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Llantodemudo numero 3 (nueva época)

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LLANTODEMUDO 03 – NUEVA ÉPOCA POESÍA-NARRATIVA-HISTORIETA Vamos con el número 3! Con laburos de: Paulina Cruzeño Marcelo Daniel Díaz Anuar Cichero Álvaro Lema Mosca Seba Maturano Javier Lodeiro Ocampo Alejandro Farías y Leonardo Sandler Fran López Arekasadaro y Matías Giamportone Federico Reggiani y Lauri Fernández

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llantodemudo

poesía

narrativa

historieta

Ilustraciones de tapa e interior: Nacha Vollenweider

Diseño edición: D.C.-llantodemudo.

Selección: Paula Ferreyra - Nicolás Brondo - Diego Cortés

Las obras publicadas en la revista pertenecen en su totalidad a sus autores.La editorial se hace responsable de lo que sea, mientras no haya que pagar unasado.

llantodemudoNueva época número 3Febrero 2014

Ediciones Llanto de Mudo 2014.Colón 355 – Local 61 – Galería Cinerama – Córdoba [email protected]

llantodemudo

Paulina CruzeñoMarcelo Daniel Díaz

Anuar CicheroÁlvaro Lema Mosca

Seba MaturanoJavier Lodeiro Ocampo

Alejandro Farías y Leonardo SandlerFran López

Arekasadaro y Matías GiamportoneFederico Reggiani y Lauri Fernández

Poesía

Paulina Cruzeño

Mi primer beso fue con un muerto Un tiro en la boca después de una fiestaen un campo lleno de silencio

Escribime cuando estés cercade eso se trata la ausenciaRaspar lo imposiblecon el borde de la lengua

Esa mujer que escribey te gustaviene del infiernoTiene marcas que no se venen la lluviaEsa mujer¿te gusta cuándo no finge?

Corría de la casa al patioTrepaba a la planta de damascobuscándole los dedosNunca podía bajarDe la altura e intensidad tenían que rescatarme

Me apretás fuerte la cabezapara que no salga nada de allíLos gusanos invierten el caminocarcomen órganosacuosos deambulanMasticanAgujereanmientras me abrazas con las manos fríasMe dejás en el hospitalpor las hemorragiasy me escribís un mensaje de textopara saber si el problema está en los ovarios

Todos los díasbusco el diarioy lo traigo sobre la mesaRevisolos avisos fúnebresTengo miedo de haber muertoy no saberlo

La lluvia dibuja venasen el vidrioadmiro su insistenciala certeza del recorridoDe este ladouna soledad maravillosa

Dos mujeres en la línea de fuegoen las líneas de la manoen el lomo de un escarabajosuspenden la lluvia en el peor vendaval y sus pieles aprendieron gemidosen una tribu muda

Paulina Cruzeño (1983)Publicó Demasiado ágil en el desierto(Llanto de mudo, 2011) y La suavidad deldolor. Antología (Park Editorial, 2012)Participó II Festival Internacional de Poesíade Córdoba (2013).

Mail de contacto: [email protected]

Marcelo Daniel Díaz

Satélites

Para el ojo del astrónomosomos pequeñas gotas que caen en la tierradesde un cielo ladeado en sus extremos.Y para el ojo de los seres queridosbrillan los paneles de los satélites.No sé explicarlo: es un candado de luzahogando la materia oscura.

El astronauta

En la madrugada las estrellas y las ecuacionestejen la red de una araña negraque mastica los huesos de la noche.Sobre la escuela volaba un avión comercialque dejaba una cicatriz de humo en el cieloy dije: “yo quiero ser Neil Amstrong”.En el guardapolvo llevaba un mapa de rutapara salir de la atmósferay dibujar otro barrio en el cosmos.Pero los recuerdos felices funcionantan sólo como recuerdos felices:ahora ensayo pasos de astronautapara cruzar la calle.

La permanencia de la materia

Restos de conteinersdeja el viento en el horizonte.Mamá salió a cobrar el alquiler,su pollera se elevacomo una bolsa de plástico.Somos una familia chica;la permanencia de la materiasobrevuela el aire.El mundo entero se atasca a vecesen una tormenta de escombros.

El cometa

Una ambulancia cruzó la esquina.Es la única estrella en el cieloantes de que se interrumpala continuidad de cada cosa.Me lo dijo el ojo convencido del enfermoque apuntaba desde la ventanilla.La memoria reducidaa un agónico instante de lucidezy algunos realizanel mismo ejercicio de rotaciónsobre el manto de lo realcomo si nada hubiese pasado.

Partículas elementales

Subo al techo.Desde las alturas vuelven las explicacionesa imagen y semejanza de los vecinos.Entiendo que un hombreestá hecho de miles de partículas invisiblesque estallan en los zócalosde las nubes. Que el futuro es una máquinacortando el césped, en el fondo del patio.

Osa mayor

Con el anillo de Linterna verdedibujo una balanza en la Vía Láctea.En el centro están las enanas blancasy su calendario intacto.Cómo hablar de los fósilesdel tiempo, más reales que las hojasdel árbol de la eternidad,si todavía cargamos con un lenguaje en movimiento, como una flechasin dirección.La materia agoniza y se desprendede la galaxia como un cartón mojado.El espíritu de superhéroelo perdí hace añosel día en que mataron a Superman.

Osa menor

El eje terrestre se detiene.Es inédito. Olvidamos que la luzes sombra carbonizada.Y que la radiación la multiplicará como los panes.Más tarde o más tempranolos nombres de las constelacionesrepoblarán los espacios celestesdonde el único método que nos defineconsiste en habitar la ausenciacon la ausencia.

Newton y yo

La manzana que cayó durante la siesta de Newtondescansa en mis manoscomo un agujero negro hambriento de sentidos.La muerte de los cometas cabe en su núcleo.Escribo el poemacon lo que tarda un rayo de luzen aparecer en el mundo.Newton sabía que los árbolestrabajan a la inversa de la gravedad,lo leyó debajo de sus píes:en cada hombre, comprimida,hay una descarga universaldel tamaño de un planeta.

Todos los poemas forman parte del libro “Newton y yo” (Editorial Nudista.2012.)

Marcelo Daniel Díaz nació en 1981. Vive enRío Cuarto (Córdoba). Profesor y Licenciadoen Letras. Participó en la antología “Es lo quehay” llevada a cabo por Lilia Lardone en 2009.En 2010 participó de las residencias literariasdel Centro de Arte Contemporáneo de Cór-doba a cargo de Silvio Mattoni y María TeresaAndruetto. En el año 2011 publicó el libro depoemas “Newton y yo” con editorial Nudista.Y en el año 2012 publicó el texto de lingüística“La palabra y la acción: la máquina de enun-ciación K” con EDUVIM. Contacto: [email protected]

revoluciones

inventar un anti lenguajeque rompa sus nombres a las cosasy nombrarnos secretamente con el tacto

pero las cosas organizarán su resistencia

crearán un anti tactopara robarnos las huellas de los pasoslas sombras del espacio

y el peso de los labios

entonces vivir será la fuga

y el silencio, nuestra anti resistencia

Anuar Cichero

no vuelos

sí un anti tocarnos.

rompernos en las cosassin resistenciapara rodar sobre las sombras

los nombresy el peso de sus labios

saber que nuestra creación, esta fuga de vivir

el final de las cosas

el poema que no te dije

está creciendo por ahí de tu semilla ausente

yo nací de este silencioque se recorta entre nosotros

pero¿quién es este yo que habla?

(entre límites que me evidencian)

el final de las focas

te dije este poema ausenteentre límites de lo evidente

pero¿quién es esta yo que habla?

el silencio se recorta entre las focas

tu semillaestá creciendo por ahí

nací de nosotras

oso solar

un oso está creciendo de mí.que nadie puede ver porque es secreto

tiene las patas frías como los sueñosy el pelaje del color de estas palabras

por las noches me escapo de su.entonces troto y lamo los vidrios de los autos

para sentirme libre

pero amanece el oso y dice:

- soñé con un hombre

osa lunar

sé que Hexistís.

no podría decir que te buscoporque sos probable

en algún rincón de mi lejanía

me acaricio contra los árbolessi siento que por allí pasó el fantasma de tu piel celeste

y te he vistoen los ojos amanecidos del oso solar,subiendo desnuda por la espuma rota

entonces te digo en secreto:

"hundámonos en la médula de este sueño

oscuras de tanto lamernos"

hacerlo, ¡libertad!

suspender el verbo

(para siempre....

)

magma

soy voz oculta

no necesito lengua para nombrar este país interno

callo la piel que ahora leésy te miro con tristeza

aunque me caiga yámisma del librocomo lava de aire

vos y yo jamás vamos a tocarnos

Anuar Cichero Nací hace 27 años y pico en Esquel. Viví en San Luis hastaque en 2004 me mudé a Córdoba para continuar mis estudiosuniversitarios. Luego de un paso (no tan fugaz) por la inge-niería, me decidí por Letras Modernas y en eso estoy. Mi CV de escribiente es breve, casi un haiku: Desde 2007,mantengo un blog de poesía que se llama diezmil cosas[http://diezmilcosas.blogspot.com], colaboré con algunos po-emas en un par de revistas virtuales de México y Colombia(no recuerdo bien el año); en 2011 participé en la antologíaCompilación Digital 01, una recopilación de poesía argentinacontemporánea que publicó la editorial Cacto, de México.Edité de manera auto gestionada tres libros de poesía: Actosde Habla (2008), Junio César (2009 y 2013) y ososolar (2013).Tengo dos libros más que permanecen inéditos pero puedenleerse mayormente en mi blog. Los poemas publicaods forman parte del libro ososolar.Contacto: [email protected]

Narrativa

La mujer y la guitarra

Quizás aquella noche hacía más calor de lo normal, quizás elcielo estaba más oscuro que de costumbre, quizás había menosgente, no sé, pero por alguna razón que depende pura y exclusiva-mente de esa noche, aquella fue la primera vez que la vi. Estabaentre la muchedumbre, entre los que pasaban y los pocos que per-manecían de pie formando un semicírculo a mi alrededor, en silen-cio y atentos a mis manos. Allí también estaba ella, con su piel dejabón, sus muñecas finas y el rostro empapado en lágrimas. Segu-ramente no fuera la primera vez que se detenía frente mí, pero sífue la primera noche en que crucé sus ojos y vi sus lágrimas gran-des, anchas, mojando los pómulos de terciopelo. Vestía de violeta ytenía el pelo cobrizo recogido en una media cola. Lloraba en silen-cio, casi perdida entre las sombras de los faroles y los cuerpos enmovimiento. Miraba mis dedos ágiles, las cuerdas de la guitarratemblar con rapidez, el cuerpo de madera desprendiendo cada so-nido en una cascada descomedida, convulsiva. Y lloraba. Cómo llo-raba.

Yo nunca observo a los espectadores, aunque a veces sonpocos y permanecen largos momentos frente a mí. Prefiero co-municarme con la guitarra, mirarla a ella, acariciarla como sifuera mi mujer, sostenerla en mis piernas y sacarle lo mejor quetiene dentro, pero fue difícil no verla, allí, detenida en el tiempoy con los ojos empañados. Era la primera vez que una personalloraba tanto al verme tocar. Así que yo también la miré por unrato, sin perder el ritmo de la música, sin desafinar ni un solotono, extasiado frente a su magia. Sí, aquella mujer tenía magia.Claro que sí. Pero después de unos minutos, volví mis ojos a laguitarra, a los acordes, a las cuerdas tensadas y cuando miré nue-vamente hacia los espectadores, ella ya no estaba. Mi mirada en-ferma la buscó y vi su sombra alejarse entre las siluetas oscurasde los que pasaban por allí.

Álvaro Lema Mosca

A la noche siguiente, mi sorpresa fue mayor cuando la vi paradafrente a mi, otra vez con los ojos llenos de lágrimas, mirando comoninguno de los presentes lo que yo le hacía a la guitarra. Esta vezcerraba los ojos e inclinaba apenas la cabeza, como si se lo estuviesehaciendo a ella. Y seguía sollozando, en silencio, en profundidad.Esta vez también la miré sin detener mi accionar musical, pero ellaparecía no darse cuenta. Era como si su atención estuviera solo en-focada en la guitarra y en la melodía que de ella se desprendía y sevolvía parte del viento. Pero otra vez, terminado el tema que estabaejecutando, dio media vuelta y desapareció.

A la tercera noche no podía contener la ansiedad. Desde que meacomodé la guitarra en las piernas estuve espiando entre los tran-seúntes de la feria, esperando encontrarme con su rostro, con susojos muertos, con sus manos lisas. Y por fin apareció. Otra vez vestíade violeta y negro y otra vez comenzó a llorar. Su llanto no era elde la emoción o la tristeza o el recuerdo: era todo eso junto. Todaslas miserias y las alegrías de la humanidad estaban encerradas encada una de las gotas que resbalaban por sus mejillas. Por eso eraimposible no prestarle atención. No podía entender cómo los otrosque la rodeaban no se percataban de cuánta belleza había en sugesto. Ejecuté varios temas sin siquiera mirar la guitarra, extasiadoante la inmutabilidad de aquella mujer que me volvía su esclavo,su servidor y que solo quería de mí lo que yo podía darle. Me enlo-quecía ese desprecio. Y otra vez, dio media vuelta y huyó de mí.

La última noche fue decisiva. Cuando la vi asomar su rostrotras los hombros de unos que estaban parados frente a mí, estabadecidido a arriesgarme. Así que cuando ella fugó, después de es-cuchar un par de canciones, abandoné la guitarra, el estuche conla propina, los parlantes y todo lo que era yo hasta ese momentoy corrí tras ella. La gente brotaba de las baldosas y la mujer seperdía entre las formas sin formas que caminaban por la calle es-trecha. Desaparecía paso a paso y la idea me aterraba. Parecía es-cabullirse con la agilidad de un gato. Tenía miedo. Por fin, sedesvió de la senda y tomó por una calle oscura que llevaba alpuerto. La seguí en silencio, con cuidado, por dos o tres cuadras,hasta que entró a una casa grande, vieja. Allí la esperé decepcio-nado, porque ni el valor ni el idealismo me ayudaron a entrar ypedir por ella. Volví derrotado a la feria y a la guitarra, espe-rando encontrarla mañana frente a mí otra vez.

Pero no fue así. A la noche siguiente no volvió. Ni tampoco a lasiguiente, ni a la siguiente, ni a la siguiente.

Contrariado, abatido, enfático, me armé de coraje y fui hasta lacasa donde la vi entrar. Golpeé al llegar pero una voz me gritó desdedentro que pasara. Abrí la puerta enorme e ingresé. Era un hospe-daje de los viejos, con muebles viejos, paredes viejas y una viejacomo recepcionista. A ella le pregunté por la mujer y ella me contósu historia. No he vuelto a tocar desde entonces.

Un hombre vino hoy al hospedaje. Dijo ser guitarrista y tocar enla feria callejera que está aquí cerca en el verano. Preguntó por lamuchacha que se hospedaba en el cuarto del fondo. Me la describióporque no sabía su nombre. Supongo que la conocería de algún bar,de alguna noche o quizás de esa misma feria. Ella iba seguido allí.No supe cómo decirle que ya no estaba. No quería explicarle nada,pero justo cuando estaba por salir, me acordé de la carta. En el sobredecía “para el guitarrista”. Le pedí que esperara. No recordabadónde la había puesto, así que tuve que revolver bien unos cuantoscajones. Por fin la encontré, gracias a dios bendito. La expresión desu rostro cuando vio el sobre es indescriptible. Me gustó ver esa ex-presión. Me dio ternura. Soy tan vieja que ya me había olvidado delo que era la ternura.

No sé qué decía la carta, pero lo cierto es que cuando el hombrecomenzó a leerla no pudo evitar el llanto. Si hasta le tuve que traerun vaso de agua al pobre y hasta le arrimé un asiento y le pedí quese sentara… Tenía miedo que se me descompusiera ahí, otro pro-blema para mí. Me dio tanta pena que cuando me preguntó dóndeestaba ella le conté la verdad. Le dije que había muerto. Él no lopodía creer. Lloraba en silencio. Le conté todo: que la encontramosmuerta una mañana, que el médico dijo que había muerto en lanoche, que esa noche había salido y había vuelto sola, como todaslas noches. El doctor dijo que murió de un ataque al corazón. Yo séque murió de tristeza. Cuando te pasás la vida atendiendo un hos-pedaje y ves pasar vidas frente a tu cara a cada rato, aprendés a en-tender qué hay detrás de los ojos. Y en sus ojos había pura tristeza.

También le conté al hombre la historia que ella me hizo y creo quelo ayudé a entender mejor la carta. Cuando terminé me miró y medijo que era una historia triste. Yo también creo que lo es. Por eso sela conté con lujo de detalle, como compartiendo una verdad que hasido liberada pero que solo es de nosotros dos.

Porque parece que la madre de esta muchacha tenía dos mari-dos. Eso fue lo que ella me narró una noche en que estábamos lasdos solas aquí en el hospedaje. Sí, dos maridos. Y cuando la madrequedó embarazada no sabía a cuál de los dos le pertenecía la pa-ternidad. Pero ese no es el problema. Hasta ahí es una historia rarapero tolerable. El asunto es que su madre y sus dos padres eranunos libertinos y parece que su casa era un templo al sexo, siemprelleno de amigos que venían a embriagarse y copular entre todos,cual animales. Pero esto tampoco es lo peor. Porque al parecer,cuando ella tuvo su primer sangrado y se convirtió en muchachita,los dos padres comenzaron a abusar de ella. Cuando uno se acos-taba con la chica, decía que esta era hija del otro y cuando el otrola abusaba, decía que era hija de aquel. Y todas las noches la obli-gaban a hacer cosas horrendas y satisfacer sus peticiones, bajo elconsentimiento de la madre, que a veces los miraba de lejos y semasturbaba, la muy perra. Y así pasó años la pobre, siendo pre-ñada por sus dos padres pero cada vez que se embarazaba, ama-necía sangrando, manchando todo y el feto se le escabullía de laspiernas y caía en algún rincón del baño. Con el tiempo empezó asospechar que su madre le ponía algo en la comida para hacerlaabortar, pero nunca lo pudo comprobar. Y cuando un día, ya degrandecita, se escapó de la casa llevando una criatura en sus en-trañas, e hizo todo lo posible para salvar a ese niño y darle todo elamor que no había recibido, su vientre estaba ya tan podrido quelo perdió de forma natural. El asunto es que cuando ella era vio-lada por sus padres, en aquellas noches terribles y eternas, escu-chaba a lo lejos una guitarra, que como llamándola, cantabacanciones hermosas para ella. No sabía si era cierto o si todo estabaen su cabeza, pero esa música existía en algún lugar y allí estaba,salvándola del suicidio. Así es que ella amaba escuchar una gui-tarra y se emocionaba cada vez que veía a un guitarrista. No meextrañó que en su cuarto hubiera una carta para un tal guitarrista,pero nunca pensé que ese hombre realmente existiera y que en-

cima fuera a venir en su búsqueda. Lo cierto es que ese hombreque vino hoy a verme la salvó del suicidio, pero también la salvóde la vida. Ahora comprendo que ella no murió de tristeza, comoyo pensaba, sino que murió de felicidad. De la felicidad que le diovolver a escuchar aquella vieja melodía…

Álvaro Lema Mosca nació en Florida, Uruguay,en 1988. Desde 2007 reside en Montevideo,donde ha estudiado literatura y ciencias de la co-municación. Integrante fundador de la Generación Once. Hapublicado artículos de investigación literaria ysemiótica tanto en su país como en Brasil, Es-paña, Argentina y Alemania. Algunos de suscuentos y poemas aparecen en diversas revistasy webs. En 2012 publicó el poemario De esta ma-nera tan inusual (Melón Editora). Dirige la revista cultural ONCE. Su blog es escri-torescribiente.blogspot.com

Día de campo con el Tero

¡Me cago Feisbutt y todos los putos contactos que genera! Nuncafui amante del regreso al pasado, y esto por sobrados motivos enlos que no me extenderé hoy. En más de diez años solo asistí a unareunión de ex-compañeros de la primaria. Fue una mierda. Ver aquienes en mis recuerdos eran niños, y verlos deformes, con suscuerpos actualizados a la época… Algo realmente insoportable.

En esa oportunidad asistí porque andaba loco con la merca, yhacía una semana que me había dejado mi novia, la Gatita Ponzoña.Pero ver a las chicas emputecidas y borrachas, a los varones concuerpos trabajados por gimnasios barriales, o destruidos por traba-jos alienantes, era una verdadera película de terror: de esas que nome gustan, por malas, berretas, y aburridas.

Aunque esa vez no estuvo tan mal, esa única vez, digo; porqueyo estaba duro y anestesiado, y con el Pulpo nos cogimos, los dosal mismo tiempo, a la Pato, una tierna ex-niña, ahora puta entre lasputas, pero moralista al palo.

Pero el punto es que las juntadas con gente del pasado, -sea delque sea-, son una mierda, volver al pasado… ¡jamás hay que volveral pasado; ni para recordarlo! Me recontra cago en todos los memo-riosos, amantes de fotos, y escenas pasadas. Hay animales que sequedan en una etapa, y pareciera que nunca más pudieran salir deallí. Yo no, yo voy para adelante, e intento esquivar a los nostalgio-sos y añoradores de vidas pasadas. Está bien, ya soy un Perro viejo,un Perro Salchicha viejo, tengo treinta años, y eso, en la vida de unperro, es mucho, no creo que me queden muchos años más, aun-que… nunca se sabe, ¿no?

La cosa es que a mis compañeros de secundaria, por algunarazón, siempre los he tenido mejor conceptuados que a los de la pri-maria. De todas formas jamás asistí a reunión alguna a la que meinvitaran. Solo mantuve relación con algunos de los que eligieron

Seba Maturano

la misma carrera universitaria, pero por poco tiempo. Sumado a quemi paso por la universidad fue más bien breve. Es cosa de los perrosfracasar en los estudios superiores, no así en la gran mayoría de losanimales. No sé por qué se de esto, tal vez sean las limitaciones in-telectuales de la especie perruna, o el elevado desarrollo de ciertossentidos que poseemos, o la intuición, siempre profana, que nos ca-racteriza. No importa…

El tema es que desde hace unos años dejé mi ciudad y me vinede croto a Córdoba; lugar donde me había enamorado de una ser-piente que resultó ser una perrita, como yo, hermosa y fiel, a la vezque inteligentísima: una verdadera hembra con quien vivo desdehace unos cinco años.

El año anterior me la pasé trabajando en la carnicería del ViejoPantera, y ese trabajo me consumía todo el día. Cuando salía, loúnico que hacía era ir a jugar al Counter, juego que me tiene envi-ciado. Fue ahí, en el Ciber, donde ingresé al Feistt. Y, por ese medio,pude “reencontrarme” con mucha gente repugnante del pasado.Animales realmente horribles, pero que ahí estaban, seguían vivos,aunque yo los diera por muertos desde hacía años. Fue ahí, entretantas bestias, que volví a enterarme de la vida del Tero: un ex com-pañero de la secundaria, rengo y resentido, con un complejo de in-ferioridad que no había cambiado en nada desde la última vez quenos habíamos visto. Esto, de hecho, me recuerda un problema quetuvimos en esos años de escuela, donde vivimos un pequeño dis-gusto por motivo de una Loba que ambos disputábamos. La pibafinalmente se había decidido por mí, y la mirada de odio que el Teromantuvo hacia mí esos días nunca pude olvidarla, aunque comotodo, pasó, y esto no impidió que siguiésemos siendo amigos; perosiempre me quedó la impresión de que este hecho había caladohondo en el nada disimulado complejo de inferioridad que miamigo tenía.

En la secundaria el Tero era un tipo tranqui, ingenuo como casitodos; y era, también, de los que más molestaban a los profes y alas profes. Le daba igual si eran gallinas, gallos, o leones; a todosdisfrutaba de torturar con inoportunas bromas. Pero por varios añosfuimos amigos, compartimos lindos momentos, de esos que en laadolescencia te unen de extraña forma, una forma que jamás vuelvea repetirse.

***********

Estaba en mi casa, a finales de Enero, después de haber grabadoun disco de rock con un amigo de mi antigua ciudad. Había sidouna semana fantástica, estaba rebosante de alegría. Después que micompañero rocker se marchara, seguí igual de pilas, lleno de ener-gía, vivo, y continué, en la semana, grabando nuevas bases para fu-turos temas del proyecto que veníamos armando hacía ya casimedio año.

Uno de esos días, -no recuerdo con precisión qué día fue en estemomento-, me escribe el Tero en el muro de mi Feisbutt para de-cirme que estaba en Córdoba. La imágenes que había visto en losálbumes de su feistt lo mostraban mucho más grandote en lo quese refiere a masa muscular -(después me contó que hacía boxeo)-, ycon una familia hermosa: dos niñas, y una esposa monstruosa; creoque era una Lechuza.

Me escribió para que nos juntáramos, accedí. Las juntadas de auno son preferibles a las de manadas de ex, a esto cualquier animalen su sano juicio lo sabe. De todas formas la invitación no impidióque me preguntara por qué el Tero proponía que nos viéramos, sihacía años que nuestra relación era inexistente: ¿esperaba concretaralgún tipo de venganza? ¿tendría alguna cuenta pendiente poraquél irrisorio altercado por una Loba? Decidí no darle crédito a mitendencia paranoica y entregarme con gusto al rencuentro con al-guien que, después de todo, alguna vez había sido mi amigo.Aparte, ¿era posible que mantuviera intacto un rencor por algoacontecido hacía más de diez años?

El día que convenimos para vernos fue un viernes. Llegué tarde,la puntualidad no es mi fuerte, y toda su familia se estaba asandopor el calor del veranito cordobés.

Cuando llegué, -a diferencia de lo que había imaginado, una jun-tada en algún bar, con él, a solas, una juntada que no superaríamucho más de tres horas, según los estúpidos cálculos de mi estú-pida imaginación-, estaba el Tero, parado en la esquina del jósteldonde vacacionaba, con el auto cargado con los integrantes de sufamilia, y me invitaba a Villa Carlos Paz, a pasar la tarde. Nos dimosun fuerte abrazo en el borde de la Avenida Vélez Sarsfield. Yo nohabía llevado toalla, ni malla, ni nada para pasar un día de campo

en el río, pero acepté la invitación. Me dispuse a ser flexible, cosano muy común en mí, teniendo en cuenta que hacía años que no loveía.

Por otra parte tampoco tuve muchas opciones, ya que, acto se-guido a nuestro abrazo en plena avenida, me invitó a subir al auto,y tomábamos el camino a Carlos Paz, cuando me dijo cómo veníala cosa: su familia no quería estar en la ciudad, ya que le parecía fea,sumado a que el calor y la humedad ardían. Pero, como decía, yome había dispuesto a pasarla bien, y no quería pinchar su entu-siasmo que se observaba elevado.

Fuimos todo el camino charlando de cosas del pasado, como nopuede ser de otra forma cuando uno se junta con gente de este tipo:“gente del pasado”. Me contó que desde hacía ocho años era repo-sitor externo de un Carrefour de Godoy cruz. Que había estado entrabajos in-animales, y que durante la crisis de 2001/2002 había es-tado en la puerca miseria. Entre tanto yo ingresaba algunos boca-dillos de mi biografía, pero advertí rápidamente que no leinteresaban. Solo le importaba hablar de su vida, y de lo dolorosoque habían sido esos años; añorando la época de la secundaria entrelos intervalos en los que narraba sus malarias.

Yo iba en el asiento del acompañante. Su familia, su mujer y lasdos niñas, en el de atrás. Contó que el auto era nuevo, que lo habíatarjeteado, porque no tenía capacidad de ahorro.

Después viramos la charla a la música, y hablamos de las viejasbandas de rock que escuchábamos en el secundario. Me dijo queahora escuchaba otras cosas, y me mostró a Los Jaivas como si fue-ran una novedad. Parece que no los había escuchado nunca, y losadmiraba como algo nuevo. No está mal, pensé; y mientras me ha-blaba de Los Jaivas puso un tema, un carnavalito tocado al estilorock progresivo de los sesenta, y, acto seguido, puso a Coldplay,banda que odio. Le dije que prefería a Nick Cave, a La pequeña Or-questa Reincidentes, Pez, o a Armando Flores; después charlamossobre Morphine, Radiohead, y Divididos. Mientras íbamos via-jando, con su prole de fondo, también charlamos sobre adicciones,habló mucho sobre su periodo de cocainómano y fumanchín; de laplata que había dilapidado en putas y merca, y que su esposa, laLechuza, maestra de catequismo, lo había salvado: “La gorda es miángel guardián”, dijo, y ella sonrió.

Cuando llegamos Carlos Paz paramos en un Jumbo, compramospara hacer sánguches de vizcacha, y después pasamos por otrosúper, donde mi amigo, el Tero, había visto en promoción un vodkay una Paso de Los Toros. La promoción ya se había vencido, pero elTero, entusiasta, decidió comprarla igual.

Ya en el balneario, “El Diquecito” le llaman, seguimos charlando.Su mujer y sus hijas se fueron a dar una vuelta, supongo que paradejarnos a nosotros intimar durante un rato. En esa primera horatodo estuvo bien, charlamos mucho, y mi amigo tomó razonable-mente algunas medidas de vodka que yo compartí. Después nosmetimos al lago, y mi amigo me hizo notar a unas zorras que esta-ban en un risco. Me dijo: “¡¿Mirá lo que son culiado?! Estas minasse saben súper ricas, están ahí arriba porque se creen las Diosas delOlimpo, y tienen razón, si yo me cogiera a una de esas le pego untiro a la gorda, y me rajo con la zorra; después me siento en un cac-tus ¡Ja Ja Ja Ja!!!”. Yo asentí, y pensé que ese tipo de zorras, que tie-nen cuerpos de vedette, unos culos perfectos, redondos y grandes,tetas de más de 120, deben ser de esas minas que sueñan con ser es-trellas de algún teatro de revistas. Sueñan con ser la revelación dela temporada de verano. Onda que por casualidad algún productor,ponele que algún Lobo Fovich, las vea y les diga: “Vengan chicas,¿no quieren actuar con Flor de la V o Miguel del Sel?”. “Flor de pitoson esos productores”, me dije, y reí para mis adentros.

Entre esos divagues mi amigo me dijo que saliéramos del agua,“así le seguimos entrando al vodka”, balbuceó. Le advertí que notomara mucho, ya que la caminera estaba haciendo controles de al-coholemia en las rutas, y al novio de un amigo le habían quitado elauto, solo por llevar un grado más del permitido. El máximo es cua-tro, y el Jirafa tenía cinco. Le quitaron el BMW del padre, y se tuvoque volver a casa en colectivo. Mi amigo sonrió, diciéndome quetenía razón, (seguimos charlando una media hora más). Media horaen la que advertí que el Tero se había bajado el vodka, él solito, y,estando hasta la pija, verborrágico y ultra excitado, traía del pasadorecuerdos de la secundaria. Me decía que si no hubiese sido por mí,y por otros compañeros que le habíamos enseñado no se qué sartade pelotudeces, él estaría preso, o muerto.

Yo, al salir de Córdoba, le había advertido que tenía que volverno mucho después de las ocho, ya que tenía una cena importante,

y debía regresar a mi casa, para cambiarme y poder estar listo antesde las diez. Él prometió que a esa hora ya estaríamos de vuelta. Porsuerte, en medio del picnic, me habían llamado para suspender lacena, así que estaba bien de tiempo,- aunque no advertí a mi amigode la noticia-, y podía esperar a que se le pasara la borrachera.

Pero no fue así, entre la ebriedad y la verborragia, me preguntósi sabía dónde podía conseguir merca, yo le dije que ya no teníalínea, que no tomaba más, pero que conocía un lugar donde ven-dían: “es cara y pega mal”, le dije, pero a él no le importó. A esa al-tura ya se había puesto al más fiel estilo borrachín, pesado ycargoso. Dijo que nos marcháramos, que hiciéramos un asado enmi casa, y que compráramos una bolsa. Insinué que en el estadoque estaba no podía conducir, pero siguió insistiendo. Traté de per-suadirlo señalándole a su esposa y a sus hijas, respondió que mefuera a cagar, que rajáramos de ahí, compráramos la papusa, y nosclaváramos un asado. Me resigné, y entendí que no podría conven-cerlo de que descansara un poco, bajara un cambio, y pasáramoslos planes para el día siguiente.

Les dijo a la Gorda Lechuza y las Lechuzitas que nos marchába-mos. Su esposa lo miró con ojos de furia, pero parece que era muysumisa, porque si bien mencionó algunas veces que dejara de tomar,siguió las órdenes de su marido al pie de sus dichos.

Yo empezaba a imaginar el modo de escapar de esa infernal es-cena. Tenía que salir del parador en el que estábamos, y llegar alcentro de Carlos Paz. Ahí le diría que regresaría en colectivo a laciudad.

Hacer la subida del diquecito a pata, para llegar al centro de laVilla por mis propios medios era otra pesadilla, se venía una tor-menta, y yo fumo más de veinte cigarros por día. Tenía que aguan-tar a subir con el Tero ebrio hasta el centro, y recién ahí bajarme delauto. Mi humor, a esa hora, ya estaba completamente arruinado,maldecía los reencuentros, haber accedido flexiblemente a salir conuna persona que hacía más de diez años que no veía, y que no sabíaa esa altura quién carajo era.

Antes de subir al auto me preguntó qué me pasaba, le dije la ver-dad, que la estaba pasando mal, que no estaba en condiciones demanejar, que íbamos con dos niñas, sus hijas, que ese tipo de adre-nalina y juego con la muerte no era mi viaje, que estaba todo bien

si quería ponerse hasta la pija, siempre y cuando no tuviera que ma-nipular un arma de cuatro ruedas. No le importó.

Salimos, tomamos la subida, con mi amigo, el Tero, ebrio, po-niendo un tema de The Chemical Brothers al palo. Yo estaba con lacara desencajada, y un verdadero humor de perros. En la subida,que era con forma de caracol, mi amigo aceleró a fondo, la calle erabien finita, y en cada curva imaginaba que chocábamos de frentecon otro auto; pensaba en las crónicas de los matutinos del día si-guiente titulando: “Locura y alcohol en Carlo Paz”, “Familia de Le-chuzas muere con Perro Salchicha a bordo”, “Tero Loco yalcoholizado asesina a grupo de animales”, etc.…; cuando en unade esas aceleradas el Tero se llevó puesto un badén, con lo que elauto primero se hundió hasta tocar su parte inferior con el asfalto,al tiempo que brincó muy fuerte, pareció que desbarrancábamos.Todos nos asustamos, y su esposa e hijas le gritaron en simultáneoy paralelo: “¡¡¡PAPÁ!!!!!!”, las hijas; “¡¡¡Tero del orto, nos vas a arrui-nar el día y las vacaciones!!!!!!!, la Lechuza catequista.

Yo puse mi pata izquierda en su muslo derecho, le dije con par-simonia que se tranquilizara… Aclaró que no había visto el badén;me miró entornando los ojos, con un gesto de odio, y agregó: “Per-dón, no volverá a pasar”. También dijo, esta vez murmurando, di-rigiéndose expresamente a su familia, que lo disculparan, que iba aconducir más lento. Mintió.

Cuando salimos a la costanera de la Villa le dije que por favorme dejara bajar a preguntar en una estación de servicio, que estabafrente a nosotros, por la terminal; al tiempo que le aclaraba cuálesera mis deseos. Le dije, de una y sin vueltas, que regresaría a Cór-doba en colectivo. Fingió no escuchar, o no entenderme, y mantu-vimos por unos segundos una conversación estúpida y sin sentido,donde él me decía que me llevaría a la terminal, de Córdoba, ydonde yo le aclaraba que estábamos en Carlos Paz, que no estába-mos en Córdoba, y que deseaba regresar a mi hogar en un mediode transporte privado. Siguió con su proceder, sin ceder a mis pe-didos. Pensé en arrojarme del auto en movimiento, pero me pareciódemasiado, intenté tranquilizarme. Después comentó, como alpasar, que preguntara más adelante. Pensé: “¿Más delante dedónde? Este tipo, por su maldito complejo de inferioridad y trau-mas, pretende hacerme pagar, ¡diez años después!, haber estado de

novio con una Loba que ambos amábamos y que finalmente habíaaccedido a estar conmigo, ¡diez putos años después!”, y comenzabaa putearlo por lo bajo, al tiempo que me decía a mí mismo que mecalmara.

A todo esto ya había empezado a llover, con gran fuerza, y yocontinuaba maldiciendo haber ido al encuentro del pasado, y co-menzaba a odiar a mi amigo profundamente. Seguimos camino,cuando nos aproximábamos al centro comenzó a granizar. Ahí fuecuando su mujer le dijo que parara, que estacionara el auto en unacalle perpendicular, para poder cubrirlo con el protector. Yo alentéesa posibilidad, y comencé a hacer señas a los automovilistas, ner-viosos a causa del granizo, para indicarles que íbamos a doblar. Es-tábamos en el medio del carril, con el semáforo en rojo. Mi amigo,el Tero, dijo que sí, pero mintió nuevamente, aceleró aún más fuerteque las veces anteriores, y tomamos un puente, ahí todos le dijimosa los gritos, implorando, que por favor parara. Pero él no respondía,y fue en ese momento que perdió el control del auto. Comenzamosa andar en el medio de la calle del puente, mordiendo con unarueda un cordón de cemento que separaba ambos carriles. Despuésretornó a nuestra mano, y yo, suplicante, le pedí que frenara, y medejara en cualquier lugar donde pudiera estacionar unos segundos.En ese instante su rostro recobró cierta lucidez, me miró ensombre-cido, y, por fin, accedió a mis súplicas.

Llovía torrencialmente y había dejado de granizar. Me desabro-ché el cinturón de seguridad, abrí la puerta; y mirándole a los ojos,le dije que era libre de hacer lo que quisiera. Bajé del coche, di unportazo, y me fui sin saludar.

Caminé por la calle en que había quedado varado, le preguntédónde estaba la terminal a unos cerditos porteños, me dijeron quesiguiera por el mismo camino, que estaba a tres cuadras. Pasé porun kiosco que tenía un reparo, encendí un cigarrillo, y me detuveunos minutos recordando todo lo que había pasado, y cómo se ha-bían sucedido los hechos. Cuando el pucho se consumió volví a pre-guntar por la terminal, esta vez a las chicas de un drugstore: noconfío en los porteños, y menos en los turistas. Me indicaron queestaba a una cuadra. Crucé la avenida principal, estaba inundada,agradecí haber salido con dinero, y haberme bajado del auto. Entréen la terminal, prendí otro cigarro, compré el boleto.

Seba Maturano Nací en Mendoza en 1984, resido en Córdoba desde 2010,artista visual y escritor. He sido parte de algunos grupos y espacios, entre ellos, elprincipal y más querido: el colectivo artístico La ArañaGalponera (Mendoza), con ellas/os trabajé varios años(2007-2010) en los que hicimos numerosas actividades: in-tervenciones urbanas principalmente, pero también ferias,muestras, libros, La Bienal de Fotocopias, y hasta un en-cuentro nacional de Arte/Política (junto a mucha gentemás, claro). También realizamos una serie de encuentrosinterprovinciales con una beca del F.N.A. Durante 2011 participé en Casa 13, específicamente en 13Radio y en el Espacio Crítico. Guardo un recuerdo muylindo de esos días, y siempre estaré agradecido a la Casa13, por su buena onda, su gente, y sus puertas y brazossiempre abiertos. En 2011 fui seleccionado para participar de “ADJETIVA IIencuentro de teoría y práctica artística” realizado en Salta. En 2012 hice una muestra de dibujos en la Galería TresCuartos (Córdoba).Desde esta año (2013) estoy a cargo, junto Pablo Toia, dela Editora Cartonera BORDE PERDIDO.-Administro regularmente las siguientes plataformas vir-tuales:http://www.flickr.com/photos/sebamaturano/http://angelporno.blogspot.com.ar/http://www.facebook.com/pages/Ciegos/199524096857329http://proyectolosciegos.blogspot.com.ar/Contacto: [email protected]

Unas cuadras más allá había una casa vieja. Un bosque de árboles os-curos rodeaba a la casona y la ocultaba de la mirada de los chicos que pa-saban por la calle en bicicleta, en bandadas, como gorriones. Frente a esacasa había un kiosco de revistas, uno de esos kioscos de barrio que soncomo un cuadrado gris, con un techito de chapa adelante que no puedeatajar el sol del verano, y un cartel con los dibujos de los helados de Frigor.

En la casa vieja vi por primera vez un hombre ciego. Era una casa anti-gua y las paredes estaban tan descascaradas que parecía que se veníanabajo en cualquier momento. En el patio de baldosas blancas y negras habíaun aljibe al que estaba prohibido asomarse. Las puertas de las habitacionesque daban al patio eran altas y siempre estaban abiertas. Daban a habita-ciones tan oscuras e inimaginables que eran como agujeros en la tarde in-mensa y calurosa, agujeros que daban a mundos subterráneos en dondereinaba el ciego. El ciego era amigo de mi vieja. Cuando ella lo iba a visitaryo siempre me ofrecía de acompañante. Abríamos una reja alta y gastaday entrábamos al jardín oscurecido por los árboles. El sol lograba metersede tanto en tanto entre las copas, y yo hacía todo lo posible por guiar a mivieja entre esos manchones de luz. Siempre creí que el sol era mi amigo,pero no le decía nada a ella para que no se asustara. Esperábamos en elpatio hasta que la esposa del ciego aparecía, cerca del aljibe. Yo mirabahacia los árboles y sentía temblores en las rodillas. Después entrábamosen la habitación del ciego y él le daba a mi vieja unos frascos con bolitasblancas que servían para curar las enfermedades. Era homeopatía. El ciegose movía suavemente, sus manos eran grandes y huesudas y largas, y susmodales eran antiguos. Tenía sobre cada ojo una ceja enorme como la colade un gallo, pero blanca. Yo sabía perfectamente que todo el tiempo queduraba la entrevista el ciego nos estaba mirando y nos estaba investigandodetrás de sus ojos blancos. El veía cada detalle de cada uno de nuestrosmovimientos, y veía incluso lo que sentíamos. Nadie más que yo lo sabía.

Por las noches, antes de dormirme, cerraba los ojos y veía al viejo co-rriendo por el jardín de la casona, entre los árboles, entre las ortigas y entrelas margaritas que brillaban a la luz de la luna. Corría alrededor de la viejacasa hasta que alcanzaba la velocidad suficiente para elevarse, y entoncescomenzaba a saltar por sobre los senderos del jardín, hacia los árboles.

El ciego

Javier Lodeiro Ocampo

Saltaba de tronco en tronco, de rama en rama, y después de copa encopa. Buscaba la luz de la luna.

Javier Lodeiro OcampoNací en 1969 en Buenos Aires. Vivo en la Pata-gonia desde 1983. En la adolescencia me dedi-qué a la historieta. Soy pintor, participé delcircuito de galerías porteño los últimos diezaños, y realicé varias muestra individuales enBuenos Aires, Rosario y Neuquén. Escribí dosnovelas inéditas y un libro de cuentos fantás-ticos, ilustrado, que se editó en 2012, "Noticiasde Valle". Actualmente estoy trabajando enuna novela sobre la búsqueda del padre quetranscurre en el Río Negro en los días previosal segundo gobierno de Rosas.visitá mi página web: www.lodeiro.com.ardirección e-mailalternativa: [email protected]

Historieta

raymond

Guión:

Alejandro faríasDibujo:

Leo Sandler

Alejandro FariasBahía Blanca (Arg), 1978. Escritor, guionista dehistorietas y editor. Ha editado varios libros de historieta y las novelas Frío y La edaddel sueño. Obtuvo una beca delfondo nacional de las artes y una mención en elconcurso de la revista ñ.

Leonardo SandlerRosario (Arg), 1974. Historietista e ilustrador. Haparticipado en numerosas antologías tanto en elpaís como en el extranjero. Ha dibujado dos no-velas gráficas: La Pasión con guión de Diego Cor-tés, y Jenufa con guión de Alejandro Farías.

jugar en primera

Guión y dibujos:

Fran López

Fran López, 1985, Buenos Aires.Dibuja Autobiógrafo, con guiones de FedericoReggiani, desde el principio. Tiene una banda derap. http://www.fran-lopez.com/

más alláde lo evidente

Guión:

Arekasadaro

Dibujos:

Matías Giamportone

Arrekasadaro (Alejandro Sebastian Marinkovic)nació en 1982 en Trelew, Chubut. Cuenta cuentosde nacimiento, guionista de profesión. Se formoen el taller de Diego Agrimbau. Vive en LagoPuelo desde donde pergeña sus proyectos comoguionista. Está obra inédita es su primera publi-cación. Tomen nota.

Matías Giamportone nació en 1990 en Mendoza. Es ilustrador, estudia Diseño Gráfico y trabajapara la industria de la animación. Es uno de los fundadores del grupo «Zona Sís-mica, Ilustradores de Cuyo».Está dando sus primeros pasos en el mundo dela historieta con esta obra inédita.

historiade la guerra

capítulo 3

Guión:

Federico ReggianiDibujos:

Lauri Fernández

Federico Reggiani es pequeño, peludo, suave;tan blando por fuera, que se diría todo de algo-dón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de aza-bache de sus ojos son duros cual dos escarabajosde cristal negro. Escribe más o menos lo que seespera de él porque no puede salirse de sí mismo;lo más visible de esa actividad son sus guionesde historietas. Ha publicado o publica La Muecade Dios, Vitamina Potencia y Tristeza con AngelMosquito, Dos Estaciones con Rodrigo Terra-nova, Patria, con Kwaichang Kraneo, Autobió-grafo con Fran López, Mi amor, hoy tengo fútbol,con Max Aguirre, Don Quijote de La Mancha conSergio Coronel y Don Miguel de Cervantes.Desde los inicios forma parte de Historietas Rea-les. Desconfía de la desesperación tanto como delentusiasmo.

Lauri Fernández:Historietista, dibujante, grabadora. Ha participado en numerosos poryectos, entrelos que figuran las revistas "Pelotazo" y "Clìtoris".Dibujó las historietas "Ani" (Ed. Llanto de Mudo,2011) con guión de Roberto von Sprecher; "Vien-tre" (Dragoncomics / Llanto de Mudo, 2012) conRoy Leguisamo y Nacha Vollenweider; "Meca-nismos" y otras ilustraciones (para el libro 0El"Mendozazo, herramientas de rebeldìa", Ediunc,2012). Actualmente dibuja "Regulaciòn o0,75. Ladàdiva" , con guión de Roy Leguisamo para elblog marcheuncuadrito.wordpress. Blog "dibuji-tosdelau.blogspot.com

Ilustraciones de tapa,contratapa e interior

Nacha Vollenweider

Nacha Vollenweider. 30 años. Licenciada en Pintura dela Universidad Nacional de Cordoba y diseñadoraGráfica. Ha publicado la novela gráfica "Ruta 22", conguión de Roberto Von Sprecher con el sello editorialLlanto de Mudo, entre otras historietas con el mismoguionista como "Razones para embriagarse", en Ebrio:antología de historietas borrachas; "Domingo" en elprimer numero de la revista Clitoris; "Dark Soja" en larevista La Murciélaga. Junto a Diego Cortes ha publi-cado "Ricardo", en la revista colombiana LarVa, juntocon la editorial Dragon Comics (Uruguay) dibujó Vien-tre, con guión de Pablo Roy Leguizamo.Se desempeña también como ilustradora, allí se desta-can dibujos realizados para la serie documental "Ca-leidoscopio", serie seleccionada en el marco del PlanOperativo de Promoción y Fomento de ContenidosAudiovisuales Digitales del INCAA y para la Colec-ción Tinta Roja de la editorial EDUVIM de la Univer-sidad Nacional de Villa Maria Actualmente becada porel Servicio de Intercambio Académico Alemán resideen Hamburgo haciendo una formación en Comics.Blog; lamincula.blogspot.com