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Clase N°2: América Latina durante la Guerra Fría (b)

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Clase N°2: América Latina durante la Guerra Fría: 1947 - 1989

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Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales PLED-CCC 1

Curso: Procesos políticos

y estructuras de poder en América Latina

Clase Nº2: América Latina durante la Guerra Fría

Bibliografía Nº3: Estado Populista

Ianni, Octavio ‘’La formación del Estado Populista en América Latina’’ (México: Ed.

ERA) Parte Tercera. Capítulo XII: “Estado Populista”; pp. 134-148. 1980.

®De los autores

Todos los derechos reservados.

Esta publicación puede ser reproducida gráficamente hasta 1.000 palabras, citando la fuente. No puede ser reproducida, ni en todo, ni en parte, registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopiadora o cualquier otro, sin permiso previo escrito de la editorial y/o autor, autores, derechohabientes, según el caso.

Edición electrónica para Campus Virtual CCC: MARIANO TRAVELLA

Campus Virtual: http://www.centrocultural.coop/campus

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XII. EL ESTADO POPULISTA

En América Latina, los gobiernos populistas se han instalado por diversos medios. Lázaro Cárdenas, en 1934, y Juan Domingo Perón, en 1946 y 1951, asumen el poder por la vía electoral, en los cuadros institucionales de la democracia representativa. Getúlio Vargas, por su parte, asumió el poder en 1937 por medio del golpe de Estado y en 1951 por medio de las elecciones, según las normas de la democracia representativa. En 1961, en calidad de vicepresidente de la República, João Goulart debía asumir el gobierno, debido a la renuncia del presidente Janio Quadros. Pero los intereses contrarios al populismo organizaron un golpe de Estado, para impedir el paso regular del vicepresidente. Ante esa situación, las fuerzas populistas y de izquierda organizaron un amplio movimiento popular, impidiendo la realización del golpe y garantizando la posesión de Goulart. En 1952, en Bolivia, Víctor Paz Estenssoro alcanza el poder por vía de la revolución organizada y dirigida por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Velasco Ibarra, en las cinco veces en que gobernó, entre 1934 y 1972, tanto venció en elecciones democráticas como dio golpes de Estado. Así, no hay un modo característico de conquista del poder por parte de las fuerzas populistas.

Esa diversidad en los modos de formación de los gobiernos populistas nos plantea desde ahora un problema. A veces el gobierno está obligado a funcionar según las normas institucionales preexistentes; y entonces no posee fuerza suficiente para modificar las instituciones políticas según las exigencias de su programa y las tendencias de las fuerzas sociales y políticas que lo constituyen. Otras veces, el gobierno populista consigue cambiar parcial o ampliamente las instituciones y las reglas del juego político, instaurando no sólo un tipo de régimen sino también un aparato estatal en conformidad con las exigencias del pacto populista. Vargas, en los años 1937-45, remodeló- el aparato estatal de acuerdo con las exigencias de la dictadura populista. Pero en 1951-54 tuvo que gobernar en los cuadros de la democracia representativa. Cárdenas, en los años 1934-40, ya encontró preparado el sistema Estado-partido-sindicato; incluso así trató de perfeccionarlo. Esos y otros ejemplos muestran que no siempre el gobierno de base populista se constituye en un Estado populista caracterizado. En pocos casos el gobierno populista tuvo las condiciones para conformar el aparato estatal a sus designios de modo completo. Es obvio que esa mayor o menor adecuación de las estructuras de poder al ejercicio del poder es un problema que envuelve tanto a la correlación de las fuerzas vencidas por el populismo como a la propia correlación de fuerzas populistas. Los diversos experimentos populistas latinoamericanos, con todo, permiten delinear lo que se podría entender por Estado populista. Es lo que veremos en seguida, de modo breve.

No es necesario recordar aquí las condiciones sociales, políticas y económicas específicas que están en la base del populismo visto como gobierno, régimen o Estado. Conviene resumir, sin embargo, algunos aspectos de la transición histórico-cultural en el seno de la cual surge el populismo. En especial, nos parece conveniente sintetizar los cambios habidos en las estructuras de poder, en esa época. De este modo dispondremos de elementos mínimos indispensables para la

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comprensión del contexto social, político y económico en que el Estado populista se convierte en un hecho importante en la historia de algunos países de América Latina.

Entre 1930 y 1950, los poderes del gobierno con respecto a la economía, el papel económico del Estado-nación latinoamericano, crecieron enormemente. En la mayoría de las naciones latinoamericanas, la experiencia de la depresión mundial condujo a la introducción de instrumentos de financiamiento anticíclico, al establecimiento de gran parte de la parafernalia de reglamentación y control económico que caracteriza la vida económica política contemporánea en todo el mundo. En muchos países, se adoptaron medidas para "nacionalizar" la economía, para reducir la vulnerabilidad causada por la excesiva dependencia respecto del mercado mundial para la participación en la vida económica moderna. Tales medidas iban desde leyes laborales, restringiendo el número de extranjeros que podían ser empleados por las empresas extranjeras, restricciones a las transferencias de moneda extranjera y a las utilidades de firmas extranjeras, hasta el establecimiento de instituciones de desarrollo, como la Corporación de Fomento de Chile. [...] Las más recientes constituciones de la región incluyen claras afirmaciones de los derechos tanto sociales y económicos como políticos de los ciudadanos […] Se han estructurado programas para proporcionar servicios amplios a la agricultura, desde la regulación de precios de las mercancías, mediante instituciones de crédito especializadas, hasta programas de investigación y desarrollo. Sistemas globales de legislación laboral, instrumentos para la mediación en disputas laborales, programas de seguridad social y de salud pública han sido creados […] Así, las ideologías de la reforma nacionalista no han dejado de tener impacto en el papel económico del Estado-nación latinoamericano. Sin embargo, excepto en dos o tres casos, no han desplazado las anteriores funciones económicas del Estado, sino que se han sumado a ellas […] [...] El papel económico del Estado-nación latinoamericano se ha hecho muy heterodoxo, ambivalente y contradictorio. Mientras que el Estado persigue políticas de interés para las nuevas fuerzas, simultáneamente trata de mantener el viejo sistema de transacciones internacionales, y de proteger los intereses establecidos dentro de la sociedad. 1

Los intereses políticos y económicos de las nacientes burguesías industriales

nacionales se combinaron temporalmente con los intereses de amplios sectores de la clase media (en especial la burocracia civil y militar) del proletariado naciente y de los grupos que componen las profesiones liberales. Esa convergencia favorece la organización de movimientos políticos dirigidos a la emancipación y diversificación de las economías dependientes. Esos mismos intereses están empeñados, aunque de modo desordenado y divergente, en la reformulación de las instituciones políticas, económicas, educativas y otras, además de las relaciones económicas y políticas externas. El populismo y el nacionalismo desarrollista son desdoblamientos de esas políticas. Los gobiernos de Lázaro Cárdenas, en los años 1934-40, de Getúlio

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Vargas, en 1930-45 y en 1951-54, de Juan Domingo Perón, en el periodo 1946-55, y de Estenssoro-Siles, en los años 1952-64, son manifestaciones típicas, aunque dispares, de esas tendencias. Esas experiencias revelan diferentes modalidades nacionales de combinación entre el desarrollo económico capitalista, particularmente la industrialización, y la política de masas, tanto en la democracia popular como en la dictadura populista.

En ese contexto histórico, el Estado populista puede aparecer como el centro de poder de un sistema de fuerzas heterogéneas. Las diversas clases sociales urbanas -destacándose la burguesía industrial y el proletariado nacientes o en expansión- conjugan sus fuerzas políticas para conquistar, mantener y ampliar su poder. Generalmente esa "alianza de clases" se hace contra los restos más recalcitrantes de las burguesías agropecuaria, comercial y financiera tradicionalmente vinculadas a la economía primaria exportadora y el imperialismo. A veces, algunos sectores de esas fuerzas político-económicas se alían a los nuevos gobiernos; inclusive reformulan o amplían sus lazos de clase. Con frecuencia, por lo tanto, los regímenes populistas se apoyan en una constelación de fuerzas políticas heterogéneas y virtualmente antagónicas.

Sin embargo, para captar mejor el carácter del populismo, particularmente en los casos en que se vuelve gobierno e influye de modo a veces decisivo en la organización y el funcionamiento del aparato estatal, es necesario que examinemos otro aspecto del problema. O sea, es conveniente que veamos cómo se dan ciertos vínculos entre el Estado y la sociedad, bajo el populismo.

Una de las peculiaridades del Estado populista es la combinación sui generis de los sistemas de movilización y control de las masas asalariadas urbanas -cuando no también rurales- con el aparato estatal, específicamente el poder ejecutivo. Diferentemente a lo que ocurre en la "democracia representativa", cuando tiende a haber una separación clara, aunque no absoluta, entre el Estado, el partido del gobierno y, por lo tanto, las bases populares de éste, en el populismo ocurre una combinación singular ¡~ entre el Estado, el partido gubernamental y el sistema sindical.

Es verdad que tanto en el Estado socialista como en el Estado fascista se procura armonizar el apoyo político de las masas asalariadas con el aparato estatal, por la mediación del partido. Ocurre, sin embargo, que en el Estado socialista esta vinculación se realiza según las exigencias de la dictadura del proletariado y de la socialización de los medios de producción, mientras que en el Estado fascista la combinación se realiza de acuerdo con las exigencias de la dictadura de la burguesía y del capitalismo monopolista.

Diferentemente a lo que sucede en los Estados socialista y fascista, o en una democracia representativa, en el populismo el sistema de poder Estado-partido-sindicato se apoya en la alianza de clases, bajo la égida directa o mediatizada de la burguesía. Es importante fijar aquí la idea de coalición de clases, o fuerzas políticas heterogéneas, que caracteriza al pacto populista. El Estado populista; al contrario del socialista o fascista, no es el resultado de un agravamiento excepcional de las contradicciones y luchas entre la burguesía y el proletariado. Surge de las contradicciones generadas en el seno de la clase dominante (burguesías agropecuaria, comercial, financiera e industrial) en

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combinación con los antagonismos entre esas facciones y las otras clases sociales, en la crisis de la economía primaria exportadora. Incluso en México, donde el proceso revolucionario fue bastante complejo, envolviendo prácticamente a todas las clases sociales, el cardenismo no llegó a ser un producto de las luchas entre la burguesía y el proletariado urbano y rural, aunque ese antagonismo estuviese presente en la situación. Cuando Cárdenas asume el poder, en 1934, el campesinado y el proletariado estaban bajo control, esto es, la burguesía, los militares y la clase media ya habían controlado el poder y dado al aparato estatal los rasgos convenientes a sus intereses de clase. Como su poder no era suficientemente fuerte, adoptaron políticas de cuño populista.

En el juego con las masas asalariadas, el gobierno populista está obligado a poner en práctica o establecer las condiciones institucionales mínimas al ejercicio de la ciudadanía, por parte de esas masas. 2 La sindicalización, las fiestas remuneradas, la asistencia médica, la protección a la obrera embarazada y a la maternidad, la escuela primaria gratuita, el voto en las elecciones municipales, estatales y nacionales, la protección de los códigos en las disputas con los patrones, los locatarios y los particulares, la libertad de ir y venir son algunos de los derechos mínimos a los que las masas pasan a tener acceso, aunque de manera desigual e incompleta. En especial, a medida que se formalizan y ponen en práctica las normas de oferta y demanda de fuerza de trabajo en el mercado, se establecen también las condiciones socioculturales y políticas indispensables a la ciudadanía. Así, la carteira professional [cédula profesional] del trabajador brasileño, por ejemplo, es presentada por el gobierno, en 1943, como instrumento de "calificación civil", además de elemento de habilitación profesional y de contrato de trabajo, "constituyendo también la primera manifestación de tutela del Estado al trabajador, antes formalmente ‘descalificado’ desde el punto de vista profesional". 3 Por lo tanto en el populismo, los humillados y ofendidos, los hombres sencillos, o "los olvidados" en el régimen oligárquico, adquieren algunos derechos. Es obvio que esos derechos y deberes son también las condiciones y los límites de la participación política de los asalariados urbanos en las campañas y luchas relativas tanto a los problemas de clase como a los asuntos nacionales. Incluso así, esos derechos adquiridos, juntamente con la participación efectiva de las masas en las cuestiones políticas, impresionan a los supervivientes de la oligarquía y a los diversos sectores del imperialismo, llevándolos a desplegar la bandera de lucha contra la "república sindicalista" y el "comunismo".

Según la composición de las fuerzas políticas en el país y conforme a la ocasión, el régimen populista puede asumir una connotación más o menos autoritaria. Independientemente de los derechos reconocidos al trabajador, como trabajador, en primer lugar, y como ciudadano, en segundo, el régimen puede asumir forma democrática o dictatorial. Pero la dictadura populista no implica una dictadura de la burguesía o de los asalariados, y mucho menos de la clase obrera. Mantiene el carácter policlasista, aunque no en todos los niveles del poder. El Estado es presentado por las fuerzas que se hallan en el poder como si representase, al mismo tiempo, a todas las clases y grupos sociales, pero vistos como "pueblo", como una colectividad para la cual el nacionalismo desarrollista pacifica y armoniza

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los intereses y los ideales. El Estado es propuesto e impuesto a la sociedad como si fuera su mejor y único intérprete, sin la mediación de los partidos. "El voto no llena la barriga", dijo Vargas, durante el Estado Nuevo. En la dictadura populista, el pueblo tiene en el Estado a su guardián, intérprete, portavoz y realizador. No obstante, para el pueblo el Estado se hace real únicamente cuando se personifica en palabras, imágenes o actos de un jefe. Egresadas en gran parte de las estructuras de poder de tipo oligárquico y sin experiencias políticas importantes, en el cuadro de los partidos políticos urbanos, las masas alcanzan a comprender el Estado solamente por la mediación del jefe de gobierno, o sus representantes: ministros, secretarios, enviados especiales, hombres de confianza o pelegos. La identidad Estado-jefe-pueblo no deja lugar a la diversidad de las clases sociales y a sus antagonismos. Poco a poco, esa identidad impregna tanto las relaciones de producción como las relaciones políticas en general.

El Gobierno no desea, en ningún caso, conflictos entre las clases ni el predominio de unas sobre otras. De la fijación de los preceptos del cooperativismo en la Constitución del 10 de noviembre (1937) deberá desprenderse, naturalmente, el estímulo vivificador del espíritu de colaboración entre todas las categorías de trabajo y de producción. Esa colaboración se realizará en forma subordinada al sentido superior de organización social. Un país no es solamente un conglomerado de individuos dentro de una porción de territorio sino, principalmente, la unidad de raza, la unidad de lengua, la unidad de pensamiento nacional. 4

El pueblo no reconoce al Estado desencamado, reducido a símbolos y a esquemas jurídicos. El Estado populares el Estado que se vuelve visible y sensible en su jefe, el Estado dotado de voluntad y de virtudes humanas, el Estado en el que corre no la linfa de la indiferencia y la neutralidad, sino la sangre del poder y de la justicia. El pueblo y el jefe son las dos entidades del régimen. 5

La democracia populista tiene la singularidad de excluir, en forma clara, a las

fuerzas no populistas. Esto es, esa democracia no ofrece a todas las clases y grupos de la sociedad nacional las mismas oportunidades de acceso al poder. Tiende a excluir a las otras fuerzas políticas, o las acepta solamente mediante la adhesión completa. Si los partidos de coalición populista poseen mayoría en el Legislativo, las oposiciones quedan reducidas al derecho de palabra. Cuando las oposiciones consiguen mayoría en el Legislativo, el Ejecutivo puede dejar de lado sus decisiones o aplicarlas mal. En ese régimen, la cooptación es probablemente una de las técnicas más eficaces entre las empleadas para debilitar o desmoralizar a las fuerzas políticas de oposición. En la democracia populista, de modo semejante a lo qué ocurre en la dictadura populista; el gobierno y el jefe tratan de identificarse principalmente con las masas, esto es, las clases asalariadas consideradas corrió pueblo. Ese es uno de los elementos ideológicos principales de la "democracia social" de cuño populista. O sea, en ese régimen también tiende a predominar la identidad jefe-pueblo-gobierno-Estado, además de los partidos políticos y de las normas de

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democracia representativa. En el gobierno Perón, por ejemplo, se constituyó un régimen peculiar, en el que se combinaban algunas normas formales de democracia representativa y la hipertrofia del Ejecutivo, altamente identificado éste con el jefe del gobierno. Tan es así que varios intérpretes argentinos y extranjeros se refieren a la "dictadura peronista", e incluso al "fascismo criollo", poniendo en segundo plano las victorias electorales de Perón en 1946 y 1951. En México, bajo Cárdenas, los vínculos del gobierno con los obreros y los campesinos indudablemente mantuvieron preeminencia sobre los vínculos con las otras categorías sociales. En la base de la doctrina de armonía de clases estaba una preocupación permanente y prioritaria por la legitimación de las estructuras y directrices del poder político centrado y personificado en Cárdenas.

La democracia social es la voluntad de formas que el pueblo ha manifestado a través de sus gestas, hasta lograr imponerlas con el triunfo de la revolución. 6 Gobierno y campesinos; gobierno y obreros; gobierno y masas os harán una

sociedad mejor.7 …el Partido Nacional Revolucionario fue creado con sinceros propósitos de fraternidad colectiva, con sana intención de encauzar la opinión de las masas y con el fundamento lógico de mantener la unidad revolucionaria. Sus tendencias, como organismo político, fueron claramente establecidas para fomentar la función cívica electoral y garantizar la autenticidad del voto, eliminando conflictos innecesarios entre los componentes del régimen revolucionario. 8

Ocurre que las fuerzas políticas del populismo tienden a conferir al Estado

funciones peculiares, que aparecen tanto en su versión democrática como en la dictatorial. Entre esas funciones, una sobrepasa a las otras. Se da preeminencia a la organización sindical vinculada al aparato estatal. Esto significa que las organizaciones sindicales no populistas son marginadas e incluso suprimidas. Al mismo tiempo, el gobierno reformula los requisitos funcionales y organizativos del sindicalismo, para mantenerlo dependiente del aparato estatal y limitado a las finalidades de la política populista. Veamos dos ejemplos.

En México, los sindicatos han sido transformados por la ley en instituciones semiestatales y, como no podía ser de otro modo, han asumido un carácter semitotalitario. Según el concepto de los legisladores, la estatizaci6n de los sindicatos se introdujo en interés de los obreros, con el fin de asegurarles cierta influencia sobre la vida gubernamental y económica. 9 En la época peronista se produjo una verdadera hipertrofia de la burocracia sindical. Antes, eran funcionarios uno o dos miembros de la comisión directiva de cada sindicato. Ahora se rentó no sólo a todos sus miembros, sino a los de cada subcomisión, y además se tomó una cantidad de empleados administrativos. El número de empleados en cada sindicato llegó a oscilar entre 80 y 200.

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En la actualidad, la burocracia sindical tiene todavía un importante peso en el movimiento obrero, especialmente en las organizaciones a cuyo frente se hallan dirigentes reformistas y peronistas. 10

La burocratización del sindicalismo, según las razones del Estado populista,

obviamente acarrea una delimitación bastante nítida de las condiciones de actuación política de las clases asalariadas. En la medida en que el edificio sindical se constituye como burocracia vinculada o dependiente del aparato estatal, se delimitan sus posibilidades de organización, iniciativa, liderazgo e incluso interpretación de los intereses de la clase a la que representa. Esa burocratización implica una "despolitización" de la actividad sindical. Esto es, el sindicalismo estatal politiza al proletariado según las directrices y los límites establecidos por el régimen populista. En la práctica, sin embargo, esa modalidad de politización no puede impedir que las masas populistas asimilen a su manera la propia experiencia política.

En la democracia populista, el sistema Estado-sindicato no puede ser tan monolítico como en la situación dictatorial. Por un lado, el sindicato no populista precisa ser tolerado, dando origen a subsistemas sindicales creados por otras organizaciones políticas o por asalariados independientes de las orientaciones populistas. En ese caso, los partidos burgueses, así como el socialista y el comunista, conquistan cierta libertad de acción, al margen del sindicalismo populista. Por otra parte, en la democracia populista el propio gobierno está obligado a organizar el sistema de poder incluyendo al partido populista o a los partidos aliados en el populismo. Tanto para actuar en el sector sindical como para actuar en el Legislativo, según las normas de la democracia representativa, el gobierno populista acaba por desarrollar y apoyarse ampliamente también en el partido, o en una coalición de partidos. En la medida en que el Congreso Nacional es una esfera de poder -más o menos ilusoria o real, según los casos- las decisiones políticas y económicas del Ejecutivo necesitan su sanción. Al mismo tiempo, el gobierno no puede reducir o alterar sus lazos con el sindicalismo, que es una de sus fuentes de poder. Ese es el contexto en el que se desarrolla el sistema Estado-partido- sindicato, como columna central del poder populista.

Otra característica del Estado populista -democrático o dictatorial- ha sido la relación establecida con los asuntos económicos, internos y externos. Es claro que el poder público en América Latina ya había ampliado su radio de acción incluso antes de la instalación de gobiernos populistas. Las crisis de la economía primaria exportadora, con la caída en el volumen de las transacciones y particularmente de los precios, exigían medidas financieras inmediatas, por parte de los gobiernos nacionales. Ese fenómeno fue particularmente intenso en la época de la depresión económica mundial iniciada en 1929. Junto con sus finalidades primordialmente anticíclicas, las medidas adoptadas por los gobiernos de países latinoamericanos tuvieron repercusiones dinámicas en algunas esferas de la economía nacional. Entre esas consecuencias, se destaca el impulso a la industrialización sustitutiva de importaciones. 11 Durante y después de la segunda guerra mundial, el intervencionismo gubernamental siguió creciendo. En los países en los que hubo gobiernos populistas, la relación del Estado con la economía adquirió dimensiones

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amplias y a veces singulares. Se tomaron decisiones que en ocasiones alteraron en forma sustancial esa relación. Se nacionalizaron empresas extranjeras y se reformularon las condiciones de entrada y salida del capital extranjero. Se reservaron algunos sectores infraestructurales de la economía a empresas estatales o mixtas. El poder público creó empresas o dio incentivos para su creación en nuevos sectores o subsectores económicos.12 Al mismo tiempo, se ponían en práctica otros reglamentos, relativos a los movimientos del capital nacional y extranjero en el país, y se establecían criterios generales y especiales, en cuanto a las condiciones de oferta y demanda de la fuerza de trabajo en el mercado urbano. Bajo los gobiernos populistas, el aparato estatal adquiere nuevas dimensiones, como fuerza productiva. En vez de limitarse a disciplinar y hacer respetar las normas de actividad económica, actúa directamente como agente económico. En síntesis, bajo los gobiernos populistas la acción del Estado organiza en forma de orientar las actividades económicas e intensificar el proceso de transformación del excedente económico potencial en efectivo. Se ajustan recíprocamente, en nuevos moldes, las estructuras político-administrativas y las tendencias de las fuerzas productivas. En esa perspectiva analítica, el populismo aparece también como un modo de organización política de las relaciones de producción, en una época en que crecen las fuerzas productivas y el mercado interno. NOTAS: 1. Charles W. Anderson, Politics and Economic Change in Latin America (The Governing of Restless Nations). D. Van Nostrand Company, Princeton, 1967, pp. 42-43. 2. "Las masas no pueden ser tratadas como objeto puramente pasivo de administración, puesto que al tomar posición, de algún modo y activamente manifiestan también su peso." Cf. Max Weber, Economía y Sociedad, vol. II, p. 757, citado por Umberto Cerroni "Para una teoría del partido político", en H. Cerroni, L. Magri, M. Johnstone, Teoría marxista del partido político. Cuadernos de Pasado y Presente, Córdoba, 1971, nota 31, pp. 144-45. En cuanto a la cuestión de la conquista de la ciudadanía por las masas asalariadas, consultar también: T. H. Marshall, Cidadania, Classe Social e Status, trad. de Meton Porto Gadelha. Ed. Zahar, Río de Janeiro, 1967, esp. Cap. III: "Cidadania e Classe Social"; Reinhard Bendix, Nation-Building and Citizenship. Anchor Books, Nueva York, 1969. 3. Consolidación de las Leyes del Trabajo, decreto ley número 5.452, del 1° de mayo de 1943, "Exposición de motivos", esp. Item 26. En cuanto a las relaciones entre Estado y sindicalismo en América Latina, consultar: Víctor Alba, op. cit.; Robert J. Alexander, A Organização do Trabalho na América Latina. Ed. Civilizacão Brasileira, Río de Janeiro, 1967; Joe C. Ashby, Organized Labor and the Mexican Revolution under Lázaro Cárdenas. The Universtiy of North Carolina Press, Chapel Hill, 1967; Vicente Lombardo Toledano, Teoría y práctica del movimiento sindical mexicano. Ed. del Magisterio, México, 1961; Jorge Abelardo Ramos, La era del bonapartismo. Ed. Plus Ultra, Buenos Aires, 1972; Robert J. Alexander, Labor Relations in Argentina, Brazil and Chile. Ed. Me-Graw-Hill Book, Nueva York, 1962; Azis Simão, Sindicato e Estado. Ed. Dominus, Sâo Paulo, 1966; Jose Albertino Rodrigues, Sindicato e

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Desenvolvimento no Brasil. Difusão Europeia do Livro, Sâo Paulo, 1968; Francisco C. Weffort, Sindicatos e Política. Sâo Paulo, 1972, edición mimeografiada. 4. Getúlio Vargas, A Nova Política do Brasil, vol. V. Ed. Livraria José Olympo, Río de Janeiro, 1938, p. 205. Cita extraída del capítulo sobre "O Estado Novo e as classes trabalhadoras". 5. Francisco Campos, O Estado Nacional (Sua estrutura, seu conteudo ideológico). Ed. Livraria Jose Olympo, Río de Janeiro, 1940, p. 213. Francisco Campos fue quizás el principal ideólogo de la dictadura del Estado Nuevo, vigente en Brasil en 1937-45. Conforme él dijo en 1937: "El nuevo Estado brasileño organizará la economía nacional en líneas corporativas." Citado por A. F. Cesarino Júnior, Direito Social Brasileiro. Ed. Livraria Martins, Sâo Paulo, 1940, p. 100. 6. Lázaro Cárdenas, "Mensaje a la nación", Torreón, 30 de noviembre de 1936. Reproducción en: Lázaro Cárdenas, Ideario político, selección y presentación de Leonel Durán. Ed. Era, México, 1972, p. 61. 7. Lázaro Cárdenas, "Palabras en Guadalupe", 31 de marzo de 1937. Ibid., p. 61. 8. Lázaro Cárdenas, "Discurso al ser proclamado candidato presidencial", 6 de diciembre de 1933, Ibid., p. 66. 9. León Trotsky, "Los sindicatos en la época del imperialismo", escrito en 1940. Citado por Adolfo Gilly, La revolución interrumpida, 2a. ed. Ed. El Caballito, México, 1972, p. 352. Consultar también: Joe C. Ashby, Organized Labor and the Mexican Revolution under Lázaro Cárdenas. The University of North Carolina Press, Chapel Hill, 1967; Anatol Shulgovski, México en la encrucijada de su historia, trad. de Armando Martínez Verdugo. Ed. Fondo de Cultura Popular, México, 1968. 10. Alexei Rumiantsev, La estructura de la clase obrera de los países capitalistas. Ed. Paz y Socialismo, Praga, 1963, pp. 184-85. 11. J. F. Normano, A Luta pela América do Sul, citado; George Wythe, Industry in Latin America. Columbia University Press, 1945; Santiago Macario, "Protectionism and Industrialization in Latin America", Economic Bulletin for Latin America, vol. IX, n. 1, Nueva York, 1964, pp. 61-101: Economic Commission for Latin America (ECLA), The Process of Industrial Development in Latin America. United Nations, Nueva York, 1966; Celso Furtado, La economía latinoamericana desde la conquista ibérica hasta la Revolución Cubana. Ed. Siglo XXI, México; Tulio Halperin Donghi, Historia contemporánea de América Latina, 2a. ed. Ed. Alianza Editorial, Madrid, 1970. 12. Leopoldo González Aguayo, La nacionalización de bienes extranjeros en América Latina, 2 vol. Ed. Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1969; Pedro C. M. Teichert, Revolución económica e industrialización en América Latina. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1961, trad. de Florentino M. Tornen

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