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Érase una vez , una medusa que vivía en las aguas templadas, cerca de un pequeño pueblo pesquero. Landy, como se llamaba, era una medusa diferente a las demás. No le gustaba perseguir a los humanos como el resto de sus hermanas que siempre estaban provocando molestas picaduras a los bañistas que osaban darse un baño en aquellas aguas. Por el contrario, tenía el poder de sanar a quien tocara con sus tentáculos.

Taller de cuentos. yo lo empiezo y tú lo acabas

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Érase una vez , una medusa que vivía en las aguas templadas, cerca de un pequeño pueblo pesquero. Landy, como se llamaba, era una medusa diferente a las demás. No le gustaba perseguir a los humanos como el resto de sus hermanas que siempre estaban provocando molestas picaduras a los bañistas que osaban darse un baño en aquellas aguas. Por el contrario, tenía el poder de sanar a quien tocara con sus tentáculos.

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En un lejano país, vivía una familia muy pobre de campesinos. Desde el alba hasta el anochecer José, el padre, trabajaba en las tierras de un noble avaro , para recibir a cambio y, al término de la jornada, unos cuantos mendrugos de pan y un pedazo de queso que repartía entre sus cuatro hijas : Adela, Nancy, Elena y la más pequeña, Rafi. A pesar de ser la peque de la familia, Rafi era una niña especial. Cuando se enfadaba era capaz de mover objetos sólo con la mirada. Por ello, había que tenerla siempre contenta y, en caso de enfado, la madre le tapaba enseguida los ojos con una vieja tela negra para evitar algún estropicio.

Un día

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Cuentan que cuentan que me contaron que existía un bosque encantado donde vivían unos seres malvados y enormes de un sólo ojo, llamados los Brutus. Todos los seres que vivían en el bosque estaban atemorizados por estos gigantes. Todos, menos uno, Flautín, un enano que vivía en el interior del tronco de un viejo alcornoque y que pasaba la mayor parte del tiempo tocando su flauta mágica.

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Érase una vez y mentira no es, en una casa abandonada, vivía una araña llamada Felisa con su familia. Felisa era una araña muy hacendosa y siempre estaba ocupada reparando y tejiendo su tela de araña para capturar pequeños insectos con los que alimentarse y dar de comer a sus hijas: Cleo y Reme.

Un día ....

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Hace mucho, mucho tiempo, en la tierra sólo reinaba la oscuridad. El sol cansado de respirar tanta contaminación emitida por los humanos decidió marcharse en busca de un cielo más azul y limpio, dejando al planeta Tierra inmerso en una perpetua oscuridad.

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Un bonito día de verano, y después de jugar con mis amigos a policías y ladrones, me dirigía a casa por el camino empedrado del bosque cuando de repente vi algo que brillaba en el suelo. Me agaché y comprobé que se trataba de un anillo que emitía un brillo especial. Decidí guardarlo en la mochila para después entregarlo en la oficina de objetos perdidos. Cuando llevaba un buen rato caminando hice una parada para refrescarme con un buen trago de la cantimplora cuando de repente escuché una voz aguda que parecía salir de la mochila.

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Cerca de Nodrix, una aldea situada en la ladera del monte Volcanus, existía un castillo ruinoso y abandonado. Cuando llegaba la noche, ningún habitante de la aldea, se atrevía a salir a la calle . Todos los días desaparecía de forma misteriosa algún joven de aquella localidad. La gente comentaba que aquel castillo estaba embrujado y habitado por seres malignos y nadie osaba acercarse a la fortaleza.

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Esto era una vez, en un cuarto de baño corriente y ordinario, de una casa corriente y ordinaria, vivía una cuadrilla muy singular. Flo era un peine viejecito y gruñón al que le faltaba más de una púa que había perdido en algunas de sus batallas libradas por doblegar algunos cabellos rebeldes. Junto a Flo, en la misma repisa, vivía Filo, una maquinilla de afeitar samurái provista de una afilada y reluciente cuchilla. Encima de Flo, en otra repisa, vivían.....

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