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Primeros pobladores de Mendoza Según múltiples testimonios arqueológicos, el actual territorio mendocino fue poblado tempranamente. Al parecer, en el Holoceno hicieron su aparición los cazadores y recolectores. En el valle de Atuel, con una datación del 300 a.C., aparecen los primeros habitantes que complementan la caza y la recolección con una agricultura incipiente, basada en el cultivo de maíz, zapallo y porotos. Estos pobladores, que practicaban cultos y entierros ceremoniales, también dominaban la cestería y confeccionaban una alfarería rústica. Las verdaderas culturas agroalfareras irrumpieron más tarde. La llamada «cultura de Agrelo» se hace presente en el valle de Atuel, en la zona intermedia de oasis de piedemonte comprendidos entre los ríos Mendoza y Tupungato. Probablemente sean éstos los antecesores de los huarpes, agricultores con los cuales entraron en contacto los españoles a su llegada a la región. Según parece, el río Diamante fue la frontera meridional de los agricultores que, al finalizar el siglo XV, recibieron la influencia del imperio inca. La tradición oral establece que alrededor de 1470 se produjo el ingreso del inca Tupac Yupanqui en Coquimbo. Esta datación está avalada por diversos testimonios arqueológicos, como restos de caminos, tambos y una probable colonia de mitimaes en Uspallata. Los huarpes ocupaban el actual territorio de Mendoza, San Juan y San Luis, y compartían una misma lengua, en la cual es posible distinguir tres dialectos: el huarpe millcayac, predominante en el área de Mendoza; el huarpe allentiac, en la de San Juan; y el puntano, en la de San Luis. Entre los ríos Diamante y Barrancas se encontraban los puelches, recolectores del algarrobo y también cazadores. Estaban emparentados con los pehuenches, que se extendían más hacia el sur, pero a través de los pasos cordilleranos mantenían estrechas relaciones con los araucanos trasandinos, cuya lengua adoptaron. Las extensas lagunas de Guanacache, ricas en pesca, fueron asiento de los laguneros, hábiles constructires de embarcaciones de totora, semejantes a las que aún hoy se ven en el lago Titicaca. Los conquistadores Los primeros españoles que ingresaron en el actual territorio mendocino lo hicieron a las órdenes de Francisco de Villagra, quien descendió desde el Perú por la ruta del Tucumán. Su objetivo era sumarse a Pedro de Valdivia en Chile, pero, al encontrar los pasos cordilleranos cerrados por la nieve, acampó en 1551 en Huentota, con 185 hombres y 500 caballos. Allí trabó relación con los huarpes y reconoció el territorio hasta el río Diamante. Enterado Valdivia de la buena voluntad de los indios huarpes, comenzó a conceder encomiendas a este lado de la cordillera de los Andes. Sin embargo, el primer asentamiento poblacional hispánico se demoró hasta

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Primeros pobladores de Mendoza

Según múltiples testimonios arqueológicos, el actual territorio mendocino fue poblado tempranamente. Al parecer, en el Holoceno hicieron su aparición los cazadores y recolectores. En el valle de Atuel, con una datación del 300 a.C., aparecen los primeros habitantes que complementan la caza y la recolección con una agricultura incipiente, basada en el cultivo de maíz, zapallo y porotos. Estos pobladores, que practicaban cultos y entierros ceremoniales, también dominaban la cestería y confeccionaban una alfarería rústica. Las verdaderas culturas agroalfareras irrumpieron más tarde. La llamada «cultura de Agrelo» se hace presente en el valle de Atuel, en la zona intermedia de oasis de piedemonte comprendidos entre los ríos Mendoza y Tupungato. Probablemente sean éstos los antecesores de los huarpes, agricultores con los cuales entraron en contacto los españoles a su llegada a la región.

Según parece, el río Diamante fue la frontera meridional de los agricultores que, al finalizar el siglo XV, recibieron la influencia del imperio inca. La tradición oral establece que alrededor de 1470 se produjo el ingreso del inca Tupac Yupanqui en Coquimbo. Esta datación está avalada por diversos testimonios arqueológicos, como restos de caminos, tambos y una probable colonia de mitimaes en Uspallata. Los huarpes ocupaban el actual territorio de Mendoza, San Juan y San Luis, y compartían una misma lengua, en la cual es posible distinguir tres dialectos: el huarpe millcayac, predominante en el área de Mendoza; el huarpe allentiac, en la de San Juan; y el puntano, en la de San Luis.

Entre los ríos Diamante y Barrancas se encontraban los puelches, recolectores del algarrobo y también cazadores. Estaban emparentados con los pehuenches, que se extendían más hacia el sur, pero a través de los pasos cordilleranos mantenían estrechas relaciones con los araucanos trasandinos, cuya lengua adoptaron. Las extensas lagunas de Guanacache, ricas en pesca, fueron asiento de los laguneros, hábiles constructires de embarcaciones de totora, semejantes a las que aún hoy se ven en el lago Titicaca.

Los conquistadores

Los primeros españoles que ingresaron en el actual territorio mendocino lo hicieron a las órdenes de Francisco de Villagra, quien descendió desde el Perú por la ruta del Tucumán. Su objetivo era sumarse a Pedro de Valdivia en Chile, pero, al encontrar los pasos cordilleranos cerrados por la nieve, acampó en 1551 en Huentota, con 185 hombres y 500 caballos. Allí trabó relación con los huarpes y reconoció el territorio hasta el río Diamante. Enterado Valdivia de la buena voluntad de los indios huarpes, comenzó a conceder encomiendas a este lado de la cordillera de los Andes.

Sin embargo, el primer asentamiento poblacional hispánico se demoró hasta 1561, cuando el capitán Pedro del Castillo, comisionado por García Hurtado de Mendoza y Manrique, fundó «en tierras de los Guarpes» la ciudad que, con el tiempo, se convertiría en la capital mendocina. Inicialmente la habitaron 47 vecinos, 30 de los cuales eran encomenderos, encargados de unos 2500 indios encomendados.

La ciudad, emplazada en el valle de Guentala, fue bautizada con el nombre de Mendoza Nuevo Valle de Rioja. Tiempo después, Juan Jufré, hombre que respondía a los intereses de Villagra, trasladó la ciudad «a un tiro de arcabuz» hacia el suroeste y radicó en ella a 39 vecinos, veinte de los cuales habían pertenecido a la primitiva ciudad. El territorio, como el resto de Cuyo, quedó incluido dentro de la jurisdicción de la Capitanía General de Chile.

En 1776, cuando se creó el Virreinato del Río de la Plata, Cuyo pasó a formar parte de la nueva estructura política, y la cordillera andina, que hasta ese momento había sido un obstáculo natural salvable, adquirió el carácter de frontera política. El 5 de agosto de 1783, a instancias del virrey Vértiz, Cuyo se integró a la Intendencia de Córdoba del Tucumán, con sede en Córdoba.

Fuente: Elaborado por la Profesora Isabel Viera sobre libro de “Una ciudad de Barro”