4
DOCENCIA Y CONTEXTO. Por Claudia Milena Parra La profesión docente hasta hace algún tiempo era considerada como una carrera de status, es decir, en cada pueblo y ciudad los infantes en general soñaban con ser policías, párrocos o profesores, pues representaban en la comunidad más que un símbolo de respeto, una referencia obligada de lo que podría ser el éxito personal – en lo económico, social y cultural-. De estas tres carreras, fue más simple el contacto con la última, pues a temprana edad – en mi caso, alrededor de los cuatro años- somos vinculados a las escuelas, que proporcionan espacios de esparcimiento y saber, en donde el profesor es quien inicialmente guía nuestro inmenso deseo de respuestas a los porqués de todo el contexto circundante. Y con el paso de años de rodar por el sistema educativo oficial, fue un docente, quien me abrigo bajo su hombro y dio luz a mi camino, sembrando la esperanza de un futuro mejor, hallando en mí competencias que no pensé tener, desarrollando habilidades intrínsecas a través de la exigencia y el voto de confianza. Y a ese docente se unió otro par, a quienes agradezco inmensamente por su voz reconfortante y optimista sobre lo que sería mi vida si continuaba estudiando dedicadamente. En palabras de Dionisio Ridruejo: “Tenemos por maestro a quien ha remediado nuestra ignorancia con su saber, a quien ha formado nuestro gusto o despertado nuestro juicio, a quien nos ha introducido en nuestra propia vida intelectual, a quien – en suma– debemos todo, parte o algo de nuestra formación y de nuestra información; a quien ha sido mayor que nosotros y ha hecho de su superioridad ejemplaridad; a alguien de quien nos hemos nutrido y sin cuyo alimento u operación no seríamos quien somos. Alguien, en fin, cuya obra somos en alguna medida” 1 Consecuente con el impacto que causo en mi existencia esta labor, fue mi intención ejercerla para tocar la realidad de niños y jóvenes cuya calidad de vida fuera “deficiente” y expresé mi decisión a quienes habían forjado en mí, esperanza; mayor fue mi sorpresa al recibir una negativa de su parte, pues ellos eran conscientes del nefasto futuro que avecinaba a los maestros, del detrimento de su tarea ante los ojos de la sociedad, del cambio de paradigmas culturales y familiares, que a la larga ubicaría al educador como el peldaño más menospreciado de los servidores públicos. Entonces estudié una ingeniería, cuyos campos de acción y apreciación social eran elevados. Al culminar mi academia, el

Claudia milena parra

Embed Size (px)

Citation preview

DOCENCIA Y CONTEXTO.

Por Claudia Milena Parra

La profesión docente hasta hace algún tiempo era considerada como una carrera

de status, es decir, en cada pueblo y ciudad los infantes en general soñaban con

ser policías, párrocos o profesores, pues representaban en la comunidad más que

un símbolo de respeto, una referencia obligada de lo que podría ser el éxito

personal – en lo económico, social y cultural-.

De estas tres carreras, fue más simple el contacto con la última, pues a temprana

edad – en mi caso, alrededor de los cuatro años- somos vinculados a las

escuelas, que proporcionan espacios de esparcimiento y saber, en donde el

profesor es quien inicialmente guía nuestro inmenso deseo de respuestas a los

porqués de todo el contexto circundante. Y con el paso de años de rodar por el

sistema educativo oficial, fue un docente, quien me abrigo bajo su hombro y dio

luz a mi camino, sembrando la esperanza de un futuro mejor, hallando en mí

competencias que no pensé tener, desarrollando habilidades intrínsecas a través

de la exigencia y el voto de confianza. Y a ese docente se unió otro par, a quienes

agradezco inmensamente por su voz reconfortante y optimista sobre lo que sería

mi vida si continuaba estudiando dedicadamente. En palabras de Dionisio

Ridruejo: “Tenemos por maestro a quien ha remediado nuestra ignorancia con su

saber, a quien ha formado nuestro gusto o despertado nuestro juicio, a quien nos

ha introducido en nuestra propia vida intelectual, a quien – en suma– debemos

todo, parte o algo de nuestra formación y de nuestra información; a quien ha sido

mayor que nosotros y ha hecho de su superioridad ejemplaridad; a alguien de

quien nos hemos nutrido y sin cuyo alimento u operación no seríamos quien

somos. Alguien, en fin, cuya obra somos en alguna medida” 1

Consecuente con el impacto que causo en mi existencia esta labor, fue mi

intención ejercerla para tocar la realidad de niños y jóvenes cuya calidad de vida

fuera “deficiente” y expresé mi decisión a quienes habían forjado en mí,

esperanza; mayor fue mi sorpresa al recibir una negativa de su parte, pues ellos

eran conscientes del nefasto futuro que avecinaba a los maestros, del detrimento

de su tarea ante los ojos de la sociedad, del cambio de paradigmas culturales y

familiares, que a la larga ubicaría al educador como el peldaño más

menospreciado de los servidores públicos. Entonces estudié una ingeniería, cuyos

campos de acción y apreciación social eran elevados. Al culminar mi academia, el

destino propuso que mi primer trabajo fuera como docente del área técnica y a la

fecha sigo realizando la misma tarea.

En esta etapa como formadora me he enfrentado a tres realidades distintas: zona

rural, zona urbana y capital del departamento del Tolima, a pesar de que

hablamos de la misma area geográfica, la gente que habita cada espacio es

distinta idiosincráticamente, en mi experiencia, podría afirmar que entre más

alejadas de la ciudad musical de Colombia, los jóvenes son más receptivos y

comprometidos con su quehacer académico, tal vez sea porque en medio de las

montañas el espíritu se forja con trabajo duro desde el amanecer hasta que

anochece, así cada alumno es responsable de ayudar en las parcelas familiares

durante la semana al mismo tiempo que deben realizar actividades extraescolares

supervisadas por sus padres siendo a su vez el ejemplo a seguir de sus hermanos

menores, lo que de alguna manera es una presión psicosocial para su correcto

comportamiento. Un factor contraproducente es la existencia de una

compensación económica por el cumplimiento cabal de la obligación agraria, que

a la larga se convierte en un arma de doble filo para los padres, pues la juventud

es más propensa a abandonar sus estudios en búsqueda de una mayor solidez

financiera. Ante este hecho no hay mayor preocupación, pues es el mismo tercer

actor educativo –los padres- que se encargan de regular, orientar y reforzar el

proceso educativo en el hogar, motivando a sus hijos a prevalecer en su academia

a pesar de su inconformidad monetaria.

Ahora de lo urbano puedo decir, que es más agobiante la problemática social. Los

chicos adoptan posturas autodestructivas, abunda el consumo de sustancias

psicoactivas, la prostitución y el desinterés, siendo sustancialmente difícil la

comunicación con sus acudientes para la construcción de soluciones conjuntas,

no hay instancias para acudir, en los hogares la familia está fragmentada,

regularmente el adolescente debe sobrevivir a la apatía de sus parientes. A nivel

gubernamental, instituciones como el ICBF y las correccionales de menores están

saturadas de niños desorientados, rodeados de miseria en todos los sentidos. Y

en las calles deambulan adolescentes embriagados de libertad y falsa autonomía

que desprecian la educación como modelo de prosperidad y alaban mecanismos

más simples para la consecución de riquezas efímeras, ubicándose en los

semáforos con sus actos de malabarismo y mendicidad. Es entonces como la

añoranza del dinero fácil y la indiferencia a la culturización disminuyen la

efectividad del proceso enseñanza aprendizaje, pues se percibe como una

obligación inútil, idea encargada de popularizar la televisión con sus realitys

shows y narconovelas , donde para ser exitosos solo se requiere una falta

exorbitante de principios y la aparición en canales nacionales.

Si doy una mirada a lo que he hecho y podría hacer como docente en cuanto a

metodologías y atención integral puedo citar varios aspectos: en primera instancia

está el hecho de evitar las tareas, pues es un desgaste innecesario para las partes

en el sentido que muy pocos las hacen y en su mayoría copian en el afán de la

nota; el trabajo en clase es la clave, si es del tipo colaborativo mucho mejor, sin

que los equipos superen los tres integrantes; la inclusión de actividades lúdicas

que fomenten la sana competencia es crucial para mantener el interés; cerrar la

sesión con espacios de comunicación y síntesis de contenido es una forma

concreta de retroalimentar la cátedra y validar la opinión del otro, reconociendo la

individualidad del ser humano; los procesos de autoevaluación, coevaluación y

heteroevaluación son complementarios pues propician la partición en la valoración

académica. Involucrar otras áreas del conocimiento y temas del contexto próximo,

puede ser otra regla, de manera que se genera aplicabilidad y transversalidad, que

sumado al trabajo al aire libre es un factor facilitador de la eficiencia debido a las

altas temperaturas en la jornada tarde.

Al final del día, pienso que una oportunidad de mejora en la educación desde el

ámbito cognoscitivo, puede ir de la mano con el aprendizaje basado en proyectos

(PBL), “Las estrategias de PBL se empezaron a aplicar a comienzos de los 70 en

la enseñanza de la medicina, para combatir un problema generalizado de

desmotivación de los estudiantes, que pasaban los primeros años estudiando

teorías que sólo podían aplicar parcialmente en los últimos años de carrera,

cuando probablemente ya habían olvidado esas teorías”2. La considero una

metodología eficaz, que intenta abarcar una situación problémica como un todo,

permitiendo la reflexión desde diferentes ángulos e integrando las diversas

disciplinas en la búsqueda de su solución, posibilitando el trabajo en equipo y la

aplicación de saberes previos. Pienso que sumado a una posición más asertiva

hacia mi labor, ligada a la idea la docencia como compromiso personal e

institucional, recordando el discurso de Brunner: “La gran labor del maestro es

formar seres humanos para vivir en sociedad, en reconocimiento y respeto mutuo,

convencidos que somos seres en relación y seres para los demás, que es la

esencia del humanismo”, que invita a no solo enfocar nuestros esfuerzos en la

construcción de conceptos y en el hecho de forjar seres competentes en el ámbito

laboral, si no que estamos allí para formar personas útiles a la sociedad, sólidos

en lo afectivo, con valores y principios que son solo trasmisibles con el ejemplo, a

sabiendas que en ocasiones nos ven más como familia que como profesores,

respetando la particularidades, permitiendo la creatividad y fomentando la

tolerancia hacia el otro; puede generar resultados más positivos que los previstos

en la implementación de cualquier metodología a la fecha.

Referencias

1 Ridruejo, D. (1955). Hablando de Ortega. Barcelona.

2 McMaster University. (2001). “Problem-Based Learning”.

http://www.chemeng.mcmaster.ca/pbl/pbl.htm

3 Brunner, J. (1986). Realidad mental y mundos posibles. Barcelona. Gedisa.