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1 La verdad cristiana posee unos contornos similares a los del Dios Creador. La Verdad misma se nos escapa. Siempre está más allá. Pero podemos acercarnos a ella porque se nos revela y manifiesta: en la creación, en los seres humanos y, sobre todo, en Jesucristo. Es decir, la verdad cristiana es una verdad encarnada, humanada. En efecto, la verdad cristiana no es una teoría, no son unos dogmas, es una persona humana en la que estaba Dios y todo ser humano. Por eso, la verdad cristiana es cálida, es humanizadora y nos invita a ponemos en camino. El seguimiento de Cristo es un camino en la verdad y para la verdad. Una verdad que libera y que nos hace madurar y crecer. Esa verdad tiene dos grandes principios: Dios y los otros, el amor a Dios y al amor a los demás; sabernos hijos de Dios y hermanos los unos de los otros. Ésta es la gran verdad de Dios encarnada en Cristo. Este hecho hace que los cristianos sean buscadores de la verdad. Han experimentado la verdad, pero saben que esa verdad está tambn más adelante del camino. Que sólo en el fututo brillará con toda su intensidad aunque ahora deja ya su influjo luminoso y humanizador. Pablo lo contaba con especial claridad en la carta a los Filipenses. Por eso, el cristiano sigue siendo un buscador de la verdad, un buscador de Cristo, del Dios de Cristo. Esta actitud de búsqueda (el seguimiento) es generadora de otra: la apertura a la verdad venga de donde venga. Donde exista una realidad humana, verdaderamente humana, allí estará Cristo y, por tanto, habrá que escuchar y aprender. Puede que esa verdad lo diga un no creyente, o alguien que cree en otro Dios, pero en ese fragmento humano de verdad estará el Dios de Jesús y habrá que recogerlo. Santo Tomás decía que hasta se podía aprender del mismo diablo. Y en sus obras establecía un diálogo entre pensamientos muy dispares. La búsqueda de la verdad crea comunidad, facilita el diálogo. El Vaticano II no se cansó de repetir que el diálogo era una metodología evangelizadora en el mundo contemporáneo. Para el cristiano hay una verdad absoluta (Dios) que se ha CONVOCADOS HOY

La verdad

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La verdad cristiana posee unos contornos similares a los del Dios Creador. La Verdad misma se nos escapa. Siempre está más allá. Pero podemos acercarnos a ella porque se nos revela y manifiesta: en la creación, en los seres humanos y, sobre todo, en Jesucristo. Es decir, la verdad cristiana es una verdad encarnada, humanada.

En efecto, la verdad cristiana no es una teoría, no son unos dogmas, es una persona humana en la que estaba Dios y todo ser humano. Por eso, la verdad cristiana es cálida, es humanizadora y nos invita a ponemos en camino. El seguimiento de Cristo es un camino en la verdad y para la verdad. Una verdad que libera y que nos hace madurar y crecer. Esa verdad tiene dos grandes principios: Dios y los otros, el amor a Dios y al amor a los demás; sabernos hijos de Dios y hermanos los unos de los otros. Ésta es la gran verdad de Dios encarnada en Cristo.

Este hecho hace que los cristianos sean buscadores de la verdad. Han experimentado la verdad, pero saben que esa verdad está también más adelante del camino. Que sólo en el fututo brillará con toda su intensidad aunque ahora deja ya su influjo luminoso y humanizador. Pablo lo contaba con especial claridad en la carta a los Filipenses. Por eso, el cristiano sigue siendo un buscador de la verdad, un buscador de Cristo, del Dios de Cristo.

Esta actitud de búsqueda (el seguimiento) es generadora de otra: la apertura a la verdad venga de donde venga. Donde exista una realidad humana, verdaderamente humana, allí estará Cristo y, por tanto, habrá que escuchar y aprender. Puede que esa verdad lo diga un no creyente, o alguien que cree en otro Dios, pero en ese fragmento humano de verdad estará el Dios de Jesús y habrá que recogerlo. Santo Tomás decía que hasta se podía aprender del mismo diablo. Y en sus obras establecía un diálogo entre pensamientos muy dispares. La búsqueda de la verdad crea comunidad, facilita el diálogo. El Vaticano II no se cansó de repetir que el diálogo era una metodología evangelizadora en el mundo contemporáneo.

Para el cristiano hay una verdad absoluta (Dios) que se ha manifestado humanamente (Jesús) y que sólo captamos humanamente (parcialmente). Por eso, es posible el progreso, el avance en la comprensión y en la comunicación de esa verdad. La verdad cristiana supone, pues, la conversión, la movilidad, el dejar algo para encontrar algo mejor. La verdad cristiana es una aventura y supone riesgo. Compromete a la totalidad de la persona: voluntad, sentimientos y racionalidad. La verdad cristiana se vive, se siente, se piensa y se explica. La fe más auténtica no es la del carbonero, sino la de quien sabe dar razón de su esperanza con mansedumbre.

Por lo tanto, la formación y el estudio no están reñidas con la verdad del camino humano, sino que puedan ayudar a ahondar en esa verdad. La reflexión sobre la verdad cristiana ha de ser puente tendido de diálogo y de encuentro.

 

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