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Última carta a los reyes magos

La ultima carta a los reyes magos

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Última carta a los reyes magos

1 el scalextric

• Vivo en una buhardilla. Es muy alta y está en la calle más céntrica de la ciudad.

• En medio de la calle hay muchos árboles que no dejan pasar a los coches, es peatonal. Por eso, cuando es Navidad, puedo ir a mirar los juguetes

• de los escaparates sin problema. • ¡Ni siquiera hay colegio¡• Mi madre trabaja de cajera en unos grandes

almacenes de ropa. Mi padre sobraba en la fábrica de muebles donde trabajaba desde siempre. Se han comprado una máquina muy rara. Dicen que barniza mucho más rápido que papá, pero es mentira. ¡Mi padre es mucho más listo que esa máquina tonta!.

• Como papá estaba ocupado en buscar trabajo y mamá ocupada en trabajar, tardaban mucho en volver a casa… ¡yo era feliz!. Bajaba a la calle y corría a vigilar las tiendas de juguetes. Lo que yo le pedía a los Reyes todavía estaba en los escaparates; cerraba los ojos y respiraba contento. Me entraban ganas de reír y de cantar en cualquier parte. Me miraba en los reflejos de los charcos de agua,

• En los de los cristales de las tiendas… y cantaba canciones sin palabras.

• En una ocasión pegué tanto la nariz al cristal que se me puso como el botón rojo de mi anorak.

• - ¡Niño, no toques la luna del escaparate!• Acabamos de pagar por limpiarla gritó un señor

con voz ronca de enfadado y la frente arrugada. Me acordé de la luna de verdad, la que casi pude tocar desde la ventana

• de la sala, una noche que se quiso acostar en mi tejado. Me dio por reír, y eché a correr; me había entrado vergüenza.

• Me detuve junto a un árbol que tiene unas flores preciosas que se llaman camelias.

• A su lado, encima de una mesa alta, todas las tardes aparecía una chica disfrazada de mariposa que parecía una estatua porque casi no se movía.

• Delante de ella, en el suelo, había un plato azul con monedas. La mariposa me miró, sonrió y movió un poco los dedos. Yo también la saludé enseguida; le mostré mi lengua muy rápido.

• Una señora echó una moneda en el plato y dijo:• -¡Vaya frío ! Pobre chica.• La estatua se movió mucho y abrió las alas

hacia mí, pero no me asustó. Ya la había visto otras veces caminar y subirse a

• la mesa. Volvió a sonreír, le enseñé de nuevo la lengua y me fui.

• Cerca de otro árbol, un hombre tocaba el violín sentado. También tenía monedas en un bote y un perro muy grande acostado sobre sus pies. Me miró con ojos raros y huí. Fui muy deprisa de un escaparate a otro; ¡parecía una pelota de goma!

• Aquellos scalextrics con coches como los de verdad

• Seguían allí. ¡Uf! ¡Qué suerte que nadie los comprase todavía! Segurísimo que los Magos de Oriente cogerían uno para mí en cuanto llegasen a mi calle.

• Miré al trozo de cielo que siempre está entre los edificios gigantes; ¡había desaparecido!. En su lugar había una nube gris; era enorme, de esas que vienen cargadísimas de lluvia. Comenzaron a caer unas gotas, pero a mí no me importó.

Aunque me mojase mucho, flotaría igual que esa camelia que había en un charco.

La gente iba y venía deprisa y no me veía; me confundía con una piedra y chocaba conmigo como si no estuviera. Llevaban paquetes grandes; algunos con juguetes. Desde la puerta de las tiendas se los había visto comprar. “¡Qué bobos!, ¡pero si nos los pueden traer los Reyes!”, pensé.

Estaba convencido de que papá y mamá jamás habrían ahorrado dinero suficiente para comprar aquel fabuloso scalextricx; tenía curvas peligrosas, rectas para adelantar, ¡y coches! Tendría que ser muy caro por fuerza, ¡era demasiado bonito!.

Una vez al año, tenía la oportunidad de pedir un deseo a los Magos de Oriente. ¡Esta vez se cumpliría de verdad!.

• Sin haberme visto en un espejo sabía que en mis ojos se encendían luces de colores como las de la calle. Las había de campanas azules, de campanas verdes, amarillas, rojas…

• “Antes de que anochezca, en casa”, me había avisado mamá. Yo estaba muy atento para ser obediente.

• Como el cielo se escondía detrás de la nube, no estaba seguro de si me daría cuenta de cuando apareciera la primera estrella;

• Así que decidí irme a casa cuando la señora del quiosco me saludó y bajó la persiana de su ventana redonda. ¡Parecía un párpado enorme!.

• En el momento en el que me iba, apareció don Luis, mi profe:

• -Adiós, Paulo. ¿Adónde vas tan deprisa con esos ojos de luciérnaga?

• -Es que ya tengo que volver a casa- le contesté sin entender

Aquello de la luciérnaga-. Me lo dijo mamá.-Muy bien, ya sabes lo importante que es

portarnos bien para que los Reyes nos traigan lo que deseamos – me dijo mientras yo corría de nuevo.

Don Luis es la persona más sabia del mundo después de mi padre; y yo me había convertido en un niño de ocho años perfecto. No quería que se repitiese lo del año pasado; no me

Habían traído lo que había pedido. Creo que fue porque no me porté muy bien: cuando no quería desayunar, tiraba la leche por el fregadero y enfadaba mucho a papá; si me ponía a hacer pis, no levantaba la tapa, jugaba a ser un bombero que apagaba el fuego de una casa blanca con una manguera que disparaba pis por todas partes… y enfadaba mucho a mamá

2. LA CABALGATA

Cada tarde me convertía en explorador de los scalextrics de los escaparates. Recorría todas las tiendas y pasaba largos ratos mirándolas.

La señora Carmen, la del quiosco, me saludaba con la mano, yo también la saludaba.

Contaba los juguetes y hacía burla de las caras de los muñecos. Mientras tanto, cumplía sin rechistar con todos los recados, no protestaba por subir el correo aunque nunca hubiese una carta para mí, les cambiaba el agua a los periquitos…

Papá siempre volvía antes que mamá. Aquellos días hablaba poco. A veces discutía conmigo; yo no sabía por qué. Se le notaban los pensamientos tristes

Porque echaba las patatas de golpe en la sartén.A mí me gustan mucho las patatas fritas que hace

papá, pero cuando estaba enfadado me escapaba a la sala y cogía un libro. Enseguida papá asomaba la cabeza y me avisaba:

-Ya está la cena.Me peinaba hacia atrás con sus dedos grandes,

suspiraba y ya pasaba todo.-¿Cuándo llega mamá? – decía yo.

- Ya sabes que en Navidad tiene un horario difícil, volverá tarde – me explicaba.

A mi no me importaba porque faltaba poco para que vinieran los Reyes Magos. Lo sabía porque había marcado los días que iban pasando en el calendario.

Así llegó la noche mágica en la que se iba a realizar mi sueño maravilloso : la Noche de Reyes.

Primero fui con mi padre a ver la cabalgata. – Abrígate, que hace frío – me dijo mientras me levantaba el cuello de anorak y me ataba su bufanda verde.

Me picaban las orejas, pero no tenía frío; tampoco tenía hambre, ni sueño… Tan solo quería ver a los Reyes. Delante había un señor tan gordo y tan alto que tapaba toda la calle como si fuese una muralla.

Papá me puso sobre sus hombros, así veía mucho mejor. Me picaba todo el cuerpo, igual que un día que me entraron hormigas.

- ¡Bájame, bájame, bájame! – tuve que pedirle de repente.

Acababa de ver a María y no quería que me encontrase así, a caballito; yo no soy un bebé. Mi padre me bajó en seguida.

- ¿Quieres ir al baño? – me preguntó.

- No, es que prefiero estar de pie.Me pasó la mano por el hombro y me salvé por los

pelos. María ya estaba allí.- ¡Hola! – me dijo.- ¡Hola! – le dije yo.De repente la gente empezó a empujar, a

empujar… Todos se querían poner en el mismo sitio. Los villancicos sonaban cada vez más cerca.

- Ahí vienen, ahí vienen – anunció papá - . ¿Quieres subir?

Miré a todos lados y no quise, por si todavía estaba María.

Los Reyes venían en carrozas y, como eran altísimas, podía mirarlos desde el suelo. Además, con tantos empujones, el señor que parecía una muralla ya no estaba delante de mí.

Cuando se aceraba Melchor con su barba tan larga y rizada, grité muy fuerte:

- ¡Melchooor, aquíííííííí, aquíííííííí !.

Me saludó con la mano y sonrío. Me miró y movió su boca. ¡Entendí lo que me decía!

-” Tranquilo. Paulo. Tendrás tu scalextric”.Me quedé sin aire, aplanado como la masa

de hacer galletas.Ya sólo se veía el manto del Rey, que iba

haciéndose más pequeño a cada poco. Y Volvieron a aumentar las voces. Miré hacia el otro lado y allí venía

Gaspar. Echaba caramelos al aire.-¡Aquíííííí, Gaspar, aquííííí ! – salté y grité

yo.Había tanto bullicio que no me oyó, fue una

pena. Pero todavía quedaba Baltasar, ¡el Rey Negro!, mi preferido.

Sentí unas ganas grandísimas de ver de cerca los ojos de los Magos, de escuchar la voz de los Magos…

- Este año me he portado muy bien – me atrevería a decirles.

Estaba convencido de que así había sido, ¡ y eso era muy difícil!.

Baltasar pasó tan cerca, tan cerca… Se levantó de su trono y me saludó. ¡Me saludó a mí!.

- ¡Tendrás tu scalextric! – estaba seguro de que él también me lo había prometido.

Llegué a casa excitado.Había patatas fritas y costillas, pero no era capaz

de tragar;

Alguien me había robado el estómago.- Por lo menos bebe un poco de leche – insistió

papá. Obedecí. Obedecía siempre.Fui a mi cuarto y me metí en la cama esperando.No quería que me entrase el sueño. Necesitaba

estar despierto cuando vinieran, deseaba hablar con ellos. Tenía que asegurarles personalmente que me había convertido en el niño más bueno del Universo.

Me apetecía darles abrazos, besos, sonreírles… Pensaba cosas….

¡Qué poderosos son! ¿Cómo harán para repartir tantos juguetes por todo el mundo en una sola noche? ¿Irán en sus camellos? ¿Viajarán en una nave espacial?. Casi seguro que no van en sus carrozas, son demasiado lentas… aunque… si son mágicas…

Poco a poco me fui imaginando en mi scalextric, dentro

De un estupendo deportivo amarillo.¡Qué hermoso era!Me había dormido y soñaba…

3 ULTIMA CARTA A LOS REYES MAGOS

En mi cuarto, el sol no quiere entrar a hacerme cosquillas para despertare, ¡y bien que me gustaría! Aun así me levanté muy temprano.

Mis padres todavía dormían. Era festivo y no tendrían que

Ir a trabajar ni a buscar trabajo.¡Qué nervios! Noté cómo la sangre me

corría por el cuerpo, oí un ruido de grillos dentro de mi cabeza. Encendí la luz. Me senté en la cama y… ¡allí estaba el regalo!, ¡un paquete gigante!.

Era capaz de ver el scalextric antes de que apareciera. ¡Mi memoria era adivina! Cerré los ojos y tragué todo el aire que

Había en el cuarto y lo eché fuera de golpe. Me acerqué muy despacio. Lo habían envuelto con un papel de osos de colores precioso. Lo toqué y ya no pude ir despacio; lo rompí deprisa. Apareció una mochila, un pantalón, un jersey y dos pares de calcetines.

Me dolió la garganta igual que un día que bebí un trago de aguardiente que había en un vaso grade, porque pensaba

Que era agua. Papá iba a meter cerezas dentro. En aquel momento tuve ganas de respirar rápido con la boca muy abierta, pero esta vez la apreté con fuerza y respiré deprisa como si estuviese investigando un olor.

A mamá y a papá no les dije nada. ¡Ellos no eran culpables!.

Me vestí y me puse a jugar con un juego de agua que me había comprado papá en un

Mercadillo. Apreté tan fuerte que se arrancaron los botones. No me importó, en realidad solo quería romperlo.

Después bajé a la calle y corrí hacia los escaparates. ¡Todavía quedaban scalextrics!. ¿Cómo era que los Reyes no se habían dado cuenta? No lo entendía.

Me encontré con Lupe, que siempre presumía de su padre el empresario. Yo lo admiro

Bastante, sin conocerlo. Pienso que eso de ser empresario tiene que ser parecido a jugar en la Selección, estupendo.

- ¿Qué te han traído los Reyes, Paulo? A mí, un muñeco que habla si le aprietas una mano y canta si le das un beso, un armario con cinco trajes para la muñeca que me dejaron en casa de los abuelos, una bicicleta nueva, un coche teledirigido, una víde…

Los juguetes de Lupe parecían agujas que se me clavaban en el pecho. Corrí hacia mi portal. Entré a la vez que un vecino que nunca me habla, y subimos juntos en el ascensor.

Llegué al décimo, subí las escaleras que van a mi buhardilla. No quise contarlas; en realidad ya sé que son quince. Entré y me encerré enseguida en mi cuarto. No quería llorar y no lloré. Vacié toda mi rabia en

La carta más larga que había escrito en mi vida. Y la llené de borrones casi aposta.

Día de los Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltasar: Ya no sois queridos Reyes Magos ni nada. No comprendo cómo podéis ser tan malos y tan

tontos. En las tiendas de mi calle todavía quedan scalextrics.

Fuisteis muy bobos y ya no os voy a querer nunca.

Trabajé muchísimo más que Lupe, y a ella Le habéis traído más cosas de las que puso en la carta del cole. Hice todas las tareas

escolares sin borrones gordos. Recogí todos los días la mesa después de comer y sequé la loza que lavaba papá. Y eso que no me gusta hacerlo. Merendé todo lo que él me dejaba en la mesa. ¡Ni siquiera tiré la leche por el fregadero!.

¿Sabeís una cosa? Voy a hacer pis por fuera del váter porque me gusta

Voy a tirar la leche por el fregadero porque no me gusta, y voy a decirle a mamá que me la he bebido toda, porque me encanta decir mentiras. Y, además voy a desear con mucha fuerza que se rompan todas las máquinas barnizadoras del mundo, aunque eso sea malo.

¿Y sabéis qué más? Ni siquiera me parecéis guapos… Melchor, tienes la barba tan fea que se parece a las virutas de mi lápiz. Gaspar ¡no ves nada, vete al oculista!; yo

Te hacía señas con las manos y echabas los caramelos para otro lado. Y tú, Baltasar, eres un sucio; en la cabalgata llevabas el cuello de la camisa todo manchado de negro.

¿Qué os habéis creído? ¿Pensáis que se pasa bien obedeciendo siempre? ¡Pues no!.

Yo solo pedía una cosa y no me la habéis traído.Adiós, Reyes Tacaños.Ya no os quiero. Paulo

P.D. ¡Chupaos esa! Papá acaba de leer esta carta y me ha dicho que no me preocupe, que mañana me comprará el scalextric. Y además, mamá y él me van a contar un secreto.

• FIN