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Balambiche 1: El amnésico. Dirigida por: Santi Arroyo (La escena la compone una cama y una mesilla de noche. En la cama duerme un hombre, con pijama y gorro de dormir, y a los pies de esta, están sus zapatillas. El hombre despierta) Amnésico: ¡Qué bien he dormido! ¡Qué cama más buena! (se estira) Hacía años que no dormía tan bien. (Se levanta) Que curioso. (Se gira y mira la cama) Pero si esta no es mi cama… creo. (Se rasca la cabeza) ¿Qué sitio es este? Que curioso… (Aparece de repente un PARADO, que pasea por delante de la escena, sin hacer otra cosa que caminar, de un lado a otro) Perdone… ¿quién es usted? Parado: No, quién es usted, que aquí es usted el nuevo. Amnésico: Pues yo soy… yo soy… pues no se quien soy, fíjese usted. Parado: (sin dejar de caminar) Piense usted, que ahí debe de estar. Amnésico: Si pienso, si estoy pensando… pero nada, oiga, Imposible. Ni la menor idea. Curioso, eh. Parado: Pues sí, mire usted, sí que es curioso. ¿Y cuánto hace que no sabe quién es? Amnésico: Pues fíjese usted, que tampoco lo recuerdo. Parado: Vaya por Dios. ¿Y ha dormido aquí esta noche? Amnésico: A eso sí se responderle. Si, si he dormido aquí. O eso me supongo, porque aquí me he despertado hará unos cinco minutos. Pero de ahí para atrás… Parado: Venga aquí. Amnésico: (se acerca) ¿Qué quiere? Parado: Écheme el aliento. Amnésico: ¿Cómo? Parado: (que no deja de caminar) Como lo oye . Écheme el aliento. Amnésico: ¿Para qué? Parado: Porque me da a mi la sensación de que usted lleva en la sangre más vino que las bodegas de La Rioja. Amnésico: ¿Eso cree? Parado: Eso creo. Amnésico: De acuerdo. Vamos a comprobarlo (cuando intenta acercarse al parado, debido al constante movimiento de éste, no consigue nunca echarle el aliento, a pesar de que le sigue por todas partes) Oiga, si no se está quieto, va a ser complicado. Parado: Pero es imposible, señor mío. Amnésico: ¿Por qué? Parado: Porque yo soy un parado.

El amnésico

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Page 1: El amnésico

Balambiche 1: El amnésico.

Dirigida por: Santi Arroyo

(La escena la compone una cama y una mesilla de noche. En la cama duerme un hombre, con pijama y gorro de dormir, y a los pies de esta, están sus zapatillas. El hombre despierta)

Amnésico: ¡Qué bien he dormido! ¡Qué cama más buena! (se estira) Hacía años que no dormía tan bien. (Se levanta) Que curioso. (Se gira y mira la cama) Pero si esta no es mi cama… creo. (Se rasca la cabeza) ¿Qué sitio es este? Que curioso… (Aparece de repente un PARADO, que pasea por delante de la escena, sin hacer otra cosa que caminar, de un lado a otro) Perdone… ¿quién es usted?

Parado: No, quién es usted, que aquí es usted el nuevo.

Amnésico: Pues yo soy… yo soy… pues no se quien soy, fíjese usted.

Parado: (sin dejar de caminar) Piense usted, que ahí debe de estar.

Amnésico: Si pienso, si estoy pensando… pero nada, oiga, Imposible. Ni la menor idea. Curioso, eh.

Parado: Pues sí, mire usted, sí que es curioso. ¿Y cuánto hace que no sabe quién es?

Amnésico: Pues fíjese usted, que tampoco lo recuerdo.

Parado: Vaya por Dios. ¿Y ha dormido aquí esta noche?

Amnésico: A eso sí se responderle. Si, si he dormido aquí. O eso me supongo, porque aquí me he despertado hará unos cinco minutos. Pero de ahí para atrás…

Parado: Venga aquí.

Amnésico: (se acerca) ¿Qué quiere?

Parado: Écheme el aliento.

Amnésico: ¿Cómo?

Parado: (que no deja de caminar) Como lo oye . Écheme el aliento.

Amnésico: ¿Para qué?

Parado: Porque me da a mi la sensación de que usted lleva en la sangre más vino que las bodegas de La Rioja.

Amnésico: ¿Eso cree?

Parado: Eso creo.

Amnésico: De acuerdo. Vamos a comprobarlo (cuando intenta acercarse al parado, debido al constante movimiento de éste, no consigue nunca echarle el aliento, a pesar de que le sigue por todas partes ) Oiga, si no se está quieto, va a ser complicado.

Parado: Pero es imposible, señor mío.

Amnésico: ¿Por qué?

Parado: Porque yo soy un parado.

Amnésico: (guarda unos segundos de silencio mientras le mira caminar con expresión de extrañeza) Pues porque lo dice usted, porque vamos…

Parado: Yo lo digo.

Amnésico: Qué curioso.

Parado: ¿El qué es curioso, señor mío?

Amnésico: Que usted, siendo un parado, no pare de caminar.

Parado: Ah, amigo, parado, pero nunca quieto.

Page 2: El amnésico

Amnésico: Que cosas.

Parado: No diga usted ni una palabra en contra mía, porque su situación es peor. Mucho peor. Usted no sabe quién es, de donde ha salido, ni siquiera su nombre.

Amnésico: Cierto… ¿y qué puedo hacer?

Parado: Yo llamaría a un médico. Esos saben de todo, y si no saben, se lo inventan. Pero se lo inventan muy bien. Fíjese, yo tenía una cuñada que tenía una hermana, cuya prima carnal conocía a un hombre que fue al médico y le preguntó si podía recetarle algo para que su Atleti ganara algún partido. Y el médico le dio un bote de cloroformo, a ver si así…

Amnésico: Pero no se… no me fío yo de los médicos.

(Aparece un cartero, con su bolsa o su carro y su gorra. Se para ante la cama del AMNÉSICO y deja un par de cartas. Cuando va a salir por el otro extremo, repara en el PARADO y en el AMNÉSICO, uno caminando constantemente y otro mirando a las musarañas).

Cartero: Buenos días, señores.

Amnésico: Buenos días tenga usted.

Parado: Buenos días, buen hombre ¿qué se cuenta?

Cartero: Verá, yo venía haciendo mi ruta habitual y me sorprendí de que hubiera correo para una dirección que no había visto hasta ahora.

Amnésico: ¿Y qué dirección era esa?

Cartero: Esa cama (señala la cama)

Parado: ¿Qué dice? ¿En serio?

Cartero: Como lo oye. Y, ciertamente, existe, así que dejé el correo.

Parado: (al amnésico) Ya ves, tienes correo.

Amnésico: ¡Entonces podré mirar mi nombre en el sobre!

(El amnésico se acerca a la cama y coge las cartas, mientras el cartero se sitúa en una lado de la escena y repite la misma acción todo el rato: saca unas cartas, las mira, las gira, las coloca y las tira dentro de cualquier manera, con lo que se descolocan y vuelta a empezar)

Parado: ¿Y bien? ¿Cuál es tu nombre?

Amnésico: Estimado cliente y querido usuario.

Parado: Vaya un nombre raro…

Cartero: No, hombre no, no es su nombre. Eso es lo que ponen las empresas para no tener que poner cada nombre. Escriben una carta y la mandan a todo el mundo. No le servirá de mucho.

Amnésico: Qué decepción (se acerca a la mesilla, abre el cajón y mete las cartas dentro. Después se sienta en la cama y suspira).

Cartero: (al parado) ¿Qué le pasa?

Parado: Que no sabe quién es.

Cartero: ¿Cómo?

Parado: Como lo oye. No tiene la menor idea de quién es, de dónde ha salido o de cómo se llama.

Cartero: Que fastidio. ¿Y qué va a hacer?

Parado: Pues yo creo que debe llamar a un médico…

Amnésico: ¡Médicos no!

Parado: …pero no quiere, ya ve.

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Cartero: Vaya…

(Aparecen por un lado las ABUELAS: ABUELA 1 y ABUELA 2. Batas, delantales, zapatillas de lona, rulos…)

Abuela 1: Pues sí, hija, lo que te cuento, la Mari liada con el maestro, el Juan liado con la asistenta y los niños mas solos que la una.

Abuela 2: Ay, señor bendito, qué familia. Que Dios les ampare.

Abuela 1: Y porque estoy yo que les bajo algo de comida de vez en cuando, que si no me da a mi que esos se quedaban sin comer más de un día.

Abuela 2: Pues sí, porque entre que ella con lo que gana cosiendo no saca ni pa’ pipas, y él se toca los huevos a dos manos, ya me contarás…

Abuela 1: (en voz alta, sin percatarse de que todo el mundo la oye) ¿Y esos tres chalaos? ¿Qué hacen aquí en medio?

Abuela 2: Estos nos quieren robar. Y violar, mira la cama.

Abuela 1: Que lo intenten. Les hago mi llave de kung-fu y no vuelven a caminar sobre dos piernas. ( Hace una especie de movimiento karateka, que a muchos nos recordará a la Blasa, mítico personaje de Cruz y Raya).

Abuela 2: Mira a ese (señala al parado), que no para quieto. Ese seguro que está drogado. Se habrá puesto de camello hasta las cejas, y claro…

Parado: ¡Señoras, que les estoy escuchando!

Abuela 1: ¡Y encima responde! ¡Mecagüentostusmuertos, que a la gente mayor no se la responde, se la respeta!

Parado: Ande y váyase a hacer puñetas.

Abuela 2: ¡Sinvergüenza! ¡Drogadicto! ¡Asesino!

Parado: ¿Pero qué dice?

Amnésico: Señora, no se pase, que yo a este hombre le conozco de toda la vida y es un buen hombre.

Abuela 1: ¿De toda la vida?

Amnésico: De toda la vida. Figúrese, que todos mis recuerdos son a su lado…

Abuela 2: (siguen con el aparte que oye todo el mundo) Esos deben de ser mariquitas.

Abuela 1: No seas vulgar, se dice monosesuales, que me lo ha dicho mi hijo.

Parado: ¡Señora, que la estoy oyendo!

Abuela 2: ¡Y responde! Pues vaya un monosesual mal enseñao. Ay, si hubieras estudiado con los jesuitas…

Parado: ¿Se ha tomado usted las pastillas hoy?

Abuela 2: Si, las quince. ¿Qué se ha pensao, que no tengo memoria? Pues anda que…

Cartero: Señores, se están ustedes desviando del tema importante y que nos ha reunido hoy aquí: determinar la identidad de este señor (señala al Amnésico).

Abuela 1: ¿Pero usted le conoce?

Cartero: Por supuesto que le conozco. Soy su cartero de toda la vida. Todas las cartas que este señor recuerda haber recibido, las ha recibido de mi mano.

Abuela 2: (a la otra, en un aparte de los suyos) Este le pone los cuernos con el cartero. Tres monosesuales.

Abuela 1: Dios los cría… (se persignan a la vez)

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Cartero: ¡Señora! ¡Por favor!

Abuela 2: Sí, sí… ¿Y qué le pasa a ese monosesual de ahí? (señala al Amnésico)

Parado: Que no sabe quién es. Ni de dónde ha venido, ni como se llama.

Abuela 1: Eso es el SIDA.

Abuela 2: Lo único que se puede hacer ahora es esperar, rezar y llamar a un sacerdote.

Amnésico: ¡Curas no!

Abuela 1: ¡Hombre que curas sí! Ya lo verás (salen por un lado las ABUELAS)

Parado: Pues si ellas llaman a un cura, yo llamo a un médico. (sale por el lado contrario. En el otro extremo, aparecen las VERDULERAS. Son tres y vienen cogidas del brazo, con pinta de marujas, porque de hecho, lo son).

Verdulera 1: (al cartero) Ya le vale a usted, ¿eh?

Cartero: (sorprendido) ¿Cómo?

Verdulera 2: Le parecerá bonito.

Cartero: ¿Pero qué?

Verdulera 3: Vergüenza tenía que darle.

Cartero: ¿El qué?

Verdulera 1: ¿¿El qué??

Verdulera 2: ¿El quéee?

Verdulera 3: Pero hombre, por favor.

Amnésico: Señoras, me están dando dolor de cabeza.

Verdulera 1: Pues si que…

Verdulera 2: La resaca, qué mala es…

Verdulera 3: ¡Hay que beber menos!

Amnésico. Señora, que no tengo resaca.

Verdulera 1: Que no, dice.

Verdulera 2: Pues está este bueno.

Verdulera 3: De no haber bebido está, si.

Cartero: Me lo están dando a mí también señoras.

Verdulera 1: Tu calla, que contenta nos tienes.

Verdulera 2: ¡Qué valor!

Verdulera 3: Una falta de respeto y de profesionalidad, si señor.

Cartero: ¿Pero se puede saber que las pasa?

Verdulera 1: Y eso es lo peor… ¡que no se acuerda!

Verdulera 2: Si es que no hay valores… ¡estos jóvenes!

Verdulera 3: ¿Éstos? Bah, éstos son capaces de matar a alguien y al día siguiente andar tan campantes por ahí.

Amnésico: ¡¿Pero se quieren aclarar de una vez?!

Verdulera 1: Es usted un impaciente, joven.

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Verdulera 2: Un impaciente y un vago.

Verdulera 3: ¡Estar en pijama a las diez de la mañana! ¡Eso es de vagos!

Cartero: Miren, señoras, o se aclaran o ya pueden irse pitando porque voy a empezar a repartir con el País que hoy lleva suplemento y duele.

Verdulera 1: Y se pone garrulo.

Verdulera 2: Pues anda que…

Verdulera 3: Pues te lo vamos a contar.

Verdulera 1: Hombre que te lo vamos a contar.

Verdulera 2: Pues por supuesto que te lo vamos a contar.

Verdulera 3: Faltaría más que te lo vamos a contar.

Amnésico: ¡Señoras! ¡Basta ya!

Verdulera 1: De acuerdo

Verdulera 2: ¿Te parece a ti normal…

Verdulera 3: … que son las diez y pico…

Verdulera 1: … y hace que tenías que habernos traído el correo…

Verdulera 2: … hace ocho minutos?

Cartero: ¡Acabáramos! ¿Y todo este jaleo por el correo?

Verdulera 3: Si. Y le vamos a explicar por qué.

Verdulera 1: Nosotras nos despertamos a las nueve y treinta y nueve.

Verdulera 2: Ni un minuto más ni un minuto menos.

Verdulera 3: Nos duchamos, nos vestimos y a las nueve y cincuenta y siete…

Verdulera 1: …estamos preparadas frente a los buzones para recoger el correo.

Verdulera 2: Que tiene usted que depositar entre las ocho treinta y las diez.

Verdulera 3: Nosotras, como le conocemos, pues bajamos a las nueve y cincuenta y siete.

Verdulera 1: Generalmente, cogemos el correo y nos vamos a la pastelería de Antonio.

Verdulera 2: A tomar una ensaimada y un café cortado.

Verdulera 3: Mientras leemos nuestro correo y comentamos la noche.

Verdulera 1: ¿Pero qué ha pasado hoy?

Verdulera 2: Pues que usted, a las diez de la mañana, no había aparecido.

Verdulera 3: Pero ni a las diez, ni a las diez y uno, ni a las diez y dos…

Verdulera 1: ni a las diez y tres, ni a las diez y cuatro…

Verdulera 2: ni a las diez y cinco, ni a las diez y seis…

Verdulera 3: y como a las diez y siete no venía usted…

Verdulera 1: Pues nos hemos preocupado, y hemos decidido venir a buscarle.

Verdulera 2: Le he pedido a mi hijo, que es informático, que buscara tu ruta.

Verdulera 3: Y aquí hemos venido, con el corazón en un puño,

Verdulera 1: sufriendo por usted. Y mire como nos recibe.

Verdulera 2: Nos duele, nos duele.

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Verdulera 3: Nos hiere profundamente.

Cartero: Pues les ahorro el dolor: no tienen correo hoy.

Verdulera 1: ¡Pero cómo!

Verdulera 2: (a la Verdulera 3) eso es que no escribiste las tres cartas al ayuntamiento.

Verdulera 3: Las escribí, de verdad que si.

Verdulera 1: Pues no se que ha podido pasar…

(Aparecen por un lado, el PARADO con el MÉDICO, y por el otro, las ABUELAS, con el CURA.)

Abuela 1: ¿Ve usted lo que le decía? Desviadito del camino del señor.

Cura: Si, hija, si (se acerca al Amnésico) Buenos días. Míreme.

Amnésico: Buenos días. Mírese.

Cura: ¿Qué sientes, hijo mío? ¿Dónde se te ha perdido tu alma?

Amnésico: Yendo al servicio. Le dijeron la primera a la derecha, pero aún no ha sido capaz de encontrarla, ya ve.

Cura: Qué perdido estás, virgen santa.

Amnésico: Pues ya ve. (Se pasa al otro lado de la cama, pasando por encima de ella)

Parado: (que recobra su habitual actividad) ¿Ve, doctor? Ese es el hombre del que le he hablado.

Médico: Usted lo describía más alto. No me fío. (Mira al parado) ¿Se encuentra usted bien? Túmbese, le haré un reconocimiento rápido.

Parado: Déjese de reconocimientos y mire a ese señor que es el que está mal.

Médico: De acuerdo (se acerca al amnésico) Buenos días, caballero.

Amnésico: Buenos días.

Médico: ¿Qué le pasa a usted?

Amnésico: Nada.

Médico: ¿Nada?

Amnésico: Nada.

Médico: Vaya… (se gira hacia el parado) ¿Por qué me llama usted si no le pasa nada?

Parado: Porque sí que le pasa.

Abuela 1: Es monosexual.

Abuela 2: Cúrele, doctor.

Médico: Señoras, no interrumpan o tendré que echarlas.

Abuela 1: (al cura) padre, haga algo.

Cura: ¿Pero qué voy a hacer yo?

Abuela 2: Sáquele el demonio a ese pobre hombre. (El cura se acerca al Amnésico)

Médico: Pare usted. Durante mi consulta nadie sacará demonios, ¿de acuerdo? Pido silencio y respeto. (Al amnésico) Bueno, se acabó la tontería. (Revuelve en su maletín mientras dicta las órdenes al amnésico, que las obedecerá lo más rápidamente que pueda) Póngase en pie, quítese la camisa, dese la vuelta, túmbese sobre la cama, levántese, póngase la camisa y siéntese en la cama. (El médico levanta la vista y le ve como al principio) ¿Qué hace todavía ahí sentado?

Amnésico: Pero…

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Médico: De acuerdo, no se preocupe, le entiendo. Es pudoroso (se gira hacia el resto) Les rogaría que se girasen para que este hombre no se sintiera incómodo.(obedecen) Muchas gracias. Bien, ahora no tendrá impedimento. (igual que antes) Túmbese, levántese, quítese la camisa, déle la vuelta a la camisa, siéntese, descálcese, póngase la camisa, levántese, cálcese y siéntese. (Levanta la cabeza) Qué desastre, no solo no se desnuda sino que se ha puesto la camisa del revés. No se lo diré más, vamos a hacer las cosas bien. Póngase la cama, levántese los zapatos, túmbese sobre la camisa y siéntese bajo la cama (El amnésico le mira con cara extraña y se sienta en la cama. El Médico se le acerca)

Médico: No era tan difícil, ¿no? (Le va haciendo las pruebas típicas de ojos, oídos…) ¿Qué es lo que le pasa a usted?

Amnésico: Que no me acuerdo de las cosas.

Médico: Eso se debe, sin duda, a que usted tiene muy mala memoria.

Amnésico: No, no… es que no me acuerdo de nada. De absolutamente nada.

Médico: Bien, está bien. Pero tenga en cuenta que el hecho de no acordarse de nada es algo positivo, porque el saber eso le indica que recuerda algo: usted recuerda que no recuerda nada. Está mejorando (se acerca al maletín y saca una libretita) Que tome esto, tres o cuatro veces al día, con intervalos de tres segundos entre dosis y dosis. Buenas tardes (va a irse, después de darle la receta al Parado).

Verdulera 1: Oiga

Verdulera 2: ¡Usté!

Verdulera 3: Pero tendrá jeta el tío este…

Verdulera 1: Haga algo, ¿no?

Verdulera 2: Que poca profesionalidad, de verdad.

Verdulera 3: Estos médicos no tienen ni idea de nada.

Abuela 1: Mucho hablar que si de hospitales, camas, crisis…

Abuela 2: pero aquí no trabaja nadie bien.

Cartero: (Saca El País) Señoras, que se la están jugando.

Cura: Recemos por la salvación del alma de este pobre inocente. Su cuerpo ya está perdido y arderá en las llamas del infierno. (Se arrodilla, imitado por las cinco señoras.

Cura y señoras: (bajito, casi en un murmullo) Padre nuestro… (la oración entera)

Médico: Bien, hábleme de su familia.

Amnésico: Pues a ver… habrá un padre, digo yo. Y una madre debe haber también. Y no se si algo más…

Médico: No, que si ha tenido antecedentes en su familia.

Amnésico: Por supuesto que he tenido antecedentes, ¿qué se ha pensado usted de mi? Tengo muchísimos ascendentes y espero tener muchos descendientes.

Médico: No, me refiero a que si alguien de su familia ha tenido lo que tiene usted.

Amnésico: Pues la verdad es que no me acuerdo…

Médico: Que fastidio. Bueno, en cualquier casi, en vez de tomar lo que le he recetado, tienes que tomar esto (apunta en un papel a toda velocidad) Ya sabe, seis horas de cada cinco, tres si hay luna llena, excepto cuando usted tenga ganas de ir al servicio. Si va al servicio y está libre, al volver tómese tres muy rápido, mientras piensa en lo fea que era su mujer. Si el baño estaba ocupado, aguántese y busque un cubo. Muy buenos días (va a salir)

Cura: (se levanta y le para) Tenga cuidado, doctor. Por si se le cae un piano encima o algo así.

Médico: Descuide, iré mirando el cielo.

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Cura: Si le cayera, ya sabe de parte de quién es.

Médico: Gracias por la advertencia. Buenas noches.

Cura: Pero tenga también cuidado con el suelo. Podría pisar… ya sabe… una caquita.

Médico: De acuerdo. En tal caso, miraré al suelo.

Cura: No olvide el piano.

Médico: Muy cierto. Entonces, miraré hacia arriba y hacia abajo, para que no me pase nada. Buenas tardes a todos (va a salir)

Parado: ¡Doctor!

Médico: (se gira) dígame

Parado: Me duele el alma.

Médico: Aha. Que suerte ha tenido usted. Casualmente tenía por aquí… (rebusca en el maletín) algo para los dolores de alma. (sigue buscando mientras el cura se le pone delante y le mira mal) ¿Qué le pasa?

Cura: ¿Que qué me pasa? Es usted un egoísta, joven.

Médico: ¿Por qué dice eso?

Cura: Porque hasta en lo que me toca a mi se mete. Esta usted siendo un acaparador, y eso no puede ser. Me quejaré al colegio de médicos, y como siga, me chivaré a (señala hacia arriba) así que ándese con cojo y comparta.

Médico: Lleva usted razón, he sido un egocéntrico. Cúrele usted el alma, yo me voy. Que tengan un buen día (sale)

Cura: (al cartero) ¿Qué sientes, hijo?

Verdulera 1: Le duele el alma.

Verdulera 2: Pero mucho.

Verdulera 3: Fíjese si le duele que hoy no nos ha traído correo.

Cura: ¿Es verdad eso, hijo mío?

Verdulera 1: Y tanto que es verdad.

Verdulera 2: Si, padre, si. Es cierto.

Verdulera 3: Como lo oye.

Cura: ¿Y cuándo comenzó el dolor?

Verdulera 1: Ayer por la noche, padre.

Verdulera 2: Cuando se iba a acostar.

Verdulera 3: Era tarde ya, pero no podía dormir.

Cura: (resopla, dando muestras de que se está empezando a cansar de las señoras) ¿Has pecado últimamente?

Verdulera 1: Uuuh, un montón.

Verdulera 2: Con ese (señala al parado) y con ese (y al amnésico)

Verdulera 3: Y con ese (señala al amnésico) más, a juzgar por como está la cama.

Cura: ¡Señoras! Que estoy hablando con él. ¿Has rezado últimamente, hijo?

Cartero: No, padre… la verdad es que últimamente…

Cura: (se le acerca) ¡Pues colleja! (se la da)

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Cartero: Pero, padre…

Cura: No me repliques, hijo. Es voluntad del señor.

Cartero: Claro, claro…

Cura: Pues a partir de ahora vas a rezar. (Saca papel y boli) Dese la vuelta.

Cartero: Pero padre..

Cura: ¡Que se de la vuelta!

Cartero: Bueno, de acuerdo… pero no me pegue.

Cura: No le voy a pegar.

Cartero: (se da la vuelta lentamente, pero tapándose el culo al girarse) ¿Qué quiere, padre?

Cura: Nada, hombre, le voy a hacer la receta. Que es que la Iglesia se ha modernizado. ( escribe apoyándose en la espalda del Cartero) Tres avemarías… cada seis horas… un padrenuestro… cada hora. (le da un toquecito en la espalda) Ya está, hijo. Rezas esto y si te notas con energía, la Biblia como lectura de cama. (Le da el papel) Vienes a verme la semana que viene a ver como va el dolor de alma. (El cartero sale, mirando el papel).

Abuela 1: Que bueno es usted, padre.

Cura: (Como quitándose importancia pero obviamente orgulloso) Nada, nada, la gracia de Dios.

Amnésico: No sabía que era un señor gracioso.

Cura: No, no, no es que haga gracia, es que da la gracia a los hombres.

Amnésico: Entonces no es gracioso, es agradecido.

Cura: No, escuche. Dios nos lleva por el buen camino, con su gracia.

Amnésico: Entonces es como si fuera un perro guía.

Cura: ¡No!

Amnésico: Pues no lo entiendo.

Cura: Si hablara más con Dios, lo entendería.

Amnésico: Ya, pero siempre que le llamo está comunicando. Es un hombre ocupado.

Cura: ¡No!

Amnésico: ¿No es un hombre ocupado?

Cura: No es un hombre.

Amnésico: ¿Ah, no?

Cura: No. Y cállese ya.

(Pasa un policía por delante de la escena)

Policía: Buenos días.

Todos: Buenos días, agente.

Policía: (se queda mirando) ¿Qué pasa?

Parado: Ay, si usted supiera…

Cura: ¡Qué desgracia!

Abuela 1: Es muy triste, muy triste.

Abuela 2: No lo sabe usted bien.

Page 10: El amnésico

Verdulera 1: Los hay que no tienen suerte…

Verdulera 2: Infelices…

Verdulera 3: Que penita.

Policía: ¿El qué les da pena?

Parado: Ese señor. (señala al amnésico)

Policía: (le mira) No se, tampoco es tan feo…

Parado: No, si no es eso…

Policía: No me dan ustedes buena espina.

Cura: Pero, agente…

Policía: Ni agente ni agenta. ¡Contra la pared! ¡Vamos!

Cura: Pero hombre…

Policía: Ni hombre ni hombra (les empuja uno a uno, contra la pared)

Abuela 1: ¡Abuso de autoridad!

Abuela 2: ¡Socorro! ¡Auxilio!

Policía: ¡Silencio todo el mundo!

Verdulera 1: Vale, vale, tranquilo.

Verdulera 2: Y díganos, ¿quién es usted?

Policía: Aquí las preguntas las hago yo.

Verdulera 3: ¿Hace usted las preguntas?

Policía: Sí.

Verdulera 1: ¿Eso cree?

Policía: Eso creo.

Verdulera 2: ¿Así que está usted preguntando?

Policía: Por supuesto. Quién iba a preguntar, si no.

Verdulera 3: Claro, claro. (el policía va uno a uno, en la fila que han formado cara a la pared).

Policía: (al parado) Documentación, por favor.

Parado: ¿Ha perdido la suya? No, yo no se la puedo dar. Tiene usted que ir a una comisaría, allí le piden una foto…

Policía: ¡No, la mía no! ¡La suya!

Parado: No, no se la voy a dar. Además, usted y yo no nos parecemos. No funcionaría.

Policía: Que yo no quiero su documentación.

Parado: Y entonces ¿por qué la pide?

Policía: Porque tengo que comprobar que usted es quien es.

Parado: Dice usted unas cosas más raras… (se la da)

Policía: De acuerdo, puede continuar. (se acerca al cura) Su documentación.

Cura: (se la da) no se ría, que salgo muy feo.

Policía: Todo correcto (se la devuelve y se acerca al Amnésico) Su documentación.

Amnésico: Verá, agente…

Page 11: El amnésico

Policía: (apuntando con la pistola) cuidadito con lo que dices.

Amnésico: Yo no tengo documentación.

Policía: ¿Un inmigrante ilegal? ¿Un sin papeles? ¿Un terrorista?

Amnésico: No, yo…

Policía: ¡Eres un terrorista! Te he cazado. ¡Quieto parao!

Amnésico: Pero agente…

Policía: ¡Cállese! Tiene derecho a permanecer en silencio. Pero también puede hablar, eso ya como vea usted. Y gritar y cantar una jota. Tiene derecho a un abogado. Y a dos. A tres ya no, porque es pasarse, y a ver quien paga tres abogados ahora mismo. Todo lo que diga puede ser utilizado en su contra. Pero también a su favor, depende de lo que diga. Por ejemplo, si usted dice: “Que elegante va este policía” yo se lo diré al juez, y el pensará “que hombre más agradable, no parece un terrorista. Le declaro inocente” Y mejor para usted. Pasará a disposición judicial, para que dispongan de usted los judiciantes.

Amnésico: ¡Pero si yo no he hecho nada!

Policía: ¡cállese! O no se calle. Le tomaré los datos. ¿Cómo se llama?

Amnésico: No sé.

Policía: Ah, así que tenemos un chulito. Muy bien, además de terrorista, chulito. (De repente, las viejas, a las que había dado la espalda, le cogen y le tapan los ojos y la boca. Rápidamente, las verduleras le ayudan y le cogen en brazos las cinco. Se lo llevan corriendo)

Verdulera 1: ¡suerte!

Cura: (Sale corriendo detás de ellas) ¡Pero hijas! ¡Quietas! ¡coito ergo sum! ¡Puer natus! ¡Habemos papam! (Se gira hacia el publico) ¡Coitus interruptus! (Sale corriendo)

Parado: Estoy cansado. Me voy a sentar. (se sienta en la cama) ¿Sabe? Me parece que es usted la solución a nuestros problemas. ¿Se da cuenta? Con su problema, ha conseguido unirnos a todos, salvando nuestras diferencias. Puede ser que no consigamos resolver su problema, pero el camino habrá merecido la pena.

Amnésico: Si usted lo dice… Realmente, ya no se si me importa tanto quién soy o de dónde vengo. Prefiero pensar en dónde voy a ir ahora.

Parado: ¿Se ha parado a pensar que usted podría estar loco y todo esto podría ser fruto de un trastorno?

Amnésico: Todo puede ser.

Parado: Espere, que voy a llamar a una psicóloga que me han recomendado, que sabe mucho de estas cosas. (Saca el móvil) Oye… si… vente un segundo… si… hasta ahora. (Justo después de colgar, aparece por un lado la psicóloga) ¡qué rápido llega!

Psicóloga: Claro. Estaba ahí detrás, preparada.

Parado: ¿Cómo es eso?

Psicóloga: Ah, no sé. Me dijo Juanlu que me vistiera así y que esperara a que me llamaran.

Parado: Ah, claro. Bueno, le cuento. Este es un señor que me he encontrado esta mañana paseiando y que tiene un problemilla. Mire a ver si puede echarle una mano.

Psicóloga: Claro. Buenos días. Bien, cuénteme.

Amnésico: No tengo ni idea de quién soy, o de a dónde voy.

Psicologa: Como la mayoría del mundo. Pero sé que te pasa. Tienes amnesia. En conclusión, para no liarte, un estado de shock le ha hecho olvidar todo, pero se puede recuperar, estimulando diversas partes del cerebro. (se le acerca y le da una colleja) ¿Mejor?

Amnésico: La verdad es que no.

Page 12: El amnésico

Psicóloga: Espere, quizá así… (se sitúa detrás de él y le empieza a golpear en la cabeza como si fuera un tambor)

Amnésico: (como si recibiera un flash) ¡Pedro!

Psicóloga: ¿Qué?

Amnésico: Me llamo Pedro. ¡Siga golpeando! (Ella sigue) Pedro Rodríguez, tengo tres hijos… y mujer… ¡Ana! Y recuerdo… recuerdo que el otro día estaba en un bar, con mis amigos… ¡Jorge! Si, Jorge… y… ¡Dani! Y empezamos a beber, si… estuvimos un rato… y luego me dijeron que no tenía narices de dormir en la calle.

Psicóloga: Resuelto el quién y el porqué. Nos queda el cómo y podrás marcharte.

Amnésico: A ver… dije que si… y nos apostamos algo. Y yo fui a… una tienda de muebles, si… y… y compré esta cama. Y me regalaron la mesilla. Les dije que me la trajeran aquí, pero dijeron… dijeron que esta dirección no existía, así que fui… al registro civil, y la registré. Cuando conseguí que la trajeran, estaba ya muy cansado y me eché a dormir. Y eso es todo creo, hasta esta mañana.

Parado: Enhorabuena, hombre. Lo ha conseguido. Me alegro mucho.

Psicóloga: Bien, pues yo me voy, que ya he hecho lo que me tocaba (sale)

Amnésico: (unos segundos de silencio, se sienta en la cama y, tras esperar unos segundos, sonríe) Pues no ha quedado mal

Parado: Para nada. La historia de la apuesta no te ha quedado mal, me gustó, mas cuando dijiste que tu mujer te había echado de casa y te llevaste la cama. Esa fue la mejor. ¿Mañana más?

Amnésico: Sí, que parece que a los de hoy les ha gustado. Es increíble que hagan esto sin enterarse, que se involucren tanto.

Parado: O se aburren o son buena gente. Yo creo que son buena gente.

Amnésico: Entonces, tenemos que llevar la cama a otro lado.

Parado: Sí, no te preocupes, que lo hago yo esta noche. Tú ocúpate de estar allí pronto, antes de que amanezca.

Amnésico: No te preocupes. Hasta mañana. ¡Viva el teatro!

Parado: ¡Viva! (salen uno por cada lado. Oscuro)