52
ALGUNOS CASOS EXTRAÍDOS DE LA MUJER QUE NO QUERÍA AMAR DE STEPHEN GROSZ

La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Todos somos narradores: creamos historias para dar sentido a nuestras vidas. Pero no es suficiente contar historias. Tiene que haber alguien que nos escuche. Como psicoanalista, Stephen Grosz ha pasado los últimos veinticinco años buscando los sentimientos ocultos que hay detrás de nuestros comportamientos más desconcertantes. La mujer que no quería amar condensa más de cincuenta mil horas de conversación en enseñanzas psicológicas sin ninguna jerga. Este libro extraordinario trata de un proceso muy normal: hablar, escuchar y entender. Sus historias elegantes y aforísticas nos enseñan una nueva manera de prestar atención. También revelan un delicado autorretrato del profesional en su trabajo y explican cómo las lecciones que se aprenden en el diván pueden ser tan útiles para el analista como para el paciente. Son historias sobre nuestra vida cotidiana: sobre las personas a las que amamos y las mentiras que contamos, los cambios que afrontamos y la pena que sufrimos. Al final, nos hablan no sólo de cómo nos perdemos, sino también de cómo nos podemos reencontrar.

Citation preview

Page 1: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

ALGUNOS CASOS EXTRAÍDOS DE LA MUJER QUE NO QUERÍA AMAR DE STEPHEN GROSZ

Page 2: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 2Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 2 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 3: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

De cómo los elogios pueden causar la pérdida de confi anza

Cuando llegué al parvulario a recoger a mi hija, oí que una de las maestras le decía: «Qué árbol tan bonito has dibujado, bien hecho». Unos días más tarde, señalando otro de los dibujos de mi hija, la maestra exclamó: «¡Eres una verdadera artista!».

En las dos ocasiones se me encogió el corazón. ¿Cómo podía explicarle a la maestra que hubiera preferido que no elogiara a mi hija?

Hoy en día nos prodigamos en elogios a nuestros hijos. Se suele creer que los elogios, la confi anza en uno mismo y el rendimiento académico van siempre juntos de la mano. Pero investigaciones recientes sugieren otra cosa. Durante la pasada década, varios estudios sobre la autoestima llegaron a la conclusión de que elogiar a un niño por su inteligencia no le ayuda en el colegio. De hecho, puede perjudicarle. Con frecuencia, los niños abandonan la tarea después del elogio: ¿por qué voy a hacer otro dibujo si ya he hecho «el mejor»? O puede ser que el niño simplemente repita lo que

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 3Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 3 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 4: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

ya ha hecho: ¿para qué dibujar algo nuevo, o de una manera distinta, si ya he conseguido el aplauso con el anterior?

En un estudio muy famoso realizado en 1998 con ni-ños de diez y once años, las psicólogas Carol Dweck y Claudia Mueller pusieron a 128 niños a resolver una serie de problemas matemáticos. Después de completar la pri-mera tanda de ejercicios sencillos, las investigadoras dijeron a cada niño una sola frase elogiosa. A algunos se les elogió por su intelecto —«Lo has hecho muy bien, eres muy inte-ligente»—; a otros porque habían trabajado duro —«Muy bien, te has esforzado mucho»—. Luego las investigadoras pusieron a los niños una nueva serie de problemas. Los re-sultados fueron sorprendentes. Los estudiantes que habían sido elogiados por su esfuerzo demostraron una mayor dis-posición para enfrentarse a nuevos retos. También se empe-ñaron en atribuir sus fallos a la falta de esfuerzo, y no a la falta de inteligencia. Los niños que fueron elogiados por su inteligencia tenían más temor de fallar, y tendían a elegir retos que ya conocían, y se aplicaban con menor tenacidad en cuanto los problemas se complicaban. En suma, la emo-ción que había producido decirles «Eres muy inteligente» produjo un incremento en la ansiedad y una disminución en la autoestima, la motivación y el rendimiento. Cuando las investigadoras pidieron a los niños que escribieran sobre su experiencia para los niños de otras escuelas, algunos de los niños «inteligentes» mintieron, infl ando su puntuación. En resumen, lo que minó la confi anza a estos chicos, y los hizo tan infelices hasta el punto de verse impulsados a men-tir, fue una frase elogiosa.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 4Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 4 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 5: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

¿Por qué nos empeñamos en elogiar a nuestros hijos?En parte lo hacemos para demostrar que somos dife-

rentes de nuestros padres. En Making Babies, unas memorias sobre la maternidad, Ann Enright observa: «En los viejos tiempos, como llamamos a los años setenta en Irlanda, las madres menospreciaban sistemáticamente a sus hijos: «Pare-ces un mono», decía una madre, o «Ángel en la calle, demo-nio en casa», o mi frase favorita «Me vas a mandar a la tum-ba». Vivíamos en un país donde cualquier forma de elogio era una suerte de tabú». Desde luego, esto no solo ocurría en Irlanda. Recientemente, un londinense de mediana edad me dijo: «Mi madre me decía cosas que nunca digo a mis hijos: inútil, descarado, inmaduro, no hagas el tonto. Cua-renta años después, me entran ganas de gritarle: “¿Qué tie-ne de malo hacer el tonto?”».

Hoy, dondequiera que haya niños pequeños —en el par-que, en el Starbucks, en el parvulario— se oye de fondo la música del elogio, «Bravo, princesa», «Muy bien, cam peón», «Eres un crack». Admirar a nuestros hijos puede levantarnos momentáneamente la autoestima, haciendo ver, a quienes están a nuestro alrededor, los buenos padres que somos y los hijos extraordinarios que tenemos, pero esto no ayuda mu-cho a la autoestima del niño. Al esforzarnos por ser diferen-tes de nuestros padres, hacemos prácticamente lo mismo que ellos, repartimos elogios vacíos de la misma forma que la generación anterior repartía crítica gratuita. Si lo hacemos para evitar refl exionar sobre el niño y su mundo, y sobre lo que el niño en realidad siente, entonces el elogio, igual que la crítica, es al fi nal la expresión de nuestra indiferencia.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 5Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 5 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 6: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Lo cual nos lleva de nuevo al problema original: si el elogio no ayuda a la construcción de la confi anza de nues-tros hijos, ¿qué lo hace?

Antes de licenciarme como psicoanalista, hablé de todo esto con una mujer de ochenta años de nombre Charlotte Stiglitz. Charlotte —la madre de Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía— impartía clases de refuerzo de la lectura en el oeste de Indiana desde hacía muchos años. «Yo no elogio a los niños por ser capaces de hacer lo que pue-den hacer —me dijo—. Los elogio cuando hacen algo real-mente difícil, como compartir un juguete o ser pacientes. También creo que es importante decir “gracias”. Cuando tardo en darles un bocadillo, o en ayudarles, y ellos se mues-tran pacientes se lo agradezco. Pero nunca elogio a un niño que está jugando o leyendo.» Ni grandes recompensas, ni castigos terribles: Charlotte se concentraba en lo que el niño hacía, y en cómo lo hacía.

Una vez observé a Charlotte con una niña de cuatro años que estaba dibujando. Cuando la niña se detuvo y se giró para verla, probablemente esperando un elogio, ella sonrió y le dijo: «Hay demasiado azul en tu dibujo». La niña respondió: «Es el estanque que está al lado de casa de mi abuela, y tiene un puente». Entonces Charlotte cogió un lápiz de color marrón y dijo: «Te lo voy a dibujar».

Charlotte habló con la niña, pero sobre todo la obser-vó, la escuchó. Estuvo presente.

Su presencia reforzaba la confi anza de la niña, porque le demostraba que estaba haciendo algo que a ella le hacía pensar. De otra forma, la niña podía haber creído que su

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 6Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 6 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 7: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

dibujo era un medio para obtener un elogio, y no un fi n en sí mismo. ¿Cómo podemos esperar que una niña sea atenta, si no le prestamos atención?

Estar presente, ya sea con los niños, con los amigos, o incluso con uno mismo requiere un gran esfuerzo. Pero ¿acaso no deseamos más esta atención, la sensación de que alguien se interesa por nosotros, que el elogio?

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 7Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 7 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 8: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Sobre los secretos

Su médico lo describía en la carta como un mentiroso pa-tológico; ¿podía yo orientarlo, quizá verlo en una sesión de psicoanálisis?

Philip vino a verme para mantener una entrevista un abril de hace varios años. Su médico decidió enviármelo después de encontrarse con su esposa en una librería. Ella le había cogido la mano conteniendo las lágrimas. ¿Sería buena idea, se preguntaba ella, examinar el resto de las opciones que había para tratar el cáncer de pulmón de Philip?

Durante su primera cita conmigo, Philip (que, como su médico me había dicho, gozaba de buena salud) enumeró algunas de las mentiras que había dicho recientemente. En un evento escolar para recaudar fondos, le dijo a la maestra de música de sus hijas que él era hijo de un famoso compo-sitor, un hombre ampliamente conocido por ser soltero y gay. Antes de esto le había dicho a su suegro, un periodista deportivo, que una vez había sido seleccionado para el equipo inglés de tiro con arco.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 8Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 8 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 9: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

La primera mentira que recordaba haber dicho fue a un compañero de clase. Cuando Philip tenía once o doce años, insistía en que había sido reclutado, como agente, por el MI5.* Me contó la advertencia de su profesor: «Dios mío, si vas a mentir por lo menos hazlo bien».

El profesor tenía razón, Philip mentía muy mal.Cada mentira parecía diseñada para impresionar a su

interlocutor, pero eran muy exageradas, tremendamente arriesgadas. «No parece preocuparte que la gente descubra tus mentiras», le dije.

Él se encogió de hombros.Me dijo que las víctimas de sus mentiras rara vez lo

desafi aban. Su esposa no confrontó los hechos después de su milagrosa recuperación. Otros, como su suegro, parecían más escépticos, pero guardaban silencio. Cuando le pregun-té sobre el efecto de sus mentiras en su carrera —trabajaba de productor de televisión— me dijo que en su ofi cio mentía todo el mundo: «Es parte de las habilidades que se requieren».

Hasta donde podía saber, Philip no empatizaba con la gente a la que mentía; la mayoría parecía no importarle. Así había sido hasta la semana que vino a verme. Su hija de siete años le había pedido ayuda con los deberes de francés; él le había dicho que lo hablaba de manera fl uida. Pero entonces, en lugar de admitir que no hablaba la len-

* División del servicio secreto británico que se dedica a activida-

des de espionaje interior, a diferencia del MI6, que lo hace fuera de

Inglaterra. (N. del T.)

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 9Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 9 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 10: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

gua, le había dicho que no recordaba los nombres de los animales de granja que aparecían en el libro de ejercicios. Ella se había quedado en silencio, mirando hacia otro lado, y él se percató de que se había dado cuenta de que le había mentido.

A lo largo de la terapia me quedé impresionado con la franqueza de Philip. Sabía que si era abierto conmigo —si se mostraba como era en mi consultorio— en algún momento iba a mentirme. Sucedió pronto. A un mes de iniciar el tratamiento, dejó de pagar. Me dijo que había per-dido su talonario, pero que liquidaría su deuda en cuanto lo encontrara. El mes siguiente me dijo que había donado su salario al Museo de Freud.

Después de cinco meses de embustes, le dije que al fi -nal de mes íbamos a suspender las sesiones hasta que pagara su deuda. Solo cuando llegamos a la última sesión, cuando ya nos estábamos despidiendo, sacó su talonario y extendió un cheque.

Me sentí aliviado con el pago pero inquieto por lo que le podía pasar a nuestra relación. Philip había ido incre-mentando sus mentiras en la medida en que yo me había ido replegando: cada vez me mostraba más reservado a la hora de hablar. Ahora me doy cuenta de que era experto en valerse de esa convención social que hace que nos quede-mos callados cuando alguien nos miente.

Pero ¿por qué? ¿Cuál era la lógica de ese comporta-miento?

Lidiamos con esta cuestión durante el siguiente año de tratamiento. Analizamos la idea de que mentir era su forma

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 10Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 10 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 11: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

de controlar a los demás, o de compensar un sentimiento de inferioridad. Hablamos de sus padres. Su padre era cirujano y su madre había sido maestra de escuela hasta su muerte, justo antes de que Philip cumpliera doce años.

De pronto, un día Philip contó un recuerdo de su in-fancia que hasta entonces le había parecido trivial. Desde que tenía tres años le tocó compartir habitación con sus hermanos gemelos, que dormían en cunas al lado de él. A veces se despertaba en mitad de la noche con los gritos y el escándalo que hacían los clientes al salir del pub que es-taba enfrente. De pronto le despertaban las ganas de orinar, sabía que tenía que levantarse e ir al baño y, sin embargo, se quedaba inmóvil en la cama.

«Cuando era niño solía mojar la cama», me dijo Philip. Se deshacía de su pijama empapado y lo ocultaba entre las sábanas. Al día siguiente cuando se acostaba, lo encontraba debajo de la almohada, limpio y pulcramente doblado. Nunca habló de su incontinencia con su madre y, hasta donde recuerda, su madre no se lo contó a nadie, ni siquie-ra a su padre. «Se hubiera puesto furioso conmigo —dijo Philip—. Creo que mi madre pensaba que yo maduraría, y lo hice cuando ella murió.»

Philip no podía recordar si había estado a solas con su madre. Durante la mayor parte de su infancia había estado ocupada haciéndose cargo de los gemelos. No recuerda ninguna conversación con ella; o uno de sus hermanos o su padre —alguien— siempre estaba allí. Mojar la cama y el silencio de ella fue convirtiéndose gradualmente en una suerte de conversación privada, algo que solo ellos compar-

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 11Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 11 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 12: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

tían. Cuando su madre murió, esta conversación se inte-rrumpió de golpe. Y entonces Philip comenzó a improvisar otra versión del intercambio. Decir mentiras que escandali-zaran y esperar irracionalmente que su interlocutor no di-jera nada y se convirtiera, como su madre, en su cómplice secreto.

La mentira en Philip no era un ataque personal, aunque a veces tenía ese efecto. Era la forma de mantener esa cer-canía que había conocido, la manera que tenía él de abrazar a su madre.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 12Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 12 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 13: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

De cómo la paranoia puede aliviar el sufrimiento y prevenir una catástrofe

Amanda P., una mujer soltera de veintiocho años, regresa a su casa en Londres después de un viaje de trabajo a Estados Unidos. Ha estado diez días en Nueva York. Vive sola. Lle-ga con su maleta hasta la puerta y, mientras gira la llave para abrir la cerradura, es presa de una idea. «Tengo esta fantasía, la veo como en una película: al girar la llave se activa una suerte de detonador y todo el piso vuela en pedazos. Los goznes de la puerta me golpean y muero en el acto. Imagi-no que unos terroristas han entrado en mi casa, y que han puesto cuidadosamente la bomba para matarme. ¿Por qué tengo esa fantasía tan demencial?».

Veamos también, por ejemplo, estas breves fantasías pa-ranoicas: una mujer va caminando por la calle sonriéndose a sí misma; Simon A. —un atractivo y bien vestido arqui-tecto— está convencido de que ella se ríe de su ropa. O ahí está Lara G., cuyo jefe le ha pedido que vaya a la ofi cina al fi nal de la jornada. No se han hablado durante semanas. Lara está segura de que van a despedirla. En lugar de eso, se

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 13Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 13 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 14: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

queda muda en cuanto le ofrecen un ascenso y un aumento de sueldo. Y ahí tenemos a George N., que, mientras se ducha, teme que alguien tire de la cortina y lo asesine, como en la película Psicosis, de Hitchcock. «Mi corazón se acelera —me dice George—. Por un instante sufro un pá-nico insoportable, imagino que no estoy solo en mi piso, que alguien va a venir a asesinarme.»

La mayoría, si no todos, hemos tenido en algún mo-mento fantasías irracionales. Y rara vez lo reconocemos, ni siquiera ante nuestra esposa o un amigo íntimo. Nos parece difícil, si no imposible, hablar de ellas. No sabemos lo que signifi can ni lo que nos quieren decir. ¿Son una señal?, ¿lo-cura momentánea? Hay varias teorías psicológicas sobre por qué las fantasías paranoides son parte de una vida mental sana. Una teoría dice que la paranoia nos permite liberar-nos de algunos sentimientos agresivos. La rabia se proyecta inconscientemente: «No quiero hacerle daño, él quiere ha-cerme daño». Otra teoría sostiene que la paranoia nos per-mite negar nuestros sentimientos sexuales no deseados: «No lo amo, lo odio y él me odia». Ambas teorías se pueden con-siderar, pero ninguna parece sufi ciente.

Cualquiera puede volverse paranoico —es decir, desa-rrollar la fantasía de ser traicionado, burlado, explotado o lastimado—, pero estamos más expuestos a la paranoia si somos inseguros, estamos solos y desarraigados. Sobre todo, las fantasías paranoides son una respuesta al sentimiento de que estamos siendo tratados con indiferencia.

En otras palabras, las fantasías paranoides son inquietan-tes, pero también son un mecanismo de defensa. Nos pro-

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 14Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 14 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 15: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

tegen de un desastre emocional mayor, como puede ser el sentimiento de que nadie se preocupa por nosotros, de que no le importamos a nadie. El pensamiento de «fulanito me ha traicionado» nos protege del otro más doloroso «nadie piensa en mí». Y esta es una de las razones por las que los soldados generalmente sufren paranoia.

Durante la Primera Guerra Mundial, los soldados bri-tánicos en las trincheras estaban convencidos de que los granjeros franceses, que seguían trabajando en sus tierras detrás de la línea británica, hacían indicaciones secretas a la artillería alemana. En La Gran Guerra y la memoria moderna, Paul Fussell documenta la extendida creencia de los solda-dos de que los granjeros dirigían las armas alemanas hacia las trincheras inglesas. Fusell escribió: «En las dos guerras era una idea muy extendida, aunque nunca, hasta donde yo sé, pudo probarse que los franceses, los belgas o los alsacia-nos que vivían tras la línea del frente, orientaban a la artille-ría alemana con un método increíblemente elaborado, inte-ligente y preciso». Los soldados veían códigos terribles en los movimientos aleatorios de las aspas de un molino, o en la visión de un hombre paseando dos vacas por el campo, o en la ropa tendida en un alambre. Es menos doloroso sen-tirse traicionado que ignorado.

Con la edad disminuye la posibilidad de desarrollar de-sórdenes psicológicos graves, pero aumenta la probabilidad de desarrollar algún tipo de paranoia. En el hospital he oído a hombres y mujeres mayores quejándose: «Las enfermeras me quieren envenenar», «No he perdido mis gafas, es evi-dente que me las ha robado mi hija», «No vas a creerme,

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 15Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 15 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 16: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

pero te lo puedo asegurar: mi habitación está intervenida, me espían el correo», «Por favor, llévame a casa, aquí no me siento seguro». No cabe duda de que se abusa de los ancia-nos, y de que son engañados por la familia y maltratados por sus cuidadores, así que es importante prestar mucha atención a sus miedos. Pero con demasiada frecuencia —como los soldados en las trincheras— cuando los ancia-nos encaran la muerte se sienten olvidados. Hombres y mujeres que alguna vez fueron atractivos e importantes se encuentran progresivamente ignorados. De acuerdo con mi experiencia, las fantasías paranoides son a menudo una res-puesta a la indiferencia del mundo. El paranoico sabe que alguien está pensando en él.

Pedí a Amanda P. que me contara más sobre su llegada a casa desde Nueva York. «Me encanta mi piso —me dijo—. Pero regresar a casa después de un viaje es uno de esos momentos en los que odio estar soltera. Abro la puerta y me encuentro con el correo de diez días, el frigorífi co vacío y la casa fría. Nadie ha cocinado, así que el piso pare-ce abandonado; es deprimente.» Hizo una pausa. «Es exac-tamente lo opuesto de lo que me gustaba al llegar a casa cuando volvía del colegio. Mi madre o mi abuela, o las dos, estaban ahí, preparándome la cena. Siempre había alguien esperándome.»

Conforme hablaba iba quedando claro que la momen-tánea fantasía paranoica de Amanda P. —la de girar la llave en la cerradura y volar en pedazos por culpa de los terroris-tas— no era, respondiendo a su pregunta, ninguna locura. Su fantasía la atemorizaba durante un minuto, pero al fi nal

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 16Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 16 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 17: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

era un miedo que la salvaba de sentirse sola. El pensamiento de «alguien quiere matarme» le hacía experimentar la sen-sación de ser odiada, pero no olvidada. Ella existía en la cabeza de un terrorista. Su paranoia era un escudo contra la catástrofe de la indiferencia.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 17Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 17 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 18: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Por qué los padres envidian a sus hijos

Hace algunos años tuve una paciente a la que llamaré Ami-ra. Cuando tenía veintisiete años, Amira tuvo un grave ac-cidente de coche; el coche derrapó y se salió de la autopista. El accidente la dejó físicamente herida y emocionalmente dañada.

Dos años después del accidente, Amira comenzó a re-hacer su vida, y a tener cada vez mayores difi cultades para hablar con su madre sobre sus progresos. «No soporto sus Masha’Allahs —me dijo Amira—. Masha’Allah quiere decir “es la voluntad de Dios”. Mi madre lo dice cada vez que me pasa algo bueno. Lo dice para ahuyentar el mal de ojo, para protegerme de la envidia de la gente, y eso me moles-ta mucho.»

Amira describió una conversación que tuvo con su madre acerca de los preparativos que ella y su novio estaban haciendo para la luna de miel. «Le dije que habíamos deci-dido ir a París: Masha’Allah. Empecé a contarle sobre el hotel que habíamos elegido. Masha’Allah. Traté de hablarle de la suite y de nuestros planes. Masha’Allah Masha’Allah

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 18Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 18 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 19: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Masha’Allah. Tenía ganas de arrojar el móvil por la ventana —me dijo Amira—. Mi felicidad no depende solo de la voluntad de Dios, también yo tengo algún mérito.»

Me pareció que el deseo que tenía la madre de Amira de proteger a su hija de la envidia de la gente estaba enrai-zado en sus propios sentimientos de envidia. Al principio Amira se sorprendió con esta idea. Pero al irla asumiendo, empezó a quedar claro que su madre echaba algo en falta. Su madre le había dicho alguna vez que uno de los perío-dos más felices de su vida había sido el de su primer año de matrimonio, cuando ella y su esposo vivían en Francia. «No debe de ser fácil para ella —dijo Amira—. Yo estoy pla-neando mi matrimonio y tener hijos, mientras ella es una viuda que mira hacia el pasado.» Después Amira se pregun-tó si no había sido insensible, si no había tratado involunta-riamente de poner celosa a su madre.

Con frecuencia envidiamos las dotes de nuestros hijos: su potencia física y mental, su vitalidad, su capacidad para dis-frutar, su bienestar material. Pero sobre todo envidiamos el potencial de nuestros hijos. Robert B., un funcionario públi-co de cincuenta y cinco años, me contó un sueño que había tenido: «Estoy en una montaña. Mis abuelos, que ya han muerto, están en la cima, entre las nubes. Descansan en una pequeña cabaña de madera, esperando a mis padres que están justo por debajo de la cima. Yo estoy más abajo en la monta-ña, lejos de mis padres. Mis hijos están al pie de la montaña, apenas acaban de dejar el campamento base. Me escondo detrás de una roca y mis hijos me rebasan. Cuando regreso al camino y los veo delante de mí me siento eufórico».

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 19Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 19 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 20: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

El sueño de Robert, entre otras cosas, es la visión del viaje de la vida, desde la cuna (el campamento base) hasta la tumba (la cabaña de madera). También representa su deseo inconsciente de estar al margen del tiempo, de intercambiar posiciones con sus hijos para tener un futuro todavía más largo que el de ellos.

En su mayor parte, la envidia que estoy describiendo es inconsciente: furtiva, resistente a la investigación y a la co-rroboración. La vislumbramos en nuestros sueños, y tam-bién en nuestras distracciones o deslices. Una madre que conozco, que fue criada en la pobreza, estaba encantada de haberle comprado a su hija un traje de lana de Prada, pero unas horas después metió la falda accidentalmente en la lava-dora y la echó a perder.

A veces la envidia viene disfrazada de correctivo —el padre desinfl a el entusiasmo de su hijo con palabras como «descarado» o «inmaduro»; la madre se queja de que su hijo es desagradecido: «No sabes lo afortunado que eres», «Yo nunca tuve ni esto ni lo otro». Cuando envidiamos a nues-tros hijos nos envidiamos a nosotros mismos: tenemos un concepto demasiado bajo de ellos y uno demasiado alto de nosotros.

No es necesario ser padre para sentir esta clase de envi-dia. Un entrenador puede envidiar a su atleta, y un profesor a su alumno, y sería injusto no incluir que un psicoanalista puede envidiar a su paciente. A veces nuestros pacientes son más jóvenes, más inteligentes y económicamente más exi-tosos que nosotros. Y no es tan extraño que el psicoanalista pueda ayudar a un paciente a resolver el mismo problema

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 20Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 20 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 21: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

que el psicoanalista no ha podido resolver durante toda su vida. Cualquier padre y cualquier madre pueden verse atra-pados en esta clase de envidia.

La pregunta es la siguiente: ¿podemos por la vía de la aceptación de nosotros mismos, en nuestro tiempo y lugar, liberarnos para disfrutar de los placeres y los éxitos de nues-tros hijos? En los casos más extremos, envidiar al hijo es una desgracia psicológica, y puede hacernos perder tanto el equilibrio mental como a nuestro hijo.

Hace diez años, Stanley P., un viudo de setenta y siete años, y padre de cuatro hijos, llegó a mi consultorio deriva-do por su médico de familia. Sus actividades se habían ido restringiendo; me di cuenta de que así evitaba sentir envi-dia de los demás. No viajaba y solo se relacionaba con aquellos por los que sentía desprecio: gente a la que pagaba por hacer reparaciones, por ejemplo. Se sentía incómodo con sus hijos. Con cada hijo se quejaba de los otros, de sus maridos o sus mujeres, de los regalos de cumpleaños que le habían hecho, o de la frecuencia con que le llamaban por teléfono. El comportamiento de Stanley había hecho que sus hijos se fueran alejando de él, y esto solo confi rmaba, según él, el egoísmo de sus hijos.

Un día Stanley describió una visita de su hija, que solía visitarlo con su esposo y sus hijos varias veces al año, y que últimamente iba sola y como mucho una vez al año. Mien-tras me contaba cómo se despedía de ella, cogiéndole la mano en un café del aeropuerto, a Stanley se le saltaban las lágrimas. Recordó cuando ella era pequeña y él se ponía detrás de la puerta de su habitación para oírla cómo le leía

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 21Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 21 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 22: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

La historia de la señora Tiggy-Winkle a su osito de peluche. Pero ese recuerdo, y su sentimiento de tierna melancolía, pronto dieron paso a una lista de quejas sobre la brevedad de su visita o lo barato que era el regalo que le había llevado. Y de nuevo volvió a perderla. Lo que quedaba del amor que había sentido por sus hijos tenía poco que hacer frente a la poderosa narrativa que su envidia había logrado escribir.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 22Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 22 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 23: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

De cómo el enamoramiento nos aleja del amor

Mary N., de cuarenta y seis años, casada y madre de tres hijos, fue ingresada en el hospital con una crisis nerviosa. Unos días antes de sufrir la crisis, Mary fue con su esposo a una fi esta que organizaban los vecinos en su jardín, don-de habían conocido a un hombre llamado Alan, un aboga-do que acababa de enviudar. En cierto momento, Alan y Mary entablaron una conversación en la cocina y hablaron abiertamente sobre el dolor que a él le provocaba la muer-te de su mujer, y a ella la reciente muerte de su hermana víctima de un cáncer. Él la invitó a comer a su casa el vier-nes siguiente. El viernes Mary llegó a la casa con un ramo de peonías, una botella de vino de Sancerre y un camión de mudanzas donde llevaba toda su ropa y sus pertenencias y unos cuantos muebles. Alan recibió a Mary y aceptó los presentes, hasta que vio a los hombres de la mudanza y adivinó sus intenciones. Cuando él le impidió entrar, ella se puso histérica, comenzó a gritar y a desgarrarse la ropa. Alan telefoneó a su esposo, que inmediatamente llamó al médico.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 23Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 23 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 24: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Cuatro meses después de separarse de su mujer, Isaac D., un cirujano de cuarenta y un años, asistió a una confe-rencia en Estados Unidos. Mientras estaba sentado en el bar del aeropuerto JFK conoció a una dentista de veintinueve años llamada Anna. Conversaron alrededor de una hora y después cada uno se fue por su lado. Al llegar a Londres, Isaac la buscó por internet. Dos días después se presentó en la consulta de ella en Buenos Aires con un enorme ramo de fl ores y un collar de perlas. Anna llamó inmediatamente a su padre y a su novio para que se llevaran a Isaac de allí. Llegaron los dos a la consulta y trataron de que se fuera. Isaac no accedió a marcharse hasta que llegó la policía y amenazó con arrestarlo. Una semana más tarde, sentado en mi consultorio, Isaac me dijo que siempre había sido pro-clive a los fl echazos, pero que esta vez era diferente, que realmente se había enamorado. Había accedido a verme solo porque su médico había insistido. Estaba preparado para hablar sobre sus sentimientos frente al rechazo, pero no lograba ver nada malo en su comportamiento. «Solo soy un romántico chapado a la antigua», me dijo.

La mayoría de nosotros hemos estado alguna vez ena-morados, hemos sufrido esa fi ebre en menor o mayor me-dida. En casos extremos, el enamoramiento puede producir trastornos de la conducta (acoso, por ejemplo) u obsesión sexual. El enamoramiento hace que sintamos nuestros lími-tes emocionales, la barrera que hay entre nosotros y el ob-jeto de nuestro deseo ha sido derribada. Sentimos un deseo que pesa físicamente, un dolor. Pensamos que estamos ena-morados.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 24Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 24 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 25: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Muchos psicoanalistas creen que el enamoramiento es una forma de regresión, que en el anhelo de una cercanía intensa somos como niños implorando el abrazo de nuestra madre. Por eso somos tan vulnerables cuando lidiamos con la pérdida y la desesperación, o cuando estamos solos y ais-lados; de ahí que sea tan frecuente enamorarse durante los primeros años de universidad, por ejemplo. Pero ¿es este sentimiento en realidad amor?

A veces digo —aunque no completamente en serio— que la pasión amorosa es la parte excitante, y que el amor real es la parte tediosa que viene después. La poetisa Wendy Cope me dijo una vez: «En el enamoramiento, la gente evi-ta poner a prueba sus fantasías frente a la realidad». Pero dada la angustia que el enamoramiento puede causar —la pérdida de la libertad mental, la insatisfacción con uno mis-mo y el terrible sufrimiento—, ¿por qué algunos de noso-tros intentamos eludir durante tanto tiempo la realidad?

Muchas veces es porque enfrentarse a la realidad impli-ca asumir la soledad. Y aunque la soledad puede ser útil porque nos motiva a conocer a alguien nuevo, por ejemplo, el miedo a la soledad puede funcionar como una trampa, encerrándonos en un sentimiento duradero de abatimiento. En el peor de los casos, el enamoramiento se vuelve un hábito mental, una manera de mirar el mundo que no es tan distinta de la paranoia.

Hace muchos años tuve una paciente llamada Helen B., una periodista free lance de treinta y siete años. Helen ha-bía tenido una relación durante nueve años con un colega casado llamado Robert. Atrapada por el enamoramiento,

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 25Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 25 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 26: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Helen era incapaz de pensar en él de forma racional. Ro-bert había incumplido durante años sus promesas. Le decía que se irían juntos de vacaciones, y acababa yendo con su esposa. Le había dicho que dejaría a su mujer en cuanto su hijo menor entrara en la universidad, y ese momento hacía tiempo que había pasado y Robert no había hecho ningún movimiento. Tres meses antes de que Helen empezara con el psicoanálisis, Robert le dijo que se había enamorado de otra y que iba a dejar a su esposa. Helen ni negó ni rechazó esta información, pero parecía incapaz de comprender lo que signifi caba. Ella me dijo que era capaz «de no dejarse engañar y ver» lo que «de verdad estaba pasando».

«Mis amigos me decían que Robert nunca dejaría a su esposa, pero estaban equivocados; ya la ha dejado», me confesó con aire triunfal. Helen afi rmó que estaba «encan-tada»; creía que la nueva novia de Robert sería incapaz de retenerlo, así que con el tiempo regresaría con ella. Esta era una posibilidad, desde luego, pero Helen pensaba que era una certeza, y se negaba a admitir lo obvio: Robert se había enamorado de otra persona. Igual que la paranoia, el ena-moramiento produce ávidos recopiladores de información, pero uno observa de inmediato una intención incons-ciente en sus observaciones: cada nuevo hecho confi rma su fantasía.

Durante su primer año de psicoanálisis me di cuenta de que no podía ayudar a Helen a pensar diferente. Me recor-daba a esas teorías conspirativas que sostenían que el prínci-pe Felipe de Edimburgo había asesinado a la princesa Dia-na, o que la CIA había planeado los ataques del 11 de

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 26Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 26 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 27: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

septiembre; no había ningún argumento que pudiera alterar su convicción. Cuando trataba de hacerle ver que nada de lo que hacía Robert parecía alterar sus sentimientos hacia él, se enfadaba. «¿Acaso el amor verdadero no consiste pre-cisamente en eso?»

Cuando enseñaba técnica psicoterapéutica, siempre in-cluía en la relación de lecturas Cuento de Navidad, de Charles Dickens. Lo hacía porque creo que es la historia de una ex-traordinaria transformación psicológica, y porque Dickens nos enseña algo esencial sobre la forma en que la gente pue-de cambiar.

En el cuento de Dickens, como probablemente recuer-de el lector, el mezquino Scrooge es visitado por tres espí-ritus. El espíritu del pasado devuelve a Scrooge a su infan-cia, a una serie de momentos infelices: cuando su padre lo abandona en el internado, la muerte de su hermana menor, su decisión de rechazar a su novia para dedicarse a hacer dinero. El espíritu del presente le muestra a Scrooge el gran corazón de la familia Cratchit, cuyo miembro más peque-ño, Tiny Tim, se está muriendo a consecuencia de la nega-tiva de Scrooge a subirle el sueldo a Bob Cratchit. Cuando el espíritu del futuro le enseña a Scrooge su propia tumba abandonada, experimenta una transformación.

Scrooge no cambia porque tiene miedo, sino porque está hechizado. Podemos tener miedo de ganar peso, pero eso probablemente no baste para que nos pongamos a régi-men. El hechizo es diferente, nos hace sentir, y también nos hace vivir, un hecho, un conocimiento que estamos tratando de evitar.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 27Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 27 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 28: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

¿Qué conocimiento trataba de evitar Scrooge?Scrooge no quería pensar en la muerte de su madre, en

la de su hermana, o en la pérdida de su novia; no podía so-portar la idea de que el amor se acaba. Dickens nos cuenta que, antes de irse a la cama, Scrooge cena solo y revisa su libro de cuentas: los depósitos, las retiradas y los intereses que ha generado. Elijo este episodio para ilustrar que Scroo-ge pasa sus noches confortándose a sí mismo; conforme va leyendo su libro de cuentas piensa: «¿Te das cuenta?, no hay pérdidas, solo ganancias».

Al fi nal Scrooge cambia porque los tres espíritus des-montan la ilusión de que es posible vivir sin pérdidas. Le demuestran su error hechizándolo: con las pérdidas que acaba de experimentar y con las que se han ido afi anzando a su alrededor; y además con la inevitable pérdida de su vida y, por consiguiente, de sus posesiones.

La historia de Dickens nos enseña otra lección: Scrooge no puede rehacer su pasado, ni puede estar seguro de su futuro. Pero al despertar la mañana de Navidad pensando de una manera distinta puede cambiar su presente; el cam-bio solo puede tener lugar aquí y ahora. Esto es importante porque tratar de cambiar el pasado nos puede dejar con una sensación de desamparo y tristeza.

Pero el cuento de Dickens apunta a una verdad que va más allá, más oscura y más inesperada. El cambio no llega porque nos hayamos redimido, o porque hayamos recompuesto nuestra relación con los vivos; a veces cam-biamos más cuando reparamos nuestra relación con lo perdido, con lo olvidado, con lo que ya está muerto. En

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 28Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 28 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 29: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

cuanto Scrooge llora por todos aquellos a los que amó, y que había expulsado de sus pensamientos, empieza a re-cuperar el mundo que había perdido. Empieza a regresar a la vida.

Y si de manera inadvertida un paciente me permite averiguar qué es aquello que lo tiene hechizado —los pen-samientos que conoce y que no quiere tomar en considera-ción—, mi trabajo se convierte en el de los espíritus de Dickens: llevar al paciente frente a la escena para que pueda hacer su trabajo.

Un lunes, durante su segundo año de psicoanálisis, He-len me contó que se había topado con una editora en una galería de arte. Por lo que Helen recordaba, esta editora, de unos cincuenta años, había tenido siempre un aspecto im-pecable: manicura y pelo perfectos, la piel fresca y resplan-deciente. «Llevaba ropa y joyas fabulosas —me dijo He-len—. Podía invertir mucho tiempo y dinero en ella misma porque no tenía familia.» Helen siempre había admirado a esa mujer, pero en esa ocasión, rodeada de gente más joven, la editora se veía fuera de lugar, cansada. Antes de irse, la vio sentada en el bar, «hablaba demasiado alto, ponía dema-siado empeño, estaba demasiado cerca de un joven; era bo-chornoso».

Le pregunté a Helen si quería que le asegurara que no iba a terminar como la editora.

«Me moriría si me convirtiera en eso; la idea de acabar así, ¿sin marido?, ¿sin familia?, ¿haciendo el ridículo en una galería de arte moderno?» Helen hizo una pausa larga. Lue-go cambió de tema.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 29Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 29 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 30: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

«Creo que me has contado la historia de la editora por-que temes haber asistido a una escena de tu propio futuro», le dije.

En los meses siguientes, de vez en cuando le saqué a Helen el tema de esa tarde en la galería. La «escena en el bar» se convirtió en una especie de clave entre nosotros que representaba la negación de Helen al paso del tiempo, su deseo de eternizar el presente.

Muchas cosas provocaron un cambio en Helen, pero esta imagen de lo que ella podría llegar a ser fue sin duda de las más importantes, creo. Helen siempre había tenido problemas con la idea de que, desde que había conocido a Robert —casi diez años antes— se había quedado detenida en el tiempo. Había ido viendo cómo se transformaban los que estaban a su alrededor —sus amigas se habían casado y tenido hijos— mientras su vida estaba estancada en el mis-mo sitio. Pero su punto de mira siempre era Robert. En las bodas de sus amigas, se preguntaba: «¿Por qué no puede comprometerse? ¿Qué hay de malo en mí?».

Entonces algo comenzó a cambiar. Un día Helen des-cribió el baby shower de una amiga. Solo había mujeres, amigas suyas de la universidad. En lugar de hablar de si ella y Robert tendrían alguna vez un hijo, hablamos de sus ami-gas, de su cercanía y la genuina preocupación que sentían unas por otras. A Helen le parecía que esa intimidad se ha-bía ido profundizando y que continuaría haciéndolo.

Una noche, poco tiempo después, durante una cena con ese mismo grupo se vio a sí misma a través de los ojos de sus amigas: una mujer apasionadamente comprometida

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 30Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 30 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 31: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

con alguien que no era real y desconectada de la gente que de verdad se preocupaba por ella. A menudo había pensado que sus fantasías con Robert terminarían alejándola de un posible marido y de un hijo, pero por primera vez se dio cuenta de que esas fantasías la alejaban del amor de sus ami-gas. «Me sentí enferma de tristeza cuando me di cuenta de lo que había perdido», me dijo después. Durante el postre le sonó el móvil; vio que era Robert y no contestó. Volvió a la conversación con sus amigas.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 31Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 31 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 32: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

De cómo el miedo a la pérdida puede hacernos perder todo

Cuando el primer avión se estrelló contra la torre norte del World Trade Center, Marissa Panigrosso estaba en el piso noventa y ocho de la torre sur, hablando con dos compañe-ras de trabajo. Sintió la explosión tanto como la oyó. Una ráfaga de aire caliente le golpeó la cara, como si alguien hubiera abierto la puerta de un horno. Una oleada de an-siedad inundó la ofi cina. Marissa Panigrosso no se detuvo a apagar su ordenador ni recoger su bolso. Caminó hacia la salida de emergencia más cercana y abandonó el edifi cio.

Las dos mujeres con las que estaba hablando —y la compañera con la que compartía el cubículo— permane-cieron allí. «Recuerdo que me iba y que nadie me seguía —dijo Marissa más tarde en una entrevista de radio—. La vi hablando por teléfono, igual que a la otra mujer. Estaba cerca de mí, hablando por teléfono, y no quería irse.»

De hecho, muchas personas en la ofi cina de Marissa Panigrosso ignoraron la alarma de incendio, y lo que había pasado a cuarenta metros de distancia, en la torre norte.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 32Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 32 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 33: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Algunos compañeros estaban en una reunión. Una amiga de Marissa, Tamitha Freeman, regresó cuando ya había ba-jado varias plantas. Tamitha dijo: «Tengo que regresar por las fotos de mis hijos», y nunca volvió a salir. Las dos muje-res que estaban hablando por teléfono, y las personas que estaban en la reunión, también perdieron la vida.

En la ofi cina de Marissa Panigrosso, como en muchas otras ofi cinas en el World Trade Center, la gente no tenía pánico ni prisa por irse. «Aquello me pareció muy raro —di jo Marissa—. Le dije a mi amiga: ¿“Por qué se queda parada toda esta gente?”.»

Lo que tanto impresionó a Marissa Panigrosso no era, de hecho, nada excepcional. Los estudios demuestran que cuando suena una alarma de incendio la gente no reac-ciona inmediatamente. Empiezan a hablar entre sí y a tratar de comprender qué ocurre. Se quedan parados.

Esto resulta obvio para cualquiera que haya participado en un simulacro de incendio. En lugar de abandonar el edi-fi cio, esperamos. Esperamos más pistas, como el olor a humo, o que nos lo diga alguien en quien confi amos. Pero también es verdad que, aun teniendo toda la información, muchos seguimos sin movernos. En 1985, cincuenta y seis personas murieron a causa de un incendio en un estadio de fútbol en Bradford. Al revisar las escenas de la televisión, podía verse que el público no reaccionó de inmediato, y que siguió viendo simultáneamente el partido y el fuego, sin dirigirse hacia las puertas de salida. Y las investigaciones demuestran, una y otra vez, que cuando fi nalmente nos movemos, tendemos a seguir viejos hábitos. No confi amos

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 33Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 33 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 34: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

en las salidas de emergencia. Casi siempre tratamos de salir por la puerta por la que hemos entrado. La reconstrucción judicial de un famoso incendio en un restaurante, el Be-verly Hills Supper Club en Kentucky, confi rmó que mu-chos clientes intentaron pagar antes de irse, y murieron cal-cinados en la cola.

Después de veinticinco años como psicoanalista, no puedo decir que esto me sorprenda. Nos resistimos al cam-bio. Comprometernos con un pequeño cambio, aunque sea en nuestro benefi cio, produce con frecuencia más temor que ignorar una situación peligrosa.

Somos fi eles de manera vehemente a nuestra forma de mirar el mundo, a nuestra historia. Queremos saber en qué nueva historia nos estamos metiendo antes de abandonar la anterior. No utilizamos una salida si no sabemos con exac-titud adónde va a llevarnos, aunque sea —o quizá precisa-mente por eso— una emergencia. Esto es así para todos, para los pacientes y para los psicoanalistas.

He pensado a menudo en Marissa Panigrosso desde que escuché por primera vez su historia. Me he descubierto ima-ginándola en su ofi cina. Veo la pantalla de su ordenador, los grandes ventanales. Huelo los aromas de la mañana, café y perfume, y entonces… el primer impacto. La veo caminando hacia la salida de emergencia y luego la veo irse. Veo a sus colegas que se quedan. Tamitha Freeman se va, y regresa unos minutos después a recoger las fotos de sus hijos. Me veo allí, en la torre sur, y me pregunto: ¿qué hubiera hecho yo?

Quiero creer que hubiera salido con Marissa Panigros-so, pero no estoy seguro. Podría haber pensado: «Ya ha pasa-

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 34Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 34 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 35: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

do lo peor». O me hubiera preocupado de hacer el ridículo, de regresar al día siguiente y que no hubiera pasado nada y todos hubieran seguido trabajando. Quizá alguien me hu-biera dicho: «No te vayas, el avión se ha estrellado en la torre norte; la torre sur debe ser el lugar más seguro de Nueva York», y me hubiera quedado.

Dudamos frente al cambio, porque el cambio es pérdi-da. Pero si no aceptamos cierta pérdida —la pérdida de las fotos de sus hijos para Tamitha—, podemos perderlo todo.

Pensemos en Mark A., un hombre de treinta y cuatro años que se descubrió un bulto en un testículo, pero que no quiso ir al médico hasta después de sus vacaciones en Grecia. En lugar de ir al médico, a la cita que su mujer le había concertado, fue a comprar crema bronceadora y ca-misetas para los niños en Baby Gap. «Seguro que no será nada —dijo—. Iré al médico en cuanto regresemos.» O Ju-liet B., una mujer de treinta y seis años que había estado comprometida durante siete años con un hombre que tenía otras mujeres y frecuentaba prostitutas, y que se comporta-ba como un matón con sus colegas y sus clientes. «No pue-do dejarlo —dijo—. ¿Adónde voy?, ¿qué hago?»

Para Mark A. y Juliet B., la alarma de incendio está so-nando. Los dos están nerviosos por su situación. Los dos quieren cambiar. Si no, ¿para qué se lo explican al psicoana-lista? Pero siguen ahí, esperando. ¿A qué?

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 35Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 35 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 36: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Sobre perder la billetera

Recientemente, Daniel K. comenzó la sesión contándome esta historia.

La tarde anterior estaba en su casa cuando llamó el direc-tor de su ofi cina con buenas noticias; había ganado un impor-tante concurso arquitectónico para diseñar el museo de la cultura de Chengdu, en China. Como era el más joven y el menos conocido de los arquitectos que concursaban, no es-peraba ganar el premio. «Nos vamos a divertir mucho y va-mos a ganar un montón de dinero», le dijo el director. Daniel estaba eufórico —esa era la oportunidad que él y su pequeña fi rma estaban esperando— e inmediatamente reservó mesa en un restaurante del West End para celebrarlo con su mujer.

Decidió coger el metro. «En cuanto me senté, saqué la billetera y puse el billete dentro. Entonces, y esto es lo que no alcanzo a entender, puse la billetera en el asiento de al lado. Pensé: «No está bien dejar la billetera en el asiento, si la dejas ahí la vas a perder».

En la primera parada me di cuenta de que había cogido el tren equivocado y me bajé. Cuando las puertas se estaban

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 36Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 36 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 37: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

cerrando recordé la billetera. Era demasiado tarde; la bille-tera se había quedado en el asiento. Corrí hacia donde esta-ba un policía, hizo una llamada para que alguien revisara el vagón en la parada siguiente, pero la billetera había desapa-recido. Me sentí muy mal, realmente mal.»

Daniel hizo una pausa. «Cancelé mis tarjetas de crédito y corrí al restaurante. Llegué tarde y, por supuesto, mi espo-sa tuvo que pagar. Perder la billetera me había dejado de mal humor, me sentía mal. Sabía que lo había provocado yo mismo, pero ¿por qué?»

Siguió. «Cuando nos íbamos del restaurante recibí un mensaje de texto: “Tengo tu billetera, llámame para poner-nos de acuerdo”. Usted pensaría que me sentí aliviado, ¿no? Había encontrado la billetera, todo estaba bien. Pero no me sentí aliviado en absoluto. De hecho, creo que me sentí to-davía peor. Estaba realmente deprimido. Pensé que había desaprovechado el placer del triunfo. Y luego, fuera del res-taurante, hice otra locura. En cuanto terminé de leer el mensaje de texto, me sorprendí buscándome en los bolsillos la billetera. Sabía que alguien la tenía y, sin embargo, no podía dejar de buscarla.»

Mientras escuchaba a Daniel, lo que más me impresio-nó, y lo que probablemente impresione más al lector, fue la forma en que una pérdida siguió a la otra. Perdió la billete-ra, pero solo después de perderse él mismo (se había equi-vocado de tren). Perdió su habitual sentido común (al po-ner la billetera en el asiento en lugar de en el bolsillo). Perdió la noche (la oportunidad de invitar a su mujer), y después, en cuanto apareció la billetera, perdió la informa-

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 37Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 37 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 38: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

ción que acababa de recibir y se descubrió buscándose en los bolsillos. Pero la pérdida más grande que experimentó mi paciente fue la emocional; durante el transcurso de los acontecimientos, perdió el sentimiento de felicidad que de-bía haber acompañado a su éxito. En unas cuantas horas pasó de ser un triunfador a sentirse un perdedor.

«El éxito ha arruinado a muchos hombres», dijo Benja-min Franklin. Eso es verdad, pero lo que Franklin no men-cionó es que con frecuencia nos buscamos esa ruina noso-tros mismos.

El novelista estadounidense William Styron vivió este problema. En sus memorias, Esa visible oscuridad, describe su llegada a París, desde Nueva York, para recibir el prestigioso Prix Mondial Cino Del Duca, un premio que se otorga anualmente a un científi co o a un artista destacado. Styron había empezado a encontrarse mal cuatro meses antes de la ceremonia, poco después de saber que iban a darle el pre-mio. «Si hubiera podido prever el estado mental que tendría en la ceremonia del premio, no lo habría aceptado», escribe. Su día triunfal se convirtió en una pesadilla: «La melancolía abatiéndose sobre mí, un sentimiento de amenaza, de alie-nación y, sobre todo, una ansiedad opresiva».

Styron asistió a la ceremonia, pero anunció bruscamen-te a su benefactora, madame Del Duca, que había decidido no asistir al banquete que se ofrecería después en su honor —la parte de los festejos más anunciada durante los meses anteriores— porque quería visitar a un amigo. Inmediata-mente después, impresionado por la reacción de ella y ho-rrorizado por su propio comportamiento, se oyó a sí mismo

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 38Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 38 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 39: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

disculpándose con la secretaria de madame Del Duca. «Es-toy enfermo —le dijo—, tengo un problème psychiatrique.» Al fi nal Styron se quedó al banquete, solo para descubrir más tarde que había perdido el cheque de 25.000 dólares que acababan de darle como premio, y que también había perdido su equilibrio emocional. Distraído por su sufri-miento íntimo, fue incapaz de comer o hablar. El éxito lle-vó a Styron al borde del suicidio.

Para los psicoanalistas, el problema de Styron no es tan raro: hay muchos hombres y mujeres que trabajan muy duro para alcanzar una meta, para tener éxito, y de pronto, como si se tratara de un cataclismo, se derrumban. ¿Cuáles son las fuerzas inconscientes que nos llevan a sabotearnos a nosotros mismos, a veces de forma imperceptible, cuando tenemos éxito?

Para empezar, nos estamos perdiendo algo si no alcan-zamos a ver que ganar es también perder.

Hace tres años tuve un paciente llamado Adam R., un profesor que se había vuelto extremadamente nervioso, y peligrosamente depresivo, después de que lo ascendieran a director de una escuela muy reconocida; un puesto que él siempre había querido, pero que requería trasladarse a otra ciudad. En nuestra primera sesión, me habló de su pasado; había sentido una angustia similar después de comprar su primer piso, y lo mismo después de su boda. «Siempre qui-se ser director —me dijo—, pero nunca imaginé cómo iba a sentirme con la mudanza. Toda mi vida está aquí.» Como muchos de nosotros, Adam estaba sorprendido de la pérdi-da que entraña ganar.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 39Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 39 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 40: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Pero a lo largo de las sesiones, Adam y yo entendimos que no solo era la mudanza lo que le deprimía. Inconscien-temente, sentía que cada uno de sus logros redundaba en contra de su padre. «Me siento mal de ser director justa-mente cuando mi padre se está retirando», me dijo Adam. Le hice ver que una cosa no tenía nada que ver con la otra. «Ya lo sé —dijo—, pero resulta algo ofensivo; por primera vez voy a ganar más dinero que mi padre.»

En el caso de Daniel, su primer instinto, igual que el mío, fue sospechar que la pérdida de la billetera buscaba matizar su propio éxito. Estaba preocupado por la forma en que su éxito podía afectar a los demás. «La manera en que el director me dijo “vamos a divertirnos mucho, y vamos a ganar mucho dinero”, me dejó desarmado. Me sentí como un farsante. ¿Soy realmente mejor que los otros nueve ar-quitectos fi nalistas? No lo creo, y ellos tampoco deben de creerlo», me dijo.

Daniel temía decepcionar a sus colegas. Su noche de pérdidas fue su intento por regresar al outsider que había sido. Era una forma de decir a sus colegas arquitectos: no me estoy divirtiendo y he perdido mi dinero; aquí no hay nada que envidiar. Ser uno más no era lo que él quería, pero era más familiar y más seguro que ser el ganador.

Pero ¿por qué había buscado la billetera en los bolsillos en cuanto se enteró de que alguien la había encontrado?

El proyecto que mi paciente había ganado requería su presencia durante un tiempo considerable en Chengdu, y él siempre había odiado estar lejos de casa. La semana que ha-bía pasado en China para una entrevista había sido horrible.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 40Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 40 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 41: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

El hotel en el que se había hospedado era «oscuro y depre-sivo». En el tiempo que estuvo ahí solo pudo dormir con la luz encendida. Mientras hablaba, me vino a la cabeza la ima-gen de un niño pequeño encendiendo la lamparita de no-che, no porque quisiera encontrar a sus padres en la oscuri-dad, sino porque teme que sus padres lo olviden —lo pierdan— en la oscuridad.

«Las cavernas de Krock», dijo de pronto. Se refería a la historia del doctor Seuss que lo había aterrorizado cuando era niño. Me recitó un fragmento: «Eres tan, pero tan afor-tunado, que no eres un calcetín que, por error, en las caver-nas de Krock han olvidado. Da gracias por todas las cosas que no eres. Da gracias por no ser eso que alguien olvidó».

¿Podría ser que ese gesto —buscarse en los bolsillos la billetera que sabe que no tiene— fuera la manera de olvi-darse de otro pensamiento mucho más preocupante: el de que está a punto de perderse? Buscarse la billetera podría ser su forma de silenciar esa ansiedad personal. Es mejor haber perdido algo que ser eso que alguien ha olvidado.

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 41Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 41 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 42: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 42Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 42 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 43: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

EXTRACTOS DE LA RESEÑA PUBLICADA POR MICHIKO KAKUTANI EN EL NEW YORK TIMES DEL � DE JULIO

Page 44: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 44Sampler.LA MUJER QUE NO QUERIA AMAR (3g)9 29 lineas.indd 44 13/09/13 07:5613/09/13 07:56

Page 45: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Los famosos casos de estudio de Freud, «Dora», «El hombre de los lobos», «El pequeño Hans» y «El hombre de las ratas» son lecturas psicoanalíticas, historias policiacas llenas de suspense, y narraciones elípticas que contienen el drama y las contradicciones de la ficción modernista. Freud es un poderoso escritor, y su metodología y su perspectiva tienen mucho en común con la crítica literaria y la arquitectura novelística. Las semblanzas de sus pacientes muestran su talento como crítico, volcado en la deconstrucción de la vida de sus casos de estudio, y sus dotes narrativas, con el uso

de narradores subjetivos para analizar los misterios del amor, del sexo y de la muerte. No es una coincidencia que le gustara escribir sobre personajes de Shakespeare, Goethe, Ibsen y Sófocles (sí, Edipo), o que prestara tanta atención al lenguaje y a las imágenes empleadas por sus pacientes.

La mujer que no quería amar, del psicoanalista Stephen Grosz —profesor del Instituto de Psicoanálisis y de la unidad psicoanalítica del University College de Londres (UCL)—, posee las mejores cualidades literarias de la obra más exigente de Freud.

�UNA COMBINACIÓN DE CHÉJOV Y OLIVER SACKS.�

Page 46: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

La mujer que no quería amar no es un manido libro de autoyuda. Es un libro que describe con gran profundidad y belleza el proceso del psicoanálisis, y cómo el esfuerzo de las personas para engarzar el pasado, el presente y el futuro refleja su capacidad de cambiar. El libro, cuya lectura entronca con Chéjov y Oliver Sacks, destila los 25 años de trabajo del autor como psicoanalista y las más de 50.000 horas de conversaciones con sus pacientes en una serie de capítulos breves pero incisivos que nos invitan a identificarnos con ellos, con sus pérdidas y temores, al tiempo que nos hacen admirar las complejidades y circunvoluciones de la mente humana.

Grosz cita a Karen Blixen, para quien «todas las penas se pueden sobrellevar si se trasladan a un cuento o si se explica una historia sobre ellas». Esas historias pueden ayudar a dar sentido a nuestras vidas, ya que si «no podemos encontrar una manera de narrar nuestra historia, nuestra propia historia lo hará por nosotros: las historias que soñamos, los síntomas que desarrollamos, o la manera en que nos descubrimos actuando con comportamientos que no comprendemos».

A fin de proteger la confidencialidad de sus pacientes, Grosz ha «cambiado los nombres y alterado los datos de identificación». Algunos se encuentran en situaciones que a muchos de nosotros nos resultarán familiares: una mujer que se niega a renunciar a la esperanza de que su novio con fobia al compromiso acabe

EL LIBRO DESTILA LOS �� AÑOS DE TRABAJO DEL AUTOR COMO PSICOANALISTA Y LAS MÁS DE ��.��� HORAS DE CONVERSACIONES CON SUS PACIENTES EN UNA SERIE DE CAPÍTULOS BREVES PERO INCISIVOS QUE NOS INVITAN A IDENTIFICARNOS CON ELLOS.

casándose con ella; un hombre, incómodo con su intimidad y que sufre dependencia emocional, descubre que es realmente feliz estando solo (le pregunta a Grosz si puede visitarle

Page 47: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

ocasionalmente, cuando lo necesite, no de forma regular); una chica cuya capacidad para estar a la altura de las expectativas de buena conducta y de rendimiento académico que le exigen sus padres «no impide el desarrollo de sus notables capacidades intelectuales», pero retrasa su desarrollo emocional.

Otros capítulos tienen una vertiente más surrealista y están escritos en forma de fábula. Es el caso de un hombre que fantasea obsesivamente con una casa imaginaria que posee en Francia, que dibuja sus planos mentalmente y visualiza diferentes colores de pintura en una habitación, y un umbral más amplio en otra. Y es el caso de un sujeto que intenta aburrir deliberadamente a todas

las personas que le rodean, incluyendo a sus citas y a sus colegas y también a Grosz. Al parecer, se trata una forma agresiva de «controlar y excluir a los demás», y cuya forma de evitar la revelación de sus sentimientos le recuerda a Grosz el personaje de Hamm en Fin de partida de Beckett cuando dice: «Enteramente ausente. Todo se ha hecho sin mí».

Al igual que Freud, Grosz se complace en las alusiones literarias, y se muestra proclive a ahondar en el trasfondo psicológico de los clásicos de la literatura. Describe el Cuento de Navidad de Dickens como «la historia de una extraordinaria transformación psicológica». Una de las lecciones que enseña el libro es

AL IGUAL QUE FREUD, GROSZ SE COMPLACE EN LAS ALUSIONES LITERARIAS, Y SE MUESTRA PROCLIVE A AHONDAR EN EL TRASFONDO PSICOLÓGICO DE LOS CLÁSICOS DE LA LITERATURA.

Page 48: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

que «Scrooge no puede modificar su pasado, ni puede estar seguro de su futuro. Pero al despertar la mañana de Navidad pensando de una manera distinta puede cambiar su presente; el cambio solo puede tener lugar aquí y ahora. Esto es importante porque tratar de cambiar el pasado nos puede dejar con una sensación de desamparo y tristeza».

Como muchas otras observaciones de Grosz, esta se hace eco de la definición de Kierkegaard de «el hombre más infeliz», el sujeto incapaz de vivir en el presente, que habita en el espacio de la memoria pasada o del futuro esperanzador. Grosz escribe sobre una mujer tan adicta a imaginar su futuro —su padre en el día de su boda, una casa cerca de los padres de su novio— que niega la realidad deprimente de la relación con su pareja. Y también escribe acerca de un mentiroso compulsivo que parece estar recreando de forma inconsciente la relación que tuvo con su madre cuando era un niño.

Grosz evalúa el lenguaje utilizado por sus pacientes: detecta un tono de condescendencia en una mujer que se refiere a su marido llamándole «cariño». Ve pérdida por doquier: sugiere

que el éxito puede hacer que una persona se sienta aislada de sus colegas y del pasado, y que el matrimonio puede hacer que alguien se sienta como si se cerraran otros caminos posibles. Pero nunca es tendencioso y no trata, como Freud, de ver todo —incluso el más existencial de los dilemas— a través de un prisma insistentemente sexual. No es de extrañar que escriba con enorme empatía sobre sus pacientes, ayudándoles, con tacto y delicadeza, a reconocer patrones en sus vidas, mientras escucha sus teorías e inquietudes.

ESCRIBE CON ENORME EMPATÍA SOBRE SUS PACIENTES, AYUDÁNDOLES, CON TACTO Y DELICADEZA, A RECONOCER PATRONES EN SUS VIDAS, MIENTRAS ESCUCHA SUS TEORÍAS E INQUIETUDES.

Page 49: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Para Grosz, ser psicoanalista significa pasar sus días de trabajo «a solas con otra persona, pensando, tratando de estar presente». Él mismo se considera un «guía turístico, en parte detective y en parte intérprete», un editor que incita a sus pacientes a enlazar los puntos

de su historia, ayudándoles a dar sentido a sus vidas o, al menos, asegurándoles que están «vivos en la mente de otros». Con este libro profundamente conmovedor, el autor ha conseguido precisamente eso, además de compartir sus historias con un público más amplio.

Page 50: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo

Stephen Grosz es un psicoanalista que ha trabajado con pacientes durante más de 25 años. Nació en Indiana y estudió en la Universidad de California en Berkeley y en la Universidad de Oxford. Actualmente, enseña en el Instituto de Psicoanálisis del University College de Londres.

Sus historias han aparecido publicadas en el Financial Times Weekend Magazine y en laprestigiosa Granta.

La mujer que no quería amar es su primer libro y ya es un best seller internacional.

STEPHEN GROSZ

Page 51: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo
Page 52: La mujer que no quería amar - Stephen Grosz - Primer Capítulo