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Homenajes

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Aitor Lázpita

Homenajes literarios (Educación-ficción)

Aitor Lázpita 2013

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Aitor Lázpita

U n d i á l o g o

Hace unos días, a la hora del ocaso, me encontré con Asclepia, hija de Gorgias. Bajaba las cuestas del barrio alto con aspecto mohíno, cargada con una gran mochila que le agobiaba las espaldas.Después de los saludos de rigor y de interesarme por la salud de su familia, le pregunté:-¿A qué se debe el aspecto triste de tu rostro, querida Asclepia?-Vengo de la escuela, oh Sócrates, y ¡por Zeus! no imagino un lugar más triste.-¿Cómo puede ser tal cosa, jovencita? ¿No es acaso la escuela el lugar en el que se adquieren conocimientos, donde van los jóvenes a aprender? -la interrogué.-Cierto, venerable Sócrates.-¿Y no es, por ventura, el aprendizaje una actividad placentera, especialmente para los más pequeños? -continué.-Eso creo -me respondió un tanto confusa.-Entonces ¿cómo puede causarte tanto enojo?-Creo, apreciado maestro, que quizá deberíamos comenzar por establecer la diferencia entre enseñanza y aprendizaje, porque no estoy segura de que de una actividad se siga necesariamente la otra.-Continúa- dije.-Me parece que la mayoría de los enseñantes sólo se preocupa de transmitir conceptos, de "explicar", como se dice en la jerga escolar, y cree que simplemente prestando atención adquiriremos el conocimiento, es decir, aprenderemos. De tal modo que el aprendizaje se produciría por simple exposición al conocimiento, lo que ellos denominan "enseñanza". El resultado, sin embargo, es que la mayor parte de los alumnos deja de escuchar después de los primeros minutos y muy pocos permanecen atentos hasta el final de la lección, con lo cual no aprenden, o al menos no aprenden lo que pretenden los docentes -explicó la muchacha.-¿Qué hacen los profesores, pues, ante esa situación?-Eso es lo que más me sorprende ¡oh Sócrates! Algunos permanecen impasibles, otros gritan como hacen las bacantes en pleno delirio; la mayoría reclaman silencio y atención todo el rato, pero son muy pocos los que optan por desechar las estrategias que no funcionan y probar otras.-¿Cómo crees tú, querida Asclepia, si me permites la pregunta, que deberían actuar aquellos a quienes nuestra comunidad ha encargado vuestra formación para propiciar el aprendizaje?

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-Creo que mi ignorancia no me permite responder- dijo bajando los ojos.-Está bien, pequeña. Te formularé la pregunta de otro modo, ¿qué es lo que más te descorazona del trabajo que desarrollas en la escuela?-Eso es más sencillo de contestar, por Zeus. Imagina, oh maestro, que te explicaran las reglas de un juego y, a continuación, en lugar de practicar ese juego y desarrollar así la pericia en esa actividad, te pidiesen que escribieras en un papel las reglas de ese juego que hubieran quedado en tu memoria. Cuando quisieras jugar, no sabrías, puesto que no lo habrías practicado jamás. Creo que así se trabaja en la escuela, y eso me resulta absurdo.-Puedo suponer, entonces, que te resultaría más estimulante "jugar el juego", siguiendo con tu comparación. Es decir, desarrollar vuestra pericia aplicando los conocimientos en actividades no tan alejadas de la realidad como "hacer exámenes". ¿Me equivoco?-No, Sócrates. No te equivocas.-Por Zeus ¿Por qué, si está tan clara la solución, no se la comunicáis a vuestros formadores?-Oh, querido Sócrates, bien veo que no sabes qué tipo de relación une a los docentes con sus pupilos -contestó apenada.-Explícamela, si eres tan amable.-La mayoría de estas personas están convencidas de que no es bueno tener relación con sus pupilos, que esa relación debe ser meramente coyuntural porque, de otro modo, influiría negativamente en su labor docente. Si acaso, suelen preferir infundir miedo a sus alumnos, labrarse fama de duros e implacables.-¿Confunden, entonces, el respeto con el temor?-Probablemente, maestro.-¿Y no crees, oh Asclepia, que es mucho más sencillo ser escuchado cuando tu auditorio te aprecia, se siente unido a ti y te considera una persona dispuesta, a su vez, a escuchar y a ayudar?-Estoy convencida. Noté que la muchacha se inquietaba y le pregunté si se encontraba mal.-No, venerable maestro. Es que, además de las horas que dedicamos al trabajo en la escuela, nos encargan tareas para realizar en nuestros hogares. Esas tareas, que llaman "deberes" son largas y tediosas, pues se limitan a hacernos repetir mecánicamente lo mismo que se ha hecho en el aula. Así que, si me disculpas, debo seguir el camino, pues aún me quedan unas horas de trabajo para terminar mi jornada.-No quisiera retrasarte, querida niña. Sin embargo, me gustaría continuar este

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coloquio en otra ocasión, pues se me quedan varias preguntas en el zurrón. Prométeme, pues, que continuaremos tan sabroso diálogo la próxima vez que nos encontremos.-Así será, amado Sócrates.Siguió la muchacha su derrota y yo quedéme pensativo y un tanto desolado mientras la oscuridad me envolvía.

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U n a a v e nt ur a a p ó c r i fa Donde se cuenta el sabroso coloquio que pasó entre don Quijote y un mozalbete sobre

el estado de la educación en nuestro reino.

Llegaron por fin el asendereado caballero y su escudero a una amena floresta que a lo lejos habían divisado. Un arroyuelo atravesábala, convirtiendo el suelo en una alfombra verde y viciosa.Hallaron descansando allí un muchacho de edad hasta de veinte años, vestido a lo rústico, tumbado bajo las ramas suavemente meneadas de un frondoso sauce. El mozo cuidaba de un hato de cabras, no muy numeroso, que retozaba a su alrededor.Saludó muy cortés y comedido a don Quijote y a Sancho, mostrando buena crianza en sus palabras y en sus gestos. El amo y el criado quedaron un tanto perplejos al verse tan gentilmente tratados por un zagal ataviado con tales vestidos. Su semblante también desmentía su oficio. La color trigueña de su rostro, rubicundo, no era la propia de un cabrero.La curiosidad picó a nuestro caballero, que le devolvió las gentilezas y finuras. Acercose a él para poder conversar a su sabor. Estuvieron tratando de lo humano y de lo divino, de donde coligió don Quijote que aquel zagal por fuerza debía ser al menos bachiller, si no licenciado. -En vuestras palabras se hace evidente que sois un muchacho bien criado y que habéis cultivado vuestro espíritu- dijo el hidalgo manchego.-Agradezco mucho a vuestra merced tales cumplidos. A fe mía que dediqué largas horas al estudio en mi mocedad. Leí y estudié a los clásicos griegos y latinos, la geometría y el álgebra, pero desgraciadamente no pude recibirme de bachiller.-Sería, sin duda, por tener que atender a los negocios familiares. Perdonadme la

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licencia, pero me extraña sobremanera veros guardando un hato de cabras, teniendo tales prendas como las que habéis mostrado.-Ahí se equivoca vuestra merced -terció Sancho Panza- pues me tiene dicho más de una vez que de linajes rústicos han salido reyes, y que de mi caletre, cuando sea gobernador, pueden salir más sentencias que dijo Catón, aunque no haya estudiado ni sepa siquiera la primera letra del abecé, pues nadie es más que nadie si no hace más que nadie y que muchos creen que hay tocinos y no hay estacas.Encolerizose el de la triste figura y le reprendió.-Enfrena tu lengua, villano, y no muestres la basta hilaza de la que estás fecho. Regáñame mi madre y yo trompógelas. Te tengo mil veces dicho que no interrumpas a tu señor, y que no ensartes refranes a troche y moche, pues te llevan a despeñarte desde la altura de tu impertinencia a la sima de tu ignorancia.-Pues acaba de soltar uno redondo como un queso vuestra merced- replicó el escudero.Don Quijote hizo ademán de levantar el lanzón, pero Sancho Panza escondiose tras el rucio.-Disculpad a mi escudero, señor, y contadme, pues, por qué no pudisteis recibiros de bachiller.-Aconteció que hace unos años -prosiguió el zagal- hubo en el reino gran escasez, seguro que vuestra merced lo recordará, y nuestras autoridades decidieron que la enseñanza habrían de pagarla los pupilos, de tal modo que quedó la escuela vedada a quienes no tuvieran suficientes riquezas para pagarla. Mi familia es humilde, cosa de la que no me avergüenzo, pues es honrada, así que vime de hoz y coz fuera de la escuela sin mi título de bachiller.-Gran sinrazón ¡voto a tal! -y arrojolo redondo don Quijote.-No solo eso, sino que mis antiguas camaradas me refirieron que la enseñanza se halla desde entonces en un estado de postración lamentable. En las aulas hay muchos más estudiantes de los que caben, y hay tal barahúnda de gentes, que no se entienden las lecciones. Los maestros, además, están mohínos, pues han perdido gran parte de sus salarios, además de tener que trabajar en peores condiciones.-Habéis de saber, señor estudiante o cabrero, que es gran desgracia para una república lo que acabáis de contar. Nada hay de más valor para un reino que la educación de sus jóvenes. Así pues, poco bueno aguarda a nuestra patria -sentenció el caballero andante.Sancho Panza, que estaba reventando de ganas de hablar, pero se contenía por miedo a su señor, no pudo más y al fin dijo:

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-Paréceme a mí, mi señor Don Quijote, que todo esto ocurre por vía de encantamiento, como vuestra merced muchas veces me tiene dicho. Ya que no cabe en cabeza de cristiano que sean los propios gobernantes los que quieran arruinar nuestra patria, dejando huérfanos de educación a nuestros zagales.-A fe de caballero andante que ahora has hablado bien -dijo Don Quijote. Se nota que mi compañía va haciendo efecto en tu magín, amigo Sancho. Aún así, dudo que haya encantadores por medio en esta ocasión.El mozo, cuando oyó hablar de encantadores, dio por rematado el juicio del amo y del criado, si alguna duda aún le quedaba.-No hay encantadores, señor caballero. Es todo achaque de privados y banqueros, que entrambos quieren llevarse los dineros del bien común, arruinando a los pobretes.-¿Y no hay quien salga en defensa de tamaña injusticia?-Los propios maestros, señor caballero andante, se han agrupado para hacer fuerza y mostrar a las gentes la ruina que nos aguarda si no corregimos esta situación. Júntanse en la capital del reino y protestan pacíficamente. A pesar de ser más que razonable su protesta, los gobernantes acuden a la Santa Hermandad para que los prenda y los maltrate. Además, las autoridades echan la culpa a anteriores gobiernos y a las potencias extranjeras, en especial a los tudescos, que dominan las finanzas europeas. Hacen oídos sordos a muchos arbitristas, que proponen otras soluciones que no pasen por dañar a la educación. En fin, señor hidalgo, que veo el negocio más que rematado.-No permitiré yo eso, por quien soy. He de ponerme en camino y desfacer este grande entuerto que se hace a nuestra patria. Vamos, Sancho, ensilla a Rocinante y al rucio. Nos ponemos en camino para pelear por la justicia, para eso fui armado caballero andante.-Tenga cuidado, mi señor, no se vea en otra como la de los molinos y acabemos bataneados, molidos y aporreados -respondió el escudero.-Eres de natural miedoso, Sancho, como todos los de tu estado. Pero no temas, no hay aquí quimeras ni gigantes. Aunque duros de corazón, son humanos como tú y como yo quienes han causado este desaguisado. No ha de ser tan desigual la batalla.Con estos y otros razonamientos fueron alejándose el caballero y su escudero, tras haberse despedido del muchacho, que quedóse maravillado de la valentía de Don Quijote, cuerdo y loco a ratos, pero siempre presto a defender a los menesterosos.Cuenta Cide Hamete Benengelí, grande historiador arábigo y autor de esta verdadera historia, que don Quijote y Sancho se dirigieron a la corte y allí se les vio en la Puerta del Sol, tomando partido por los agraviados ciudadanos de esta república.

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El Congreso (homenaje a Stanislaw Lem)

Extracto del libro de actas del congreso sobre Costumbres e Instituciones del hombre del Neogeno, celebrado en la colonia XHK452, en el planeta Marte.

Poco sabemos del hombre del Neogeno. Tras la oscura Era del Caos, que se extendió durante cientos de años, como una sombra, sobre las civilizaciones terráqueas, no quedaron apenas recuerdos de las culturas preatómicas.En esta intervención pretendo rescatar del olvido un pequeño fragmento de esa remota Era del Neogeno, a la luz de las excavaciones realizadas en algunas regiones de la Tierra. Varios de los objetos encontrados, conocidos en la literatura científica como “papeles”, o “papyr”, nos han revelado importantes datos, al tiempo que nos han sugerido profundos enigmas. Mis recientes investigaciones sobre la mítica institución llamada “Es-kuela” (nos acogemos a las transcripciones de la Escuela Marciana de Paleografía) arrojan dudas sobre las interpretaciones vigentes acerca del culto al “Tex-to”, también llamado “Ly-bro”. Puedo afirmar que, lejos de tratarse de un fenómeno marginal, estaba extendido por todo el planeta y exigía constantes sacrificios de cerebros jóvenes. “Tex-to” era, además, considerado un dios cruel e insaciable. Temido y seguido masivamente por los sacerdotes del culto, los llamados “magistri”, este ídolo se convirtió en omnipresente y quienes osaron apostatar o dudar de su infalibilidad sufrieron el ostracismo.“Tex-to” tuvo una mutación tardía, en una época crepuscular de su culto, convirtiéndose en “dii-gi-taal”, aunque su esencia permaneció inalterada.Relacionado con este ancestral mito de la “Es-kuela”, me permito también poner en duda las interpretaciones sobre un elemento central en el folclore “es-kolar”.

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Me estoy refiriendo al enigmático “Curric-Ulum”(seguimos la transcripción indicada más arriba). Puedo afirmar basándome en las “Notas sobre el hombre del Neogeno Tardío”, del ilustre Laa Bar, Polignóstor Octavo de la Escuela Histórica Lunar, que a ”Curric-Ulum” se le atribuía una existencia sobrenatural , lo que le convertía en inalterable. Además, según afirma la corriente citada, los intentos de refutar este dogma eran severamente castigados, especialmente bajo la dinastía de los “Inspectors”. Por tanto, no se le consideraba como un ser (lo que pone de manifiesto rasgos totémicos de aquel culto, insólitos para una época de ciencias exactas bastante desarrolladas), y se lo identificaba, al menos en sus actividades prácticas , con “Tex-to”.Lo que me resulta enormemente extraño, y me hace dudar de todo el edificio conceptual que hemos construido en torno a este mito de la “Es-kuela”, es la mención que se hace de la educación y al aprendizaje en uno de los vestigios desenterrados recientemente entre las ruinas de un lugar dedicado a este culto.Esa es, quizá, la principal novedad que quiero presentar en mi intervención y que les quiero dejar en forma de pregunta: ¿qué relación hay entre el aprendizaje y el culto desarrollado en la “Es-kuela”? Esta cuestión no puede ser contestada aún, dado el estado incipiente de mi investigación. Y quizá, por desgracia, ese enigma no pueda ser jamás resuelto, ya que la mayor parte de la historia del Neogeno quedará para siempre oculta.

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P r e f i g u r a c i ó n

El treinta de abril de 1941, Borges cenaba en la calle Garay con Carlos Argentino Daneri, primo hermano de su adorada Beatriz Viterbo y encargado de una biblioteca en los arrabales del sur. La muchacha —alta, frágil, trasunto de la amada de Dante— había muerto una candente mañana de febrero de 1929. Desde entonces, el escritor visitaba la casa familiar una vez al año para renovar su devoción sin esperanza.En aquella velada primaveral, Daneri emprendió una vindicación del hombre moderno:

—Lo evoco —dijo con una animación algo inexplicable— en su gabinete de estudio, como si dijéramos en la torre albarrana de una ciudad, provisto de teléfonos, de telégrafos, de fonógrafos, de aparatos de radiotelefonía, de cinematógrafos, de linternas mágicas, de glosarios, de horarios, de prontuarios, de boletines...

Días más tarde, el escritor descubrió que tales ideas —que a la sazón le parecieron vanas y pomposa su exposición— provenían del hallazgo por parte del fatuo bibliotecario del Aleph en el sótano de la casa familiar. —¿El Aleph?— preguntó Borges.—Sí, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos— contestó con melancolía el primo de Beatriz Viterbo.Ese inefable objeto, extraordinario observatorio del universo, lo utilizó Daneri para escribir un farragoso y pedantesco poema que Borges escuchaba con paciencia.Ese Aleph, tal como me lo describió Borges cuando me encontré con él años más tarde en un banco de Hyde Park, me pareció una prefiguración de Internet.—En él está todo desde todos los ángulos— me aseguró.Ese maravilloso objeto que a Borges le produjo infinita veneración, para Daneri fue sólo un almacén de materiales para construir su absurda y espantosa obra.Un descubrimiento puede abrir las puertas a una nueva forma de mirar o contribuir a adornar hasta el barroquismo una visión que ya existe, para lo cual resultaría redundante e inservible.

NOTA:Los personajes de Borges, Daneri y Beatriz Viterbo son ficticios, jamás existieron. Tampoco existe la calle Garay. Lo único cierto es que el interminable poema del falso escritor recibió el Premio Nacional de Literatura y que leí El Aleph en un banco de Hyde Park, en Londres.