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IES SIERRA DE GUADARRAMA
DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES
1º ESO
UNIDAD 6:
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA.
TIEMPO Y CONCEPTO HISTÓRICO
Introducción
Como ya dijimos en la unidad 1, las Ciencias Sociales que estudiamos durante la ESO
encierran dos materias principalmente, la Geografía y la Historia, y a partir de estas dos materias
las Ciencias Sociales van a tratar de acercarnos el conocimiento de las sociedades humanas.
El hecho de que seamos seres sociales establece la primera de las ideas que nos ayudan a
entender el significado de estas Ciencias Sociales que y que como decíamos anteriormente están
edificadas sobre dos disciplinas, la Geografía y la Historia. Para explicarnos la relación que hay
entre estas dos disciplinas y con esa consideración social que hacíamos del ser humano hemos
acudido a la mitología griega.
Cuando los griegos se plantearon el origen del mundo y de sus dioses, hicieron un ejercicio
de simplificación que les llevara a los elementos más sencillos de todo lo que conocían. De ese
modo fueron reduciendo su mundo a los elementos que parecían esenciales para entender la vida
humana. El universo era un lugar y por ello eligieron como dioses primigenios precisamente a los
dioses que encarnaban el "espacio", el cielo y la tierra, Urano y Gea. Para Hesíodo (quien escribió
una historia de los dioses griegos llamada Teogonía), Urano había nacido de Gea. Todo lo existente
estaba bajo el cielo y sobre la tierra. Sin embargo el temor de Urano a ser desplazado como
principal dios le llevó a impedir que sus hijos salieran del vientre de Gea, estos primeros hijos
recibieron el nombre de Titanes y dos de ellos serían a su vez los padres de todos los dioses
griegos (los dioses olímpicos, esos que conocemos, Zeus, Poseidón, Apolo...). Sin embargo el más
pequeño de los hijos de Urano que se llamaba Cronos, logró escapar del encierro y mutilar a su
padre, poniendo fin al reinado de Urano y pasando a ocupar su lugar. Cronos se casó con una
hermana, Rea y con idéntico temor a ser desplazado que el que padeció su padre, decidió comerse
a sus hijos según estos eran dados a luz por Rea, antes que permitir que alguno de sus hijos le
desplazara como único rey. La imagen de Cronos (Saturno para los romanos) comiéndose a
sus hijos que la mayor parte de nosotros conoce es la que pintó el pintor español Francisco de
Goya y que tenéis a la derecha. La idea de que Cronos es tiempo se comiera a sus hijos es una
metáfora del modo en el que el tiempo nos devora a todos. El tiempo pasa y en ese transcurrir
desaparecemos como hijos de Cronos.
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Los griegos a través de estos mitos resaltaban que los seres humanos vivimos en unas
coordenadas espaciales y temporales. Todos ocupamos un espacio y lo hacemos en un tiempo
determinado. No podemos entender al hombre sin atender a esas dos coordenadas, un espacio
que ocupamos y que es el objeto de estudio de la geografía y un tiempo, al que se dedica la
Historia. Somos criaturas sociales que viven en un tiempo y en un espacio y a entender estas
cuestiones vamos a dedicar buena parte de nuestro tiempo a lo largo de la ESO. Por todo eso
hablamos de Cronos y de Gea, porque hablamos de tiempo y de espacio o lo que es casi igual,
porque hablaremos de Historia y de Geografía.
I. EL TIEMPO HISTÓRICO.-
I. 1. En torno a Cronos.-
Iniciábamos el conocimiento de las Ciencias Sociales desde la mitología, vinculando los
mitos clásicos de Cronos y de Gea con la idea de tiempo y espacio que están detrás de la Geografía
y de la Historia. Ahora nuestro objeto es aclarar un poco más nuestra idea de tiempo, el modo en
el que la construimos y las formas que utilizamos para representarlo.
Los seres humanos, somos criaturas temporales. El tiempo es un concepto muy común
en nuestras conversaciones, hablamos del tiempo, de cómo pasa el tiempo, de cómo el tiempo se
nos echa encima o de cómo no tenemos tiempo para hacer lo que quisiéramos hacer. Los seres
humanos perdemos el tiempo, lo ganamos y lo gastamos como si fuera una sustancia tangible
(que se pudiera tocar). Estamos tan acostumbrados a hacerlo que no reparamos en lo difícil que es
entender el tiempo.
Quizás la mayor parte de nosotros pensamos que el tiempo es algo absoluto y
mensurable (que podemos medir), estamos acostumbrados a contar minutos y horas y sin
embargo pasamos por alto el hecho de que nuestra impresión sobre el tiempo es siempre
diferente. Todos hemos pasado por la experiencia de cómo unas clases se nos hacen muy largas y
otras extrañamente cortas, cómo pasamos los fines de semana en un suspiro y la semana se nos
hace larguísima. El aburrimiento o la diversión parecen determinar a menudo la experiencia que
tenemos sobre el tiempo. Hay días que se nos hacen cortos y días que no acaban, del mismo modo
que hay clases eternas y clases breves como un suspiro. ¿Qué es lo que ocurre si la hora, el día o la
semana siempre duran lo mismo? ¿Por qué cuando nos vamos a golpear o a caer de la bicicleta
nos parece que el tiempo se detiene?
El tiempo como veis es muy complejo. No sólo podemos referirnos a él como una
"medida" (la hora, el día...) sino como una sensación de proceso que se alarga o acorta en función
UNIDAD 6: LA HISTORIA: TIEMPO Y CONCPETO HISTÓRICO
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de lo que durante ese proceso ocurre. El tiempo es un discurrir pero que precisa de puntos de
referencia para hacerse evidente. Si las cosas estuvieran completamente estables y nada ocurriera
no tendríamos sensación de tiempo. De alguna manera es lo que nos ocurre cuando una hora se
nos hace más o menos corta en función de las cosas que nos ocurren en ella o de lo que hacemos.
Una clase aburrida es una clase en la que a nuestro juicio no pasa nada, una clase entretenida nos
mantiene en guardia porque tiene muchos momentos que recordamos y que producen cambios
en nuestra atención. El cambio es por ello el elemento esencial del tiempo, el hecho de que algo
interrumpa un proceso, lo cambie, lo determine.
En Historia cuando hablamos de tiempo hablamos de cambios, pero no todos los
cambios tienen la misma importancia. Ciertamente todos los cambios nos ayudan a determinar
ese paso del tiempo pero sólo algunos cambios son tan importantes que guardamos memoria de
ellos de manera permanente y nos permiten incluso establecer periodizaciones. A esos grandes
cambios que marcan a menudo un antes y un después de manera clara los llamamos
"acontecimientos". En historia solemos hacer referencia a esos acontecimientos pues a partir de
ellos establecemos tiempos, marcamos épocas, eras y definimos cronologías. Pero no sólo los
historiadores utilizamos esta idea de acontecimiento, en realidad todos los seres humanos
celebramos, anotamos o recordamos hechos que han marcado nuestra vida. Los acontecimientos
van haciendo un recorrido de nuestra biografía y a menudo esos cambios importantes son
celebrados de una forma muy especial. Tras esa idea están las celebraciones que acompañan
nuestra vida, desde las bodas a los funerales, pasando por los cumpleaños o por todas esas fiestas
que organizamos ante cualquier cambio importante, cuando invitamos a nuestros amigos a
conocer a nuestra nueva mascota, cuando nuestros padres invitan a sus amigos para celebrar el
final de una obra en casa o un cambio de domicilio.
Una de las formas más habituales de representar el tiempo pasado es la Línea del Tiempo.
Una línea de tiempo es una línea sobre la que representamos una serie de acontecimientos que
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nos ayudan a entender un proceso a partir de señalar los hitos (acontecimientos) que lo han
determinado. Por ejemplo si hacemos una línea del tiempo sobre nuestra vida en ella situaremos
los hechos remarcables de nuestra vida. La línea del tiempo es una forma gráfica de representar el
tiempo y en ella utilizamos criterios de proporcionalidad que nos permitan determinar de una
forma relativa el paso de ese tiempo. Hay una relación espacial proporcionada que responde al
tiempo que queremos representar, más tiempo, más distancia. Por lo general en una línea del
tiempo horizontal lo más antiguo lo situamos a la izquierda y lo más moderno a la derecha.
Pensad en vuestra vida y señalar los hechos que consideréis que han determinado vuestra
biografía. Podéis utilizar acontecimientos familiares, personales, académicos, etc., en función de
qué tipo de acontecimientos elijáis determinaréis el carácter de esa línea. Podría ser una línea
basada en los acontecimientos familiares (nacimientos, bodas, fallecimientos, accidentes,
encuentros) o de acontecimientos académicos (cuando entráis en el colegio, en la guardería, en el
Instituto, la primera vez que sacasteis un sobresaliente en matemáticas), todos esos hechos que
pueden servirnos para establecer una idea de tiempo que discurre.
Para completar el ejercicio anterior deberíais hacer una segunda línea en la que incluyeseis
acontecimientos generales, históricos, sociales o deportivos que coincidan a grandes rasgos con
vuestra línea del tiempo. De ese modo podemos comprobar cómo nuestra propia temporalidad
está relacionada con el tiempo de la sociedad en la que vivimos. En muchas ocasiones recordamos
nuestras propias vivencias a través de estas vivencias generales,... "Comencé el instituto el año
que España ganó el mundial" (por ejemplo).
Si observáis la línea del tiempo hay otra cuestión que se nos hace evidente y que forma parte
de nuestra manera de recordar, de narrar lo sucedido y en definitiva de nuestra relación con el
pasado. La línea del tiempo, como cualquier otra narración más o menos elaborada del tiempo
pasado no recoge todo lo sucedido. Es siempre un esquema, un resumen de sucesos, una
adaptación. Pensar que narrar un sólo día en todos sus hechos nos llevaría un día entero o incluso
más (lo que sucede - todo lo que sucede - lo que vamos pensando sobre lo que sucede, etc., la
visión de otros sobre ese mismo hecho). Contar una clase podría llevarnos mucho más que la
propia clase si quisiéramos expresar completamente lo sucedido. Decimos esto para prevenir uno
de los errores más comunes en nuestra relación con el pasado. Nunca decimos todo, cualquier
relación tiene vacíos, deja huecos y hace omisiones. Cuando nosotros contamos nuestra vida lo
hacemos sobre unos cuantos acontecimientos, nos costaría muchísimo narrarla por entero,
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siempre haríamos elecciones, lo que contamos, lo que dejamos en el tintero porque los
consideramos poco relevante. Al final la narración depende mucho de qué acontecimientos
elijamos. Volveremos sobre esta idea cuando comencemos a hablar de historia.
En Historia utilizamos líneas de tiempo muy a menudo. Quizás la más conocida es la de la
ilustración de más arriba, esa que recoge la división en diferentes edades la historia de la
humanidad. La división más general es la de Prehistoria (antes de la aparición de la escritura) y la
de Historia (después de la aparición de la escritura). La historia se divide en edades, marcadas por
un acontecimiento importante que marca la frontera del cambio, Edad Antigua (hasta la caída de
Roma 410 d.C.), Edad Media (hasta 1492, descubrimiento de América) Edad Moderna (hasta la
Revolución Francesa 1789) y la Edad Contemporánea (hasta nuestros días).
I. 2. Observando el cielo y midiendo el tiempo.-
El elemento esencial de cualquier
consideración sobre el tiempo es que nuestra idea
de tiempo está unida a la observación de cambios.
De hecho estos cambios y la repetición de
determinados cambios están en el origen de las
más antiguas ideas de tiempo. No es que el tiempo
sea el cambio pero sí que el tiempo sólo puede ser
apreciado a partir de algún tipo de cambio.
A) Quizás el más evidente de todos sea el que distingue las noches de los días.
Ese ciclo, que se repite todos los días, es sin duda la más evidente división del tiempo que los
hombres pudieron hacer desde los tiempos más primitivos. En la mayor parte del planeta el sol
recorre el cielo desde el este del firmamento, por donde nace, hasta el oeste, por donde se pone.
El sol, fuente de la luz, del calor y en buena medida del bienestar de las sociedades humanas fue
mitificado y divinizado en muchas culturas. Los griegos, por ejemplo asociaban el sol al Dios Helios
y a Apolo, y representaban al sol en el firmamento tirado por un carro que lo llevaba de un lado al
otro del firmamento a lo largo del día. Ese viaje del sol a través del cielo era evidente, tanto que
pensar que era la tierra la que giraba alrededor del sol, tal y como planteara en el siglo XVI Nicolás
Copérnico formulando la conocida como Teoría Heliocéntrica, resultaba completamente chocante.
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Era mucho más razonable, desde el punto de vista de la observación directa pensar que era el sol
el que giraba alrededor de la tierra (Teoría geocéntrica).
No podemos olvidar tampoco que la consideración de que la tierra era plana estaba
también muy extendida y establecer una rotación terrestre estaba fuera de la imaginación de los
seres humanos.
B) La segunda de las mediciones más evidentes vino también de la observación de otros
astros en el cielo, la Luna, que sustituía al sol en el firmamento y que gracias a esto sostenía
también como el sol, una amplia mitología que se extiende por todas las culturas antiguas del
planeta. Los griegos la llamaban Selene y para ellos era hermana de Helios (el sol) y ocupaba el
firmamento cuando este se marchaba.
La observación de la luna tenía aspectos parecidos a los del sol, el hecho de que la luna
recorriera el firmamento también a lo largo de la noche, pero sobre todo lo más característico era
que la luna tenía "fases". Unas fases que completaban un nuevo periodo capaz de ser medido, el
del ciclo completo de las fases que duraba 29,53 días solares y que podía a su vez subdividirse en
cuatro fases, lo que nos da la división de las semanas.
Algunos pueblos basaron su medición del tiempo en la luna, establecieron por ello
"Calendarios Lunares" e incluso midieron la duración del año a partir de estas observaciones
lunares. Las semana, cuya medición surgía de la observación de las fases sirvió para regular los
mercados (nuestros mercadillos semanales) y establecer a partir de esta división la semana
laboral, un tiempo que terminaba en un día de descanso que solía tener un carácter sagrado (los
musulmanes el viernes, los judíos el sábado o los cristianos el domingo).
C) El cielo nocturno sirvió también para establecer un periodización que derivaba de la
observación de las constelaciones, los signos del zodiaco que conocemos. El zodiaco propuesto por
los Babilonios en el 2000 a. de C., servía también para medir el tiempo aunque acabara teniendo
también otros usos menos razonables.
El año y las estaciones, iniciación al calendario
De todas las medidas posibles del tiempo nos queda una que provocaba no pocos
problemas, la medición del año. Sabemos por astronomía que la medición del año corresponde al
ciclo marcado por el movimiento de traslación alrededor del sol. Sin embargo este movimiento
tardaría mucho en ser definido. Por otro lado a los hombres les resultaba difícil unir este
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movimiento al de las fases de la luna y al que marcaba el paso de los días (que dependía del
movimiento de rotación).
Para organizar el tiempo los seres humanos inventaron un artefacto muy complejo y para el
que se dieron diferentes soluciones que vamos a extractar en esta clase, el Calendario. El
calendario no sólo recogía las diferentes divisiones del tiempo que los hombres utilizaban sino que
también servía para organizar su vida social, cultural y económica. Nosotros mismos estamos
sujetos a una suerte de calendario derivado del general (el calendario escolar). Para muchos de
nosotros el año realmente comienza en septiembre, se divide en cuatro trimestres de los cuales
tres son académicos (las tres evaluaciones) que se cierran en una vacaciones más largas (Navidad,
Semana Santa, Verano) y que se completan en un trimestre (casi) de vacaciones (las de verano
más o menos del 20 de junio al 20 de septiembre). Algo así han hecho todas las civilizaciones,
veamos cómo.
La idea de año está unida a la de calendario, permite establecer un ciclo completo, que
se generaliza a partir del neolítico y de la necesidad de prever las diferentes tareas agrícolas y
ganaderas. En las zonas templadas del planeta la elaboración de este calendario estuvo unida a la
existencia de "estaciones", que son de algún modo la base de este ciclo anual.
Las estaciones están determinadas por los solsticios y los equinoccios que a su vez están
relacionados con la inclinación de la tierra sobre el plano de su órbita (el plano de la eclíptica).
Este hecho provoca cuatro momentos que fueron observados desde antiguo, los
equinoccios y los solsticios. Los primeros correspondían a días en los que la duración del día y la
noche eran equivalentes y los solsticios, en los que la diferencia entre el número de horas del día y
la noche era máxima. El solsticio de invierno (21 de diciembre y que está representado
festivamente por la Navidad), marcaba la noche más larga y el comienzo del ciclo de crecimiento
de los días. El solsticio de verano (21 de junio y marcado festivamente por la fiesta de San Juan)
marcaba el crecimiento de las noches y el día más largo de todo el año. Los equinoccios, 21 de
marzo y 21 de septiembre, señalaban el comienzo de las estaciones de Primavera y de Otoño, de
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ese modo quedaba estructurado en cuatro trimestre (las estaciones), todo el ciclo solar. Primavera
21 marzo- 21 de Junio; Verano 21 de junio 21 de septiembre; Otoño 21 de Septiembre al 21 de
diciembre; Invierno 21 de diciembre a 21 de marzo.
La inclusión de las estaciones y el año solar, las fases de la luna y sus divisiones de meses y
semanas y la sencilla (por la que empezamos) de los días, completan nuestro calendario. Los
calendarios marcan ciclos y estos ciclos, pueden organizarse a su vez de manera cíclica o lineal. Los
aztecas basan sus calendarios en ciclos de 52 años en grupos de cuatro, los budistas lo hacen a
partir de ciclos zodiacales de 12 años, y nosotros los occidentales creamos una agrupación lineal
en siglos.
Cada cultura, cada sociedad o cada religión ha organizado el tiempo a su manera creando su
propio calendario, para relacionar el tiempo contabilizado (días, meses, años, estaciones) con
unas necesidades sociales (la necesidad de descanso, de relación con otras comunidades, las
paces, las celebraciones familiares o comunales), unas creencias (las fiestas religiosas, los rituales)
o unas prácticas económicas (el cultivo de determinadas plantas, el cuidado de los ganados, el
comercio o los viajes).
Todos los calendarios mantienen un sistema cronométrico (una forma de medir el tiempo)
que supone contabilizar el número de ciclos completos transcurridos. Cada ciclo un año (según el
calendario que queráis) se acumula sumando una cifra (un número) que indica el "año" en el que
estamos. En nuestro caso occidental estamos en el año 2012, lo que significa que hemos
completado 2012 ciclos anuales desde un acontecimiento a partir del cual contamos. Este
acontecimiento en occidente y por tanto en el calendario Gregoriano (el nuestro) es el nacimiento
de Jesucristo (año 0). A esa datación fundamentada en un acontecimiento mítico, histórico o
sagrado que pone principio al tiempo (suele coincidir con el nacimiento de una idea de la
civilización o de la propia sociedad), se le conoce como Era.
Cada sociedad ha determinado ese principio de su cuenta, precisamente a partir de algún
hecho que se entiende como generatriz (lo que hace nacer la propia sociedad tal y como luego se
concibe). Para los cristianos es evidente que ese hecho era el nacimiento de Jesucristo, no en vano
hablamos de años antes de Cristo o después de Cristo, señalando de esta forma ese año 0 donde
comienza el mundo Cristiano. Para los musulmanes ese año es la Hégira (el viaje que hace
Mahoma de la ciudad de la Meca a la de Medina, huyendo de sus enemigos). La Hégira coincide
con el año 622 de la era cristiana, no es extraño (el cálculo es más complejo) que los musulmanes
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cuenten que están en el año 1430 (después de la Hégira). Los griegos utilizaron el año de la
primera Olimpiada, celebrada según su tradición en el año 776 a.d.C (Tendríamos que sumar 776
años a nuestro 2010 para conocer el año "griego"). Los romanos por otro lado, consideraban como
inicio de sus cronologías el año de la fundación de la ciudad de Roma que coincide con el 752
a.d.C.
Parece evidente la relación entre la civilización y la cuenta del tiempo. Del mismo modo no
podemos dejar de ver que el tiempo se cuenta y se ha contado de muy diferentes modos y que
estas Eras dan lugar a cronologías (mediciones de tiempo) muy distintas.
I.3. Acontecimiento, memoria y conmemoración.
Si hasta ahora hemos hablado del tiempo contado (cómo los hombres hemos medido el
tiempo) y del tiempo celebrado (cómo las sociedades han determinado un ciclo festivo en el
calendario), ahora vamos a desarrollar otros aspecto del tiempo que tiene que ver con los
orígenes de la Historia.
Cuando hacíamos la línea del tiempo de nuestra vida señalábamos en ella una serie de
acontecimientos que la habían marcado. Algunos de ellos eran tan importantes en nuestra vida
que los recordábamos todos los años, hacíamos memoria de ellos, los conmemorábamos. La
celebración cíclica de estos acontecimientos formaba parte de nuestra manera de recordar unos
hechos que marcaban nuestra biografía. Quizás el más evidente sea el de la celebración de
nuestro cumpleaños, es una conmemoración común y que buena parte de nosotros celebramos.
La conmemoración es un hacer memoria de algo que ha marcado nuestra vida o la vida
común. Por esa razón la conmemoración forma parte de los calendarios festivos de cualquier
sociedad. No sólo la fiesta, a veces el recuerdo de algún hecho del pasado se convierte en fiesta y
se recuerda. Nosotros recordamos la fiesta del 6 de diciembre por conmemorar la aprobación de
la Constitución o el 12 de octubre por el descubrimiento de América, los estadounidenses
conmemoran el 4 de julio, y los franceses el 14 de julio.
Recordar los hechos del pasado y celebrarlos es una costumbre de todas las sociedades
que a través de las mismas forman una memoria colectiva de hechos considerados fundamentales
para la existencia y el mantenimiento de esa sociedad. La memoria se hace de esta forma
presente. La Historia nació de esta necesidad de guardar memoria. Los antiguos señalaban los
lugares donde se habían celebrado grandes batallas, conmemoraban las mismas, el nacimiento o
la muerte de sus grandes personajes. Sobre estos hechos importantes y sobre aquellos personajes
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claves de su pasado, se construía la Historia. Heródoto, es un autor griego que es considerado el
padre de la Historia y de la Geografía. Heródoto escribió un libro titulado "Los nueve Libros de la
Historia" que son considerados el más antiguo ejemplo de esta disciplina que vosotros empezáis a
estudiar. En su primer párrafo reconoce su propósito, ese hacer memoria que citábamos.
"Herodoto de Halicarnaso presenta aquí las resultas de su
investigación para que el tiempo no abata el recuerdo de las acciones de
los hombres y que las grandes empresas acometidas, ya sea por los
griegos, ya por los bárbaros, no caigan en olvido; da también razón del
conflicto que puso a estos dos pueblos en la lid."
Pero la Historia no sólo sirve para rememorar y para conmemorar, también sirve para
explicarnos el presente. Todo lo que nos rodea, todo lo que somos o lo que ahora consideramos
normal tiene un pasado. Revisar ese pasado y buscar las raíces de nuestro presente ayuda a
entenderlo y también a relativizarlo. Para los historiadores explicarnos el presente es una de las
funciones básicas de la historia, más allá de la conmemoración nos interesa saber cómo y por qué
estamos donde estamos.
Si os dais cuenta a lo largo de estos días no sólo hemos medido el tiempo, hemos
comprendido cómo el hombre se percata de su transcurso, o cómo la observación de los astros
determina la mayor parte de esas mediciones. También hemos hecho una pequeña historia de ese
concepto, desde Cronos al calendario, hemos visto cómo la medición del tiempo ha evolucionado
desde los babilonios a nosotros, cómo algunas cosas han quedado como restos de medidas
antiguas (las horas de 60 minutos y los días de 24 horas) o cómo los mismos calendarios han ido
adaptándose a las diferentes sociedades de la historia.
Hemos empezado a trabajar las ciencias sociales y sin daros cuenta... estáis trabajando
como historiadores.
II. LA HISTORIA Y EL CONOCIMIENTO HISTÓRICO
II.1. - La Historia ¿Qué es la Historia?
Lo que la diosa Gea de los griegos era para la geografía lo es Cronos para la Historia. No
podemos hablar de historia sin pensar en que esta siempre se refiere al tiempo, evidentemente al
tiempo pasado.
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Pero la palabra “historia” tiene más sentidos. Hablar de “me han contado una historia” no
se refiere por lo general a la historia como disciplina académica, no es normalmente el estudio de
ningún periodo del pasado, ni de héroes ni de civilizaciones perdidas. La historia a menudo
aparece en nuestras conversaciones como un pequeño engaño “¡No me cuentes historias!” o a un
cuento, a un pequeño relato.
Los hispanohablantes utilizamos la misma palabra para hablar de historia como cuento e
historia como disciplina (la historia que estudiamos). Los ingleses, sin embargo utilizan la palabra
“story” (o “tale”) para una narración o un cuento y dejan la palabra “History”, para la disciplina.
Así parece más fácil de distinguir pero también se pierde un poco una relación entre la palabra y el
objeto que es fundamental, y es el que la historia es una narración.
Pensad siempre en la historia como narración, pero no como cualquier narración, pues esto
la acercaría a la ficción (a la novela, a los relatos, a los cuentos) y la apartaría de la ciencia que sin
embargo es. Y es que la narración de la historia se escribe siempre sobre datos fidedignos, sobre
pruebas directas o indirectas, sobre indicios, sobre documentos, pruebas materiales,
arqueológicas, sobre obras de arte. En definitiva la historia narra sobre una base cierta, sobre
unas pruebas a las que podemos llamar de manera muy vaga las fuentes de la Historia.
Cuando hablamos de recopilar pruebas, indicios, fuentes…, estamos intentando reconstruir con
algunos restos algo sobre lo que no tenemos normalmente todas las piezas a nuestra disposición.
Los historiadores reconstruimos y narramos hechos del pasado. Cuanto más hacia el pasado nos
encaminamos nuestras pruebas son menores, son menos expresivas, son más difíciles de
interpretar, más incompletas. Si pensamos en nuestra propia vida y tuviéramos que reconstruir la
historia de nuestra familia, sobre nosotros mismos tendríamos muchísimos datos. - Si hablamos en
historia, sería de nuestra propia sociedad y en el tiempo más cercano -. Conservamos fotos,
objetos que podemos explicar, grabaciones, escritos…, casi todo, nuestras habitaciones guardan
muchísimos “recuerdos” que nos hablan de nuestra vida. Tendríamos más problemas para
reconstruir la historia de nuestros padres. - En historia, sería alejarnos en el tiempo, hablar por
ejemplo de la sociedad española pero en los años 60 o en los años 70, ya tendríamos que
explicarnos algunas cosas, habría objetos extraños, maneras de vestir incomprensibles, elementos
que no sabríamos definir…- Con nuestros padres nos ocurriría lo mismo, habría detalles que nos
faltarían, no conoceríamos a todos los personajes que salen en sus fotos, no los podríamos
relacionar, ya no habría tantas grabaciones, ni tantas fotos, ni tantos objetos conservados, ni
tantos escritos. Empezaríamos a echar de menos muchas piezas. Ahora imaginad que nos alejamos
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aún más, que nos vamos hasta la época de nuestros abuelos o de nuestros bisabuelos, según nos
alejásemos en el tiempo las pruebas serían menores, los testimonios más vagos, los objetos más
incomprensibles. Pensad en la cantidad de cosas que podéis decir de vosotros, de vuestros padres,
de vuestros abuelos y de vuestros bisabuelos., en este sentido la historia funciona igual. Cuanto
más nos alejamos más esfuerzo tenemos que hacer por reconstruir y por comprender lo que pasó.
La historia estudia el pasado, como hemos dicho, pero ¿qué interés tiene el pasado para nosotros?
A menudo el pasado se utiliza como ejemplo para destacar determinados valores, el valor, la
astucia, la perseverancia, el esfuerzo. Las primeras historias tenían ese objeto recordar el pasado,
las hazañas de los héroes del pasado para que sirvieran de ejemplo de cómo actuar en el presente.
Damos valor a lo que resultó costoso de conseguir (los griegos decían que sólo lo difícil vale la
pena) o el genio particular de alguien, su capacidad para hacer determinada cosa.
Cuando Heródoto escribió en el siglo V a.d.C “Los Nueve Libros de Historia” (que fue el primer
libro de Historia) se convirtió en el padre de esta disciplina que los hombres han cultivado desde
entonces. En su primer párrafo Heródoto explica las razones para escribir Historia, hoy como ayer,
las razones son esencialmente las mismas.
“Heródoto de Halicarnaso presenta aquí las resultas de su investigación para que el tiempo no
abata el recuerdo de las acciones de los hombres y que las grandes empresas acometidas, ya sea
por los griegos, ya por los bárbaros, no caigan en olvido; da también razón del conflicto que
puso a estos dos pueblos en la lid”
En definitiva, recordar las acciones de los hombres, sus empeños, sus empresas, sus obras y desde
luego algo muy importante…, buscar las razones de porqué ocurrieron las cosas. (Heródoto se
preguntaba por las razones de la guerra entre persas y griegos, que era el sentido de su historia,
hoy podemos alargar esa búsqueda a otros muchos hechos).
Para los historiadores recordar y explicar los hechos del pasado no se concibe como una mera
colección de curiosidades, ni siquiera hoy el peso de servir de ejemplo es muy importante, sin
embargo el de intentar explicar el “porqué” de las cosas ha ido ganando fuerza.
Cuando intentamos explicar el pasado lo que en realidad queremos explicar es cómo hemos
llegado hasta aquí, si lo pensáis bien lo que tratamos de hacer es explicar el presente y es que la
historia siempre se hace desde el presente. Decimos esto porque las preguntas que le hacemos al
pasado las hacemos desde el presente (las hacemos nosotros que estamos aquí y ahora y sobre
planteamientos de aquí y ahora) y porque cuando intentamos conocer el pasado lo que
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intentamos de verdad saber es de qué forma aquello que sucedió nos sirve para explicar el mundo
que nosotros conocemos.
Así que hay tres elementos esenciales que forman parte de la historia. El primero de los
elementos es que la historia es una narración. El segundo es que se trata de una narración de
hechos (de sucesos que han ocurrido, de personas que han existido, de circunstancias que se han
dado). En tercer lugar de que esa narración de hechos se refiere al pasado, a lo que ocurrió.
Hay otra cosa que no debemos olvidar y es que la historia se refiere normalmente a “sociedades”
o al menos no puede dejar de considerar, aunque se refiera a cuestiones aisladas a las sociedades
que las acogieron. Nosotros somos como somos porque vivimos en una sociedad determinada,
hablamos un idioma por esa razón, vestimos de una determinada manera, entendemos unos
conceptos que en otras culturas serían incomprensibles, o manejamos una tecnología que está
inscrita en esa sociedad. Nuestra lengua, nuestra cultura, nuestras costumbres, ideología, religión
o tecnología están dentro de una sociedad concreta, por eso la historia siempre ha de hacer una
referencia a la sociedad.
II.2. - ¿Cómo trabajan los historiadores?
Hemos visto cómo los historiadores escriben una narración de hechos del pasado y que
para ello precisan de datos, de pruebas, de elementos que les permitan “reconstruir” una
historia, saber qué pasó, en qué orden pasó, qué razones hubo para que aquello ocurriera.
El problema es que los historiadores no tienen todos los datos. Nos faltan informaciones
(ocurre sobre todo cuando nos vamos muy lejos en el tiempo) o a veces hay demasiada (por
ejemplo hoy en día, multitud de periódicos, de documentos, de objetos). El historiador tiene que
hacer un esfuerzo muy grande para gestionar esa información, para completar la que le falta, para
ordenarla y para jerarquizarla. ¿Qué fue más importante? ¿Qué dato me demuestra más cosas?
Podemos decir que el historiador se enfrenta siempre a dos trabajos, el primero el de
hacer acopio de información, ordenarla, filtrarla, jerarquizarla, estudiarla. Y el segundo trabajo
que sería el de con todos esos datos escribir una historia (una narración) que explique, contando
con los datos recopilados, lo que pretendiera conocer.
El principal problema suele estar en la información con la que dispone, a veces las
informaciones son muy pequeñas, en otras son contradictorias, en otras las informaciones son
falsas (mienten, ocultan, disimulan). Hay que saber siempre de dónde proceden esas
UNIDAD 6: LA HISTORIA: TIEMPO Y CONCPETO HISTÓRICO
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informaciones, quien las generó en su día (fue un rey, fue un esclavo que se escapó…,) porque a
menudo esto es muy importante y nos ayuda a entender lo que ocurrió, que es al fin y al cabo lo
que pretende el historiador. Quizás el peor de los problemas sea no tener informaciones, es lo que
nos ocurre por ejemplo con las etapas más antiguas de la historia humana, ¿Dónde surgió el ser
humano? ¿Cómo evolucionó?, tenemos algunos restos pero nos faltan muchísimos datos (no
tenemos esqueletos enteros) hay cientos de miles de años en los que no tenemos fósiles de los
que echar mano, el estado de conservación de los huesos es muy malo, no hay relatos, hay muy
pocos restos materiales (nada de ropa, muy pocas herramientas).
Quizás sea precisamente cuando faltan muchas informaciones cuando se ve más
claramente la necesidad que los historiadores tienen de “inferir”. Tienen que sacar deducciones
lógicas y científicas con muy pocos datos, imaginar que ocurrió pero sin perder de vista las
pruebas. Pueden pensar por ejemplo que el hombre utilizaba el fuego…, pero hasta que no hay
restos de carbón quemado junto a los restos humanos y materiales encontrados no puede decirse
con seguridad, podemos pensar que el hombre surgió en África, pero para ello necesitamos
pruebas, necesitamos que los fósiles más antiguos de homínidos estén allí. La deducción y la
inferencia son fundamentales en la labor de los historiadores, hay que pensar con lógica, hay que
imaginar, hay que establecer teorías, establecer formas en las que creemos que ocurrieron las
cosas. Pero sobre todo hay que estar muy atentos a las nuevas fuentes, a lo que se va
descubriendo, día a día, año a año, para revisar lo que pensábamos. Por eso se escribe tanta
historia, hay que revisar a menudo lo que sabemos, cada día tenemos más datos, cada día
nuestras historias son mejores, están mejor fundamentadas y explican más cosas. La historia no es
algo estático que pasó y ya está, la historia se escribe todos los días a partir de esas
investigaciones.
II.3.- Las fuentes históricas
A esas pruebas las llamamos las Fuentes de la Historia. De alguna manera es de donde los
historiadores sacan las informaciones que necesitan para trabajar, para escribir…, para narrar. Hay
muchas clasificaciones de fuentes históricas, quizás la más sencilla se la que divide las fuentes en
Escritas y No Escritas, y a su vez la que las divide en Directa e Indirectas.
Fuentes no escritas serían todos aquellos objetos, restos materiales, arquitectónicos, obras
de arte, fósiles que nos permiten conocer las sociedades del pasado. Una pintura paleolítica, los
restos de una herramienta de piedra, una espada, una escultura, las ruinas de un edificios…., todas
UNIDAD 6: LA HISTORIA: TIEMPO Y CONCPETO HISTÓRICO
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ellas son fuentes no escritas. Nos hablan del pasado, pero no nos cuentan nada directamente. Por
otro lado estarían las escritas, los relatos, las crónicas, las listas de reyes, las escrituras que
encontramos en los monumentos, los documentos antiguos, los periódicos, los diarios personales,
…., en definitiva, todo aquello que se haya escrito y que nos habla de una manera o de otra de la
sociedad que lo escribió o de quienes lo escribieron. Evidentemente cuanto más nos alejamos las
fuentes escritas son más raras, incluso se da el caso de conocer escritos pero no poder leerlos por
tratarse de lenguas desconocidas por nosotros o por símbolos que no somos capaces de
reconocer. (Los egipcios escribían pero la mayoría de nosotros somos incapaces de leer nada en
egipcio…)
En cuanto a la división entre directas e indirectas nos referimos a que los documentos, los
objetos o los restos nos hablen de manera directa de la sociedad que los generó, a los individuos
que investigamos o a los hechos que estamos tratando de aclarar, o que por el contrario, sean
referencias lejanas o relatos hechos por otros para explicar esos hechos. Una cosa es investigar la
ciudad de Troya en las ruinas de Troya con escritos de los troyanos…., y otra que leamos lo que
pasó en Troya a través de lo que escribió sobre ella un griego de 500 años después, o un viajero
persa que escuchó relatar la historia de un viejo en una aldea perdida de Anatolia. Cuanto más
directa es la fuente, más verificable y más fiable es, cuanto más nos alejamos…, de nuevo, más nos
desviamos de la posibilidad de escribir una narración certera sobre lo que ocurrió.
La división entre fuentes escritas y no escritas es esencial para entender la primera de las
formas en las que los historiadores dividimos la historia. Curiosamente la etapa más larga en la
historia de la humanidad, pensad en hace dos millones de años... hasta más o menos el año 3500
a.d.C, una etapa en la que no había escritura y en lo que todo lo que tenemos es información
material, es lo que conocemos como la Prehistoria. De hecho hablamos en general de Prehistoria
refiriéndonos a la etapa de la humanidad anterior a la aparición de la escritura. A partir de la
aparición de la escritura hablamos de Historia (aunque a menudo en esta etapa muchas de las
sociedades que estudiamos no tengan escritura propia, pero ya hay referencias escritas a ellos o a
sucesos en los que estuvieron involucrados con sociedades que escribían).
Los prehistoriadores no pueden más que acudir a la “cultura material” a todos esos
objetos que se conservan de las civilizaciones antiguas y a partir de ahí deducir costumbres,
creencias o su manera de organizarse. Los historiadores cuentan con los relatos antiguos, donde a
menudo se hace referencia directa a las creencias, a las formas de organizarse de esas sociedades,
a sus protagonistas con los nombres que tuvieron en vida. Evidentemente las informaciones
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escritas nos facilitan enormemente el trabajo, nos permiten estar más seguros de las afirmaciones
que hacemos y rellenar muchos más huecos de ese enorme puzzle que es el pasado.
II.4.- Ciencias auxiliares de la Historia
Para ayudarnos a entender lo que sucedió en el pasado y reconocer las pruebas de manera
correcta los historiadores se ayudan de otras ciencias y disciplinas.
En cuanto a las fuentes escritas, la lingüística nos permite reconocer y entender idiomas del
pasado, la epigrafía nos ayuda a leer las inscripciones antiguas en monumentos, en piedras y en
bronces (los romanos y los griegos escribieron muchas de estas inscripciones), la paleografía, nos
permite conocer las letras antiguas y poder entenderlas (fijaros en los documentos medievales y
en la difícil letra que tienen). Por otro lado la diplomática contribuye a que comprendamos el
sentido de lo que se escribía en documentos oficiales antiguos.
Cuando hablamos de fuentes materiales son también muchas las ciencias que nos ayudan. La
paleontología, que nos permite conocer especies perdidas, la paleobotánica (que nos permite
saber de las plantas extinguidas o antiguas), la antropología que nos sirve para conocer y
comparar culturas modernas y antiguas, la medicina forense, que a menudo nos sirve para
conocer las circunstancias de la vida y de la muerte de los restos humanos que encontramos. Sin
embargo por encima de todas estas y facilitando el que estas ciencias nos pueden ayudar hay una
ciencia muy importante para la historia, la Arqueología.
La Arqueología
La arqueología estudia los restos materiales dejados por las sociedades antiguas, los
recupera y los estudia. Sin duda es la ciencia más importante para la investigación histórica de las
etapas más antiguas pero se utiliza también en el conocimiento de sociedades más modernas (hay
alguna especialidad muy curiosa como la arqueología industrial, los restos de las industrias
modernas que podemos estudiar a partir de los restos que nos han dejado cuando se han perdido
el resto de la referencias).
La arqueología tiene que deducir muchísimas cosas en el estudio que hace de las
sociedades del pasado y para ello es muy importante el orden y el modo en el que obtiene los
restos de ese pasado. Por todo ello la arqueología tiene una técnica muy depurada que sirve tanto
para recuperar en el mejor estado posible los restos del pasado, como para poder datarlos (poner
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fecha al momento en el que se produjeron o quedaron enterrados). La arqueología está muy
especializada, aunque tiene una técnica que vale para cualquier época, los arqueólogos se suelen
especializar en una época determinada, eso les permite tener un conocimiento más intenso de
esas épocas estudiadas.
Los arqueólogos basan sus estudios en el hecho de que el suelo se forma en capas y que
en esta formación, las capas más superficiales son más modernas y las más profundas son más
antiguas. Esta estructura de los yacimientos arqueológicos en capas permite fechar los hallazgos
con bastante seguridad. Por ello cuando los arqueólogos excavan deben ir levantando capa a capa,
como si de las hojas de un cuaderno se tratara, y localizando, dibujando y detallando lo que en
cada capa van encontrando. Además de esta organización en “profundidad”, la superficie del
yacimiento se suele cuadricular, de ese modo, la cuadrícula sirve como eje de coordenadas que
permiten localizar de manera exacta todo lo que se vaya encontrando. Esa cuadrícula sirve
también para organizar la excavación que suele seguir la propia cuadrícula como guía.
En cualquier caso los arqueólogos no se ponen a excavar en cualquier sitio. A veces las
fotografías aéreas nos permiten ver estructuras antiguas que están escondidas (la tierra que está
encima es menor y tiene un color distinto que se ve desde la altura). En otras ocasiones un relato
antiguo nos permite pensar que en una determinada localización hay un resto arqueológico. Otras
veces las ruinas son evidentes y muy a menudo una obra moderna, una carretera, un edificio o
una línea de ferrocarril destapan yacimientos escondidos. Por eso las grandes obras suelen hacer
trabajos previos de excavación arqueológica que permita saber con antelación si en la zona hay
algún yacimiento que convenga preservar o excavar antes de realizar la obra. Esto es
especialmente importante en ciudades con una larga historia, y en cuyo subsuelo se sabe que
descansan los restos de épocas pasadas. En Roma, por ejemplo, en Atenas, en Alejandría,… o aquí
en Madrid, en Alcalá de Henares.