Poesía anterior al 36. Breve e incompleta antología

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SELECCIN DE POEMAS

Dos maestros contemporneos: Generacin del 98 Antonio MachadoGeneracin del 14: Juan Ramn JimnezGeneracin del 27: Pedro Salinas, Jorge Guilln, Gerardo Diego, Federico Garca Lorca, Rafael Alberti, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda

ANTONIO MACHADO

CAMPOS DE CASTILLA (1907-1917)

XCVII (RETRATO)

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte aos en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Maara, ni un Bradomn he sido
?ya conocis mi torpe alio indumentario?,
ms recib la flecha que me asign Cupido,
y am cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, ms que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna esttica
cort las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmtica,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeo las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

Soy clsico o romntico? No s. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitn su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
?quien habla solo espera hablar a Dios un da?;
mi soliloquio es pltica con ese buen amigo
que me ense el secreto de la filantropa.

Y al cabo, nada os debo; debisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansin que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el da del ltimo vaje,
y est al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraris a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No ser, cual los lamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseores.

Ejrcito de hormigas en hilera
va trepando por l, y en sus entraas
urden sus telas grises las araas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, maana,
ardas de alguna msera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el ro hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazn espera
tambin, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

LA SAETA

Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
Cantar de la tierra ma,
que echa flores
al Jess de la agona,
y es la fe de mis mayores!
Oh, no eres t mi cantar!
No puedo cantar, ni quiero
a ese Jess del madero,
sino al que anduvo en el mar!

RECUERDO INFANTILUna tarde parda y fra
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotona
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Can
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmn.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la leccin:
mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un milln.

Una tarde parda y fra
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotona
de la lluvia en los cristales.

EL MAANA EFMERO

La Espaa de charanga y pandereta,
cerrado y sacrista,
devota de Frascuelo y de Mara,
de espritu burln y alma inquieta,
ha de tener su marmol y su da,
su infalible maana y su poeta.
En vano ayer engendrar un maana
vaco y por ventura pasajero.
Ser un joven lechuzo y tarambana,
un sayn con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de Pars pagano
y al estilo de Espaa especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa Espaa inferior que ora y bosteza,
vieja y tahr, zaragatera y triste;
esa Espaa inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar la cabeza,
an tendr luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecern las barbas apostlicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarn, venerables y catlicas.
El vano ayer engendrar un maana
vaco y por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayn con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dar un maana huero.
Como la nusea de un borracho ahto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un maana estomagante escrito
en la tarde pragmtica y dulzona.
Mas otra Espaa nace,
la Espaa del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una Espaa implacable y redentora,
Espaa que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
Espaa de la rabia y de la idea.

JUAN RAMN JIMNEZ

EL VIAJE DEFINITIVOY yo me ir. Y se quedarn los pjaros
cantando.
Y se quedar mi huerto con su verde rbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo ser azul y plcido,
y tocarn, como esta tarde estn tocando,
las campanas del campanario.

Se morirn aquellos que me amaron
y el pueblo se har nuevo cada ao;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del bao,
en el rincn secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espritu de hoy errar, nostljico...

Y yo me ir, y ser otro, sin hogar, sin rbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plcido...
Y se quedarn los pjaros cantando.

ESPACIO (Fragmento)

Los dioses no tuvieron ms sustancia
que la que tengo yo. Yo tengo, como ellos,
la sustancia de todo lo vivido
y de todo lo por vivir. No soy presente slo,
sino fuga raudal de cabo a fin. Y lo que veo
a un lado y otro, en esta fuga,
rosas, restos de alas, sombra y luz,
es slo mo,
recuerdo y ansia mos, presentimiento, olvido.
Quin sabe ms que yo, quin,
qu hombre o qu dios, puede,
ha podido, podr decirme a m
qu es mi vida y mi muerte, qu no es?
Si hay quien lo sabe,
yo lo s ms que se, y si lo ignora,
ms que se lo ignoro.
Lucha entre este saber y este ignorar
es mi vida, su vida, y es la vida. Pasan vientos
como pjaros, pjaros igual que flores,
flores soles y lunas, lunas soles
como yo, como almas, como cuerpos,
cuerpos como la muerte y la resurreccin,
como dioses. Y soy un dios
sin espada, sin nada
de lo que hacen los hombres con su ciencia;
slo con lo que es producto de lo vivo,
lo que se cambia todo; s, de fuego
o de luz, luz. Por qu comemos y bebemos
otra cosa que luz o fuego? Como yo he nacido
en el sol y del sol he venido aqu a la sombra,
soy del sol, como el sol alumbro? y mi nostaljia,
como la de la luna, es haber sido sol
y reflejarlo slo ahora. Pasa el iris
cantando como canto yo. Adis iris, iris,
volveremos a vernos, que el amor
es uno solo y vuelve cada da.
Qu cosa es este amor de todo, cmo se me ha hecho
en el sol, con el sol, en m conmigo?
Estaba el mar tranquilo, en paz el cielo,
luz divina y terrena los funda
en clara plata oro inmensidad,
en doble y sola realidad;
una isla flotaba entre los dos,
en los dos y en ninguno, y una gota
de alto iris perla gris temblaba en ella.
All estar esperndome el envo
de lo que no me llega nunca de otra parte.
A esa isla, ese iris, ese canto
yo ir, esperanza mjica, esta noche.
Que inquietud en las plantas al sol puro,
mientras, de vuelta a m, sonro
volviendo ya al jardn abandonado.
Esperan ms que verdear, que florear y que frutar,
esperan, como un yo, lo que me espera,
ms que ocupar el sitio que ahora ocupan
en la luz, ms que vivir como vivimos, ms
que quedarse sin luz, ms que
dormirse y despertar? Enmedio hay,
tiene que haber un punto, una salida,
el sitio del seguir ms verdadero,
con nombre no inventado, diferente
de eso que es diferente e inventado,
que llamamos, en nuestro desconsuelo,
Edn, Oasis, Paraso, Cielo,
pero que no lo es, y que sabemos
que no lo es, como los nios
saben que es no lo que no es que anda con ellos.
Contar, cantar, llorar, vivir acaso,
elogio de las lgrimas, que tienen (Schubert,
tenido entre criados por un dueo)
en su iris roto lo que no tenemos,
lo que tenemos roto, desunido.
Las flores nos rodean
de voluptuosidad, olor, color, forma sensual;
nos rodeamos de ellas, que son sexos
de colores, de formas, de olores diferentes;
enviamos un sexo en una flor,
dedicado presente de oro de ideal,
a un amor virgen;
sexo rojo a un glorioso, sexos blancos
a una novicia, sexos violetas
a la yacente. Y el idioma,
qu confusin; qu cosas nos decimos
sin saber lo que nos decimos.
Amor, amor, amor (lo dijo Yeats)
amor en el lugar del escremento.
Asco de nuestro ser, nuestro principio
que ms nos vive y ms nos muere?
Qu es, entonces, la suma que no resta;
dnde est, matemtico celeste,
y nuestro fin; asco de aquello
la suma que es el todo y que no acaba?
Hermoso es no tener lo que se tiene,
nada de lo que es fin para nosotros,
es fin, pues que se vuelve
contra nosotros, y el fin nunca se nos vuelve.
Aquel chopo de luz me lo deca,
en Madrid, contra el aire turquesa del otoo:
Termnate en ti mismo como yo.
Todo lo que volaba alrededor,
qu raudo era, y l qu insigne
con lo suyo, en lo suyo, verde y oro,
sin mejor en lo verde que en el oro.
Alas, cantos, luz, palmas, olas, frutas
me rodean, me envuelven en su ritmo,
en su gracia, en su fuerza delicada, y yo me olvido
de m entre ello, y bailo y canto,
y ro y lloro por los otros embriagado.
Esto es vivir? Hay otra cosa
ms que este vivir de cambio y gloria?
Yo oigo siempre esa msica que suena
en el fondo de todo, ms all;
ella es la que me llama desde el mar;
por la calle, en el sueo.
A su aguda y serena desnudez,
siempre estraa y sencilla,
el ruiseor es slo un calumniado prlogo.
Qu letra,
luego, la suya!
El msico mayor tan slo la ahuyenta.
Pobre del hombre
si la mujer oliera, supiera siempre a rosa.
Qu dulce la mujer normal, qu tierna,
qu suave (Villn), qu forma de las formas,
qu esencia, qu sustancia
de las sustancias, las esencias, qu lumbre de las lumbres;
la mujer, madre, hermana, amante.
Luego, de pronto, esta dureza
de ir ms all de la mujer,
de la mujer que es nuestro todo, donde
debiera terminar nuestro horizonte.
Las copas de veneno,
qu tentadoras son, y son de flores, yerbas y hojas.
Estamos rodeados de veneno
que nos arrulla como el viento,
arpas de luna y sol en ramas tiernas,
colgaduras ondeantes venenosas
y pjaros en ellas, como estrellas de cuchillo;
veneno todo, y el veneno
nos deja a veces no matar.
Eso es dulzura, dejacin
de un mandato, y eso es pausa y escape

PEDRO SALINAS

LA DIFCIL

En los extremos ests
de ti, por ellos te busco.
Amarte: qu ir y venir
a ti misma de ti misma!
Para dar contigo, cerca,
qu lejos habr que ir!
Amor: distancias, vaivn
sin parar.

En medio del camino, nada.
No, tu voz no, tu silencio.
Redondo, terso, sin quiebra,
como aire, las preguntas
apenas le rizan,
como piedras, las preguntas
en el fondo se las guarda.
Superficie del silencio
y yo mirndome en ella.
Nada, tu silencio, s.

O todo tu grito, s.
Afilado en el callar,
acero, rayo, saeta,
rasgador, desgarrador,
qu exactitud repentina
rompiendo al mundo la entraa,
y el fondo del mundo arriba,
donde l llega, fugacsimo!
Todo, s, tu grito, s.

Pero tu voz no la quiero.

LA VOZ A TI DEBIDA

Ayer te bes en los labios.
Te bes en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que dur ms que un relmpago,
que un milagro, ms.
El tiempo
despus de drtelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo haba querido antes.
Se empez, se acab en l.Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no
adnde se me ha escapado?.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso ms
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando ms lejos.

LA VOZ A TI DEBIDA

No quiero que te vayas
dolor, ltima forma
de amar. Me estoy sintiendo
vivir cuando me dueles
no en ti, ni aqu, ms lejos:
en la tierra, en el ao
de donde vienes t,
en el amor con ella
y todo lo que fue.
En esa realidad
hundida que se niega
a s misma y se empea
en que nunca ha existido,
que slo fue un pretexto
mo para vivir.
Si t no me quedaras,
dolor, irrefutable,
yo me lo creera;
pero me quedas t.
Tu verdad me asegura
que nada fue mentira.
Y mientras yo te sienta,
t me sers, dolor,
la prueba de otra vida
en que no me dolas.
La gran prueba, a lo lejos,
de que existi, que existe,
de que me quiso, s,
de que an la estoy queriendo

RAZN DE AMOR

Sers, amor
un largo adis que no se acaba?
Vivir, desde el principio, es separarse.
En el primer encuentro
con la luz, con los labios,
el corazn percibe la congoja
de tener que estar ciego y solo un da.
Amor es el retraso milagroso
de su trmino mismo;
es prolongar el hecho mgico
de que uno y uno sean dos, en contra
de la primer condena de la vida.
Con los besos,
con la pena y el pecho se conquistan
en afanosas lides, entre gozos
parecidos a juegos,
das, tierras, espacios fabulosos,
a la gran disyuncin que est esperando,
hermana de la muerte o muerte misma.
Cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrs, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todava.
Ni en el llegar, ni en el hallazgo
tiene el amor su cima:
es en la resistencia a separarse
en donde se le siente,
desnudo, altsimo, temblando.
Y la separacin no es el momento
cuando brazos, o voces,
se despiden con seas materiales:
es de antes, de despus.
Si se estrechan las manos, si se abraza,
nunca es para apartarse,
es porque el alma ciegamente siente
que la forma posible de estar juntos
es una despedida larga, clara.
Y que lo ms seguro es el adis

FEDERICO GARCA LORCA

ROMANCE SONMBULO

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaa.
Con la sombra en la cintura
ella suea en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fra plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le estn mirando
y ella no puede mirarlas.

*

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduo,
eriza sus pitas agrias.
Pero quin vendr? Y por dnde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soando en la mar amarga.

*

Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sbanas de holanda.
No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

*

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lgrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
heran la madrugada.

*

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
Compadre! Dnde est, dime?
Dnde est mi nia amarga?
Cuntas veces te esper!
Cuntas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

*

Sobre el rostro del aljibe
se meca la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fra plata.
Un carmbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso ntima
como una pequea plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaa.

LA AURORA DE NUEVA YORK

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracn de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque all no hay maana ni esperanza posible:
a veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados nios.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habr parasos ni amores deshojados;
saben que van al cieno de nmeros y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impdico reto de ciencia sin races.
por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recin salidas de un naufragio de sangre

NEW YORK

Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato.
Debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero.
Debajo de las sumas, un ro de sangre tierna;
un ro que viene cantando
por los dormitorios de los arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York.
Existen las montaas, lo s.
Y los anteojos para la sabidura,
lo s. Pero yo no he venido a ver el cielo.
He venido para ver la turbia sangre,
la sangre que lleva las mquinas a las cataratas
y el espritu a la lengua de la cobra.
Todos los das se matan en New York
cuatro millones de patos,
cinco millones de cerdos,
dos mil palomas para el gusto de los agonizantes,
un milln de vacas,
un milln de corderos
y dos millones de gallos
que dejan los cielos hechos aicos.
Ms vale sollozar afilando la navaja
o asesinar a los perros en las alucinantes caceras
que resistir en la madrugada
los interminables trenes de leche,
los interminables trenes de sangre,
y los trenes de rosas maniatadas
por los comerciantes de perfumes.
Los patos y las palomas
y los cerdos y los corderos
ponen sus gotas de sangre
debajo de las multiplicaciones;
y los terribles alaridos de las vacas estrujadas
llenan de dolor el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.
Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus montes de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la ltima fiesta de los taladros.
Os escupo en la cara.
La otra mitad me escucha
devorando, cantando, volando en su pureza
como los nios en las porteras
que llevan frgiles palitos
a los huecos donde se oxidan
las antenas de los insectos.
No es el infierno, es la calle.
No es la muerte, es la tienda de frutas.
Hay un mundo de ros quebrados y distancias inasibles
en la patita de ese gato quebrada por el automvil,
y yo oigo el canto de la lombriz
en el corazn de muchas nias.
xido, fermento, tierra estremecida.
Tierra t mismo que nadas por los nmeros de la oficina.
Qu voy a hacer, ordenar los paisajes?
Ordenar los amores que luego son fotografas,
que luego son pedazos de madera y bocanadas de sangre?
No, no; yo denuncio,
yo denuncio la conjura
de estas desiertas oficinas
que no radian las agonas,
que borran los programas de la selva,
y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas
cuando sus gritos llenan el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.

FBULA Y RUEDA DE TRES AMIGOS

Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprend que me haban asesinado.
Recorrieron los cafs y los cementerios y las iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
Ya no me encontraron.
No me encontraron?
No. No me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huy torrente arriba,
y que el mar record de pronto!
los nombres de todos sus ahogados.

PEQUEO VALS VIENSEn Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la maana
en el museo de la escarcha.
Hay un saln con mil ventanas.
Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals,
de s, de muerte y de coac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melanclico pasillo,
en el oscuro desvn del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que suea la tortuga.
Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mo,
en el desvn donde juegan los nios,
soando viejas luces de Hungra
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del "Te quiero siempre".

En Viena bailar contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de ro.
Mira qu orilla tengo de jacintos!
Dejar mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografas y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mo, amor mo, dejar,
violn y sepulcro, las cintas del vals.

EL AMOR DUERME EN EL PECHO DEL POETA

T nunca entenders lo que te quiero porque duermes en m y ests dormido. Yo te oculto llorando, perseguidopor una voz de penetrante acero.

Norma que agita igual carne y lucero traspasa ya mi pecho doloridoy las turbias palabras han mordido las alas de tu espritu severo.

Grupo de gente salta en los jardinesesperando tu cuerpo y mi agonaen caballos de luz y verdes crines.

Pero sigue durmiendo, vida ma.Oye mi sangre rota en los violines.Mira que nos acechan todava!

RAFAEL ALBERTI

EL TONTO DE RAFAELPor las calles, quin aqul?
El tonto de Rafael!
Tonto llovido del cielo,
del limbo, sin un ochavo.
Mal pollito colipavo,
sin plumas, digo, sin pelo.
Po-pic!, pica, y al vuelo
todos le pican a l.
Quin aqul?
El tonto de Rafael!
Tan campante, sin carrera,
no imperial, s tomatero,
grillo tomatero, pero
sin tomate en la grillera.
Canario de la fresquera,
no de alcoba o mirabel.
Quin aqul?
El tonto de Rafael!
Tontaina tonto del higo,
rodando por las esquinas
bolas, bolindres, pamplinas
y pimientos que no digo.
Mas nunca falta un amigo
que le mendigue un clavel.
Quin aqul?
El tonto de Rafael!
Patos con gafas, en fila,
lo raptarn tontamente
en la berlina inconsciente
de San Jinojito el lila.
Qu runrn, qu retahla
sube el cretino eco fiel?
Oh, oh, pero si es aqul
el tonto de Rafael!

MADRID

Por amiga, por amiga.
Slo por amiga.

Por amante, por querida.
Slo por querida.

Por esposa, no.
Slo por amiga.

EL NGEL DE LOS NMEROS

Vrgenes con escuadras
y compases, velando
las celestes pizarras.
Y el ngel de los nmeros,
pensativo, volando,
del 1 al 2, del 2
al 3, del 3 al 4.
Tizas fras y esponjas
rayaban y borraban
la luz de los espacios.
Ni sol, luna, ni estrellas,
ni el repentino verde
del rayo y el relmpago,
ni el aire. Slo nieblas.
Vrgenes sin escuadras,
sin compases, llorando.
Y en las muertas pizarras,
el ngel de los nmeros,
sin vida, amortajado
sobre el 1 y el 2,
sobre el 3, sobre el 4...

LO QUE DEJ POR TIDej por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales aos desterrados
hasta casi el invierno de la vida.

Dej un temblor, dej una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dej mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.

Dej palomas tristes junto a un ro,
caballos sobre el sol de las arenas,
dej de oler la mar, dej de verte.

Dej por ti todo lo que era mo.
Dame t, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dej para tenerte

GALOPELas tierras, las tierras, las tierras de Espaa,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!A corazn suenan, resuenan, resuenan
las tierras de Espaa, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

EL MAR. LA MAR El mar. La mar.
El mar. Slo la mar! Por qu me trajiste, padre,
a la ciudad? Por qu me desenterraste
del mar? En sueos, la marejada
me tira del corazn.
Se lo quisiera llevar. Padre, por qu me trajiste
ac?

LA PALOMA Se equivoc la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
crey que el trigo era el agua.
Crey que el mar era el cielo
que la noche la maana.
Que las estrellas roco,
que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazn su casa.
(Ella se durmi en la orilla,
t en la cumbre de una rama.)

RETORNOS DEL AMOR RECIN APARECIDO

Cuando t apareciste,
penaba yo en la entraa ms profunda
de una cueva sin aire y sin salida.
Braceaba en lo oscuro, agonizando,
oyendo un estertor que aleteaba
como el latir de un ave imperceptible.
Sobre m derramaste tus cabellos
y ascend al sol y vi, que eran la aurora
cubriendo un alto mar en primavera.
Fue como si llegara al ms hermoso
puerto del medioda. Se anegaban
en ti los ms lucidos paisajes:
claros, agudos montes coronados
de nieve rosa, fuentes escondidas
en el rizado umbroso de los bosques.
Yo aprend a descansar sobre sus hombros
y a descender por ros y laderas,
a entrelazarme en las tendidas ramas
y a hacer del sueo mi ms dulce muerte.
Arcos me abriste y mis floridos aos
recin subidos a la luz, yacieron
bajo el amor de tu apretada sombra,
sacando el corazn al viento libre
y ajustndolo al verde son del tuyo.
Ya iba a dormir, ya a despertar sabiendo
que, no penaba en una cueva oscura,
braceando sin aire y sin salida.
Porque habas al fin, aparecido....

"Retornos de lo Vivo Lejano"

LUIS CERNUDA

LOS MARINEROS SON LAS ALAS DEL AMOR

Los marineros son las alas del amor,
son los espejos del amor,
el mar les acompaa,
y sus ojos son rubios lo mismo que el amor
rubio es tambin, igual que son sus ojos.

La alegra vivaz que vierten en las venas
rubia es tambin,
idntica a la piel que asoman;
no les dejis marchar porque sonren
como la libertad sonre,
luz cegadora erguida sobre el mar.

Si un marinero es mar,
rubio mar amoroso cuya presencia es cntico,
no quiero la ciudad hecha de sueos grises;
quiero slo ir al mar donde me anegue,
barca sin norte,
cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.

NO DECA PALABRASNo deca palabras,
acercaba tan slo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueo
hechos carne en interrogacin vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
vido de recibir en s mismo
otro cuerpo que suee;
mitad y mitad, sueo y sueo, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Auque slo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR LO QUE AMASi el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando slo la verdad de su amor,
la verdad de s mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambicin,
sino amor o deseo,
yo sera aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo or sin escalofro;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el da y la noche son para m lo que quiera,
y mi cuerpo y espritu flotan en su cuerpo y espritu
como leos perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la nica libertad que me exalta,
la nica libertad por que muero.

T justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

DONDE HABITE EL OLVIDO

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo slo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran regin donde el amor, ngel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia area mientras crece el tormento.

All donde termine este afn que exige un dueo a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin ms horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean ms que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de nio.

TODO ESTO POR AMOR

Derriban gigantes de los bosques para hacer un durmiente,
derriban los instintos como flores,
deseos como estrellas
para hacer slo un hombre con su estigma de hombre.

Que derriben tambin imperios de una noche,
monarquas de un beso,
no significa nada;
que derriben los ojos, que derriben las manos como estatuas
vacas.

Mas este amor cerrado por ver slo su forma,
su forma entre las brumas escarlata,
quiere imponer la vida, como otoo ascendiendo tantas
hojas
hacia el ltimo cielo,
donde estrellas
sus labios dan otras estrellas,
donde mis ojos, estos ojos,
se despiertan en otro.

UNOS CUERPOS SON COMO FLORES

Unos cuerpos son como flores,
otros como puales,
otros como cintas de agua;
pero todos, temprano o tarde,
sern quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un
hombre.

Pero el hombre se agita en todas direcciones,
suea con libertades, compite con el viento,
hasta que un da la quemadura se borra,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie.

Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos,
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambicin o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega.

TE QUIERO

Te quiero.

Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como rgano impetuoso;

Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonre en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
frentes melanclicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegra,
con el hasto, con las terribles palabras.

Pero as no me basta:
ms all de la vida,
quiero decrtelo con la muerte;
ms all del amor,
quiero decrtelo con el olvido.

DIR CMO NACISTEIS

Dir cmo nacisteis, placeres prohibidos,
Como nace un deseo sobre torres de espanto,
Amenazadores barrotes, hiel descolorida,
Noche petrificada a fuerza de puos,
Ante todos, incluso el ms rebelde,
Apto solamente en la vida sin muros.

Corazas infranqueables, lanzas o puales,
Todo es bueno si deforma un cuerpo;
Tu deseo es beber esas hojas lascivas
O dormir en esa agua acariciadora.
No importa;
Ya declaran tu espritu impuro.

No importa la pureza, los dones que un destino
Levant hacia las aves con manos imperecederas;
No importa la juventud, sueo ms que hombre,
La sonrisa tan noble, playa de seda bajo la tempestad
De un rgimen cado.

Placeres prohibidos, planetas terrenales,
Miembros de mrmol con sabor de esto,
Jugo de esponjas abandonadas por el mar,
Flores de hierro, resonantes como el pecho de un hombre.

Soledades altivas, coronas derribadas,
Libertades memorables, manto de juventudes;
Quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua,
Es vil como un rey, como sombra de rey
Arrastrndose a los pies de la tierra
Para conseguir un trozo de vida.

No saba los lmites impuestos,
Lmites de metal o papel,
Ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta,
Adonde no llegan realidades vacas,
Leyes hediondas, cdigos, ratas de paisajes derruidos.

Extender entonces una mano
Es hallar una montaa que prohbe,
Un bosque impenetrable que niega,
Un mar que traga adolescentes rebeldes.

Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte,
vidos dientes sin carne todava,
Amenazan abriendo sus torrentes,
De otro lado vosotros, placeres prohibidos,
Bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita,
Tendis en una mano el misterio.
Sabor que ninguna amargura corrompe,
Cielos, cielos relampagueantes que aniquilan.

Abajo, estatuas annimas,
Sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla;
Una chispa de aquellos placeres
Brilla en la hora vengativa.
Su fulgor puede destruir vuestro mundo.

TODO ESTO POR AMOR

Derriban gigantes de los bosques para hacer un durmiente,
derriban los instintos como flores,
deseos como estrellas
para hacer slo un hombre con su estigma de hombre.

Que derriben tambin imperios de una noche,
monarquas de un beso,
no significa nada;
que derriben los ojos, que derriben las manos como estatuas
vacas.

Mas este amor cerrado por ver slo su forma,
su forma entre las brumas escarlata,
quiere imponer la vida, como otoo ascendiendo tantas
hojas
hacia el ltimo cielo,
donde estrellas
sus labios dan otras estrellas,
donde mis ojos, estos ojos,
se despiertan en otro.

CMO LLENARTE, SOLEDAD

Cmo llenarte, soledad,
sino contigo misma...

De nio, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ngulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, tambin libres y fieles,
a semejanza ma,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perd luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombra o en el sol evidente
quera una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afn
cmo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoo desbordado
la luz de aquellos das en ti misma entrevistos,
te negu por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de silln y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
tiles solamente para el elegante saln susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manch con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, t, soledad tan ma,
y t me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcn miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, an cuando no los vea;
y as, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolucin ardiente
o rendidas y dciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

T, verdad solitaria,
transparente pasin, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
qu son sino t misma?

Por ti, mi soledad, los busqu un da;
en ti, mi soledad, los amo ahora.