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La estética moderna

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Page 1: La estética moderna

La estética moderna

El modernismo se resume en la consigna de hacer de la propia vida una obra de arte. Es ante todo un conjunto de

ideales y principios estéticos para ser aplicados en todas las áreas de la vida, incluyendo la apariencia personal, la

arquitectura, la decoración, el arte y el diseño. Sus características principales son la sencillez, la limpieza de las

líneas y formas geométricas y el uso cuidadoso del color.

Baudelaire es el descubridor de la modernidad. Usa esa palabra en 1859, para expresar lo que caracteriza al artista

moderno. En un verdadero ensayo precursor sobre el problema del arte en la modernidad, Baudelaire diría en 1863

que "la modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, que es la mitad del arte, cuya otra mitad es lo

inmutable". El componente eterno está presidido por los principios estéticos de Aristóteles: armonía, orden,

simetría, ritmo. Las formas, por su fugacidad, son expresión del fondo espiritual del que derivan.

Para Baudelaire, el hombre moderno es el que se inventa a sí mismo, tanto en el plano

físico como en el plano espiritual. Esa aspiración fundamentó en gran medida la aparición

del dandismo, cuyo principal exponente fue precisamente Baudelaire. Los dandys eran

jóvenes elegantes que pretendían ser modernos y despreciaban las costumbres burguesas,

mostrándose como escépticos morales, ociosos, aficionados al lujo y excesivamente

adornados.

El dandy se aferra a la moda y las drogas como estados en esencia transitorios y

forzosamente reversibles que obligan a comenzar siempre de nuevo, como el juego.

En palabras de Baudelaire, el dandysmo es "una especie de culto de sí mismo, que puede sobrevivir a la búsqueda

de la felicidad que se descubre en los demás, por ejemplo en la mujer, y que hasta puede sobrevivir a todo lo que se

suele denominar como ilusiones". El dandy es, en definitiva, "el placer de sorprender y la satisfacción orgullosa de

no ser sorprendido jamás", el objeto más distinguido de la ciudad. Para distinguirse hay que marginarse y

distanciarse de la muchedumbre, esencialmente vulgar.

El modernismo llegó a convertirse en un movimiento artístico gracias a los cambios tecnológicos del siglo XX. En

la Europa de comienzos del siglo XX, hubo un conjunto de tendencias artísticas innovadoras, con París como gran

centro cultural de la época. Estas tendencias recibieron el nombre de vanguardias. Artística o políticamente, son

llamados de vanguardia los grupos o corrientes que presentan propuestas innovadoras que "captan" las tendencias

del futuro y que tienen como misión realizar el futuro ahora, por lo cual son polémicos e incomprendidos. El arte

moderno estaba contra el pasado cultural y a favor de la libertad de acción.

Las energías y los atractivos de una nueva era de la máquina eran un poderoso

estímulo para la imaginación, como se reflejó en el cubismo parisino, el

futurismo italiano o el constructivismo ruso. Un nuevo espíritu actuó

ampliamente sobre las artes plásticas, valorizando las formas funcionales,

geométricas, abstraccionistas.

A estos valores se sumó también el factor industrial, con sus nuevos materiales,

lo que marcó un camino totalmente nuevo para la arquitectura y las demás artes,

que superaron sustancialmente diversas maneras antiguas de construir y expresar.

Además, las condiciones sociales se alteraron profundamente, como consecuencia

de la explosión industrial, de la ciencia, de la técnica, del aumento enorme de la

población.

En todos los sentidos, la velocidad de transformación de la civilización aumentó. Los cambios que antes llevaban

siglos, pasaron a hacerse de generación en generación, e incluso en una misma generación.

Además de la influencia de los materiales, el estilo moderno también se definió en función de las nuevas maneras

de entender el arte y las funciones de la arquitectura y el diseño. Se advierte la influencia del cubismo, cuya

tendencia geometricista o atención a los volúmenes alcanzó inmediatamente a algunos maestros de la arquitectura,

como Osenfant y Jeannaret, más conocido por su seudónimo Le Corbusier.

En particular el cubismo sintético, en virtud de la división racional que imprime a las superficies, articulando

geométricamente los elementos, influyó en las nuevas formas arquitectónicas. Esta lógica constructiva del cubismo

sintético está presente en el purismo geométrico de Le Corbusier y otros arquitectos expresivos de los nuevos

tiempos.

Picasso ejerció enorme influencia en la evolución artística del siglo XX. Desarrolló una tendencia ya esbozada en

Cézanne y creó el cubismo, forma artística altamente constructiva de reelaboración del mundo real. Picasso afirmó

que la invención de la fotografía había liberado a los pintores de cualquier obligación de hacer de su arte una

reproducción parecida al modelo real, conforme a la tradición que existía desde el Renacimiento. Al mismo

tiempo, rechazó el arte abstracto, al cual consideraba productor de vacíos. Manteniéndose firmemente figurativo, se

permitió una libertad ilimitada en la reconfiguración de los elementos objetivos recibidos del mundo circundante.

¡Con una cuña roja, mata a los

blancos!, composición de El

Lissitski (1920)

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Picasso fue un artista que se politizó y que se mantuvo, en todas las

circunstancias, políticamente definido. Residiendo en París, tomó

posición a favor de los republicanos en la guerra civil española

contra el franquismo y, debido a la continuidad de la dictadura,

nunca más retornó a su tierra natal. Pero fue precisamente la guerra

civil en España la que inspiró su obra más célebre. En el cuadro

Guernica, consiguió traducir, bajo formas sofisticadísimas y al

mismo tiempo vibrantes, el horror del bombardeo de la aldea vasca

por la aviación nazi.

Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, Picasso permaneció en París y su taller llegó a ser visitado por

intelectuales nazis en uniforme del ejército alemán. El pintor tenía, sin embargo, la confianza de intelectuales

militantes de la resistencia francesa, en particular los comunistas Paul Eluard, Louis Aragon y Pierre Daix. Aunque

en la época haya causado enorme sorpresa, es comprensible y explicable que el 4 de octubre de 1944, poco después

de la liberación de París, Picasso se inscribiera como militante del Partido Comunista Francés, hecho que ocupó, al

día siguiente, la primera página del diario comunista L'Humanité. Más notable aún fue que el gran artista se

mantuviera comunista hasta el fin de su vida, en 1973.

La producción de Picasso, en los años comunistas, tiene el mismo vigor creativo de la producción de años

anteriores. Desde el punto de vista de la técnica pictórica, presenta una riqueza insuperable. Al mismo tiempo,

incluye cuadros y dibujos explícitamente políticos. No sólo las palomas de la paz, que se popularizaron

universalmente, sino los magníficos páneles Guerra y Paz, que adornan la capilla de Vallauris. O el cuadro

Masacre en Corea, que recrea, en términos originalísimos del siglo XX, el célebre cuadro de Goya Ejecuciones del

3 de mayo de 1808, en el cual el fusilamiento de patriotas españoles por los invasores del ejército de Napoleón

constituye ciertamente una de las escenas más chocantes fijadas en una tela.

En la naciente Unión Soviética, el problema del "arte y la vida" se transformó en el problema del "arte en la vida",

percibiéndose como la necesidad de introducir belleza en todos los

elementos del entorno humano.

Los artistas de la vanguardia rusa revolucionaria estaban

convencidos de que el artista "debía entregarse al trabajo de crear la

vida misma; específicamente, a la producción de nuevos objetos de

la cultura material". La primera página del primer número de su

órgano "Arte de la Comuna" proclamaba: "Las fábricas, las plantas

industriales, los talleres, están esperando a que los artistas acudan

para darles diseños de objetos nuevos y sin precedentes". La

consigna propuesta por los artistas era: "Arte en la producción".

A lo largo de los años 20, en la joven Unión Soviética, toda una generación globalmente designada como "de

izquierda" rechazó el pasado para buscar los modelos de un radiante futuro comunista. Grupos de artistas-pintores

(Malevich, Kansinsky), poetas (Maiakovski, Esenin), escultores-arquitectos (Vladimir Tatlin)... buscaban, de una

forma concreta, transformar la vida y las ciudades a través de experiencias nuevas, de las cuales cada persona

hiciera parte necesariamente, pasando de la pintura al diseño gráfico o la fotografía, de la poesía al periodismo o la

publicidad, de la escultura a la arquitectura...

Apóstoles de la vida comunitaria y colectiva, exploraron las posibilidades de alteración de las relaciones entre

individuos, entre padres e hijos, entre hombres y mujeres. En medio de éstas, los arquitectos ensayaban las

soluciones arquitectónicas y urbanísticas de la sociedad que esperaban ayudar a construir. Teóricos como Moisés

Guinzburg buscaban encontrar los "instrumentos arquitectónicos de la nueva cultura socialista". Sus reflexiones

sobre el espacio de trabajo servirían, además, de base para la posterior edificación de "palacios obreros", las que

desarrolló a propósito de los espacios de ocio para la edificiación de clubes del trabajador, y sus análisis del

espacio familiar para el levantamiento de alojamientos comunes.

Las principales experiencias se llevaron a cabo alrededor del VJUTEMAS (Talleres Superiores del Arte y la

Técnica), fundado en Rusia en 1920. Incluía estudios de artes plásticas, urbanismo, arquitectura y diseño industrial,

dentro de la pedagogía propia del movimiento moderno, que eliminaba la enseñanza académica existente hasta

entonces.

Se buscaba alentar al artista universal, al diseñador capaz de trabajar con igual eficacia en todo el espectro de las

necesidades de la sociedad.

El Guernica de Pablo Picasso

Ejemplo de la arquitectura moderna

soviética de la década del 20.

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En 1923, se constituyó la Asnova (Asociación de Nuevos Arquitectos),

destinada a lanzar las bases de un nuevo vocabulario formal (Yuri Larin,

Konstantin Melnikov, Iván Golosov). Podemos considerar como un símbolo de

estas investigaciones el proyecto de Tatlin para la sede de la Internacional

Comunista. Esta torre inclinada, irrealizable con su trazo en espiral de 400

metros de altura, debería expresar las formas inéditas de un tiempo nuevo. En

1925 fue fundada en Moscú la OSA (Unión de Arquitectos Contemporáneos),

la cual, además de los arquitectos que habían trabajado en Alemania en el

proyecto Bauhaus, comprendía también teóricos, diseñadores industriales,

fotógrafos (Aleksandr Rodchenko, entre otros), profesores. Sus miembros se

definían como "constructivistas", empeñados en reconciliar al individuo con la

máquina, el trabajo industrial y la creatividad personal, y lanzar las bases del

hombre nuevo. Ciudades, urbanizaciones y otras formas de arte que produjeran

deberían constituir los "condensadores sociales" capaces de transformar una

humanidad al fin libre del yugo de la explotación.

Ideales simultáneos de abstracción, funcionalismo y utilitarismo determinaban

una actitud estética que iría a influir una buena parte de la producción artística

soviética y de la sensibilidad visual de esa época.

Con algunas excepciones -sobre todo concretadas en el dominio de la pintura,

la fotografía y las artes gráficas- los grandes proyectos de los constructivistas

jamás fueron llevados a la práctica, debido en gran parte a las dificultades

materiales del país.

El Vjutemas tuvo su contraparte modernista en Occidente en el

movimiento Bauhaus de Walter Gropius. Gropius fundó el

complejo Bauhaus en Weimar, Alemania, en 1919. Bauhaus era

una comuna, un movimiento espiritual, un acercamiento radical al

arte en todas sus formas, un centro filosófico comparable al jardín

de Epicuro. Rechazando todos los vínculos históricos,

especialmente los cristianos, Gropius y sus compañeros apiraban a

ser verdaderos socialistas, buscando la más alta virtud, la

hermandad humana. "Un verdadero arquitecto moderno", escribió

Gropius, es "quien se niega a vivir repitiendo las formas y

ornamentos de nuestros ancestros".

La Bauhaus (1919-33) representó un espacio importante para las

ideas constructivistas en el mundo occidental. Una escuela de artes

pionera, la Bauhaus basaba sus prácticas de enseñanza en un

resurgimiento del sistema de las guildas medievales, en el cual los estudiantes se enrolaban en el taller de un

maestro. Un aspecto único fue el establecimiento de un año básico interdisciplinario, que debían hacer los

estudiantes antes de especializarse en una disciplina particular. La Bauhaus también combinó arte, arquitectura y

diseño como parte de un programa unificado, un intento de producir una obra de arte totalizante. La influencia de

la Bauhaus fue amplia en los campos del diseño industrial, la ilustración gráfica, la tipografía y la arquitectura. De

hecho, dos de sus directores fueron importantes arquitectos modernos, Walter Gropius y Mies van der Rohe.

Cuando Weimar se convirtió en la primera ciudad alemana gobernada por el partido nazi, el presupuesto de la

escuela fue cortado a la mitad, y en 1925 Gropius fue obligado a trasladar la Bauhaus, que era vista como un foco

comunista y subversivo. Para entonces, Gropius se había desilusionado del socialismo y creía que un capitalismo

industial fordista beneficiaría a los trabajadores y que para sobrevivir, la Bauhaus debería adoptar una visión más

industrial del diseño.

Portada de la revista

constructivista soviética de las

artes Novy Lef (Nuevo Frente

Izquierdista de las Artes).

Diseñador: Aleksandr Rodchenko,

1928

Ejemplo de construcción del Bauhaus.

Los bloques de vivienda de la Karl-Marx-Allee (antigua Stalinallee) de Berlín oriental, ejemplo de arquitectura

moderna en la Alemania socialista.

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En 1928, Gropius cedió la dirección de la Bauhaus al arquitecto comunista suizo Hannes Meyer, quien dirigió el

instituto hasta 1930. Meyer creía que la forma debía ser gobernada por la función y el costo, para que los productos

fueran prácticos y al alcance de los consumidores de la clase obrera. Introdujo conferencias sobre economía,

psicología, sociología, biología y marxismo en el currículo. Bajo la dirección de Meyer, la Bauhaus tuvo una

posición más científica respecto al diseño y la primera influencia constructivista desapareció casi por completo. En

esa época, la Bauhaus también se politizó más y la escuela fue usada como foco de actividad política de un grupo

de estudiantes marxistas. En 1930, había una célula comunista de 36 estudiantes. A instancias de Gropius y

Kandinsky, la autoridad de la ciudad de Dessau expulsó a Meyer cuando se descubrió que había apoyado

económicamente a los mineros en huelga. Cinco de sus alumnos corrieron la misma suerte.

Presionado para despolitizar la Bauhaus, Mies van der Rohe tomó la dirección. Con Mies, la teoría arquitectónica

triunfó por un momento sobre la política, al introducir el nuevo programa apolítico de "Bau und Ausbau"

(construcción y desarrollo). Pero en octubre de 1931, los nazis llegaron al poder en Dessau, y el 22 de agosto de

1932 cerraron la escuela.

La Bauhaus fue posteriormente reestablecida por Mies como una escuela privada en Berlín, pero cuando los nazis

tomaron el poder en la ciudad, la Gestapo allanó la sede de la escuela en busca de literatura comunista y selló el

edificio, cerrándolo de hecho. El 19 de julio de 1933, los maestros se reunieron y votaron la disolución de la

Bauhaus, marcando formalmente el cierre de esta importante institución.

Es de destacar que muchos de los objetos diseñados por la Bauhaus aún parecen modernos, un testamento de su

influencia en el gusto durante en siglo XX. La Bauhaus también animó a sus estudiantes a considerar su trabajo en

el contexto de procesos modernos de producción en masa, y de esta manera hizo un puente entre la cultura de

masas y la de élite. En ese sentido, representó un conducto importante para la recuperación de los principios de la

estética modernista en un contexto popular.

El estilo Bauhaus, como su contraparte comunista, asumió que la

arquitectura moderna era para la clase obrera, y rechazó todo lo

burgués.

Las enseñanzas del Vjutemas, junto a su equivalente, la Bauhaus

alemana, se convirtieron en la base de la educación de diseño a

escala mundial. Han sido innumerables sus aplicaciones que han

mejorado la vida de la sociedad, aún en el plano más cotidiano.

Por ejemplo, la vienesa Margarete Schütte- Lihotzky, la más

destacada arquitecta social europea, se especializó en el diseño de

viviendas obreras, donde buscaba reducir el trabajo de la mujer. De

hecho, creó el prototipo de la moderna cocina integral vigente

actualmente en la mayoría de los hogares. Cuando los alemanes

invadieron Austria en 1938, Schütte-Lihotsky se unió al Partido

Comunista y a la Resistencia austriaca. Fue arrestada por la

Gestapo y sentenciada a muerte en 1940. La sentencia de muerte

fue levantada posteriormente, pero estuvo detenida durante más de cuatro años en campos de concentración. Su

militancia comunista también le trajo problemas durante la guerra fría.

El teórico número 1 de la arquitectura moderna fue el suizo Le

Corbusier. Su mirada sobre la ciudad de su época es muy crítica: la

encuentra enferma, caótica, próxima a desencadenar una

revolución. Es así que busca definir una estructura urbana racional,

que el nuevo mundo industrial pueda integrar armónicamente. Para

Le Corbusier, la política de los partidos no tiene razón de ser en un

mundo regido por los administradores, Tal posición es reflejada en

sus contactos con la Rusia comunista, la Italia fascista o la Francia

de Vichy. Debido a su diseño del Centrosoyus fue denunciado

como comunista. En 1931, cuando su proyecto para un Palacio de

los Soviets fue rechazado en favor de una "torta de bodas"

neoclásica de proporciones fantásticas, denunció a los soviéticos como incivilizados. En 1942, cuando iba a

presentar su último plan para Algiers en el consejo municipal de esa ciudad, las autoridades de Vichy decidieron

que era un comunista y rechazaron su propuesta, en el mismo momento en que los llamados arquitectos liberales de

Estados Unidos y la Gran Bretaña decidían que Le Corbusier era, de hecho, un colaborador de los fascistas. Le

Corbusier estaba totalmente desinteresado en toda forma de política que no fuera un medio de lograr sus

importantes objetivos de planeación y redesarrollo urbano. Su propia filosofía "política" tenía que ver con la

continuidad de la civilización sobre la Tierra y la necesidad de asegurar dicha continuidad.

Centro Urbano Antonio Nariño, en Bogotá,

inspirado en los principios modernos de Le

Corbusier.

El Centrosoyus, proyecto de Le Corbusier

construido en la Unión Soviética

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El movimiento moderno en América Latina tiene una de sus

máximas figuras en el arquitecto comunista brasileño Oscar

Niemeyer. Discípulo de Le Corbusier y figura emblemática de la

renovación de la arquitectura del siglo XX, quien, desde los años

treinta hasta nuestros días, es decir en casi setenta años de carrera,

ha enriquecido el patrimonio mundial de Brasil y de Francia,

pasando por Italia, Argelia o Nueva York, entre otros lugares.

Figura respetada en todo el mundo.

Niemeyer aprendió de prisa la lección básica: con la llegada del

concreto armado y de las estructuras de metal, la pared ya no

necesitaba cumplir con el deber milenario de sustentar el peso de la

construcción y, con eso, ganaba salvoconducto para ser, ante todo,

bella.

"No es el ángulo recto el que me atrae o que me inspira, ni la línea derecha dura, inflexible, inventada por el

hombre. Sólo me atrae la curva libre y sensual, la curva que se encuentra en las montañas de mi país, en el curso

sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer amada. Las curvas, en fin del universo, el universo

curvo de Einstein".

Con esta verdadera declaración de principios, Oscar Niemeyer revolucionó la

arquitectura de su país y, en alguna medida, la arquitectura del mundo. Con

esa idea diseñó ciudades, catedrales, mezquitas, casas y museos. Con esa idea

creó Brasilia, la gran utopía realizada por el pueblo carioca después del

impulso que le diera el presidente Juscelino Kubitsheck, quien confió desde

un primer momento en Niemeyer entregándole importantes proyectos en la

alcaldía de Bello Horizonte.

A los 92 años, el también arquitecto de la sede de la Organización de

Naciones Unidas en Nueva York, considera que su mayor logro fue haber

ingresado al Partido Comunista Brasileño. Y fue con esa convicción con la

que, en 1945, donó su taller en la calle Conde Lages, en el centro de Rio, para

la primera sede del comité metropolitano del Partido. Años más tarde, también daría de regalo un apartamento a su

amigo y líder comunista Luiz Carlos Prestes. "Las ideas marxistas contiúan perfectas, los hombres deberían ser

más fraternos", analiza.

Sin embargo no todos los sueños de este brasileño universal se hicieron siempre realidad, no siempre sus catedrales

sirvieron de refugio a los ángeles ni sus palacios de gobierno dieron albergue a los trabajadores y campesinos,

como él aspiraba. Niemeyer vio con dolor cómo su país caía, más pronto de lo esperado, bajo las botas de

dictaduras sangrientas y despiadadas; y cómo sus palacios de justicia se llenaban de jueces banales o de burócratas

insensibles, cómo sus amigos iban a parar en cárceles inmundas o en fosas sin nombre.

Por ello tuvo que optar por el duro camino del exilio y llegó a Francia donde le dieron la acogida que merecía y le

permitieron trabajar como arquitecto invitado. Allí diseñó la sede del Partido Comunista en París, la Bolsa del

Trabajo en Bobigny, la Casa de la Cultura en el puerto de Le

Havre.

En Argelia, donde también vivió una temporada durante su exilio,

diseñó una mezquita al filo del mar que nunca pudo construirse

(porque los gobernantes de ese país la consideraron "demasiado

revolucionaria") y la universidad de Constantino. En Italia, los

amplios locales de la editorial Mondadori de Milán. En Nueva

York, casas y edificios donde la curva, siempre la curva, juega un

rol fundamental. De regreso al Brasil, cuando los aires de la

democracia volvieron a implantarse, al tiempo que reasumía la

cátedra en la universidad de Río de Janeiro en 1987, realizó en Sao

Paulo el "Memorial de la América Latina" (en cuya entrada aparece

una América Latina en forma de mano sangrante) y, en 1991, el

Museo de Arte Moderno de Niterói. Ese museo que parece una

gigantesca nave espacial que se hubiera posado sobre el

maravilloso paisaje de la ciudad de Río de Janeiro o una flor descomunal que habría brotado de las entrañas de la

tierra, como en verdad la concibió el arquitecto.

El diseño es la aplicación de los planteamientos del movimiento moderno: crear desde dentro de la tecnología;

fabricar según sus potencias y requerimientos, no en contra de ellos; idear formas originales de la industria que

integren belleza, técnica, funcionalidad y economía.

El arquitecto comunista brasileño Oscar

Niemeyer.

La catedral de Brasilia, diseñada

por Oscar Niemeyer.

El museo de Oscar Niemeyer, en Rio de

Janeiro

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El diseño no es arte: es proyecto de bienes de uso. Mientras el artista es un productor de metáforas, el diseñador es

un creador de medios de trabajo y objetos de uso humano para todas las áreas de la vida, incluyendo (pero no

limitados a) la propia apariencia personal, la arquitectura y el propio entorno (muebles, etc.). El arte se especializó

para calmar el hambre espiritual, y la industria para aliviar el hambre material. El diseño es una especie de

sándwich doble. Su descubrimiento es el gran mérito histórico del llamado movimiento moderno.

Fuente: http://www.estudiocaos.com/molodoi64/antiguo/modernismo.htm