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GIMENO GRANERO, J.C., “Moral del sabio según el libro de proverbios”, Teología Espiritual 52 (2008), 11-38.
DiscípuloEl discípulo es una persona realista, que tiene un conocimiento de sí mismo, de sus cualidades y sus carencias.
Necesidad de aprender.
Fruto del temor del Señor.
1.- Buenas compañías
2.- Relación con el prójimo
4.- Trabajo
5.- Confianza en el Señor
3.- Discreción
Una actitud importante es la compañía de los sabios.
En positivo En negativo Hijo mío, escucha la instrucción de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre(Prov 1, 8). Anda, pues, por el buen camino, y practica la conducta de los justos.(Prov 2,20)
Si los pecadores quieren engañarte, no se lo permitas, hijo mío. Aléjate de sus malos caminos (Prov 1, 10.15b).…ellas te librarán del mal camino y de los hombres perversos (Prov 2, 12). No vayas tras los pasos de los malvados; no sigas su mala conducta (Prov 4,14). Aléjate de la mujer ajena (Prov 5,7a) No te hagas amigo ni compañero de gente violenta y malhumorada, no sea que aprendas sus malas costumbres y te eches la soga al cuello. (Prov 22, 24-25) No te juntes con los borrachos ni con los que comen demasiado (Prov 23, 20-21)
Las buenas compañías son un ejemplo que invita a vivir de la misma manera que ellas.
El sabio es una persona altruista, caritativa.
Esta actitud de bondad y lealtad se dirige hacia Dios y los hombres.
Es una actitud interior y exterior.
No abandones nunca el amor (bondad) y la verdad (lealtad);
llévalos contigo como un collar. Grábatelos en la mente, (Prov. 3,3).
Se exhorta al sabio a la práctica de la justicia. A no utilizar el poder para el abuso.
El pobre debe ser objeto de ayuda y protección.
No es suficiente no aprovecharse del pobre, hay que defenderlo.
Ante la injusticia no hay que callarse.
Nunca niegues un bien a quien tiene derecho a él, cuando en tu mano esté el hacerlo (Prov. 3, 27).
No abuses del pobre por ser pobre ni oprimas ante los jueces al indefenso (Prov. 22,22).
Levanta tu voz por los que no tienen voz: ¡defiende a los indefensos! Levanta tu voz y hazles justicia: ¡defiende a los pobres y a los humildes! Prov. 31, 8-9.
Salva a los condenados a muerte; libra del peligro a los que están para morir (Prov. 24,11).
Hay necesidades que no pueden esperar para ser solventadas.
El sabio responde al mal con el bien. Incluso con las enemistades.
La limosna está unida a la retribución positiva, a la bendición del Yahvé.
La limosna hay que hacerla con agrado, de buena gana, como una actitud interior, manifestación de la caridad.
No dejes para mañana la ayuda que puedas dar hoy (Prov. 3,28).
Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; así harás que le arda la cara de vergüenza, y el Señor te lo pagará (Prov. 25, 21-22).
Al que ayuda al pobre, nada le faltará; pero al que le niega su ayuda, mucho se le maldecirá (Prov. 28,27).
El sabio practica la caridad no solo haciendo el bien, sino no haciendo el mal, y de forma concreta, no traicionando al que pone en él su confianza.
El sabio es una persona sincera, honesta y sin doblez.
No hagas planes perversos contra el que vive confiado en ti (Prov. 3,29).
Exhortación a no provocar querellas, sobre todo si no hay motivo.
No sólo no provoca querellas sino que cuando se dan, las apacigua; tiene una actitud paciente y pacificadora.
El sabio es una persona reflexiva, prudente y comedida.
No busques pelea con nadie, si nadie te ha hecho daño (Prov. 3,30).El hombre impulsivo provoca peleas; el paciente las apacigua (Prov. 15,18).
La respuesta amable calma el enojo; la respuesta violenta lo excita más (Prov. 15,1).
El sabio puede encarnar esta actitud porque es un hombre prudente y capaz de autocontrolarse en todas las dimensiones de su vida.
El que es discreto en el hablar protege su vida.
Es prudente decir la palabra oportuna en el momento justo.
La prudencia y el autocontrol son dos rasgos inseparables.
Cuidar las palabras es cuidarse uno mismo; el que habla mucho se arruina solo (Prov. 13,3).
Es de sabios hablar poco, y de inteligentes mantener la calma (Prov. 17,27).
Exhortación a la sobriedad en la comida, a no comer dejándose llevar por el gusto o lo agradable del alimento.
El que come más de lo que necesita no goza ni se alimenta, sino que se harta y vomita.
Si encuentras miel, no comas más de la cuenta, no sea que, por comer demasiada, la vomites (Prov. 25,16).
Se invita a no abusar de la hospitalidad ni de la amistad del amigo y del vecino, sino a valorarla justamente.
Dar a las cosas el valor que tienen, apreciarlas y no abusar del uso de ellas como si valiesen poco.
Si visitas a tu amigo, no lo hagas con frecuencia, no sea que se canse de ti y llegue a odiarte (Prov. 25,17).
Evitar la actitud de la negligencia propia del holgazán.El fin que espera al perezoso es el empobrecimiento.
El trabajo es una virtud sapiencial porque posibilita vivir bien, que es la auténtica sabiduría.
“No te entregues al sueño, o seguirás siendo pobre; mantente despierto y tendrás pan de sobra” (Prov. 20,13)
Se contrapone la confianza en el Señor y la confianza en sí mismo.
El que tiene confianza en el Señor está satisfecho, el que confía en sí mismo no consigue lo que desea.
El necio es el que confía en sí mismo mientras que el sabio es el que confía en el Señor.
El que tiene confianza en el Señor está satisfecho, el que confía en sí mismo no consigue lo que desea.
El que mucho ambiciona, provoca peleas; pero el que confía en el Señor, prospera. Solamente un necio confía en sus propias ideas; el que actúa con sabiduría saldrá bien librado (Prov. 28,25-26).
El respeto humano nos ata y determina nuestra actuación sin permitir que seamos nosotros mismos, llevándonos a vivir en la mentira.
La confianza en el Señor, es fuente de seguridad, una seguridad que sólo Dios puede dar y que la persona no la puede buscar ni apoyándose en los hombres ni buscando el favor de los que ostentan el poder.
El miedo a los hombres es una trampa, pero el que confía en el Señor estará protegido (Prov. 29,25).
El Señor acompaña en la vida de la persona que guarda la prudencia y la reflexión.
La confianza en el Señor no es una actitud pasiva por parte del discípulo, la acción de la persona y la del Señor son paralelas y confluyen en beneficio del discípulo. La protección se niega al que la rechaza, al impío, al necio (Prov. 1,24-32), pero la encuentra en el sabio, en el que busca el camino de la sumisión (Prov. 1,33).
Porque el Señor te infundirá confianza y evitará que tu pie caiga en alguna trampa (Prov. 3,26).
La sabiduría procede de Dios y llega a la persona a través de la acción del mismo Dios y de la educación que imparte el maestro.
El Señor instruye, guía y sanciona la conducta humana. El sabio se define por ser honrado, justo y humilde.
El sabio busca las buenas compañías, además encarna virtudes típicamente sapienciales como son la relación con el prójimo en clave altruista, la discreción, el trabajo y la confianza en el Señor.
