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7 “SER DOMINICA, SER CONSTRUCTORA DE FRATERNIDAD” 1. INTRODUCCIÓN. LECTURA DE LA CARTA QUE ESCRIBIÓ EL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CRISTIANOS DE ROMA (Rom 12, 1-3.9-18) Por el cariño que Dios nos tiene os pido, hermanos, que no os dejéis embaucar por este mundo consumista. Sabed valorar las cosas: Lo bueno, como bueno y lo malo como malo. Valorad a los demás tal y como ellos se merecen; y no olvidéis que todos los hombres merecen lo mismo por haber sido hechos a imagen y semejanza de Dios. Que vuestro amor no sea una farsa ni una mentira. Vivid la vida no de cualquier modo, sino con ilusión y coraje. Ayudad con vuestro ejemplo a que otros sean felices. Vivid siempre alegres y llenos de esperanza. Manteneos firmes en los momentos difíciles. Orad al Señor en todo momento CONVOCADOS HOY

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“SER DOMINICA, SER CONSTRUCTORA DE FRATERNIDAD”

1. INTRODUCCIÓN.

LECTURA DE LA CARTA QUE ESCRIBIÓ EL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CRISTIANOS DE ROMA (Rom 12, 1-3.9-18)

Por el cariño que Dios nos tiene os pido, hermanos,

que no os dejéis embaucar por este mundo consumista.

Sabed valorar las cosas:

Lo bueno, como bueno y lo malo como malo.

Valorad a los demás tal y como ellos se merecen;

y no olvidéis que todos los hombres merecen lo

mismo

por haber sido hechos a imagen y semejanza de Dios.

Que vuestro amor no sea una farsa ni una mentira.

Vivid la vida no de cualquier modo, sino con ilusión y

coraje.

Ayudad con vuestro ejemplo a que otros sean felices.

Vivid siempre alegres y llenos de esperanza.

Manteneos firmes en los momentos difíciles.

Orad al Señor en todo momento

y poned a Dios en el centro de vuestra vida.

Desvivíos por los pobres y necesitados;

no olvidéis que siempre que una persona sufre

es Dios quien sufre en él.

Alegraos con los que se alegran

y llorad con los que lloran.

Sed todo para todos.

Si algún hombre es enemigo vuestro, perdonadle;

porque esto es lo más maravilloso del Evangelio de

Jesús.

No devolváis a nadie mal por mal.

En cuanto os sea posible

- y en esto depende en gran parte de vosotros-

vivid siempre en paz con todo el mundo.

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2. LA COMUNIDAD, DON Y SIGNO PARA NUESTRO TIEMPO

“Toda la fecundidad de la vida Religiosa depende de la calidad de la vida fraterna. Más aún, la renovación actual en la Iglesia y en la vida religiosa se caracteriza por una búsqueda de comunión y fraternidad. Por ello, la vida religiosa será tanto más significativa cuanto más logre construir comunidades fraternas en las que, por encima de todo, se busque y se ame a Dios; en cambio perderá su razón de ser cuando olvide la dimensión de una pequeña “familia de Dios” con quienes han recibido la misma llamada” (Juan Pablo II)

Cualquiera que conozca hoy la vida religiosa, sabe que “la comunidad” se va haciendo cada vez más el centro del proyecto de la vida de los religiosos y religiosas, por fidelidad al Evangelio del Amor y a la llamada que nos convoca a vivir juntas, en proyecto de vida, el deseo de ser “la memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús como Verbo Encarnado”. (La Vida Fraterna en Comunidad. VFC).

Es un hecho incuestionable que la vida comunitaria está en un proceso de evolución: De un talante de vida más rígido se ha pasado a otro más dinámico y flexible, que enfatiza

mejor las relaciones interpersonales. Se valora mucho la comunicación cordial, la responsabilidad compartida, el acercamiento personalizado.

De una vida en común se ha pasado a una comunidad de vida, rica de relaciones humanas, donde cobra gran importancia la amistad, el diálogo, la acogida y aceptación mutua, la valoración y el respeto de la propia libertad, la realización plena y gozosa de cada una.

De un estilo de vida que ponía el énfasis en la presencia física se ha pasado a una nueva forma de vida que valora más la compenetración de espíritu. Sin esta interior unión de todas, hasta los actos comunitarios resultan fríos, rutinarios e insoportables. Buscamos la unidad desde un razonable y legítimo pluralismo.

De una vida más bien pasiva y sumisa se ha pasado a una vida más responsable y madura que se expresa en una mayor corresponsabilidad y diálogo. Hay más apertura y trascendencia y menos dependencias psicológicas; más participación y más oración compartida, en diálogo sincero, humilde y leal.

¡UNA NUEVA VIDA COMUNITARIA ESTÁ NACIENDO!!.

La Trinidad no sólo es el origen de toda COMÚN-UNIÓN sino también el modelo. Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en comunión recíproca. “La Trinidad no es una comunión terminada pero sí una comunión que eternamente se hace por la participación de cada persona en la vida de la Santísima Trinidad. Cada una participa a su modo, según sus propiedades. SIN PARTICIPACIÓN NO HAY COMUNIÓN. Comunión no es subordinación. Es un amor que crea igualdad. En la Trinidad no hay manipulación ni dominación. No hay superioridad ni inferioridad”. (VFC). Comunión es la manera de ser de Dios y la manera de realizarnos como hermanas. La comunión trinitaria es la fuente de la comunión fraterna.

Nuestro ser de mujeres dominicas se desarrolla en comunidad. Necesitamos construir espacios de calor humano, de encuentro y de acogida, de apoyo estimulante, de serenidad y de fiesta, de un compartir en amistad lo que somos y tenemos. Nuestra primera responsabilidad es hacer fácil a las hermanas el camino de la vida.

“Porque vivir la fe cristiana dentro de la Orden dominicana es vivir desde la libertad personal para la liberación de los otros, de las otras, de los más cercanos; es vivir la construcción de la fraternidad; es vivir con tensión de alegría y

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esperanza para que las demás vivan con más paz, más justicia, más humanidad” (J.A. Solórzano OP)

Por eso hambreamos comunidades donde nos queramos y nos lo demostremos, que sean como esos espacios verdes en las ciudades donde se respira aire de Dios y de humanidad. Donde se hace realidad el perdón y la reconciliación. Estas comunidades purifican el aire y disipan el egoísmo empequeñecedor y la soledad estéril. Sabemos que crear comunidad pasa por poner en juego un tipo de relaciones personales que posibiliten el crecer juntas humana y espiritualmente y actuar sobre el mundo con un compromiso común compartido.

Este es el estilo de Comunidad que Santo Domingo ha querido para sus seguidores:

“La caridad y compasión de Domingo se muestra sobre todo en la convivencia cotidiana con los suyos. Es un hombre de trato cálido y afable, con detalles y delicadezas, atento a la necesidad ajena. Nunca renuncia a la verdad, pero sabe decirla en el momento oportuno, para conseguir el mayor fruto con el menor sufrimiento ajeno. Es experto en la corrección” (Testigos Canonización)

Construir comunidad dominicana, nos exige integrar nuestra vida con las hermanas, que no nos hemos buscado nosotras mismas sino el Señor, que nos ha querido compañeras en el mismo camino. Anhelamos vivamente comunidades que tengan mucho de hogar, donde manifestemos el calor del afecto, en una verdadera compenetración de espíritu, y busquemos animarnos y apoyarnos para vivirlo con radicalidad y con gozo. En el que vayamos tallando nuestra figura apostólica de mujeres dominicas, donde elaboramos juntas nuestros proyectos, en discernimiento y fraternidad, donde los realizamos y evaluamos juntas. Donde se palpa la madurez evangélica porque intentamos hacer fácil el camino a las hermanas.

Sin embargo, no es raro que vivamos insatisfechas, que nos quejemos de nuestras comunidades que ni llenan nuestras expectativas ni se convierten en una interpelación estimulante de amor desinteresado y gratuito en un mundo aprovechado y utilitario. No somos honestas vecinas del lugar, sino “amigas en el Señor”.

¿Por qué hay hermanas que, a pesar de estar juntas, viven solas?.

¿Sabemos lo que siente, lo que sueña, lo que sufre y lo que goza la hermana que está a mi lado?

No basta ser educadas y respetuosas. Hay que ir mas allá. Sin una comunicación normal, fluida y sincera, la comunidad se estanca, se deteriora y muere. No faltan ocasiones en que nos ensimismamos tanto en nuestra misión, que pasamos junto a las compañeras de comunidad como el sacerdote o el levita de la parábola.

¿Es que mi misión no es misión de todos mis compañeras de comunidad? y la misión de ellas ¿no es misión mía?.

Por una parte añoramos una comunidad acogedora con mucho sabor de hogar estimulante y retadora. La necesitamos vitalmente para crecer. Y por otra, nos desalentamos, a veces, frente a experiencias, propias o ajenas, de egoísmo, de indiferencia,… Nuestra falta de humor contamina el clima que respiramos todas, de desconfianza, de prejuicios o de poco tino en nuestra relación.

Para hacer fácil a los otros, a las hermanas, el camino al que estamos llamadas juntas hace falta primero hacernos fácil la vida cada una de nosotras. ¿Nos tratamos con ternura, nos amamos?. Sólo hace falta que repases la ternura de Dios en tu vida, la lectura creyente de tantos regalos que Dios nos ha ido dando en nuestra vida y en la vida de los otros cercanos.

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Sólo la ternura, la atención a la fragilidad, a lo que es pequeño como un grano de mostaza (Mt. 13, 31-33) puede liberarnos de ir por la vida como perfectas, sin ilusiones. Donde hay ternura hay calidez, expresión del afecto, hay libertad de palabra y movimiento, hay hueco siempre para lo nuevo o lo no esperado.

Detente unos momentos y orando recuerda, desde el corazón, estos regalos entrañables e inolvidables.

“El rostro del otro es a la vez maestro y mendigo”. ¿Dónde está tu hermana?. Esta es la base bíblica de la responsabilidad humana, descubrir que el otro es tu hermano. Es una Palabra que me llama en el rostro del otro a una relación que se llama servicio, amor gratuitito. Así se entiende la responsabilidad como una vocación no sólo porque es algo gratuito que se me ha dado sino también porque responde a mi iniciativa. Y a esto se responde con el “heme aquí” y no con el “yo te doy para que tu me des”.

El amor solo se comprende desde la vulnerabilidad, la debilidad que me ayuda a comprender mi responsabilidad activa hacia la otra hermana. El amor es verdadero si hace crecer mi autoestima y la de cada hermana.

3. ¿CÓMO CONSTRUIR NUESTRA COMUNIDAD?

“La comunidad dominicana es una escuela de caridad fraterna. La caridad es el núcleo fundamental de la vida de comunión entre los miembros de la comunidad. El vivir los hermanos en comunión es una proclamación viviente del mensaje cristiano” (Domingo de Guzmán, Evangelio viviente. Felicísimo Martínez).

Es verdad que el principio vital unificador y aglutinante de los miembros de una comunidad es el Espíritu de Jesús que nos “congrega”. Pero una comunidad de fe no se edifica sin cimientos humanos. Hay que edificar sobre roca, no sobre arena. Se forma una comunidad humana construyendo una red de relaciones interpersonales entre todas. No se construye una comunidad humana si no se acepta a la hermana como es, sin negar los defectos, pero tocándolos desde su profundidad de persona.

Construir comunidad dominicana consiste en consentir y valorar lo que la otra es, perdonar las debilidades de las demás como quiero y necesito que me perdonen las mías. Actitudes que debemos expresar en un profundo respeto y aceptación hacia la otra persona, compañera del mismo camino.

“Construimos comunión usando palabras que crean comunión, que dan la bienvenida al extraño, que anulan distancias”. Si abundaran, mucho mas, entre nosotros los rasgos de cercanía humana, si revitalizáramos las palabras sencillas ¿No sería nuestra convivencia mas fraterna, más limpia? (Timothy Radclife)

Respeto ante el misterio de la otra. Respetar es personalizar, es dejarle a la otra ser ella misma, permitirle pensar, opinar, expresar, elegir, optar y decidir por si misma, en libertad responsable. Personalizo cuando comprendo, acepto, confío y me abro a las demás; cuando acojo y sintonizo efectivamente, cuando dialogo sin imponerme, cuando aprecio sin adulación, cuando doy el primer paso de acercamiento. Sólo un trato personal estimula a ser, a crecer, a perdonar, construir, orar…

Nada anhela más la persona que el ser aceptado como es, por lo que es: único e irrepetible. Así nos acepta Dios. Somos únicas ante Él. No hay otro como tú. Para Él eres insustituible.

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Ser aceptada significa que las otras están contentas de que sea quien soy. Significa que me invitan a ser yo misma. Sólo cuando soy amada en este sentido profundo, puedo llegar a ser la persona original que estoy llamada a ser y se me acepta por lo que soy.

Pero esta aceptación recíproca supone y exige una donación recíproca en todos los órdenes y por consiguiente, también en el terreno de la amistad, del afecto y de la comunicación. Ahora bien, no siempre estamos dispuestas a ese “morir” que entraña la mutua aceptación para permitir que el otro

sea, crezca, se relacione conmigo, no solamente como un antagonista de mi vida –reducido a conflicto de opiniones o tomas de posición- sino como una persona a la que puedo y debo valorar, como alguien importante para mi, a quien pueda asistir, acompañar y amar. Aquí radica la esencia misma de toda vida cristiana y por tanto de la vida dominicana. Recordemos lo que dijo Dios a Sta. Catalina de Siena:

“Habría podido hacer a los seres humanos de tal manera que todos lo tuvieran todo, pero preferí dar a cada uno dones diferentes, para que todos tuvieran necesidad de todos” (Diálogos de Sta. Catalina)

4. CONSTRUIR COMUNIDAD EXIGE INTEGRAR NUESTRAS VIDAS

“Nuestra comunidad ha de ser un lugar en que nos demos ánimo cuando el corazón de alguno se debilita, perdón cuando alguno falle y veracidad cuando uno corre el riesgo de engañarse. Hemos d creer en la bondad de nuestros hermanos y hermanas incluso cuando ellos han dejado de creer en sí mismos”. (El manantial de la esperanza. Timothy Radcliffe)

Esta verdad es fundamental. Y se trata de integrar nuestra existencia con la de las hermanas que yo no he buscado ni elegido, hasta el punto de que una sienta que ya no puede realizarse, si no es con esos otros compañeras, a los que tengo que hacer fácil el camino.La verdad es que la otra no es un compañera inevitable de viaje, ni una competidora desleal. Es exactamente al revés. Yo no he sido llamada a vivir en solitario, sino que he sido convocada con otras al seguimiento de Jesús. ¿Qué significa esto? Que los demás miembros de la comunidad tal y como son, son un DON para mí, y hasta un don necesario, ya que sin ellas yo no podría realizarme.

Uno de los mayores obstáculos para amarnos es la diferencia de ideas, de teologías, de mentalidades, de políticas, … que provocan sentimientos encontrados. Las dominicas tenemos que ser obstinadas BUSCADORAS DE LA UNIDAD precisamente a partir de situaciones conflictivas. Tenemos que ser capaces de crear al interior de nuestras comunidades una vida más humana, un ambiente más agradable y un vivir más evangélico. La solución no va a venir, por lo menos a mediano y corto plazo, por la unificación de criterios y lenguajes en todas las hermanas de la comunidad. Cada uno no podrá dejar de ver las cosas como las ve, pero para comulgar con una persona no es necesario comulgar con sus ideas y proyectos. La mayoría de las verdades no son ecuaciones matemáticas con las que todo el mundo tenga que necesariamente coincidir. Da la impresión de que queremos más a las ideas que a las personas. El momento supremo de la Verdad que unifique los ánimos de todas está más allá de nuestro horizonte peregrino. Construimos la comunidad dando, no destruyendo las verdades parciales que somos y tenemos. Con todo lo que estas verdades tienen de limitado.El pluralismo dominicano es fuente de tensiones enriquecedoras y creativas, no de divisiones o de destrucción. El pluralismo puede vigorizar la búsqueda de la verdad.

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5. NADA SE CONSTRUYE SI NO ES DESDE EL DIALOGO

Una comunidad no avanza ni humana ni espiritualmente si la amistad no se alimenta, se expresa y se sacramentaliza con gestos, actitudes y palabras. Una amistad se deteriora y se marchita si no se la riega con una comunicación vital.Si queremos que la comunidad sea el espacio donde verdaderamente compartamos nuestras vidas en sus diferentes dimensiones, es imprescindible el diálogo entre nosotras.En un mundo cada vez más marcado por fundamentalismos de toda índole y por una incapacidad creciente de dialogar y buscar consensos, estamos llamadas a dar testimonio de una actitud dialogante. Saber dialogar es un arte que exige de cada una un aprendizaje continuo. Por ello es importante que nuestras comunidades sean “escuelas de diálogo” donde practiquemos y nos perfeccionemos en el arte de dialogar y contribuyamos así a que la Iglesia sea cada vez más una Iglesia dialogante. El diálogo es un instrumento imprescindible para crear comunidad pues posibilita la comunicación, el conocernos en profundidad. El diálogo nos lleva a salir de nosotras mismas y abrirnos a las demás. Nos permite comunicar nuestros puntos de vista, nuestras inquietudes y escuchar lo que piensan y sienten las otras. El diálogo ayuda a construir puentes entre nosotras y aceptarnos en nuestras diferencias, a vivir y trabajar juntas teniendo, a veces enfoques distintos e interpretaciones diferentes de los mismos valores.

AVANZAR JUNTOS… es lograr objetivos comunes, es ponerse de acuerdo en sitios y momentos de encuentro, es coincidir en estilos y en dar importancia a lo que la tiene; es dedicarse momentos para el diálogo, el encuentro, la charla amigable, el acompañamiento fraterno al que lo pasa peor, está despistado o angustiado. De esta manera, sí tiene sentido dar pasos juntos . (¡Sumérgete en lo dominicano! II, 5.3.3)

Este diálogo constante, animado por la caridad, exige una comunicación abierta y sincera. Pero ésta no se dará si falta un ambiente de confianza. Y confiarse es fiarse totalmente de la otra, es ser creído digno de fe. El hacernos vulnerables a las demás es solamente posible cuando descubro, cuando siento que los demás apuestan por mí, se fían de mi y me aceptan, creen en mi y me apoyan en mis esfuerzos por mejorar. Nada se construye, y menos una comunidad, si no es desde la sinceridad. A lo mejor la sinceridad es decir que no estoy dispuesta a ser sincera. Esto no para paralizar, sino para avivar nuestro esfuerzo, para seguir trabajando terca y porfiadamente por crear las condiciones en las que no pueda dejar de ser yo misma y expresarme como tal. Cuando la confianza y la sinceridad tocan el corazón, se ha abierto el camino de la comunidad. Nos relacionamos no sólo en el mundo de las ideas, de las que somos expertas, sino en el de los sentimientos, lo que realmente sentimos y vivimos, un silencio, a veces es más elocuente que muchas palabras.

El crecimiento comunitario no es decir lo que se me ocurre, ni lo que pienso, ni ser espontáneo y decir lo que me viene a la cabeza. Comunicarme es decirme a mismo, es siempre dialogar y prestar atención a las otras personas, al grupo, para saber dónde caen mis palabras y cómo son escuchadas. Para ello necesitamos también sensibilizarnos y aprender. Acertar con el momento justo. Saber escuchar es tan importante como saber comunicarse, dejarse afectar por lo que dice la otra, haciéndome vulnerable a su manera de ser y de ver. Escuchar hasta el final, para encontrar las dos una nueva manera de acercamiento a la verdad. Y saber aceptar la reacción de los demás, positiva o negativa.

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6. APRENDEMOS A HABLAR JUNTAS DE NUESTRA EXPERIENCIA DE DIOS

Un elemento clave para fortalecer la vida de comunidad dominicana es la oración comunitaria. La oración compartida no es una mezcla despersonalizante de voces, sino la armonía que forman personas de oración. La sonoridad que da cada una condiciona la cualidad de la melodía de la Comunidad. No es oración comunitaria tampoco la unión material de personas que rezan en un mismo lugar, sino de personas que “por tener un solo corazón y una sola alma” dan gracias al Padre con una misma voz. Para ello es fundamental que aprendamos a hablar de nuestra experiencia de Dios y que no consideremos nuestra oración un secreto que guardamos para nosotras mismas. Una oración comunitaria que nos inspire y que fortalezca nuestra fe y enriquezca nuestra esperanza exige tiempo para prepararla y para saborearla. Una buena preparación de la liturgia es un buen servicio fraterno. Compartimos la misma vocación de ser compañeras de Jesús y de seguirle es esa comunidad. Los tiempos de oración comunitaria nos pueden ayudar a crecer en el amor mutuo, valorando los talentos de los hermanas, aceptándonos con nuestras limitaciones y perdonándonos nuestras faltas.

“Entender lo que es el otro, distinto de nosotros mismos, expande nuestro propio ser. La contemplación es estar presente desnuda y humildemente ante otro” (Sto. Tomás de Aquino. De Veritate art. I -431b 21)

En la oración en común, la comunidad percibe, en forma siempre lúcida y más ardiente, la vocación común: el amor de Dios que nos hizo hermanas y que a través de una historia común nos ha ido mostrando sus caminos. Y así la comunidad se dirige al Dios de su propia historia.

En la oración en común, además, la comunidad se compromete en la misión que le ha sido confiada. Se ha notado con mucha sabiduría que la renovación de la vida religiosa brotará, en gran parte de la renovación de la misión. Igualmente hay que decir que la vitalidad de la oración personal y comunitaria dependerá grandemente de nuestra misión apostólica que exija a fondo nuestro testimonio del Dios vivo y nuestra búsqueda de su encuentro en la oración.

La comunidad es una realidad en construcción: la comunión de corazones, la vocación, la misión son dones de Dios y al mismo tiempo, son una meta continua que debe ir conquistándose. Esta búsqueda de la comunidad debe reflejarse en una oración viva que no se deja aprisionar en formulas estereotipadas. Si bien es cierto que deben existir expresiones comunes tradicionales que manifiesten la unidad de todos los que viven un mismo carisma, también es cierto que la vida siempre nueva de una comunidad debe traducirse en una verdadera creación litúrgica que sepa interpretar los acontecimientos.Contemplación, misión, comunidad, liturgia, estudio, … todo ello en armonía expresa el equilibrio dominicano que estamos llamadas a vivir.

7. LA COMUNIDAD ES PROFECÍA AL SERVICIO DEL REINO

En una sociedad a la que precisamente la injusticia desune y divide y que se nos está convirtiendo en una especie de jaula, cada vez más pequeña, ¿nos ponemos al servicio incondicional de los otros, de los más cercanos, de los hermanas-compañeras de camino, compartiendo en comunidad y amistad todo lo que somos y tenemos?

Frente a un mundo desgarrado y agresivo, al que se le han muerto las ilusiones de fraternidad real y es incapaz de soñar utopías, nosotras como dominicas queremos ser mujeres de paz, creadores de comunión, despertadoras de esperanza.La comunidad es levadura que fermenta, que cambia la masa. Demuestra que el mundo es cambiable y como lo es. Si muchos viven como hermanas, aun siendo tan distintas, es que la fraternidad es posible porque es posible el amor.

Creen algunos que la inversión más rentable es el espíritu de competencia y rivalidad. Hay que mostrar lo contrario; que la rivalidad destruye y la comunión edifica; que la competencia es demoledora y que la amistad es la única fuerza capaz de reconstruir por dentro y ensanchar el corazón de la persona.

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Una vida comunitaria dominicana vivida en radicalidad es una crítica a una sociedad agresiva, individualista y ambiciosa que margina a las grandes masas de los desposeídos y una invitación a la justicia y a la reconciliación.

o ¿Somos las dominicas por nuestras actitudes, nuestros gestos, nuestros hechos y palabras, levadura de comunión, de cercanía y de solidaridad en medio de un mundo dividido, lejano, indiferente?.

o ¿Se va convirtiendo nuestra comunidad en un signo provocador de esperanza ya que está llamada a ser “espacio verde” en nuestros entornos donde se respire algo de Dios y de humanidad auténtica?

o ¿Somos expertas en comunión?

o ¿No hay aquí un aporte profético que las dominicas estamos llamados a testimoniar?

“La audacia de Sto. Domingo es la de quien se apoya en los valores esenciales y permanentes del pasado para mirar de frente e ir adelante”. (La audacia del futuro. Fr. Vicente de Couesnongle)

En este camino queremos ser memoria viva de "quien pasó haciendo el bien...". Y sabemos que no es fácil. Por eso es necesario acercarnos a Él, nuestro modelo de caminante, y preguntarle en este día de retiro: ¿Cómo caminar por los caminos de nuestra historia, cómo hacer fácil el camino al hermano, en definitiva, como tener las mismas actitudes y sentimientos de Cristo Jesús...

(Filp 2,6-11).

Seguramente a lo largo de esta reflexión se te han planteado algunos interrogantes, que están en el texto o no. Dedícales un espacio y sencillamente comunica a las hermanas tu reflexión y todo lo vivido durante este día.

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