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Capítulos 48 - 74

Curso Descubre Don Quijote de la Mancha: Capítulos 48-74, Parte II - donquijote.ufm.edu

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Capítulos 48 - 74

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La presente es una guía de la estructura del MOOC Descubre Don Quijote de la Mancha de la Universidad Francisco Marroquín que contiene una descripción detallada del contenido y actividades a desarrollar durante la Parte II del curso dividida en 3 módulos.

A través de ésta guía se pretende facilitar el proceso de mediación pedagógica de las instituciones educativas interesadas en la enseñanza de la literatura y las humanidades por medio de la mejor novela de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha.

Curso gratuito, masivo, abierto y en líneadonquijote.ufm.edu

Parte I1 - 52

Parte II1 - 74

2 Descubre Don Quijote de la Mancha

donquijote.ufm.edu

Curso Descubre Don Quijote de la Mancha

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Descubre Don Quijote de la Mancha es un curso MOOC (curso gratuito, masivo, abierto y en línea) de la Universidad Francisco Marroquín que tiene como objetivo impulsar la enseñanza de las humanidades por medio de la mejor novela de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha.

El curso consiste en una serie de glosas detalladas de la primera y segunda parte de la novela de Miguel de Cervantes y Saavedra. El profesor Eric Clifford Graf presenta una serie de eventos y problemas importantes de la novela, ya que es un texto magistral del renacimiento con alusiones a Platón, Aristóteles, la Biblia y la Escuela de Salamanca.

El curso se imparte de forma asincrónica a través de la plataforma Open Edx y diversos recursos educativos como: vídeos disponibles en el canal de YouTube, transcripción de los vídeos en formato descargable, audios de las lecturas, evaluaciones, foros de discusión y sesiones en vivo.

Página descriptiva e inscripción: donquijote.ufm.edu

• Descripción del curso• ¿Por qué aprender sobre Don Quijote de la Mancha?• Acerca de la Universidad Francisco Marroquín• Profesor Eric Clifford Graf• Programa académico• Contenido de la Parte II• Actividades de la Parte II

Índice

Descripcióndel curso

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3 Descubre Don Quijote de la Mancha

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“ “

La Universidad Francisco Marroquín tiene como misión enseñar y difundir los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad de personas libres y responsables. En los últimos años la universidad se ha preocupado por utilizar tecnologías innovadoras para enriquecer la experiencia de aprendizaje dentro y fuera del campus de estudios.

Acerca deUniversidad Francisco Marroquín

“No toda la vida se puede dedicar a los asuntos graves, como los negocios o el aprendizaje técnico. De vez en cuando es importante reírse y disfrutar del ocio. En la medida que Don Quijote entretiene y enseña, vale la pena y es útil. Además, como la libertad del individuo está entre los valores principales de ese libro, estudiarlo es, por definición, mejorar la condición humana”.

–Profesor Eric Clifford Graf

¿Por qué aprendersobre Don Quijote de la Mancha?

El programa que ustedes ofrecen es verdaderamente increíble. En la matrícula del programa para el Adulto Mayor en el Municipio de Rionegro Antioquia, Colombia nos hemos animado a inscribir a un grupo de literatura donde empezaremos con Don Quijote de la Mancha. Es un grupo con algunas limitaciones visuales, con poco conocimiento de Internet o baja lecto-escritura, pero la metodología que ustedes ofrecen, a través de vídeos, nos permite adaptarlo a nuestro grupo de 2,800 personas. Quisiera que todos conozcan esta magna obra de Miguel de Cervantes

Julian Salazar CorreaAbogado UCO / Trabajador Social UPB

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Eric Clifford Graf es catedrático de literatura en la Universidad Francisco Marroquín. Se doctoró en literatura española en la Universidad de Virginia (1997). Ha sido profesor de literatura española en las universidades de Smith, Illinois en Urbana-Champaign, Chicago, William & Mary y Wesleyan. Sus áreas de especialización incluyen: literatura española medieval y moderna, filosofía renacentista, historia de la novela y teoría literaria, política, cultural y económica. Además de su libro Cervantes and Modernity (Bucknell University Press, 2007) y sus múltiples ensayos sobre poesía, teatro y narrativa de Miguel de Cervantes. También ha publicado en revistas académicas sobre El poema de mio Cid, Garcilaso de la Vega, Juan de Mariana, El Greco, San Juan de la Cruz, Pedro de Calderón, José de Cadalso, Vicente Aleixandre, Julio Cortázar.

Página webhttp://ufm.academia.edu/EricGraf

Ensayos publicados en Amazonhttp://www.amazon.com/Cervantes-Modernity-Four-Essays-Quijote-ebook/dp/B00OM9MJJA/

ProfesorEric Clifford Graf

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@DonQuijoteUFM

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El curso MOOC Descubre Don Quijote de la Mancha aborda la primera parte (52 capítulos) y segunda parte (74 capítulos) de la obra Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. El curso completo está constituido por 6 insignias que el estudiante obtiene al avanzar en el contenido, a través de los recursos de aprendizaje.

Duración18 semanas con un total de 75 horas de dedicación.

DivisiónPalmerín de Inglaterra (Capítulos 1-14 del libro)Tirante el Blanco (Capítulos 15-28 del libro)Amadís de Gaula (Capítulos 29-52 del libro)

Tiempo de dedicación5 horas por semana

IdiomaTodo el material del curso está disponible en Español / Inglés

CertificaciónOptativa

Duración21 semanas con un total de 75 horas de dedicación.

DivisiónSantiago Matamoros (Capítulos 1-23 del libro)San Jorge (Capítulos 24-47 del libro)San Martín de Tours (Capítulos 48-74 del libro)

Tiempo de dedicación5 horas por semana

IdiomaTodo el material del curso está disponible en Español / Inglés

CertificaciónOptativa

Parte I - Capítulos 1 al 52 Parte II - Capítulos 1 al 74

Programaacadémico

6 Descubre Don Quijote de la Mancha

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• Asincrónica: El estudiante puede avanzar a su ritmo y en el horario de su conveniencia.• El estudiante puede consultar las lecciones y el material las veces que necesite.• Los módulos se aperturan de forma cronológica y dosificada para facilitar el aprendizaje de los estudiantes.• El contenido de cada módulo se activa de forma semanal y el estudiante recibirá notificaciones a su correo electrónico.

• La primera parte del curso (3 insignias) tiene una duración de 18 semanas.• La segunda parte del curso (3 insignias) tiene una duración de 21 semanas.• Se estima una dedicación de 80-95 horas por cada parte del curso.

Metodología

Duración

Específicas• Habilidad de identificar los elementos simbólicos y su significado dentro de los capítulos del libro de Don Quijote de la Mancha.• Capacidad de análisis y síntesis del contenido dentro de cada capítulo de la novela.

Competencias

Estrategiade enseñanza - aprendizaje

7 Descubre Don Quijote de la Mancha

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• La inscripción, acceso a los contenidos y recursos educativos del curso son gratuitos y de uso libre bajo licencias Creative Commons.

El estudiante tendrá a su disposición una serie de recursos de aprendizaje en diversos formatos. • Vídeos que presentan el contenido expuesto por el profesor.• Material en formato PDF o MP3 disponible para descargar.• Evaluaciones dinámicas que apoyan el proceso de comprensión del curso.• La obra completa en versión digital dentro de la plataforma. • Foros de análisis e interpretación de la obra a través de imágenes. • Sesiones en vivo para interactuar con el profesor.

Recursos de aprendizaje

• El estudiante puede optar a una certificación de USD $20 por cada módulo del curso Descubre Don Quijote de la Mancha.

• Se obtiene un certificado digital que puede compartirse con amigos y colegas a través del sistema de Open Badges.Certificación

Instrumentales• Capacidad de abstracción, análisis y síntesis.• Capacidad de comunicación escrita a través de los recursos en la plataforma y las sesiones en vivo.• Habilidad en el uso de tecnologías de la información y de la comunicación.• Habilidades para buscar, procesar y analizar información.• Capacidad de aplicar los conocimientos en la práctica.

Interpersonales• Habilidad para trabajar en forma autónoma.• Valoración y respeto por la diversidad y multiculturalidad.• Compromiso ético.• Capacidad crítica y autocrítica.

Sistémicas• Capacidad de aprender y actualizarse permanentemente.• Capacidad para motivar y conducir hacia metas comunes.

Costo

Competencias

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Descubre Don Quijote de la Mancha

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Lección 20: Otro lugar ameno 67

Lección 21: Roque Guinart 69

Resumen: capítulos 59 - 61 77

Resumen: capítulos 57 - 58 65

Lección 22: Claudia Jerónima 71

Lección 23: La justicia distributiva de Roque 73

Capítulos 48 - 49

Resumen: capítulos 51 - 53 39

Resumen: capítulos 48 - 50 26

Lección 6: «¡Gobiernito tenemos!» 23

Lección 7: Sancho resuelve una paradoja 28

Capítulos 50 - 53

Lección 8: «Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza» 30

Lección 11: La dimisión de Sancho 36

Lección 9: Don Quijote propone un «repto» 32

Lección 10: La segunda carta de Teresa Panza 34

Capítulos 58 - 62

Lección 17: La queja de Altisidora 55

Lección 18: La libertad y cinco santos SÍ, CINCO (5) 58

Lección 19: La fingida Arcadia y los «toros bravos» 61

Lección 24: «Este es don Quijote de la Mancha» 79

Capítulos 54 - 57

Lección 13: «Libertad de conciencia» 44

Lección 12: Ricote 41

Lección 15: El combate entre don Quijote y Tosilos 49

Resumen: capítulos 54 - 56 51

Lección 14: Sancho Panza y su asno caen en una cueva 46

Parte IICapítulos 48 - 74

Indice

Lección 1: El encuentro entre don Quijote y doña Rodríguez 12

Lección 2: La historia de doña Rodríguez 14

Lección 3: Doña Rodríguez pide ayuda a don Quijote 16

Lección 4: Sancho resuelve tres casos 18

Lección 5: La ronda de noche 20

Lección 16: Don Quijote y Sancho se marchan al palacio ducal 53

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Descubre Don Quijote de la Mancha

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Lección 29: La derrota final de don Quijote 93

Resumen: capítulos 71 - 74 133

Resumen: capítulos 67 - 70 121

Lección 35: Los cerdos en Don Quijote 109

Resumen: capítulos 62 - 63 91

Resumen: capítulos 64 - 66 103

Lección 36: Sancho, martirio de nuevo 112

Capítulos 63 - 65 Capítulos 70 - 74

Capítulos 66 - 69

Lección 25: Don Quijote y «la cabeza encantada» 82 Lección 37: «¡Viva es Altisidora! ¡Altisidora vive!» 115

Lección 30: La conclusión de la historia de Ana Félix y don Gregorio 95

Lección 26: «La emprenta» y «los señores inquisidores» 84

Lección 39: La negociación final entre don Quijote y Sancho Panza 123

Lección 32: Tosilos, cartero 100

Lección 28: Ana Félix 88

Lección 41: Don Quijote se vuelve lúgubre y supersticioso 128

Lección 42: «Alonso Quijano el Bueno» 130

Lección 34: La parodia pastoril 107

Lección 38: La cura para el mal de amores es el trabajo honesto 117

Lección 31: El discurso de Ricote sobre la expulsión 98

Lección 27: Más galeotes 86

Lección 40: La séptima posada 125

Lección 33: Arcadia de nuevo 105

Parte IICapítulos 48 - 74

Actividades 134

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“...y ni la luz es más persistente que la corriente del discurso femenino.”

—Edwin Abbot, Planilandia

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El encuentro entre don Quijote y doña RodriguezE l capítulo cuarenta y ocho de DQ 2 cuenta el encuentro absurdo pero intenso entre dos de los personajes más viejos de la

novela: DQ y doña Rodríguez. En un primer nivel, percibimos un aumento de la presencia femenina. Al igual que en Sierra Morena en DQ 1, las acciones y deseos de las mujeres predominan en Aragón, lo que sirve de preludio a los papeles de Teresa,

Altisidora, Ana Félix y Claudia Jerónima en la segunda mitad de DQ 2. En un segundo nivel, tanto el caos que sobreviene como los ecos del enfrentamiento entre moros y cristianos nos recuerdan el encuentro de DQ con Maritornes en DQ 1. En un tercer nivel, nótese la díada simbólicamente sexual formada por doña Rodríguez y DQ. Como unos antiguos amantes cruzándose en la noche, se asustan el uno al otro –cada uno es descrito como un «fantasma»–, pero luego llegan a un acuerdo y se toman de las manos en una ceremonia de boda platónica y privada que hace que nuestro autor moro comente: «Aquí hace Cide Hamete un paréntesis y dice que por Mahoma que diera por ver ir a los dos así asidos y trabados desde la puerta al lecho la mejor almalafa de dos que tenía».

Rodríguez busca la ayuda de DQ y lo visita en su habitación sin anunciarse. Según abre con llave la puerta, el primer pensamiento del hidalgo, al igual que en el episodio de Maritornes, es que «la enamorada doncella venía para sobresaltar su honestidad». Le hace un juramento neoplatónico a Dulcinea: «la mayor hermosura de la tierra... la que tengo grabada y estampada en la mitad de mi corazón». También recuerda el tema de la metamorfosis que siempre acompaña a Dulcinea, y proclama su amor sin importar su condición actual, bien siendo la campesina tobosona de DQ 2.10, bien una ninfa de Garcilaso, o bien la mujer de la Cueva de Montesinos de DQ 2.35: «ora estés, señora mía, transformada en cebolluda labradora, ora en ninfa del dorado Tajo, tejiendo telas de oro y sirgo compuestas, ora te tenga Merlín o Montesinos donde ellos quisieren». La técnica narrativa simultánea de Cervantes subraya la relación entre el estado incierto de Dulcinea y la extraña visita de Rodríguez: «El acabar estas razones y el abrir de la puerta fue todo uno».

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A continuación, tenemos una imagen increíble de DQ de pie sobre su cama, mirando desde arriba a Rodríguez «desde su atalaya». Se santigua de miedo. Según se aproxima ella, quien también está sorprendida, deja caer la vela que lleva, y se quedan a oscuras. Cuando Rodríguez intenta huir, DQ le pide que se identifique, insinuando que es un espíritu del Purgatorio, otro tema importante en DQ 2: «Si eres alma en pena, dímelo». Incluso afirma que su profesión de caballero errante le exige salvarla: «aun hasta hacer bien a las ánimas de purgatorio». Cómicamente, él le hace prometer que no es una alcahueta. En respuesta, Rodríguez asegura que no es tan vieja como para no tener el alma en el cuerpo y todos sus dientes. También menciona a «esta tierra de Aragón», con lo que este extraño encuentro está relacionado con la geografía de España.

El episodio tiene ahora implicaciones sexuales. Cuando Rodríguez se va a conseguir otra vela, DQ duda de su propia castidad, arguyendo que el diablo esté tal vez intentando tentarlo. Gracias al acceso del narrador a los pensamientos más privados de DQ, nos enteramos de que es virgen: «¿Y quién sabe si esta soledad, esta ocasión y este silencio despertará mis deseos que duermen, y harán que al cabo de mis años venga a caer donde nunca he tropezado?». DQ salta de la cama para cerrar la puerta, pero ella regresa. Ahora es su turno para sospechar de que puede haber algo sexual: «¿Estamos seguras, señor caballero? Porque no tengo a muy honesta señal haberse vuesa merced levantado de su lecho». DQ le pregunta lo mismo: «Eso mesmo es bien que yo pregunte, señora... y, así, pregunto si estaré yo seguro de ser acometido y forzado». Señala lo impropio de la situación: «porque ni yo soy de mármol, ni vos de bronce, ni ahora son las diez del día... y en una estancia más cerrada y secreta que lo debió de ser la cueva donde el traidor y atrevido Eneas gozó a la hermosa y piadosa Dido». Otra cueva tenemos. Y nótese cómo DQ es feminizado de nuevo, y cómo Cervantes ha invertido el mismo encuentro entre Eneas y Dido previamente aludido por Altisidora. Esto es tan hilarante y extraño que Cide Hamete realiza un comentario sarcástico. Para aquellos de nosotros que ya somos viejos, hay aquí algo descorazonador.

«¿Estamos seguras, señor caballero? Porque no tengo a

muy honesta señal haberse vuesa merced levantado de su lecho»

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La historia de doña RodriguezL a historia que cuenta Rodríguez tiene tres partes: su juventud, la muerte de su marido y la seducción de su hija por parte

de uno de los vasallos del Duque. Su narrativa revisa los temas más importantes de la novela. Reaparece el tema norte-sur de los conflictos étnicos y religiosos. Estamos en Aragón y, gracias a la intervención del moro Cide Hamete, regresamos a la

resistencia medieval de los cristianos visigodos en el lejano norte. Como Ruy Díaz de Viedma en DQ 1.39, Rodríguez nació en la región de «la Montaña de León», asociada con la nobleza española más pura, según ella dice, «las Asturias de Oviedo, y de linaje». Hay también resurgimientos de la difícil transición del feudalismo al capitalismo de mercado temprano que encontramos en la solicitud de salario de SP a DQ. Los padres de Rodríguez la llevaron al Madrid moderno «a servir de doncella de labor a una principal señora». De modo que era una trabajadora con suficientes habilidades como para hacer dinero, pero también una sirviente a merced de la generosidad de su ama: «Quedé huérfana y atenida al miserable salario y a las angustiadas mercedes que a las tales criadas se suele dar en palacio».

La historia del matrimonio de Rodríguez y la muerte de su marido contiene términos picarescos. Su marido era un «escudero» donde ella servía, pero dice que también era honorable: «hombre ya en días, barbudo y apersonado, y, sobre todo, hidalgo como el rey, porque era montañés». Como en algún otro lugar en DQ, esta constante insistencia en la pureza cristiana hace que dudemos de ella. Rodríguez tenía una aventura amorosa con este hombre, pero cuando su ama lo supo, le obligó a casarse con él. La frase que Rodríguez usa aquí es un eco del campesino corrupto que realizó una petición en la corte de SP: «nos casó en paz y en haz de la santa madre Iglesia Católica Romana». Recordemos que, en el caso del peticionario, las apariencias externas de su hijo y de Clara Perlerina eran tan grotescas que su afirmación de pureza era ridícula. La historia de Rodríguez parece más realista, menos absurda, ¿pero es, en realidad, tan diferente?

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La muerte del marido de Rodríguez sucede después de un evento espeluznante en las calles de Madrid. Rodríguez estalla en lágrimas, recordando la majestuosidad con la que su marido acompañaba a su ama sobre su mula: «¡Válame Dios, y con qué autoridad llevaba a mi señora a las ancas de una poderosa mula!». Es una versión trágica de la violenta mula que pateó al barbero en el argumento de Micomicón en DQ 1.29, al igual que la sorprendente caída de Dulcinea en DQ 2.10. Nótese, también, el hiperbólico énfasis en el color de la montura: «¡negra como el mismo azabache!». Los lectores del Lazarillo de Tormes reconocerán esta alusión a la raza. También está presente el conflicto norte-sur de la España medieval en la escena subsiguiente, que tiene lugar en «la calle de Santiago en Madrid», concretamente en «la Puerta de Guadalajara», un mercado al aire libre frecuentado por pícaros.

El abuso sufrido por el marido de Rodríguez deja ver el privilegio de las jerarquías que Cervantes tanto critica. El escudero gira su mula hacia un magistrado de la corte como signo de respeto, pero esto hace enfadar a su ama, a quien Rodríguez llama «mi señora doña Casilda», lo que es una alusión a santa Casilda de Toledo, una devota medieval de san Vicente de Zaragoza. Nótese la trayectoria de la novela en esta alusión. La arrogancia de doña Casilda crece (como hemos visto recientemente con SP) hasta que ataca al marido de Rodríguez. Como justicia poética, ella cae de la mula: «llena de cólera y enojo, sacó un alfiler gordo o creo que un punzón del estuche, y clavósele por los lomos, de manera que mi marido dio una gran voz y torció el cuerpo de suerte que dio con su señora en el suelo». El marido de Rodríguez busca atención médica «en casa de barbero» y doña Casilda se ve obligada a ir a casa caminando. ¿Recordáis cuando SP fue obligado a caminar en DQ 1?

«hombre ya en días, barbudo y apersonado, y,

sobre todo, hidalgo como el rey, porque era montañés»

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Doña Rodriguezpide ayuda adon QuijoteE l aspecto más extraño de la historia es lo que muchos ven como otro desliz de la pluma o un error del impresor: «mi señora

la duquesa le despidió, de cuyo pesar sin duda alguna tengo para mí que se le causó el mal de la muerte». ¿Acaso Cervantes no ha aprendido la lección de la primera parte, confundiendo ahora inadvertidamente al ama anterior de Rodríguez

con la Duquesa que ahora sirve? No puede ser. Doña Casilda es, de hecho, nuestra Duquesa innombrada, y el punto es que tiene un pasado moralmente vergonzoso y simbólico. Consideremos, por ejemplo, que la santa Casilda real fue una mujer musulmana que manifestó caridad hacia los cristianos, mientras que la Duquesa de la historia de Rodríguez abusa de sus sirvientes, cuyas impurezas aluden a la inferioridad de los moriscos.

Finalmente, Rodríguez le cuenta a DQ por qué está buscando su ayuda: «como yo tuviese fama de gran labrandera, mi señora la duquesa, que estaba recién casada con el duque mi señor, quiso traerme consigo a este reino de Aragón, y a mi hija ni más ni menos». Su hija tiene diferentes talentos, como Dorotea, y, otra vez, Rodríguez utiliza frases contradictorias para enfatizar su pureza de sangre: «De su limpieza no digo nada, que el agua que corre no es más limpia». La hija se enamora del hijo de un rico granjero, y, al igual que Dorotea y Fernando, «no sé cómo ni cómo no, se juntaron, y debajo de la palabra de ser su esposo burló a mi hija». Rodríguez se ha quejado ante el Duque, pero él la ha ignorado –«hace orejas de mercader y apenas quiere oírme»– porque el rico mercader le ha dado préstamos y le ha garantizado otros, por lo que no se quiere arriesgar a perder su línea de crédito: «es la causa que como el padre del burlador es tan rico y le presta dineros y le sale por fiador de sus trampas por momentos, no le quiere descontentar». Nótese aquí esta vuelta, tan típica de Cervantes, a la realidad materialista y burguesa.

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Así que doña Rodríguez quiere que DQ arregle este mal. Es más, afirma que Altisidora no es lo que parece –«no es todo oro lo que reluce»–, y que tiene envidia de la belleza de su hija. Entonces calumnia a la Duquesa, quien, a pesar de su belleza (como la madre de Marcela, su cara contiene al sol y a la luna), tiene dos incisiones en las piernas «por donde se desagua todo el mal humor de quien dicen los médicos que está llena». ¡Asqueroso! DQ acepta la palabra de Rodríguez, a pesar de que él opina que «tales fuentes y en tales lugares no deben de manar humor, sino ámbar líquido». Esto recuerda su objeción a la calumnia de Dulcinea por parte de los mercaderes de Toledo en DQ 1.4. El capítulo finaliza cuando la puerta de la habitación se abre con un golpe de viento, la vela de Rodríguez se apaga y se quedan a oscuras «como boca de lobo, como suele decirse». Rodríguez y DQ son abofeteados y pinchados durante casi media hora antes de la retirada de los «fantasmas».

Regresamos al gobierno de SP en el capítulo cuarenta y nueve. La novela que estamos leyendo es una ficción, pero también debemos recordar que la mayor parte de los personajes de la isla de SP están actuando, y la mayor parte de su gobierno es una farsa con guión. En otras palabras, nos enfrentamos a otra extensión de la estructura de mise-en-abyme de DQ: Cide Hamete es, supuestamente, el último autor, y los traductores y narradores proporcionan marcos adicionales entre él y nosotros; pero ahora vemos que dentro de este confuso texto, algunos personajes ubican a otros personajes dentro de aún otros marcos narrativos. En este caso, podríamos identificarnos con el Duque y la Duquesa, sintiéndonos privilegiados y más conocedores cara a cara con SP. Pero los Duques son solo personajes en la novela de Cervantes, así que tal vez podríamos reflexionar sobre nuestra propia situación. Como dice el mayordomo del Duque: «las burlas se vuelven en veras y los burladores se hallan burlados». También, como la obra dentro de la obra en Hamlet, Cervantes apunta su mise en abyme en un problema político, valiéndose todos estos marcos como una señal para nosotros: “¡Mirad aquí! El reinado de Sancho en Barataria es el epicentro definitivo de la segunda parte de mi novela”.

Tiene dos incisiones en las piernas «por donde se desagua todo el mal humor de quien dicen

los médicos que está llena»

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Sanchoresuelve tres casosA l comienzo del capítulo cuarenta y nueve, la sofisticada reflexión de SP sobre su experiencia como mandatario maravilla a

todo el mundo. Anticipando la noción moderna del capitalismo de amigotes, SP observa lo difícil que es resistirse a «las importunidades de los negociantes». Se da cuenta de cómo los ciudadanos se encolerizan cuando no reciben limosna de

sus gobernantes: «les maldicen y murmuran... y aun les deslindan los linajes». El resentimiento populista y el racismo socavaban a la gente poderosa en la temprana España moderna. Cervantes, entonces, vuelve al deseo de SP de comer el cocido tradicional español, «ollas podridas», que deben recordar la pena de SP por la pérdida de «las ollas de Egipto» en la boda de Camacho (cf. DQ 2.22). Dicho de otra manera, SP ha pasado de ser rey a ser faraón. Irónicamente, sin embargo, reivindica el valor de la igualdad: «cuando Dios amanece, para todos amanece».

Las contradicciones de ser un mandatario quedan manifiestas en Barataria. El camarero de SP le informa que la gente aprecia «el suave modo de gobernar que en estos principios vuesa merced ha dado». Pero SP alude de nuevo al símbolo picaresco sine qua non: «vuelvo a decir que se tenga cuenta con mi sustento y con el de mi rucio, que es lo que en este negocio importa». Entonces, él mismo da pie a una patrulla noctura –«vamos a rondar» (Cf. El médico de su honra de Calderón)–, para purificar Barataria «de todo género de inmundicia y de gente vagamunda». Esta alegoría es política: «la gente baldía y perezosa es en la república lo mesmo que los zánganos en las colmenas, que se comen la miel que las trabajadoras abejas hacen».

De nuevo, SP resuelve tres casos específicos. El primero implica apuestas. Un testigo de un juego de cartas pide una propina a un hombre que ganó 1.000 reales. El apostador le acusa al testigo de extorsión, y se niega a pagarle la tradicional propina. Los lectores cuidadosos notarán que el testigo es corrupto. Y los lectores más cuidadosos aún notarán que, cuando SP decide que el apostador debe

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pagar 130 reales, esta es la cantidad exacta de dinero que estaba en tela de juicio entre el acreedor y el deudor en DQ 2.45. Cuando SP contempla prohibir las casas de apuestas, o casinos, un escriba le señala que es mejor regularlas. Esta discusión se ve interrumpida por el segundo caso de la noche. Aquí investigamos los límites del poder real en un episodio que recuerda las galeras de esclavos de DQ 1.22, y anticipa los debates modernos sobre los derechos de los ciudadanos que se enfrentan a la policía. Nótese cómo el hombre es presumiblemente culpable. De acuerdo al oficial que lo ha arrestado: «comenzó a correr como un gamo: señal que debe de ser algún delincuente». El hombre es descarado y, por eso, SP, quien se comporta como un rey absolutista –«yo soy el aire»–, lo manda a la cárcel. El caso se decide según un tecnicismo cuando el arrestado le dice al gobernador que él podrá controlar su cuerpo, pero no su mente: «Por más poder que vuestra merced tenga... no será bastante para hacerme dormir en la cárcel». SP está furioso –«¿tienes algún ángel que te saque?»–, pero le deja marchar cuando entiende el punto literal que el hombre intenta transmitirle, y es que los «grillos y cadenas» no le pueden obligar a dormir si él se mantiene despierto. Hay aquí una defensa de la libertad de conciencia religiosa. Sin embargo, el consejo final que SP le da al hombre evidencia una verdad pragmática: «de aquí adelante no os burléis con la justicia, porque toparéis con alguna que os dé con la burla en los cascos». ¡No huyáis de la policía!

«la gente baldía y perezosa es en la república lo mesmo que los zánganos en las colmenas, que se comen la miel que las trabajadoras abejas hacen»

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El último caso de SanchoE l último caso de la noche es el más extraño de todos. El narrador nos deja saber que, al contrario que en otros casos, este no

está planeado por los secuaces del Duque: «los consabidores de las burlas que se habían de hacer a Sancho fueron los que más se admiraron, porque aquel suceso y hallazgo no venía ordenado por ellos». Con la ayuda de su hermano, una joven

escapa de su casa, en donde el padre la había recluido. Ella se vistió de hombre y su hermano de muchacha, para que ella pudiera ver el mundo exterior. La joven está triste, pero SP despacha todo como si fuera una broma infantil y manda a los hermanos de vuelta a la casa del padre. Esta confusión de géneros causada por un intercambio de vestimentas es una referencia tanto a las antiguas novelas bizantinas como a muchas obras teatrales del momento.

Una vez más, Cervantes nos muestra los problemas sociales mientras nos distrae con complejos detalles narrativos. Los lectores atentos notarán tres aspectos extraños en la historia de la joven. Primero, ¿por qué el hermano se viste de chica? Nadie lo dice. Segundo, tal y como SP señala, la joven afirma que «la fuerza de unos celos ha hecho romper el decoro que a la honestidad se debe», pero el tema de los celos no vuelve a aparecer en su historia. Tercero, la muchacha establece primero que su padre es «Pedro Pérez, el arrendedor», pero luego cambia de opinión, insistiendo en que su padre auténtico es «Diego de la Llana... un hidalgo principal y rico». La única explicación que da sobre esta confusión es que ese Pedro Pérez «suele muchas veces ir en casa de mi padre». Pero esto solo nos lleva a la pregunta de por qué dijo primeramente que el tal Pérez era su padre. ¿Tuvo la mujer de Llana una aventura? Todo esto es muy raro. Y, para colmo, el camarero de SP planea pedir al padre de la joven su mano en matrimonio y, encima, el mismo SP cree que el hermano de la muchacha sería un buen marido para su propia hija, Sanchica.

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¿Qué está pasando aquí? Cervantes nos está dirigiendo otra vez hacia la expulsión de los moriscos y al conflicto entre moros y cristianos. También sugiere que el amor y el comercio de textiles representan soluciones posibles. Nótese el impacto platónico que tiene la joven en el camarero de SP, y nótese que ella tiene características orientales: «Habíase sentado en el alma del maestresala la belleza de la doncella, y llegó otra vez su lanterna para verla de nuevo, y parecióle que no eran lágrimas las que lloraba, sino aljófar o rocío de los prados, y aun las subía de punto y las llegaba a perlas orientales». Su vestido es también exótico: «recogidos los cabellos con una redecilla de oro y seda verde, hermosa como mil perlas... con unas medias de seda encarnada con ligas de tafetán blanco y rapaces de oro y aljófar; los greguescos eran verdes, de tela de oro, y una saltaembarca o ropilla de lo mesmo». Esto recuerda a Zoraida. Su hermano también: «No traía sino un faldellín rico y una mantellina de damasco azul con pasamanos de oro fino». Finalmente, el estado del primer padre de la muchacha como un recaudador de impuestos que visita habitualmente la casa de su segundo padre, quien es un rico hidalgo, nos recuerda la aversión del Duque por el deseo de la hija de Rodríguez de casarse con el hijo de un rico hidalgo. Los impuestos dependen del comercio, y el comercio requiere de las relaciones sociales. En mi opinión, Cervantes está diciendo que la riqueza de Aragón está siendo amenazada por una jerarquía social inflexible, un gobierno corrupto y el racismo.

«la fuerza de unos celos ha hecho romper

el decoro que a la honestidad se debe»

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“Lobo es el hombrepara el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”.—Plautus, Asinaria

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«¡Gobiernito tenemos!»E l capítulo cincuenta representa otra maniobra narrativa milagrosa. Toma la explicación de Cide Hamete sobre qué pasó

realmente en la habitación de DQ, cuando él y doña Rodríguez fueron atacados, y lo entrelaza junto con la llegada del paje del Duque y la Duquesa a la casa de SP, llevando regalos y cartas para Teresa. Una doble narrativa se convierte ahora en una triple

narrativa. Nos enteramos de que Altisidora y su amiga fueron las intrusas que vengaron la deslealtad de Rodríguez hacia la Duquesa, concretamente por el hecho de que ella había «echado en la calle el Aranjuez de sus fuentes». Por un lado, el discurso femenino continúa dominando la novela. Por otro, el narrador dice que las mujeres no son perfectas: «las afrentas que van derechas contra hermosura y presunción de las mujeres despierta en ellas en gran manera la ira y enciende el deseo de vengarse». Después, sabemos que el paje enviado a visitar a la familia de SP había representado la parte de Dulcina hechizada por Merlín. Así que las mujeres no son siempre lo que parecen.

La charla de Teresa y Sanchica en este episodio es un eco de la mezquindad de Altisidora y la Duquesa. Constantemente se regodean de su nuevo poder y estatus. Teresa presume –«¡Gobiernito tenemos!»– y se imagina humillando a sus rivales: «¡tómese conmigo la más pintada hidalga, que yo la pondré como nueva!». Sanchica fantasea con provocar la envidia de otros yendo a la corte en carroza «como si fuera una papesa»: «¡Mal año y mal mes para cuantos murmuradores hay en el mundo, y ándeme yo caliente, y ríase la gente!». Las dos mujeres incluso discuten sobre a quién corresponde el collar de coral enviado por la Duquesa. Sanchica: «mire que me ha de dar la mitad desa sarta». Teresa: «déjamela traer algunos días al cuello».

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Nótese el intercambio entre Teresa y la Duquesa. A los regalos de la Duquesa del collar y de la chaqueta verde de Sancho que se transformará en un vestido para Sanchica les sigue su petición de bellotas. Nótese también las alusiones del episodio a la rígida sociedad de castas que está siendo desmantelada por el comercio. Teresa es una figura como Cenicienta, que se rebela contra sus arrogantes vecinos: «las hidalgas... que piensan que por ser hidalgas no las ha de tocar el viento, y van a la iglesia con tanta fantasía como si fuesen las mesmas reinas, que no parece sino que tienen a deshonra el mirar a una labradora». Ve a la Duquesa como su aliada: «esta buena señora, con ser duquesa, me llama amiga y me trata como si fuera su igual». El paje, entonces, recalca el igualitarismo como una característica distintiva de la nobleza aragonesa: «las señoras de Aragón, aunque son tan principales, no son tan puntuosas y levantadas como las señoras castellanas, con más llaneza tratan con las gentes».

Cervantes también apunta a la ortodoxia religiosa. El collar que la Duquesa le regala a Teresa es la parodia de un rosario: «son corales finos las avemarías, y los padres nuestros son de oro de martillo». Del mismo modo, nuestro cura está tan estupefacto por todas las contradicciones que se convierte en un Tomás dudoso: «por una parte, veo y toco la fineza de estos corales, y, por otra, leo que una duquesa envía a pedir dos docenas de bellotas». El narrador nos dice que el cura y Carrasco se dan cuenta de que el paje se está burlando de las mujeres de SP. Sin embargo, el mismo narrador nos cuenta que los dos hombres están tan asombrados por el giro que han dado los acontecimientos que creen que han perdido la cabeza como DQ. Carrasco se dirige al paje en nombre de los dos: «aunque tocamos los presentes y hemos leído las cartas, no lo creemos, y pensamos que esta es una de las cosas de don Quijote nuestro compatrioto, que todas piensa que son hechas por encantamento; y, así, estoy por decir que quiero tocar y palpar a vuestra merced, por ver si es embajador fantástico o hombre de carne y hueso». La respuesta del paje es doble. Repite lo dicho por el narrador en DQ 2.10: «la verdad es la que he dicho, y es la que ha de andar siempre sobre la mentira, como el aceite sobre el agua». Entonces, en latín, cita un pasaje previo del mismo texto bíblico aludido por Carrasco: «operibus credite, et non verbis», es decir, demos crédito a las obras, no a las palabras (Juan 10.38).

Sanchica: «mire que me ha de dar la mitad desa sarta».

Teresa: «déjamela traer algunos días al cuello»

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Resumen Capítulos 45 - 47

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En el capítulo cuarenta y ocho, DQ experimenta una pesadilla de intrigas cortesanas, como resultado de rivalidades y difamaciones femeninas. La historia de Rodríguez repasa temas picarescos: los privilegios de las castas, las relaciones raciales y el comercio. En el capítulo cuarenta y nueve, SP se enfrenta a tres casos más que satirizan el poder político en Barataria. El último de estos es muy enigmático, debido a los planes de SP y su camarero de relacionar a sus familias mediante los matrimonios con un par de hermanos que se intercambian de vestimenta, y también debido a la confusión de la identidad del padre de la joven. El capítulo cincuenta se hace eco de este cambio social constante cuando la mujer y la hija de SP fantasean sobre su nuevo estatus. El perspectivismo y la ironía de Cervantes son tan radicales aquí que Carrasco y el cura están preparados para aceptar que la locura de DQ es reveladora. ¿Qué exactamente del reino de SP en Aragón está causando todo esto? Se supone que es una ilusión, pero tal vez está a la vista una verdad más grande. La duda bíblica de Tomás nos insta a pensar al respecto.

Recapitulemos

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“Una paz que fuera de verdad permanente sería lo mismo que una guerra permanente.Éste es el sentido verdadero (aunque la mayoría de los miembros del Partido lo entienden sólo de un modo superficial) de la consigna del Partido:LA GUERRA ES LA PAZ”.

—Emmanuel Goldstein, Teoría y

práctica del colectivismo oligárquico

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Sancho enfrenta a una adivinanza finalL os capítulos del cincuenta y uno al cincuenta y tres de DQ 2 concluyen el gobierno de Sancho en Barataria, es decir, el clímax

de la alegoría política de nuestra novela. Nótese que aquí la novela es decididamente epistolar. El capítulo cincuenta y uno comienza con un repaso de la meditación sobre política que realiza Cervantes hacia 1614. Primero, recuerda las políticas

en general, porque después de que SP haga sus rondas, el mayordomo pasa el resto de la noche escribiendo a los Duques sobre el paradójico gobierno del mandatario: «porque andaban mezcladas sus palabras y sus acciones, con asomos discretos y tontos». Segundo, Cervantes evoca la recién concluida narrativa bizantina amorosa de Barataria, después de que el camarero pasara la noche «ocupado el pensamiento en el rostro, brío y belleza de la disfrazada doncella». Finalmente, recuerda la metáfora de la medicina de la filosofía política clásica, ya que SP quiere comida, lo que a su vez le permite a Pedro Recio afirmar que «los manjares pocos y delicados avivaban el ingenio, que era lo que más convenía a las personas constituidas en mandos y en oficios graves». A modo de vistazo del cinismo de Cervantes, el narrador califica el razonamiento de Recio de sinsentido –«sofistería»– y nos cuenta que SP «en su secreto maldecía el gobierno».

Ahora SP se enfrenta a una adivinanza final. La última prueba de sus capacidades como gobernante es una paradoja filosófica, planteada para paralizar la habilidad para razonar de SP e inmovilizarlo como el asno de Buridán. Un extranjero le habla a SP sobre la finca de un noble, dividida por un río. Este señor ha colocado una horca y un tribunal en el extremo de un puente, y ha establecido una ley que dice que cualquiera que desee cruzar debe declarar previamente sus intenciones. Si el viajero dice la verdad, puede pasar; si miente, se le ahorca. Un hombre declara «que iba a morir en aquella horca que allá estaba». Esto es una paradoja: según la ley, si el juez deja al hombre libre, lo tienen que colgar, pero si lo cuelgan, entonces deberían dejarlo libre. SP actúa primeramente como Salomón cortando el bebé por la mitad (1 Reyes 3.16-28): «que deste hombre aquella parte que juró verdad la dejen pasar, y la que dijo mentira la ahorquen». Pero esta hilarante sofistería solo matará al hombre, rompiendo, por tanto, la ley: «será necesario que el tal hombre se divida en partes, en mentirosa y verdadera».

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Debemos fijarnos en dos cosas. Primero, el episodio evoca al bálsamo de Fierabrás en DQ 1.10, lo que sugiere que Cervantes siempre tuvo en mente ambas partes de la novela. Segundo, al igual que su humildad inicial en Barataria cuando rechazó aceptar el epíteto «don», la decisión final de SP completa otro aspecto del consejo de príncipes de DQ: en caso de equivocación, mejor errar del lado de la piedad. SP se dice esto a sí mismo: «que le dejen pasar libremente, pues siempre es alabado más el hacer bien que mal... se me vino a la memoria un precepto, entre otros muchos que me dio mi amo don Quijote la noche antes que viniese a ser gobernador desta ínsula, que fue que cuando la justicia estuviese en duda me decantase y acogiese a la misericordia». SP establece que el consejo de DQ fue creado para este caso en particular, «como de molde». El aforismo jurídico que se muestra aquí es «In dubio, pro reo», un principio de la justicia criminal: el defendido es inocente hasta que no se pruebe su culpabilidad.

El mayordomo del Duque compara al gobernante, favorablemente, con «el mismo Licurgo» y SP está orgulloso de haber resuelto el asunto de modo tan eficiente. Dice que «barras derechas», lo que significa “sin daño, no hay falta”. Tras la resolución de la paradoja del puente, el narrador anuncia el fin del gobierno de SP: «el mayordomo... pensaba concluir con él aquella misma noche haciéndole la burla última que traía en comisión de hacerle». Cervantes concluye la alegoría de Barataria con una declaración: el gobierno se enfrenta inevitablemente a paradojas, y una solución para ello es mostrar piedad siempre que sea posible. Pero podemos preguntarnos: ¿A quién tiene en mente? ¿Y el mostrar piedad no hará que la gente se aproveche de una tendencia que se basa en no cumplir la ley? Más tarde encontraremos respuestas parciales. Por ahora nos podemos dar cuenta de que Cervantes está pensando en la nobleza aragonesa de 1591 y en la población morisca del sudeste de España hacia 1609. Y recordemos el perspectivismo de nuestro autor: las decisiones más duras de la vida no son, por definición, sencillas.

«In dubio, pro reo»

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«Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza»R eforzando la idea de que el juego político ha terminado, una última carta de DQ llega a la corte de SP. Este le ordena a su

secretario que la mire por encima, a lo que él responde: «bien se puede leer en voz alta, que lo que el señor don Quijote escribe a vuestra merced merece estar estampado y escrito con letras de oro». El preámbulo de DQ muestra su orgullo

por la humildad de SP, la cual ha generado una metamorfosis. Alude a Salmos 113.7 y 1 Samuel 2.18 cuando da gracias al cielo: «el cual del estiércol sabe levantar los pobres». También alude a la milagrosa transformación de SP, quien pasa de ser un asno a convertirse en un ser humano: «Dícenme que gobiernas como si fueses hombre, y que eres hombre como si fueses bestia, según es la humildad con que te tratas». Hay más consejos sobre cómo evitar la caída en desgracia en el ámbito político: sé civilizado, asegúrate de que tu gente está alimentada, no emitas demasiados decretos, abraza la virtud y evita el vicio, recuerda el justo medio aristotélico y promueve la justicia y la rectitud en lo relativo a pesos y medidas en los mercados. Por encima de todo, SP debe revisar los consejos escritos de DQ. Entonces, DQ informa a SP sobre «un cierto gateamiento», le pregunta sobre si todavía piensa que el mayordomo es la condesa Trifaldi y da a entender el «negocio» de Rodríguez, que teme que hará enfadar a los Duques. Finalmente, DQ cita una máxima anti-utópica aristotélica en latín: «Amicus Plato, sed magis amica veritas», o “Platón es un amigo, pero la verdad es un mayor amigo”. Extrañamente, el hidalgo asume que SP ya ha aprendido esto por su experiencia gobernando. DQ era humanista idealista al comienzo de la carta, pero es un escolástico racional al final de la misma.

Típicamente, justo cuando localizamos una moraleja o nos identificamos con un personaje en DQ, Cervantes despliega su ironía y otras perspectivas que hacen que nos cuestionemos nuestras conclusiones. Tomemos la carta de SP. Mientras que la carta de DQ sugiere que el gobernante lo está haciendo bien, la respuesta de SP es ominosa. Ha ignorado algunos de los consejos de DQ en favor de la humildad y en contra del linaje. Concretamente, hace gala de su estatus social al no cortarse las uñas y al decidir casar a su hijo con la

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consternada hija de Diego de la Llana, porque este último es «hidalgo y cristiano viejo cuanto se quiere». Es más, a pesar de que está preocupado con mantener el orden en el mercado, todavía suena, a veces, corrupto. Por ejemplo, exagera su rechazo a los chanchullos y los sobornos –«Hasta agora no he tocado derecho ni llevado cohecho»–, pero entonces dice que adquirirá regalos para DQ, «de haldas o de mangas», esto es, honesta o deshonestamente. SP dice que no entiende a qué se refiere DQ con «gateado», aunque asume que implica a hechiceros. También expresa su preocupación por que DQ pueda enemistarse con sus nobles benefactores. Lo más extraño de todo es que SP envía a su amo «algunos cañutos de jeringas que para con vejigas los hacen en esta ínsula muy curiosos». Esto es una referencia a las vejigas del diablo en DQ 2.11, al hombre que inflaba perros en el prólogo a DQ 2 y al enema del Caballero del Febo en DQ 1.15.

Finalmente, llegamos a los edictos que SP impone a los ciudadanos de Barataria: «Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza». Perspectivismo: como en otras ocasiones durante el reinado de SP, este documento legal manifiesta una extraña combinación de sabiduría y estupidez. Las leyes de SP son prudentes, trágicas o absurdas, dependiendo del punto de vista. Tened en cuenta que muchas de estas leyes se mantenían en el tiempo de Cervantes. SP crea el oficio de «alguacil de pobres», quien se asegurará de que los mendigos no finjan su pobreza. Prohíbe las canciones eróticas y exige a los mendigos ciegos que documenten la autenticidad de los milagros de sus canciones. Aquí se manifiesta la actitud escéptica de Cervantes hacia el pensamiento religioso. Pero los precios y la interferencia gubernamental en el mercado están bajo un foco más importante. Las contradicciones legales de SP sugieren una sátira política. Por un lado, prohíbe el acaparamiento y la especulación. No es una buena política económica. Por otro lado, permite los precios de mercado en la importación de vinos, siempre y cuando estén adecuadamente catalogados: «para ponerle el precio según su estimación, bondad y fama». Y más aún, ¡ordena que el fraude en la venta de vinos sea penado con la muerte! Sus leyes más destructivas y profundamente irónicas incluyen la fijación de precios: «Moderó el precio de todo calzado, principalmente el de los zapatos, por parecerle que corría con exorbitancia; puso tasa en los salarios de los criados, que caminaban a rienda suelta por el camino del interese». Al igual que en el primer caso legal de SP, cuando el granjero le pidió al sastre que hiciera más y más gorros con la misma cantidad de tela, SP ha reducido ahora la calidad y acceso al calzado de los ciudadanos de Barataria. SP también ordena que haya un sueldo máximo para los sirvientes. Este es un gesto particularmente extraño, dado que nuestro escudero pide constantemente un salario a su amo.

«para ponerle el precio según su estimación,

bondad y fama»

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Don Quijote propone un duelo formalE n el capítulo cincuenta y dos, DQ desafía al hijo del banquero y vasallo del Duque a un duelo en defensa de la hija de doña

Rodríguez. Entonces, llegan dos cartas de Teresa Panza, una para la Duquesa y otra para su marido. El centro de todo esto es el conflicto entre los códigos de conducta pasados de moda del feudalismo y la movilidad social creciente del mundo moderno.

El narrador nos informa de que Cide Hamete informa de que DQ está harto de su existencia cortesana y anhela marchar hacia Zaragoza, donde planea «ganar el arnés que en las tales fiestas se conquista». Esto hace referencia a los juegos caballerescos que florecieron bajo Alfonso V, el Magnánimo, cuyo imperio incluyó Aragón, Barcelona, Nápoles, Sicilia, Mallorca, Cerdeña y Córcega. Resulta difícil separar la nostalgia por el reino de Alfonso V del estado de los Duques en el Ebro y el gobierno de SP en la Ínsula Barataria. También, Cervantes sugiere aquí que la fantasía caballeresca de DQ es más de naturaleza aragonesa que castellana.

Justo cuando DQ va a dejar a los Duques, doña Rodríguez entra en el vestíbulo del palacio con su hija. El narrador nos cuenta que Rodríguez está actuando por su cuenta, y que no es otro truco más de los nobles y sus empleados. Rodríguez habla “en fabla”, eso es, según el antiguo dialecto caballeresco al que se refiere DQ. Ella le pide a DQ que obligue al Duque a casar a su vasallo con su hija: «porque pensar que el duque mi señor me ha de hacer justicia es pedir peras al almo». Cuando el Duque acepta el duelo, usa un lenguaje jurídico y contractual. Rodríguez y su hija coinciden en que todas sus reclamaciones en contra del Duque serán resueltas por DQ: «pongan el derecho de su justicia en manos del señor don Quijote».

El duelo formal, o «repto», propuesto por DQ encarna la transición social del feudalismo al temprano mundo burgués moderno que hemos estado delineando. Obras como Las mocedades del Cid (1618), de Guillén de Castro, o Le Cid (1637), de Corneille, marcan también la domesticación de la nobleza en las cortes de los tempranos autócratas modernos (cf. La sociedad cortesana de Norbert Elias). En estos trabajos, el derecho aristocrático a solventar diferencias mediante duelos tiene una aparición final antes de ceder el paso al funcionalismo burocrático del estado moderno.

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Vemos algo similar en este capítulo. Es una reelaboración de la sumisión de don Fernando a las demandas de Dorotea en DQ 1, aunque en un nivel social inferior. Por un lado, DQ formula su desafío en nobles términos virgilianos: «el principal asumpto de mi profesión es perdonar a los humildes y castigar a los soberbios». Y el Duque promete proporcionar «campo seguro... guardando igualmente su justicia a cada uno, como están obligados a guardarla todos aquellos príncipes que dan campo franco a los que se combaten en los términos de sus señoríos». Por otro lado, DQ admite cómicamente que la solicitud de Rodríguez, en lo relacionado a su hija, es patética: «le hubiera estado mejor no haber sido tan fácil en creer promesas de enamorados». Es más, DQ rompe, en realidad, las leyes de la caballería. Técnicamente, no está permitido desafiar a un hombre que no es, al menos, tan hidalgo como uno mismo, por lo que: «renuncio mi hidalguía y me allano y ajusto con la llaneza del dañador y me hago igual con él, habilitándole para poder combatir conmigo». Entonces, debido a que el joven está ausente, el narrador nos dice que el Duque «acetaba el tal desafío en nombre de su vasallo».

Así que tenemos una cadena de enfrentamientos sociales: La hija de Rodríguez es de la casta más baja, una trabajadora ilegítima, aunque afirma que tiene sangre cristiana; DQ es de la casta más baja de la nobleza; y el Duque y la Duquesa son de la más alta nobleza. Si recordamos la historia de Rodríguez en DQ 2.48, aquí parece que ella está pidiendo justicia para su hija a través de DQ como un medio, a su vez, de vengar la muerte de su marido. La reacción de la Duquesa enfatiza este conflicto formal: «ordenó la duquesa que de allí adelante no las tratasen como a sus criadas, sino como a señoras aventureras que venían a pedir justicia a su casa».

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La segunda carta de Teresa PanzaC omo eco a las tensiones que se están mostrando, el paje llega ahora con cartas de Teresa Panza para la Duquesa y SP. La

Duquesa permite que se lea la primera carta en voz alta. Teresa informa de que la fortuna de SP maravilla a todos: «en este pueblo todos tienen a mi marido por un porro, y que, sacado de gobernar un hato de cabras, no pueden imaginar

para qué gobierno pueda ser bueno». Teresa revela de nuevo su obsesión por el dinero y el estatus social: «estoy determinada, con licencia de vuesa merced, de meter este buen día en mi casa, yéndome a la corte a tenderme en un coche, para quebrar los ojos a mil envidiosos que ya tengo; y, así, suplico a vuesa excelencia mande a mi marido me envíe algún dinerillo, y que sea algo que, porque en la corte son los gastos grandes». Por tercera vez, sueña con el efecto que tendrá ir en carroza: «siendo forzoso que pregunten muchos: “¿Quién son estas señoras deste coche?”, y un criado mío responder: “La mujer y la hija de Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria”». Finalmente, haciendo referencia al discurso de DQ en DQ 1.11 y a la caída de la “edad de oro” de la que estamos siendo testigos aquí, Teresa se disculpa por las escasas bellotas que ha enviado a la Duquesa –«este año no se han cogido bellotas en este pueblo»– y además le pide que se mantengan en contacto: «No se le olvide a vuestra pomposidad de escribirme».

DQ está de acuerdo con abrir y leer la segunda carta, lo que manifiesta una grosera invasión de la privacidad de SP. La carta de Teresa a SP continúa con el contraste entre los nobles y las masas: «cuando yo llegué a oír que eres gobernador, me pensé allí caer muerta de puro gozo... A Sanchica tu hija se le fueron las aguas sin sentirlo de puro contento». Y de nuevo: «¿quién podía pensar que un pastor de cabras había de venir a ser gobernador de ínsulas?». Teresa hace una extraña referencia a su esperanza de que SP llegue a medrar hasta el convertirse en recaudador de impuestos. Esto recuerda al propio trabajo de Cervantes como recaudador de impuestos

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para la Armada Invencible en la década de los 80 del siglo XVI; también nos recuerda al recaudador que era, supuestamente, el padre de la joven vestida de muchacho, que aparece durante la ronda nocturna de SP en DQ 2.49. Teresa es brutalmente honesta sobre la corrupción de este tipo de oficiales: «no pienso parar hasta verte arrendador o alcabalero, que son oficios que aunque lleva el diablo a quien mal los usa, en fin en fin, siempre tienen y manejan dineros». Teresa, entonces, agradece a SP la túnica con la que hará un vestido para Sanchica, repite su deseo de haber mandado mejores bellotas a la Duquesa –«yo quisiera que fueran de oro»–, y le pide a SP que le mande perlas «si se usan en esa ínsula».

Finalmente, Teresa informa de una serie de detalles anecdóticos sobre su vida en el pueblo. La primera hace referencia a la actitud antimonárquica de Cervantes. Un hombre fue contratado para «pintar las armas de Su Majestad, sobre las puertas del Ayuntamiento». Al final, «no pintó nada y dijo que no acertaba a pintar tantas baratijas». Esto suena como si fuera el mismo Cervantes con un toque del mito de Cincinato, ya que el pintor devolvió el dinero y se convirtió en granjero: «ya ha dejado el pincel y tomado el azada, y va al campo como gentilhombre». La segunda historia es religiosamente irreverente. El hijo de Pedro de Lobo se ha metido a cura, pero «Minguilla, la nieta de Mingo Silbato», afirma que Lobo es el padre de su hijo. A continuación, Teresa da un golpe al ejército y a las prostitutas del pueblo: «Por aquí pasó una compañía de soldados: lleváronse de camino tres mozas deste pueblo». En comparación, Teresa revela entonces que su hija está generando ingresos y ahorrando dinero para su dote: «Sanchica hace puntas de randas; gana cada día ocho maravedís horros, que los va echando en una alcancía para ayuda a su ajuar». Finalmente, un rayo ha dañado la picota del pueblo y el río se ha secado, pero a ella no le importa.

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“La vida es un sueño y todas las cosas llegan a su fin”A hora pasamos al final del reinado de SP, «flor y espejo de todos los insulanos gobernadores». El capítulo cuarenta y

tres describe la invasión de Barataria por fuerzas enemigas y la consiguiente renuncia de SP. Nótese con qué frecuencia se entromete Cide Hamete en estos capítulos. Aquí el narrador nos da una cita de lo que el «filósofo mahomético» tiene que

decir sobre cómo el tiempo no se detiene: «sola la vida humana corre a su fin ligera más que el viento». Hamete se refiere a Job 7.6-7. El narrador ofrece una extraña concesión a la habilidad de los musulmanes para razonar «sin lumbre de fe, sino con la luz natural» (¿es averroísta?), y, entonces, vuelve nuestra atención a «la presteza con que se acabó, se consumió, se deshizo, se fue como en sombra y humo el gobierno de Sancho». Este es un discurso típicamente barroco: la vida es un sueño y todas las cosas llegan a su fin.

Ahora viene otra representación de la guerra, como las que hemos visto en otros lugares, como en las montañas entre dos pueblos orgullosos de sus rebuznos o en los bosques cerca del palacio ducal. La guerra llega a Barataria en la oscuridad de la noche. SP se despierta «infinitas trompetas y atambores» y sale para encontrar «más de veinte personas con hachas encendidas en las manos y con las espadas desenvainadas». Están en pánico: «¡Arma, arma, señor gobernador, arma, que han entrado infinitos enemigos en la ínsula, y somos perdidos si vuestra industria y valor no nos socorre!». SP se compara a sí mismo con su amo: «Estas cosas mejor será dejarlas para mi amo don Quijote». Él no está a la altura. Sus sirvientes le tiran dos escudos encima y él queda como si fuese una tortuga: «Quedó como galápago, encerrado y cubierto con sus conchas». Las luces se apagan, SP es pisoteado y alguien se sube sobre su concha y grita órdenes para defender el palacio. Cuando parece que todo está perdido, se declara la victoria, y ésta se atribuye a SP: «¡Vitoria, vitoria, los enemigos van de vencida!... por el valor dese invencible brazo!». Pero SP desfallece y decide irse.

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El agitado pánico a la guerra de SP se convierte en una retirada resignada mediante una emotiva escena: «Calló, y sin decir otra cosa comenzó a vestirse, todo sepultado en silencio, y todos le miraban y esperaban en qué había de parar». Su tragedia se convierte en un espectáculo. Por supuesto, su única preocupación es su asno, a quien humaniza hasta un grado increíble: «se fue a la caballeriza, siguiéndole todos los que allí se hallaban, y llegándose al rucio le abrazó y le dio un beso de paz en la frente, y no sin lágrimas en los ojos le dijo: “Venid vos acá, compañero mío y amigo mío y conllevador de mis trabajos y miserias: cuando yo me avenía con vos y no tenía otros pensamientos que los que me daban los cuidados de remendar vuestros aparejos y de sustentar vuestro corpezuelo, dichosas eran mis horas, mis días y mis años; pero después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición, y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasiegos”». Así que SP se marcha: «Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad: dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente... Mejor me está a mí una hoz en la mano que un cetro de gobernador».

Estamos ante un gran momento: el experimento político de SP culmina en cinismo. Por consiguiente, el discurso de SP alude a un motivo de Horacio: “Beatus ille qui procul negotiis” o “Dichoso aquél que lejos de los negocios”. También es una referencia a la sobrina de DQ que discutía con su tío: «¿No será mejor estarse pacífico en su casa?» (DQ 1.7). Y, mirando hacia delante, es una anticipación del Cándido de Voltaire, quien insiste en que debemos preocuparnos de nuestro propio jardín. En España, el retiro de SP de la política anticipa el famoso “Bene fac loco illi quo natus est” o “Hacer que el lugar para el que naciste esté bien” del filósofo Ortega y Gasset. Finalmente, la abdicación del poder de SP es otra alusión al mito de Cincinato, que tan famoso será entre los fundadores de EE.UU.

Dos puntos finales sobre el fin del gobierno de SP. Primero, él enfatiza en dos ocasiones que no es corrupto en absoluto: «he gobernado como un ángel». Si somos escépticos, entonces el punto de Cervantes se asemeja mucho a la visión de James Madison en El federalista 51: precisamente porque las personas no son ángeles, los poderes del gobierno deben ser limitados. SP incluso se niega a someterse al tradicional «juicio de residencia» o revisión del periodo de su oficio, afirmando que sólo el Duque lo puede juzgar. Esto suena a corrupción. Segundo, en un gesto simbólico, Pedro Recio le ofrece a SP una medicina que recuerda al bálsamo de Fierabrás en DQ 1.10: «yo le daré a vuesa merced una bebida contra caídas y molimientos». Pero es demasiado tarde. SP lo rechaza: «¡Tarde piache!... Así dejaré de irme como volverme turco». Parecería que no hay una cura absoluta para los problemas políticos. Guerra, pobreza, crimen, corrupción y tiranía son hechos de la existencia humana.

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Resumen Capítulos 51 - 53

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El giro epistolar de la novela dirige nuestra atención hacia una secuencia de marcos y perspectivas más compleja que nunca. Vamos y venimos entre la corte de los Duques y la de Sancho. Vemos la importancia de la humildad en la política, pero también vemos cómo la ley en sí misma es un enigma, una especie de paradoja que busca regular la acción humana tanto que se arriesga a provocar la inacción. Estos capítulos también nos proporcionan una mirada cercana al dinamismo social de la temprana España moderna. Las castas más bajas son móviles; la nobleza está en declive. DQ está en el centro de todo esto, atrapado entre doña Rodríguez y los Duques. Finalmente, ¿qué hacemos con la invasión de la isla de SP? Como la relación previa que DQ hace entre Clavileño y el caballo troyano, la invasión de Barataria parece referirse al problema morisco. SP no puede hacerse cargo de la violenta verdad de la política y se resigna a la oscuridad. Esta extraña metáfora combina la hormiga del prólogo de Rojas de La Celestina con el asno de Apuleyo en El asno de oro: «Quédense en esta caballeriza las alas de la hormiga». Lo único que SP quiere es tener zapatos normales, lo que añade ironía a su estúpida ley de fijar el precio de los zapatos. Es un trágico final para el sueño de SP de gobernar sobre una república feliz (Cf. Jack Nicholson en Algunos hombres buenos). La única solución es el mito de Cincinato: regresar a la granja. Dos últimos puntos: 1) En otro reconocimiento a la moral de la novela de Apuleyo, SP humaniza a su asno más que en ninguna otra parte de la novela; 2) Las intervenciones de Cide Hamete Benegeli van en aumento, según va proporcionando comentarios más importantes en los capítulos 48, 50, 52, 53 y 54. Como podemos ver, el tratamiento de Cervantes de la cuestión morisca está llegando a su clímax.

Recapitulemos

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“Sólo diré que no sé si puede retratar la miseria humana más al natural que ver salir tanto número de gente con tanta confusión y lloros de mujeres y niños tan cargados de impedimentos y embarazos... y a la verdad si estos han pecado, lo van pagando”.

—Don Juan de Austria, Carta del 6 de noviembre de 1570

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RicoteL os capítulos cincuenta y cuatro y cincuenta y cinco de DQ 2 son cruciales para entender el arte de la novela de Cervantes.

Aquí, más que en ningún otro lugar, nuestro autor combina dos símbolos: 1) el asno como los seres humanos maltratados en la novela picaresca y anti-esclavista El asno de oro de Apuleyo; y 2) la cueva como el estado de oscura ignorancia filosófica en

la alegoría política de Platón en la República.

Primero, nótese el ridículo subtítulo del capítulo cuarenta y cuatro: «Que trata de cosas tocantes a esta historia, y no a otra alguna». Es absurdo y cómico, pero también señala este capítulo como fundamental. Irónicamente, el narrador pasa de la abdicación del poder político a los eventos del palacio ducal. Resulta que el vasallo del Duque, al que doña Rodríguez quiere casar con su hija, está en Flandes, lo que es una alusión subversiva a la aventura imperial más costosa de España en los Países Bajos, donde el hermano del propio Cervantes, Rodrigo, murió en plena batalla en 1600. Así que un joven lacayo llamado Tosilos (una referencia a Toxilo, un esclavo en la obra El persa de Plauto) debe tomar el lugar del vasallo en la justa con DQ. En un duro contraste con la trágica reacción de SP ante la invasión de Barataria, DQ está ahora entusiasmado con probar «el valor de su poderoso brazo».

Entonces, dejamos el palacio ducal y volvemos a SP. Nótese de nuevo el uso inclusivo de Cervantes con la primera persona del plural: «Dejémoslo pasar nosotros, como dejamos pasar otras cosas, y vamos a acompañar a Sancho que entre alegre y triste venía caminando sobre el rucio a buscar a su amo». Aquí, Cervantes confronta a nuestro gobernador caído con la gran moral y el tema político del momento, la expulsión de la población morisca del sur de España, que tuvo lugar entre 1609 y 1614. Ahora entendemos la razón de la extraña fecha en la carta de SP a Teresa allá en DQ 2.36. Al dejar Barataria, SP se encuentra con seis peregrinos que le piden limosna. Nótese que el narrador cita la descripción que Cide Hamete hace de SP como «caritativo» cuando éste les da pan y queso a los peregrinos. Cuando le piden dinero, hablando en alemán –«¡Guelte! ¡Guelte!»–, él les indica, mediante señas, que no lleva nada encima. El que hablen alemán es una forma de sacar a relucir el tema del imperio de los Habsburgo.

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En este punto de la novela, aparece el personaje morisco más importante hasta ahora y, desde el suelo, se abraza a la cintura de SP, lo que recuerda a SP y DQ en el episodio de los batanes. Hablando en perfecto castellano –«en voz alta y muy castellana»– , el hombre reconoce a su viejo amigo: «¿Es posible que tengo en mis brazos al mi caro amigo, al mi buen vecino Sancho Panza?». Al principio, SP no lo reconoce, y Cervantes se vale de este problema para enfatizar el tema morisco: «¿Cómo y es posible, Sancho Panza, hermano, que no conoces a tu vecino Ricote el morisco, tendero de tu lugar?». Ahora SP lo abraza de vuelta de un modo un tanto complicado: «sin apearse del jumento, le echó los brazos al cuello». Tres puntos aquí: 1) Ricote y SP son vecinos y, aparentemente, buenos amigos; 2) SP indica que Ricote está en peligro si lo descubren –«si te cogen y conocen tendrás harta mala ventura»–; 3) y, finalmente, el morisco es tendero. Cervantes señala que la expulsión de los moriscos ha sido moralmente trágica así como económicamente devastadora.

Ricote y su grupo son amigables: «son muy apacible gente». SP y Ricote dejan el «camino real» para conversar en privado, y Ricote le dice a SP «lo que me ha sucedido después que me partí de nuestro lugar, por obedecer el bando de Su Majestad, que con tanto rigor a los desdichados de mi nación amenazaba, según oíste». Eso es algo gordo. Algunos historiadores calculan que los moriscos expulsados eran tantos como 300.000. La justificación de su expulsión fue formulada en los términos maquiavélicos de “razón de estado”: España estaba siendo amenazada externamente por el turco, y los moriscos eran considerados enemigos internos, una posible quinta columna. Si Cervantes vio la expulsión como necesaria, y esto ha sido un punto muy debatido, Ricote representa una excepción que lleva a cuestionarse esta ley. Él es un vecino de SP, pero su nombre también hace referencia al Valle de Ricote en Murcia, famoso por la lealtad y fe cristiana de su población morisca. De hecho, estos fueron los últimos moriscos en ser expulsados de España. Inicialmente fueron exentos de la expulsión y, sólo cuando la oligarquía local insistió en expropiar sus propiedades, fueron enviados a la costa berberisca en 1614.

Las ironías de esta escena son bien gruesas. Primero, Ricote y sus amigos son la antítesis de Pedro Recio. Le ofrecen a SP un generoso banquete, completo con pan, sal, nueces, queso, jamón, olivas y hasta caviar, el cual es descrito al detalle por Cervantes: «Pusieron asimismo un manjar negro que dicen que se llama cavial y es hecho de huevos de pescados». Finalmente, por un lado, si los moriscos solo chupan los huesos del jamón, lo que alude a sus creencias islámicas, por otro lado, van en contra de su fe al ponerse ciegos de vino: «Pero lo que más campeó en el campo de aquel banquete fueron seis botas de vino, que cada uno sacó la suya de su alforja... y luego al punto todos a una levantaron los brazos y las botas en el aire: puestas las bocas en su boca, clavados los ojos en el cielo, no parecía sino que ponían en él la puntería». Nótese el doloroso contraste entre compartir una comida y estar en guerra, entre beber vino y el deseo de tener armas.

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«¡Guelte! ¡Guelte!»

La ironía continúa según el narrador cita un romance popular sobre Nerón, quien vio “a Roma cómo se ardía”, con la intención de describir a SP, quien «de ninguna cosa se dolía». Se aprecia un gran contraste de nuestro gobernador como tirano potencial con nuestro escudero como un gran amigo de moriscos al que no le preocupa ser un católico romano. Incluso Cervantes parece criticar los intentos de la Inquisición de quemar gente como Ricote, porque, traicionando los ideales cristianos, lo que se quema es la propia Roma. Y justo en ese momento, SP se suma a la orgía etílica: «pidió a Ricote la bota y tomó su puntería como los demás». A continuación, Cervantes revela que la unión política entre España y la casa alemana de Habsburgo es una farsa, un signo de hipocresía. Nuestro escudero cristiano viejo se relaciona con sus invitados moriscos, quienes, por su parte, fingen ser alemanes. Nótese que ambas partes, SP y los moriscos, hablan la lingua franca mediterránea, que tan importante era en “La historia del cautivo” de DQ 1.39-41: «De cuando en cuando juntaba alguno su mano derecha con la de Sancho y decía: “Español y tudesqui, tuto uno: bon compaño”. Y Sancho respondía: “¡Bon compaño, jura Di!”». Nótese también cómo la siguiente descripción de SP subvierte guerra y gobierno con reír y festejar: «Y disparaba con una risa que le duraba un hora, sin acordarse entonces de nada de lo que le había sucedido en su gobierno, porque sobre el rato y tiempo cuando se come y bebe, poca jurisdición suelen tener los cuidados». Finalmente, apreciamos que Ricote habla un español perfecto: «Ricote, sin tropezar nada en su lengua morisca, en la pura castellana le dijo las siguientes razones». ¿Se merece este hombre la expulsión?

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«Libertad de conciencia»A hora, lo que Ricote le cuenta a SP es uno de los pasajes más problemáticos de Cervantes. Dadas las relaciones sociales que

se están mostrando, es difícil tomar como algo serio el tono apologético de la descripción de la ley de expulsión que realiza Ricote. Primero, subraya el terror causado por «el pregón y bando que Su Majestad mandó publicar contra los de mi

nación». Pero, entonces, respalda la decisión de Felipe III, valiéndose de la misma lógica y las mismas metáforas que se utilizaban para justificar dicha ley: «me parece que fue inspiración divina la que movió a Su Majestad a poner en efecto tan gallarda resolución, no porque todos fuésemos culpados, que algunos había cristianos firmes y verdaderos, pero eran tan pocos, que no se podían oponer a los que no lo eran, y no era bien criar la sierpe en el seno, teniendo los enemigos dentro de casa. Finalmente, con justa razón fuimos castigados con la pena del destierro, blanda y suave al parecer de algunos, pero al nuestro la más terrible que se nos podía dar».

¿Qué está pasando aquí? Como poco, Ricote evidencia un síndrome de Estocolmo, al simpatizar con sus perseguidores. Viendo las intenciones de Cervantes, la bondad inherente de Ricote triunfa sobre su propia adhesión a la expulsión. Puedo estar equivocado, por supuesto. Sería más acertado decir que la ironía y el perspectivismo de la compleja narrativa de Cervantes rechazan las conclusiones fáciles sobre este tipo de asuntos. Y nótese otra vez la atemporalidad de la ficción de Cervantes. Miremos al problema de la inmigración musulmana en Europa. La historia no se repite; pero rima. Y aun así, no hay respuestas fáciles.

Las cosas se vuelven más trágicas y más complicadas. Ricote describe la agonía de los moriscos: «Doquiera que estamos lloramos por España», porque «es nuestra patria natural» y «es dulce el amor de la patria». Relata entonces su viaje por Francia e Italia en su camino hacia Alemania. De hecho, Ricote vive ahora en un lugar muy bonito del que los Habsburgo toman su nombre: «Dejé tomada

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casa en un pueblo junto a Augusta». Leemos otro pasaje acaloradamente debatido cuando Ricote afirma que en Alemania no es perseguido por sus creencias religiosas: «llegué a Alemania, y allí me pareció que se podía vivir con más libertad, porque sus habitadores no miran en muchas delicadezas: cada uno vive como quiere, porque en la mayor parte della se vive con libertad de conciencia». Eso anticipa la importancia fundamental de la primera enmienda de la constitución de EE.UU.

Más agonía. Sabemos que Ricote ha sido separado de su esposa y su hija, quienes están en Argel. Y SP afronta un último dilema social y económico. Ricote afirma que su mujer y su hija son «católicas cristianas», aunque admite que él mismo es ambivalente: «aunque yo no lo soy tanto, todavía tengo más de cristiano que de moro, y ruego siempre a Dios me abra los ojos del entendimiento y me dé a conocer cómo le tengo de servir». Recordemos esta matización neoplatónica sobre la teología. Ricote quiere que Dios le muestre la luz para poder ser un cristiano auténtico. El problema al que se enfrenta SP es que Ricote propone que su amigo le ayude a recuperar su tesoro escondido, para que así puede rescatar a su familia de Argel: «si tú, Sancho, quieres venir conmigo y ayudarme a sacarlo y a encubrirlo, yo te daré docientos escudos, con que podrás remediar tus necesidades, que ya sabes que sé yo que las tienes muchas». Nótese que, hablando figuradamente, el problema ético de DQ 1, el asunto de los 100 escudos que Carrasco trajo en DQ 2.3-4, ha sido ahora doblado. Y nótese también cómo el robo del dinero de Cardenio por SP se relaciona ahora con la expropiación de los moriscos por la corona española, la Inquisición y las oligarquías y los cristianos viejos que apoyaron la ley de expulsión.

Como “Sancho negrero” en DQ 1, “Sancho gobernador” en DQ 2 decepciona a los lectores modernos. Rechaza ayudar a Ricote. Incluso si el morisco fuera a pagarle el doble, por adelantado y en efectivo, SP dice que no quiere traicionar a su rey: «por parecerme haría traición a mi rey en dar favor a sus enemigos, no fuera contigo, si como me prometes docientos escudos me dieras aquí de contado cuatrocientos». Es más, afirma que no es codicioso –«no soy nada codicioso»–, y ofrece como prueba el hecho de que no ha defraudado dinero durante el tiempo de su oficio. Dado que SP está constantemente interesado en el dinero, en hacerse rico rápidamente, en los sueldos, ¿cómo podemos creerle?

Al final del capítulo cuarenta y cuatro, Ricote le pregunta a SP por su gobierno, señalando cómicamente que «no hay ínsulas en la tierra firme». SP insiste en que ha gobernado «como un sagitario», aludiendo a Quirón, el maestro de Aquiles, refiriéndose de nuevo al género clásico de los manuales de consejos de príncipes, que son un tema fundamental de DQ 2. Ricote le dice a SP que deje su fantástica charla sobre gobernar islas y acepte su propuesta de ayudarle a recuperar su tesoro. En este punto, SP dice «conténtate que por mí no serás descubierto», aludiendo al hecho de que se arriesga a seis años en galeras por ayudar a un morisco. Finalmente, Ricote le pregunta a SP si ha tenido noticias de su familia, y éste le informa de que un tal don Pedro Gregorio estaba cortejando a la hija de Ricote. El tema favorito de Cervantes de los amantes pertenecientes a distintas clases sociales: Gregorio no es solo un español cristiano viejo, también es el primogénito de una familia acaudalada: «aquel mancebo mayorazgo rico». Ricote expresa su confianza en que «las moriscas pocas o ninguna vez se mezclaron por amores con cristianos viejos» y SP lo compadece, dadas las circunstancias políticas: «Dios lo haga... que a entrambos les estaría mal». Entonces, SP y Ricote se abrazan una vez más y siguen caminos separados.

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Sancho Panzay su asno caenen una cuevaE l capítulo cincuenta y cinco ofrece una justicia poética y política para el gobernador que ha rechazado ayudar a su amigo.

Estamos ante otro subtítulo absurdo y redundante: «De cosas sucedidas a Sancho en el camino, y otras que no hay más que ver». El énfasis en la visión es importante. Recordemos la alegoría de la caverna en la República de Platón y la metáfora

del asno como ser humano en El asno de oro de Apuleyo. La brutal ironía es que SP muestra ahora una gran preocupación por su asno, mientras que acaba de reprimir su simpatía natural hacia su vecino.

Vamos a tratar primero el aspecto apuleyano del episodio. La preocupación de SP es constante y el personaje del asno es fluido. Cuando se cae en la cueva, SP se queja, «especialmente cuando oyó que el rucio se quejaba tierna y dolorosamente». SP habla sobre sí mismo en tercera persona y usa un sugestivo quiasmo: «nunca Sancho Panza se apartó de su asno, ni su asno de Sancho Panza». Ayuda al asno a levantarse y le da de comer, y se dirige a él «como si lo entendiera». Pensemos de este modo: el asno es Ricote, y Cervantes copia la extraña preocupación de SP por su asno de esos personajes de la novela de Apuleyo que alaban a Lucio el asno, quien es, en realidad, un ser humano: «¡Oh compañero y amigo mío, qué mal pago te he dado de tus buenos servicios! Perdóname... que yo prometo de ponerte una corona de laurel en la cabeza, que no parezcas sino un laureado poeta, y de darte los piensos doblados». SP se asegura de que su asno pueda moverse dentro de la cueva: «hizo lugar donde con facilidad pudiese entrar el asno». Cuando DQ aparece por una apertura arriba, SP especifica que su asno está con él y, según el narrador: «Y hay más, que no parece sino que el jumento entendió lo que Sancho dijo, porque al momento comenzó a rebuznar tan recio, que toda la cueva retumbaba». Cuando SP es liberado, lo primero que hace es asegurarse de que su asno está cómodo: «no quiso subir a ver al duque sin que primero no hubiese acomodado al rucio en la caballeriza». Si todavía creéis que el asno de SP es solo un detalle gracioso, entonces sois unos filisteos; pero estáis en buena compañía, porque la mayor parte de los editores y comentaristas de Cervantes están de acuerdo con vosotros.

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Ahora miremos las alusiones del episodio a la caverna de Platón. El contexto del episodio es oscuro: SP viaja durante «la noche algo escura y cerrada»; y se cae en «una honda y escurísima sima». Aquí son interesantes los «edificios antiguos» que enmarcan el agujero. Es como si SP hubiera caído en esa oscuridad primitiva fuera de la cual todas las civilizaciones intentan escapar; o tal vez se ha caído en la oscuridad primitiva que surge entre dos antiguas civilizaciones en guerra. Esto último parece posible porque cuando SP comprueba que está bien, al igual que DQ tras la batalla de los rebuznadores en DQ 1.27, el anteriormente gobernador se encuentra a sí mismo «bueno, entero y católico de salud».

A continuación, SP compara su dilema con el de su amo: «no seré yo tan venturoso como lo fue mi señor don Quijote de la Mancha cuando decendió y bajó a la cueva de aquel encantado Montesinos». Pasa toda la noche en el agujero. El día trae «claridad y resplandor», pero SP está todavía atrapado. Divisa «un rayo de sol» y se mueve hacia «una confusa claridad» en la otra punta de la cueva. A mitad del episodio, al igual que vimos en la Cueva de Montesinos y, más recientemente, en la preocupación de DQ por doña Rodríguez, vuelve el tema del purgatorio. SP grita pidiendo ayuda: «¿Hay algún cristiano que me escuche?». DQ está listo para rescatar almas: «si eres alma en pena, dime qué quieres que haga por ti». Aquí apreciamos el humor cuando SP tiene que insistir repetidamente en que todavía está vivo. DQ ofrece una cita hilarante de la doctrina católica: «si eres mi escudero Sancho Panza y te has muerto, como no te hayan llevado los diablos, y por la misericordia de Dios estés en el purgatorio, sufragios tiene nuestra santa madre la Iglesia Católica romana bastantes a sacarte de las penas en que estás». Recordemos que el Protestantismo rechaza esta idea. Y recordemos también la ambivalencia de Ricote en cuanto a su fe y la burla a la ortodoxia católica en tantos otros lugares en la novela.

La cueva es política. El episodio comienza con una versión política del ubi sunt, tópico heredado de Cicerón durante la Edad Media (cf. Jorge Manrique). SP: «¿Quién dijera que el que ayer se vio entronizado gobernador de una ínsula, mandando a sus sirvientes y a sus vasallos, hoy se había de ver sepultado en una sima?». Al igual que el último rey visigodo, Rodrigo, SP sólo encontrará «sapos y culebras» en el agujero. Recordemos la anécdota de DQ sobre Carlos V y el Panteón en Roma en DQ 2.8. ¿Ha empujado alguien a SP, figuradamente, desde la «cima» de la cúpula hacia dentro de la «sima»? El mismo SP dice que esto es un castigo político: «un pecador enterrado en vida... un desdichado desgobernado gobernador». Una vez que escapa del pozo, SP afirma que ha gobernado honestamente: «ni he tenido lugar de hacer cohechos ni de cobrar derechos... entré desnudo, y desnudo me hallo: ni pierdo ni gano». Para parafrasear a Hamlet, nuestro gobernante “promete demasiado, me parece”. El narrador informa de que el Duque planea compensar a SP: «él haría de suerte que se le diese en su estado otro oficio de menos carga y de más provecho».

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La cueva también representa la fusión étnica. SP asegura que para DQ hubiera sido como «los palacios de Galiana», aludiendo a la leyenda de la princesa mora de Toledo que se enamoró de Carlomagno. Es más, en este momento, Benengeli se entromete y nos cuenta cómo DQ se encontró con la cueva de SP mientras se preparaba para su justa. El narrador continúa entrelazando el simbolismo político y étnico del asno, la cueva y la luz: «a costa de mucha gente y de mucho trabajo sacaron al rucio y a Sancho Panza de aquellas tinieblas a la luz del sol. Viole un estudiante y dijo: “Desta manera habían de salir de sus gobiernos todos los malos gobernadores: como sale este pecador del profundo del abismo, muerto de hambre, descolorido y sin blanca, a lo que yo creo”». La versión de SP es similar pero mucho más concisa: «Salí, como digo, de la ínsula sin otro acompañamiento que el de mi rucio; caí en una sima, víneme por ella adelante, hasta que esta mañana, con la luz del sol, vi la salida». Sale a la luz más cinismo en el plan del Duque de conceder a SP otro oficio y en la descripción de gobernar como un juego de pídola: «imitando al juego de los muchachos que dicen “Salta tú, y dámela tú”, doy un salto del gobierno y me paso al servicio de mi señor don Quijote».

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El combate entredon Quijote y Tosilos E l capítulo cincuenta y seis se hace eco del tema de la visión a través de su lúdico subtítulo –«De la descomunal y nunca vista

batalla»– y en los tempranos detalles de la justa: «infinita gente que esperaba ver el riguroso trance nunca visto». Se trata de una extensión del simbolismo de la caverna de Platón del capítulo anterior. También es importante apreciar que Cervantes

enmarca el combate entre DQ y el lacayo Tosilos con la prohibición oficial de batirse en duelo. El Duque quita las puntas de acero de las lanzas de los justadores a modo de precaución, y DQ dice que se siente satisfecho porque el Duque ha permitido este evento, a pesar de que «iba contra el decreto del santo Concilio que prohíbe los tales desafíos». Recordemos que, desde la perspectiva de la nobleza, es un mundo en decadencia, es decir, un mundo que ya no existe. Del mismo modo, Rocinante tiene, como siempre, una pinta patética, y más ahora que Tosilos llega sobre un caballo de batalla de los Países Bajos. El detalle mundano se refiere también al uso que hacían los Habsburgo de los españoles para reprimir esa región.

Al final, Tosilos se enamora de la hija de doña Rodríguez, quien se convierte en «señora de su libertad». Cervantes ofrece una descripción detallada de Eros, o «Amor», perforando el corazón de Tosilos con una flecha. Es cómico, pero también es una visión neoplatónica de la mecánica del amor. Resulta más importante que la declaración formal de rendición de Tosilos es una articulación idealista de cómo solucionar los conflictos sociales y étnicos: «digo que yo me doy por vencido y que quiero casarme luego con aquella señora... no quiero alcanzar por pleitos ni contiendas lo que puedo alcanzar por paz y sin peligro de muerte». Esto contrasta con el Duque, quien, al principio, «quedó suspenso y colérico en estremo». Pero, finalmente, incluso el Duque se siente satisfecho, tal vez porque, en lugar del hijo de su vasallo, un simple lacayo se casará con la hija de Rodríguez. Tres puntos finales: 1) La rara religiosidad de DQ es una referencia a las objeciones ante la herejía de los caballeros errantes que hizo Vivaldo en DQ 1.13. Mientras espera el combate, DQ confía adecuadamente «todo su corazón a Dios Nuestro Señor y a la señora Dulcinea del Toboso». Después, incluso bendice el matrimonio de Tosilo mediante un lenguaje religioso: «pues Dios Nuestro Señor se la dio, San Pedro se la bendiga». 2) Reaparece el tema de la metamorfosis. Rodríguez y su hija rechazan las «transformaciones» de un hombre rico en un lacayo. Pero DQ y SP actúan como mediadores y la hija de Rodríguez está feliz a final de todo: «más quiero ser mujer legítima de un lacayo que no amiga y burlada de un caballero». 3) Todo este respeto religioso y cohesión social contrasta con la sádica decepción de las masas: «aclamaron todos la vitoria por don Quijote, los más quedaron tristes y melancólicos de ver que no se habían hecho pedazos los tan esperados combatientes, bien así como los mochachos quedan tristes cuando no sale el ahorcado que esperan porque le ha perdonado o la parte o la justicia». ¿Qué hacer con las masas? La moralidad es lo último que tienen en mente.

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Resumen Capítulos 54 - 55

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El asno y la cueva, junto con la visión y la metamorfosis, son los símbolos y temas más importantes de estos capítulos. Simultáneamente, el problema morisco pasa a ser un punto de gran relevancia. Nada es sencillo; la expulsión pudo haber sido necesaria. Sin embargo, Cervantes señala otras maneras de escapar de la oscuridad potencial del conflicto étnico: comerciar, comer juntos e intercambiar regalos son modos de compartir valores. Tanto si Ricote es cristiano como si no, es realmente amable con nuestro antiguo gobernante. Pero las tensiones entre el Islam y el Cristianismo durante la España de la Inquisición no eran más simples de lo que lo son hoy en día. Finalmente, podemos apreciar el final feliz, la «transformación», representado por el matrimonio entre Tosilos y la hija de doña Rodríguez, cuyo nombre, curiosamente, nunca lo llegamos a saber. La metamorfosis de Tosilos es una referencia al papel de Carrasco en el Caballero de los Espejos en DQ 2.14, y veremos esta táctica narrativa aplicada al mismo DQ en un futuro episodio. De nuevo, Cervantes propone alguna que otra metamorfosis como solución al conflicto social. Por contraste, vemos la decepción de las masas, quienes esperaban un combate sangriento como jóvenes muchachos entusiasmados con la idea de un ahorcamiento. Cervantes puede ser un humanista, pero no parece ser un populista.

Recapitulemos

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“Pero cuando ya se encontraba cerca dela ciudad de Damasco,le envolvió de repente una luz que venía del cielo.Saúl cayó al sueloy oyó una voz que le decía:‘Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?’”

—Hechos 9.3-4

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Don Quijotey Sancho se marchanal palacio ducalE l capítulo cincuenta y siete de DQ 2 narra la marcha de DQ y SP del palacio ducal. Su humor se centra en la queja de Altisidora,

quien canta una balada frente a todos los presentes. El narrador comienza subrayando el intenso deseo de DQ de partir: «se imaginaba ser grande la falta que su persona hacía en dejarse estar encerrado y perezoso». Repite en dos ocasiones

el término «ociosidad», lo que significa “esparcimiento” o “pereza”, aludiendo al concepto abstracto latino del otium. El significado de este término en DQ requeriría una disertación, pero al menos podemos señalar cuatro puntos al respecto. Primero, el estado de desocupación de DQ es un reflejo del propio lector, al que se le denomina «desocupado lector» en el primer prólogo de 1605. Segundo, en añadidura a este efecto circular, recordamos que al comienzo de su primera salida, DQ expresó la misma ansiedad por la necesidad que el mundo tenía de él: «apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza» (DQ 1.2). Tercero, durante el Renacimiento, el otium, un concepto heredado de Cicerón y Petrarca, era un ideal humanista asociado con el refinamiento intelectual y el aprendizaje sobre la naturaleza y el hombre. Pero debido a que los humanistas eran habitualmente consejeros de duques y reyes, el término tiene connotaciones políticas y, en los manuales de consejos de príncipes, podría tener connotaciones negativas: pensar demasiado puede llevar a la melancolía y a la incapacidad para actuar. Por eso, cerca del final de la segunda parte, según DQ se va volviendo más reflexivo, se vuelve más y más melancólico. Cuarto, y finalmente, como indica la etimología de la palabra, tanto los nobles clásicos como los modernos mercaderes se referían el trabajo de una persona, el negotium, como la negación de su otium. Para el mercader eso es positivo; para el noble no.

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Hablando de política, por su lado, la capacidad para la corrupción de SP es el tema principal del capítulo cincuenta y siete. Se refiere constantemente a su reinado impecable, incluso insiste en que el regalo de las bellotas de su mujer a la Duquesa no le implica en ningún acto deshonesto: «Lo que me consuela es que esta dádiva no se le puede dar nombre de cohecho, porque ya tenía yo el gobierno cuando ella las envió». Y de nuevo: «En efecto, yo entré desnudo en el gobierno y salgo desnudo dél, y así podré decir con segura conciencia, que no es poco: “Desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano”». ¡SP, por favor! DQ es un texto extraño, pero la obsesión de SP se ha convertido en un absurdo significativo. Cervantes, de nuevo, alude al motivo del líder provisional que sirve al estado, pero que después regresa a su vida normal. Los lectores norteamericanos podrán reconocer la leyenda de Cincinato, tan popular entre los fundadores, muchos de los cuales, por cierto, fueron ávidos lectores de DQ.

Un detalle interesante debilita las afirmaciones de inocencia de SP: «Estaba Sancho sobre su rucio, con sus alforjas, maleta y repuesto, contentísimo porque el mayordomo del duque, el que fue de la Trifaldi, le había dado un bolsico con docientos escudos de oro para suplir los menesteres del camino, y esto aún no lo sabía don Quijote». ¡WOW! ¿Qué hizo SP para merecer este dinero? Rercordemos que SP rechazó exactamente esa suma de Ricote. ¿Y por qué se nos cuenta que DQ todavía no está al tanto de esto? Parece que DQ está, sin saberlo, implicado en la corrupción de SP.

“Desnudo nací, desnudo me hallo: ni

pierdo ni gano”

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La quejade Altisidora

L a queja cantada de Altisidora es otra de los romances burlescos de Cervantes. El refrán es hiperbólico: «Cruel Vireno, fugitivo Eneas, / Barrabás te acompañe, allá te avengas». Pero nótese cómo esto transmite dos ideas: primero, la traición amorosa, por Vireno y Eneas, quienes abandonaron a Olimpia y Dido en el Orlando furioso de Ariosto y en la Eneida de Virgilio; segundo,

el robo desafiante, ya que, de acuerdo a los evangelios, Barrabás era un bandido y un rebelde liberado por Poncio Pilato antes de la crucifixión de Jesús. Es decir, se ha dado una transgresión moral y política. A primera vista, el romance de Altisidora es bastante tonto: se burla del caballo de DQ –«tu mal regida bestia»–, exagera su propio atractivo sexual –«la más hermosa doncella / que Dïana vio en sus montes, / que Venus miró en sus selvas»–, acusa a DQ de haberle robado tres gorros de dormir y varias ligas –«Llévaste tres tocadores / y unas ligas de unas piernas»–, e incluso le desea mala suerte en las cartas y espera que, además, si alguna vez le extraen los molares, se le rompan por las raíces. Como hijo de un dentista, os puedo decir que eso es algo terrible como para deseárselo a alguien.

Pero la canción de Altisidora también es condenatoria de cuatro maneras diferentes. Primero, igualar a DQ con Eneas, quien escapó

de Troya pero también abandonó a Dido, es un gesto antiimperialista heredado del poeta Garcilaso. Segundo, cuando Altisidora maldice a Dulcinea, dice «que justos por pecadores / tal vez pagan en mi tierra», lo que, como hemos visto en DQ 1.7, da voz a la crítica principal de Cervantes sobre la Inquisición. Tercero, acusa a DQ de haberle robado el corazón, los gorros de dormir y las ligas usando sus «garras» o zarpas y «cerras» o manos. Pero, en jerga, estos términos también significan “robos” y “bolsos”, lo que alude al «bolsico

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con docientos escudos de oro» de SP. Finalmente, de acuerdo a la torturada gramática de la segunda estrofa, Altisidora describe no sus ligas sino sus piernas «blancas y negras», trayendo a colación, de nuevo, el tema de la raza. Así que la balada de Altisidora ataca la iconografía del imperialismo de Habsburgo, alude a la injusticia de la Inquisición, acusa tanto a DQ como a SP de robo y alude a un mestizaje erótico que DQ ha rechazado. Resumiendo, la accidentada aventura amorosa entre Altisidora y DQ es otra de las alegorías de la novela para el problema morisco. Y, más allá de Rocinante, la «mal regida bestia» seguramente se refiere al rucio del gobernador SP, así como al troyano caballo Clavileño, quien, de manera última, relaciona todo a figuras multiétnicas como Aldonza Lorenzo, Zoraida y, más recientemente, a Ricote.

La verdadera comicidad de este episodio, y una prueba más del genio humorístico de Cervantes, se da al final de la canción de Altisidora, en la descripción que realiza el narrador sobre la reacción de DQ: «En tanto que de la suerte que se ha dicho se quejaba la lastimada Altisidora, la estuvo mirando don Quijote y, sin responderla palabra, volviendo el rostro a Sancho le dijo: “Por el siglo de tus pasados, Sancho mío, te conjuro que me digas una verdad. Dime, ¿llevas por ventura los tres tocadores y las ligas que esta enamorada doncella dice?”». Como si no fuera suficientemente divertido que DQ preste atención pacientemente a la balada de Altisidora, su instinto le lleva a acusar a SP de haber robado los gorros de dormir y las ligas. ¿Y cuál es la respuesta de SP?: «Los tres tocadores sí llevo, pero las ligas, como por los cerros de Úbeda». Con esta frase, SP acusa a Altisidora de estar mochales. Pero ahora nos debemos preguntar: ¿cómo diantres ha podido acabar SP con los tres gorros de dormir?

Y más humor: el Duque ahora sigue la corriente de este embrollo, e insiste en que DQ le debería devolver a Altisidora sus ligas, o bien enfrentarse con él en combate: «si no, yo os desafío a mortal batalla». Esto toma por sorpresa a DQ, especialmente la acusación de robo: «Yo, señor duque, jamás he sido ladrón, ni lo pienso ser en toda mi vida». Pero ¿es esto verdad? Un cierto barbero y unos pocos pastores de cabras y posaderos allá por Sierra Morena pueden no estar de acuerdo. Al final, sin embargo, Altisidora confiesa que ha mentido: «te pido perdón del latrocinio de las ligas, porque en Dios y en mi ánima que las tengo puestas, y he caído en el descuido del que yendo sobre el asno le buscaba». Nótese ahora cómo Altisidora admite que, en realidad, lleva puestas las ligas. Nótese, también, cómo usa el término legalista preciso de «latrocinio», que es el tema de su canción y que hace referencia a la esencia de las críticas de Cervantes de la Inquisición y la expulsión de los moriscos. SP responde que él nunca mentiría sobre un robo –«¡Bonico soy yo para encubrir hurtos!»–, lo que sabemos que es una mentira. SP también enfatiza desmesuradamente, una vez más, la pureza de su gobierno: «Pues, a quererlos hacer, de paleta me había venido la ocasión en mi gobierno». Y con esto, nuestros héroes marchan hacia la capital de Aragón: «enderezando su camino a Zaragoza».

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“Pero cuando ya se encontraba cerca dela ciudad de Damasco,le envolvió de repente una luz que venía del cielo.Saúl cayó al sueloy oyó una voz que le decía:‘Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?’”

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La libertady cinco santosE l capítulo cincuenta y ocho tiene tres movimientos. El encuentro de nuestros héroes con cuatro efigies de santos, una

encantadora aventura pastoral y, después, el enfrentamiento de DQ con una manada de «toros bravos». Antes que nada de todo eso, leemos el famoso preámbulo de DQ sobre el tema de la libertad. Hemos visto la idea de libertad en varias

ocasiones: 1) como asunto relativo a la dignidad humana en el prólogo de DQ 1; 2) como un aspecto problemático de la relación entre amo y sirviente a lo largo de toda la novela; 3) como característica particular de las meditaciones de Cervantes sobre la esclavitud, tanto el nuevo comercio transatlántico de esclavos como la esclavitud de Viedma en Argel. Aquí DQ pontifica sobre la libertad como una expresión de su huída del ambiente restrictivo y decadente del palacio ducal. Pero también eleva el tema a un nivel universal: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres».

DQ concluye planteando que la libertad consiste en liberarse de las normas feudales: «las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre». La ironía es que su oyente, SP, busca un salario de su amo, eso es, busca liberarse de las ataduras recíprocas entre señor y vasallo. O, dicho de otra manera, el Duque es a DQ lo que DQ es a SP. Y, añadido a esta ironía, SP le comparte a DQ un secreto: «Con todo eso... que vuesa merced me ha dicho, no es bien que se quede sin agradecimiento de nuestra parte docientos escudos de oro que en una bolsilla me dio el mayordomo del duque». SP también se da cuenta de que la compensación significa mucho en el mundo moderno: «que no siempre hemos de hallar castillos donde nos regalen, que tal vez toparemos con algunas ventas donde nos apaleen».

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DQ y SP se cruzan ahora con un grupo de doce hombres en un «pradillo verde» (otro verde locus amoenus), quienes transportan cuatro efigies de santos cubiertos con sábanas. Una vez más, la visión es el tema cuando DQ solicita verlas: «holgaría de verlas». También el dinero es un tema. Uno de los hombres especifica el valor de las imágenes: «no hay ninguna que no esté en más de cincuenta ducados; y porque vea vuestra merced esta verdad, espere vuestra merced y verla ha por vista de ojos». Un ducado es ligeramente algo más que un escudo, es decir, las imágenes valen más que los doscientos escudos que SP acaba de informar que ha recibido como regalo del Duque.

Estos santos se relacionan inevitablemente con la profesión de DQ. Van todos a caballo, es decir, son caballeros cristianos: san Jorge, san Martín, Santiago y san Pablo. Es una sucesión fascinante, y Cervantes quiere que comparemos y contrastemos su valor. ¿Pero cuál es el ideal? Dos de los santos tienen connotaciones políticas: Jorge es el santo patrón de Aragón; Santiago es el famoso “matamoros”, santo patrón de España. Recordemos que nos estamos acercando a Zaragoza y que Aragón fue subyugado por Felipe II en 1591. Y recordemos que la expulsión de los moriscos se llevó a cabo en los años justo anteriores de la segunda parte. Los otros dos santos representan alternativas pacifistas: Martín es famoso por compartir la mitad de su capa con un mendigo, y Pablo es famoso por haberse convertido al cristianismo después de haberse caído de su caballo. Recordemos que SP iba a caballo cuando se encontró con Ricote, quien iba vestido de mendigo. Y recordemos también que DQ citó a Pablo cuando bendijo el matrimonio entre Tosilos y la hija de Rodríguez. Las descripciones del narrador y las explicaciones que DQ realiza de cada santo a caballo son una parte del juego del perspectivismo de Cervantes. Jorge es como DQ: «fue además defendedor de doncellas». Martín representa una trayectoria civilizadora: «más liberal que valiente». Santiago recuerda la cuestión morisca: «la espada ensangrentada, atropellando moros y pisando cabezas». Pablo es el converso arquetípico del cristianismo: «fue el mayor enemigo que tuvo la Iglesia de Dios Nuestro Señor en su tiempo y el mayor defensor suyo que tendrá jamás».

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Si el objetivo es la paz y Cervantes está criticando la expulsión de los moriscos, entonces Martín y Pablo triunfan sobre Jorge y Santiago. Si la cuestión es la libertad de Aragón, entonces Jorge triunfa sobre Santiago. Pero nótese que la ocurrencia humorística de SP sobre la caridad egoísta de Martín sugiere las ventajas mutuas del comercio de mercado: «para dar y tener, seso es menester». Es más, el diálogo realiza un círculo, regresando al contraste entre la paz y la guerra. Primero, SP celebra la aventura como única: «della habemos salido sin palos y sobresalto alguno, ni hemos echando mano a las espadas». Pero entonces pregunta por qué los españoles evocan a Santiago con el grito de «¡Santiago, y cierra España!»: «¿Está por ventura España abierta y de modo que es menester cerrarla, o qué ceremonia es esta?». DQ lleva el significado de Santiago más allá: «este gran caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios a España por patrón y amparo suyo, especialmente en los rigurosos trances que con los moros los españoles han tenido, y, así, le invocan y llaman como a defensor suyo en todas las batallas que acometen, y muchas veces le han visto visiblemente en ellas derribando, atropellando, destruyendo y matando los agarenos escuadrones».

Esta meditación sobre el conflicto entre la Cristiandad y el Islam, con la referencia teológica a Hagar, profundiza en la relación de este episodio con la cuestión morisca. Si algunos de los moriscos cristianos eran musulmanes infiltrados, entonces, como respuesta a la consulta de SP, España debe resistir la invasión de sus enemigos. Sin embargo, quedan preguntas pendientes. Dados los papeles pro-moriscos de Aldonza Lorenzo, Zoraida y Ricote, ¿es negativo este retrato de Santiago? ¿O es un reconocimiento trágico de la necesidad de expulsar a una posible quinta columna? ¿O podría Cervantes estar diciendo que las mujeres musulmanas deberían ser admitidas mientras que los hombres musulmanes deberían ser expulsados? Es difícil de decir, y tal vez sea ese, precisamente, el punto de Cervantes. Todo depende de tu perspectiva. DQ subraya aquí la dificultad de un modo más intenso cuando alude al clan de los Mendoza, quienes eran notoriamente contrarios a la expulsión de los moriscos, pero entonces alude a Escipión el Africano, quien representaba la política antimorisca que los reyes de Habsburgo estaban llevando a cabo.

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La fingida Arcadia y los «toros bravos»

L a conversación pasa ahora a tratar el amor. SP pregunta por qué Altisidora llegó a enamorarse de DQ. DQ responde que el «Amor» es ciego, como la muerte. Entonces cita a Horacio sobre el poder igualitario de la muerte: «acomete los altos alcázares de los reyes como las humildes chozas de los pastores». Esta frase es evidentemente importante para Cervantes:

la cita en el prólogo de DQ 1 así como en DQ 2.20. Nótese la evolución de la frase del latín al español, y también el cambio de «torres» en DQ 2.20 a «alcázares» en DQ 2.58. SP y DQ discuten entonces sobre la naturaleza superficial de la belleza externa frente a la belleza interna, representada por el carácter y los valores positivos, «liberalidad» y «buena crianza». ¿Está diciendo Cervantes que la apariencia externa de los moriscos no debería oscurecer su cristianismo interior? Vosotros decidís.

Vamos a rebobinar un poco. Otro santo sale a la luz aquí, después de la compleja revisión que se ha hecho de las efigies. San Francisco entra en la breve discusión sobre la superstición. Francisco era famoso por su habilidad para hacer que se llevasen bien los animales. ¿Es esto una referencia a los musulmanes, cristianos y judíos? Los animales son importantes a lo largo de todo el episodio. Comenzamos con los caballos sobre los que van montados los santos, y ahora veremos pájaros, perros y toros.

En medio de su discusión sobre el amor, DQ queda atrapado en una red verde: «se halló don Quijote enredado entre unas redes de hilo verde». Nos estamos acercando al entendimiento de Cervantes de los textiles. DQ recuerda la red que Vulcano usó para para humillar a Venus y Marte, indicando de nuevo el conflicto entre el amor y la guerra. Aparecen ahora unas pastoras, y su vestido se describe con gran detalle: «las sayas eran riquísimos faldellines de tabí de oro». Las muchachas suplican a DQ que no rompa los hilos de sus redes: «Detened, señor caballero, el paso y no rompáis las redes». Este contraste entre nuestro caballero y las jóvenes muchachas recuerda al encuentro entre el violento guerrero y la pequeña niña de Burgos en El poema de mio Cid. Nótese también cómo

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las muchachas aluden al ideal aristocrático de la armonía social. Han ido a esos bosques a jugar que viven en una fantasía pastoral: «En una aldea que está hasta dos leguas de aquí, donde hay mucha gente principal y muchos hidalgos y ricos, entre muchos amigos y parientes se concertó que con sus hijos, mujeres y hijas, vecinos, amigos y parientes nos viniésemos a holgar a este sitio, que es uno de los más agradables de todos estos contornos, formando entre todos una nueva y pastoril Arcadia». Las referencias explícitas a la poesía de Virgilio, Garcilaso y Camões aluden al tema del mundo violento que se rinde ante un apacible refugio pastoral. Su campamento lo hace igualmente: «tenemos entre estos ramos plantadas algunas tiendas, que dicen se llaman “de campaña”».

Ahora DQ se compara a sí mismo como Acteón cuando espió a Diana (cf. las estatuas en Caserta). A pesar de que no los menciona, la alusión nos trae a la mente los perros que devoraron a Acteón cuando Diana lo transformó en un venado. ¿Recordáis los extraños perros del prólogo de DQ 2? Atentos a la nueva descripción que hace DQ sobre su profesión aquí: «no es otra la profesión mía sino de mostrarme agradecido y bienhechor con todo género de gente». También se refiere al alcance global de España: «como estas redes, que deben de ocupar algún pequeño espacio, ocuparan toda la redondez de la tierra, buscara yo nuevos mundos por do pasar sin romperlas». Este intrincado concepto se refiere a la transición social del caballero guerrero al caballero cortesano, y, entonces, al comercio global y la paz como los objetivos adecuados del imperio español. Esta Arcadia también incluye fuertes pistas de un ideal trans-étnico. Las muchachas están cazando «pajarillos diferentes, que engañados de la color de las redes, caían en el peligro de que iban huyendo». Es una imagen increíble, una alusión al color indeterminado de los pájaros en la poesía exótica y oriental de san Juan de la Cruz.

Ahora DQ ofrece su arenga final de este capítulo, en esta ocasión en contra de la arrogancia y, lo que es más importante, en contra de la falta de gratitud: «Entre los pecados mayores que los hombres cometen, aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento». Finalmente, proclama su plan para realizar una proeza de honor como reconocimiento de su gratitud a las jóvenes muchachas que le invitaron a unirse a su grupo pastoral: «digo que sustentaré dos días naturales, en mitad de ese camino real que va a Zaragoza, que estas señoras zagalas contrahechas que aquí están son las más hermosas doncellas y más corteses que hay en el mundo, exetando solo a la sin par Dulcinea del Toboso». Esto es entretenido, pero cuando SP alaba la discreción de su amo, DQ estalla en furia: «encendido el rostro y colérico» y «con gran furia y muestras de enojo». Contrariamente a su pacífica descripción de su vocación, nuestro loco hidalgo asume su anticuado papel belicoso. Al igual que en su descabellado ataque a los penitentes en DQ 1.52, no hay una razón obvia para el comportamiento de DQ. De hecho, su audiencia arcadiana está tan confusa como el lector: «haciéndoles dudar si le podían tener por loco o por cuerdo». Pero… un momento. Al igual que cuando se esforzó por salvar a la Virgen de los penitentes, ¿no estamos ante la misma lógica? La objeción de DQ a SP suena bastante loca: «¿Quién te mete a ti en mis cosas y en averiguar si soy discreto o majadero?». ¿Pero es acaso tonto afirmar y defender la dignidad de las mujeres?

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Si inspeccionamos más de cerca, la defensa de DQ de la belleza y los modales de las muchachas pastorales imita al “paso honroso” aludido en DQ 1.49. Ese famoso episodio caballeresco del siglo XV implicaba a un ancestro de DQ, Gutierre Quijada. Aquí, en medio del camino a Zaragoza, estamos de nuevo invitados a contemplar la esencia de DQ: «toda la gente del pastoral rebaño, deseosos de ver en qué paraba su arrogante y nunca visto ofrecimiento». DQ es absurdo: «hirió el aire con semejantes palabras». Y entonces llegan los toros. Nótese que el demonio no está implícitamente implicado en este conflicto. En cambio, de acuerdo a uno de los ganaderos, el propio DQ es diabólico: «¡Apártate, hombre del diablo, del camino, que te harán pedazos estos toros!». Es una caída trágica y, así como por la sucesión de santos del comienzo del capítulo, es también una caída cristiana, como la lección final de la conversión de Saúl en san Pablo. De este modo, después de todo, caballero y escudero: «con más vergüenza que gusto, siguieron su camino».

«Se halló don Quijote enredado entre unas redes

de hilo verde»

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Resumen Capítulos 57 - 58

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En los capítulos cincuenta y siete y cincuenta y ocho, Cervantes restaura los elementos básicos de su novela según se aproxima al final. Las ridículas protestas de Altisidora recuerdan los problemas relacionados con Aldonza Lorenzo, y ella misma también resalta el robo y la injusticia relacionados con la Inquisición y la expulsión de los moriscos. La comitiva de santos, con su énfasis particular en Santiago Matamoros, lleva a cabo algo similar. ¿Cuál es caballero cristiano ideal? Tal vez haya algo positivo y negativo en cada uno de ellos. Los dos encuentros que siguen, primero con las pastoras quienes cazan pájaros multicolores con redes verdes, y luego con una manada de toros que son conducidos por el mismo espacio, reposicionan a DQ tanto como un héroe como un problema, es decir, un protagonista pero también un antagonista. O bien DQ puede ser pacificado por una amable utopía pastoral o bien él estallará en violenta cólera. ¿Tal vez están relacionados estos dos estados? El esfuerzo de DQ por reivindicar el honor de las pastoras es lo que le lleva a enfrentarse con los toros. Cervantes está sugiriendo que la civilización pacífica y multiétnica no puede existir por su propia cuenta sin policías o soldados que la defiendan. Pero la vergüenza y la abnegación son también temas importantes aquí. Si tan solo pudiéramos comportarnos como san Martín, quien mostraba caridad hacia el menos afortunado, y también como Santiago, quien se opuso a nuestros enemigos... Pero, incluso entonces, ¿no hay una paradoja fundamental en la idea del caballero cristiano? ¿Y qué hay de san Jorge? ¿Es correcto ir a la guerra para salvar a las mujeres de otra cultura de sus propios hombres?

Recapitulemos

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“Me senté, cogí unas cuartillas y empecé lo primero que se me ocurrió, sin saber lo que seguiría, sin plan alguno. Mis personajes se irán haciendo según obren y hablen, sobre todo según hablen; su carácter se irá formando poco a poco. Y a las veces su carácter será el de no tenerlo”.

— Miguel de Unamuno, Niebla

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Otro lugar ameno L as cosas se ponen muy extrañas en el capítulo cincuenta y nueve de DQ 2. Nuestros héroes encuentran «una fuente clara y

limpia» (otro locus amoenus más). Cuando el escudero comienza a comer, el hidalgo comparte otro de sus contrastes de largo aliento entre ambos: «Yo, Sancho, nací para vivir muriendo y tú para morir comiendo». La doble paradoja de DQ encapsula

la naturaleza contrastiva del proyecto de Cervantes. La primera frase es una referencia a la idea de abrazar “la vida a través de la muerte”, presente tanto en la poesía amorosa cortesana de la Edad Media como en la poesía mística del Renacimiento tardío; la segunda frase es una burla cómica de ambos. Como otra indicación del tono más oscuro de la novela de 1615, DQ contempla ahora el suicidio: «pienso dejarme morir de hambre, muerte la más cruel de las muertes». La objeción de SP es que hay que recapacitar: «Yo a lo menos no pienso matarme a mí mismo, antes pienso hacer como el zapatero, que tira el cuero con los dientes hasta que le hace llegar donde él quiere». Disuade a DQ del suicidio –«no hay mayor locura que la que toca en querer desesperarse»– y le sugiere que, en su lugar, intente dormir.

El narrador resalta otra vez la sabiduría de SP: «las razones de Sancho más eran de filósofo que de mentecato». Hilarantemente, DQ le dice a SP que, mientras su amo duerma, el escudero debería propinarse «trecientos o cuatrocientos azotes a buena cuenta de los tres mil y tantos que te has de dar por el desencanto de Dulcinea». SP se mantiene escéptico y rechaza la idea: «Hay mucho que decir en eso... esto de azotarse un hombre a sangre fría es cosa recia».

Ahora leemos otro breve episodio en la cuarta posada de la novela. El narrador da a entender que la locura de DQ se va reduciendo: «Digo que era venta porque don Quijote la llamó así, fuera del uso que tenía de llamar a todas las ventas castillos». SP está contento de que DQ actúe de manera racional por una vez. Presumiblemente, su estancia irá suavemente. De hecho, cuando SP le pregunta al ventero por la cena, su respuesta es un buen augurio: «el huésped respondió que su boca sería medida». Esto recuerda a

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los lectores informados a cuando el pícaro consigue cierta prosperidad en el capítulo sexto de El Lazarillo de Tormes. Tras un interludio cómico, en el que el ventero niega a SP todos los platos que pide, el anfitrión finalmente le ofrece «dos uñas de vaca». De nuevo, esto es lo que el Lazarillo y el hidalgo comen en la primera novela picaresca. Nótese también cómo SP paga con entusiasmo por esta comida: «Por mías las marco desde aquí... y nadie las toque, que yo las pagaré mejor que otro». El comercio es esperanza.

Cuando DQ se sienta a comer de una manera muy afectada, Cervantes nos lanza en otro de esos momentos de mise-en-abyme metaliterarios que anticipan uno de los tropos favoritos de la literatura modernista. DQ escucha a dos hombres discutir «la segunda parte de Don Quijote de la Mancha», y está en shock: «Apenas oyó su nombre don Quijote, cuando se puso en pie y con oído alerto escuchó lo que dél trataban». DQ está más que sorprendido cuando estos dos nobles, don Juan y don Jerónimo, mencionan que el autor de este libro «pinta a don Quijote ya desenamorado de Dulcinea del Toboso». Encolerizado, DQ grita a través de las paredes que él nunca podría olvidar a Dulcinea, y desafía a cualquiera que afirme lo contrario. Los otros le gritan de vuelta: «¿Quién es el que nos responde?». Ahora SP responde que es el mismo DQ. Nótese cómo, durante este intercambio entre dos habitaciones separadas en la venta, el verbo “responder” aparece tres veces en diez palabras.

La novela que los dos caballeros están leyendo es la continuación apócrifa de 1614 de Avellaneda, lo que hace de este un momento maravilloso en DQ, así como en toda la historia de la novela como género. Uno de los dos hombres incluso pone el libro sobre las manos de DQ. Hemos leído sobre personajes que han leído la primera parte, pero esta es la primera vez que los personajes han leído la segunda parte. Ahora discuten y debaten los contenidos del libro de Avellaneda. Todo es desenfadado: Cervantes se deleita claramente en la oportunidad de crear todavía más problemas alucinantes. Por ejemplo, DQ aprecia que el lenguaje de la segunda parte suena demasiado aragonés, y que el autor confunde un aspecto importante de la historia cuando llama a la mujer de SP Mari Gutiérrez. Pero lo que DQ afirma que son ejemplos de lenguaje aragonés en realidad no lo son; y el mismo Cervantes ya se confundió con el nombre de Teresa en DQ 1.7, y no le llamaba Mari Gutiérrez sino Juana Panza. Otro ejemplo: los hombres afirman que Avellaneda llama a SP alcohólico, pero, en este episodio, Cervantes hace que SP tumbe al ventero bebiendo, y el escudero se mantiene impasible, como una nueva versión de Sócrates en El banquete de Platón.

En cualquier caso, Cervantes realiza ahora una clara distinción entre su narrativa y la de Avellaneda, haciendo que DQ renuncie a su viaje a Zaragoza: «no pondré los pies en Zaragoza y así sacaré a la plaza del mundo la mentira dese historiador moderno, y echarán de ver las gentes como yo no soy el don Quijote que él dice». Es extraño: sin Avellaneda, Cervantes pudo no haber terminado su novela, y seguramente no habría producido este intercambio tremendamente creativo. Por consiguiente, sentimos cierto respeto, incluso gratitud, por parte de Cervantes. Parece que hay algo más en marcha, algo antiimperial en este capítulo. Uno de los caballeros observa que DQ es a Alejandro Magno lo que el escritor Cide Hamete es al pintor Apeles, es decir, un crítico leal. También, al no ir a Zaragoza, DQ parece rechazar la conquista de Aragón por parte de Castilla en 1591. Consideremos, también, la frase en latín altamente cargada que el narrador utiliza para describir a SP, sentado ante su comida «con mero mixto imperio», lo que significa “con todos los poderes políticos y jurídicos”. Finalmente, nótese el giro final hacia el comercio, sugiriendo un nuevo tipo de Alejandro: «Pagó Sancho al ventero magníficamente».

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Roque Guinart

E l capítulo sesenta trata el maravilloso encuentro con Roque Guinart, un bandolero de Cataluña, que es un personaje basado en una figura histórica. El episodio es una alegoría política sobre la justicia, y ofrece un contraste entre el alto imperialismo noble y sus alternativas más bajas. Como podemos ver, estas últimas incluyen la anarquía, sindicatos del crimen y el republicanismo

en su forma más cruda, es decir, las facciones. DQ comienza asegurándose de no pasar ni siquiera cerca de Zaragoza: «informándose primero cuál era el más derecho camino para ir a Barcelona sin tocar en Zaragoza». Recordemos que Zaragoza fue nombrada por César Augusto. Seis días después, nuestros héroes pasan la noche entre «encinas o alcornoques», una extraña vacilación entre árboles sublimes y bajos, que el narrador atribuye ominosamente a la incertidumbre de Cide Hamete. DQ medita en las tres apariencias de Dulcinea en la segunda parte: en la Cueva de Montesinos, fuera de El Toboso y en la hacienda del Duque y la Duquesa en compañía de Merlín. Finalmente, DQ decide atacar a su escudero una última vez. Nótese la anécdota imperial que cita, que incluye el origen del lema de los Reyes Católicos de España: «Si nudo gordiano cortó el Magno Alejandro, diciendo “Tanto monta cortar como desatar”, y no por eso dejó de ser universal señor de toda la Asia, ni más ni menos podría suceder ahora en el desencanto de Dulcinea, si yo azotase a Sancho a pesar suyo». Políticamente hablando, DQ recurre al imperio para justificar su abuso sobre la gente común.

Cuando DQ suelta el cinturón de SP, el escudero se despierta y se rebela. Primero, objeta por motivos legales: «Los azotes a que yo me obligué han de ser voluntarios, y no por fuerza». Entonces, reacciona físicamente: «echándole una zancadilla, dio con él en el suelo boca arriba». Recordemos la descripción de SP en la que se dice que tiene «zancas largas» en DQ 1.9. SP presiona con su rodilla en el pecho de DQ, y sujeta sus brazos contra el suelo. Estamos ante un punto crucial: SP rompe los lazos orgánicos del feudalismo. DQ está asombrado por segunda vez en dos capítulos: «¿Cómo, traidor? ¿Contra tu amo y señor natural te desmandas?». SP justifica sus acciones mediante complejas e irónicas alusiones a la primera guerra civil de Castilla entre Pedro I (aliado con los municipios y los

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judíos) y Enrique II (apoyado por los nobles). Curiosamente, el escudero cita a quienes apoyaron a Enrique II: «Ni quito rey ni pongo rey... sino ayúdome a mí, que soy mi señor». Es más extraño aún cuando se identifica con el personaje femenino de un romance popular: «aquí morirás, traidor, / enemigo de doña Sancha». DQ transige y promete no volver a tocar a SP otra vez. Como en el episodio de los batanes, hay algo homoerótico aquí. Y lo que es más importante, se ha preparado el escenario para el problema político de los bandidos de Roque.

El encuentro con Roque comienza cuando SP toca con su cabeza los pies de los cuerpos de los ahorcados en los árboles cercanos. DQ explica que los hombres han sido colgados según la justicia brutal de los bandidos, por lo que deben estar cerca de Barcelona, famosa en aquel tiempo por su faccionalismo. De repente, nuestros héroes se ven rodeados por más de cuarenta de los bandidos de Roque, todos ellos hablando en catalán. Están particularmente interesados en en la faja y en las alforjas del asno de SP. SP está preocupado por los escudos de oro que le dio el Duque. Por fortuna para SP, llega Roque. Tiene unos treinta y cuatro años, es de oscura complexión, y lleva «cuatro pistoletes» o «pedreñales», un arma corta popularizada por los bandidos catalanes. La especificidad de las pistolas es un tema importante en este episodio. También hay un doble conflicto social aquí. Roque les dice eufemísticamente a sus «escuderos» que dejen tranquilo a SP, y le dice a DQ, quien se siente melancólico y vencido, que no se preocupe, afirmando que no es cruel como Osiris. Esto es una contradicción, porque Roque alude al cruel rey egipcio Busiris. En ambos casos, DQ representa al Hércules castellano, quien vengó la muerte de Osiris pero mató a Busiris. Roque consuela de nuevo a DQ: «el cielo, por estraños y nunca vistos rodeos, de los hombres no imaginados, suele levantar los caídos y enriquecer los pobres». Nótese la inversión de papeles, con el bandido representando el papel del liberador virgiliano o cristiano y DQ el del cautivo.

«Aquí morirás, traidor, / enemigo de

doña Sancha»

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Claudia JerónimaA hora tenemos otro caso de interpolación narrativa. Un hombre joven llega a caballo, vestido de verde, con espuelas doradas,

con daga y espada, e incluso una escopeta y dos pistolas. Esta figura resulta ser (¡por supuesto!) una mujer, Claudia Jerónima. Como en otros lugares de nuestra novela, Claudia Jerónima nos cuenta su historia, que es romántica y, al mismo tiempo,

política. Hay un discurso sorprendentemente feminista aquí, basado en el poder igualador de las armas. Nótese cómo, desde que SP se ha identificado como una mujer en su lucha política con DQ, las armas también dan poder a los comuneros en sus luchas contra la nobleza (cf. el miedo de DQ a las balas en DQ 2.27). Claudia Jerónima informa de que ella misma ha disparado a su futuro marido, Vicente Torrellas, en un ataque de rabia, después de que descubriera que se había prometido en matrimonio con otra mujer. Su descripción es gráfica, pero también se refiere metafóricamente a su honor, y alude al conflicto entre amos y sirvientes: «le disparé esta escopeta, y por añadidura estas dos pistolas, y a lo que creo le debí de encerrar más de dos balas en el cuerpo, abriéndole puertas por donde envuelta en su sangre saliese mi honra. Allí le dejo entre sus criados, que no osaron ni pudieron ponerse en su defensa».

La política en todo esto es bastante explícita: Claudia Jerónima busca la protección de Roque, ya que teme la venganza del clan de los Torrellas; el padre de Claudia Jerónima es aliado de Roque, y representa a la facción de los Nyerros (conocidos como los lechoncillos); mientras que los Torrellas pertenecen a la facción de los Cadells (conocidos como los cachorros). Tenemos, por tanto, una alegoría sobre la inestabilidad tribal del republicanismo catalán. La visión de Cervantes de las facciones de Barcelona se hace eco de la visión de Dante del conflicto entre güelfos y gibelinos de la Florencia medieval. La narrativa de Cervantes alude a los eventos de Cataluña hacia 1600. Los «pedreñales» de Claudia Jerónima, por ejemplo, fueron legalizados por leyes como las instituidas por SP al final de su reino en Barataria. Estas leyes fueron debatidas acaloradamente. Los Habsburgo las apoyaron, pero algunos grupos de nobles en Barcelona argumentaron que las leyes no fueron apropiadamente aprobadas por las Corts, esto es, el parlamento barcelonés. De hecho, la impresión propiamente dicha de estas leyes se retrasó por más de un año y medio después de que las Corts las aprobaran en 1599. Recordemos esta intensa relación entre política e imprenta.

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Como en otras historias de amor de la novela, el relato de Claudia Jerónima es también una tragedia típica renacentista, que implica a caballeros y doncellas. DQ y SP hacen esta conexión cuando el caballero ofrece intervenir y el escudero recuerda el éxito de su amo organizando el matrimonio de la desflorada hija de doña Rodríguez. Pregunta: ¿Es virgen Claudia Jerónima? Tras ordenar a sus escuderos que devuelvan todo lo que han cogido del asno de SP, Roque acompaña a Claudia Jerónima a buscar a don Vicente. Encuentran al noble en los últimos estertores de la muerte. Le dice a Claudia Jerónima que estaba equivocada, ya que no iba a casarse con la otra mujer. Como prueba, le pide que tome su mano en matrimonio y, entonces, fallece. Nótese cómo la historia anterior de Basilio y Quiteria, que da fin a la oposición entre dos clanes, ha preparado a los lectores para que esperemos un milagro. Pero esto no pasará. Vicente muere y Claudia Jerónima lamenta el terrible poder de sus celos: «¡Oh fuerza rabiosa de los celos!». Una misteriosa voz narrativa une ahora esta trágica historia de amor con el papel político que juega Roque: «Tales y tan tristes eran las quejas de Claudia, que sacaron las lágrimas de los ojos de Roque, no acostumbrados a verterlas en ninguna ocasión». ¿Cuál es la relación entre celos y faccionalismo, entre rivalidad sexual y rivalidad política?

Ahora volvemos al asunto de la justicia. Roque regresa para encontrar a DQ intentando convencer a sus hombres de que se civilicen y dejen el bandidaje. Es una escena hilarante porque nadie le entiende y Roque lo ignora. Pero también es un símbolo de los límites de la ley. Nótese cómo la escena política toma un giro económico. Roque le pregunta a SP si sus hombres le han devuelto lo que tomaron de su asno. SP responde que todavía tienen «tres tocadores que valían tres ciudades». Esto es muy cómico, porque nos recuerda que SP robó los tres gorros de dormir a Altisidora en DQ 2.58. Esto también recuerda a la visión de la Escuela de Salamanca sobre la naturaleza subjetiva del valor, ya que uno de los “escuderos” de Roque cuestiona la estimación de SP: «¿Qué es lo que dices, hombre?... que yo los tengo y no valen tres reales». DQ expresa la teoría al respecto: «Así es... pero estímalos mi escudero en lo que ha dicho por habérmelos dado quien me los dio». El problema, por supuesto, no es exactamente el valor sino los medios de posesión, para lo que DQ omite convenientemente que SP robó los gorros de dormir.

Cervantes extiende sus reflexiones políticas y económicas sobre la justicia cuando Roque ordena a sus hombres que muestren todo el botín robado, que luego él distribuye entre todos. Aquí hay un problema: como los bienes han sido robados, la justicia distributiva de Roque, que dirige las obligaciones del individuo hacia la comunidad, viola la justicia conmutativa, que dirige las obligaciones de los individuos hacia otros individuos. Esto se debe a que los bandidos de Roque operan más allá del alcance del Estado español. Complicando las cosas más aún, Roque hace un uso muy adecuado del dinero como depósito universal del valor que facilita la división del botín: «volviendo lo no repartible y reduciéndolo a dineros, lo repartió por toda la compañía, con tanta legalidad y prudencia, que no pasó un punto ni defraudó nada de la justicia distributiva». Finalmente, SP cita irónicamente la noción de Cicerón de “justicia entre ladrones”: «es tan buena la justicia, que es necesaria que se use aun entre los mesmos ladrones». Pero, un momento, SP también es un ladrón.

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La justicia distributiva de Roque

E l ejemplo de justicia entre ladrones de Roque amplía su ámbito cuando aparece un grupo de viajeros. Se dirigen a Barcelona y Roque ordena a sus hombres que los secuestren. Mientras el robo sucede en el camino principal, DQ y Roque tienen una interesante conversación un poco más atrás. Roque confiesa que está moralmente equivocado. Ha elegido la vida de bandido

porque tiene un extraño deseo de venganza: «el querer vengarme de un agravio que se me hizo, así da con todas mis buenas inclinaciones en tierra, que persevero en este estado, a despecho y pesar de lo que entiendo». Recordando la comitiva de santos en DQ 2.58, Roque alude aquí a san Pablo: “Porque no hago el bien que quiero; sino el mal que no quiero, éste hago” (Romanos 7.19). Por un lado, como en el Infierno de Dante, no hay puertas que mantengan a Roque en su infierno; es su propia decisión personal quedarse ahí. Por otro lado, hay algo universal sobre cómo nuestros deseos colectivos de venganza llevan a la anarquía: «como un abismo llama a otro y un pecado a otro pecado, hanse eslabonado las venganzas de manera que no solo las mías, pero las ajenas tomo a mi cargo». El resultado es un eco del encuentro entre Cardenio y DQ en Sierra Morena. Hay otro laberinto que necesita una luz guía: «aunque me veo en la mitad del laberinto de mis confusiones, no pierdo la esperanza de salir dél a puerto seguro». La respuesta de DQ combina la idea cristiana de salvación a través de la penitencia con la metáfora platónica del consejo político como medicina: «Vuestra merced está enfermo, conoce su dolencia, y el cielo, o Dios, por mejor decir, que es nuestro médico, le aplicará medicinas que le sanen, las cuales suelen sanar poco a poco, y no de repente y por milagro». Nótese el moderno viraje de DQ, alejándose de los milagros. En cualquier caso, le dice a Roque que se una a él y sufra la vida del caballero errante, ya que, de este modo, irá directo al cielo.

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Roque cambia de tema contándole a DQ la historia de Claudia Jerónima, hacia la que SP se sentía especialmente atraído. El prejuicio de SP es tal vez sexual, tal vez político: «no le había parecido mal la belleza, desenvoltura y brío de la moza». En este punto, llegan los bandidos con sus cautivos y todos se colocan de pie frente a Roque, «vencidos y vencedores». La escena recuerda al encuentro de DQ con la mujer vasca que se dirigía a Sevilla en DQ 1.8. Pero esto es más complejo debido a la presencia de Roque, a las diferentes clases sociales y a los diversos destinos de los viajeros, así como al intenso cálculo monetario con respecto al botín que se da ahí mismo. El grupo de los secuestrados consiste en dos capitanes de infantería a caballo, acompañados por dos jóvenes arrieros; luego, dos peregrinos a pie; y, finalmente, un carruaje con la mujer del gobernador regional de Nápoles, su hija, una doncella, una dama de honor y seis sirvientes. Conocemos sus respectivos destinos y las correspondientes cantidades de dinero que portan. Las compañías de soldados están en Nápoles pero estos se dirigen a Sicilia con 200 o 300 escudos. Los peregrinos se dirigen a Roma con 60 reales. Y la mujer va a Nápoles con 600 escudos.

Lo que sigue es otra escena moralmente conflictiva. Cervantes representa aquí a la mayoría de la humanidad como ladrones y desvela la justicia como una combinación de magnanimidad hipócrita y brutalidad arbitraria. Roque calcula que el total del botín son 900 escudos y 60 reales. Extrañamente, pide a los demás que calculen la división, «porque yo soy mal contador». Como tiene sesenta hombres, esto hace a 15 escudos y 1 real para cada uno. Los hombres lo vitorean y llaman ladrones a sus enemigos. Pero cuando el grupo de los secuestrados lamenta «la confiscación de sus bienes», Roque da un paso atrás con su robo, haciendo que sea todo más parecido a una extorsión. Eufemísticamente, pide a los soldados y a la mujer del magistrado que le “presten” 60 y 80 escudos, prometiéndoles que los dirigirá sanos y salvos a Barcelona, y se niega a quitarles nada a los peregrinos. Aquellos que han sido robados ven ahora a Roque como un modelo de «cortesía y liberalidad», una especie de noble: «teniéndole más por un Alejandro Magno que por ladrón conocido». Su división del botín es aún más extraña. De los 140 escudos, le da dos a cada uno de sus hombres. Entonces les da diez a los peregrinos y los últimos diez se los da a nadie más que a SP, ¡y todo para que el escudero hable bien de él! Para todos vosotros los anarquistas, esto suena seguramente como una burla al estado, como si no fuera más que una panda de ladrones que pagan a los moralistas y comuneros para que apoyen a su causa. Aunque suena aleatorio el beneficio obtenido por SP, tal vez esto diga algo sobre la auténtica naturaleza de los gobernadores.

Como si todo eso fuera poco, cuando uno de sus «escuderos» hace un comentario sarcástico que va al grano de la cuestión de exactamente de a quién pertenece lo que Roque está regalando –«Este nuestro capitán más es para frade que para bandolero: si de aquí adelante quisiere mostrarse liberal, séalo con su hacienda, y no con la nuestra»–, el líder de los bandidos desenvaina su espada y en un cerrón de ojos «le abrió la cabeza casi en dos partes». Después de esto, hace juegos de palabras con la idea de las “partes”: «Apartóse Roque a una parte y escribió una carta a un su amigo a Barcelona». Más extraño aún, el bandido le escribe a su amigo que mostrará a DQ en la playa de Barcelona, como si fuera mercancía para ser vendida. Le dice a su amigo que debe notificar a los otros Nyerros, y se lamenta del hecho de que sus enemigos, los Cadells, también se deleitarán de la presencia de DQ y SP. Es como si nuestros héroes fuesen ahora un bien común: «no podía dejar de dar gusto general a todo el mundo». Finalmente, un bandido, quien sin problemas se transforma en un campesino, acompaña a nuestros héroes a Barcelona.

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«Le abrió la cabeza casi en dos partes»

En el capítulo sesenta y uno, DQ y SP llegan a Barcelona. Después de tres días en la compañía de Roque, cuya vida consiste en un constante movimiento y paranoia, nuestros héroes ven el océano por primera vez en sus vidas. Barcelona se está preparando para los festejos del día de san Juan Bautista. La nobleza y los militares reciben a DQ con trompetas y banderas, y los cañones disparan salvas tanto desde las fortalezas como desde las galeras. El amigo de Roque llega ahora con otros caballeros vestidos completamente de gala, y todos rodean a DQ. Este gesto simbólico acompaña a una bienvenida en voz alta que distingue a nuestro héroe y a su autor moro original de los otros apócrifos: «bien sea venido, digo, el valeroso don Quijote de la Mancha: no el falso, no el ficticio, no el apócrifo que en falsas historias estos días nos han mostrado, sino el verdadero, el legal y el fiel que nos describió Cide Hamete Benengeli, flor de los historiadores». Finalmente, algunos chicos traviesos atan un matorral con espinas a las colas de Rocinante y del asno de SP, lo que hace que se pongan a dar sacudidas y a tirar al suelo a nuestros héroes. Una entrada triunfal en Barcelona termina en una cómico bochorno.

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El capítulo cincuenta y nueve muestra el momento meta-textual más famoso de Cervantes. Todavía más extraño que la búsqueda del manuscrito perdido en DQ 1.9 o la idea de que Carrasco o el Duque y la Duquesa hayan leído la primera parte, DQ se encuentra con dos hombres que están leyendo otra versión diferente de su novela. Cervantes puede estar molesto, pero tiene una deuda de gratitud con Avellaneda. Si no hubiera sido por Avellaneda, ¿habría concebido Cervantes esta hiper-auto-reflexión, que hace que DQ sea un texto tan único y monumental? Pensemos en esto. Cervantes tiene un personaje ficticio, DQ, que renuncia a su intención de visitar Zaragoza para probar que, en realidad, no es el mismo que el otro DQ ficticio. Como otro signo de que las cosas van despedazándose, el capítulo sesenta ofrece una alegoría política alucinante. Si Barataria fue complicada, ¿qué deberíamos hacer con el noble, pero sin embargo vicioso, bandido Roque Guinart? ¿Es él una imagen de lo que pasaría si no hubiera leyes que nos gobernaran? ¿O es él una sutil metáfora de lo que las leyes son en realidad? Es un preludio increíble para Barcelona, y Cervantes estaba claramente fascinado por la violencia faccional y anárquica de Cataluña hacia 1600. Hay algo simbólico en el grupo de viajeros asaltado por Roque. Se dirigen a Roma, Sicilia y Nápoles, es decir, a la frontera oriental del Imperio español, que representan la estructura religiosa, militar y política dominante. Más asombroso resulta que, entre este laberinto político, Cervantes presenta la ajustada tragedia de Claudia Jerónima y don Vicente Torrellas. Tal vez Cervantes complica aquí su propio feminismo. ¿Acaso Claudia Jerónima venga a las otras mujeres maltratadas de la novela, Marcela, Dorotea o Camila? ¿O representa el hecho de que las mujeres son sencillamente igual de capaces de manifestar una brutalidad irracional como la de los hombres? Las armas nos igualan, pero no nos hacen necesariamente mejores seres humanos. Finalmente, estas confusiones textuales, políticas y sexuales fueron todas anticipadas por la violenta reacción de SP al intento de su amo de azotarlo en contra de su voluntad. Es un punto de inflexión importante en la relación entre hidalgo y escudero. SP arroja a un lado las obligaciones orgánicas del feudalismo y reclama su derecho natural de defenderse a sí mismo. DQ está asombrado y melancólico. Bienvenido al mundo moderno y decadente de DQ 2. El estilo de vida paranóico de Roque, la mezquindad del Duque y la Duquesa y la indefensión de nuestro hidalgo señalan que la nobleza ya no implica honor y poder. Una Barcelona cosmopolita, el único asentamiento urbano de la novela, es un símbolo de la disolución del ideal caballeresco. Incluso la fecha, seis meses antes de la Navidad, sugiere que Cervantes nos ha traído al polo opuesto de la fantasía idealista de DQ.

Recapitulemos

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“Don Quijote no ‘trata’ del personaje que lleva ese nombre: el personaje es sólo un instrumento para sostener diferentes tipos de técnicas narrativas”.

— Terry Eagleton, Teoría literaria

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«Este es don Quijote de la Mancha»E n el capítulo sesenta y dos de DQ 2 nos enteramos de que el anfitrión de DQ en Barcelona se llama don Antonio Moreno.

Es otro noble rico y con una tendencia a las travesuras. En el balcón de su casa, Moreno expone a DQ ante los barceloneses que se deleitan y «como a mona le miraban». Por su parte, Sancho se anticipa a la buena vida «por parecerle que se había

hallado, sin saber cómo ni cómo no, otras bodas de Camacho, otra casa como la de don Diego de Miranda y otro castillo como el del duque».

En la cena el tema es SP. Don Antonio señala que todo el mundo ha leído que SP es un glotón: «Acá tenemos noticia, buen Sancho, que sois tan amigo de manjar blanco y de albondiguillas, que si os sobran las guardáis en el seno para otro día». Esto se refiere a una escena en la casa de don Álvaro Tarfe en el otro DQ. Una vez más Cervantes explota el contraste entre su novela y la apócrifa. SP afirma que no es un glotón y que tiene buenos modales en la mesa. Haciendo referencia a su obsesión por las barbas, dice que incluso podría maldecir la otra novela «si no mirara a las barbas honradas que están en la mesa». DQ atribuye los buenos modales de SP al hecho de que su escudero ha gobernado una isla: «en el tiempo que fue gobernador aprendió a comer a lo melindroso: tanto, que comía con tenedor las uvas, y aun los granos de la granada». Cuando don Antonio expresa su incredulidad, SP recuerda su decisión de retirarse del gobierno: «perdí el sosiego y aprendí a despreciar todos los gobiernos del mundo». Incluso relata cómo se cayó en una cueva y sólo pudo escapar gracias a un milagro. Es decir, todo esto alude a la La República de Platón.

Este tema político da paso a que don Antonio muestre una máquina mágica que ha comprado. Es un avance de la “encantada cabeza” que va a conversar con nuestros héroes más adelante en el capítulo. Notad tres aspectos de este busto de bronce. En primer lugar, el narrador lo describe en términos políticos, ya que se encuentra encima de una mesa «a modo de las cabezas de los emperadores

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romanos». En segundo lugar, representa una mezcla entre tecnología y magia. Los lectores habrán considerado una cabeza que habla como una maravilla mecánica como las producidas por Juanelo Turriano hacia el final del siglo XVI. Sin embargo, don Antonio dice que tiene poderes mágicos: «ha sido hecha y fabricada por uno de los mayores encantadores y hechiceros que ha tenido el mundo» y, además, «tiene propiedad y virtud de responder a cuantas cosas al oído le preguntaren». En tercer lugar, nos enteramos de que don Antonio pagó 1.000 escudos por la cabeza. Don Quijote se sorprende, sobre todo acerca de sus poderes mágicos: «Admirado quedó don Quijote de la virtud y propiedad de la cabeza». Curiosamente, la máquina permanece en silencio los viernes, por lo que tienen que esperar un día más para verla en acción.

Ahora, en lo que nos llevará hasta el encuentro definitivo con la “cabeza encantada”, tenemos dos episodios en los que DQ es objeto de burla. En primer lugar, don Antonio pasea con DQ por Barcelona montado sobre una mula, en su ropa de calle y con un letrero en la espalda que dice «Este es don Quijote de la Mancha». Esto es cruel porque DQ piensa que la gente lo reconoce porque es realmente famoso. Pero tened en cuenta la forma en que la escena también se lee como una nueva respuesta de Cervantes a Avellaneda. Un hombre castellano en la multitud le grita a DQ de una manera que hace alusión al significado general del personaje más famoso de Cervantes. Dice que DQ no sólo está loco, sino que hace que otros parezcan locos también: «tienes propiedad de volver locos y mentecatos a cuantos te tratan y comunican». A continuación, repite lo que muchos otros personajes han argumentado, que DQ debe volver a casa y atender sus propios asuntos: «Vuélvete, mentecato, a tu casa, y mira por tu hacienda». Don Antonio defiende a DQ, llamándolo «cuerdo» y señala la hipocresía del hombre: «andad enhoramala y no os metáis donde no os llaman». ¿Es éste el propósito de la sátira de Cervantes, es decir, utilizar a DQ como medio para revelar los defectos ilógicos de los otros en la sociedad española? El hombre de la multitud parece reconocer que DQ es una especie de Cristo, que revela la vergüenza de los demás: «la enhoramala que vuesa merced dijo sea para mí y para todos mis descendientes».

«como a mona le miraban»

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“Don Quijote no ‘trata’ del personaje que lleva ese nombre: el personaje es sólo un instrumento para sostener diferentes tipos de técnicas narrativas”.

— Terry Eagleton, Teoría literaria

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Don Quijote y «la cabeza encantada»L a segunda burla dirigida a nuestro héroe se produce esa noche en un baile celebrado por las mujeres de la casa de don Antonio.

Dos de estas mujeres son personajes picarescos –«de gusto pícaro y burlonas»–, que obligan a DQ a bailar hasta marearlo: «dieron tanta priesa en sacar a danzar a don Quijote, que le molieron, no solo el cuerpo, pero el ánima». Así que nuestro

héroe se queda maltrecho una vez más, sentado en el medio de la pista de baile «molido y quebrantado de tan bailador ejercicio». Y grita una frase latina que alude a la práctica de hacer exorcismos de la Iglesia: «Fugite, partes adversae», que significa “Demonios a otra parte”. Hay algo de sacrificio en las experiencias de DQ en Barcelona.

Al día siguiente, don Antonio y su esposa, DQ y SP y otras dos parejas van al encuentro de la “cabeza encantada”. Tened en cuenta que las dos mujeres adicionales son las mismas que molieron a DQ en la pista de baile la noche anterior. También observad que don Antonio sólo revela a sus dos amigos el secreto de que la cabeza está conectada por un tubo a la habitación de abajo, lo que permite a uno de sus sobrinos producir respuestas a las preguntas de todos. La cabeza reconoce cuántos están presentes, lo que provoca asombro en los presentes: «¡Aquí sí que fue el admirarse de nuevo, aquí sí que fue el erizarse los cabellos a todos de puro espanto!». Procede a responder con sabiduría enigmática a una serie de preguntas. La mayoría de sus respuestas son “perogrulladas” o clichés, pero en ocasiones son muy específicas. Le enseña a una mujer que la manera de ser bella es ser casta. A otra le dice que si quiere saber si su marido la ama, debería considerar las acciones que él lleve cabo. Menciona el nombre completo del amigo de don Antonio «don Pedro Noriz». Dice al otro hombre que su hijo mayor desea verlo muerto para que pueda heredar su fortuna. Le anuncia a la esposa de don Antonio que va a disfrutar de muchos años con su marido porque «su salud y su templanza en el vivir prometen muchos años de vida».

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Al llegar su turno, DQ pregunta tres cosas, las que revelan su preocupación principal en la vida: 1) si lo que vio en la cueva de Montesinos fue verdad o un sueño; 2) si SP cumplirá su promesa de darse azotes a sí mismo; 3) si eso desencantará a Dulcinea. En cuanto a la cueva de Montesinos, la cabeza no deja nada en claro: «hay mucho que decir: de todo tiene». Sobre los azotes de SP dice «irán de espacio», pero que «el desencanto de Dulcinea llegará a debida ejecución». DQ está más que satisfecho. SP también hace tres preguntas que revelan preocupaciones muy diferentes: 1) si volverá a gobernar; 2) si va a escapar «la estrecheza de escudero»; 3) si volverá a ver a su esposa y sus hijos. Las respuestas de la cabeza son menos satisfactorias, aunque son técnicamente correctas: SP va a gobernar su casa; porque va a volver a casa, va a ver a su esposa y sus hijos; y porque dejará de servir a su amo, va a escapar de ser un escudero. SP no está muy impresionado.

El narrador entonces nos explica con gran detalle cómo funciona exactamente la “cabeza encantada”. Es un caso muy técnico del desencanto, uno de esos momentos en DQ durante los cuales la realidad supera a la fantasía a través de algo que raya en una explicación científica. Por lo menos, pareciera como el final de una novela detectivesca en la que los esfuerzos del delincuente se revelan en su totalidad. Observad que el narrador explica que Cide Hamete tuvo especial cuidado en poner de manifiesto «el caso»: «El cual quiso Cide Hamete Benengeli declarar luego, por no tener suspenso al mundo creyendo que algún hechicero y extraordinario misterio en la tal cabeza se encerraba». Lo más sorprendente aquí es el hecho de que, inmediatamente después de la explicación técnica, Cide Hamete pasa a explicar que la “cabeza encantada” de don Antonio lo enfrentó a la Inquisición: «Y dice más Cide Hamete: que hasta diez o doce días duró esta maravillosa máquina, pero que divulgándose por la ciudad que don Antonio tenía en su casa una cabeza encantada, que a cuantos le preguntaban respondía, temiendo no llegase a los oídos de las despiertas centinelas de nuestra fe, habiendo declarado el caso a los señores inquisidores, le mandaron que lo deshiciese y no pasase más adelante, porque el vulgo ignorante no se escandalizase». Wow. ¡Nadie está a la espera de la Inquisición española! Este es un pasaje asombroso que revela el poder general de la autoridad religiosa en España en ese momento, así como la naturaleza paranoica, vengativa y destructiva de muchas de las personas que vivían bajo su supervisión.

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«La emprenta» y «los señores inquisidores»A hora nos enfrentamos, de manera significativa, al encuentro de DQ con un taller de impresión, un impresor y una serie

de libros, entre ellos la continuación apócrifa de Avellaneda. DQ pasea por Barcelona a pie y ve el segundo cartel del capítulo: «Aquí se imprimen libros». Observa todos los aspectos de una imprenta: «vio tirar en una parte, corregir en

otra, componer en esta, enmendar en aquella, y, finalmente, toda aquella máquina que en las emprentas grandes se muestra». Es un momento increíblemente reflexivo. Esto sería algo así como ver a Matt Drudge o Barbara Oakley visitar una fábrica que produce servidores. Curiosamente, DQ inicia una larga conversación con un hombre que está imprimiendo un trabajo que ha traducido del italiano (toscano) al español (castellano). El narrador se refiere a este hombre como «el autor» a lo largo de esta conversación y el libro se titula misteriosamente, «Le bagatele» que en español significa Los juguetes. Nadie ha descubierto si este libro realmente existió o no. Las teorías arriesgadas abundan, como por ejemplo la idea de que «Le bagatele» es un anagrama de Le Galatee, que fue traducido al español en 1585 por un prisionero que estuvo con Cervantes en Argel. Recordad que el texto La Galatea de Cervantes, también publicado en 1585, se salvó de las llamas en la burla del auto de fe de la Inquisición de DQ 1.6. Teniendo en cuenta los aspectos auto-reflexivos y mecánicos de todo este capítulo, sin embargo, no sería difícil de imaginar Los juguetes como una referencia a la novela que estamos leyendo.

Hay esencialmente tres fases de la visita de DQ al taller de impresión. Las tres están extrañamente relacionadas con el propio Cervantes. En primer lugar, DQ se burla del poco conocimiento del italiano que tiene el autor. Conoce palabras sencillas como «juguetes», «ollas», «place», «más», «arriba» y «abajo». Es una lista extraña, ¿no? Al mismo tiempo, DQ nos deja saber que él ha memorizado unos versos de Ariosto, y luego nos da una hermosa disquisición sobre el arte de la traducción: «me parece que el traducir de una lengua en otra, como no sea de las reinas de las lenguas, griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se veen las figuras, son llenas de hilos que las escurecen y no se veen con la lisura y tez de la haz». Sabemos de la primera parte que Cervantes tenía gran respeto por Ariosto y que varios personajes asociados con Italia son de carácter autobiográfico. DQ también señala que los mejores traductores, entre ellos Juan de Jáuregui, «felizmente ponen en duda cuál es la tradución o cuál el original». De acuerdo con el prólogo de Cervantes a sus Novelas ejemplares (1613), este mismo Jáuregui fue quien pintó su retrato.

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En la segunda fase del episodio de la imprenta, DQ pregunta por el modelo de negocio del autor. El hombre dice que planea obtener 1.000 ducados con la venta de 2.000 ejemplares de su libro a seis reales cada uno. A once reales por ducado, esto significa que el autor tiene previsto ganar 11.000 reales sobre ventas de 12.000 reales. DQ rápidamente se da cuenta de que el hombre se engaña si piensa que sus costos de producción y sus comisiones solamente ascenderán a 1.000 reales. En un capítulo destinado a burlarse de DQ, es interesante que aquí, al menos, DQ se burle del autor: «¡Bien está vuesa merced en la cuenta!». Curiosamente, el autor dice que él está interesado en ganar algo: «provecho quiero, que sin él no vale un cuatrín la buena fama». DQ responde de nuevo con gran sarcasmo: «Dios le dé a vuesa merced buena manderecha». ¿Cervantes nos está develando sus motivos para publicar DQ? Por cierto, para un hombre que no podía gobernar su propia casa y a quien le tuvieron que decir que tomara dinero antes de partir en sus aventuras, DQ seguro es rápido con su matemática aquí.

La tercera fase del episodio en la imprenta se refiere a dos libros que DQ identifica. El primero es Luz del alma, que DQ alaba: «Estos tales libros, aunque hay muchos deste género, son los que se deben imprimir, porque son muchos los pecadores que se usan y son menester infinitas luces para tantos desalumbrados». Al parecer, el libro alude al catecismo de Felipe de Meneses. Teniendo en cuenta la preferencia de DQ por los libros de caballerías, su estima por un manual de instrucción religiosa es muy extraña. Como señala Francisco Rico, sin embargo, el libro de Meneses fue fuertemente influenciado por Erasmo y más aún por el arzobispo Bartolomé de Carranza, que pasó dieciocho años defendiéndose de los cargos de herejía en su contra. Una vez más, Cervantes parece estar burlándose de la Inquisición y declarándose fan del humanismo erasmista. El segundo libro no es otro que la continuación de Avellaneda, «Segunda parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha». Con ironía cómica, DQ dice que pensaba que el libro «ya estaba quemado y hecho polvos por impertinente». A continuación, señala que su día vendrá, «su San Martín se le llegará como a cada puerco», y añade, antes de retirarse, que la ficción creativa debería ser más verosímil. Irónico, ¿no?

«juguetes», «ollas», «place», «más»,

«arriba» y «abajo»

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Más galeotesE l capítulo sesenta y tres se aleja de los juegos meta-literarios del capítulo anterior y se vuelca de nuevo a la muy seria tarea

cervantina de utilizar la literatura para criticar la política anti-morisca. Esto ocurre en ambas partes del capítulo, algo que se anuncia en el subtítulo como «la visita de las galeras» y «la nueva aventura de la hermosa morisca». Como preámbulo a la

visita de las galeras, el narrador nos recuerda que DQ sigue obsesionado con desencantar a Dulcinea, mientras que SP sigue esperando volver a gobernar. Nos encontramos con un punto de narrativa y de comedia ya que nos prepara para uno de los chistes del capítulo. Sin embargo, a nivel temático también nos recuerda a la relación amorosa transétnica de DQ y Dulcinea, así como la fantasía de esclavos de SP y su reciente apoyo a la política de expulsión.

La galera principal da la bienvenida a nuestro hidalgo con honor. Un bote cubierto en terciopelo rojo los aleja de la orilla, cañones se disparan mientras que la tripulación grita «¡Hu, hu, hu!» cuando DQ aborda y el general, «que era un principal caballero valenciano», expresa satisfacción por la visita de nuestro ejemplar caballero andante: «¡Este día señalaré yo con piedra blanca!». Observad la diferencia entre las experiencias y las reacciones de DQ y SP. DQ está muy impresionado por haber sido tratado como un dignatario. Por el contrario, SP experimenta una escena infernal. Se centra en los galeotes: «Sancho, que vio tanta gente en cueros, quedó pasmado, y más cuando vio hacer tienda con tanta priesa, que a él le pareció que todos los diablos andaban allí trabajando». Lo que sucede después es sumamente simbólico de la cuestión de la esclavitud: «comenzando de la derecha banda, le fue dando y volteando sobre los brazos de la chusma de banco en banco, con tanta priesa, que el pobre Sancho perdió la vista de los ojos y sin duda pensó que los mismos demonios le llevaban... Quedó el pobre molido, y jadeando y trasudando, sin poder imaginar qué fue lo que sucedido le había». Por supuesto, reconocemos lo que ha sucedido como una parodia de lo que los galeotes de La Presa hicieron a su malvado capitán cuando fueron alcanzados por La Loba en DQ 1.39. Es otro caso de justicia poética de nuestro gobernador de esclavos.

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A continuación, Cervantes subraya la moraleja del episodio para aquellos que no se hayan dado cuenta de los paralelismos con La historia del cautivo. La galera cambia su rumbo y persigue un corsario argelino que ha sido visto a la distancia. El narrador nos da acceso a los pensamientos de SP, en los que se conectan irónicamente el tema del encanto con los de la esclavitud y la ortodoxia religiosa: «Estas sí son verdaderamente cosas encantadas, y no las que mi amo dice. ¿Qué han hecho estos desdichados, que ansí los azotan, y cómo este hombre solo que anda por aquí silbando tiene atrevimiento para azotar a tanta gente? Ahora yo digo que este es infierno, o por lo menos el purgatorio».

La reacción graciosísima de DQ indica su monomanía respecto a los azotes de SP. «¡Ah, Sancho amigo, y con qué brevedad y cuán a poca costa os podíades vos, si quisiésedes, desnudar de medio cuerpo arriba, y poneros entre estos señores y acabar con el desencanto de Dulcinea!». Gracioso, por cierto, pero esto también implica que nuestro hidalgo es un hombre que esclavizaría a SP.

Lo que sucede después revela una moral cristiana que emerge del horrible caos de la guerra. La galera se apodera de un barco de vela más pequeño, un bergantín, y en el primer pase, el «arráez», o capitán, argelino trata de rendirse, pero dos turcos disparan sus armas y matan a dos españoles. El general de la galera ahora planea vengar las muertes de sus soldados ahorcando a los turcos, así como al capitán de Argelia desde la latina de la galera. Él planea ahorcarlos mientras está anclado de nuevo en la playa, lo que permite que el virrey de Barcelona y algunos otros invitados aborden. Así que hemos accedido sin problemas a otra novela morisca, similar a La historia del cautivo, en la que uno de los marineros de Argelia es un “renegado”, o cristiano convertido al Islam, que habla español. La nueva narrativa tiene un toque bizantino, sin embargo, aquí existe una grave confusión de género. Esto nos recuerda la primera aparición de Claudia Jerónima o la curiosa damisela con la que SP se encontró durante sus rondas nocturnas en Barataria. El capitán de Argelia vuelto cautivo se revela como «uno de los más bellos y gallardos mozos que pudiera pintar la humana imaginación». El Virrey está particularmente impresionado por la belleza del capitán y quiere perdonarlo. Cuando le pregunta acerca de sus orígenes, el capitán de Argelia responde con una noticia impactante: «mujer cristiana».

«¡Ah, Sancho amigo, y con qué brevedad y cuán a poca costa os podíades vos, si

quisiésedes, desnudar de medio cuerpo arriba, y poneros entre estos señores y

acabar con el desencanto de Dulcinea!»

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Ana FélixF iel al estilo cervantino, el resto del capítulo sesenta y tres intercala el relato que narra esta joven disfrazada de pirata argelino.

La fuente clásica de este tipo de narrativa es la épica Etiópicas de Heliodoro, escrita en el siglo tercero o cuarto después de Cristo y redescubierta en Budapest en 1526. Si El asno de oro de Apuleyo es el modelo principal para DQ, hacia el final de su

vida, Cervantes también utilizó las Etiópicas como modelo, como puede verse más claramente en su última obra, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, publicada póstumamente en 1617.

Lo primero que notamos sobre la historia de la mujer cristiana es que afirma explícitamente que su intención es impedir que la ahorquen. En este sentido, es muy parecida a la reina Sherezade del texto árabe Las mil y una noches: «Suspended... ¡oh señores!, la ejecución de mi muerte, que no se perderá mucho en que se dilate vuestra venganza en tanto que yo os cuente mi vida». Nuestro narrador principal interviene para enfatizar este punto –«¿Quién fuera el de corazón tan duro que con estas razones no se ablandara?»–, curiosamente manteniendo la identidad masculina de la –en verdad– narradora llamándola «mancebo» y «mozo».

Con las manos atadas, la joven se identifica como morisca y pone de relieve el hecho de que ella no es como aquellas que fingen su cristianismo, «sino de las verdaderas y católicas». Repite: «mamé la fe católica en la leche». Al igual que muchos moriscos, ella se fue exiliada a África del Norte, o «Berbería». Antes de la expulsión, se había enamorado de «un mancebo caballero llamado don Gaspar Gregorio, hijo mayorazgo de un caballero que junto a nuestro lugar otro suyo tiene». Esto nos recuerda a doña Clara y don Luis. Para seguir a la joven, don Gregorio se disfrazó y viajó a Argel entre los moriscos exiliados, «porque sabía muy bien la lengua». Frente al gobernador turco de Argel, ella le confesó que conocía la ubicación del tesoro de su padre y que ella podría recuperarlo para él. Llegan noticias a la corte argelina de un hombre joven y bello y la joven de inmediato reconoce que debe ser Gregorio. Aquí tenemos otra alusión a la reputación de homosexualidad de los turcos: «Turbéme, considerando el peligro que don Gregorio corría, porque entre aquellos bárbaros turcos en más se tiene y estima un mochacho o mancebo hermoso que una mujer, por bellísima que sea».

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Una confusión de sexo lleva a la otra en cuanto la chica le informa al gobernador de Argel que Gregorio es en realidad una chica: «le hacía saber que no era varón, sino mujer como yo, y que le suplicaba me la dejase ir a vestir en su natural traje». A continuación, convenció al gobernador de Argel de colocar a Gregorio, vestido como morisca, en compañía de «unas principales moras que la guardasen y la sirviesen». Mientras tanto, ella iba a recuperar el tesoro de su padre al regresar a España en el bergantín, acompañada por los dos turcos que habían disparado a los soldados cristianos. Aquí es donde están las cosas: «En resolución, don Gregorio queda en hábito de mujer entre mujeres, con manifiesto peligro de perderse, y yo me veo atadas las manos, esperando o, por mejor decir, temiendo perder la vida, que ya me cansa».

Tenemos ahora un caso clásico de “anagnórisis” o reconocimiento. Un viejo peregrino, quien había subido a la galera en compañía del Virrey, se adelanta y revela que él es el padre de la chica: «¡Oh Ana Félix, desdichada hija mía! Yo soy tu padre, Ricote, que volvía a buscarte, por no poder vivir sin ti, que eres mi alma». Curiosamente, el narrador se centra en la reacción de SP. Observad cómo se despierta de un estado de auto-compasión y muestra profundo interés en su antiguo vecino: «se abrió los ojos Sancho y alzó la cabeza (que inclinada tenía, pensando en la desgracia de su paseo) y, mirando al peregrino, conoció ser el mismo Ricote que topó el día que salió de su gobierno». Ricote, a continuación, habla de su exilio y su viaje a Alemania en busca de libertad y concluye con una petición general que nos recuerda el tema de la justicia: «Si nuestra poca culpa y sus lágrimas y las mías, por la integridad de vuestra justicia, pueden abrir puertas a la misericordia, usadla con nosotros, que jamás tuvimos pensamiento de ofenderos». Aquí Cervantes claramente apela a una política flexible de readmisión de, al menos, algunos de los moriscos exiliados. Por un lado, la experiencia de SP de malos tratos recibidos a manos de los galeotes es una forma de justicia poética con una moral cristiana contra la esclavitud y la expulsión. Por otro lado, notad que nuestro escudero sigue siendo cómplice de la política de Felipe III: «Bien conozco a Ricote y sé que es verdad lo que dice en cuanto a ser Ana Félix su hija, que en esotras zarandajas de ir y venir, tener buena o mala intención, no me entremeto».

Hay dos puntos de la conclusión de este reencuentro entre Ricote y Ana Félix. En primer lugar, el general de la galera todavía quiere ahorcar a los dos turcos, pero continuando con el tema de la misericordia, el Virrey lo convence de que no lo haga. En segundo lugar, el «renegado español» en compañía de Ana Félix ofrece volver a Argel para rescatar a Gregorio. Ricote revela su naturaleza liberal mediante la producción de 2.000 ducados para el pago del rescate de Gregorio, aun aceptando pagar el rescate de los remeros cristianos que puedan ser capturados durante la aventura. Este gesto, así como el hecho de que Ana Félix da fe de la honestidad del renegado, deben recordar el complejo asunto de Viedma y de Zoraida que fue el escape de Argel en la primera parte. Por último, Antonio Moreno muestra, además, su magnanimidad cuando lleva a Ricote y Ana Félix a su casa como invitados de honor.

«misericordia»

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Resumen Capítulos 62 - 63

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La serie de diferentes escenas y acontecimientos del capítulo sesenta y dos están entre los más densos de toda la novela. Se centra en la “cabeza encantada” de don Antonio, pero también hay un par de momentos meta-literarios: el primero, cuando DQ se pasea por Barcelona con un cartel en la espalda que indica «Este es don Quijote de la Mancha» y, el segundo, cuando entra en el taller de imprenta y se enfrenta a la continuación apócrifa de su propia historia. Cervantes pone de relieve el hecho de que DQ no es una persona real, es decir, que es una construcción artificial. ¿Por qué lo hace ahora? Como para relacionar esta idea con la política, en la cena SP repasa su gobierno y sus secuelas; y como para relacionar esta idea con la religión, en el baile, DQ grita una frase asociada con el exorcismo. Si la cabeza parlante mágica es en cierto sentido una metáfora de la novela de Cervantes, que también se expresa a través del cartel en la espalda de DQ y el que está encima del taller de imprenta, a continuación, la Inquisición es uno de los principales objetivos de su sátira. La nefasta institución aparece como contraria a la ciencia y la libertad de expresión. Cervantes apunta a una de las razones por las que España no podía abrazar el mundo moderno con el mismo vigor de un país como, por ejemplo, Inglaterra. El episodio de la imprenta es también un caso fantástico de mise-en-abyme. Cervantes alude a sí mismo en todas partes, en contraste con el trabajo de Avellaneda e, incluso, apunta otra vez más a la Inquisición: DQ elogia Luz del alma, justo el tipo de libro erasmista que la Inquisición quemaba a menudo; y DQ señala que la continuación apócrifa de Avellaneda ya debería haber sido quemada por ser poco realista. Esta es una obra magistral. ¿Qué tiene de realista un personaje quejándose de un libro en el que aparece él mismo? Nada. El punto final de Cervantes: Avellaneda podría ser entretenido, pero carece de la sofisticación meta-literaria cervantina que vemos en este mismo episodio.

El capítulo sesenta y cuatro se aparta del juego meta-literario y toma una mirada cómica, que luego se vuelve seria, de la cuestión morisca. El maltrato de SP por los galeotes es más justicia poética por los pecados del imperialismo español. Y Ana Félix despliega una narrativa bizantina que una vez más aboga por el amor trans-étnico y el perdón. ¡Caramba!, incluso un par de turcos, casi siempre perros asesinos en la ficción de Cervantes, están a salvo de ser ahorcados. Y para colmo, el simbólicamente llamado Antonio Moreno da la bienvenida a una familia morisca en su casa. Este gesto magnánimo no tiene un buen reflejo en nuestro escudero favorito.

Recapitulemos

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“El racismo es la forma más baja, más crudamente primitiva del colectivismo”.— Ayn Rand, La virtud del egoísmo

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La derrota final de don QuijoteL a derrota final de nuestro héroe en DQ 2 llega por sorpresa para la mayoría de los lectores en el capítulo sesenta y cuatro.

¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora? ¿Qué significado tiene? Cuatro aspectos del contexto de su derrota resultan importantes. 1) De acuerdo con el narrador, la esposa de Antonio Moreno está encantada de tener a Ana Félix en su casa. Esto suena como

una crítica más a la expulsión de los moriscos. 2) De acuerdo con el mismo narrador, DQ es hiperbólico en su deseo de derrotar a los moros. Haciéndose eco del tono y del contenido de su consejo en DQ 1, declara que es él quien va a salvar a Gregorio, y de forma similar a lo ocurrido con la destrucción violenta del retablo de maese Pedro, compara su plan al rescate que Gaiferos hace de Melisendra en Zaragoza: «sería mejor que le pusiesen a él en Berbería con sus armas y caballo, que él le sacaría a pesar de toda la morisma, como había hecho don Gaiferos a su esposa Melisendra». La cuestión de qué tipo de política exterior desplegar es central. 3) SP suena muy razonable, oponiéndose al plan de su señor por dos motivos. En primer lugar, la acción de Gaiferos se llevó a cabo en tierra, mientras que el rescate de Gregorio requiere cruzar el mar. En segundo lugar, él confía en la figura intermedia del «renegado»: «yo me atengo al renegado, que me parece muy hombre de bien y de muy buenas entrañas». En otras palabras, SP expresa una política menos agresiva y señala que la Reconquista fue una cuestión territorial y que los tiempos han cambiado. 4) Cuando el general de la galera parte, hacia el Mediterráneo en dirección Este, le ruega al virrey de Barcelona que lo mantenga informado «de lo que sucediese en la libertad de don Gregorio y en el caso de Ana Félix». ¿Se trata de un pedido para “darle una oportunidad a la paz” como si una fuerte defensa fuera importante, pero ya no se debería utilizar para la agresión?

En este contexto, consideremos la identidad del caballero que vence a DQ así como la ubicación de su batalla. En la playa de Barcelona de nuevo, DQ «vio venir hacia él un caballero, armado asimismo de punta en blanco, que en el escudo traía pintada una luna resplandeciente». Cuando este caballero reta a duelo a DQ, conocemos su nombre: es el «Caballero de la Blanca Luna». Claramente, DQ se enfrenta al Islam en los límites finales de la geografía española. Agregando a este sentido de destino culminante, también debemos recordar la batalla de DQ con el «Caballero de los Espejos» en DQ 2.14, cuya armadura estaba asociada con la Luna –«muchas lunas pequeñas de resplandecientes espejos»–, así como su encuentro con el caballero alegórico en DQ 2.11, que también era «un caballero armado de punta en blanco».

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Cuando el Caballero de la Blanca Luna le declara a DQ las condiciones de su enfrentamiento, notamos temas que han dominado las dos partes de la novela: está en juego la administración que DQ hace de sus bienes y su alma: «si tú peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfación sino que, dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de un año, donde has de vivir sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en provechoso sosiego, porque así conviene al aumento de tu hacienda y a la salvación de tu alma». En otras palabras, el contrincante de DQ exige que nuestro hidalgo se someta al sentido común aristotélico y bíblico.

Me centro en cómo este episodio se relaciona con la crítica que Cervantes hace de la política y los valores españoles. Por el contrario, los lectores románticos se centran en la causa manifiesta del enfrentamiento, que es, por supuesto, el hecho de que el Caballero de la Blanca Luna afirma que su amante es más hermosa que Dulcinea. Lo gracioso aquí, así como el aspecto moral, de todo esto se deriva del hecho de que la identidad de la amante rival no importa: «Vengo a contender contigo y a probar la fuerza de tus brazos, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso». No veo ninguna razón por la cual las implicaciones políticas del episodio no pueden conciliarse con las románticas. La identidad de la persona amada no afecta su belleza. Es como si el Caballero de la Blanca Luna hubiera aprendido de la perspicacia de DQ en DQ 1.25 donde se muestra que el origen étnico de la amada es irrelevante. Tal vez esta sea una razón por la que sale victorioso.

Así que el duelo tiene lugar ante don Antonio, el Virrey y una serie de otros caballeros. DQ es derrotado, y, anticipando el héroe romántico, se niega a ceder, prefiriendo la muerte a tener que admitir que Dulcinea es inferior a cualquier otra damisela. Notad que esta vez, frente a lo que ocurrió con el «Caballero de los Espejos», es DQ quien no puede levantar la visera. También ronda la fuerte presencia del tema de la muerte: «Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, dijo: “Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra”». El Caballero de la Blanca Luna se niega a matar a nuestro héroe y, insistiendo en los términos de su acuerdo original, pega la vuelta y entra en Barcelona.

SP está tan triste como el resto: «Veía a su señor rendido y obligado a no tomar armas en un año; imaginaba la luz de la gloria de sus hazañas escurecida, las esperanzas de sus nuevas promesas deshechas, como se deshace el humo con el viento». Notad, de todas formas, el chiste que está envuelto en su preocupación porque su señor haya sido «deslocado». Esto significa que DQ pudo haberse dislocado un hombro o roto un hueso; pero también significa “desalocado”, palabra que alude a la idea de que DQ se haya finalmente curado de su locura.

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La conclusión de la historia de Ana Félix y don GregorioE l capítulo sesenta y cinco aclara la identidad del Caballero de la Blanca Luna y luego regresa al problema morisco al terminar

la historia de Ricote, Ana Félix y don Gregorio. Los lectores atentos no deberían sorprenderse al descubrir que el Caballero de la Blanca Luna es Sansón Carrasco. Por lo tanto, la revelación formal de su identidad puede parecer artificial, pero se hace

hincapié en el contraste temático entre la fantasía caballeresca y el realismo burgués que hemos estudiado a lo largo de toda la novela. Por ejemplo, Carrasco confiesa a don Antonio que, a pesar de que su misión es de piedad con respecto a DQ –«le tengamos lástima todos cuantos le conocemos, y entre los que más se la han tenido he sido yo»–, también ha sido impulsado por un cierto deseo de venganza con respecto a su anterior derrota como el Caballero de los Espejos: «él me venció a mí y me derribó del caballo, y, así, no tuvo efecto mi pensamiento: él prosiguió su camino, y yo me volví vencido, corrido y molido de la caída». En cierto modo, esto alude a los orígenes de todo tipo de violencia como fenómenos recíprocos. Imaginad una lucha local entre dos caballeros medievales que se convierte en el motor del expansionismo imperialista.

Por el contrario, después de la derrota de DQ, don Antonio y una horda de muchachos siguen a Carrasco hacia Barcelona, «hasta que le cerraron en un mesón dentro de la ciudad». Es la quinta posada de la novela y no es otro que el Caballero de la Blanca Luna quien se hospeda allí. Esto delata que la moral del comercio mundano es el antídoto a la agresión caballeresca. La misma idea aparece cuando don Antonio ofrece ayudar a Carrasco, y éste afirma que el “negocio” va según lo planeado: «respondió que ya una por una estaba en buen punto aquel negocio, de quien esperaba feliz suceso». El fin de la aventura militar está cercana cuando Carrasco vuelve a casa, colocando simbólicamente su armadura encima de una mula: «hecho liar sus armas sobre un macho, luego al mismo punto, sobre el caballo con que entró en la batalla, se salió de la ciudad aquel mismo día y se volvió a su patria».

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Mientras tanto, el consejo que SP le ofrece a DQ enfatiza el mismo aspecto moral: «volvámonos a nuestra casa y dejémonos de andar buscando aventuras por tierras y lugares que no sabemos». Esta es la mayor lección de DQ de acuerdo con los lectores posteriores como Voltaire o el gran filósofo español José Ortega y Gasset. Y el mismo SP parece haber aprendido su lección: «Y si bien se considera, yo soy aquí el más perdidoso, aunque es vuestra merced el más malparado: yo, que dejé con el gobierno los deseos de ser más gobernador, no dejé la gana de ser conde, que jamás tendrá efecto si vuesa merced deja de ser rey, dejando el ejercicio de su caballería, y así vienen a volverse en humo mis esperanzas».

Cervantes ahora teje la discusión filosófica y política entre DQ y SP con el resto de la trama morisca relacionada con Ricote y Ana Félix. Don Antonio informa que todo está bien con don Gregorio: «¡Albricias, señor don Quijote, que don Gregorio y el renegado que fue por él está en la playa! ¿Qué digo en la playa? Ya está en casa del visorrey y será aquí al momento». DQ recibe la noticia con cierta satisfacción, pero observad cómo él todavía tiene fantasías de la violencia caballeresca y cómo se lamenta de su propio destino como algo femenino: «En verdad que estoy por decir que me holgara que hubiera sucedido todo al revés, porque me obligara a pasar en Berbería, donde con la fuerza de mi brazo diera libertad no solo a don Gregorio, sino a cuantos cristianos cautivos hay en Berbería. Pero ¿qué digo, miserable? ¿No soy yo el vencido? ¿No soy yo el derribado? ¿No soy yo el que no puede tomar arma en un año? Pues, ¿qué prometo? ¿De qué me alabo, si antes me conviene usar de la rueca que de la espada?».

Están ocurriendo muchas cosas aquí. La conclusión de la historia de don Gregorio recuerda la versión más pasiva de la caballería modelada por Pérez de Viedma en La historia del cautivo. Y al igual que con Viedma, hay algo autobiográfico en este retrato del caballero loco convertido en una hilandera (cf. Las hilanderas de Velázquez). Podríamos pensar en el contraste entre un soldado y un escritor como la que existe entre un hombre y una mujer. En este sentido, como DQ, Cervantes se ha feminizado. Esta misma idea conduce claramente toda la confusión de género en torno a Ana Félix, vestida como un capitán de Argelia, y Gregorio, vestido como una morisca. Por lo tanto, el narrador pronto informa que Gregorio se ha transformado: «aunque don Gregorio cuando le sacaron de Argel fue con hábitos de mujer, en el barco los trocó por los de un cautivo que salió consigo».

Ahora Cervantes sutura la herida abierta del problema morisco. La imagen de la reunión entre Ana Félix y don Gregorio es neoplatónica. Es como si las mitades femenina y masculina del alma española se reunieran: «El silencio fue allí el que habló por los dos amantes y los ojos fueron las lenguas que descubrieron sus alegres y honestos pensamientos». Se expande la resolución por el hecho de que Ricote demuestra su carácter liberal y el renegado se reincorpora a la Iglesia Católica: «Finalmente, Ricote pagó y satisfizo liberalmente así al renegado como a los que habían bogado al remo. Reincorporóse y redújose el renegado con la Iglesia, y de miembro podrido volvió limpio y sano con la penitencia y el arrepentimiento».

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“El racismo es la forma más baja, más crudamente primitiva del colectivismo”.— Ayn Rand, La virtud del egoísmo

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El discurso de Ricote sobre la expulsión

E l final del capítulo sesenta y cinco contiene uno de los pasajes más controvertidos en todos los escritos de Cervantes. Don Antonio Moreno ofrece a intervenir en la Corte real en nombre de Ricote y Ana Félix. Ricote expresa sus dudas, en realidad saliendo en defensa de la expulsión de los moriscos ordenada por Felipe III. La especificidad de su discurso es sorprendente.

Él cita el carácter decidido de «don Bernardino de Velasco, conde de Salazar», el hombre designado para la ejecución de la expulsión. Se despliega una metáfora médica de gran alcance que recuerda la noción platónica de la buena filosofía política como la que preserva la salud del Estado: «como él vee que todo el cuerpo de nuestra nación está contaminado y podrido, usa con él antes del cauterio que abrasa que del ungüento que molifica». Y compara a Velasco con el gigante de 100 ojos de la mitología griega: «sus ojos de Argos, que contino tiene alerta porque no se le quede ni encubra ninguno de los nuestros, que como raíz escondida, que con el tiempo venga después a brotar y a echar frutos venenosos en España, ya limpia, ya desembarazada de los temores en que nuestra muchedumbre la tenía».

Pensad en la complejidad radical de este pasaje. Cervantes ha expuesto una defensa elaborada de la expulsión de los moriscos en la boca de Ricote, un morisco que pagó el rescate de don Gregorio y que compartió su comida y vino con su prójimo, SP. Los lectores modernos deben sentir familiar el dilema sobre qué hacer con las oleadas de inmigrantes islámicos que llegan a Europa y los Estados Unidos. Muchos críticos toman este pasaje como la rendición de Cervantes ante la política. Esto podría ser cierto, pero no hace que el pasaje sea menos problemático. En mi opinión, yo diría que las cualidades liberales de Ricote hacen su discurso fuertemente irónico. No es inconcebible que Cervantes estuviera abogando por una política de caridad hacia ciertos moriscos. Por lo menos, Cervantes nos ha dado una paradoja social dolorosa: ¿cómo debemos actuar frente a los refugiados islámicos e incluso poblaciones islámicas internas, sabiendo que algunos miembros quieren matarnos?

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El dilema sólo cobra fuerza cuando don Antonio manifiesta su voluntad de ayudar a Ricote tanto como representante político en la Corte y como su anfitrión en Barcelona. Tened en cuenta que utiliza exactamente la misma frase mencionada por Carrasco en relación con el asunto de ayudar a DQ: «Una por una, yo haré, puesto allá, las diligencias posibles, y haga el cielo lo que más fuere servido... Ana Félix se quedará con mi mujer en mi casa, o en un monasterio, y yo sé que el señor visorrey gustará se quede en la suya el buen Ricote hasta ver cómo yo negocio». Destacando la ansiedad de todo esto, don Gregorio se niega a aceptar dinero de Ricote, prefiriendo en su lugar aceptar un pequeño préstamo de don Antonio, que promete pagar en la Corte. La imagen final de DQ y SP partiendo de Barcelona refuerza el tema de un retiro pacífico de un conflicto armado: «don Quijote, desarmado y de camino; Sancho, a pie, por ir el rucio cargado con las armas». Esto se relaciona con el simbolismo de la mula de Carrasco, y ambos animales de carga cargados con las armaduras hacen eco del que vimos en DQ 2.24.

«don Quijote, desarmado y de camino; Sancho, a pie, por ir el rucio cargado con las armas»

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Tosilos, carteroE n la apertura del capítulo sesenta y seis resuena la derrota de DQ en el capítulo anterior. Nuestro héroe vuelve a mirar hacia

Barcelona y declara su pérdida épica: «¡Aquí fue Troya!... aquí finalmente cayó mi ventura para jamás levantarse». Al parecer, la Reconquista ha terminado. SP responde con un consejo estoico: «Tan de valientes corazones es, señor mío,

tener sufrimiento en las desgracias como alegría en las prosperidades». También señala que «Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo ciega, y, así, no vee lo que hace, ni sabe a quién derriba ni a quién ensalza». Si Maquiavelo célebremente llamó a la fortuna una mujer (cf. El Príncipe, capítulo 25.), SP la convierte en borracha, veleidosa y ciega. Si el filósofo político italiano inauguró la condición caída del mundo moderno con su retrato del príncipe pragmático, quien a veces debe ser implacable con el fin de preservar el estado contra los caprichos de la fortuna; el primer novelista moderno lleva la naturaleza caprichosa de la fortuna hasta el punto de la ridiculez y, a la vez, se evita el poderoso retrato de un príncipe en favor del de un caballero cristiano caído. En su respuesta, DQ observa la transformación de su escudero –«Muy filósofo estás, Sancho»– y se resigna a su nueva condición: «agora, cuando soy escudero pedestre, acreditaré mis palabras cumpliendo la que di de mi promesa».

Ahora SP se queja de tener que caminar y sugiere que sigan la antigua costumbre de dejar el armamento del héroe colgado de un árbol a modo de monumento. DQ concuerda e incluso cita a Ariosto (Orlando furioso 24.57): «Nadie las mueva / que estar no pueda / con Roldán a prueba». Como una indicación de que las cosas se están cayendo a pedazos rápidamente, DQ está tan trastornado que cambia rápidamente su opinión. SP se muestra de acuerdo con el cambio de planes a través de un refrán que alude a un problema importante en la primera parte: «la culpa del asno no se ha de echar a la albarda».

En este punto, nuestros héroes llegan a la sexta posada de la novela, donde un grupo de personas se ha reunido. Se debate el caso de un hombre gordo, «que pesa once arrobas», que ha desafiado a un hombre ligero, «que no pesa más que cinco», a una carrera. El gordo insiste en que el hombre más ligero se verá obstaculizado: «dijo que el desafiado, que pesa cinco arrobas, se pusiese seis de hierro a cuestas, y así se igualarían las once arrobas del flaco con las once del gordo». Es el juicio final de SP. Por el contrario, DQ está tan melancólico que se ha prácticamente rendido ante la vida: «Responde en buen hora... Sancho, amigo, que yo no estoy para

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dar migas a un gato». Esos felinos nuevo. SP impone como regla que el gordo debe perder el peso extra de su cuerpo. El resultado es el asombro general, ya que todos están de acuerdo en cancelar la carrera y emborracharse en su lugar. Por otra parte, alaban esta indicación final de la sabiduría principesca de SP, especulando que nuestro hidalgo y escudero son lo suficientemente inteligentes como para ir a la Universidad de Salamanca y convertirse en gobernantes: «Yo apostaré que si van a estudiar a Salamanca, que a un tris han de venir a ser alcaldes de corte». También hay una fuerte dosis de cinismo aquí: «cuando menos se piensa el hombre, se halla con una vara en la mano o con una mitra en la cabeza».

Nuestros héroes continúan y ahora tenemos la prueba de la naturaleza arbitraria de la fortuna. Según el narrador, cuando menos se lo esperan, un hombre aparece caminando «con unas alforjas al cuello», tal y como vimos a SP y Torralba hacer hace mucho tiempo en la primera parte. El hombre parece ser un cartero. Él toma a DQ por el muslo derecho y declara que su señor, el Duque, estará feliz de saber que DQ está de regreso a su castillo. DQ no reconoce a ese hombre, que resulta ser Tosilos, el joven que había hecho el papel del caballero que se rendía ante DQ con el fin de casarse con la hija de doña Rodríguez. Esto parece repetir el papel del pastorcito Antonio en la primera parte. Cuando DQ recuerda que los encantadores habían transformado a su enemigo en la justa en uno de los lacayos del Duque, Tosilos lo hace callar y afirma la realidad: «Calle, señor bueno... que no hubo encanto alguno, ni mudanza de rostro ninguna: tan lacayo Tosilos entré en la estacada como Tosilos lacayo salí della». Además, el Duque estaba tan enojado que él le dio 100 latigazos. Incluso nos enteramos de que doña Rodríguez ha vuelto a Castilla y que su hija se hizo monja.

Tosilos afirma que ahora está de camino a Barcelona para ofrecer «un pliego de cartas al virrey que le envía mi amo». Esto de alguna manera parece relacionarse de nuevo con la historia de Ricote o tal vez la escena meta-literaria en el taller de impresión. Tosilos a continuación les ofrece a DQ y SP vino y queso. DQ avanza, insistiendo que «este correo es encantado, y este Tosilos, contrahecho». Como de costumbre, sin embargo, SP hace una pausa para unirse al lacayo en la comida y la bebida. Los temas son la paz y el comercio: «él y Sancho se sentaron sobre la yerba verde y en buena paz compaña despabilaron y dieron fondo con todo el repuesto de las alforjas». Un juego de palabras final subraya el regreso de DQ a la cordura como una cuestión económica. Tosilos observa: «Sin duda este tu amo, Sancho amigo, debe de ser un loco». SP defiende a su señor: «¿Cómo debe?... No debe nada a nadie, que todo lo paga, y más cuando la moneda es locura». La metáfora indica que, cuando se trata de la locura, su amo no está en deuda con nadie, es decir, que la locura de DQ es toda suya y que equivale a una pequeña fortuna. Y sin embargo, hace alusión a la lección más grande en la importancia de aprender sobre las realidades comerciales y financieras.

«Un pliego de cartas al virrey que le envía mi amo»

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Resumen Capítulos 64 - 66

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Repasemos: En el capítulo sesenta y cuatro el resultado de la trama de la novela morisca que involucra a Ricote, Ana Félix y don Gregorio se suspende para dar lugar a la derrota de DQ a manos del Caballero de la Blanca Luna. En el capítulo sesenta y cinco se revela que el Caballero de la Blanca Luna es Sansón Carrasco y llega a un final feliz la novela morisca con la posibilidad de un futuro matrimonio entre la morisca y su amante cristiano antiguo, así como un perdón para ella y su padre. Al mismo tiempo, vemos la trayectoria terrestre de nuestra novela hacia la realidad burguesa en el hecho de que Carrasco se hospeda en una posada y llama al rescate de DQ una especie de «negocio». Así que la derrota de DQ en el capítulo anterior parece haber proporcionado las bases para, por una parte, un final materialista de la fantasía caballeresca y, por otro lado, un posible final feliz al problema morisco. El discurso agónico y altamente ambiguo de Ricote respecto a la política de expulsión de Felipe III nos pide contemplar un caso de limpieza étnica de la modernidad temprana y sin que haya respuestas fáciles. Volviendo al capítulo sesenta y seis, DQ se ha vuelto melancólico en su regreso a casa. Se cruzan con las cartas del Duque en su camino hacia el virrey de Barcelona. Mientras tanto, SP intenta animar a su señor, pero también se comporta como un juez y luego calcula como un glotón egoísta de nuevo. Cervantes parece querer que nosotros contemplemos por última vez las lecciones filosóficas, políticas, morales e incluso económicas de Salamanca y Barataria como la esencia misma de su novela contra la militancia caballeresca.

Recapitulemos

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“Nadie está a la espera de la Inquisición española”.— Monty Python

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Arcadia de nuevoE n el capítulo sesenta y siete de DQ 2, nuestro héroe se ha adelantado y espera a SP a la sombra de un árbol. Está deprimido por su

derrota y preocupado por desencantar a Dulcinea. La descripción que Cervantes hace de cómo estos pensamientos melancólicos plagan la mente del hidalgo es divertida y grotesca: «como moscas a la miel, le acudían y picaban pensamientos». SP llega

y elogia el carácter liberal de Tosilos, lo que provoca que DQ afirme una vez más que Tosilos no podría haber sido el verdadero lacayo del Duque. Como antes DQ había dicho sobre las visiones de SP de Dulcinea como una mujer campesina y de Carrasco como el Caballero de los Espejos, DQ vuelve a decirle al escudero que ha sido engañado una vez más por los encantadores malignos que quieren robarle su gloria. En lugar de detenerse en Dulcinea, DQ gira la atención bruscamente hacia Altisidora, preguntándole a SP si Tosilos ha informado si ella todavía lo ama o no: «¿si ha llorado mi ausencia o si ha dejado ya en las manos del olvido los enamorados pensamientos que en mi presencia la fatigaban?» SP está conmocionado por la curiosidad que DQ tiene sobre los pensamientos de Altisidora, pero DQ responde que a pesar de que podría estar «desamorado», no es «desagradecido».

Hay una especie de sustitución de personajes cerca del final de la novela: Altisidora y Dulcinea se vuelven intercambiables. No le toma mucho a DQ para volver del debate de Altisidora de nuevo a la cuestión del desencanto de Dulcinea. Él está enojado con SP porque evita su promesa: «Dulcinea, a quien tú agravias con la remisión que tienes en azotarte y en castigar esas carnes que vea yo comidas de lobos, que quieren guardarse antes para los gusanos que para el remedio de aquella pobre señora». También vincula la deuda de SP a Dulcinea a la condición del escudero como su sirviente feudal: «los cielos te den gracia para que caigas en la cuenta y en la obligación que te corre de ayudar a mi señora, que lo es tuya, pues tú eres mío».

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«Querría, ¡oh Sancho!, que nos convirtiésemos

en pastores»

La discusión termina cuando nuestros héroes llegan «al mesmo sitio y lugar donde fueron atropellados de los toros». En lugar de melancolía, los toros le recuerdan a DQ a «las bizarras pastoras y gallardos pastores», quienes, antes de encontrarse con los toros, los habían recibido en su pretendida Arcadia. La Arcadia le ofrece a DQ una esperanza renovada. Ahora planea cumplir con la promesa que le había hecho al Caballero de la Blanca Luna imitando las novelas pastoriles en lugar de las de caballerías: «querría, ¡oh Sancho!, que nos convirtiésemos en pastores».

Resulta increíble la rapidez con que Cervantes produce una parodia concisa del género pastoril en la misma línea de lo que ya había hecho hasta ahora con el género caballeresco. En primer lugar, DQ viene con nuevos nombres para él y su compañero, «el pastor Quijótiz» y «el pastor Pancino». A continuación, revisa el tema del Siglo de Oro que encontramos en DQ 1.11: «Darános con abundantísima mano de su dulcísimo fruto las encinas, asiento los troncos de los durísimos alcornoques, sombra los sauces, olor las rosas, alfombras de mil colores matizadas los estendidos prados», etc. SP, por supuesto, está cautivado. Dice que sus amigos Sansón Carrasco, Nicolás el barbero e incluso el sacerdote desearán unirse a ellos en su nuevo estilo de vida. Siguen unos nombres graciosísimos: «el pastor Sansonino», «Miculoso» y «el pastor Curiambro». Por supuesto, todos ellos tendrán amantes sobre quiénes lamentarse y mucha música que emana de los instrumentos tradicionales de pastoreo: «churumbelas», «gaitas zamoranas», «tamborines», «sonajas», «rabeles».

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La parodia pastorilO bservad la bella manera en la que Cervantes logra tejer en su parodia pastoril el mismo problema del norte-sur que tan a

menudo teje en su parodia caballeresca. Al final de su lista de instrumentos musicales para su nuevo estilo de vida pastoril, DQ añade un instrumento árabe. El hidalgo señala explícitamente que esto es extraño, pero, de acuerdo con la tendencia

pro-morisca de Cervantes, se deleita con la mezcla: «Pues ¡qué si destas diferencias de músicas resuena la de los albogues! Allí se verá casi todos los instrumentos pastorales». De manera graciosa SP está perplejo por este último detalle: «¿Qué son albogues?». DQ describe un instrumento de la forma de una flauta de varios tubos como acompañamiento problemático, aunque aceptable, para los demás instrumentos: «hace un son, que, si no muy agradable ni armónico, no descontenta y viene bien con la rusticidad de la gaita y del tamborín».

Estamos frente a una clara metáfora de las culturas mixtas de España, que Cervantes todavía considera que incluye a los moriscos (Cf. Juan Manuel, Libro del Conde Lucanor 41). Confirmando nuestra interpretación del texto, DQ ahora lanza una larga lección sobre la lingüística histórica que hace hincapié en la influencia árabe en el castellano: «Y este nombre albogues es morisco, como lo son todos aquellos que en nuestra lengua castellana comienzan en al, conviene a saber: almohaza, almorzar, alhombra, alguacil, alhucema, almacén, alcancía y otros semejantes, que deben ser pocos más; y solos tres tiene nuestra lengua que son moriscos y acaban en í, y son borceguí, zaquizamí y maravedí; alhelí y alfaquí, tanto por el al primero como por el í en que acaban, son conocidos por arábigos». ¿Recordáis las importantes funciones que ha desempeñado el árabe en los capítulos anteriores con el uso de palabras como «alcázar», «aljófar» y «acémila»?

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«No más refranes, Sancho»

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SP continúa apoyando la idea pastoril. Curiosamente, sin embargo, señala que el género recientemente elegido también tiene su lado oscuro, su violación, asesinato y muerte. Lo hace mezclando una serie de refranes y temas literarios de forma chistosa, todo ello en relación con el papel provocador de su hija en su fantasía pastoril. Es un pasaje maravilloso. Observad cómo SP hace todo lo siguiente en una rápida sucesión: 1) recuerda los deseos agresivos de Grisóstomo o Eugenio; 2) cita el mismo refrán anti-imperialista utilizado por la sobrina de DQ; 3) se refiere al Menosprecio de corte y alabanza de aldea (1539) de Antonio de Guevara; y 4) alude a la famosa frase latina de Horacio sobre la muerte como el gran igualador (cf. DQ 1, prólogo): «Sanchica mi hija nos llevará la comida al hato. Pero, ¡guarda!, que es de buen parecer, y hay pastores más maliciosos que simples, y no querría que fuese por lana y volviese trasquilada; y también suelen andar los amores y los no buenos deseos por los campos como por las ciudades y por las pastorales chozas como por los reales palacios». Después de todo esto, SP recita una serie de refranes que nada tienen que ver con otra cosa más que sea su amor por los refranes.

La conversación se vuelve aún más divertida cuando DQ critica el uso abusivo de los refranes de SP: «No más refranes, Sancho». Sin embargo, el hidalgo termina usando un refrán, lo que provoca que SP señale su hipocresía: «Paréceme... que vuesa merced es como lo que dicen: “Dijo la sartén a la caldera: Quítate allá, ojinegra”». Todo esto es muy divertido, pero en realidad tiene un significado anti-autoritario, anti-inquisitorial y antirracista también. SP ha planteado la cuestión del mestizaje a través de su preocupación por su hija. También ha indicado que hay hombres malos en todas partes. Y el escudero ha utilizado la misma cita de Horacio que Cervantes usó en el primer prólogo para desafiar la naturaleza artificial de la jerarquía social. Esta frase de Horacio, por cierto, fue traducida por una de las víctimas más famosas de la Inquisición, Fray Luis de León. Finalmente, el último refrán se refiere a la hipocresía moral y posiblemente a la racial. ¿Cómo sabemos esto? Debido a que todo viene de la mano de una lección sobre términos moriscos y árabes en el castellano.

Como si nos estuviera pidiendo reconsiderar el significado del último refrán, DQ ahora nos ofrece una definición de la importancia filosófica de estas piezas cortas de sabiduría: «los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios». Con esto él dice que deben descansar esa noche: «retiremos del camino real algún trecho, donde pasaremos esta noche». Con tristeza, SP recuerda las mejores comidas que recibió de Diego de Miranda, Camacho y Antonio Moreno y, a continuación, se retira a dormir. DQ vigila.

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Los cerdos en Don QuijoteE l capítulo sesenta y ocho tiene un subtítulo interesante: «De la cerdosa aventura que le aconteció a don Quijote». Esta es

una sutil frase porque “cerdo”, el eufemismo popular para puerco, no existía en la época de Cervantes. En su lugar, nuestro autor ha tomado su nuevo adjetivo de la frase “ganado de la cerda”, que alude a las “cerdas”, o pelos gruesos que tienen esos

animales. O sea, Cervantes nos provoca a interpretar el significado simbólico de los cerdos en este capítulo.

La referencia mitológica inicial del capítulo a la Luna como Diana parece sencilla. El hecho de que Diana esté presente en el cielo, pero no pueda ser vista, añade un toque morisco a las preocupaciones de DQ con respecto a cómo desencantar a Dulcinea. Un detalle sociológico curioso aparece aquí: DQ ha dormido «el primer sueño», pero no puede dormir el segundo. Esto se refiere a la costumbre temprano moderna de las personas que son activas durante la noche entre dos períodos separados de sueño. El narrador nos dice que debido a que SP está sin preocupaciones, él no sufre de esta vigilia. Pero DQ despierta a su escudero de todos modos para quejarse de los azotes que todavía se necesitan para liberar a Dulcinea: «Levántate, por tu vida, y desvíate algún trecho de aquí, y con buen ánimo y denuedo agradecido date trecientos o cuatrocientos azotes a buena cuenta de los del desencanto de Dulcinea».

Cervantes está entretejiendo dos temas importantes: el salario de Sancho y la Inquisición. Una vez más, el hidalgo articula la obligación de su escudero hacia él en términos feudales: «De buenos criados es conllevar las penas de sus señores y sentir sus sentimientos». En el capítulo sesenta y nueve, veremos el feudalismo transformado en capitalismo cuando SP finalmente acceda a realizar su penitencia por un precio. Tened en cuenta, también, que SP objeta azotarse esa noche con el argumento de que no es lo suficientemente religioso: «no soy yo religioso para que desde la mitad de mi sueño me levante y me dicipline». De esta manera, Cervantes nos prepara para el juicio inquisitorial simulado de SP, también en el capítulo sesenta y nueve. Observad cómo responde DQ lamentando la ruptura de su relación feudal: «¡Oh alma endurecida! ¡Oh escudero sin piedad! ¡Oh pan mal empleado y mercedes mal consideradas las que te he hecho y pienso de hacerte!». Todavía tiene esperanza, sin embargo, y cita la misma frase de Job 17.12 que se utilizó para describir la fuga de Zoraida en DQ 1.41 y que también se encuentra en el escudo de Juan de la Cuesta que aparece en la portada de ambas partes de la novela: «post tenebras spero lucem». El efecto combinado une dos de los objetivos principales de la novela: criticar la Inquisición y afirmar la relación empleador-empleado.

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Por segunda vez en tan sólo tres capítulos, SP filosofa. Al comienzo del capítulo sesenta y seis, SP había descrito a la Fortuna como una mujer borracha. Aquí se maravilla del poder del sueño para eliminar todos los problemas de la vida. Su metáfora es de carácter económico: «moneda general con que todas las cosas se compran». También indica que el sueño es un gran igualador ya que afecta a todas las castas de la misma manera. Por último, observa que la parte negativa del sueño es que se asimila a la muerte: «Sola una cosa tiene mala el sueño, según he oído decir, y es que se parece a la muerte, pues de un dormido a un muerto hay muy poca diferencia». DQ está una vez más impresionado: «Nunca te he oído hablar, Sancho... tan elegantemente como ahora».

La discusión filosófica se ve interrumpida por «un sordo estruendo». SP intenta protegerse poniéndose debajo de su asno: «se agazapó debajo del rucio, poniéndose a los lados el lío de las armas y la albarda de su jumento». Su acción falla, sin embargo, y «sin tener respeto a la autoridad de don Quijote», una manada de seiscientos cerdos atropellan a nuestros héroes: «El tropel, el gruñir, la presteza con que llegaron los animales inmundos, puso en confusión y por el suelo a la albarda, a las armas, al rucio, a Rocinante, a Sancho y a don Quijote».

El episodio es otro caso de justicia poética. Nos lo dice DQ mismo: «esta afrenta es pena de mi pecado, y justo castigo del cielo es que a un caballero andante vencido le coman adivas y le piquen avispas y le hollen puercos». El ataque metafórico de chacales, avispas y cerdos es la antítesis de la fantasía pastoril del capítulo anterior. Pero el papel principal que tienen los cerdos sugiere el problema específico de la ascendencia judía y morisca. Ya que tanto los judíos como los moriscos rechazan el consumo de la carne de cerdo, cuando las personas de estas religiones se convertían a la cristiandad, usualmente hacían un espectáculo de su nuevo interés por el jamón como prueba de su nueva fe. Cervantes se burla de la obsesión española por la pureza de sangre a lo largo de sus textos. Aquí la derrota humillante de DQ y SP en la “cerdosa aventura” subvierte la autoridad y pureza ya que sugiere que nuestros dos héroes son impuros.

«Levántate,por tu vida, y desvíate

algún trecho de aquí, y con buen ánimo y denuedo

agradecido date trecientos o cuatrocientos azotes a buena cuenta de los del desencanto

de Dulcinea»

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Continúan los indicios de la crítica de Cervantes a la obsesión por la identidad étnica. SP dice que si el hidalgo y su escudero estuvieran relacionados por sangre, entonces tendría sentido que compartieran «la pena de sus culpas». Pero niega esta posibilidad: «¿qué tienen que ver los Panzas con los Quijotes?». Del mismo modo, cuando SP se vuelve a dormir, «sin que fianzas, ni deudas, ni dolor alguno se le estorbase», DQ se inclina contra el tronco de un árbol y de nuevo se explaya sobre lo pastoril cantando un poema sobre los ensayos del Amor. El narrador, sin embargo, subvierte las alusiones de la escena pastoril de Virgilio señalando que Cide Hamete Benengeli «no distingue el árbol que era». La intrusión es divertida porque es mundana y trivial, pero también indica la estupidez de las distinciones étnicas.

Al final del capítulo sesenta y ocho, Cervantes transita de la lucha étnica particular de la “Aventura de los cerdos” hacia el escenario más ancestral de la guerra entre los pueblos primitivos. A la tarde siguiente, «al declinar de la tarde», nuestros héroes están rodeados por quince hombres que llevan «lanzas y adargas» y son «muy a punto de guerra». Estos hombres llevan a DQ y SP por el campo como prisioneros. Tened en cuenta tres aspectos del encuentro. En primer lugar, una vez más, Cervantes pone de relieve la identificación de SP con su asno humanizado. Cuando el escudero trata de hablar, uno de los hombres lo golpea con una púa, como si fuera un animal de carga: «apenas daba muestras de hablar, cuando uno de los de a pie con un aguijón le punzaba, y al rucio ni más ni menos, como si hablar quisiera». En segundo lugar, las distinciones étnicas colapsan por completo cuando los guerreros caracterizan a nuestros héroes como salvajes primitivos: «trogloditas», «bárbaros» y «antropofagos». Por último, los guerreros acompañan a nuestros héroes «a un castillo que bien conoció don Quijote que era el del duque, donde había poco que habían estado». Así que hemos vuelto al palacio del Duque, excepto que esta vez, en lugar de experimentar «cortesía y buen comedimiento», DQ y SP son recibidos como «vencidos», y, al entrar en el patio, «les dobló el miedo». Ved que es imposible no leer el siguiente capítulo.

“Cerdosa aventura”

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Sancho, martirio de nuevoE l capítulo sesenta y nueve abre con una escena nocturna macabra. El patio del palacio ducal está decorado con cientos de

velas y antorchas. En el centro hay un catafalque gigante cubierto por un toldo de terciopelo negro. En la parte superior del catafalque se encuentra «un cuerpo muerto de una tan hermosa doncella, que hacía parecer con su hermosura hermosa

a la misma muerte». La cabeza de la mujer muerta descansa «sobre una almohada de brocado» y en sus manos cruzadas, ella lleva el símbolo de su virginidad: «un ramo de amarilla y vencedora palma». Es otra escena teatral, al igual que las muchas que hemos visto en la segunda parte. En un escenario junto al catafalque posan dos reyes, el Duque y la Duquesa. DQ y SP están sentados cerca de los escalones del escenario, es decir, en un espacio intermedio entre la realidad y la ficción. Por último, la pregunta retórica del narrador subraya el asombro (admiratio) que la escena produce y nos permite saber que el cuerpo es el de Altisidora: «¿Quién no se había de admirar con esto, añadiéndose a ello haber conocido don Quijote que el cuerpo muerto que estaba sobre el túmulo era el de la hermosa Altisidora?».

La escena ahora se transforma en una parodia explícita de un juicio inquisitorial de SP. Un sirviente lo viste como un hereje: «una ropa de bocací negro encima, toda pintada con llamas de fuego, y quitándole la caperuza le puso en la cabeza una coroza, al modo de las que sacan los penitenciados por el Santo Oficio». Tened en cuenta que el bucarán también se utilizaba para encuadernar libros y que también la coroza de SP, «pintada de diablos», le hace un hereje impenitente, destinado a ser quemado vivo. Curiosamente, el instinto de DQ es reír: «aunque el temor le tenía suspensos los sentidos, no dejó de reírse de ver la figura de Sancho». Hemos visto muchos casos diferentes de risa en esta novela. Éste caso parece ser uno de los más sádicos.

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«Aunque el temor le tenía suspensos los sentidos,

no dejó de reírse de ver la figura de Sancho»

Ahora el sonido melodioso de flautas (¿recordáis los albogues?) emana de debajo del catafalque. Un muchacho joven aparece con un arpa y canta dos octavas. Tened en cuenta tres aspectos importantes de su poema: 1) Anuncia que Altisidora ha muerto a causa de «la crueldad de don Quijote»; 2) combina el mismo verso del Orlando furioso de Ariosto (30.16), que concluyó DQ 1 con una alusión al viaje de Orfeo a los Infiernos para rescatar a su esposa Eurídice: «cantaré su belleza y su desgracia, / con mejor plectro que el cantor de Tracia»; 3) la primera octava es de Cervantes, pero la segunda es una transcripción exacta de la segunda octava de la “Égloga III” de Garcilaso. En otras palabras, rescatar a Altisidora de la muerte es el objetivo de la producción artística de Orfeo y Ariosto, así como la de Cervantes y Garcilaso. Y todo esto tiene algo que ver con el juicio inquisitorial de SP.

Los dos reyes se dan a conocer como Minos y Radamanto, dos de los tres jueces del inframundo griego. ¿Quién es? o ¿dónde está el tercero, Éaco? Los jueces declaran que Altisidora aún no está muerta y que el martirio ceremonial de SP puede rescatarla del infierno. Ordenan a SP que se presente, comparándolo con el rebelde rey bíblico Nemrod: «Ablándote, tigre; humíllate, Nembrot soberbio, y sufre y calla». El martirio de SP se compone de una serie de golpes cómicos y palmadas en la cara, así como pellizcos y pinchazos en los brazos y en la espalda. En un primer momento, SP resiste, «bramando como un toro». Notad la alusión a la cuestión morisca: «¡Voto a tal, así me deje yo sellar el rostro ni manosearme la cara como volverme moro!». Un freudiano añadiría que nuestro escudero le teme a la castración: «que me toquen dueñas no lo consentiré si me llevase el diablo».

Un aspecto cómico fascinante de esta ceremonia se ve en la descripción prosaica de las mujeres que abofetean la cara de SP: «hasta seis dueñas en procesión una tras otra, las cuatro con antojos, todas levantadas las manos derechas en algo, con cuatro dedos de muñecas de fuera, para hacer las manos más largas, como ahora se usa». Al igual que el bucarán del traje de SP, los anteojos de las mujeres hacen que toda la escena aluda al episodio de la quema de libros de DQ 1.6. Sus mangas recortadas, sin embargo, siempre me han desconcertado. Por un lado, este detalle vincula el martirio de SP a la descripción de Altisidora del Infierno en el siguiente capítulo. Sin embargo, hay algo aquí acerca de la ortodoxia religiosa como una especie de moda (ver el ensayo “Corn-Pone Opinions” de Mark Twain). Del mismo modo, SP observa que una de las mujeres lleva una cantidad excesiva de maquillaje.

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“Nadie está a la espera de la Inquisición española”.— Monty Python

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«¡Viva es Altisidora! ¡Altisidora vive!»

A l final DQ convence a SP para que sufra su maltrato, maravillado por el poder que su escudero tiene: «Ten paciencia, hijo, y da gusto a estos señores, y muchas gracias al cielo por haber puesto tal virtud en tu persona, que con el martirio de ella desencantes a los encantados y resucites a los muertos». Así SP ofrece su «rostro y barba» a las mujeres y acepta

sus pellizcos, así como los de muchos otros presentes. Sin embargo, la ceremonia va terriblemente mal cuando SP toma medidas para evitar los pinchazos: «se levantó de la silla, al parecer mohíno, y, asiendo de una hacha encendida que junto a él estaba, dio tras las dueñas y tras todos sus verdugos, diciendo: “¡Afuera, ministros infernales!”». Observad cómo esta última metáfora convierte a los ministros de la Inquisición en esbirros del Infierno.

Es significativo que en este preciso momento, Altisidora resucita: «¡Viva es Altisidora! ¡Altisidora vive!». Observad el quiasmo similar al de La novela del curioso impertinente, donde «Rindióse Camila, Camila se rindió». Notad también que DQ reconoce de inmediato que el regreso de Altisidora a la vida a través del martirio de SP significa que su escudero también puede salvar a Dulcinea: «Así como don Quijote vio rebullir a Altisidora, se fue a poner de rodillas delante de Sancho, diciéndole: “Agora es tiempo, hijo de mis entrañas, no que escudero mío, que te des algunos de los azotes que estás obligado a dar por el desencanto de Dulcinea”». Cervantes empuja la relación feudal a su punto de ruptura: SP ya no es el escudero de DQ, sino, más bien, su propio hijo.

El desenlace del capítulo hace tres cosas. En primer lugar, pone en relieve el carácter sacrificial primitivo de la ceremonia. Lamentando el hecho de que siempre es un chivo expiatorio –«es que para curar los males ajeno tengo yo de ser la vaca de la boda»–, SP pide ser arrojado en un pozo: «No tienen más que hacer sino tomar una gran piedra y atármela al cuello y dar conmigo en un pozo». Recordad lo que Zoraida dice que su padre va a hacer con ella cuando descubra que su intención es huir a España. En segundo

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«¡Viva es Altisidora!¡Altisidora vive!»

lugar, se plantea la cuestión de la inocencia de SP. El morisco exiliado Ricote o los ciudadanos descalzos de Micomicón, por ejemplo, podrían encontrarlo culpable. En tercer lugar, el desenlace de este capítulo destaca de nuevo el tema de los textiles. Altisidora promete entregarle a SP más de su ropa: «dispón desde hoy más, amigo Sancho, de seis camisas que te mando, para que hagas otras seis para ti; y si no son todas sanas, a lo menos son todas limpias». Además, SP solicita que el Duque y la Duquesa le entreguen la túnica con las llamas y el sombrero con los demonios: «que las quería llevar a su tierra por señal y memoria de aquel nunca visto suceso». ¿Qué tienen que ver los textiles con una parodia de la Inquisición? Recordad que la expulsión de los moriscos diezmó la industria de la seda.

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La cura para el malde amores es el trabajo honesto

A l comienzo del capítulo setenta, encontramos otro subtítulo cómico: «Que sigue al de sesenta y nueve». SP continúa profundamente alterado «por los dolores de los martirios pasados». También se lamenta de tener que dormir en la misma habitación que DQ, porque sabe que su señor querrá conversar. De hecho, DQ entra y se maravilla ante el hecho de que

Altisidora murió debido a su resistencia a retribuir su amor. SP responde que no entiende qué tiene que ver la vida romántica de Altisidora con su martirio. Es como si Cervantes nos desafiara a descifrar un acertijo. ¿Qué tiene que ver el Amor con la Inquisición? Recordad el rol intercultural de los papeles de Zoraida y Ana Félix.

Cuando DQ y SP se retiran a dormir, nuestro narrador se entromete con el fin de decirnos que Cide Hamete se entromete con el fin de decirnos cómo el Duque y la Duquesa habían planeado esta última aventura: «Durmiéronse los dos, y en este tiempo quiso escribir y dar cuenta Cide Hamete, autor desta grande historia, qué les movió a los duques a levantar el edificio de la máquina referida». ¡Esto es cómicamente absurdo! ¿Hemos de creer que el personaje de ficción Cide Hamete aprovechó el momento en que nuestros héroes de ficción estaban durmiendo para escribir su ficción? En cualquier caso, el narrador nos dice que Cide Hamete nos dice que el bachiller Carrasco se disfrazó como el Caballero de la Blanca Luna y siguió el rastro de DQ al Ebro, donde el Duque le informó que DQ había ido a participar en el festival de caballería en Zaragoza. Al no encontrar a DQ en Zaragoza, Carrasco se las arregló para llegar a Barcelona, donde derrotó a DQ según lo dicho anteriormente. De regreso a Castilla-La Mancha, Carrasco dijo al duque que había derrotado a DQ con el fin de curarlo: «por ser cosa de lástima que un hidalgo tan bien entendido como don Quijote fuese loco». Tened en cuenta que como la mayoría de los lectores, la mayoría de los críticos piensan que Carrasco es malo. Sin embargo, su actitud concuerda con el papel erasmiano de Diego de Miranda como un hidalgo más ejemplar.

El aspecto más interesante de la larga digresión de Cide Hamete es su concluyente comentario moral en relación con el comportamiento de personajes como Carrasco y el Duque y la Duquesa: «Y dice más Cide Hamete: que tiene para sí ser tan locos los burladores como los burlados y que no estaban los duques dos dedos de parecer tontos, pues tanto ahínco ponían en burlarse de dos tontos». Esta evaluación resulta notablemente parecida a la del capellán enojado en DQ 2.32.

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A la mañana siguiente Altisidora visita a DQ y SP, y «siguiendo el humor de sus señores», continúa interpretando el rol de una amante abandonada. Ella está vestida seductoramente y, curiosamente, se apoya en un bastón: «arrimada a un báculo de negro y finísimo ébano». ¿Se trata simplemente de un símbolo de su reciente acercamiento a la muerte? ¿O es uno racial? DQ reacciona a su aparición en su habitación retirándose, es decir, de la misma manera que lo hizo cuando Doña Rodríguez lo visitó. Altisidora se molesta por haber sido rechazada por DQ. Incluso se reelabora un verso de Garcilaso de la “Égloga I”: «¡Oh más duro que mármol a mis quejas». Ella dice que murió –«perdí la vida»– y que sólo fue salvada por SP: «si no fuera porque el amor, condoliéndose de mí, depositó mi remedio en los martirios deste buen escudero, allá me quedara en el otro mundo».

SP responde de dos maneras. En primer lugar, el escudero se asocia nuevamente con su asno: «Bien pudiera el amor... depositarlos en los de mi asno, que yo se lo agradeciera». Esto conecta con el tema de Orfeo de rescatar a Eurídice del Infierno (un importante tema de la lírica de Garcilaso) gracias a que los azotes de SP permiten la victoria sobre la muerte. En segundo lugar, el escudero le pregunta a Altisidora sobre el Infierno, señalando que ya que ella se suicidó, debió haber terminado allí. Esto abre la puerta a la inserción de la maravillosa historia de Altisidora sobre su visión del submundo.

Altisidora especifica que técnicamente ella no cruzó al Infierno. Si lo hubiera hecho, no habría sido capaz de volver. Sin embargo, ella dice que cerca de la entrada al Infierno vio a un grupo de demonios jugando una especie de juego de fútbol (ver Berceo, “El sacristán fornicario”). Su visión es surrealista y divertida al mismo tiempo:«La verdad es que llegué a la puerta, adonde estaban jugando hasta una docena de diablos a la pelota, todos en calzas y en jubón, con valonas guarnecidas con puntas de randas flamencas, y con unas vueltas de lo mismo que les servían de puños, con cuatro dedos de brazo fuera, porque pareciesen las manos más largas». Notad la misma atención que se pone aquí a la moda, algo que vimos durante el martirio de SP. Los demonios son una declaración de moda flamenca más modesta. Altisidora añade que nadie nunca gana en este juego: «todos gruñían, todos regañaban y todos se maldecían». Cervantes se burla aquí de la diferencia entre católicos y protestantes.

El detalle más extraño de todo, sin embargo, es que los demonios están jugando al fútbol con libros en lugar de balones. En otro de los grandes momentos meta-literarios de Cervantes, Altisidora describe cómo uno de los libros que los demonios destruyen resulta ser la continuación de Don Quijote de Avellaneda. Un diálogo entre los demonios critica el texto de Avellaneda: «“¿Tan malo es?”, respondió el otro. “Tan malo”, replicó el primero, “que si de propósito yo mismo me pusiera a hacerle peor, no acertara”». Altisidora culmina explicando que su amor por DQ le hizo recordar esta escena: «por haber oído nombrar a don Quijote». La respuesta de DQ no sólo es una burla a la existencia del mundo metafísico sino que también continúa el juego meta-literario: «Yo no me he alterado en oír que ando como cuerpo fantástico por las tinieblas del abismo, ni por la claridad de la tierra, porque no soy aquel de quien esa historia trata».

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A continuación, DQ ofende a Altisidora reiterando su lealtad por Dulcinea. Por cierto, esta es una diferencia importante entre las novelas de Avellaneda y Cervantes: Avellaneda hace que DQ renuncie a su amor por Dulcinea; Cervantes insiste en que esto nunca sucede. Altisidora está tan enojada por esto que ella se desvía del guión y expone el engaño: «¿Pensáis por ventura, don vencido y don molido a palos, que yo me he muerto por vos? Todo lo que habéis visto esta noche ha sido fingido, que no soy yo mujer que por semejantes camellos había de dejar que me doliese un negro de la uña, cuanto más morirme». SP la apoya, declarando que la idea de que alguien deba morir de enfermedad de amor es absurda. En este punto, el cantante de la noche anterior aparece y DQ le pregunta qué tienen que ver los versos de Garcilaso con la muerte de Altisidora. El poeta atribuye su cita a la «licencia poética». Es otro momento meta-literario. Cervantes permite que un personaje de su novela desafíe a sus lectores a pensar en por qué él ha citado el texto de Garcilaso.

El capítulo termina cuando el Duque y la Duquesa llegan y DQ anuncia su partida. De manera significativa, antes de partir, tanto DQ como SP recomiendan el trabajo honesto como la cura para el mal de amores de Altisidora. El comentario de DQ es particularmente irónico porque se aplica para sí mismo también: «todo el mal desta doncella nace de ociosidad, cuyo remedio es la ocupación honesta y continua». Sancho apoya la idea y recomienda un tipo específico de trabajo: «no he visto en toda mi vida randera que por amor se haya muerto, que las doncellas ocupadas más ponen sus pensamientos en acabar sus tareas que en pensar en sus amores». La Duquesa está impresionada: «yo haré que mi Altisidora se ocupe de aquí adelante en hacer alguna labor blanca, que la sabe hacer por extremo». Propongo tres observaciones aquí: 1) los textiles y el trabajo honesto son la clave para terminar con el sufrimiento diabólico de todo el mundo; 2) esto alude a la trágica expulsión de los moriscos, que diezmó la industria de la seda en el sur de España; 3) esto también se refiere al arte de la escritura creativa, en especial la de Garcilaso, que constantemente se refiere a su propia poesía como una especie de tapiz tejido. Irónicamente, Altisidora, como dice la Duquesa, es muy buena para el tejido.

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Resumen Capítulos 67 - 70

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Con la prohibición de la aventura caballeresca según la derrota de don Quijote por el Caballero de la Blanca Luna, el capítulo sesenta y siete vira hacia el género pastoril. También contiene una lección lingüística sobre el árabe que destaca la lucha entre cristianos viejos y moriscos. El capítulo sesenta y ocho, una especie de tabula rasa, establece una trayectoria de Dulcinea a Altisidora, medita sobre el sueño y la muerte y se burla de las obsesiones étnicas a través de la grotesca “Aventura de los cerdos”. Esto lleva a un aspecto primordial en los conflictos fronterizos entre las antiguas razas. El capítulo sesenta y nueve contempla la muerte en la figura de Altisidora. Al igual que la quema de la biblioteca de DQ en DQ 1.6, Cervantes se burla de la Inquisición en el juicio de SP. Tened en cuenta que el ritual católico ortodoxo del auto de fe se reduce al paganismo; en lugar de salvar las almas de los condenados, sirve como medio para resucitar el objeto de amor muerto. La cómica reacción de DQ a los poderes de SP trae todo esto de nuevo a la cuestión del encantamiento constante de Dulcinea y nos recuerda los azotes pendientes de SP. En el capítulo setenta, Cervantes extiende su burla de la Inquisición a través del irreverente viaje de Altisidora al Infierno, donde se abusa de un libro llamado Segunda parte de la historia de don Quijote de la Mancha. Como de costumbre, la novela de Cervantes es compleja. Una buena conclusión, sin embargo, es que la creencia metafísica, como el mal de amores, resulta de la moda y la pereza. Las soluciones parecen ser el arte, el trabajo e incluso el deporte. La sátira es un juego literario en el que en realidad nadie se hace daño y todo el mundo gana, y eso precisamente porque todo el mundo pierde. Por otra parte, si aceptamos que somos todos diablos del Infierno, tal vez las Inquisiciones sean innecesarias.

Recapitulemos

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“La capacidad del verdadero creyente para ‘cerrar los ojos y taparse los oídos’ ante los hechos que no

merecen ser vistos o escuchados es la fuente de

su fortaleza y constancia sin iguales. No le asusta

el peligro, ni se desanima por los obstáculos, ni

se desconcierta por las contradicciones porque

niega que existan”.

— Eric Hoffer, El verdadero creyente

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La negociación finalentre don Quijotey Sancho PanzaH emos llegado a los últimos capítulos de DQ 2. Cualquier estudiante serio de la novela moderna o de la historia general

del género, debería poder dar cuenta de los pasajes finales de la obra maestra de Cervantes. Al final de la primera parte, Cervantes utiliza la aventura caballeresca condensada del Caballero del Lago, la historia de Eugenio, Anselmo, Leandra y

Vicente, el encuentro de DQ con los penitentes que llevan la Virgen María y el descubrimiento de los libros de plomo para satirizar las obsesiones de España con la pureza racial y la ortodoxia religiosa. La raza y el problema morisco están de nuevo presentes al final de DQ 2, pero la cura definitiva de la locura de DQ es fundamental también. Esta cura implica un alejamiento del género caballeresco hacia el pastoral, un encuentro con un personaje de la continuación apócrifa de Avellaneda y, lo más importante, una atención detallada a asuntos mundanos como el salario de SP y el testamento de DQ. Ah, y encontraremos los últimos juegos meta-literarios también.

El capítulo setenta y uno sigue siendo una de las meditaciones más espectaculares de Cervantes sobre la base material de las relaciones humanas y lo que esto tiene que ver con el arte. El enfoque inicial es la compensación del trabajo, específicamente, del poder milagroso de SP para desencantar y resucitar a los muertos. Mientras DQ está triste por su derrota militar, se consuela con la capacidad de su escudero: «Causaba su tristeza el vencimiento, y la alegría, el considerar en la virtud de Sancho, como lo había mostrado en la resurreción de Altisidora». Por el contrario, SP permanece triste por su falta de compensación, «porque le entristecía ver que Altisidora no le había cumplido la palabra de darles las camisas». El escudero se retrata a sí mismo como un médico sin remuneración: «soy el más desgraciado médico que se debe de hallar en el mundo, en el cual hay físicos que, con matar al enfermo que curan, quieren ser pagados de su trabajo, que no es otro sino firmar una cedulilla de algunas medicinas, que no las hace él, sino el boticario, y cátalo cantusado; y a mí, que la salud ajena me cuesta gotas de sangre, mamonas, pellizcos, alfilerazos y azotes, no me dan un ardite».

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Las quejas de SP conducen a una negociación final del sueldo entre el escudero y el hidalgo. DQ está de acuerdo en que Altisidora actuó erróneamente: «halo hecho muy mal Altisidora en no haberte dado las prometidas camisas». A continuación, se ofrece a pagarle a SP por desencantar a Dulcinea: «De mí te sé decir que si quisieras paga por los azotes de desencanto de Dulcinea, ya te la hubiera dado tal como buena... azótate luego y págate de contado y de tu propia mano, pues tienes dineros míos». Es un momento increíble. El narrador subraya eso diciéndonos que las motivaciones internas de SP se transforman por completo: «abrió Sancho los ojos y las orejas de un palmo y dio consentimiento en su corazón a azotarse de buena gana».

Y ahora a por las negociaciones del sueldo. SP comienza: «Dígame vuestra merced cuánto me dará por cada azote». Hablando metafóricamente, DQ pone en juego el Imperio Español en su totalidad, aunque deja la primera oferta al escudero: «Si yo te hubiera de pagar, Sancho... conforme lo que merece la grandeza y calidad deste remedio, el tesoro de Venecia, las minas del Potosí fueran poco para pagarte; toma tú el tiento a lo que llevas mío y pon el precio a cada azote». El cálculo de SP es un milagro. Puede ser que él sea un campesino ignorante que repite que no sabe leer, pero seguro que sabe de matemáticas cuando se trata de ser remunerado por los azotes: «vengamos a los tres mil y trecientos, que a cuartillo cada uno, que no llevaré menos si todo el mundo me lo mandase, montan tres mil y trecientos cuartillos, que son los tres mil, mil y quinientos medios reales, que hacen setecientos y cincuenta reales; y los trecientos hacen ciento y cincuenta medios reales, que vienen a hacer setenta y cinco reales, que juntándose a los setecientos y cincuenta son por todos ochocientos y veinte y cinco reales».

DQ está sorprendido por esta transformación –«¡Oh Sancho bendito, oh Sancho amable!»–, e incluso le ofrece un incentivo a SP: «Y mira, Sancho, cuándo quieres comenzar la diciplina, que porque la abrevies te añado cien reales». Nuestro hidalgo cree que está a punto de convertir su propio «vencimiento» en un «felicísimo triunfo». Una vez más, Cervantes se enfrenta a los lectores con la lección primordial de cambiar la fuerza por el pago de los servicios, es decir, el ideal burgués que hemos estado considerando desde la primera salida de DQ, cuando se encontró con las prostitutas de Sevilla, el primer ventero, Andrés y Haldudo y los mercaderes de Toledo. Pero notad la maniobra figurativa: Sancho se encuentra ahora en la posición de las víctimas deshumanizadas como Andrés y los esclavos de Micomicón, excepto por una diferencia importante: se le pagará por sus azotes. Observad también que los azotes del escudero se refieren explícitamente al tema del asno de Apuleyo: «haciendo del cabestro y de la jáquima del rucio un poderoso y flexible azote se retiró hasta veinte pasos de su amo entre unas hayas». Por último, tened en cuenta que el milagro de los azotes a SP conduce a la transformación moral de DQ también. Nuestro hidalgo expresa gran interés en el bienestar de su escudero –«Mira, amigo, que no te hagas pedazos»– y cuenta los azotes a SP en una forma que recuerda el simbólico “rosario” de galeotes liberados en DQ 1.22 y el rosario escatológico utilizado para su propia penitencia en DQ 1.26: «yo estaré desde aparte contando por este mi rosario los azotes que te dieres».

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La séptima posadaR ecordando el sufrimiento de Andrés a manos de Haldudo y la penitencia de DQ en Sierra Morena, SP ahora se desnuda el

torso y comienza a darse latigazos. Comiquísimo, ya que quiere inmediatamente un aumento de sueldo: «Hasta seis o ocho se habría dado Sancho, cuando le pareció ser pesada la burla y muy barato el precio de ella, y, deteniéndose un poco,

dijo a su amo que se llamaba a engaño, porque merecía cada azote de aquellos ser pagado a medio real, no que a cuartillo». DQ está de acuerdo de inmediato: «yo doblo la parada del precio». Ahora Cervantes lleva el caso al extremo ya que SP engaña a su amo dando latigazos sobre los árboles en lugar de a sí mismo. En este punto, DQ está tan movido por los padecimientos de su escudero que pide que se detenga. Tened en cuenta los matices de Apuleyo: «Por tu vida, amigo, que se quede en este punto este negocio, que me parece muy áspera esta medicina... que el asno, hablando a lo grosero, sufre la carga, mas no la sobrecarga». DQ interviene: «asiendo del torcido cabestro que le servía de corbacho a Sancho, le dijo: “No permita la suerte, Sancho amigo, que por el gusto mío pierdas tú la vida”».

DQ insiste en retrasar el «negocio». ¿Qué negocio es este? Por un lado, pagar a alguien por nada más que su dolor suena como la pesadilla marxista de la explotación capitalista. Por otra parte, aceptar un pago por trabajo falso suena como la pesadilla capitalista de una sociedad gobernada por los trabajadores. Estos puntos de vista contrastantes sobre la relación empleador-empleado se mueven entre visiones en las que ambas figuras son víctimas la una de la otra. ¿Existe un término medio?

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Algo que nos sugiere la respuesta es que nuestros héroes ahora llegan a la séptima posada de la novela. Sin duda es significativo que el narrador nos diga que DQ reconoce que no es un castillo. En su habitación cuelgan dos cuadros baratos con las escenas amorosas más importantes de la Ilíada de Homero y la Eneida de Virgilio: el secuestro de Helena a manos de Paris y el suicidio de Dido después de la partida de Eneas. El narrador señala que DQ menciona que Helena se va de buena gana –«no iba de muy mala gana»– y que el sufrimiento de Dido se exagera –«mostraba verter lágrimas del tamaño de nueces por los ojos». Después de que DQ observa que simplemente matando a París, él podría haber evitado la destrucción de Troya y Cartago, SP apuesta que «antes de mucho tiempo no ha de haber bodegón, venta ni mesón o tienda de barbero donde no ande pintada la historia de nuestras hazañas», a pesar de que de forma cómica se apresura a añadir que espera que el artista haga un trabajo mucho mejor.

En otras palabras, Cervantes compara su arte de la novela con estas pinturas inadecuadas de las grandes épicas de Grecia y Roma. ¿Qué convierte a la novela de Cervantes en una versión única y moderna de la épica clásica? Muchas de las respuestas se encuentran en esta escena: su realismo, sus temas comerciales y locales y sus diálogos cómicos. Además, la novela de Cervantes se aleja definitivamente de la aventura militar. Por lo tanto, a pesar de que SP «quisiera concluir con brevedad aquel negocio», DQ observa sombríamente que «lo hemos de guardar para nuestra aldea».

La palmada del capítulo setenta y uno a las malas pinturas alude a la continuación apócrifa de Avellaneda. ¿Cómo sabemos esto? Debido a que el capítulo setenta y dos implica un encuentro explícito con la novela de Avellaneda. No os equivoquéis, esto es algo salvaje. Cervantes hace que su personaje de ficción, DQ, entable una conversación con uno de los personajes de ficción de Avellaneda, don Álvaro Tarfe. Tarfe se dirige a Granada y relata que él conoció y se hizo amigo de un hombre llamado DQ, lo acompañó a las justas de Zaragoza y luego lo dejó en un manicomio en Toledo. Sin embargo, DQ convence a Tarfe que él es el verdadero DQ. El contraste nos indica un aspecto moral ya que nuestro DQ se conoce como «el bueno» y el de Avellaneda como «el malo». SP entra en la discusión también, observando que el otro SP no es tan ingenioso ni divertido como él. DQ declara que nunca ha puesto un pie en Zaragoza y que prefiere Barcelona por ser una ciudad mucho más bella y cosmopolita.

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Por último, DQ hace que Tarfe firme una declaración jurada en la que se declara que DQ y SP son quienes dicen ser y no los que se encuentran en la novela de Avellaneda. Observad el carácter radicalmente meta-literario de todo esto. Tarfe confirma que no ha visto lo que ha visto y que no ha experimentado lo que ha experimentado: «vuelvo a decir y me afirmo que no he visto lo que he visto, ni ha pasado por mí lo que ha pasado». El lenguaje jurídico contractual aquí también es intenso, tal y como es la presencia de un «alcalde» y un «escribano» que fielmente registran el testimonio de Tarfe. Después de salir de la posada, DQ y SP celebran su victoria sobre Tarfe y Avellaneda: «cuán bien acordado había sido tomar su declaración ante la justicia».

¿Qué está pasando aquí? Una manera de darle un sentido a este capítulo es relacionar las maniobras legales con el asunto de los azotes de SP. De esta manera, Cervantes nos indica que la solución contractual al problema de cómo distinguir entre el trabajo y la esclavitud es lo que hace que su novela sea superior a la de Avellaneda. Por lo tanto, cuando SP menciona sus azotes, Tarfe es distante: «No entiendo eso de azotes». Del mismo modo, SP completa lo que el narrador llama su «penitencia», «sacrificio» y «tarea» sin ningún tipo de daño a sí mismo. En la superficie, estos detalles son explicables: Tarfe no conoce los acontecimientos de la novela de Cervantes y SP engaña a su amo al azotar los árboles. Sin embargo, para los lectores familiarizados con El asno de oro, así como El Lazarillo de Tormes, la transformación de la brutalidad de la esclavitud en un contrato de trabajo civilizado y humano es precisamente la moral del género literario bajo nuestra consideración.

La trayectoria final del capítulo setenta y dos confirma la moral burguesa mediante la cual DQ debe dar su consentimiento para pagar a su criado: «subieron una cuesta arriba, desde el cual descubrieron su aldea». El extraño apóstrofe de SP a su tierra natal está lleno de contradicciones que contienen indicaciones irónicas del nuevo acuerdo económico: «Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote, que, si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo, que, según él me ha dicho, es el mayor vencimiento que desearse puede. Dineros llevo, porque si buenos azotes me daban, bien caballero me iba». Observad cómo SP se llama a sí mismo pobre, pero más tarde rico y cómo su último comentario nos obliga a pensar una vez más en su mágico asno. Notad también el tema cristiano y filosófico de la propia derrota.

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Don Quijote se vuelve lúgubrey supersticiosoA l comienzo del capítulo setenta y tres, DQ se vuelve lúgubre y supersticioso. Por casualidad oye a dos niños discutiendo,

uno de los cuales dice «no la has de ver en todos los días de tu vida». Él interpreta esto como que nunca verá de nuevo a Dulcinea. Del mismo modo, a principios de la España moderna la aparición repentina de un conejo era un signo de mal

agüero: «venía huyendo una liebre, seguida de muchos galgos y cazadores, la cual, temerosa, se vino a recoger y a agazapar debajo de los pies del rucio». Sancho toma la liebre y se la ofrece a DQ, quien reacciona con horror: «¡Malum signum! ¡Malum signum! Liebre huye, galgos la siguen: ¡Dulcinea no parece!». Observad este sorprendente truco realizado por SP en relación con su rucio. Cervantes mantiene el motivo de Apuleyo hasta el final.

Una vez más SP se muestra escéptico respecto a las supersticiones metafísicas. Afirma que ofrecerle la liebre a DQ debería ser un buen augurio. También les pregunta a los niños de qué estaban discutiendo. Sobre «una jaula de grillos». Observad cómo SP responde a propósito al pánico de DQ comprando la jaula y colocándola en manos de su amo: «Sacó Sancho cuatro cuartos de la faltriquera, y dióselos al mochcacho por la jaula, y púsosela en las manos a don Quijote». Este momento simbólico al final de la novela nos recuerda unos episodios anteriores: el viaje de DQ en una jaula a su casa al final de la primera parte y el triunfo de DQ sobre los leones enjaulados en DQ 2.17. Por el contrario, no hay encantamientos o leones aquí, sólo grillos y un intercambio comercial prosaico.

Cervantes deja el símbolo más importante para el final. Este símbolo indica la comprensión que Cervantes tenía de su arte de la novela como sátira social, en relación con la modernización de la picaresca clásica, es decir, el odio hacia la Inquisición, más la metamorfosis del asno de Apuleyo como un signo de la humanidad de los demás. Cuando nuestros héroes se encuentran con el cura y Carrasco, quienes están orando en un campo, el narrador hace hincapié en que SP ha vestido su asno como si fuera una víctima de

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la Inquisición: «Y es de saber que Sancho Panza había echado sobre el rucio y sobre el lío de las armas, para que sirviese de repostero, la túnica de bocací pintada de llamas de fuego que le vistieron en el castillo del duque la noche que volvió en sí Altisidora; acomodándole también la coroza en la cabeza, que fue la más nueva transformación y adorno con que se vio jamás jumento en el mundo». Tened en cuenta la complejidad de este símbolo. No es sólo una burla a la Inquisición. Debido a que SP ha cubierto «el lío de las armas» con el manto de llamas, el símbolo relaciona la persecución de la herejía institucional con el arte de la guerra. La pregunta: ¿Es la Inquisición una alternativa más civilizada a la guerra o es simplemente guerra por otros medios?

Ahora el tema del trabajo resurge. Como lo hizo al final de la primera parte, SP le explica a su mujer que él trae dinero: «Dineros traigo, que es lo que importa, ganados por mi industria, y sin daño de nadie». Aparece una ambivalencia aquí, por supuesto, porque SP tomó diez escudos del bandido Roque Guinart, porque sus 200 escudos recibidos del Duque parecían indicar la corrupción gubernamental y porque los azotes que le vendió a DQ fueron fraudulentos. Por otra parte, el asno vestido como una víctima de la Inquisición sugiere que toda la economía española está contaminada por el tratamiento injusto de los conversos y moriscos. Recordad también cómo esto contradice la afirmación anterior de SP, que regresa a su casa «no muy rico». Sin embargo, su afirmación de que él ganó su dinero «sin daño de nadie» es indicador de que el lucro logrado a través de la violencia es objeto de sátira de la novela.

Este penúltimo capítulo termina con una revisión del género pastoril. DQ explica sus planes a sus amigos y familiares: «tenía pensado de hacerse aquel año postor y entretenerse en la soledad de los campos, donde a rienda suelta podía dar vado a sus amorosos pensamientos, ejercitándose en el pastoral y virtuoso ejercicio». La impresión general es que un retorno a la calma atención del entorno local debe reemplazar a la violenta aventura expansionista. Por lo tanto, el cura y Carrasco aprueban: «porque no se les fuese otra vez del pueblo a sus caballerías, esperando que en aquel año podría ser curado, concedieron con su nueva intención y aprobaron por discreta su locura». Estos aspectos antiimperialistas y anticolonialistas de DQ impresionaron enormemente a filósofos posteriores como Voltaire y Ortega y Gasset.

Sin embargo, como hemos visto en los casos de Grisóstomo y Eugenio de la primera parte, la pastoral todavía contiene las semillas de la rivalidad y la violencia. Por lo tanto, los excesos cómicos de la pastoral permanecen: «que cada uno escoja el nombre de la pastora que piensa celebrar en sus versos, y que no dejemos árbol, por duro que sea, donde no la retule y grabe su nombre, como es uso y costumbre de los enamorados pastores». Por el contrario, tal vez el consejo más sabio proviene de la sobrina y el ama de llaves de DQ, que le instan a entrar en razón una vez y por todas. La sobrina está angustiada: «Ahora que pensábamos nosotras que vuestra merced volvía a reducirse en su casa y pasar en ella una vida quieta y honrada, ¿se quiere meter en nuevos laberintos?». El ama de llaves es insistente: «estése en su casa, atienda a su hacienda, confiese a menudo, favorezca a los pobres, y sobre mi ánima si mal le fuere». Observad qué tan bien su consejo concuerda con el modelo de Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán.

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«Alonso Quijano el Bueno»E n el capítulo setenta y cuatro, llega la muerte. En las primeras palabras de este último capítulo resuenan las que se encontraban

al comienzo de los testamentos de la época: «Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin, especialmente las vidas de los hombres, y como la de don Quijote no tuviese

privilegio del cielo para detener el curso de la suya, llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba». Tres aspectos del desenlace nos interesan: 1) DQ se recupera totalmente de su demencia, 2) salda sus cuentas y deja su finca en perfecto orden y 3) Cide Hamete tiene la última palabra, que resume el significado de DQ, el personaje y DQ, la novela.

¿Cómo sabemos que DQ recupera su cordura? El personaje expone los signos. Por ejemplo, duerme profundamente. El narrador señala su «ánimo sosegado» cuando su médico le anuncia que la muerte se acerca. Finalmente, él mismo señala su cordura: «¡Bendito sea el poderoso Dios, que tanto bien me ha hecho! En fin, sus misericordias no tienen límite, ni las abrevian ni impiden los pecados de los hombres». Una vez más: «Yo tengo juicio ya libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballerías». Y de nuevo: «Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de “bueno”. Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas las historias profanas de la andante caballería».

Esta denuncia de los libros de caballerías se hace eco de la opinión sobre estos textos que se encuentran en los escritos de los humanistas como Erasmo, Vives, y More. Hay otros indicios de un final humanista. Como lo hizo en el taller de imprenta en Barcelona, DQ hace referencia a Luz del alma cristiana de Felipe de Meneses, diciendo que en vez de leer libros de caballerías, que debería haber

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pasado más tiempo de su vida «leyendo otros que sean luz del alma». Un detalle curioso es aquí la alusión que Carrasco hace a dos perros que ha comprado para los efectos de su vida pastoral. Esto nos recuerda a los perros en el prólogo de la segunda parte, pero también podría ser una referencia intertextual a otra picaresca de Cervantes, El coloquio de los perros, que también es fuertemente humanista en su perspectiva.

Igual de importante que este cambio ideológico es el retorno del orden interno. «Alonso Quijano el Bueno» recita su última voluntad y testamento con gran detalle. Su primera prioridad es resolver su deuda con SP. Lo hace en su totalidad: «Iten, es mi voluntad que de ciertos dineros que Sancho Panza, a quien en mi locura hice mi escudero, tiene, que porque ha habido entre él y mí ciertas cuentas, y dares y tomares, quiero que no se le haga cargo dellos ni se le pida cuenta alguna, sino que si sobre alguno después de haberse pagado de lo que le debo, el restante sea suyo». Entonces DQ deja sus bienes a su sobrina y le paga a su ama de llaves: «Iten, mando toda mi hacienda, a puerta cerrada, a Antonia Quijana mi sobrina... y la primera satisfación que se haga quiero que sea pagar el salario que debo del tiempo que mi ama me ha servido, y más veinte ducados para un vestido». Este énfasis final sobre la economía hogareña tiene sentido, ya que uno de los síntomas de la locura de DQ era su incapacidad para gestionar su patrimonio.

Tres puntos finales acerca de la muerte de DQ. En primer lugar, comiquísimo, DQ indica en su testamento que perdona a Avellaneda por haber escrito una falsa continuación de sus hazañas. En segundo lugar, Cervantes nos da una dura nota del realismo humano al presentar a los herederos de DQ no deprimidos ante su muerte: «Andaba la casa alborotada, pero, con todo, comía la sobrina, brindaba el ama y se regocijaba Sancho Panza, que esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto». Por último, en una novela conocida por su realismo, hay una vacilación maravillosa entre la metafísica y los puntos de vista materialistas de la muerte: «dio su espíritu, quiero decir que se murió».

El aspecto más emotivo de la conclusión de la novela es la intervención de Cide Hamete. El extenso párrafo final está compuesto enteramente de su voz. También es extremadamente complicado. Comienza como un apóstrofe dirigido a su pluma: «Cide Hamete dijo a su pluma: “Aquí quedarás colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada o mal tajada péñola mía”». Esta pluma cósmica recuerda a una tradición morisca. Entonces, Hamete permite que la misma pluma hable. Señala el final de la Reconquista al retrabajar unas pocas líneas de un romance sobre el sitio de Granada; afirma que él y DQ estaban hechos el uno para el otro –«Para mí sola nació don Quijote, y yo para él: él supo obrar y yo escribir, solos los dos somos para en uno»–; y le da una última palmada a Avellaneda. Por último, Hamete reitera que ha sido su única intención contrarrestar los libros de caballerías: «no ha sido oro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías». Notad la moral cristiana contada por Hamete a su pluma: «Y con esto cumplirás con tu cristiana profesión, aconsejando bien a quien mal te quiere». En esto, Cide Hamete parece ser más morisco que árabe.

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ResumenCapítulos 71 - 74

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Los pasajes finales de la novela cubren una gama de temas. Comenzamos con un cálculo detallado y negociaciones contractuales entre DQ y SP con respecto a los azotes del escudero. A continuación, nuestros héroes llegan a otra posada. Una reflexión sobre el arte continúa en el siguiente capítulo, donde Cervantes nuevamente se relaciona con Avellaneda. A través de don Álvaro Tarfe, Cervantes produce otro encuentro meta-literario magistral que pone de relieve el carácter puramente ficticio de la novela. Al mismo tiempo, se pone de relieve el tema de la transición desde la esclavitud al trabajo. Además, el problema norte-sur del conflicto étnico en Iberia está presente hacia el final. La trayectoria desde Zaragoza a Granada del viaje de Tarfe es paralela a la íntima relación final entre DQ y Cide Hamete. También somos testigos de una última burla brillante de la Inquisición. En el último capítulo, DQ recupera su cordura y resuelve sus asuntos hogareños, ajusta sus cuentas y paga los salarios. Estamos frente a una muerte profundamente burguesa. Recordad que la locura de DQ no era sólo una cuestión de la aventura militar inspirada en las novelas de caballerías; también participa su incapacidad para administrar sus bienes. La declaración final de Cide Hamete revela que Cervantes era consciente del alcance de su logro, que será leído en todas partes: «así en estos como en los estraños reinos». Y en lo que sigue siendo quizás su mayor gesto textual, Cervantes fusiona su voz con las de Cide Hamete y su pluma, reconociendo que la cultura morisca nunca puede ser completamente borrada de España.

Recapitulemos

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Parte II

ActividadesCápitulos 24 - 47

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San JorgeSan Jorge

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Instrucciones:

A continuación se presenta una ilustración realizada por Christopher Roelofs, donde interpreta el capítulo 50 de la segunda parte del libro Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes.

Escribe tu análisis de la imagen y responde:

¿Qué personajes aparecen en la imagen?

¿Cuál es el significado simbólico de los elementos y acciones?

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ActividadCápitulos 48 - 57

Ilustración por Christopher Roelofs

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Instrucciones:

A continuación se presenta una ilustración realizada por Christopher Roelofs, donde interpreta el capítulo 55 de la segunda parte del libro Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes.

Escribe tu análisis de la imagen y responde:

¿Qué personajes aparecen en la imagen?

¿Cuál es el significado simbólico de los elementos y acciones?

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ActividadCápitulos 48 - 57

Ilustración por Christopher Roelofs

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Instrucciones:

A continuación se presenta una ilustración realizada por Christopher Roelofs, donde interpreta el capítulo 58 de la segunda parte del libro Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes.

Escribe tu análisis de la imagen y responde:

¿Qué personajes aparecen en la imagen?

¿Cuál es el significado simbólico de los elementos y acciones?

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ActividadCápitulos 58 - 65

Ilustración por Christopher Roelofs

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Instrucciones:

A continuación se presenta una ilustración realizada por Christopher Roelofs, donde interpreta el capítulo 59 de la segunda parte del libro Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes.

Escribe tu análisis de la imagen y responde:

¿Qué personajes aparecen en la imagen?

¿Cuál es el significado simbólico de los elementos y acciones?

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ActividadCápitulos 58 - 65

Ilustración por Christopher Roelofs

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Instrucciones:

A continuación se presenta una ilustración realizada por Christopher Roelofs, donde interpreta el capítulo 65 de la segunda parte del libro Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes.

Escribe tu análisis de la imagen y responde:

¿Qué personajes aparecen en la imagen?

¿Cuál es el significado simbólico de los elementos y acciones?

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ActividadCápitulos 58 - 65

Ilustración por Christopher Roelofs

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Instrucciones:

A continuación se presenta una ilustración realizada por Christopher Roelofs, donde interpreta el capítulo 69 de la segunda parte del libro Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes.

Escribe tu análisis de la imagen y responde:

¿Qué personajes aparecen en la imagen?

¿Cuál es el significado simbólico de los elementos y acciones?

140 Descubre Don Quijote de la Mancha

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ActividadCápitulos 66 - 74

Ilustración por Christopher Roelofs

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Una producción de UFM New MediaUniversidad Francisco Marroquín

Dirección del proyecto Stephanie FallaGuión y profesor Eric Clifford GrafEdición de guión Ainara Herrán Andrea M. Castelluccio Coordinación pedagógica Lisa QuanIlustraciones Gabriella Noriega Sergio Miranda Christopher RoelofsDiseño y diagramación Dagoberto GrajedaSitio web del proyecto donquijote.ufm.eduDirección Calle Manuel F. Ayau (6ta Calle final), zona 10 Guatemala, Guatemala 01010Teléfono (+502) 2338-7849

Guatemala, enero 2017

Este proyecto ha sido posible gracias a una donación de John Templeton Foundation. Con el apoyo de Earhart Foundation.

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CRÉDITOS