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“Otoño: Belleza pasajera, Liberación, Cambio… Adviento” Podría agregar muchos otros adjetivos o frases para calificar lo que significa para mí la estación de otoño. En el Perú, no pude ver los cambios marcados de las estaciones como suce- den aquí en la parte noreste de Estados Unidos. Desde que llegué a este país, me impresionó mucho el otoño, mucho más que la primavera y sin darme cuenta cada vez me fascina más y más. Mis hijas me dicen que estoy loca, porque todos los años tomo bastantes fo- tos a los árboles y paisajes en otoño. A veces he tomado fotos con mi cámara digital mientras manejaba, porque quiero plasmar en una foto, al igual que en mi memo- ria, la variedad de tonalidades de rojos, verdes, marrones y anaranjados con que se adornan y transforman las hojas de los árboles en esta estación. El sólo pensarlo me emociona y alegra. Mi próximo proyecto, es tomar una foto de un paisaje otoñal para revelarlo en un tamaño grande y ponerlo en un cua- dro que adorne la sala de mi casa. Todavía no he tomado la foto ideal para este proyecto. Lo puedo hacer en los siguientes años, si Dios me da vida. PERO… Aquí viene mi primera definición de otoño: Belleza pasajera. Esa belleza natural es efímera. Va llegando poco a poco y cuando esperas que al- cance su máximo esplendor, te das cuenta que ya algunos árboles empezaron su decadencia. Parece como si los árboles compitieran unos con otros para mostrar su belleza. Si un día veo un árbol bello, es posible que al día siguiente ya no sea lo mismo, porque pudo haber lluvia o vientos que le obligaron a perder sus hojas. Yo trato de disfrutarlo al máximo cuando viajo cada día de mi casa a mi oficina y vis- ceversa. No me canso de dar gracias a Dios por este regalo que me da y me levanta el espíritu. Liberación. Pienso que llega el momento en que los árboles deben liberarse de lo que les impide prepararse para la estación de invierno. No tendrán el calor y la luz del sol necesarios para mantener vivas sus hojas y forzosamente deben re- nunciar a su belleza de esa estación. El ver caer las hojas de los árboles en el otoño, me invita a la reflexión de la vida humana, mi propia vida. Cuántas veces nos adornamos de belleza externa, tal vez con algunas cosas que no son tan buenas y vivimos engañados y cómodos en ese estado. No queremos ver lo que hay debajo de esa superficie. Por algo será que el tiempo de Adviento coincide con el otoño. Quizá sea pa- ra recordarnos que si queremos prepararnos para el nacimiento de Jesús en la Navidad, debemos liberarnos de todo lo que nos impide ver más adentro en nuestro corazón y no sólo la belleza pasajera externa de nuestras buenas acciones. Como cristianos estamos llamados a ser cada día mejores, a liberar nuestra alma de esas cosas que nos mantienen en la mediocridad. Sí, suena fuerte y nos puede chocar pero es la verdad en muchos casos. Esas pequeñas cosas que con frecuencia no queremos ver o admitir, nos impiden llegar, como el otoño, a experimentar un cambio. Los árboles en otoño no tienen vergüenza de desnudarse hasta verse feos como leña para ser quemada por- que saben su valor y entienden que ese cambio es necesario para su supervivencia.

Otoño: Belleza pasajera, Liberación, Cambio… Adviento

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“Otoño: Belleza pasajera, Liberación, Cambio… Adviento”

Podría agregar muchos otros adjetivos o frases para calificar lo que significa para mí la estación de otoño. En el Perú, no pude ver los cambios marcados de las estaciones como suce-den aquí en la parte noreste de Estados Unidos. Desde que llegué a este país, me impresionó mucho el otoño, mucho más que la primavera y sin darme cuenta cada vez me fascina más y más. Mis hijas me dicen que estoy loca, porque todos los años tomo bastantes fo-tos a los árboles y paisajes en otoño. A veces he tomado fotos con mi cámara digital mientras manejaba, porque quiero plasmar en una foto, al igual que en mi memo-ria, la variedad de tonalidades de rojos, verdes, marrones y anaranjados con que se adornan y transforman las hojas de los árboles en esta estación.

El sólo pensarlo me emociona y alegra. Mi próximo proyecto, es tomar una foto de un paisaje otoñal para revelarlo en un tamaño grande y ponerlo en un cua-dro que adorne la sala de mi casa. Todavía no he tomado la foto ideal para este proyecto. Lo puedo hacer en los siguientes años, si Dios me da vida.

PERO… Aquí viene mi primera definición de otoño: Belleza pasajera. Esa belleza natural es efímera. Va llegando poco a poco y cuando esperas que al-cance su máximo esplendor, te das cuenta que ya algunos árboles empezaron su decadencia. Parece como si los árboles compitieran unos con otros para mostrar su belleza. Si un día veo un árbol bello, es posible que al día siguiente ya no sea lo mismo, porque pudo haber lluvia o vientos que le obligaron a perder sus hojas. Yo trato de disfrutarlo al máximo cuando viajo cada día de mi casa a mi oficina y vis-ceversa. No me canso de dar gracias a Dios por este regalo que me da y me levanta el espíritu.

Liberación. Pienso que llega el momento en que los árboles deben liberarse de lo que les impide prepararse para la estación de invierno. No tendrán el calor y la luz del sol necesarios para mantener vivas sus hojas y forzosamente deben re-nunciar a su belleza de esa estación.

El ver caer las hojas de los árboles en el otoño, me invita a la reflexión de la vida humana, mi propia vida. Cuántas veces nos adornamos de belleza externa, tal vez con algunas cosas que no son tan buenas y vivimos engañados y cómodos en ese estado. No queremos ver lo que hay debajo de esa superficie.

Por algo será que el tiempo de Adviento coincide con el otoño. Quizá sea pa- ra recordarnos que si queremos prepararnos para el nacimiento de Jesús en la Navidad, debemos liberarnos de todo lo que nos impide ver más adentro en nuestro corazón y no sólo la belleza pasajera externa de nuestras buenas acciones. Como cristianos estamos llamados a ser cada día mejores, a liberar nuestra alma de esas cosas que nos mantienen en la mediocridad. Sí, suena fuerte y nos puede chocar pero es la verdad en muchos casos.

Esas pequeñas cosas que con frecuencia no queremos ver o admitir, nos impiden llegar, como el otoño, a experimentar un cambio. Los árboles en otoño no tienen vergüenza de desnudarse hasta verse feos como leña para ser quemada por-que saben su valor y entienden que ese cambio es necesario para su supervivencia.

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Esto me recuerda la primera vez que vine a Estados Unidos. Fué un invierno cuan-do los árboles se veían feos y secos. Cuando le comenté a mi hermano mi asombro porque la ciudad no había cortado esas ramas secas del camino, él se echó a reir de mi ignorancia, al no saber que eso es temporal, sólo para pasar el invierno.

Todo cambio, ya sea grande o pequeño, es difícil. Pero, ¿Acaso veo la nece-sidad de un cambio en mi vida?. Nos sentimos cómodos cuando estamos cum-pliendo sólo con lo elemental de la vida cristiana. Pero Dios nos pide más; Dios me está pidiendo más a mí.

El Adviento, al igual que el otoño, me dice: “Libérate, cambia”. Libérate de esos malos sentimientos; libérate de esos resentimientos hacia

los demás; libérate de vivir juzgando y criticando en forma negativa. Libérate de esos malos hábitos, de esa pasividad que te adormece, de esas malas actitudes, de ese mal carácter. Libérate de eso que te impide ser tú mismo/a: un hijo de Dios, digno de amar y ser amado. ¿Crees ésto? El Adviento me dice que cambie mi estrategia para tratar de acercarme a al-guien y que no me dé por vencido/a. Me pide acción en lugar de omisión y esto es algo en lo que más fallamos. Omitimos ofrecer un servicio o hacer un favor a al-guien; omitimos decir un halago o una palabra de aliento a los que están cerca de nosotros. Nos reprimimos de dar muestras de cariño con un abrazo o un beso a nuestros seres queridos. Evitamos escuchar a alguien que nos necesita. Podríamos añadir más omisiones a esta lista, ya que cada quien tiene las suyas propias, pero lo más importante aquí, es trabajar duro para que ocurra este cam-bio. Nuestra reflexión para este Adviento puede ser: • ¿De qué cosas me debo liberar para desnudar mi alma y dejar que Dios la

adorne con sus dones? • De todas las cosas que necesito liberarme, ¿Con cuáles empezaré? • ¿Tengo una idea o un plan en concreto para lograr ese cambio? • ¿Está a mi alcance y dentro de mis posibilidades, realizar ese cambio? Si tan sólo logramos un cambio pequeño, habremos empezado con esa transfor-mación que Dios quiere en nuestras vidas. Sin embargo, nada de esto sucederá, mientras no aceptemos que nosotros solos no podremos lograrlo. Necesitamos la ayuda de Dios y hay que pedirla en la oración diaria. ¡Gracias Señor por el Otoño! que me recuerda cada año que no debo estancarme y regocijarme en la “belleza pasajera” de mis logros personales, sino que debo buscar continuamente la “liberación y cambio” de mis defectos y limitaciones para acercarme más a Tí, especialmente en este tiempo de Adviento. Como dice la canción: “Gracias te doy mi Señor, por aún estar a tiempo”. Martha Pezo-Marin 12/01/09