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escuela de padres, normas y límites para ayudar a crecer a los hijos y para mejorar la convicencia
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Normas y límites que ayudan a crecer
Ser padres es una de las tareas más delicadas y gratificantes que se puede emprender; implica
asumir la responsabilidad de educar a los hijos, de forma que se conviertan en personas
autónomas, responsables e integradas en la sociedad. ¿Qué tarea hay más difícil y más
exigente que ésta? ¿Quién ayuda a los padres?
En primer lugar vamos a empezar por intentar acercarnos al concepto de autoridad parental,
que podríamos definirlo como el conjunto de facultades y deberes que la ley otorga al padre y
madre sobre sus hijos menores de edad, con la finalidad que los protejan, eduquen y preparen
para la vida, y además para que los representen y administren sus bienes. (Art. 206. capítulo 1.
La autoridad parental. Código de familia).
Pero, ¿cómo ejercen los padres esta autoridad? Vamos a centrarnos en los diferentes estilos
educativos desde los cuales los padres ejercen la autoridad con sus hijos.
Estilos educativos:
Son numerosos los autores que han investigado sobre los diferentes estilos educativos y sobre
cómo éstos influyen en el desarrollo y crecimiento de cada individuo. Dichos estilos podrían
entenderse como “un conjunto de estrategias empleadas por los padres para influir en sus
hijos y transmitirles valores y normas culturales que guían su conducta social” o como
“esquemas prácticos que reducen las múltiples y minuciosas prácticas educativas parentales a
unas pocas dimensiones que, cruzadas entre sí en diferentes combinaciones, dan lugar a
diversos tipos habituales de educación familiar” (Coloma, 1993).
Las dimensiones principales que se suelen tener en cuenta para describir los diferentes estilos
son: El control, la comunicación y la implicación afectiva y conjugando estas variables nos
podemos encontrar con:
� Estilo autoritario o represivo un modelo rígido, en donde la obediencia es
considerada una virtud y en donde se favorecen las medidas de castigo o de
fuerza, restringiendo la autonomía del niño. No sienten la necesidad de
explicar los motivos de sus actuaciones, por lo que se prescinde del diálogo y
éste se sustituye por la rigidez en el comportamiento. Los padres hacen uso
frecuente de los castigos, reducen la iniciativa y espontaneidad del niño, a la
vez que fomentan comportamientos hostiles en los hijos, por lo que la
distancia y la falta de comunicación se hace cada vez mayor (Torío, Peña e
Inda, 2008).
� Estilo permisivo basado en la liberación del niño del control, ya que han de
crecer en la espontaneidad natural. Nos encontramos ante un tipo de relación
familiar no directiva que se sustenta bajo la idea de neutralidad y no
interferencia, no establecimiento de normas, escasa exigencia en las
expectativas de madurez y responsabilidad del niño, tolerancia a todos sus
impulsos y escaso aprecio al valor del esfuerzo personal.
Sin embargo, el niño necesita para su desarrollo, un ambiente estructurado y
referentes claros que le hagan ver que no todo está permitido. La no
existencia de un adulto que se comprometa a ser un modelo de identificación
y referente en la educación de los hijos es perjudicial en su desarrollo. (Torío,
Peña e Inda, 2008)
� Estilo democrático: padres que son sensibles a las necesidades de los hijos,
estimulan la expresión de sus necesidades, proporcionan espacio para la
responsabilidad como para la autonomía y donde el consenso y el diálogo
están presentes en la relación padres-hijos, además de una responsabilidad
paterna marcada de calor afectivo.
Los padres con este estilo educativo otorgan una gran importancia a la
iniciativa personal del niño, al procurar que sea él mismo el encargado de
resolver los problemas que le plantea la vida cotidiana. La autonomía se
afianzará, progresivamente, cuando el niño se sienta obligado,
necesariamente, a hacer sus elecciones, a cuidar de manera responsable el
material y a valorar su propio esfuerzo.
Los padres aceptan los errores mientras los hijos están aprendiendo. Se
establecen normas, pero se negocian y no se muestra conflicto, en caso de
cometer un error, sino que proporcionan apoyo instrumental a sus hijos a
través de orientaciones. Existe respeto y reconocimiento mutuo, a la vez que
se guía la actuación del niño de forma racional. Son padres caracterizados por
una comunicación frecuente y abierta, donde el diálogo es el mejor sistema
para conseguir que los niños comprendan.
Estos padres dan una gran importancia al juego, ya que aprenden mejor.
Jugando, el niño se desarrolla, crece y elabora sus aprendizajes, elabora su
razonamiento, toma conciencia de lo real y hace uso de la libertad.
Se podría concluir que un estilo democrático es un estilo de familia bien
cualificada para la educación y la crianza infantil, ya que favorece el
desarrollo evolutivo del niño y la conformación de su personalidad. (Torío,
Peña e Inda, 2008)
Normas y límites, ¿por qué son necesarios?
Les sirven de referencia para ir construyendo su propia escala de valores, les ofrece seguridad
y un marco donde sentirse protegidos y tienen una función de control para que el niño pueda
ir y manejando sus impulsos a la vez que se entrena en su capacidad para tolerar la
frustración.
Tipos de normas
- Normas fundamentales: son aquellas que responden a valores básicos, que tienen que
ver con la integridad física y moral. Deberían de ser pocas y claras y no ser negociables.
Estas normas son para toda la familia. Por ejemplo una de ellas podría ser: “no
consentir la agresión física ni verbal”.
- Normas importantes: son aquellas relacionadas con la correcta socialización y salud de
los hijos, pautas de comportamiento, vestido, horarios, alimentación, estudio, orden.
Admiten cierta flexibilidad según las situaciones, por lo que son negociables. También
deben ser pocas y claras. Por ejemplo: “entre semana no se ve la televisión, pero si
algún día están enfermos en casa pueden verla”.
- Normas accesorias: Son necesarias pero no esenciales para la convivencia familiar,
tienen que ver con el orden y la organización. Son más numerosas, son las más
negociables y es necesario que se cumplan pero la flexibilidad es mayor. Por ejemplo:
“dejar la habitación perfectamente ordenada”.
Es importante que las normas sean:
- Realistas: posibles de cumplir, ajustadas a la realidad, adaptadas a la edad, habilidades
y personalidad de cada niño.
- Claras, concretas y sencillas: redactadas en términos positivos, acciones concretas a
realizar, así como las consecuencias.
- Consistentes: su aplicación debe ser la misma independientemente del estado de
ánimo, de la presencia de otras personas, etc.
- Coherentes entre sí: los distintos miembros de la familia tienen diferentes funciones y,
por lo tanto, también distintas normas.
- Consensuadas entre los progenitores y en la medida de lo posible hay que involucrar
al adolescente, llegar a un acuerdo, no imponer sencillamente.
Como establecer las normas:
1. Evaluar el comportamiento que se quiere instaurar o cambiar: preguntarnos si es
adecuada para nuestro hijo, si el problema repercute en la convivencia familiar, si
existen otras alternativas para cambiar el comportamiento…
2. Comunicar la norma: que haya acuerdo entre los padres, buscar el momento
adecuado, compartir por qué es necesaria y las consecuencias positivas que se
derivan de su cumplimiento. Llegar a un acuerdo de sobre “el qué - cómo -
cuándo” y consecuencias del cumplimiento y del no cumplimiento.
3. Puesta en marcha: mantenerse firmes pero colaboradores, animando el
cumplimiento y destacando los avances y éxitos.
4. Evaluación y revisión.
EL CASTIGO, SOLO FUNCIONA SI:
- Se concretan las conductas a castigar
- El castigo ha sido consensuado cuando se estableció la norma y es proporcional a la
magnitud del comportamiento
- Tiene una aplicación inmediata o próxima a la conducta
- No puede implicar descalificación ni humillación
- No puede ser el método exclusivo de aprendizaje de normas
- No puede depender del estado emocional de quien lo aplica
- Debe ser individualizado y dependerá de las características de cada sujeto
Neva Chico de Guzmán. Psicóloga y Psicoterapéuta. [email protected]
REFERENCIAS
Torío López, S., Peña Calvo, J.V., Inda Caro, M. (2008). Estilos de educación familiar.
Psicothema, 20 (1), 62-70.
Coloma Medina (1993). Estilos educativos paternos. En J.Mª Quintana Cabanas (coord.):
Pedagogía familiar (pp. 45-58). Madrid: Narcea.