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¿QUÉ ES METAFÍSICA? [Texto (1929), Epílogo (1943) e Introducción (1949)] MARTIN HEIDEGGER

Heidegger que es-metafisica

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  • QU ES METAFSICA? [Texto (1929), Eplogo (1943) e Introduccin (1949)]

    MARTIN HEIDEGGER

  • Qu es metafsica? La pregunta despierta la expectativa de

    que se va a hablar sobre la metafsica. Renunciamos a ello y, en su

    lugar, vamos a tratar una determinada cuestin metafsica. De este

    modo, segn parece, nos introducimos de modo inmediato en la

    metafsica. Y slo as le podremos ofrecer la justa posibilidad de

    presentarse a s misma.

    Nuestro propsito es comenzar con el despliegue de un

    preguntar metafsico, elaborar despus dicha pregunta y terminar con

    su respuesta.

    EL DESPLIEGUE DE UN PREGUNTAR METAFSICO

    Segn Hegel -desde el punto de vista del sano sentido comn-

    la filosofa es el mundo al revs. Por eso, lo particular de nuestra

    manera de comenzar hace precisa una caracterizacin previa, que

    surge de una doble caracterstica del preguntar metafsico.

    Por un lado, toda pregunta metafsica abarca siempre la

    totalidad de la problemtica de la metafsica. Es esa propia totalidad.

    As pues, toda pregunta metafsica slo puede ser preguntada de tal

    modo que aquel que la pregunta -en cuanto tal- est tambin incluido en

    la pregunta, es decir, est tambin cuestionado en ella. De aqu

    deducimos que el preguntar metafsico debe ser planteado en su

    totalidad y desde la situacin esencial del Dasein que pregunta.

    Preguntamos aqu y ahora, para nosotros, Nuestro Dasein -en la

    comunidad de investigadores, profesores y estudiantes- est

    determinado por la ciencia. Qu ocurre de esencial con nosotros en el

    fondo del Dasein, desde el momento en que la ciencia se ha convertido

    en nuestra pasin?

    Los mbitos de las ciencias estn situados lejos los unos de los

    otros. El modo de tratamiento de sus objetos es fundamentalmente

    distinto. Esta multiplicidad de disciplinas desmembradas slo consigue

    mantenerse unida actualmente mediante la organizacin tcnica de

    universidades y facultades y conserva un sentido unificado gracias a la

    finalidad prctica de las disciplinas. Frente a esto, el arraigo de las

    ciencias en lo que constituye su fondo esencial ha perecido por

    completo.

    Y, sin embargo, en todas las ciencias, siguiendo la finalidad que

    les es ms propia, nosotros nos atenemos al propio ente. Precisamente

    visto desde las propias ciencias, no existe ningn terreno que tenga

    supremaca sobre otro: ni la naturaleza sobre la historia ni al revs. No

    hay ningn modo de tratamiento de los objetos que sobresalga y sea

    superior a los otros. El conocimiento matemtico no es ms riguroso

    que el histrico-filolgico. Slo tiene el carcter de la exactitud, que

    no es equivalente al rigor. Exigirle exactitud a la historia sera atentar

    contra la idea de rigor especfica de las ciencias del espritu. En todas

    las ciencias como tales reina una relacin con el mundo que les obliga a

    buscar a lo ente mismo para convertirlo en objeto de una investigacin y

    de una determinacin fundamentadora que vara de acuerdo con el

    tema y el modo de ser de cada una. En las ciencias -y de acuerdo con

    la idea de cada una- se cumple una aproximacin a lo esencial de todas

    las cosas.

    Esta particular relacin mundana con lo ente mismo viene

    soportada y conducida por una actitud libremente escogida de la

    existencia humana. Es verdad que tambin se atienen a lo ente el hacer

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    o dejar de hacer pre-cientfico y extra-cientfico del hombre. Pero lo

    sobresaliente de la ciencia es que, de un modo que le es propio y de

    manera nica y expresa, le deja a la cosa misma la primera y ltima

    palabra. En este carcter de atencin a la cosa misma propia del

    preguntar, determinar y fundamentar se consuma una supeditacin

    particularmente delimitada a lo ente mismo para que sea l mismo el

    que tenga que revelarse. Esta actitud de servicio de la investigacin y la

    teora se despliega hasta llegar a ser el fundamento que le hace posible

    adquirir una posicin propia de gua, aunque sea limitada, en el

    conjunto de la existencia humana. Naturalmente, la especial relacin de

    la ciencia con el mundo y la actitud del hombre que gua tal relacin

    slo se entienden plenamente cuando vemos y captamos qu ocurre en

    esa relacin con el mundo. El hombre -un ente entre otros- hace

    ciencia. En este hacer lo que ocurre es nada menos que la irrupcin

    de un ente, llamado hombre, en la totalidad de lo ente, de un modo tal,

    que en esa irrupcin y por medio de ella el ente se abre en eso que l

    es y cmo es. Esta irrupcin que abre es la que a su modo ayuda a lo

    ente a llegar a ser l mismo.

    Estas tres cosas, relacin con el mundo, actitud e irrupcin, en

    su radicalidad, le otorgan a la existencia cientfica una simplicidad y una

    nitidez del ser-aqu apasionantes. Si nos apoderamos expresamente del

    ser-aqu cientfico, as esclarecido, tendremos que decir:

    A donde se encamina la relacin mundana es a lo ente mismo...

    y nada ms.

    De donde toda actitud toma su carcter de gua es de lo ente

    mismo... y ms all, de nada ms.

    Aquello con lo que tiene lugar la confrontacin y el debate

    investigador en la irrupcin es con lo ente mismo... y, por encima de

    eso, con nada ms.

    Pero lo extrao es que precisamente al asegurarse de lo que le

    resulta ms propio, el hombre cientfico habla, expresamente o no, de

    otra cosa. Lo que hay que investigar es slo lo ente... y nada ms; slo

    lo ente... y ms all, nada ms; nicamente lo ente... y, por encima de

    eso, nada ms.

    Qu pasa con esa nada? Es fruto de la casualidad que

    hablemos as de modo tan espontneo? Es slo una manera de

    hablar... y nada ms?

    Pero entonces por qu nos preocupamos de esta nada?

    Precisamente, la ciencia rechaza la nada y prescinde de ella como de

    algo nulo. Ahora bien, al despreciar de este modo la nada, no estamos

    precisamente admitindola? Aunque, se puede hablar tambin de

    admitir cuando lo que admitimos es nada? Tal vez estos giros del

    discurso se muevan ya en un juego de palabras vaco. Frente a eso, la

    ciencia tiene que volver a afirmar ahora su seriedad y lucidez: que lo

    nico que le importa es lo ente. Qu otra cosa le puede parecer a la

    ciencia la nada ms que un espanto y una fantasmagora? Si la ciencia

    est en lo cierto, entonces una cosa es segura: la ciencia no quiere

    saber nada de la nada. Al final, sa es la concepcin rigurosamente

    cientfica de la nada: la sabemos en la misma medida en que no

    queremos saber nada de ella.

    La ciencia no quiere saber nada de la nada. Pero una cosa

    sigue siendo cierta: cuando trata de expresar su propia esencia, recaba

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    en su ayuda a la nada. Exige y reclama lo mismo que desprecia y

    rechaza. Qu clase de doble esencia se desvela aqu?

    Al meditar sobre nuestra actual existencia, en cuanto est

    determinada por la ciencia, nos vemos inmersos en un conflicto en el

    que se ha desarrollado ya un preguntar. Lo nico que exige la pregunta

    es ser expresada con propiedad: que pasa con la nada?

    LA ELABORACIN DE LA PREGUNTA

    La elaboracin de la pregunta por la nada tiene que conducirnos

    a una situacin desde la que sea posible ver la respuesta o la

    imposibilidad de responder.

    Se admite la nada. La ciencia, armada de una superior

    indiferencia, prescinde de ella como de eso que no se da.

    Pero de todos modos nosotros pretendemos preguntar por la

    nada. Qu es la nada? El primer paso en direccin a esta pregunta ya

    se revela inusual. En este preguntar ponemos de antemano la nada

    como algo que es as y as, esto es, como algo ente. Pero

    precisamente resulta que es absolutamente diferente de eso. El

    preguntar por la nada (qu y cmo es) convierte a lo preguntado en su

    contrario. La pregunta se priva a s misma de su propio objeto.

    Como consecuencia, toda respuesta a esta pregunta es

    imposible ya de suyo, porque funciona necesariamente bajo la forma de

    que la nada es esto y aquello. Pregunta y respuesta son igual de

    contradictorias en relacin con la nada.

    Por eso, ni siquiera hace falta que la ciencia la rechace. La

    regla fundamental del pensar en general, a la que se recurre

    corrientemente, esto es, el principio de no contradiccin, la lgica

    universal, echa abajo esta pregunta. Efectivamente, el pensar, que

    esencialmente siempre es pensar de algo, dedicado a pensar la nada

    tendra que contravenir su propia esencia.

    Puesto que se nos prohbe de modo general convertir a la nada

    en objeto, ya hemos llegado al final de nuestro preguntar por la nada,

    siempre que presupongamos que en esta pregunta la lgica es la

    instancia suprema, el entendimiento es el medio, y el pensar, el camino

    para captar la nada de modo originario y decidir sobre su posible

    desvelamiento.

    Pero se puede poner en entredicho de este modo el poder

    dominante de la lgica? Acaso es falso que el entendimiento es el

    seor soberano en esta pregunta por la nada? Pues lo cierto es que

    nicamente con su ayuda podemos determinar la nada y plantearla

    aunque slo sea como un problema que se consume a s mismo.

    Porque, en efecto, la nada es la negacin de la totalidad de lo ente, lo

    absolutamente no-ente. Pero de este modo, ponemos a la nada bajo la

    determinacin superior de lo negativo, esto es de lo que tiene carcter

    de no y, con ello, segn parece, de lo negado. Ahora bien, segn la

    doctrina dominante y nunca cuestionada de la lgica, la negacin es

    una accin especfica del entendimiento. Entonces, al plantearnos la

    pregunta por la nada e incluso la pregunta por su cuestionabilidad,

    cmo podemos pretender despedir al entendimiento? Pero es tan

    seguro lo que estamos presuponiendo? Representa el no, la

    negatividad, y con ella la negacin, la superior determinacin bajo la

    cual cae la nada como un modo particular de lo negado? Slo hay la

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    nada porque hay el no, es decir, la negacin? O es ms bien al

    contrario? Slo hay la negacin y el no porque hay la nada? Todo esto

    no est decidido, ni siquiera ha alcanzado todava la dignidad de

    pregunta expresa. Pero nosotros afirmamos que la nada es ms

    originaria que el no y la negacin.

    Si esta tesis es correcta, entonces la posibilidad de la negacin

    como accin del entendimiento, y con ello el propio entendimiento,

    dependen de alguna manera de la nada. Entonces, cmo puede este

    ltimo querer decidir sobre ella? Acaso al final la aparente

    contradiccin de sentidos de pregunta y respuesta en relacin con la

    nada reside nicamente en una ciega obstinacin del entendimiento

    extraviado?

    Pero si no nos dejamos confundir por la imposibilidad formal de

    la pregunta por la nada y pese a todo le plantamos cara y nos la

    planteamos, entonces tendremos que satisfacer por lo menos a lo que

    sigue siendo la exigencia fundamental para que efectivamente se llegue

    a plantear cualquier pregunta. Si, pase lo que pase, la nada -ella

    misma- debe ser interrogada, entonces previamente tiene que haber

    sido dada. Tenemos que encontrarnos con ella.

    Pero en dnde buscaremos la nada? Cmo encontraremos la

    nada? Acaso para encontrar algo no tenemos que saber ya, en

    general, que est ah? Desde luego que s! Ante todo y generalmente,

    el hombre slo es capaz de buscar cuando ya ha dado por supuesta la

    existencia de lo buscado, cuando presupone que est ah presente.

    Pero ahora lo buscado es la nada. Es que despus de todo hay un

    buscar sin ese supuesto, un buscar al que corresponde un puro

    encontrar?

    Sea como sea, nosotros ya conocemos la nada, aunque slo

    sea como eso sobre lo que charlamos de manera cotidiana. A esta nada

    comn y corriente, que desprende escaso brillo como todo lo que se da

    por supuesto y se pasea sin sentir por nuestras conversaciones,

    podemos incluso someterla con toda rapidez a una definicin:

    La nada es la completa negacin de la totalidad de lo ente.

    Acaso esta caracterstica de la nada no apunta ya en esa direccin

    desde la que precisamente es ella la nica que puede salir a nuestro

    encuentro?

    Tiene que darse previamente la totalidad de lo ente a fin de que,

    simplemente como tal, dicha totalidad pueda caer bajo la negacin, en

    la que despus la nada misma debera mostrarse.

    Pero incluso pasando por alto el hecho de la cuestionable

    relacin entre la negacin y la nada, cmo podemos nosotros -seres

    finitos- hacer que se vuelva accesible en s, y sobre todo para nosotros,

    el conjunto de lo ente en su totalidad? Como mucho, podemos pensar el

    conjunto de lo ente en la Idea y, negar en el pensamiento lo que

    hemos imaginado de ese modo y pensarlo como negado. Si

    seguimos esta va sin duda alguna ganaremos el concepto formal de

    esa nada imaginada, pero nunca conseguiremos la propia nada. Pero la

    nada es nada y entre la nada imaginada y la autntica nada no puede

    reinar ninguna diferencia, si es que la nada representa la total ausencia

    de diferencias. Sin embargo, la autntica nada misma, no es

    nuevamente aquel concepto escondido, pero en cualquier caso

    contradictorio, de una nada que es? Pero sta ser la ltima vez que las

    objeciones del entendimiento detengan la marcha de nuestra bsqueda,

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    pues su justa pertinencia slo puede demostrarse mediante una

    experiencia fundamental de la nada.

    Tan cierto es que nunca captamos el conjunto de lo ente en s

    de manera absoluta como que nosotros nos encontramos situados en

    medio de eso ente que de algn modo se encuentra desvelado en su

    totalidad. En definitiva, existe una diferencia esencial entre captar la

    totalidad de lo ente en s y encontrarse en medio de lo ente en su

    totalidad. Aquello es fundamentalmente imposible; esto ocurre de modo

    permanente en nuestro Dasein. Es cierto que en nuestros quehaceres

    cotidianos nos parece como si slo estuviramos ligados a este o aquel

    ente, como si anduvisemos perdidos en este o aquel mbito de lo ente.

    Pero por dislocada que nos pueda parecer la realidad cotidiana, en

    cualquier caso sigue manteniendo a lo ente, aunque slo sea en la

    sombra, en una unidad del todo. Incluso y precisamente cuando no

    estamos ocupados propiamente con las cosas o con nosotros mismos

    nos sobrecoge ese todo, por ejemplo, cuando nos invade el autntico

    aburrimiento. ste todava se encuentra lejano cuando lo nico que nos

    aburre este libro, este espectculo, esta ocupacin o esta ociosidad,

    pero irrumpe cuando uno est aburrido. El tedio profundo, que va de

    aqu para all en los abismos del Dasein como una niebla callada,

    rene a todas las cosas y a los hombres y, junto con ellos, a uno mismo

    en una comn y extraa indiferencia. Este tedio revela lo ente en su

    totalidad.

    Otra posibilidad de una revelacin de este tipo se esconde en la

    alegra que nos procura la presencia del Dasein -y no de la mera

    persona- de un ser querido.

    Este estar en un determinado estado de nimo, por el que uno

    est as o de la otra manera, es lo que hace que al invadirnos dicho

    nimo plenamente nos encontremos en medio de lo ente en su

    totalidad. El hecho de encontrarnos en un estado de nimo no slo

    desvela a su modo lo ente en su totalidad, sino que -lejos de ser algo

    accidental- tal desvelar es al mismo tiempo el acontecimiento

    fundamental de nuestro ser-aqu.

    Lo que llamamos sentimientos no es ni un fenmeno que

    acompae fugazmente a nuestro pensar y querer, ni un mero impulso

    que lo provoque, ni tampoco un estado que simplemente est ah

    presente y con el que tengamos que arreglrnoslas de algn modo.

    Pero precisamente cuando los estados de nimo nos conducen

    de este modo ante lo ente en su totalidad, nos ocultan la nada que

    estamos buscando. Ahora an estaremos menos de acuerdo con la

    opinin de que la negacin de ese ente en su totalidad, que se nos

    revela en nuestro estado de nimo, nos sita ante la nada. Eso slo

    podra ocurrir de manera suficientemente originaria en un estado de

    nimo que revelase la nada segn el sentido ms propio de su

    desvelamiento.

    Ocurre en el Dasein del hombre un estado de nimo tal en el

    que ste se vea llevado ante la propia nada?

    Este acontecer es posible y hasta efectivamente real, si bien

    raro, nicamente en algunos instantes en los que surge el estado de

    nimo fundamental de la angustia. Con esta angustia no estamos

    aludiendo a esa temerosa ansiedad que tan frecuentemente acompaa

    al miedo, el cual despus de todo aparece con extrema facilidad. La

    angustia es algo fundamentalmente diferente del miedo. Siempre se

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    tiene miedo de este o aquel ente determinado que nos amenaza desde

    tal o cual perspectiva determinada. El miedo de... es siempre miedo por

    algo determinado. Puesto que es propio del miedo la delimitacin de su

    de qu y por qu, el que siente miedo o es miedoso es prisionero

    de aquello mismo en lo que l se encuentra. En la aspiracin a salvarse

    de eso -de eso determinado- se vuelve inseguro frente a las dems

    cosas, es decir, en conjunto, pierde la cabeza.

    Por su parte, la angustia no permite que aparezca semejante

    estado de confusin. Por el contrario, ms bien la atraviesa una calma

    muy particular. Es verdad que la angustia es siempre angustia ante....

    pero no ante esto o ante aquello. La angustia ante... es siempre

    angustia por algo, pero no por esto o por aquello. Pero la

    indeterminacin de eso ante lo que y eso por lo que nos angustiarnos

    no es una carencia de determinacin, sino la imposibilidad esencial de

    una determinabilidad. Es lo que se pone de manifiesto en la siguiente

    interpretacin, de todos conocida.

    Decimos que en la angustia se siente uno extrao Qu

    significan el se y el uno? No podemos decir ante qu se siente uno

    extrao. Uno se siente as en conjunto. Todas las cosas y nosotros

    mismos nos hundimos en la indiferencia. Pero esto, no en el sentido de

    una mera desaparicin, sino en el sentido de que, cuando se apartan

    como tales, las cosas se vuelven hacia nosotros. Este apartarse de lo

    ente en su totalidad, que nos acosa y rodea en la angustia, nos aplasta

    y oprime. No nos queda ningn apoyo. Cuando lo ente se escapa y

    desvanece, slo queda y slo nos sobrecoge ese ningn.

    La angustia revela la nada.

    Estamos suspensos en la angustia. Dicho ms claramente:

    es la angustia la que nos mantiene en suspenso, porque es ella la que

    hace que escape lo ente en su totalidad. se es el motivo por el que

    nosotros mismos -estos existentes seres humanos- nos escapamos

    junto con lo ente en medio de lo ente. Y por eso, en el fondo, no me

    siento o no te sientes extrao, sino que uno se siente as. Aqu, en

    la conmocin que atraviesa todo ese estar suspenso, en el que uno no

    se puede asir a nada, ya slo queda el puro ser-aqu.

    La angustia nos deja sin palabra. Puesto que lo ente en su

    totalidad se escapa y precisamente sa es la manera como nos acosa

    la nada, en su presencia enmudece toda pretensin de decir que algo

    es. Que sumidos en medio de la extraeza de la angustia tratemos a

    menudo de romper esa calma vaca mediante una charla insustancial

    no hace sino demostrar la presencia de la nada. Que la angustia

    desvela la nada es algo que confirma el hombre mismo en cuanto

    desaparece la angustia. En la claridad de la mirada provocada por el

    recuerdo an reciente no nos queda ms que decir: de lo que y por lo

    que nos angustibamos no era propiamente nada. Y, de hecho, la

    propia nada, como tal, estaba aqu.

    Con el estado de nimo fundamental de la angustia hemos

    alcanzado el acontecer del Dasein en el que se revela la nada y desde

    el cual tiene que ser interrogada.

    Qu pasa con la nada?

    LA RESPUESTA A LA PREGUNTA

  • 8

    Habremos ganado ya la nica respuesta que en principio era

    esencial para nuestra pretensin si tomamos la precaucin de que la

    pregunta por la nada siga estando efectivamente planteada, Para ello

    es preciso que llevemos a cabo la transformacin del hombre en su ser-

    aqu, que toda angustia hace acontecer en nosotros, a fin de que

    podamos apresar firmemente la nada que all se manifiesta en su

    manera de evidenciarse. Unido a esto, tambin nace la exigencia de

    mantener expresamente alejadas a las caracterizaciones de la nada

    que no estn en correspondencia con ella.

    La nada se desvela en la angustia, pero no como ente.

    Tampoco se da como objeto. La angustia no es un captar la nada. Sin

    embargo, la nada se manifiesta en ella y a travs de ella, aunque no

    hay que imaginarse que la nada se muestra por su cuenta libremente

    junto a lo ente en su totalidad, que se halla en la extraeza. Lo que

    queremos decir es que en la angustia la nada aparece a una con lo ente

    en su totalidad. Qu significa este a una?

    En la angustia, lo ente en su totalidad se vuelve caduco. En

    qu sentido ocurre esto? Al fin y al cabo, no es que lo ente sea

    aniquilado por la angustia para que slo quede la nada. Y cmo iba a

    ser as, si precisamente la angustia se encuentra en una completa

    impotencia frente a lo ente en su totalidad? Ms bien lo que ocurre es

    que la nada se manifiesta propiamente con lo ente y en lo ente, por

    cuanto ste se escapa en su totalidad.

    En la angustia no ocurre ninguna aniquilacin de todo lo ente en

    s, pero tampoco llevamos a cabo una negacin de lo ente en su

    totalidad con el propsito de acabar ganando la nada. Aun pasando por

    alto el hecho de que la angustia como tal es ajena al cumplimiento

    expreso de un enunciado negativo, en cualquier caso, con una negacin

    de ese tipo, de la que debera desprenderse la nada, tambin

    llegaramos siempre demasiado tarde. La nada ya nos sale antes al

    encuentro. Decamos que nos sale al encuentro a una con ese ente

    que se escapa en su totalidad.

    En la angustia reside un retroceder ante... que desde luego ya

    no es ningn huir, sino una suerte de calma hechizada, Este retroceder

    ante... toma su punto de partida en la nada. La nada no atrae hacia s,

    sino que por esencia rechaza. Pero este rechazo de s es, en cuanto tal,

    una forma de remitir a lo ente que naufraga en su totalidad,

    permitindole as que escape. Este remitir que rechaza fuera de s y

    empuja hacia la totalidad y remite a eso ente que escapa en la totalidad

    (que es la forma bajo la cual la nada acosa al Dasein en la angustia) es

    la esencia de la nada: el desistimiento. ste no es ni una aniquilacin de

    lo ente ni algo que surja de una negacin. El desistimiento tampoco es

    la suma de negacin y aniquilacin. Es la propia nada la que desiste.

    Desistir no es un suceso cualquiera, sino que al remitir, en su

    rechazo, a lo ente que escapa en su totalidad revela a dicho ente, en

    toda su hasta ahora oculta extraeza, como aquello absolutamente otro

    respecto a la nada.

    Slo en la clara noche de la nada de la angustia surge por fin la

    originaria apertura de lo ente como tal: que es ente y no nada. Este y

    no nada aadido a nuestro discurso no es una explicacin a posteriori,

    sino lo que previamente hace posible el carcter manifiesto de lo ente

    en general. La esencia de la nada cuyo carcter originario es desistir

    reside en que ella es la que conduce por vez primera al ser-aqu ante lo

    ente como tal.

  • 9

    El Dasein del hombre slo puede dirigirse a lo ente y entrar en

    l desde el fundamento del originario carcter manifiesto de la nada.

    Pero en la medida en que, segn su esencia, el Dasein acta

    atenindose a lo ente, lo ente que l no es y lo ente que es l mismo, en

    cuanto tal Dasein siempre procede ya de la nada manifiesta.

    Ser-aqu significa: estar inmerso en la nada.

    Estando inmerso en la nada, el Dasein est siempre ms all de

    lo ente en su totalidad. Este estar ms all de lo ente es lo que

    llamamos trascendencia. Si en el fondo de su esencia el Dasein no

    consistiera en este trascender, es decir, si desde el principio no

    estuviese inmerso en la nada, nunca podra actuar atenindose a lo

    ente y por ende tampoco atenindose a s mismo.

    Sin el originario carcter manifiesto de la nada no habra ningn

    ser-s mismo ni libertad alguna.

    Con esto tenemos ya la respuesta a la pregunta por la nada. La

    nada no es ni un objeto ni en absoluto un ente. La nada no aparece por

    s misma ni tampoco junto a lo ente al que prcticamente se adhiere. La

    nada es lo que hace posible el carcter manifiesto de lo ente como tal

    para el Dasein humano. La nada no es el concepto contrario a lo ente,

    sino que pertenece originariamente al propio ser. En el ser de lo ente

    acontece el desistir que es la nada.

    Pero ha llegado finalmente el momento de dejar que tome voz

    una objecin que hemos ido postergando demasiado tiempo. Si el

    Dasein slo puede comportarse en relacin con lo ente, es decir, existir,

    estando inmerso en la nada, y si la nada slo se manifiesta

    originariamente en la angustia, acaso no tendremos que estar

    permanentemente sumidos en dicha angustia a fin de poder existir en

    general? Pero no hemos admitido nosotros mismos que esa angustia

    originaria es rara? Y, sobre todo, no cabe duda de que todos nosotros

    existimos y nos comportamos en relacin con eso ente que no somos o

    que somos nosotros mismos sin esa angustia. No ser esa angustia

    una invencin arbitraria y esa nada que le atribuimos una exageracin?

    Pero qu significa que esa angustia originaria slo acontece

    en raros instantes? Slo esto: que en principio y la mayor parte de las

    veces, la nada se nos disimula en su originariedad. Pero de qu

    manera o a travs de qu? Pues bien, por el hecho de que nosotros en

    cierto modo nos perdemos completamente en lo ente. Cuanto ms nos

    volvemos hacia lo ente en nuestro quehacer, tanto menos lo dejamos

    escapar como tal, tanto ms le damos la espalda a la nada. Pero con

    tanta mayor seguridad nos precipitamos nosotros mismos a la superficie

    abierta y pblica del Dasein.

    Y, sin embargo, este constante rechazo a la nada, dentro de

    ciertos lmites, est de acuerdo con su sentido ms propio por ambiguo

    que sea. En su desistir, la nada nos remite precisamente a lo ente. La

    nada desiste permanentemente, sin que nosotros, con el saber en el

    que nos movemos cotidianamente, sepamos verdaderamente de este

    acontecimiento.

    Qu demuestra de modo ms eficaz que la negacin el

    carcter manifiesto de la nada en nuestro Dasein, que, aunque es

    permanente y est muy extendido, tambin se halla disimulado? Pero la

    negacin est muy lejos de aportar por si misma el no como medio de

    diferenciacin y oposicin respecto a lo dado, para como quien dice

    entremeterlo en su medio. Cmo puede la negacin aportar de suyo el

    no, si slo puede negar cuando previamente se le ha dado algo

  • 10

    negable? Pero cmo va a entenderse lo negable y que debe ser

    negado como algo a lo que es inherente la negacin, a no ser que todo

    pensar como tal tenga ya de antemano a la vista el no? El no slo

    puede manifestarse si su origen, el desistir que es la nada, y con ello la

    propia nada, estn sustrados al ocultamiento. El no ciertamente no se

    forma por medio de la negacin, sino que la negacin se funda sobre el

    no que surge del desistir que es la nada. Pero la negacin no es mas

    que un modo de ese actuar que consiste en desistir, es decir, del actuar

    que se atiene de antemano a ese desistir que es la nada.

    Con esto queda demostrada la tesis anterior en sus rasgos

    fundamentales: la nada es el origen de la negacin y no a la inversa. Si

    se quiebra de este modo el poder del entendimiento en el campo de las

    preguntas por la nada y el ser, con esto tambin se decide el destino del

    dominio de la lgica en el seno de la filosofa. La idea de la propia

    lgica se disuelve en el torbellino de un preguntar ms originario.

    Por muy frecuentemente y de mltiples modos que se imponga

    la negacin sobre todo pensar, ya sea expresa o no, lo cierto es que

    ella no es el nico testimonio plenamente vlido del carcter manifiesto

    de la nada que pertenece esencialmente al Dasein. Pues, en efecto, la

    negacin no puede ser considerada ni como el nico ni como el

    principal comportamiento que consiste en desistir y en el que el Dasein

    queda conmovido por ese desistir que es la nada. Ms abismales que la

    simple adecuacin de la negacin propuesta por el pensar son, sin

    embargo, la dureza de una actuacin hostil y el rigor de un desprecio

    implacable. De ms responsabilidad son el dolor del fracaso y la

    inclemencia de la prohibicin. De mayor peso es la amargura de la

    privacin y la renuncia.

    Estas posibilidades de la conducta que consiste en desistir -

    fuerzas en las que el Dasein soporta su carcter de arrojado aunque sin

    dominarlo- no son distintos tipos del mero negar. Pero ello no les impide

    expresarse en el no y en la negacin. Por el contrario, es gracias a ello

    como por fin se delatan de verdad la vaciedad y la amplitud de la

    negacin. El hecho de que el Dasein est completamente atravesado

    por una conducta que consiste en desistir da testimonio del permanente

    carcter manifiesto, aunque desde luego oscurecido, de la nada, la cual

    originariamente slo se desvela en la angustia. Pero esto significa que

    dicha angustia originaria suele mantenerse reprimida en el Dasein. La

    angustia est aqu. Slo est adormecida. Su aliento vibra

    permanentemente atravesando todo el Dasein: donde menos, en el

    Dasein angustiado, de modo imperceptible en el s, s y no, no

    del Dasein afanado; donde ms, en el Dasein que sabe conducirse; con

    toda certeza, en el Dasein que en el fondo es temerario. Pero todo esto

    slo ocurre en razn de aquello para lo que se prodiga, con el fin de

    preservar la ltima grandeza del Dasein.

    La angustia del temerario no admite contraposicin alguna a la

    alegra o siquiera al agradable placer de un tranquilo ir viviendo. Se

    encuentra, ms ac de semejantes oposiciones, en secreto vnculo con

    la serenidad y templanza del deseo creativo.

    La angustia originaria puede despertar en cualquier momento

    en el Dasein. Para ello no es necesario que la despierte ningn

    acontecimiento extraordinario. El profundo alcance de su reino se halla

    en proporcin con la pequeez de lo que puede llegar a ocasionarla.

    Est siempre alerta y lista para saltar, si bien raras veces llega a hacerlo

    y a dejarnos en suspenso.

  • 11

    Lo que convierte al hombre en el lugarteniente de la nada es el

    hecho de que el Dasein est inmerso en la nada sobre el fundamento

    de la angustia oculta. Tan finitos somos, que precisamente no somos

    capaces de trasladarnos originariamente delante de la nada mediante

    una decisin y voluntad propias. Tan abismalmente ahonda y socava la

    finidad en el Dasein, que a nuestra libertad se le niega la finitud ms

    propia y profunda.

    El estar inmerso en la nada del Dasein sobre el fundamento de

    la angustia escondida es la superacin de lo ente en su totalidad: la

    trascendencia.

    Nuestro preguntar por la nada debe traer ante nuestros ojos la

    propia metafsica. El nombre metafsica proviene del griego

    . Este curioso ttulo fue interpretado ms tarde como designacin

    para el preguntar que sobresale, meta (trans), ms all de lo ente

    como tal.

    La metafsica es el preguntar ms all de lo ente a fin de volver

    a recuperarlo en cuanto tal y en su totalidad para el concepto.

    En la pregunta por la nada ocurre tal sobrepasamiento ms all

    de lo ente como ente en su totalidad. De este modo se muestra como

    una pregunta metafsica. Al principio enunciamos una doble

    caracterstica de las preguntas de este tipo: por un lado, toda pregunta

    metafsica abarca la totalidad de la metafsica; y por ende en toda

    pregunta metafsica queda incluido el Dasein que pregunta dentro de la

    pregunta.

    En qu medida la pregunta por la nada abarca y atraviesa la

    totalidad de la metafsica?

    La metafsica se expresa sobre la nada desde los tiempos

    antiguos en una frase que desde luego es susceptible de varias

    interpretaciones: ex nihilo nihil fit, de la nada nada nace. Si bien es

    cierto que cuando se explica esta frase nunca se problematiza de

    verdad a la propia nada, en cualquier caso dicha frase permite expresar

    la concepcin fundamental de lo ente que rige en cada caso. La

    metafsica de la Antigedad concibe la nada con el significado de lo no

    ente, es decir, la materia informe que no puede formarse a s misma y

    por ende no puede formar un ente con forma y aspecto (). Ente es

    la configuracin que se configura y se presenta como tal en la imagen y

    figura (vista, aspecto). El origen, el derecho y los lmites de esta

    concepcin del ser se explican tan poco como la propia nada. La

    dogmtica cristiana, por el contrario, niega la verdad de la frase ex nihilo

    nihil fit y de este modo le da a la nada un significado distinto, en el

    sentido de la completa ausencia del ente extradivino: ex nihilo fit-ens

    creatum. Ahora la nada se convierte en el concepto opuesto al ente

    autntico, al summun ens, a Dios como ens increatum. Llegados aqu,

    la interpretacin de la nada tambin muestra cul es la concepcin

    fundamental de lo ente. Ahora bien, la explicacin metafsica de lo ente

    se mantiene en el mismo plano que la pregunta por la nada. Siguen

    faltando las dos preguntas por el ser y la nada como tales. Por eso,

    tampoco preocupa en absoluto la dificultad de que, si Dios crea desde

    la nada, tiene que poder relacionarse l mismo de algn modo con la

    nada. Pero si Dios es Dios, no puede conocer la nada, si admitimos que

    lo absoluto excluye de s todo lo que tiene que ver con la nada.

    Este tosco repaso histrico muestra la nada como concepto

    opuesto al autntico ente, es decir, como su negacin. Pero si la nada

    se convierte de algn modo en problema, entonces esa relacin de

  • 12

    oposicin no slo experimenta una determinacin ms precisa, sino

    que adems surge por fin el autntico planteamiento metafsico que

    pregunta por el ser de lo ente. La nada no sigue siendo ya el opuesto

    indeterminado de lo ente, sino que se revela como perteneciente al ser

    de lo ente.

    As pues, el puro ser y la pura nada son lo mismo. Esta frase

    de Hegel (Ciencia de la lgica, libro I, WW III, p. 74) tiene toda

    legitimidad. Ser y nada se pertenecen mutuamente, pero no porque

    desde el punto de vista del concepto hegeliano del pensar coincidan los

    dos en su indeterminacin e inmediatez, sino porque el propio ser es

    finito en su esencia y slo se manifiesta en la trascendencia de ese

    Dasein que se mantiene fuera, que se arroja a la nada.

    Si la pregunta por el ser como tal es de veras la pregunta que

    abarca toda la metafsica, entonces la pregunta por la nada se revela tal

    que engloba la totalidad de la metafsica. Pero la pregunta por la nada

    tambin atraviesa toda la metafsica, desde el momento en que nos

    obliga a situarnos ante el problema del origen de la negacin, es decir,

    en el fondo, ante la decisin acerca de la legitimidad del dominio de la

    lgica44a en la metafsica.

    Entonces, la antigua frase ex nihilo nihil fit encierra otro sentido

    que afecta al problema mismo del ser y que reza as: ex nihilo omne ens

    qua ens fit. Lo ente en su totalidad slo llega a s mismo en la nada del

    Dasein de acuerdo con su posibilidad ms propia, es decir, de modo

    finito. Pero si de verdad se trata de una pregunta metafsica, entonces

    en qu medida queda incluido en la pregunta por la nada nuestro

    Dasein que pregunta? Hemos caracterizado a nuestro Dasein,

    experimentado aqu y ahora, como algo esencialmente determinado por

    la ciencia. Pero si nuestro Dasein, as determinado, est incluido en la

    pregunta por la nada, tambin tiene que haberse vuelto cuestionable a

    travs de esa pregunta.

    El Dasein que se comporta cientficamente alberga su

    simplicidad y nitidez en el hecho de que se relaciona de un modo

    destacado y nicamente con lo ente mismo. La ciencia querra

    desembarazarse de la nada con un ademn de superioridad. Pero

    ahora, en la pregunta por la nada, se hace patente que ese Dasein

    cientfico slo es posible si previamente est inmerso en la nada. Slo

    llega a comprenderse en lo que verdaderamente es cuando no

    prescinde de la nada. La supuesta lucidez y superioridad de la ciencia

    se convierte en algo ridculo cuando no se toma en serio la nada. Slo

    porque la nada es patente puede la ciencia hacer de lo ente mismo

    objeto de la investigacin. Slo cuando la ciencia vive de la metafsica

    es capaz de volver a lograr una y otra vez su tarea esencial, que no

    consiste en coleccionar y ordenar conocimientos, sino en volver a abrir

    siempre de nuevo el espacio completo de la verdad de la naturaleza y

    de la historia.

    Es nicamente porque la nada est patente en el fondo del

    Dasein por lo que puede llamarnos la atencin la total extraeza de lo

    ente. Lo ente slo provoca y atrae sobre s el asombro cuando nos

    oprime su carcter de extraeza. Slo sobre el fundamento de dicho

    asombro, esto es, del carcter manifiesto de la nada, surge el por

    qu?. Y slo en la medida en que el porqu es posible como tal,

    podemos preguntar de manera determinada por los fundamentos y por

    el fundamentar. Slo porque podemos preguntar y fundamentar le ha

    sido confiada a nuestra existencia el destino de investigar.

  • 13

    La pregunta por la nada nos sita a nosotros mismos, los que

    preguntamos, dentro de la pregunta: nos pone en cuestin. Es una

    pregunta metafsica.

    El Dasein humano slo puede relacionarse con lo ente si se

    mantiene en la nada. El ir ms all de lo ente ocurre en la esencia del

    Dasein. Pero es que este ir ms all es la propia metafsica. Es eso lo

    que explica y determina el que la metafsica forme parte de la

    naturaleza del hombre No es ni una disciplina de la filosofa

    acadmica ni el mbito de ocurrencias arbitrarias. La metafsica es el

    acontecimiento fundamental del Dasein. Es el Dasein mismo. Y puesto

    que la verdad de la metafsica habita en este fondo abismal, tiene

    permanentemente al acecho y en su vecindad ms prxima la

    posibilidad del ms profundo de los errores. Y por eso no hay ciencia

    cuyo rigor iguale la seriedad de la metafsica. La filosofa nunca puede

    medirse por el baremo de la idea de la ciencia.

    Si la pregunta por la nada que hemos desarrollado aqu ha sido

    de veras preguntada incluyndonos a nosotros mismos en ella,

    entonces no nos habremos mostrado la metafsica desde fuera.

    Tampoco nos habremos limitado a introducirnos en ella. No podemos

    introducirnos en ella de ningn modo, porque, en la medida en que

    existimos, ya estamos siempre en ella. , ,

    , (Platn, Fedro 279a). Desde el

    momento en que existe el hombre, acontece de algn modo el filosofar.

    La filosofa, esto es, lo que as llamamos, consiste en poner en marcha

    la metafsica, a cuyo travs la filosofa llega hasta s misma y a sus

    tareas expresas. La filosofa slo se pone en marcha por medio de un

    salto particular de la propia existencia dentro de las posibilidades

    fundamentales del Dasein en su totalidad. Para dicho salto lo decisivo

    es, por un lado, darle espacio a lo ente en su totalidad, y, despus,

    abandonarse a la nada, es decir, librarse de los dolos que todos

    tenemos y en los que solemos evadirnos; finalmente, dejar tambin que

    sigamos siempre en suspenso a fin de que vuelva a vibrar siempre de

    nuevo esa pregunta fundamental de la metafsica, que surge obligada

    por la propia nada: por qu hay ente y no ms bien nada?

  • 14

    EPLOGO A QU ES METAFSICA?

    La pregunta Qu es metafsica? sigue siendo pregunta. Para

    el que persevera tenazmente en esta pregunta, el siguiente eplogo es

    ms bien un prlogo ms inicial. La pregunta Qu es metafsica

    pregunta ms all de la metafsica. Nace de un pensamiento que ya se

    ha introducido en la superacin de la metafsica. Es parte de la esencia

    de estos trnsitos el que tengan que hablar todava, dentro de ciertos

    lmites, en la lengua de eso mismo que contribuyen a superar. La

    circunstancia particular en la que se ha planteado la pregunta por la

    esencia de la metafsica no debe hacernos creer que este preguntar

    est obligado a partir de las ciencias. La investigacin moderna, con

    otros modos de representar y producir ente, se encuentra involucrada

    en el rasgo fundamental de esa verdad segn la cual todo ente se

    define por medio de la voluntad de voluntad, cuya primera aparicin

    tuvo lugar bajo la forma preliminar de la voluntad de poder.

    Voluntad entendida como rasgo fundamental de la entidad de lo ente

    es la equiparacin de lo ente con lo real, de tal modo que la realidad de

    lo real obtiene el poder para llevar a cabo la factibilidad sin condiciones

    de la objetivacin total. La ciencia moderna no sirve a una meta que le

    haya sido antepuesta ni tampoco busca una verdad en s. Como

    modo de la objetivacin calculante de lo ente, es una condicin

    planteada por la propia voluntad de voluntad y mediante la cual sta se

    asegura el dominio de su esencia. Pero como, no obstante, toda

    objetivacin de lo ente se sume en la procura y aseguramiento de lo

    ente y a partir de ah se hace con las posibilidades para su desarrollo, la

    objetivacin se queda detenida en lo ente y lo toma por el ser. As, toda

    conducta en relacin con lo ente denota un saber del ser, a la vez que

    la incapacidad para mantenerse por s mismo dentro de los lmites de la

    ley de la verdad de este saber. Esta verdad es la verdad sobre lo ente.

    La metafsica es la historia de esta verdad. Ella dice qu es lo ente

    desde el momento en que lleva al concepto la entidad de lo ente. La

    metafsica piensa el ser en la entidad de lo ente aunque sin poder

    pensar la verdad del ser en el modo de su pensar. La metafsica se

    mueve siempre en el mbito de la verdad del ser, que, desde un punto

    de vista metafsico, sigue siendo para ella el fundamento desconocido e

    infundamentado. Pero suponiendo que no slo el ente nace del ser, sino

    que tambin y de modo an ms inicial el propio ser reposa en su

    verdad y la verdad del ser se presenta como el ser de la verdad,

    entonces es necesaria la pregunta acerca de qu es la metafsica en su

    fundamento. Este preguntar debe pensar metafsicamente y al mismo

    tiempo desde el fundamento de la metafsica, o, lo que es lo mismo, ya

    no metafsicamente. Semejante preguntar sigue siendo ambiguo en un

    sentido esencial.

    Por eso, todo intento de seguir el curso del pensamiento de la

    leccin chocar con obstculos. Eso es bueno. Gracias a eso el

    preguntar ser ms autntico. Toda pregunta conforme al asunto es ya

    el puente para la respuesta. Las respuestas esenciales son siempre y

    nicamente el ltimo paso de las preguntas. Pero no es posible dar ste

    sin pasar por la larga serie de los primeros y sucesivos pasos. La

    respuesta esencial saca su fuerza de la constancia del preguntar. La

    respuesta esencial es slo el comienzo de una responsabilidad, en la

    cual despierta el preguntar de modo ms originario. Por eso, la

    autntica pregunta tampoco es superada por la respuesta hallada.

    Los obstculos para seguir la leccin con el pensamiento son

    de dos tipos. Unos nacen de los enigmas que se esconden en el mbito

    de lo aqu pensado. Los otros surgen de la incapacidad y a menudo

  • 15

    tambin de la falta de voluntad para pensar. Si en el mbito del

    preguntar pensante pueden servir de ayuda hasta los pensamientos y

    perplejidades pasajeros y superficiales, tanto ms los meditados a

    fondo. Tambin errores de bulto dan algn fruto, incluso cuando nacen

    de la ira de una polmica ciega. Slo que la reflexin ulterior debe

    volver a retomar todo en la serenidad relajada de una larga meditacin.

    Los motivos de perplejidad y malentendido ms importantes de

    esta leccin se pueden resumir en tres frases fundamentales. Se dice lo

    siguiente:

    1. Que la leccin hace de la nada el nico objeto de la

    metafsica. Como sin embargo la nada es lo absolutamente nulo, este

    pensamiento induce a pensar que todo es nada, de tal modo que no

    merece la pena ni vivir ni morir. Una filosofa de la nada es un

    nihilismo consumado.

    2. Que la leccin eleva a estado de nimo fundamental y nico

    a lo que es un estado de nimo entre otros muchos y que para colmo es

    depresivo: la angustia. Como sin embargo la angustia es el estado

    psquico de los angustiados y cobardes, este pensamiento niega la

    noble actitud del valor. Una filosofa de la angustia paraliza la

    voluntad de accin.

    3. Que la leccin se decide en contra de la lgica. Como sin

    embargo el entendimiento contiene la norma que regula todo clculo y

    todo orden, este pensamiento reduce el juicio sobre la verdad a un

    estado de nimo casual. Una filosofa del mero sentimiento pone en

    peligro el pensar exacto y la seguridad del actuar. La postura

    adecuada frente a estas frases nace de una renovada reflexin sobre la

    leccin. Tal vez se pueda comprobar si la nada, que determina a la

    angustia en su esencia, se agota en una vaca negacin de todo ente o

    si aquello que no es nunca ni en ningn lugar un ente se desvela como

    aquello que se diferencia de todo ente y que nosotros nombramos ser.

    En cualquier lugar y por muy lejos que llegue todo tipo de investigacin

    en busca de lo ente, nunca encontrar al ser. Lo nico que encuentra

    siempre es a lo ente, porque tal investigacin permanece an antes de

    empezar anclada en lo ente con la intencin de explicarlo. Ahora bien,

    el ser no es ninguna cualidad ntrinsecamente existente de lo ente. A

    diferencia de lo ente, el ser no se deja representar y producir como un

    objeto. Eso absolutamente otro en comparacin con lo ente es lo no-

    ente. Pero dicha nada se presenta como el ser. Si echando mano de

    una explicacin simplista hacemos pasar a la nada por lo meramente

    nulo y de este modo la equiparamos a lo carente de esencia, estaremos

    renunciando demasiado deprisa al pensar. En lugar de abandonarnos a

    la precipitacin de semejante ingeniosidad vaca y de despreciar la

    misteriosa pluralidad de sentidos de la nada, lo que debemos hacer es

    armarnos y prepararnos para experimentar en la nada la amplitud de

    aquello que le ofrece a cada ente la garanta de ser. Eso es el propio

    ser. Sin el ser, cuya esencia abismal pero an no desplegada nos viene

    destinada por la nada y nos conduce a la angustia esencial, todo ente

    permanecera inmerso en la ausencia de ser. Pero ocurre que tal

    ausencia de ser, en cuanto abandono del ser, a su vez tampoco es una

    nada nula, por mucho que forme parte de la verdad del ser el hecho de

    que el ser nunca se presenta sin lo ente y que un ente nunca es sin el

    ser.

    Una experiencia del ser como experiencia de la alteridad

    respecto a todo ente procura la angustia, suponiendo que nosotros por

    angustia o miedo frente a la angustia, es decir, inmersos en la mera

  • 16

    ansiedad angustiosa del temor, rehuyamos la voz silenciosa que nos

    aboca a los espantos del abismo. Es evidente que si ante la alusin a

    esa angustia esencial abandonamos arbitrariamente la marcha seguida

    por el pensar de esta leccin y liberamos a la angustia, en cuanto

    estado de nimo convocado por dicha voz, de su relacin con la nada,

    entonces slo nos queda la angustia como un sentimiento aislado

    que podemos distinguir y aislar de otros en medio del conocido surtido

    de estados del alma que la psicologa contempla boquiabierta.

    Siguiendo el hilo conductor de la distincin simplista entre arriba y

    abajo, los estados de nimo se dejan agrupar en dos clases: los

    que elevan y animan y los que hunden y deprimen. A la celosa caza de

    tipos y contratipos de sentimientos, as como de clases y

    subclases de dichos tipos, nunca se le acabar la presa. Pero, con

    todo, esta indagacin antropolgica del ser humano siempre quedar

    fuera de la posibilidad de entrar en el camino del pensar de la leccin,

    porque sta piensa a partir de la atencin a la voz del ser llegando

    hasta el acuerdo que procede de esa voz y que reclama al hombre en

    su esencia a fin de que aprenda a experimentar el ser en la nada.

    La disposicin para la angustia es el s a la insistencia a

    satisfacer la suprema exigencia que slo afecta a la esencia del

    hombre. De entre todos los entes, el hombre es el nico que, siendo

    interpelado por la voz del ser, experimenta la maravilla de las

    maravillas: que lo ente es. As pues, el que, en su esencia, es llamado a

    la verdad del ser est ya siempre y por eso mismo determinado de un

    modo esencial. El claro valor para la angustia esencial garantiza la

    misteriosa posibilidad de la experiencia del ser, pues cerca de la

    angustia esencial y del espanto al abismo habita el temor. ste aclara y

    resguarda ese lugar habitado por el hombre dentro del cual ste se

    siente en casa y se demora en lo que permanece.

    Por contra, la angustia o miedo frente a la angustia puede

    llegar a extraviar tanto que acaba por no dejar reconocer las ms

    simples relaciones en la esencia de la angustia. Qu sera de

    cualquier gnero de valor si no encontrase en la experiencia de la

    angustia esencial su permanente contrario? En el mismo grado en que

    rebajamos a la angustia esencial y a esa relacin que en ella se aclara

    del ser con el hombre, privamos de su dignidad a la esencia del valor.

    Pero dicho valor es capaz de soportar la nada. El valor reconoce en el

    abismo del espanto el espacio apenas hollado del ser, cuyo claro es el

    nico lugar a partir del cual todo ente retorna a aquello que es y es

    capaz de ser. Esta leccin ni lleva a cabo una filosofa de la angustia

    ni pretende suscitar la impresin de una filosofa heroica. Solamente

    piensa lo que desde sus inicios se le ha planteado al pensamiento

    occidental como aquello que hay que pensar y que sin embargo ha

    quedado en el olvido: el ser. Pero el ser no es ningn producto del

    pensar. Antes bien, el pensar esencial acontece por el ser.

    Por eso tambin se vuelve necesaria ahora la pregunta apenas

    expresada sobre si acaso este pensar se encuentra ya en la ley de su

    verdad cuando se limita a seguir a ese pensar que la lgica

    comprende en sus formas y reglas. Por qu escribe la leccin este

    trmino entre comillas? Para indicar que la lgica es slo una

    interpretacin de la esencia del pensar y precisamente esa que, incluso

    por su propio nombre, reposa sobre la experiencia del ser del

    pensamiento griego. La sospecha contra la lgica, de la que la

    logstica puede ser considerada su consecuente degeneracin, surge

    del saber de aquel pensar que encuentra su fuente en la experiencia de

  • 17

    la verdad del ser, pero no en la contemplacin de la objetividad del ser.

    El pensar exacto nunca es el pensar ms riguroso, si bien es cierto que

    el rigor obtiene su esencia de esa clase de esfuerzo con el que el saber

    preserva siempre la referencia a lo esencial de lo ente. El pensar exacto

    se vincula a lo ente nicamente en el clculo y sirve nicamente a

    aqul.

    Todo calcular disuelve lo contable en lo contado a fin de usarlo

    para el prximo recuento. El calcular no permite que surja otra cosa

    ms que lo contable. Toda cosa es nicamente aquello que ella cuenta.

    Lo contado en cada caso asegura la progresin del contar. Dicho contar

    usa y gasta progresivamente los nmeros y es, a su vez, un progresivo

    consumirse a s mismo. Que el calcular se encuentre con lo ente vale

    como explicacin del ser de lo ente. El calcular utiliza de antemano a

    todo ente como elemento contable y desgasta a lo contado en el

    recuento. Este uso corrosivo de lo ente delata el carcter de consuncin

    del clculo. Slo en la medida en que el nmero es aumentable hasta el

    infinito, y ello indistintamente en la direccin de lo grande o de lo

    pequeo, puede la esencia consuntiva del clculo esconderse tras sus

    productos y prestarle al pensar calculante la apariencia de la

    productividad, mientras ya anticipadamente, y no slo en sus resultados

    posteriores, confiere validez a todo ente slo bajo la forma de la

    disponibilidad y lo consumible. El pensar calculante se constrie a s

    mismo a dominar todo desde la perspectiva de la coherencia de su

    proceder. Ni siquiera puede imaginar que todo lo calculable del clculo

    sea ya un todo antes de las diversas sumas y productos calculados por

    l, un todo cuya unidad pertenece indudablemente a lo incalculable, que

    se sustrae a s mismo y a su carcter inquietante de las garras del

    clculo. Sin embargo, aquello que siempre y en todo lugar est cerrado

    de antemano a las intenciones del clculo y, asimismo, y siempre en

    una enigmtica desconocibilidad, se halla ms cercano al hombre que

    cualquier ente en el que el hombre se instala a s mismo y a su

    pretensin puede conducir a veces a la esencia del hombre a un pensar

    cuya verdad no puede ser captada por ninguna lgica. Ese pensar

    cuyos pensamientos no slo no cuentan, sino que en general estn

    determinados por eso otro distinto a lo ente, se llama pensar esencial.

    En lugar de calcular con lo ente, contando con lo ente, dicho pensar se

    prodiga y desgasta en el ser de cara a la verdad del ser. Este pensar

    contesta a la exigencia del ser, en la medida en que el hombre confa su

    esencia histrica a la simplicidad de esa nica necesidad que obliga sin

    apremiar, limitndose simplemente a crear la necesidad que se

    satisface en la libertad del sacrificio. La necesidad es que la verdad del

    ser quede a salvo pase lo que pase con el hombre o cualquier ente. El

    sacrificio es ese prodigarse del hombre -libre de toda constriccin,

    porque surge del abismo de la libertad- en la preservacin de la verdad

    del ser para lo ente. En el sacrificio acontece aquella escondida gratitud

    nica en saber apreciar la gratuidad con que el ser se ha transpropiado

    a la esencia del hombre en el pensar, a fin de que ste asuma la guarda

    del ser en la relacin con lo ente. El pensar inicial es el eco del favor del

    ser en el que se aclara y acontece y eso nico: que lo ente es. Ese eco

    es la respuesta del hombre a la palabra de la voz silenciosa del ser. La

    respuesta del pensar es el origen de la palabra humana, palabra que es

    la nica que consiente que surja el lenguaje a modo de entonacin

    sonora de la palabra en palabras. Si no hubiera a veces un pensar

    escondido en el fundamento esencial del hombre histrico, ste nunca

    sera capaz de agradecer, puesto que en todo pensamiento y en todo

    agradecimiento tiene que haber necesariamente un pensar que piense

  • 18

    inicialmente la verdad del ser. De qu otro modo podra llegar jams

    una humanidad al agradecer originario si el favor del ser, por medio de

    la abierta referencia a s mismo, no le concediese al hombre la nobleza

    de esa pobreza en la que la libertad del sacrificio esconde el tesoro de

    su esencia? El sacrificio es la despedida de lo ente en ese camino que

    conduce a la preservacin del favor del ser. Es verdad que el sacrificio

    puede ser preparado y favorecido trabajando productivamente en lo

    ente, pero nunca podr llegar a ser consumado por estos medios. Su

    consumacin procede de la instancia desde la que cada hombre

    histrico acta -pues tambin el pensar esencial es un actuar- y

    conserva la existencia, existencia adquirida para la preservacin de la

    dignidad del ser. Esta insistencia es la imperturbable indiferencia, que

    no permite que se altere su oculta disposicin para la esencia de

    despedida de todo sacrificio. El sacrificio se encuentra en casa en la

    esencia de ese acontecimiento propio, en el cual el ser reclama al

    hombre para la verdad del ser. Por eso, el sacrificio no tolera ninguno

    de esos clculos por los que siempre se cae en el error de clculo de

    tomar solamente en cuenta su utilidad o inutilidad, por altas o bajas que

    se hayan dispuesto las metas. Este error de clculo deforma la esencia

    del sacrificio. La bsqueda de metas enturbia la claridad del temor,

    dispuesto a la angustia, del nimo de sacrificio, que se atreve a asumir

    la vecindad a lo indestructible.

    El pensar del ser no busca en lo ente ningn punto de apoyo. El

    pensar esencial est atento a los lentos signos de lo que es incalculable

    y reconoce en ellos la llegada, imprevisible, de lo ineluctable. Este

    pensar est atento a la verdad del ser y de este modo ayuda al ser de la

    verdad a encontrar su lugar en el seno de la humanidad histrica. Esta

    ayuda no obtiene ninguna clase de xitos, porque no necesita ser

    efectiva. El pensar esencial ayuda como un simple insistir en existir, en

    la medida en que en la insistencia se enciende algo similar a ella, sin

    que sta pueda tan siquiera saberlo o tener algn poder sobre ello.

    Obediente, todo odos a la voz del ser, el pensar busca para

    ste la palabra desde la que la verdad del ser llega al lenguaje. El

    lenguaje del hombre histrico slo est en su lugar cuando surge de la

    palabra. Y si est en su lugar, asoma en l la garanta de la voz

    silenciosa de las fuentes ocultas. El pensar del ser protege a la palabra

    y, en esa tutela, cumple su determinacin y su destino. Es el cuidado en

    el uso del lenguaje. El decir del pensador nace de la ausencia de

    lenguaje largamente guardada y de la cuidadosa clarificacin del mbito

    en ella aclarado y dilucidado. El nombrar del poeta tiene el mismo

    origen. Como, sin embargo, lo igual slo es igual en cuanto algo

    distinto, y el pensar y poetizar se igualan del modo ms puro en su

    cuidado por la palabra, ambos se encuentran a un tiempo separados en

    su esencia del modo ms distante. El pensador dice el ser. El poeta

    nombra lo sagrado. Aqu dejaremos abierta la cuestin de cmo,

    pensados a partir de la esencia del ser, el poetizar, el agradecer y el

    pensar se remiten unos a otros y a un mismo tiempo se hallan

    separados. Presumiblemente, el agradecer y el poetizar nacen de

    distinto modo del pensar inicial, pensar que ellos usan, pero sin poder

    ser por s mismos un pensar.

    Tal vez sepamos algunas cosas sobre la relacin entre la

    filosofa y la poesa. Pero no sabemos nada del dilogo entre el poeta y

    el pensador, que habitan cerca sobre las ms distantes montaas.

    Uno de los lugares esenciales de la ausencia de lenguaje es la

    angustia, en el sentido de ese espanto al que destina al hombre el

  • 19

    abismo de la nada. La nada, como lo otro de lo ente, es el velo del ser.

    En el ser ya se ha consumado en el inicio todo destino de lo ente.

    El ltimo poema del ltimo poeta de la Grecia inicial, el Edipo

    en Colono de Sfocles, concluye con una palabra que se dirige a la

    historia oculta de ese pueblo de una manera que jams se podr volver

    a pensar, guardndole la entrada a la desconocida verdad del ser:

    Pero dejadlo ya, y no volvis ms a partir de ahora

    a despertar el lamento;

    pues, en efecto, en todas partes lo acontecido

    tiene ya guardada en s una decisin de consumacin.

  • 20

    INTRODUCCIN A QU ES METAFSICA?

    EL REGRESO AL FUNDAMENTO DE LA METAFSICA.

    Descartes escribe a Picot, traductor de los Principia

    Philosophiae al francs: Ainsi toute la philosophie est comme un arbre,

    dont les racines sont la Metaphysique, le tronc est la Physique, et les

    branches que sortent de ce tronc sont toutes les autres sciences. (Opp.

    Ed. Ad. et Ta. IX, 14)

    Nosotros preguntamos, para permanecer en la misma imagen:

    en qu terreno encuentran su apoyo las races del rbol de la filosofa?

    De qu suelo reciben las races, y a travs de ellas el rbol todo de la

    filosofa, las fuerzas y los jugos alimenticios? Qu elemento prea,

    disimulado en el terreno y en el suelo, las races sustentadoras y

    nutricias del rbol? Sobre qu descansa y se mueve la metafsica ? Qu

    es, vista desde sus fundamentos, la metafsica? Qu es, en principio,

    metafsica ?

    Ella piensa al ente como ente. En todas partes donde se

    pregunta lo que el ente sea, se halla a la vista al ente como tal. La

    representacin metafsica debe esta vista a la luz del ser. La luz, es

    decir, aquello que un pensamiento tal experimenta como luz, no se halla

    ms a la vista del pensamiento; pues l representa al ente slo en el

    respecto del ente . Desde este respecto pregunta el pensamiento

    metafsico por la fuente del ente y por un autor de la luz. Esta misma

    vale por suficientemente aclarada, puesto que proporciona a todo

    respecto la visin del ente.

    Como tambin el ente puede ser siempre interpretado, bien

    como espritu en el sentido del espiritualismo, bien como materia y

    fuerza en el sentido del materialismo, bien como devenir y vida, o como

    representacin o como voluntad, o como sustancia, o como sujeto, o

    como energa o como eterno retorno de lo idntico; de todas maneras,

    pues, aparece el ente como ente a la luz del ser. Cuando la metafsica

    representa al ente, siempre se ha transparentado el ser. El ser ha

    venido siempre como estado de no oculto. . Oculto

    permanece, si y cmo trae consigo el ser tal estado de no oculto, si y

    cmo l mismo, y como ste, se inserta en la metafsica. El ser no es

    pensado en su esencia desveladora, esto es, en su verdad. Empero, la

    metafsica habla en sus respuestas a sus preguntas por el ente como

    tal, desde la inadvertida patencia del ser. Por ello puede llamarse la

    verdad del ser la base en la cual se apoya la metafsica como raz del

    rbol de la filosofa, base de la cual se nutre.

    Puesto que la metafsica pregunta al ente como ente,

    permanece cabe el ente y no s vuelve al ser como ser. Como raz del

    rbol, enva todos los jugos y fuerzas al tronco y a sus ramas. Las

    races se extienden en el suelo y el terreno para que, con ello, por el

    crecimiento del rbol, pueda ste separarse y abandonarlos. El rbol de

    la filosofa crece en el terreno de la raz de la metafsica. El terreno y el

    suelo son el elemento por el cual la raz del rbol es esencialmente,

    pero al crecimiento del rbol puede recoger en s el suelo de la raz,

    porque desaparece la arboreidad en el rbol. O mejor, las races se

    pierden en los ms finos hilos, en el terreno. El suelo es suelo para la

    raz; en l se olvida a si misma para favorecer al rbol. La raz

    pertenece al rbol, aunque por su naturaleza se entregase al elemento

    del suelo. Ella prodiga su elemento a s misma y a aqul. No est vuelta

    como raz al suelo; mucho menos reside su esencia en crecer y

    ramificarse vuelta hacia l. Es probable que el elemento no sea

    elemento sin que la raz se hunda en l.

  • 21

    La metafsica no piensa al ser mismo en tanto en cuanto slo se

    representa al ente como ente. La filosofa no se recoge en su

    fundamento. Lo deja en abandono, sin duda, a travs de la metafsica.

    Pero, igualmente, no se sustrae a l.

    En tanto en cuanto un pensamiento se pone en camino para

    experimentar el fundamento de la metafsica; en tanto en cuanto este

    pensamiento ensaya pensar la verdad del ser en vez de representar

    slo al ente como ente; este pensamiento ha abandonado en forma

    cierta la metafsica. Este pensamiento vuelve, e indudablemente no

    visto por la metafsica, al fundamento de la metafsica. Slo que, lo que

    aparece como fundamento es, probablemente, aunque experimentado

    desde l mismo, otra cosa no dicha de acuerdo con lo que tambin la

    ciencia de la metafsica es como otra cosa que la metafsica.

    Un pensamiento que piensa la verdad del ser no se contenta,

    indudablemente, con la metafsica, pero no piensa tampoco contra la

    metafsica. Para hablar con una imagen, no arranca la raz de la

    filosofa. Slo remueve su terreno y ara su suelo. La metafsica sigue

    siendo lo primero de la filosofa. No llega a lo primero del pensamiento.

    La metafsica es superada por el pensamiento de la verdad del ser. La

    pretensin de la metafsica de administrar la relacin con el ser y

    determinar de modo decisivo toda relacin con el ente como tal, cae por

    tierra. Sin embargo, esta superacin de la metafsica no desplaza la

    metafsica. Mientras el hombre sea animal rationale ser animal

    metaphysicu. Mientras el hombre se comprenda como animal racional

    pertenecer la metafsica, segn las palabras de Kant, a la naturaleza

    del hombre. Aunque el pensamiento podra, si le fuera dable, retornar al

    fundamento de la metafsica, co-ocasionar una transformacin de la

    esencia del hombre, con lo cual se llevara a cabo una transformacin

    de la metafsica.

    Si con ello, por el desarrollo de la pregunta por la verdad del

    ser, se habla de una superacin de la metafsica, slo se mienta lo

    siguiente: pensamiento en el ser mismo. Tal pensamiento sobrepasa el

    existente no-pensar en el fundamento de la raz de la filosofa. El

    pensamiento ensayado en El Ser y el Tiempo (1927) se pudo poner en

    el camino de una superacin as entendida. Empero, lo que trae un

    pensamiento tal a su camino no puede ser slo lo por-pensar mismo.

    Que el ser mismo y cmo el ser mismo se dirige a un pensamiento, no

    est nunca. primera y solamente cabe el pensamiento. (Propuesto al

    pensamiento. Trad.). Que el ser mismo y cmo el ser mismo hiere un

    pensar, viene esto de la herida, para que de ese modo nazca el ser

    mismo, para as corresponder al ser mismo como tal.

    Por qu es, pues, necesaria una superacin de la metafsica as

    formulada? Debe ser, de este modo, reemplazada y socavada

    originariamente slo aquella disciplina de la filosofa que era hasta

    ahora la raz? Se trata de una transformacin de la configuracin

    teortica de la filosofa? No. O debe ser descubierto y atribuido, por el

    retorno al fundamento de la metafsica, un hasta ahora imprevisto

    presupuesto de la filosofa, de modo que hasta entonces ella no podra

    descansar en un fundamento inquebrantable y ser la ciencia absoluta?

    No.

    Otra cosa est en el compromiso del advenimiento o

    alejamiento de la verdad del ser : ni la constitucin de la filosofa, ni slo

    la filosofa misma, sino la cercana y alejamiento de aquello de lo que la

    filosofa como pensar representante del ser en cuanto tal, recibe su

  • 22

    necesidad y su esencia. Es menester decidir si el ser mismo puede,

    desde su peculiar verdad, llevar a cabo su relacin con la esencia del

    hombre, o si la metafsica en su alejamiento de su fundamento, impide,

    an, que la relacin del ser al hombre, desde la esencia de esta relacin

    misma, traiga una luz que restituya al hombre en su pertenencia al ser.

    La metafsica se ha representado en sus preguntas y

    respuestas por el ente en cuanto tal, antes que al ente, al ser mismo.

    Ella habla necesariamente del ser, y por ello lo hace a cada instante.

    Pero la metafsica no da al ser la palabra, porque no mienta al Ser en su

    verdad ni a la verdad como estado de no oculto, ni a ste en su esencia.

    La esencia de la verdad aparece siempre a la metafsica slo en la ya

    tradicional imagen de la verdad del conocimiento y en el enunciado de

    sta. Estado de no oculto, empero, puede ser ms originario que verdad

    en el sentido de no oculto. (Unverborgenheit - Warheit). puede

    ser la palabra que nos d una an inexperimentada seal, en la

    impensada esencia del esse. Si as fuera, el pensamiento

    representativo de la metafsica no. podra alcanzar, en verdad, esta

    esencia de la verdad; aunque pudiera esforzarse historiogrficamente

    por la filosofa pre-socrtica; no se trata .de ningn renacimiento del

    pensamiento pre-socrtico, tal pretensin sera frvola y paradjica, sino

    de atender a la revelacin de la esencia, an no expresada, del estado

    de no oculto, en el que el Ser se ha anunciado. Entre tanto, a la

    metafsica, la verdad del ser sigue disimulada en su historia, desde

    Anaximandro hasta Nietzsche. Por qu no piensa en ella la metafsica?

    Depende la omisin de tal pensamiento slo del modo del pensamiento

    metafsico? O pertenece al destino esencial de la metafsica el

    sustraerse de su propio fundamento, porque en el salir del estado de no

    oculto queda sobre todo lo esencial el estado de oculto, principalmente;

    y, sin duda, en favor del estado de no oculto que aparece al ente?

    La metafsica, no obstante, habla constantemente y en las

    formas ms variadas del ser. Ella misma afirma y despierta la visin de

    que sea a travs de ella preguntada y respondida la cuestin del ser.

    Slo que la metafsica jams responde a la pregunta por la verdad del

    ser; porque esta pregunta nunca la formula. No la formula, porque slo

    piensa al ser en cuanto representa al ente como ente. Ella mienta al

    ente en el todo y habla del ser. Ella nombra al ser y mienta al ente como

    ente. La afirmacin de la metafsica se mueve desde su comienzo hasta

    su consumacin, por modo extrao, en una constante confusin del

    ente y el ser. Esta confusin es pensada, en verdad, como un resultado,

    no como un pecado. No puede tener su base, de ninguna manera, en

    un mero abandono del pensamiento o en una ligereza del decir. Esta

    constante confusin lleva al representar, al colmo de su nebulosidad

    cuando afirma que la metafsica pone la pregunta por el ser.

    Casi parece que la metafsica, por el modo como ella piensa al

    ente, estuviera destinada a ser, sin saberlo, el lmite que oculta al

    hombre la relacin originaria del Ser con la esencia del hombre.

    Pero qu decir, si la inadvertencia de esta relacin, y el olvido

    de esta inadvertencia determinara, de tiempo atrs, al mundo moderno?

    Qu decir, si la inadvertencia del Ser entregara siempre y cada vez ms

    el hombre al ente, de modo que el hombre casi perdiera su relacin con

    el Ser y esta prdida permaneciera igualmente oculta? Y si esto fuera

    as, y si ya lo fuera desde hace mucho tiempo? Qu decir si hay signos

    que indican cmo esta prdida se quedar totalmente en la prdida, de

    modo ms decisivo

  • 23

    Sera acaso, para: un pensador, motiv de envanecimiento tal

    destino del Ser ? Si esto fuera as, sera motivo para qu en tal olvido

    del Ser se sustituyera este, temple de nimo por otro y con deliberado

    nimo de vanagloria? Si as aconteciera con el olvido del Ser, no sera

    suficiente motivo para que a un pensamiento que piensa al Ser lo

    atenace l miedo, por lo cual no sea ya posible otra cosa que retener

    este destino del ser en la angustia para resolver, primeramente, el

    pensamiento sobre el olvido del Ser ? Si esta vez, sin embargo, le fuera

    posible a un pensamiento lograrlo, mientras la as fatal angustia se

    traduzca. en un deprimido talante anmico? Qu tiene que ver el destino

    del ser de esta angustia con la Psicologa y el Psicoanlisis?

    En el caso, empero, que responde a los esfuerzos de la

    superacin de la metafsica se debe prestar atencin, en primer trmino,

    al olvido del ser, para experimentarlo y recoger esta experiencia en la

    relacin del ser al hombre, y retenerla dentro; entonces seguira la

    pregunta Qu es metafsica? en la miseria del olvido del ser, tal vez

    an la ms necesaria de todas las necesidades del pensamiento.

    As, en eso, est el que el pensamiento se vuelva a su tiempo

    ms pensante. Y ello viene si el pensamiento en vez de efectuar un ms

    alto grado de esfuerzo, est conscientemente en su punto de

    procedencia. Entonces el pensamiento puesto por el ente como tal y por

    ello representativo y a travs de ello esclarecedor, ser rescatado por

    un pensar que acontece desde el ser mismo y que, por ello, pertenece

    al ser.

    Las reflexiones sobre cmo llevar la representacin todava y

    slo metafsica a una manera ms efectiva y provechosa de la accin

    inmediata en la vida cuotidiana y pblica, vagan en el vaco. En cuanto

    ms pensante se hace un pensamiento, en cuanto con ms

    conformidad consuma la relacin del ser con el pensamiento, con mayor

    pureza est el pensamiento por s mismo en l slo para l propiamente

    adecuado obrar: en el pensamiento de lo ofrecido a su pensar y, por

    ello, en lo pensado.

    Pero quin piensa an lo pensado? Se hacen descubrimientos.

    Para llevar el pensamiento a un camino en el cual acierte en la relacin

    de la verdad del ser con la esencia del hombre, al pensamiento se le

    abre un sendero en el cual piense propiamente al ser mismo en su

    verdad; all est a mitad de camino el pensamiento ensayado en El Ser

    y el Tiempo. En este camino, esto es, en el servicio a la pregunta por la

    verdad del ser ser necesario un conocimiento de la esencia del

    hombre; entonces la inexpresada experiencia del olvido del ser, porque

    la experiencias del olvido del ser est por mostrar, incluye la sospecha

    sustentadora de que el estado de no oculto del ser pertenece a la

    relacin del Ser con la esencia del hombre, con el ser mismo. Empero,

    cmo podra llegar a ser cuestin expresada esta experimentada

    sospecha sin poner, con ello, previamente la determinacin de la

    esencia del hombre en la subjetividad, pero retirando tambin la de

    animal rationale.

    Para acertar al mismo tiempo y en una sola palabra en la

    relacin del ser con la esencia del hombre, como tambin la relacin

    esencial del hombre con el estar abierto del ser como tal, fue elegido

    para la esfera esencial en la que est el hombre como hombre, el

    nombre estar-en-algo. Esto ocurri pese a que la metafsica utiliza

    este nombre para lo que llama existencia, actualidad, realidad y

    objetividad; en el habitual modo de hablar se suele decir existencia

    humana en el sentido metafsico. Por ello se bloquea tambin todo

  • 24

    pensamiento ulterior, cuando alguien se complace en establecer que en

    El Ser y el Tiempo, se emplea conciencia en vez de la palabra estar-

    en-algo. Como si aqu estuviera en cuestin la simple utilizacin de

    distintas palabras; como si no se tratara de lo nico y exclusivo que es

    ponernos a pensar la relacin del ser con la esencia del hombre y con

    ello, primeramente, traer las cuestiones dominantes a la experiencia

    esencial del hombre anterior al pensamiento. Ni sustituye la palabra

    estar-en-algo llamada cosa, el lugar de aquello que se representa

    con el nombre conciencia. Ms bien se nombra con estar-en-algo lo

    que se experimenta, en primer trmino, como lugar, esto es, como lugar

    de la verdad del ser, y que debe llegar a ser pensado de modo

    comprensivo.

    Qu se ha pensado en la palabra estar-en-algo de modo

    especial a lo largo del tratado El Ser y el Tiempo, lo da ya el pargrafo,

    en una referencia que dice: La esencia del estar-en-algo consiste

    en su existencia. (Pargrafo 9, inc. 1. p. 42. Ed. alemana. En la ed.

    espaola. ib. p. 49 ).

    Se puede pensar libremente que en el lenguaje de la metafsica

    la palabra existencia nombra lo mismo que mienta estar-en-algo,

    esto es, la realidad de toda realidad en boga, desde Dios hasta un

    grano de arena; entonces la frase, si se la entiende rigurosamente,

    desplazar la dificultad de lo que debe-pensarse (Zu-denkenden) slo

    con esta palabra estar-en-algo a la palabra existencia. El nombre.

    existencia est empleado en El Ser y el Tiempo exclusivamente

    como la indicacin del ser del hombre. Desde la existencia, pensada

    rectamente, es posible pensar la esencia del estar-en-algo en cuya

    patencia (Offenheit) el ser mismo. se manifiesta y oculta, se muestra y

    se sustrae, sin que sta verdad del ser se agote en el estar-en-algo o

    tampoco pueda identificarse con l, segn el modo de la afirmacin

    metafsica: toda objetividad es, como tal, subjetividad.

    Qu significa existencia en El Ser y el Tiempo? La palabra

    nombra un modo del ser, e indudablemente, el ser de aquel ente que se

    abre para el estar abierto del ser en el cual se halla, en el cual est

    ausente. Este estar ausente se experimenta bajo el nombre de cura. La

    esencia ek-sttica del estar-en-algo es pensada aqu desde la cura, as

    como, por el contrario, la cura slo puede ser suficientemente

    experimentada en su esencia ek-sttica. Este estar ausente as

    experimentado es la esencia del xtasis que aqu debe pensarse. La

    esencia ek-sttica de la existencia es an insuficientemente entendida

    si se la representa slo como. un estar ausente afuera, y si se concibe

    el afuera como camino desde el interior de una inmanencia de la

    conciencia y del espritu; entonces la existencia as entendida estara

    siempre representada desde la subjetividad y la sustancia en tanto

    que el afuera hay que pensarlo como otra. cosa distinta de la apertura

    del ser mismo. El xtasis de lo ek-sttico descansa, tan extrao puede

    sonar, en un estar dentro en el afuera y el aqu (o algo). del estado

    de no oculto en el cual el ser mismo es esencialmente. Lo que debe

    pensarse con el nombre existencia cuando la palabra se usa dentro

    del pensar que piensa desde y para la verdad del ser, podra llamarse,

    ms bellamente, in-sistencia. Slo que debemos pensar. a la vez, el

    estar dentro en la apertura del ser, la determinacin del estar dentro

    (cura) y la persistencia en lo ms ltimo (ser para la muerte), como la

    esencia toda de la existencia.

    El ente que est en el modo de la existencia es el hombre. Slo

    el hombre existe. La roca es, pero no existe. El rbol es, pero no existe.

    El caballo es, pero no existe. El ngel es, pero no existe. Dios es, pero

  • 25

    no existe. La frase: El hombre existe no significa, de ninguna manera,:

    que slo. el hombre sea un ente real, qu todos los dems entes sean

    irreales y slo una apariencia. o la representacin del hombre. La frase:

    El hombre existe, significa: el hombre es aquel ente cuyo ser se

    distingue, desde el Ser, a travs del expuesto. estar. dentro, en: el

    estado. de no oculto del Ser. La esencia existenciaria del hombre es el

    fundamento por el cual el hombre representa al ente como tal y puede

    tener conciencia de lo representado. Toda conciencia presupone la

    mentada pensada ek-sttica existencia como la essentia del hombre,

    con lo cual essentia significa como que el hombre es esencialmente en

    tanto que hombre. La conciencia, por el contrario, ni crea la apertura del

    ente, ni procura al hombre el permanecer abierto al ente. Hacia, y de

    dnde; y en qu libre dimensin debe moverse entonces toda

    intencionalidad de la conciencia, si el hombre no tuviera. su esencia en

    la in-sistencia ? Qu otra cosa puede mentar, en el caso .de que se

    pensara seriamente la palabra Ser en el nombre conciencia', y

    autoconciencia como conciencia existenciaria que es, en cuanto

    existe?.

    Ser uno mismo caracteriza, no hay duda ninguna, la esencia de

    aquel ente que existe, pero la existencia ni consiste en ser s mismo ni

    se determina por ello. Empero, puesto que el pensamiento metafsico

    determina desde la sustancia el ser s mismo del hombre, o lo que en

    principio es lo mismo, desde el sujeto, por ello, el primer camino que

    lleva desde la metafsica a la esencia ek-sttico-existenciaria del

    hombre, debe conducir a travs de la determinacin metafsica del ser

    si mismo del hombre, (El Ser y el Tiempo. Pargrafos 63-64: p. 358 y

    364 de la ed. espaola).

    Puesto que la pregunta por la existencia est siempre slo al

    servicio de la nica cuestin del pensamiento, es decir, debe

    desarrollarse en primer trmino la pregunta por la :verdad del ser; como

    el oculto .fundamento . de toda metafsica, por. ello, pues, el ttulo del

    tratado que ensaya un retorno al fundamento de la metafsica, se llama

    no Existencia y Tiempo, tampoco Conciencia y Tiempo; sino Ser y

    Tiempo. Pero este, ttulo no se puede pensar en correspondencia con

    lo habitualmente ordinario: Ser y devenir, ser y apariencia, ser y

    pensamiento, ser y deber ser. Aqu el ser es representado, sobre todo

    como si el devenir, la apariencia, el deber ser no pertenecieran al

    Ser, cuando notoriamente son, ms que. nada (son algo) y por ello,

    pertenecen al ser. Ser en Ser y Tiempo no es otra cosa que,

    Tiempo, en tanto en cuanto el tiempo es llamado cmo el pre-

    nombre para la. verdad del ser cuya .verdad. es lo constitutivo. del ser,

    y as, del ser mismo. Por qu, pues, ahora. Tiempo y Ser ?

    El recuerdo de los comienzos de la historia, en los que el ser se

    descubri en el pensamiento de los griegos puede sealar que los

    griegos apuntaron al ser del ente como el afincamiento de lo presente,

    Cuando traducimos por ser, la traduccin es en realidad correcta:

    Sin embargo, nosotros slo sustituimos un texto original con otra cosa.

    Examinmonos y entonces resultar, al poco rato, que ni pensamos

    al modo griego ni pensamos tampoco una ,correspondiente, clara

    y unvoca determinacin de, ser. Qu decimos cuando decimos en vez

    de ser y en vez de ser y esse? No decimos nada. La

    palabra griega, la latina y la alemana (espaola) quedan en igual forma

    truncas. Nos traicionamos fcilmente en el uso habitual, como los guas

    de la ms grande carencia del pensamiento qu jams haya surgido

  • 26

    dentro, del pensamiento, y que ha permanecido en dominio hasta el

    momento. Aquel empero, quiere decir: presencia. La esencia de

    esta presencia est profundamente entraada en el nombre originario

    del ser. Para nosotros, no obstante, y como y

    dicen, en primer trmino esto: en la presencia reinan impensada y

    ocultamente actualidad y persistencia; el tiempo es esencialmente. El

    ser como tal se da en el tiempo como estado de no oculto. As, apunta

    el tiempo al estado de no oculto, esto es, a la verdad del ser. Pero el

    tiempo que ahora est por pensar no se experimenta en el transcurso

    cambiante del ente. El tiempo es patentemente de esencia totalmente

    otra, que no slo no es pensada a travs del concepto de tiempo de la

    metafsica, sino que jams es para pensarlo a su travs. De este modo

    ser el tiempo el primer pre-nombre para reconocer como lo ms total

    para la experimentada verdad del ser.

    Del mismo modo que en el primer nombre metafsico del ser se

    anuncia una oculta esencia del tiempo, igualmente, pues, en el ltimo:

    el eterno retorno de lo idntico. (Hace referencia a la historia de la

    metafsica que va desde Anaximandro hasta Nietzsche. Trad.). La

    historia del ser est dominada en la poca. d la metafsica por, una

    impensada esencia del tiempo. Este tiempo no se halla en segundo

    trmino del espacio, pero tampoco est ordenado a l.

    Un intento de pasar, de la representacin del ente como tal en

    el pensamiento, a la verdad del ser, debe partir de aquella

    representacin, representar .tambin la verdad del ser, de manera .que

    est representar, quede necesaria y finalmente de otro modo, e

    inadecuado, como representar de lo por-pensar. Esto sobre la

    referencia de la verdad del ser a la esencia del hombre procedente de la

    metafsica ser aprehendido como comprender. Pero el comprender .

    debe ser igualmente pensado desde el estado .de no oculto del ser. Es

    lo ek-sttico, es decir, el proyecto en el mbito del estar dentro de lo

    patente. El mbito que se entrega como abierto en la proyeccin para

    que en l algo (aqu el ser) se manifieste como algo (aqu el ser como lo

    mismo en su estado de no oculto) se llama sentido . (Comp. Sein un

    Zeit. Pargrafo 32 p. 151) Sentido del Ser y verdad del Ser dicen lo

    mismo.

    Puesto el caso de que el tiempo pertenezca en una forma an

    oculta a la verdad del ser, entonces toda proyectada patencia de la

    verdad del Ser debe ser vista como el posible horizonte de la

    comprensin del Ser. (Sein und Zeit, Pargrafos 31-34 y 68).

    El prlogo a El Ser y el Tiempo en la primera pgina del

    tratado termina con la frase: El desarrollo concreto de la pregunta por

    el sentido del trmino ser' es la mira del siguiente tratado. La exgesis

    del tiempo como el horizonte posible de toda comprensin del Ser, es

    su meta provisional.

    Un ms claro testimonio de la fuerza del olvido del ser en el que

    toda la filosofa est sumida, que ha llegado a ser y a constituir el

    destino fatal de El Ser y el Tiemp