Este libro de Mészáros emprende una demoledora crítica al capital y realiza una de las más fértiles, provocativas y densas reflexiones sobre la sociabilidad contemporánea y la lógica que la gobierna.
Citation preview
1. MS ALL DEL CAPITAL
2. Istvn Mszros Profesor Emrito, Universidad de Sussex MS ALL
DEL CAPITAL Hacia una teora de la transicin Tomo I
3. La presente edicin fue realizada por: Vicepresidencia del
Estado Plurinacional de Bolivia Presidencia de la Asamblea
Legislativa Plurinacional c. Ayacucho esq. Mercado N. 308 Tel.
(591-2) 214 2000 La Paz, Bolivia Pasado y Presente XXI Se toma como
base la traduccin realizada por Editorial Vadell Caracas, 2001
Diseo de tapa: Nicols Laguna Diseo de interiores: Moiss Pacheco
ISBN 978-99954-735-5-6 DL. 4-125-10 Impreso en Bolivia 2010
Publicado por primera vez en 1995 Por The Merlin Press 10 Malden
Road London NW5 3HR Copyright Istvn Mszros 1995 UK ISBN 085036 432
9 UK ISBN 085345 881 2
4. A Donatella
5. CONTENIDO Carta de Mszros para esta publicacin ii
Presentacin a la presente edicin xv Nota del Traductor xiii
Introduccin a la edicin latinoamericana xv Prefacio para la primera
edicin lxv PARTE UNO LA SOMBRA DE LA INCONTROLABILIDAD CAPTULO UNO
ROMPIENDO EL CONJURO DEL CAPITAL PERMANENTE UNIVERSAL 1.1 Ms all
del legado hegeliano 3 1.2 La primera concepcin global sobre la
premisa de el Fin de la Historia 11 1.3 El Capital Permanente
Universal de Hegel: falsa mediacin de la individualidad
personalista y la universalidad abstracta 16 1.4 La revolucin
circunscrita al eslabn ms dbil de la cadena y su teorizacin
representativa en Historia y conciencia de clase 27 1.5 La
perspectiva alternativa de Marx no explorada: del pequeo rincn del
mundo a la consumacin de la ascensin global del capital 43 CAPTULO
DOS EL ORDEN DE LA REPRODUCCIN METABLICA SOCIAL DEL CAPITAL 2.1
Defectos estructurales de control en el sistema del capital 55 2.2
Los imperativos remediales del capital y el estado 70 2.3
Desacoplamiento entre las estructuras reproductivas materiales del
capital y sus formaciones de estado 95 CAPTULO TRES SOLUCIONES A LA
INCONTROLABILIDAD DEL CAPITAL DESDE LA PERSPECTIVA DEL CAPITAL 3.1
Las respuestas de la economa poltica clsica 105 3.2 Utilidad
marginal y economa neoclsica 115 3.3 De la revolucin gerencial a la
postulacin de la convergencia de tecnoestructuras 133
6. CAPTULO CUATRO CAUSALIDAD, TIEMPO Y FORMAS DE MEDIACIN 4.1
Causalidad y tiempo bajo la causa sui del capital 157 4.2 El crculo
vicioso de las mediaciones de segundo orden del capital 162 4.3
Eternizacin de lo histricamente contingente: la Funesta Presuncin
de la apologtica del capital de Hayek 177 4.4 Los lmites
productivos de la relacin del capital 189 4.5 La articulacin
alienada de la mediacin reproductiva social primaria y la
alternativa positiva 197 CAPTULO CINCO LA ACTIVACIN DE LOS LMITES
ABSOLUTOS DEL CAPITAL 5.1 Capital transnacional y estados
nacionales 225 5.2 Destruccin de las condiciones de la reproduccin
metablica social 253 5.3 La liberacin de la mujer: el reto de la
igualdad sustantiva 279 5.4 Desempleo crnico: el significado real
de la explosin demogrfica 333 PARTE DOS EL LEGADO HISTRICO DE LA
CRTICA SOCIALISTA 1: EL DESAFO DE LAS MEDIACIONES MATERIALES E
INSTITUCIONALES EN LA RBITA DE LA REVOLUCIN RUSA CAPTULO SEIS LA
TRAGEDIA DE LUKCS Y LA CUESTIN DE LAS ALTERNATIVAS 6.1 La
aceleracin del tiempo y la profeca atrasada 379 6.2 La bsqueda de
la individualidad autnoma 385 6.3 De los dilemas de El alma y la
forma a la visin activista de Historia y conciencia de clase 394
6.4 La continuada reafirmacin de las alternativas 403 CAPTULO SIETE
DEL HORIZONTE CERRADO DEL ESPRITU MUNDIAL DE HEGEL A LA PRDICA DEL
IMPERATIVO DE LA EMANCIPACIN SOCIALISTA 7.1 Concepciones
individualistas del conocimiento y la interaccin social 411 7.2 El
problema de la totalizacin en Historia y conciencia de clase 419
7.3 La crisis ideolgica y su solucin voluntarista 424 7.4 La funcin
del postulado metodolgico de Lukcs 437 7.5 La hipostatizacin de la
conciencia de clase imputada 443
7. CAPTULO OCHO LOS LMITES DE SER MS HEGELIANO QUE HEGEL 8.1
Crtica de la racionalidad weberiana 452 8.2 El paraso perdido del
marxismo occidental 468 8.3 La identidad sujeto-objeto de Lukcs 477
CAPTULO NUEVE LA TEORA Y SU ESCENARIO INSTITUCIONAL 9.1 La promesa
de concretizacin histrica 501 9.2 La cambiante valoracin de los
consejos de los trabajadores 511 9.3 La categora de mediacin en
Lukcs 523 CAPTULO DIEZ POLTICA Y MORALIDAD: DE HISTORIA Y
CONCIENCIA DE CLASE A PRESENTE Y FUTURO DE LA DEMOCRATIZACIN Y
VUELTA A LA ETICA NO ESCRITA 10.1 Llamamiento a la intervencin
directa de la conciencia emancipadora 531 10.2 La guerra de
guerrillas del arte y la ciencia y la idea del liderazgo
intelectual desde arriba 540 10.3 En elogio de la opinin pblica
subterrnea 550 10.4 Las mediaciones de segundo orden del capital y
la propugnacin de la tica como mediacin 553 10.5 La frontera
poltica de las concepciones ticas 563 10.6 Los lmites del
testamento final de Lukcs 571 EL LEGADO HISTRICO DE LA CRTICA
SOCIALISTA 2: RUPTURA RADICAL Y TRANSICIN EN LA HERENCIA MARXIANA
CAPTULO ONCE EL PROYECTO INCONCLUSO DE MARX 11.1 Del mundo de las
mercancas a la forma histrica nueva 590 11.2 El escenario histrico
de la teora de Marx 593 11.3 La crtica marxiana de la teora liberal
597 11.4 La dependencia del sujeto negado 599 11.5 La insercin
social de la tecnologa y la dialctica de lo histrico/transhistrico
602 11.6 Teora socialista y prctica poltica partidista 605 11.7 Los
nuevos desarrollos del capital y sus formaciones de estado 608 11.8
Una crisis en perspectiva? 611
8. CAPTULO DOCE LA ASTUCIA DE LA HISTORIA EN MARCHA ATRS 12.1
La List der Vernunft y la astucia de la historia 619 12.2 La
reconstitucin de las perspectivas socialistas 624 12.3 El
surgimiento de la nueva racionalidad del capital 630 12.4
Contradicciones de una poca de transicin 638 CAPTULO TRECE CMO
PODRA DEBILITARSE GRADUALMENTE EL ESTADO? 13.1 Los lmites de la
accin poltica 642 13.2 Principios centrales de la teora poltica de
Marx 651 13.3 Revolucin social y voluntarismo poltico 657 13.4
Crtica de la filosofa poltica de Hegel 665 13.5 El desplazamiento
de las contradicciones del capital 673 13.6 Las ambigedades
temporales y las mediaciones faltantes 684
9. I. Mszros 2. Roebuck Road ROCHESTER Kent ME1 1UD Junio 5 de
2008 Sra. Isabel Rauber Directora Revista Pasado y Presente XXI
Autorizacin Querida Isabel Rauber, Esta carta es para confirmar mi
decisin de autorizar a tu revista Pasado y Presente XXI a publicar
mi libro Beyond Capital (Traducido al castellano con el ttulo de Ms
all del Capital) en una edicin sin fines de lucro para su
distribucin en Argentina, Bolivia y Colombia. Estoy contento de
darte esa autorizacin porque encuentro totalmente justo que la
gente que tiene recursos financieros muy limitados est en capacidad
de tener acceso a este libro, que puede ser relevante para su vida.
No escrib este libro teniendo en mente ganancias comerciales, sino
para ayudar a las personas a comprender la naturaleza de la
sociedad en la que vive. Te deseo una distribucin exitosa y todo lo
mejor en tu trabajo como editora de la revista Pasado y Presente
XXI. Tuyo sinceramente, Istvn Mezsros Profesor Emrito de Filosofa
Universidad de Susex, Brighton, Susex, Inglaterra
10. Isabel Rauber1 Estamos viviendo una poca de crisis histrica
sin precedentes, que afecta a todas las formas del sistema del
capital, no nada ms al capitalismo. Es fcil com- prender, entonces,
que lo nico que podra producir una solucin viable a las
contradicciones que tenemos que encarar sera una alternativa
socialista radical al modo de control metablico social del capital.
Una alternativa hegemnica que no se vea atrapada por las
restricciones del orden existente al mantenerse en de- pendencia
del objeto de su negacin, como ocurri en el pasado. Aunque debemos
estar alertas a los inmensos peligros que aparecen en el horizonte
y enfrentarlos con todos los medios a nuestra disposicin, las
negaciones no son suficientes por s solas. Es necesario por igual
formular con claridad la alternativa positiva que podra tomar
cuerpo en un movimiento socialista radicalmente reconstituido.
Porque la factibilidad del xito guarda una relacin de dependencia
vital con el objetivo elegido de la accin transformadora, si lo
definimos como ir positivamen- te ms all del capital, y no
simplemente como el derrocamiento del capitalismo. Por lo menos, de
las dolorosas lecciones del derrumbe del llamado socialismo
realmente existente nos debera quedar bien claro esto: fue
prisionero, a travs de su historia, de determinaciones negativas.2
Este prrafo concentra el ideario y el empeo de Mszros, su obsesin
comprometida con la bsqueda de alternativas que permitan construir
una nueva civilizacin humana superadora de los males pro- ducidos
por el capitalismo simultneamente con los procesos sociales que lo
confrontan cotidianamente. No habr posibilidad alguna de superar la
trampa cultural del modo de vida generado por el capital si no se
rompe de raz con la lgica de su funcionamiento, es decir, de su
produccin y reproduccin en todos los mbitos de la vida social. Para
ello es vital 1 Dra. En Filosofa. Directora de la Revista Pasado y
Presente XXI. Estudiosa de los movimien- tos sociales
latinoamericanos. 2 [Mszros, Istvn, 2001. Ms all del capital, p.
XVII, Ed. Vadell, Caracas. Negritas del autor] PRESENTACIN A LA
PRESENTE EDICIN TIEMPO DE REVOLUCIONES DESDE ABAJO
11. MS ALL DEL CAPITALxvi construir otra lgica, no contraria a
la del capital sino radicalmente dife- rente y superadora, capaz de
poner fin a su cadena creciente de exclusin, enajenacin, jerarquas,
opresin y explotacin humanas. La vida de Istvn Mzsros ha estado
llena de grandes desafos, no slo por las preguntas trascendentales
que como pensador y revo- lucionario se propuso y trabaj por
encontrarles respuesta, sino por las vicisitudes, incomprensiones e
injusta persecucin a las que se vio some- tido en su propio pas de
origen. Pero Mzsros es de aquellos hombres imprescindibles, de los
que luchan toda la vida. Su trabajo preado de innumerables enfoques
e ideas valiosas, es digno de ser ledo no slo por su contenido,
sino tambin por ser la obra abnegada de un genuino luchador por la
emancipacin humana. Lo conoc personalmente en el Primer Foro Social
Mundial, en Porto Alegre. Aunque me haba relacionado poco con sus
escritos, lo conocido despert una profunda admiracin por su
trabajo. Cuando me dijeron: ah est, sin pensarlo dos veces me lanc
hacia su mesa, presentndome sin prembulos. Estaba sentado tomando
un caf con Donatella, su esposa y compaera de vida. Me invit a
compartir la mesa y comenzamos a hablar sin parar, de todo; tenamos
que saber uno del otro rpidamente. Yo tena su libro Socialismo o
Barbarie, publicado en Brasil, y le ped su autorizacin para
traducirlo al espaol y publicarlo a travs de Pasado y Presente XXI.
Prontamente accedi y al poco tiem- po lo publicamos. Desde entonces
entablamos una relacin estrecha de intercambio de reflexiones,
emprendiendo pequeas tareas conjuntas y compartiendo sueos. Estos
conectaron nuestros pensamientos y, con ellos, las diferentes
prcticas y experiencias. Y de entonces hasta ahora. Los anlisis de
Mszros referidos al capitalismo actual y los planteamientos acerca
de la posibilidad de su superacin positiva, es de- cir, poniendo
fin a los mecanismos de produccin y reproduccin de la enajenacin
creciente de la humanidad, engarzan (y actualizan) los plan-
teamientos y las propuestas de Carlos Marx con la problemtica y las
demandas de nuestra poca. Su obra constituye un puente analtico
clave para pensar quines, cmo y desde dnde plantearse la
transformacin de la sociedad que supere al capitalismo y al
capital. En tal sentido, sus re- flexiones y su prctica de vida
acerca de las experiencias socialistas este- europeas del
socialismo del siglo XX, resultan esclarecedoras para com- prender
que pueden ocurrir revoluciones sociales que derroquen a los
capitalistas sin que ello signifique poner fin al predominio y la
hegemona del capital. Teniendo esto muy presente, Mszros se aplica
precisamente a identificar y exponer los elementos centrales que
contribuyen a que los procesos de luchas sociales por la superacin
del capitalismo sean a la
12. xviiIstvn Mszros vez, procesos de supresin/superacin de la
lgica de funcionamiento del capital (del metabolismo y el orden
social impuesto por el capital). Se trata, explica reiteradamente
el autor, de una superacin radi- cal y no de una sustitucin, de un
cambio de lugar (de la produccin a la gerencia, por ejemplo). Para
construir una nueva sociedad, socialista, no basta con que los
obreros expulsen a los capitalistas y tomen el control de la
produccin, no basta con que un grupo de revolucionarios se apodere
del aparato estatal y socialice (estatice) la propiedad de los
medios de produccin y la produccin misma, no basta con que la
burocracia geren- cial y los tecncratas del capitalismo sean
reemplazados por cuadros del partido en tal circunstancia devenidos
en burcratas revolucionarios. Todo esto puede hacerse, como se hizo
y lo demuestra la historia, sin poner fin a las cadenas de sujecin
a los dictados del capital y su lgica de funcionamiento. Dar vuelta
a la tortilla, es mantenerse dentro de la sartn controlada por el
capital, y esto lleva a la distorsin de los objetivos estratgicos,
y la derrota ahora lo sabemos resulta inevitable, pese a los
grandes ideales que sustenten la epopeya revolucionaria. Por ello,
coinci- do profundamente con Mszros cuando seala la imprescindible
ligazn que existe entre la necesidad de superar el capitalismo e ir
mas all del capital, construir lo nuevo fuera de su dominio, es
decir, desde otro lugar, con otras lgicas. Y estas slo pueden ser
tales si son pensadas, diseadas y construidas desde abajo por los
pueblos. En s mismo, el proceso de transformacin es, a la vez, un
proce- so de construccin de nuevas lgicas, articulaciones,
institucionalidades, metabolismos sociales, etc. Son nuevas en
tanto nuevo ser su predo- mino como estructurantes del (nuevo tipo
de orden del) metabolismo social, pero muchas de ellas estn
presentes ya entre nosotros como avances, en las comunidades de los
excluidos, explotados y empobre- cidos por el capital,
profundamente articuladas a los mecanismos de so- brevivencia:
redes de economa solidaria, trueque, comedores y huertas
comunitarias, trabajo cooperativo comunitario, redes solidarias de
con- vivencia, institucionalidad y formas de organizacin y
funcionamiento comunitario autnomos de la institucionalidad
dominante, como es, por ejemplo, la realidad de los pueblos
indgenas en estas tierras. Y todo esto se relaciona tanto con la
propuesta la alternativa positiva que seala Mszros, como con los
mtodos y medios empea- dos en su construccin concreta, en hacerla
socialmente hegemnica. Es decir, tiene que ver con el proyecto, con
lo programtico, con la organi- zacin y, por tanto, con lo central
determinante de todo proceso social: los actores sociales y
polticos (sujetos del cambio), y de conjunto con el poder. La
organizacin (instrumento poltico) que el colectivo de ac-
13. MS ALL DEL CAPITALxviii tores se d para llevar a cabo las
tareas estratgicas slo puede definirse conjugando en una misma
sintona ideolgica/liberadora y de liberacin todos estos elementos.
No hay lugar para concebir/realizar tareas que contradigan los
resultados; no hay lugar para concebir/emplear medios que
contradigan fines; no hay posibilidad de que una vanguardia
iluminada pueda reem- plazar al actor colectivo. Poner fin a la
locura criminal del capitalismo y construir una nueva civilizacin
humana en funcin de la humanidad, es decir, conquistar la liberacin
de la humanidad, no es responsabilidad de lites sino de la
humanidad toda, ante todo, de los pueblos, protagonistas de los
cambios. Se trata de un protagonismo colectivo, que se vive en cada
re- vuelta, en cada lucha de calles reivindicativa-poltica. Reclama
por tanto, para encauzarse hacia un proceso de transformacin
social, cons- truir la convergencia orgnico-poltica de los actores,
sus problemticas y propuestas, condensndola en lo que ser en cada
realidad, el proyecto poltico superador del capitalismo y del orden
social del capital. Es este el factor clave
(constitutivoautoconstitutivo) que marca el nacimiento (por
maduracin autoconsciente de los protagonistas) del actor colectivo
(agente histrico del cambio) vitalmente interesado en ir ms all del
capital y con capacidad para ir haciendo realidad su utopa
liberadora, cotidianamente, en todos los mbitos de su quehacer. Es
este punto neu- rlgico de apuesta a la vida el que hace de este un
texto profundamente contemporneo con la revolucin democrtico
cultural que llevan ade- lante los pueblos de Bolivia. Esta ha
comenzado a desandar los caminos culturales que fueron impuestos,
marcados y afianzados por la hegemona de los conquistado-
res/colonizadores, predominante hasta ahora en los mbitos del poder
sobre la vida humana en Bolivia (como en Latinoamrica). Como es un
proceso verdadero es un desandar que emerge de la raz y hacia ella
vuel- ve los cambios, es decir, se trata de una superacin radical,
desde abajo, de la penetracin/dominacin cultural, econmica, poltica
y social de los colonizadores y usufructuarios del capital. No es
terico el debate sino prctico. Se trata de un modo de vida que debe
ser desplazado por otro; son prcticas y conductas diferentes que
deben abrirse paso entre las hasta ahora hegemnicas. Porque para
ser superada una dominacin (conducta) cultural tiene que ser
desplaza- da/reemplazada por otra distinta, diferente y, en este
caso, superadora. Y esto reclama un querer (primer espacio
indispensable) y un aprender, un aprender que se funda en la
combinacin de la apropiacin de los saberes ancestrales, junto a lo
nuevo y diferente que late en las resistencias y luchas
14. xixIstvn Mszros de los pueblos. Es por ello tambin, un
estar abiertos a todo aquello que va siendo creado por todos y
todas en la misma medida que lo van constru- yendo/aprendiendo, de
conjunto, en las prcticas actuales y venideras. Es por ello un
aprenderhaciendo, un transformarsetransformando, es decir, parte de
la transformacin misma. Es la epopeya de justicia mayor que vibra y
se fortalece en cada hombre y mujer que ha gestado y es sostn de la
revolucin democrtica cultural que late hoy en Bolivia, y desde
Bolivia en los pueblos de Latinoamrica y el mundo. Es el intento ms
radical y profundo de ir ms all del capital, comenzando por poner
fin al dominio y la exclusin que este impuso a sangre y fuego a los
habitantes de estas tierras para llenar las arcas de los poderosos
y satisfacer sus enfermizas an- sias de poder y de lujos
extravagantes; es por ello, el acto de justicia y tica primero y
clave de la revolucin. Si la guerra es la continuacin de la poltica
por otros medios, y la poltica es la expresin concentrada de la
economa (quien podra dudarlo), queda claro que la guerra es, como
ha sido, el brazo armado de la economa (del capital) cuando los
capitalistas la necesitan para acre- centar sus arcas. As ha sido
en tiempos de la acumulacin originaria del capital y de su primera
gran expansin mundial (globalizacin tempra- na), que se aceler y
acrecent con la conquista y apropiacin de terri- torios lejanos a
Occidente, como ocurri, por ejemplo, con la invasin, matanza,
saqueos y ocupacin de las tierras de Amrica, con la piratera, con
la apropiacin de los bienes y las riquezas de los pueblos
originarios y la masacre de sus poblaciones, con la eliminacin, el
sometimiento o el exterminio de sus culturas, modos de vida,
lenguas, etctera. As tambin es hoy. Por eso resulta tan peligrosa
la crisis mundial del capitalismo, porque proporcionalmente a su
debilidad es su capacidad de despliegue de irracionalidad y
peligrosidad cual fiera enjaulada y hambrienta, capaz como ya lo ha
demostrado una y otra vez de apelar a todo tipo y mag- nitud de
guerras para saciar sed de dinero y riquezas. La vida est una vez
ms amenazada por el capital y, por ello, lejos de apostar a las
guerras totalmente funcionales al capital y al im- perialismo,
quienes sostenemos y defendemos la vida debemos apelar a la propia
vida, es decir, a los hombres y las mujeres de los pueblos que han
demostrado tener las reservas morales suficientes para defender las
perspectivas de sobrevivencia humanas. La vida se sostiene y
defiende con ms vida. Por eso, la batalla primera con el capital es
cultural: se trata de vivir de un modo diferente al del
capitalismo, de construir un modo de vida que pueda poner fin a las
aberraciones y la multiplicacin de la muerte producidas por el
capi- tal. Se trata de un modo de vida que se asiente en la
solidaridad en vez
15. MS ALL DEL CAPITALxx del individualismo, en la cooperacin y
complementariedad en vez de la competencia y el antagonismo, un
modo de vida que abra las puertas a los saberes plurales, a la
democracia participativa de la diversidad y no a la tirana
suplantadora/manipuladora de las mayoras, al florecimiento de las
identidades y culturas de los pueblos, profundamente enraizadas en
la promocin y defensa de la vida. Se trata, en definitiva, de
crear/construir una nueva civilizacin humana en funcin de la
humanidad. Vivir para nosotros/as y no en fun- cin de los
requerimientos y designios del capital y su malsana y des- tructiva
sed insaciable de ganancias. Esto es: liberarnos de su yugo y poner
punto final a la enajenacin que nos hizo y hace vivir nuestra vida
como si fuera ajena (del capital), y convertirnos en dueos de
nuestros destinos. Esta es la posibilidad/realidad que late hoy en
Bolivia en la apues- ta al rescate de la dignidad de los pueblos
secularmente mancillados, en la recuperacin de las identidades y en
la determinacin de construir/ crear un estado plurinacional e
intercultural sobre bases de justicia y equidad para todos y todas,
un Estado que ponga fin a la sociedad de supuestos derechos
universales aparentemente existentes y vigentes para todos, que
tras el velo de lo abstracto oculta una realidad de exclusin,
discriminacin, racismo, sometimiento y muerte para los pueblos.
Esto es lo que resume y condensa, estimula y proyecta la propuesta
y apuesta prcticas de la revolucin democrtica cultural
(descolonizadora/libera- dora) que est ocurriendo en Bolivia con la
fuerza y energa propias de todo proceso radical autntico de los
pueblos. Ms all del capital es una fuente extraordinaria de
conceptos y anlisis y puede considerarse una obra resumen del
pensamiento de Istvn Mzsros. Para esta edicin tomamos como base el
texto en es- paol publicado por la Editorial Vadell, de Caracas, a
cuyo director Sr. Manuel Vadell, expresamos tambin nuestro
reconocimiento por su so- lidaria colaboracin. De la traduccin de
dicha publicacin hemos mo- dificado algunos conceptos
(particularmente aquel identificado por el traductor como agencia
histrica), con la finalidad de facilitar la com- prensin de las
reflexiones centrales del texto. La otra modificacin es de formato,
puesto que debido a su extensin hemos decidido de co- mn acuerdo
con Istvan Mszros, publicar Ms all del Capital en dos tomos, de los
cuales presentamos el primero. En poca de revolucin, cuando el
tiempo siempre escasea, la lectura se lleva con uno. No hay dudas
de que en Bolivia se viven tiempos pioneros de las revoluciones
desde abajo, pertinentes en el siglo XXI. Por ello, la publi- cacin
de este libro en tierras bolivianas, en estos tiempos, marcados
por
16. xxiIstvn Mszros procesos de resistencia y cambios, creados,
sostenidos y protagonizados por los pueblos, es un profundo orgullo
y compromiso militante por la vida que comparto con Istvn Mszros,
con la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, editora
sui generis y promotora de este libro, y con el pueblo todo. Sirva
este espacio tambin como recono- cimiento a su apoyo, consecuencia
y construccin estratgica, sostenidas en medio de las arduas, tensas
e impostergables tareas cotidianas que les exige la apuesta
revolucionaria hoy. Isabel Rauber Febrero de 2010
17. NOTA DEL TRADUCTOR Har algo ms de un par de aos, por uno de
esos azares de la necesidad cay en manos de lectores venezolanos un
texto fundamental en ingls de un filsofo y humanista de gran talla
hngaro,de nombre Istvn Mszros (1930). Profesor universitario
(Universidad de Sussex, Inglaterra) para el momento de la
publicacin de Beyond Capital (1995), Mszros viene de haberse
formado en la tradicin humanista y socialista de esa gran- de y
trgica figura del pensamiento revolucionario contemporneo que fue
Gyrgy Lukcs, con quien trabaj en el Instituto de Esttica de la
Universidad de Budapest. Debi abandonar su pas a raz de la invasin
militar-policial so- vitica que, en aras de la defensa de un
comunismo inexistente, coloc la primera lpida sobre la sepultura de
las ideas socialistas que el estalinis- mo haba venido cavando
largo tiempo atrs. Tras una pasanta de algu- nos aos en Italia,
Mszros pas, con su bagaje de socialista consecuente intacto, a
Inglaterra, donde reside desde entonces. En Hungra recibi, en 1951,
el premio Attila Jszef ese otro hngaro poeta y humanista del
socialismo que es su modelo y en 1970, ya en el extranjero, el
Isaac Deutscher Memorial en honor al polaco desfacedor de entuertos
estalinistas. Escritor incansable e indoblegable, el listado de sus
ensayos y artculos en publicaciones europeas, norte- americanas y
brasileas es legin, como numeroso es el de sus libros: Stira y
realidad; La revuelta de los intelectuales en Hungra; Attila Jszef
y el arte moderno; Marx: la teora de la alienacin; El concepto de
la dialctica de Lukcs; La obra de Sartre: la bsqueda de la
libertad; Aspectos de HISTORIA Y CONCIENCIA DE CLASE; Filosofa,
ideologa y ciencia social; El poder de la ideologa; La necesidad
del control social y otros ttulos, principalmente en ingls, pero
con frecuentes traducciones, sobre todo al portugus y al italiano.
Y ahora su obra de culminacin, Beyond Capital, que es a la vez
18. MS ALL DEL CAPITALxxiv ms all del capital (la institucin) y
ms all de El capital (de Marx): una dualidad muy rica en sentidos
que no es posible reproducir con igual efectividad una sola frase
en espaol. Lo anterior nos pone de vuelta en el inicio: el libro en
ingls que nos cay, no tan casualmente, en algunas manos
venezolanas. Un libro clave del presente y el futuro de la
humanidad, una de esas obras que hay que calificar de fundamentales
sin miramientos ni remilgos. Un texto, en fin, que debamos difundir
lase traducir para que sea pensado, debatido y sopesado como la
propuesta fundamental, valga la repeticin, que es. Hubo, as, un
proyecto inicial de traduccin en equipo la Sociedad de los
Planificadores Muertos en accin que se fue enrique- ciendo con
valiosas contribuciones personales (Jorge Giordani, Duilio Mederos,
Tom Curry, entre otros) a los aciertos que se puedan advertir en la
versin final. Por diversas circunstancias cuyo recuento no viene al
caso, el proyecto termin en tarea con responsable individual, cuyo
nom- bre aparece como traductor solitario y nico responsable por
las fallas y desmanes de diversa ndole y variado calibre que se
presentan en el texto en espaol. Ir ms all del capital/El capital
de la mano de Mszros signifi- ca constatar que las dos sentencias
con las que el supuesto posmodernis- mo ha pretendido marcar el
presente y el futuro de la humanidad estn erradas. Se nos ha dicho
que NO HAY NINGUNA ALTERNATIVA para el capital y su capitalismo y
que hemos llegado al FIN DE LA HISTORIA. Pero resulta que s existe
una alternativa slida y tangible: el socialismo genuino, y su
historia est por comenzar. Nos va la vida, nos va el futuro de la
humanidad en ello.A la inexorable destructividad del capital, que
no puede conducir sino al desastre final, hay que oponerle la
constructividad del socialismo. Si bien es cierto que vivimos en un
mundo cada vez ms globalizado, no lo es menos que por dentro del
globo camina, socavndo- lo, la crisis estructural general del
capital. La globalizacin presagia nue- vos antagonismos y la
realizacin del estallido potencial. La alternativa, entonces, ha de
ser igualmente global. Ir ms all del capital (y El capital) es
repensar el legado de Marx y, reconociendo sus grandes vacos y sus
varios gazapos, mantenerse dentro del marco de su teora como
horizonte general de la actividad para el cambio. Revisar las
condiciones histri- cas que en el pasado condujeron a la
construccin de un socialismo que no fue, con las dolorosas
consecuencias que hoy seguimos padeciendo. Idear una ofensiva
socialista definitiva, en sustitucin de la postura defen- siva tan
largamente arrastrada. Sealar los puntos paradigmticos de una
transicin al socialismo. Disearlo como el mejor de los mundos
posibles. Construirlo. De esto trata el libro que traducimos.
19. Estamos viviendo una poca de crisis histrica sin
precedentes, que afecta a todas las formas del sistema del capital,
no nada ms al capita- lismo. Es fcil comprender, entonces, que lo
nico que podra producir una solucin viable a las contradicciones
que tenemos que encarar sera una alternativa socialista radical al
modo de control metablico social del capital. Una alternativa
hegemnica que no se vea atrapada por las restricciones del orden
existente al mantenerse en dependencia del ob- jeto de su negacin,
como ocurri en el pasado. Aunque debemos estar alertas a los
inmensos peligros que aparecen en el horizonte y enfren- tarlos con
todos los medios a nuestra disposicin, las negaciones no son
suficientes por s solas. Es necesario por igual formular con
claridad la alternativa positiva que podra tomar cuerpo en un
movimiento socia- lista radicalmente reconstituido. Porque la
factibilidad del xito guarda una relacin de dependencia vital con
el objetivo elegido de la accin transformadora, si lo definimos
como ir positivamente ms all del ca- pital, y no simplemente como
el derrocamiento del capitalismo. Por lo menos, de las dolorosas
lecciones del derrumbe del llamado socialismo realmente existente
nos debera quedar bien claro esto: fue prisionero, a travs de su
historia, de determinaciones negativas. 1. La
constitucin,urgentemente necesitada,de la alternativa radical al
modo de reproduccin metablica social del capital no puede tener
lugar sin una revaloracin crtica del pasado. Es necesario examinar
el fracaso de la izquierda histrica en el cumplimiento de las
expectaciones que Marx for- mulara de manera optimista cuando
postul, all, por 1847, la asociacin sindical y el consiguiente
desarrollo poltico de la clase obrera en cercano INTRODUCCIN A LA
EDICIN LATINOAMERICANA: LOS RETOS HISTRICOS QUE ENCARA EL
MOVIMIENTO SOCIALISTA
20. MS ALL DEL CAPITALxxvi paralelo con el desarrollo
industrial de los varios pases capitalistas. Como l lo plante: el
grado de desarrollo a que ha llegado la asociacin en cualquier pas
marca claramente el rango que ste ocupa en la jerarqua del mercado
mundial. Inglaterra, cuya industria ha alcanzado el grado ms alto
de desarrollo, tiene las asociaciones de mayor tamao y mejor
organi- zadas. En Inglaterra no se han quedado en las asociaciones
parciales continuaron simultneamente con las luchas polticas de los
obreros, que ahora constituyen un gran partido poltico, bajo el
nombre de chartistas.1 Y Marx esperaba que el proceso continuase de
manera que La clase obrera sustituir, en el curso de su desarrollo,
la antigua sociedad civil por una sociedad que excluir las clases y
su antagonismo, y ya no existir poder poltico propiamente dicho,
puesto que l es precisamente la expresin oficial del antagonismo en
la sociedad civil.2 Sin embargo, en el desarrollo histrico de la
clase trabajadora, la parcialidad y la sectorialidad no estuvieron
confinadas a las asociaciones parciales y los varios sindicatos que
surgieron de ellas. Inevitablemente, al comienzo la parcialidad
afect a cada aspecto del movimiento socialis- ta, incluida su
dimensin poltica. Tan es as, de hecho, que siglo y medio ms tarde
todava representa un inmenso problema que habr que resol- ver
alguna vez en un futuro ojala no muy lejano. El movimiento laboral
no poda evitar ser sectorial y parcial en sus inicios. No se
trataba simplemente de una cuestin de adoptar sub- jetivamente la
estrategia equivocada, como se pretende a menudo, sino de un asunto
de determinaciones objetivas. Porque la pluralidad de los capitales
ni poda ni puede ser superada dentro del marco del orden me-
tablico social del capital, a pesar de la avasallante tendencia a
la concen- tracin y centralizacin monoplica as como al desarrollo
transnacio- nal, pero precisamente en su carcter transnacional (y
no genuinamente multinacional) parcial por necesidad del capital
globalizador. Al mismo tiempo, la pluralidad del trabajo tampoco
puede ser suprimida sobre la base de la reproduccin metablica
social del capital, independiente- mente del esfuerzo que se ponga
en convertir al trabajo de antagonista estructuralmente
inconciliable del capital en su sirviente uniformemente sumiso;
intentos que van desde la propaganda mistificadora y absurda del
capitalismo del pueblo con carcter de accionista a la omniabar-
cante extraccin poltica directa de plustrabajo ejercida por las
personi- ficaciones poscapitalistas del capital que trataron de
legitimarse a travs de su espuria pretensin de constituir la
encarnacin de los verdaderos intereses de la clase trabajadora. 1
Marx, The Poverty of Philosophy, en Marx y Engels, Collected Works,
vol. 6, p.210. 2 Ibid., p. 212.
21. xxviiIstvn Mszros El carcter sectorial y parcial del
movimiento laboral estaba combinado con su articulacin defensiva.
El sindicalismo primitivo del que ms tarde emergieron los partidos
polticos representaba la cen- tralizacin de la sectorialidad de
tendencia autoritaria, y con ello el transferimiento del poder de
tomar decisiones de las asociaciones lo- cales a los centros
sindicales, y subsecuentemente a los partidos polticos. As que el
movimiento sindical primitivo en su conjunto ya era inevita-
blemente sectorial y defensivo. Ciertamente, debido a la lgica
interna del desarrollo de ese movimiento, la centralizacin de la
sectorialidad trajo consigo el afianzamiento de la defensividad, si
tomamos en cuen- ta los espordicos ataques con los que las
asociaciones locales podan infligirles heridas graves a las fuerzas
del capital antagnicas locales. (Los ludistas, sus parientes
lejanos, trataron de hacer lo mismo en una forma destructiva, y por
consiguiente bien pronto nada viable, ms generali- zada). El
afianzamiento de la defensividad represent as un paradjico avance
histrico. Porque mediante sus sindicatos primitivos el trabajo se
convirti tambin en el interlocutor del capital, sin dejar de
constituir objetivamente su antagonista estructural. A partir de
esta nueva posi- cin de defensividad generalizada del trabajo se
podan derivar ciertas ventajas, bajo condiciones favorables, para
algunos sectores del tra- bajo. Ello era posible en la medida en
que los constituyentes del capital correspondientes pudiesen
acceder, en una escala nacional en sintona con la dinmica de la
potencial expansin y acumulacin del capital a las demandas que les
haca el movimiento laboral articulado defensiva- mente. Un
movimiento que operaba dentro de las premisas estructurales del
sistema del capital, como un interlocutor legalmente constituido y
reglamentado por el estado. El desarrollo del Estado Benefactor
cons- tituy la manifestacin culminante de esa lgica, viable en un
nmero muy limitado de pases. Resultaba limitado tanto en lo tocante
a las con- diciones favorables de la expansin del capital libre de
problemas en los pases implicados, como la precondicin de la
aparicin del Estado Benefactor, como en relacin con su escala
temporal, que se ve marcada al final por la presin de la derecha
radical para una liquidacin total del Estado Benefactor durante las
ltimas tres dcadas, como resultado de la crisis estructural del
sistema del capital en su conjunto. Con la constitucin de los
partidos polticos del trabajo bajo la forma de la separacin del
brazo industrial del trabajo (los sindicatos) de su brazo poltico
(los partidos socialdemcratas y vanguardistas) se afianz an ms la
defensividad del movimiento. Porque ambos tipos de partidos se
apropiaron del derecho exclusivo a cualquier toma de deci- sin
general, lo cual ya se presagiaba en la sectorialidad centralizada
de los
22. MS ALL DEL CAPITALxxviii movimientos sindicales mismos. Esa
defensividad se vio ms empeorada an gracias al modo de operacin
adoptado por los partidos polticos, que obtenan ciertos xitos a
costa de desencarrilar y desviar al movimiento socialista de sus
objetivos originales. Porque en el marco parlamentario capitalista,
a cambio de la aceptacin por parte del capital de la legiti- midad
de los partidos polticos del trabajo, se volvi prcticamente ilegal
emplear el brazo industrial para propsitos polticos. Eso
representa- ba una condicin gravemente constreidora que los
partidos del trabajo aceptaron, condenando as al inmenso potencial
combativo del trabajo, con raigambre material y en potencia tambin
muy efectivo polticamen- te, a la impotencia total. Actuar de tal
modo resultaba algo sumamente problemtico ya que el capital,
gracias a su supremaca estructuralmente asegurada, segua siendo la
fuerza extraparlamentaria por excelencia que poda dominar el
parlamento a su placer desde afuera. Ni tampoco era posible
considerar que la situacin fuese en algo mejor para el trabajo en
las sociedades poscapitalistas. Porque Stalin degrad a los
sindicatos a la situacin de constituir lo que l llamaba las correas
de transmisin de la propaganda oficial, eximiendo simultneamente a
la forma poltica pos- capitalista de toma de decisiones
autoritarias de cualquier posibilidad de control por parte de la
base de la clase trabajadora. Comprensiblemente, entonces, en vista
de nuestra infeliz experiencia histrica con ambos tipos principales
de partidos polticos, no puede haber esperanza alguna de una
rearticulacin radical del movimiento socialista si no se da una
combina- cin total del brazo industrial del trabajo con su brazo
poltico: confirindoles el poder de toma de decisiones
significativas a los sindicatos (animndolos as a ser directamente
polticos), por una parte, y haciendo que los partidos polticos
mismos sean desafiantemente activos en los con- flictos
industriales como los intransigentes antagonistas del capital, asu-
miendo la responsabilidad por su lucha dentro y fuera del
parlamento. A travs de su larga historia el movimiento laboral
continu sien- do sectorial y defensivo. En verdad, estas dos
caractersticas definitorias constituyeron un autntico crculo
vicioso. El trabajo, en su pluralidad dividida y a menudo hecha
pedazos internamente, no poda salir de sus paralizantes
constricciones sectoriales, en dependencia de la pluralidad de
capitales, porque como movimiento general estaba articulado defen-
sivamente. Y viceversa, no poda vencer las graves limitaciones de
su ne- cesaria defensividad de cara al capital, porque hasta el
presente ha conti- nuado siendo sectorial en su articulacin
industrial y poltica organizada. Al mismo tiempo, para hacer ms
cerrado an el crculo vicioso, el papel defensivo asumido por el
trabajo le confiri una extraa forma de legi- timidad al modo de
control metablico social del capital. Porque, por
23. xxixIstvn Mszros omisin, la postura defensiva del trabajo
permiti explcita o tcitamente que el orden socioeconmico y poltico
establecido fuese tratado como el marco necesario de, y el continuo
prerrequisito para, lo que se pudiese considerar como realistamente
factible en cuanto a las demandas que se hiciesen, demarcando al
mismo tiempo la nica va legtima de resolver los conflictos que
hayan de surgir de las pretensiones encontradas de los
interlocutores. Eso equivala a un tipo de autocensura, para
beneplcito de las vidas personificaciones del capital. Represent
una autocensura entumecedora, que result en una inactividad
estratgica que contina paralizando hoy da incluso a los remanentes
ms radicales de la izquierda histrica organizada, por no mencionar
a sus constituyentes alguna vez genuinamente reformistas pero ahora
totalmente domados e integrados. En la medida en que la postura
defensiva del interlocutor racio- nal del capital cuya racionalidad
quedaba definida a priori como aque- llo que pudiese encajar dentro
de las premisas y restricciones prcticas del orden dominante
pudiese producirle ganancias relativas al traba- jo, la
autoproclamada legitimidad del marco regulador poltico gene- ral
permaneca fundamentalmente incuestionada. Sin embargo, una vez que,
bajo la presin de su crisis estructural, el capital ya no pudo con-
cederle nada significativo a su interlocutor racional sino, por el
con- trario, tuvo que retirarle tambin sus concesiones del pasado,
y atacar de manera implacable las bases mismas del Estado
Benefactor as como las salvaguardas legales protectoras/defensoras
del trabajo a travs de un conjunto de leyes antisindicales
autoritarias promulgadas democrtica- mente, el orden poltico
establecido hubo de perder su legitimidad y al mismo tiempo tambin
puso al descubierto la total insostenibilidad de la postura
defensiva del trabajo. La crisis de la poltica, que no puede ser
negada hoy da ni siquiera por los peores apologistas del sistema
aunque, por supuesto, ellos tratan de confinarla a la esfera de la
manipulacin poltica y su con- senso aberrante, en el espritu de la
tercera va del Nuevo Laborismo representa una profunda crisis de
legitimidad del modo de reproduc- cin metablica social establecido
y su marco general de control poltico. Es esto lo que ha trado
consigo la actualidad histrica de la ofensiva socialista,3 aunque
la procura de su propia lnea de menor resistencia por parte del
trabajo contina favoreciendo por los momentos al man- tenimiento
del orden existente, a pesar de la incapacidad cada vez ms 3 Ver el
Captulo 18, pp. 528 ms adelante. El estudio titulado: Il
rinnovamento del marxismoe lattualit storica della offensiva
socialista, publicada en Problemi del socialismo (una pu- blicacin
fundada por Lelio Basso), Anno XXIII, enero-abril de 1982,
pp.5-141, contiene una versin anterior de este artculo.
24. MS ALL DEL CAPITALxxx obvia de ese orden para distribuir
los bienes incluso en los pases ca- pitalistamente ms avanzados
como la fundamentacin de su legitimi- dad una vez abrumadoramente
aceptada. Hoy el Nuevo Laborismo, en todas sus variantes europeas,
es el facilitador de la distribucin de los bienes tan slo para los
afianzados intereses del capital, trtese del campo del capital
financiero defendido cnicamente por el gobierno de Blair en
conflicto incluso con algunos de sus colegas europeos o de algunos
de sus sectores industriales y comerciales cuasimonoplicos. Al
mismo tiempo, a fin de defender el sistema bajo las condiciones de
los mrgenes cada vez ms estrechos de viabilidad reproductiva del
capi- tal, los intereses de la clase trabajadora resultan
totalmente ignorados, facilitando tambin en este respecto los
intereses vitales del capital al retener toda la legislacin
antilaboral autoritaria del pasado reciente,4 y apoyar con todo el
poder del estado la embestida del capital hacia la ca- sualizacin
masiva de la mano de obra, como una solucin cnicamente engaosa al
problema del desempleo. Por eso no se puede eliminar de la agenda
histrica la necesidad de una ofensiva socialista mediante ningu- na
variante dada o concebible de amoldamiento defensivo del trabajo.
No debera resultar ninguna sorpresa que bajo las presentes con-
diciones de crisis se vuelva a escuchar el canto de sirena del
keynesia- nismo como un remedio lleno de buenos deseos, que apela
al espritu del antiguo consenso expansionista al servicio del
desarrollo. Sin embargo, hoy ese canto slo puede sonar como algo
muy apagado, que emerge por un largo canuto desde el fondo de una
tumba keyneisana muy honda. Porque el tipo de consenso cultivado
por las variedades exis- tentes del trabajo acomodaticio en
realidad tiene que hacer digerible el fracaso estructural de la
expansin y acumulacin del capital, en ntido contraste con las
condiciones que una vez les permitieron a las polticas keyneisanas
prevalecer durante un perodo histrico muy limitado. Luigi Vinci, un
prominente terico del movimiento italiano Rifondazione, destacaba
acertadamente que hoy da la autodefinicin apropiada y la viabilidad
organizacional autnoma de las fuerzas socialistas radicales se ve a
menudo fuertemente obstaculizada por un vago y optimista ke-
ynesianismo de izquierda en el que la posicin central la ocupa la
pala- bra mgica desarrollo.5 Una nocin de desarrollo que incluso en
el 4 En todo caso, no deberamos olvidar que la legislacin
antilaboral en Inglaterra arranc bajo el gobierno laborista de
Harold Wilson con el exabrupto legislativo llamado xxix En vez del
conflicto, en la fase inicial de la crisis estructural del capital.
Continu bajo el gobierno de corta vida de Edward Heath, y de nuevo
bajo los gobiernos laboristas de Wilson y Callaghan, diez aos antes
de recibir el visto bueno abiertamente neoliberal bajo Margaret
Thatcher. 5 Luigi Vinci, La socialdemocrazia e la sinistra
antagonista in Europa, Edizioni Punto Rosso, Milan 1999, p 69.
25. xxxiIstvn Mszros punto culminante de la expansin kenesiana
no pudo poner ni siquiera un centmetro ms cerca la alternativa
socialista, porque siempre dio por descontadas las premisas
prcticas necesarias del capital como el mar- co orientador de su
propia estrategia, firmemente bajo las restricciones conscientes de
la lnea de menor resistencia. Cabe destacar tambin que el
keynesianismo es por naturaleza pro- pia coyuntural. Como opera
dentro de los parmetros estructurales del capital, no puede evitar
ser coyuntural, sin importar si las circunstancias prevalecientes
favorecen o no una coyuntura de mucha o poca extensin.El
keynesianismo, incluso en su variedad keynesiana de izquierda, est
situa- do necesariamente dentro de, y constreido por, la lgica de
pare-siga del capital. Hasta en el mejor de los casos el
keynesianismo no puede repre- sentar ms que la fase de siga de un
ciclo expansionista, a la que tarde o temprano le dar el alto la
fase de pare. En sus orgenes el keynesianismo trat de ofrecer una
alternativa a la lgica de pare-siga manejando ambas fases de manera
balanceada. Sin embargo no lo logr, y en cambio se qued atado a la
fase siga unilateral, debido a la naturaleza misma de su marco
regulador de orientacin estatal capitalista. La longitud por dems
inusual de la expansin keynesiana de la posguerra pero incluso sta
con- finada, significativamente, a un puado de pases
capitalistamente avanza- dos se debi en gran medida a las
condiciones favorables de la reconstruc- cin posblica y a la
posicin dominante que asumi en ella el complejo militar/industrial
abrumadoramente financiado por el estado. Por otra par- te, el
hecho de que la fase de pare correctiva/contrarrestante hubo de ad-
quirir la forma excepcionalmente severa e insensible del
neoliberalismo (y el monetarismo como su racionalizacin ideolgica
seudo-objetiva) ya bajo el gobierno laborista de Harold Wilson, al
que financieramente/ monetariamente lo presida Denis Healy, como
Ministro de Hacienda se debi la puesta en marcha de la crisis
estructural del capital, que abarc una poca histrica completa. Es
eso lo que explica la duracin excepcional de la fase de pare
neoliberal, hasta el momento mucho ms prolongada que la fase de
siga keynesiana posblica, sin que todava se vislumbre su final,
perpetuada bajo la mirada vigilante de los gobiernos conservadores
y laboristas por igual. En otras palabras, tanto la severidad
antilaboral como la atemorizante duracin de la fase de pare
neoliberal, junto con el hecho de que el neoliberalismo sea
practicado por gobiernos que se supona esta- ban situados en bandos
opuestos de la divisoria poltica parlamentaria slo son entendibles
en realidad como las manifestaciones de la crisis estructural del
capital.La circunstancia de que la brutal longevidad de la fase
neoliberal sea racionalizada ideolgicamente por algunos tericos
laboristas como el largo ciclo descendente del desarrollo
capitalista normal, que ser segui-
26. MS ALL DEL CAPITALxxxii do con toda certeza por otro largo
ciclo expansionista, tan slo subraya la total incapacidad del
pensamiento estratgico reformista de captar la naturaleza de las
tendencias del desarrollo en marcha. Ms an porque el salvajismo del
neoliberalismo contina su camino, sin que la fuerza laboral
acomodaticia lo desafe, y ya estn transcurriendo incluso los aos
para los que se predijo el advenimiento de la fantasiosa nocin del
largo ciclo posi- tivo, como lo teorizaron los apologistas
laboristas del capital. As, dada la crisis estructural del sistema
del capital, incluso si un viraje coyuntural pudiese traer de
regreso por un momento un intento de instituir alguna forma de
manejo financiero estatal keynesiano, ello podra darse slo por una
duracin extremadamente limitada, debido a la ausencia de las
condiciones materiales que favoreciesen su extensin por un tiempo
ms prolongado aun en los pases capitalistas dominan- tes. Ms
importantemente todava, ese limitado renacimiento coyuntural nada
podra ofrecerle a la realizacin de una alternativa socialista
radical. Porque resultara absolutamente imposible construir una
alternativa es- tratgica viable al modo de control metablico social
capitalista en una forma coyuntural interna de manejar el sistema;
una forma que necesita de la expansin y acumulacin saludable del
capital como la precondi- cin necesaria de su propio modo de
operacin. 2. Como sabemos, las limitaciones sectoriales y la
defensividad del trabajo no pudieron ser superadas mediante la
centralizacin sindical y poltica de movimiento. Este fracaso
histrico se ve fuertemente subrayado hoy por la globalizacin
transnacional del capital para la cual el trabajo no parece tener
respuesta alguna. Hay que recordar aqu que en el transcurso del
ltimo siglo y me- dio han sido fundadas nada menos que cuatro
Internacionales en un in- tento de crear la requerida unidad
internacional del trabajo. Sin embargo ninguna de las cuatro logr
aproximarse siquiera a sus objetivos fijados, y mucho menos a su
cumplimiento. No es posible hacer comprensible esto en trminos
simplemente de traiciones personales que, si bien correctos en
trminos personales, continan soslayando el asunto, y pasan por alto
las determinaciones objetivas de peso que debemos tener en mente si
que- remos remediar la situacin en el futuro. Porque sigue sin ser
explicado por qu las circunstancias favorecieron realmente esos
desencarrilamien- tos y traiciones a lo largo de un prolongado
perodo histrico. El problema fundamental es que la pluralidad
sectorial del tra- bajo est estrechamente vinculada con la
conflictiva pluralidad de capi-
27. xxxiiiIstvn Mszros tales estructurada jerrquicamente, tanto
dentro de cada pas en parti- cular como en una escala global. Si no
fuese por esto, resultara mucho ms fcil concebir la exitosa
constitucin de la unidad internacional del trabajo en contra del
capital unificado o unificable. Sin embargo, dada la articulacin
necesariamente jerrquica/conflictiva del sistema del ca- pital, con
su ordenamiento interno e internacional incorregiblemente inicuo,
la unidad global del capital a la cual en principio podra con-
traponrsele sin problemas la correspondiente unidad internacional
del trabajo no es factible. El tan deplorado hecho histrico de que
en los grandes conflictos internacionales las clases trabajadoras
de los varios pases se alinearan con los explotadores del mundo, en
lugar de volver sus armas en contra de sus propias clases
dominantes, como invitaban a hacerlo los socialistas, halla el
fundamento material de su explicacin en la relacin de poder
contradictoria a la que hacemos referencia aqu, y no se puede
reducir a la cuestin de la claridad ideolgica. Por la misma razn,
quienes esperan un cambio radical a este respecto sobre la base de
la unificacin del capital globalizador y su gobierno glo- bal que
sera enfrentado combativamente por el trabajo unido en el plano
internacional y con plena conciencia de clase estn condenados a
sufrir una decepcin. El capital no va a condescender y hacerle ese
favor al trabajo, por la sencilla razn de que no puede hacerlo. La
articulacin jerrquica/conflictiva del capital contina siendo el
principio estructurador general del sistema, sin importar lo
grandes, en verdad lo gigantescas, que puedan ser sus unidades
cons- titutivas. Esto se debe a la naturaleza intrnseca de los
procesos de toma de decisiones del sistema. Dado el antagonismo
estructural in- conciliable entre el capital y el trabajo, ste
ltimo puede ser excluido categricamente de toda toma de decisiones
significativa. Tal puede ser el caso no slo en el nivel ms
englobador, sino hasta en los mi- crocosmos constitutivos, en las
unidades productivas particulares. Porque no es posible que el
capital, como el poder de toma de decisio- nes alienado, funcione
sin hacer que sus decisiones sean absolutamen- te incuestionables
(por la fuerza laboral en los talleres particulares, o por los
complejos de produccin rivales en el nivel intermedio, en un pas
dado, o incluso en la escala ms englobadora, por el personal de
mando a cargo de las otras unidades en competencia internacio-
nal). Por eso el modo de toma de decisiones del capital en todas
las variedades conocidas y factibles del sistema del capital debe
ser una forma autoritaria de pies a cabeza de manejar las varias
empresas. Comprensiblemente, entonces, todo cuanto se diga acerca
del trabajo compartiendo el poder o participando en los procesos de
toma de
28. MS ALL DEL CAPITALxxxiv decisiones del capital pertenece al
campo de la ficcin pura, si no al deliberado camuflaje cnico del
estado de cosas real. Esa incapacidad estructuralmente determinada
de compartir el poder explica por qu los desarrollos monoplicos de
gran cobertura en el siglo veinte tuvieron que asumir la forma de
take-overs hostiles o no hostiles (hoy omnipresentes en una escala
pavorosa), pero invaria- blemente take-overs, en los que uno de los
participantes involucrados termina victorioso, aunque la
racionalizacin ideolgica del proceso que- de disfrazada como feliz
matrimonio de iguales. La misma incapacidad explica, ms
significativamente an para nuestro tiempo, el importante hecho de
que la globalizacin del capital en marcha produjo y sigue pro-
duciendo corporaciones transnacionales gigantes, pero no genuinas
mul- tinacionales, a pesar de la conveniencia muy necesitada
ideolgicamente de estas ltimas. Sin duda en el futuro habr muchos
intentos de rectificar esta situacin mediante la creacin y operacin
de compaas multina- cionales apropiadas. Sin embargo, el problema
subyacente est conde- nado a permanecer entre nosotros incluso en
esa circunstancia. Porque las futuras directrices compartidas de
las multinacionales genuinas slo pueden funcionar en ausencia de
conflictos de intereses significativos entre los constituyentes
nacionales particulares de las multinacionales en cuestin. Una vez
que surjan esos conflictos, las anteriores directrices
armoniosamente en colaboracin se vuelven insostenibles, y el
proceso de toma decisiones general tiene que ser revertido a la
acostumbrada va- riante autoritaria de pies a cabeza, bajo el peso
abrumador del miembro de mayor fuerza. Porque este problema es
inseparable de la relacin de los capitales nacionales particulares
con su propia fuerza laboral, que sigue siendo siempre
estructuralmente antagnica/conflictiva. En con- formidad, en una
situacin de conflicto de envergadura ningn capital nacional
particular puede permitirse ni permitir quedar en desventaja por
decisiones que favoreceran a una fuerza laboral rival, y por impli-
cacin a su propio antagonista del capital nacional rival. El
ilusamente proyectado gobierno mundial bajo el dominio del capital
se tornara factible slo si se le pudiese hallar una solucin viable
a ese problema. Pero ningn gobierno, y menos an un gobierno mundial
es factible sin una base material bien establecida y en
funcionamiento eficiente. La idea de un gobierno mundial viable
implicara como su obligada base material la eliminacin de todos los
antagonismos materiales de la constitucin global del sistema
significativos, y por consiguiente el manejo armonioso de la
reproduccin metablica social por un monopolio global indesafia- do,
que abarque todas las facetas de la reproduccin societal con la
feliz colaboracin de la fuerza laboral global una verdadera
incongruencia o
29. xxxvIstvn Mszros el dominio totalmente autoritario y, cada
vez que resulte necesario, vio- lento al extremo, del mundo en su
totalidad por parte de un pas impe- rialista hegemnico sobre una
base permanente: una manera de dirigir el orden mundial igualmente
absurda e insostenible. Tan slo un modo de reproduccin metablica
social socialista genuino puede ofrecer una alternativa genuina a
esas soluciones de pesadilla. Otra determinacin vital que tenemos
que afrontar, por inquie- tante que pueda resultar, concierne a la
naturaleza de la esfera poltica y los partidos en su interior.
Porque la centralizacin de la sectorialidad del trabajo una
sectorialidad que se esperaba fuese remediada por sus parti- dos
polticos era debida en gran medida al obligado modo de operacin de
los partidos polticos mismos, en su inevitable oposicin a su
adversa- rio poltico dentro del estado capitalista, representante
de la estructura general de mando poltico del capital.As, todos los
partidos polticos del trabajo, incluido el leninista, tuvieron que
hacer suya la dimensin polti- ca englobadora, a fin de poder
reflejar en su propio modo de articulacin la estructura poltica
subyacente (el estado capitalista burocratizado) al que estaban
sometidos. Lo que resultaba problemtico en todo esto era que el
reflejo exitoso y polticamente obligado del principio estructura-
dor poltico del adversario no poda traer consigo la visin
practicable de una manera alternativa de controlar el sistema. Los
partidos polticos del trabajo no pudieron elaborar una alternativa
viable porque en su fun- cin negadora se centraban exclusivamente
en la dimensin poltica del adversario, y con ello continuaban
siendo totalmente dependientes del objeto de su negacin. La
dimensin vital faltante, que los partidos polticos como tales no
pueden aportar, era el capital no como el mando poltico (ese aspec-
to indudablemente fue abordado) sino como el regulador metablico
social del proceso de reproduccin material, que en definitiva
deter- mina tambin la dimensin poltica, pero muchas otras cosas
adems de eso. Esta correlacin nica en el sistema del capital entre
la dimensin poltica y la reproductiva material es lo que explica
por qu asistimos a cambios peridicos, en pocas de grandes crisis
socioeconmicas y po- lticas, de la articulacin democrtica
parlamentaria de la poltica a sus variantes de autoritarismo
extremo, cuando los procesos metablico so- ciales en turbulencia
requieren y permiten tales virajes, y, en su debida oportunidad, de
vuelta al marco poltico normado por las reglas demo- crticas
formales de la adversariedad, sobre el basamento metablico social
del capital recin reconstituido y consolidado. Como el capital est
realmente en control de todos los aspectos vitales del metabolismo
social, puede permitirse definir la esfera de la le-
30. MS ALL DEL CAPITALxxxvi gitimacin poltica constituida por
separado como una materia estricta- mente formal, y con ello
excluir a priori la posibilidad de verse desafiado legtimamente en
su esfera sustantiva de funcionamiento reproductivo socioeconmico.
Al amoldarse a esas determinaciones, el trabajo como antagonista
del capital realmente existente no puede sino condenarse a la
impotencia permanente. La experiencia histrica poscapitalista nos
cuenta un cuento de advertencia al respecto muy triste, que tiene
que ver con su errada manera de diagnosticar y abordar los
problemas fun- damentales del orden social negado. El sistema del
capital est construido con constituyentes incorre- giblemente
centrfugos, complementados como su dimensin cohesiva bajo el
capitalismo no slo por el poder subyugador sin contemplaciones de
la mano invisible, sino adems por las funciones legales y polticas
del estado moderno. El fracaso de las sociedades poscapitalistas
estuvo en que trataron de abordar el problema de cmo remediar
mediante la reestruc- turacin interna y la institucin del control
democrtico sustantivo el carcter adversarial y el concomitante modo
centrfugo de funcionamiento de las unidades reproductivas y
distributivas particulares. La eliminacin de las personificaciones
capitalistas privadas del capital no poda por con- siguiente
cumplir su papel, ni siquiera como el primer paso en el camino de
la transformacin socialista prometida. Porque la naturaleza
adversarial y centrfuga del sistema negado quedaba preservada de
hecho mediante la imposicin de un control poltico centralizado a
expensas del traba- jo. Ciertamente, el sistema metablico social se
torn ms incontrolable que nunca como resultado del fracaso en
reemplazar productivamente la mano invisible del viejo orden
reproductivo con el autoritarismo volun- tarista de las nuevas
personificaciones visibles del capital poscapitalista. En contraste
con el desarrollo del socialismo realmente existen- te, lo que se
requiere como condicin vital del xito es la readquisicin progresiva
de los alienados poderes polticos y no slo polticos para la toma de
decisiones por parte de los individuos en su transicin hacia una
sociedad socialista genuina. Sin la readquisicin de esos poderes no
se puede concebir ni el nuevo modo de control poltico de la
sociedad en su totalidad por parte de los individuos, ni
ciertamente tampoco la operacin cotidiana no adversarial y por lo
tanto cohesiva/planificable de las unidades productivas y
distributivas particulares por parte de sus productores asociados
autnomos. La reconstitucin de la unidad de la esfera material
repro- ductiva y poltica es la caracterstica definitoria esencial
del modo de control metablico social socialista. Crear las
mediaciones necesarias que conduzcan en esa direccin es algo que no
se puede dejar para algn
31. xxxviiIstvn Mszros remoto futuro. Es aqu donde la
articulacin defensiva y la centraliza- cin sectorial del movimiento
socialista en el siglo veinte demuestran su autntico anacronismo e
insostenibilidad histrica. Limitar la dimensin englobadora de la
alternativa hegemnica radical al modo de control me- tablico social
del capital a la esfera poltica jams podr producir un resultado
exitoso. Sin embargo, tal y como estn las cosas hoy da, la inca-
pacidad de abordar la vital dimensin metablica social contina
siendo caracterstica de las representaciones polticas organizadas
del trabajo. Es esto lo que representa el mayor desafo histrico
para el futuro. 3. La capacidad de darle respuesta a este desafo
mediante un movimiento socialista rearticulado radicalmente est
indicada por cuatro considera- ciones de importancia. La primera es
negativa. Surge de las contradic- ciones constantemente agravadas
del orden existente que subrayan la vacuidad de las proyecciones
apologticas de su permanencia absoluta. Porque la destructividad
puede ser llevada hasta muy lejos, como lo sa- bemos perfectamente
por nuestras condiciones de existencia cada vez peores, pero no
para siempre. Los defensores del sistema aclaman la glo- balizacin
en marcha como la solucin de sus problemas. En realidad, sin
embargo, ella moviliza fuerzas que ponen en relieve no slo la
incontro- labilidad del sistema mediante designio racional sino
tambin su propia incapacidad de desempear sus funciones de control
como la condicin de su existencia y su legitimidad. La segunda
consideracin indica la posibilidad pero solamente la posibilidad de
un cambio de la situacin positivo. Con todo, esa po- sibilidad es
bien real porque la relacin capital/trabajo no es simtrica. Eso
significa en el aspecto ms importante que mientras la dependencia
del trabajo por parte del capital es absoluta puesto que el capital
no es absolutamente nada sin el trabajo al que explota de modo
permanen- te la dependencia del capital por parte del trabajo es
relativa, creada histricamente e histricamente superable. En otras
palabras: el tra- bajo no est condenado a permanecer
permanentemente encerrado en el crculo vicioso del capital. La
tercera consideracin es igualmente importante. Concierne a un
cambio histrico importante en la confrontacin entre el capital y el
trabajo, que trae consigo la necesidad de buscar una manera muy
dife- rente de hacer valer los intereses vitales de los productores
asociados. Esto est en contraste total con el pasado reformista que
ha conducido al movimiento hasta una calle ciega, liquidando al
mismo tiempo hasta
32. MS ALL DEL CAPITALxxxviii las concesiones ms limitadas que
se le extrajeron al capital en el pasado. As, por primera vez en la
historia, se ha vuelto prcticamente insostenible mantener la brecha
mistificadora entre las metas inmediatas y los obje- tivos
estratgicos generales, que volvi tan dominante en el movimiento
laboral la prosecucin del callejn sin salida reformista. Como
resultado, la cuestin del control real de un orden metablico social
alternativo ha aparecido en la agenda histrica, independientemente
de lo desfavora- bles que puedan ser las condiciones de su
realizacin por los momentos. Y finalmente, como corolario obligado
del ltimo punto, la cues- tin de la igualdad sustantiva ha aflorado
tambin a la superficie, en contraste con la igualdad formal y la
tan pronunciada desigualdad je- rrquica sustantiva de los procesos
de toma de decisiones del capital as como la manera en que se
vieron reflejadas y reproducidas en la fallida experiencia histrica
poscapitalista. Porque el modo alternativo socialista de controlar
un orden metablico social no adversarial y genuinamente
planificable algo absolutamente esencial para el futuro resulta por
dems inconcebible sin la igualdad sustantiva como su principio
estruc- turador y regulador. 4. En una entrevista concedida a
Radical Philosophy en abril de 1992, ex- presaba mi conviccin de
que: El futuro del socialismo se decidir en los Estados Unidos, por
pesimista que esto pueda sonar. Trato de insinuarlo en la ltima
seccin de El poder de la ideologa, donde analizo la cuestin de la
universalidad.6 O el socialismo pue- de hacerse valer
universalmente y de manera tal que englobe todas las reas,
incluidas las reas capitalistas ms desarrolladas del mundo, o
fracasar.7 En la misma entrevista destacaba tambin que el fermento
social e intelectual en Latinoamrica promete para el futuro ms de
lo que por los momentos podemos hallar en los pases
capitalistamente avanzados. Ello resulta comprensiblemente as,
porque la necesidad de un cambio radical est ejerciendo mucha mayor
presin en Latinoamrica que en Europa y los Estados Unidos, y las
soluciones de modernizacin y de- sarrollo una vez prometidas
demostraron ser nada ms una luz siempre en retroceso en un tnel que
se hace cada vez ms largo. As, si bien sigue siendo verdad que el
socialismo debe calificar como un enfoque 6 The Power of Ideology,
Harvester Wheatsheaf, Londres y New York University Press, 1989,
pp. 462-470. Edicin brasilea: O poder da ideologia, Editora Ensaio,
Sao Paulo, 1996, pp. 606-616. 7 Marxism Today, publicado en Radical
Philosophy, N 62, Otoo 1992, reimpreso en la Parte IV de Ms all del
capital, ver pp. 1132 de la presente edicin.
33. xxxixIstvn Mszros universalmente viable, abarcando tambin
las reas capitalistas ms desa- rrolladas del mundo, no podemos
considerar este problema en trminos de una secuencia temporal en la
cual una futura revolucin social en los Estados Unidos debe tener
precedencia por sobre todo lo dems. Nada de eso. Porque dada la
inercia masiva generada por los intereses creados del capital en
los pases capitalistamente avanzados, junto con la complicidad
consensual del laborismo reformista en ellos, resulta mucho ms
probable que se d una revuelta social que encienda la mecha en
Latinoamrica que en los Estados Unidos, con implicaciones de largo
alcance para el resto del mundo. La tragedia de Cuba un pas que
inici una transformacin po- tencialmente de suma importancia en el
continente fue que su revo- lucin permaneci aislada. Esto se debi
en gran medida a la interven- cin masiva de los Estados Unidos a lo
largo de Latinoamrica, desde Centroamrica y Bolivia hasta Per y
Argentina, elaborando tambin el derrocamiento del gobierno electo
del Brasil por una dictadura militar e instalando un dictador
genocida en la persona de Augusto Pinochet en el Chile de Allende.
Naturalmente, esto no pudo resolver ninguno de los graves problemas
subyacentes sino tan slo posponer el momento en que se har
inevitable darles cara. Hoy son visibles presiones potencial- mente
explosivas en toda Latinoamrica, desde Mxico hasta Argentina y
desde Brasil hasta Venezuela. Brasil, como el pas con mayor peso
poltico y econmico, ocupa un lugar prominente en este respecto.
Pudimos ser testigos del impacto de la crisis econmica brasilea de
1998-1999 en los Estados Unidos y Europa, acompaada de titulares
aterradores en importantes peridicos capitalistas. Titulares que
iban desde esfumados 2.100 billones de libras en acciones8 hasta la
crisis brasilea le mete un susto a una Europa frentica.9 Hasta
Henry Kissinger, que, como estratega de relaciones con el
extranjero del presidente Nixon, jug un papel central en la
imposicin de Augusto Pinochet al pueblo chileno, hizo sonar la
alarma, diciendo que Si Brasil es arrastrado a una recesin
profunda, pases como Argentina y Mxico, comprometidos con
instituciones del libre mercado, pueden ver- se aplastados,
aadiendo a estas palabras para completar, con suma hipo- cresa, que
El desafo inmediato es superar la crisis en Brasil y preservar la
economa de mercado y la democracia en Amrica Latina. Resulta
esencial un compromiso sin ambigedades por parte de las democracias
industriales, encabezadas por los Estados Unidos, para apuntalar el
ne- 8 Reporte de John Waples, David Smith y Dominic Rushe, The
Sunday Times, 4 de octubre de 1998, Seccin 3 (Negocios), p. 7. 9
Artculo de Vincent Boland, Financial Times, 14 de enero de 1999,
p.41.
34. MS ALL DEL CAPITALxl cesario programa de reformas
brasileo.10 Naturalmente, las preocupa- ciones de Kissinger nada
tenan que ver con el destino de la democracia en Latinoamrica, por
la cual en sus aos de poder l demostr con gran abundancia su
agresivo menosprecio, sino con las potenciales repercusio- nes de
la crisis brasilea en la potencia imperialista hegemnica global; un
peligro que surge de un rea arrogantemente definida como el patio
trasero geopoltico de los Estados Unidos. En Brasil el ala radical
del movimiento de la clase trabajado- ra, tanto en los sindicatos
como en los partidos polticos, jug un papel muy importante en el
final puesto a la dictadura militar patrocinada por Estados Unidos.
De ese modo inspir tambin a algunos movimientos radicales en muchos
lugares de Latinoamrica, aunque los militantes continan
argumentando que todava queda un largo trecho por reco- rrer para
que se pueda considerar que las limitaciones heredadas de la iz-
quierda histrica organizada han quedado atrs. Lo que tambin resulta
importante de resaltar es que a pesar de los xitos desconcertantes
del ca- pital durante la ltima dcada en diferentes partes del
mundo, especial- mente en las antiguas sociedades de socialismo
realmente existente, las fuerzas que trabajan por la institucin de
un orden social diferente han encontrado manifestaciones
alentadoras en varias partes del patio tra- sero geopoltico de los
Estados Unidos, desde los zapatistas en Mxico hasta los militantes
que desafan las condiciones sumamente desventajo- sas que hoy
favorecen al orden establecido en Colombia y en otros pases de
Latinoamrica. Ms an, resulta tambin altamente significativo que los
movi- mientos sociales radicales en cuestin quieran sacudirse de
las limitaciones organizacionales de la izquierda histrica a fin de
articular en la accin no slo la necesaria negacin del orden
existente sino tambin la dimensin positiva de una alternativa
hegemnica. Por supuesto, estamos todava en una etapa muy temprana
de esos desarrollos. Sin embargo, para tomar solamente dos
ejemplos, es posible sealar ya algunos xitos nada delez- nables. El
primer ejemplo es el del movimiento brasileo de los sem terra que
contina haciendo valer sus objetivos con gran rigurosidad y coraje,
generando amplia resonancia en diferentes partes del mundo. El 10
Henry Kissinger, Global capitalism is stoking flames of financial
disaster, The Daily Telegraph, 7 de octubre de 1998, p. 20. Por
supuesto, los apologistas del sistema tratan siem- pre de ganar
como sea, y tratan de extraer una victoria propagandstica incluso
de la crisis ms obvia. As, caractersticamente, The Daily Telegraph
el mismo da que public el artculo de Kissinger contena un editorial
titulado Cmo funciona el capitalismo en el que ofreca una
transparente racionalizacin ideolgica de la crisis al declarar que
El capitalismo funciona precisamente porque es inestable. Un poco a
la manera de un gil caza a reaccin que resulta altamente
maniobrable a causa de su inestabilidad.
35. xliIstvn Mszros segundo ejemplo, aunque se remonta once aos
en el tiempo,11 se ha vis- to realzado muy recientemente por la
abrumadora victoria electoral del presidente Chvez en Venezuela, y
por el xito ms abrumador an del Referndum Constitucional al ao
siguiente. El pueblo involucrado en ambos ejemplos trata de
emprender la inmensamente difcil tarea de uni- ficar la esfera
reproductiva material y la esfera poltica, y lo hace de maneras
diferentes pero complementarias. La primera es abriendo vas de
penetracin en el campo de la produccin material, desafiando al modo
de control metablico social del capital con la empresa cooperativa
de los sin tierra, y comenzando a afectar de esa forma,
indirectamente, tambin al proceso poltico en Brasil. El segundo, en
Venezuela, se encamina hacia el mismo fin desde la direccin
opuesta: utilizando la palanca poltica de la Presidencia y la
Asamblea Constituyente, trata de introducir cambios muy necesitados
en el terreno de la reproduccin material, como parte necesaria de
la alternativa concebida. El antagonismo y resistencia del orden
establecido a los cambios intentados por esos movimientos y sus
aliados tambin en otras partes de Latinoamrica ser inevitablemente
feroz, y respaldado por las fuerzas ms reaccionarias del
imperialismo hegemnico global. Al mismo tiempo, no puede caber duda
de que el xito de esos movimientos alternativos radicales depender
en alto grado de la solidaridad socialista internacional y de su
propia capacidad para inspirar tambin a la izquierda organizada
tradicional en sus pases a unrsele en la lucha. Porque solamente un
movimiento de masas socialista reconstituido radicalmente puede
afrontar el gran desafo histrico que tenemos que encarar en el
siglo decisivo que nos aguarda. Rochester, Inglaterra, enero del
2000. 11 Cuatro aos antes de las elecciones presidenciales en
Venezuela, Ms all del capital antici- paba claramente la gran
potencialidad positiva del movimiento radical bolivariano de Hugo
Chvez Fras incluso en el terreno electoral, en abierto contraste
con la nocin de moda de que solamente las alianzas electorales
amplias ms moderadas resultan viables hoy da. Ver el Captulo 18,
Seccin 18.4.3 ms adelante.
36. Mediante un avance dialctico, la bsqueda del ser subje-
tiva se torna en mediacin de lo particular a travs de lo universal,
con el resultado de que cada hombre al devengar, producir y
disfrutar por cuenta propia est eo ipso produ- ciendo y devengando
para el disfrute de alguien ms. La compulsin que esto causa est
enraizada en la compleja interdependencia de cada uno con el todo,
que ahora se le presenta a cada quien como el capital permanente
universal. Hegel La tarea histrica de la sociedad burguesa es la de
establecer el mercado Mundial, al menos en sus perles bsicos. Y un
modo de produccin que descanse sobre esa base. Ya que el mundo es
redondo, parecera que esto ha sido logrado con la colonizacin de
California y Australia, y con la anexin de China y Japn. Para
nosotros la pregunta difcil es sta: la revolucin en el continente
europeo es inminente y su carcter ser de una vez socialista, no ser
necesariamente aplastada en este pequeo rincn del mundo, puesto que
en un terreno mucho ms extenso el desarrollo de la sociedad
burguesa est todava en ascensin? Marx
37. El pequeo rincn del mundo del que Marx hablaba en 1858 ya
no sigue siendo un rincn pequeo: los graves problemas de la
creciente satura- cin del sistema del capital hacen sombra por
doquiera. Porque en estos das la ascensin histrica del capital se
ha consumado tambin en ese territorio mucho ms extenso cuya
desconcertante existencia tuvo que reconocer Marx en su carta a
Engels (8 de octubre de 1858). Vivimos hoy en un mundo bajo el
firme dominio del el capital, en una poca de promesas incumplidas y
de expectativas amargamente frustradas, por el momento con la nica
oposicin de la esperanza tenaz. Para muchas personas el estado de
cosas presente parece ser fun- damentalmente inalterable, en
correspondencia con la caracterizacin de Hegel de que el
pensamiento y la accin son correctos y apropiados o racionales a su
juicio slo bajo sometimiento a las exigencias del capi- tal
permanente universal. Ms an, esta impresin de fatal inalterabilidad
parece verse reforzada por el hecho de que uno de los eslganes
polti- cos repetidos con ms frecuencia, presentado por nuestros
tomadores de decisiones como la justificacin de sus acciones es: no
hay alternativa. Esta conseja contina siendo formulada sin ninguna
preocupacin por lo sombra que sera la perspectiva si tal proposicin
fuese en verdad cierta. Resulta mucho ms fcil resignarse a la
irreversibilidad de la prdica que sostiene este eslogan poltico de
nuestro tiempo, ciegamente determinista sin siquiera intentar
evaluar, y mucho menos cuestionar, sus deplorables implicaciones
que idear la necesaria objecin que lo desafe. Curiosamente, sin
embargo, los polticos que nunca se cansan de repetir que no hay
alternativa para el estado de cosas existente no vacilan en
describir al mismo tiempo su propio oficio como el arte de lo
posible. Se niegan a notar la flagrante contradiccin entre la auto-
justificacin tradicional de la poltica, como el arte de lo posible
so- cialmente benfico, y la resignacin, sustentada acrticamente,
ante el PREFACIO
38. MS ALL DEL CAPITALxlvi dominio del capital para el que,
segn su punto de vista que se pretende el nico punto de vista
racionalmente sostenible en el mundo real no puede haber ninguna
alternativa. Por qu cmo puede ser que se diga que el significado de
la poltica sea la procura de lo posible socialmente recomendable,
cuando la viabilidad de cualquier alternativa a las impo- siciones
del orden dominante es excluida a priori como peor que deses-
peranzada, puesto que es imposible? Sin duda, el hecho de que tal
cantidad de mandatarios tanto en el Este como en Occidente abracen
la idea de que no puede haber ninguna alternativa para las
determinaciones prevalecientes no se puede considerar una aberracin
personal corregible de quienes abogan por ella. Por el contrario,
esta idea sombra emana de la presente etapa del desarrollo del
sistema del capital global en s, con todas sus interdepen- dencias
paralizantes y sus mrgenes de accin objetivamente estrechan- tes.
Porque en la fase ascendente del desarrollo de la sociedad
mercantil se podra contemplar (e implementar exitosamente) toda una
gama de alternativas significativas en el inters de una provechosa
acumulacin y expansin del capital por los pases capitalistas
dominantes (por regla general tambin constructores de imperios).
Las cosas han cambiado drsticamente en este respecto. Porque la
poca del capital monopolista globalmente saturado no puede tolerar,
por cuanto estn en juego los ajustes esenciales y no los ajustes
marginales, la prctica del pluralismo poltico parlamentario que
alguna que vez pudo aportar la autojustificacin de las estrategias
socialdemcratas reformistas. No resulta sorprendente, entonces, que
la reciente reduccin de los partidos de izquierda no est
restringida a la ignominiosa desintegra- cin de los antiguos
partidos comunistas (estalinistas), tanto en el Este como en
Occidente. En este respecto resulta mucho ms significativo (y,
paradjicamente, tambin ms esperanzador) que la centenaria promesa
socialdemcrata de instituir el socialismo poco a poco haya
demostrado de manera conclusiva su carcter ilusorio con el abandono
ahora bastan- te descaradamente explcito de las aspiraciones
sociales y polticas del movimiento. Resulta significativo y
esperanzador, a pesar de todo, porque la precaria condicin de la
poltica democrtica hoy da tan obvia en el intolerable consenso
respecto a la conseja de que no hay alternativa, y sus
consecuencias prcticas directas, como lo ejemplifican las medidas
legislativas autoritarias ya sufridas por los sindicatos slo puede
ser re- mediada por un movimiento de masas extraparlamentario
radical. Un movimiento que no puede surgir si la clase trabajadora
no es arrancada de la vieja ilusin de establecer el socialismo poco
a poco dentro de los confines del capitalismo reformador de s
mismo.
39. xlviiIstvn Mszros Al eslogan interesado no hay alternativa
se le asocia a menudo con una clusula de autojustificacin
igualmente tendenciosa que pro- clama que en el mundo real no puede
haber alternativa para el curso de accin (o inaccin) que se
propugna. Se supone que esta proposicin sea una verdad patente, que
automticamente exime de la prueba de la carga a todos los que
continan proclamndola. No obstante, en el momento mismo en que
formulamos la pre- gunta, de qu clase de mundo real estn hablando?,
se hace claro que se trata de un mundo por dems ficticio. Porque
los defectos estructu- rales y los antagonismos explosivos del
mundo en que realmente nos toca vivir son negados apologticamente o
ciegamente ignorados por quienes esperan que creamos que en el
mundo real no hay alternativa para la aceptacin sumisa de las
condiciones necesarias para el funcionamiento libre de problemas
del sistema del capital global. En nombre de la razn, del sentido
comn y la poltica real se nos invita a resignarnos al estado de
cosas existente sin que impor- te lo destructivos que puedan ser
sus antagonismos. Porque dentro de los parmetros del orden
establecido eternizados como el marco racio- nal del mundo real
fundamentalmente inalterable, con la naturaleza humana y su
correspondiente instrumentalidad reproductiva ideal: el mecanismo
del marcado, etc. no se pueden concebir soluciones para las ubicuas
contradicciones. As, se espera que aparentemos para nosotros mismos
que las clases y las contradicciones de clase ya no existen o ya no
importan. Por consiguiente, se supone que el nico curso de accin
viable en el as pos- tulado mundo real es pasar por alto, o
disculpar, la evidencia de la necesidad estructural que nos aportan
nuestros propios ojos, barriendo afanosamente bajo una alfombra
imaginaria los problemas crnicos y los sntomas de la crisis de
creciente gravedad con la que nuestro orden social nos confronta
cada da. Tal y como estn las cosas hoy, los idelogos del orden
esta- blecido ya no creen ni siquiera en la nocin, tan popularizada
antes, de cambiar el orden poco a poco. Con la finalizacin de la
fase ascendente del capitalismo no se puede considerar legtimo
ningn cambio real: ni por intervencin estructural en extenso ni
poco a poco en verdad. Si, como dicen ellos, es cierto que no hay
alternativa para las determinaciones estructurales del sistema del
capital en el mundo real en ese caso la idea misma de
intervenciones causales no importa cun pequeas o grandes debe ser
condenada como un disparate. El nico cambio admisible dentro de tal
visin del mundo pertenece al tipo que tiene que ver con algunos
efectos negativos estrictamente limitados, pero
40. MS ALL DEL CAPITALxlviii que deja su fundamentacin causal
el sistema de co