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CAPÍTULO 6 PROCESO DE TRABAJO Y SALUD Vicente Navarro López Catedrático de Políticas Públicas y Sociales de la Universidat Pompeu Fabra. Barcelona Profesor de Política y Economía Sanitaria Johns Hopkins University. USA «La concepción materialista de la historia parte de la premisa de que la producción y, después de la producción, el intercambio de los objetos producidos, son la base de toda estructura social; de que en toda sociedad que ha aparecido en la historia, la manera en que está distribuida la riqueza y la manera en que la sociedad está dividida en clases u órdenes, depende de lo que se produce, cómo se produce y cómo se intercambian los productos.» F. ENGELS, Anti-Dühring, 1877-1878 PROCESO DE TRABAJO Y SALUD Introducción: Trabajo y salud Un importante acontecimiento que ha tenido lugar en el mundo capitalista occidental durante la última década ha sido el redescubrimiento de la relación entre trabajo y salud. La interpretación teórica de esa relación ha variado considerablemente, dependiendo en buena medida de cómo se concibe el trabajo. La mayoría de los autores conciben el trabajo como un problema medioambiental. El trabajo expone a cada trabajador individual a agentes físicos, químicos y psicológicos que pueden hacerle enfermar o tener accidentes. La estrategia de intervención que se deriva de esta concepción del trabajo consiste en reducir la frecuencia de la exposición de los trabajadores a estos agentes patógenos. Aunque no debemos minimizar la enorme importancia de esta tarea, la teoría y la práctica que derivan de esa concepción del trabajo reproducen la dicotomía individuo/medio ambiente, que obstaculiza seriamente la comprensión de aquellas relaciones sociales que determinan tanto al trabajador individual como al medio ambiente (Navarro V., 1980). Otra conceptualización del trabajo lo considera una fuente de recursos -por ejemplo, de ingresos-, que permite al trabajador satisfacer sus necesidades y expectativas. Este punto de vista ha sido el más difundido dentro de la tradición weberiana, que es la tradición dominante en la sociología anglosajona. Esta tradición concibe al trabajador, ante todo, como asalariado o consumidor, con atributos específicos como los ingresos, la educación, el estatus, etc., todos los cuales se definen en las esferas del intercambio, la distribución y el consumo, más que el mundo de la producción. El trabajo como actividad y como relación social no aparece en ese esquema teórico. Se define a los ciudadanos como consumidores más que como trabajadores. Esto explica la gran abundancia de estudios destinados a entender la salud de la gente a partir del análisis de su dieta, su forma de consumo, sus niveles de

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Vicente Navarro

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CAPÍTULO 6

PROCESO DE TRABAJO Y SALUD

Vicente Navarro LópezCatedrático de Políticas Públicas y Socialesde la Universidat Pompeu Fabra. Barcelona

Profesor de Política y Economía SanitariaJohns Hopkins University. USA

«La concepción materialista de la historia parte de la premisa de que la producción y, después de la producción, el intercambio de los objetos producidos, son la base de toda estructura social; de que en toda sociedad que ha aparecido en la historia, la manera en que está distribuida la riqueza y la manera en que la sociedad está dividida en clases u órdenes, depende de lo que se produce, cómo se produce y cómo se intercambian los productos.»

F. ENGELS, Anti-Dühring, 1877-1878

PROCESO DE TRABAJO Y SALUD Introducción: Trabajo y salud Un importante acontecimiento que ha tenido lugar en el mundo capitalista occidental durante la última década ha sido el redescubrimiento de la relación entre trabajo y salud. La interpretación teórica de esa relación ha variado considerablemente, dependiendo en buena medida de cómo se concibe el trabajo. La mayoría de los autores conciben el trabajo como un problema medioambiental. El trabajo expone a cada trabajador individual a agentes físicos, químicos y psicológicos que pueden hacerle enfermar o tener accidentes. La estrategia de intervención que se deriva de esta concepción del trabajo consiste en reducir la frecuencia de la exposición de los trabajadores a estos agentes patógenos. Aunque no debemos minimizar la enorme importancia de esta tarea, la teoría y la práctica que derivan de esa concepción del trabajo reproducen la dicotomía individuo/medio ambiente, que obstaculiza seriamente la comprensión de aquellas relaciones sociales que determinan tanto al trabajador individual como al medio ambiente (Navarro V., 1980).

Otra conceptualización del trabajo lo considera una fuente de recursos -por ejemplo, de ingresos-, que permite al trabajador satisfacer sus necesidades y expectativas. Este punto de vista ha sido el más difundido dentro de la tradición weberiana, que es la tradición dominante en la sociología anglosajona. Esta tradición concibe al trabajador, ante todo, como asalariado o consumidor, con atributos específicos como los ingresos, la educación, el estatus, etc., todos los cuales se definen en las esferas del intercambio, la distribución y el consumo, más que el mundo de la producción. El trabajo como actividad y como relación social no aparece en ese esquema teórico. Se define a los ciudadanos como consumidores más que como trabajadores. Esto explica la gran abundancia de estudios destinados a entender la salud de la gente a partir del análisis de su dieta, su forma de consumo, sus niveles de

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expectativas, sus estilos de vida, su utilización de los servicios sanitarios, sus patrones residenciales, etc. Un ejemplo de ello es el examen, supuestamente global, de las intervenciones preventivas en salud mental, publicado en Estados Unidos por un conocido experto, en salud mental (Eisemberg L., 1981).

A partir de éste y otro tipo de estudios, casi parecería que el pueblo de Estados Unidos no trabaja, ya que el trabajo ni siquiera se menciona como determinante de la salud y la enfermedad. De manera similar, el Cuestionario sobre Riesgos para la Salud, ampliamente utilizado y distribuido por el Centro para el Control de las Enfermedades, de Estados Unidos, y que tiene por objeto recoger datos sobre riesgos individuales, reúne en efecto una información muy detallada sobre la caracterización individual de los ciudadanos norteamericanos. Se plantean a cada individuo todo tipo de cuestiones acerca de la dieta, sus hábitos de fumador, su conducta como bebedor, etc., pero no se le hace ninguna pregunta sobre su ocupación o tipo de trabajo.

Esta desviación ideológica de la sociedad de consumo se refleja también en los programas de estudio de la mayoría de las escuelas profesionales de medicina y salud pública. Entre más de 100 escuelas de medicina, sólo 12 incluyen la salud laboral en sus programas y, entre estas 12, el tiempo total que se dedica a la materia es extremadamente reducido (Mazzochi A, 1977).

Una de las consecuencias de concebir a los individuos como receptores de un salario o consumidores, más que como trabajadores, es que la consiguiente estrategia de intervención social se centra principalmente en la compensación monetaria por los daños causados. La salud se vende y la enfermedad y la muerte se indemnizan.

Contra estas dos tradiciones, disponemos de los interesantísimos trabajos de Eyer y Sterling (1977), en los que se considera a la salud y la enfermedad como determinadas por la organización social de la sociedad que, a través del estrés, provoca la muerte y la enfermedad. El trabajo aparece, dentro de ese todo social, como uno más entre los agentes que producen estrés en un «estresado», complejo definido como «capitalismo avanzado». El gran mérito del trabajo de Eyer y Sterling ha sido romper con las obsoletas tradiciones weberianas y contemplar las cosas globalmente. Según la concepción hegeliana, la verdad se define como el todo. Sin embargo, en esta visión totalizadora el capitalismo avanzado podría llegar a ser equivalente a la «industrialización» o el «progreso». Esta visión indiferenciada de la naturaleza del capitalismo avanzado, al no dar una

explicación de cómo los distintos elementos de esta totalidad se reproducen, se relacionan entre sí y afectan al binomio salud-enfermedad de los diferentes grupos sociales, merma el valor de este trabajo, por lo demás, excelente. El mérito de Eyer y Sterling es que han sabido reconocer una tendencia real. Su debilidad es que no han sabido identificar sus orígenes estructurales. Al no tocar el tema de cómo se estructura y reproduce el capitalismo avanzado, también quedan limitados sus sugerencias de cambio, que consisten, por ejemplo, en la «relajación individual» y la «vida en comunidad».

La sociedad no es una suma de agentes estresantes en la que los diferentes ámbitos de la vida cotidiana -el trabajo, el consumo y el intercambio se juntan para formar un todo. Dentro de la totalidad social hay ciertas actividades que determinan como se relacionan entre sí de los demás aspectos. La producción determina la naturaleza del consumo y del intercambio. Laurell (1979), por ejemplo, considera el trabajo, a la vez, como el principal organizador de toda vida social y como una expresión concreta de las contradicciones sociales:

Por lo menos en la sociedad capitalista, en la cual

predomina la parte productiva del proceso productor-reproductor de la vida social, parece posible argüir que las exigencias del proceso de trabajo organizan toda la vida social. En ciertas situaciones esto se presenta de forma muy clara, y desaparece la separación ideológicamente impuesta entre el mundo del trabajo y el mundo del consumo. Por ejemplo, las casas para obreros, construidas en torno a la fábrica en algunos lugares, muestran de qué manera el espacio social se organiza sobre la base de las necesidades del centro de trabajo: en la escuela, que lleva el nombre del patrón, se educa a los niños para convertidos en trabajadores; en el patio de recreo, los niños aprenden qué tipo de ocio es bueno, y el agudo silbato que señala la entrada de cada turno de trabajadores impone el ritmo de la fábrica sobre sus alrededores. La producción ocupa un lugar clave en la

reprodución de la sociedad y sus fenómenos sociales, incluida la salud. La conciencia de esta realidad conduce a intervenciones estratégicas específicas. Como ha dicho Palloix (1980):

Transformar el mundo, es decir, transformar el

modo de producción, a través de la lucha de clases, es cambiar entre otros momentos, el modo de organización de la producción y el proceso de trabajo. De otra manera, todo proceso de cambio puede ser en vano, porque en el modo de organización de la producción y del proceso de trabajo encontramos las raíces de la división de las clases sociales, de la lucha de clases, y el lugar en que el capitalismo se reproduce y renace.

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Contra la pretensión de Foucault y los «nuevos filósofos» de que el poder se encuentra en una posición externa respecto de otros tipos de relaciones, es decir, de los procesos económicos», lo cierto es lo contrario: la producción -lo que Foucault (1977) llama el espacio económico- es el área más importante de reproducción del poder 1.

Esto no significa que todo poder se reproduce en el ámbito de la producción, que todas las relaciones sean relaciones de clase, ni que todo en la sociedad se explique por lo que ocurre en el trabajo. Lejos de ello, lo que sucede en otros ámbitos -el intercambio y el consumo- y en otros niveles -el ideológico y el político- tiene su propia autonomía. Pero la producción es lo determinante, lo que caracteriza a la formación social. De ahí que no se hable de «modo capitalista de producción, intercambio, consumo y distribución», sino simplemente del «modo de producción capitalista».

A partir de esta concepción, pienso que para entender la relación entre la salud y la sociedad tenemos que empezar por entender la relación entre la salud y las fuerzas y relaciones de producción. Dentro de este último, tema un punto clave es la relación entre la salud, el trabajo y las relaciones en el lugar de trabajo 2.

Los elementos del proceso del trabajo y la salud

La base de cualquier sociedad es lo que se produce, cómo se produce y cómo se distribuye. Toda producción se caracteriza por dos elementos inseparables: el proceso de trabajo -que es cualquier proceso de transformación de un objeto dado, sea éste natural o ya elaborado, en un producto determinado; transformación efectuada por una actividad humana definida, con instrumentos de trabajo definidos- y las relaciones de producción -que son las formas históricas concretas en que se realiza el proceso de trabajo-.

En cada proceso de trabajo (gráficamente representado en la Figura 6.1), encontramos los siguientes elementos: Objeto Transformación Producto Actividad humana Instrumento

Objetos de trabajo

Son los objetos sobre los cuales se realiza un trabajo. En la producción de bienes materiales, puede

haber dos tipos de objetos: 1) materias primas y 2) materiales primarios3. Materia prima es una sustancia que proviene directamente de la naturaleza y la principal tarea del trabajo consiste en extraerla o sacarla de su forma natural. Ejemplo de esto son los minerales que se extraen de las minas o los árboles de los bosques. Un material primario es una sustancia que ya ha sufrido alguna modificación como resultado del trabajo. Constituye un ejemplo el mineral de hierro refinado.

Los materiales primarios pueden ser el elemento principal de un producto o pueden intervenir como materiales primarios auxiliares. Pueden: a) ser absorbidos por los propios instrumentos de trabajo como, por ejemplo, el aceite para las ruedas; b) ser incorporados al material primario principal para producir en él una transformación como, por ejemplo, el tinte en el cuero o la lana, o c) servir simplemente para la ejecución del trabajo, como es el caso de los materiales destinados a iluminar o calentar los lugares donde éste se realiza.

En las industrias modernas, como la industria química, la distinción entre materiales primarios principales y auxiliares se borra, ya que en el producto final no aparece ninguno de estos materiales primarios. En muchas ocasiones es imposible separar e identificar los diferentes materiales primarios.

El estudio del objeto de trabajo debe tener en cuenta sus propiedades físicas, químicas y biológicas, ya que pueden constituir un grave riesgo para la salud. Materias primas como el mineral de hierro, o materiales primarios como las miles de sustancias químicas que se emplean en la industria, pueden afectar a la salud de los productores.

Los medios de trabajo

Hay medios de trabajo en sentido estricto y en

1 Para una crítica de M, Foucault, véase Navarro. V.: «Foucault’sconcept of power», Critical Sociology, 32 (3), 1993. 2 Para ver un ejemplo que analiza salud y trabajo tomando laproducción como punto de referencia, véase Work and Health.American Public Health Association, Report 23,1992

3 En la producción de servicios, el objeto sobre el cual se realizael trabajo también puede ser el consumidor del producto o delos servicios. Por ejemplo, el estudiante o el paciente, que sonobjeto del trabajo del maestro o el médico, son a la vez losconsumidores de sus servicios. Para una interesante discusiónsobre las diferencias entre la producción de bienes materiales yla producción de servicios humanos, véase G. Stevenson,«Social Relations of Production and Consumption in theHuman Services Ocupations», International Journal of HealthServices, 1978: 8(3): 453.

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sentido amplio. Los medios de trabajo en sentido estricto son los instrumentos o herramientas que el trabajador utiliza en su trabajo y que interpone directamente entre sí y los objetos de trabajo. Sirven como intermediarios entre el trabajador y el objeto de trabajo. Ejemplos de ello son la pala mecánica del minero, la máquina de coser del sastre, la máquina de escribir de la mecanógrafa, etc. Los medios de trabajo en sentido amplio incluyen, además de los medios de trabajo en sentido estricto, todas las condiciones materiales que, sin intervenir directamente en el proceso de transformación, son indispensables para su realización. Sin ellos el trabajo no se puede llevar a cabo. Ejemplos de ello son las fábricas, la tierra, etc.

Los medios de trabajo se pueden analizar en términos de su sofisticación técnica o como expresión de relaciones sociales específicas. Desde el primer punto de vista, el objeto de estudio incluye el esfuerzo físico necesario para ejecutar el trabajo, la interacción entre los trabajadores, o entre ellos y los objetos y medios de trabajo, y el grado de control que tienen dichos trabajadores sobre dichos medios y sobre el proceso de trabajo. Cada uno de estos diferentes elementos del proceso de trabajo son expresiones de las relaciones sociales que los han creado. Por ejemplo, los instrumentos de trabajo creados bajo el capitalismo industrial imponen al trabajador una manera específica de trabajar. Los instrumentos de trabajo, como las máquinas, dictan el ritmo de trabajo y limitan la toma de decisiones de los trabajadores. Ambas cosas aumentan, bajo ciertas condiciones, el riesgo de accidentes inherentes no al trabajador sino al instrumento de trabajo (Sass R., Crook S., 1981).

Ninguna producción de bienes materiales se puede llevar a cabo sin que participen en ella los objetos de trabajo y los medios de trabajo. De ahí que se llame a estos elementos medios de producción. Los medios de producción están constituidos, pues, por los objetos de trabajo y los medios de trabajo en el sentido más amplio (véase Figura 6.2).

La fuerza de trabajo

La actividad humana que interviene en el proceso de producción se llama comúnmente mano de obra o trabajo. Este trabajo, que se expresa en una cierta cantidad de productos, implica el gasto de cierta cantidad de energía humana. Esta energía humana que se gasta en el proceso de trabajo se llama fuerza de trabajo. La fuerza de trabajo y el trabajo son, sin embargo, conceptos diferentes y es de suma

Figura 6.2. Elementos del proceso de trabajo.

importancia distinguirlos. Cada uno hace referencia a realidades diferentes. Por ejemplo, una máquina realiza una determinada cantidad de trabajo en cierto número de horas (enlatando cierta cantidad de verduras) y para alcanzar esta finalidad utiliza cierta cantidad de electricidad. De un modo similar, el trabajador de una fábrica de espaguetis empaca, en ocho horas diarias de trabajo, una determinada cantidad de kilos de esta pasta y, para ello, gasta cierta cantidad de energía humana. Por tanto, la energía humana o fuerza de trabajo es radicalmente diferente al trabajo realizado, que sólo es la expresión o el rendimiento de dicha fuerza de trabajo.

Debido a que confunde ambos conceptos, la economía clásica era y es incapaz de descubrir el origen de la explotación capitalista, es decir, de la creación del valor. La economía clásica sostenía que el salario es el precio del trabajo realizado por el trabajador. En el lenguaje popular se dice «el salario de un día por el trabajo de un día». Si tal fuera el caso, sin embargo, la manera de calcular cuánto habría que pagarle a cada trabajador consistiría en calcular el precio del trabajo que hace (el precio de los zapatos multiplicado por el número de zapatos producidos, por ejemplo) y entregarle esa cantidad, ya que ése sería el precio de su trabajo. Los capitalistas, desde luego, no pagan a los trabajadores de esa manera. El capitalismo desaparecería si tal fuera la forma de retribuir a los trabajadores. En realidad tampoco la economía clásica calcula de esa manera el precio del trabajo, sino que calcula el precio de los objetos y servicios que el trabajador necesita consumir para restaurar su fuerza de trabajo. Los costes de reproducción de esa fuerza de trabajo están histórica y políticamente determinados. Dependen de la fuerza de la clase trabajadora en el proceso de la lucha de clases. Pero es necesario

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repetir que los trabajadores siempre producen más de lo que consumen. En otras palabras, los capitalistas necesitan que el coste de reproducción de la fuerza de trabajo -salarios individuales y sociales- sea inferior al precio de los productos que el trabajador ha producido. La plusvalía es el valor que el trabajador produce además y por encima del valor de su fuerza de trabajo. El grado de explotación se mide por esa plusvalía o trabajo no pagado. Por ejemplo, en 1977, 197000 trabajadores produjeron carbón bituminoso y lignito. Estos trabajadores añadieron al carbón 10900 millones de dólares de valor en el proceso de extraerlo de las minas, pero se les pagaron solamente 3200 millones. Esto significa que el trabajador medio ganaba 16200 dólares, pero el empresario de la mina, la compañía matriz del empresario y sus bancos recibieron 39000. Al trabajador se le permitía conservar (hasta que los impuestos federales y estatales recaudaran otra parte de sus ingresos) sólo 29 centavos de cada dólar producido.

Existen dos formas diferentes de aumentar la plusvalía, que corresponden a dos formas distintas de apropiarse de la fuerza de trabajo. Cada una, a su vez, implica distintas formas de agotar al trabajador y expropiarle la salud. Una consiste en aumentar la duración de la jornada de trabajo. Si un trabajador, que produce en cuatro horas el valor equivalente al valor de su fuerza de trabajo, trabaja cuatro horas más, produce una plusvalía del 100 %. Pero si el capitalista logra alargar la jornada a doce horas, el trabajador duplica el valor producido y la tasa de explotación aumenta a un 200 %. Este aumento de valor añadido, conseguido mediante una prolongación de la jornada, se llama el plusvalor absoluto. Esa prolongación de la jornada tiene, sin embargo, límites biológicos, ya que el trabajador, bajo este régimen, de trabajo se agota rápidamente. Como escribía Marx, «cuando la producción capitalista prolonga la jornada, acorta la vida de los trabajadores» 4. El otro límite a la prolongación de la jornada es de orden político: está fijado por las conquistas de la clase obrera sobre la reducción de la misma.

La extracción de plusvalor absoluto generalmente se da en procesos de trabajo con escaso desarrollo de las fuerzas de producción (como los procesos con baja tecnología, la elemental organización del trabajo o la escasa especialización de la mano de obra). En estas situaciones, existe un gran esfuerzo

físico, un tiempo de descanso insuficiente y altos costes calóricos. Un ejemplo de este proceso de trabajo es la producción de productos agrícolas en algunos países capitalistas subdesarrollados. En estos casos, con bajos niveles de desarrollo de las fuerzas productivas, los salarios son el determinante más importante de la cantidad de beneficios obtenidos. En consecuencia, el capitalista procura combinar una prolongación de la jornada con una reducción de los salarios, con el consiguiente bajo consumo del trabajador y su familia. Esta situación conduce al modelo de «exceso de trabajo/falta de consumo» que tipifica las condiciones de los trabajadores en los procesos de trabajo con bajo nivel de desarrollo de las fuerzas de producción (Laurell A. C., 1979).

La presión de la población trabajadora limita cada vez más, sin embargo, la capacidad de los capitalistas y empresarios para prolongar la jornada de trabajo. En consecuencia, el capital se ve forzado a acrecentar la extracción de plusvalía, ya sea aumentando la intensidad del trabajo (es decir, forzando al trabajador a trabajar más rápido) o introduciendo cambios en los medios de trabajo (instrumentos), en la organización del trabajo, en la especialización del trabajador o en los tres factores. En todos estos casos hay una extracción de plusvalor que Marx llamó plusvalor relativo, y ésta es la forma predominante de apropiación de valor en el capitalismo avanzado. Esto tiene muchas consecuencias sobre la salud de los trabajadores; la intensificación del trabajo y la introducción de nuevas formas de organización suscitan problemas de fatiga y estrés, mientras introducción de nuevos medios de producción (objetos y medios de trabajo) puede dar lugar a que el trabajador se vea expuesto a riesgos de accidentes o a nuevos materiales tóxicos.

En resumen, podemos hablar de una tasa de expropiación absoluta de la salud, relacionada con la tasa absoluta de explotación de la fuerza de trabajo en los países capitalistas subdesarrollados, y de una tasa de expropiación relativa de la salud, relacionada con la tasa relativa de explotación de la fuerza de trabajo en los países capitalistas desarrollados. Estas dos formas de explotación del trabajo y de expropiación de la salud dan como resultado diferentes tipos de mortalidad y morbilidad. La Figura 6.3 sintetiza las relaciones entre los elementos del proceso de trabajo y la salud.

Los cambios en el proceso de trabajo

En la sección anterior me referí a los elementos del proceso de trabajo -objeto, medios de trabajo, fuerza

4 Ibid., vol. 1, p. 207 (25; 152). También, para un interesanteexamen de la plusvalía absoluta y relativa, véase «LaborMobility and Production of Value», en J. P. de Gaudemar,Movilidad del trabajo y acumulación de capital. Ediciones Era,México, 1979, p. 147. .

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Figura 6.3. Estudio del proceso de trabajo y la salud.

de trabajo y producto- y a su valor analítico para explicar la relación entre trabajo y salud en el trabajador. En esta sección examinaré la evolución histórica de ese proceso de trabajo y sus consecuencias sobre la salud.

En la pequeña producción de mercancías, el trabajador era propietario del objeto y los medios de trabajo, y controlaba el proceso de trabajo. El artesano y el pequeño agricultor producían su trabajo aisladamente. Decidían cuándo, cómo y dónde trabajar. Había una unidad entre el trabajador y los medios de trabajo. Más tarde, varios artesanos vendían su fuerza de trabajo a un capitalista que era propietario de los objetos de trabajo y de algunos de los medios de trabajo, como los edificios en los que se llevaba a cabo el mismo. Así empezó la manufactura. Cada trabajador realizaba el mismo trabajo que había realizado antes como artesano, pero lo hacía ahora en colaboración con otros trabajadores. En este estadio, el trabajador todavía controlaba sus instrumentos de trabajo y tenía su propia capacitación. Había perdido el control sobre dónde trabajar (ahora trabajaba en fábricas, con

otros trabajadores) y sobre cuándo trabajar (tenía que seguir la jornada de trabajo fijada por el capitalista para todos los trabajadores), Pero todavía tenía control sobre cómo hacer su trabajo. Muy pronto, sin embargo, este tipo de cooperación simple, bajo la cual todos los trabajadores realizaban las mismas o similares tareas, fue sustituido por una forma compleja de cooperación, establecida sobre la base de una división técnica del trabajo. Por ejemplo, en el proceso de labrar la tierra, unos hacían los surcos, otros plantaban las semillas, etc. Así la división técnica del trabajo nació con las manufacturas. Los trabajadores se especializaban en tareas distintas, que iban adoptando cada vez un carácter más parcial y más limitado.

El trabajo se caracterizaba en este tipo de producción por ser: a) trabajo manual, que dependía en un alto grado de la capacidad con que el trabajador manejaba sus herramientas de trabajo, o bien b) trabajo parcelario, es decir, que cada trabajador se especializaba en una tarea muy específica y sólo la suma de esas tareas llegaba a constituir el producto total. La división técnica del

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trabajo en la que cada trabajador realizaba una tarea especializada requería una coordinación, organización y dirección, cometidos que llevaban a cabo los trabajadores indirectos. Estos trabajadores indirectos, junto con los trabajadores directos o trabajadores que estaban en contacto directo con los objetos y los instrumentos de trabajo, constituían el trabajo colectivo. La división técnica del trabajo estaba determinada por la necesidad de aumentar la plusvalía, lo cual requería un control sobre la fuerza de trabajo. Así, los trabajadores indirectos no sólo tenían una función coordinadora y directora sino también una función de control sobre los trabajadores directos. Esta función se llama función global del capital. La coordinación, la supervisión y la dirección son las vías por las que se ejerce ese control sobre los trabajadores. Un enorme impedimento para el capitalista que quería mantener un completo control sobre el trabajador era que, en la manufactura, el trabajador todavía tenía el control sobre sus capacidades e instrumentos de trabajo. Todavía existía una unidad entre el trabajador parcelario y los instrumentos de trabajo.

La introducción de la maquinaria, con la industria a gran escala, rompió la unidad entre las herramientas de trabajo y el trabajador y estableció una nueva unidad entre las herramientas (máquinas) y el capitalista. A partir de entonces ya no era el trabajador quien dirigía a la herramienta sino que la herramienta dirigía al trabajador. Esta situación transformó completamente la relación del trabajador con los medios de trabajo. La introducción de la máquina también permitió al capitalista aumentar la intensidad del trabajo (taylorismo) y sustituir el trabajo manual por el trabajo mecánico o muerto. A partir de entonces, el capitalista de la industria a gran escala no sólo tenía la propiedad (categoría jurídica) de los medios de producción, sino también el poder real y el control (definido por Balibar, 1970, como posesión) sobre el proceso de trabajo. Podía hacer trabajar al trabajador como mejor le pareciera. Controlaba tanto los medios de producción como el proceso de trabajo.

En los inicios de la industria a gran escala, el capitalista dividió el proceso de trabajo y simplificó sus tareas, lo que permitió que personas no calificadas, como los niños y las mujeres, pudieran realizarlas; ellos constituyen la mayoría de los trabajadores directos durante la revolución industrial. Como decía Marx, «el trabajo de las mujeres y los niños fue el primer signo de la aplicación capitalista de la maquinaria». La clase capitalista también empleó a su servicio la ciencia y la tecnología, lo cual le permitió producir máquinas cada vez más sofisticadas, que disminuían a su vez

las exigencias intelectuales sobre el trabajador y su capacidad de controlar la máquina. La calificación y el control fueron trasladados del trabajador a la máquina, lo que permitió contratar mano de obra muy barata y poco calificada. En consecuencia, los capitalistas de los inicios de la industria a gran escala contrataban mujeres y niños no capacitados y trabajadores campesinos migratorios en lugar de artesanos adultos calificados. Además, dado que la productividad del trabajo aumentaba sustancialmente, se requerían menos trabajadores que antes, lo que generaba masas de parados: un ejército en reserva siempre presente, cuya utilidad para diluir la militancia obrera y disciplinar a los obreros fue (y es todavía) enorme.

Bajo tales condiciones, la tasa de explotación del trabajo aumentó: no sólo la tasa relativa de explotación, sino también la absoluta. Engels describe vívidamente las terribles condiciones de vida que trajo consigo la revolución industrial: las fábricas repletas de obreros (muchos de ellos mujeres y niños) que trabajaban diecisiete o más horas al día. En Francia, por ejemplo, la duración de la jornada de trabajo aumentó progresivamente desde 1815, y llegó a las diecisiete horas en 1828-1829. La lucha de clases logró más tarde imponer límites a las jornadas de las mujeres y los niños. En 1848, por ejemplo, el gobierno francés estableció un límite de once horas para los niños. Esta limitación de la jornada para mujeres y niños dio lugar a que los capitalistas volviesen a contratar hombres adultos, ya que aún no se había fijado límite a sus jornadas de trabajo (Gandemor J. L., 1979). En pocas palabras, la revolución industrial significó un cambio en el proceso de trabajo que tuvo como consecuencia altos costes sociales para la población trabajadora.

Los cambios que se produjeron en el proceso de trabajo de la industria a gran escala no fueron simple resultado de los deseos de los capitalistas, sino más bien de la lucha de clases llevada a cabo bajo el dominio de la clase capitalista. En esa lucha, dicha clase capitalista buscaba descalificar al trabajador y dividir a la clase trabajadora. Debido a la importancia de este tema, examinaremos ahora el proceso de descalificación y su impacto sobre la salud.

La descalificación de la fuerza de trabajo y la devaluación de la salud de los trabajadores

La fragmentación de las tareas permite una devaluación de la fuerza de trabajo del trabajador a través de la reducción del nivel de calificación

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requerido para realizarlas. Esta fragmentación también disminuye el grado de control que tiene el trabajador, en primer lugar sobre su propio trabajo y, en segundo lugar, sobre todo el proceso de trabajo. El trabajador se ve, cada vez más, obligado a ejecutar tareas que son conceptualizadas y decididas por el capitalista y sus trabajadores indirectos. Esta fragmentación no sólo tiene lugar entre los trabajadores directos sino también entre los indirectos, que realizan la doble función de coordinar y dirigir el proceso de trabajo y de supervisar y controlar a los trabajadores directos.

Para expropiar tanta fuerza de trabajo como sea posible y elevar el nivel de control, existe, en el proceso de trabajo, una tendencia a la centralización de las funciones de dirección y control que realizan los trabajadores indirectos. Esa centralización se ve facilitada por la fragmentación de las tareas de los trabajadores indirectos, la cual reduce su responsabilidad y tiende a debilitar su control y supervisión sobre los demás trabajadores. La tarea del capataz, por ejemplo, adquiere un carácter de menor control y de mayor coordinación. La función de control y dirección se centraliza cada vez más en los agentes del capitalista, en el centro de la dirección del proceso de trabajo. .

Así, a fragmentación del proceso de trabajo no sólo afecta a los trabajadores directos sino también a los indirectos y tiene como resultado la devaluación de su fuerza de trabajo y la reducción de la capacidad de control sobre otros, ya que dicho control se encuentra cada vez más centralizado.

Eso es, por ejemplo, lo que ha sucedido en el campo de la ingeniería durante los últimos treinta años. Lo que antes era tarea de un profesional con un título universitario es hoy día tarea de un técnico con un simple diploma de bachillerato. Este descenso de la calificación necesaria para cada empleo se ha realizado mediante la introducción en el proceso de trabajo de nuevos instrumentos que pueden ser manejados por un técnico y mediante una nueva división técnica del trabajo que requiere un conocimiento menor del proceso por parte de dicho técnico. Así, ha tenido lugar la devaluación de la fuerza de trabajo mediante la descalificación del empleo. Habría que ai1adir que esta descalificación técnica del empleo significa también una descalificación social del trabajador que lo ocupa. El trabajador tiene menos capacitación y menos control sobre su trabajo y sobre el trabajo de otros. Ello ha disminuido sus funciones de control. La posición social del individuo que cumple esa tarea se ha devaluado dramáticamente. Este cambio es descrito por muchos autores como «la proletarización de la nueva clase media o nueva pequeña burguesía»

(Carchedi G., 1977), que se explica no sólo por la creciente devaluación de la fuerza de trabajo (Poulantzas N.. 1975; Carchedi S., op. cit.). (descalificación) sino también por un proceso paralelo a él: la desaparición de la función global del capital, a través de la descalificación técnica y social de los puestos de trabajo 5.

Esta tendencia a perder el control sobre el propio trabajo es, pues, la característica del proceso de trabajo bajo el capitalismo. No hace falta decir que esta situación crea una enorme insatisfacción que se expresa en las altas tasas de recambio, absentismo, resistencia a seguir el ritmo de trabajo prescrito, indiferencia, descuido y manifiesta hostilidad contra la dirección de la empresa. La clase capitalista responde a esta insatisfacción de muchas maneras. Una de ellas consiste en hacer que los trabajadores acepten la situación como «algo dado», resultado inevitable del «progreso», la «industrialización» o de cualquier otra cosa. Se considera que las relaciones sociales de trabajo están ineludiblemente determinadas por los requerimientos técnicos del proceso. Se lleva a cabo toda una mistificación ideológica, e incluso, en su versión radical (p. ej.,en Illich), el problema se ve como algo generado por las exigencias técnicas de la industrialización (Illich S., 1973).

Podemos ver otra respuesta del capital en el campo de la sociología y la psicología industriales. las cuales no parten, al estudiar el trabajo y el proceso de trabajo, de la degradación del trabajador sino, más bien, de las dificultades creadas por sus, reacciones, conscientes e inconscientes, a esa degradación. En estos estudios, el análisis de los fenómenos subjetivos (cómo se sienten los trabajadores), recogidos mediante ubicuos cuestionarios, tiene prioridad sobre el estudio del trabajo per se.

Otra de las respuestas del capital consiste en dividir a los trabajadores, tanto en el proceso de trabajo como en el marco de la vida social y fuera del lugar de trabajo. Un elemento importante de la fragmentación de las tareas es la fragmentación de los trabajadores en diferentes categorías separadas por: su situación en una estructura jerárquica, sus

5 Pasar por alto esta función dual de la pequeña burguesía es elprincipal error del análisis radical sobre la nueva pequeñaburguesía. Considerarla solamente, o primeramente, como unagente de control social es olvidar su otra función: la decolaborar en el proceso mismo de trabajo, Esta inadvertenciatambién explica la superabundancia de textos, entre losanalistas radicales de la medicina, la educación, etc., queconsideran estas instituciones principalmente como agencias decontrol. Véase, como ejemplos, B. y J. Ehrenreich. "Medicineand Social Control». Social Policy, mayo-junio de 1974. e I.Illich. Medical Nemesis. Calderl & Boyars. Londres. 1975,

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condiciones de trabajo y sus diferentes niveles de compensación (salarios individuales y sociales). Esa fragmentación y separación de los trabajadores entre sí se ve adicionalmente potenciada por las crecientes diferencias entre categorías de trabajo. Existen, por ejemplo. 2572 categorías diferentes en las listas de personal de la Bethlehem Steel Company. La división va acompañada de una fuerte competencia que induce al trabajador a ver a su compai1ero como un rival en el sistema de recompensas establecido dentro de la jerarquía del trabajo. En pocas palabras, uno de los mecanismos de control más importante que el capital necesita para aumentar la apropiación del plusvalor es el aislamiento del trabajador respecto a los demás trabajadores. Este aislamiento alcanza su forma más extrema en el trabajo a domicilio, en el que los individuos son contratados para trabajar en su propia casa.

Alienación y proceso de trabajo

Al analizar la evolución del proceso de trabajo, hemos visto de qué manera, en este proceso de apropiación, por el capitalista, de la fuerza de trabajo excedente, el trabajador es separado del objeto de trabajo, de los medios de trabajo, del control sobre el proceso de trabajo, de sus propias capacidades y conocimientos y de sus compañeros trabajadores. Esta separación es lo que Marx llamaba alienación. Marx desarrolló una tipología de la alienación en sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Menciona en ellos la alienación de los trabajadores respecto al producto de su trabajo, del proceso de trabajo, de sí mismos, o autoalienación, y de los demás. La alienación para Marx no era una categoría existencial y subjetiva, intrínseca a la condición humana, sino, más bien, una condición objetiva, causada por la separación entre el trabajador y su fuerza de trabajo. Debido a esto, Marx definió el trabajo asalariado como trabajo alienado. La alienación no es parte de la condición humana, como afirman muchos existencialistas, sino, más exactamente, resultado de ciertas relaciones sociales que habría que romper para su superación. Desde este punto de vista, el socialismo se puede definir como la lucha contra la alienación, la lucha por el establecimiento de una sociedad inalienada e inalienante, o comunismo.

La condición objetiva de esa separación o alienación del trabajador respecto de su trabajo puede manifestarse de muy diversas formas. Las consecuencias de la alienación sobre la salud del trabajador son múltiples. Por ejemplo, varios estudios han concluido que los trabajadores

consideran el trabajo como un determinante principal de la satisfacción vital y la autoestima, mucho más importante que las actividades no laborales como la educación o el ocio. Tener un trabajo interesante y gratificante se plantea en estos estudios como una de las metas más importantes de la vida (Fordell B., 1972, Friedland F., 1967). El trabajo contribuye sustancialmente a la construcción de la propia personalidad. Como concluye Bertel Gardell (1972), un famoso psicólogo social sueco, «si estas necesidades no se ven satisfechas en el lugar del trabajo, el individuo experimenta una frustración básica, que se manifiesta en diferentes esfuerzos por alcanzar la adaptación». También es importante otra conclusión de Gardell según la cual las condiciones que tienen efectos más negativos sobre los trabajadores son (Fardell B., Fustarsen B., 1980):

a) que la máquina determine el ritmo de trabajo y controle la forma de trabajo;

b) el trabajo monótono y repetido, que sólo activa una mínima parte del total de capacidades humanas;

c) la falta de posibilidades de contacto con otras personas como parte del desarrollo del trabajo;

d) la retribución a destajo y otros sistemas de pago semejantes (además de contribuir a agotar al trabajador, tales sistemas suelen ser perjudiciales para la observancia de las disposiciones de seguridad);

e) el control autoritario y minucioso del individuo, ya sea a través de capataces o de sistemas impersonales (planificación por ordenador).

Todas estas condiciones se relacionan con diferentes formas de alienación del trabajador y pueden causar diversos tipos de patología -desde la muerte, la enfermedad y la invalidez, hasta insatisfacción, ansiedad, estrés o inquietud-. Por ejemplo, varios estudios han demostrado que ciertos tipos de morbilidad son más frecuentes entre aquellos trabajadores que tienen menos control sobre el proceso de trabajo que entre aquellos que conservan alguna forma de control. Frankenhausen y Gardell, en un estudio reciente en el que compararon unos trabajadores cuyo ritmo está determinado por una máquina con otros que está determinado por ellos mismos en los aserraderos suecos, descubrieron más sentimientos de monotonía, tensión mental general y agotamiento al final de la jornada, así como frecuentes solicitudes de baja por enfermedad

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y mayor morbilidad entre los trabajadores con tareas controladas por la máquina que entre quienes deciden su propio ritmo de trabajo. Asimismo, llegaron a la conclusión de que la falta de control sobre las condiciones de trabajo era probablemente el factor más importante para explicar el creciente agotamiento de los trabajadores cuyo ritmo se encuentra marcado por las máquinas.

De similar manera, varios estudios han demostrado que, en ciertas condiciones, la morbilidad y mortalidad son mayores entre quienes realizan tareas rutinarias que no requieren un alto nivel de calificación que entre quienes tienen empleos que exigen muchas aptitudes y permiten algún tipo de control sobre el propio trabajo (Caplan R, 1975). Un estudio reciente descubrió, por ejemplo, que los profesores universitarios, científicos, médicos y algunos artesanos, aunque desempeñen un trabajo muy pesado, tienen una medida muy baja de estrés psicológico y somático. Este tipo de trabajo permite la experimentación creativa y la expresión individual, a diferencia de la mayoría de los trabajadores manuales y de un número cada vez mayor de los de oficina. Los trabajadores sincronizados con máquinas registraron los niveles más altos de ansiedad, depresión e irritación, además de dificultades para dormir, pérdida de apetito, ritmos cardíacos acelerados y otros síntomas de tensión fisiológica 6.

Dentro de una misma ocupación, las condiciones de salud de los trabajadores empeoran en la medida en que la calificación requerida y el prestigio social del trabajo disminuyen. Por ejemplo, Kornhauser (1965), en su clásico estudio sobre los trabajadores de la industria automotriz, descubrió que «la salud mental de los trabajadores de las fábricas declinaba conforme, pasábamos de un tipo de trabajo calificado, responsable y variado, a trabajos deficientes en estos aspectos».

Es importante subrayar que los efectos dañinos de las condiciones de trabajo psicológicamente poco gratas se extienden a la vida extralaboral y, por tanto, inciden en la situación vital del individuo. Como ha demostrado Gardell (1976), esto es particularmente notable en el trabajo caracterizado por la automatización y mecanización. La idea de que el trabajador podría compensar un empleo monótono y aburrido con actividades estimulantes y enriquecedoras en su tiempo libre está siendo desplazada por la comprensión de que existen fuertes vínculos entre un trabajo circunscrito y

repetitivo y un ocio pasivo y psicológicamente poco gratificante. En otras palabras, aquellas personas cuyo trabajo es restringido y monótono tienen menos posibilidades de emprender actividades recreativas que requieran esfuerzo y participación.

El proceso de trabajo y la división de la producción social Ya me he referido a la división técnica del trabajo dentro de un proceso de producción dado, división que está determinada por las relaciones sociales de producción 7. Esa división técnica del trabajo se encuentra especialmente desarrollada en la industria moderna. Cada trabajador o grupo de trabajadores realiza una tarea específica dentro del proceso de trabajo. Dentro de la industria automotriz, en la del automóvil, por ejemplo, los distintos grupos de trabajadores fabrican diferentes componentes, y complementan sus respectivas tareas. El producto final-el coche- es resultado del esfuerzo combinado de todos los trabajadores.

Además de esta división técnica, existen otros dos tipos de división del trabajo: la división de la producción social y la división social del trabajo. La división de la producción social se refiere a la división del trabajo de acuerdo con las diferentes ramas de actividad económica, por ejemplo el trabajo agrícola, el trabajo industrial, el comercio, los servicios, etc. Además, dentro de cada una de las ramas podemos encontrar diversas subramas. Por ejemplo, dentro del trabajo industrial se encuentra la metalurgia, los textiles, la industria química, etc.

Un punto importante es que la división técnica del trabajo puede conducir a la división de la producción social. Por ejemplo, la industria química empezó como un elemento de la industria textil. Dentro de la división técnica del trabajo de producción de textiles, la actividad química era una tarea especializada. El trabajo del químico contribuía al producto final, los textiles. Más tarde, sin embargo, la actividad química se hizo autónoma y constituyó por sí misma una industria aparte. Los capitalistas que se dedican a la fabricación de textiles deben ahora comprar las sustancias químicas a la industria química.,para incluirlas en su propio

6 Para una revisión muy completa de la actual literatura sobre eltrabajo parcelario y el estrés laboral. véase Jeffrey V. Johnson.Work Fragmentation, Human Degradation and OcupationalStress. 1980, copia mimeográfica inédita.

7 Las relaciones sociales de producción son aquellas que seestablecen entre los dueños de los medios de producción y losproductores directos en determinado proceso de producción yque dependen del tipo de relación de propiedad, posesión,desposesión o usufructo que ellos establecen con los medios deproducción. La división social del trabajo es la distribución delas diferentes tareas que los individuos realizan en una sociedad(económicas. ideológicas y políticas) como función del lugarque ocupan en las relaciones sociales de producción.

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proceso de producción. En este caso, el producto de la industria química va al mercado -como mercancía- y no accede directamente a un determinado proceso de producción, en este caso, los textiles.

En suma, lo que caracteriza la división técnica del trabajo es que los trabajadores especializados y aislados no producen por sí mismos mercancías. Lo que produce cada trabajador especializado es solamente una parte del producto final. Este producto final o mercancía es, pues, resultado del trabajo colectivo. Cuando algunos componentes de esa tarea especializada se separan de la inicial distinción técnica del trabajo y venden su producto, surge una nueva rama de actividad económica. Así tiene lugar la división de la producción social. La división de la producción social Todas las actividades económicas pueden agruparse en diferentes categorías:

1. Industrias de extracción, como la agricultura, la pesca, la explotación forestal y la minería. Como su nombre indica, su proceso de trabajo tiene por finalidad extraer un objeto de la naturaleza.

2. Industrias de transformación, como la construcción, la industria alimentaría, textil, metalúrgica, química, la maquinaria, manufacturas diversas y los servicios públicos. Su proceso de trabajo tiene por finalidad transformar un objeto en un producto trabajado.

3. Los servicios de distribución, como los transportes y el almacenaje, el comercio al por mayor y al por menor (excepto los locales en que se sirve comida y bebida). Su proceso de trabajo tiene por finalidad distribuir objetos, medios de trabajo, mercancías y trabajo.

4. Servicios para la producción, como las comunicaciones, la banca, las instituciones de crédito y otros servicios financieros, los seguros, las inmobiliarias, los servicios de ingeniería y arquitectura, contabilidad y tenencia de libros, diversos servicios de administración de empresas y servicios legales. Sus procesos de trabajo tienen por objeto proporcionar servicios a los productores y a los individuos que controlan propiedades en sus diversas formas. Muchos de estos servicios eran antes componentes del proceso de trabajo dentro de las industrias de transformación. Por ejemplo, la contabilidad y la publicidad eran realizadas por cada firma individual, pero cuando se hicieron más importantes y constituyeron una parte considerable de los gastos de la firma, apareció la demanda de agencias independientes de contabilidad y

publicidad que pudieran encargarse de esta tarea. 5. Los servicios sociales, como los servicios de

atención médica y sanitaria, la educación, la asistencia social y los servicios religiosos, el gobierno, y diversos servicios profesionales y sociales. Su proceso de trabajo tiene por finalidad la reproducción de la fuerza de trabajo (básicamente los servicios médicos, sanitarios, educativos y la asistencia social) y la reproducción de las relaciones sociales existentes entre clases (administración y servicios estatales). No es necesario decir que cada servicio puede realizar ambas funciones. Además, aunque muchos servicios sociales abastecen al individuo, su crecimiento responde más a una demanda colectivo-social que a una demanda individual.

6. Servicios personales. Es probablemente el grupo más heterogéneo e incluye el servicio doméstico, los hoteles y los alojamientos locales en los que se sirve comida y bebida, los servicios de reparación, las lavanderías y tintorerías, las barberías y peluquerías, los servicios de entretenimiento y recreación y diversos servicios personales. Su proceso de trabajo tiene por finalidad proporcionar servicios personales a consumidores individuales, y responden principalmente a una demanda individual más que a una social y colectiva.

La tipología presentada en esta división de la producción social es un tanto arbitraria, ya que los criterios de inclusión en una u otra categoría son en ocasiones cuestión de enfaces 8.

Las relaciones sociales de producción determinan no sólo la división técnica del trabajo sino también la división de la producción social. Lo que se produce e intercambia en una sociedad depende principalmente, en primer lugar, de qué clase tiene y controla los medios de producción y, en segundo lugar, de la propia lucha de clases dentro de esa sociedad en la que es dominante un modelo específico de producción. Por ejemplo, el hecho de que Estados Unidos tenga un porcentaje de empleo relativamente bajo en el sector de transformación, en comparación con la mayoría de los países occidentales europeos, se debe en parte a la gran cantidad de capital invertido por la clase capitalista fuera de su país, particularmente después de la Segunda Guerra mundial, cuando el precio de la fuerza de trabajo (el salario) aumentó sustancialmente debido a la lucha de clases 9.

8 La tipología de las actividades económicas presentada eneste artículo sigue la sugerida por H. L. Browning y J.Singelmann, «The Transformation of the US Labor Force. TheInteraction of Industry and Occupation». Politics and Society.1978; 8(3-4): 481-509.

9 Para un interesante análisis del efecto de la lucha de clasessobre la división de la producción social en Estados Unidos,véase M. Castells, The Economic Crisis and American Society,Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 1980.

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La salud y la división de la producción social

La división de la producción social tiene una gran influencia sobre la salud de la población trabajadora. Esta influencia puede ejercerse de diferentes maneras.

La creación de nuevas industrias Estas nuevas industrias emplean nuevos productos y sustancias que pueden ser tóxicos. Por ejemplo, la separación del proceso químico de la industria textil permitió un enorme crecimiento de una industria química altamente tóxica. En los años cincuenta y sesenta hubo un auge del caucho, los pesticidas y los plásticos, considerados por algunos como responsables del aumento de las tasas de cáncer en Estados Unidos10. Actualmente, por primera vez en veinticinco años, la tasa de cáncer en Estados Unidos está aumentando. Entre 1973 y 1976, el cáncer aumentó en un 9 % entre los varones de raza blanca y en un 14 % entre las mujeres blancas, en la población estudiada (Pollack E, 1980). Tras considerar todos los datos existentes, el Consejo de Calidad Medioambiental de la Casa Blanca concluyó en 1980 que «1) la incidencia del cáncer está aumentando; 2) esta tendencia sugiere factores nuevos o intensificadores; 3) sólo una pequeña porción de cancerígenos químicos han sido reglamentados hasta la fecha, y 4) la exposición a cancerígenos no reglamentados probablemente hará que la incidencia de cáncer siga aumentando».

Actualmente se producen entre 60 000 Y 70 000 sustancias químicas y la lista crece a razón de alrededor de 700 por año. Aunque sólo 20 sustancias químicas han sido reconocidas y reglamentadas por la OSHA como cancerígenas para los humanos, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) enumera 221 sustancias químicas y para el NIOSH hay más de 2000 sustancias sospechosas. En conjunto, el NIOSH y el NIEHS han calculado que del 20 al 38 % del total de los casos de cáncer pueden deberse a la exposición a sustancias en el lugar de trabajo. Los datos que aportan los diversos estudios son alarmantes. He aquí algunos ejemplos de sus descubrimientos (Lochler E., 1980):

«De los cuatro millones de trabajadores que han

sufrido una fuerte exposición al asbesto, se estima que entre el 20 y el 25 % morirán de cáncer pulmonar,

entre el 7 y el 10 % de mesotelioma (cáncer del revestimiento del pulmón) y entre el 8 y el 9 % de cáncer gastrointestinal. Los trabajadores de los hornos de coque corren un riesgo dos veces y media mayor de morir de cáncer de pulmón y tienen siete veces más probabilidades de morir de cáncer de riñón que la población en general. Los trabajadores de las fundidoras expuestas a trióxido de arsénico durante más de 15 años tuvieron ocho veces más incidencia de cáncer respiratorio que la población general. Otros cancerígenos laborales bien conocidos son el cloruro de vinilo, el bis-clorometileter, el benceno y el benzopireno. En un estudio retrospectivo sobre una planta de alquitrán en que se utilizaba bencidina, el 44 % de los trabajadores expuestos a esta sustancia sufrieron tumores de vejiga. Otros estudios mostraban que el 94 % de los trabajadores expuestos a la bencidina y el betanaftaleno por más de cinco años desarrollaron tumores de vejiga. En resumen: la mayoría de los cancerígenos han

sido introducidos en el proceso de producción a partir de 1950, y han aumentado progresivamente durante los años sesenta y setenta. Así, resulta razonable pensar que el incremento de la incidencia del cáncer, resultado del auge de la producción química, puede estar sólo empezando. Introducción de nuevas tecnologías en sectores económicos viejos y nuevos Generalmente, la introducción de una nueva industria o de un nuevo sector económico va acompañada de la incorporación de recientes instrumentos que pueden requerir nuevos profesionales. La tendencia del proceso de trabajo a devaluar la fuerza de trabajo crea, sin embargo, la necesidad de introducir nuevas tecnologías y una nueva organización del trabajo que permita la rápida descalificación. Por ejemplo, el establecimiento y la expansión de los servicios para la producción hicieron necesario emplear a muchos nuevos profesionales en la banca, los seguros, las comunicaciones, etc., con procesos de trabajo de trabajo-intensivos. La introducción del ordenador y los microprocesadores -la más reciente revolución tecnológica- ha tenido, sin embargo, un enorme impacto en la descalificación de la fuerza de trabajo en esos sectores, y los ha convertido en capital-intensivos. Esta masiva descalificación de la fuerza de trabajo ha sido acompañada de la superespecialización de algunos trabajadores, que llevan a cabo las tareas de conceptuación. A este respecto, el efecto de la introducción de esta nueva tecnología es similar al impacto que tuvo la máquina en el proceso de trabajo de las manufacturas (Goldhaber M., 1980).

10 De 1950 a 1974, la producción de goma sfn1ética, pesticidasy plásticos aumentó (en miles de millones de libras al año) de0,8 a 6, de 2,5 a 12,5, y de 1,3 a 3,2, respectivamente. Science,1979; 204: 587.

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Esta nueva tecnología -los ordenadores y microprocesadores- también se ha extendido a otros sectores económicos como los de extracción y transformación, lo que permite al capital ampliar enormemente su control sobre el proceso de trabajo. Es importante subrayar que esta ampliación del control sobre el proceso de trabajo permite al capitalista mantener el proceso de producción con un funcionamiento óptimo, lo que incluye la continua sincronización de la fuerza de trabajo con el proceso de trabajo, sin interrupción de la producción. El trabajo por turnos llega a representar un gran porcentaje del trabajo total: el 25 % de la fuerza de trabajo de Estados Unidos y el 21 % de la francesa, trabajan en turnos nocturnos (Jardillier P., 1980). Este tipo de trabajo, además de producir agotamiento físico y psicológico, destruye toda posibilidad de que los trabajadores disfruten de relaciones normales en su vida cotidiana.

Los ordenadores y microprocesadores también permiten al capital centralizar el control y la conceptualizacion del proceso de trabajo y descentralizar su ejecución, lo que posibilita un fácil intercambio de tareas dentro del mismo proceso de trabajo, y evita los elementos de perturbación (como las huelgas). Esta nueva situación ha sido considerada como un importante «rompehuelgas». Cuando un sector de los trabajadores está en huelga, la dirección puede trasladar sectores enteros del proceso de trabajo y eludir así a los huelguistas. Por ejemplo, en 1975, durante la famosa huelga de la industria aeroespacial, la dirección de la McDonnell-Douglas logró mantener un 60 % de la producción mediante el uso de microprocesadores y de la automatización. También, en otra famosa huelga de 1973, la dirección de la General Motors logró trasladar fácilmente la producción de un sector de la industria a otro mediante el uso de microprocesadores que habían prediseñado todos los cambios requeridos en el proceso de producción 11.

Otra consecuencia de la introducción de esta nueva tecnología es, por supuesto, el paro. Los nuevos robots utilizados en Good Year and Luckey, Ohio, pueden hacer el trabajo de varios trabajadores a un coste considerablemente menor. Según Business Week (1979), la vida promedio de un robot es de ocho años, con un coste diario de 4.50 dólares, mientras que un trabajador cuesta 14.50 dólares por hora. El proceso de trabajo en los servicios sociales La introducción de nuevas tecnologías y de una

nueva organización del trabajo tiene lugar en todas las áreas de la producción social. No existen áreas o sectores que sean intrínsecamente de trabajo intensivo. Hay que subrayar este punto, en vista de la difundida creencia de que el trabajo intensivo es inherente a los servicios sociales y personales. Se supone que la naturaleza personal de servicios como la atención médica exige la participación personal de un gran número de empleados. Hay que cuestionar esta postura sobre bases tanto teóricas como empíricas. La tendencia general del proceso de trabajo bajo el capitalismo es hacia la descalificación de la mano de obra y la sustitución del trabajo vivo (los trabajadores) por trabajo muerto (máquinas). Esta tendencia se aplica también a los servicios sociales. Estos servicios han tenido un impresionante crecimiento en cuanto a número de empleados: de un 12.4 % en 1950 a un 21,9 % en 1970. Resulta interesante señalar que la administración pública no contribuyó mucho a este aumento, que provino fundamentalmente de los servicios médicos y la educación. Particularmente las tres subindustrias constituidas por los servicios médicos, los hospitales y la educación aumentaron más del doble y, juntas, fueron responsables de más de cuatro quintas partes del aumento total (Browhing, Singelmann). Sin embargo, este notable crecimiento es relativamente reciente. Tuvo lugar principalmente en los años setenta.

Los datos empíricos muestran que todas las nuevas industrias se convierten, con el tiempo, en industrias de capital intensivo y pierden calificación. Esto está ocurriendo ya en los hospitales: obsérvese, por ejemplo, la gran proliferación de enfermeras técnicas que están haciendo el trabajo que hacían antes las enfermeras. La descalificación de la enfermería se ha extendido mucho. Otro ejemplo de esta tendencia incipiente es la automatización de los servicios de laboratorio. Así pues, no hay nada intrínseco al proceso de trabajo del sector sanitario que impida la fragmentación de las tareas y la descalificación de la fuerza de trabajo. La velocidad con que se producirán estos cambios en el proceso de trabajo del sector de servicios dependerá, por una parte, de la presión de la clase capitalista para extraer tanto trabajo como le sea posible mediante el aumento de la tasa de explotación de la mano de obra y, por otra, de la resistencia de los trabajadores a dicha explotación. Esta tendencia también está presente, por supuesto, en los servicios públicos, ya que resulta ventajoso para la clase capitalista que los funcionarios públicos consuman tan poco como sea posible del plusvalor general, de manera que la clase capitalista pueda apropiarse de más (Carchedi G., 1977).

11 Ambos ejemplos están citados en M. Debouzy, «Lossindicatos americanos responden a la invasión tecnológica»,Transición, febrero de 1981,37.

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La crisis, la movilidad internacional del capital y su impacto sobre el proceso de trabajo y sobre la salud

La movilidad internacional del capital ha roto, hasta cierto punto, la dicotomía de la que hablábamos según la cual el capital explota la fuerza de trabajo de los países capitalistas industrializados y desarrollados mediante el aumento de la tasa relativa de explotación y la de los países capitalistas subdesarrollados mediante el aumento de la tasa absoluta de explotación. Por ejemplo, en la conjunción actual, presenciamos el intento, en gran parte fructífero, de aumentar la tasa absoluta de explotación de la fuerza de trabajo tanto en los países capitalistas desarrollados como en los subdesarrollados. Este aumento se realiza mediante:

1. La prolongación de la jornada. Observamos que, además de un gran número de parados, tenemos una fuerza de trabajo sobrecargada. Por ejemplo, mientras que en teoría la mayoría de los trabajadores de la Ford sólo trabajan 35 horas a la semana, en la práctica están forzados a realizar horas extraordinarias («horas extraordinarias obligatorias») hasta un total semanal de 52 horas. Estas horas extraordinarias obligatorias están fijadas en el contrato de trabajo (Debonazy M., 1981). De igual manera, en las fábricas Toyota de Japón, cada trabajador tiene que cumplir un mínimo de dos horas extraordinarias además del horario formal de ocho horas y, con frecuencia, debe trabajar de 3 a 3,5 horas extraordinarias 12. Cuando estas industrias funcionan en los países subdesarrollados, la prolongación de la jornada es todavía mayor. Por ejemplo, mientras que la semana laboral «formal» (sin contar las horas extraordinarias) en la mayoría de los países desarrollados es de 40 a 44 horas por semana, en Corea del Sur es de 50 a 58; en Filipinas, de 45 a 50; en Singapur, de 49, y en Tailandia, de 47 a 51. En Hong Kong, la semana laboral es de 60 horas, y un 58 % de los trabajadores trabaja siete días por semana. Según el censo de 1971, ese año 174439 trabajadores trabajaron 75 horas por semana, y 13 795 lo hicieron 105 horas. (La fuerza de trabajo de Hong Kong es de 1 900000 Y los trabajadores de las manufacturas eran 700000 en 1975) (Frank M., 1980). La prolongación de la jornada también se da cuando el trabajador tiene diversos empleos (pluriempleo). Esto es particularmente acentuado en las mujeres, quienes además realizan el trabajo doméstico. Por ejemplo, en 1978, las mujeres trabajadoras en Estados Unidos, trabajaban 69 horas

por semana y los hombres 53, es decir, juntos, 122 horas para una familia de dos, el equivalente a tres empleos de dedicación exclusiva. Según un informe reciente preparado por la Comisión Nacional sobre Mujeres que Trabajan, el 55 % de las mujeres encuestadas afirmaban no tener ningún tiempo libre y sólo el14 % señalaban que el trabajo y la familia no se interferían gravemente entre sí 13.

2. La reducción de los costes de producción de la fuerza de trabajo. El intento, en general exitoso, de reducir los salarios individuales y sociales, tanto en los países capitalistas desarrollados como en los subdesarrollados, está aumentando significativamente la tasa de explotación de la fuerza de trabajo. Esta situación se ve facilitada por:

a) La movilidad de la mano de obra a través de las fronteras nacionales-estatales y la permanencia en los países capitalistas desarrollados de grandes sectores de la clase trabajadora -los inmigrantes-, que no tienen derechos civiles ni voto y cuya posición frente al capital es muy débil. Los salarios de los inmigrantes son con frecuencia menores que el coste de reproducción de su fuerza de trabajo. Esta «superexplotación», o lo que Marx llamó acumulación primitiva, es posible gracias al trabajo no pagado del cónyuge, que subsidia esos costes, y al pago de tales costes por la comunidad de la que proceden esos inmigrantes y a la que más tarde se retiran.

b) La movilidad del capital a través de las fronteras nacionales-estatales, que permite reducir los costes de la mano de obra mediante el traslado a países con salarios muy bajos. André Gunder Frank (1980) y Michel Chossudovsky (1981) han demostrado, por ejemplo, los enormes diferenciales que existen en los salarios entre un país y otro en la industria textil, lo que explica el traslado del capital norteamericano hacia Taiwan, Corea del Sur, Brasil y otros países. Esta explotación requiere una gran represión política, con frecuencia llevada a cabo con brutales regímenes militares.

3. El aumento del trabajo de las mujeres y los niños, cuyos costes de reproducción tienden a ser muy bajos. Por ejemplo, se ha calculado que casi el 90 % de la mano de obra recientemente empleada en las nuevas industrias que se han creado en países subdesarrollados y que se dedican a los textiles y a la electrónica, está constituida por mujeres (con salarios de un 20 a un 50 % más bajos que los ya reducidos salarios de los hombres) y niños (Frobel T., Heinrich J., Kreye O., 1977). El número de niños de menos de catorce años de edad «económicamente activos» en el mundo de hoy ha sido estimado en 54

12 «Report on the Japanese Miracle. The Working Conditionsof the Toyota Factory», International Journal or HealthServices (en proceso).

13 Todas estas cifras están citadas en E., Currie R. Dunn y D. Fogarty, «The New Immiseration. Stagflation, Inequality and the Working Class», Socialist Review. 1980; 54: 15.

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millones (Frank G. A, 1980). Además del aumento de la tasa absoluta de

explotación, la clase capitalista también aumenta la tasa de explotación relativa mediante el acrecentamiento de la intensidad del trabajo y la adición de nuevas sustancias y nuevas tecnologías al proceso del mismo. Como resultado, encontramos un incremento del número de muertes y accidentes laborales, así como en las enfermedades vinculadas a la fatiga y el estrés. En Corea del Sur, por ejemplo, las incapacidades graves causadas por accidentes laborales se multiplicaron 2,7 veces entre 1970 y 1976. En Sao Paulo, Brasil, hubo 712000 accidentes en 1973 y 790000 en 1974. Casi el 24 % de la fuerza de trabajo había sufrido accidentes graves, tres veces más que en Francia (Frank G. A., 1980). A la vez, el uso de nuevas sustancias tóxicas en el proceso de trabajo reproduce en los países subdesarrollados el mismo tipo de morbilidad relacionada con tóxicos existentes en los países capitalistas desarrollados (Castleman B., 1979).

En resumen, como consecuencia de esa movilidad internacional del capital hacia los países subdesarrollados se establecen dos tipos de procesos de trabajo que crean dos tipos de mortalidad y morbilidad. Uno es el proceso de trabajo característico de un bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. En éste, la explotación de la mano de obra y la expropiación de la salud tienen lugar, principalmente, por medio del aumento de la tasa de explotación absoluta. El otro modo de explotación, que se superpone al anterior, es el proceso caracterizado por el predominio de una industria a gran escala, en la que la expropiación de la fuerza de trabajo y la salud se realiza mediante el aumento tanto de la tasa de explotación absoluta como de la relativa.

Inversamente, en los países capitalistas desarrollados, encontramos una agresión de la clase capitalista contra la clase trabajadora, destinada a aumentar no sólo la tasa de explotación relativa sino también la absoluta. En la medida en que el movimiento obrero se ve derrotado, aumentan tanto la apropiación del plusvalor absoluto como del plusvalor relativo, así como la expropiación de la salud.

El conflicto de clases y el proceso de trabajo

En el conflicto existente entre las clases sociales, la clase capitalista crea las condiciones que permiten la expropiación de la fuerza de trabajo y de la salud del obrero. En el nivel económico, por ejemplo, la clase capitalista crea subempleo y paro, lo cual refuerza la

disciplina de los obreros. Además, conforme el capital se traslada de un Estado a otro, recrea continuamente las condiciones de explotación (p. ej., la baja sindicación).

Otra condición importante para la reproducción de la explotación es la ideología. Resulta fundamental para la clase capitalista que los obreros acepten la ideología de la «industrialización», según la cual todo perjuicio sufrido en el lugar de trabajo es resultado inevitable del progreso de la industrialización. Otro planteamiento ideológico propuesto por la clase capitalista es la individualización de la responsabilidad por las enfermedades, según la cual las afecciones sufridas en el lugar de trabajo surgen por faltas del trabajador o de sus padres. El cáncer entre los trabajadores se presenta, por ejemplo, como resultado no de la exposición a diversos cancerígenos, sino de la existencia de genes que convierten a los trabajadores en especialmente sensibles a esas sustancias. En consecuencia, la estrategia para resolver el problema del cáncer de origen laboral consiste en hacer un estudio genético de los trabajadores. Como decía recientemente Anthony Mazzocchi, director de Salud y Seguridad del Sindicato Internacional de Trabajadores de la Industria Petrolífera, Química y Atómica: «Creo que en los años ochenta vamos a oír con frecuencia que la culpa la tienen las víctimas. La cuestión no será tanto en qué y con qué trabajas, sino quiénes fueron tus padres» (The New York Times, 1980).

En Estados Unidos, la ideología que considera que el cáncer laboral es el resultado de un inevitable progreso ha llevado a algunos expertos en sanidad, como la American Health Foundation (Fundación Norteameriana de Salud) -un foro muy prestigioso del establishment médico de Estados Unidos-, a recomendar que los trabajadores de más edad sean ocupados en los empleos expuestos a carcinógenos, partiendo del supuesto de que se morirán de viejos antes de contraer un cáncer (!) (Severo R., 1980).

No es necesario decir que la clase trabajadora no ha permanecido pasiva. En un camino de continua lucha, ha proporcionado cambios en el proceso de trabajo: desde la reducción de la jornada hasta la modificación de la intensidad, tecnología y organización del trabajo. Casi todos los cambios efectuados en el proceso de trabajo se debieron al deseo de la clase capitalista de quebrantar o controlar la resistencia de la clase trabajadora a la opresión. Innovaciones como la humanización del trabajo o la participación de los trabajadores son también intentos del capital por minimizar esa resistencia. Vale la pena insistir en que estas medidas pueden ser o no «cooptadoras», según sea

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Cuadro 6.1

la correlación política de fuerzas en cada centro de trabajo.

En esta lucha, se han producido algunos hechos que merecen atención. Uno es el cuestionamiento del concepto de «productividad» tal como lo define la clase capitalista. Los enormes costes sociales que la producción impone al trabajador y la expropiación de su salud no aparecen en el cálculo de esa productividad. Sin embargo, el Comité de Seguridad y Salud Laborales de Chicago (COSH) ha calculado los «costes» en salud que tiene la producción de un coche en Detroit. El Cuadro 6.1 sintetiza los componentes del proceso de trabajo y los daños producidos por cada elemento dentro de ese proceso. Algunos segmentos de la clase obrera están exigiendo que se reconozcan esos costes «ocultos».

Otro fenómeno es el cuestionamiento de la ideología burguesa según la cual los daños recibidos en el lugar de trabajo son inevitables. Su anterior aceptación de esta ideología había llevado al movimiento obrero a concentrarse en la lucha por las indemnizaciones. Pero, a partir de finales de los años sesenta, algunos sectores obreros de Europa y América del Norte ampliaron esa lucha, para lograr el control sobre el proceso de trabajo (Crouch c., Pizzorno A., 1978). Esta preocupación se manifiesta de diversas maneras: desde la demanda de algunos sectores del Sindicato de Trabajadores de la

Industria Petrolífera, Química y Atómica de Estados Unidos que exigen controlar los servicios de salud laboral, hasta la de los trabajadores de la Fiat, en Italia, que exigen el derecho a vetar cualquier modificación del proceso de trabajo sugerida por el capital.

La experiencia del movimiento obrero parece indicar que es necesario desarrollar formas de democracia directa en los centros de trabajo, para que los trabajadores recuperen el control colectivo sobre todos los elementos del proceso de producción, control al que la clase capitalista se opone por todos los medios. Sin embargo, algunas importantes formas de control directo se pueden lograr incluso bajo el capitalismo, como demuestra el espléndido ejemplo de los trabajadores italianos que, a principios de 1970, crearon los Consiglios de Fabrica (Arrennato G., Navarro Y., 1980).

Esta forma de participación directa se ha de complementar con formas de democracia indirecta o delegada, en que instituciones de tipo asamblea elijan a sus representantes en los instrumentos del movimiento obrero, los sindicatos. La clase trabajadora tiene que luchar tanto en los lugares de trabajo como fuera de ellos. En estas luchas, y especialmente fuera del lugar de trabajo, la clase trabajadora, a través de sus propios instrumentos y movimientos, necesita establecer alianzas con otras clases y movimientos con los que comparte intereses. La expropiación de la salud que tiene lugar en el lugar de trabajo se reproduce más allá, en la expropiación de la salud que se origina en las comunidades, en el medio ambiente, en la familia, en todas partes y en todos los elementos de la vida cotidiana. La articulación entre las luchas relacionadas con el trabajo y las luchas que no se relacionan con él, y la articulación entre las formas de democracia directa e indirecta, son cuestiones clave para resolver la explotación y la expropiación de la salud de la mayoría de nuestros pueblos 14.

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Participation and control in Italy: The case of

Componentes del proceso de trabajo

Expropiación de la salud (enfermedades y lesiones vinculadas)

FUNDICIÓN: bloque del motor

silicosis, cáncer, quemaduras.

PLANCHISTERÍA: carrocería de acero

sordera, amputaciones

TALLER DE MÁQUINAS: cajas de cambios

dermatitis y enfermedades pulmonares.

PLANTA DE CAUCHO: neumáticos

leucemia

PLANTA DE ASBESTOS: frenos y embragues

cáncer de pulmón, asbestosis.

PLANTA DF BATERÍAS: baterías

envenenamiento por plomo.

CROMADO: tapicería y parachoques

cáncer de los senos nasales.

FABRICA DE VIDRIO: ventanas

enfermedades pulmonares, cataratas.

FÁBRICA DE PLÁSTICOS: cubiertas y asientos de vinilo

angiocarcinoma (cáncer de hígado).

FÁBRICA DE PIGMENTOS y DISOLVENTES: pinturas

envenenamiento por plomo, enfermedades hepáticas.

FÁBRICAS DE FIBRAS SINTÉTICAS: almohadones de los asientos

enfisemas y bronquitis.

MONTAJE: estrés, trastornos mentales. REFINERÍA: gasolina. leucemia y cáncer de piel.

14 Para un tratamiento más amplio del tema, véase V. Navarro,«The Nature of Democracy in the Core Capitalist Countries:Meanings and Implications for Class Struggle». The InsurgentSociologist. 19HO; 10(2),3.

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