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El mito de Orfeo y Eurídice

Orfeo por Sergio

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El mito de Orfeo y Eurídice

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Orfeo, hijo de Apolo y la musa Calíope. Hereda de ellos el don de la poesía y la música. Después de recorrer medio mundo, estudiando todas las artes que se le ponían a su alcance, volvió a Grecia. Perfeccionó la lira, y cuando unió su voz a este instrumento, embelesaba tanto a hombres como a animales.

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Orfeo, enamorado perdidamente de Eurídice, una ninfa de los valles de Tracia, la convierte felizmente en su esposa. Pero un nefasto día, tratando ella de huir de Aristeo, hijo de Apolo, que pretendía poseerla, pisó una serpiente venenosa que la mordió y murió.

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La pena invadió entonces a Orfeo y llorando desconsoladamente a las orillas del río Estrimón, entonó canciones tan tristes ,que todos los dioses y todas las ninfas le incitaron a descender al Inframundo donde, con la ayuda inestimable de su música consiguió sortear mil y un peligros, conmoviendo a demonios y tormentos.

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Una vez hubo llegado ante Hades y Perséfone, dioses regentes del Inframundo, utilizó de nuevo su música consiguiendo convencerlos de dar a Eurídice la oportunidad de regresar al mundo de los vivos. Pero pusieron una condición: Orfeo debía caminar siempre delante de ella y no mirarla hasta que ambos hubieran llegado arriba y los rayos del sol hubieran bañado por completo a Eurídice.

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El camino de regreso se hizo terriblemente largo. Orfeo mantenía sus ojos al frente a pesar de las enormes ansias que le invadían de admirar a su amada. No se volvió ni aún cuando los peligros del Inframundo lo acechaban. Ya en la superficie Orfeo, giró la cabeza creyendo que todo había pasado al borde de la desesperación, pero Eurídice aún tenía un pie a la sombra, y en ese preciso instante, se desvaneció en el aire, ya sin posibilidad de volver de nuevo.

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El camino de regreso se hizo terriblemente largo. Orfeo mantenía sus ojos al frente a pesar de las enormes ansias que le invadían de admirar a su amada. No se volvió ni aún cuando los peligros del Inframundo lo acechaban. Ya en la superficie Orfeo, giró la cabeza creyendo que todo había pasado al borde de la desesperación, pero Eurídice aún tenía un pie a la sombra, y en ese preciso instante, se desvaneció en el aire, ya sin posibilidad de volver de nuevo.