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Imagineria

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Imatge d'escultura barroca espanyola

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Cristo Flagelado, hacia 1616 Madera tallada y policromada 74 x 39 x 31 cm

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Cristo atado a la columna

Paso de la Flagelación (1619) Iglesia de la Vera Cruz.

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Ecce Homo (1612 – 1613)

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La Piedad

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Cristo yacente

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Cristo muerto

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Santo Cristo de la Luz

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Paso de Cristo Crucificado (1630)

Paso del descendimiento de la Cruz (1623)

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Santa Teresa

Inmaculada

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Inmaculada La Redonda Logroño

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Bautismo de Cristo San Francisco de Asís

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Juan Martínez Montañés

Imagen de Santo Domingo penitente, del año 1605. La policromía fue realizada por Francisco de Pacheco. La escultura fue encargada para el convento de Porta Coeli, hoy en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

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Detalle del rostro de San Francisco de Borja, Iglesia de la Anunciación de Sevilla.

San Cristóbal, Iglesia del Salvador, Sevilla.

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Cristo de la Clemencia, de Juan Martínez Montañés.

ANÁLISIS TÉCNICO. FORMA: imagen, que mide 1,90 ms. de altura (sin la cruz), fue policromada por el pintor Francisco Pacheco. MÉTODO: imagen realizada en madera de cedro, mediante talla y con policromía posterior. Obra escultórica que representa a Jesús crucificado. La

DESCRIPCIÓN GENERAL: La imagen del Cristo de la Clemencia nos muestra, en una clara composición trapezoidal, a Jesús clavado en la cruz mediante cuatro clavos (dos en las manos y dos en los pies), aún vivo y con la cabeza inclinada hacia su hombro derecho. En ella presenta una amplia corona de espinas de traza natural, a modo de casquete. Pese a tratarse de un crucificado, los rasgos dramáticos no están exagerados. Sólo apreciamos rastros de sangre en las heridas de las manos y de los pies, así como en la que se derrama por el rostro y el pecho desde la corona. La carne está policromada en color mate y no se ha producido aún la herida en el costado. De todo ello puede deducirse que el momento de la muerte no resulta inmediato.

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El cuerpo de la imagen está trazado de manera naturalista y realista, siguiendo un claro canon alargado, herencia de los planteamientos manieristas. El detalle anatómico es perfecto, sin que se aprecien signos evidentes de excesiva tensión muscular, más allá de los que requiere la propia composición. Como única vestimenta el crucificado muestra un paño de pureza que describe un amplio óvalo, se recoge con un gran nudo hacia su lado derecho y se desarrolla mediante numerosos pliegues de tamaño reducido. La pierna derecha se cruza sobre la izquierda, para acabar presentando los pies casi en paralelo, dejando bien visibles ambos clavos.

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Por otra parte, Jesús muestra los ojos abiertos y su mirada, que podría calificarse como de serena, dulce y triste al mismo tiempo, se dirige hacia la parte inferior. La boca también se halla entreabierta. De todo ello podemos deducir que la imagen combina a la perfección dos elementos característicos de la escultura barroca española, cuales son el naturalismo realista y el clasicismo. Muy probablemente para su talla Marínez Montañés debió inspirarse en un crucificado elaborado por Miguel Ángel, que conocería por una copia existente en Sevilla o bien por estampas.

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Análisis simbólico: La simbología de un crucificado, dentro de la religión cristiana, es tan evidente que no requiere ser comentada en detalle: la muerte de Jesús en la cruz (que debe entenderse continuada en su posterior resurrección) es la base en la que se fundamenta el cristianismo. Muriendo en el madero, el mismo Dios da cumplida cuenta de su amor a los hombres.

En relación con ello, hay un rasgo en la imagen muy interesante. Se trata de la disposición de la cabeza y, por consiguiente, de la dirección de la mirada de Jesús, hacia abajo. La posición de la cabeza, exigida por el propio contrato en el que se basó la elaboración de la escultura, implica que Cristo mira directamente a quien se sitúa delante de él en un plano inferior y la mirada deviene en símbolo tanto de los propios sufrimientos divinos por la especie humana como en emblema de perdón. Y por extensión el perdón se entiende concedido no sólo a quien contempla directamente a la imagen sino a la humanidad en su conjunto. La mirada del Cristo de la Clemencia es pues símbolo del amor de Dios a los hombres y, según los planteamientos cristianos, de su infinita misericordia.

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Martínez Montañés talla esta imagen en la Sevilla de los primeros años de siglo XVII, heredera de la de los esplendores del siglo XVI, cuando la ciudad crece espectacularmente a raíz del establecimiento en ella del monopolio del comercio americano, concretado en la Casa de la Contratación. Están cercanos, no obstante, los años de mediados de la centuria, en los que las crisis financieras y las sucesivas epidemias podrán fin a la época de apogeo de la ciudad. En Sevilla se halla ampliamente difundido el espíritu de la Contrarreforma católica, afianzado en la amplia difusión de las órdenes religiosas, de forma que la mentalidad barroca se pone al servicio de esta idea de defensa a ultranza de los principios de la religión. A este efecto, la imaginería es un recurso de primera importancia.

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Magdalena Penitente. Pedro de Mena. 1.71 cm

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La Oración en el Huerto. 1754.

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San Jerónimo Penitente. 1755.

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