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"La ciudad de los niños" (ideas)

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Algunas de las ideas principales, junto con comentarios y reflexiones personales, expuestas en el libro "La ciudad y los niños", de Francesco Tonucci.

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LA CIUDAD DE LOS NIÑOS

Sara Alonso Diez

1º de infantil

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Cuando empecé a leer este libro no sabía muy bien que era lo que me iba a encontrar. Tenía una idea totalmente diferente sobre el tema que podría tratar. De hecho la propuesta sobre los niños como parámetro clave y básico de la gestión y planificación urbanas me sorprendió. A medida que avanzaba con la lectura, y sin haberse expuesto aún las razones por las que se elegía al niño como parámetro de la ciudad, me surgían muchas preguntas y dudas sobre el tema. No entendía como se podía adaptar las ciudad, y con ello todos los ciudadanos, a los niños; a sus ideas, sus necesidades, sus cuidados, su seguridad, etc.

Pero una vez finalizado el libro he podido entender bastante bien su propuesta. Ya no me parece algo alocado o sin mucho sentido, de hecho pienso todo lo contrario. A continuación voy a exponer y comentar tres ideas que me han parecido interesantes y que considero es importante resaltar.

a. El abandono de las calles, el juego y el tiempo libre

La sociedad es la red de relaciones sociales que se establecen entre personas que comparten un determinado espacio social, tanto geográfico como virtual. Esta definición me hace cuestionarme la realidad actual de las ciudades. ¿Hacia qué modelos sociales nos estamos dirigiendo?

En los últimos años, durante un periodo muy corto de tiempo, se ha producido un enorme y rapidísimo desarrollo de la tecnología. Es imposible negar que esto tiene muchas ventajas, pero está claro que afecta a las familias, a las relaciones y el desarrollo de las ciudades. Si comparamos las relaciones sociales de hace unos años con las que tienen lugar hoy en día se puede ver cuánto ha cambiado la situación.

Vivimos y nos relacionamos a través de la tecnología. Puedes estar perfectamente conectado con todos tus conocidos, amigos y familiares mediante un simple teléfono; les puedes ver, oír y escuchar sin casi ningún problema, y todo ello sin salir de tu casa.

Debido a esto, y aunque no sea el único factor influyente, las personas tendemos a quedarnos mucho más encerradas en nuestro pequeño y cómodo espacio. La gente desaparece de las calles y estas poco a poco se hacen más peligrosas. Aquí empieza el temor y la preocupación de los padres por sus hijos. Tienen miedo de dejarles salir solos, de que queden con sus amigos y de que jueguen explorando distintos sitios. Y por ello muchas veces optan por incluir en la casa todos los juegos, objetos y facilidades que pueden hacer que un niño se entretenga y se olvide del exterior.

Y todo este aislamiento y la creciente peligrosidad de las calles afectan principalmente en los niños. Por ejemplo, en el juego. Es una oportunidad de vivir experiencias únicas, de enfrentarse solo a la complejidad del mundo, movidos por la curiosidad y el interés propio. El juego es un momento de libertad en que los niños pueden experimentar con todo lo que tienen a su alrededor, descubriendo nuevos rincones, escondites, riesgos, objetos, y desarrollando sus capacidades de autonomía y de relaciones sociales.

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El libro habla sobre algo que nunca había pensado y son los parques infantiles. Están totalmente preparados para los padres, para que su vigilancia se haga más fácil y los riesgos que puedan sufrir los pequeños sean menores. De nuevo, estamos pensando en los adultos y no en las necesidades reales de los niños.

El ocio de los niños se ha visto completamente modificado de lo que era unos años a lo que es hoy en día. Al considerarse la ciudad como un medio hostil y peligroso los grupos de interacción de los niños se han visto muy reducidos. Normalmente si se quiere ir a jugar a la calle siempre van acompañados de algún familiar o cuidador, y se relacionan con los niños del barrio o incluso solo aquellos del bloque de pisos. La sobreprotección y defensa de los padres ha crecido mucho.

Además el tiempo libre de la infancia está muy regulado por los otros. Los padres buscan principalmente que su hijo aproveche su tiempo aprendiendo, no mediante el juego libre, sino muchas veces en las instituciones no formales (clases de patinaje, de baloncesto, de batería, etc). No digo que eso esté mal, pero no debería ser lo único. El niño necesita desarrollar sus facultades por sí mismo y desde el medio natural, desde lo que le interesa.

b. Dejar a los niños “ser niños”

Las ciudades se han olvidado de la mayor parte de los ciudadanos, pero en especial de los minusválidos, los pobres, los ancianos y los niños. Solo están pensadas para las categorías más fuertes: los adultos y la productividad.

Es muy importante conseguir un objetivo concreto: que los niños puedan salir solos de casa. Recorrer las calles es importante para el crecimiento cognitivo del niño, y es una necesidad. Pero ahora cuando salimos suele ser para ir a un sitio concreto, por lo que predominan las prisas y las ganas de llegar cuanto antes al destino. No disfrutamos del camino ni nos paramos a disfrutar de los detalles; en cambio, los niños se emocionan por cada parada, cada sorpresa y cada nueva imagen. Recogen todo lo que encuentran en el camino y se ilusionan. Hoy en día cuando los niños se mueven es mayormente en compañía de los adultos, dentro del coche, o en el metro, en el autobús. Esto causa muchos problemas de falta de autonomía, así como problemas de orientación y bajísimo conocimiento de su zona.

Y esto muchas veces es objeto de incomprensión por parte de los adultos. Son comunes las frases “Para ya quieto!” o “No toques eso!”. Recuerdo el otro día que estaba en el metro volviendo a mi casa cuando un grupo de 15 niños entraron cuidados por dos adultos. Estaban muy contentos y emocionados por estar todos juntos en un vagón; jugaban a ver cuánto aguantaban en el mismo sitio sin moverse, a ver quién cogía el primer sitio libre...A mi lado iba sentado un señor de unos 60 o 70 años, y cuando me di cuenta estaba mirando a los adultos como pensando “vaya par de irresponsables, que dejan a los niños corretear y armar ese jaleo en el vagón”. De hecho, más de una vez dijo que parasen de moverse y que se callaran.

En mi opinión este tipo de actitudes son las más perjudiciales. ¿Qué puede haber de malo en que unos niños jueguen y se lo pasen bien? Son niños, y no van a ir quietos sin hacer nada,

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ellos solo quieren jugar, divertirse, relacionarse y aprovechar cada momento. Otra vez vemos el juego, ese juego libre, autónomo, que te invita a probar cosas nuevas y afrontar riesgos.

Si privamos a los niños de jugar pierden ese componente del desarrollo de asumir riesgos por ellos mismos, y aún peor, cuando son adolescentes pueden rebelarse. Con esto me refiero a que ya cansados de la sobreprotección de sus padres, deciden “jugar” y arriesgarse en esta edad, cuando hacerlo es mucho más peligroso.

c. La ciudad sin coches por un día

Me ha llamado mucho la atención la propuesta de la jornada sin coches. Un día al año, los domingos de la semana de la campaña “Mi ciudad y yo”, los niños y los adultos se apropian de las calles, que por un día se convierten en espacios sin coches privilegiados para el juego. Los niños caminan sobre las rayas divisorias de la carretera, juegan sobre lugares en los que cualquier otro día sería muy peligroso, y se apropian de todos los rincones de la ciudad.

La calle se convierte también en un espacio para los juegos tradicionales, para el teatro, el desfile en zancos, etc. En general, la calle se convierte en un nuevo mundo, como una página en blanco, sobre la que los niños pueden crear, inventar, pintar, aprovechar y usar a su gusto, sin ningún peligro.

Aquellos automovilistas que conduzcan ese día tienen que dar rodeos y coger caminos más largos para llegar a su destino. Lo que se desea con la propuesta es que no lo vean como un estorbo, una tontería o una pérdida de tiempo, sino como un día, único y especial, dedicado enteramente para los niños y todos aquellos que tengan ganas de recorrer la ciudad por un día sin peligro, abriendo nuevos horizontes. De esta forma se rompen los hábitos, se ve la alegría de los niños y poco a poco se va aprendiendo a escuchar a los niños. Probablemente los resultados de este día sean muy enriquecedores, y los padres y adultos que participen encontrarán esta propuesta como algo diferente que les ayudará a ver las cosas de otra manera, desde otra perspectiva.

Como hemos dicho antes, es imprescindible que los niños aprendan que hay todo un mundo fuera de casa, calles por descubrir, espacios que utilizar y juegos por inventar. Con este día los horizontes de los niños respecto a las posibilidades de la ciudad se desbordan. Es un día en el que son completamente libres y descubren en la ciudad libre un paraíso. Después de esta experiencia es muy probable que tengan muchas más ganas de salir y explorar, no de quedarse en casa encerrados, sin ver a sus amigos, y sin poder curiosear o usar su imaginación.

A pesar de todo ello, creo que organizar toda la ciudad para un día como este es un trabajo duro. Seguro que hay que enfrentarse a muchas objeciones de los ciudadanos, así como problemas que plantea la propia ciudad. Pero creo que es un trabajo que merece la pena, que puede abrir los ojos a la gente para que se tenga un poco más en cuenta a los niños, y para que vean que hay un mundo más allá de los hogares o los centros separados y especializados de juego. Está claro que no es más que un día de todo un año, pero las propuestas innovadoras como estas cuestan trabajo, y es con pequeños pasos como poco a poco nos iremos acercando al modelo deseado.