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Ensayo sobre la ética en el ejercicio de liderazgo por Héctor E. Lira Análisis del ejercicio de liderazgo de Adolf Hitler

¿Hitler ejerció liderazgo?: Ensayo sobre la ética en el ejercicio de liderazgo

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Ensayo sobre la ética en el ejercicio de liderazgo

por  Héctor  E.  Lira

Análisis  del  ejercicio  de  liderazgo  de  Adolf  Hitler

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Recuerdo haberme enfrentado muchas veces al dilema académico y valórico de comprender de manera más profunda el supuesto “liderazgo” de Adolf Hitler, con el fin de entender cómo se gesta un proceso de tal tipo y qué resguardos puede tomar un sujeto cualquiera quien, quizás cegado por su propio entendimiento y concepción de lo que significa el “bien común”, cometa errores que implique un gran costo para la sociedad. El solo hecho de intentar responder qué diferencia a Hitler de un personaje como Mahatma Gandhi es en sí mismo un enorme desafío. Ambos encabezaron movimientos sociales que tuvieron muchas bajas humanas en el proceso, donde muchas personas sufrieron y murieron por una visión que era compartida. Adicionalmente, los dos tenían un propósito claro de lo que querían y de lo que entendían por progreso, ambos lograron ganar influencia y legitimidad con los suyos, y ambos fueron vistos como parte del problema y la solución, entre otras cosas más. Si existe alguna diferencia entre ambos, no es menor la importancia de su comprensión más acabada y merece un análisis exhaustivo al respecto. En lo que concierne a este análisis, el examinar el contexto histórico en el cual se desenvolvió Adolf Hitler es sumamente relevante al momento de entablar distinciones desde una perspectiva más objetiva y pura.

DIAGNÓSTICO DEL CONTEXTO HISTÓRICO

Tras declararse el fin oficial de la Primera Guerra Mundial el 28 de junio de 1919, Alemania quedó derrotada política, económica y moralmente. Esto derivó en un frustrado intento por implementar una democracia liberal (República de Weimar) que reemplazara las anteriores monarquías. Las razones del fracaso pueden encontrarse en gran medida en la dificultad que tenían los grupos tradicionalistas, herederos de la aristocracia prusiana, para validar y adaptarse a la nueva situación política. En palabras de Jeffrey C. Alexander (1990) “como no podían aceptar la legítima autoridad del establishment legal “modernista”, el sistema de control social no tenía modo de adjudicar, o aun reprimir, los conflictos cada vez más agresivos de la sociedad alemana”. De este modo, esto sentó una base para que emergiera un conflicto a nivel de paradigmas respecto de cómo se iba a construir la narrativa e identidad de la Alemania post Primera Guerra Mundial.

Adicionalmente, al empezar el siglo se comenzó a gestar una nueva ideología que años más tarde se transformó en lo que conocemos como nacionalsocialismo. Esta corriente se fundaba en gran medida en la idea de la superioridad de la raza aria, inspirando un profundo antisemitismo, un fuerte apoyo a la violencia como mecanismo de “limpieza” social y a la validación de los

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regímenes totalitaristas como forma legítima de gobierno. Partidario de estas teorías, surgió desde el anonimato un personaje singular, Adolf Hitler, un aspirante a artista austriaco que decidió unirse al Partido Obrero Alemán tras concluir la Primera Guerra Mundial. En 1920, este partido fundado en Münich adoptó el nombre de Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo y, al año siguiente, Hitler se convirtió en su líder.

En ese sentido, Adolf Hitler en su libro Mein kampf  (2002) logra transmitir 1

con bastante claridad el programa del movimiento, y como bien se puede apreciar en el siguiente extracto, su formulación tiene un asidero conceptual que proponía una visión propia sobre el humanismo, el pacifismo, la superioridad de la raza aria y el antisemitismo:

Lo que nadie podrá dudar es que la Tierra estará expuesta a las más duras luchas por la existencia de la Humanidad. Al final, vence siempre el instinto de conservación. Bajo la presión de éste, desaparece lo que llamamos espíritu humanitario como expresión de una mezcla de locura, cobardía y pretendida sabiduría. Si la Humanidad se hizo grande en la lucha eterna, en la paz eterna desaparecerá. Para nosotros, los alemanes, el signo de la colonización interna es funesto, pues inmediatamente refuerza la opinión de haber encontrado un medio que, de acuerdo con el espíritu pacifista, permite situarnos en una vida de entorpecimiento, en un “ganar” la existencia (…) En tanto y en cuanto el alemán medio se haya convencido de poder garantizarse por ese medio la vida y el futuro, cualquier intento de una interpretación activa, y por tanto fructífera de las necesidades vitales de Alemania, estará condenada al fracaso (...) Teniendo presente esas consecuencias, se debe convenir que no es por azar que, en primer lugar, son siempre los judíos los que procuran y saben inocular en el espíritu del pueblo ideas tan mortalmente peligrosas. (p. 84).

Y fue sobre esa visión que, con insospechada rapidez, este movimiento comenzó a crecer y a ganar adeptos, debido en gran medida a la inteligente utilización propagandista del sueño de una patria recuperada, libre de las enormes limitaciones impuestas por el Tratado de Versalles de la Primera Guerra Mundial  , como también por el temor al comunismo y las tensiones sociales 2

originadas por la depresión económica y el desempleo.

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�  El  primer  volumen  de  Mi  lucha,  de  400  páginas,  fue  publicado  en  el  otoño  de  1925.  La   impresión  de  este  libro  es  considerada,  por   las  1

leyes  de  varios  países,  un  crimen  federal,  al  que  pueden  aplicarse  penas  que  van  desde  el  pago  de  una  pequeña  multa  hasta  varios  meses  de  cárcel,  a  diferencia  de  otros  libros  con  ideologías  extremistas.

�  De  las  muchas  disposiciones  del  tratado,  una  de  las  más  importantes  y  controverHdas  esHpulaba  que  Alemania  y  sus  aliados  aceptasen  2

toda  la  responsabilidad  moral  y  material  de  haber  causado  la  guerra  y,  bajo  los  términos  de  los  ensayos  231-­‐248,1  deberían  desarmarse,  realizar  importantes  concesiones  territoriales  a  los  vencedores  y  pagar  exorbitantes  indemnizaciones  económicas  a  los  Estados  victoriosos.

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En ese contexto, Hitler asumió el poder legalmente tras ser nombrado canciller del III Reich con lo cual comenzó la dictadura del partido. Esto, debido en gran medida a un efectivo manejo de la propaganda y de las intervenciones realizadas frente al pueblo alemán. No obstante, todo este montaje buscaba principalmente neutralizar la verdadera realidad de Alemania en esa época que era la de una sociedad alicaída y castigada por la comunidad internacional.

De este modo, el nazismo ocultó su naturaleza antidemocrática tras una confusa filosofía en la que se mezclaban las evocaciones a la tradición romántica de una Alemania "bárbara" y vital, el culto y la exaltación de la fuerza, el desprecio por los ideales democráticos - vistos como señal evidente de debilidad y de escasa virilidad-, la exaltación racista de un pueblo alemán “destinado” a destruir y sustituir a las otras razas inferiores y decadentes, y otros temas políticos más concretos como la polémica en torno al Tratado de Versalles, la creciente militarización de la economía y de toda la vida nacional mediante la introducción en todos los niveles del Führerprinzip  , y la necesidad de una 3

inmensa expansión industrial como única solución ante la crisis económica.

Sin embargo, un análisis más sociológico de la Alemania pre-nazi da cuenta de un fraccionamiento nacional mucho más delicado y sigiloso que lo mencionado hasta el momento. Alexander (1990) lo deja muy claro en su libro donde realiza un diagnóstico bastante más sistémico del problema identificando certeramente las distintas facciones que se encontraban en conflicto. En sus palabras:

(Talcott Parsons  ) cree que en Alemania se desarrolló una versión más 4

extrema de lo que ocurrió en todo Occidente: la sociedad quedó dividida en un sector “moderno” que estaba profundamente involucrado en estructuras recientes, impersonales y racionalizadas, y un sector “tradicional” que se oponía a ellas. Los grupos tradicionalistas experimentaban gran angustia por la disolución de las viejas pautas, y enfatizaban el fin de la certidumbre religiosa, la destrucción de la simplicidad rural y la pérdida de la estabilidad económica. El sector modernista experimentaba angustia a causa de su posición vulnerable en

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�   Führerprinzip    es  un  término  alemán  traducible  como  “principio  de  autoridad”.  Se  refiere  a  un  sistema  jerárquico  de   líderes  (similar  al  3

sistema  militar)   que   Henen   una   absoluta   responsabilidad   en   el   área   de   su   competencia   y   que   deben   responder   sólo   a   una   autoridad  superior   pretendiendo   obediencia   absoluta   de   sus   subalternos.   El   Führerprinzip   fue   un   concepto   políHco   y   propagandísHco   en   el  Nacionalsocialismo  alemán.

�   TalcoZ  Parsons,   a   quien   hace   referencia  Alexander   (1990),   fue   un   sociólogo   estadounidense   y   uno  de   los   grandes   representantes   del  4

funcionalismo   estructuralista,   cuya   contribución  más   notable   fue   la   difusión   del   concepto   de   "acción   social".   Para   él,   el   funcionalismo  estructural  supone  que  las  sociedades  Henden  a  la  autorregulación,  así  también  como  a  la  interrelación  constante  de  todos  sus  elementos  (valores,  metas,  funciones,  etc.).  

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el filo cortante de la racionalización (...) Un grupo nuevo como la clase obrera industrial alemana entendía que aún no había recibido su parte; un grupo más viejo como los pequeños granjeros entendía, por el contrario, que estaba perdiendo prestigio y seguridad económica en comparación con el grupo obrero (...) Los miembros de la clase industrial, por otra parte, experimentaban un aumento del control sobre las disponibilidades pero se sentían privados de un acceso igualitario a los símbolos del prestigio. Ningún grupo de la sociedad alemana estaba satisfecho con su suerte. Estas tensiones inusitadamente grandes entre los sectores modernizadores y tradicionales facilitaron la creación de chivos expiatorios. Cada grupo estaba frustrado, y cada cual externalizaba su frustración como agresión contra los que definía como “criminales”. Para la izquierda modernizante ̶obreros, intelectuales, científicos, comunistas̶ los chivos expiatorios eran los grupos de la vieja Alemania, la aristocracia, la clase media baja, los líderes religiosos, y segmentos de la nueva clase alta que se había aliado con ellos. Para la derecha tradicionalista, los chivos expiatorios eran los socialistas, los intelectuales, los científicos y los judíos. Estaba montado el escenario para una batalla a muerte. (p. 45).

Sin embargo, independiente de la situación que existía antes de que Adolf Hitler ejerciera el poder, y considerando la barbaridad asociada a su rol durante ese siglo, con un saldo de cerca de 6 millones de muertos en los campos de concentración, y los cerca de 60 millones de personas fallecidas por efecto de la Segunda Guerra Mundial  , muchos utilizan su imagen como un caso ejemplar de 5

enorme liderazgo negativo, personificando en él todo el fenómeno social que se desplegó en esa época. Reflexionando sobre este último punto, al considerar las condiciones históricas previas al término de la Segunda Guerra Mundial, y debido a que en esa época no existía un nivel de conciencia y sensibilidad tan desarrollado como el actual respecto de la importancia de los Derechos Humanos, no ha sido algo difícil el pintar a Hitler como el “mal moderno”, una suerte de Nerón contemporáneo que al estar más próximo a nuestra época adquiere una mayor magnitud de malignidad.

EL CONCEPTO DE PROGRESO EN EL LIDERAZGO

En lo que respecta, lo que este ensayo busca es analizar el ejercicio de liderazgo de Adolf Hitler, tanto desde la perspectiva de la efectividad como en

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�  Por  supuesto  que  de  ningún  modo  se  responsabiliza  de  manera  única  y  exclusiva  a  Hitler  o  la  Alemania  Nazi  de  estas  cifras,  hacerlo  sería  5

una  fuerte  evasión.

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términos de la ética, para luego evaluar si realmente ejerció liderazgo desde la perspectiva del framework del liderazgo adaptativo desarrollado por Ronald A. Heifetz y Marty Linsky en la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard, como también analizar cuán socialmente útil puede ser el comprender el liderazgo como un acto ético en sí mismo. Esto, exige revisar la definición que cotidianamente utilizamos de “liderazgo”, como también el dilucidar qué se encuentra detrás del anhelo de un grupo de personas cuando piden “más liderazgo” de parte de una persona o autoridad.

Para efectos de este análisis, existe un desafío que es quizás aún mayor. El desprenderse de la carga arquetípica que posee la imagen de Hitler en la historia de la humanidad no es sencillo, y el caricaturizarlo y deshumanizarlo es una forma fácil de evadir un fenómeno que es mucho más frecuente y complejo de lo que pensamos. Asimismo, la tendencia humana a personificar los conflictos disminuye la capacidad de realizar un examen realista de un problema socialmente complejo. Por lo mismo, la necesidad de desarrollar una mirada sistémica al respecto se hace imprescindible para poder tener un análisis más objetivo.

En esa misma línea, el análisis se desarrollará desde la mirada del “Liderazgo Adaptativo”, y la razón detrás de la elección de este marco conceptual radica en lo beneficioso que resulta el entender el liderazgo como un ejercicio en vez de una condición biológica, social o cultural propia del contexto o sustancia de un individuo. Por consiguiente, es importante advertir que es exclusivamente bajo los supuestos de la mirada anteriormente mencionada que podemos sostener la pregunta respecto de si Hitler efectivamente ejerció liderazgo o no. En efecto, existen distintas formas de interpretar y evaluar el liderazgo de este personaje, aspecto que es analizado por Heifetz en su libro (1997):

Si el liderazgo se define exclusivamente por la influencia, Hitler puede considerarse un líder auténtico y exitoso: movilizó a todo un país para que siguieran su visión. Fue capaz de convencer a millones de personas para que organizaran sus vidas en torno a sus ideas. Incluso añadiendo el criterio de que las metas tienen que satisfacer las necesidades de los seguidores, además de las del líder, podríamos decir que Hitler lideró. Sus muchos seguidores de Alemania compartían sus metas (…) Llegó a su posición, en parte, expresando las penurias y esperanza de muchas personas. Además, según las normas de la efectividad organizacional, Hitler ejerció un liderazgo formidable. En cientos de casos específicos de toma de decisiones, Hitler logró desarrollar la efectividad de las

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organizaciones alemanas. Estableció el objetivo de restaurar la economía de su país, y consiguió hacerlo dentro de un lapsus de tiempo. (p. 52).

Ante esto, no es propósito de este ensayo el dogmatizar la discusión, y por ende, no se pretende el afirmar o negar el nivel de asertividad de otras concepciones de liderazgo, sino que se busca hacer uso de las herramientas que el framework del Liderazgo Adaptativo otorga para poder responder a esta controversial interrogante. Desde esta perspectiva, es necesario clarificar que la palabra "liderazgo" contiene en sí misma una carga valórica, en cuanto que comúnmente se le asocian ciertos valores y características personales tales como la influencia, la movilización, el glamour, etc., y para Heifetz en particular, el concepto de “progreso”. Por lo mismo, existe una resistencia natural en las personas cuando se les pide cuestionar lo que entienden por “ser un líder”, dado que al desafiar el concepto de liderazgo, a su vez se desafía la imagen que poseen de sí mismos y que han construido a lo largo de su historia.

Dicho esto, la definición que ha desarrollado Heifetz y sus colaboradores (1997, 2003 y 2012) a lo largo de su extensa bibliografía para definir el concepto de liderazgo se podría enunciar como el 1) proceso de desafiar a un grupo para que revise y adapte sus valores, normas, creencias y comportamientos, 2) realizando en ellas un trabajo adaptativo que desarrolle nuevas capacidades que les posibiliten el progreso.

En efecto, en la primera parte de esta definición se hace referencia a que el liderazgo no es una condición dada y permanente en el tiempo, sino más bien una actividad. Esto implica que la efectividad no pasa por el “líder” al cual comúnmente señalamos cuando hay problemas, sino más bien que a la eficacia del proceso de intervención desde un rol cualquiera. Del mismo modo, en ninguna parte se hace mención a la palabra “legitimidad” o “autoridad”, recursos que si bien pueden cooperar o limitar el ejercicio del liderazgo no son imprescindibles. En ese sentido, es suficiente imaginar a Mahatma Gandhi cuando recién comenzaba a intervenir en India sin poseer ninguna legitimidad o autoridad, y que consciente de las limitaciones que implicaba el ostentar un cargo, durante toda su vida jamás buscó ejercer ningún tipo de autoridad formal, pese a que informalmente sus seguidores le llamaban “Bāpu”, que en idioma guyaratí significa “padre”.

Del mismo modo, es posible notar cómo en el primer enunciado de la definición se expresa abiertamente algo que a priori podría parecer un tanto paradojal. Se hace mención al “proceso de desafiar a un grupo para que revise y adapte sus valores, normas, creencias y comportamiento” ¿Por qué una

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definición de liderazgo invita a poner a las personas en un estado de incomodidad, sobretodo cuando eso implica arriesgar la popularidad e influencia que se posee? La respuesta es más empírica que conceptual. Por un lado, existe cierta concepción de propósito que es inherente al enunciado, en cuanto que hay un para qué en la asunción de dicho riesgo, pero también hay un supuesto implícito contenido en esta definición que se deriva de la biología evolutiva: para prosperar se deben experimentar ciertos aprendizajes complejos que son obtenidos cuando se pierde algo que se valora. Como claramente expone el autor Ronald A. Heifetz (2012):

Las nuevas adaptaciones desplazan, vuelven a regular y reorganizar parte del ADN antiguo. Por analogía, el liderazgo para superar desafíos adaptativos genera pérdidas. El aprendizaje suele ser doloroso. Que una persona sea capaz de innovar puede hacer que otra persona se sienta incompetente, traicionada o insignificante. No hay muchas personas a las que les guste que las “reorganicen”. Por lo tanto, el liderazgo requiere de la capacidad diagnóstica de identificar estas pérdidas y las pautas de respuesta defensiva predecibles tanto a nivel individual como a nivel sistémico. (p. 39).

En ese sentido, es importante retomar la pregunta que se esboza en el párrafo anterior ¿desafiarlos para qué? Si bien a todos nos puede hacer sentido el hecho de que el aprendizaje muchas veces puede ser doloroso, la pregunta es porqué una persona debería perder o renunciar a algo para poder aprender. En este aspecto, entramos a analizar la segunda parte del enunciado: “realizando en ellas un trabajo adaptativo que desarrolle nuevas capacidades que les posibiliten el progreso”. El concepto de trabajo adaptativo deriva de la antropología y psicología social, en palabras del propio Heiftez (2012):

Durante casi cuatro millones de años, nuestros primeros antepasados vivieron en pequeñas tribus que cazaban y recolectaban alimentos. Progresivamente, fueron sofisticando el diseño de las herramientas y de las técnicas de caza y de transporte. Su capacidad física fue aumentando a medida que desarrollaban sistemas, mediante el cambio evolutivo, para ampliar su ámbito de actuación. Gracias a lo que antropólogos y psicólogos han identificado como la capacidad de aprender de nuestros mayores, los primeros seres humanos empezaron a formar culturas con normas que se sostenían por sí mismas y que requerían una mínima intervención de las autoridades para su cumplimiento. Las normas culturales otorgaron a los seres humanos una capacidad de adaptación y

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de expansión extraordinarias cuando, hace relativamente poco, unos doce mil años aproximadamente, aprendieron a domesticar animales y a cultivar plantas; la nueva capacidad de almacenar alimentos permitió, y exigió, asentamientos más permanentes. Ahora, grandes grupos vivían juntos, lo que trajo una nueva necesidad: gobernar organizaciones y comunidades amplias (…) El proceso de adaptación de nuestros primeros antepasados a las nuevas posibilidades y desafíos continuó durante el curso de la historia escrita, con el crecimiento y la variación en el alcance, la estructura, el gobierno, la estrategia y la coordinación de la empresa política y comercial. La manera de entender la gestión de estos procesos ha seguido una evolución similar, hasta llegar a nuestros tiempos y a lo que llamamos liderazgo adaptativo. (p. 36).

Por tanto, cuando hacemos mención a un proceso de adaptación hacemos referencia a la evolución que deben experimentar los grupos e individuos en sus formas de interactuar, como también respecto de los niveles de conciencia que les permitan autodesarrollarse, autoregularse y autorformarse al momento de enfrentarse a un desafío desconocido y complejo . Del mismo modo, la noción de progreso que está comprendida en la segunda parte de la definición sostiene una estrecha relación con la biología evolutiva, en cuanto se relaciona con cuánta capacidad posee un sistema para poder experimentar cambios sin perder lo que más valoran como conjunto. De ahí que, Heifetz (2012) define el progreso como el “desarrollo de una capacidad nueva que permite que el sistema social crezca en entornos nuevos y hostiles” mediante un “proceso de aprendizaje social y político que conduce a la mejora de la situación del grupo, la comunidad, la organización, el país o el mundo.” (p. 372). Sin embargo, este último aspecto es particularmente complejo dado que al hablar de una “mejora en la condición del grupo” se deja espacio para entrar en el terreno ético de qué se entiende por esa mejora, quién o quiénes la definen, y finalmente, cuál concepción de mejora que prevalece cuando compiten múltiples interpretaciones al respecto.

En concordancia, si recogemos las distintas definiciones e interrogantes que han emergido a lo largo de este ensayo, ciertamente podríamos construir preguntas que permitieran estructurar un examen más profundo del proceso de movilización de Hitler, e inclusive, de un proceso cualquiera. En ese sentido, entre las múltiples preguntas que pueden surgir respecto de la figura del Tercer Reich, es pertinente el esforzarse por elaborar interrogantes que tengan un enfoque práctico y que facilite el contraste con los hechos históricos de los cuales se tiene conocimiento.

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!CUESTIONAMIENTOS AL LIDERAZGO DE HITLER

Para empezar, cabe preguntarse cuánto desafió Hitler al pueblo Alemán respecto de los valores, normas, creencias y comportamientos que los habían llevado a estar en las condiciones que se encontraban. Si bien Hitler movilizó efectivamente a todo un país hacia su visión personal de lo que él consideraba que era necesario para que el pueblo alemán saliera adelante, debemos recordar que el liderazgo no se define únicamente por el nivel de influencia que se tiene sobre los seguidores, ni tampoco por los atributos personales que posee el “líder”. En efecto, si suponemos que el liderazgo no sólo debe satisfacer las necesidades de los seguidores sino también elevarlos y lograr en ellos una profunda reflexión y análisis del problema, entonces Hitler no ejerció liderazgo, sino que más bien impuso ‒ a veces a través de la seducción de sus discursos y otras mediante la violencia- una visión que no se hizo cargo de los conflictos de valores que existían entre las distintas facciones que estaban involucradas en el desafío de reconstruir la moral, la economía y la configuración política de un pueblo fuertemente castigado por la comunidad internacional en el Tratado de Versalles de 1919. No obstante, el sometimiento del pueblo alemán durante a Alemania Nazi es un fenómeno mucho más complejo. Aunque superficialmente parezca un pensamiento antagónico, un segundo análisis más profundo apunta a que Hitler también fue manipulado por el sistema social para evadir los cambios que el entorno le imponía al pueblo Alemán. En este aspecto, hay distintos enfoques históricos que han examinado el efecto de Hitler en Alemania, y existe una fuerte dicotomía en los análisis que se realizan respecto de su responsabilidad histórica en la sociedad nazi. Por un lado, están los análisis de los historiadores “intencionalistas” (o también “Hitlercéntricos”), que adjudican toda la responsabilidad a Hitler, responsabilizándolo como el gran arquitecto del genocidio y Segunda Guerra Mundial. Y, de manera contraria, existen también las interpretaciones de autores más “estructuralistas” (o “funcionalistas”), que no focalizan el estudio únicamente en las intenciones y los actos del Führer, sino que consideran la presión de las circunstancias históricas en el momento de creación y funcionamiento del régimen nazi como uno de los factores decisivos al momento de evitar el análisis, por parte del pueblo Alemán, respecto de cuál era el trabajo adaptativo que realmente debían realizar para superar los problemas que enfrentaban como país.

Sumado a esto, es importante el considerar cuánta capacidad adaptativa y aprendizaje logró instalar Hitler en el pueblo Alemán para hacer frente a los

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distintos desafíos que debían enfrentar. En esa línea, según el criterio del trabajo adaptativo tampoco ejerció liderazgo: Hitler movilizó espectacularmente a la sociedad, tanto en términos sociales como económicos, pero en dirección de evitar la realidad. Asimismo, evocó visiones románticas de Alemania, y a su vez, victimizó al pueblo alemán como recurso para convencerlo. En efecto, Hitler no solo erró en el diagnóstico de los males de la condición de Alemania sino que también fortaleció la dependencia de los sistemas jerárquicos al momento de tomar decisiones, lo que se tradujo en un sistema de gobierno dictatorial, que no permitía mecanismos democráticos que incorporaran a las distintas facciones de la sociedad alemana. En efecto, toda esa distorsión de la realidad quedó claramente reflejada en las diversas formas de propaganda que el régimen nazista desarrolló. Los soldados, pese a que estaban perdiendo desde hace tiempo, se convencían de que la única solución al problema de Alemania era la que promovía el régimen Nazi, y no solo ellos, sino también las personas comunes y corrientes que de manera voluntaria denunciaban a los judíos ante las autoridades. Gonzalo Vega (2005, abril 23) lo ejemplifica claramente en una columna que escribe en El Mercurio cuando clarifica que “a pesar de los intensos bombardeos aliados y de las ciudades convertidas en ruinas, la propaganda invitó al pueblo alemán a no cejar, a no perder el espíritu e, incluso, a reforzar la confianza en Hitler. Para esto, "inventó" armas secretas y fortalezas impenetrables para que la gente, aun con una bayoneta entre pecho y espalda, siguiera creyendo en la esvástica.”

Finalmente, cabe el cuestionarse dos aspectos fundamentales respecto de la forma en que el Tercer Reich movilizó a la sociedad alemana de la época: ¿Quién definió el progreso en torno al cual el pueblo Alemán se encaminó? Y ¿Cuánta revisión y adecuación de esa concepción de progreso lograba sostener la sociedad Nazi? Hitler inspiró a las personas con el bien común de Alemania pero éste era el de una sociedad fragmentada y excluyente, cuya única forma de sobrevivir era eliminando otros valores y formas de pensar. Del mismo modo, jamás dejó el espacio para que la sociedad construyera por sí misma una visión esperanzadora del futuro, ni mucho menos instaló mecanismos de revisión del estado de bienestar que anhelaban. Esto, deja entrever una premisa fundamental: el progreso debe ser definido por todo el sistema, por muy complejo que esto pueda resultar en la práctica. Cuando una facción progresa a costa de eliminar los intereses y anhelos de otros, ya sea socavándolos moralmente o eliminándolos, sin incluirlos en lo que entienden como el bien común, entonces no se está ejerciendo liderazgo.

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EL LIDERAZGO ADAPTATIVO EN LA PRÁCTICA

Puesto que, detrás de todo el análisis desarrollado a lo largo de este ensayo, las aplicaciones prácticas que se pueden extraer de las preguntas éticas asociadas al ejercicio del liderazgo apuntan directamente al nivel de aprendizaje y capacidad adaptativa de un grupo ¿Qué implicancias posee lo anterior si lo conectamos con la mirada del liderazgo adaptativo?

i. La importancia de contrastar, desafiar y revisar supuestos desde múltiples perspectivas. El no hacerlo limita la capacidad de cuestionar la visión personal que se posee ante un problema determinado. Esto implica que nunca se cuestiona si se está realizando el trabajo adaptativo correcto para solucionar el problema. Para llevar a cabo un trabajo adaptativo la visión debe seguir el contorno de la realidad, y no sólo ser atractiva y despertar pasiones. Es importante determinar bien cuál es la situación actual y ser precisos en identificar cómo el desafío adaptativo divide el sistema en distintas facciones que luego se manifiestan de distintas formas al momento de intervenir en él.

ii. La importancia de estar constantemente adquiriendo perspectiva ‒“subiéndose al balcón”-. Es este ejercicio una de las garantías de que el proceso adaptativo y las intervenciones que durante éste se efectúen tengan un propósito alineado con lo que el sistema necesita o anhela  . No 6

es suficiente realizar un único diagnóstico en todo el proceso, sacar una “foto” de lo que ocurre es estático y no incorpora los cambios que ocurren tras cada intervención. Por lo mismo, es necesario generar la capacidad de poder intervenir y “estar en el balcón” simultáneamente, analizando en tiempo real lo que ocurre en el sistema tras cada estímulo.

iii. Permitir desafiar la visión y definición del problema que existe. En efecto, Hitler nunca permitió este ejercicio, suprimiendo las competencias ideológicas y políticas alternativas en su país. Esto no implica que quien esté movilizando al grupo no tenga una visión de futuro: es necesario que posea un propósito y convicción. No obstante, tiene que tener la suficiente apertura y humildad de comprender que el bien común trasciende su rol y propósito personal. Quizá lo más complejo de este aspecto es determinar cuándo el propósito personal de quien está movilizando al grupo es “trascendido” por el del sistema social, la respuesta es simple, pero el proceso es complejo; cuando haya

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�  A  veces  el  sistema  no  ha  determinado  nada.  Simplemente  Hene  un  anhelo,  un  esbozo,  una  opinión  o  un  sueño.  A  veces  el  camino  se  va  6

haciendo  al  andar.

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compartido y socializado un diagnóstico realista, y a su vez, haya inyectado la suficiente capacidad y madurez en el sistema como para que ellos mismos puedan construir la imagen de lo que entienden como un futuro esperanzador. Una visión de futuro que nunca es desafiada por sus seguidores es un síntoma de que vamos en el rumbo equivocado porque no incorporamos la visión de los otros durante el proceso. En general, cuando las personas piden “liderazgo” lo que realmente están diciendo es que anhelan progreso y un estado de bienestar mayor, pero no alguien que les imponga una visión que los lleve a destruir los fundamentos de su ética y moral.

iv. El aspecto de lo que cada uno ve está fuertemente determinado por los valores que cada uno posee. Eliminar todas aquellas facciones y personas que no están dentro de nuestro campo de valores -como en este caso eran los judíos, comunistas, entre otros- es errar en el trabajo adaptativo dado que no se clarifican los valores de los demás. En particular, una forma de explicar esto usando una de las propiedades de los sistemas complejos que recogen Herrscher y Gharajedaghi (2003) llamada “propiedad emergente”. Este concepto sostiene que es a través de la interacción de todos los componentes de un sistema que surgen ciertos atributos o propiedades que serían imposibles de manifestarse o generarse en la singularidad de una de sus partes. Es decir, las propiedades del todo no son siempre reductibles a las características de las partes. Un ejemplo simple de esto es el fenómeno de la “humedad”. Como bien pueden concebir, tanto el hidrógeno como el oxígeno carecen de “humedad”, dicha propiedad solo emerge cuando estos dos elementos se combinan y generan un atributo nuevo que solo es propio de la interacción entre estos dos elementos. Este mismo caso se puede replicar en términos de las interacciones en los sistemas sociales, la manifestación del proceso adaptativo, y por consiguiente el desarrollo de esta capacidad, solo emerge ‒ tal como la humedad- cuando todas las facciones comienzan a interactuar entre ellas, y por tanto es a través de la orquestación de ese conflicto de valores ‒ lo que llamamos trabajo adaptativo- que se genera esa capacidad. La capacidad adaptativa es una propiedad emergente. Sin embargo, el proceso es complejo y peligroso, solo basta rememorar la explosión termonuclear que destruyó Hiroshima, la cual no es más que una reacción en cadena producto de la fusión de dos isótopos del hidrógeno, y ya sabemos las consecuencias nefastas que ocurrieron de esto. No obstante, la reacción atómica también es un signo

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de progreso fabuloso en cuanto a la generación de nuevas energías alternativas y sustentables. En ese sentido, el efecto que se puede producir en los sistemas sociales dependiendo de cómo es llevado el proceso no es menor; podemos generar una gran “bomba atómica” que termina por violentar a las personas, o bien una nueva fuente de energía para seguir subsistiendo como grupo. De similar modo, desde una visión más ecosistémica, los sistemas naturales y sociales con mayor capacidad y éxito de adaptación son aquellos que poseen y valoran la diversidad porque les permite sobrevivir e innovar en ambientes hostiles y cambiantes: el pool de “ADN” natural y cultural es más amplio y permite desarrollar las capacidades nuevas que el sistema necesita. Es decir, la heterogeneidad produce resilience  a partir de las interacciones que se 7

producen en un contexto de diversidad, y un sistema social que aniquila su pluralidad (como lo fue en el caso de la sociedad nazi) atenta contra su propia sobrevivencia en el largo plazo, biológica y culturalmente hablando.

Con todo, podríamos fácilmente evadir en el caso extremo y casi caricaturesco de la figura de Hitler. Después de todo, es un caso que se podría tildar de “atípico” y de ocurrencia “poco probable”. No obstante, este análisis puede ser llevado a un terreno mucho más cercano y práctico. El cuestionamiento surge cuando nos ponemos en el escenario de que nosotros mismos, sin dolo alguno, lleguemos al extremo de cometer errores similares a los que cometió Hitler. Ya sea en nuestros grupos de trabajo, organizaciones, aulas o familias, la tentación de cegarse por las convicciones y creencias personales es bastante grande. Y por lo mismo, el “espíritu” de este ensayo busca entregar reflexiones que puedan ser útiles al momento de enfrentarse a un grupo que anhela liderazgo y exige soluciones a problemas que no sabemos abordar. Los puntos ciegos que se tienen cuando conducimos un grupo a través de la incertidumbre son variados, y en esos casos la importancia de lo ético y moral adquiere mayor importancia y protagonismo.

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�  Capacidad  que  desarrollan  aquellos  sistemas  que,  a  pesar  de  experimentar  situaciones  de  alto  riesgo,  superan  la  adversidad  y  sobreviven.7

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EL LIDERAZGO MORAL

Para Marshall Ganz - desde la perspectiva de la narrativa pública- el liderazgo se vuelve moral cuando tres dimensiones interdependientes entre sí interactúan de tal modo que “motivan, infunden y energizan” (2008) el ejercicio de liderazgo. La primera dimensión que propone tiene relación con la conciencia de sí mismo - la historia del yo- de quien ejerce liderazgo, entendida como quién soy yo en término de mis capacidades y libertades para poder ejercer liderazgo. En segundo lugar, considera la conciencia del otro ‒ la historia del nosotros ‒ como otra de las dimensiones fundamentales al momento de inspirar a un grupo para movilizarse, poniendo especial énfasis en la necesidad de respeto del espacio de los otros para que puedan construir y anhelar un estado deseado propio, y no impuesto por mí. Y finalmente, el último de los pilares es la conciencia de nuestras limitaciones en relación a la incertidumbre ‒ la historia del ahora- , es decir, el llamado a la acción ante un dilema donde no sabemos cuál es el camino que debemos tomar, pero que de todos modos debemos decidirnos por uno, en cuanto que el no movilizarse representa una profunda amenaza para la subsistencia del grupo. En ese sentido, si desarrollamos cada una de estas dimensiones podríamos llegar a los siguientes constructos:

1. ¿Cuán libre  soy para ejercer liderazgo? 8

El primer paso de esta profunda reflexión es aceptar, conscientemente, la responsabilidad que implica el comprometer y motivar a otros a perseguir un propósito en un contexto de incertidumbre. Preguntas como ¿quién o qué me autoriza a desafiar los supuestos de un grupo determinado de personas, con los cuales han operado durante mucho tiempo y que les han sido útiles para sobrevivir? O ¿Es suficiente con mi sentido de propósito para ejercer liderazgo sobre este grupo? Pueden ser pautas útiles para clarificar qué es importante para mí cuando estoy enfrente de un desafío determinado. El ser consciente de mi historia personal, de mi self  , de las “voces internas” que me 9

aconsejan dentro de mi cabeza, claramente adquieren una dimensión moral cuando ejerzo liderazgo. En ese sentido, es fundamental tomar consciencia respecto del porqué considero algunas cosas más importantes que otras,

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�  Cuando  hablamos  de  libertad  se  hace  referencia  a  la  “libertad  posiHva”  propuesta  por  el  filósofo  Isaiah  Berlin  en  1958.  Se  enHende  por  8

libertad  posiHva  la  capacidad  de  cualquier  individuo  de  ser  dueño  de  su  voluntad,  y  de  controlar  y  determinar  sus  propias  acciones,  y  su  desHno.   Es   la   noción   de   libertad   como   auto-­‐realización.   Se   complementa   con   el   concepto   de   libertad   negaHva,   que   considera   que   un  individuo  es  libre  en  la  medida  en  que  nada  o  nadie  restringe  su  acción,  sea  cual  sea  el  carácter  de  esa  acción.  Mientras  la  libertad  negaHva  de  un  individuo  se  refiere  a  que  "le  permiten"  ejercer  su  voluntad,  pues  nadie  se  lo   impide,   la   libertad  posiHva  se  refiere  a  que  "puede"  ejercerla,  al  contar  con  el  necesario  entendimiento  de  sí  mismo,  y  la  capacidad  personal  para  ejercerla.

�  Sí  mismo.  En  su  acepción  de  substanAvo,    designa  de  manera  muy  general  lo  que  define  a  la  persona  en  su  individualidad.  El  self  o  la  9

idenAdad  no  es  una  cosa  fija  e  inmutable,  dado  que  no  puede  separarse  de  la  sociedad  y  de  las  circunstancias  en  la  que  está  definida,  porque  estas  son  las  condiciones  que  hacen  posible  su  definición  y  uso  social.  

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cuáles son los orígenes de los valores que me conducen a tomar ciertas decisiones por sobre otras y, sobretodo, cómo expreso mi self y propósito en las acciones que estoy realizando.

2. ¿Cuán capaz y libre es el grupo de anhelar o construir el estado deseado que buscan alcanzar?

Cuando me hago la pregunta respecto de mi grado de libertad para ejercer liderazgo, y descubro que mis valores e identidad están fuertemente condicionados por las personas con las que he interactuado a lo largo de mi pasado, de manera evidente surge la importancia de la relación con el otro‒ la interdependencia- a lo largo del ejercicio del liderazgo. Preguntas como ¿cuánto espacio dejo en las dinámicas que experimenta el grupo para que ellos por sí mismos definan un estado deseado? ¿cuál es mi rol, y el alcance de este, en un sistema donde se requiere interdependencia para la solución del problema? O ¿Cuánto respeto por el otro hay en las dinámicas que utilizamos para definir nuestra concepción de progreso? Son interrogantes que permiten tener más claro el efecto que producen los otros en mí y yo en ellos.

En efecto, si hablamos de comenzar a considerar al otro de manera más iterativa, entonces se torna fundamental el modelar un valor muy conectado con esto: el respeto. En ese sentido, el respeto por el otro lo entendemos como un esfuerzo consciente y constante de aceptar lo que no entendemos de él. La esencia de ver al otro queda fielmente impregnada en una frase de Humberto Maturana (1994) cuando sostiene que "sin aceptación y respeto por sí mismo uno no puede aceptar y respetar al otro, y sin aceptar al otro como un legítimo otro en la convivencia, no hay fenómeno social". Análogamente, si conceptualizamos la idea del “fenómeno social” de Maturana como una propiedad emergente, entonces basado en el análisis previo realizado en este ensayo podemos deducir que el respeto, tal cual como lo entendemos, es un elemento fundamental para el progreso y prosperidad de los sistemas sociales: sin respeto no se pueden contener los conflictos entre las distintas facciones, y por consiguiente, el sistema se vuelve incapaz de dialogar y construir la imagen de estado deseado que anhelan alcanzar. Mientras menos respeto exista en una sociedad, mayor probabilidad de que el conflicto social implique una pérdida en el nivel de representatividad y participación de ese sistema.

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3. ¿Cuán capaz es el grupo de mantener la esperanza sin perder de vista sus limitaciones debido y pese a la incertidumbre?

El cuestionarnos respecto de cómo experimentamos la incertidumbre nos sitúa directamente en las acciones que realizamos diariamente a lo largo de un proceso adaptativo. Cada decisión que un grupo toma al momento de enfrentarse a un dilema refuerza o restringe la libertad y capacidad de las personas para innovar en la solución de problemas complejos. En ese sentido, preguntas como ¿Cuánta capacidad adaptativa hay en el sistema que les permita, a través de los recursos que poseen o que puedan desarrollar, aproximarse al futuro que anhelan? O ¿Qué nuevas maneras de pensar y de actuar está dispuesto a adoptar el grupo en nombre de sus creencias más profundas? Nos ayudan a dilucidar qué limitaciones poseemos como ecosistema al enfrentar un desafío ante el cual no conocemos la solución. Por lo mismo, es fundamental comprender que es debido a la incertidumbre que nos volvemos incompetentes, dado que necesitamos aprender nuevas soluciones y formas de abordar desafíos. Y del mismo modo, que es a pesar de la incertidumbre que se debe construir una imagen de futuro esperanzador para el grupo.

REFLEXIONES FINALES

Finalmente, quizás si hay algo que es tan importante como el ejercicio del liderazgo es el de la humildad. Pero no en su acepción de sumisión o bajeza, sino más bien como la “virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”  . Ante 10

esto, conceptos como “libertad”, “capacidad”, “progreso” y “esperanza” sugieren una revisión profunda respecto de cómo nos hemos relacionado a lo largo de nuestra vida con estas ideas. Hay algo que claramente se deja entrever detrás de todo este análisis, y es que el llamado a “ser un líder” tiene implicancias éticas y morales asociadas. Y en ese sentido, la necesidad de mirar y mirarnos a nosotros mismos se vuelve fundamental si pretendemos prosperar en un entorno altamente cambiante. El hacer (y hacernos) las preguntas correctas nos puede ayudar, tanto a nosotros como al grupo, a no caer en los errores clásicos de todo proceso de movilización, los cuales en su peor versión han tomado formas de dictaduras, genocidios y guerras.

En esa misma línea, tan fundamental como los cuestionamientos éticos inherentes a la decisión, consciente o inconsciente, de movilizar un grupo a

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�  "Humildad".  En  el  Diccionario  de  la  Lengua  Española.  Fuente  electrónica  [en  línea,  consultado  el  23-­‐04-­‐13].  Madrid,  España:  Real  10

Academia  Española.

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través de un proceso de cambio, es también importante el cuestionarse respecto de qué es lo que pierde un grupo si no se moviliza y qué rol debe jugar cada uno de nosotros al enfrentarnos con esa pregunta. En ese sentido, si bien a lo largo de todo el análisis se ha puesto un mayor énfasis en la complejidad ética asociada a la acción ejercida por una persona al enfrentarse a un desafío, es también igual de importante determinar el costo social que implica la inacción por parte de ellos. Si Nelson Mandela hubiese decidido no actuar, debido al pánico de ser el responsable ético y moral de un grupo determinado, entonces el apartheid quizás jamás se habría superado.

La revisión profunda e individual de las acciones e inacciones que cometemos cotidianamente es la única garantía de obrar en conciencia del bien común de un grupo. Quizás, si Hitler hubiese comprendido parte de los conceptos que se han desarrollado habría existido una posibilidad, por muy ínfima que fuera, de que millones de personas se hubiesen salvado y otras miles de atrocidades jamás se hubiesen cometido. Por consiguiente, si tal posibilidad existe, por muy insignificante que esta sea, entonces vale la pena analizar la ética asociada al ejercicio del liderazgo. Nunca se sabe cuándo puede aparecer un nuevo pequeño gran dictador en nuestras aulas, organizaciones y sociedades, o inclusive, frente al espejo que saludamos cada mañana.

!!!!!!!!!!!!!!

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Bibliografía

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