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P R I M E R A L E C T U R A D E L E N G U A C A S T E L L A N A MI INQUIETO AMIGO... Me llamo Pau y aunque la palabra que constituye mi nombre, traducida al castellano, es “paz”, en clase todos me conocen por el alias de "Terremoto". De hecho, batí en cuarto curso el récord escolar de visitas al despacho del director junto con mis amigos Andrea, Laura, Núria y Arnau… ¿Por qué? Pues porque se nos ocurrió inventar un cohete hecho de fibra de carbono y amianto, propulsado por un combustible creado por nosotros a base de una mezcla putrefacta de basuras del contenedor, y encerrar en su interior al director del centro para acabar mandándolo a explorar el planeta Neptuno. La NASA puso el grito en el cielo y aún lo hace hoy porque, al parecer, nuestro querido director todavía está dando vueltas alrededor del último planeta del sistema solar, y no parece que vaya a volver nunca. Lógicamente, fuimos expulsados inmediatamente del colegio. Nuestros padres nos dijeron entonces que tendríamos que ir con ellos a trabajar, que no estaba el horno para bollos, que si éramos lo suficientemente valientes para construir cohetes y enviar directores al espacio, también lo éramos para sacar excrementos de una granja de cerdos. Así que, amigos, ahora mismo escribo estas líneas al lado de mi buen amigo Pedrito. Pedrito es un enorme cerdo de doscientos cincuenta quilos. Yo soy su huésped en la piara. Es un animal bonachón y muy tranquilo, de semblante amable

Mi inquieto amigo

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Page 1: Mi inquieto amigo

P R I M E R A L E C T U R A D E L E N G U A C A S T E L L A N A

MI INQUIETO AMIGO...

Me llamo Pau y aunque la palabra que constituye mi nombre, traducida al castellano, es “paz”, en clase

todos me conocen por el alias de "Terremoto". De hecho, batí en cuarto curso el récord escolar de visitas al

despacho del director junto con mis amigos Andrea, Laura, Núria y Arnau… ¿Por qué? Pues porque se nos

ocurrió inventar un cohete hecho de fibra de carbono y amianto, propulsado por un combustible creado por

nosotros a base de una mezcla putrefacta de basuras del contenedor, y encerrar en su interior al director del

centro para acabar mandándolo a explorar el planeta Neptuno.

La NASA puso el grito en el cielo y aún lo hace hoy porque, al parecer, nuestro querido director

todavía está dando vueltas alrededor del último planeta del sistema solar, y no parece que vaya a volver

nunca. Lógicamente, fuimos expulsados inmediatamente del colegio. Nuestros padres nos dijeron entonces

que tendríamos que ir con ellos a trabajar, que no estaba el horno para bollos, que si éramos lo

suficientemente valientes para construir cohetes y enviar directores al espacio, también lo éramos para

sacar excrementos de una granja de cerdos.

Así que, amigos, ahora mismo escribo estas líneas al lado de mi buen amigo Pedrito. Pedrito es un

enorme cerdo de doscientos cincuenta quilos. Yo soy su huésped en la piara. Es un animal bonachón y muy

tranquilo, de semblante amable y mirada penetrante. Nos entendemos a través de los típicos gruñidos

cerdiles, los ''oink, oink". Creo que si algún día salgo de aquí me sacaré el título oficial de la lengua cerdil en

la Escuela Oficial de Idiomas. Sin embargo, espero que no me obliguen a abandonar nunca la granja,

porque aquí me siento como en mi casa. Si tuviera que irme, se me pondría un nudo en la garganta y no

sabría decir adiós. Pedrito me trata muy bien y nos lo pasamos genial retozando por el barro mezclado con

paja.

Mis amigas y mi amigo también han corrido la misma suerte que yo: Andrea ha sido condenada a

ordeñar vacas en la sierra, Laura trabaja como basurera en el vertedero del Baix Segrià, Núria recoge

colillas por las aceras y las vende, y Arnau va deambulando por las calles con un carrito repleto de cartones

Page 2: Mi inquieto amigo

que después vende a peso. Ya lo sé… Nuestra vida ha cambiado mucho. Ya lo sé… Todos nos dicen que

se estaba mejor en el colegio. Sin embargo, ¡con nuestros nuevos oficios somos libres!

Los viernes por la noche nos reunimos en alguno de los sitios que solemos frecuentar. Así, quedamos

en la granja, en algún callejón oscuro, en la sierra o en el vertedero y aprovechamos para explicarnos cómo

ha ido la semana. Siempre decimos que no queremos canjear nuestro oficio por las aburridas clases del

cole. Sin embargo, cuando no nos oye nadie, todos balbuceamos que en la granja la peste es insoportable,

que en la vaquería los mosquitos atacan continuamente, que en las calles hace mucho frío y que en el

vertedero no se puede respirar. Creo que, en el fondo, todos soñamos en secreto con volver a nuestra

antigua escuela, aunque nadie lo quiere confesar.

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