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R E F L E X I O N E S. Alma Leal La palabra nos salva. La palabra nos condena. También nos une o nos separa. Cuando balbuceamos estamos empezando a hacer uso de nuestro instinto de sobrevivencia entre nuestros iguales. Cuando ya podemos edificar un pensamiento completo estamos haciendo uso de las palabras, hilvanadas, delineadas, de los pensamientos de nuestros ancestros, de los primeros hombres que habitaron este planeta y que utilizaron por primera vez el lenguaje que nos hace plenamente humanos. La palabra dignifica, construye, hace la memoria histórica de la especie humana. También difama, destruye, tergiversa u ofende. Hay lenguajes floridos, cultivados por hombres de una inteligencia preclara que nos mueven a leerlos y a querer imitarlos y hay construcciones semánticas que atentan contra este espacio cultural del hombre. Todas las formas de expresión, incluida la palabra que hace explícito nuestro pensamiento, conlleva a la par todas las palabras que no decimos, que no hablamos, que nos guardamos para nosotros mismos porque cae en la esfera de nuestros templos interiores. Así mismo de todas las formas de expresión necesarias para nuestra comunicación y sostenimiento de nuestros muros fundamentales que han mantenido nuestras civilizaciones es la palabra el más complejo y acabado sistema de expresión en la vida de la humanidad. Pero esta heterogeneidad de culturas, espacios y tiempos en la vida del hombre, estas diversas lenguas, tradiciones y formas de expresión parten de una génesis y nos hace iguales en cuanto a la forma que el hombre se apropia del mundo, de la naturaleza y la ha transformado de la misma manera en todos los continentes en diferentes épocas para su sostenimiento, sobrevivencia y construcción de su hábitat. La construcción del lenguaje en la vida del hombre, necesario en toda civilización para mostrarse al mundo, para conocerse entre sí, para intercambiar ideas, para comerciar, para influirse unos a otros, para convencer, para dialogar, para llegar a acuerdos, es el preámbulo a la coexistencia pacífica entre los pueblos, o mal empleado, el detonador de innumerables conflictos y desacuerdos sin fin. La intencionalidad de nuestra palabra como todos lo sabemos y lo empleamos en la vida cotidiana nos hace más amables, o más díscolos, bien construida nos enseña, mal empleada nos confunde, mal diseñada no merece la pena, en prosa quijotesca nos entretiene, en rimas cadenciosas nos guarda la memoria colectiva, en arengas son precursoras de revoluciones, impresa en los libros incunables nos hacen conocer el mundo de un tiempo histórico, tallada en la piedra o escrita en el papiro nos hace conocer el principio de la Historia de la humanidad.

R E F L E X I O N E S Clausura Del Diplomado

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R E F L E X I O N E S. Alma Leal

La palabra nos salva. La palabra nos condena. También nos une o nos separa. Cuando

balbuceamos estamos empezando a hacer uso de nuestro instinto de sobrevivencia entre

nuestros iguales. Cuando ya podemos edificar un pensamiento completo estamos

haciendo uso de las palabras, hilvanadas, delineadas, de los pensamientos de nuestros

ancestros, de los primeros hombres que habitaron este planeta y que utilizaron por

primera vez el lenguaje que nos hace plenamente humanos.

La palabra dignifica, construye, hace la memoria histórica de la especie humana. También

difama, destruye, tergiversa u ofende.

Hay lenguajes floridos, cultivados por hombres de una inteligencia preclara que nos

mueven a leerlos y a querer imitarlos y hay construcciones semánticas que atentan contra

este espacio cultural del hombre.

Todas las formas de expresión, incluida la palabra que hace explícito nuestro

pensamiento, conlleva a la par todas las palabras que no decimos, que no hablamos, que

nos guardamos para nosotros mismos porque cae en la esfera de nuestros templos

interiores. Así mismo de todas las formas de expresión necesarias para nuestra

comunicación y sostenimiento de nuestros muros fundamentales que han mantenido

nuestras civilizaciones es la palabra el más complejo y acabado sistema de expresión en

la vida de la humanidad.

Pero esta heterogeneidad de culturas, espacios y tiempos en la vida del hombre, estas

diversas lenguas, tradiciones y formas de expresión parten de una génesis y nos hace

iguales en cuanto a la forma que el hombre se apropia del mundo, de la naturaleza y la ha

transformado de la misma manera en todos los continentes en diferentes épocas para su

sostenimiento, sobrevivencia y construcción de su hábitat.

La construcción del lenguaje en la vida del hombre, necesario en toda civilización para

mostrarse al mundo, para conocerse entre sí, para intercambiar ideas, para comerciar,

para influirse unos a otros, para convencer, para dialogar, para llegar a acuerdos, es el

preámbulo a la coexistencia pacífica entre los pueblos, o mal empleado, el detonador de

innumerables conflictos y desacuerdos sin fin.

La intencionalidad de nuestra palabra como todos lo sabemos y lo empleamos en la vida

cotidiana nos hace más amables, o más díscolos, bien construida nos enseña, mal

empleada nos confunde, mal diseñada no merece la pena, en prosa quijotesca nos

entretiene, en rimas cadenciosas nos guarda la memoria colectiva, en arengas son

precursoras de revoluciones, impresa en los libros incunables nos hacen conocer el

mundo de un tiempo histórico, tallada en la piedra o escrita en el papiro nos hace conocer

el principio de la Historia de la humanidad.

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Privilegiado aquel que sabe leer y escribir. Han sido los motores del cambio en la época

moderna. De las Revoluciones planeadas. No de la historia de los innumerables siglos de

expansión del hombre por medio de invasiones territoriales, donde los Griegos, Fenicios y

Romanos, Tartesios o Ibéricos confluyeron en el Mediterráneo antes de la Era de Cristo,

con su influencia dominante que llevaban los primeros signos o sistemas de comunicación

escrita.

Las lenguas mueren porque se destruyen los pueblos ancestrales. Si la selva o el bosque

contiene hasta hoy sobrevivientes del hombre de la Pre-historia, no es así en tierra llana

donde aborígenes solitarios apenas sobreviven al escapar de la planificación,

organización y nuevos mundos que han construido hombres ajenos a sus territorios.

Entonces, reflexionemos, pensemos detenidamente que esta característica consustancial,

que nos define, que nos caracteriza, que la especie humana la ha creado, se ha

convertido en el vehículo más indispensable, imprescindible, no solamente para

comunicarnos, definirnos, preservarnos, conocernos, y mantenernos como civilización,

sino para crear objetivamente el contenido de nuestro mundo.

Todos nosotros que hoy concluimos una etapa más de estudio, que movidos por nuestros

propios intereses elegimos estar en este salón de clase, ya hemos empezado a poner en

práctica nuestro conocimiento adquirido a través de 1 año de estudio pues no solamente

es el estudio presencial sino toda la semana para leer y comprender de una forma más

integral toda la enseñanza de nuestros maestros.

Ahora escribiendo un libro, que por primera vez ve la luz un formato de esta naturaleza

con el códice Fejérváry-Mayer, ahora iniciando la construcción de un nuevo y original

Museo del Juguete Mexicano, o emprendiendo una nueva carrera para aumentar nuestra

capacidad de servicio a la comunidad, o planeando para continuar estudios de Maestría

en el campo de la Museología y la Curaduría.

Nuestras costumbres, nuestro acervo cultural, nuestros fundamentos ideológicos, nuestra

forma de apropiarnos del conocimiento se ven cimbradas, cuestionadas. Los estereotipos

en las secciones de nuestra imaginación, confrontadas. Algo pasó dentro de mí y me

atrevo a decir que en todos nosotros, que nos hizo percibir realidades que no

conocíamos, introducidos a mundos contiguos a nosotros, que a veces las paredes de

nuestra forma de pensar se agrietaron pidiendo ser renovadas bajo nuevas líneas y

geometrías innovadoras de estos primeros años de un nuevo siglo y un nuevo milenio que

nos tocó en suerte inaugurar.

Porque precisamente eso trae como consecuencia la transición. La necesidad de hacer

las cosas de diferente manera, de conocer el mundo, de viajar, de saber más de Historia

de comprendernos y conocernos mejor a nosotros mismos y entre todos los demás.

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Tal vez ahora, podamos entender los refranes que nos legaron los sabios Aristotélicos y

enriquecerlos diciendo Yo sólo sé que sé un poco más, Haz a otro lo que haces para ti, o

Ya me conocí a mí misma, ahora voy a conocer mejor a los demás.

Para terminar quisiera compartirles esta poesía que escribí el 20 de Julio del 2006.

Dedicado a los hombres que han cultivado nuestros alimentos desde la Pre-historia.

Por Alma Leal.

Alza tu brazo y mira al mundo en tu mano

Observa que tú vales por más de uno, quizá por cinco

Cuando caminas y abres surcos y cosechas los frutos que han de alimentar las bocas de

los tuyos,

En realidad ellos no son nuestros, en realidad todos somos uno.

Observa bien, los dedos contenidos de una mano.

Alza tu brazo y canta al viento,

Las tonadas de antaño de los tuyos,

En realidad, no te pertenecen, solo te trajeron al mundo.

Y en reciprocidad, la madre tierra, te da el sustento

Y te enseña a sobrevivir, a ser solidario, a compartir el grano

Alza tu brazo y une tu mirada con los miles y millones de esos brazos

Y de esas manos que en realidad no son uno,

Sino tal vez cinco en cada uno

Alza tu brazo y apuntando al cielo di Presente

Porque no es el individuo, ni lo singular

Observa bien, es la humanidad entera,

La que dirige el destino hacia la aurora

De un sempiterno amanecer, que no es tuyo

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Observa bien, se formó solo, como la tierra, el aire,

El sol y el agua, y son los recursos que sustentan a la gente

No son tuyos, observa bien, pero a nosotros

Que respetamos las leyes de natura

Y nuestras propias leyes, nos protegerán por siempre.