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1 HISTORIA DE LA FAMILIA CALVO - LETURIA Basada en los recuerdos de : BITTORI CALVO LETURIA Escrita por su hija : Mª ASUN CARRERA CALVO Trabajo de investigación : nuestro primo FERNANDO BARRERO ARZAC

Historia de la familia Calvo – Leturia

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Basada en los recuerdos de: Bittori Calvo Leturia Escrita por su hija: Mª Asun Carrera Calvo Trabajo de investigación: Fernando Barrero Arzac

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Page 1: Historia de la familia Calvo – Leturia

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HISTORIA DE LA FAMILIA CALVO - LETURIA

Basada en los recuerdos de : BITTORI CALVO LETURIA

Escrita por su hija : Mª ASUN CARRERA CALVO

Trabajo de investigación : nuestro primo FERNANDO BARRERO ARZAC

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Clemente Calvo Fernández

Hay que pensar que en aquella época la mujer en este país tenía muy poca entidad jurídica y posiblemente se encontraría con problemas incluso para ejecutar movimientos bancarios. Era ocho años mayor que él así que se puede elucubrar con que realizaron un matrimonio de conveniencia. Ella aportaba a su nuevo matrimonio cuatro hijos: María, Teresa, Jesusa y Juan.

Epifanía fallece estando embarazada el 13 de Enero de 1.901.

Jesusa, María, Epifanía, Teresa y Juan Eugenio Leturia y su hijo Francisco

A partir de ese momento surge el amor entre María la hija mayor y Clemente su padrastro. Posiblemente

los familiares de la fallecida Epifanía no aprueban esta relación ya que María tenía solamente 16 años, y

supongo que la situación hería las sensibilidades más puritanas del momento, así que en junio de 1.903 la

internan en un centro reformatorio.

El abuelo atravesó España de Sur a Norte en dos caballos que le trajeron a

un San Sebastián emergente. Pudiera ser que él no tuviera contemplada

esta capital como objetivo final sino que fuera probando diferentes

ciudades hasta encontrar la que cumplía sus expectativas. También es

posible que como representante de productos alimentarios, la conociera

de algún viaje anterior y finalmente decidió afincarse aquí. Podemos

calcular su llegada hacia 1.898 (aunque todavía no estaba empadronado)

ya que contrajo su primer matrimonio en 1.899 con Epifanía Dorronsoro

(viuda de Leturia). Esta señora (nuestra bisabuela) se dedicaba al

comercio y había enviudado cuatro años antes de casarse con Clemente.

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María Leturia y Clemente Calvo (ella 16 años)

Lo que si me consta es que tuvieron problemas para obtener el permiso matrimonial y recurrieron

a solicitar una dispensa papal que finalmente les fue concedida. De haber nacido el hijo que

esperaba Epifanía, no la hubieran obtenido por aquello de que la hermana pasaría a convertirse en

madrastra.

Posiblemente nuestra floreciente San Sebastián contaba todavía con una población reducida y por

tanto aquella “escandalosa” historia se prestaba a tantas murmuraciones, que acosados por las

mismas prefirieron ausentarse de la ciudad durante algún tiempo. Es de suponer que marcharon

al Sur para casarse ya que su primogénito nace en Granada y el segundo en Sevilla. Como quiera

que el tercero nace en Santander, podemos pensar que fueron desandando camino para regresar

nuevamente a Donosti. En aquellos años esta ciudad rebosaba comercio y turismo. Dado que la

reina regente Mª Cristina trasladaba aquí su corte para pasar los veranos, la villa adquiere

renombre y categoría y se deviene el núcleo central de la provincia. Supongo que todo ello la hace

apetecible para la actividad de nuestro abuelo que se instala nuevamente ahora ya con tres hijos.

El estatus económico de nuestra familia debía ser medio-alto. Desde luego en Alcalá la Real no

pertenecían a la clase obrera pero no sé muy bien cuando o porqué adquirieron esa cierta categoría

social. Me consta que de los abuelos de Clemente uno era cordelero y otro sacristán lo cual en

principio no nos da base para pensar en una bonanza económica. El caso es que bien sea por

patrimonio propio, por su acierto en los negocios o tal vez por haber heredado cierta fortuna de

Epifanía, nuestro abuelo pudo proporcionar a su familia los recursos suficientes para disfrutar de

una vida holgada, por lo menos en sus comienzos. Según leo en el padrón municipal de 1.899, esto

es cuando transcurría su primer matrimonio, tenían sirvienta en casa y años mas tarde en el registro

de 1923 durante sus segundas nupcias, aparecen tres sirvientas una de ellas la misma que estuvo

censada anteriormente.

La mayoría de edad entonces se obtenía con 25 años por lo que debió permanecer internada por lo menos siete. No tengo constancia de la fecha exacta en que salió de esta entidad ni tampoco de la que se casaron, pero si en 1.912 nació el primer hijo Manuel se puede pensar que se casaron en 1.911.

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Manolo, Rafael, Camilo y Bittori

A este niño no lo he encontrado censado, tal vez porque murió a los pocos días de nacer y todavía

no estaba registrado. A raíz de su fallecimiento, el abuelo prometió que nunca volvería a llamar así

a un hijo suyo.

María Leturia Dorronsoro

La organización familiar se destroza, pasando a hacerse cargo de las riendas del hogar mi ama

Bittori con trece años, en una edad en la que todavía su pasión era saltar a la cuerda. Quedan bajo

su custodia tres criaturas de 8,6 y 5 años además de tener que cocinar, limpiar y planchar para toda

la familia. Simultáneamente viene el desplome de la economía familiar, desaparecen de la ficha de

empadronamiento las criadas y únicamente la más antigua (Francisca) queda con ellos en

concepto de huésped. Me consta por mi madre, que esta mujer le ayudó desinteresadamente hasta

el día de su muerte (hacia 1932) lo que vino a suponer otro golpe para Bittori.

Van llenándose de hijos de los cuales dos murieron. Una fue Jesusa Calvo Leturia, que muere de catarro el 5 de mayo de 1921 (era la quinta hija del matrimonio) y el otro Clemente que era gemelo de Ricardo Calvo. Nacieron gemelos y sietemesinos en un tiempo en que las primeras incubadoras estaban en París en fase experimental, así que sus vidas dependían exclusivamente de su propia capacidad de evolución. Recordaba mi ama que cada uno de ellos cabía en la palma de la mano y los tapaban con algodón para evitar peso sobre su pecho.

El 19 de Agosto de 1.930 muere

María Leturia a la edad de 42 años

víctima de una cirrosis,

posiblemente consecuencia de

tanto embarazo y tanta lactancia.

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La profesión de Clemente en aquel tiempo era la venta de quesos y mantequillas. Él manipulaba

estos alimentos los empaquetaba con etiquetas a su nombre y los hijos mayores los vendían a las

tiendas de comestibles. Por eso eran conocidos con el apodo de “Los hijos del mantequillero”. Según

me contó mamá, el tío Camilo era un líder en ventas. Era tan chamarilero y seductor como el

abuelo, mientras que por ejemplo a ella esta labor le suponía un sacrificio enorme. El resto de los

hermanos se mantenían en un discreto término medio y desde luego los resultados obtenidos eran

proporciónales al donaire personal.

En 1933 Bittori entra en una total y profunda tristeza por lo que Clemente decide enviarla

durante unos meses a Alcalá la Real, acompañada de la hija pequeña Conchita, ya que supongo

sería un problema para el abuelo el mantenerla a su lado. Allí vivió mi mamá la época más feliz de

su vida. Conchita volvió de regreso a San Sebastián a los pocos meses, dado que ni el colegio ni la

familia consiguieron domar su carácter y agresividad hacia las otras niñas, a quienes mantenía a

raya atizándoles con el tacón de su zapato .

Esperanza, otras primas y Bittori

España mientras tanto vivía una situación convulsa. Tras la incapacidad de la monarquía para

levantar un país empobrecido, llegó la república que tampoco supo regenerar la decadente

economía. La deflación, revueltas y desórdenes de todo tipo convirtieron al país en un polvorín.

Supongo que el aire portaba sonidos de guerra, por ello el abuelo Clemente hizo regresar a Bittori

que repentinamente pasó de reina a cenicienta. Dejó amor, comodidades y tranquilidad para

encontrarse con trabajos y carencias.

En el padrón de finales de 1935 el tío Rafa no reside con la familia, ya que en mayo de ese año

había sido movilizado por las filas republicanas.

Aquél pueblecito de Jaén, resultó un bálsamo para

el decaimiento de Bittori. Agasajada, cuidada y

mimada descubrió una familia que no conocía.

Guardó siempre un delicioso recuerdo de sus primas,

de manera muy especial de Esperanza y allí por

primera vez descubrió el amor. Un exquisito y

maduro caballero andaluz que sin ánimo de

compromiso la deslumbró entre flores y versos.

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Bittori, Manolo, Clemente y Conchita

Subsisten como pueden, soportan los bombardeos aéreos corriendo a los refugios, con la incógnita

de saber si al salir continuará o no en pie su casa. Contaba la ama que tanto Conchi como ella huían

despavoridas bajo el aviso de las sirenas antiaéreas, intentando arrastrar al abuelo a los refugios y

él sólo quería que le dejaran en paz. “Corred vosotras”, les decía, “a mí no me pasará nada”. ¡Qué

cansado debía estar aquel hombre! Tantos años de lucha y trabajo tenían como remate una

guerra. Los otros hermanos mayores (Manolo y Camilo) fueron alistados, pero Carmelo, Ricardo,

Conchita y Bittori junto con el abuelo tuvieron que ser evacuados a otros puntos del Norte de

España. Primero estuvieron en un precioso pueblito costero llamado Castro Urdiales y también en

Bilbao pero tampoco allí se libraron de los bombardeos por mar. Las noticias de que los golpistas

iban conquistando toda la nación, llegaban envueltas con las amenazas de que el ejército estaba

compuesto por moros que violaban a las mujeres y torturaban a la gente. El pánico debió ser atroz.

En cierta ocasión el abuelo, se consiguió infiltrar en las filas republicanas y robó un gran bidón de

aceite que arrastró por mitad del campo de refugiados, ante la mirada sorprendida y envidiosa del

resto. “Lo he comprado” decía a los curiosos y aunque nadie le creía tampoco pudieron demostrar lo

contario. La ama recordaba que aquel aceite puso un poco de sabor a las patatas asadas que

constituían todo su alimento.

Desde el comienzo de la guerra civil se suceden las evacuaciones de niños solos, con el fin de

alejarlos de la pesadilla de la guerra. Muchos de ellos provenían de padres comprometidos

políticamente, otros simplemente se habían quedado huérfanos. Países como Francia, Bélgica,

Rusia y otros, acogieron a estas criaturas muchas de las cuales se quedaron a vivir definitivamente

en el lugar de acogida.

En el éxodo final cientos de personas abarrotan los puertos del Cantábrico. Continuamente salen

barcos repletos de gentes que únicamente quieren escapar, sin lugar fijo de destino, ni promesa

alguna de futuro. Lo prioritario es sobrevivir. En aquella vorágine las familias se fragmentan,

empujados por la muchedumbre no cogen los mismos barcos y por tanto desembarcarán en

distintos lugares. La confusión y el pánico a las represalias y tropelías de los vencedores eran

totales. Desde San Sebastián también se realizan escapadas masivas por monte hasta llegar a

Aproximadamente catorce meses más tarde

estalla la guerra y comienza la hambruna. Se

disputan un trozo de pan negro o un higo seco

aunque esté repleto de gusanos. Las miserias

humanas afloran y sólo es preferente comer,

aunque sea la ración de otro. Las riñas familiares

abundan y los hermanos se distancian por algo

tan simple como un vaso de leche. Aunque

parezca increíble esos rencores persistieron

muchos años después.

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Francia. Así huyó el tío Rafa o por lo menos es la noticia que de algún modo hicieron llegar al

abuelo. Clemente tiene que tomar una decisión, tan incierto resulta irse como quedarse. De los

cuatro hijos que estaban con él ninguno estaba involucrado en política, lo que unido a sus 67 años

de edad y al desgaste personal le hizo decantarse por regresar a San Sebastián.

Clemente Calvo (69 años)

El miedo silencia al orgullo y el hambre devora los ideales, por eso si para conseguir una cartilla

de racionamiento había que cantar el nuevo himno nacional, Clemente lo cantaba (poquito porque

cantaba muy mal).

El régimen en el poder comienza la “depuración de rojos”. Cualquier sospecha, indicio o denuncia

aunque fuera injustificada, era motivo para dar al encausado “el paseíllo”. La brigada justiciera

aporreaba las puertas de las casas en busca del inculpado, al que fusilaban de inmediato contra

cualquier paredón improvisado. Enfundado en una camisa azul el individuo más cateto con ínfulas

de poder, se convertía en el más despiadado. Comienza el auténtico fratricidio.

Un día cualquiera los temidos golpes sonaron en la puerta de los Calvo. Unos sujetos cubiertos de

soberbia inquieren al abuelo por Manuel y confirman que escribía una reseña deportiva en algún

periódico republicano. El abuelo asegura desconocer su paradero y los tipos prometen volver. De

haber entrado en la vivienda lo hubieran encontrado aterrorizado debajo de una cama. Qué fácil

era morir, tan solo por ser aficionado al deporte!

Lentamente la situación se va calmando y la vida cotidiana adquiere tintes de normalidad.

Gracias a las cartillas de racionamiento, diariamente hay una bazofia caliente que llevarse a la

boca y subsistir. El abuelo, luchador impenitente siempre aporta algún dinero de procedencia

desconocida cada atardecer, lo que sirve a Bittori para comprar una frugal cena para todos.

Trampeando el contador de la luz como en los viejos tiempos, convirtiendo un vaso de leche en

cuatro merced a la inestimable ayuda del agua y agudizando la astucia, retoman una existencia

aceptable.

La consigna de vida era no pensar, no hablar, no discrepar. Observando estas normas y no

intentando vivir “fuera del rebaño” (como dice la canción de Paco Ibáñez) se podía continuar con relativa

tranquilidad.

Tienen la suerte de encontrar vacío el mismo piso que en régimen de

alquiler ocupaban antes de evacuar. La moneda ha cambiado y la

antigua no tiene ningún valor ni siquiera es canjeable. Es de suponer

que con la precariedad que vivían apenas tuvieran ahorros, pero si

algo habían guardado a costa de mil sacrificios, ahora resultaba

inservible. Su prioridad era la misma desde hacía tres años, COMER.

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Mientras Europa está sumergida en la segunda guerra mundial, España comienza a restablecerse

de su reciente tragedia, gobernada por un totalitarismo férreo.

Últimos días del abuelo, junto a

sus hijas Conchita y Bittori

Clemente Calvo murió el

nueve de enero de mil

novecientos cuarenta y

cuatro, a los 72 años de

edad.

AHORA RETROCEDEMOS EN EL TIEMPO PARA

CONOCER ESA PARTE DE LA VIDA DE NUESTRO

ABUELO QUE NO NOS FUE TRANSMITIDA Y QUE

CUBRIÓ UN ESPACIO DE SIETE AÑOS. AQUELLOS EN

QUE TODOS CREÍMOS HABÍA PASADO ESPERANDO

EL REGRESO DE SU AMADA MARÍA.

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El 25 de junio de 1.903 Clemente queda en absoluta libertad. Fallecida su esposa Epifanía,

distribuye a sus hijastros entre los familiares maternos, a excepción de María que es internada en

un centro reformatorio por estar enamorada de su padrastro.

El abuelo debía ser un hombre dotado de una gracia y atractivo especiales. Era chiquito de

estatura pero no se arredraba ante las adversidades y mucho menos ante una mujer hermosa. El

típico encanto del acento andaluz unido a su locuacidad y galantería, rendía a sus pies a las

vasquitas de la época. Además a sus 29 años era de temperamento ardiente, con elevados índices

de testosterona que le inducían a necesitar una compañera a su lado. Tal vez por ello, antes de que

María Leturia fuera llevada al reformatorio, mantiene una relación con ASUNCIÓN EIZAGUIRRE

ARRUABARRENA señora viuda de 28 años con una hija a su cargo. Fruto de esta relación, el día 9 de

setiembre de 1.903 nace una niña que es depositada en un centro dependiente de la Diputación de

Guipúzcoa, para ser prohijada. La ley permitía a los progenitores poner nombre a las criaturas que

entregaban y ellos deciden llamarla PETRA ESTIOLA GOISORO. Buscando una lógica a los apellidos,

ESTI (Ezti en euskera) es miel y el abuelo también fue mielero y GOISORO es el nombre de un caserío

de la localidad donde nació nuestra bisabuela Epifanía Dorronsoro.

En 1.904 ya aparece en el padrón municipal que Clemente Calvo y Asunción Eizaguirre conviven

en el mismo domicilio, en compañía de la hija de esta última de nueve años. El 14 de diciembre de

1.905 nace Clemente Calvo Eizaguirre niño que es reconocido y registrado legalmente a nombre de

ambos.

No consta en ningún documento que legalizaran su relación de manera oficial, ni por el juzgado ni

por la iglesia lo que induce a pensar que vivieron estos siete años como pareja de hecho.

El 10 de enero de 1.910, muere Asunción víctima de un cáncer de útero y once meses después

muere con cinco años el niño Clemente a consecuencia de una meningitis. Vuelve a enviudar el

abuelo y a quedar sin hijos directos a su cargo. Se desconoce que fue de la niña que aportó

Asunción, que por aquel año contaría con unos 15 de edad.

Teniendo en cuenta que a mediados de 1.910 María Leturia ya habría salido del reformatorio por

haber alcanzado la mayoría de edad, es de suponer que fue conocedora de la unión sentimental que

el abuelo mantuvo en su ausencia.

El resto de la historia ya es sabida. En 1.911 Clemente y María contraen matrimonio y comienzan

su andadura como pareja.

Tal vez por este motivo mi madre siempre decía que habían sido once hermanos, cuatro de los

cuales habían fallecido y que de ellos uno se llamaba “Clementito”. Lo que ningún hermano Calvo

supo nunca, es que dos fueron fruto de su relación con Asunción y nueve con María.

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Petra Estiola Goisoro

De entre los descendientes de Petra, contamos con su nieto Fernando perseverante investigador,

quien tras una ardua tarea de búsqueda ha logrado enlazar los dos cabos de esta novelesca

historia.

Nuestro primo Fernando Barrero, ha sido el auténtico artífice de este encuentro tan deseado por

su abuela, quien a pesar de no haberlo podido vivir en primera persona lo ha materializado a

través de sus hijas. Al él debemos agradecer su inestimable aportación de las fechas y datos que se

detallan en este relato y que constituyen un verdadero tesoro para todos nosotros.

Bienvenida sea nuestra nueva y desconocida familia!

Mientras tanto la niña Petra Estiola, fue

adoptada por un matrimonio vasco que le

proporcionó una buena vida. Fue en el

momento de casarse, cuando al tramitar los

papeles necesarios para la boda comprobó

que no era hija de los que siempre había

considerado sus padres. Dicen sus hijas

(nuestras primas) que a partir de aquel

momento vivió obsesionada por conocer a su

familia verdadera, a sus posibles hermanos y

sobre todo por saber las causas que les llevó

a entregarla en adopción.