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Guerra del Pacífico La Guerra del Pacífico fue un conflicto armado acontecido entre 1879 y 1883 en el cual se enfrentaron la República de Chile contra las repúblicas del Perú y de Bolivia . También se la ha denominado Guerra del Guano y Salitre. Antecedentes A mediados del siglo XIX , el desierto de Atacama había adquirido un gran valor económico debido al descubrimiento de valiosos yacimientos de guano y, posteriormente, de salitre , ambos, entonces, con buena ley y buen precio en el mercado internacional. Existen discrepancias entre los historiadores bolivianos y chilenos con respecto a si el territorio de la Audiencia de Charcas , primero dependiente del Virreinato del Perú y después del Virreinato del Río de la Plata , disponía o carecía de litoral . Apoyándose en diversos documentos, los bolivianos insisten en que lo tenía; por su parte, los chilenos lo niegan o lo ponen en duda. Al crearse la República de Bolivia en 1825 , [ ] Simón Bolívar incluyó la costa de Cobija (Puerto La Mar) como parte de esta nueva república. La explotación económica de esa zona costera fue llevada a cabo por empresarios y pirquineros chilenos. Antes del inicio de la guerra, los respectivos presidentes eran Hilarión Daza (en Bolivia ), Aníbal Pinto Garmendia (en Chile ) y Mariano Ignacio Prado (en el Perú ). Las Repúblicas de Bolivia y de Chile habían suscrito dos tratados de límites : el primero de ellos en 1866 (Tratado de límites de 1866 entre Bolivia y Chile ) y el segundo en 1874 , junto a un protocolo complementario en 1875 (Tratado de límites de 1874 entre Bolivia y Chile ). Ambos tratados fueron ratificados en su oportunidad y canjeados en Santiago y en La Paz . De acuerdo con su preámbulo , el tratado de 1866 tenía por finalidad, "poner un término amigable y recíprocamente satisfactorio a la antigua cuestión pendiente entre ellas sobre la fijación de sus respectivos límites territoriales en el desierto de Atacama y sobre la explotación de los depósitos de huano existentes en el litoral del mismo desierto " [sic], estableciendo en su artículo I que la frontera de los dos países sería "en adelante el paralelo 24 de latitud meridional desde el litoral del Pacífico hasta los límites orientales de Chile ". Asimismo, establecía una medianería en favor de ambos países, entre los paralelos 23 y 25, sobre los productos provenientes de la explotación de los depósitos de guano y los derechos de exportación que se percibieran sobre los minerales extraídos en aquella área. El gobierno que depuso a Mariano Melgarejo declaró como nulos todos los actos del gobierno anterior, incluyendo los tratados de límites firmados con Chile y Bolivia. Esta declaración tensionó las relaciones con el gobierno chileno

Guerra del pacifico

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Guerra del Pacífico

La Guerra del Pacífico fue un conflicto armado acontecido entre 1879 y 1883 en el cual se enfrentaron la República de Chile contra las repúblicas del Perú y de Bolivia. También se la ha denominado Guerra del Guano y Salitre.

Antecedentes

A mediados del siglo XIX, el desierto de Atacama había adquirido un gran valor económico debido al descubrimiento de valiosos yacimientos de guano y, posteriormente, de salitre, ambos, entonces, con buena ley y buen precio en el mercado internacional.

Existen discrepancias entre los historiadores bolivianos y chilenos con respecto a si el territorio de la Audiencia de Charcas, primero dependiente del Virreinato del Perú y después del Virreinato del Río de la Plata, disponía o carecía de litoral. Apoyándose en diversos documentos, los bolivianos insisten en que lo tenía; por su parte, los chilenos lo niegan o lo ponen en duda. Al crearse la República de Bolivia en 1825,[ ] Simón Bolívar incluyó la costa de Cobija (Puerto La Mar) como parte de esta nueva república. La explotación económica de esa zona costera fue llevada a cabo por empresarios y pirquineros chilenos.

Antes del inicio de la guerra, los respectivos presidentes eran Hilarión Daza (en Bolivia), Aníbal Pinto Garmendia (en Chile) y Mariano Ignacio Prado (en el Perú). Las Repúblicas de Bolivia y de Chile habían suscrito dos tratados de límites: el primero de ellos en 1866 (Tratado de límites de 1866 entre Bolivia y Chile) y el segundo en 1874, junto a un protocolo complementario en 1875 (Tratado de límites de 1874 entre Bolivia y Chile). Ambos tratados fueron ratificados en su oportunidad y canjeados en Santiago y en La Paz.

De acuerdo con su preámbulo, el tratado de 1866 tenía por finalidad, "poner un término amigable y recíprocamente satisfactorio a la antigua cuestión pendiente entre ellas sobre la fijación de sus respectivos límites territoriales en el desierto de Atacama y sobre la explotación de los depósitos de huano existentes en el litoral del mismo desierto" [sic], estableciendo en su artículo I que la frontera de los dos países sería "en adelante el paralelo 24 de latitud meridional desde el litoral del Pacífico hasta los límites orientales de Chile". Asimismo, establecía una medianería en favor de ambos países, entre los paralelos 23 y 25, sobre los productos provenientes de la explotación de los depósitos de guano y los derechos de exportación que se percibieran sobre los minerales extraídos en aquella área.

El gobierno que depuso a Mariano Melgarejo declaró como nulos todos los actos del gobierno anterior, incluyendo los tratados de límites firmados con Chile y Bolivia. Esta declaración tensionó las relaciones con el gobierno chileno hasta la firma del Tratado de 1874, que reemplazó al de 1866. Este último tratado volvió a fijar como límite entre las Repúblicas de Chile y Bolivia "El paralelo del grado 24 desde el mar hasta la cordillera de los Andes en el divortia aquarum" [sic], estableciendo, además, en el artículo IV, que los derechos de exportación que se impusieran sobre los minerales exportados en el territorio comprendido entre los paralelos 23 y 25 de latitud sur "no excederan la cuota de la que actualmente se cobra, i las personas, industrias y capitales chilenos no quedarán sujetos a mas contribuciones de cualquiera clase que sean que las que al presente existen. La estipulación contenida en este artículo durará por el termino de venticinco años" [sic]. Este tratado internacional era el vigente hacia 1879.

El 27 de noviembre de 1873, la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, una sociedad chilena formada por capitales chilenos y británicos, firmó un acuerdo con el gobierno boliviano que le autorizaba la explotación de salitre libre de derechos por 25 años, desde la bahía de Antofagasta hasta Salinas, incluyendo el Salar del Carmen. Dicho acuerdo no fue ratificado por el congreso boliviano, que en ese entonces se encontraba analizando las negociaciones con Chile,[2] que darían como resultado el tratado de 1874.

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Hilarión Daza , Presidente de Bolivia (1876-1879). Aníbal Pinto , Presidente de Chile (1876-1881). Mariano Ignacio Prado , Presidente del Perú (1876-1879).

Crisis e inicio del conflicto

En 1878, el congreso de Bolivia se abocó al estudio del acuerdo celebrado por el gobierno en 1873. Para Bolivia, el contrato firmado en 1873 con la Compañía de Salitres de Antofagasta aún no estaba vigente porque, de acuerdo con la Constitución boliviana, los contratos sobre recursos naturales debían aprobarse por el Congreso.[2] Ello se hizo por la Asamblea Nacional Constituyente boliviana mediante una ley, el 14 de febrero de 1878, a condición de que se pagara un impuesto de 10 centavos por quintal de salitre exportado por la compañía.

Artículo Único. Se aprueba la transacción celebrada por el ejecutivo en 27 de noviembre de 1873 con el apoderado de la Compañía Anónima de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta a condición de hacer efectivo, como mínimo, un impuesto de diez centavos en quintal de salitre exportado.

Asamblea Nacional Constituyente de Bolivia. Ley de 14 de febrero de 1878[3]

En lo que respecta a Chile, el cobro del impuesto de 10 centavos sobre quintal exportado violaba el artículo IV del tratado de 1874. Por ello, dicho impuesto encontró una gran resistencia por parte de los propietarios de la empresa afectada y una cerrada defensa de su causa por parte del gobierno de Santiago, desencadenándose un conflicto diplomático.

A lo largo de los meses subsiguientes, el gobierno boliviano se abstuvo de implementar la ley mientras se discutían las objeciones presentadas por el gobierno chileno. El 8 de noviembre, el canciller Alejandro Fierro envió una nota al canciller Martín Lanza indicando que el Tratado de 1874 podría declararse nulo si se insistía en cobrar el impuesto, renaciendo los derechos de Chile anteriores a 1866. El 17 de noviembre, el gobierno de La Paz ordenó al prefecto del departamento de Cobija que aplicara la ley del impuesto para iniciar las obras de reconstrucción de Antofagasta. Aunque ambas partes propusieron la resolución del conflicto por vía de un arbitraje, tal como lo contemplaba el Protocolo de 1875, este no llegó a realizarse ya que mientras el gobierno de Chile exigía que se suspendiera la ejecución de dicha ley hasta que su legalidad fuese determinada por un árbitro, el gobierno de Bolivia exigía que el blindado Blanco Encalada y sus fuerzas navales se retiraran de la bahía de Antofagasta. El 6 de febrero, ante las protestas por parte de la Compañía de Salitres por la ley del impuesto y dado que el contrato no había cumplido con los trámites para declararlo, el gobierno de Bolivia rescindió el contrato con la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta. El prefecto Zapata ordenó rematar sus bienes para cobrar los impuestos generados desde febrero de 1878.

En Chile, la decisión de impedir el remate se tomó la mañana del 11 de febrero, cuando, en una sesión especial del gabinete chileno, se recibió un telegrama del norte, conteniendo textualmente un mensaje del ministro plenipotenciario de Bolivia "Anulación de la ley de febrero, reivindicación de las salitreras de la compañía". Este gatilló la decisión del presidente Aníbal Pinto de ordenar la ocupación de Antofagasta, que se realizó el 14 de febrero de 1879, ocupando tropas chilenas el litoral boliviano hasta el paralelo 23.[] El 14 de febrero, el día del remate, tres naves chilenas desembarcaron en Antofagasta, Mejillones, Cobija y Caracoles reinvindicándose estos territorios. El 16 de febrero, llegó a Lima el ministro boliviano Serapio Reyes a fin de exigirle al gobierno peruano que cumpliera con el tratado de alianza defensiva de 1873. El 27 de febrero, Hilarión Daza decretó el estado de sitio en Bolivia.

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Gracias a los archivos de la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta, se sabe que en Chile no existía interés en ir a la guerra por salvar a la compañía, a pesar de que muchos políticos y ministros importantes eran accionistas minoritarios de la compañía[ci. Sin embargo, la decisión sería otra en el caso de que se remataran efectivamente las salitreras, lo que, según la visión del presidente de Chile Aníbal Pinto, supondría la violación efectiva del tratado.

Batallón Nº 3 de Línea del Ejército de Chile, formados en columnas en la Plaza Colón de Antofagasta, Bolivia en 1879.

El Perú, que había suscrito el Tratado de Alianza Defensiva con Bolivia de carácter secreto en 1873 y al que Argentina no se había adherido, trató de persuadir al gobierno de La Paz para someterse a un arbitraje con la misión Quiñones,[ ]figura que se encontraba estipulada en el protocolo complementario de 1875, toda vez que se trataba de un "problema tributario" y no territorial. El gobierno peruano, para mediar en el conflicto, envió a su ministro plenipotenciario José Antonio de Lavalle a Chile; la misión del diplomático fracasó. El canciller chileno Alejandro Fierro preguntó al plenipotenciario peruano sobre la existencia de un "Tratado Secreto" firmado con Bolivia en 1873. Lavalle no tenía instrucciones sobre ello y le indicó que en la comisión diplomática del congreso a la que él pertenecía no se había tocado ese tema. En Lima el 20 de marzo, el presidente peruano le expuso al representante chileno Godoy que el tratado existía y que convocaría al congreso peruano para evaluar qué actitud tomar ante Chile y Bolivia.

El 1 de marzo, el gobierno de Bolivia declaró cortado todo comercio con Chile, asumiendo que hay un estado de guerra.[6] El 15 de marzo, Chile inició preparativos para ocupar más al norte del paralelo 23. Con ello, el 23 de marzo, tuvo lugar la batalla de Calama, en la que las fuerzas chilenas vencieron a un grupo de civiles bolivianos. El 5 de abril de 1879, Chile declaró la guerra a Bolivia y Perú.

La revisión y análisis del tratado de 1873 entre Perú y Bolivia, lleva a historiadores peruanos a la conclusión de que el Perú tenía la opción de decidir si este tratado estaba vigente, ya que Bolivia había firmado uno de límites con Chile en 1874 sin consultar al Perú,[7] o si la agresión a Bolivia era real o si el asunto merecía un arbitraje. Esta misma interpretación dice que, a raíz de la penetración de tropas chilenas en territorio boliviano y el poco interés del gobierno de Chile en "una salida diplomática" y a la declaratoria de guerra que le hace el gobierno chileno el 5 de abril, Perú se sintió ligado a Bolivia por el tratado recíproco de defensa y entró, asimismo, en la contienda, declarando el casus foederis( es una expresión latina que significa "motivo de la alianza". En la terminología diplomática, describe la situación en la cual entrarán en juego los miembros de una alianza (por ejemplo, "cuando una nación sea atacada por otra").

En cambio, la historiografía chilena afirma que el pacto es defensivo en la forma, pero ofensivo en el fondo, por lo que considera la mediación de Perú después de la toma de Antofagasta como una forma de ganar tiempo, mientras se realizaban preparativos de guerra.[ ] Además declara un motivo de más largo alcance para que la guerra terminara en un conflicto entre Chile y Perú, que sería, según esta visión, una enemistad que tendría raíces en la época colonial, exacerbada en la independencia y en la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana.

Por otra parte, la historiografía peruana afirma que la relaciones coloniales eran de cooperación y comercio entre los puertos del Callao y Valparaíso. Después de proclamada la Independencia, ambos gobiernos suscribieron un tratado de Liga, Alianza y Confederación el 23 de diciembre de 1822, que establecía principalmente una alianza militar entre el Perú y Chile, el cual se complementó el 26 de abril de 1823 con un tratado de Auxilios, que reglamentaba el financiamiento de la campaña libertadora [ 9 ] y aunque posteriormente el gobierno peruano no reconoció dicha deuda, en 1839, con la derrota de la Confederación, el Perú pagó a Chile la deuda contraída por el servicio prestado por el ejército chileno en la campaña restauradora y la independencia, [10] así como reconoció las acciones de los oficiales de Chile otorgándoles premios[11] y condecoraciones del ejército del Perú por reunificar el Perú y derrotar a Santa Cruz reconociendo a Chile como aliado del Perú.[12] Esta alianza volvería a fortalecerse en

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1866 durante la Guerra Hispano-Sudamericana en la cual las escuadras navales de ambos países combatieron juntas a la Armada Española en el Combate naval de Abtao. Tras el Combate del Callao y el retiro de la flota europea de aguas americanas en octubre del mismo año, el ministro chileno en el Perú Marcial Martínez, en cumplimiento de una ley dada por el congreso de su país, confirmó al presidente peruano Mariano Ignacio Prado (el mismo en 1879) los despachos de General de División en el Ejército Chileno.[13] Esto ha llevado a la historiografía peruana a afirmar la existencia de intereses económicos y políticas expansionistas en la clase dirigente chilena de ese entonces como verdadero motivo del estallido de la guerra.

Campaña navalArtículo principal: Campaña naval de la Guerra del Pacífico

A comienzos de la guerra era evidente que antes de cualquier operación militar en un terreno tan difícil como el desierto de Atacama, debía ganarse el control de los mares.

El poder de la escuadra chilena se basaba en las fragatas blindadas gemelas, Cochrane y Blanco Encalada, de 3.560 toneladas, 6 cañones de 250 libras de avancarga, 2 de 70, y 2 de 40 libras, blindaje de 9 pulgadas, velocidad de 11 millas a su máxima capacidad. El resto de la escuadra estaba formada por las siguientes naves de madera: las corbetas Chacabuco, O’Higgins y Esmeralda, la cañonera Magallanes y la goleta Covadonga.

La escuadra peruana basaba su poder en la fragata blindada Independencia y el monitor Huáscar. La Independencia desplazaba 3.500 toneladas, tenía un blindaje de 4½ pulgadas, 2 cañones de 150 libras, 12 de 70, 4 de 32, 4 de 9 libras, y andar de once millas a su máxima capacidad. El monitor Huáscar deplazaba 1.745 toneladas, blindaje de 4½ pulgadas, 2 cañones de 300 libras de avancarga, ubicados en la torre giratoria, y 11 millas de velocidad a su máxima capacidad, con lo cual posiblemente era la nave de combate más moderna de la marina de guerra del Perú. Completaban la escuadra peruana los monitores fluviales Atahualpa y Manco Cápac, la corbeta de madera Unión y la cañonera de madera Pilcomayo. Bolivia contaba con buques de guerra como el Guardacostas Bolívar, el Guardacostas Mcal. Sucre y las embarcaciones Laura y Antofagasta.

Combate Naval de Angamos

El puerto peruano de Iquique fue bloqueado por parte de la armada chilena. En el Combate naval de Iquique, el 21 de mayo de 1879, el monitor Huáscar, al mando del capitán de navío Miguel Grau Seminario, logró hundir a la corbeta chilena Esmeralda, al mando del capitán de fragata Arturo Prat Chacón, el que, al morir durante el combate, se convierte en el mayor héroe naval chileno. El mismo día, la fragata Independencia se enfrentó con la goleta 'Covadonga, cuyo comandante capitán de corbeta Carlos Condell de la Haza, prefirió evadir el combate bordeando la costa, perseguido por la Independencia que, en su afán de espolonear a la Covadonga, hizo que el blindado peruano encallara en Punta Gruesa. El resultado de ese día en

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Iquique y Punta Gruesa caló hondo en la opinión pública de ambos países. Los combates navales de Iquique y Punta Gruesa le dieron una victoria táctica al Perú: el bloqueo del puerto de Iquique fue levantado y las naves chilenas fueron hundidas o abandonaron el área. En el combate de Iquique, después de que el Huáscar hundiera la Esmeralda, Grau ayudó a los náufragos y envió un pésame a la esposa de Arturo Prat; mas tarde en Punta Gruesa, la escuadra peruana perdió a la fragata blindada de 3.500 toneladas al encallar en unos arrecifes cuando intentaba capturar una nave de madera de 630 toneladas, quienes continuaban en combate hasta la llegada del Huáscar. La pérdida de la fragata blindada Independencia, la mayor nave de la escuadra de la marina de guerra del Perú, representó un golpe irreparable para ésta.[14]

Pese a su condición de inferioridad numérica, el comandante del Huáscar mantuvo en jaque a toda la escuadra chilena durante seis meses. Entre las acciones más destacadas de las llamadas correrías del Huáscar se cuentan: el primer combate naval de Antofagasta (26 de mayo de 1879) y el segundo combate naval de Antofagasta (28 de agosto de 1879). El punto culminante fue la captura del vapor Rímac, el 23 de julio de 1879. En esta acción, Grau no sólo capturó dicho buque, sino también el regimiento de caballería Carabineros de Yungay el cual se encontraba abordo. Este hecho causó una crisis en el gobierno chileno que provocó la renuncia del almirante Juan Williams Rebolledo. Tras la renuncia de Williams, el mando de la escuadra chilena fue entregado al comodoro Galvarino Riveros Cárdenas quien se abocó a dar caza al Huáscar.

El combate decisivo de la campaña naval tuvo lugar en Punta Angamos, el 8 de octubre de 1879. En este combate, el monitor Huáscar, junto con la Unión, que logró escapar, fue finalmente capturado por la armada de Chile, a pesar del intento de hundirlo por parte de su tripulación. Durante el combate murió su comandante Miguel Grau Seminario, convirtiéndose a su vez en el héroe patrio del Perú. El combate naval de Angamos marcó el fin de la campaña naval de la Guerra del Pacífico.

Campañas terrestresArtículo principal: Campañas terrestres de la Guerra del Pacífico

Batalla de Arica,

Las tropas del ejército chileno iniciaron una serie de maniobras militares en las provincias de Tarapacá, Tacna y Arica. Las victorias de Pisagua, Pampa Germania y Dolores, a fines de 1879, aseguraron el dominio chileno sobre el departamento de Tarapacá, así como las de Tacna y Arica en 1880. La batalla de Tarapacá fue una victoria aliada, pero ésta no cambió el curso de los acontecimientos a favor de los aliados, pues Bolivia se retiró de la guerra después de la batalla del Alto de la Alianza en Tacna y Chile siguió luchando contra el Perú.

La capital peruana vivía desconectada del resto del país y subestimó completamente la situación bélica, lo que contribuyó a desestabilizar completamente su clase política y a evitar una preparación efectiva para enfrentar el desembarco chileno al sur de la ciudad. En enero de 1881, las tropas chilenas entraron en Lima, después de las batallas de San Juan y Miraflores. En esta última, la propia población civil defendió sin éxito la ciudad cuando el ejército chileno atacó tres de los doce reductos. Después de la batalla, hubo incendios y saqueos en los poblados de Chorrillos y Barranco.

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Plaza principal de Chorrillos antes de la Batalla de San Juan.

Las fuerzas chilenas establecieron su autoridad y se impusieron cupos de guerra a la población limeña. Se impuso el orden en la ciudad, en las zonas de ocupación, y se restablecieron las actividades. Sin embargo, este orden no evitó la salida de objetos y bienes científicos o culturales, tales como instrumentos, herramientas, mobiliario y libros, algunos de los cuales fueron enviados a Chile, terminando otro tanto en manos de privados de ambos países.

El dictador Nicolás de Piérola Villena, quien se retiró de la capital para pretender seguir gobernando desde el interior del país, fue sustituido por un gobierno civil a cargo de Francisco García Calderón, que se negó a firmar la entrega del Departamento de Tarapacá.

Sin posibilidades de firmar la paz, el jefe de la ocupación chilena Vicealmirante Patricio Lynch estableció su cuartel militar en el Palacio de Pizarro en Lima y dirigió el combate contra la resistencia peruana en la sierra, en lo que se denomina la Campaña de la Breña o de la sierra, enfrentando abundantes actos de sedición en la misma ciudad y, posteriormente, una resistencia claramente organizada.

Entrada del ejército chileno a Lima.

Después de los enfrentamientos en San Juan y Miraflores, el entonces Coronel peruano Andrés Avelino Cáceres y otros, como el capitán José Miguel Pérez, decidieron llegar a los Andes Centrales para organizar y reiniciar la resistencia al ejército de ocupación chileno. Para ello, el 15 de abril de 1881, se embarcaron en el tren de la estación de Viterbo, evadiendo la vigilacia de los soldados chilenos, con destino final la ciudad de Jauja. Así, y en gran medida ayudado por su profundo conocimiento de la lengua quechua, Cáceres organizó la defensa entre la población civil de la Sierra Central y el Coronel Gregorio Albarracín en la Sierra Sur, quienes ejecutaron una efectiva guerra de guerrillas durante

tres años. Eligieron la breña de los Andes Centrales porque presentaba una topografía excelente para aplicar la estrategia de guerra de guerrillas y, también, porque existían nuevos elementos humanos, aunque sin entrenamiento y con escaso armamento para una lucha prolongada.

La resistencia militar liderada por Cáceres en la regiones sur y centro andinas obtuvo varias victorias contra las fuerzas chilenas y se dirigió a Cajamarca, en la sierra norte, para evitar el encumbramiento de Miguel Iglesias, quien desde 1882 había manifestado firmar la paz con el gobierno chileno, aceptando cesión territorial.

Plaza principal de Chorrillos después de la Batalla de San Juan

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El 3 de mayo de 1883, la base del Tratado de Ancón ya estaba acordada entre Patrico Lynch y Miguel Iglesias quien firmó este convenio inicial desde Cajamarca.[15] El 10 de julio de 1883, se desarrolló la Batalla de Huamachuco entre Andrés A. Cáceres y Alejandro Gorostiaga, finalizando con una victoria chilena. Miguel Iglesias envió una comisión especial para felicitar a Gorostiaga por su victoria. De esta manera, Cáceres había sido minimizado lo suficiente como para no cuestionar su autoridad. Montero, por su parte, tuvo que salir de Arequipa para evitar la destrucción de la ciudad. El 20 de octubre de 1883 terminó en Ancón la discusión de los términos del tratado de paz. Una vez firmado el Tratado de Ancón, el 11 de marzo de 1884, la Asamblea Constituyente aprobó el Tratado. Iglesias marchó hacia Lima para asumir el gobierno del Perú.

Después de la guerra, las diferencias entre Cáceres e Iglesias dieron origen de una guerra civil entre los partidarios de ambos líderes, que finalizó en 1885 con el triunfo del primero.

ConsecuenciasArtículo principal: Consecuencias de la Guerra del Pacífico

El costo del conflicto en vidas humanas fue alto, sobre todo en lo que se refiere a pérdidas de vidas civiles. Un conteo hace calcular que las bajas estuvieron entre los 14.000[16] y 23.000[17] muertos, entre civiles y militares, a lo largo de la guerra.

La guerra concluyó oficialmente el 20 de octubre de 1883 con la firma del Tratado de Ancón, mediante el cual el Departamento de Tarapacá pasó a manos chilenas permanentemente y las provincias de Arica y Tacna quedaron bajo administración chilena por un lapso de 10 años, al cabo del cual un plebiscito decidiría si quedaban bajo soberanía de Chile, o si volvían al Perú.

A la firma de este tratado, el Departamento de Tacna contaba con tres provincias: Tacna, Arica y Tarata. En 1885, dos años después del tratado, Chile ocupó la provincia de Tarata, la cual fue devuelta al Perú el 1 de septiembre de 1925 por resolución del árbitro Calvin Coolidge, presidente de los Estados Unidos.

El plebiscito previsto en el Tratado de Ancón nunca se llevó a cabo y no fue hasta 1929 que se firmó el Tratado de Lima, que contó con la mediación de Estados Unidos, que decidió que gran parte de la provincia de Tacna fuese devuelta al Perú mientras que Arica y el resto quedara definitivamente en manos de Chile.

El Estado de Chile pudo iniciar un proceso de chilenización dirigido a la población de Tacna, Arica y Tarapacá, interviniendo en las organizaciones privadas y públicas de la zona. A inicios del siglo XX, la chilenización se hizo más intensiva y compulsiva, llegando a puntos exacerbados hacia el primer centenario de la Independencia de Chile,[ ]por la actividad de ciertos grupos de población civil chilena, de naturaleza nacionalista, que comenzaron la creación de "ligas patrióticas" con la finalidad de desaparecer los rasgos peruanos de los territorios de Tacna, Tarata, Arica y Tarapacá.

La paz entre Chile y Bolivia fue firmada en 1904. Sin embargo, el tratado de paz entre ambas naciones, en el cual Bolivia definitivamente reconocía la permanente soberanía chilena sobre el territorio previamente en disputa, ha sido origen constante de tensiones diplomáticas entre ambos países durante el siglo XX y comienzos del siglo XXI, debido a que Bolivia perdió toda posibilidad de salida soberana al océano Pacífico.

Tras su victoria, Chile tomó posesión no sólo de una importante extensión territorial, sino también de enormes depósitos salitreros, guaneros y de cupríferos. Éstos fueron adquiridos mayoritariamente por capitales británicos, por medio de la compra de bonos desvalorizados emitidos antes del conflicto por Perú y adquiridos a bajos precios con préstamos de bancos chilenos, que los hacían dueños de las salitreras. Esto ha llevado a parte de la historiografía moderna a ver a los ingleses como instigadores ocultos de la guerra, sin pruebas concluyentes a decir de la historiografía chilena. Algunos historiadores creen ver en algunas publicaciones de la época, inglesas y

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europeas en general, por ejemplo la editorial del diario británico "The Bullonist", aparecida en 1879, como pruebas del apoyo a las aspiraciones chilenas. Por el contrario, otros estiman que estas publicaciones se deben más bien al clima electoral existente en Inglaterra y a la ardua disputa entre el Primer Ministro Benjamin Disraeli, partidario de intervenir, y el liberal político británico William Gladstone, contrario a la intervención.

El salitre fue la principal fuente de riqueza de Chile hasta el descubrimiento del salitre sintético por los alemanes, durante la Primera Guerra Mundial.

Después de la ocupación chilena de Lima en 1881, el gobierno argentino ordenó alistar el ejército, la compra de un blindado, de material de guerra y la construcción de un línea férrea hasta los Andes como vía de abastecimiento. Con ello ambos países se colocaron al borde de una guerra, aceptando la mediación del gobierno estadounidense.[19] El 22 de octubre de 1881, se canjearon en Santiago las ratificaciones del Tratado de límites entre Chile y Argentina, un acuerdo con el que se definieron con precisión los límites preexistentes entre la Argentina y Chile en la región patagónica.[20] [21] Con este tratado, se entendía en Chile que Argentina se comprometía tácitamente a la neutralidad en la guerra que se libraba en el Pacífico y que no firmaría el Tratado de Alianza Defensiva Perú–Bolivia.

En 1883, Chile quedó en posesión de la Puna de Atacama de 75.000 km², que hasta entonces había pertenecido a Bolivia y la consideró de su propiedad después del Tratado de Tregua de 1884. Sin embargo, diversos tratados y mediaciones entre Bolivia, Argentina y Chile concluyeron en 1889, cuando Argentina renunció a su reclamo sobre Tarija y Chichas reconociéndolas como territorio de Bolivia, y en 1899, cuando 64.000 km² de la Puna de Atacama quedaron para la Argentina y 11.000 km² para Chile.[22]

Miguel Iglesias Pino de Arce (*Celendín, 11 de junio de 1830 - † Lima, 7 de noviembre de 1909). Militar y político peruano, ocupó la Presidencia del Perú. Es conocido por ser el autor del Grito de Montán, con el que se abrió paso a las negociaciones de paz durante la Guerra del Pacífico con cesiones territoriales, la entrega de Arica y Tarapacá a Chile.

Terminada la guerra, su autoridad fue repudiada por amplios sectores la sociedad civil y el ejército. Derrotado por Andrés A. Cáceres, entregó el mando a Antonio Arenas y partió al exilio en España.

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Miguel Iglesias Pino

Biografía

Primeros años y carrera militar

Miguel Iglesias nació el 11 de junio de 1830 en Celendín. Hijo del español Lorenzo Iglesias Espinach y Rosa Pino de Arce. Desde joven, Iglesias se dedicó a la administración de las propiedades de su familia en Cajamarca. Se desposó con Concepción Posada.

En 1865, fue designado prefecto de esta ciudad. Durante el conflicto con España de 1866, encabezó un batallón que marchó hacia Lima. Por sus acciones, se le concedió el grado de coronel. En 1872, fue nuevamente prefecto de Cajamarca.

Guerra del Pacífico

Tras la declaratoria de guerra, en 1879, organizó un batallón de 3.000 hombres y junto a ellos se trasladó a Lima. En la madrugada del 22 de diciembre de 1879, se unió a los batallones que secundaron a Nicolás de Piérola para deponer al vicepresidente Luis La Puerta y juntos tomaron El Callao. Inmediatamente después, Iglesias fue designado Ministro de Guerra por Piérola.

Defensa de Lima

Iglesias participó luego de la Batalla de San Juan. En la noche del 12 de enero de 1881, el primero de los cuerpos de ejército, bajo su jefatura, cubría las avenidas de Lurín proyectándose sobre Chorrillos, Villa y Santa Teresa, y formando la derecha.

Iglesias recuperó las posiciones del cerro Santa Teresa pero se dio cuenta que estaba rodeado por retaguardia, por lo que tuvo que retroceder para abrirse paso hacia el malecón. Iglesias fue hecho prisionero después de una desesperada resistencia en Chorrillos alrededor de las 12:30pm. A partir de ese momento fueron las fuerzas del coronel Arnaldo Panizo, que, junto con sus artilleros realizaron la defensa en la batería principal Mártir Olaya del Morro Solar.

Atacado Panizo por Patricio Lynch, los artilleros resistieron hasta que fueron arrollados. En Marcavilca y el Morro Solar el asalto fue iniciado por los regimientos 4° de línea Chacabuco y proseguido por otros. Iglesias, como habíamos dicho, fue hecho prisionero a las 12:30pm junto con Guillermo Billinghurst, Carlos de Piérola y Miguel Valle Riestra. Entre los muertos se encuentra Alejandro Iglesias, hijo de Miguel Iglesias.

Iglesias fue liberado por las tropas chilenas a condición de que trasmitiese las condiciones de las tropas de ocupación a las autoridades peruanas. Después de la ocupación de Lima el coronel Miguel Iglesias fue puesto en libertad

Tras la ocupación de Lima, regresó a Cajamarca. Autorizado a retirarse a su hacienda, lo hizo bajo el compromiso de apartarse de la actividad política, lo que cumplió todo el año de 1881.

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Iglesias en el norte del Perú

Al trasladarse el Presidente Lizardo Montero con sus Ministros a Huaraz en febrero de 1882 designó a Iglesias, como el militar de mayor jerarquía, Jefe Superior Político y Militar del Norte

En 1882, se enfrentó a las tropas chilenas en las cercanías de su hacienda, en lo que se conoce como la batalla de San Pablo. Tres días más tarde, lanzaría una proclama saludando el ejército triunfador

Habéis combatido y vencido al enemigo; el arrojo de que hicisteis gala ha sido precursor del triunfo, y vuestros nombres quedan, y quedarán grabados y esculpidos en letras de oro. La defensa que hoy habéis hecho de vuestros derechos, auxiliándonos y contribuyendo a nuestro triunfo, es la prueba más grande y satisfactoria de todo lo que debe y puede hacer un pueblo de abnegado patriotismo… Cajamarquinos: La gloria del triunfo del 13 de julio de 1882, os pertenece a vosotros, colaboradores muy eficaces de tan grande suceso os contará eternamente en el seno de los suyos. Yo os doy las gracias y espero siempre de vosotros igual conducta. Vuestro conciudadano y amigo.

Miguel Iglesias Pino de Arce

Presidente provisional del PerúMiguel Iglesias colaboracionista con Chile

Más adelante asumió el mando de los departamentos del norte, y estableció un gobierno en Trujillo en julio de 1882. El 31 de agosto de 1882, Iglesias emitió el célebre Manifiesto de Montán exigiendo la paz, aún con cesiones territoriales; autorizó el inicio de conversaciones con el enemigo y convoco una Asamblea en el Norte para obtener su respaldo.

Por ley del 30 de diciembre la Asamblea estableció el Poder Ejecutivo con un jefe responsable que lo presidiría con la denominación de Presidente Regenerador de la República y un ministerio igualmente responsable. La Asamblea el 1 de enero designó a Iglesias Presidente Regenerador.

El 5 de enero la Asamblea otorgó al presidente Iglesias plenos poderes para tratar de la paz con el enemigo. La Asamblea no fue reconocida por Piérola (que acababa de llegar de Europa), ni Cáceres, ni Montero como tampoco por los chilenos, quienes tenían sus dudas acerca del nuevo régimen instalado en Cajamarca.

El 9 de febrero de 1883, Patricio Lynch recibe la orden del presidente Santa María para que refuerce el mando de Miguel Iglesias,[1] en el norte convencido que con Iglesias podría firmar la paz según sus intereses, y que Lizardo Montero Flores y Francisco García Calderón no aceptarían la cesión territorial.[2] El 31 de marzo de 1883 Cáceres llega a Canta y destaca al coronel Isaac Recavarren a Huaraz junto al batallón Pucará de 250 hombres para que organice tropas y luego marchar al norte a deponer el gobierno de Iglesias. Lynch había realizado un préstamo en mayo de 1883 al negociador Mariano Castro Saldívar para la compra de suministros que armen fuerzas leales a Iglesias como Vidal García en Trujillo con 200 hombres, Genaro Carrasco en Piura con 480 hombres y estas no sean atacadas por guerrillas de Cáceres. Con el fin de proteger a Miguel Iglesias y su gobierno con una fuerza de 400

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hombres en Cajamarca, Patricio Lynch envía a Alejandro Gorostiaga desde Trujillo a Huamachuco el 3 de mayo de 1883, para evitar que Recavarren ataque el gobierno de Iglesias.

El 3 de mayo de 1883 la base del Tratado de Ancón ya estaba acordada entre Patrico Lynch y Miguel Iglesias quien firma este convenio inicial desde Cajamarca.[3]

El 10 de julio de 1883 se desarrolló la Batalla de Huamachuco entre Andrés A. Cáceres y Alejandro Gorostiaga. Miguel Iglesias envió una comisión especial para felicitar a Gorostiaga por su victoria. De esta manera, Cáceres había sido minimizado lo suficiente como para no cuestionar su autoridad. Montero por su parte, tuvo que salir de Arequipa para evitar la destrucción de la ciudad.

Fin de la guerra: El Tratado de Ancón

El 20 de octubre de 1883 terminó en Ancón la discusión de los términos del tratado de paz. Una vez firmado el Tratado de Ancón, el 11 de marzo de 1884 la Asamblea Constituyente aprobó el Tratado. Iglesias marchó hacia Lima para asumir el gobierno del país.

Como consecuencia de la derrota y el posterior restablecimiento del orden, se inicia la llamada fase del Segundo militarismo. Inicialmente, se caracteriza por la lucha entre el Presidente Iglesias y Andrés A. Cáceres, el llamado Héroe de la Breña por su férrea oposición a la ocupación chilena.

Aún cuando el Presidente Iglesias ostentaba el cargo de manera constitucional, no consiguió el apoyo de lo que quedaba de la Élite Peruana, quienes más bien trataban de acercarse a Cáceres. Este grupo estaba formando mayoritariamente por antiguos miembros del Partido Civil, con un ánimo de recuperar la doctrina anterior y restablecer un gobierno civil en la república.

Guerra civil y exilio

De acuerdo de la Asamblea Constituyente de 1884, Iglesias ya debía retirarse del gobierno y llamar a elecciones. Sin embargo, este prefirió permanecer en el poder y exigir el sometimiento incondicional de Andrés A. Cáceres. Por su parte, Cáceres procede a proclamarse Presidente el 16 de julio de 1884, argumentando el quiebre del orden constitucional.

Las fuerzas de Iglesias y Cáceres en un primer momento se enfrentaron en Lima y después en Trujillo. Ante sus derrotas en la costa norte, Cáceres se retiró al centro sur: Cuzco, Arequipa, Apurímac y Ayacucho, donde pudo reorganizar su ejército para volver a atacar.

Para 1885, después de un enfrentamiento en la sierra central y otra derrota en Lima el 3 de diciembre de 1885, Iglesias renunció a la presidencia. Antonio Arenas, Presidente del Consejo de Ministros, asume la Presidencia, dando paso a una transición constitucional. Iglesias parte al exilió en España, Pero regresó sólo porque lo habían elegido como senador de Cajamarca, pero la muerte se lo impidió en 1909.

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Andrés Avelino Cáceres Dorregaray (* Ayacucho, 10 de noviembre de 1836 - † Lima, 10 de octubre de 1923) fue un militar y político peruano que llegó a ser Presidente Constitucional del Perú en dos ocasiones: de 1886 a 1890 y de 1894 a 1895. En el Perú es considerado un héroe nacional por haber liderado la resistencia en la sierra central peruana contra la ocupación de Chile durante la guerra del Pacífico (1879-1883), siendo general del ejército peruano. Allí fue conocido por sus soldados como Taita Cáceres mientras que los chilenos le apodaron El brujo de los Andes, pues siempre burló las maniobras envolventes planeadas con mucho celo por los generales chilenos y porque actuaba con tanta fluidez que parecía estar presente en todas partes. Era también quechua hablante. Es considerado patrono del Arma de Infantería del Ejército Peruano. Según algunas fuentes su nombre de pila era Andrés Alfredo.

Después de la guerra con Chile, incursionó activamente en la política, fundando su propio partido, el Constitucional. Enfrentó al presidente Miguel Iglesias, el mismo que firmara el tratado de paz con Chile con cesión territorial. Se desató una guerra civil, pese a que el país recién había salido de una guerra desastrosa. Cáceres logró “huaripampear” o poner fuera de juego al ejército principal de Iglesias en la sierra central, en una brillante estrategia militar (1884), luego de lo cual atacó Lima. Iglesias renunció a la presidencia en 1885, y el gobierno provisorio que le sucedió convocó a elecciones en las que ganó abrumadoramente Cáceres. En este su primer gobierno constitucional, de 1886 a 1890, tuvo que enfrentar la reconstrucción nacional, especialmente en el campo de la recuperación económica. Puso fuera de curso el billete fiscal o papel moneda, muy devaluado entonces; creó impuestos nuevos; intentó la descentralización tributaria; y para solucionar el problema de la enorme deuda externa firmó el Contrato Grace por el cual entregó los ferrocarriles a los acreedores. Volvió a la presidencia en 1894, en unas cuestionadas elecciones consideradas ilegales y que provocaron la formación de la Coalición Nacional, integrada por los demócratas y civilistas, encabezados por Nicolás de Piérola; se desató una sangrienta guerra civil que culminó con el asalto de los coaligados a Lima, ante lo cual Cáceres renunció y partió al exilio, en 1895. Volvió en 1899 y siguió participando en la política. En 1919 fue ascendido a Mariscal.

Primeros años

Nació el 10 de noviembre de 1836, día de San Andrés Avelino,[1] en la ciudad de Ayacucho, Distrito de Ocros. Sus padres fueron Domingo Cáceres y Oré, hacendado de Ayacucho, y Justa Dorregaray Cueva, hija del coronel español don Demetrio Dorregaray y descendiente por línea materna de Catalina Wanka, quien fuera princesa incaica-wanka. Cursó sus estudios primarios en la Escuela Nacional de su ciudad natal. Más tarde, en 1853, ingresó en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, en Ayacucho.

Un año después abandonó sus estudios e ingresó como cadete en el batallón Ayacucho organizado por el general Fermín del Castillo, con el que participó en la rebelión dirigida por el general Ramón Castilla contra el presidente José Rufino Echenique, la cual acabó con la victoria del último en la batalla de La Palma (5 de enero de 1855).

Después de ésta batalla, obtuvo el rango de teniente segundo y en 1857 el de teniente. Entre 1856 y 1858 apoyó activamente el gobierno de Ramón Castilla contra la rebelión de Manuel Ignacio de Vivanco en Arequipa, formando parte de la segunda compañía del batallón Ayacucho durante la Guerra Civil Peruana de 1856-1858. Participó en las batallas de Yumina, Bellavista (Arequipa) y en el asalto final de Arequipa, el 6 y 7 de marzo de 1858, por lo cual fue ascendido a capitán. Durante los combates fue herido bajo el ojo izquierdo, lo que no comprometió su vista.

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Participó en la campaña contra el Ecuador (1859-1860); debido a algunas heridas de guerra fue enviado a Francia como adjunto a la legación peruana encabezada por Pedro Gálvez Egúsquiza, para someterse a diversos tratamientos médicos. A su regreso en 1862 formó la plana mayor del batallón Pichincha Nº 3 acantonado en Huancayo, al que organizó sus cuadros de reclutas y se trasladó con él a Lima. Luego fue ascendido a sargento mayor graduado en 1863.

Guerra contra España

Durante esos años se hizo famoso por su abierta oposición al gobierno del presidente Juan Antonio Pezet, que había permitido la ocupación de las islas Chincha por una Expedición Científica Española a través del Tratado Vivanco-Pareja en 1865. Por sus críticas tuvo que exiliarse a Chile con otros muchos oficiales pero consiguieron regresar a Perú, desembarcando en el puerto sur de Mollendo.

Todos ellos se unieron a la Revolución Restauradora del Honor Nacional encabezada por Mariano Ignacio Prado contra el gobierno de Pezet. Durante la campaña ascendió sucesivamente a sargento mayor efectivo y a teniente coronel graduado en 1865. Participó en la ocupación de Lima y más tarde, ya con Prado como Dictador, en el combate del Dos de Mayo de 1866 contra la flota española en El Callao. Aquí estuvo al mando de 46 hombres y 30 voluntarios en el fuerte Ayacucho, desde el cual puso fuera de combate a las fragatas Villa de Madrid y Berenguela.

En 1868 decidió abandonar la carrera militar y regresar a Ayacucho para dedicarse a la agricultura. Pero en 1872 tuvo que volver a la arena política oponiéndose al golpe de estado del coronel Tomás Gutiérrez contra el presidente José Balta, motivado por el descontento de un sector del ejército por la elección de Manuel Pardo y Lavalle, el primer presidente civil de Perú y el fundador del influyente Partido Civil, que habría de desempeñar un importante papel en la historia política del Perú.

Su respaldo al presidente Pardo le acarreó el apoyo de los líderes del Partido Civil y fue nombrado subjefe del batallón Zepita, reprimiendo, poco después, un motín de sus propios integrantes, lo cual le valió su ascenso a teniente coronel efectivo, en noviembre de 1872. Con el mismo batallón marchó hacia Tarma y Chanchamayo para desterrar la desmoralización y entrenar a sus hombres en trabajos de colonización. En 1874, fue uno de los encargados de debelar la revolución de Nicolás de Piérola, quien fue derrotado la batalla del Alto de Los Ángeles, en Moquegua. Por esta acción fue ascendido a coronel graduado, en 1875.

Reteniendo el mando del batallón Zepita, asumió la prefectura del departamento del Cuzco, cargo que desempeñaba al estallar la guerra con Chile.

Guerra del PacíficoArtículo principal: Guerra del Pacifico

Campaña del Sur

Tras el comienzo de la Guerra del Pacífico el 5 de abril de 1879, Cáceres fue enviado a la cabeza del batallón Zepita en defensa del Departamento de Tarapacá. Fue nombrado comandante de la 2da. División del Ejército del Sur. Allí luchó contra el ejército de Chile en las batallas de San Francisco (19 de noviembre de 1879) y Tarapacá (27 de noviembre de 1879). En la última su intervención fue decisiva para organizar la defensa y contraataque, lo que selló la victoria peruana.

Al no poder llevarse los pertrechos chilenos, las tropas peruanas optaron por retirarse al norte, desocupando Tarapacá hasta llegar a Tacna. Allí, a Cáceres se le confió la vigilancia del litoral situado en las inmediaciones de Ilo. Luego fue trasladado a Tacna, donde el comando dispuso una concentración de fuerzas, cooperando en la

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reorganización del Ejército del Sur del Perú. Dicho ejército fue desplegado alrededor de la ciudad de Tacna con el objetivo de unir fuerzas con el ejército boliviano que era dirigido por el presidente de Bolivia en persona, el general Narciso Campero, quien había dado golpe de estado a Hilarión Daza. Sin embargo, la inestabilidad política creada por Nicolás de Piérola tras conseguir derrocar a Mariano Ignacio Prado obstaculizó las acciones de Cáceres, retrasando las acciones de la fuerza conjunta contra los chilenos.

El ejército chileno desembarcó mas al norte de Tacna, en Ilo, sin hallar oposición; desde allí atacaron a las posiciones peruanas. Se libró la batalla del Alto de la Alianza o de Tacna, el 26 de mayo de 1880, donde Cáceres tuvo una notable participación. Combatió con tanto ardor y con gran riesgo de vida que sufrió la pérdida de dos caballos, y cuando la derrota era ya definitiva, procuró la reunión de los soldados dispersos y cauteló el orden de la retirada. Propuso reforzar la plaza de Arica, pero el comando dio por terminada la campaña y Cáceres se encaminó a Lima, donde llegó en agosto de 1880.

Campaña de LimaRetrato del general Andrés Avelino Cáceres. Obra del pintor Nicolás Palas, año 1894.

Cáceres fue nombrado comandante de la 5º división de la reserva, entrenando a sus tropas en Huaral. Por el camino iba reclutando los restos del ejército peruano junto a civiles que armaba. En octubre de 1880 fue reconocido como coronel efectivo.

Piérola ordenó que el ejército se preparase para defender Lima. En el sur de Lima, formó dos líneas defensivas extensas: la de San Juan, compuesta por trincheras y que iba desde el Morro Solar hasta Monterrico Chico, y la de Miraflores, que era la línea de reductos, que iba desde Armendáriz hasta el camino a Chosica. Esperando un ataque por el norte, Piérola marchó con un fuerte contingente de tropas al balneario de Ancón, dejando disminuido al ejército de Cáceres.

Las tropas chilenas al mando de Baquedano habían desembarcaron en Pisco y Curayacu, a tres millas de Chilca. Sin posibilidad de recibir refuerzos, y con las tropas chilenas desplegándose por el sur, las fuerzas peruanas, en su mayoría integrada por civiles, esperaron el ataque del enemigo a la capital.

Cáceres participó en la batallas de San Juan el 13 de enero de 1881, y tuvo que retirarse a Miraflores luego de haber sufrido fuertes pérdidas con lo que le quedaban de sus hombres. Chorrillos y Barranco fueron incendiados, y según testimonios, parte de la tropa chilena se entregó a la embriaguez y a la reyerta. Esa misma noche Cáceres y otros oficiales insistieron en avanzar hacia Chorrillos, lo cual no fue autorizado por Piérola.

Dos días después, el ejército chileno venció la línea de Miraflores, donde Cáceres sufrió la perforación del fémur derecho. Acudió a un puesto ambulatorio en San Carlos, y se escondió en la celda del padre superior del Convento de San Pedro. El 15 de abril de 1881, todavía convaleciente, salió de Lima a fin de no ser capturado, dirigiéndose hacia Jauja, en la sierra central, donde inició la resistencia contra los chilenos, organizando unidades de ejército regular.

El 26 de abril de 1881 el Presidente Piérola le nombró "Jefe Político y Militar de los Departamentos del Centro de la República". Por su parte, la Asamblea Nacional reunida en Ayacucho lo ascendió a General, por su heroísmo en la participación de las cinco batallas en que le tocó actuar: San Francisco, Tarapacá, Tacna, San Juan y Miraflores. Poco después, se le ofreció la presidencia de la república, la que no quiso aceptar, pues juzgó conveniente respaldar al presidente Francisco García Calderón Landa, confinado en Chile.

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Campaña de la Breña

Con fuerza y mucho carisma, Cáceres pudo levantar a las poblaciones de la cordillera para resistir la invasión chilena, especialmente gracias al apoyo completamente beligerante de la Iglesia peruana, dirigidas desde el Convento de Santa Rosa de Ocopa, estableció como su centro de poder el valle del Mantaro y a Ayacucho como su reserva, en su momento máximo tuvo más de 3.000 hombres a su mando.[2] [3]

Primera expedición contra Cáceres

Debido a ello, los chilenos enviaron en su contra una primera expedición, muy confiados del triunfo sobre los que consideraban “montoneras”. El encargo fue dado a la División del teniente coronel Ambrosio Letelier, que logró llegar hasta la ciudad de Huancayo. En todo su trayecto, los soldados de Cáceres hostilizaron a estas tropas, logrando, además, arrebatarles el cupo de dinero y víveres que habían obtenido en Huancayo. Ante su impotencia para derrotar a los "breñeros", el contralmirante Patricio Lynch (gobernador chileno de la ocupación) ordenó el regreso a Lima de la División Letelier. Este fue el primer fracaso chileno contra Cáceres.

Una compañía chilena del Regimiento Buín 1° de Línea, acampó en la hacienda Sangrar, de propiedad de Norberto Vento, con el objeto de reaprovisionarse y descansar. Avisado el coronel peruano Manuel de la Encarnación Vento, que se encontraba en las cercanías, avanzó con sus tropas reforzadas por 50 guerrilleros. Con esta fuerza logró sorprender a los chilenos y librar una encarnizada batalla a 4.400 metros sobre el nivel del mar, fue el combate de Sangrar, el 26 de junio de 1881, donde Vento fue rechazado. Ante la forma de guerra y las enfermedades que ya atacaban a sus fuerzas, Letelier no pudo hacer otra cosa que apresurar la retirada, cargando con los restos de su maltrecha División.

Durante varios meses continuaron los movimientos de ambas fuerzas. Marchas y contramarchas acercaban o alejaban a los dos ejércitos; fue entonces cuando Cáceres fue apodado “el Brujo de los Andes”, apelativo debido a que, a pesar de la mayor cantidad de soldados que integraban el ejército chileno, se enfrentó a ellos en múltiples combates. Cuentan que disfrazaba a las llamas con chullos y ponchos para hacer ver su mayor numero de tropas ante el enemigo. Se hacía perseguir por terrenos difíciles hasta alturas insoportables para los adversarios, quienes caían víctimas del soroche, otro truco que usaba era poner las herraduras de los caballos de forma inversa para despistar al ejército chileno.

Segunda expedición contra Cáceres. Pucará, Marcavalle y Concepción

Cáceres estableció sucesivamente cuarteles en Tarma, Chicla, Matucana y finalmente en Chosica, muy cerca de Lima, en octubre de 1881. Ante ello, Lynch organizó una segunda expedición, mucho más poderosa que la anterior. La dividió en dos Divisiones, una a su propio mando, de 3.000 hombres, que avanzaría hacia Canta y atacaría a Cáceres por la retaguardia; la otra, de 1.500 hombres, bajo el mando del coronel Pedro Gana, que marcharía vía ferrocarril hacia Chicla, para atacar al adversario frontalmente. Era principios de 1882. Lynch trataba así de ejecutar la clásica maniobra envolvente, pero falló ante la habilidad del jefe peruano, que se retiró, oportunamente, hacia Tarma. Ante esta situación, Lynch decidió volver a Lima, encomendando al coronel Gana la persecución de Cáceres, para lo cual reforzó su destacamento hasta completarlo en 3.000 hombres. Gana, por su parte, dejó el mando de la división al coronel Estanislao del Canto, y volvió también a Lima.

De Tarma, Cáceres pasó a Jauja y de allí a Huancayo, mientras que Del Canto iba a su alcance. El 5 de febrero de 1882 se produjo el Primer Combate de Pucará, donde las fuerzas de Del Canto rechazaron Cáceres, que retrocedió en desordenada fuga, hacia Huancayo. Cáceres, gracias a su guardia personal, se salvó de una arremetida que para matarlo había desplegado un escuadrón de caballería enemiga; no sería la única vez que se salvaría. Luego se retiró ordenadamente hacia Ayacucho; la derrota de Pucará, el hostigamiento de la caballería chilena, las deserciones y una epidemia de tifus habían mermado considerablemente sus tropas.

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En Ayacucho, Cáceres se reorganizó y logró reunir un ejército de 4.000 hombres, con quienes regresó al valle del Mantaro. Durante todo el mes de julio de 1882 liberó algunos pueblos de la región, que se le sumaron alborozados pues la ocupación chilena se había hecho odiosa por sus exacerbados abusos y sus demostraciones de racismo hacia el hombre andino. Cáceres triunfó en los combates de Marcavalle y el segundo de Pucará (9 y 10 de julio de 1882) y Concepción (9 y 10 de julio); el 19 de julio ingresó triunfante en Tarma. Curiosamente, seis días antes, al otro lado del Perú, los pobladores de Cajamarca se levantaron contra los abusos de una expedición chilena, compuesta por reclutas, y la derrotaron en la batalla de San Pablo triunfo pírrico que no sirvió de mucho ante la contraofensiva chilena que destruyó la comarca.

Comprendiendo Cáceres que sus enemigos debían retroceder en fuga y cargados de enfermos, ordenó al coronel Tafur que se adelantase para destruir el puente de La Oroya, ya que así quedaría cortado el camino hacia Lima. Pero Tafur no cumplió con la orden dada y Cáceres no pudo acabar con la estropeada División Del Canto, la que logró pasar por el puente de La Oroya en fuga salvadora hacia la capital. De todos modos, la segunda expedición chilena contra Cáceres había fracasado rotundamente: el número de bajas chilenas llegó a casi el 20% de la división; la mayoría por enfermedad y sólo 175 muertos en combate, con centenares de enfermos de Tifus, viruela, paludismo y otras enfermedades contraídas en la sierra. Muchos “breñeros” exhibían con orgullo las cabezas y restos mutilados de los soldados chilenos. El departamento de Junín quedó libre de la ocupación chilena.

Mientras, la destrucción de la 4° Compañía del Batallón "Chacabuco" 6° de Línea en Concepción, hizo que en Chile la clase política y la población en general, recordaran que aún en Perú habían soldados chilenos combatiendo. Así, nuevos batallones fueron alistados y enviados a Perú a toda prisa, mientras otra división del Ejército se dedicaba a destruir la insurrección de los mapuches en el sur.

Por entonces, los chilenos presionaban al presidente García Calderón (entonces confinado en Chile) a que firmara la paz con cesión territorial. Las mismas presiones sufría el contralmirante Lizardo Montero, el vicepresidente establecido en Arequipa. Ambos mandatarios rechazaron tales exigencias, pero sucedió entonces el llamado “Grito de Montán”, el 31 de agosto de 1882, proclamado por el general peruano Miguel Iglesias, jefe de las tropas del norte, quien consideraba necesario firmar ya la paz, incluso con cesión territorial, antes que los chilenos continuaran destruyendo lo poco valioso que quedaba en el Perú. Cáceres rechazó tal planteamiento y anunció su voluntad de continuar la lucha.

Tercera expedición contra Cáceres. Huamachuco

Los chilenos, viendo en Cáceres un obstáculo para finalizar la guerra, en abril de 1883 organizaron una tercera expedición contra el ejército de la Breña, esta vez mucho más poderosa que las anteriores, que reunía a 12.000 soldados, que mezclaban a veteranos con reclutas de los nuevos batallones enviados del sur, pero mejor equipados que sus enemigos. Así, sobre Canta marchó la División León García con 2.000 hombres; al mismo tiempo la División Del Canto se adelantó sobre Sisicaya con 1.500 soldados; luego, la División Urriola con 3.000 regulares se dirigió por el valle del Rímac; la División Gorostiaga caminó hacia Cajamarca con 2.600 hombres; y finalmente, rumbo a Huaraz se dirigió la División Arriagada compuesta de 3.000 soldados.

Mientras tanto, Cáceres decidió movilizarse hacia el norte para reforzar su posición y además para debilitar a Iglesias. El 1 de junio de 1883 llegó a Huánuco. Luego, atravesó el Callejón de Huaylas, cruzó la Cordillera Blanca, por un abra de 4800 m.s.n.m., subiendo después de la laguna de Llanganuco; de bajada, Vaquería, Seccha, Acobamba y llegó a Pomabamba, con dirección Norte hasta Huamachuco.

El 10 de julio de 1883, Cáceres fue derrotado por las división chilena del coronel Alejandro Gorostiaga en la batalla de Huamachuco, compuesta por unidades que habían participado en anteriores campañas, aunque la mayoría de la tropa era bisoña. El revés fue debido mas que nada a la falta de municiones y bayonetas. Si bien se ha dicho que

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esta batalla supuso el fin virtual de la guerra, lo cierto es que Cáceres no se dio por vencido y se retiró a Ayacucho, donde intentó organizar un nuevo Ejército de la Breña.

Cuarta expedición contra Cáceres

Desde Huancayo el comando chileno envió contra Cáceres una cuarta expedición, bajo el mando de Martiniano Urriola, quien luego de llegar a Ayacucho fue atacado por las guerrillas ayacuchanas (noviembre de 1883) aunque pudo rechazarlas. Pero sucedió entonces que los chilenos recibieron la orden de abandonar la sierra central y replegarse a Lima porque a esas alturas la paz ya era un hecho: el gobierno peruano encabezado por Miguel Iglesias había firmado el Tratado de Ancón el 20 de octubre del mismo año, reconociendo la derrota y dando por terminada la guerra con Chile. A pesar de la obstinación de Cáceres, su pequeño ejército y su escasa artillería, fue impotente para continuar la lucha y finalmente huyó a Bolivia.

La guerra civil de 1884-85

Aunque Cáceres terminó por reconocer el Tratado de Ancón como hecho consumado, mantuvo su rebeldía contra el gobierno de Iglesias. Estalló la guerra civil, dándose así un triste espectáculo al mundo, que no podía entender cómo, tras sufrir una horrenda guerra internacional, los peruanos se enfrascaban en otra interna. Los partidarios de Cáceres se llamaban los “rojos” y los de Iglesias los “azules” por el color del gorro o kepí militar. En una primera fase, Cáceres atacó Lima, el 27 de agosto de 1884, pero fue rechazado. Se retiró entonces hacia el interior y reorganizó sus fuerzas. Las fuerzas gobiernistas, confiadas en su superioridad, partieron a combatirle. Entonces Cáceres relució sus dotes de estratega y mediante una maniobra militar conocida como la “huaripampeada”, engañó a las fuerzas de Iglesias atrayéndolas hacia las vecindades de Jauja (sierra central) y dejándolas allí aisladas, mientras él y sus fuerzas marchaban a Lima. Iglesias fue cercado en Palacio de Gobierno; viendo que el descontento hacia su gobierno era generalizado, renunció el poder el 3 de diciembre de 1885 en su Consejo de Ministros, presidido por Antonio Arenas, quien se encargó de convocar a elecciones generales.

Elecciones presidenciales de 1886

A los tres días de instalado el Consejo de Ministros ordenó la realización de elecciones populares. La postulación de Cáceres a la presidencia fue hecha por su partido, el Constitucional, tras el que se ocultó el Partido Civil. Y es que la oligarquía, al no poder tomar directamente el poder, tuvo que secundar a un caudillo militar para conquistarlo. La candidatura de Cáceres no tuvo rivales; solo el partido demócrata de Piérola formó la oposición, aunque sin lanzar candidatos. La elección de Cáceres fue pues inevitable.

Primer gobierno (1886-1890)

Cáceres asumió el mando el 3 de junio de 1886. Su mandato (de cuatro años según la Constitución de 1860) significó la liquidación de la situación caótica originada por la guerra y a la vez el restablecimiento de la paz interna. Fue entonces cuando se sentaron las bases de la Reconstrucción Nacional.

En lo que respecta a la política interna, Cáceres gobernó con el apoyó de su partido, el Constitucional (integrado por sus amigos y partidarios), así como del Partido Civil. El Partido Demócrata no lo apoyó, pero tampoco le hizo oposición, porque según declaración de su jefe Nicolás de Piérola, la nación necesitaba paz para la reconstrucción, aunque ya al finalizar el gobierno, Piérola sería apresado. Una característica de este régimen fue la inestabilidad ministerial (hubo en total diez consejos de ministros) debido a la amenaza de censura aplicada destempladamente por una minoría parlamentaria, de tendencia liberal, que también obstruyó la aprobación de importantes medidas, como la firma del Contrato Grace, por lo que acabó por ser expulsada del Parlamento y reemplazada.

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Un acontecimiento importante fue el discurso de Manuel González Prada en el Teatro Politeama en 1888, en el que expresó una crítica feroz al pasado republicano y sus líderes, entre ellos Cáceres, y reveló su profundo espíritu antichileno. Una frase de este discurso se ha mantenido en la memoria de los peruanos: «¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!». MGP fundó el partido Unión Nacional, que se constituyó en la extrema izquierda del espectro político de entonces.

Como punto trágico fue el sometimiento de las guerrillas campesinas indígenas en armas desde la Guerra con Chile, y que se oponían a volver al control de los terratenientes blancos. Cáceres envió tropas del nuevo ejército peruano, los cuales derrotaron a los rebeldes, los mismos que años antes se habían transformado en héroes nacionales de la resistencia en la Guerra del Pacífico.

Aspecto económico

En el aspecto económico, los problemas más urgentes eran los siguientes:

La existencia de grandes cantidades de billete fiscal o papel moneda emitido desde 1878 con la garantía del Estado y que entonces estaban muy devaluados.

La falta de recursos para cubrir las necesidades de la Nación. La existencia de una cuantiosa deuda externa que tenía quebrado el crédito del Perú en el extranjero.

El gobierno de Cáceres encaró este problema de la siguiente manera:

Desaparición del billete fiscal.- En 1884 el billete fiscal en circulación ascendía a más de 120 millones en soles e incas; este billete se hallaba enormemente devaluado. En 1886, el primer año del gobierno de Cáceres, reapareció la moneda metálica de plata, aunque se mantuvo el curso del billete fiscal cuya conversión en metálico se dispuso; para entonces un sol plata equivalía a 21.8 soles en billetes. Una de las medidas fue autorizar que hasta un 20 % del impuesto de aduanas fueran pagados en billetes, lo que solo estimuló la ola especulativa. Mientras tanto, el billete se fue depreciando mucho más; a fines de 1887 un sol plata valía de 28 a 35 soles en billetes. Vista la desconfianza general, a principios de 1888 el gobierno ordenó que todas las oficinas públicas recibieran entradas sólo en metálico. Los billetes fiscales dejaron así de circular oficialmente y en 1889 se permitió que fueran canjeados con títulos de la deuda pública interna, medida que solo benefició a los grandes especuladores, más no a la gran masa de la población que de un momento a otro se vio en posesión de billetes que ya no valían nada.

Reorganización hacendaria.- Anteriormente, los ingresos del Estado provenían mayoritariamente del guano y el salitre, pero estos ya eran cosa del pasado. Ahora, las rentas de las aduanas se convirtieron en la principal fuente de recursos. Para hacer frente a los gastos del presupuesto la política económica del gobierno siguió dos caminos paralelos: hacer economías y crear nuevos impuestos. Los egresos de la Nación se redujeron a seis millones y medio de soles, con igual suma de gastos. Se crearon los impuestos al consumo del alcohol y el tabaco, el estanco del opio y el impuesto del papel sellado.

Descentralización fiscal.- Para una mejor recaudación e inversión de las rentas del Estado, se estableció la descentralización fiscal, esto es, que las rentas del Estado fueron divididas en generales, para los gastos del Estado, y en departamentales, destinadas a satisfacer las necesidades del departamento. Para recaudar y vigilar la inversión de las rentas de cada departamento se crearon Juntas Departamentales, formadas por representantes del gobierno y de las Municipalidades. Sin embargo, los resultados de esta descentralización no respondieron a las expectativas del gobierno. Uno de los impuestos que generaron más descontento en la población andina fue el de la contribución personal, que recordaba al tributo indígena colonial abolido por Ramón Castilla en 1855.

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Cancelación de la deuda externa. El Contrato Grace.- Después de la guerra con Chile el Perú quedó con una cuantiosa deuda externa proveniente de los empréstitos de 1869, 1870 y 1872, que llegaba a la enorme suma de 51 millones de libras esterlinas, lo cual, obviamente, resultaba imposible de pagar. Los acreedores amenazaban con requisar al Perú sus exportaciones, si es que no se avenía a transar un acuerdo, por lo que urgía una salida. Por otro lado, el estado de deterioro de los ferrocarriles y la necesidad de fuertes capitales para restaurarlos y construir otros era de suma urgencia. A fines de 1886, el irlandés Michael Grace, en nombre de los acreedores extranjeros reunidos en un "Comité Inglés de Tenedores de Bonos de la Deuda Externa del Perú", presentó al gobierno de Cáceres el proyecto de un convenio para cancelar la deuda. La propuesta era que el Estado peruano hiciera a los acreedores una cesión de todas las obras ferroviarias (que por cierto habían sido construidas con el dinero de los préstamos), la entrega de tres millones de toneladas de guano (que al final se redujeron a dos), la cesión de dos millones de hectáreas en la selva central, el libre uso de los muelles a los que llegaban los ferrocarriles, incluida la libre navegación por el lago Titicaca, y 33 anualidades de 80.000 libras esterlinas. Lo primero que podría parecer desventajoso para el interés de la nación peruana era la entrega de los ferrocarriles, pero al estar estos inconclusos o deteriorados, la idea se tornaba viable, pues los acreedores se comprometían a ponerlos en servicio, así como ampliar algunas líneas, para lo cual realizarían las inversiones necesarias. No obstante, hubo un amplio debate en el Perú si era pertinente aceptar el contrato, y en el Congreso se fue prorrogando su aprobación, hasta que el gobierno hizo vacar a los congresistas recalcitrantes y nombrar a otros, logrando así la aprobación en octubre de 1889. Los bonistas ingleses crearon la compañía The Peruvian Corporation para la explotación de los ferrocarriles durante 66 años, según lo estipulado en el contrato. Además, se comprometían a concluir los tramos ferroviarios de Chicla-La Oroya (ferrocarril central) y Juliaca-Santa Rosa (ferrocarril del sur), y a construir 70 kilómetros más de cualquier otro ferrocarril.

Aspecto internacional

En 1887 la República del Ecuador revivió su plan de 1857 de ceder como pago a sus acreedores británicos grandes extensiones de tierras en la Amazonía peruana. La diplomacia peruana logró detener este proyecto y firmó con dicha república, el 1 de agosto de ese mismo año, un convenio por el cual la cuestión de límites fue sometida al arbitraje del Rey de España. En 1889, el comisionado especial del Perú en España, José Pardo y Barreda, presentó al monarca el Alegato del Perú, notable estudio jurídico de la cuestión que desde entonces fue el baluarte de la defensa peruana en ese pleito de límites.

Origen del problema de La Brea y Pariñas

El problema de la explotación del petróleo en el yacimiento de La Brea y Pariñas, y que demandó la atención de casi todos los gobiernos peruanos hasta los años 1960, se originó inmediatamente después de la guerra con Chile, cuando se discutía el Contrato Grace. Dicho yacimiento pertenecía entonces a Genaro Elguero, y en la medición que se hizo en 1888 para el pago del impuesto correspondiente, se determinó erróneamente que solo abarcaba 10 pertenencias, determinándose el impuesto en solo 150 soles al semestre (15 soles por pertenencia). En 1890 el yacimiento pasó en arrendamiento a la empresa anglonorteamericana London Pacific Petroleum Co., por 99 años, operándose de esta manera la penetración del capitalismo inglés en la naciente industria petrolífera.

Otras obras y hechos importantes

Otras obras y hechos importantes del primer gobierno del general Andrés A. Cáceres fueron los siguientes:

Se instauró la educación primaria obligatoria. Se hicieron algunas obras de irrigación en el norte y centro del país. Se crearon Escuelas Talleres en las capitales de Departamentos.

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Se reabrieron las Escuelas Naval y Militar. Llegó a las costas peruanas la cañonera Lima, de 1790 Ts, uno de las dos navíos de guerra mandados a

construir por el gobierno peruano en Kiel en 1880. Fue la primera unidad de la nueva escuadra del Perú, que renacía tras el descalabro de la guerra. La otra cañonera gemela tuvo que ser cedida a los constructores en pago de deudas existentes.

Se fundó en Lima el Banco Italiano en 1889 con aporte de capitales de la colonia italiana, institución que ha llegado hasta nuestros días con el nombre de Banco de Crédito del Perú.

Se creó la Sociedad Geográfica de Lima (1888). Se fundó la Cámara de Comercio de Lima, en 1888. El 16 de mayo de 1886, se inició el alumbrado eléctrico en Lima, inaugurado en la Plaza de Armas y que se

extendió a las calles aledañas. En 1888 se instaló el servicio telefónico en Lima, que luego se extendió al Callao. Se inauguró en 1889 el muelle del puerto de Salaverry, en el departamento de La Libertad. La explotación del petróleo, a cargo de capitales ingleses, tuvo un desarrollo importante en el norte del

Perú. En el campo petrolífero de Zorritos, había 9 pozos que daban 250.000 a 300.000 litros de petróleo diarios, hacia 1890. Se obtenía también keroseno, que era de buena calidad.

En julio de 1890 llegaron numerosos restos de los héroes peruanos caídos en las acciones de Angamos, Pisagua, San Francisco, Tarapacá, Alto de la Alianza y Arica. Fue en esa ocasión que llegaron los restos de Miguel Grau y de Alfonso Ugarte, siendo sepultados el día 16 de julio en solemne ceremonia en el Cementerio Presbítero Maestro.

Elecciones presidenciales de 1890

Cáceres designó a su vicepresidente y partidario Remigio Morales Bermúdez como su candidato para las elecciones presidenciales programadas para el 13 de abril de 1890. Como contrincante se presentó Francisco Rosas, candidato por el Partido Civil; mientras que Piérola, líder del Partido Demócrata, instó a sus seguidores a que se abstuvieran de votar. Los principales dirigentes demócratas fueron perseguidos y encarcelados, Piérola entre ellos. Contando, pues, con el control total del proceso electoral, Morales Bermúdez resultó electo presidente de la República para el período 1890-1894.

Tras entregar el poder a su sucesor, Cáceres pasó a desempeñarse como ministro plenipotenciario en Inglaterra y Francia.

Segundo gobierno (1894-1895)

Cáceres retornó en 1894, cuando finalizaba el gobierno de Morales Bermúdez, iniciando entonces su campaña electoral para volver a la presidencia. Contaba naturalmente con el apoyo del gobierno. Pero el 23 de marzo de ese año Morales Bermúdez enfermó gravemente y dejó de gobernar; según la Constitución debía asumir el mando el primer vicepresidente Pedro Alejandrino del Solar, pero el Consejo de Ministros no quiso entregarle el poder, ya que Del Solar no le inspiraba confianza, pues se había mostrado contrario al apoyo gobiernista hacia la candidatura de Cáceres.

Morales Bermúdez falleció el 1 de abril, día en que coincidentemente debía celebrarse las elecciones para elegir a su sucesor, las cuales fueron suspendidas. Los caceristas presionaron para que el mando provisional fuera transferido al segundo vicepresidente, Justiniano Borgoño. Así se hizo y la misión del nuevo mandatario era convocar a nuevas elecciones. Pero Borgoño, además de la elección del Presidente, dispuso que se renovara totalmente el Congreso, argumentando que su composición no era representativa y que no gozaba de ninguna autoridad ni prestigio. Esto constituía un acto inconstitucional pues solo se podía renovar el Congreso por tercios. En realidad, Borgoño buscaba allanar el camino para la elección de su líder, el general Cáceres. Este, contando con el apoyo de todo el aparato gobiernista, triunfó y asumió el poder el 10 de agosto de 1894.

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La guerra civil de 1894-95

Este nuevo gobierno de Cáceres carecía de legitimidad y popularidad, por lo que era inevitable que surgiera la guerra civil. La oposición la lideró el caudillo Nicolás de Piérola, fundador del Partido Demócrata, que se había unido a los civilistas, formando así la llamada la Coalición Nacional. La bandera de los revolucionarios era la libertad electoral, el fin del militarismo en el gobierno y la abolición de la contribución personal. En las provincias surgieron las montoneras pierolistas y caceristas, que luchaban entre sí. Desde Chincha, Piérola avanzó a Lima donde entró encabezando a sus huestes por la Portada de Cocharcas, el 17 de marzo de 1895. Durante tres días se prolongó la lucha en la capital, a pesar de que los caceristas habían sido forzados a retroceder a Palacio de Gobierno. Se calcula que murieron alrededor de mil personas, cuyos cadáveres quedaron insepultos, amenazando con desatar una epidemia. Frente a tal situación, el cuerpo diplomático se reunió y logró una tregua de 24 horas entre los dos bandos para sepultar los cuerpos. La paz fue prorrogada, y Cáceres, al ver que la mayoría del país estaba en su contra, renunció y salió al extranjero. Finalizó así la guerra civil, que propició la ascensión de Nicolás de Piérola, inaugurándose un nuevo período en la historia republicana del Perú.

Post presidencia

Luego de vivir en Buenos Aires de 1895 a 1899, Cáceres regresó al Perú y residió en Tacna y Arica. Como jefe del Partido Constitucional tuvo ingerencia en la política nacional durante la llamada República Aristocrática. Fue ministro plenipotenciario en Italia (1905-1909) y Alemania (1911-1914) y, de vuelta una vez más en el Perú, presidió la convención de partidos que en 1915 designó a José Pardo y Barreda como candidato a la presidencia de la República. Pero desde 1918 conspiró contra este gobernante y apoyó el golpe de estado de Augusto B. Leguía, que ocurrió el 4 de julio de 1919.

La Asamblea Nacional, por ley Nº 4009 del 10 de noviembre de 1919, en reconocimiento a su brillante conducción de la campaña de la resistencia, le confirió el grado de Mariscal del Perú, asignándole una renta anual. Sus últimos días los vivió retirado en el balneario de Ancón. Su muerte y entierro dieron lugar a toda una jornada de duelo nacional.

Memorias

Sus valiosos testimonios de guerra los trasmitió a su hija, Zoila Aurora, y al comandante Julio C. Guerrero. La primera los dio a conocer en La campaña de la Breña (1927) y el segundo utilizó esos testimonios para publicar La guerra entre el Perú y Chile (Madrid, 1924) y Memorias del general Cáceres (Berlín, 1924 y Lima, 1973).

Legado

En el Perú, Cáceres es visto como un símbolo de la resistencia contra Chile, durante la guerra del Pacífico. Su figura es ampliamente recordada en la memoria colectiva de los pobladores de la sierra peruana.

Muchas veces a través de las tradiciones orales legadas por los descendientes de quienes conformaron el Ejército del Centro y las fuerzas guerrilleras de cada pueblo. Otras veces mediante variadas manifestaciones culturales y folklóricas, como es el caso de las existentes en los Valles de Yanamarca-Acolla, San Jerónimo de Tunán, Hualhuas, Pucará, Chupaca y Sicaya en el Valle del Mantaro.