relacionado con el

tema de la dictadura: "El poder perdurable de la novela del dictador latinoamericana tenía

todo que ver con el poder perdurable de los dictadores latinoamericanos". [] Cuando novelas

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como El señor Presidente ganaron más renombre, fueron leídas como ambiciosas

declaraciones políticas, denunciando la autoridad de los dictadores de América Latina.

[]Como declaraciones políticas, los autores de novelas del dictador desafiaron el poder

dictatorial, creando un vínculo entre el poder y la escritura, por la fuerza derivada de la

pluma. Por ejemplo, en Yo el Supremo de Roa Bastos, la novela gira en torno al tema central

de la lengua y el poder inherente en todas sus formas, un poder que a menudo sólo está

presente en la deconstrucción de la comunicación.

Otro constante en la temática de la novela del dictador —cuya importancia y frecuencia

creció por el Boom latinoamericano— es la interdependencia entre el tirano

latinoamericano y el imperialismo de los Estados Unidos. []Por ejemplo, en La fiesta del

chivo de Mario Vargas Llosa, Trujillo —quien, por sus inclinaciones anticomunistas, disfrutó

del apoyo de los Estados Unidos durante más de 32 años— enfrenta una fuerte oposición

poco después de perder el apoyo material de la CIA. []

El género es otro tema general de las novelas del dictador. Los retratos nacionales en

América Latina a menudo insisten en la importancia de mujeres (y hombres) saludables,

felices, productivas y patrióticas; sin embargo, muchos tesoros literarios nacionales a

menudo reflejan la retórica gubernamental en su forma de codificar la ciudadanía activa

como masculina.[] La masculinidad es un motivo perdurable en la novela del dictador.

Existe una relación entre el lápiz y el pene en la ficción latinoamericana, pero no se puede

explicar este patrón con el machismo por sí solo—es mucho más complejo. Según Rebecca

E. Biron, «donde encontramos fantasías misóginas violentas de la masculinidad, también

encontramos relaciones sociales violentas entre hombres y mujeres reales». [] []

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