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Quinquela Martín y su idiosincrasia patriótica : entre la bohemia portuaria y el compromiso social . POSTÍTULO : ESPECIALIZACIÓN EN HISTORIA Y GEOGRAFÍA

Quinquela martín

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Quinquela Martín y su idiosincrasia

patriótica: entre la bohemia portuaria y

el compromiso social.

POSTÍTULO: ESPECIALIZACIÓN EN HISTORIA Y GEOGRAFÍA

HISTORIA DE LAS ARTES PLÁSTICAS LATINOAMERICANAS

PROF.: ADRIANA ARENAS

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PROF.: ECHEVARRÍA, CRISTIAN RAÚL

10 de Noviembre de 2010

“’La Boca’es mi taller, mi refugio y mi modelo. Todo lo que hice y todo lo que conseguí es un premio a la fidelidad. En mi vida y en mi arte permanecí siempre fiel a mi gente, a mi puerto y a mi barrio. (…)¿Por qué no pinté otro puerto habiendo puertos mejores? Porque únicamente encuentro fuente de inspiración cuando pinto en mi tierra”.

Benito Quinquela Martín

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN___________________________________________________p. 4

CAPÍTULO I: QUINQUELA MARTÍN, BOHEMIA Y FILANTROPÍA_____ p. 5

CAPÍTULO II: QUINQUELA MARTÍN Y SU ARTE INDEPENDIENTE___p. 13

CONCLUSIÓN____________________________________________________ p. 15

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INTRODUCCIÓN

Generalmente, el arte construye la identidad cultural y la expresión social de los pueblos, e interpreta la realidad humana con un criterio creativo, a través de una recreación de percepciones, y una manifestación subjetiva de sentimientos individuales y valoraciones colectivas. Y precisamente entre las artes plásticas, la pintura expresa un contexto de exaltación sustentado en las experiencias de vida del artista, y en el entorno social de su respectiva comunidad. De acuerdo a ello, existen pintores que representan sus vivencias y caracterizan su ambiente local, en composiciones pictóricas que presentan temáticas recurrentes. Dichos motivos fundamentan la relación entre determinados artistas y su medio, en una situación imaginaria relacionada con la trascendencia de la cotidianeidad y la sublimación emocional de una cultura. En este caso, la pintura figurativa puede detentar un sentido de contextualización histórica y espacial, que abarque la conformación de una técnica original, y un carácter de identificación social entre artista y temática. La mencionada caracterización le corresponde al pintor argentino Benito Quinquela Martín (1890-1977).

No se puede comprender la historia de Quinquela Martín sin realizar mención de la profunda influencia que tuvo el barrio de “La Boca” en su vida. Además, no se entiende la cultura boquense sin el aporte de su artista más famoso, y de otros que contribuyeron a forjar agrupaciones culturales que promovieron la innovación, la sociabilidad, la discusión de ideas y el patriotismo. En este ensayo, se pretende desarrollar por un lado, un análisis acerca de la dependencia emocional que unía a Quinquela con “La Boca”. Para ello, se interpreta su concepción del arte y de la vida, desde una perspectiva patriótica y desde una impronta solidaria, fundamentado a través de las experiencias bohemias, del sentido nacional y de la filantropía ejercida por el maestro boquense. Por otra parte, en el presente análisis se expone la cuestión relacionada con la clasificación de la pintura de Quinquela en una tendencia o movimiento determinado, mediante la comparación de dos posturas que analizan su obra y su temática social, desde un punto de vista estético.

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CAPÍTULO I: QUINQUELA MARTÍN, BOHEMIA Y FILANTROPÍA

Benito Quinquela Martín, nacido en 1890, quedó huérfano a los pocos días de su nacimiento, por lo que fue criado en un orfanato, luego adoptado por el matrimonio Chinchella, y llevado al barrio de “La Boca”. La familia Chinchella, de bajos recursos económicos, permanentemente tuvo que luchar contra la miseria, una situación social que padeció la mayoría de los habitantes de ese suburbio en aquellos tiempos. Desde su infancia, Benito Chinchella1 se asimiló rápidamente con el ambiente de “La Boca”, superando constantes e intermitentes obstáculos, como el representado por su deserción escolar durante el tercer grado de la escuela primaria para ayudar a su familia. Así, este muchacho comenzó a trabajar como cargador de carbón para los vecinos de su barrio.

En 1904, durante el comienzo de su adolescencia Benito Chinchella comenzó a ejercer su acción ciudadana. En este sentido, Benito participó de manera activa, cuando su trabajo se lo permitía, en la campaña electoral de Alfredo L. Palacios, el candidato a diputado del Partido Socialista por el distrito de “La Boca”. En ese momento, el joven manifestó una militancia orientada hacia el socialismo, debido tal vez a su precaria condición social o por la agobiante vida en barrio portuario. De acuerdo a ello, Chinchella brindó su colaboración al partido izquierdista, a través del reparto de panfletos y la distribución de carteles proselitistas. Poco después, Alfredo Palacios obtuvo el triunfo en las elecciones legislativas, lo que implicó la euforia popular y festiva en el barrio de “La Boca”. No era para menos, porque Palacios fue el primer socialista de América Latina que ocupó una banca en el Congreso Nacional.

Posteriormente, el padre de Chinchella decidió que éste debía trabajar con él en el puerto, pero en este caso repartiendo carbón a hombro entre los barcos anclados en los muelles. Dicha situación significó para Benito un enorme sacrificio diario, basado en un esfuerzo físico que terminó deteriorando su salud.

En 1907, el joven Benito se incorporó a la “Sociedad Unión de ‘La Boca’”, un centro cultural vecinal en el que se aglutinaban estudiantes y obreros para la realización de debates, el desarrollo de actividades educativas y la organización sindical. En la mencionada institución, existía una academia donde diversos habitantes de “La Boca” tenían la oportunidad de asistir a distintos cursos, entre ellos de música, canto, economía doméstica, corte y confección o dibujo y pintura. Y precisamente la

1 Fue el apellido de su familia adoptiva, antes de su cambio posterior por Quinquela. 5

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enseñanza de éstos últimos, estaba a cargo del pintor italiano Alfredo Lazzari2, el primer maestro de quien Chinchella aprendió los conocimientos básicos del arte pictórico, y a

quien demostró un enorme agradecimiento durante el resto de su vida, mediante el desenvolvimiento de muestras en su homenaje. Lazzari, influido por el impresionismo italiano, inculcó al joven Benito la admiración por la luminosidad, el destello de los colores y la tolerancia por la libre expresividad artística. En el taller de la “Sociedad Unión de ‘La Boca’”, Chinchella estudió hasta los veintiún años; y no sólo aprendió nociones de pintura, sino además en dicho instituto educativo obtuvo contacto con una variedad de tendencias ideológicas y personalidades. Al respecto, en ese centro cultural surgió su amistad con el músico de tango Juan de Dios Filiberto (el compositor de “Caminito”), y además conoció a destacados pintores y grabadores que serían colegas por muchos años, como Antonio Maresca, Facio Hébecquer, Camilo Mendelli, José Arato, Fortunato Lacámera, Abraham Vigo, Torre Revello y Santiago Stagnaro. La Academia que funcionó en “Sociedad Unión de ‘”La Boca’”, se constituyó en un espacio donde se irradiaba cultura, se producían discusiones políticas, se divulgaban las vanguardias europeas, los nuevos movimientos ideológicos y las técnicas pictóricas imperantes en aquel momento. Este contexto de sinergia expresiva, inspiró a Chinchella, carbonero y estibador del puerto, habituado a la rudeza de los marineros y al estrecho nivel intelectual de los changarines portuarios.

El ambiente de la biblioteca de la “Sociedad de Caldereros” y la del “Centro Socialista de la Sección Cuarta”, le permitió a Chinchella, descubrir la irresistible lectura de varios autores, que enriqueció notablemente su fervoroso anhelo de formación intelectual autodidacta. De acuerdo a ello, Benito tuvo la intensa influencia del libro “El arte”, del escultor francés Augusto Rodin, hallado en la biblioteca del Centro Socialista de ‘La Boca’. El libro de Rodin, argumentaba que la obra artística debía ser realizada fácilmente y de manera natural por su creador, debido a que cualquier obra que necesitara demasiado esfuerzo no presentaba un carácter personal, ni tampoco un sincero valor cultural. Dicha obra literaria, fundamentó la concepción del arte según Rodin, en la cual aconsejaba que un artista debiera pintar su propio contexto geográfico, y no recrear temas ajenos. En este sentido, Benito fue influido por el pensamiento de Rodin, basado en la identificación del artista con su medio, la relación emocional entre pintor y modelo. Esta relación otorgaría a la obra su originalidad –no siendo una mera copia-, y una interpretación subjetiva de la realidad contextual fundamentada en la sinceridad. Además, según la argumentación de Rodin, una obra de arte debía estar impregnada del sentimiento del autor, para que conmoviera al observador. Así, una obra artística que no fuera realizada con sincera pasión por su autor, nunca podría impactar al espectador, por más perfección técnica que hubiera tenido su elaboración.

2 Alfredo Lazzari, inmigrante proveniente de la provincia de Lucca, Italia, arribó a la Argentina en 1897. Con la finalidad de proyectar y pintar unos vitrales con temas religiosos, decidió quedarse. Durante sus primeros años de residencia en Argentina, vivió en el barrio de Barracas, pintando y dictando clases. Más tarde, se trasladó a Lanas, en búsqueda de nuevos paisajes como fuente de inspiración para el desenvolvimiento de su arte. Lazzari impartió sus clases en el Conservatorio de Pezzini-Sttiatessi desde 1903, y fundó la denominada “Escuela de ‘La Boca’”, una corriente pictórica argentina, en la que se incluyeron sus discípulos: Eugenio Daneri, Miguel Carlos Victorica, Víctor Cúnsolo, José Desiderio Rosso, Miguel Diomede, Fortunato Lacámera y Quinquela Martín. La mayoría de las obras de Lazzari fueron de muy pequeñas dimensiones, como su trabajo sobre cajas de cigarros, su más importante soporte. Además, este pintor italiano aplicó el estilo de los “macchiaioli”, los pioneros italianos del movimiento impresionista. Por otra parte, si bien la temática de sus obras fue recurrente, sus pinturas representaron la vida en los suburbios boquenses.

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El ambiente representado en la casi totalidad de las obras de Quinquela, fue su propio pueblo, el barrio de “La Boca”, con su puerto, con sus navíos y sus habitantes. El espacio geográfico de “La Boca” y el Riachuelo representaron para Quinquela Martín, no sólo el lugar donde transcurrió su vida, o el motivo fundamental de sus obras; sino una oda al trabajo portuario, y una interpretación personal de la identidad de dicha comunidad bonaerense. El arte debía asemejarse a las experiencias cotidianas de la vida, al ímpetu de trascendencia local, y a un sentimiento de compartir los fragmentos de las vivencias del autor con sus espectadores. Los trabajos de Benito como cargador de carbón de barrio, y luego como estibador de puerto, y su asiduo contacto con marineros, obreros y delincuentes, le posibilitó conocer tanto los vicios, las preocupaciones y el sufrimiento de sus semejantes, como sus virtudes y fortalezas.

En 1910, año del Centenario, el pintor boquense participó por primera vez de una exposición. En ese momento, se efectuó una muestra colectiva en la “Sociedad Ligur de Socorro Mutuo de ‘La Boca’”, de todos los alumnos del taller de Alfredo Lazzari. Esta

mutual local celebró veinticinco años desde su fundación, y lo conmemoró con la exhibición de los artistas de “La Boca”, tales como Santiago Stagnaro, Arturo Maresca, Vicente Vento, Leónidas Magnolo y Chinchella, quienes en aquel entonces eran principiantes. Chinchella pudo exponer cinco obras, que se caracterizaron por sus líneas torpes, lo que significó que el artista del puerto todavía no había desarrollado la maestría que lo identificaría posteriormente.

En 1913, Chinchella decidió continuar con el mejoramiento de su técnica inicial. Para ello, Benito empezó a asistir a clases de dibujo del natural con el profesor Pompeyo Boggie, junto a varios pintores amigos como Adolfo Bellocq, Guillermo Facio Hébecquer, José Arato y Abraham Vigo, entre otros. Los artistas mencionados se caracterizaron por su preocupación por la “cuestión social”. En los talleres de la “Asociación Estímulo de Bellas Artes”, dichos pintores conformaron el “Grupo de los Cinco”, al que más tarde se denominó “Artistas del Pueblo”. A esta agrupación se incorporaron otros. Los “Artistas del Pueblo” estuvieron reunidos durante el transcurso de dos años, creando obras pictóricas, y debatiendo sobre la manera de difundir su arte, debido a que la galería más importante de Buenos Aires – el “Salón Nacional”-, se oponía a su admisión. Y como las telas del grupo artístico eran permanentemente rechazadas por el “Salón Nacional”, permanecieron exhibiéndose en galerías menores. En 1914, ante esta situación de marginación, los artistas rechazados del “Salón Nacional”, crearon el denominado “Salón de los Recusados”, una sala destinada con exclusividad a los pintores no admitidos en la institución hegemónica. En ese espacio de revancha, Chinchella pudo exponer algunas obras. El evento artístico fue cubierto por el periodismo local, porque mientras los diarios “La Nación” y “Crítica” dieron su aprobación a la obra de Chinchella; el diario “La Prensa”, el semanario “Fray Mocho” y la revista “Nosotros”, desacreditaron la muestra de las obras.

Por otra parte, hacia 1915, Benito comenzó a preocuparse por la enseñanza de los obreros del puerto de “La Boca”. La educación que brindó Chinchella a los proletarios, estimuló su ansia de perfeccionamiento técnico en su producción pictórica, y promovió un sentido de compromiso social. De acuerdo a ello, Paloma Fabrykant y Graciela García Romero, lo analizaron de esta manera:

“A los veinticinco años, Benito, aunque no estaba cansado de aprender, sintió que era tiempo de comenzar a enseñar. ‘Enseñando también se aprende’, quizás haya pensado para sus adentros, pero quienes sin duda aprendieron mucho y guardaron un enorme agradecimiento hacia el artista fueron sus alumnos, todos obreros. Fue un plan concebido junto a su amigo

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Santiago Stagnaro, con el objetivo de acercar el arte a los trabajadores. Ya se perfilaba el Chinchella solidario, comprometido con su gente y la causa social.”3

En 1916, el periodista Ernesto Marchese publicó en la revista “Fray Mocho”, el primer artículo referido en forma exclusiva a Benito Chinchella. La nota periodística titulada “El carbonero”, argumentó la impresión de Marchese cuando observó al pintor boquense diseminar pintura sobre la tela, a través de una espátula, de una manera intempestiva y ágil. Esa crónica mencionó el asombro del periodista, cuando comprobó que las exuberantes y densas pinceladas del joven artista, alcanzaron dos centímetros de espesor. Y a continuación, empezaron a constituir las formas que interpretaron el ámbito portuario de “La Boca”.

Chinchella y su amigo Facio Hébecquer, que permanentemente se encontraban en el puerto pintando el paisaje del Riachuelo, sostenían que la trascendencia de la pintura

se basaba en la transmisión de un mensaje social por sobre la perfección técnica. Hébecquer fue un artista con un notable sentido de compromiso social, cuyas obras se relacionaron con la revaloración de los sectores más pobres de la Sociedad. En aquel entonces, se inició el desarrollo del arte social en la República Argentina. Así, en 1916, Benito y Facio entre otros pintores, fundaron la asociación “Artistas del Pueblo”, destinada a la libre expresión de ideas y al estímulo del arte entre las personas más humildes que no podían asistir a los institutos privados.

Chinchella continuó ayudando a su madre en la casa, y seguía trabajando como cargador de carbón en el puerto, aunque ocupó cada vez más tiempo en su pintura. Su amigo Hébecquer le presentó al director de la “Academia Nacional de Bellas Artes”, Pío Collivadino, un mecenas de notable prestigio. Precisamente, Collivadino orientó a Chinchella, para que expusiera sus obras en el ámbito de las más afamadas galerías, y para que pudiera realizar viajes al exterior, con la intención de exponer sus pinturas. El secretario de la mencionada Academia, Eduardo Taladrid también guió la carrera artística del pintor carbonero, y le aconsejó que trabajara en telas grandes. Taladrid se percató del talento del joven artista, de su condición humilde, por ello lo financió con sus propios medios. De este modo, Taladrid le otorgó a Chinchella una beca para la adquisición de materiales, telas, pinturas, marcos y el alquiler de un local de exposición para efectuar su primera muestra individual.

Benito Chinchella advirtió que su apellido podía generar confusiones en el momento de su pronunciación. De acuerdo a ello, en italiano la “c” con la “h” (o sea la “ch”), se pronuncia “k”, pero en idioma español se pronuncia como el fonema “ch”. De esta manera, se propuso “argentinizar” su nombre y escribirlo como suena en italiano, es decir, Quinquela. Con ese nombre firmó sus obras, y así fue conocido a nivel mundial desde ese momento. Poco después, el pintor pidió audiencia con un juez para legalizar el cambio de apellido. No obstante, aprovechó la circunstancia para introducir más cambios en su identidad, como la eliminación de su segundo nombre y la transformación del tercero en apellido. De este modo, de Benito Juan Martín Chinchella pasó a llamarse Benito Quinquela Martín.

En 1926, en Buenos Aires se creó un espacio cultural destinado a la creación artística, el debate y el libre pensamiento. Dicho ámbito fue la “Peña del Café Tortoni” (Avenida de Mayo 829), que fue inaugurada con enorme entusiasmo entre los vecinos. En ese lugar, se impulsaron eventos de la “Sociedad de Artes y Letras”, una agrupación que tuvo entre sus organizadores a Quinquela. Entre 1926 y 1943, la mencionada sociedad difundió conciertos, conferencias, exposiciones, y brindó su respaldo a todas

3 FABRYKANT, Paloma y GARCÍA ROMERO, Graciela. “Benito Quinquela. El maestro del color”, Buenos Aires, Aguilar, 2006, p. 36.

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las manifestaciones artísticas populares, en el contexto de la “Peña del Tortoni”. En ese lugar, se desenvolvió la lectura de poesía y prosa, y se realizaron espectáculos de canto y baile de tango, con la asistencia de importantes artistas, intelectuales y funcionarios públicos. La “Peña del Tortoni” representó un ambiente porteño de sociabilidad, y generación de cultura popular. Según lo sostenido anteriormente, Karina Donángelo describe dicho fenómeno expresivo de este modo:

“Allí se generó un centro de producción y difusión cultural, gracias al cual el 25 de mayo de 1926 se fundó la ‘Peña del Tortoni’, que le dio brillo y mística al lugar y lo hizo punto de reunión de grandes personalidades. En él leyó su primer cuento Roberto Arlt; allí tocó sus tangos Juan de Dios Filiberto; y allí expuso sus pinturas Benito Quinquela Martín. Participaron también Antonio Cubil Cabanellas, Raúl Scalabrini Ortiz, Conrado Nalé Roxlo, Leopoldo Marechal, Emilio Pettoruti, Raúl González Muñón, Alfonsina Storni, Baldomero Fernández Moreno, Lola Membrives, el presidente de la Nación Marcelo T. de Alvear. Todavía

se recuerda la ensalada de flores que solía pedir Xul Solar o la Indian Tonic Cunnington que bebía Borges. Sin olvidar tampoco a Edmundo Rivero o Carlos Gardel.”4

Además de las figuras mencionadas, asistieron asiduamente a la “Peña del Tortoni” los pintores Vásquez Días, Gutiérrez Solana y Darío de Regoyos; y los escultores Agustín Riganelli, Roberto Capurro y Luis Perlotti. Por otra parte, Fortunato Lacámera, amigo de Quinquela también contribuyó a la promoción del arte popular a través de la fundación del “Ateneo Popular de ‘La Boca’”, en el cual funcionó la “Agrupación de Gentes de Artes y Letras Impulso”.A fines de 1927, Benito Quinquela Martín realizó un viaje hacia Nueva York, Estados Unidos. Al año siguiente, Quinquela gracias a la gestión y al mecenazgo de Georgette Blandi –una escultora viuda, amante del arte y millonaria, pudo realizar en esa ciudad norteamericana una exposición en la “Anderson Galleries”. El principal motivo de la mayoría de los cuadros del pintor bohemio, se referían a los paisajes portuarios. Sin embargo, había determinadas obras de una nueva temática incorporada por Quinquela, basada en las imágenes de fundición y carga de hornos, que presentaba visiones del fuego. Estas imágenes locales impactaron al público estadounidense, y también a Farrel, magnate de la industria metalúrgica que observó atónito los motivos de fundiciones de acero que se exhibían en la “Galería Anderson”. El millonario Farrel, le ofreció a Benito una propuesta laboral interesante, consistente en la decoración con murales de todos sus establecimientos metalúrgicos. Esta labor podría haber durado meses e incluso años, lo que suponía la permanencia de Quinquela en Nueva York. El empresario industrial estadounidense, tuvo la intención de pagar muy bien al artista argentino. Sin embargo, Quinquela rechazó la proposición de Farrel, fundamentando que toda su temática pictórica estaba totalmente relacionada con su lugar de origen, el puerto y el barrio de “La Boca”. Esta experiencia constituyó una aseveración, de su profunda fidelidad o sentido de pertenencia a su tierra natal, su pueblo portuario.Benito, después de una serie de viajes al extranjero que le otorgó una consagración internacional, volvió a su ambiente natal con nuevas inquietudes personales. En aquel entonces, Quinquela logró el reconocimiento como artista profesional, y detentó una posición económica más estable. No obstante, sus vecinos de “La Boca” eran pobres, y seguían padeciendo varias necesidades. Muchos habitantes de la zona portuaria boquense trabajaban en el puerto, en las carbonerías, en las tiendas o en las ferias. La abrumadora mayoría de los trabajadores del suburbio, renunciaron a sus vocaciones artísticas para sobrevivir económicamente. Otros obreros, ni siquiera tenían la

4 DONÁNGELO, Karina, “Cafés porteños”, http://www.almargen.com.ar9

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posibilidad de conocer la existencia del arte. Ante la humilde condición del barrio de “La Boca”, Quinquela advirtió que su vida no sólo debía estar dedicada a la expresión pictórica, sino también al ejercicio de la solidaridad con su pueblo. De esta manera, Benito fue el principal gestor de la fundación del “Instituto Sanmartiniano”. El próximo objetivo solidario de Quinquela, se relacionó con resolver la escasa comodidad de muchas escuelas primarias de “La Boca”, que funcionaban en inmuebles alquilados. Para ello, el pintor del puerto buscó un terreno en los alrededores de “Vuelta de Rocha”, para donarlo a su comunidad y construir una escuela pública. Sin embargo, cuando estuvo dispuesto a comprarlo, su propietario duplicó su precio, por lo cual se sucedieron extensos pleitos. Posteriormente, a pesar de los obstáculos presentados, se comenzó a construir el establecimiento educativo en la calle “Pedro de Mendoza 1835”, e inaugurada en julio de 1936. Más tarde, en 1938, en el segundo piso de dicha escuela primaria fue inaugurado el “Museo de Bellas Artes de ‘La Boca’”, con donaciones de

pinturas de Quinquela y varios artistas argentinos. Luego, los aportes del pintor boquense contribuyeron a la creación del Jardín de Infantes Nº 6, el Lactario Municipal Nº 4 (actual Jardín Maternal Quinquela Martín, ubicado en la calle pedro de Mendoza 1803), y la “Escuela de Artes Gráficas para Obreros”. El proyecto de edificación de este colegio, tuvo complicaciones burocráticas, porque Quinquela fue acusado de utilizar patrimonio público, con la intención de promover su nombre y sobrevaluar sus obras. Ese rumor se tradujo en la suspensión del proyecto, que en su momento había sido aprobado por el presidente Edelmiro Farell. No obstante, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, se anularon las dificultades administrativas, y finalmente en 1947 empezó la construcción de la “Escuela de Artes Gráficas para Obreros”, que finalizó en 1950 (en la actualidad denominada “Escuela de Artes Gráficas Armada Argentina” y “Colegio Industrial”).

En 1943, se dispersó la “Peña del Tortoni”, el centro cultural que aglutinó a distintos representantes de la cultura, entre ellos a Benito Quinquela. Por este motivo, el famoso pintor ofreció su taller para que funcionara como lugar de reunión para artistas e intelectuales bohemios.

Por otra parte, una de las preocupaciones de Quinquela fue la salud de los boquenses. Por ello, otro de los proyectos del pintor fue la construcción de un hospital que incorporara todas las especialidades relacionadas con la medicina preventiva y la ayuda social. A pesar de las intenciones de Quinquela, no se construyó un centro hospitalario, sino un lactario. Por otra parte, en el último de los lotes donados por Benito al Estado se edificó un jardín de infantes, el Jardín Nº 61, en la calle Lamadrid 648, que empezó sus actividades en 1948. Quinquela impulsó la creación del “Museo de Mascarones de proa”, y donó varias pinturas murales para distintas instituciones. Benito respaldó desde su juventud, el surgimiento de sociedades independientes integradas por artistas e intelectuales como la “Peña del Tortoni”. El maestro de “La Boca”, continuó profundizando durante su madurez, la valoración de la amistad, el desarrollo de espacios sociales, el debate de opiniones y el libre pensamiento. De esta manera, Quinquela fomentó en su barrio, la formación de nuevos e inéditos centros culturales. Una de esas agrupaciones fue la “Orden del Tornillo”, una cofradía creada en 1948, compuesta por artistas, pensadores y toda clase de personas extravagantes que se reunían para desarrollar actividades creativas relacionadas con la expresión artística. El simbolismo que adjudicó Quinquela al tornillo, aludió justamente al que los integrantes de la mencionada logia no tenían en su cabeza, y tampoco se esperaba que lo tuvieran. En este caso, la idea quinqueliana se relacionó con la conservación de la genialidad creadora, el delirio de la innovación, el culto a la amistad, y la pasión por la vida bohemia. Esta euforia por toda manifestación socio-cultural y frenesí por la ocurrencia

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absurda de la “Orden del Tornillo”, fue analizado por Paloma Fabrykant y Graciela García Romero de esta manera:

“A los miembros de esta Orden se les entregaba, durante una solemne ceremonia, un emblemático tornillo, que simbolizaba el que les faltaba en la cabeza; pero no para que se lo pusieran y se volvieran cuerdos sino para garantizar que siempre les faltara, que nunca fueran normales sino que permanecieran genios, locos y brillantes de por vida. Tales fueron los fundamentos ideados por Quinquela al crear esta original agrupación. Por se el más intrépido y original de los artistas argentinos, Benito fue nombrado Gran Maestre de esta orden”.5

Otro ingenioso y gregario sitio dedicado al arte, la amistad y las ideas irracionales –que difundió Quinquela-, fue la denominada “República de ‘La Boca’”. Esta propuesta social imaginaria, se trató de una nueva nación con límites imprecisos, una geografía itinerante y una población de dementes. Esta nueva Sociedad creada por Quinquela y otros artistas boqueases, tuvo la finalidad de difundir el optimismo, la diversión, la sociabilidad y el respeto entre los habitantes del pueblo. En la “República de ‘La Boca’”, se realizaron banquetes, tertulias y hasta fiestas de disfraces, a las que solían concurrir los “ciudadanos honorarios” de la “República”, como por ejemplo, el ex presidente de la Argentina, Marcelo Torcuato de Alvear, amigo de Quinquela. En estos eventos también concurrieron como “ciudadanos honorarios” varios hombres anónimos argentinos o extranjeros de diferentes oficios.

Quinquela se destacó por su sentimiento patriótico, y ello lo plasmó en todas sus obras artísticas. Esto se vinculó por un lado, con el localismo pictórico, basado en la representación del puerto de “La Boca”, los buques, los astilleros, el Riachuelo y sus trabajadores. Por otro lado, el pintor boquense manifestó un sentimiento patriótico cuando pintó imágenes de su localidad natal, cuando realizó donaciones desinteresadas o rechazó las invitaciones provenientes del exterior, para exponer sus cuadros en importantes galerías de arte. Dicha situación significó el apego de Benito por su país, y el barrio que lo vio crecer. En relación a ello, Paloma Fabrykant y Graciela García Romero lo expresaron así:

“La Patria fue uno de los grandes pilares en el pensamiento quinqueliano. Y jamás dejó de estar presente en su obra. Aunque siguió recibiendo invitaciones de todo el mundo para realizar exposiciones –en particular Alemania y Japón no se resignaban a no contar con su presencia-, Benito con volvió a dejar nunca el suelo argentino. Prefirió pasar su edad madura llevando sus cuadros por todo el territorio patrio”.6

Quinquela Martín expresó un sentimiento nacional y popular en toda su producción artística, en sus emprendimientos solidarios, e incluso en su temática y en su metodología. Según Quinquela, el discurso patriótico era una de las finalidades del arte, y dicha función didáctica o exhortación de proselitismo localista, nunca subestimó la calidad y la validez de su obra. El artista de “La Boca”, también expuso su sentimiento patriótico en los temas desarrollados por la pintura mural sobre los edificios públicos. Los motivos representados por Quinquela en este arte pictórico, se relacionaron con la dignidad y la trascendencia de los trabajadores. Al respecto, Fabrykant y García Romero interpretaron la pasión patriótica del pintor portuario de este modo:

5 FABRYKANT y GARCÍA ROMERO, Op. cit. pp. 87-88.6 Ibídem, p. 91.

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“Queda claro que Quinquela veía la pintura mural directamente vinculada al sentimiento patriótico. Por eso pintó tantos muros, en muchas oportunidades de forma totalmente gratuita, sólo para hacerle un bien al país. Él defendía la importancia de la pintura mural por su valor pedagógico, por eso insistió tanto en la decoración de la Escuela-Museo Pedro de Mendoza. Consideraba que los espacios públicos deben decorarse con imágenes que ensalcen las virtudes patrióticas del trabajo, dando protagonismo siempre a la figura humana”.7

Quinquela destacó el trabajo en el barrio de “La Boca”, como temática fundamental de toda su obra, tal vez porque él mismo fue un obrero, un cargador de carbón del puerto. En esta situación, el artista portuario comprendió lo que implicaba el esfuerzo cotidiano del trabajo, y por ello lo representó como principal motivo de su

producción pictórica. Así, las imágenes del puerto plasmadas por Quinquela, expresaron una apología al trabajo. El artista boquense pintó en sus cuadros, escenas de constante actividad en el puerto, protagonizadas exclusivamente por dinámicas figuras humanas. Quinquela compuso en sus pinturas, visiones de trabajadores en plena acción febril, protagonistas de una composición que destacó su sacrificada laboriosidad en un ambiente integrado por los astilleros, los navíos, las grúas, los talleres metalúrgicos, las aguas, los cielos, los humos y las nubes.

7 Ibídem, p. 115.12

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Benito Quinquela Martín-“Puente viejo”

CAPÍTULO II: QUINQUELA MARTÍN Y SU ARTE INDEPENDIENTE

Varios críticos consideraron a Quinquela un pintor independiente, debido a que sus obras no estuvieron inscriptas dentro de ninguna escuela o movimiento pictórico de origen europeo. Su producción artística estuvo fuera de cualquier clasificación. En este sentido, Paloma Fabrykant y Graciela García Romero lo fundamentaron a través del siguiente relato:

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“La pintura de Quinquela no es del todo impresionista, ni del todo expresionista; no se puede catalogar de fauvista, ni es cien por ciento realista; es decir; está fuera de todo canon, no concuerda con ninguna de las vanguardias histórico-culturales de su época. A Quinquela no le importaban las vanguardias”.8

De acuerdo a lo mencionado, el contexto portuario y la bohemia de “La Boca” eran más importantes para él que una tendencia artística en boga. Esta cuestión no la entendieron algunos de sus críticos coetáneos, que siempre buscaron el encasillamiento fácil de su pintura, sin advertir su originalidad, su exaltación del trabajador y su carácter autodidacta. El biógrafo del maestro boquense, Enrique Horacio Gené, percibió las dificultades de los analistas de arte y galeristas, para clasificar y catalogar toda la pintura de Quinquela. De esta manera, Gené interpretó lo siguiente:

“Me atrevo a asegurar que uno de los mayores problemas de Quinquela Martín, entonces y ahora, era y es la imposibilidad de hacerlo encajar dentro de alguna de las modalidades de la época. Era un rebelde personalísimo que hacía de su falta de escuela su verdadera bandera”.9

Algunos críticos de arte españoles, en cambio, catalogaron a Quinquela como impresionista, debido a la multiplicidad de pequeños matices luminosos, impregnados en ciertas imágenes como los resplandores, los efectos de sol, las aguas enturbiadas por el polvo del carbón y los cielos opacados por el humo. En relación a lo analizado previamente, el experto español en arte, J. Franco Rodríguez, manifestó su opinión al respecto:

“El impresionismo de Quinquela en sus cuadros resulta admirable; da la nota clara, precisa, con movimiento; se ven las embarcaciones con sus cascos panzudos, sus jarcias, sus chimeneas humeantes y las aguas siempre quietas, oleaginosas, oscuras, y el cielo unas veces con los tintes rosas de la mañana, otras con los verduzcos y tristones del atardecer”.10

En aquellos tiempos, Quinquela fue criticado y marginado de ciertos círculos artísticos locales, por no suscribirse a las corrientes y modismos oriundos de Europa. Además, Quinquela sostuvo que las vanguardias pictóricas no representaban una estética válida, debido a una ausencia de honestidad en la técnica innovadora, y en la sensibilidad de la temática artística. Según este criterio de análisis, el mencionado pintor se opuso rotundamente al modernismo y por ello, jamás se adhirió a ninguna tendencia renovadora o esnobismo de moda. Otro motivo por el cual Benito Quinquela fue rechazado por los sectores academicistas de su época, se relacionó con su falta de

formación institucional. En contrapartida, el pintor de “La Boca” desacreditó las estrictas reglas de las corrientes pictóricas consagradas, porque consideró que éstas no estimulaban el desarrollo de una creatividad sincera, expuesta en la obra artística. De acuerdo a ello, Fabrykant y García Romero, sostuvieron ésta explicación:

“Benito Quinquela Martín nunca estudió pintura en un establecimiento oficial. Jamás se plegó a los requerimientos académicos, porque consideraba que el excesivo academicismo atentaba contra la originalidad y la personalidad de la obra”.11

8 Ibídem, p.109.9 GENÉ, Enrique Horacio. “Quinquela Martín”, Buenos Aires, Ed. Del autor, 1986, p. 170.10 RODRÍGUEZ, J. Franco. “El impresionismo de Quinquela”, en “Benito Quinquela. El maestro del color”, Buenos Aires, Aguilar, 2006, p. 132.11 FABRYKANT Y GARCÍA ROMERO, Op. cit. p. 111.

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CONCLUSIÓN

El humilde origen de Benito Quinquela Martín en el barrio de “La Boca”, como changarín en su infancia, y luego como cargador de carbón en el puerto durante su adolescencia, no le impidió generar una afición por el dibujo y la pintura. Este pasatiempo se convirtió con el transcurso del tiempo en una carrera artística, por la que Benito tuvo que superar obstáculos intermitentes, hasta lograr su consagración profesional. El “pintor carbonero” tuvo una profunda identificación con el contexto cultural boquense, y dicha influencia decisiva se manifestó no sólo en toda su obra pictórica; sino también en la promoción de nuevos y creativos espacios culturales, y en

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las acciones filantrópicas realizadas principalmente en su barrio. Por una parte, impulsó la organización de diversas agrupaciones culturales, destinadas a generar un espacio de encuentro entre artistas para favorecer el culto a la amistad y el debate de ideas. Quinquela se destacó por un evidente patriotismo, que impregnó su pintura localista, su fervor por ambiente bohemio de “La Boca”, y su impronta solidaria; además de sus constantes rechazos a las invitaciones del exterior, durante su madurez, para pintar en otras naciones. Por otra parte, Quinquela se comprometió con la crítica realidad social de su localidad, y brindó generosamente una obra solidaria consistente en la creación de nuevas instituciones públicas para los boquenses (donación de terrenos para la construcción de escuelas, jardín de infantes y un lactario).

Las pinturas realizadas por Quinquela Martín, se caracterizaron por la representación de temáticas recurrentes en toda su trayectoria artística, y relacionadas con el ámbito portuario de “La Boca”. Según este criterio, Benito pintó el Riachuelo, los astilleros, los barcos, las grúas y los talleres metalúrgicos de la zona portuaria boquense, con el exclusivo protagonismo del hombre, en particular los trabajadores. Este pintor fue un autodidacta que forjó un estilo propio, y constituyó una unidad temática en el transcurso de su carrera. Además, la problemática de la formación autodidacta y del encasillamiento de la producción pictórica de Quinquela Martín dentro de un movimiento determinado, preocupó a varios analistas de arte durante años. En esta cuestión, se interpretaron dos posiciones, una sostenía el carácter independiente del maestro de “La Boca” en el desenvolvimiento de un estilo propio, original, innovador, que no presentó influencias provenientes de Europa. Y la otra postura, expuesta por un crítico español, cataloga la obra de Quinquela como impresionista, alegando descripciones de carácter técnico, con respecto a la utilización del color y sus respectivos matices.

La producción pictórica de Quinquela presenta una notable singularidad, que contribuye al desarrollo del sentido identitario nacional, y al enaltecimiento de la calidad del arte argentino frente a las obras de origen extranjero.

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Benito Quinquela Martín-“A pleno sol en el puerto”

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