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P. Zegrí y la Justicia Social

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Como vivió y enseñó el Padre Zegrí el compromiso con la justicia social

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LA JUSTICIA SOCIAL

EN EL CAMINO DE SANTIDAD DEL P. ZEGRÍ

M.ª DEL PILAR VILLEGAS CALVO, MC

“Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados” (Mt 5, 6).

Para vosotros, jóvenes, que lucháis por la verdad y la

justicia, y que deseáis un mundo más humano y más

fraterno, os presento el camino de santidad del P.

Zegrí como búsqueda de la justicia y la libertad para

toda persona. Es el camino de la felicidad, por eso,

comienzo con la bienaventuranza que marcó el

paisaje de nuestro Fundador: buscar la justicia para

la persona y la sociedad de todos los tiempos. La

caridad redentora es el camino elegido por él para

alcanzar su objetivo.

Comenzamos aclarando el término ‘justicia social’,

aplicado al P. Zegrí y a su proyecto apostólico, es

decir, a la misión de la Congregación. Su contenido puede parecer bastante más restringido de lo

que en realidad es. La justicia social se suele entender, de manera literal, con el significado de

„equidad‟ o „relaciones justas‟. Para nosotras, mercedarias, y para todos los que compartís nuestro

carisma, supone mucho más.

Una primera acepción importante sería la referente a los derechos humanos que toda persona

posee como algo inalienable, y que todos los que deseamos vivir el Evangelio estamos llamados a

defender. Pero nuestro carisma confiere a dicho término un significado mayor y más completo: la

justicia social que la espiritualidad y la misión mercedaria persiguen van en la línea de la caridad

redentora. Es decir, a través de un amor al estilo

de Cristo, buscamos la liberación de la persona, la

regeneración del ser humano. Esto es mucho más

amplio y más rico que la defensa de los derechos,

cuyo ejercicio se haya incluido en el proceso de

regeneración.

Por otro lado, la palabra „justicia‟ se entiende en la

Biblia como „voluntad de Dios‟. De ahí que el

hombre justo es aquel que sigue los caminos del

Señor; en definitiva, el que ha sabido entrar por las

sendas de la santidad. Y ahí encontramos a nuestro

P. Zegrí, que favoreció un proyecto de amor y

justicia, y que él mismo fue injustamente

arrinconado. De esta manera, asumió en sí mismo

el proceso de regeneración y se adentró en la

justicia de Dios.

Situándonos en la época del P. Zegrí, podremos entender el por qué de un carisma liberador. Era

un momento social que se caracterizó, entre otras cosas, por la búsqueda de libertades, y la

injusticia social propia del momento añoraba una sociedad de hombres y mujeres libres. Por tanto,

desear la libertad era equivalente a desear la justicia.

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Las consecuencias negativas de la revolución industrial fueron: pobreza, frente a la riqueza de los

empresarios; nacimiento del proletariado; mano de obra barata (mujeres y niños)... En definitiva,

la injusticia social clamaba desde las mismas

entrañas de la tierra. Frente a dicha situación,

tanto Iglesia como sociedad reaccionaron. La

primera, con la creación y proliferación de

congregaciones religiosas; la segunda, con el

movimiento socialista. La ideología que

subyacía en la sociedad del XIX era

eminentemente materialista.

El Padre Zegrí, influenciado por su época,

reaccionó ante las esclavitudes sociales desde

un profundo deseo de liberación que latía en su

interior. Pero él presentó al mundo la caridad, y

no la filantropía. Frente al problema social, la

historia del XIX respondió con la lucha de clases; la Iglesia respondió con la fe y la caridad. El

Padre Zegrí fue instrumento de Dios, no instrumento al servicio de la ideología ni la política.

CÓMO ENTIENDE EL P. ZEGRÍ LA JUSTICIA SOCIAL

Un gran sueño se dibuja en el horizonte del Padre Zegrí: caridad redentora. Es el deseo que brota

de un corazón enamorado de su Señor, enamorado de Jesucristo en el misterio pascual. Y es el

deseo que nace de un corazón desvelado por servir a la humanidad sufriente, a la humanidad

oprimida por diferentes esclavitudes en la sociedad de todos los tiempos. Él deseaba alcanzar la

libertad para todo ser humano, la regeneración de la persona.

Sin apenas presentirlo, el Padre Zegrí alumbró un proyecto de amor que consiguió altas cotas de

entrega y servicio. La fuerza del Espíritu le impulsó en su empeño y encontró, como regalo, la

santidad de Dios en el fondo de su paisaje. El carisma es la gran respuesta a la situación social del

momento. Lo más inmediato era restaurar los derechos inalienables de la persona: el derecho a la

educación, derecho a la igualdad, derecho a la vida... Y la culminación del proyecto consiste en

conducir a la persona hacia su más alta dignidad, la de sentirse hijo de Dios. Es el mayor acto de

justicia que podemos llevar a cabo con los seres humanos de todos los tiempos.

Pero el P. Zegrí no se limitó a ofrecer un

proyecto para que lo llevasen a cabo otras

personas, sino que él mismo se convirtió en

profeta para su tiempo, regalando el amor y

la justicia a través de su misma vida. Los

profetas son capaces de presentar una

alternativa de vida, es decir, otro modo de

vivir, de pensar y actuar. El Padre Zegrí fue

valiente, arriesgado; supo nadar contra

corriente y denunciar el sistema establecido.

No lo hizo con pancartas ni manifestaciones,

pues no era la política lo que le impulsaba,

sino a través de su palabra y de sus propias

actuaciones.

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- Denunció la pobreza social y la desigualdad económica que golpeaba las calles de su

entrañable Granada, de su querida Málaga.

- Denunció toda forma de injusticia, fundando una Congregación que viviese más para amar

que para poseer.

- Denunció la visión materialista de la vida, que comenzaba a imponerse en la sociedad del

siglo XIX.

- Denunció el predominio de la sociedad industrial, en su intento por apagar la fe del pueblo.

- Denunció, finalmente, el deseo que todos tenemos de destacar y triunfar. Y se dejó golpear

por la vida e incluso por su Congregación. Confió plenamente en Dios y dejó que la vida le

despojara de lo más querido y lo más deseado a lo largo de su existencia.

Pero el Padre Zegrí no sólo denunció. Ante todo, anunció el gozo que le había sido regalado y

comunicó entusiasmo, vida que contagia y arrastra:

- Anunció la alegría de ser discípulo de

Jesucristo, el único que salva al mundo,

el verdadero profeta del amor.

- Anunció la fuerza renovadora de la

caridad, como única solución al

problema social que se repite en el

tiempo.

- Anunció el Evangelio a los pobres,

haciéndose pobre entre ellos, y les

comunicó la esperanza de una nueva

vida, donde todos disfrutaremos el

privilegio de ser hijos de Dios.

- Anunció que Dios es fiel y está siempre

presente en el corazón de los seres

humanos y de la historia.

LA VERDADERA JUSTICIA CONDUCE HACIA LA PROPIA DIGNIDAD

La finalidad del proceso es la regeneración, que consiste en alcanzar la verdad del ser, la propia

dignidad. A veces catalogamos a las personas, las identificamos por sus comportamientos, las

situamos en un rol inamovible (inmigrantes, drogadictos, presidiarios).

Nuestra misión es ayudarles a descubrir su verdadera realidad, no la imagen actual que las

caracteriza, pues se trata de algo circunstancial (nadie está destinado a nacer inmigrante o

drogadicto). Su verdadera realidad es aquella que entra dentro del proyecto de Dios; por tanto,

hemos de ayudarles a creer en su dignidad, algo que nada ni nadie les puede arrebatar, ni el estilo

de vida que han elegido o al que la vida les ha abocado ni las posibles infracciones que puedan

cometer. Ellos poseen una dignidad superior, pues pertenecen al grupo de los preferidos por el

Señor.

El P. Zegrí también padeció las consecuencias de la injusticia. Sin embargo, en sus momentos más

oscuros, puso su confianza en Dios. Él también fue juzgado y acusado por la sociedad; fue

catalogado (la sociedad rechaza a quienes se salen de sus parámetros). Él experimentó la losa de la

soledad y la marginación... Fue considerado un delincuente, como Jesús. El P. Zegrí sufrió en

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propia carne el infierno de los apartados de la sociedad.

Nuestra cercanía para los rechazados de la sociedad es la cercanía de Dios en Jesús y en el P.

Zegrí. Con nuestros gestos redentores hemos de manifestar que Jesús y el P. Zegrí les

comprenden, y Jesús, desde ahí, les salva. Jesús y el P. Zegrí entraron a formar parte del grupo de

los olvidados, como ellos. Se metieron en el barro, se rebajaron: éste es el mejor lenguaje que

entienden los pobres. Es el gran gesto redentor y el mejor acto de solidaridad y justicia, la mejor

metodología para nuestra misión.

La finalidad de la misión mercedaria con los pobres es encaminar su proceso hacia la propia

dignidad, como persona y como miembro del grupo social al que pertenecía Cristo: los últimos de

la tierra. Su situación no es definitiva, pues ellos poseen una identidad superior, que los introduce

en la identificación con Cristo. Es su más alta dignidad, la de sentirse hijo de Dios, profundamente

amado por Él.

Por eso, queridos jóvenes, no busquéis la justicia exclusivamente en la política o la ideología. El

Evangelio es el mejor camino para encontrarla, y la vida de los santos, concretamente nuestro P.

Zegrí, nos enseñan a hacer realidad este gran proyecto de amor y liberación que todo ser humano

necesita.

La caridad no tiene patria Fui forastero y me acogisteis

La caridad es la solución al

problema social de los pueblos

Tuve hambre y me disteis de

comer

La caridad de la hermana mercedaria ha

de ser gestual.

Estuve preso y me visitasteis