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Revista literaria y de cultura en cualquier manifestación Número: 5 La Esfera Cultural www.LaEsferaCultural.com 9774459 917431 2 3 Entrevista Rosa Montero Lágrimas en la lluvia Selección de textos literarios - Ilustraciones - Crítica - Entrevistas... Entra en La Esfera

La Esfera nº5

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Page 1: La Esfera nº5

Revista literaria y de cultura en cualquier manifestación

Número: 5

La Esfera Culturalwww.LaEsferaCultural.com

9 7 7 4 4 5 9 9 1 7 4 3 1 23

EntrevistaRosa Montero

Lágrimas en la lluvia

Selección de textos literarios - Ilustraciones - Crítica - Entrevistas...

Entra en

La Esfera

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Leo y me quedo colgada de una línea, danzo en su trazado, hago una pausa en sus comas y me detengo en sus puntos. Hace tiempo que estoy aquí, en mi dulce cautiverio, amparada por la tinta que me nombra. No quiero regresar a la existencia cotidiana. Dentro de estos párrafos, he encontrado abrigo y gozo. Afuera, hace frío. Lo peor será cuando me entre hambre, porque no sé si el papel alimentará.¿Quién me mandó meterme entre las páginas de una novela? Aunque lo deseara, ya no encontraría el camino de regreso al mundo real. Pero no estoy muy segura de que forme parte de ese mundo. El autor me trata siempre como a un personaje, como a un ser de ficción, y me temo que yo misma he decidido serlo: su trama me resulta más sugestiva que mi monótona realidad.No me preocuparé por cuestiones minúsculas: mi destino ahora no se guía por la batuta que dirige a los seres comunes. Creo que las heroínas de historias singulares no necesitan nutrirse, a ellas les basta con la imaginación de quien las sustenta.

Temores insustanciales(Isabel Martínez Barquero)

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Ilustración de Ada Ortega para La Esfera Cultural, ilustrando el texto: “Roturas de la Crisis” .

PORTADA 5

La realidad no es blanca ni negra, no tiene formas

definidas ni reglas inmutables. Al menos, así es tal y como la

percibimos los escritores.

Es nuestro trabajo: diseccionamos la realidad, exponemos lo

que guardamos dentro, descubrimos que una pinza puede ser

un tenedor y un bisturí, un cuchillo. Ponemos el mundo patas

arriba y ordenamos el caos.

Desde La Esfera te ofrecemos tantas visiones del mundo como

escritores escriben en nuestras páginas.

Podrás encontrar flotando en

aguardando el .

Sentirás la de la , el

, el de la

.

Te perderás en los del y en

el de la .

En este número nos abrimos en canal, emplatamos nuestro

cerebro y tripas para quien quiera degustarlos.

¿Te atreves a sentarte a nuestra mesa?

Ana Joyanes Romo

Codirectora

ídolos de plata aguas

subterráneas, hojas amarillas desayuno familiar

dolorosa necesidad tejedora de palabras

amor a la altura de un par de zapatos beso envenenado

actriz con ínfulas de mujerojos líquidos coleccionista de ideas

brillo estéril radiografía de un instante

Foto portada:Francisco Concepción Álvarez,Título: “Las ideas están servidas”

La Esfera Culturalwww.laesferacultural.com

[email protected] de correos, 62. 38080 S/C de Tenerife

Francisco Concepción Álvarez

Ana Joyanes Romo

Amando CarabiasDácil MartínMarcos Alonso HernándezInmaculada VinuesaAnabel ConsejoJosé Francisco Diaz-SaladoMiguel Ángel Brito

Seguismundo ReyLaura HernándezSara LewCamino RoqueCristina TabaresFrancisco OlivasJuan Luis López AnayaPaula PlazaInma VinuesaAlicia GüemesMª José FernándezElizabet BertolínAna Luis RaveloLaura BauteMarian Alefes SilvaCristina Tabarez

FranCo

Producciones Gráficas

Dirige y edita:

Codirección:

Comité Editorial:

Entrevistas:Antonio Guerrero Ruiz

Ilustradores:

Maquetación y diseño:

Impresión:

El silencio ante la obra maestra

84, Charing Cross Roadde Helene Hanff

EntrevistaRosa Montero

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Mientras en la radio sonaba Camarón cantando "Te voy a hacer unos zapatitos del ala de mi sombrero", ella buscaba el amor, aunque durara un suspiro, en esas calles estrechas, enmarcadas por los cielos de sus balcones. Y se topó con él de frente. Ahí estaba, tras el cristal, esperándola. Cinco minutos de presentaciones, lo justo para saber que era la horma de su pie y convertirse en su dueña bajo pago. El color y la suavidad de su piel aterciopelada prometían un largo futuro. Su altura la ayudaría a caminar con paso firme o levitando a 10 centímetros del suelo. Y en los instantes de pasión sería el complemento perfecto y sensual de su desnudez. Una fantasía de 100 euros en monedas, de color nazareno y grana. Un par listo para dar el estoque, al bravo que se cruce por nuestro camino.

El amor a la altura de un par de zapatos

(Ana Crespo Tudela)

Las estrellas se me antojaban muy lejos y zarandeé el cielo. Cayeron como hojas de otoño. Nunca tuve ninguna duda, sabía que acabaría mal. No necesitaba una razón.

—¡Niño!, ¿qué hiciste?—Me riñeron, no podía ser de otra forma. ¡Bárrelas!,- me ordenaron.

—No están tan lejos— susurré. Su no contestación caníbal devoró mi respuesta.

Las barrí sin que me dieran escoba, metiéndolas bajo la alfombra. No necesitaba para ello una razón.

—Las estrellas están muy lejos, pertenecen al cielo, son intocables, s u s p u n t a s p i c a n y s o n inaccesibles—me sugestionaban. Esa era su razón.

Bajo este cielo, viven invidentes, que rezan por el mal-pensé- Saben mi nombre, pero yo no sé el mío. Les adelanto para abrirles el camino. Metí las estrellas bajo la alfombra, sabía que todo acabaría mal. Y ahora tengo mi razón. Quiero oler y masturbar mi interior. Regalar lo que siento. Estar fuera de control. ¡Quiero hacerles ver!

Brillo estéril(Francisco Concepción)

–¡Desnúdate! –ordenó el hombre.

La mujer se quitó con lentitud la ropa, luego la piel.

Sumisión (Lucía Díaz)

Noticias Cuando llegamos era tarde.Ya había partido el pequeño camión naranja que, lleno de sobres y encomiendas, nos alegraba la vida cuando traía noticias de lejos, plenas de esperanza y amores entrelazados en la distancia.Ese día no apareció la carta que esperaba. Otro día más de espera y anhelo agazapado en mi pecho hasta el próximo paso del camioncito que nos dejaba llenos de polvo del camino y con las pestañas marchitas. Volaron alto las hojas secas de los laureles de la plaza, mezclando las finas gotas con el aire caliente pegado en la piel de la espera...

(María Magdalena Padón)

que no llegan

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El viento se lleva las hojas muertas y los manuscritos olvidados. Las palabras amarillas flotan levemente antes de caer, rendidas, sobre el camino de la infancia. El anciano las va recogiendo y apilando mientras ellas hablan de recuerdos ajados por el tiempo, aunque tan vivos como tenues destellos de luz entre las nubes de otoño. Recuerdos errantes que se lleva el viento, junto a las hojas muertas.

Hojas amarillas(Sara Lew)

aúl quería ser poeta. Con esa vocación había alimentado de goces su cuerpo. Placeres contables e incontables. Viajó por el mundo con actitud camaleónica, mezclado entre sus gentes sin Rser visto. Leyó clásicos, los más, y entró en el alma de los

poetas hasta alcanzar a ver sus vísceras abiertas. Vio, tocó, olió, bebió fascinado en la fuente de la vida antes de tomar la decisión de escribir y contárselo a todo el mundo.Se sentó a escribir una tarde de mayo. Lo primero que dibujó fueron trazos breves y frases inconexas. Poco fluidas. Nada reveladoras de sus sentimientos. Rompió una y otra vez papeles garabateados de absurdos. Observaba con impotencia cómo sus pensamientosse desvanecían al asomar por la punta de los dedos.Raúl dejó entonces de escribir y se sentó en el sofá del salón para revolcarse en él con sus sentimientos. Amor y odio. Desprecio y fascinación. Deseos incontenibles y ascos infectos. Mezclando palabras y sentimientos elaboró platos a veces placenteros y a veces difíciles de digerir. Tortuosos. Rumió toda aquella comida verbal, la única que comió durante días, y por fin encontró un hilo al que agarrarse y empezó a tirar de él para escribir. Llenó hojas y hojas de poemas que describían al mundo, al hombre, la vida y la muerte, y tanto escribió que acabó después de varios días extenuado, solo y vacío. Llamaron a la puerta con insistencia e intentó hablar, pero ya se había olvidado de hacerlo. Solo sabía escribir y leer lo que escribía. Tuvo hambre otra vez y decidió volver a sentarse a la mesa y comerse de nuevo las palabras que había vaciado sobre el papel. Platos cocinados, ya fríos, listos para volver a ser comidos y vomitados de nuevo en un círculo infinito y vicioso de bulimia literaria.El hedor que provenía de la casa de Raúl llegó hasta la oficina de los Servicios Sociales. Decidieron, al ver su caso, que lo mejor sería sacarlo de allí. Le prohibieron escribir. Escondieron lápices y papeles mutilando sus manos. Se quedó cocinando entonces platos en su cabeza. Platos hechos de palabras caleidoscópicas. Impronunciables. Rumiando recuerdos.

Rumiando(Miguel Ángel Brito)

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uando Mario llegó al pueblo tres años atrás, a Blanca se le llenó el bajo vientre de grillos con solo imaginar de lo que aquellos labios bembones serían capaces si ella pudiera ponerlos a su servicio. Pero cómo podía calentarse los pensamientos, y el bajo vientre, si para todos los efectos era como si estuviese casada. Casada con Dios y con la Santa Madre Iglesia. Y con su tío el párroco, que se ocupó tan amorosamente de ella cuando sus padres desaparecieron. Desaparecieron de la casa, del pueblo y de la faz de la tierra, porque no volvieron a dar señales de vida ni de muerte de un día para otro. Puede que en algún momento cuente también esa historia, pero hoy no quiero divagar, que me disperso. Pues eso, que el tío cura la acogió generosamente en su casa. Incluso puede que no fuera necesario tanto acogimiento, pensaba a veces Blanca desde quele despuntaron los grillos por primera vez cuando se embelesó en la contemplación del cuerpo desnudo de Plácido, el hijo del panadero, bañándose descuidado en el pris. Porque lo que tenía claro desde hacía mucho es que el cuerpo del tío no le encendía los calambres, desde luego que no, ni de lejos, si acaso algo de ardor en la boca del estómago, pero eran ardores bastante distintos, también internos, pero de más arriba.Bueno, a lo que iba, que el negro Mario, porque Mario era bien negro además de labiudo, casi la electrocuta de puro deseo reprimido. Casi la abrasa en sus propios calores de no ser porque le pusieron remedio a tiempo una tarde mientras la misa de ocho tenía ocupado al tiocuramarido y ellos consiguieron un ratito para dedicarlo a retocarse. Sí, eso, a tocarse y retocarse por dentro y por fuera aprovechando la poda concienzuda a la que Mario estaba sometiendo el jardín parroquial desde hacía semanas, muchas para lo chico que era.Pero claro, luego a Blanca dejaron de interesarle los

sermones del tío, qué hastío, todos iguales, incluidos los que le colocaba en las sobremesas sobre las virtudes de las almas cándidas y entregadas como la suya, tan inmaculada, impoluta. Porque su amor por ella era pura pureza fraternal, Dios era testigo, voluptuosos tocamientos a la niña-virgen sin pecado concebida. Tan eterna que iba a ser su vida en el paraíso ese que se le antojaba cada vez más aburrido. Y ella con lo interesante del demonio Mario metido dentro, bien adentro. Y el tío divagando alelado en sus delirios místicos que empieza a inquietarse. Y el jardín que no avanza. Y Blanca que no se confiesa.Y el maridocuratio celoso que la espía hasta dar en el blanco... bueno, en la diana. Una de aquellas tardes que Blanca y Mario tienen bien organizadas, el tío vuelve al poco de salir al oficio y entra sigiloso por la puerta de la cocina. A los amantes les había faltado tiempo para estar ya el uno metido dentro de la otra en el lecho vicario, más amplio para dar cabida a sus irrefrenables pasiones recientes. Y al pobre hombre de Dios que lo abandonan sus credos de repente y se desmaya en silencio, sin perder del todo la consciencia, sin perderse detalle. El detalle de Mario en Blanca, de Blanca gritona, de Mario negro, de ojos en blanco, de sudores que brillan las pieles al trasluz, de olores mezclados entre tenues polvos atardecidos y sabores adivinados a especias saladas.Y el religioso que se ahoga en la explosión de vida que inunda el cuarto, el suyo, que se le cuela por debajo de la sotana negra, de siempre más complaciente con la muerte que comprometida con los vivos, hasta rasgarla en jirones como de flecos gastados y desvaídos. El pelo blanco escaso que se le desmelena al viento sin aire de la habitación a media luz. Exudación caliente, luego fría, palidez exangüe de sangre redistribuida en lugares resecos. Y el corazón que no le puede seguir latiendo dividido.Blanca y Mario encontraron el cuerpo amontonado en el pasillo con una sonrisa extática dibujada en las comisuras, se culpabilizaron pensando que quizá muriera rezándoles los pecados.

C

(Ángeles Jiménez)

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E n Baeza se enamoró Elisa de un fantasma. Era lógico y posible teniendo en cuenta la alta población de espíritus que purga sus penas en los palacios e iglesias de la ciudad. Sus maneras exquisitas, su jubón carmesí y su gran lechuguilla le fundieron los huesos cuando atravesó sin querer aquel cuerpo de hombre translúcido mientras hacía una visita turística a la catedral. Fue amor a primera vista.Desde entonces ella lo lavaba todas las mañanas con detergente para ropa delicada y lo colgaba bien estirado sobre una silla cerca de la estufa para que se secara. Cuando llegaba la noche hacían el amor hasta la extenuación y él quedaba arrugado como una pasa tras penetrar sin descanso la carnalidad de su enamorada.Fueron felices, entre amaneceres perfumados de suavizante floral y madrugadas de lujuria hidalga, hasta que un día el caballero fantasma, tras esperar impaciente su baño diario, descubrió a Elisa gimiendo mientras dormía, con el cubrecama enrollado libidinosamente sobre el cuerpo desnudo. De nada sirvieron las explicaciones de la sorprendida amada. El hidalgo retó en duelo mortal a la traidora sábana blanca que resultó ser el espectro de Iñigo de Mora y Villegas, conocido mancillador de honras ajenas.

Infidelidad (Mar Horno García)

Nada más existió para ella desde aquel día, ni los niños que jugaban a su alrededor escondiéndose tras ella como si solo se tratara de una parte más del mobiliario urbano de la estación, ni aquel caballero que, quitándose el sombrero, se hizo a un lado amablemente al percibir en su mirada el desgarrador vacío de tan infructuosa espera, ni el flash del fotógrafo que una vez más captaba su desolación. Se habían derramado ríos de tinta sobre su caso: “La novia loca que aún espera todos los días al soldado Javier Olmedo en el tren de las seis; nunca aceptó el fatídico día de su regreso en aquél oscuro cajón, cubierto por una bandera, que los soldados bajaron con solemnidad del vagón de carga”. Tampoco supo nunca en qué momento dejó de sentir dolor para convertirse en la estatua de bronce que hoy adornaba la estación. Al terminar su artículo Mauricio Contreras se acercó a contemplarla de nuevo y como siempre le embargó la ternura, le parecía tan real su desamparo que en un impulso irracional se quitó la chaqueta y cubrió con ella sus hombros desnudos.

La espera (Mª Isabel Machín García)

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Tiene ojeras en los brazos y un horizonte sin ojos. Y una espalda sin pared.Ayer logró entender todo el mundo, cabalgó sobre él y lo arrodilló usando su radiante poder al servicio de la eternidad. Hoy sólo le queda el humo en la garganta del fuego de ayer, las sombras en la piel y el peso de la soledad. Hoy no entiende ni siquiera a sus manos temblorosas, a los que pasan de largo, al silencio de la papelina vacía.No sabe si tiene los ojos cerrados o si ya ha vuelto a morir otro rato.

La espalda sin pared (Carlos Díaz González)

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Es inútil. La he perdido. Por más que quiera que vuelva, tengo la sensación de que se ha ido y dudo mucho que algún día me deje volver a disfrutar de su compañía. Habíamos llegado a un estado de entendimiento total: estaba cuando la necesitaba, o al menos la mayoría de las veces, discreta con mi mediocridad y comprensiva con mis errores. Destacaba mucho más durante mis largos periodos de silencio, poseyendo la extraña virtud de aparecer en el momento más inesperado, aunque con frecuencia lo hacía de noche, cuando la casa se apagaba y el mundo a mi alrededor dormía. Era entonces cuando le gustaba susurrar en mi oído, alterando mis pensamientos con el simple roce de sus palabras.Han pasado unas cuantas semanas y sigo sin tener noticias de ella. Me consta que tiene mucho trabajo, pero yo siempre soñé con poseerla para mí solo. Ahora comprendo lo ingenuo que he sido, intentando retener agua que se me filtraba entre los dedos…Se ha ido. La inspiración para escribir se me ha escapado y ni tan siquiera ha dejado una nota de despedida; me quedan sus poco agraciadas hermanas gemelas, Falta de ideas y Ausencia de imaginación, como únicas acompañantes en esta nueva etapa que ahora comienza. Trataré de buscarla y, cuando la encuentre de nuevo, prometo que todos se enterarán de su vuelta. Porque siento que nunca tendría que haberse escapado.

(Miguel Ángel Díaz Fuentes)Se busca

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24 H. de,

música, literatura y palabra

Dicen que los grandes seres que gobiernan el mundo, a veces, se reúnen en secreto en algún lugar del espeso bosque. Llegan desconfiados y temerosos de que los descubran, recelando de los otros, mostrándose hostiles y agresivos, como si tuvieran miedo. Cuando rebasan la puerta principal, se quitan sus pieles y se descubren, para luego salir del interior de sus titánicos cuerpos unos miserables hombrecillos desnudos, temblorosos y asustadizos, de grandes ojos que sobresalen de sus pálidos rostros enfermizos.Ya en el interior de la humilde casita de madera, bajan por una larga rampa, moviéndose torpemente, chocandounos contra los otros y emitiendo pequeños gruñidos, como si fueran una manada de ratas desorientadas. En la oscuridad, el silencio parece adormecerlos hasta que se oye la débil voz de uno de ellos, que inicia una especie de plegaria que repiten los demás intermitentemente, provocando u n m u r m u l l o q u e s e v u e l v e ensordecedor a medida que rezan cada vez más rápido, casi gritando, a la vez que despiden un olor nauseabundo que ilumina todo el espacio, hasta que, casi al unísono, comienzan a vomitar

una especie de jugo verdoso muy espeso con babosas f l emas ensangrentadas.El lugar se vuelve fangoso e irrespirable. Es entonces cuando, precipitadamente, salen exhaustos y jadeantes de allí, con sus estómagos

vacíos, y, tras ponerse sus enormes disfraces, se mueven entre ellos violentamente, como si estuviesen bailando una danza guerrera, mientras que, a modo de lamentos emiten, abriendo exageradamente sus fauces voraces, unos rugidos atronadores que se extiende por todo el planeta, tras lo cual comienzan a correr en todas las direcciones, dispuestos a devorar el mundo y saciar nuevamente su codicia desmedida.

Los hombrecillos(Marcos Alonso)

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Instante (Miguel Ángel Brito)

El corazón calé martilla su pecho de amante mancillado tras acabar en un instante, de dos zarpazos ciegos, con la amistad traicionada y el amor sentido. Ahora en su cabeza solo queda un grito sordo y el vacío eterno teñido de carmín.

Hace ya un tiempo que empecé a anotar todo lo que Clareta decía mientras dormía. Nunca se lo dije, porque no quería que sintiera violentados y vulnerados su intimidad y su descanso. Pero, después de escucharla varios días conversar con su propio subconsciente, se me ocurrió, para combatir el molesto hecho de no poder dormir durante la noche, volverme su cronista silencioso, sin otro fin que la curiosidad sana y quemar el tiempo ocioso.Hablaba de todo y de nada a la vez. A veces simplemente tomaba retazos sueltos de ideas difusas que no parecían conducir a ninguna parte. A veces, simplemente, no parecían de ella. Como si alguien las hubiera soltado ahí y su propia mente las rechazara y las expulsara.Un día, cuando la costumbre me permitió discernir mejor, descubrí que Clareta recitaba casi a la perfección uno de mis sueños, que ese día pude recordar, para variar, con claridad.Descubrí que Clareta, mientras yo dormía durante el día, anotaba mis sueños, y ya no supe ni he sabido distinguir, en adelante, cuáles son míos y cuáles son de ella.

Reflejos(Enrique Trenado Pardo)

Erótica II(Isolda Wagner)

Él leía sin demasiado interés. Ella, con las piernas cruzadas en el otro extremo del sofá, le daba una última vuelta al crucigrama, aún a sabiendas de que no lo terminaría. Tal era su complicidad, que aunque nada parecía alterar el ambiente, como por arte de mag ia , de p ron to les inundaba el deseo. Tan sólo era prec iso un l igero movimiento de uno de los dos. En este caso, fue ella quien se subió levemente la camisola, lo suficiente para dejar al descubierto la ropa interior sin quitarle la mirada de encima, directa a sus ojos. No tenía más que dejar caer la mano sobre el pubis, como con descuido, para que él se encendiera al instante. Le encantaba mirarla en esa actitud y ella deseaba que él actuara de igual manera. Así hacían y, mientras peleaban con ambas prendas hasta deshacerse de ellas, las manos se confundían y alternaban entre el propio sexo y el contrario. Los labios se acercaban, sin encontrarse. Este juego siempre les atrajo. Si llegaran a besarse en lo más

profundo, con calma, como solían, paladeando cada milímetro de sus bocas impregnadas de sí mismos, no habría vuelta atrás. Y si algo apreciaban, era la lentitud de movimientos para alargar el placer tanto como fuera posible. El deseo iba

c r e c i e n d o e n proporción a las caricias que se r e g a l a b a n . S e servían de algo tan delicado como la l e n g u a p a r a degustar sabores y t e x t u r a s inundando todo de saliva y sorbiendo cuanto emanase

de ambos, hasta sentirse ebrios de tanto efluvio. A estas alturas, rodando ya sobre la alfombra, sabían cercana la explosión final, pero conocían con precisión el instante en el que bajar de ese estado de excitación sublime. Después de tantas delicias, él sugirió, -¿Te parece que preparemos la cena? -Nos vendrá bien reponer fuerzas.Lo mejor estaba por venir, la noche prometía ser larga.

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e ampara en el camuflaje que presta una noche de luna nueva, sigiloso…, envanecido a pulmón lleno, entra a la granja pasando obstáculos con añadida destreza. Consigue, entre el fosco ramaje, llegar cerca del granero y husmea lo que puede. Untado en la confianza del descuido, prueba el tóxico alimento que el granjero había regado temprano en el lugar y, al rebasar el tejadillo, involuntariamente comienza a restregarse violentamente contra el verde césped y en esa oscuridad detrás de la verja del granero; cuatro ojos impacientes prestan atención a esas convulsiones; ¡cómo se revuelca ese cuerpo sobre el suelo!… su alma mansamente pierde el vuelo para perecer en la tierra. Los dos espec ímenes escondidos saborean lo que podría ser un banquete de varios

días y el compinche de tonalidades llamativas observa aquel felpudo rabo puntiagudo ya inmóvil y, con su garra, le requiere al otro: “Anda tú y chequea que ya esté frío”. El minino de color negro, disiente asustado con la cabeza “que él no irá”. Entonces, el de las coquetas coberteras se aproxima en un revoloteo y aterriza sobre el inerte moteado de dos metros de longitud, y emprende a picotear esa tibia y lustrosa masa manchada de rosetas. Con su inocente canto nocturno, llama a su compañero al festín: “¡Acércate a la cena…, gato cobarde!”.

La cena(Garla Kat)

S

¡Que llueva, que llueva…!

Jajaja… Así crié a la primera. Así

edifiqué su mundo. No existía

otro.

¡Tengo miedo! ¡¡Ahhhh!!… De esa forma me suplicaba, lloraba. Así me comporté con la segunda. Así tinté su existencia. Así esbocé el mundo que le inventé. Su universo, para ella tampoco existía otro.

Las quería de igual manera, de forma infinita. Pero la vida tiene un componente de suerte. A una le tocó el blanco y a la otra el negro. Lo s iento mis n iñas, mis amores…Es la vida, yo no tengo la culpa.

Cuando ambas supieron de la existencia una de la otra, todo se d e s m o r o n ó . S e r u n D i o s irresponsable hace que te derrumbes cuando dejas de serlo. ¿Por qué les tocó a ustedes? ¿Y a mí?

Las amo. Son mías (Francisco Concepción)

Cansancio y soledad (Amando Carabias)

Llegó desnudo al lecho, después de haber cenado su cansancio, envuelto en ensalada y en tortilla, acaso distraído por el vuelo de un balón indolente y caprichoso. Llegó desnuda al lecho, después de haber cenado soledad envuelta en ensalada y en tortilla, acaso distraída por el llanto de la angustia infantil incomprensible. Y el lecho compartido fue, como cada noche, dos murallas de pieles silenciosas tejidas de cansancio y soledad, dos murallas ajenas y enfrentadas, dos murallas dispuestas a olvidar que un día fueron único castillo donde la madrugada era una fiesta de luces y caricias estruendosas, como mil carcajadas en la piel. Cuando al amanecer, regresen los vigías a la almena, y las pupilas alcen sus portones, él se levantará cansado y triste, a ella la soledad le cubrirá los pasos presurosos, engarzados al tiempo

que se fuga. Se cruzarán vestidos, perfumados, pero su paladar no sabrá a beso, sino a café y tostada, y no tendrán caricias como salvoconducto para el día, sino el vuelo indolente de un balón y el llanto indescifrable de la infancia. Durante varias horas, el lugar será trono de olvido, almacén de silencios compartidos. De nuevo él llegará desnudo al lecho después dehaber cenado su cansancio envuelto en un puré y en pescadilla, acaso distraído por la historia de un crimen imposible y farragoso. De nuevo ella entrará desnuda al lecho, después de haber cenado soledad envuelta en un puré y en pescadilla, acaso distraída por el sueño de la infancia feliz e incomprensible. Y como cada noche será el lecho dos murallas de pieles silenciosas tejidas de cansancio y soledad, dos murallas ajenas y enfrentadas, dos murallas dispuestas a olvidar que un día fueron único castillo donde la madrugada era una fiesta de luces y caricias estruendosas, como mil carcajadas en la piel.

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Está bajo el sol de la tarde, pisando con sus zapatos gastados la misma arena que en otras épocas estuvo bajo treinta metros de agua. Enciende un cigarrillo y trata de concentrar la mirada en ese círculo de llamas pequeño para no ver el otro, el que brilla enorme en el cielo, el que lo sofoca de calor y le hace doler la cabeza y ya lo tiene harto. Maldice el lago que no está, el arroyo al que ha quedado reducido, la sequía. De pronto una sombra lo cubre. Observa por encima de su hombro y ve que a sus espaldas, en absoluto silencio, acaba de encallar un barco de vela, muy antiguo, sin tripulantes.Siente que su corazón se desplaza generando otros corazones que laten en las sienes, en la garganta, en las piernas. Siente que el corazón de las piernas le está fallando, teme caer sobre la arena ardiente. Desesperado por encontrar un punto de apoyo gira, recuesta la frente sobre el cuerpo del barco que huele a sal. El olor lo descompone, lo ofende, porque es olor a mar, porque esa arena resquebrajada que está pisando con sus zapatos gastados, jamás conoció el mar. Y él tampoco. Ni le importa. Recuerda que cuando aquel profesor maniático de historia hablaba de las grandes batallas marinas o de los ciclones que hacían naufragar las naves, él jamás atendió.—¿Por qué no estudia?—Porque el mar está lejos, es de otra gente.El barco trae a su memoria desavenencias que había olvidado.Retrocede algunos pasos, lo mira como se mira a un ser peligroso. Reconoce que sus líneas tienen belleza

Ídolos de plata(Patricia Nasello)

pero es una belleza agresiva, que lo descoloca y logra que ahora él se adivine más feo que hace un rato cuando el intruso no estaba, logra que se sepa más imbécil. Continúa mirándolo fijo, quizá se trate de un galeón español, quizá aún conserve su carga de ídolos de plata robados.Un hilo de baba se escurre por sus labios, agua salada que apenas toca el suelo, desaparece.—Si un animal mediocre se enfrenta al fantasma de un animal espléndido, ¿quién ganaría la pelea? —se pregunta en voz alta.Desde el centro de su vientre, donde siente latir al más alocado de sus corazones, saca la fuerza que necesita y con un movimiento torpe, arroja su cigarrillo aún encendido contra el velamen del fantasma.

La edad de los árboles (Manuel Espada)

icen que se puede conocer la edad de un árbol contando las anillas concéntricas del tronco. El árbol que había sobre la tumba de mi Dpadre tenía mi edad. Mi madre lo plantó cuando yo vine al mundo,

justo el mismo año en el que mi padre murió en un accidente de tráfico. La visión de aquel manzano en la finca me perturbaba. Era como contemplar un árbol genealógico a la inversa, como una esquela de hojas caducas. Cuando cumplí los dieciocho años cogí el hacha y lo talé en finas láminas redondas como vinilos. Coloqué una al azar en el tocadiscos. Para mi sorpresa, el tronco tenía diecinueve anillas concéntricas. En el primer surco pude escuchar las promesas de mi padre y los llantos de mi madre. Cuando la aguja saltó al segundo surco escuché un sonido seco, como de crujir de huesos. Un leve quejido y el sonido de una azada removiendo la tierra. En el resto de anillas se escuchaba el sonido de los grillos y las plegarias de mi madre. Dicen que se puede conocer la edad de un árbol contando las anillas concéntricas del tronco, aunque para poder verlas, hay que cortarlo.

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egún me acerco al pozo hago tintinear la bolsa del dinero, para Sadvertirles de mi presencia. Ellos

se revuelven inquietos y comienzan a chapotear ansiosos. Con un movimiento ágil retiro la losa que cubre el agujero y lanzo a las profundidades un par de piezas de oro. La violenta lucha subacuática que se produce a continuación me indica que son muchos ahí abajo por lo que no tendré problemas en atrapar alguno. No obstante, antes de bajar el cubo, introduzco una moneda en su interior a modo de cebo, para

asegurarme el éxito. Unos instantes después la cuerda se tensa y comienzo el ascenso, tirando suavemente de la soga. La polea chirría y hace tambalear el recipiente metálico, pero no derramo una gota. La intensa luz dorada que mana del cubo me indica que he atrapado un buen ejemplar, así que tapo la abertura rápidamente con un trozo de madera para evitar su fuga. Sin tiempo que perder me dirijo de nuevo al lecho de mi padre moribundo, transportando a mi presa con sumo cuidado; fuera del agua los deseos no son tan fáciles de atrapar.

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No abriría los ojos.No. No los abriría. No quería sentir la fría luz sobre su cama. No permitiría que el reflejo verde la invadiera.Con los ojos cerrados, veía el mar azul en el paseo de San Telmo. El sol limpiaba la blanca pared de su terraza, mientras el aire fresco de El Puerto acariciaba su piel, con olor a geranio y a canela.El dolor la hizo volver. Pero no abriría los ojos, no. Había evitado ese lugar durante noventa y seis maravillosos años. No podía verse así, en una cama que no era su cama, en ese aséptico cuarto que no era su casa.Y fue entonces, entre su ira oscura, cuando la sintió: una caricia en su mano, suave, cálida, cariñosa. ¿Cuál de ellos sería? Cinco hijos y sus esposos, ya sus hijos también, nueve nietos,que se habían hecho dieciocho, y sus ocho queridísimos biznietos... Abrió los ojos.¿Quién estaba ahí? No veía bien.—¿Quién eres? —preguntó.—Somos todos, abuela —oyó, y lo sintió fuerte en su mano—, todos.La ira había desaparecido. Cerró lentamente los ojos, y una tímida sonrisa venció al miedo y al dolor. Oía el mar en El Puerto y las risas de sus niños bañándose en el espolón del muelle... guardó la caricia en su corazón, mientras sentía que su alma se dividía en treinta y tres partes que volaban para instalarse en los que se quedaban, alojándose en lo mas profundo, donde las lágrimas no pudieran alcanzar.

Treinta y tres caricias(Teresa Giráldez)

alí de la pirámide de Keops, y volví a encontrarme

con aquel misterioso vendedor que continuaba Sasido a su camello.

Tras el lúgubre velo, que la oscuridad había colocado en

mis ojos, pude adivinar su presencia. Había algo de

enigma en el contorno de su mirada, como si aquellas

líneas de kohol negro separaran dos épocas remotas e

irreconciliables. Sumida en una especie de magnetismo,

me dirigí hacia su puesto, seducida como una serpiente

bien amaestrada. Le ofrecí todo lo que llevaba, unas

pocas piastras que iba a llevarme como recuerdo del

viaje a Egipto. A cambio me ofreció una esfinge, algo

cuarteada pero igualmente impasible. Al llegar al hotel, la

coloqué en la maleta, mientras me reprochaba su compra

y decidía que, dada su condición de tullida, tendría que

quedármela para mí y colocarla en la estantería de

artilugios desencantados.

Ya en casa, deshice la maleta y la saqué de su envoltorio,

no sin cierto desagrado. La coloqué en el lugar menos

visible de la estantería, y traté de olvidarme de ella, de

sus grietas, de su halo de eterna déspota, de su altivez

mutilada. Pero no lo conseguí. Día tras día y por más que

barriera y barriera, mis pies iban dejando un reguero de

huellas en la arena del salón de mi casa.

Eterno souvenir (Ángeles Sánchez Portero)

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Servicio de limpieza (Ana Joyanes)

Servicio de limpieza (Ana Joyanes)

Me obligo a limpiar la sangre. Cristales, paredes, las rendijas del entarimado, las salpicaduras en la tapicería. Desecho cualquier adorno que haya quedado contaminado, me deshago de cepillos, estropajos y baldes, refresco la habitación con ambientadores caros. Soy cuidadoso, no debe quedar rastro de mi tarea, pero mentiría si dijera que no confío en nadie: con los honorarios que cargo bien podría encargar la limpieza a especialistas que saben hacer su trabajo y mantener la boca cerrada. En cambio, limpio sus restos y borro así su recuerdo, sus miradas sorprendidas o espantadas, el olor de su miedo. Me ayuda a recordar que un día puede ser mi sangre la que otro limpie.

Me obligo a limpiar la sangre. Cristales, paredes, las rendijas del entarimado, las salpicaduras en la tapicería. Desecho cualquier adorno que haya quedado contaminado, me deshago de cepillos, estropajos y baldes, refresco la habitación con ambientadores caros. Soy cuidadoso, no debe quedar rastro de mi tarea, pero mentiría si dijera que no confío en nadie: con los honorarios que cargo bien podría encargar la limpieza a especialistas que saben hacer su trabajo y mantener la boca cerrada. En cambio, limpio sus restos y borro así su recuerdo, sus miradas sorprendidas o espantadas, el olor de su miedo. Me ayuda a recordar que un día puede ser mi sangre la que otro limpie.

El arcoiris se desplegó doble justo enfrente de mi ventana, pretendiendo colorear un día definitivamente gris amat ista, c lavado en el mar amoratado engañosamente malva, falsamente calmo en la oscuridad desdibujada que no acababa de consentir la mañana. Se me antojó una visión descarada, burlona de mis t r is tes angust ias que habían despuntado el día recargadas. Una ironía de colores fanfarrones. Pero consiguió clavarme a contemplarlo en su quehacer magnético, hasta profético. Me obcequé en leer entre líneas, entre tonos y matices. No entendí nada, no conocía su lenguaje, no sabía leer entre colores. El gris me empastaba el alma.Cerré la ventana para ocuparme sola en coser mis roturas, pero la cortina trasparentaba y adivinaba los arcos multicolores del otro lado, como si quisieran mostrarme algo para mí

confuso, casi crípt ico, como forzándome a no claudicar, a continuar mirando hacia arriba, hacia el cielo, a la luz blanda de un nuevo día rebosante.Volví a mirar en el momento justo en que el cielo estalló en calambres que aliviaron la pesadez de un chaparrón contenido. Agua escandalosa que chapoteaba los cristales, las hortensias, los rosales, las uvas del parral. Que corría sobrada a desaguarse pendiente abajo. Bulliciosa, exuberante, sabrosa. Agua sobre agua para mojar lo ya empapado.La energía desatada al viento se me ovilló al cuerpo para sacudirme de dentro a afuera. Me zarandeó los pensamientos hasta que pude reubicarlos. Cortó el círculo viscoso de gris en gris para que del negro se f u e r a n d e s t i l a n d o c o l o r e s inexistentes por no nombrados. Tonos irisados de matices nunca antes pronunciados, completamente imprevistos, maravil losamente improvisados. Y amaneció, que no fue poco.

Arcoiris(Ángeles Jiménez)

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¿Te gusta escribir?

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La gente no sabe que sin piernas no hay minifalda. Y María camina, todas las estaciones del año, con las piernas desnudas como una amenaza. No importa, no hay vergüenza. Sacrifica estética y sacrifica salud. María sacrifica, con esas dos palabras ya tienes su lema. Disputa las baldosas con cada paso. No hay pie a su lado que le haga competencia. En el barrio la oyen venir y los viejos, los aburridos, los tenderos y hasta las mujeres bajo las gafas de sol la miran pasar. Ahí va María con su minifalda en verano. Ahí va con su falda de menos de cuarenta centímetros, atrapada entre copos de nieve que le hacen adorno. La gente abre la boca, una "O" mayúscula entre labios, los hombres sacuden las manos como para que la sangre no se agote toda en el mismo sitio. Ella, como una pantera, va calle arriba y calle abajo haciendo una jaula de envidias alrededor. María no tirita de frío ni siente que llueve cuando las gotas protestan sobre el paraguas. A ella le da igual y abre el armario todas las mañanas para rescatar otro pedazo de tela, casi un cinturón, que le cubra los muslos hasta donde tiene los cortes. Se peina, se pinta y coge los bártulos. Las piernas le rozan un poco antes de entrar en el muñón.

Minifalda(Alberto García Salido)

Radiografía

)Te observo así: con la clandestinidad como aliada.Tus manos escarban la tierra del jardín mientras tu boca tararea una canción. Apartas un mechón de pelo que cae -rebelde-, sobre tu frente. Lo apartas con un gesto mil veces repetido y mil veces fascinante y nuevo, para mí. Tu feminidad aflora en ese vuelo fugaz de tus dedos a tu pelo y se queda prendida en mi embeleso.Tus manos -rugosas y delgadas-, aún atesoran la suavidad conque todo lo han tocado; tus ojos, ahora más apagados y acuosos, cuando me sorprenden mirándote –como ahora, furtivo- se iluminan y ríen juguetones, llenándome de rubor, como el primer día que te vi.

(Yolanda Nava Miguélez)

de un instante

Abrí lentamente los ojos. En la penumbra, aún somnoliento, comencé a pensar. Tirabuzones

entrelazados que mi mente iba deshaciendo fluían con una claridad increíble.

Pude ver en un instante tantas cosas claras, que llegué a creer que ese día algo había pasado en

mi interior. ¿Dónde exactamente? ¿En mi cerebro? ¿En mi corazón? ¿En mis

entrañas?A modo de fotogramas pasaron ante mí muchos años de mi vida. Años en los que todos y cada uno de mis actos, de mis decisiones, fueron aceptadas por mí como lógicas, como acertadas.Ahora no sé por qué motivo no lo entendía así. Comprendí que puse un parche a cada pinchazo en mi piel por el que se me escapaba la razón, el sentido común y la credibilidad.En mí mismo no cabía todo lo hecho, todo lo decidido, todo lo realizado.Entonces… serenamente… con infinita y dolorosa claridad lo sentí profunda e intensamente…

¡Había despertado mi conciencia!

Desperté (José Francisco Díaz-Salado)

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Ella simulaba sus enfados para que él se preocupara.Él no se preocupaba porque sabía que los simulaba.Él se enfadaba de verdad porque no le gustaba queella le engañara con falsos enfados.Ella se enfadaba de verdad porque todo le había salido mal.

con ínfulas de mujer(Fernando Villena Barba)

Le pesaban tanto los años que había olvidado su edad. Se miraba en el espejo: su cara m a r c a d a , e s t a m p a d a d e penalidades, su piel tatuada de arrugas. Esos ojos tristes, afligidos, dolientes. No se reconocía. Sólo un ser humano decrépito, envejecido, apolillado, carcomido por el paso del tiempo, por los años, por las penas, por la supervivencia.Intentó dibujar una sonrisa en ese espejo enmohecido, pero el reflejo no se dejó engañar. Una línea cóncava, tenue, dispersa, adornó su fisonomía. Sólo un nuevo día en el calendario. Hacía semanas que esperaba, siempre tuvo un sexto sentido para las cosas de la vida.S e d e j ó c a e r e n l a s i l l a , descorazonada, abatida. El cielo era azul, la brisa de la mañana agasajaba su rostro.Cerró los ojos, obstruyó su mente, disponiéndose para el aguardo. La muerte es así de caprichosa, nunca viene cuando se le espera.

Aguardando(Xavier Blanco)

alí del zaguán, la luz del sol me daba directamente en los ojos, Sdejaba atrás un reguero de

incertidumbre, intentaba averiguar la razón de tu desprecio.Mis pasos marcaban el ritmo de la angustia, sabía que no iba a volver a ver esos labios sensuales dibujando susurros en mi memoria.Intuir una explicación que borrara ese portazo, el sonido más afilado de aquellos momentos.Frenesí, con furia y sin lógica. Terca locura. Delirios de pasión.Primero desenfreno en tus mordidas, dedos que clavaban excitación en mi carne, inquietante danza de deseos, indescriptible contorno en tus curvas, el recuerdo del ardor que nos unía.Después el dolor, el desgarro de perderte, la ansiedad de tu indiferencia.Esa duda despojó tu sombra de mi cuerpo, consiguió arrancar violencia de mi alma, desvaneciendo el único aliento que nos ligaba.

Corrígeme si me equivoco (Inma Vinuesa)

Sagrada geometría de la suerte

(Ana Joyanes Romo)

No miraba a los ojos de sus contrincantes. No le interesaban. Solo sus manos, las cartas que lanzaban sobre el tapete. Nada en sus miradas podía competir con la magia de los números que bailaban en los naipes, ni sus gestos contenidos e impenetrables, ni sus miradas de admiración o de respeto, ni las de frustración cada vez que dominaba la partida.Acariciaba las cartas con unción, las barajaba como quien recita un mantra. Secretas reglas del azar, aún por descubrir, historias de guerra y amor, siempre cambiantes; fichas como oro, desparramadas ante sí, su vida arrojada en los cúmulos de naipes descartados.Había dejado que todo se le escurriera entre lances de cartas, atrapado por la sagrada geometría de la suerte.Tal vez era posible otra vida. Tal vez.La reina de picas se deslizó entre sus dedos, la magia se materializó. De nuevo.

La actriz

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anuel ha recibido una carta de Ana desde México. Ha sonreído mientras intentaba abrir el Mcorreo electrónico como si se tratara de un sobre.

No se acostumbra al frío de los emails, no sentir el tacto de la comunicación, el papel deslizándose sobre los dedos, el olor casi imperceptible de la persona que te escribe. Los emails le parecen pequeñas cubiteras que retienen las palabras de forma aséptica, como si éstas estuvieran envasadas al vacío. Ha abierto la carta y leído su contenido como si lo hubieran escrito con tinta de bolígrafo, lentamente la sonrisa ha ido huyendo de su rostro, difuminada casi por completo bajo coordenadas de melancolía y sal. Hacía años que no sabía nada de Ana y su pequeña bolsita de sueños-esmeralda, demasiados años, y ella aún le hablaba de aquel océano cansado y del viejo faro al que solía acudir cuando notaba el tirón de la ausencia. Al finalizar ha doblado la carta sobre la pantalla, cuatro dobleces de papel, dos de sobre y una en el corazón.

Correo(Inma Lía)

l fin llegó el momento que llevaban esperando todo el año.A

Ya anochecía y los niños se sentían más y más excitados por lo que iban a vivir esa noche.—¡Para quieto, que no me dejas extenderte bien el maquillaje!—¡Pero si ya está bien! —protestaba el pequeño— ¡Yo quiero salir ya!—Mami, ¿tengo bastantes ojeras? ¿Me pongo más verde aquí, para que parezca pus? —interrumpía el otro.La madre lo miró de reojo y asintió, mientras añadía un poco más de blanco a la cara espectral del otro niño.—Un perfecto muerto viviente —aseveró—. Ya te puedes poner los harapos. ¿Vais a buscar a vuestra amiga Lina? Seguro que os lo pasáis muy bien… Coge la bolsa para las chucherías, que tu hermano ya casi está… Y cuidado dónde os metéis. No seáis impertinentes y no os separéis y…—¡Que sí, mamá! —exclamaron, al unísono.Cuando llegaron al punto de reunión, tuvieron que esforzarse por reconocerla entre tanto vampiro, fantasma, hombre lobo y descabezado como había. La puerta del cementerio bullía con los seres que se apiñaban, como cada año, inquietos y ávidos por salir de sus confines.Una mano palidísima los saludó entre la multitud. Los niños se acercaron apretando el paso, empujando a un par de zombies y a un gigante deforme que se interponían en su camino.—¡Lina! ¡Draculina! —gritó Adalberto— ¡Vamos, que se nos hace tarde!La niña llegó hasta ellos y se giró con un revoleo de capa, negra y carmesí. Al sonreír mostró su perfecta dentadura de vampiro.—¿Cómo estoy? Me gusta ponerme mi ropa, aunque sea una vez al año.—Estás muy guapa —afirmó Juan—, pero también lo estás vestida de “normal”. Un esqueleto pasó junto a ellos, con entrechocar de huesos; un zombie agitó con una mano el brazo que se le había desprendido, a guisa de bandera, y gritó:—¡Fiesta!Los monstruos se apiñaron detrás de él, atravesaron el arco que separaba el camposanto de la tierra de los vivos y lo siguieron, camino de la ciudad, entre risas y gruñidos.Adalberto, Juan y Draculina se alejaron en otra dirección, correteando por las calles oscuras. Aporrearon los timbres de cuantas casas encontraba, mostrando las bolsas al grito de “¿Truco o trato?”.Draculina reía y daba saltos y compartía sus regalos y abrazos con Juan y Adalberto.Ser una niña vampiro a veces es muy aburrido, teniendo que aparentar que eres una humana pálida y enfermiza que no puede salir a la calle.Menos mal que hasta los monstruos tienen la suerte de hacer amigos. Menos mal que una vez al año llega la noche de Halloween.

Una vez al año (Ana Joyanes Romo)

e perseguían mortificando su existencia. Cualquier intento por huir había resultado un fracaso. El cambio en el número de teléfono, de amigos, de Lresidencia, de nombre y de sexo de nada había

servido. Desesperado intentó en alguna ocasión traspasar el otro lado, dejarse llevar. Naufragar en el océano, volar o dormir plácidamente, sin éxito. Intentos

en vano. Siempre volvían.

Me confiesa que ahora tiene un plan: ha conseguido un billete de polizón en una nave espacial de la NASA, con el propósito de abandonarla una vez esté en orbita y arribar a la Luna. Si aún así le encuentran, promete quemarse, esta vez por fuera. Yo le escucho, nada le digo, sólo tacho su nombre de mi lista de pacientes. Él no sabe, no quiere entender, que sus problemas siempre viajarán con él.

Atormentado(Nicolás Jarque Alegre)

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Como tantas veces había hecho de niño, me escondí. ¡Dani! Entonces lo hacía en aquel baúl de ropas viejas que conservaba el molde de mi cuerpecillo desde la última vez. Desde allí oía mi nombre a gritos, ¡Daniel!, la ira en los pasos que se acercaban al lugar de siempre, los latidos de mi corazón que se había ido haciendo un sitio en mi garganta, ¡Daniel Fernández!, mi llanto estéril que nunca había podido evitar que él me arrancase de allí entre gritos y golpes, como siempre. Luego llegaba el alivio, cuando por fín acababa, y se iba, y me dejaba allí en el suelo, abandonado entre el desorden de los trapos manchados de sangre, un feto encogido que nunca debió nacer para vivir así. Aquella mezcla pastosa de olores, a naftalina, sangre, semen y alcohol; aquel sabor salado de mis mocos y mis lágrimas, tan inútiles como yo, nunca he dejado de sentirlos incluso en situaciones como la de hoy, sigo escondido con ellos en aquel baúl, cada vez más encogido, un feto grande al que apenas le queda un resquicio para empuñar un bolígrafo y sostener un cuaderno entre sus manos de viejo.

¡Daniel Fernández! salgo finalmente a recoger el premio.Todos me miran y me aplauden, creyendo que estoy aquí, pero yo tampoco me quiero.

— —

Sin mi(Isabel Mª González Verdugo)

lla, la Tejedora de palabras, desenreda madejas de pensamientos. Sus Epensamientos son de colores. Colores

desconocidos, inventados. Colores que se mezclan y superponen con transiciones y sin brusquedades, llenos de matices claros y oscuros que enriquecen las tramas, y regala a nuestros ojos bellas prendas que nos cobijan en invierno y refrescan en verano.Muchas veces, al ver sus trazos, me pregunto de dónde saca sus patrones de confección. Cómo acierta con esos trajes de palabras hechos a medida. Cómo sabe siempre escuchar la voz de los silencios y fijarse, a un tiempo, en el matiz esencial de los ruidos del hombre. Aún sigo sin saberlo... A buen seguro, sus virtudes provengan de la divinidad de sus pensamientos que ella maneja a su antojo, acercándolos para ser tocados por unos pocos elegidos para luego volverlos al refugio donde crecen y engordan de las vivencias que los alimentan.Me siento afortunado de haber podido tocar sus pensamientos y de conocerla. De conocer a la Tejedora de palabras. De ver sus hábiles manos ejecutoras de ideas y de oir su risa abierta y envolvente. De sentir su mano amiga. De verme en su mirada franca y de dejarme mecer por el embrujo de frases hilvanadas por el hilo de su voz. Teje, amiga. Sigue tejiendo. Nunca dejes de hacerlo. ¡Abríganos con tus palabras!

La tejedorade palabras

(Miguel Ángel Brito)

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El coleccionista es riguroso.El coleccionista de ideas saca su libreta, que siempre lleva a mano. Abre el abanico en su mente y elige una idea, la más dulce, la más preciada. Con cuidado, con cariño, la transforma con su letra impecable y la enreda en el papel con la fuerza de un texto. Lo lee. Lo pule. Lo deja descansar un día. Es concienzudo.No puede esperar a ese momento, ya cercano, en el que se reunirá con sus amigos, otros coleccionistas de ideas. En cualquier tasca, en torno a un buen vino, comparten sus libretas, con corazón y pensamiento.El coleccionista de ideas mira al cielo y sonríe. Es, ante todo, un romántico, y piensa que tiene suerte de vivir en este mundo. Un mundo lleno, fundamentalmente, de ideas.

compartimentalizado. Las ideas deben mantenerse claras, frescas, íntegras. Ante el peligro de una mezcla explosiva, que podría ser letal, el coleccionista se mueve despacio, habla poco y mira intensamente. Hay quienes le

toman por loco.A menudo repasa, selecciona y elimina las ideas que, ya por viejas, ya por pobres, deben ser desechadas para hacer sitio a otras nuevas. Es un proceso lento.

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Cuando despierte seguiré allí(Xavier Blanco)

El coleccionista

l coleccionista de ideas siempre está despierto, Eatento al paso efímero de

un pensamiento. No es impaciente. No es caprichoso.El coleccionista de ideas no desperdicia nada. Escudriña su alrededor y, en cuanto la ve, no la deja escapar. Puede surgir de cualquier parte: alguien que pasa corriendo, un viejo enfadado, un anuncio en la televisión, una noticia, una voz en la ventana. Alcanza esa idea, la anuda con su imaginación desbordante y la guarda con cuidado.El cerebro del coleccionista de ideas esta rigurosamente

de ideas(Teresa Giráldez)

Hace días que no escribo, borroneo pero no intuyo. Lo intento sin desmayo. Miro, indago, pero no encuentro nada. No soporto este pulso infame, esta lucha fratricida. ¿He

perdido la imaginación en el sendero de las sombras? ¿Me habré enemistado con la fantasía? ¿Se expatriaron las quimeras? Me siento extraño, en otro cuerpo, en otra existencia. ¿Dónde están los delirios, las princesas, dónde los unicornios alados? Es tan difícil entender que han desaparecido las palabras, que han abdicado los fonemas, que las imágenes se han velado. Me percibo acorralado por mi propio espejismo, convertido en solitario náufrago de mis deseos. Los sueños ya no me sobrevuelan, no gorjean en mi nido, sólo resuenan graznidos que profetizan noches imperecederas. Tal vez ya no queden historias por fabular, ni cuentos que contar, quizás la ficción y la realidad son la misma cosa. Ahí fuera llueve nada, llueve miedo, llueve sangre. Transitar por el alambre, funambulista en el precipicio del fracaso, hecho trizas de ponerme a prueba, de este examen perpetuo, de perseguir descalzo, exhausto, el hedor del éxito, el olor de la suerte. Subsistir en el vórtice del desconcierto convertido en un ermitaño de ilusiones, desnudo, auscultando la luna gris garabateando la intemperie. Los ojos obstruidos y el abismo de la mirada indagando la línea del horizonte, que se escapa como un reloj que avanza desbocado. Tal vez ser el problema o sólo parte de la solución. Colegir que la vida algunas veces tiene razón: se derretirán las nieves, alboreará un nuevo día, se encenderán las pupilas apagadas, sanarán los sueños malheridos, regresarán las historias, las leyendas y los cuentos. Volver a ser un gigante. Cuando despierte seguiré allí.

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La botella del náufrago(Sandro Centurión)

Ojos líquidos de insondable mirar, de centelleos acuosos que invitan a explorar oscuridades ignotas. Ojos misteriosos que imantan voluntades atrayéndolas a sus profundidades abisales para sumergirse hipnóticas a buscar más abajo, más adentro. Ojos solitarios anhelantes de ser examinados, deseosos de iluminar y ser iluminados, ignorantes de su poder silencioso. Mirada fina, a veces afilada y otras sombría cuando se debate en las incertidumbres del claroscuro. La luz que penetra todavía solo a medias por temor a que alumbre rincones en tinieblas, sin sospechar que la claridad volatilizará los miedos espectrales adheridos al fondo de la caverna que empieza a agrietarse.Hacia arriba y hacia afuera el día resplandece exuberante, pletórico y fecundo, sobrado de la vida. La tentación es bidireccional: la mirada líquida pulsa por derramarse atravesando los muros represivos de la contención, incontenibles, ingobernables, descontrolados, desbordantes, exultantes.Y la luz lo invadió todo, y no quedaron vampiros en el reino de los mortales, ni fantasmas diurnos, ni deseos reprimidos, ni príncipes ni princesas.Ojos, miradas, amores líquidos, lo humano también es líquido, no sólido, sino líquido.

Ojos líquidos (Ángeles Jiménez)

abía logrado una buena marcha, y pasó él, en su Hbicicleta de doble asiento. Hizo

unas piruetas de palomo enamorado y se ofreció a llevarme.

-¿Hasta dónde?- Le pregunté

-Hasta el final- me respondió.

Cierto día, sin más, me sacó la bicicleta y me dejó pedaleando en el aire.

-¿Qué pasó?- pregunté

Nadie respondió.

Ahora, sólo lo encuentro en mis recuerdos más gratos, pero mi razón, cargando la vergüenza de haber sido seducida y abandonada en la banquina, prefiere pensar que se trató de una ilusión óptica.Yo sé que el cuerpo tiene su propia memoria, por eso puedo tipear sin pensar el teclado, por eso pude andar en su bicicleta después de casi 20 años de no usar una, y por eso, algunas noches, antes de dormirme, mis manos hacen una extraña danza, dibujando la silueta de otras manos invisibles.

¡La memoriade mis manos!

(Corina Iglesias)

Estaba tan enferma que acabó con toda su familia.Uno a uno, cayeron todos en sus desvelos por cuidarla. Las largas noches de hospital y la atención constante a las súplicas de la impedida fulminaron aquellas naturalezas fuertes.Desolada, recuperó la salud para no marchitarse ante la vigilancia lánguida de quienes, por sus oficios, no vibraban con el apasionamiento necesario que requería su postración.

La enferma (Isabel Martínez Barquero)

La niña enferma, de Edvard Munc

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Me cruzaba con él casi todas las mañanas, camino del trabajo, al atravesar apresurado la calle 41, su territorio de influencia y hábitat particular. Absorto en sus pensamientos, siempre con la cabeza gacha y la mirada perdida, como si el suelo fuera un abismo insondable. Rumiaba frases y su discurso dejaba escapar de vez en cuando una sonrisa inocente que delataba el anhelo de una felicidad que nunca pudo alcanzar. A simple vista, con aspecto andrajoso, barba descuidada y kilos de sobra para repartir por el barrio, se trataba de un personaje más de los que pueblan el espectro de los marginados sin techo de cualquier ciudad. Nadie en su sano juicio hubiera apostado un céntimo por la suerte de un individuo tan prescindible, cuya trayectoria en la vida se presentaba a todas luces corta y anodina.El destino quiso que nuestros caminos se entrecruzaran en una fría mañana de otoño. La urgencia y las prisas por no llegar tarde a mi trabajo se dieron de bruces con su despiste e introspección, provocando un encontronazo entre ambos en plena acera, del cual salió bastante más perjudicado él que yo: tumbado en el suelo tras tropezar con mi torpeza, con un vaso de papel vacío a su lado y los restos del que supuestamente iba a ser su líquido desayuno, desparramados por los adoquines. Aceptó mis disculpas a regañadientes, con un talante huidizo y esa sensación de animal

acostumbrado a ser humillado que impregnaba cada uno de sus actos. Tan sólo contemplé en su cara una cierta satisfacción cuando decidí compensar mi atropello, invitándole a un café y un bocadillo en el bar ante el que se había producido el incidente.Y así, entre mordiscos a un sándwich de jamón y

queso y sorbos de café, fue desgranando su vida ante mí con lentitud, orgulloso de tener por fin delante a un interlocutor que no miraba su aspecto con desprecio. Descubrí al ser humano escondido tras esa imagen descuidada; el que disfrutaba coleccionando bolsas de plástico de diferentes colores y tamaños; el que acudía a la estación de tren cada tarde para respirar ese olor metálico tan característico y agradable a su sentido olfativo; el que se tumbaba boca arriba en el césped del parque con la única intención de ver pasar las nubes… Un personaje cercano y convencional, con el que la vida no tuvo compasión y condenó desde muy joven a la oscura prisión de la marginalidad.

Hace una semana me abofeteó la noticia y su foto en un periódico local: lo encontraron colgado en un solar abandonado. Se había quitado la vida fabricando una soga con fragmentos de ropa y trapos viejos; ni siquiera tuvo la ocasión de acabar con sus días en condiciones, sino rodeado de escombros y con una cuerda miserable e improvisada. Fiel reflejo de su existencia…

El raro (Miguel Ángel Díaz Fuentes)Ilustración: Paula Plaza

Su a-roma me llevó a buscarlo a la terraza, había servido la mesa con bollos y fruta. Su voz matinal sonaba ronca, resultaba graciosa oírla alentándome a tomar un descafeinado. Lo compré para ti, me confesó. Relvolví la leche manchada de aquel polvo hasta disolverlo. Y desapareció dejándome sola unos instantes para luego volver con un libro de poemas. Leímos uno que le gustaba sobre un café y una pareja que se acaba. No, no es un presagio, me dije. Terminamos el desayuno asomados al balcón compartiendo muy juntos un cigarrillo, mirábamos a la gente pasar y a las nubes en aquel azul intenso espejo de nuestro a-roma.

(Dácil Martín)

A-roma

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Estaba decidido, era el tercero que probaba y resultó ser el más elegante y cómodo, cierto que era el más caro, pero… ¡que demonios! el largo viaje bien lo merecía.Sus allegados le consideraban un loco extravagante por preparar su funeral en vida, pero D. Heriberto que era muy metódico y escrupuloso para sus cosas, no quería dejar en manos ajenas tan importante acto social.Estaba arruinado. Su mala suerte y su ambición convirtieron su corazonada en tragedia: el caballo al que apostó todo su dinero acabó rodando por el suelo.Su lema era: “antes muerto que sin plata”. Había llegado el momento de llevarlo a cabo.Miró las fotos: Su traje de terciopelo carmesí ribeteado en oro, lucía esplendido sobre el fondo de seda blanca del imponente ataúd, pronto los buitres que le rondaban podrían admirarlo. Esa parte voy a perdérmela -pensó contrariado-, mientras vertía el cianuro en la copa.

Salpimentando la vida (Chelo Roldán)

Me atrae…me está llamando, desde el sótano llega su voz.Cuando vuelva a bajar será la última vez. He preparado todo para qué resulte perfecto.Desde la colina veré saltar por los aires el edificio, y enterraré en escombros mi conciencia. Ya nunca más me hará bajar a mirar las cuencas vacías de sus ojos.

¡Boomm! (Rosa Martínez Famelgo)

¡Déjate seducir, es un juego! (Daniel Granados Franco)

El arte de la seducción, como idioma nativo expandido hasta límites diáfanos de la lucidez más densa.El deseo hecho bandera hasta hilar con suave perfección, el traje más cómodo donde sentir vestido el capricho hasta sus últimas consecuencias.Un pequeño descosido y vuelta a empezar.Hasta que consiga un traje a medida de mis pensamientos, a la altura de tus sueños; sintiéndonos cómodos ambos, en el infinito juego de ceder y tomar aquello que solo corresponde al mundo de los secretos

Entre sábanas revueltas y mojadas no cesaba de acunarla entre sus brazos. El fuego de sus cuerpos se había consumido como nunca en esa noche. Andrés lloraba impotente mientras se balanceaba

abrazado a María. "Siempre decías que había que salpimentar la vida para que pareciera fuegos artificiales". En el suelo restos de papel de colores y la última pastilla de éxtasis, olvidada de la ajetreada noche, daban fe de que el condimento había sido excesivo.

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Otra vez ese dolor en el pecho. El puñal de mis pensamientos clavándose justo en el centro, siempre anunciando que la cabeza da vueltas, giros que no consiguen equilibrarme.La necesidad imperiosa de que me quieran me hace perder la línea del horizonte, intuir quimeras en lo cotidiano.Una mirada que sólo mira o un roce que sólo roza, se transforman en una cascada de ilusiones, taquicardia de anhelos.Aparecerás con un inocente abrazo, me alagarás con una frase hecha con retazos de educación, inventaré una contemplación más profunda de mis gestos, cambiaré los sabores del aire que nos rodea, me impregnaré de recuerdos con olores inventados.Y te meterás en mis sueños disfrutando de esas fantasías ideadas, permitiendo el paso de los días carentes de explicación.Así construiré los cimientos de una necesidad, solo escrita por mí, imaginada por mí. Mi dolorosa necesidad.

Dolorosa necesidad(Inma Vinuesa)

quería traducir(Rafael Blanco Vázquez)

aría tiene ochenta años, Alba veinte días. Casi un siglo, dos generaciones biológicas - tres si consideramos el tiempo real- les distancian y M

separan. Ahora están juntas, sujetada la pequeña por los brazos temblorosos e inseguros de la mayor, que no cesa de sonreír y de decir palabras halagadoras; demasiadas palabras, frases repetititivas y estereotipadas que al cabo de un rato resultan cansinas:

¡Qué bonita es!. Hay que ver las manos lo pequeñas que se ven. Tiene mucho pelo, parece rubio... y vuelta a empezar

¡Qué bonita es... Su débil cerebro no da para más, pero nadie duda de su emoción sincera y de que esa niña nueva,

su undécima nieta, supone el regreso por unos minutos a los tiempos en los que se sintió útil - esposa, madre, abuela- y que ella ignora, aunque empiece a sospecharlo, que nunca volverán.Alba aún no sabe hablar, apenas sonríe, necesita ser alimentada y cuidada a todas horas para sobrevivir ( las crías de la especie humana tardan en ser autosuficientes), pero llora, mama y patalea como una jabata. María, en el extremo opuesto del ciclo vital, se vale por sí misma para comer, arreglarse y asearse, mas su conversación cada vez es menos inteligible y, aunque camina sin bastón, sus pasos carecen de rumbo y su día a día requiere casi tanta supervisión como los de la recién nacida.Dentro de muy pocos años, tres, cuatro a lo sumo, sus papeles se habrán invertido: Alba se desplazará libremente, con algún tropezón que le enseñe a caminar con prudencia, y se comunicará con palabras para entender y hacerse entender; María se parecerá cada vez más a la bebita que ahora acoge en su seno, al cachorro humano incapaz de sobrevivir por sí solo.Hoy, que todavía es mayor el empuje de la anciana que el de la niña, inmortalizo y retengo esos momentos como homenaje a la vida, que sigue su ciclo imparable y que a veces puede ser maravillosa.

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El ciclo de la vida (Ángeles Hernández)

Había una vez un traductor que quería traducir. Se juntaba con un actor deseoso de actuar, un cantante ávido por cantar y un profesor ansioso por profesar. Formaban un grupo de deprimidos de la vida bastante deprimente de ver. Yo no quería verlos ni en pintura. Un día llegó un pintor que anhelaba pintar y los pintó a los cuatro. El éxito del cuadro fue inmediato e internacional. El pintor contaba en las entrevistas que había intentado pintar una reunión de seres que sólo pretenden ser lo que ya son. Algún avezado periodista con ínfulas de sabueso le preguntó si no serían más bien unos seres que son antes de ser, a lo que el pintor se encendió su pipa, guardó silencio y no volvió a pintar nunca más. Yo, por aquel entonces, sólo tenía una ambición: vivir. Pero no fue posible. Me moría por vivir y morí sin haber vivido. Ahora soy un muerto viviente solitario. Nunca tengo hambre y sólo me apetece salir para hablar con mi enterrador, un tipo viejísimo que, según me cuenta, de pronto fue enterrador sin haber sabido nunca que quería serlo. Él sólo sabía que quería ser padre, así que se casó, qué remedio. Su mujer le dio 7 hijos. A día de hoy los ha enterrado a los 8, así que, me asegura, puede considerarse un hombre realizado.

El traductor que

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Era un día nublado, pero en el interior de aquel hogar siempre daba la impresión de que resplandecía el

Sol durante el fin de semana, y que se extendía un cálido ambiente adormecedor. Como todas las mañanas del domingo, la joven pareja se parapetaba, con sus dos hijos, frente al televisor, aún en pijamas y abrigados con numerosas mantas, mientras los pequeños, como dos cachorrillos, se empujaban buscando el calor de sus padres, que los abrazaban y acariciaban mientras ellos no paraban de jugar hasta que comenzaban las noticias. Era el programa preferido de toda la familia, que provocaba que se excitaran nada más oír la música de cabecera, manteniendo toda su atención y concentración. Marta hacía un intento de levantarse para ir a preparar el desayuno, pero sabía que Jose la retendría para ofrecerse él. No le importaba, le encantaba mirarlos tiernamente desde la cocina, que quedaba abierta al salón por un gran ventanal y a la terraza, desde donde se divisaba el frondoso bosque que cubría las montañas. Jose disfrutaba con solamente contemplar cómo sus pequeños y Marta se llevaban las manos a la cabeza y reían al ver aquellas graciosas imágenes de la tele. Era sorprendente cómo gritaba el dictador mientras le arrancaban literalmente los pelos de la cabeza hasta convertirse en un amasijo de sangre que caía por su rostro horrorizado. Los niños parecían explotar de risa al ver al personaje suplicar mientras lo linchaban a patadas entre el tumulto. Uno de los pequeños sin dejar de reír recordaba cómo le recordaba las imágenes a la noticia sobre la violación y asesinato de una mujer la semana anterior, sobre todo sus gritos que se ahogaban antes de perder el sentido a medida que se desangraba por las numerosas cuchilladas que le habían asestado aquella banda juvenil. Jose, que no quería perderse todo el espectáculo se apresuraba con la bandeja del desayuno que colocaba entre los suyos. En ese momento es cuando llegaba la madre de Marta que al abrir la puerta se encontraba con aquel espectáculo “¡¿cómo pueden dejar ver eso a los niños?!” –gritaba escandalizada– frente a los gestos de indiferencias de Marta y Jose que se miraban riéndose “¡no seas anticuada mamá!” –le respondía Marta, mientras su madre seguía mirando con horror cómo sus pequeños nietos devoraban sesos humanos de Irak, costillas de niños de Somalia, riñones haitianos, zumo de ojos de narcos mejicanos y asado de desaparecidos macerado con tripas de toreros muertos.

Desayuno familiar(Marcos Alonso)

Con sus últimas fuerzas escribiría aquel último ser, luego de haber visto todo lo que sus ojos podían ver, una frase de corta extensión para lo que fue una larga vida, pero no la vida de este último ser, no, sino la larga vida de toda una especie que había habitado el lugar. Tres palabras, cada una más corta que la otra, fueron tomando forma sobre la arena, y sobre la arena también quedaban sus fuerzas. Al concluir, cayó suavemente, y de su boca un último suspiro brotó, borrando la frase.

Utílogo(Marian Alefes Silva)

Confieso

En marzo evalué el veraneo de febrero. En junio, en el mismo junio, el crimen. En septiembre me torné sombrío. Y en pleno diciembre treinta y uno, intento recapacitar. En abril le di forma al plan que ejecuté en junio. En septiembre encontraron el cadáver. Que no me agredas, me desconcierta: ella no te era indiferente. Además, te amaba. No toleré que no se quedase conmigo quedándose a mi lado. Se reía. Todos sabían en el barrio. De mí, de mi inocuidad. Habrá un feliz año nuevo. Porque confieso: la estrangulé. Le pegué después de muerta, lo hice. La desnudé y le pegué. Se termina, viejo. Hoy, por fin, me siento equidistante, sincero.

(Rolando Revagliatti)

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Entrevista / libros

Lágrimas en la lluvia desde Argentina

Una ciudad: Buenos Aires, Argentina. Una persona: Rosa Montero. Como reducto de lo más íntimo del ser humano, hablar de la muerte con una escritora a tanta distancia es una experiencia novelesca, sin duda.

Imaginar, además, un rostro con lágrimas bajo la lluvia es otra no menos increíble anécdota. La película Blade Runner, y la novela de Philip K. Dick han sido, en parte, los responsables de esta aventura. Ambas obras nos han conducido a los dos a este

encuentro fuera de las fronteras españolas. El universo Rep, Androide, Tecnohumano, plagado de miedos y sufrimientos, en el Madrid de 2109, ha sido también otra excusa perfecta para conocernos. Y al final del camino, al otro lado, había una mujer entrañable. Una profesional, hija de torero, que entrevistó, por ejemplo, a Paul McCartney. La típica persona que deja un buen sabor de boca. Alguien de mirada dulce y gustos sencillos, con una agradable sonrisa cargada de animosidad.

Por: Antonio Guerrero Ruz

Ahora, reflexionando sobre nuestro lance, y entre los documentos que tengo sobre su paso por las letras, quiero incrustarme en los datos que mejor la reseñan: estudió periodismo y psicología, hizo teatro independiente en su juventud, escribió guiones para televisión, y ganó certámenes como el I premio Primavera de novela (La hija del caníbal, 1997) y el I Premio Literario y Periodístico Gabriel García Márquez (por su trabajo en El País, 1999). Pero lo que más me seduce de su estilo personal son algunas de sus frases. En alguna ocasión dijo que la novela era la autorización esquizofrénica que nos permitía meternos en otros mundos. De la misma manera afirmó que escribir era algo así como aspirar a ser más libre, a ser como Dios.

Lágrimas en la lluvia es el nuevo fruto de su trabajo. Se trata de un producto híbrido entre la ciencia ficción y la novela negra. Ha creado un universo Runner en que aparecen manipulaciones de información, destrucción medioambiental, teleportación y, cómo no, el dolor por el conocimiento de la fecha exacta de la muerte. En este cosmos, la construcción de la identidad, la supervivencia, la moral y el racismo son los temas fundamentales, un reflejo crítico de nuestro presente. Además hay una detective, Bruna Husky. Entre investigaciones, las grandes preguntas la persiguen: ¿cuánto tiempo me queda? ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Qué sentido tiene la muerte?

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A.G. Ha creado un nuevo mundo Runner. ¿Cree que el futuro va a ser así? ¿Estará invadido de guerras con androides y pactos con alienígenas? ¿Nos beneficiaremos de la teleportación?

R.M. Pues no sé, claro, no se puede saber si todo eso va a suceder. Mi novela es una novela, no una predicción. Pero en cualquier caso he querido crear un futuro posible y creíble. Los androides orgánicos son como los clones, y sin duda va a haber clones humanos en poco tiempo, aunque se les prohíba. En cuanto a los alienígenas, prácticamente todos los científicos están seguros de que hay más vida inteligente en el Universo, además de nosotros; ahora bien, también casi todos los científicos piensan que, dada la inmensidad del tiempo y del espacio, es prácticamente imposible que coincidamos con ellos, esto es, con una especie lo suficientemente inteligente como para que nos podamos comunicar. O inventamos otro tipo de transporte mucho más rápido, como sucede en mi novela con la teleportación, o será muy improbable que contactemos con aliens. Y en cuanto a la teleportación, en la novela se dice, y es cierto, que en el año 2006 se consiguió teleportar el primer objeto diminuto pero macroscópico en el instituto Niels Bohr de la universidad de Copenhague. O sea que, quién sabe...

A.G. En todo caso ¿En qué acertó Ridley Scott con la película, Blade Runner, en la que se inspira su libro?

R.M. Uf….. Acertó en el mundo contaminado, un poco apocalíptico, en las grandes pantallas por doquier, en los ordenadores táctiles, en la sociedad abigarrada y mestiza, en la atmósfera…

A.G. ¿Si Dios existiera o existiese cree que crearía un universo como el que usted ha creado? ¿Tendría que ser forzosamente trágico?

R.M. Dios ha creado un mundo mucho más cruel que el que yo pinto, que es este mundo real!!!! Y yo no creo que el mundo de mi novela sea trágico en absoluto…. De hecho, tiene cosas buenas y malas, como nuestra sociedad.

A.G. Algunos dicen que hablar del futuro es perder el tiempo... La ciencia ficción actual solo aspira a una estrategia de falsa anticipación que nos redirige al presente. Su obra, en ese caso, trata de reflejar problemas actuales como la xenofobia, el racismo, el vacío de valores - que afirma Lipovetsky -, los desastres medioambientales y la manipulación de la información... ¿Está deacuerdo?

R.M. Yo no tengo ningún interés en predecir el futuro…. cosa imposible, por otra parte. Y la ciencia ficción, de la que soy una gran amante, no habla del futuro, sino de la condición humana, que era la misma hace dos mil años (por eso podemos leer Vidas paralelas de Plutarco, por ejemplo, entendiendo todo) y será la misma dentro de cien. O sea que, en efecto, yo de lo que hablo en esta novela es de esa condición humana y por lo tanto de mis temas de siempre: la identidad, la lucha contra el poder, la memoria, dl sentido de la vida, si es que tiene alguno….

A.G. ¿Hay en el fondo de su libro una puerta abierta al debate político o a la reflexión sobre el poder?

R.M. Claro. En cierto modo es una novela política, entendiendo la palabra política en su sentido más profundo. La reflexión sobre el poder y los excesos del poder es una constante en todas mis novelas o casi todas.

A.G. A fin de cuentas ¿este mundo tiene remedio? Usted que siempre ha sido optimista ¿que alternativa más allá del marxismo o del neoliberalismo cree que puede conducirnos a buen puerto?

R.M. La única salida es la democracia avanzada. Es lo que cuenta la novela: la democracia es un sistema hipócrita, desesperante, pero el único que permite la mejora, la aportación individual, corregir los errores, evolucionar. Soy posibilista y creo que, si nos implicamos socialmente, se pueden mejorar las cosas. Por eso me preocupa cierta añoranza de la tiranía que veo alrededor, en el mundo, la nostalgia de los totalitarismos, de los dogmatismos, del autoritarismo…. De ese peligro también

habla mi novela. Porque además mucha gente cansada de la corrupción democrática puede pensar, equivocadamente, que los totalitarismos son más limpios, cuando lo único que sucede es que son más opacos e impiden que fluya la información.

A.G. Antes de cambiar de tema voy a preguntarle por las cualidades cinematográficas de su trabajo. Me gustaría creer que su libro puede ser llevado al cine. Tiene todos los ingredientes y es una estupenda excusa para el cine español. ¿Ha recibido algún comentario al efecto? ¿Qué puede decirnos de ellos?

R.M. Ha habido una productora que se ha interesado por la novela, pero todavía no puedo decir nada. Además, lo de las películas tampoco es tan importante. Tiene su gracia, pero creo que me hace más ilusión ser traducida a un idioma nuevo y tener éxito en ese país.

A.G. Ahora sí, viajemos a otros destinos. En su trayectoria me resulta muy interesante su digna capacidad de adaptación a los nuevos tiempos. En Lágrimas en la lluvia, ha hibridado dos géneros. Eso ya lo había hecho antes. Por eso le pregunto: ¿ha sido el fruto de un proceso interior o una nueva estrategia editorial?

R.M. Todo lo contrario, creo que cuando mis editores supieron que estaba haciendo una novela así sintieron cierto desmayo, jajaja…. No, este libro, que además, serán más libros, porque voy a escribir otras novelas de Bruna Husky, es un regalo que yo quise hacerme…. quise

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regalarme un mundo de ciencia ficción para poder visitarlo de cuando en cuando. Siempre me han encantado tanto la ciencia ficción como la novela negra, y quise hacer una novela que fuera un disfrute para mí.

A.G. Una cuestión a tratar es que, aunque cambien las formas, los temas se repiten en muchos de sus libros a lo largo de su rica y exitosa carrera: la identidad, la supervivencia. ¿A qué se debe?

R.M. Todos los escritores escribimos siempre sobre los mismos temas de fondo. Salen solos. Son nuestro marco mental. No podría ser de otro modo.

A.G. La literatura de viaje interior, por llamarla de una manera romántica, es arriesgada, ¿verdad? hay una serie de escritores que no tienen el número de lectores que se merecen. Y eso lo dicen sus críticos. ¿Qué opina de ello?

R.M. Hay montones de escritores buenísimos que no tienen los lectores que merecen, cosa que me deprime profundamente. El peso del mercado, la falta de espacio en las librerías para los libros de pequeña tirada y el excesivo ruido informativo no favorecen la diversidad, me temo.

A.G. ¿Debemos retomar la vieja teoría del decoro lingüístico: el equilibro entre fondo y forma?

R.M. Yo siempre he creído en eso firme y profundamente. Una novela es lo que cuenta y la manera en que lo cuenta.

A.G. Quizás, a fin de cuentas, termina imponiéndose siempre la visión sociológica de la literatura, que ya decía Escarpit. ¿Tenemos que estar en sintonía con el mercado?

R.M. ¿En sintonía con el mercado? No sé a qué te refieres. Las novelas son los sueños de la Humanidad, y cada novela es como un sueño del escritor, un sueño soñado con los ojos abiertos. Es decir, las

novelas nacen del mismo lugar del inconsciente de donde nacen los sueños. De modo que si el escritor baja lo suficiente a ese inconsciente suyo, llegará a rozar el inconsciente colectivo de su sociedad. Un escritor fiel a si mismo sin duda es fiel a su época. Por eso las buenas novelas reflejan mejor su época que los libros de historia.

A.G. Por otro lado hay un sentido filosófico interesante en el libro: habla de la muerte. La plantea como una obsesión, al igual que en el libro de K. Dick. Hagamos el símil con un preso norteamericano condenado a la silla eléctrica. Todos estamos condenados biológicamente a morir. Esa es la gran tragedia del hombre. No obstante de ahí arranca el pensamiento, el conocimiento y la cultura. Sin embargo usted lo plantea como algo negativo, ¿qué opina?

R.M. ¿Qué voy a opinar? Lagrimas en la lluvia trata, en primer lugar, de la gran tragedia del ser humano, que consiste en venir a este mundo lleno de deseos y de ansias de felicidad y estar condenado a morir tan pronto, tan pronto, siempre mucho más pronto de lo que uno quiere. La vida es tan efímera…. Y frente a esta gran tragedia, el ser humano ha hecho de todo: ha creado las religiones, el arte, las guerras…. Se ama, se mata, se pinta, se escribe, se investiga, se hace todo lo que los humanos hacemos contra la muerte. Es el faro de nuestras vidas, pero un faro negro. ¿Cómo no va a ser negativo? Lo ha sido siempre, desde el principio de los tiempos…. esa ladrona de dulzuras, como la llaman en las Mil y Una Noches….

A.G. Supongamos que hubiese un ser humano con un desconocimiento total sobre la posibilidad de morir. Ningún tipo de suposición sobre ello, ni siquiera del hecho en sí. ¿Eso he haría más feliz?

R.M. Le haría menos desgraciado por lo menos.

A.G. Supongamos ahora que fuese

posible crear a un ser inmortal. Con el paso de los siglos sufría terribles consecuencias. Para él / ella la muerte sería una utopía tan cálida como para nosotros la inmortalidad. Se han escrito libros sobre ello. De cara a la felicidad, ¿qué porción de mortalidad o inmortalidad sería la adecuada para tener el suficiente bienestar y la suficiente libertad?

R.M. ¡Cielos! Qué pregunta imposible. Sólo te diré que, cuando la gente dice que ser inmortal sería algo terrible, a mí me parece un tópico. Ser el único inmortal mientras los demás van muriendo seria horrible; pero, ¿todos inmortales? Bueno, no suena tan mal.

A.G. La muerte está dentro de nuestra programación al igual que la supervivencia. Debo suponer que sobrevivir o el deseo de sobrevivir ante esta enorme tragedia que es la muerte es el sentido de su libro, algo universal por otro lado.

R.M. Claro…. es emocionante y grandiosa la capacidad del ser humano para luchar por la vida aún desde las fronteras del fin.

A.G. En ese viaje la identidad se crea. Todo lo que somos se plantea en ese esfuerzo por sobreponerse: saber quienes somos por encima de lo que quieran que seamos. ¿Verdad?

R.M. Uno de los grandes retos de la vida, quizá el mayor, es encontrar tu lugar en el mundo y cierto sereno conocimiento de ti mismo.

“Lágrimas en la lluvia trata, en primer lugar, de la gran tragedia del ser humano, que consiste en venir a este mundo lleno de deseos y de ansias de felicidad y estar condenado a morir tan pronto”

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Poesía

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InventarioAtavíos del viento,aplastante certeza de la aurora,inventario infinito de unicorniosy gemas de cristal sobre la noche.Hay un añejo rumor entre las piedras,una sutil presencia de infinitosy un cordel con memoria atado a todo.También una proclamay un libro desgastado de tanta permanencia.Las huellas de dos hijos que no nos pertenecen,unas alas que aún vuelan,un estado intermedio entre el azul y el verdey esta isla,esta isla de caminos sin nombre y de manos abiertas,de árboles de agua y murmullos de hierba.Esto es lo que nos queda.Nada más, nada menos.

©Isabel Expósito Morales

Y ahí estaba yo, haciendo de modelo excelso, de repente y sin venir a cuento, mientras tú dibujabas con tus curvilíneas letras brillos metálicos sobre mi piel. Mientras fui lienzo, calculaste cada ángulo, cada forma, para que aquello que estabas dilucidando fuera silueta, artista consciente, ardiente; sucumbí, preso de la delicia, al aleteo silencioso y melancólico de tus pinceladas, manifiestas y olorosas, cúlmen de convulsiones rebosando miel a borbotones, dibujando aquel candado.-¿Dónde está la memoria de los poetas?- Se van dejando la cartera en los bares, la cabeza en los cuartos oscuros, la guirnalda agradecida en el borde del vaso, el candado encajado en la piel.-¿Dónde está la llave?-Desde esta agridulce certeza te sueño, te pienso y te amo.

¿Dónde está la llave?

La noche es un ovillo de timbales,cascabeleo funeral sin luz…Negra carroza de caballos negrosme conduce a la cárcava de huesos.

El tiempo para…: reflexión y miedo,recoge el sufrimiento en incontablesy aquietados segundos que se rompen.Instantes que parecen hojas huecas,transversales espacios sin aliento,manantiales de tumbas y osamentas.

Y mi dolor es melodía y lágrimaque ocupa un universo sin palabrascubriéndolo de rutas aún sin mapas,trazadas por pedazos de sonidosusurpados al alba y al ocaso,a la tormenta, al huracán, al llanto,al instante de la última visita,del ángel con antorcha que me guía.

Pasión: inmenso espacio de planicies…Plenitud: sentimiento sin aludes:un beso, un silbo, un soplo, brisa y vientocaricia vespertina que sonríe.

Un horizonte abierto nos espera:puesta de sol sin límites, ni orillasque envuelve todo, que ilumina todocual sonrisa que se abre, flor en vuelo,el quiebro que recorta el sino triste…

Mahler con su paso holla el mismo filoen sombras de la muerte que me acecha.Asoma su mirada quevedescatraspasa la frontera y los arcanosy envía flechas con respuesta impresa:resurrección, resurrección palabracamino, senda, clave, explicaciónde tantos sufrimientos y agonías.Invoca al cosmos cotidiano, simpley acude raudo al universo enteroy se ovilla la noche entre timbales.

Ángel con antorchaAmando Carabias

Surrealista mariposa

Sonia Herrera Hurtado

Homenaje,

es la pintura de tus alas

te sacudes en el aire,

saltas, saltas,

surrealista mariposa

en la flor te posas,

despiertas inmensa

en tu vuelo de reina.

"Mariposa Monarca”

cantas al sol,

y al nuevo dia

cantas...

"La luz de alba”

Lo peor es que no me quiero encontrar.O lo mejor.Vagar y divagar por este bosque de cementodonde sólo huelen a pino los ambientadoresy los semáforos me señalan órdenesque ya no pienso cumplir.Callejear como una perrasin collar ni vacunas,sin necesidad de marcar territorioni extender olores.Reconcentrada como el zumo de la sabiduríaque sabe más por lo que duele que por vieja.Recalcitrante en mis conviccionesúnica religión que como agnóstica ladro.Habitada por mis pulgas, malas o buenas,pero mías.Me rasco donde me pica,me lamo donde me place,y la lluvia me moja más que nunca.Perdida en la felicidad de lo evidente,en el paisaje de lo tangible yen la convicción sana de que soñarno sale gratis.

PerdidaAnabel Consejo Pano

Michel Manuel Canet

En las noches inquietas de noviembre,la lluvia, golpeando las ventanas,como un intruso llama,sin manto aún de nieve.Allí mi cuerpo a solas con mi alma,buscando el calor de un verso,se hiere de muerte en las palabrasque huyen como sombrasespantadas.

Noches de noviembre(Lucrecia Hoyos Piqueras)

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Crítica / Libros

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El silencio es un fenómeno curioso, amén de interesante. Son muchas las situaciones en las que el silencio se impone, colmando de significado la escena en la que aparece. Sin embargo, su aparición no tiene siempre el mismo sentido.Pero hoy nos centraremos especialmente en el silencio que "surge" ante la presencia de la obra de arte. ¿Qué hay de especial en una obra maestra que hace que el espectador quede en silencio? En primer lugar, hemos de advertir que el mundo del arte comparte algunas fronteras con el mundo de la mística y la mística como es bien sabido por todos, es uno de los grandes reinos del silencio. Por otro lado, hemos de decir que una obra de arte adquiere la categoría de obra maestra cuando su contenido esencial está colmado de misterio, de un "algo" indescifrable y mágico que otorga un excelso sentido. Por ello ante su presencia, el espectador queda apabullado sin saber qué decir... o en

el mejor de los casos, intentando encontrar qué decir. Este modo existencial de aparición del silencio viene motivado por el exceso de significado presente. Ante esta circunstancia el hombre no sabe qué decir, ya que el primer momento de esta situación desborda todas sus posibilidades de expresión. ¿Qué podemos decir en el primer instante de nuestra contemplación de La Gioconda, en el primer segundo tras la lectura de un poema de Rilke o en el primer enmudecer del universo tras el callar de una sinfonía de Beethoven?... no hace fal ta responder...Ciertos aspectos de este modo vivencial parecen señalar que la obra maestra impone silencio, debido a la gran cantidad de significado que contiene en su mostrar. Es tanto el significado contenido, que incluso el mismo llega a escaparse por entre los s i l e n c i o s i n m a c u l a d o s q u e componen a la obra.

El silencio ante la obra maestra(Rubén Muñoz Martínez)

84, Charing Cross Roadde Helene Hanff

Lo descubrí hace algunos años mientras vagabundeaba entre las estanterías de la biblioteca. Por si alguien no lo conoce le d i ré que es la recopi lac ión de la correspondencia que mantuvo durante casi veinte años la autora, Helene Hanff, con los empleados de la librería Marcs & Co –especialmente, con Frank Doel. A traves de esas cartas y mediante su común amor por los libros se va forjando una amistad.Cuando comencé mi andar en la blogosfera me acordé muchas veces del libro. Partiendo de nuestra afición común por la lectura, una serie de blogueros fuimos poco a poco haciéndonos amigos.Hace un año más o menos, mientras deambulaba por la Casa del Libro en Vigo, diciéndome que no iba a comprar nada, volví a encontrarme con él. Esta vez, en lugar de la edición de Anagrama se trataba de una edición

en inglés, muy bonita y nada cara. ¡No pude resistirme!.

Leyéndolo redescubrí la ironía de Helene; como Frank va perdiendo su "rigidez" británica; como van sumándose a la correspondencia su mujer, Nora, y otras personas. Además, podemos vislumbrar las estrecheces por las que pasa una Inglaterra en la postguerra; asistimos a la coronación de la reina Isabel o incluso al éxito de los Beatles. Frank le escribe a Helene diciéndole que este grupo le gustaría más si sus fans chillaran algo menos.¡La edición que compré incluye además The duchesse of Bloomsbury Street en el que Helen narra su tan esperado como aplazado viaje a Londres, con motivo de la presentación de su libro. Estoy leyéndolo mientras viajo de su mano, recorriendo ese Londres literario que ella busca.

Así como hay libros que te decepcionan, los hay que no solo te atrapan sino que cuando los relees vuelven a cautivarte. Es lo que me ha pasado recientemente con 84, Charing Cross Road.

Crítica: Lammermoor

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Fotografía

Desayunando fotos

Philippa Stanton, nos ofrece en su blog, en Instagram y en Flickr, su propuesta fotográfica. Inclasificable

Cada día nos deleita con un bodegón (imaginamos que en su casa), sobre la misma mesa y misma silla, con cientos de elementos, que crean una atmósfera rural y artística. La Esfera la seguimos hace tiempo, y tiene en el momento del cierre de esta edición 1.057 fotos, y mas de 40.000 seguidores de su trabajo en la plataforma Instagram.

Más info: www.philippastanton.com

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Gula (Inma Vinuesa)