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Comentario: Zona Poética 2012 1 CONGLOMERADO CULTURAL: "PROMOVIENDO LA INTEGRACIÓN DE CREADORES" MISANTROPÍA Y CONCEPTISMO EN ZONA POÉTICA (2011) DE JULIO FERNÁNDEZ BARTOLOMÉ Soy, al fin y al cabo, uno de ustedes o uno de ellos... Bartolomé Zona poética (2011), constituye la tercera publicación de Julio Fernández Bartolomé. Anteriormente, ha publicado Poemas de lo hondo del corazón y, a veces, de la razón (2009) y Suma de pasiones (2010). Una vez más, afianzando su calidad de poeta pensador, sentimental y sensible es que nos comparte sus reflexiones e inquietudes, sus conclusiones y dudas sobre ese efluvio de apoteosis, antagónico con la automatización y la barbarie modernas, que es, en suma, lo único digno de destacar en el hombre a lo largo de su historia: el afán de perfección. Aunque este afán, muchas veces no compartido, lo empuje al apartamiento (misantropía) y, ya en la soledad, a encontrarse con maneras particulares de pensar (conceptismo). Credo literario En el preámbulo denominado Al lector, Bartolomé expone su teleología del quehacer poético: “… la poesía deberá servir para algo más que agradar con campanilladas rítmicas al oído: la poesía deberá ayudar para abrir un forado enorme y encontrar allí el solaz, a la rosa convertida en gardenia y a las emociones ateridas y acompañadas de felicidades simples y complejas”. (p.11). Siguiendo al autor, la finalidad de la poesía, más allá del mero efecto sensorial (“campanilladas rítmicas”), ha de servir para encaminar al hombre hacia motivos más trascendentales; aunque ello no resulte fácil e implique lidiar con una sociedad menguada por el

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1 CONGLOMERADO CULTURAL:

"PROMOVIENDO LA INTEGRACIÓN DE CREADORES"

MISANTROPÍA Y CONCEPTISMO EN ZONA POÉTICA (2011) DE JULIO FERNÁNDEZ BARTOLOMÉ

Soy, al fin y al cabo, uno de ustedes o uno de ellos...

Bartolomé

Zona poética (2011), constituye la tercera publicación de Julio Fernández Bartolomé. Anteriormente, ha publicado Poemas de lo hondo del corazón y, a veces, de la razón (2009) y Suma de pasiones (2010). Una vez más, afianzando su calidad de poeta pensador, sentimental y sensible es que nos comparte sus reflexiones e inquietudes, sus conclusiones y dudas sobre ese efluvio de apoteosis, antagónico con la automatización y la barbarie modernas, que es, en suma, lo único digno de destacar en el hombre a lo largo de su historia: el afán de perfección. Aunque este afán, muchas veces no compartido, lo empuje al apartamiento (misantropía) y, ya en la soledad, a encontrarse con maneras particulares de pensar (conceptismo).

Credo literario En el preámbulo denominado Al lector, Bartolomé expone su teleología del quehacer

poético: “… la poesía deberá servir para algo más que agradar con campanilladas rítmicas al

oído: la poesía deberá ayudar para abrir un forado enorme y encontrar allí el solaz, a la rosa convertida en gardenia y a las emociones ateridas y acompañadas de felicidades simples y complejas”. (p.11).

Siguiendo al autor, la finalidad de la poesía, más allá del mero efecto sensorial

(“campanilladas rítmicas”), ha de servir para encaminar al hombre hacia motivos más trascendentales; aunque ello no resulte fácil e implique lidiar con una sociedad menguada por el

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sentido utilitario que la rige. De ahí, que la expresión “abrir un forado enorme” entrañe cierto tufo de violencia dirigido a todo aquello que nos robotiza en desmedro de nuestra privilegiada condición humana y que, terrible consecuencia, terminará decepcionando y excluyendo a los espíritus más sensibles.

Bartolomé, tentado por el autoexilio, nos invita a un espacio donde podemos hallar la

palabra sincera, la disquisición oportuna, la madurez e inteligencia expresadas, por un lado, sin ambages ni recutecus; y por otro, con procedimientos que evocan el enrevesamiento de las ideas propio de una tendencia barroca. Al final, lo que importa es dar al hombre un motivo racional que lo oriente al perfeccionamiento de su condición humana (“la rosa convertida en gardenia”) y el consecuente deleite (“solaz”) a que ello lo oriente, aun a cambio del apartamiento (“esas felicidades simples y complejas”) por la discordancia con los ideales del entorno.

Desde nuestra lectura, Bartolomé incide en una actitud social; además de una tendencia

artística, que configuran a un enunciador preocupado por la convivencia y por la estética. Delimitación semántica. Advertencia Consideramos necesario, con la finalidad de una comprensión cabal de nuestra lectura,

aclarar dos puntos: ― Tal como al existencialismo se lo considera más arte y literatura que filosofía, a la categoría misantropía, utilizada en este trabajo, hay que entenderla más como un tópico literario sin desestimar, desde luego, las implicancias sicológicas y sus consecuencias sociales, las que apenas rozaremos por ser materia de distinta incumbencia profesional. ― En el mismo sentido, al utilizar el término enunciador (algunos utilizan tradicionalmente lo de Yo poético) nos estaremos refiriendo a ese personaje que el autor utiliza en su ficción como difusor de uno o variados discursos. Al hablar de la misantropía en este trabajo no estamos diciendo que Bartolomé, el autor, sea misántropo; sino que entre la variedad de discursos con que ha configurado a su enunciador se detecta uno con rasgos que lo aproximan a la misantropía. En último caso, para la cobertura de nuestro trabajo, el misántropo sería dicho enunciador, el personaje creado, y no el autor.

Misantropía en Zona poética La desaprobación del hombre y de la sociedad actual así como la consecuente búsqueda

individual de perfección terminan apartando al hombre de su medio en una actitud muy difundida desde la Edad Media (la indagación de los fundamentos nos remontarían hasta el idealismo platónico) y clasificada tradicionalmente como misantropía. El primer Nietszche, Ortega y Gasset, Schopenhauer, Cioran… Encajan perfectamente en esta categoría.

En cuanto a Bartolomé, esta actitud queda manifiesta en los siguientes versos: No quiero esperar más de las gentes un motivo, Ni un abrazo, un soplo, una palabra de aliento; Deseo ser inadvertido, sin sonrisas ni palabras en el hombro.

Desapercibido (p.18)

Donde el enunciador se muestra decidido (“No quiero esperar más”) a transformar su relación con la “gente” de quienes ya no espera “un motivo”. Este proceso de transformación será transitivo reflexivo puesto que el sujeto ejercerá la acción sobre sí mismo.

Como primer paso para esa transformación, rechazará ciertas fórmulas del convencionalismo que acusan haber perdido su naturaleza afectiva:

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― Un motivo ― Un abrazo ― Un soplo

― Una palabra de aliento (aunque soplo y palabra de aliento bien pudieran referirse a distintos grados de un intento de comunicación).

En un cuadro axiológico, podemos relacionar motivo con estímulo, abrazo a

confraternidad, soplo y palabra de aliento con solidaridad. El deseo de ser inadvertido, objeto con el cual se aspira alcanzar el estado de

conjunción, se sigue reforzando al tiempo que se desvela su móvil: “sin sonrisas ni palabras en el hombro”. Lo cual nos induce a pensar que el enunciador rechaza todo aquello catalogado como hipocresía social e intrascendencia metafísica y será en contra de esta actitud que oriente su reacción, quizás subjetiva y hasta no comprendida por muchos. Por ello adopta un cariz de individualidad.

Luego, expresará: “Prefiero desoír a esas gentes” donde la decisión del apartamiento y la

búsqueda individual de la perfección es patente como también el inicio de la transformación. El producto del cambio será expresado mediante metáforas:

― “Convertirme en un brazo enorme que no suelta” que sugiere una fraternidad sincera. ― “El viento estruendoso que no acaba” en un grado superior al del soplo y la palabra de

aliento. Con ello también se acrecienta el sentido de solidaridad al cual remite. ― “Unas manos que extiendan sus palmas” que configuran el desprendimiento para dar y

la satisfacción de compartir. Esto, “sin que importe recibir la estrechez de otras manos”. El enunciador desaprueba al hombre y a la sociedad en su actuación cotidiana y en su esperanza de superación. La transformación, como reacción que parte del desencanto, se asume de manera particular. El apartado II del poemario, lleva un título muy sugerente: Soledad.

La imagen del ermitaño, el anacoreta, el cenobita evocan actitudes de rechazo a la

sociedad y autoexclusión ya sea por motivos de pureza artística o por la búsqueda del saber. El apartamiento ascético, de fines religiosos, también es una condena a la sociedad ganada, debido a su inferioridad, por el Mal. Desde la perspectiva de Bocaccio, prerrenacentista que reacciona contra el teologismo medieval a partir de los preceptos humanistas, sin embargo, esto no es más que una hipocresía que cubre otra hipocresía. El cuento Meter al diablo en el infierno de El Decamerón (1531) así parece manifestarlo. Esta actitud de desapego con el medio renacerá con el tópico Beatus Ille, en la Edad de oro española, principalmente con Fray Luis de León, El Horacio español (“Qué descansada vida / la del que huye del mundanal rüido…”), por tomar dicho tema de Horacio justamente; y, en la misma línea de Bocaccio, reaccionará Moliere con El misántropo (1666).

En el caso de Bartolomé, la dinámica de las ideas se enviste de actualidad, la dialéctica

halla su polo de contadicción: Sociedad positivista, utilitaria, orientada a la automatización VS. Hombre idealista, afectivo, orientado a la trascendencia metafísica.

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Un poco más cercano en el tiempo a nosotros, Herman Melville, el de Moby Dick (1851), sostenía que en la Parusía, o sea para la segunda venida de Cristo, Éste adoptaría la forma de una ballena y no de un ser humano. El rechazo hacia las formas de convivencia del hombre es claro.

Habría que incidir en que la actitud de rechazo es, también, hacia una actitud del

hombre antes que al hombre mismo. Esto se infiere del rasgo cultural del título y que demuestra la tolerancia con lo que a vibración del pueblo se refiere. Se ha utilizado el término Desapercibido que, propiamente, alude a quien no cuenta con las herramientas necesarias para desempeñar una labor antes que a quien pasa sin llamar la atención. El primer significado, el no recomendado por el academicismo elitista, es, no obstante, de uso cotidiano y masivo. Ya en el transcurso de los versos, se utilizara la forma considerada como correcta, es decir “inadvertido”. Dos cosas: Primero, el autor no la utilizó también en el título para evitar la monotonía y, segundo, echó mano de esta forma resemantizada por el vulgo en clara muestra de tolerancia con la cultura popular.

El poema Resignación (p. 19), incide en la actitud. Especialmente en los versos:

Y los hombres…; ay, los hombres.

Tan terrenales son que ni aparecen. No los veo, pero ahí están.

No los escucho, pero sus ruidos persisten (…) El confort espiritual, aun en un “Lecho de enfermedad” (Aquí, cabe recordar que la

sicología considera a la misantropía como una enfermedad), provocada quizás por un Taedium vitae, se logra en compañía no de hombres; de aves. “Mis compañeras, las aves”. Recordemos que Aristófanes desaprobaba el gobierno de hombres hasta el punto de crear una ciudad mítica, Nefelococigia, gobernada con una justicia ideal. Desde luego, no por hombres; por aves.

Prefiero así curarme de los rencores Y las envidias que recorren las calles. Y en el descanso que me da la vida, A flor de descanso incomprendido, Recupero las fuerzas aun sabiendo

Que, al sanar, volveré a confundirme con todos. Y, siendo un humano más, otra vez decaeré.

El pesimismo, rasgo del barroco, con respecto de la transformación colectiva queda patente en el último verso. Este pesimismo genera el espacio adecuado para que se incube la desazón con respecto del Destino. Véase Designio (p. 17), Si supiera lo que le espera (p. 21), Suerte de un organillero (p. 37) … Motivos para la misantropía Constituyendo la misantropía un sentimiento de rechazo hacia los demás, habría que buscar su origen en alguna fractura emocional (si seguimos la línea sicologista), en el fracaso de algún amor desmesurado (“cuánto”) que determine una repercusión negativa hacia la sociedad. El carácter romántico de Bartolomé nos proporciona una pista.

Cuánto, cuánto te he podido llegar a amar. Ni las testigas estrellas cuentan que ya no estás.

Voz sincera. (p. 52)

¡Cuánto daría porque trajeras también contigo El corazón del que, por un tiempo, disfruté!

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Venida. (p. 54)

¿Será ese amor que se ha quedado sin destinatario el que se materializa en un rechazo hacia los demás?

Sólo sé amar conflictivamente; No entiendo mis modos ni expresiones.

Amar y no amar. (p. 55)

Definitivamente, es materia que invita a otro estudio.

Conceptismo

Tendencia del barroco español caracterizado por el juego lógico o enrevesamiento de las ideas. Como antecedente de esta tendencia se señala a Santa Teresa de Jesús (“Vivo sin vivir en mí (…) que muero porque no muero”), como iniciador a Alonso de Ledesma con sus Conceptos espirituales (1600) y, como máximo exponente, a Francisco de Quevedo. En Inglaterra, se denominó Puritanismo y estuvo representado por John Milton con su El paraíso perdido (1667).

Del mal que hace bien o del bien que haga mal (…) el mal no es bueno si no hace mal (…) Más el bien sí es bueno si hace el mal (…)

Mejor es un bien que haga bien, aunque sea difícil de encontrar.

Bien y mal (p.23)

No se piense que, a veces, uno es malo. Quizás no se da porque no se puede o no se tiene.

(…) hay veces en que uno tiene y no se quiere. Pero es peor que se pueda y no se tenga

Ya que probaría lo egoístas que podemos ser Aunque no sea uno malo.

Maldad o egoísmo. (p. 29)

El juego lógico acompaña el planteamiento de los opuestos Maldad Vs. Bondad (ética),

Esencia Vs. Aparencia (identidad), Egoísmo Vs. Altruismo (convivencia); como una exaltación de lo racional, característica privativa del ser humano.

Los sueños, por algo son sólo eso. No vaya a ser que despertemos

Y sea demasiado tarde. Tarde para darnos cuenta que son sólo eso.

VIII (p. 76)

La evocación a Pedro Calderón de la Barca (La vida es sueño, 1635) y el teatro

contarrreformista del barroco, es inevitable.

Oh, madre, he perdido lo que no he tenido. No podré tener lo que, en su tiempo, no quise

Y que tú, bondadosamente, querías que tuviera.

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XVII (p.77)

No se podría afirmar que este juego con las ideas sea únicamente lúdico. Como ya se ha indicado, exaltan la razón, el idealismo y agregamos que refuerzan ese afán de trascendencia metafísica.

Conclusión general Una lectura integral de Zona poética, nos llevara a descubrir otras vetas temáticas tales

como el hombre que enrumba hacia la búsqueda de lo esencial (Los niños), la verdad (Meditación), la identidad (Sigo siendo); guiadas siempre por la proyección del Yo y por la incidencia del mundo en el Mí. Siempre, junto al Yo, marchará la poesía encarnada como un hijo (Mi último poema) o como una amante (Poeta de cama) con quienes se comparte la dicha y el quebranto. La poesía es, también, ese amigo infalible del noctámbulo y del solitario (Cuando uno camina solitariamente) en su indagación de lo ignoto e impredecible (Si supieras lo que te espera).

El logro de Bartolomé consiste en orientar al otro hacia lo dicho sentido y tenemos que

aceptar que el poeta es capaz de rasgar el sentimiento con la punta de sus palabras. En este sentido, Mi último poema es una pieza de antología. Hay espacios que Julio Fernández —el hombre, el poeta— conoce muy bien y hacia ellos, precisamente, nos invita; espacios que constituyen su Zona poética.

Gilbert Delgado Fernández MACOTEX / Conglomerado Cultural

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Enlaces Culturales: 1) Web de Literatura Lambayecana

https://sites.google.com/site/literaturalambayecanarovich/ 2) Blogs:

http://literaturaenlambayeque.blogspot.com/

http://conglomeradoculturalenlambayeque.blogspot.com

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