4
‘HORAL’: SUS ORILLAS EXTREMAS 1 Luis Alberto Marín* JAIME SABINES Sería un lugar común decir que en Horal Sabines plantea los temas que marcarán el resto de su poesía. Lugar co- mún o no, el hecho es cierto de alguna manera. Pero diga- mos, al menos por un momento, que el tema o los temas son lo de menos, porque de algún modo todos sabemos que, en toda poesía moderna, el verdadero tema es el poeta mismo, ya sea que escarbe en las peripecias íntimas de sus diarias hecatombes personales y en la cuerda siem- pre floja de sus sentimientos, cuando es dueño de sí, de

Luis Alberto Marín- 'Horal', sus orillas extremas

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Luis Alberto Marín- 'Horal', sus orillas extremas

‘HORAL’: SUS ORILLAS EXTREMAS1

Luis Alberto Marín*

JAIME SABINES

Sería un lugar común decir que en Horal Sabines plantea los temas que marcarán el resto de su poesía. Lugar co-mún o no, el hecho es cierto de alguna manera. Pero diga-mos, al menos por un momento, que el tema o los temas son lo de menos, porque de algún modo todos sabemos que, en toda poesía moderna, el verdadero tema es el poeta mismo, ya sea que escarbe en las peripecias íntimas de sus diarias hecatombes personales y en la cuerda siem-pre floja de sus sentimientos, cuando es dueño de sí, de

Page 2: Luis Alberto Marín- 'Horal', sus orillas extremas

su soledad y de su espacio, y además está consigo mismo; o ya sea que haga la crónica inefable y a veces absurda, por estéril, de su andar vagando por el mundo medio dor-mido y medio despierto y a veces hasta medio desnudo y medio muerto, enumerando para sí sus sinrazones, el de-sarraigo de sus horas, su soledad perenne entre la gente y la cascada de sus pequeñas sensaciones y maneras de mi-rar las cosas que los otros –ustedes y nosotros-, no alcan-zamos a sentir ni a entrever, ni siquiera cuando nos acer-camos a las entrelíneas de sus imágenes más puras y sen-cillas, ya no digamos de sus símbolos y sus metáforas más logradas. Quien diga que entiende a Sabines no entiende a Sabi-nes: la paradoja fatal del poeta consiste en que, por más que se lo lea o se lo esculque, jamás se llegan a compren-der sus significados últimos, porque las múltiples voces que lo asaltan y los complejos intersticios de la creación poética, siempre serán hechos que se nos escapan: ya sa-bemos lo que decía Aristóteles: “el poeta es el hombre perdido entre los hombres”. En Horal, Sabines nos arroja con él al mundo diverso de nuestro entorno cotidiano, de las comuniones inacaba-das, de las paradojas que marcan los límites del deseo, y de las sombras que dejan, violentamente en suspenso, las relaciones de los objetos del mundo con nuestros senti-mientos. Así, el poeta se enfrenta, en la búsqueda a ciegas de sí mismo, a los elementos primarios del día y la noche, al hilo delgado del pasado inmediato y remoto, y al misterio inefable cuyos referentes lejanos le hacen sentir que la vi-da que lleva es frágil y prestada y, por consecuencia, el mundo es también un hecho tan complejo, como inasible e incierto. En este primer libro de Sabines, una de sus orillas ex-tremas es su visión sobre la pareja y la relación amorosa de ésta: aquí lo metafísico y el sueño romántico no tienen cabida: los seres que se aman son para Sabines seres tem-porales y tangibles, pero sin ataduras sociales, seres des-pojados del mundo, que andan siempre buscándose y buscando constantemente quién sabe qué cosas. Seres que transitan por todas partes rompiéndose el alma de

Page 3: Luis Alberto Marín- 'Horal', sus orillas extremas

manera incurable en el silencio oscuro de su existencia, como esos enfermos hipocondríacos que lo padecen todo y no saben qué padecen, y que aunque lo saben todo no saben qué cosa quieren, ni saben de dónde asirse, ni có-mo colocar el cuerpo sobre la tierra, ni en qué espejo mi-rarse ni con qué lámpara alumbrarse. El vacío, siempre el vacío, es la marca que los distingue y que los asfixia y que los trae siempre muertos de ham-bre del mundo. Son cazadores fantasmas asustadizos, re-cién nacidos sin madre cuyo remedio, quizás, no está en este mundo. En Horal, la visión amorosa de Sabines es una de las visiones que penetra y traspasa las llagas de esa enferme-dad que hemos dado en llamar sociedad moderna. Desencantada y cruda pero verdadera y, por qué no, a veces hasta patética, esa visión es el espejo insoportable del rostro más amargo de nuestras entregas, afanes y anhelos. Pero más allá del desencanto y de la amargura, es una visión que nos revela y que nos refleja a nosotros mismos como actores fallidos del drama del desarraigo y de las carencias, donde se recogen los pormenores que nos convocan, por no sé qué motivos absurdos, a restañar nuestro ser herido en las pequeñas cosas del mundo, en ausencia del ser amado. Horal es en cierta medida el anuncio adelantado, en los años cincuenta, de una historia sentimental sin com-placencias, presentida por el poeta donde hombre y mu-jer, amantes ciegos, se aman para deshabitarse, para per-derse o para irse matando poco a poco el uno al otro, para irse llenando de soledad enferma, de compañía sola y ma-drugadas desamparadas: la comunión amorosa deviene en almas y cuerpos rotos y desgarrados. Los motivos de los amantes ahora son otros, sus prejuicios y sus valores están cambiando de nombres y signos, y la angustia de no tener rostro y permanecer anónimos los vuelve locos y los mata. Otra de las orillas extremas de este libro es la presencia de Dios. Paradójicamente, esta presencia es tal vez el úni-co aspecto metafísico de Horal (y quizás de su obra), y di-go paradójicamente porque me parece que Horal es uno

Page 4: Luis Alberto Marín- 'Horal', sus orillas extremas

de los mayores intentos por palpar el mundo físico a tra-vés de la palabra, de aprehender el mundo inmanente e inmediato, y de despojar a la poesía y a sus imágenes de toda construcción retórica y abstracta. A diferencia de otros tópicos del libro, donde se aprecia el carácter de in-mediatez palpable de estos, Dios es aquí el gran referente intangible, el absoluto inefable, el contenido sólo apre-hensible a través de su invocación nominal y vehemente. Si en algunos poetas la presencia de Dios adquiere pro-porciones tales, que ésta se vuelve tema de exorcismos in-curables o de entregas místicas o de impiedades abierta-mente malévolas o de expiaciones sin freno, en Sabines, la figura de Dios es la del Dios de todos los días, es el Dios de las gentes sencillas y de los poetas sencillos, es el Dios que se invoca en los improvisados altares de las casas y las iglesias humildes; es la sombra que vigila al que duer-me, que levanta al caído, que perdona al que peca, que consuela al que llora, que fortalece al que sufre. Es el Dios que acompaña en sus horas más tristes a los solitarios. Es el Dios despojado de toda metáfora culta y de todo miste-rio. Es el Dios que reposa crucificado en el rincón de los cuartos pobremente habitados y de los creyentes que en-cuentran a ciegas, en el Dios de El Génesis, la generación del mundo, la vida y el hombre. De esta manera, en una conclusión un tanto breve y apresurada, podríamos decir que la poesía de Sabines no es sólo para leerse, sino también para creerse y hasta di-ríamos que para cantarse, para llevarla siempre consigo a donde quiera que uno vaya. Cada poema es una historia pequeña que dice algo de todos nosotros, y que nos hace más fuertes en la medida que nos enseña nuestros deseos más turbios y nuestros golpes más hondos. -------------------------------------------------------------------- (1) Artículo leído por el autor en el Congreso del Estado de Chiapas, en marzo de 1996, con motivo del homenaje rendido a Jaime Sabi-nes por sus setenta años de edad. ------------ *Lumagui