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«LA RETÓRICA DE EROS»: FÓRMULAS EPISTOLARES EN LA CORRESPONDENCIA AMOROSA DE LOS SIGLOS XVI A XVIII Carmen Serrano Sánchez Centro de Linguística, Universidade de Lisboa V ENCONTRO CITCEM As linhas e as letras. Epistolografia e memória da cultura escrita

La retórica de eros

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Page 1: La retórica de eros

«LA RETÓRICA DE EROS»:

FÓRMULAS EPISTOLARES EN LA CORRESPONDENCIA AMOROSA

DE LOS SIGLOS XVI A XVIII

Carmen Serrano Sánchez

Centro de Linguística, Universidade de Lisboa

V ENCONTRO CITCEM As linhas e as letras. Epistolografia e memória da cultura escrita

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Bendigo, carta, la mano

hermosa que te escribió,

la lengua que te dictó,

el estilo soberano.

El papel, la tinta, pluma,

apacibles instrumentos,

que tocados mis tormentos

deshiciste como espuma,

bendigo.

Antonio Mira de Amescua, La Fénix de Salamanca (1653)

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Post Scriptum A Digital Archive of Ordinary Writings

(Early Modern Portugal and Spain)

[http://ps.clul.ul.pt/]

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Distribución del subcorpus de cartas de amor en función de la cronología

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Carta de María del Carmen Bertrodano

para Diego González Pardo (1772)

«Aunque me presentaran el hombre más poderoso del mundo, lo despreciaría por ti, que yo más estimo tu persona que cuantos tesoros tiene el mundo».

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«Aunque pienso que el fuego que abrasa no consentirá

dilación, por la enfermedad que la ánima siente en no

poder gozar luego del tesoro comenzado a descubrir».

Carta de Antonio de Medrano,

cura, para Juana López (1526)

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Diego Ortúñez de Calahorra

Espejo de príncipes y caballeros. El caballero del Febo (1555)

Assí que, mi señora, primero serán mis ojos ciegos,

y aun el alma desamparará estos encendidos y abrasados

huessos, que jamás podáis de mí esconderos, ni donde

vos fuerdes dexe de seguiros, pidiéndoos remedio para

este mortal fuego que me abrasa, el qual consumirá muy

presto la vida deste mortal cuerpo, si vuestra grandeza no

se duele de mí para me otorgar algún remedio.

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Carta de Quiteria González y Mora

para Pedro de Escobedo y Cabrera (1677)

«¡Ah, mi don Pedro de mis ojos! ¡Ay, dueño de mi vida!

¡Y quién te viera, ay, encanto mío! ¡Y qué largos plazos

son los de tu ausencia! ¡Cómo será posible que este tu

corazón pueda llevarlo!».

«¡Ay, ay, ay, que me muero por una mujer tan sin

piedad! ¡Ay, amor, cómo me das el pago como yo

merezco!».

Carta de Rodrigo de Pareja, criado, para Isabel de Cañizares (1562)

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Antonio de Torquemada,

Manual de escribientes (1552)

[…] a mi parecer no ay cosa más

enojosa ni ynportuna a los oýdos de

los sabios que unos encarecimientos

como los de un autor que, hablando

en amores, no sabe sino decir: ay de

mí por ti sin mí, y ay de vos por mí

sin vos, y otras cosas semejantes que

pareçen desatinos.

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«Demás de esto, bien mío, ¿quién os ha de servir y honrar y

regalar más y mejor? ¿Yo, que os quiero más que a mi alma y

osa, que para esto de vuestra casa? ¿O él, que es hechizado por

vuestros padres para engañaros y finge que os quiere para

sacaros de ahí y llevaros a casa de vuestro padre? ¿Quién os

defenderá mejor de ellos y de su ira y cólera? ¿Yo, a quien

vuestro padre no se atreverá a enojar? ¿O él, que si vuestro

padre le manda que os lleve a su casa y os deje allí y os meta en

el pozo lo ha de hacer?».

Carta de Gaspar Suárez de la Puente, jurado,

para María de Torres (1586)

Page 11: La retórica de eros

«Tu María Antonia siempre será

tuya y nunca dejará de quererte

como Leonardo mío. Y sé que

siempre me querrás como me lo

dices y yo no lo dudo. Y así por

Dios te pido que procures estar

bueno, porque, si te morías, sin

duda me moría también.

Adiós y adiós.

Tuya es y será siempre,

María Antonia Gimbernat.

Mío es y será siempre,

Leonardo Galli».

Carta de María Antonia Gimbernat

para Leonardo Galli (1782)

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«Que ninguna de las grandes tormentas que habéis pasado y

pasáis ha de ser parte para sepultar este vuestro cautivo en

media hora de olvido, del cual podéis estar muy cierta que por

vos padecerá cien mil muertes sin imaginación de mudanza y

que no vive porque tiene el corazón dentro de estas venturosas

paredes que estoy contemplando con la vista cuando escribo

esto; y considerando que de muy buena gana pasara yo en este

entretenimiento lo que me queda de vida o,

por mejor decir, de muerte, porque sin vos no hay en mí vida».

Carta de Gaspar Suárez de la Puente, jurado,

para María de Torres (1586)

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«De que canso y no me harto por

ser la tu celsitud la causa de mi

muerte viva y mi deseo de, en

sacrificio de sangre y holocausto

de fuego, por tu amor más padecer,

por más merecer. En que más no

me detengo, sino que, si hay otro

dolor mayor que la muerte, mayor

cada momento le paso hasta ver

letra de mi señora».

Carta de Pedro de Orellana, fraile,

para Ana Yáñez (1548)

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«Mis ojos, después de tener tantos sentimientos del señor don

Diego tengo otro ahora que es el mayor de todos, y es que el

retrato tuyo que enviastes no ha sido posible que se traiga a

casa para que yo lo vea. Y lo envió en casa de mi señora doña

Juana y vino con Manuel Redugeo para que no consintiese que

yo lo viera. Esto ha sido lo que más ha llegado a sentir mi

corazón. Y bien podías tú enviarme a mí otro en lámina

pequeña para que yo tuviera el alivio de verte cuanto quisiera.

Pues, aunque mi corazón no lo ha menester por tenerte en él tan

retratado, los ojos lo [...] necesitan para alegrarlos, pues están

después que no terminan muertos de puro tristes».

Carta de Quiteria González y Mora

para Pedro de Escobedo y Cabrera (1677)

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Carta de doña Jerónima de Camargo

para don Francisco de Cepeda (1623)

«Ahora acabo de vestirme harto temprano por ver tu

retrato, que es el alivio de mis penas. Y así le he besado

muchas veces. ¡Qué hiciera yo con el original!».

Carta de Rodrigo de Pareja, criado, para Isabel de Cañizares (1562)