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A B C literario El Plenilunio de Muñoz Molina moda, y de inme- diato aparece una colección de sus- criptores a sentirse modernos, dicién- dote que eres un an- tiguo. Como aliora han desaparecido todas las coaccio- nes ideológicas, la única coacción po- derosa es la que im- pone la moda. En España puedes me- terte con quien quie- ras, puedes llamarle ladrón o miserable, pero no puedes atentar contra la sa- grada moda. Muñoz Molina in- troduce un silencio retórico, como resig- nado a sobrellevar las escoceduras que produce llevar la contraria. -En «Plenilunio» nos topamos con algún personaje cuya vida se ha visto arruinada por un entendi- miento nefasto de las ideologías y el compromiso. Parece incon- gruente que esto lo denuncie un hombre de izquierdas... -Es que esa denuncia no le co- rresponde a una persona de dere- chas. Las personas de izquierdas, que hemos regido nuestro pro- grama vital por aspiraciones de li- bertad y emancipación, con dema- siada frecuencia nos hemos dedi- cado a venerar monstruos. Durante mucho tiempo, la reivindicación de la igualdad y de las causas nobles se produjo mezclada siniestra- mente con la defensa de tiranías impresentables; una vez que han desaparecido-las tiranías, parece como si también hubiesen desapa- recido las causas: no, no, las cau- sas siguen siendo las mismas, aunque Stalin ya no exista. En Es- paña cuesta mucho digerir esto; fí- jese, en cambio, en Italia, que tiene una tradición cívica mucho más rica, donde la izquierda política se ha renovado de forma espectacu- lar: el Partido Comunista italiano tiene ahora una presencia que ha sido definitiva en el mantenimiento de la legalidad republicana y hasta en la unidad del país. La izquierda española, si fuese crítica, debería repensar sus posiciones. Ahora to- dos sabemos que Sendero Lumi- noso era una pandilla de psicópa- tas, pero ei otro día oí decir en la radio a una persona que se procla- maba de izquierdas: «Hay que de- jarse de socialdemocracias, hay que recuperar a Sendero Lumi- noso». Estas mamarrachadas se pronuncian desde posiciones de un privilegio absoluto; era como cuando en los años 70 se recha- zaba por reaccionaria a una per- sona que hubiera huido de la «En España puedes meterte con quien quieras, pero no puedes atentar contra la sagrada moda», comenta Muñoz Molina a Prada Unión Soviética, mientras tú vivías de puta madre en Occidente. Hay una cierta obsesión en muchas personas de izquierdas de mante- nerse puros; yo me alegro mucho de no mantenerme puro, de no pensar como pensaba hace veinte años. Pocos están dispuestos a reconocerlo, pero si hubieran triun- fado muchas de las ideas que te- nían las personas de izquierdas en los años 70 esto hubiera sido ho- rroroso. Vaya, me estoy moviendo en un terreno plagado de minas: aquí disientes y enseguida parece que te has pasado a la derecha. Ha esbozado una sonrisa iró- nica, quizá delatora del hastío que le provocan las viejas ortodoxias. Ya casi se remeje en el asiento, • ante la inminencia de su expedi- ción veneciana. -Los personajes de «Plenilunio» son hombres y mujeres que han tenido que aprender a convivir con el miedo. ¿Una metáfora de los tiempos que corren? -En ese sentido, yo creo que esta novela es bastante española. ¿Quién que sea inocente o que sea débil está protegido hoy con- tra el miedo? En España, sabe- mos que los únicos que están a salvo son quienes lo provocan: los policías se protegen el rostro con una capucha, los asesinos ejecu- tan con la cara descubierta. La re- dacción de «Plenilunio» está in- fluida por muchos acontecimien- tos presentes: me obsesionaba esa idea de que la muerte, en sus múltiples manifestaciones irracio- nales, puede irrumpir de pronto, sin que medie ningún motivo. Vivi- mos derrotados por el miedo, y ya no me refiero sólo al miedo que nos ocasionan los terroristas. Nada retrata mejor el cáncer de nuestra sociedad que el miedo dei justo y el desvalido ante el fuerte. El alma del qne sufre -En su obra encontramos siem- pre una predilección por los más débiles, una solidaridad inque- brantable con los desvalidos. -¿Y no le parece que eso ocu- rre siempre en literatura? Fíjese en la gran revolución que significaron el Lazarillo o un libro tan funda- mental -aunque tan ignorado- como la «Historia verdadera de la conquista de la Nueva España», de Bernal Díaz del Castillo, que erigen en centro de la narración al hombre vulgar y corriente. A mí el alma del fuerte no me interesa. Hace poco me llamó un escritor que deseaba escribir un libro so- bre un jerarca nazi: sabía que yo tenía mucha bibliografía sobre el holocausto y me dijo que estaba interesado en las honduras del alma de esta gente... ¿Qué hon- duras? Lo que interesa en litera- «SI hay algo que detesto es la figura del intelectual oficialmente comprometido, ese intelectual estrella, al estilo francés, arrogante y algo presuntuoso, que se proclama bandera de caucas remotas. Yo prefiero al "hombre de letras", y reivindico el rescate del sentido común, esa virtud tan mal considerada» tura es la hondura del alma del que sufre; la hondura del alma del funcionario de la muerte carece de interés. -¿Qué aspiraba a contarnos en «Plenilunio»? -Ante todo, deseaba contar vi- das entrelazadas, por pura devo- ción de contar. Acababa de pasar una época en la que había inda- gado en el propio yo, en la memo- ria personal, y aunque no sea una etapa que considere cancelada, me apetecía contar muchas vidas, vidas ajenas e inventadas, al hilo de una investigación policial. Yo, de entrada, sólo tenía un inspector y un misterio; luego, se me ocurrió atribulrie un pasado al inspector, y asi surgieron los primeros perso- najes;-el padre Orduña y Susana. Algunos personajes, como el del forense Perreras, que yo imaginé Intrascendentes, se convirtieron en sustantivos. He intentado crear personajes cercanos, que nos conmuevan o enamoren, y he in- tentado también contemplar cada vida desde su propio interior, para que mi escritura resulte más veraz. -¿Por qué ese título, «Plenilu- nio»? -¿Usted sabe por qué decidió Don Quijote que su amada se lla- mase Dulcinea? Porque le parecía un nombre músico, peregrino y significativo; con los títulos sucede lo mismo. -Hace diez años usted traba- jaba de funcionario en Granada; hoy es un escritor que goza de las consagraciones. ¿No le abruma tanto vértigo? -Los honores y los premios no te garantizan la bondad de la si- guiente página. Además, todo es muy relativo: basta viajar unos ki- lómetros para dejar de ser un es- critor consagrado y convertirte en un escritor directamente inexis- tente. Esta tarde, en Venecia, me habré transformado en un escritor minoritario, conocido tan sólo por los lectores que poseen mis libros traducidos al italiano: unos libros muy bellamente editados, pero con una presencia muy modesta. Si uno no quiere perder el sentido de la realidad, no debe prestar de- • masiada atención a las circunstan- cias exteriores. En Venecia, donde «tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos», pasará desapercibido, mientras su novela «Plenilunio» germina en la penumbra rumorosa de las imprentas. Cuando regrese de esa ciudad en que todos, para nuestro castigo, fuimos adoles- centes, lo aguardarán otra vez los agasajos, los honores y las aca- demias. Y también un aluvión de envidias, esa manifestación popu- losa de la vulgaridad. Juan Manuel de PRADA 20 Cultural (Madrid) - 28/02/1997, Página 20 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.

De Prada Y MuñOz Cultural 28 02 1997

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A B C literario

El Plenilunio de Muñoz Molina

moda, y de inme­diato aparece una colección de sus-criptores a sentirse modernos, dicién-dote que eres un an­tiguo. Como aliora han desaparecido todas las coaccio­nes ideológicas, la única coacción po­derosa es la que im­pone la moda. En España puedes me­terte con quien quie­ras, puedes llamarle ladrón o miserable, pero no puedes atentar contra la sa­grada moda.

Muñoz Molina in­troduce un silencio retórico, como resig­nado a sobrellevar las escoceduras que produce llevar la contraria.

-En «Plenilunio» nos topamos con algún personaje cuya vida se ha visto arruinada por un entendi­miento nefasto de las ideologías y el compromiso. Parece incon­gruente que esto lo denuncie un hombre de izquierdas...

-Es que esa denuncia no le co­rresponde a una persona de dere­chas. Las personas de izquierdas, que hemos regido nuestro pro­grama vital por aspiraciones de li­bertad y emancipación, con dema­siada frecuencia nos hemos dedi­cado a venerar monstruos. Durante mucho tiempo, la reivindicación de la igualdad y de las causas nobles se produjo mezclada siniestra­mente con la defensa de tiranías impresentables; una vez que han desaparecido-las tiranías, parece como si también hubiesen desapa­recido las causas: no, no, las cau­sas siguen siendo las mismas, aunque Stalin ya no exista. En Es­paña cuesta mucho digerir esto; fí­jese, en cambio, en Italia, que tiene una tradición cívica mucho más rica, donde la izquierda política se ha renovado de forma espectacu­lar: el Partido Comunista italiano tiene ahora una presencia que ha sido definitiva en el mantenimiento de la legalidad republicana y hasta en la unidad del país. La izquierda española, si fuese crítica, debería repensar sus posiciones. Ahora to­dos sabemos que Sendero Lumi­noso era una pandilla de psicópa­tas, pero ei otro día oí decir en la radio a una persona que se procla­maba de izquierdas: «Hay que de­jarse de socialdemocracias, hay que recuperar a Sendero Lumi­noso». Estas mamarrachadas se pronuncian desde posiciones de un privilegio absoluto; era como cuando en los años 70 se recha­zaba por reaccionaria a una per­sona que hubiera huido de la

«En España puedes meterte con quien quieras, pero no puedes atentar contra la sagrada moda», comenta Muñoz Molina a Prada

Unión Soviética, mientras tú vivías de puta madre en Occidente. Hay una cierta obsesión en muchas personas de izquierdas de mante­nerse puros; yo me alegro mucho de no mantenerme puro, de no pensar como pensaba hace veinte años. Pocos están dispuestos a reconocerlo, pero si hubieran triun­fado muchas de las ideas que te­nían las personas de izquierdas en los años 70 esto hubiera sido ho­rroroso. Vaya, me estoy moviendo en un terreno plagado de minas: aquí disientes y enseguida parece que te has pasado a la derecha.

Ha esbozado una sonrisa iró­nica, quizá delatora del hastío que le provocan las viejas ortodoxias. Ya casi se remeje en el asiento,

• ante la inminencia de su expedi­ción veneciana.

-Los personajes de «Plenilunio» son hombres y mujeres que han tenido que aprender a convivir con el miedo. ¿Una metáfora de los tiempos que corren?

-En ese sentido, yo creo que esta novela es bastante española. ¿Quién que sea inocente o que sea débil está protegido hoy con­tra el miedo? En España, sabe­mos que los únicos que están a salvo son quienes lo provocan: los policías se protegen el rostro con una capucha, los asesinos ejecu­tan con la cara descubierta. La re­dacción de «Plenilunio» está in­

fluida por muchos acontecimien­tos presentes: me obsesionaba esa idea de que la muerte, en sus múltiples manifestaciones irracio­nales, puede irrumpir de pronto, sin que medie ningún motivo. Vivi­mos derrotados por el miedo, y ya no me refiero sólo al miedo que nos ocasionan los terroristas. Nada retrata mejor el cáncer de nuestra sociedad que el miedo dei justo y el desvalido ante el fuerte.

El alma del qne sufre -En su obra encontramos siem­

pre una predilección por los más débiles, una solidaridad inque­brantable con los desvalidos.

-¿Y no le parece que eso ocu­rre siempre en literatura? Fíjese en la gran revolución que significaron el Lazarillo o un libro tan funda­mental -aunque tan ignorado-como la «Historia verdadera de la conquista de la Nueva España», de Bernal Díaz del Castillo, que erigen en centro de la narración al hombre vulgar y corriente. A mí el alma del fuerte no me interesa. Hace poco me llamó un escritor que deseaba escribir un libro so­bre un jerarca nazi: sabía que yo tenía mucha bibliografía sobre el holocausto y me dijo que estaba interesado en las honduras del alma de esta gente... ¿Qué hon­duras? Lo que interesa en litera-

«SI hay algo que detesto es la figura del intelectual oficialmente comprometido, ese

intelectual estrella, al estilo francés, arrogante y algo presuntuoso, que se proclama bandera de caucas remotas. Yo prefiero al "hombre de

letras", y reivindico el rescate del sentido común, esa virtud tan mal considerada»

tura es la hondura del alma del que sufre; la hondura del alma del funcionario de la muerte carece de interés.

-¿Qué aspiraba a contarnos en «Plenilunio»?

-Ante todo, deseaba contar vi­das entrelazadas, por pura devo­ción de contar. Acababa de pasar una época en la que había inda­gado en el propio yo, en la memo­ria personal, y aunque no sea una etapa que considere cancelada, me apetecía contar muchas vidas, vidas ajenas e inventadas, al hilo de una investigación policial. Yo, de entrada, sólo tenía un inspector y un misterio; luego, se me ocurrió atribulrie un pasado al inspector, y asi surgieron los primeros perso­najes;-el padre Orduña y Susana. Algunos personajes, como el del forense Perreras, que yo imaginé Intrascendentes, se convirtieron en sustantivos. He intentado crear personajes cercanos, que nos conmuevan o enamoren, y he in­tentado también contemplar cada vida desde su propio interior, para que mi escritura resulte más veraz.

-¿Por qué ese título, «Plenilu­nio»?

-¿Usted sabe por qué decidió Don Quijote que su amada se lla­mase Dulcinea? Porque le parecía un nombre músico, peregrino y significativo; con los títulos sucede lo mismo.

-Hace diez años usted traba­jaba de funcionario en Granada; hoy es un escritor que goza de las consagraciones. ¿No le abruma tanto vértigo?

-Los honores y los premios no te garantizan la bondad de la si­guiente página. Además, todo es muy relativo: basta viajar unos ki­lómetros para dejar de ser un es­critor consagrado y convertirte en un escritor directamente inexis­tente. Esta tarde, en Venecia, me habré transformado en un escritor minoritario, conocido tan sólo por los lectores que poseen mis libros traducidos al italiano: unos libros muy bellamente editados, pero con una presencia muy modesta. Si uno no quiere perder el sentido de la realidad, no debe prestar de-

• masiada atención a las circunstan­cias exteriores.

En Venecia, donde «tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos», pasará desapercibido, mientras su novela «Plenilunio» germina en la penumbra rumorosa de las imprentas. Cuando regrese de esa ciudad en que todos, para nuestro castigo, fuimos adoles­centes, lo aguardarán otra vez los agasajos, los honores y las aca­demias. Y también un aluvión de envidias, esa manifestación popu­losa de la vulgaridad.

Juan Manuel de PRADA

20 Cultural (Madrid) - 28/02/1997, Página 20Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de loscontenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposicióncomo resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de losproductos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.