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A A CTITUDES CTITUDES Y Y R R ESPONSABILIDADES ESPONSABILIDADES DEL DEL E E DUCADOR DUCADOR C C ATÓLICO ATÓLICO Semana de la Educación Católica Arquidiócesis de Santo Domingo

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AACTITUDESCTITUDES YY RRESPONSABILIDADESESPONSABILIDADES DELDEL

EEDUCADORDUCADOR C CATÓLICOATÓLICO

Semana de la Educación Católica

Arquidiócesis de Santo Domingo

Santo Domingo, D. N.24 de Abril, 2009

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Señores Miembros de la Mesa de Honor;

Señores Directores y Educadores Católicos;

Amigas y Amigos Todos:

Muy buenos días:

El estar con ustedes en esta mañana, en este maravilloso encuentro, es para mí más que un honor, un privilegio. Y digo un privilegio porque la ocasión de dirigirme más que a profesores, a maestros que sirven en nuestra educación católica, me da la oportunidad de compartir, en un ámbito de intimidad, mi pensamiento y mis reflexiones sobre las actitudes y responsabilidades que deben prevalecer en nosotros como educadores de formación católica.

Agradezco pues, a los organizadores de este hermoso acto el que hayan pensado en mí como persona comprometida con los postulados de este tipo de formación, a la que le he dedicado los últimos 50 años de mi vida.

El tema del maestro ha sido clave en mi pensamiento pedagógico y en mi accionar educativo. Pienso, o más bien siento, que en la labor que nosotros hacemos, ustedes en las aulas y yo en tribunas pedagógicas, hablando en la formación y en la práctica docente, a todos aquellos que tienen el compromiso de formar de manera integral las nuevas generaciones de dominicanos, y de manera especial, a los futuros líderes de nuestro país. En la formación de ellos, construimos de manera transversal, los valores morales, los principios éticos y la formación ciudadana que junto a los conocimientos más avanzados que ustedes puedan transmitir y facilitar, deben ser características inherentes a los dirigentes del mañana.

Habiendo nacido la independencia de la República Dominicana en los campos de batalla , con héroes gloriosos que nos legaron una patria libre, hoy debe ésta renacer en las escuelas, en las que el ambiente académico y físico estimule la generación de

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conocimientos y actitudes que comprometan al maestro a vivir una experiencia de vocación de servicio magisterial en la que nuestro pensamiento se rija en función del compromiso que entraña el ser un maestro que vive en su práctica diaria la fe de nuestra religión y los principios y postulados que de ella emanan.

Por ello les digo, que 68 años después de haber nacido, les aseguro con conocimiento de causa y con las vivencias que he acumulado a lo largo del ejercicio de mi vocación magisterial, que no hay profesión más digna y más noble, que no hay servicio profesional más excelso, que el del maestro construyendo un mundo mejor desde las aulas de una escuela. Y ese maestro al que aludo en estas palabras, se hace inmortal si desempeña en la sociedad el cometido para el que ha sido llamado perpetuando su nombre para la eternidad en el corazón de todos sus alumnos.

Cuando me tocó dirigir los destinos de la educación dominicana desde la posición de Secretaria de Estado de Educación desde el 1991 hasta el 1995, lo hice imbuida del espíritu del servicio a Dios, sirviendo a la educación de mi país. En este tenor, conocí la escuela pública, sus fortalezas y sus debilidades, sus alcances y sus limitaciones, su riqueza y su pobreza y sobre todo conocí el drama que vive el maestro de nuestras escuelas públicas. Y también conocí la escuela pública dirigida y administrada desde la perspectiva de una orden religiosa católica en una acción de co-gestión en la dirección de esa escuela en la que nuestros religiosos y religiosas ejercen su ministerio magisterial.

En esa perspectiva y visitando este tipo de escuelas y conociendo al maestro que en ella desarrolla su quehacer cotidiano de docente, llegué muy pronto a la conclusión de que las mejores escuelas públicas del país están en las manos de nuestros religiosos y religiosas. Igual puedo decir con conocimiento de causa, de los centros de formación en la educación superior y en la educación para el trabajo donde también se distinguen por estas mismas características exitosas. Este comentario que responsablemente hago no tiene visos de detrimento a la labor que laicos no comprometidos con nuestra fe realizan día a día, también con niveles de excelencia, al frente de la dirección de escuelas públicas y colegios privados en cuyo accionar pedagógico también se construye, con niveles de excelencia, el futuro de nuestra patria.

Aquí estamos celebrando y exaltando la labor docente del maestro católico, del profesor comprometido con los principios que subyacen en la doctrina católica y con las virtudes

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que enarbolan los educadores católicos. Por ello, tenemos que analizar desde varias perspectivas las actitudes y responsabilidades que tenemos de frente nosotros como formadores a la luz de la fe católica.

Vivimos en la sociedad del conocimiento y de la comunicación. Vivimos en una sociedad que trata de asimilar las últimas tecnologías con las que deben asociarse y familiarizarse nuestros estudiantes. Vivimos en la era de la Globalización, en la internacionalización de los mercados, en un mundo sin fronteras, en el que desde las más diversas identidades culturales asimilamos experiencias y ofrecemos lecciones. Nos planteamos cómo actuar en una educación que no funcione en virtud de la producción, de la competitividad y de las ofertas y demandas de los mercados. Nos planteamos cómo actuar en un mundo aterrorizado por la delincuencia, por la criminalidad, por el narcotráfico, por la inseguridad ciudadana, por la inequidad social, por la corrupción rampante que nos ahoga día a día.

Me pregunto cómo desestimular el inicio de la vida sexual en los adolescentes cuando la televisión , el cine y las novelas la inducen y la estimulan. Me pregunto cómo construir la honestidad, la responsabilidad y la verdad en nuestros estudiantes cuando la sociedad no entroniza estos valores. Me pregunto cómo predicar el amor y la solidaridad cuando día a día presenciamos las batallas de nuestros conciudadanos que actúan conforme a intereses materiales que parecen ser el norte de sus vidas. Me pregunto finalmente, cómo cimentar el valorar la vida, el respetar la vida y exaltar la familia, cuando parece que no se despliegan esos valores en el cotidiano vivir .

Pero estas preguntas que me hago compartiendo este momento con ustedes no tienen respuestas negativas ni pesimistas. Todo lo contario. Al plantearnos las mismas encontramos una nueva motivación en nuestro quehacer educativo, que se fortalece día a día, asimilando las enseñanzas de la palabra de Dios y las lecciones que nos legara Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. A la luz del compromiso y la solidaridad cristiana que prevalece en la conducta del maestro católico, tanto en su ejercicio profesional como en su práctica de vida, se deriva la doble responsabilidad que asume como facilitador de aprendizajes en una nueva cultura del conocimiento y en la formación espiritual de sus estudiantes, impregnando de valores morales y de principios éticos su acción pedagógica en las comunidades de aprendizaje en las que interactúa.

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Cómo hacer que esa actitud y ese compromiso responsable tengan carácter de permanencia creciente? Amigos: Es posible y podemos lograrlo! Como nos dicen en los Cursillos de Cristiandad: “Cristo y yo, mayoría aplastante”. Sí, “Cristo y yo, mayoría aplastante” debe ser nuestro lema en la acción de formar bajo la insignia de que “Educar es Enseñar a Vivir Mejor.” Una vida mejor que promovemos a la luz de las enseñanzas que brindamos a diario, con el propósito de lograr en nuestros educandos una formación integral en un hombre o una mujer en quienes las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) y las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) se evidencien en una conducta y una disciplina cónsonas con lo que les modelamos. Fíjense bien! No he dicho “cónsona con lo que les enseñamos, ni cónsona con lo que les predicamos”. He dicho “con lo que les modelamos”. Por qué resalto esta expresión con esta connotación? Pues sencillamente porque el maestro católico debe ser un modelo de conducta de vida! Debe ser un modelo de padre/madre, debe ser un modelo de profesional, debe ser un modelo de ciudadano/ciudadana, debe ser un modelo de dirigente al que todos quieran imitar, con el que todos quieran identificarse.

Hoy en día, las nuevas corrientes pedagógicas postulan como objeto de nuestro quehacer en el aula el modelar un “ser autónomo moral”, dejando atrás la formación de seres heterónomos. Esto está en los movimientos culturales que preconizan una nueva pedagogía que apunte a la formación de seres capaces de actuar por sí mismos, de razonar por sí mismos, de tomar decisiones por sí mismos. Pero, ojo! Esto, encerrado en el ámbito de lo moral, en función del bien y de la bondad. La escuela católica, la educación católica, no puede construir seres heterónomos que actúen como parte de un rebaño, que se dejan llevar y traer, que siguen al que les hala o al que les empuja. Tenemos que crear ambientes de aprendizaje en los que la excelencia humana se manifieste en toda su magnitud, pero siempre siguiendo los cánones de una enseñanza académica de altos niveles de calidad y la formación de jóvenes modelos de las virtudes que he señalado precedentemente. La educación que propugnamos se concibe en Aparecida en el Congreso del CELAM “fundamentalmente como un proceso de formación integral (que abarque todo el ser), mediante la asimilación sistemática y crítica de la cultura.” Y nos siguen diciendo nuestros Obispos en esa magna ocasión, “que ésta (la cultura) entendida como rico patrimonio a asimilar, pero también como un elemento vital y dinámico del cual forma parte. Ello exige confrontar e insertar valores perennes en el contexto actual. De este modo la cultura se hace educativa.” (6.4.6. La Educación Católica. Documento del CELAM.)

La dimensión ética y la dimensión religiosa tienen que estar presentes como propósitos del ministerio que ejercemos en las aulas. Debemos promover la espiritualidad en los

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educandos y trabajar para que logren la libertad ética. He ahí el ser autónomo moral que les definía. Si ustedes, amigos educadores católicos, no son capaces de abordar el ejercicio de su profesión con esta intencionalidad, dejen su quehacer. Dejen las escuelas y los colegios católicos en que ustedes se desenvuelven. No traicionen la confianza que depositamos en ustedes porque los creemos diferentes, más comprometidos con la formación que preconizamos.

En Aparecida, en el Congreso del CELAM, encontramos que refiriéndose a los centros educativos católicos, nos definen la misión primaria de la Iglesia, de nuestra Iglesia, en función de “anunciar el Evangelio de manera tal que garantice la relación entre fe y vida tanto en la persona individual como en el contexto socio-cultural en que las personas viven, actúan y se relacionan entre sí. Así procura (la educación en los centros católicos) ‘transformar mediante la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y el designio de salvación’”. He aquí el eje central de nuestra acción…he aquí el motivo inspirador de nuestra vocación…he aquí donde debemos centrar el ejercicio del maestro de un centro educativo católico. Esto nos distingue, queridos amigos y amigas! Y debemos enarbolar esta distinción, esta diferencia, frente a los estudiantes, frente a los padres y madres, frente a las comunidades que circundan la escuela, para identificarnos como servidores de Cristo en la educación que ofrecemos en los centros católicos.

En la vivencia de este apostolado tenemos que cuidar con esmero (y esto nos lo señalan los Obispos en Aparecida), que no es el hablar de Cristo en nuestro quehacer, sino en recapitular todo en Cristo para que generemos actitudes y conductas cristianas. Es fomentar el servicio a Cristo, es actuar conforme a Su Palabra, a sus enseñanzas, a su ejemplo. Es modelarlo y reflejarlo como maestros y maestras comprometidos y comprometidas con la fe que simboliza Cristo. Es, en otras palabras, vivir a Cristo en nuestra práctica pedagógica y no como una transversalidad en nuestras vidas, sino como esencia de nuestras vidas. Es hacer, en fin, que el Evangelio y sus principios y enseñanzas se conviertan en normas educativas, motivaciones interiores, metas finales que nos acerquen a Cristo, que generen el amor a Cristo y el amor de Cristo. Juntos todos, alrededor de la figura de Cristo, con El y en El, podemos lograrlo!

Permítanme ahora abordar el tema de la formación de los profesionales de la educación en esta sociedad globalizada, en esta sociedad del conocimiento, en esta sociedad de la

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comunicación, en esta sociedad en la que la innovación tecnológica lo permea todo, y ante los nuevos desafíos que la profesión docente nos presenta. En mis conferencias, presentaciones y seminarios en los que hablamos sobre el tema de la formación docente, me encuentro a menudo no sólo con los estudiantes de pedagogía sino con los propios maestros en servicio, tanto en el sector público como en el privado, con aquellos actores tan principalísimos en el proceso educativo, que con un poco de vergüenza, o quizás más bien, con cierto aire de ingenuidad, me confiesan su miedo a ser sustituidos por la tecnología, por una máquina, por un software, por un robot. Esto le puede parecer a algunos de ustedes exagerado o inverosímil, pero créanme que muchos sienten de esta manera y en un coloquio íntimo no temen expresar su miedo. Es el reto de enseñar lo conocido para aprender sobre lo desconocido por no decir lo que ignoramos alrededor del

avance de la humanidad en dimensiones que parecen superar “ene” veces la capacidad y la limitación de nuestro intelecto.

Ante un panorama que les luce medio desolador, mi reacción siempre ha sido de motivación, de estímulo para continuar superándose en y fuera de las aulas, para continuar creciendo en lo pedagógico, en lo técnico, en lo humano, en lo espiritual y con convicción asegurándoles que el maestro jamás será sustituido. Por inhumanos, o más bien, deshumanizantes, que puedan lucir los procesos y los avances de la tecnología, mientras haya niños y jóvenes a quienes educar, el maestro como facilitador y como modelo siempre estará presente.

La tecnología avanza, la ciencia se hace cada vez más compleja y demandante, la capacidad y la velocidad aumentan…pero siempre el maestro trasciende! Trasciende en el servicio de una relación con la que comulga en base a la solidaridad y al afecto que le generan los niños y los jóvenes cuyos destinos muchas veces podemos decir que tiene en sus manos. Y trasciende también haciendo posible que los niños escudriñen en la historia, investiguen en la ciencia, comuniquen en un lenguaje apropiado y que razonen con lógica la complejidad de los números, convirtiéndose en seres críticos, defendiendo sus principios y volcando un afecto que genera felicidad en sus relaciones con el mundo que les rodea.

Créanme, no tenemos que tener temor porque podamos desaparecer…No! desaparecemos solo cuando llegamos al fin de nuestras vidas y no antes. O cuando decidimos abandonar “el escenario de la vida útil” y vegetar en el mundo de los recuerdos.

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En estos días, celebrando mis Bodas de Oro con la Educación Dominicana, en una solemne eucaristía de acción de gracias que me ofreció S.E.R. Monseñor Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez en la Catedral Primada de América, dije en unas palabras que pronuncié al término de la celebración, que mi mayor gloria será cuando mi voz calle para siempre, pero mi obra en la educación dominicana, plasmada en un manojo de instituciones en cuya creación y fundación he participado, mi alma les siga hablando, les siga enseñando aquello que con tanto amor, que con tanto entusiasmo he compartido en experiencias como éstas. En estas ocasiones en las que disfruto la compañía de aquellos que construyen día a día con su trabajo intelectual una mejor nación, una patria más digna, más justa, más progresista, que ofrezca oportunidades de lograr un auténtico bienestar, en la que todos, sin distinción de raza, color, credo u origen social o económico, puedan crear riquezas y llevar una vida digna, formando familias en las que prevalezcan los valores morales, la ética y en las que se fomente la vida fundamentada en un verdadero espíritu cristiano.

Pero, volviendo al tema de la formación docente, permítanme compartir con ustedes lo que leí y aprendí de un libro que me facilitó mi querido Padre Néstor Pazos, con el título La Escuela del Futuro. Ahí palpé, vi plasmado y expresado en palabras de manera inteligente, el mundo que vive el maestro, en el que existen una variedad de factores que de una u otra manera, directa o indirectamente, afectan y condicionan el desarrollo de la profesionalidad docente que los maestros queremos vivir.

En ese mundo que nos rodea, enfrentados a cambios sociales constantes, propios de sociedades neoliberales de carácter capitalista que vivimos en la mayoría de las democracias de hoy, en las que el materialismo expresado a través de hábitos y costumbres consumistas, florecen por doquier y se dejan sentir en la formación de los maestros afectando, repito, condicionando, nuestra habilidad para aprender a aprender de manera permanente. Las demandas sociales, las demandas laborales, reclaman una mayor y una mejor formación de nosotros en el ámbito de la pedagogía y del conocimiento para cumplir con los cometidos de nuestro oficio y enfrentar con una actitud y respuestas positivas los desafíos que nos presenta la sociedad de hoy.

En ese libro que parece pequeño porque apenas llega a unas 250 páginas, se postula lo que la escuela tiene que conocer de todo esto que a continuación la autora nos presenta. Cito:

a. Las nuevas exigencias que la sociedad plantea, no para seguirlas de manera indiscriminada y automática sino para analizarlas y discutirlas;

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b. Los cambios que se producen en la sociedad de la información;

c. La diversificación y profundización que de forma constante y acelerada tiene lugar en los campos científicos y profesionales;

d. Las exigencias del mundo laboral al que acudirán los alumnos al terminar su etapa educativa.

Estos son retos que tiene la escuela de hoy. Y no me atrevo a predecir o descifrar cuáles serán los retos que se le presentarán a la escuela del 2020, o la del 2050, que está a la vuelta de la esquina y cuyas demandas y presiones no viviré presencialmente, pero para las cuales trabajo en la búsqueda de una educación de calidad, en igualdad de oportunidades para todos, que anticipe dentro de lo posible las consecuencias de los cambios que se imponen, de manera que pueda el hombre y la mujer del mañana, que son el niño y la niña de hoy, estar preparados para enfrentarlos con éxito, gracias a la educación que estamos construyendo en la escuela de hoy.

El presente se construye a partir de la historia…Es cierto. Pero el futuro, impredecible en su inexistencia de hoy, se construye a partir de lo que hoy soy trabajando para lo que mañana seré. En ese mismo libro que les menciono, se citan autores que definen una serie de factores que generan la presión y el cambio en nuestra profesión y sobre la función docente. Ellos destacan como los más importantes de estos factores los siguientes. Y cito de nuevo:

Aumento de las exigencias sobre el docente;

Inhibición educativa de otros agentes de socialización;

Desarrollo de fuentes de información alternativas a la escuela;

Ruptura del consenso social sobre la educación;

Aumento de las contradicciones en el ejercicio de la docencia;

Cambio de expectativas con respecto al sistema educativo;

Modificación del apoyo de la sociedad al sistema educativo;

Descenso en la valoración social del profesor;

Cambios en los contenidos curriculares;

Escasez de recursos materiales y deficientes condiciones de trabajo;

Cambios en las relaciones profesor-alumno; y

Fragmentación del trabajo del profesor.

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Tenemos entonces que convenir en la necesidad de interpretar las nuevas demandas de la formación para educar en un mundo plural, en una sociedad democrática, y en naciones sin fronteras. Tenemos que definir un humanismo nuevo, tenemos que construir un mundo mejor, en el que el ejercicio de la libertad imponga nuevos paradigmas en la conducta del ser humano y en el que actúe en función de su naturaleza humana y de su naturaleza espiritual. En esta última, y en la educación que los maestros católicos debemos ofrecer, debe producirse el encuentro sublime del niño y del joven con Cristo, no sólo a través de la proclamación de su evangelio, sino a través de la práctica del docente como reflejo de Cristo, el Maestro.

Permítanme ahora hacer un recuento de las principales demandas de formación de los profesionales de la educación en la era del postmodernismo (y es mi última referencia al libro La Escuela del Futuro). Las que encontré en sus páginas presentan de manera gráfica cómo la formación docente tiene una significativa incidencia en toda la magnitud del alcance de la escuela en su diario vivir y en su organización. Cito:

Formación en interculturalidad;

El profesorado ha de estar preparado para educar a sus alumnos en unas coordenadas nuevas de espacios y tiempos;

Al profesional hay que prepararle para aprender a aprender, para desaprender y re-aprender;

La veloz implantación de las nuevas tecnologías de la información (NTI) exige una formación para el profesional de la educación;

La sociedad actual está reclamando la redefinición del trabajo del profesor, de su formación y de su desarrollo profesional;

Profesionales que estén predispuestos a una revisión crítica de su propia práctica educativa mediante procesos de investigación-acción, reflexión, etc;

Un profesorado abierto a los demás compañeros que aprenda de forma colaborativa, participativa, lo cual supone un abandono del individualismo y celularismo escolar;

Un profesional que se adapte a las necesidades de la comunidad educativa y al anuncio de un cambio organizativo;

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El profesional debe aprender a compartir el conocimiento que transmite con otras instancias y medios sociales;

El profesional ha de desarrollar nuevas prácticas alternativas basadas en la verdadera autonomía y colegialidad;

El profesional tiene que estar preparado para educar a todos: la comprensividad;

El profesional de la educación tiene que educar en la ciudadanía;

El profesional de la educación también tiene su papel en la formación continua;

El profesional de la educación debe estar abierto a todas las personas y edades;

El profesional de la educación y su papel en el entorno social y familiar de sus alumnos.

Estas demandas tienen que ser encaradas por los profesionales de la educación, gestores y maestros y también orientadores, de manera responsable y con una actitud de permanente compromiso de aprender. Si no nos mantenemos aprendiendo, bebiendo de las aguas del saber, investigando sobre qué hay de nuevo en el área en la que tenemos la práctica, cómo podríamos sobrevivir a la competencia que enfrentamos día a día? Permítanme hacerles una breve anécdota personal que ilustra cómo yo he asumido este compromiso de permanente estudio y crecimiento profesional. (Harvard Wide World).

En esta actitud que promuevo, en la que subyacen las actitudes que se corresponden al asumir el aprendizaje a lo largo de la vida, debe acompañarse la misma en el magisterio en una postura personal que sea una consagración correlativa, casi sacerdotal, al estudio, a la actualización y al perfeccionamiento docentes. Con esto quiero decir que a todos, a ustedes como maestros y gestores, y a mí como maestra de maestros, nos aguardan nuevas y nada pequeñas tareas de superación profesional. No es pues detenernos porque alcanzamos una licenciatura, una maestría o un doctorado. No! Es permanecer en espíritu de aprender permanentemente tanto de lo que enseñamos como de la pedagogía y la didáctica que se desenvuelve en nuestro quehacer magisterial. La consigna es pues que hasta el fin de los tiempos viviremos todos—cuanto más los maestros—en capacitación permanente. Y todo esto lo que significa es que la simple curiosidad y el permanente deseo de saber, genera una obsesiva y sana necesidad de aprender.

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Ustedes probablemente habrán oído hablar de Peter Drucker, el gurú del mundo de los negocios, que en La Sociedad Pos capitalista plantea la necesidad de que el aprendizaje sea una actividad vitalicia, no algo que termina cuando uno está crecido o adulto. Y créanme que las aulas tendrán que organizarse para el aprendizaje vitalicio. En la época en que yo estudié, la escuela era una institución para niños y adolescentes. A lo largo de los años esto ha cambiado y vemos cómo la escuela se ha convertido en una institución que también sirve a adultos. Por eso concluyo diciéndoles que la asignatura que con más énfasis debe enseñarse es y seguirá siendo: seguir siempre aprendiendo.

Y estas consideraciones, mis queridos maestros y maestras, no son exclusivas para el área de la educación inicial, básica y media. No, son también más que válidas para la formación del docente de los centros de educación superior y de los centros de educación para el trabajo. Porque es que tiene que producirse una transformación también extraordinaria del docente de los centros de educación superior. Ya hace más de ocho o nueve años en la UASD su Consejo Universitario aprobó que para ingresar en ese centro como profesor, hay que tener por lo menos un postgrado en la especialidad propia.

Esa es la línea correcta. Y lo mismo aplica, repito, para el ámbito de la educación para el trabajo con sus talleres bien instalados y su educación técnico profesional que permite rápidamente dominar un oficio que prepara para el ingreso inmediato al mercado laboral. Es más, en el pasado sólo se le pedía al profesor universitario, cuando más, que fuera un excelente conocedor de su especialidad. Hoy, se le exige también gran competencia y actualización—y aun mayor—junto con algo que estuvo inexplicablemente ausente de su formación y de su ejercicio profesional: ser un buen comunicador y tener una A en la didáctica de su especialidad. No es lo mismo, amigos míos, saber economía que enseñar economía. En el aula, no importa el nivel o la modalidad, no basta saber mucha matemática, hay que saber facilitar el aprendizaje de la matemática. Para ello hoy en día hay que estar al día en lo último de la tecnología.

Y qué decirles del aula virtual, por la que todos queremos pasar con frecuencia, siendo testigos privilegiados de una cirugía cerebral que se teletransmite desde una sala de cirugía de X país en Europa o Suráfrica, y en esta aula virtual interactuamos con los que dirigen la cirugía siguiéndola paso a paso. Hay muchas escuelas que tienen el sistema de cámaras instaladas en sus aulas y los padres y madres de sus alumnos siguen minuto a minuto el proceso de enseñanza que ocurre en la comunidad estudiantil de su hijo o hija. Pero… ¿ven

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ustedes por dónde marcha la tecnología y la necesidad de que el maestro esté preparado para ello?

La universidad dominicana de calidad, es decir, la que ofrece todo lo que hoy gira alrededor de una oferta educativa de calidad, son hoy líderes, mediante el aula virtual, no sólo en nuestro país sino en el Caribe y Centroamérica. Y en estos casos, debe ser el propio profesor titular el que más ayude a la nueva versión de sus cátedras. Sus libros de texto están siendo acompañados ahora con un CD complementario de ejercicios y soluciones de problemas. En las escuelas, centros de formación para el trabajo y universidades del futuro, los estudiantes serán en cierta medida sus propios instructores. Habrá menos clases y cátedras ya que los alumnos utilizarán como herramientas programas de computadoras. Es cierto que muchas materias—elementales y de estudios superiores—se aprenden hoy mejor por un programa o software en un ordenador. Pero les aseguro, de nuevo, que el maestro NO desaparece NI desaparecerá. El maestro, el profesor, dirige a esos estudiantes, los orienta, los estimula. Es hoy, y será siempre, su líder y guía.

Y ya finalizando, no quiero dejar de decirles lo siguiente.

En el 1992, estuvo por última vez en este territorio el más egregio de sus visitantes, uno de los dirigentes de nuestros 20 siglos de existencia, con más influencia en el mundo: Su Santidad Juan Pablo II, el Papa que más ha querido a la República Dominicana. Yo fui testigo privilegiado y viviente, de manera presencial, en una entrevista personal que sostuve con él. En ese entonces yo era la Secretaria de Estado de Educación y el área de Cultos estaba en nuestro dominio. La figura de Su Santidad el Papa Juan Pablo II se alzó sobre los contornos de la antigua ciudad de Santo Domingo como la estatua de Montesinos a la entrada del Ozama. Y con ese mismo ademán y actitud de quien lanza un grito a todo el Continente, dijo:

“Hago un apremiante llamado a los responsables de la cultura en América Latina para que intensifiquen sus esfuerzos a favor de la educación, que es llave maestra del futuro.”

Desde esta perspectiva proclamo yo también mi mensaje, con el recuerdo de uno de los momentos más gratos de mi vida espiritual, personal y profesional.

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En la educación, mis queridos educadores católicos, está el futuro de la República Dominicana: nuestro país será lo que sean nuestras gentes! Pero no tendremos la educación que necesitamos, sin un ejército de maestros y maestras, de profesores, de facilitadores y de instructores que comulguen con estos principios y con estos postulados, que estén imbuidos de un espíritu de moral, de un espíritu de ética, de un espíritu de conocimientos que estén dispuestos a compartir. Hablo de instructores que hagan suya la Misión 1000 X 1000: 1000 Horas de Docencia en Cantidad…1000 Horas de Docencia en calidad, convencidos de que ¡Juntos, Podemos!

En nuestra educación católica se doblan estos compromisos y les aseguro que todos los sueños que construimos para nuestra patria, al despertarnos y dedicarnos a trabajar para conseguirlos, para hacerlos realidad, se facilitarán, se viabilizarán, si encaminamos nuestras acciones pedagógicas y de gestión, de dirección, orientadas al servicio a Dios, a la proclamación de Su Palabra, a través de la educación que brindamos a los hijos de nuestro pueblo.

Que Dios les bendiga a todos…que bendiga a sus familias…que bendiga su trabajo…y que bendiga nuestro país tan necesitado de Sus Bendiciones y de Su Guía en estos tiempos. Que Su Amor se manifieste en nuestras obras y prevalezca en el corazón de nuestros educandos!

Muchas gracias!

Jacqueline MalagónSanto Domingo, D. N.24 de abril, 2009