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El hombre que reinventó la emoción Pedro Sorela El País Madrid 1 NOV 1991 No es fácil saber qué permanece del pensamiento de Gregorio Marañón -un hombre que al morir, hace 31 años, dejó 85 libros-, y no es fácil porque permanece mucho. Así se desprende de la Segunda Semana Marañón, concluida el miércoles, tanto en el seminario sobre el Conde Duque de Olivares - de quien Marañón escribió una psicobiografía- como en las Jornadas Científicas en las que expertos de todo el mundo estudiaron los recientes avances en la neuroendocrinología. Ese era el campo médico en el que Marañón intentó encontrar esa fisura donde, desde Descartes, se intuye que se deben de unir el alma y el cuerpo, el espíritu y la materia. Entre lo que permanece, dicen los estudiosos, figuran sus intuiciones sobre la psicohistoria y la emoción. Ese chico tan tímido que, según contó él más tarde, casi no aprueba el ingreso en el instituto de Santander, pues le paralizaban los tribunales hasta el punto de que más tarde tuvo que intervenir el Parlamento para que aceptara ser catedrático, pertenecía a esa generación de españoles - regeneracionistas, europeístas o noventayochistas- que "en un momento de la historia de España tuvieron que acudir a todo y ser todo".Así lo expresa Alejandra Ferrándiz, psicóloga que en su día, al elaborar una tesis sobre la psicología en la obra de Marañón, y en concreto al realizar el estudio bibliométrico del autor (las veces que es citado por la comunidad científica), fue uno de los primeros españoles en comprobar la importancia internacional del médico escritor. "Hoy", dice en su despacho de la Fundación Marañón, en la antigua casa del médico, "Marañón es más citado en los índices de ciencias sociales que en los índices científicos". Y es citado, sobre todo, por teóricos como Schachter o Mandler, que han vuelto a partir de él para llegar a las teorías contemporáneas sobre uno de los territorios donde se encuentran el espíritu y el cuerpo del hombre: la emoción. El debate, según ha explicado Helio Carpintero, lo habían planteado a principios de siglo el norteamericano William James y el danés Lange, al formular: "No lloro porque estoy triste, sino que estoy triste porque lloro". Esto es, una formulación más compleja y moderna de aquella intuición cartesiana según la cual las dos dimensiones heterogéneas que se unen en el hombre, el cuerpo y el espíritu, debían de residir en una glándula de secreción interna, situada en el cerebro, la epífisis. La contribución de Marañón ayudó a aclarar la polémica sobre el orden de los factores, sobre qué era causa de qué. Tras inyectar adrenalina a sus pacientes de su hospital madrileño, observó que mostraban síntomas de un cambio orgánico emocional sin conocer sin embargo las causas. A eso lo llamó emoción fría, y estableció que -dice Carpintero- "toda emoción requiere un cambio orgánico, pero para estar completa el sujeto lo ha de referir a un contenido mental determinado". []

Marañón: el hombre que reinventó la emoción

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El hombre que reinventó la emoción

Pedro Sorela El País Madrid 1 NOV 1991

No es fácil saber qué permanece del pensamiento de Gregorio Marañón -un hombre que al morir,

hace 31 años, dejó 85 libros-, y no es fácil porque permanece mucho. Así se desprende de la Segunda

Semana Marañón, concluida el miércoles, tanto en el seminario sobre el Conde Duque de Olivares -

de quien Marañón escribió una psicobiografía- como en las Jornadas Científicas en las que expertos

de todo el mundo estudiaron los recientes avances en la neuroendocrinología. Ese era el campo

médico en el que Marañón intentó encontrar esa fisura donde, desde Descartes, se intuye que se

deben de unir el alma y el cuerpo, el espíritu y la materia. Entre lo que permanece, dicen los

estudiosos, figuran sus intuiciones sobre la psicohistoria y la emoción.

Ese chico tan tímido que, según contó él más tarde, casi no aprueba el ingreso en el instituto de

Santander, pues le paralizaban los tribunales hasta el punto de que más tarde tuvo que intervenir el

Parlamento para que aceptara ser catedrático, pertenecía a esa generación de españoles -

regeneracionistas, europeístas o noventayochistas- que "en un momento de la historia de España

tuvieron que acudir a todo y ser todo".Así lo expresa Alejandra Ferrándiz, psicóloga que en su día, al

elaborar una tesis sobre la psicología en la obra de Marañón, y en concreto al realizar el estudio

bibliométrico del autor (las veces que es citado por la comunidad científica), fue uno de los primeros

españoles en comprobar la importancia internacional del médico escritor. "Hoy", dice en su despacho

de la Fundación Marañón, en la antigua casa del médico, "Marañón es más citado en los índices de

ciencias sociales que en los índices científicos".

Y es citado, sobre todo, por teóricos como Schachter o Mandler, que han vuelto a partir de él para

llegar a las teorías contemporáneas sobre uno de los territorios donde se encuentran el espíritu y el

cuerpo del hombre: la emoción. El debate, según ha explicado Helio Carpintero, lo habían planteado

a principios de siglo el norteamericano William James y el danés Lange, al formular: "No lloro

porque estoy triste, sino que estoy triste porque lloro". Esto es, una formulación más compleja y

moderna de aquella intuición cartesiana según la cual las dos dimensiones heterogéneas que se unen

en el hombre, el cuerpo y el espíritu, debían de residir en una glándula de secreción interna, situada

en el cerebro, la epífisis.

La contribución de Marañón ayudó a aclarar la polémica sobre el orden de los factores, sobre qué era

causa de qué. Tras inyectar adrenalina a sus pacientes de su hospital madrileño, observó que

mostraban síntomas de un cambio orgánico emocional sin conocer sin embargo las causas. A eso lo

llamó emoción fría, y estableció que -dice Carpintero- "toda emoción requiere un cambio orgánico,

pero para estar completa el sujeto lo ha de referir a un contenido mental determinado".

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