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La organización de la iglesia Párrafo 65 Los predicadores no deben unir su influencia a los que critican la iglesia—Cuando se dejan influenciar por los argumentos y sugerencias de tales consejeros, sería bueno que cada uno de nosotros se preguntase, “¿Debo yo, que soy cristiano; un hijo de Dios; uno llamado a ser la luz del mundo; un predicador de la justicia; quien a menudo ha expresado su confianza en la verdad y la manera en que Dios nos ha guiado, debo unir mi influencia a aquellos que amargamente se oponen a la causa de Dios? ¿Debo yo, un mayordomo de los misterios de Dios, revelar a sus peores enemigos los consejos de su pueblo? ¿No animará tal conducta a los inicuos en su oposición a la verdad de Dios y al pueblo que guarda su pacto? ¿Acaso no me impedirá tal concesión abrir mis labios para exhortar, amonestar, o instar a mi propia familia o a la iglesia de Dios? Si Pablo o Pedro estuvieran en circunstancias semejantes, ¿traicionarían ellos tan sagrada encomienda?”—The Signs of the Times, 3 de enero de 1884. {MPa 45.3}

La organización de la iglesia

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Page 1: La organización de la iglesia

La organización de la iglesia

Párrafo 65Los predicadores no deben unir su influencia a los que critican la iglesia—

Cuando se dejan influenciar por los argumentos y sugerencias de tales consejeros, sería bueno que cada uno de nosotros se preguntase, “¿Debo yo, que soy cristiano; un hijo de Dios; uno llamado a ser la luz del mundo; un predicador de la justicia; quien a menudo ha expresado su confianza en la verdad y la manera en que Dios nos ha guiado, debo unir mi influencia a aquellos que amargamente se oponen a la causa de Dios? ¿Debo yo, un mayordomo de los misterios de Dios, revelar a sus peores enemigos los consejos de su pueblo? ¿No animará tal conducta a los inicuos en su oposición a la verdad de Dios y al pueblo que guarda su pacto? ¿Acaso no me impedirá tal concesión abrir mis labios para exhortar, amonestar, o instar a mi propia familia o a la iglesia de Dios? Si Pablo o Pedro estuvieran en circunstancias semejantes, ¿traicionarían ellos tan sagrada encomienda?”—The Signs of the Times, 3 de enero de 1884. {MPa 45.3}