Upload
marii-toapanta
View
53
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
ELOY ALFARO
José Eloy Alfaro Delgado (Montecristi, Ecuador, 25 de junio de 1842 - Quito,
Ecuador, 28 de enero de 1912) fue Presidente de la República del Ecuador en dos
ocasiones en períodos que comprenden entre 1897 a 1901 y 1906 a 1911, general
de División del Ejército del Ecuador desde 1895 y líder de la revolución liberal
ecuatoriana (1895 - 1924). Por su rol central en las batallas de la revolución y por
haber combatido al conservadorismo por casi 30 años, es conocido como el Viejo
Luchador.
Alfaro inició su lucha contra los conservadores católicos desde los años 60 del
siglo XIX, la fuerzas revolucionarias lo nombraron Jefe Supremo de las provincias
de Manabí y Esmeraldas, durante su rebelión en febrero de 1883, rebelión que
terminó el 11 de octubre del mismo año cuando fue organizado un gobierno
provisional que restauró el conservadurismo en el poder.
El 5 de junio de 1895, el pueblo de Guayaquil se pronuncia en contra del
presidente interino Vicente Lucio Salazar y lo nombra Jefe Supremo, por lo que
Eloy Alfaro vuelve al país desde el destierro en Panamá y se da inicio a la
Revolución liberal y a una corta guerra civil con la que conquista el poder.
PRIMEROS AÑOS
José Eloy Alfaro Delgado nació el 25 de junio de 1842 en la
ciudad ecuatoriana de Montecristi, sus padres fueron Juan
Alfaro González, republicano español natural de Cervera del
Río Alhama (La Rioja) quien llegó a Ecuador en calidad de
exiliado político y María Natividad Delgado López, nacida en
Montecristi el 8 de septiembre de 1808, hija de Rafael de la
Cruz Delgado, que fue en repetidas ocasiones regidor del
Cabildo de Montecristi y de María de la Cruz López, mestiza.
FAMILIA
ENTRE DOS FUEGOSEloy Alfaro apoyado por la burguesía y los montoneros llegó al poder el 5 de junio de 1895. En este período
liberal gobernaron hasta 1912: Alfaro, Leonidas Plaza, Lizardo García, Alfaro, Emilio Estrada y Carlos Freire
Zaldumbide. La burguesía incluía a importadores, exportadores y banqueros. Buscaba libertad para modernizar la
producción agrícola, mejorar el crédito exterior, mover con facilidad el dinero, contratar con ventaja la mano de
obra, abrirse al progreso ma-terial y a la cultura laica. Los montoneros, los indios, los pequeños campesinos,
artesanos e intelectuales radicales querían igualdad, tierra y educación. Querían, sobre todo, muerte a las
instituciones que los maniataban a los dueños de la tierra y del dinero. Quien podía unir estos intereses, en gran
parte opuestos entre sí, era Alfaro, el hombre de la fraternidad. Gobernaba entonces Luis Cordero (1892-1895)
con ministros de su Partido Progresista y también de la oposición como el liberal Luis F. Borja y el con-servador
Pablo Herrera. Cordero respetó la libertad de prensa, impulsó la edu-cación primaria, tendió 400 kilómetros de
líneas telegráficas y llevó los misioneros salesianos a Méndez y Gualaquiza para fortalecer la presencia
ecuatoriana en la Amazonia. Cuidó con afán el crédito pagando con puntualidad y sacrificio la deu-da externa
hasta que el Congreso de 1894 suspendió los desembolsos a causa del déficit fiscal originado en la recesión
económica mundial y en gastos de defensa. La burguesía liberal se impacientaba con las tibias reformas
modernizantes del progresismo. Los radicales se impacientaban por la tolerancia del progresismo con la Iglesia y
la falta de propuestas sociales renovadoras. La Iglesia y los conservadores se irritaban con la moderación
ideológica del progresismo y su inclinación a la economía liberal. Hubo provocaciones: El obispo Pedro Schuma-
cher de Manabí, conservador fundamentalista, había excomulgado a Felicísimo López, senador liberal por
Esmeraldas. El Senado de mayoría conservadora desca-lificó al senador no por inepto sino por excomulgado.
Sintiéndose segura, la prensa partidista atacaba con dureza el centrismo del Gobierno. Y éste con "la Venta de la
Bandera" dio pie a que conservadores y liberales se unieran para echarlo del poder.
EL ESMERALDA Japón crecía en detrimento de los países subdesarrollados del Este de Asia. En 1894, las intrigas japonesas en Corea
provocaron una guerra con China. Japón quiso fortalecer su Armada y acudió a la Casa Flint de Nueva York, una
suerte de pre transnacional naviera. Flint le sugirió que comprara el crucero de guerra chile-no Esmeralda, y
como Japón le adujese que no podía hacerlo porque Chile se había declarado neutral, Flint dijo que acudiría a
sus amigos ecuatorianos. Uno de ellos era José María Plácido Caamaño, ex presidente de la República y
gobernador de Guayas. Caamaño aceptó fingir que Ecuador compraba el crucero a Chile y que lo vendía a
Japón. El Esmeralda navegaría bajo el pabellón ecuatoriano hasta Hawai. Como pago, Chile ofrecía apoyo
moral a Ecuador y materiales de guerra en caso de un conflicto con Perú. En un telegrama del 20 de octubre
de 1894 a Caamaño, Cordero autorizaba cerrar el trato a condición de que el barco navegara con ban-dera
chilena desde Valparaíso a las Galápagos. El contrato entre los gobiernos de Japón y Ecuador se firmó en
Nueva York el 23 de noviembre, pero la condición puesta por Cordero no fue obedecida. Tampoco Cordero fue
informado de que había una comisión en dólares. El 3 de diciembre, Caamaño la reclamó a Flint pero no se
sabe si llegó a cobrarla. Según Gonzalo Ortiz Crespo, investigador de los pormenores de la venta, este es un
ejemplo claro de que el capitalismo estaba entrando a la fase imperialista. A Flint nunca le importaron las
consecuencias de su negociación para el futuro de Ecuador. Los negocios estaban por encima de las
soberanías nacionales. El 3 de enero de 1895, estalló la noticia. En Ecuador se levantó una protesta que fue
creciendo. Cordero no acertaba a explicar con claridad y firmeza lo sucedido. Solo cuando Caamaño trató de
echarle el muerto, Cordero le exigió la renuncia. El 12 de febrero, Milagro se levantó en armas y luego, la
Costa. Las provincias del norte y del centro de la Sierra se opusieron al Gobierno.
Hubo enfrentamientos. El 9 de abril los conservadores y liberales se tomaron Guaranda y
desconocieron a Cordero. El 10 de abril se luchó en las calles de Quito e incluso el presidente y sus
hijos Luis y Miguel, de 18 y 16 años, empuñaron las armas contra los conservadores sublevados. El 15
de abril renunciaba el presidente ante el Consejo de Estado: "El deseo que tengo de que la paz se
restablezca, el orden se consolide y no siga corriendo sangre de hermanos en una bárbara contienda
civil es el que me induce a separarme de la Magistratura ...". Cordero regresó a Cuenca por las breñas
de la cordillera Central. Once meses después, la Asamblea Nacional constituida en Gran Jurado para
conocer las infracciones cometidas en el negocio del crucero de guerra chileno Esmeralda, declaró
haber lugar a formación de causa contra el ex presidente Cordero y el ex ministro de Hacienda,
Alejandro Cárdenas, por cuanto creyó que eran responsables de la "simulación de un contrato injusto
en sí mismo, contra la manifiesta conveniencia de la República, y con suposición de malversación de los
caudales públicos y de soborno o cohecho". En junio de 1898, el fiscal Adolfo Páez pidió el
sobreseimiento, y el presidente de la Corte Suprema, León Espinosa de los Mon-teros, dictó auto de
sobreseimiento definitivo. La Corte Suprema de Justicia aprobó el auto de su presidente.
LA REVOLUCIÓNJosé Eloy recibió su instrucción primaria en su lugar natal y al concluir esos estudios, se dedicó a ayudar a su padre en
los negocios. Durante su juventud se identificó con el liberalismo anticlerical, doctrina que se conoció posteriormente
como el liberalismo radical ecuatoriano. Al enterarse el joven Eloy Alfaro de que Gabriel García Moreno había pedido el
protectorado a Francia, se unió a las filas liberales. A los 22 años de edad empuñó las armas contra García Moreno,
pero tuvo que salir del Ecuador porque la conspiración urdida por el general Tomás Maldonado había sido sofocada.
Corría 1864. Al año siguiente regresó para combatir junto al general José María Urvina en Jambelí.
Derrotado y perseguido, Alfaro ancló en Panamá, departamento de Colombia todavía, en donde con su trabajo se labró
una fortuna y contrajo matrimonio con Ana Paredes y Arosemena, panameña de 16 años de edad, a la que amó fielmente
a lo largo de la vida, y con quien tuvo nueve hijos. Sin la fortaleza de su esposa que sobrellevó con entereza las
separaciones y sobresaltos ocasionados por la interminable lucha militar y política del esposo, Alfaro no habría podido
sembrar lo que sembró. En Panamá conoció a Juan Montalvo, a quien protegió y financió la edición de algunos de los
inmortales ensayos. Muerto García Moreno en 1875, Alfaro regresó a Ecuador, luchó por la abolición de la octava carta
política conocida como "Carta Negra" y por la convocatoria de una Convención. Se unió a Veintemilla y se distinguió en
Galte, la batalla que consolidó la jefatura suprema de ese general. Pronto se decepcionó de él, volvió a Panamá y
retornó a Guayaquil en abril de 1878 para combatirlo. En noviembre de ese año fue apresado y cargado de grillos hasta
marzo de 1879. Gracias a la valiente defensa de Montalvo fue puesto en libertad y expulsado a Panamá. Como su
fortuna material había venido a menos, pues con ella financiaba su activismo libertario y porque Panamá había entrado
en crisis económica, Alfaro cayó en la pobreza. Trabajó como periodista, pero volvió a la carga en 1882 al proclamarse
Veintemilla nuevamente dictador. Cuando Alfaro contó a su madre que se aproximaba la guerra civil, recibió de ella esta
bendición: 'Bien está. Vaya usted a cumplir sus deberes con la patria'.
Durante sus exilios, recorrió Centroamérica, siendo el Congreso de Nicaragua el que le otorgó el
grado de General de División en ese país. Según declaró el Gobierno del presidente Rafael Correa
en 2012, Alfaro nunca llegó a ser general en el Ejército ecuatoriano, por lo que Correa lo ascendió
post mortem al grado de General de Ejército, máxima jerarquía del Ejército ecuatoriano en la
actualidad, pero que no existía en su época, en una ceremonia especial el 5 de junio de 2012.
Historiadores militares como el ex alcalde de Quito y héroe de la Batalla del Cenepa, general (r)
Paco Moncayo, aclararon que Eloy Alfaro fue legalmente General de División del Ejército del
Ecuador desde el 24 de agosto de 1895.2 y que no fue "General de Ejército" por no existir ese rango
en su época. Alfaro fue ascendido por el Consejo de Ministros cuando ya ostentaba la jefatura
suprema de la República, según reza el decreto respectivo, que menciona sus triunfos en los
combates de la guerra civil de ese año, como Gatazo.
Moncayó precisó que según documentos del Ministerio de Guerra y Marina del Ecuador de 1900,
que publicó en ese año el Escalafón Militar de los generales ecuatorianos, con sus respectivas
antigüedades, Eloy Alfaro fue nombrado general de Brigada el 2 de febrero de 1883, durante la
guerra civil que derrocó al general Ignacio de Veintimilla, quien ejercía de "jefe supremo y capitán
general de los Ejércitos de la República", es decir, de dictador.3
Apoyó también a varios liberales, como el escritor Juan Montalvo, a quien le ofreció ayuda
económica. Una vez en el poder, glorificó la memoria de Montalvo como maestro del pueblo
ecuatoriano.
EL LAICISMO
Uno de los principales aportes de Eloy Alfaro fue la creación de colegios públicos laicos, eliminado el
monopolio de a la Iglesia Católica en la educación. Estas medidas fueron inspiradas por librepensadores
como Juan Montalvo y José Peralta, quienes impulsaron la secularización de la sociedad ecuatoriana. La
creación de colegios públicos y de colegios privados para la formación de profesores laicos, fue una de las
principales tareas de Eloy Alfaro. Una de las medidas de la Revolución liberal que se mantuvo durante
décadas fue la obligación de los estudiantes de los colegios católicos de rendir sus exámenes y validar sus
conocimientos ante los maestros laicos del Estado. El primer colegio laico del país que fue fundado en
1896 por Eloy Alfaro fue el colegio Bolívar de la ciudad de Tulcán, siguiéndole colegios como Juan
Montalvo, Mejía y Manuela Cañizares de Quito. El general fue miembro de las logias masónicas, al igual
que los próceres de la Independencia, y sus esfuerzos para separar la Iglesia del Estado fueron
consagrados en aspectos como la creación del Registro Civil. Esta medida permitió que las personas
tuvieran derecho a la identidad sin necesidad de constar en los registros de bautismo de la Iglesia
Católica. Alfaro promovió la libertad de cultos, permitiendo el ingreso al país de misiones protestantes, en
especial, de Estados Unidos. De esta forma, Alfaro puso las bases de la secularización de la sociedad y su
apertura al mundo, que se desarrollaría ampliamente a lo largo del siglo XX.
"EL VIEJO LUCHADOR"
El programa de mi Gobierno será de reparación, nunca de venganza, nada de resentimientos por lo pasado; justicia
y justicia inquebrantable debe ser, desde ahora, nuestra sagrada consigna", fueron las palabras de agradecimiento
al pueblo guayaquileño, consignadas en un telegrama fechado desde Managua, Nicaragua, el 6 de junio de 1895.
Eloy Alfaro era un hombre radicalmente bueno. Cada Jueves Santo reunía en su mesa de presidente a doce
mendigos, comía con ellos y les pedía la bendición. "Callado y meditativo, tenía el arte de convencer a sus
correligionarios... Era intachable en su vida íntima, digno y morigerado en su persona, generoso y leal con sus
amigos, no insensible a las penalidades de los humildes": así lo retrata un educador católico, el hermano de la Salle,
Eduardo Muñoz Borrero. La grandeza de Alfaro se asienta en su visión histórica y en su tenaz voluntad. Entendió
que Ecuador necesitaba libertad y justicia. Libertad nacida de una razón deliberante que llegara hasta las últimas
consecuencias en la vida pública: la separación de la Iglesia y del Estado. Una libertad nacida de la primacía de la
ética social basada en la soberanía de la conciencia humana, independizada de cualquier otra moral conectada con
las fuentes religiosas. Era el espíritu de la época en América Latina. Y una justicia que diera alguna oportunidad de
vida mejor al indio, al campesino, al negro, a la clase popular postergada desde el comienzo de la Colonia y a lo
largo de la historia republicana. Pero esta visión se volvía operante gracias a una voluntad práctica de lucha por el
cambio pese a la derrota, a la frustración y a que la victoria de la libertad tardó 31 años en llegar.
"GENERAL DE LAS DERROTAS"
José Eloy Alfaro Delgado nació en Montecristi, entonces capital de la provincia de Manabí, el 25 de junio de 1842. Fue el
quinto hijo del capitán Manuel Alfaro y González, nacido en Cervera del Río Alhama, La Rioja, España, y de Natividad Delgado
López, montecristeña. Alfaro González había emigrado principalmente por motivos políticos: era un republicano liberal en la
España represiva del restaurado Fernando VII. En Manabí se dedicó al comercio y a la exportación de sombreros de paja
toquilla. Cuando el padre contemplaba los accesos de cólera del hijo pequeño, decía "va a tener vida alborotada". La propia
educación de Alfaro fue alborotada: primaria en casa, secundaria con un profesor privado europeo que le enseñó contabilidad
y comercio, viajes con su padre a las Antillas y a Lima por asuntos comerciales, y exposición continua a los consejos paternos:
"Vuestra religión debe ser amor a Dios, caridad con el prójimo, resignación en el sufrimiento, perdón de todo agravio,
humildad en todo caso y benevolencia con el infortunado y desvalido". Al enterarse el joven Eloy Alfaro de que Gabriel García
Moreno había pedido el protectorado a Francia, se unió a las filas liberales. A los 22 años de edad empuñó las armas contra
García Moreno, pero tuvo que salir del Ecuador porque la conspiración urdida por el general Tomás Maldonado había sido
sofocada. Corría 1864. Al año siguiente regresó para combatir junto al general José María Urvina en Jambelí. Derrotado y
perseguido, Alfaro ancló en Panamá, departamento de Colombia todavía, en donde con su trabajo se labró una fortuna y
contrajo matrimonio con Ana Paredes y Arosemena, panameña de 16 años de edad, a la que amó fielmente a lo largo de la
vida, y con quien tuvo nueve hijos. Sin la fortaleza de su esposa que sobrellevó con entereza las separaciones y sobresaltos
ocasionados por la interminable lucha militar y política del esposo, Alfaro no habría podido sembrar lo que sembró. En Panamá
conoció a Juan Montalvo, a quien protegió y financió la edición de algunos de los inmortales ensayos.
Muerto García Moreno en 1875, Alfaro regresó a Ecuador, luchó por la abolición de la octava carta política conocida como
"Carta Negra" y por la convocatoria de una Convención. Se unió a Veintemilla y se distinguió en Galte, la batalla que
consolidó la jefatura suprema de ese general. Pronto se decepcionó de él, volvió a Panamá y retornó a Guayaquil en abril de
1878 para combatirlo. En noviembre de ese año fue apresado y cargado de grillos hasta marzo de 1879. Gracias a la valien-te
defensa de Montalvo fue puesto en libertad y expulsado a Panamá. Como su fortuna material había venido a menos, pues con
ella financiaba su activismo libertario y porque Panamá había entrado en crisis económica, Alfaro cayó en la pobreza. Trabajó
como periodista, pero volvió a la carga en 1882 al proclamarse Veintemilla nuevamente dictador. Cuando Alfaro contó a su
madre que se aproximaba la guerra civil, recibió de ella esta bendición: 'Bien está. Vaya usted a cumplir sus deberes con la
patria'. Se embarcó para Esmeraldas y asumió la dirección del movimiento armado, pero fue vencido y tras un escape
prodigioso y lleno de sufrimientos a través de los Andes y la selva llegó a Panamá. Allí le nació una hija a la que puso el
nombre de Esmeralda. Y volvió otra vez a combatir en la campaña de la Restauración, lo que le valió ser nombrado jefe
supremo de Manabí y Esmeraldas. Los opositores le echaron en cara el decreto del 2 de julio de 1883, en el que ordenaba
que los "sindicados sean juzgados sumaria y verbalmente sin apelación" y que "los bienes de todos estos criminales se les
confisquen mientras dure la guerra y para emplearlos en sostener la guerra". Sus tropas fueron las primeras en cercar a
Guayaquil. Combatió en la batalla del 9 de julio de 1883 y entró triunfante en la ciudad amada. Convocada la Convención de
1884, renunció a la jefatura suprema de Manabí, recibió la confirmación de su grado de general y se desterró del Ecuador.
Poco después, volvió para combatir a Caamaño y liderar a los montoneros. Su nombre se iba tornando legendario. Pero
asimismo se le acusó de haber hecho la guerra a Caamaño "apenas éste fue elegido y sin el más leve pretexto para una
sublevación". En diciembre de 1884 perdió el combate naval de Jaramijó en el vapor "Pichincha", antes "Alajuela", contra la
flotilla del presidente Caamaño, comandada por el general Reinaldo Flores. Para no rendirse, encalló la nave y la incendió.
Escapó a Panamá atravesando Colombia en una odisea plagada de dificultades de la que salió nimbado con la aureola de
héroe mítico siempre derrotado pero jamás definitivamente vencido. "General de las Derrotas" lo llamaban entre despectivos
y asombrados sus grandes enemigos conservadores.
DERROTA Y ASESINATO: LA HOGUERA BÁRBARA
Desde mediados de 1911, en Quito y en todo el país, se fue afianzando y extendiendo, un clima anti-
alfarista que culminó el 11 de agosto con un golpe de estado militar, que obligó a Eloy Alfaro a dimitir de
la presidencia, a refugiarse en la Legación de Chile y posteriormente exiliarse a Panamá. Según estima
Cristóbal Gangotena, un testigo presencial de los hechos que dejó una crónica, la vida de Alfaro ya corrió
peligro durante su derrocamiento, siendo salvado por los cónsules de Brasil y Chile. Este último, de
apellido Eastman, fue el responsable de un acuerdo que permitió que Alfaro salga ileso, pero
comprometiéndose a salir del país por lo menos un año. Desde entonces, el Viejo luchador, perdería todo
el apoyo en el Congreso, en donde la "mayoría constitucionalista" lanzaba furibundos ataque contra él,
llegándose a plantear incluso la colocación de una placa difamatoria contra el Alfarismo en el Palacio de
Carondelet y a pedir su extradición, para juzgarlo, mientras los hombres del antiguo régimen eran
apresados y sufrían las consecuencias de la ira de un populacho que enfurecido linchó al Coronel Quiroga.
En este clima, Víctor Emilio Estrada, asumió el poder, pero sus problemas del corazón lo llevaron a la
tumba después de tres meses. El Congreso en donde los placistas y conservadores dominaban, eligieron al
presidente del Congreso Carlos Freile Zaldumbide para que se encarge del Gobierno, lo que fue rechazado
por los alfaristas de Esmeraldas que eligieron a Flavio Alfaro como Jefe Supremo, a la vez que el general
Pedro J. Montero, fiel seguidor de Alfaro y Jefe Militar de Guayaquil, se proclamó por su parte, como Jefe
Supremo del Guayas. El general Leonidas Plaza Gutiérrez en nombre del Gobierno, como jefe del Ejército,
se dirigió a Guayaquil, para combatir el levantamiento de Montero, que había recibido el apoyo de Flavio
Alfaro y del propio Eloy Alfaro, quien regresó de Panamá, ante el pedido de Montero para actuar como
mediador y pacificador. Alfaro regresó, para servir de mediador entre los suyos y el Gobierno y evitar
mayores problemas para el radicalismo y aún la mismísima desaparición del partido.
Las fuerzas liberales fueron derrotadas en sucesivas batallas en Huigra, Naranjito y Yaguachi,
donde mueren cerca de 1.000 hombres, en una corta guerra civil. Montero se vio obligado a
llegar a un acuerdo de capitulación en el que se pedían garantías para Alfaro y sus compañeros.
Ante la eminente derrota del liberalismo, el Viejo luchador firma la rendición, que fue mediada
por los cónsules de Estados Unidos y Gran Bretaña en Guayaquil. Contemplaba la rendición de
las fuerzas liberales, amnistía a Montero y los partícipes del 28 de diciembre, y el exilio
voluntario de don Eloy, en un vapor asignado por el Gobierno. No habría represalias.
Pero la Capitulación no fue respetada, se argumentó que Alfaro tampoco había respetado su
compromiso anterior de 1911, y el General Leonidas Plaza, Jefe de las fuerzas gobiernistas,
ordena la detención de Eloy y Flavio Alfaro, Pedro J. Montero y Ulpiano Páez; además, se
aprehendió a personas que nada tuviero que ver con los hechos anteriores, sino por el simple
hecho de ser liberales, como Medardo Alfaro, el periodista Luciano Coral,director del periódico
liberal El Tiempo y Manuel Serrano Renda.
El General Montero fue juzgado por traición en Guayaquil, bajo el pretexto de estar sujeto a la
jurisdicción militar, en donde al final de la sentencia que lo condena a 16 años de prisión, un
soldado le disparó en la frente y lo arrojó a la calle desde una ventana. Como en un anticipo
macabro de lo que vendrá, el pueblo arrastró el cadáver por las calles de Guayaquil y lo quemó
en forma bestial en una plaza.
"El cadáver, entonces, fue abandonado en las calles, descuartizado y por fin quemado en una
plaza“
EL ESTADO LAICO
Pero la Revolución Liberal consiguió afianzarse aunque sólo institucionalmente. La
Constitución promulgada el 23 de diciembre de 1906, la duodécima desde la fundación de la
República, llamada "atea" por los conservadores, consagró el laicismo en el Estado, la
educación y la familia y defendió la libertad de conciencia colocando las demás religiones a la
par de la Católica. Perfeccionó la independencia de los tres poderes del Estado y amplió las
garantías ciudadanas. Esta Carta Política se convertiría en el referente mayor del derecho
constitucional ecuatoriano. La Convención que la promulgó eligió presidente a Eloy Alfaro por
41 votos contra los 16 que obtuvo el guayaquileño Carlos Alberto Aguirre. Tres convencionales
votaron en blanco. El 6 de noviembre de 1908 se promulgó la Ley de Beneficencia, más
conocida como "De manos muertas". Su primer artículo decía: "Decláranse del Estado todos los
bienes raíces de las comunidades religiosas establecidas en la República". Y el segundo:
"Adjudícanse las rentas de los bienes determinados en el artículo primero a la beneficencia
pública". La mitad de las rentas producidas por esos bienes fue para la sustentación de los
religiosos y religiosas despojados de ellos, y la otra mitad para hospitales y obras sociales.
La Revolución, sin embargo, no avanzó en el terreno de los cambios estructurales
de la tenencia de la tierra y de la distribución del ingreso a favor de las clases
populares y campesinas. La Revolución había sido castrada por la burguesía liberal.
Una fracción de esta burguesía, la comercial y bancaria, se opuso al fomento de la
industria nacional, uno de los proyectos favoritos de Alfaro, quien había promul-gado
en 1906 la primera Ley de Protección Industrial y en 1908, la Ley de Marcas y
Fábricas. El sector bancario tuvo una rápida expansión: se fundaron en Quito los
bancos del Pichincha (1906), de Crédito (1907), y de Préstamos (1909), y en Gua-
yaquil la Caja de Préstamos y Depósitos La Filantrópica (1908). Alfaro perdió el
apoyo de las bases populares cuando estas empezaban a organizarse: se fundó en
1906 el Partido Liberal Obrero y en 1909 se reunió en Quito el Primer Congreso
Obrero
PAZ Y GUERRA
La llegada del ferrocarril transandino a Quito el 25 de junio de 1908 fue el triunfal Domingo
de Ramos para el acosado presidente. El arzobispo de Quito ordenó echar a vuelo las
campanas. Hubo fiestas populares y oficiales. El regocijo fue intenso. "Día", dijo Alfaro, "el
más glorioso de mi vida porque es la realización de los más grandes ideales del país y que
han sido y son los míos propios". Quedaba una deuda muy grande y la ilusión de que este
ferrocarril transformaría a Ecuador. Sólo fue así a medias. La oposición, con razones, se
opuso al contrato Charnacé para construir un ferrocarril entre Ambato y el Curaray a
cambio de una gran ex-tensión de la Amazonía. Y también se opuso con pasión a los
ferrocarriles Quito-Ibarra, Ibarra-Esmeraldas, Guayaquil-Manta-Bahía de Caráquez y
Guayaquil-Machala. Alfaro recobró su popularidad no solo con el ferrocarril Guayaquil- Quito
sino por su decidido liderazgo en la contienda limítrofe con el Perú en 1910. El laudo arbitral
del Rey de España estaba próximo a pronunciarse, y se supo que iba a ser desfavorable a
Ecuador.
"El Perú había comprado con oro, derramado pródigamente, a todos los españoles que tenían
que tomar parte en el proyecto del laudo", opinaba González Suárez en una carta privada. Y
aunque el laudo hubiese sido favorable a Ecuador, Perú había declarado por boca de sus
representantes en Madrid y de su propio presidente que "si peruanos ocupaban (ya) todo el
Oriente, estas tierras son y serán peruanas contra todas las declaraciones del mundo". Los
ánimos populares se encendieron. El 3 de abril de 1910 fueron atacados en Guayaquil el
Consulado del Perú, algunos establecimientos comerciales y un barco mercante de ese país. Hubo
desmanes parecidos en Quito. Ecuador dio satisfacciones, pero el Perú respondió con un
ultimátum incumplible para el honor nacional. Alfaro encargó la presidencia y se puso al frente de
un Ejército de 25 mil soldados y una reserva de 20 mil voluntarios. Todo el Ecuador lo respaldó a
través de Juntas Patrióticas Nacionales. No se llegó a combatir porque mediaron Argentina, Brasil
y Estados Unidos. Ecuador se abría lentamente al progreso: el teléfono presidencial era el número
3, Guayaquil estrenó tranvías eléctricos y Quito, una planta eléctrica en Guápulo. Se creó la Cruz
Roja y se estableció la Sanidad Pública. En 1909 se celebró el centenario del Primer Grito con la
inauguración del monumento a los Héroes de la Independencia en la plaza mayor de Quito y con
una Exposición Internacional. En 1906 se fundó el diario "El Comercio". La oposición
conservadora se benefició del llanto de la efigie de la Dolorosa en la capilla del internado del
Colegio San Gabriel de los jesuitas en Quito el 20 de abril de 1906.
ToapantaMaría 1 ro D