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CITEREA salió al jardín... (páginas 4 - 5- 6)

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Estamos en PEÑA LARA. Duendes y Elfos llevan 3 semanas preparándose para la gran celebración de la noche del 30 de abril al 1 de MAïO cuando toda la Gente Menuda del Valle del Río ARLANZA se reune para conmemorar un año más la fertilidad de la naturaleza...

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Después de comer – CITEREA - salió al jardín y, como todas las tardes, se sentó al píe de su árbol favorito que hacía las veces de su "confidente". Su papá le había plantado justo el día en que había nacido Citerea así que ambos habían ido creciendo a la par como si "hermanos gemelos" hubiesen sido.

Era su amigo El Almendro que ya - como cada primavera - lucía con esplendor sus ramas cuajadas de delicadas flores blancas cuál si cientos de mariposas albinas se hubiesen posado todas a la vez sobre él para así adornarlo.

- ¿Sabes, Hermano Almendro que viene mi primo Taeton? - le susurró Citerea.

“Almendro” inclinó una de sus ramas sobre el rostro de Citerea para así hacerla saber que la escuchaba atentamente.

- ¡Nunca nos hemos visto!. ¿Cómo será? ....

La distancia que les separaba era casi de 400 kilómetros. El viaje era arriesgado, ya fuese como hacían los astyres "a lomos de un oso", ya fuese como hacían "la gente menuda" de su propio Valle de Lara que, como medio de locomoción, utilizaban la gentil ayuda de las “Águilas Reales” que habitaban en las Covas-Rubias situadas hacia el este.

El caso era que iba a llegar pronto y una desconocida pero dulce emoción, mezcla de curiosidad y timidez, embargaba el corazón de la pequeña Citerea. A Taeton solamente le había visto en fotos pero siempre le había parecido guapo y simpático.

- ¿Cómo sería en la realidad? ... y ella, ¿le gustaría a él??? ... Quizás él ya tenía su chica favorita allí dónde él vivía ? ...

Citerea por su parte tenía muchos amigos y amigas con los que jugaba y hacía frecuentes excursiones por el campo. Había sobre todo un chico que siempre hacía por estar a su lado. Se llamaba Albión. Solía regalarla ramitos de flores hechos con amapolas, margaritas y malvas. Incluso una vez la había defendido de un chico mayor que intentaba asustarla cerrándola el paso. Albión que lo vio, arreó una patada con todas sus fuerzas al chico grande y agarrando a Citerea de la mano salieron pitando en dirección contraria.

Tan ensimismada se encontraba Citerea en sus divagaciones que ni siquiera escuchó los pasos de su mamá que se acercaba. Así cuándo escuchó de repente la voz de su madre diciéndola:

- Citerea, ¿puedes venir a ayudarme?...

Ella pegó tal respingo que se quedó pasmada mirando a su madre como si fuese un ser de otro mundo. Apenas pudo balbucear: - Sí mamá, ¿qué quieres que haga?.- Necesito que me ayudes con "los huevos de seda". Tenemos que ver que estén cómodos y cuidados ya que pronto empezarán a salir de ellos las mariposas y hay que tener todo dispuesto y preparado para la ocasión.

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Precisamente, entre las muchas responsabilidades que tienen los duendes, una de las más primordiales es "cuidar de las flores y de los insectos". La fiesta del "Mayo" estaba cerca y había que procurar que tanto las flores, como las mariposas, las mariquitas, los ciempiés y los gusanos de luz estuviesen arreglados y acicalados lo mejor posible para semejante ocasión.

Citerea se levantó y fue a mimar a los frágiles huevos que habían puesto los gusanos de seda.

Más tarde, agarrando el cubo de madera que su papá había hecho con la cáscara de una bellota, se acercó a la fuente para llenarlo de agua. A continuación lleno la jofaina - hecha con una cáscara verde de almendruco - y cogiendo un gran cepillo empezó a lavar el caparazón de los pequeños escarabajos que lo tenían manchado de tierra. Dejó su quehacer cuándo ya los últimos rayos del sol de la tarde desaparecían al poniente entre las crestas de los picos de la Sierra de la Demanda.

Después de cenar un tazón de polen de abeja mezclado con néctar de lilas, Citerea se fue a dormir. Aquella noche soñó que se encontraba con Taeton en una cueva cuyo suelo estaba cubierto de una gruesa capa de hielo que relucía con todos los colores del Arco - Iris.

Del techo pendían picudas estalactitas de diversas formas y tamaños, las cuáles, junto con las transparentes estalagmitas que surgían hacía arriba del suelo, daban a quién se háyase en la estancia la impresión de encontrarse dentro de una catedral gótica de impresionante color, tamaño y diseño.

Citerea notó que Taeton la daba la mano y tirando de ella, empezaron a caminar juntos hacia un pasillo al fondo del cuál a lo lejos, se vislumbraba una brillante luz blanca.

Poco a poco fueron acercándose a la luz. Bajo sus píes notaba el frío de las baldosas de hielo transparente.

Al final del corredor se encontraron con una gran sala, en el centro de la cuál, y sobre una columna también de hielo, había un Gran Cáliz Verde Esmeralda. Del interior del cáliz salían destellos azules y dorados.

Una voz dulce y profunda, surgida de no se sabe donde, resonó en la sagrada estancia.

- Os encontráis delante del "Cáliz de la Abundancia". Podéis pedir un deseo.

Taeton y Citerea se miraron uno a otro. Miles de pensamientos pasaron por su cabeza en fracción de un segundo, sin embargo ambos se vieron pronunciando al unísono:

- Amor y Felicidad por Todo y para Todos -

Acabadas de pronunciar estas palabras, del interior del cáliz empezó a descender por sus bordes "una delicada lluvia de pequeños corazones

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dorados". El líquido iba deslizándose lentamente hacia abajo de la columna ... llegó al suelo ... y empezó a cubrirlo ...

Citerea y Taeton sentían como el líquido les cubría los píes y suavemente ascendía por sus rodillas cubriéndolas. Cuándo el líquido les llegó a la altura del corazón, ambos se miraron y sus labios se acercaron ... En el momento en que los labios se tocaban ... ¡un fogonazo de luz!.

Citerea bruscamente se despertó y se encontró durmiendo en su propia habitación.

Los primeros rayos de sol empezaban a iluminar el cielo y la Dama ALBA adornada de suaves tintes rosas y azules se coló por la ventana, llenando la habitación de Citerea con su nacarado resplandor. En el aire flotaban "chispitas doradas" que graciosamente se balanceaban suavemente de un lado para otro.

Afuera golondrinas y vencejos se afanaban ya - revoloteando con sus alegres trinos - de un lado para otro. Unos suaves golpes en la puerta y la voz de mamá diciendo:

- ¡Buenos días!, Citerea. ¿Dormiste bien?.

- ¡Sí, mamá! - respondió Citerea - mientras saltaba de la cama y empezaba a vestirse.

Ese día, Citerea, se encargó de ayudar a su amiguita La Hormiga a arreglar su vivienda que había quedado derrumbada en algunas estancias, debido a la nieve que había penetrado por la puerta de entrada durante los meses de invierno.

El día siguiente lo pasó lustrando cada una de las botitas de su amigo El Cien-Píes. Acabó rendida pero contenta de haber visto la cara de satisfacción de su amigo una vez finalizado el trabajo.

Continuará…/…

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