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rosario-pellegrino
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Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.
Es una traducción de fans para fans.
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STAFF Moderadora
Juli
Traductoras
Juli
Blaire2015
Michelle♡
KristewStewpid
Aleja E
Gaz Walker
Katita
CrisCras
BeaG
Sofí Fullbuster
ashmcfly
Jeyly Carstairs
Danny_McFly
Majo_Smile ♥
Snowsmily
Cat
aa.tesares
Mitzi.C
Eni
Julieyrr
Apolineah17
MaryLuna
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Correctoras
Elle
Meliizza
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Pau
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Aimetz
itxi
Cris
CarolVanessa
Daniela
NnancyC
Vanessa
Gaz
Juli
Karool
Victoria
mariaesperanza.nino
niki
Val
Daenerys
MichiiD
Paltonika
Gabbita
Aiden
Mel M
Melii
Lectura Final Juli
Diseño Sofí Fullbuster
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ÍNDICE
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Adelanto de Be With Me
Be With Me
Sobre la Autora
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SINOPSIS Es Wait For You como nunca lo has visto. Trust in Me te deja conocer
el punto de vista de Cam de la novela número uno del New York Times.
Cameron Hamilton está acostumbrado a conseguir lo que quiere,
sobre todo cuando se trata de mujeres. Pero cuando Avery Morgansten
choca en su vida —literalmente—, finalmente conoce a la única persona
que puede resistirse a sus ojos azules. Pero Cam no está listo para darse por
vencido. No puede sacar de su cabeza a esa chica enérgica y fascinante.
Avery tiene secretos, secretos que le impiden admitir los sentimientos
que Cam sabe que tiene por él. ¿Podrán la persistencia (y unas deliciosas
galletas caseras) ayudarlo a romper sus barreras y ganar su confianza? ¿O
será excluido de la vida de Avery, perdiendo su primera oportunidad real
de la clase de amor que dura para siempre?
Wait for You #1.5
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Traducido por Sofí Fullbuster
Corregido por Elle
Jase Winstead era un cruel hijo de puta.
Ir a astronomía1 101 era la última cosa que quería hacer a las nueve
de la mañana, especialmente desde que toda la clase me recordaba la
primera vez que entré a la clase del profesor Drage y el por qué había
hecho una apresurada y no planeada salida de mi primer año. Y
realmente no necesitaba los burlones mensajes de Jase diciéndome por
qué programar clases antes del mediodía era poco saludable.
Considerando que con, oh, no sé, dos horas de sueño, y aún podía
saborear el tequila, y otras cosas en las que realmente no quería pensar,
que habían sucedido anoche, era un ejemplo ambulante sobre cómo no
tener un saludable y feliz primer día de clases.
Observé la puerta de astronomía cerrarse y luego miré de regreso a
mi móvil. El mensaje de Jase de burló de mí.
Sáltatela. Tengo cerveza. X-Box. FIFA 2013.
Bueno, mierda. Esa era una jodidamente buena tentación. Ollie
había destrozado nuestra Xbox el fin de semana pasado, durante un brutal
enfrentamiento de Call of Duty.
Iba unos minutos tarde a clases.
¿Astronomía o fútbol en la Xbox? No era una decisión realmente
difícil.
Decidido, me giré y comencé a responderle a Jase cuando las
puertas dobles se abrieron como si un tornado hubiera entrado a través del
hueco de las escaleras. Alcé la cabeza justo al momento para ver algo
pequeño y rojo dirigirse directamente hacia mí, rápido.
No había nada que pudiera detener la colisión.
1Ass-tronomy. Juego de palabras. En inglés es una combinación de trasero y astronomía.
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Un pequeño cuerpo me golpeó y rebotó, brazos sacudiéndose
como una víctima ahogándose. La mochila, que parecía pesar más que su
dueña, cayó al suelo.
Estirándome por instinto, me disparé hacia delante, dejando caer mi
propia mochila y envolviendo un brazo alrededor de su cintura, pero la
mochila se fue en una dirección y los contenidos por el otro. Aún se
tambaleaba, como uno de esos muñecos inflables a los que golpeas.
Apreté mi agarre, inmovilizándola antes de que se hiciera algún daño
severo. Saltó. Oscuro cabello cobrizo voló hacia delante, golpeándome el
rostro. El olor a bayas y algo almizclado y bueno me llenó.
Mierda, Pastelito de Fresa2 acababa de atropellarme.
Me reí y deslicé el móvil en mi bolsillo, a punto de dejarla ir, entonces
la chica se tensó. Cada músculo pareció ponerse rígido. Tan pequeña
como era, apenas alcanzaba mis hombros, pareció hacerse más pequeña
repentinamente, encorvándose. ¿Estaba herida?
¿Y por error había confundido Shepherd con una secundaria
cercana?
—Guau —dije—. ¿Estás bien, cariño?
No hubo respuesta por casi medio minuto, y comencé a
preocuparme realmente. Luego respiró profundamente, haciendo que su
pecho tocara el mío. Me congelé ante la sensación de sus curvas.
Definitivamente no era una estudiante de secundaria, a menos que
estuvieran desarrollándose de formas en la que no lo habían hecho
cuando estuve allí. Y si era así, estaba jodidamente envidioso de esos
chicos.
Bien, ahora me sentía como si necesitara una ducha, porque incluso
eso me perturbó.
¿Seguía borracho? Iba a optar por un sí.
—Oye —traté de nuevo, suavizando mi voz—. ¿Estás bien? —Cuando
aún no hubo respuesta, presioné dos dedos debajo de su barbilla. Su piel
se sentía suave y demasiado fría. Preguntándome si era posible que una
persona se desmayara y permaneciera de pie, alcé gentilmente su
cabeza, mi boca abriéndose para preguntarle de nuevo, pero las palabras
murieron en algún lugar entre mi cerebro y mi boca.
Parpadeé, porque como un completo idiota, creí que cambiaría lo
que veía. No es que quisiera cambiar lo que veía, pero, maldición…
¿Qué chico no tenía una debilidad por una pelirroja?
2 Personaje de ficción.
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Linda no alcanzaba a describirla. Sus ojos eran grandes y de un
cálido whisky. Las pecas se esparcían por el puente de su pequeña nariz, y
sus mejillas lucían bien definidas. Sus labios eran de un suave color cereza y
amplios para su rostro, llenos y mullidos. El tipo de labios que pertenecía al
tipo de boca que podría y llevaría a un hombre…
—Su. Él. Ta. Me.
La rigidez en su voz, teñida con un apenas controlado pánico, hizo
que dejara caer inmediatamente su brazo y retrocediera un cuidadoso
paso.
Se bamboleó un poco ante la pérdida de soporte, y casi la alcancé
de nuevo, pero valoraba mis pelotas. Algún día me gustaría tener un hijo o
algo así, y tenía el presentimiento de que si la tocaba de nuevo, no
sucedería.
Sacando hilos de grueso cabello de su rostro, se apartó
cautelosamente de su mochila. Gruesas pestañas manchadas de rojo se
alzaron y, por un momento, ninguno de nosotros de movió; luego su mirada
se movió por mi rostro y luego hacia abajo. La chica me evaluaba
descaradamente.
Quizás mis bolas no se encontraban en peligro.
Un bonito rubor se extendió a través de sus mejillas. —Lo siento.
Estaba apurada por llegar a clases. Estoy atrasada y…
Sonreí mientras me arrodillaba, recogiendo los artículos
desparramados. Cómo una chica podía tener tantos malditos bolígrafos
estaba más allá de mí. Azul. Morado. Negro. Rojo. Naranja. ¿Qué mierda?
¿Quién escribía con un bolígrafo naranja?
Se unió a mí, agarrando el resto de sus bolígrafos mientras alzaba la
cabeza de tal forma que una pared de cobrizo cabello protegía su rostro.
—No tienes que ayudarme.
—No es ningún problema. —Cogí un pedazo de papel que resultó ser
su horario. Una rápida mirada a sus clases confirmó que era de primer
año—. ¿Astronomía 101? Me estoy dirigiendo allí, también.
Jase, la cerveza y la FIFA 2013 iban a tener que esperar.
—Estás atrasado. —Seguía escondiéndose detrás de su cabello—.
Realmente lo siento.
Recogiendo su último cuaderno, lo metí dentro de su mochila y me
levanté. Se la tendí, queriendo que mirase hacia arriba. No sé por qué,
llámame niño de mamá, pero me gustaba que mis chicas sonrieran y que
no lucieran como si estuvieran al borde de las lágrimas. —Está bien. Estoy
acostumbrado a que las chicas se lancen sobre mí. —Su barbilla se alzó un
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poco y mi sonrisa se amplió—. Sin embargo, tratar de saltar en mi espalda
es nuevo. Me gustó un poco.
Su cabeza se alzó de golpe y todo su cabello se deslizó hacia atrás.
—No estaba tratando de saltar en tu espalda o lanzarme a ti.
—¿No? —Mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo ignoré—. Bueno, es una
vergüenza. Si es así, este habría sido el mejor primer día de clases de la
historia.
Me estudió mientras apretaba la mochila contra su pecho; miré
hacia el pedazo de papel que sostenía. —¿Avery Morgansten?
—¿Cómo sabes mi nombre? —soltó bruscamente.
Qué cosita sensible. —Está en tu horario.
—Oh. —Lanzó su cabello hacia atrás y un ligero temblor sacudía su
mano cuando tomó el horario.
Cuando era pequeño, mi madre me dijo que tenía debilidad por los
perdedores. Palomas lastimadas. Perros cojos. Cerdos delgados. Mi
hermana era igual. Teníamos un sexto sentido cuando se trataba de
ayudarlos, y podría no saber nada de esta chica, pero obviamente era
nueva en esta universidad, claramente se sentía incómoda, y por supuesto,
tuvo un comienzo de mierda este día, además, me sentía mal por ella.
—Mi nombre es Cameron Hamilton —le dije—. Pero todos me dicen
Cam.
Sus labios se movieron como si estuviera repitiendo mi nombre, y me
gustó cómo lucía eso. —Gracias otra vez, Cam.
Inclinándome, cogí mi mochila y la lancé sobre mi hombro. Sacando
el cabello de mi rostro, sonreí con el tipo de sonrisa con la que conseguía lo
que quería. —Bueno, vamos a hacer nuestra entrada triunfal.
Me acerqué hasta la puerta de astronomía cuando me di cuenta de
que no se había movido. Mirándola sobre mi hombro, fruncí el ceño
mientras ella comenzaba a retroceder. —Vas en la dirección equivocada,
cariño.
—No puedo —graznó.
—¿No puedes qué? —La enfrenté.
Los ojos de Avery encontraron los míos y luego se dio vuelta y corrió.
Con la mochila golpeando su cadera y el cabello volando como una
capa. La chica huyó, realmente huyó. Me quedé boquiabierto.
¿Qué demonios había pasado?
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La puerta se abrió detrás de mí, una profunda y ligeramente
acentuada voz dijo—: Señor Hamilton, ¿se unirá a nosotros hoy?
Mierda. Cerré los ojos.
—¿O planea quedarse de pie el tiempo que queda? —preguntó el
profesor Drage.
Suspirando, me volteé. —Unirme a la clase, evidentemente.
—Evidentemente —repitió el profesor, sujetando un montón de
papeles engrapados—. El programa.
Cogí uno y luego, pensándolo bien, tomé otro. Sólo en caso de que
Avery Morgansten mostrara su rostro de nuevo.
***
Jase se inclinó contra la parte trasera de mi camioneta, una mano
empujando su castaño cabello, quitándoselo de su brillante frente. Algunos
hilos se atascaron entre sus dedos. —Está tan caluroso como las pelotas.
Para ser finales de agosto, estaba sofocante. Ni siquiera la sombra
que producían los grandes robles que rodeaban el aparcamiento trasero
de Whitehall servían. Tenía miedo de entrar a la camioneta convertida en
sauna.
—Esa es la cosa más cierta que alguna vez has dicho. —Ollie le dio
un vistazo a los árboles—. Está tan caluroso que la única cosa que
podemos hacer es desnudarnos.
Lo miré. —Ya estás tan desnudo como necesitas estarlo, amigo.
Ollie se miró y sonrió. Sin camiseta. Los pantalones colgando.
Sandalias. Nada más. —Sabes malditamente bien que podría desnudarme
más.
Desafortunadamente, era verdad. Habíamos compartido un
departamento de tres habitaciones en la Universidad Heights por los
últimos tres años. En apenas una semana de convivencia, Ollie había
perdido toda modestia. Había visto su cosa más veces de las que me
importaba. Iba a graduarse en la primavera, como yo debería haberlo
hecho, e iba a extrañar al idiota.
—Multa. —Jase asintió hacia el parabrisas.
Suspiré, echando un vistazo. Un pedazo de papel color crema había
sido puesto cuidadosamente bajo mi limpiaparabrisas. El aparcamiento
estaba reservado para el personal, pero con la falta de estacionamiento
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en los alrededores, me permití a mí mismo estacionarme en cualquier lugar
que pudiera encontrar. —La añadiré a mi colección.
—Que es inmensa. —Ollie se quitó una liga de la muñeca y se
recogió el rubio cabello hasta el hombro en una coleta de caballo—. Así
que, ¿fiesta en casa esta noche?
Mis cejas se alzaron de golpe. —¿Ah?
Jase sonrió mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
—Es una fiesta por el regreso a clases. —Ollie se estiró, haciendo
sonar su espalda mientras bostezaba—. Sólo una pequeña reunión.
—Oh, Dios.
La sonrisa de Jase se extendió, y quise golpear su rostro. La última vez
que Ollie había tenido una “pequeña reunión” no había habido ni siquiera
espacio para ponerse de pie. Los policías podrían haber estado
involucrados.
—Ordena algo de pizza. Necesito… —Ollie se detuvo a media frase y
se volvió hacia una voluptuosa morena que pasaba. En un parpadeo nos
descartó, y dejó caer un brazo sobre los hombros de la chica—. Hola,
chica, hola.
La morena se rió, envolviendo un brazo alrededor de la cintura de
Ollie.
Me giré, alzando las manos. —¿Qué?
—Causa perdida. —Jase rodó los ojos—. El idiota tiene ojos en la
parte trasera de su cabeza cuando se trata de chicas.
—Muy cierto.
—Cómo consigue acostarse con ellas regularmente me supera.
—Es el mayor misterio de la vida. —Bordeé la parte delantera de la
camioneta, agarré la multa y luego abrí la puerta del conductor. El calor
me golpeó—. Maldición.
Jase inclinó su cuerpo hacia mí. —¿Qué pasó contigo hoy? No
respondiste mi mensaje. Pensé que la FIFA te había enganchado.
—Ay, ¿me extrañaste? —Me saqué la camiseta, enrollándola y
lanzándola al interior de la camioneta.
—Tal vez lo hice.
Riéndome, agarré mi gorra del asiento y me la puse, protegiéndome
los ojos—. No sabía que estábamos saliendo.
—Me siento herido ahora.
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—Te compraré una cerveza la próxima vez que salgamos.
—Eso funcionará. Soy fácil.
Sonreí. —Como si no lo supiera.
Jase se rió mientras se giraba, poniendo los brazos sobre la base de
la camioneta. Su despreocupada sonrisa decayó mientras se ponía los
lentes de sol. Conocía esa mirada. Nada bueno venía con ella. Muy pocas
personas sabían cuán mierdera podría llegar a ser la vida de Jase. Era fácil
para todos asumir que era diferente, debido a que Jase era el tipo al que
acudían para solucionar la mierda de los demás, incluyendo la mía.
Encendí el aire acondicionado y cerré la puerta, luego me uní a él al
lado de la camioneta. El metal se sentía caliente contra la piel debajo de
mi axila mientras me inclinaba, estirando la piel de mis pantorrillas. —¿Qué
sucede?
Una oscura ceja se alzó por encima de la montura de sus lentes. —
¿Vas al gimnasio o algo?
—Eso es lo que pensaba. —Me crucé de piernas, deshaciéndome
del calambre—. ¿Quieres ir conmigo?
—Nah —dijo—. Me daré una vuelta por la granja.
—¿Cómo está Jack?
Una amplia sonrisa se extendió a lo largo del rostro de Jase,
haciendo que una joven profesora que pasaba junto a la camioneta
tropezara sobre sus tacones. —Está bien —dijo, su tono ligero, como
siempre sonaba cuando hablaba de su hermano—. Ayer me dijo que
cuando creciera, quiere ser Chuck Norris.
Me reí. —No puede fallar.
—Nop. —Me echó una ojeada, mirándome por encima de sus
lentes—. ¿Cómo estás llevándolo tú?
—Bien. —Retrocedí, quitando las manos del pasamano—. ¿Por qué
preguntas?
Jase alzó un hombro. —Sólo estoy comprobando.
Había días en que ese comentario me molestaba. En otros no me
provocaba nada. Afortunadamente para Jase, era uno de esos días
cuando no me importaba. —No voy a terminar en algún rincón susurrando
“para siempre” en algún momento cercano. Todo está bien.
—Es bueno escucharlo. —Jase sonrió mientras retrocedía, su cabeza
girando hacia donde la joven profesora había desaparecido—. Fiesta en
tu casa, ¿cierto?
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—¿Por qué no? —Me dirigí hacia el lado del conductor—. La mitad
del campus estará allí, estoy seguro.
—Cierto. —Jase se giró—. Te veo más tarde.
Entré al frío interior de la camioneta y salí del aparcamiento. Mi
perezoso trasero necesitaba ir al gimnasio del campus oeste, pero también
quería acostarse en un sillón para tomar una siesta.
Girando hacia la izquierda en una señal de pare, pasé más allá de
los dúplex al lado derecho mientras una pelota volaba hacia una de las
puertas, golpeando a uno de los tipos en la parte trasera de la cabeza.
Riéndome, me estiré hacia…
Algo rojo llamó mi atención.
Mis ojos se movieron como misiles, buscando la fuente, y maldije. Mis
ojos se estrecharon. ¿Esa era Pastelito?
Un árbol oscureció mi visión por un segundo y luego ella reapareció,
el sol haciendo que la amplia pulsera alrededor de su muñeca destellara.
Diablos, sí, era ella.
Ni siquiera pensé dos veces lo que hice después. Sonriendo, giré la
visera hacia atrás y maniobré hacia la derecha, bloqueando la carretera.
Avery saltó de regreso al bordillo, sus grandes ojos ampliándose. Mientras
presionaba el botón para bajar la ventanilla del pasajero, su boca se abrió.
Sonreí, feliz de ver que Pastelito había sobrevivido a su primer día de clases.
—Avery Morgansten, nos volvemos a ver.
Miró a su alrededor, como si creyera que podría estar hablándole a
alguien más. —Cameron Hamilton… ¡Hola!
Me incliné hacia delante, poniendo un brazo sobre el volante. Lucía
tan malditamente linda de pie allí, moviendo su pulsera nerviosamente. —
Tenemos que dejar de vernos así.
Mordiéndose su grueso labio inferior, su mirada se movió hacia
abajo, centrándose en mi tatuaje mientras pasaba su peso de un pie a
otro.
Pastelito era lo que definitivamente describiría como rara. Tal vez era
por el hecho de tener una hermana menor, porque la necesidad de
hacerla sentir cómoda me golpeó, duro; era como pelear en una batalla
perdida.
—¿Tú corres hacia mí, yo corro hacia ti? —elaboré—. Es como si
fuéramos una catástrofe a punto de ocurrir.
Silencio.
Traté una vez más. —¿A dónde vas?
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—A mi auto —dijo, probándome que podía hablar—. Voy con el
tiempo justo. —Se removió de nuevo—. Así que…
—Entiendo. Súbete, cariño. Te puedo dar un paseo.
Me miró como si la hubiera invitado a subirse a la parte trasera de mi
furgoneta de secuestrador. —No, estoy bien. Está justo encima de la colina.
No es necesario.
—¡No hay problema! —Nunca había conocido a una mujer tan
malditamente resistente a la cortesía—. Es lo mínimo que puedo hacer
después de hacerte correr.
—Gracias, pero…
—¡Oye! ¡Cam! —Kevin salió de la jodida nada, trotando más allá de
Avery—. ¿Qué haces?
Extrañamente irritado, mantuve la mirada sobre Pastelito,
conteniendo la urgencia de empujar al tipo fuera del camino con mi
camioneta. —Nada, Kevin, trato de tener una conversación.
Avery alzó una mano, moviendo sus dedos, y luego bordeó a Kevin y
mi camioneta. La seguí con la mirada mientras Kevin parloteaba sobre
alguna mierda que no podía importarme menos que un comino.
—Mierda —murmuré, recostándome en el asiento.
Avery huyó de nuevo.
Y yo tenía esta loca necesidad de darle caza.
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2 Traducido por Moni
Corregido por Meliizza
La mierda se hacía real en nuestras fiestas al segundo en que Ollie
sacaba a Raphael fuera de su hábitat. Cada maldito momento. De pie en
medio de la sala de estar, lo vi, negando con la cabeza.
—¿Por qué? —preguntó Jase, inclinando la botella de su cerveza.
Me reí. —¿No crees que si supiera por qué, encontraría la forma de
detenerlo?
—Creo que es lindo —dijo una voz suave y femenina.
Jase y yo nos volvimos hacia el sofá. Nadie se sentaba de la forma
en que Stephanie Keith lo hacía. Una larga y bien formada pierna
bronceada enganchada sobre la rodilla de la otra en la perfecta imagen
de modestia. Pero la maldita falda de mezclilla era tan modesta como
Ollie después de tomar una ducha. Si movía mi cabeza sólo una fracción
de pulgada a la derecha y bajaba mi barbilla, lo cual había hecho hace
unos tres minutos, podría ver la curva de la mejilla de su culo.
Steph era una chica de tangas.
O una chica de no pantaletas dependiendo de su estado de ánimo,
y parecía como que podría estar de buen humor. Steph se inclinó un poco
hacia delante, cruzando los brazos delgados debajo de sus pechos,
dándome a mí y a cualquier otra persona que estuviera viendo —una
rápida comprobación me dijo que Jase también lo veía— una buena vista
de sus pechos. Y se encontraban muy bien. Los había visto de cerca y
personalmente unas cuantas veces. Esos ojos azules suyos prometían un
final feliz y se hallaban fijos en los míos.
Sorprendentemente, no tuve absolutamente ninguna contracción
en mis pantalones cortos de nylon en el área de la entrepierna, lo que era
un maldito desperdicio de tetas y culo.
La mitad de la fraternidad de Jase darían su huevo izquierdo para
estar en el extremo receptor de la atención de Stephanie. Hubo un tiempo
en el que di mi huevo derecho, cuando ni siquiera podía recordar quién
era yo, pero eso se sentía como hace años, cuando la idea de estar con
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una chica me hacía querer arrancarme el brazo de una mordida. ¿Y
ahora?
Bueno, mierda, no sabía lo que quería ahora. No lo he sabido por un
tiempo, lo cual probablemente explica por qué no me hallaba tomando a
Steph, llevándola a mi habitación, y dejando caer mis pantalones.
Steph era una buena chica, pero el tiempo de dar mi huevo
derecho ya había pasado.
Apartando mi mirada hacia donde se encontraba Ollie bailando
frente al televisor, sosteniendo a Raphael retorciéndose en el aire, tomé un
trago de mi cerveza. —Está abusando de mi tortuga.
Se rió mientras se levantaba. —No creo que eso es lo que esté
haciendo. —Un brazo se envolvió alrededor del mío y colocó la barbilla en
mi hombro. Un mechón de cabello negro se deslizó sobre la piel desnuda
de mi pecho—. Pero no me molestaría que abusaran de mí.
Sobre la música, escuché sonar el reloj del horno. Gentilmente
desenredándome a mí mismo, le lancé una mirada a Jase. Una sonrisa
antipática cruzó por su cara. Bastardo. —Ya vuelvo.
Esquivando chicos, troté hacia la cocina antes de que Steph pudiera
responder. La chica no iba a estar tan decepcionada con mi falta de
interés. Apostaría diez dólares a que se habría movido hacia Jase o alguien
más para el momento en que yo regresará.
Coloqué la cerveza en el mostrador y abrí la puerta del horno,
inhalando el aroma de las galletas con chispas de chocolate recién
horneadas. Y no esa basura premezclada. Esta mierda estaba hecha
desde cero.
Y estarían arrasando.
Colocando la bandeja a un lado, apagué el horno y cogí una
galleta. Tan caliente, que la masa se hundía, apretando los pequeños
trozos de chocolate sobre los trozos de nuez. Partí una galleta a la mitad y
la metí en mi boca.
—Mierda —gruñí.
Quemaba como el maldito infierno, pero valía la pena.
Tragándomela con la cerveza, salí de la cocina justo a tiempo para ver a
Ollie dirigiéndose hacia la puerta principal. Con Raphael.
—Oh, vamos. —Bajé mi cerveza.
—Sé libre, amiguito verde —persuadió, besando el caparazón de
Raphael—. Sé libre.
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18
—¡Trae a Raphael de regreso! —grité, riendo mientras Ollie borracho
pateó la puerta para que se abriera—. ¡Tú, imbécil!
Ollie bajó a Raphael y empujó suavemente su caparazón. —Libre.
Tomando su brazo, le di la vuelta y lo empujé de vuelta al
apartamento. Riendo, Ollie agarró a la amiga de Steph y la levantó sobre
su hombro. Un escándalo de gritos comenzó.
Levanté a la tortuga. —Lo siento Raphael. Mis amigos son unos
completamente jodidos… —Un extraño estremecimiento pasó por mi
cuello. Miré hacia la izquierda y luego a la derecha, viendo a Avery de pie
en una puerta, sus ojos marrones muy abiertos—. Idiotas. ¿Qué…?
No había bebido lo suficiente para estar alucinando, pero no podía
entender el hecho de que Pastelito estuviera de pie en el edificio de mi
apartamento. El apartamento había estado vacío mientras me
encontraba aquí durante el verano, pero alguien, obviamente, podría
haberse mudado allí.
Y basado en la manera en que vestía, era alguien que se hallaba
muy familiarizada. Los pantalones de algodón eran cortos, terminando en
el muslo, y mi mirada quedó colgada de sus piernas. Eran largas, no muy
delgadas y de forma perfecta. ¿Quién habría pensado que Pastelito
tendría un par de piernas como esas? La sangre se disparó directo a mi
entrepierna. La blusa de manga larga que usaba cubría todo, pero era
delgada.
Demonios sí, era delgada.
Sus pechos eran olas suaves bajo esa blusa, más completos de lo
que se habían sentido presionados contra mi pecho temprano, y esas
puntas…
Sus mejillas se sonrojaron de un tono rosa. —Hola…
Parpadeé y cuando ella no desapareció y tampoco mi repentina y
furiosa erección, asumí que era real. —¿Avery Morgansten? Esto se está
volviendo un hábito.
—Síp —dijo—. Así es.
—¿Vives aquí o estás visitando…? —Raphael comenzó a retorcerse.
Se aclaró la garganta, mirando la tortuga. —Yo… vivo aquí.
—¿No bromeas? —Mierda. Caminé alrededor de la barandilla de la
escalera y hacia su puerta. No me perdí el cómo sus ojos fueron hacia mis
abdominales. Me gustó. También a mi pene—. ¿De verdad vives aquí?
—Sí. De verdad vivo aquí.
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—Esto es… ni siquiera lo sé. —Me reí, algo estupefacto—. Realmente
loco.
—¿Por qué? —La confusión marcó su bonita cara, arrugando la piel
entre sus delicadas cejas.
—Vivo aquí.
Su boca se abrió mucho. —Estás bromeando, ¿verdad?
—No. He estado viviendo aquí por un tiempo; como un par de años
con mi compañero. Tú sabes, el imbécil que puso al pobre de Raphael
afuera.
—¡Oye! —gritó Ollie—. Tengo un nombre. ¡Es Sr. Imbécil!
Me reí. —De todas formas, ¿te mudaste el fin de semana?
Asintió.
—Tiene sentido. Yo estaba en casa, visitando a la familia. —Acuné a
Raphael contra mi pecho antes de que se moviera y cayera en un
caparazón roto—. Bueno, diablos…
Avery echó la cabeza hacia atrás para mirarme a los ojos. Por un
momento, sostuvo mi mirada con su propia mirada conmovedora, antes
de volver su atención a Raphael. Sus ojos… me recordaron algo. —Esa…
um, ¿es tu tortuga?
—Sí. —La levanté—. Raphael conoce a Avery.
Se mordió el labio y le dio un saludo con la mano a Raphael, y una
sonrisa dividió mis labios. Pastelito obtuvo puntos por eso. —Esa es una
mascota muy interesante.
—Y esos son unos muy interesantes pantalones cortos. ¿Qué son? —
Le di un vistazo más largo a esas piernas. No podía evitarlo—. ¿Rebanadas
de pizza?
—Son conos de helado.
—Huh. Me gustan. —Levanté la mirada, tomándome mi tiempo—.
Mucho.
Finalmente soltó la puerta y cruzó los brazos sobre su pecho. Sus ojos
se estrecharon cuando sonreí. —Gracias. Eso significa mucho para mí.
—Debería. Tienen mi sello de aprobación. —Vi el rubor teñir sus
mejillas—. Necesito dejar a Raphael de regreso en su pequeño hábitat
antes de que se haga pis en mi mano, lo que está obligado a hacer, y eso
apesta.
Sus labios se torcieron en una pequeña sonrisa. —Puedo imaginarlo.
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¿Pastelito acaba de sonreír? Esa tenía que ser una primera vez. Me
pregunté cómo luciría cuando realmente sonriera. —Así que, deberías
venir. Los chicos están a punto de irse, pero estoy seguro de que estarán
alrededor un poco más. Puedes conocerlos. —Me incliné hacia delante,
bajando la voz—. No hay manera de que sean tan interesantes como yo,
pero no son malos.
La mirada de Avery pasó por encima de mi hombro. La indecisión se
arrastró sobre su cara. Vamos, Pastelito, sal a jugar. Negó con la cabeza. —
Gracias, pero estaba yendo a la cama.
La decepción pinchó mi piel. —¿Tan temprano?
—Tiene que ser pasada la medianoche.
Sonreí. —Eso sigue siendo temprano.
—Tal vez para ti.
—¿Estás segura? —Me encontraba a punto de sacar las armas—.
Tengo galletas.
—¿Galletas? —Dos cejas se levantaron.
—Sí, y yo las hice. Soy muy buen panadero.
—¿Cocinaste las galletas?
La manera en que lo preguntó era como si acabara de admitir
haber horneado una bomba casera en mi cocina. —Cocino un montón de
cosas, y estoy seguro de que estás muriendo por saber todas esas cosas.
Pero esta noche fueron galletas de chocolate y nuez. Son una mierda si me
permites decirlo.
Sus labios se torcieron de nuevo. —Tan genial como suena, voy a
tener que pasar.
—¿Tal vez después entonces?
—Tal vez. —Dio un paso hacia atrás, alcanzando la puerta—. Bien, es
bueno verte de nuevo Cameron.
—Cam —le corregí—. Y oye, ya no chocamos el uno con el otro.
Míranos, cambiando el patrón.
—Eso es algo bueno. —Tomó un respiro profundo—. Deberías volver
antes de que Raphael se orine en tu mano.
—Valdría la pena.
La confusión marcó sus rasgos. —¿Por qué?
Desde luego que no se lo iba a explicar. —Si cambias de parecer,
voy a estar despierto por un rato.
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—No voy a ir. Buenas noches, Cam.
Ouch. Maldición. Pastelito rechazó a mi trasero. Por alguna razón,
eso me hizo sonreír. Tal vez porque no podía recordar la última vez que una
chica me rechazara completamente. Interesante. Aquí yo pensaba que
era increíblemente encantador.
Di un paso hacia atrás mientras Raphael sacó su cabeza del
caparazón. —¿Te veo mañana?
—¿Mañana?
—¿Clase de astronomía? ¿O te la vas a saltar otra vez?
—No —suspiró, sonrojándose, y no pude evitar preguntarme qué tan
lejos ese sonrojo viajaba al sur. La posibilidad de saberlo parecía muy
escasa—. Estaré ahí.
—Genial. —Me forcé a alejarme, porque estaba muy seguro de que
podría quedarme allí por una hora sólo para molestarla—. Buenas noches,
Avery.
Pastelito se escondió detrás de la puerta como si Raphael estuviera a
punto de orinar en su cabeza. Me reí cuando escuché el clic del seguro
cerrarse. No sé cuánto tiempo me quedé ahí mientras las patitas de
Raphael se agitaban, mirando la puerta cerrada.
—¿Qué estás haciendo Cam?
Me volví ante el sonido de la voz de Steph. Se hallaba de pie en la
puerta, la cabeza inclinada contra el marco, sonriendo como la fotografía
de la buena voluntad. No como la chica al otro lado de la puerta frente a
la que me quedé.
—No lo sé —dije, dirigiéndome hacia mi apartamento. Realmente no
tenía ni una maldita idea.
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3 Traducido por Blaire2015
Corregido por *Andreina F*
Nunca había sido una persona mañanera, pero hoy, me levanté con
el alba, habiendo dormido unas pocas horas. Mientras Ollie seguía
inconsciente en el sofá, boca abajo, con un brazo hacia el suelo, herví
cuatro huevos, los comí, y cogí unas galletas para el camino.
Ollie aún no se había movido cuando cerré la puerta detrás de mí.
Llegué al campus, extrañamente temprano por probablemente la
primera vez en mi vida, y me dirigí al edificio Robert Byrd. Una vez dentro
de la clase de astronomía, mi mirada inmediatamente comenzó a
escanear la habitación.
Si yo fuera Pastelito, ¿dónde me sentaría? Probablemente en el
fondo de la clase.
Busqué por una cabeza familiar inclinada. En el salón de clases, su
cabello no era tan rojo como a la luz del sol. Por qué siquiera noté eso,
estaba más allá de mí. Y por qué me dirigí directamente hacia ella,
tampoco podía explicarlo.
En la secundaria, me enamoré de esta chica de mi clase. Se parecía
mucho a Pastelito, pequeña, raramente hablaba, nerviosa como uno de
esos perros pequeños que se sacudían todo el tiempo. Pero cuando
sonreía, el jodido sol parecía crecer. Nunca me dio la hora del día, pero
como un idiota, tenía ganas de verla todos los días. Resultó que en la
secundaria, a ella le gustaban las chicas y no los chicos, lo que
probablemente explicaba por qué no tenía absolutamente ningún interés
en mí. Deslizando mi mano por la correa de mi mochila, fácilmente podría
admitir que sería decepcionante si ese fuera el caso con Pastelito.
Me acerqué a Avery, y ella ni siquiera tenía idea de que me hallaba
ahí. Sus hombros inclinados hacia delante, la mano derecha jugando con
la pulsera en su muñeca izquierda. Miraba fijamente hacia el frente, la
tensa expresión en su rostro me decía que podía estar físicamente
presente, pero no estaba en la habitación.
¿Pastelito nunca se relajaba? No lo parecía.
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Miré hacia el frente de la clase, donde las pocas personas que
conocía, se habían sentado. Ahí es donde debía ir. En cambio, hice mi
camino hacia otra fila de asientos. Pastelito no había registrado que me
hallaba ahí.
—Buenos días, cariño —dije, decidiéndome hacer eso en lugar de
sentarme primero.
Pastelito se estremeció como un gato asustado, retorciéndose en su
asiento. Su boca se abrió mientras sus ojos hicieron contacto conmigo. No
dijo nada más mientras me deslizaba en el asiento junto a ella y me
acomodaba.
—Te ves un poco áspera esta mañana —comenté.
Sus labios se fruncieron. —Gracias.
—De nada. Me alegra ver que has llegado a clase esta vez. —Me
deslicé hacia abajo, poniendo los pies sobre el asiento delante de mí—.
Aunque creo que eché de menos todo lo de chocarnos. Proporcionó
mucha diversión.
—No echo de menos eso. —Comenzó a rebuscar en su bolso,
sacando un cuaderno. No podía recordar la última vez que compré un
cuaderno nuevo para clase. Yo creía en el reciclaje—. Eso fue realmente
embarazoso.
—No debería haberlo sido.
—Es fácil para ti decirlo. Tú fuiste el chocado. Yo fui la chocante.
Mi boca se abrió cuando una risa quedó atrapada en mi garganta,
pero luego mi mente sucia tomó mal la palabra “chocante”, y tuve que
abrir mis piernas un poco para sentirme cómodo. Había tantas cosas que
podría hacer con ese comentario. Todas se apresuraron a la punta de mi
lengua. Algunas podrían quemar las orejas de las strippers, pero un vistazo
a Pastelito me dijo que no le sentaría muy bien.
Su rostro lucía tan rojo como la portada del cuaderno que
actualmente miraba fijamente. El pollito... maldita sea, era tan torpe,
encantadoramente torpe. Me pregunté si fue educada en casa hasta la
secundaria. Mientras su incomodidad era condenadamente linda y
entretenida, busqué por algo para decir. —Raphael está genial, por cierto.
Una pequeña sonrisa apareció en aquellos bonitos labios. —Es bueno
saberlo. ¿Se hizo pis en tu mano?
—No, pero estuvo cerca. Te traje algo.
—¿Pis de tortuga?
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Me eché a reír, divertido por su rapidez mientras sacaba el plan de
estudios, divisando las galletas que había traído conmigo. —Siento
decepcionarte pero no. Es un programa de estudios. Lo sé. Es una
emocionante mierda, pero pensé que ya que no viniste el lunes,
necesitarías uno, así que se lo pedí al profesor.
—Gracias. Eso fue muy atento.
—Bueno, prepárate. Soy todo tipo de atento esta semana. Te he
traído algo más. —Mordió la punta de su bolígrafo mientras sacaba la
servilleta—. Galleta para ti. Galleta para mí.
Lentamente bajó el bolígrafo, y negó con la cabeza. —No tenías que
hacerlo.
No le había traído un anillo de oro. —Es sólo una galleta, cariño.
Negó con la cabeza de nuevo y me miró fijamente.
Se podría pensar que le entregaba su crack o algo así. Suspirando,
envolví una de las galletas con la servilleta y la arrojé a la parte superior de
su cuaderno. —Sé que dicen que no debes aceptar caramelos de
extraños, pero es una galleta no un caramelo y, técnicamente, no soy un
extraño.
Me miró fijamente.
Viéndola debajo de mis pestañas, tomé un bocado de la otra
galleta y cerré mis ojos. Incliné la cabeza hacia atrás mientras las nueces
cubiertas de chocolate danzaban sobre mis papilas gustativas. Gemí,
sabiendo exactamente lo que hacía. Mis galletas estaban malditamente
buenas, por lo que el siguiente sonido que hice no fue una sobre-
exageración.
—¿Realmente está tan buena? —preguntó.
—Oh, sí, está deliciosa. Ya te lo dije anoche. Estaría mejor si tuviera
leche. —Tomé otro bocado—. Mmm, leche.
Siguiendo en silencio, abrí un ojo y luché contra una sonrisa. Me
miraba, con los labios entreabiertos.
—Es la combinación de nueces y chocolate. Los mezclas y es como
una explosión de sexo en tu boca, pero no tan complicado. Lo único mejor
habrían sido esas pequeñas Reese's Cups3. Cuando la masa está caliente,
dejar caerlos en... De todos modos, sólo tienes que probarlos. Toma un
pequeño bocado.
Su mirada cayó sobre la galleta en su regazo y dejó escapar un
suspiro. Cogiendo la galleta, le dio un mordisco.
3 Dulces de crema de cacahuate cubiertos de chocolate.
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No podía parar de mirarla. —¿Buena? ¿Cierto?
Asintió.
—Bueno, tengo una tonelada de ellas en casa. Sólo digo. —Mi
mirada se encontraba fija en ella. ¿Quién sabía que mirar a una chica
comer una galleta podría ser tan interesante? Mientras se limpiaba sus
delgados dedos, me moví sin pensar.
El calor de mi rodilla rozando con la suya viajó por mi pierna mientras
me giraba en el asiento, me acerqué, y tomé la servilleta de ella. —Miga.
—¿Qué?
Con mi mano libre, pasé el pulgar por su labio inferior. Una descarga
de algo zumbó por mi brazo y se fue directamente a mi polla. Ella se quedó
inmóvil, su pecho subía bruscamente y sus ojos muy abiertos. Mi mano se
demoró más tiempo de lo que debería, pero no tanto como yo quería. Su
labio era suave bajo mi dedo, su barbilla delicada contra mi palma. Me
forcé a alejarme. No había una maldita miga en su labio. Era un mentiroso.
Pero quería tocarla.
—Lo tengo. —Sonreí.
Parecía aturdida. No molesta, pero desconcertada. Traté de sentir
cierto grado de culpabilidad por tocarla pero no pude. No estaba seguro
de lo que decía de mí. Pero entonces el profesor Drage finalmente entró
en la parte delantera de la clase. Drage era un tipo raro. El traje de
poliéster era algo básico. Cuando tomé esta clase por primera vez,
mezclaba su vestuario con naranja. Las Vans a cuadros y la pajarita no
habían cambiado en años.
Me moví en el asiento, mirando hacia Pastelito. Su expresión no tenía
precio. Me reí entre dientes. —El profesor Drage es un hombre... muy único.
—Puedo verlo —murmuró.
El profesor Drage dio una conferencia. No estaba seguro de qué
trataba. Honestamente, no le prestaba atención. La mayor parte de estas
cosas ya las sabía y escuchar la mierda otra vez me recordaba mi primer
año, algo en lo que no me gustaba pensar.
Una noche había jodido completamente el camino de mi vida.
Empujando eso de mi cabeza, comencé a dibujar. Antes de darme
cuenta, había dibujado a Pie Grande y la clase llegaba a su fin en la típica
manera de Drage.
Comenzó a repartir mapas estelares. —Sé que hoy es sólo miércoles,
pero aquí está su primera asignación para el fin de semana. Se supone que
el cielo estará claro como el culito de un bebé el sábado.
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—¿Claro como el culito de un bebé? —murmuró Avery.
Me reí entre dientes.
—Quiero que busquen la Corona Borealis en el cielo, el real, honesto,
hasta la bondad, cielo nocturno —explicó el profesor Drage—. No
necesitan un telescopio. Usen sus ojos, gafas, lentillas o lo que sea. Pueden
verla el viernes o el sábado, pero el viernes parece que el tiempo será
inestable, así que elijan sabiamente.
—Espera —dijo alguien de la parte delantera—. ¿Cómo se utiliza este
mapa?
Le entregué a Pastelito un mapa y las hojas cuadriculadas.
El profesor Drage se detuvo y miró al chico con una mirada que
preguntaba si es estúpido. —Mirándolo.
El estudiante resopló. —Entiendo eso, pero ¿lo sostenemos hacia
arriba contra el cielo o algo así?
—Claro. Podrías hacer eso. O podrías mirar a cada una de las
constelaciones, ver cómo se ven y usar tus ojos y cerebro para encontrarla
en el cielo. —Drage hizo una pausa—. O usen Google. Quiero que todos
empiecen a familiarizarse con el estudio de las estrellas... —Me perdí en mis
pensamientos durante la mitad de lo que decía, regresando en el final—.
Así que pónganse por parejas y elijan una hora. Me devolverán la
cuadrícula el lunes. Eso es todo por hoy. Buena suerte y que la fuerza del
universo esté hoy con ustedes.
—¿Pareja? —dijo Avery, mientras miraba frenéticamente toda la
clase—. ¿Cuándo elegimos las parejas?
—El lunes —expliqué, cerrando mi cuaderno y empujándolo en mi
mochila—. No estabas aquí.
Pastelito parecía que estaba a punto de desmayarse mientras se
inclinaba hacia delante en su asiento. —Avery.
Respiró profundamente varias veces, como si estuviera aplazando un
ataque de pánico.
Arqueé una ceja. —Avery.
—¿Qué? —espetó, fulminándome con la mirada.
—Somos pareja.
Un profundo ceño se formó entre sus cejas. —¿Eh?
—Nosotros. Somos. Pareja. —Suspiré—. Al parecer, Drage hizo que la
clase escogiera a sus compañeros justo al principio de la clase del lunes.
Entré después y al final me dijo que me emparejase con alguien que se
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uniera a la clase el miércoles o estaría desemparejado. Y como no me
gusta la idea de no tener compañero, tú y yo somos pareja.
Me miraba fijamente como si hubiera hablado en latín. —¿Tenemos
la opción de hacer esto solos?
—Sí, pero ¿quién quiere salir solo a ver el cielo por la noche? —
Levantándome, me colgué la mochila al hombro y comencé a caminar
por la fila—. De todos modos, conozco un sitio perfecto en el que podemos
hacer la tarea. Tiene que ser el sábado, porque el viernes tengo planes.
—Espera. —Corrió detrás de mí—. Yo sí.
—¿Tienes planes el sábado? —Espera. ¿Qué podría estar haciendo
ella un sábado por la noche? No podía abandonarlos el viernes, pero...—.
Bueno, podría...
—No. No tengo planes el sábado, pero no tenemos que ser
compañeros. Puedo hacerlo sola.
Me detuve frente a las puertas, sin saber si había oído bien. —¿Por
qué quieres hacer todas las tareas, y si te fijas en el esquema de sus clases
hay muchas, sola?
Dio un paso atrás. —Bueno, realmente no quiero hacerlo. Pero no
tienes que ser mi pareja. Quiero decir, no me lo debes ni nada.
—No entiendo lo que estás diciendo. —Honestamente, en serio, al
cien por cien, no entendía lo que decía.
—Lo que estoy diciendo es que... —Se detuvo, sus cejas uniéndose
en una profunda V de nuevo—. ¿Por qué estás siendo tan amable
conmigo?
Mi boca formó las palabras “qué mierda”. —¿Es una pregunta seria?
Pastelito bajó la mirada. —Sí.
La miré fijamente y esperé a que dijera que bromeaba, pero no lo
hizo. Un nudo se formó en mi pecho, viniendo de la nada. De repente era
dolorosamente obvio para mí, quiero decir dolorosamente. Pastelito no
sólo estaba incomoda, era evidente que no tenía muchos amigos, y no sé
por qué eso me afectó. No debería haberlo hecho. Apenas conocía a la
chica y conversar con ella era tan fácil como desarmar una bomba con
los dientes, pero me molestó.
El síndrome del perdedor ataca de nuevo.
Tomé una respiración profunda. —Está bien, supongo que soy un
buen tipo. Y obviamente eres nueva, una estudiante de primer año. El lunes
parecía que estabas un poco desquiciada y luego saliste corriendo, ni
siquiera viniste a clase y yo...
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—No quiero tu compasión —dijo con un sonido chillón.
Fruncí el ceño ante la insinuación. —No tienes mi compasión, Avery.
Sólo digo que parecías estar un poco perdida el lunes y pensé que
deberíamos ser compañeros.
La duda cruzó su rostro.
—Puedo ver que no me crees. ¿Tal vez fue la galleta? Bueno, te
negaste a probar mis galletas anoche y honestamente, iba a comerme la
otra galleta, pero te veías tan cansada y triste ahí sentada, que imaginé
que necesitabas la galleta más que yo.
Lo que podría haber sido una mentira. Había muchas posibilidades
de que hubiera traído dos galletas porque Pastelito podría hacer acto de
presencia. En realidad, puedo estar interpretando mucho de esto.
Me observaba como si fuera un rompecabezas, y honestamente, no
era tan complicado.
—Y eres linda —añadí.
Parpadeó. —¿Qué?
Tratando y fallando de ocultar mi diversión, me di la vuelta y abrí la
puerta, guiándola hacia el pasillo. —No me digas que no sabes que eres
linda. Si es así, estoy a punto de perder la fe en la humanidad. No querrás
ser responsable de eso.
—Sé que soy linda, quiero decir, eso no es lo que quise decir. —Hizo
una pausa, gruñendo—. No creo que sea fea. Es sólo que...
—Bien. Ahora hemos aclarado eso. —Tirando de su bolsa, la conduje
hacia las escaleras—. Cuidado con la puerta. Puede ser complicada.
—¿Qué tiene que ver el comentario de que soy linda con eso?
—Me preguntaste por qué soy amable contigo. Es mutuamente
beneficioso.
Pastelito se detuvo completamente detrás de mí. —¿Eres amable
conmigo porque piensas que soy linda?
—Y porque tienes los ojos marrones. Soy un fanático de los grandes
ojos marrones. —Reí—. Soy un chico superficial. Oye, ayuda que seas linda.
Saca a la luz al chico bueno que hay en mí. Me hace compartir mis
galletas contigo.
—Así que si fuera fea, ¿no serías amable conmigo?
Girándome, la enfrenté. —También sería amable contigo si fueras
fea.
—Está bien.
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Sonreí mientras inclinaba mi barbilla hacia abajo, acercando
nuestras bocas. —Simplemente no te habría ofrecido ninguna galleta.
Se cruzó de brazos. —Estoy empezando a pensar que “galletas” es
una palabra en clave para otra cosa.
—Tal vez lo es. —Tiré de su bolso de nuevo mientras bajaba un
escalón—. Y sólo piensa en ello. Si galleta fuera una palabra en clave, sea
lo que sea que simbolice, ha estado en tu boca, cariño.
Por un momento, me miró fijamente y luego se rió. El sonido era
bisoño y ronco, como si no se riera a menudo, y eso causó que ese extraño
nudo en el pecho palpitara. —Eres realmente...
—¿Increíble? ¿Impresionante? —Quería escuchar su risa de nuevo—.
¿Asombroso?
—Iba a decir extraño.
—Bueno, diablos, si tuviera sentimientos eso realmente me habría
dolido.
Sonrió, y eso significaba que nos acercábamos a una sonrisa de
nuevo. —Entonces supongo que es bueno que no tengas sentimientos,
¿cierto?
—Supongo que sí. —Salté al rellano—. Será mejor que te des prisa o
llegarás tarde a tu próxima clase.
Sus ojos se ampliaron, y me reí, apartándome para que Pastelito no
me atropellara mientras se precipitaba escaleras abajo. —Maldita sea, si te
hubieras movido tan rápido por mis galletas, sería un hombre feliz.
—¡Cállate!
—¡Oye! —Me acerqué a la parte superior del siguiente tramo de
escaleras—. ¿No quieres saber para qué es la palabra clave galletas?
—¡No! ¡Dios Santo, no!
Incliné la cabeza hacia atrás y reí mientras las últimas hebras de
cabello cobrizo desaparecían de la vista. No sabía quién era Avery
Morgansten, pero era mejor que la niña tranquila en la escuela media que
resultó que le gustan las chicas.
Mucho mejor.
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4 Traducido por Katita
Corregido por Pau!!
Había momentos en mi vida en los que no tenía ni idea de cómo
llegaba a ellos. Así como pensar qué había ocurrido para haberme metido
en esos momentos.
Steph, que llevaba otra falda que apenas cubría su culo, deslizó una
mano por mi brazo. Dijo algo, susurró en mi oído, pero realmente no le
prestaba atención.
Mi mirada se desvió de la TV a la goma para el cabello tirado en mi
mesa de café.
Oh, así es como empezó todo esto.
Un texto de Steph alegando que había dejado algo “súper
importante” en mi apartamento en la noche de la fiesta. Su goma. Si
hubiera sabido que era lo que buscaba, hubiera caminado lo que hiciera
falta al Rite Aid y le hubiera comprado un paquete entero de ellas.
—¿Quieres que te traiga una cerveza de la nevera? —preguntó.
Realmente era la mujer perfecta. —No. Estoy bien.
Podía sentir sus ojos en mí, mientras levantaba el vaso de agua y
bebía un trago. Cerveza. Yo. Steph. Nadie más en el apartamento. No era
una muy buena combinación. O tal vez sí, dependiendo de cómo se viera.
Caricias en mi pecho, sus pechos apretados contra mi brazo.
Tenía que ver esto como algo bueno en vez de preguntarme cómo
un sofá en el que me podría estirar, de repente se sentía demasiado
pequeño.
—Entonces, ¿estás pasando a una nueva página o algo? —
preguntó, con la mirada fija en el televisor mientras recorría con las puntas
de sus uñas, hacia arriba y abajo, mi brazo. Yo miraba un combate de
boxeo y dudaba que ella estuviera muy interesada—. ¿Es que ya no
beberás más?
Me reí entre dientes. —Nah. Simplemente no tengo ganas esta
noche.
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—Oh. —La mano de Steph se trasladó desde el antebrazo hasta el
centro de mi pecho—. ¿Y de qué tienes ganas esta noche?
Era una pregunta capciosa, así que no dije nada cuando su mano
acarició mi barbilla. Steph percibió mi silencio como quiso, deslizando la
mano por la piel desnuda de mis abdominales.
La sangre siguió la punta de sus dedos a medida que flotaba por
debajo de mi ombligo, llegando a la banda en mis pantalones cortos.
A mi cuerpo le gustaba lo que iba a suceder, esforzándose para
encontrarse con esos dedos inquietos. Y mi cuerpo conocía bien sus dedos,
recordaba exactamente como de expertos eran. Pero mi cabeza ni
siquiera se aproximaba al mismo sitio que mi polla.
Incliné la cabeza hacia atrás en el sofá y exhalé lentamente. No
había absolutamente nada de malo en lo que sucedía. Sus ágiles dedos
rozaron mi mano inerte, deslizándose por mi cadera. Mis músculos saltaron
en respuesta. Al igual que lo hizo algo más.
Cerré los ojos y respiré profundamente. Mi corazón no latía. Pensaba
en la reunión a la que tendría que asistir el viernes por la noche. Y pensé en
la noche del sábado y las estrellas cuando su mano se cerró alrededor de
mi polla, agarrándome a través de los pantalones cortos de nylon. Un
estremecimiento se disparó hacia arriba por mi columna, mientras ella
subía la mano.
El placer se arremolinaba bajo mi estómago, y sabía que si la dejaba
continuar, disfrutaría de ello. Me sentía malditamente bien. Siempre lo
hacía, pero no devolvería el favor. Semanas atrás, lo habría hecho, sin
dudarlo. Dar. Tomar. Pero ahora no me importaba lo suficiente como para
hacerlo y no estaba bien.
—Oye —dije, con voz ronca mientras tomaba suavemente su brazo,
tirando de su mano.
Sus perfectos labios formaron una O. —¿Qué?
—No tengo ganas. —Me llevé su mano a la boca y la besé en la
palma de la mano antes de colocarla de nuevo en su muslo. Mi pene ya
no estaba erecto—. ¿Está bien?
La sorpresa enmarcó su cara, y una parte de mí se tambaleaba en
estado de shock. ¿Realmente acababa de rechazarla? Sí, lo había hecho.
El rosa cubrió sus mejillas cuando volvió la mirada a la TV, y yo,
bueno, me sentí como un idiota. Mierda. Sentándome hacia delante, dejé
caer las manos en mis rodillas. —¿Quieres algo de comer?
Callada, negó con la cabeza.
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Doble mierda. —Escucha, Steph, no eres tú, y lo digo en serio. Sólo
estoy sintiéndome raro esta noche. ¿De acuerdo?
Steph me miró y asintió lentamente. —Está bien.
Solté el aliento con alivio. Como había dicho antes, Steph era una
buena chica y tuvimos nuestra historia. Las cosas eran diferentes ahora. Se
quedó un rato más y luego se alistó para irse. Me levanté para
acompañarla fuera. En la puerta, se volvió y se puso de puntillas, besando
mi mejilla.
Me eché a reír. —¿Qué fue eso?
Steph se encogió de hombros mientras cerraba la puerta detrás de
nosotros. —¿Vas a la fiesta de la fraternidad? —preguntó.
—Tengo planes —dije.
Hizo un mohín. —¿Puedes saltarte la noche del viernes?
Levantando la mano, tiré de un mechón de su cabello suave y
negro. —Sabes que no puedo, amor. Tal vez la siguiente vez.
—Apestas. —Pero sonrió cuando me golpeó con la cadera.
—Así es.
Nos dirigimos hacia el coche y cuando tropezó en un trozo de grava
suelta, cogí su brazo, sosteniéndola. —¿No has estado bebiendo esta
noche —pregunté, con los ojos entrecerrados—, cierto?
La luz de la luna se deslizó sobre su cara mientras echó la cabeza
hacia atrás y soltó una carcajada ronca. —No. —Golpeó mi pecho—. ¿Y
qué si lo he hecho? ¿Vas a dejarme pasar la noche?
—Pondré tu pequeño culo en mi camión y te llevaré de regreso a tu
residencia.
Puso sus ojos en blanco. —Eso suena muy divertido.
Nos detuvimos detrás de su sedán para un rápido abrazo. —
Mándame un mensaje cuando llegues a tu dormitorio.
Se rió de nuevo, retrocediendo. —¿En serio?
Le lancé una mirada. —Sabes que sí. Es tarde. Hay un montón de
gente jodidamente mala en el mundo, así que mándame un mensaje.
—¿Y si no lo hago?
Mis ojos se estrecharon. —Lo harás.
—Está bien. —Steph rió mientras retrocedía hacia la puerta del
conductor—. Hasta luego, Cam.
Dando un paso atrás, la vi retirarse del lugar de estacionamiento
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antes de darme la vuelta y regresar. A medio camino a través del
estacionamiento, miré hacia el apartamento de Pastelito. No había luces
encendidas, y apostaba a que ya estaba metida en su cama. ¿Usaba
camisas de manga larga para dormir? ¿O dormía desnuda?
Una imagen de ella desnuda, con su cabello cobrizo suelto y a su
alrededor como un halo, invadió mi cabeza.
Mi polla se hinchó a la vida una vez más.
—Maldita sea —murmuré. Iba a ser una noche larga.
***
El jueves era una mañana de IHOP4, o al menos eso era lo que Ollie
había estimado cuando salió de la cama e irrumpió en mi habitación.
Agarrando mi gorra del brazo del sofá, vi la goma de Steph en la mesa de
café y rodé los ojos.
Súper importante.
Ollie ya se encontraba fuera y mientras me acercaba a la puerta,
atrapé el olor de la lluvia en el aire. En cuanto cerré la puerta detrás de mí,
me di cuenta que él no estaba solo.
—Avery —dijo Ollie—. Cam me dijo tu nombre.
Nota mental: Patear las bolas de Ollie después.
Hubo una pausa y luego: —Entonces... um, te diriges a...
—Tú, idiota, ¡dejaste la puerta abierta! —Ajusté mi gorra, rodeando
las escaleras. A continuación, tuve una imagen visual de cómo los
vaqueros de Avery abrazaban su culo. Lindo—. Oye, ¿qué estás haciendo
con mi chica?
Ollie me sonrió, pero mi atención fue atraída hacía Pastelito. La
chica tenía que usar poco o nada de maquillaje, porque su rostro era...
fresco. Natural. Me gustaba mucho. Su mirada se encontró con la mía y
luego la apartó mientras parpadeaba.
—Le estaba explicando cómo me conocen por dos nombres —dijo
Ollie.
—Oh, ¿sí? —Me encontré con ellos, dejando caer mi brazo sobre sus
hombros. Sus pies tropezaron, y apreté mi brazo, jalándola a mi lado. En el
fondo de mi cabeza, pensé que ella encajaba perfectamente—. Guau, 4 International House of Pancakes. Es un restaurante establecido en los Estados Unidos
especializado en desayunos.
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amor, casi te pierdo ahí.
—Mírense —Ollie bajó los escalones a brincos—, hiciste que la chica
se tropezará sobre sus pies.
Me reí, manteniendo un brazo alrededor de ella mientras me
deslizaba hacia atrás la gorra. —No puedo evitarlo. Es mi encanto
magnético.
—O podría ser tu olor —sonrió Ollie—, no estoy seguro de haber
escuchado la ducha esta mañana.
Di un jadeo indignado. —¿Huelo mal, Avery?
—Hueles fantástico —dijo, y luego un color rojo tiñó sus mejillas—.
Quiero decir que no hueles mal.
El instinto me dijo que quiso decir algo completamente diferente. —
¿Te diriges a clases?
Pastelito no dijo nada mientras caminábamos por las escaleras, pero
su rostro estaba contraído como si estuviera en una profunda reflexión
acerca de algo.
—¿Avery?
Se liberó de mi brazo en sus hombros, y mis ojos se estrecharon
cuando salió corriendo. —Sí, me dirijo hacia la clase de arte. ¿Y ustedes,
chicos?
La alcancé en el tercer piso, que me torturen si se iba a escapar de
nuevo tan fácilmente.
—Nosotros vamos a ir a desayunar. Deberías saltarte la clase y unirte
con nosotros.
Apretó su agarre en su bolsa. —Creo que ya me las he saltado lo
suficiente esta semana.
—Yo me la estoy saltando —anunció Ollie—, pero Cam no tiene
clase hasta tarde, ya que es un buen chico.
—¿Y tú eres un chico malo? —preguntó.
Él sonrió a Pastelito, el tipo de sonrisa que le había visto dar a
innumerables chicas. —Oh, soy uno malo, un chico malo.
Mi piel se erizó mientras le disparaba una mirada a Ollie. —Sí, como
que eres malo en ortografía, matemáticas, inglés, limpiándote a ti mismo,
hablando con la gente, y podría continuar.
—Pero soy bueno en cosas que cuentan —respondió Ollie.
—¿Y cuáles son esas cosas? —le pregunté mientras salíamos bajo
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nubes que parecían rellenas de agua.
Iba a ser uno de esos días.
Ollie nos enfrentó, caminando hacia atrás. Un camión rojo comenzó
a retroceder, pero él siguió su camino, obligando a que el camión parara.
Negué con la cabeza. Levantó una mano bronceada y comenzó a
golpetear con sus dedos. —Bebiendo, socializando, esquiando, y fútbol
¿recuerdas ese deporte, Cam? ¿El fútbol?
Me quedé mirándolo. —Sí, lo recuerdo, idiota.
Ollie, probablemente sin tener idea de lo que acababa de hacer, se
dio la vuelta y se dirigió a la camioneta. Un músculo comenzó a marcarse
en mi mandíbula. Metí las manos en mis pantalones mientras miraba hacia
Pastelito. —Nos vemos luego, Avery.
Alejándome de ella, me uní a Ollie por mi camioneta. En lugar de
presionar el botón de desbloquear todas las puertas, sólo presioné la mía y
subí, cerrando la puerta detrás de mí.
—¿Oye? —dijo la voz apagada de Ollie.
Sin hacerle caso, encendí el camión. Una gota de lluvia grande y
gorda golpeó el parabrisas, sonreí, mirando hacia el cielo.
—¡Oye!
Poco a poco, levanté la mano, levantándole el dedo.
Ollie saltó cuando el cielo se abrió en un aguacero torrencial,
aullando como un animal herido. Sólo cuando su cabello estuvo pegado a
su cráneo, abrí la puerta.
Subió, temblando. —¿Qué mierda, hombre?
—Te lo mereces. —Eché marcha atrás, retrocediendo. Una mirada a
la frente arrugada de Ollie me dijo que intentaba pensar en lo que había
hecho. Suspiré—. De verdad, tienes que tirar esas hierbas.
—Si lo he escuchado una vez, lo he escuchado un millón de veces,
pero Mary Jane5 me ama, y ella es la única mujer que amo.
Deslicé la mano por la gorra de béisbol y negué con la cabeza. —
Hippie de mierda.
Ollie sacudió la cabeza como un perro mojado, rociando el interior
con las gotitas de agua fría. Algo debió de haber encendido la lucecita en
su cabeza, porque se dejó caer en el asiento. —Mierda, hombre. No
estaba pensando.
5 Referencia a la marihuana.
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Tosí una carcajada mientras salía del aparcamiento, un coche
detrás de Pastelito. —Eso es una gran sorpresa.
Ollie miró al frente, su sonrisa habitual había desaparecido. —A
veces me olvido, ¿sabes? Parece que fue hace una eternidad.
Mierda, deseaba poder olvidarlo, sobre todo ahora, cuando vi el
coche de Pastelito girar hacia la izquierda, en dirección a la escuela.
Él me miró. —Lo siento, amigo. De verdad. Sé lo mucho que el fútbol
significaba para ti.
Asentí distraídamente cuando giré a la derecha, en dirección a la
carretera secundaria que nos llevaría hacia Charles Town. El fútbol había
sido mi vida desde el momento en que papá me había inscripto en la liga
infantil, y con los años, había perfeccionado mis habilidades como
delantero, la posición de puntuación media.
Fui muy bueno, también, y no era ningún secreto que cuando me
inscribí en Shephard y en su equipo de fútbol hace tres años, no tenía
planes de quedarme ahí. Esperaba mi momento antes de que pudiera
marcar una prueba con el D.C. United. El fútbol me había hecho conocer
a Jase y a Ollie.
El fútbol había sido mi cordura.
Pero lo único que hacía con el fútbol ahora, era entrenar a un
programa de liga juvenil de verano como servicio a la comunidad. No
habría más fútbol. Por lo menos en un futuro previsible, y un acto de ira se
había asegurado de eso.
La mayoría de la gente de mi edad pasaba la noche del viernes
bebiendo y pasando el rato con los amigos. Yo pasaba mi noche de
viernes sentado en un círculo —sí, un maldito círculo— escuchando los
problemas de la gente. Algunos de los chicos del grupo no estaban mal.
Como Henry, quien se emborrachó una noche y se metió en una pelea en
un bar. Él no era un psicópata. Tampoco lo era Aaron, que al parecer tenía
algunos problemas de rabia de carretera. Pero había otros —un par de
chicos, y una chica con el maquillaje blanco pastoso y delineador de ojos
negro pesado— de los que no estaba tan seguro. Daban un poco de
miedo.
Lo jodido es que yo no era la persona más joven aquí. No por el
momento.
Sólo tenía... diez jodidos meses más de esto.
Podría hacerlo. En serio. Podría hacerlo fácilmente.
—¿Cameron? —El Dr. Bale se aclaró la garganta, y me quise golpear
a mí mismo en la garganta—. ¿Hay algo que te gustaría compartir esta
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noche?
Esta era la parte en la que no podía hacerlo. El hablar sobre mi
mierda con todo un grupo de desconocidos que me miraban. Miré hacia
arriba, y una mirada comprensiva cruzó el rostro de Henry al ver mis ojos.
—No —dije—, en realidad no.
La chica gótica —quien al parecer tenía una inclinación por los
cuchillos— se echó hacia atrás en su asiento, cruzando los brazos cubiertos
de tinta negra. —Él nunca comparte nada.
Apreté los labios para evitar ser apuñalado.
—Eso es cierto. —El Dr. Bale se ajustó las gafas de malla de
alambre—. Apenas contribuyes en el grupo, Cameron.
Encogiéndome de hombros, me senté y deslicé la gorra de béisbol
mas abajo. —Apenas estoy acostumbrándome a esto.
Henry saltó, por suerte, desviando la atención, y me mantuve bajo el
radar hasta el final de la sesión, pero cuando me levanté para irme, el Dr.
Bale me llamó.
Genial.
Mientras todo el mundo iba despejando la habitación, me dejé caer
de nuevo en la silla plegable de metal y me incliné hacia delante,
apoyando los codos en las rodillas. —¿Qué pasa?
El Dr. Bale se inclinó, seleccionando una carpeta de la bandeja de
plástico a su lado. —Quería asegurarme de que estás sacando algo de
estas reuniones, Cameron.
Eh. No. No, la es verdad es que no. —Por supuesto.
Me miró mientras subía la pierna derecha sobre su rodilla y se
recostaba en su silla. —Apenas has hablado durante la sesión.
—Realmente no hay nada que decir.
—No, hay mucho que decir. —Sonrió, deteniéndose y la piel
alrededor de sus ojos se arrugó—. Sé que hablar delante de la gente es
difícil al principio, pero tienes cosas en común con ellos.
Me puse rígido. —No estoy seguro de que tenga mucho en común
con ellos.
—¿Estás seguro de eso?
Suspirando, desvié mi mirada a las paredes blancas. A los carteles
alineados. Los que intentaban convencer a la gente de hablar, en vez de
tirar golpes.
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—¿Estás tomándote esto en serio, Cameron?
—Sí. —Me obligué a no buscar con mi mirada el único reloj en la
habitación, detrás de mí.
—Bien. No me gustaría que no tomaras esta maravillosa oportunidad
y la utilizarás para beneficiar tu vida.
Mantuve mi expresión en blanco.
—¿Te das cuenta de lo afortunado que eres, Cameron? —preguntó
el Dr. Bale cuando no dije nada—. Ese chico podría haberte mandado a la
cárcel por un largo tiempo.
—Lo sé —dije, y era cierto. Dios sabe que yo sabía lo afortunado que
era. Y durante mucho tiempo creí que mi culo debería haber estado
pudriéndose en la cárcel. Lo que habría pasado si no hubiera sido por la
presión de mi padre en los tribunales penales y mi registro impecable—. Soy
un tipo muy tranquilo, Dr. Bale. Lo que sucedió…
—La paliza que infligiste a ese chico dice lo contrario. —Su mirada se
desvió hacia mi archivo—. Contusión craneal grave. Fractura de
mandíbula, nariz y un ojo roto, junto con varias costillas rotas —miró hacia
arriba, encontrando mi mirada—, eso no suena como algo que haría un
“tipo tranquilo”, ¿no?
Se me revolvió el estómago, pero no aparté la mirada. —No estoy
orgulloso de lo que hice. Mirando hacia atrás, sé que hay un montón de
otras cosas que podría haber hecho.
—¿Pero?
Pero yo no tenía “ira” o un problema de “rabia”. Y tan jodido como
sonaba, todavía no estaba seguro de que me arrepintiera de lo que había
hecho. El hijo de puta había estado golpeando a mi hermana, y bueno, yo
había perdido mi mierda.
Y a decir verdad, si tuviera que pasar por eso otra vez, no estaba
seguro de si actuaría de manera diferente. Haces daño a mi hermana, y te
estás metiendo conmigo. Era tan simple como eso.
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5 Traducido por Aleja E
Corregido por Cami G.
Cuando se trataba de mi Pastelito, la paciencia valía la pena.
Al principio, el viaje a Antietam National Battlefield para hacer
nuestra tarea de astronomía había empezado tan dolorosamente como
mis clases semanales de control de ira. Se sentó en mi camioneta, como si
la hubiera tentado con una oferta de cachorros gratis, tirando de las
mangas de su suéter y sentada tan derecha como una tabla. Su
nerviosismo aumentó a medida que nos dirigíamos por el Bloody Lane,
seleccionando un lugar que nos daría una visión clara del cielo y…
campos de maíz.
Descubrí que era un poco nerd sobre historia, lo cual era genial,
porque esos ojos castaños se iluminaban cuando empezaba a hablar
sobre el campo de batalla. Y también descubrí que se encontraba en un
infierno de apuro por acabar con esto y darlo por terminado.
Nunca en mi vida dudé de mi capacidad de atraer a una chica
como lo hice con Avery. Actuaba como si pasar tiempo conmigo fuera
equivalente a estar en clase de apreciación musical durante dos semestres
consecutivos. Tan engreído como suena, sabía que podía caminar en el
campus y obtener una cita con la chica disponible más cercana. Incluso
probablemente con una chica no disponible, pero con Avery era como
tratar de anotar con una monja. Y no una monja traviesa.
—¿Cuánto tiempo crees tú que esto va a tomar? —preguntó.
—¿Por qué? —Hice una pausa mientras se me ocurría algo. Tal vez mi
encanto no fallaba. Mierda, ¿cómo no había pensado en esto antes?—.
¿Tienes una cita esta noche?
Se rió secamente. —Uh, no.
Una parte de mí se sintió feliz de escuchar eso. La otra parte estaba
completamente confundida. —Suena como que es una idea loca. Que
nadie saldría en una noche de sábado para una cita.
Encogiéndose de hombros, dejó caer el mechón de cabello con el
que jugaba. —No estoy saliendo con nadie.
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Seguí caminando, golpeando mis manos en mis muslos mientras la
brisa agitaba los tallos de maíz, haciendo que se sacudieran como huesos
secos. —¿Por qué la prisa? —Cuando no hubo respuesta, la miré por
encima de mi hombro, sonriendo—. ¿Te preocupa que te haya traído aquí
para mis planes malévolos?
Pastelito se detuvo, su rostro palideciendo de una manera que hizo
que sus pecas resaltaran. —¿Qué?
Vaya. La miré, sintiendo un nudo en el pecho y algo más. Su
reacción fue demasiado rápida, demasiado real. Un mal sabor llenó mi
boca. —Oye, Avery, sólo estoy bromeando. En serio.
Me miró fijamente, y luego desvió la mirada, con las mejillas
sonrojadas. —Lo sé. Yo sólo…
—¿Asustadiza?
—Sí, eso.
Esperaba —mierda, rezaba— que eso fuera todo. Viéndola juguetear
con la pulsera en su muñeca izquierda, no pude dejar que el hilo de mis
pensamientos fuesen más allá. Ira por la posibilidad de que algo la alterara
de la forma más leve, ya pinchaba en mi piel. Era seguro que exageraba.
—Vamos. Será oscuro pronto.
Empecé a caminar en dirección a la torre, saludando a dos
estudiantes de nuestra clase. Escogiendo un lugar en la colina donde se
podía mirar el camino de tierra, saqué una linterna antes de sentarme. La
hierba estaba seca, y en ese lapso de silencio, el zumbido de los grillos era
casi tan fuerte como el latido de mi corazón. No sabía por qué mi pulso se
aceleró, pero se sentía como si hubiera corrido desde la camioneta hasta
aquí en vez de caminar.
Levantando la vista, encontré a Pastelito rondando a pocos metros
detrás de mí. Di palmadas en el lugar. —Únete a mí. ¿Bonito lugar? Estoy
todo solitario por aquí.
Ella tomó su labio inferior entre sus dientes, y los músculos de mi
estómago se tensaron. Finalmente avanzó hacia adelante y se sentó… a
tres metros de mí. Mis cejas se levantaron, pero luego… luego nuestras
miradas chocaron, y tomé un respiro, pero no llegó muy lejos. ¿Cuántas
pecas tenía en el puente de su nariz? Nueve. No. Nueve y medio. Una de
ellas era descolorida. Tenía los labios entreabiertos, como si estuviera
esperando un beso.
La urgencia de besarla me golpeó fuerte en el intestino. ¿Era la
primera vez? Cuando le limpié la miga de su labio, quise besarla ahí,
probar esos labios de apariencia suave. Con cualquier otra chica hubiera
hecho un movimiento, pero no con Pastelito.
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Y ahí fue cuando la más extraña cosa sucedió.
Quería ir más despacio. Como si pudiera frenar esta relación
inexistente que se encontraba más allá de mí, pero no lo sé. Mi corazón
todavía bombardeaba con fuerza.
Avery bajó la barbilla, estudiando su cuaderno mientras se aclaraba
la garganta.
Dejando escapar un respiro que no me di cuenta que contenía, le
pregunté—: ¿Qué constelación se supone que debemos estar mapeando?
—Um, la Corona Boreal, creo —dijo, rozando las notas mientras yo
sostenía la linterna.
—Ah, la corona del norte.
Sus cejas se levantaron. —¿La parte superior de tu cabeza sabe eso?
Me reí de su expresión dudosa. —Tal vez no tomo notas, pero sí
presto atención.
Arrugó la nariz. —Realmente no entiendo cómo alguien ve formas en
las estrellas.
—¿En serio? —Me acerqué lentamente y observé por sobre su
hombro—. Las formas son bastante obvias.
—No para mí. Quiero decir, son sólo un montón de estrellas en el
cielo. Tú probablemente puedes ver lo que quieras ver.
—Mira a los Borealis. —Señalé el mapa—. Obviamente es una
corona.
Se echó a reír, una risa real, y el nudo se apretó en mi pecho. —No se
ve como una corona. Parece un semicírculo irregular.
Sonriendo, sacudí la cabeza. —Mira. Se puede ver ahora fácilmente.
Eso es una corona. Vamos a ver las siete estrellas.
—Veo las siete estrellas, pero también veo un centenar. —Cogió un
bolígrafo—. También veo el monstruo de las galletas.
Me eché a reír. —Tú eres ridícula.
Mientras la miraba, sus labios se curvaron en una sonrisa mientras
posaba su bolígrafo en el cuaderno. Era evidente que no tenía idea de
con qué línea de latitud empezar, por lo que levantó la vista hacia el
Borealis. Finalmente, conectó dos puntos.
—¿Sabes de dónde viene el nombre? —le pregunté.
Pastelito negó con la cabeza, así que me acerqué y tomé el
bolígrafo de su mano. En el proceso, mis dedos rozaron los suyos. Una
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descarga subió por mi brazo, y se alejó de inmediato. —Representa la
corona dada del dios Dionisos a Ariadna —le dije—. Cuando se casó con
Baco, él puso la corona en el cielo en honor de su matrimonio.
Me miró, frunciendo las cejas. —El profesor Drage no enseñó eso en
la clase.
—Lo sé.
—Entonces, ¿cómo lo sabes?
—¿Por qué no lo sabría?
Echó la cabeza hacia un lado, con los labios fruncidos.
—Está bien. Tal vez la mayoría de la gente no sabe eso en la parte
superior de sus cabezas. —Hice girar su bolígrafo—. De hecho, participé en
esta clase como estudiante de primer año, pero tuve que dejarlo.
La curiosidad llenó sus ojos marrones. —¿En serio?
Asentí.
—¿Tú eres, qué, un junior?
—Sí. —Hice una pausa, inseguro de lo que debería decirle—. Tuve
que tomar un año de descanso, lo que me hizo atrasar.
Guardó silencio por un momento. —¿Por qué volviste a tomar
astronomía? ¿Es una parte de tu especialidad?
—No. Simplemente me gusta la clase y el profesor Drage. —Apagué
la linterna—. Estoy estudiando la recreación y el deporte. Me gustaría
entrar en rehabilitación deportiva.
—Oh. Tú…
Al ver que no terminaba la frase, la miré y seguí su mirada. En el
banco, dos de nuestra clase de astronomía parecía que estaban a punto
de hacer bebés en ese mismo momento.
—Ahora eso es una forma interesante de observar las estrellas —le
dije.
Ella los miró por unos segundos, sus ojos abiertos como si estuviera
tratando de averiguar exactamente lo que hacían. Lo que era evidente.
Había una gran cantidad de lengua involucrada.
Le di un golpecito con mi bolígrafo.
—¿Qué?
—Nada. Es sólo que… —No tenía idea de cómo decir esto—. Estás
mirándolos como si… nunca hubieras visto una pareja hacer eso antes.
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—¿Sí?
Asentí. —Así que a menos que fueras criada en un convento,
imagino que estuviste en un regazo una o dos veces, ¿verdad?
—No. —Se encogió, concentrándose en los tallos de maíz—. Quiero
decir, no he estado en el regazo de un chico.
Una sonrisa burlona surgió de mis labios. —¿Qué acerca del regazo
de una chica?
Su boca se abrió. —¿Qué? ¡No!
Sonreí ampliamente, imaginándola en el regazo de una chica, y no
era una mala imagen. Fue aún mejor cuando la imaginé en mi regazo. —
Estaba bromeando, Avery.
Su barbilla sobresalió obstinadamente. —Lo sé, es sólo que…
—¿Qué? —Le golpeé el brazo con el esfero de nuevo—. ¿Qué?
—Nunca he estado en una relación.
¿Nunca? ¿Nunca, como nunca? No podía ser.
Aferrándose a su cuaderno, me miró. —¿Qué? No es una gran cosa.
Abrí la boca, pero no dije nada. Parpadeé y luego sacudí la cabeza
mientras me inclinaba hacia atrás, mirando el cielo. —¿Nunca has estado
en una relación?
—No.
—¿Nada?
—Exacto.
No tenía ni idea de qué decir. —¿Cuántos años tienes?
Puso los ojos en blanco. —Tengo diecinueve.
—¿Y no has estado ni en una sola relación?
—No. Mis padres… eran estrictos. —Tragó—. Quiero decir, realmente
estrictos.
—Lo puedo creer. —Golpeé el bolígrafo en el cuaderno, un poco
obsesivamente curioso por saber cómo alguien tan bonita como Avery
había llegado hasta aquí sin estar en una relación—. ¿Así que has ido a
una cita o algo?
Un profundo suspiro salió de ella. —¿Pensé que íbamos a estar
mapeando estrellas?
—Así es.
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—No, no lo estamos. Todo lo que tengo es una línea pobre y tú no
tienes nada.
—Esa pobre línea es entre el Delta y Gamma. —Me incliné,
conectando los puntos—. Aquí está la Theta y esta es la más brillante
estrella Alfa. Mira, tenemos medio camino hecho.
Frunció el ceño, moviendo lentamente la cabeza mientras volvía la
mirada al cielo. Mientras estaba distraída, yo, harto de la mierda de
astronomía, me incliné más, mi hombro presionando contra el de ella
mientras terminaba el mapa, completando nuestra tarea.
Giré la cabeza. —Ahora hemos terminado de mapear las estrellas…
—Nuestros rostros se hallaban a centímetros de distancia, y oí la suave
inhalación de aire. No se alejó, y mi sonrisa se elevó—. ¿Ves? Eso no fue tan
difícil.
La mirada de Avery cayó, y sabía que no prestaba la más mínima
atención a lo que salía de mi boca a pesar de que la miraba. No es que
me quejara. Podía mirar mi boca todo lo que quisiera.
Las espesas pestañas subieron y nuestras miradas se encontraron una
vez más. De repente, un tirón palpable se extendió entre nosotros. Ninguno
de los dos se movió, y yo quería hacerlo. Quería tomarla entre mis brazos.
Donde todo lo de ralentizar las cosas fuera a parar a donde no tenía idea.
Ella se movió, visiblemente incómoda, y la buena y decente parte de mí
me dijo que mirara hacia otro lado y haga alguna broma para que se
sintiera mejor, pero no pude resistir la tentación de sus ojos. En la oscuridad,
eran como piscinas negras.
Me obligué a decir algo. —¿Crees que has aprendido algo sobre las
estrellas?
No hubo respuesta, lo que probablemente era una buena cosa,
porque eso fue pobre. Así que fui a lo que realmente quería saber. —
¿Alguna vez has estado en una cita?
Todavía sin respuesta.
Mis labios se curvaron hacia arriba. —¿Me estás escuchando?
Pastelito parpadeó, como si estuviera saliendo de un sueño. —¿Eh?
¡Sí! Sí. Por supuesto.
No había duda que sentía lo que yo sentía. No cuando me miraba
por tanto tiempo. —Sí… entonces. ¿Has estado en una cita?
—¿Qué?
Me reí entre dientes. —Realmente no me has escuchado en
absoluto. Has estado demasiado ocupada mirándome.
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—No lo he estado.
—Sí, sí lo estuviste. —Le di un codazo en el hombro.
La expresión que hizo fue como si estuviera probando algo malo. —
Estás muy por encima del nivel aceptable de arrogancia.
—¿Arrogante? Sólo estoy diciendo la verdad. —Tiré mi cuaderno a
un lado y me recosté hacia atrás en mis brazos, mirándola. No pude
resistirme a burlarme de ella. Fue como encontrar un nuevo pasatiempo—.
No hay nada malo con mirarme fijamente. Me gusta.
Me miró boquiabierta. —Yo no estaba mirándote. No realmente. En
cierto modo me… deslumbré. Eso es porque es emocionante hablar
contigo.
—Todo sobre mí es emocionante.
—Casi tan emocionante como ver a tu tortuga cruzar la carretera.
—Uh-huh. Sigue diciéndote eso, cariño.
—Sigue llamándome cariño y vas a estar cojeando.
Ah, eso me gustó. —Oh, escúchate.
—Lo que sea.
—Tenemos que hacerlo.
Frunció los labios. —¿Hacer qué? ¿Ir a casa? Estoy de acuerdo con
volver a casa, justo ahora.
Sonreí. —Ir a una cita.
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6 Traducido por Apolineah17
Corregido por Pau!!
Pastelito me miró como si hubiera sugerido que nos desnudáramos y
corriéramos a través de los cultivos de maíz. Cerró de golpe su cuaderno y
agarró su bolso. —No estoy segura de estar siguiendo esta conversación.
—Realmente no es tan complicado. —Me reí ante su mirada de
odio—. Deberíamos salir en una cita.
Me miró por un momento y luego empujó su cuaderno dentro de su
bolso con una fuerza letal. —No lo entiendo.
¿Por qué no me sorprendía que no lo entendiera? Recostado, estiré
mis brazos por encima de mi cabeza, sintiendo los huesos estirarse. Observé
su mirada recorriéndome, quedándose fija en la piel expuesta entre la
camisa y el cinturón.
Mi sonrisa se ensanchó. —Normalmente una cita es cuando dos
personas salen de noche o a veces durante el día. Realmente, puede que
a cualquier hora del día o de la noche. Por lo general involucra una cena.
A veces, una película o un paseo por el parque. Aunque, yo no hago
caminatas en el parque. Tal vez en la playa, pero como no las hay…
—Sé lo que es una cita. —Saltó sobre sus pies, con los ojos como
puntos de hielo negro en la oscuridad.
—Dijiste que no entendías. Así que estoy explicando lo que significa
una cita.
Sus labios se torcieron mientras cruzaba los brazos. —Esa no es la
parte que no entiendo y lo sabes.
—Sólo me aseguraba de que estuviéramos en la misma página.
—No lo estamos.
Sonriendo descaradamente, bajé los brazos, pero no tiré hacia abajo
mi camisa. —Entonces ahora que ambos sabemos lo que implica una cita,
hay que salir a una.
—Uh…
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Me reí mientras me sentaba. La confusión en su rostro era tan
adorable de una manera extraña. —Eso no es realmente una respuesta,
Avery.
—Yo… —Sacudiendo la cabeza, dio un paso hacia atrás—. ¿No
tienes novia?
¿De dónde mierda Pastelito sacó esa idea? —¿Una novia? No.
—Entonces, ¿quién era esa morena que se tambaleaba fuera de tu
apartamento la noche del miércoles? —demandó.
Mientras sus palabras se ahogaban, sonreí enormemente de oreja a
oreja. —¿Me has estado espiando, Avery?
—No, ¡no! —Su rostro palideció—. ¿Qué? No te estaba espiando.
Tengo una vida.
Arqueé una ceja. —Entonces, ¿cómo sabes acerca de Stephanie?
Pastelito cambió su peso de pie. —¿Ese es su nombre?
—Bueno, sí, tiene un nombre y no, no es mi novia. Y no se
tambaleaba. Puede que arrastrara los pies.
Rodó los ojos.
—Entonces, ¿cómo sabes sobre ella si no me espiabas? —Crucé mis
tobillos—. Y no me molesta la idea de que me observes. Recuerda, eso me
gusta.
Su pecho subió en una respiración profunda, y me di cuenta de que
su paciencia se agotaba. —No estaba observándote. No podía dormir y
me quedé mirando por la ventana de mi sala de estar. Da la casualidad
de que te vi acompañándola a su coche.
No le creí. Por el infierno que no. ¿Quién simplemente se queda
mirando por la ventana en ese momento de la noche? Por mucho que me
hubiera gustado burlarme, parecía que estaba a punto de golpearme la
cabeza, pero yo era una especie de jugador. —Bueno, eso tiene sentido.
No tanto como tú parada en la ventana con la esperanza de echarme un
vistazo.
Me miró fijamente.
Guiñé un ojo. —Steph no es mi novia de todos modos. Nosotros no
somos así.
Se llevó la mano a la pulsera en su muñeca izquierda. —No soy así.
—¿Así cómo?
Volviendo la mirada hacia las numerosas estrellas, levantó las manos.
—No soy como ella.
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—¿La conoces?
—No me echo un polvo con los chicos sólo por diversión, ¿sí? No veo
nada malo en eso. Totalmente sin juzgar, pero esa no soy yo. No estoy
interesada. Lo siento.
—Espera un segundo. Estoy confundido. ¿No estás juzgándola, pero
has hecho la suposición de que sale con alguien al azar? ¿De qué nos
echamos un polvo? ¿No es eso juzgar basándote en suposiciones?
Su frente se arrugó. —Tienes razón, no sé si eso es de lo que se trata.
Tal vez ustedes son sólo amigos de la infancia o algo así.
—No es así. —Sonreí—. Nos echamos un polvo de vez en cuando.
La mandíbula de Pastelito cayó al suelo. —¡Yo tenía razón!
¿Entonces, por qué me acusas de ser crítica?
—Sólo lo estaba señalando. —No podía dejar de provocarla. La
variedad de emociones que cruzaban por su rostro eran fascinantes para
mí—. Y que conste, no nos acostamos la noche del miércoles. No por falta
de interés por parte de ella, sino porque yo no tenía ganas.
—Lo que sea. Esta es una estúpida conversación.
—Me gusta esta conversación.
Alcanzó su bolso, pero fui más rápido, agarrándolo mientras me
ponía de pie. Irradió un profundo y molesto suspiro. —Dámelo.
Agachando la barbilla, dije—: Estoy tratando de hacerlo. —Puse la
correa sobre su hombro, rozando una parte de su cuello con mis dedos. En
ese momento no fue mi propósito y cuando saltó, también lo hizo mi
corazón. Retrocediendo, cogí la linterna—. ¿Ves? Estaba siendo un
caballero.
—No creo que seas un caballero, pero gracias.
Sus palabras fueron una extraña mezcla de sinceridad y frustración, y
no dijo nada cuando emprendimos el viaje de regreso sólo con la estrecha
franja de luz de la linterna.
—Este lugar es un poco espeluznante por la noche, ¿no te parece?
Asintió mientras miraba la oscuridad y las amenazantes sombras de
los monumentos. —Bueno, supongo, si hubiera algún lugar embrujado en el
mundo, sería un lugar como éste.
—¿Crees en fantasmas?
Pastelito se encogió de hombros. —No lo sé. Nunca he visto uno.
—Yo tampoco.
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Un lado de sus labios se curvó hacia arriba. —Eso es algo bueno,
supongo.
Me detuve en el lado del pasajero de la camioneta. —Mi lady.
—Gracias.
Ya que había un poco menos de frustración en su voz, decidí probar
mi suerte. Me apoyé en la puerta abierta, mirando en el interior como la
suave luz bordeaba su rostro. —Entonces, ¿qué hay sobre eso?
—¿Qué hay sobre qué?
Incliné mi cabeza hacia un lado. —Ir a una cita conmigo.
Se puso rígida. —¿Por qué?
—¿Por qué no?
—Esa no es una respuesta. —Agarró el cinturón de seguridad,
ciñéndolo a su alrededor.
—¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Cómo voy a…? Oye, es sólo un
cinturón de seguridad. No tan fuerte. —Me incliné, tomando el cinturón de
seguridad. Mientras nuestras manos se rozaban, se pegó a sí misma contra
el asiento. Fue una reacción extraña que los pequeños cabellos de la
parte de atrás de mi cuello se erizaran mientras levantaba la mirada—.
¿Por qué no deberíamos salir en una cita?
Sus manos se cerraron en puños sobre su regazo. Quería soltar el
maldito cinturón de seguridad, tomar sus manos entre las mías, y eliminar
esos puños. —Porque… porque no nos conocemos el uno al otro.
Sonreí un poco mientras levantaba mi mirada, centrándola en su
boca. —De eso se tratan las citas. Llegar a conocerse el uno al otro. Sal en
una cita conmigo.
—No hay nada que saber sobre mí —susurró.
—Estoy seguro que hay un montón que saber sobre ti.
—No lo hay.
Me incliné más cerca, inhalando su dulce aroma. —Entonces
podemos pasar el tiempo hablando.
—Eso suena divertido.
—Oh, va a ser más emocionante que ver a Raphael cruzar la
carretera.
—Ja. —La diversión brilló en sus ojos oscuros.
—Pensé que te gustaría.
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Su mirada parpadeó hacia donde su bolso descansaba sobre sus
piernas y luego regresó de vuelta a la mía. —¿Podemos irnos ya?
—¿Podemos ir a una cita?
Soltó un sonido de frustración. —¡Dios mío, no te rindes!
—Nop.
Pastelito río, y no pude detener la sonrisa formándose en mis labios.
Me gustaba el sonido de su risa, cuando en realidad reía. —Estoy segura
de que hay un montón de chicas que quieren ir a una cita contigo.
—Las hay.
—Guau. Modesto, ¿no?
—¿Por qué debería serlo? Y quiero ir a una cita contigo. No con ellas.
Sacudió la cabeza ligeramente. —No entiendo por qué.
Y yo no entendía porque no lo entendía. —Se me ocurren varias
razones. No eres como las otras chicas. —Cierto—. Eso me interesa. —Y
realmente lo hacía—. Eres torpe de una manera realmente… adorable.
Eres inteligente, ¿quieres que te enumere más?
—No. No, en absoluto —respondió—. No quiero ir a una cita contigo.
No lo creía. Llámalo intuición, experiencia, o simplemente vieja
arrogancia, pero no le creía en absoluto. —Supuse que dirías eso.
—Entonces, ¿por qué lo preguntas?
Me incliné hacia atrás, agarrando un lado de la puerta. —Porque
quería.
—Oh. Bueno, bien, me alegro que lo sacaras de tu sistema.
¿Qué creía que era esto? Carajo, ni siquiera yo sabía lo que era esto.
—No lo he sacado de mi sistema.
Sus hombros se hundieron. —¿No lo hiciste?
—Nop. —Sonreí—. Siempre hay un mañana.
—¿Qué hay sobre mañana?
—Te lo preguntaré de nuevo.
Negó con la cabeza. —La respuesta será la misma.
—Quizás sí. Quizás no. —Golpeé la punta de su nariz, sonriendo
mientras entornaba los ojos hacia mí—. Tal vez digas que sí. Soy un tipo
paciente y bueno, como dijiste, no me doy por vencido fácilmente.
—Genial —murmuró, pero había un brillo en sus ojos, el mismo brillo
que había estado allí cuando me estuvo mirando.
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—Sabía que ibas a verlo de esa manera. —Pellizqué la punta de su
nariz, y se alejó de mi mano—. No te preocupes. Sé la verdad.
—¿La verdad sobre qué?
Retrocedí un poco en caso de que me golpeara de nuevo. —
Quieres decir sí, pero no estás lista aún.
Pastelito me miró como si realmente hubiera visto a un fantasma.
—Está bien. Soy mucho para manejar pero te puedo asegurar, que
te divertirás manejándome. —Antes de que pudiera responder, le di un
golpecito en la nariz y después cerré la puerta, sonriendo para mis
adentros mientras caminaba a grandes pasos alrededor de la parte
delantera de la camioneta.
Vi a Avery entrar a su apartamento. Se detuvo a la mitad del
camino, metió las brillosas hebras de cobre detrás de su oreja mientras me
miraba por encima de su hombro.
Una pequeña y tímida sonrisa tiró de sus labios mientras se despedía
y luego se deslizaba dentro, cerrando silenciosamente la puerta.
Parado allí unos momentos más, como una planta trepadora,
finalmente me dirigí hacia mi puerta. Mientras alcanzaba la perilla, la
puerta se abrió.
Jase apareció, bloqueando la puerta. Una mirada curiosa atravesó
su expresión. —¿Qué estás haciendo, parado en el vestíbulo de tu edificio
como un perdedor?
—¿Qué estás haciendo en mi departamento como un bicho raro?
Se encogió de hombros. —Estaba con Ollie, pero el corrió a Sheetz a
conseguir algo de nachos.
—Ah, una noche de nachos. —Lo que significaba que Ollie estaría
despierto toda la noche. Cambié mi peso de pierna—. ¿Vas a dejarme
entrar?
—Bueno, dado que es tu casa. —Inclinó la cabeza hacia un lado,
echando la mitad de su rostro moreno hacia la sombra—. Supongo que sí.
Jase se hizo a un lado, dejando que me apretujara mientras lo
pasaba. Fui directamente a la nevera, cogí una cerveza y luego me dejé
caer en el sofá. —¿No estás en la granja?
Negó con la cabeza mientras se unía a mí, tomando una botella de
la mesa de café. —No. Jack está con sus abuelos.
—Ah… —Eso lo explicaba. Jase usualmente se encontraba en la
finca de su familia los fines de semana.
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Jase me miró. —Así que… ¿saliste con la pelirroja?
—¿Pastelito?
Sus cejas oscuras se deslizaron fuera de la curva de su cabello. —
¿Eh?
—Avery es la pelirroja. Y no. Hacíamos un trabajo de astronomía.
Somos compañeros.
—Oh. —Tomó un trago de su cerveza e hizo una mueca—. Así que…
—dijo de nuevo, y rodé los ojos—, ¿qué mirabas en la puerta de su
apartamento?
—¿Cómo lo sabes?
—Te vi a través de la mirilla.
—Genial. —Me reí, tomando un trago. Un par de minutos pasaron y
luego le dije—: La invité a salir.
Jase no parecía muy interesado. —Bien.
—Me rechazó.
Su cabeza se giró hacia mí, sus ojos gris perla brillaron con interés. —
¿Qué?
—Sip. —Me dejé caer en el sofá, sonriendo—. Me rechazó
completamente.
Apoyado en el brazo del sofá, Jase se rió tan fuerte que creí que le
dolería el estómago. —Me gusta esta chica.
—A mí también —dije, suspirando—. A mí también.
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7 Traducido por Eni & Tsuki
Corregido por Aimetz
El pan fresco de nuez y plátano se enfriaba en el mostrador, llenando
el apartamento con su sabroso aroma.
Eché un vistazo al reloj de la estufa. Cinco minutos para las ocho.
Pasando mis manos a través de mi cabello húmedo, desistí de la
idea de dormir. En la sala, Ollie estaba inconsciente en el piso roncando, y
la última vez que había revisado mi habitación, Jase estaba tumbado
frente a los pies de mi cama. Y no había manera en el infierno que alguna
parte de mi piel o mi ropa tocaran alguna parte de la cama de Ollie.
No era tanto que Jase y Ollie me hayan mantenido despierto. En
cualquier momento durante esta noche interminable, me podría haber
encerrado en mi habitación, pero mi mente no se apagaría. Algo de eso
tenía que ver con la reunión del viernes y como el Dr. Bale había distribuido
todo. No podía dejar de pensar en cómo iba a hacer Jase para que las
cosas funcionaran, porque después de que Ollie se hubiera desmayado y
Jase estuviera más borracho que una fraternidad entera, empezó a hablar,
y bueno, no sabía cómo ayudarlo.
Y no podía dejar de pensar en la chica que se encontraba a unas
cuantas puertas.
Pastelito me había rechazado.
Sonreí, pensando en cómo iba a cambiar ese no en un sí.
Dando vueltas alrededor, llegué a la nevera y me detuve. ¿Era eso?
¿El reto? Desde el momento en que conocí a Avery, ella había estado
huyendo de mí, y las mujeres corren hacia mí.
Pero lo que dije anoche sobre querer ir a una cita era cierto. Avery
me interesaba. No era como las chicas con las que salía, las bien
formadas, con cuerpos voluptuosos, las tímidas y coquetas. No es que
hubiera algo mal con ellas, pero Avery era diferente. Me hacía reír. Tal vez
no a propósito, pero amaba ver como se sonrojaba por las más simples
cosas, ¿y cuando sonreía?
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Pastelito brillaba más que cualquier otra chica que conocía.
Quizás eso era todo, combinado con el reto. Realmente no lo sé, y
en este momento, mientras abría la nevera y agarraba algunos huevos,
realmente no me importaba.
Ella me gustaba.
No iba a conseguir dormir por ahora, por lo que, ¿por qué debería el
objeto de mi actual inquietud estar durmiendo un domingo en la mañana?
En el momento en que la idea surgió de mi mente, no lo pensé dos
veces. Pastelito probablemente no iba a estar de acuerdo con el plan,
pero nadie —ni siquiera ella— se podía resistir a mi pan de nuez y plátano.
Reuniendo mis artículos, di un paseo hasta la puerta. Allí, escuché a
Ollie balbucear—: Sin tomate. Tocino extra.
—¿Qué? —Lo miré sobre mi hombro. Aún estaba sobre su estómago,
su mejilla pegada a un cojín que mi mamá me había dado, muerto para el
mundo—. Rarito —murmuré saliendo del apartamento.
Al llegar a la puerta de Avery, toqué suavemente al principio, no
queriendo despertar a los vecinos, pero cuando pasó un minuto y no había
escuchado pasos, toqué más fuerte y seguí tocando.
Después de lo que pareció una eternidad de estar golpeando la
puerta como un policía y dando vueltas alrededor asegurándome que no
tenía a nadie a segundos de dispararme en el culo, por fin escuché pasos
y entonces la puerta se abrió.
—¿Está todo bien? —preguntó en la que posiblemente era la voz
más sexy que alguna vez había escuchado.
Me volteé hacia la puerta, consiguiendo un vistazo de una
desaliñada Avery.
Su cabello cobrizo colgaba en enredos sueltos, que fluían por sus
hombros y descansaban en la dorada piel de sus brazos. No creo haberla
visto alguna vez con una camiseta con mangas cortas. Mi mirada, por sí
sola, viajó de lado a lado y se detuvo, devorando la manera en que la
delgada camisa que usaba se extendía a través de la curva de sus
pechos. Con una voluntad que no sabía que poseía, obligué a mis ojos a
mirar su cara sonrojada.
De repente sin saber qué diablos hacía, le ofrecí una sonrisa torcida y
me dije al infierno con esto. —No, pero lo estará en unos quince minutos.
—¿Q-q-qué? —Se movió fuera del camino mientras rápidamente
entré en el apartamento. Todos los apartamentos eran iguales, así que
sabía exactamente donde se encontraba la cocina, pero escaneé
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rápidamente la sala. Los muebles parecían nuevos, el sofá y la rinconera
eran oscuros. Una silla negra de luna estaba al lado del televisor. No había
fotos colgadas en las paredes. La silla de luna era posiblemente la cosa
más personal en la sala.
—Cam, ¿qué estás haciendo? Son las ocho de la mañana.
—Gracias por la actualización del tiempo. Es una cosa que nunca he
sido capaz de dominar: la narración de los tiempos.
Ella fue detrás de mí, y podía sentir su mirada fija en mi espalda
como dagas. —¿Por qué estás aquí?
—Haciendo el desayuno.
—¿No puedes hacer eso en tu propia cocina?
—Mi cocina no es tan emocionante como la tuya. —Puse los huevos
y el pan en la mesa y la miré. Se restregaba los ojos, lucía tan
malditamente linda, y deseé estar usando algo más decente que unos
pantalones y una camisa que ni siquiera estaba seguro que estuviera
limpia—. Y Ollie está desmayado en el piso de la sala.
—¿En el piso?
—Sip. Boca abajo, roncando y babeando un poco. No es un
ambiente apetecible.
Sus labios se torcieron en una sonrisa rápida y entonces fugazmente
desapareció. —Bueno, tampoco lo es mi apartamento.
Crucé los brazos y me incliné contra el mostrador. —Oh, no sé nada
de eso… —Dejé que mi mirada vagara por la exquisita longitud de sus
piernas. Sus pezones estaban duros, presionando contra su camiseta,
suplicando por ser tocados, lamidos, y besados y Dios sabe qué otra cosa
haría con ellos. El deseo se estrelló contra mi estómago y casi di un paso
hacia ella.
—Tu cocina, en este instante, es muy apetecible.
Se sonrojó. —No voy a salir contigo, Cam.
—No te lo pedí en este momento, ¿o sí? —Sonreí—. Pero a la larga lo
haré.
—Estás delirando.
—Soy determinado.
—Más bien como molesto —replicó, con sus ojos marrones brillantes.
—La mayoría diría que increíble.
Rodó sus ojos. —Sólo en tu cabeza.
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—En muchas cabezas es lo que quieres decir. —Me volteé hacia la
estufa—. También traje pan de nuez y plátanos horneado en mi propio
horno.
Hubo una pausa. —Soy alérgica a los plátanos.
Me di la vuelta. —¿Me estás jodiendo?
—No, no lo estoy. Soy alérgica a los plátanos.
—Hombre, eso es una lástima. No tienes idea de lo que te estás
perdiendo. Los plátanos hacen del mundo un lugar mejor.
—No te sabría decir.
Bueno, maldita sea. Al parecer se pudo resistir a mi pan de nuez y
plátano. —¿Algo más a lo que seas alérgica?
—¿Además de la penicilina y los chicos que irrumpen en mi
apartamento? No.
—Ja, ja, ja. —Me volteé y me incliné, abriendo los gabinetes
cercanos—. ¿Cuántos chicos débiles e inseguros has asesinado con esa
lengua tuya?
—Al parecer no los suficientes. —Su murmullo fue audible—. Ya
vengo.
No tenía idea de lo que ella estaba haciendo, pero dudaba que
fuera a abandonar el apartamento.
Tarareando en voz baja, encontré una olla para hervir los huevos y la
llené de agua. Dejándola en la estufa, giré la manija para calentarla. La
podía escuchar en su habitación, sus pisadas suaves eran más pesadas de
lo que pensé que serían. Un par de momentos pasaron y me di la vuelta
hacia la puerta. Era bastante posible que se hubiera encerrado en su
habitación
Maldita sea.
—¡Oye! ¿Estás escondiéndote ahí atrás? —grité—. Porque voy a ir allí
atrás y te arrastraré hacia fuera.
—¡No te atrevas a venir aquí! —chilló.
Me reí suavemente. Tan atractivo como era ver de primera mano lo
que hacía, no quería acabar en el hospital por hacerlo. —Entonces date
prisa. Mis huevos no esperan a nadie.
Para cuando regresó, había encontrado queso rallado y decidido
que ella iba a comer sus huevos fritos. No había dicho nada a pesar de
que sabía que ella estaba ahí, mirándome fijamente.
—Cam, ¿por qué estás aquí? —preguntó finalmente.
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—Ya te lo dije. —Acomodé los huevos en un plato y lo acerqué a la
pequeña mesa pegada contra la pared—. ¿Quieres tostadas? Espera.
¿Tienes pan? Si no es así, yo puedo…
—No. No necesito una tostada. —Me observó, con los ojos bien
abiertos—. ¿No tienes a nadie más que molestar?
—Hay un montón de gente de mierda que podría recompensar con
mi presencia, pero te elegí a ti.
Su boca se movió, pero no hubo ningún sonido y después se giró,
saltando en la silla, poniendo sus piernas sobre su pecho mientras tomaba
un tenedor. —Gracias —murmuró.
Levanté mis cejas. —Elijo creer que quieres decir eso.
—¡Sí!
Me giré hacia la estufa. —Lo dudo por alguna razón.
Pasaron varios minutos en silencio y después. —Aprecio los huevos.
Estoy sorprendida de verte aquí… a las ocho de la mañana.
Esperando a que mis huevos terminaran de hervirse, me encontré
mirándola. —Bueno para ser honesto, tenía la intensión de atraerte con mi
pan de nuez y plátano, pero esa mierda no está ocurriendo ahora. Así que
todo lo que me queda son mis deliciosos huevos.
—Es muy bueno, pero no me estás cortejando.
—Oh, estoy cortejando. —Fui a la nevera y encontré jugo de
naranja. Agarrando dos vasos, serví un poco de esa dulzura y me senté en
frente de ella—. Es todo sobre el sigilo. Tú no te das cuenta todavía.
Bajó la mirada hasta su plato. —¿No estás comiendo?
—Lo estoy. Me gustan los huevos cocidos. —Sentándome en frente
de ella, descansando mi barbilla en mi palma. Su cabello cayó hacia
delante, muy cerca de golpear el plato. Siguió ondeando sus hebras de
cabello. Era tan jodidamente hermosa—. Así que, Avery Morgansten, soy
todo tuyo.
Sus pestañas se agitaron. —No te quiero.
—Es una pena. Háblame de ti.
Pastelito presionó sus labios en una delgada línea. —¿Haces esto con
frecuencia? ¿Sólo entras en los apartamentos de las chicas al azar y haces
huevos?
—Bueno, no eres al azar, por lo que técnicamente no. —Me levanté
y revisé los huevos—. Y podría ser conocido por sorprender a mujeres
afortunadas de vez en cuando.
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Lo cual no era exactamente cierto. Quiero decir, si de alguna
manera me encuentro en el apartamento de alguien más y me levanto,
haría el desayuno, ¿pero esto? Esta era una primera vez. Pero ella no
necesitaba saberlo.
—¿En serio? Quiero decir, ¿haces esto normalmente?
La miré por encima de mi hombro. —Con mis amigos, sí, y somos
amigos, ¿cierto, Avery?
Me estudió por unos momentos y luego bajó su tenedor. —Sí, somos
amigos.
—¡Por fin! —grité—. Has admitido finalmente que nos hemos hecho
amigos. Ha tomado sólo una semana.
—Sólo nos hemos conocido durante una semana.
—Aun así tomó una semana.
Cuando comencé a tomar mis huevos, me preguntó sobre el tiempo
que me toma que alguien me declare su amigo. Volví a sentarme en la
mesa, y me encontré con su mirada curiosa. —Por lo general me lleva unos
cinco minutos antes de que nos hayamos movido al status de mejores
amigos.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. —Entonces creo que
soy la rara.
—Tal vez.
—Supongo que es diferente para ti.
—¿Hmm? —Pelé la última pieza de la cáscara de huevo.
—Apuesto a que hay chicas que cuelgan sobre ti. Decenas
probablemente matarían por estar en mi lugar y aquí estoy yo, alérgica a
tu pan.
Levanté la mirada. —¿Por qué? ¿Debido a mi cercana perfección
divina?
Se echó a reír, y ese maldito nudo estuvo de vuelta en mi pecho. —
Yo no iría tan lejos.
Me encogí de hombros y me reí. —No lo sé. Realmente no pienso en
ello.
—¿No piensas en eso?
—Nop. —Metí el huevo en mi boca y luego me limpié las manos con
una servilleta—. Sólo pienso en ello cuando realmente importa.
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Su mirada se apartó de mí, mientras jugaba con su copa. —¿Así que
eres un mujeriego reformado?
—¿Qué te hace pensar eso?
—Escuché que eras un mujeriego en la secundaria.
—¿En serio? ¿A quién oíste decirlo?
—No es asunto tuyo.
Tomé una respiración profunda. Su lengua era afilada como una
cuchilla. —Con esa boca tuya, no tienes muchos amigos, ¿verdad?
Pastelito se estremeció. —No, no era bastante popular en la
secundaria.
Oh mierda, ahora me sentía como un idiota. Dejé caer mi huevo
sobre el plato. —Mierda. Lo siento. Eso fue una idiotez para decir.
Negó con la cabeza.
La observé mientras cogía un huevo y lo pelaba, incapaz de
comprenderla. —Es difícil de creer que no lo fueras. Puedes ser divertida y
agradable cuando no estás insultándome y eres una chica linda. Eres
realmente ardiente.
—Ah... gracias. —Se removió en su asiento.
—Lo digo en serio. Dijiste que tus padres eran muy estrictos. ¿No te
permitían pasar el rato en la secundaria? —Metí el huevo dentro de mi
boca. Necesitaba mi proteína—. No te puedo imaginar no siendo popular
en el instituto. Tienes el trío rockero: lista, divertida y caliente.
—Yo no lo era. ¿Bien? —Dejó su vaso sobre la mesa y comenzó a tirar
del cordón de sus pantaloncillos—. Era lo opuesto a popular.
No estaba seguro de qué pensar sobre ese comentario, así que
comencé a pelar un tercer huevo. La había visto por el campus con una
chica con la que había ido a la secundaria y Jacob Massey. No era como
si fuese incapaz de hacer amigos. —Lo siento, Avery. Eso... eso es una
mierda. El instituto es un gran problema.
—Sí, lo es. ¿Tenías muchos amigos?
Asentí. Tuve un autobús lleno de amigos.
—¿Todavía les hablas?
—A algunos. Ollie y yo fuimos juntos a la secundaria, pero pasó sus
primeros dos años en WVU y se trasladó aquí, y veo a otros cerca de la
escuela y cuando regreso a casa.
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Se acurrucó sobre sí misma, luciendo increíblemente pequeña. —
¿Tienes hermanos o hermanas?
—Una hermana. —Tomé el último huevo, sonriendo—. Es más joven
que yo. Acaba de cumplir dieciocho años. Se gradúa éste año.
—¿Son cercanos?
—Sí, somos cercanos. —Me gustaba que me estuviese haciendo
preguntas, pero hablar acerca de mi hermana, me hacía pensar en otras
cosas—. Ella significa mucho para mí, ¿y tú? ¿Algún hermano mayor
preocupado por las visitas y pateador de culos por aquí?
Un lado de sus labios, se curvó hacia arriba. —No. Soy hija única.
Tengo un primo más grande que yo, pero dudo que fuera a hacer eso.
—Ah, bueno. —Terminé el último huevo, me incliné hacia atrás y di
unas palmaditas a mi estómago—. ¿De dónde eres? —Cuando no
respondió, decidí que no dejaría pasar esto. Quería conocerla.
Intercambiando información si era necesario—. Está bien. Obviamente
sabes de donde soy, si has oído hablar de mis actividades extracurriculares
en la secundaria, pero voy a confirmarlo. Soy de la zona de Fort Hill. ¿Has
oído de eso? Bueno, la mayoría de la gente nunca ha oído de
Morgantown, ¿por qué no voy a WVU? Todo el mundo quiere saber eso.
Sólo quería escapar, pero estar algo cerca de mi familia. Y sí, estaba... muy
ocupado en la secundaria.
—¿Ya no lo estás?
—Depende sobre quien preguntes. —Me eché a reír—. Sí, no lo sé.
Cuando estaba en primero, los primeros meses, ¿entorno a todas las chicas
mayores? Probablemente ponía más esfuerzo en ellas que en mis clases.
Sonrió. —¿Pero ahora no?
Negué con la cabeza y volví a lo que quería saber. —Así que, ¿de
dónde?
Pastelito suspiró. —Soy de Texas.
—¿Texas? —Me incliné sobre la mesa—. ¿En serio? No tienes acento.
—No nací en Texas, mi familia es de Ohio. Nos mudamos a Texas
cuando tenía once años y nunca se me pegó ningún acento.
—¿De Texas al Virginia Oeste? Ese es un infierno de diferencia.
Sus ojos se encontraron con los míos por una fracción de segundo y
luego se puso de pie, recogiendo su plato y el cuenco. —Bueno, vivía en la
parte infernal del centro de Texas, pero aparte de eso, es un poco de lo
mismo aquí.
—Debería limpiar. —Empecé a ponerme de pie—. Hice el desorden.
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—No. —Me lanzó una mirada seria—. Tú cocinas, yo limpio.
Mirándola encargarse de los platos, no podía dejar de pensar en lo
íntimo que era esto, yo cocinando, ella limpiando. Aunque antes había
cocinado algunos desayunos para otras chicas, nada había sido como
esto.
Y realmente no estaba seguro de como procesarlo.
Regresé la atención al pan, y le quité el papel aluminio. —¿Qué te
hizo elegir éste lugar?
Terminó de lavar el pequeño sartén que había traído, antes de
contestar la pregunta. —Sólo quería alejarme, como tú.
—Sin embargo tiene que ser difícil.
—No. Fue una decisión muy fácil de tomar.
¿Lo fue? No me podía imaginar mudarme tan lejos de mi familia.
Estaba bastante seguro de que mi madre me cazaría si lo hiciese. Rompí el
pan por la mitad. —Eres todo un enigma, Avery Morgansten.
Se apoyó en el mostrador. —En realidad no. No tanto como tú.
—¿Cómo es eso?
Hizo un gesto hacía mí y mi trozo pan a medio comer. —Además de
comerte cuatro huevos duros, estás comiendo la mitad de un pan, y sigues
luciendo como si pertenecieras a un anuncio de Bowflex6.
Mi sonrisa era del tamaño de un cráter provocado por un terremoto.
—Me has estado mirando ¿verdad? ¿Entre tus insultos? Me siento como si
fuera un caramelo sabor hombre.
Se echó a reír, el sonido era suave y dulce. —Cállate.
—Soy un niño en crecimiento.
Sus cejas se levantaron y me reí. En el silencio que siguió, me
encontré contándole más de lo que le había dicho a la mayoría de las
chicas que conocía de años. —Mi padre es abogado, dirige su propia
empresa en casa. Así que probablemente quería que yo fuera a la escuela
de derecho.
Se quedó junto al mostrador. —¿Por qué no lo hiciste?
—La ley no es lo mío. Mamá es una médica —cardióloga— y antes
de que preguntes, la escuela de medicina tampoco era lo mío.
Su mano derecha fue a ese brazalete, un hábito nervioso del que
empezaba a darme cuenta. —¿Y la recreación y el deporte es lo tuyo?
6 Es una marca famosa en EUA, de equipos para ejercitarse.
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—El fútbol es lo mío. Así que si puedo seguir con un equipo,
ayudando a sus jugadores, entonces soy feliz —hice una pausa,
cambiando mi peso—, o me encantaría ser entrenador, tal vez en una
escuela secundaria o lo que sea.
Su mirada se hundió en el suelo, mientras se deslizaba hacia
adelante. Me recordó a un animal asustado que había sido herido antes y
estaba receloso de los que la rodeaban. El nudo se expandió en mi pecho
y la sensación del pinchazo terrible regresó, y me dijo algo que no quería
oír.
—¿Por qué no juegas futbol? —preguntó.
Y ese era un tema que no quería tocar, pero ella hacía preguntas y
no había manera de que pudiera evitarla. —Es una historia… larga y
complicada, pero no es algo que pueda hacer en este momento.
Se encontraba junto a la mesa, merodeando cerca de la silla. —
¿Qué hay después?
—Más tarde… más adelante podría funcionar. —Y eso era cierto. Si
me mantenía en forma, me mantendría al día con el juego, ¿quién sabe?
Simplemente no era algo en lo que me permitía pensar mucho—. Así que,
¿vas a volar a Texas para las vacaciones de otoño o Acción de Gracias?
Resopló. —Probablemente no.
—¿Tienes otros planes?
Avery se encogió de hombros y luego me empezó a preguntar sobre
fútbol. Horas pasaron y yo estaba seguro de que estaba tan bien
informada sobre el fútbol como nunca lo estaría. Era cerca del mediodía
cuando me puse de pie. Realmente no me quería ir, pero ya había
absorbido toda su mañana.
Giré el sartén en una mano y llevando el pan en la otra, me detuve
frente a su puerta. —Así que, Avery...
Se apoyó en el sofá. —Así que, Cam...
—¿Qué estás haciendo el martes por la noche?
—No lo sé. —Frunció el ceño con cautela—. ¿Por qué?
—¿Qué tal si sales conmigo?
—Cam —suspiró.
—¿Eso es un no?
—No.
—Bueno, eso es un no —admití.
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—Sí, lo es. —Se apartó del sofá, para agarrar la puerta—. Gracias por
los huevos.
Me aparté, impertérrito. —¿Qué tal la noche del miércoles?
—Adiós, Cam.
Pastelito cerró la puerta, pero no antes de que viera su sonrisa. Sabía
que no pasaría mucho tiempo más, antes de que dijera que sí.
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8 Traducido por KristewStewpid
Corregido por Itxi
Aparentemente había malentendido cuanto tiempo era “mucho
más”.
Los días se convirtieron en semanas mientras el verano finalmente se
escurría hacia el pasado y las hojas de los robles se volvían doradas y rojas.
El cielo comenzó a oscurecerse cada día un minuto antes, y las nubes que
circulaban por él y el viento proveniente del Potomac avisaban que el
invierno estaba justo a la vuelta de la esquina.
Le pregunté a Avery al menos dos veces a la semana. Cada vez,
decía no y cada vez yo estaba más decidido. En algún punto, en medio
de astronomía, mientras ella tomaba notas apresuradamente y yo
esbozaba el Chevy Impala de los Winchester, me di cuenta que todo el
asunto desafiante de este caso ya no se hallaba en la ecuación.
Mirándola mientras ella veía pasar a Drage de un lado al otro de la
elevada plataforma en sus vaqueros deslavados, una cariñosa sonrisa
dividió mis labios.
Cuanto más tiempo pasaba cerca de Avery, más quería estar junto
a ella, y todo lo que hacíamos era hablar. Salir con una chica,
simplemente relajarse sin ninguna diversión física, era un territorio
inexplorado para mí. Mientras estuviera allí para conseguir más, mucho
más, estaría contento con tan sólo estar con ella. Y eso era algo nuevo
para mí.
Cada domingo, iba a su apartamento con huevos y diferentes tipos
de bollería, aprendiendo muy rápidamente que cualquier cosa con
chocolate era una victoria con ella. La segunda vez que fui lucía tan feliz
de verme como la primera, pero enseguida fingió no estarlo. Y fue un acto,
porque la forma en la que sus ojos marrones se calentaban cuando me
veía, me decían lo que no estaba dispuesta a decir verbalmente.
Siempre parecía en alerta cuando estábamos juntos, pero después
de un rato, comenzaba a relajarse y era cuando la verdadera Avery
asomaba la cabeza.
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El profesor Drage pausó su conferencia y pastelito paró, retorciendo
su muñeca derecha como si intentara deshacer una torcedura.
Dejando caer el bolígrafo en mi regazo, no pensé en lo que hacía.
Cuando se trataba de Pastelito, raramente lo pensaba. Quizás eso era un
problema.
Pastelito jadeó cuando cogí el bolígrafo de entre sus dedos y lo puse
en su cuaderno. Su cabeza se giró bruscamente hacia mí, con las cejas
levantadas. —¿Qué estás haciendo? —preguntó en voz baja.
—Nada —murmuré, acercándome a ella.
El pecho de Avery se levantó como si estuviera curvando mis manos
alrededor de su pecho derecho. —Estás haciendo algo.
—Shh. —Presioné mis pulgares en su mano, pasándolos suavemente
por el costado, por su dedo meñique y por el medio.
Sus ojos se ensancharon mientras miraba desde nuestras manos
hasta mi cara. —¿Qué… qué estás haciendo?
—¿A ti que te parece? —susurré, moviendo mis pulgares por su dedo
anular y luego por el corazón, siguiendo el camino de los delicados
huesos—. Tu mano parecía como si estuviera contraída. He hecho mi
buena acción del día.
—Pero…
—Cállate. —Mi dedo se deslizó entre la parte carnosa entre su dedo
índice y pulgar, y Avery se quedó sin aliento—. Vas a meternos en
problemas.
Una mancha color rosa corrió por sus mejillas. —Eres tú el que me
está tocando.
—Y tú eres la que está haciendo ruido.
Cerró la boca cuando le di la vuelta a su mano, trabajando en su
palma. Respiró hondo y luego se echó hacia atrás en el asiento, con su
brazo y cuerpo no tan rígidos. La miré por debajo de mis pestañas, y
cuando chupó su labio inferior entre sus dientes, la acción envió una
sacudida a través de mí. Mi polla saltó, y de pronto me di cuenta de que lo
que hacía no era una muy buena idea. No hay nada más incómodo que
tener una erección durante la clase.
Excepto por su caliente piel bajo la mía, tersa y suave como la seda;
David Beckham podría patear un balón de fútbol contra mi cabeza y aun
así sería incapaz de parar.
Mis manos vagaron hasta su muñeca, deslizándose bajo la manga
de su suéter ligero. Su piel se sentía incluso más suave allí, la delgada vena
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azul formando una delicada línea que quería trazar con mis labios y con mi
lengua.
Dios, quería saborear su piel. Mis pantalones se sentían como si se
hubieran reducido unas tres tallas en la entrepierna. No había duda de
que me sentía atraído por ella, pero a veces, como ahora, era casi
doloroso. Me preguntaba si podía besarla, ¿alguien se daría cuenta si
llevaba su mano a mis labios? Nos encontrábamos lo suficientemente lejos
en la parte trasera por lo que Drage no tendría ni idea de lo que hacíamos,
incluso si la besara… o deslizara una mano entre esos bonitos muslos.
Pero algo… esa jodida sensación de picazón a lo largo de mi nuca
me retenía. Sin tener ni idea de donde he desarrollado este nivel de auto-
control, me obligué a poner su mano hacia abajo y a inclinarme hacia
atrás antes de que hiciera algo estúpido. Y justo ahora, era capaz de
hacer muchas cosas estúpidas. Pasaron varios segundos mientras me
obligaba a calmar mi respiración antes de poder mirarla.
Pastelito me miraba fijamente, sus ojos repletos de secretos. Nuestras
miradas se encontraron y algo infinito pasó entre nosotros, una chispa que
juro que casi podía ver con mis ojos.
Dios, he sonado como una niña.
—Gracias —dijo, un poco sin aliento mientras cogía su bolígrafo.
Deslizándome en mi asiento, extendí los muslos con la esperanza de
aliviar el dolor, pero supuse que estaría caminando hacia el Butcher Center
con una gran erección. —¿Avery? —susurré.
—¿Cam? —respondió, igualmente bajo.
—Sal conmigo.
Su garganta tragó y sus labios esbozaron una sonrisa. —No.
Inclinando mi cabeza contra el respaldo de la silla, sonreí.
***
El miércoles, se suponía que debía estar en principios de la nutrición
deportiva, con Ollie y Jase, pero no tenía ganas de pasear a mi culo todo
el camino hacia el Butcher Center. Si conducía, perdería mi plaza de
aparcamiento y eso sería una verdadera putada.
Y estaba fuera del Refugio, que casualmente era durante la hora en
la que Avery comía el almuerzo con sus amigos. No es que mi presencia allí
tuviera nada que ver con Pastelito.
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Oh, ¿a quién coño quería engañar? Sabía exactamente porque mi
culo blanco se encontraba parado en frente del Refugio. Empecé a subir
las escaleras cuando las puertas de la tienda de libros se abrieron.
—¡Cam!
Solté un alarido, girándome hacia Susan y Sally. ¿O eran Molly y
Mary? No tenía ni idea. Las dos me parecían idénticas. Una tenía el pelo
rubio platino, la otra marrón claro con mechas platino. Las dos estaban
bronceadas. Tenían un cuerpazo y creo que quizás me enrollé con alguna
de ellas en algún momento.
O con ambas.
—Hola —dije sonriendo—. ¿Que están haciendo?
—Nada —respondió ultra rubia. Saltó por las escaleras, seguida de
cerca por su amiga. Es cuando me di cuando que era Susan, lo que
significaba que la otra debía ser Sally—. No te he visto en una eternidad.
—Como una eter-nidad —reiteró Sally—. No has estado en ninguna
fiesta últimamente.
Eso era muy cierto. Habían pasado semanas, sino meses, desde que
fui a alguna fiesta de fraternidad. Empecé a subir las escaleras. —He
estado ocupado.
Susan frunció los labios mientras sacudía su pelo sobre su hombro. —
Eso no es divertido. Todo el mundo te echa de menos.
Me pregunté quién era todo el mundo mientras cruzaba el balcón y
abría las azuladas y doradas puertas dobles, entrando en el Refugio. —¿Me
he perdido mucha diversión?
—Mucha. —Susan de algún modo había acabado frente a mí, y
estábamos parados frente a los sofás junto al televisor. Movió su mano por
mi pecho mientras mi mirada se movía detrás de ella, vacilante sobre la
hilera de mesas—. Estoy segura de que podríamos ponerte al día, Sally y
yo.
—¿En serio? —La parte superior de una cabeza cobriza apareció a la
vista, y reconocí al chico moreno sentado frente a ella. Las chicas dijeron
algo más, pero no prestaba atención. Dando un paso atrás, sonreí a las
chicas—. Miren, tengo que irme. Las veo luego chicas.
No esperé por una respuesta, me deslicé y esquivé a un grupo de
gente que se dirigían hacia el sol de otoño. Una gran sonrisa se expandió a
través de la cara de Jacob mientras me veía. Dijo algo a Pastelito, y sus
hombros se tensaron. No me sorprendió. Esperaba eso. Cada vez que
estábamos juntos, tenía que empezar de cero. Incluso yo me impresionaba
por mi paciencia cuando se trataba de ella.
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—¡Hola, Cameron! —dijo Jacob, completamente animado—.
¿Cómo te va?
—Hola, Jacob. Brittany —tome el asiento al lado de pastelito y le
codeé el brazo—. Avery.
Ella murmuró hola y luego preguntó—: ¿Qué estás haciendo?
—Oh, ya sabes, travesuras y caos.
—Eso me recuerda a Harry Potter —dijo Brit, suspirando—. Necesito
una re-lectura.
Todos los ojos se giraron hacia ella.
Rojo floreció en sus mejillas mientras pasaba su mano a través de su
pelo. No conocía a Brittany muy bien, pero sabía que había ido a mi
instituto y parecía bastante genial. —¿Qué? —dijo—. No me avergüenza
admitir que cosas al azar me recuerdan a Harry Potter.
—Ese tipo de allí me recuerda a Snape. —Incliné mi barbilla hacia la
mesa detrás de nosotros—. Así que lo entiendo.
Una agradecida sonrisa cruzó la cara de Brittany.
—¿De todos modos, qué están haciendo? —Me moví por lo que mi
pierna presionaba contra la de pastelito—. ¿Jugar con M&M’s y Skittles?
—Sí, y estamos estudiando para nuestro trimestral de historia para la
próxima semana. Tenemos que trazar Europa —explicó Jacob.
—Ouch. —Golpeé mi pierna contra la suya.
Ella me devolvió el gesto.
—Pero Avery, maravillosa Avery… —La sonrisa de Jacob se extendió
mientras la mirada furiosa de Pastelito se incrementó—. Nos ha estado
ayudando a estudiar.
—Sí. —Brittany intercambió una mirada con Jacob, y mi interés
alcanzó su punto máximo.
Jacob se inclinó hacia delante, apoyando la mejilla en su mano. —
Antes de que empezáramos a estudiar, le estaba diciendo a Avery que
debe llevar el color verde más a menudo. La hace lucir sexy con su pelo.
—¿Te gusta el color verde en ella, Cam? —preguntó Brit.
No me había fijado en lo que llevaba, pero me giré hacia ella, mi
mirada deslizándose por su suéter verde. —El color se ve muy bien en ella,
pero se ve hermosa todos los días.
Pastelito se sonrojó mientas exhalaba.
—¿Hermosa? —Brit suspiró.
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—Hermosa —repetí, golpeando su rodilla de nuevo—. ¿Así que
ustedes aprendieron algo del estudio?
Pastelito dijo—: Creo que lo tenemos.
—Gracias a ti. —Jacob compartió otra mirada con Brittany—. Avery
inventó esta canción para ayudarme a recordar donde estaban los países.
—Cántale tu canción. —Brittany la codeó, provocando que se
balanceara hacia mí.
—¿Qué canción? —pregunté.
Ella sacudió la cabeza. —No estoy cantando esa canción otra vez.
Jacob sonrió. —Es la canción de Croacia.
La mirada en la cara de Avery podría matar.
Reí. —¿La canción de Croacia? ¿Qué?
—No —dijo ella—, no estoy cantando de nuevo. Ese no es mi talento.
—¿Qué clase de talentos tienes? —pregunté, y me miró, sus ojos
imposiblemente grandes—. ¿Avery?
—Dile —la persuadió Jacob.
Brit asintió. —Los talentos son divertidos.
—Pueden serlo. —Pensé sobre todos los talentos que tenía y estaba
más que dispuesto a compartirlos con ella mientras inclinaba mi cabeza.
No había más que unos centímetros entre nuestras bocas, y su suave
suspiro vibró a través de mi sangre—. Dime cuáles son tus talentos, cariño.
—Cariño —murmuró Jacob, suspirando.
—Bailar —dijo—. Yo bailaba. Solía bailar.
La curiosidad me llenó. ¿Cuáles eran las posibilidades? —¿Qué clase
de baile?
—No lo sé. —Agarró la bolsa de Skittles, vertiéndolos en su palma—.
Ballet, jazz, tap, contemporáneo, ese tipo de cosas.
—No jodas. —Las cejas de Jacob se alzaron—. Yo hice tap cuando
tenía seis años, durante un mes y luego decidí que quería ser bombero o
algo así. Esa mierda fue difícil.
Brit rió. —Intenté bailar y descubrí que no tenía ninguna gracia más
allá de la coordinación o sacudir el culo. ¿Eras buena en ello?
Pastelito se encogió de hombros, su mirada dirigida rápidamente
hacia los dulces. —Tomé clases durante unos diez años, hice algunos
concursos y un montón de recitales.
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—¡Entonces eras buena! —exclamó Brit—. Apuesto a que hacías
todos esos giros locos y piruetas.
No podía creerlo mientras la miraba. Era una bailarina. Nunca lo
hubiera pensado, porque todas las bailarinas que conozco tenían mucha
confianza, pero eso explicaría la masa muscular que vi en sus piernas, el
tipo de tonificación que en realidad nunca se va.
—Mi hermana bailó desde que tenía alrededor de cinco años. Aún lo
hace. Creo que habría lastimado a alguien si la hacían detenerse.
Ella se terminó sus Skittles, asintiendo. —La danza puede ser adictiva
si te gusta.
—O si eres buena en eso —intervino Brit.
Choqué su hombro con el mío, llamando su atención. Para haber
bailado por tantos años, me sorprendía que estuviera hablando en
pasado. —¿Por qué lo dejaste?
Una mirada lejana apareció en sus ojos, y sabía que, dónde estaba
en ese momento, no era en el presente. Había visto esa escalofriante
mirada en ella muchas veces y siempre me preguntada donde iba en esos
momentos.
Finalmente, se encogió de hombros de nuevo mientras iba a por los
M&M’s. —Supongo que me cansé de ello. ¿Tu hermana ha hecho
competiciones?
No podía creerlo. Ni siquiera un poco. Bailar estaba en la sangre,
pero no iba a presionar. No ahora. —Ha viajado por todos lados y pasó el
verano en la Escuela de Ballet Joffrey por una beca.
—Mierda —su boca cayó—, debe ser muy buena.
Lleno de orgullo, sonreí. —Lo es.
Avery me sonrió, pero mientras pasaban los minutos, esa sonrisa
desapareció mientras miraba el paquete vacío de caramelos. Realmente
no dijo nada después de eso, no importaba lo duro que sus amigos y yo
intentáramos incluirla en la conversación. Algo había pasado con ella y
sabía que tenía que ver con donde iba cuando estaba callada.
Cuando se levantó para irse, dije adiós y la seguí fuera hacia la fría
brisa y el radiante sol. Permanecí callado mientras me dirigía hacia la
colina, inseguro de cómo acercarme a ella. Aunque había mucho que
había descubierto sobre Avery, había mucho más que no sabía. Guardaba
su pasado y sus pensamientos cerrados para ella.
Alguien gritó mi nombre sobre el Centro Byrd y saludé distraídamente
mientras cruzábamos la calle.
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Paramos junto a los vacíos bancos frente a Knutti, y tomé una
respiración profunda. —¿Estás bien?
Inclinando la barbilla, entrecerró los ojos. —Sí, estoy bien, ¿y tú?
No sintiendo la sonrisa en mi cara, sonreí. —¿Todavía seguimos con lo
de mañana por la noche?
—¿Mañana por la noche? ¡Oh! La asignación de astronomía. Sí, está
bien por mí.
—Bien. —Retrocedí, sabiendo que necesitaba llevar mi culo a
clase—. Nos vemos luego.
Pastelito se giró y luego volvió a girarse hacia mí. —¿Cam?
El nudo se apretó en mi pecho. —¿Sí?
Jugueteó con su brazalete mientras su mirada iba lejos, detrás, antes
de volver a mí. —¿Qué hacías en el Refugio? ¿No tienes normalmente
clases, como en este momento?
Sonreí mientras aguantaba su mirada. —Sí. Normalmente tengo
clases en este momento, pero quería verte.
La confusión estalló en su cara, y luego vi la sonrisa encenderse en
sus ojos antes de que golpeara sus labios. Sintiendo el nudo hacer un giro
divertido, me giré antes de cogerla y besarla.
Porque realmente estaba cerca de hacer eso.
Caminé a través de la calle antes de que un bajo silbido llamara mi
atención. Mirando hacia la izquierda, vi a Jase bajo un árbol, con el móvil
en la mano. Maldición. Debe haber salido corriendo del campus.
—¿Saltándote las clases sin mí? —preguntó mientras me acercaba,
sus ojos oscurecidos por los cristales de las gafas de aviador que llevaba.
Muy poca gente podía ponerse esas gafas sin quedar como un cretino. Yo
no era uno de ellos.
Me encogí de hombros mientras mi atención se centraba detrás del
hombro de Jase, a través de la calle, tomando un último vistazo de
Pastelito desapareciendo por las puertas del Knutti Hall.
Jase suspiró. —Estás obsesionado.
—¿Eh?
Asintió hacia Knutti. —Creo que nunca antes te habías saltado una
clase para pasar el rato con una chica.
Fruncí el ceño. —¿Cómo sabes que me salté la clase para pasar el
rato con Avery?
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Sus cejas se elevaron por encima de las gafas. —No soy estúpido.
—Eso está por debatirse.
Jase me sacó el dedo. —Bueno, vamos a ver. La clase acabó
pronto, así que vine aquí, justo a tiempo para verte caminar como un niño
bueno. Te llamé. Me saludaste y seguiste tu camino, o mirándola a ella.
Mis cejas se levantaron mientras me daba la vuelta, dirigiéndome a
las puertas. —¿Eras tú el que me llamaba?
—Exactamente —dijo, suspirando. Me miró, y todo lo que vi fue mi
cara en sus gafas de sol—. ¿Ha accedido ya a salir contigo?
—No.
Jase sacudió su cabeza. —Hombre, estás muy jodido con esta chica.
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9 Traducido por BeaG
Corregido por CrisCras
—Tarta de manzana para ti. —Le entregué el pequeño paquete a
Avery y luego saqué otro de la bolsa de Mc Donald’s—. Y tarta de
manzana para mí.
Pastelito abrió la caja. —¿Crees que usan manzana de verdad?
—Dios, realmente no quiero saberlo. —Mordí la corteza, gimiendo por
la dulzura—. Ah, esto está demasiado bueno.
Los ojos de ella se quedaron fijos en mí. —Lo juro. Cada vez que te
comes algo, suenas como si estuvieras a punto de tener un orgasmo. —Se
ruborizó al decir eso—. O lo que sea.
—Bueno, ahora sabes cómo sueno cuando acabo.
Arrugó la nariz mientras pellizcaba una parte de la corteza. —Eso es
algo que me he estado muriendo por saber.
—Lo sabía.
Pastelito rió y luego metió la corteza en su boca. —Eres terrible.
—Soy perfecto. —Fijé la mirada a través del parabrisas. Nos
encontrábamos sentados en el estacionamiento detrás del edificio de
ciencias. El color azul oscuro del cielo daba paso rápidamente a la noche,
pero las espesas nubes arremolinándose parecían de mal agüero—.
Probablemente deberíamos haber escogido otra noche para hacer esto.
Cogió la bolsa y metió todos los pedazos de manzana en ella,
dejando la corteza de la tartaleta limpia.
—Eso es un desperdicio.
Sus ojos eran cálidos cuando me lanzó una mirada de lado. —
¿Quieres sacarlos de la bolsa y comértelos? Suena como si tuvieras un par
más de buenos gemidos dentro de ti.
—Cariño, no has odio nada… —Hice una pausa, guiñándole un ojo—
. Todavía.
Rodó los ojos. —Más bien como nunca.
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—¿La dama protesta demasiado, creo yo?
—Tonto. —Pastelito rió, y el sonido era ligero—. Es “¿Acaso la dama
protesta demasiado creo yo?7
Estiré la mano, rozando los gruesos mechones de su cabello hacia
atrás de su hombro. No se encogió para alejarse, lo cual era un enorme
progreso. —El hecho de que seas capaz de corregir eso es una prueba.
Otra carcajada brotó de ella mientras se limpiaba los dedos. —Lo
que sea. ¿Estás listo?
—Estaba listo, pero tuviste que parar y conseguir una tarta de
manzana.
—¿Qué? —Se volvió en el asiento hacia mí—. Fue tu idea.
Pestañeé inocentemente. —No es así como recuerdo los últimos
veinte minutos.
Me miró secamente.
—Tú estabas toda “Necesito una tarta de manzana”. ¿Y qué podía
hacer yo? Vivo para servirte.
Arrugando la bolsa, me la lanzó, pero la agarré en el aire. —En
realidad, tú dijiste algo como: “Necesito comida en mi panza”.
Me reí. —Así no es como recuerdo esta pequeña aventura.
Golpeó mi brazo, y cuando retiraba la mano, la tomé. Sus labios se
separaron cuando levanté su mano, presionando un beso cien por ciento
casto en el centro de su palma. —¿Lista?
Con los ojos muy abiertos, retiró la mano hasta su pecho y asintió. A
medida que nos bajábamos de la camioneta y nos dirigíamos al edificio,
seguía ruborizada. El lindo rubor rosado me hizo querer recorrerlo con mis
labios, pero luego ella se puso delante de mí.
No es que me estuviera quejando.
Vi el dulce vaivén del trasero de Avery mientras subía las escaleras
delante de mí, y cuando llegamos a la azotea y estuvimos parados
enfrente del telescopio Phillips, yo palpitaba entre mis piernas.
Esto empezó a ponerse ridículo.
Habían pasado meses desde que me había descargado con
cualquier cosa que no fuera mi mano, y sabía que Jase me diría que fuera
7 Cita de la obra de Shakespeare, Hamlet. Actualmente se usa como una expresión al
estilo “el que se pica es porque ají come”.
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y me follara a alguien, pero no podía siquiera pensar en otra excepto en
Avery.
Jase había tenido razón ayer.
Estaba tan jodido cuando se trataba de ella, y no en la manera en la
que yo quería.
—¿Estás seguro de que sabes cómo usar esta cosa? —preguntó con
la cabeza inclinada hacia un lado.
Me puse delante de ella y le lancé una mirada. —¿Qué? ¿Tú no?
—Nop.
—¿No estabas poniendo atención en clase cuando Drage habló
sobre esto y las cámaras de imagen?
Inclinó la cadera y se cruzó de brazos. —Tú estabas dibujando el
elenco de Duck Dinasty cuando él hablaba sobre eso.
Me reí, complacido porque eso era exactamente lo que había
estado haciendo cuando Drage habló sobre cómo manejar el telescopio.
Lo que significaba que Pastelito me prestaba un infierno de atención.
Ajusté los controles. —Estaba escuchando.
—Uh-huh. —Se acercó más cuando el viento se levantó, haciendo
remolinos en el techo, levantando mechones de su cabello y batiéndolos
contra su cara. Cristo, se veía hermosa parada ahí. Sacudí la cabeza,
enfocándome en el telescopio de nuevo, pero era duro… yo estaba
duro—. En realidad eres un artista muy bueno —dijo.
—Lo sé.
Hizo un sonido que no era exactamente amistoso.
Moví la palanca. —He usado un telescopio una o dos veces en mi
vida.
—Eso es desatinado.
—De acuerdo. Lo usé cuando tuve esa clase previamente. —Le
dediqué una rápida sonrisa, luego comprobé la visión de la mira
telescópica—. Hombre, no sé si seremos capaces de conseguir mucho
antes de que esas nubes se acerquen.
—Bueno, es mejor darnos prisa entonces.
—Mandona.
Pastelito sonrió.
—Ven aquí y te enseñaré como usar esto. —Le di el espacio
necesario para que se acercara. Me mordí la parte interna de mi mejilla
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cuando su cadera rozó la mía, acercándose condenadamente
demasiado a donde, literalmente, me dolía—. ¿Vas a poner atención?
—No realmente. —Aún sonreía.
—Al menos eres honesta. —Me torturaba a mí mismo. Era la única
excusa que tenía para acercarme hacia adelante, enjaulándola entre mis
brazos. Su olor, esa mezcla celestial de bayas y almizcle, hizo que muchas
partes de mi cuerpo temblaran. Vagamente me di cuenta de que ella no
se había tensado. Eso era bueno—. Este es un Philips ToUcam Pro II. —Me
aclaré la garganta—. Se conecta al telescopio. Con estos ajustes deberías
ser capaz de tener una imagen clara de Saturno. Presiona esto y capturará
una imagen.
—De acuerdo. —Metió los mechones de su cabello de los lados
detrás de sus orejas—. No creo que se suponga que debamos conseguir
una imagen de Saturno.
—Huh. —¿Qué demonios era Saturno? Todo en lo que podía pensar
era en lo cerca que nos encontrábamos, en cómo podía sentir la calidez
saliendo de su cuerpo. Ni siquiera sabía por qué estábamos en la azotea—.
Oye.
Echó la cabeza hacia atrás, causando que las raíces de su cabello
se deslizaran sobre mi mejilla. Mi pulso latía fuertemente mientras me
imaginaba ese cabello deslizándose sobre otras partes de mi cuerpo. —
¿Oye qué?
—Sal conmigo.
—Cállate. —Una sonrisa apreció mientras se echaba de nuevo hacia
delante, mirando por el telescopio. Su cuerpo se rozó contra el mío, y me
tragué un gemido—. No veo nada.
Mi risa sonó estrangulada. —Eso es porque no he quitado el protector
del lente.
Me dio un codazo en el estómago, lo que me hizo reír de nuevo. —
Imbécil.
Estaba empujando los límites esta noche. Ni siquiera sabía por qué,
pero no me pude detener mientras alcanzaba el lente, presionándome
contra su espalda. Se tensó entonces, y su suave inhalación traqueteó a
través de mí. Esperé a que se alejara, porque podía hacerlo si quería, pero
no lo hizo.
La miré y vi que sus espesas pestañan estaban contra sus mejillas. —
¿Qué?
—Habría sido más fácil para ti sólo ir al otro lado y hacer eso —dijo, su
voz diferente, más pesada.
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—Cierto. —Me agaché para que mi boca estuviera detrás de su
oreja—. Pero, ¿qué diversión tendría eso?
Avery se estremeció, y todo mi cuerpo se tensó. —Ve a divertirte tú
solo.
Ella no tenía ni idea de cuán a menudo ese era el caso. —Bueno, eso
realmente no es divertido. —Hice una pausa, sin moverme—. Trata de
nuevo.
Dudándolo un momento, se inclinó hacia adelante, presionando su
ojo contra el telescopio. Un par de segundos pasaron. —Guau.
—¿Lo ves?
Se enderezó. —Sí, eso es muy genial. Nunca había visto un planeta
en la vida real. Quiero decir, tomar el tiempo para hacerlo. Es genial.
—Yo también lo creo. —Cogí un mechón de su cabello, evitando
que me pegara en el ojo—. ¿Qué se supone que debemos estar mirando?
—Sagitario y luego la constelación de la Tetera y su humo, lo que
sea… —Una desagradable y fría gota de agua cayó en su frente y ella se
echó hacia atrás contra mi pecho—. Oh mierda.
Pastelito chilló al momento en que otra gota de agua cayó y se giró,
sus ojos encontrándose con los míos. Íbamos a empaparnos hasta los
huesos. Maldiciendo entre dientes, tomé su mano, tirando de ella a través
de la azotea. Casi nos acercábamos a la zona seca cuando el cielo se
abrió y la lluvia helada nos empapó.
—Oh Dios mío —chilló—. ¡Es tan malditamente frío!
Riéndome, me paré y me di la vuelta, arrastrándola contra mi pecho.
Hubo un pequeño instante cuando sus grandes ojos se encontraron con los
míos, mientras la lluvia caía sobre nosotros. Mi sonrisa fue mi única
advertencia.
Puse un brazo alrededor de su delgada cintura, levantándola en vilo
y arrojándola sobre mi hombro. Su chillido de sorpresa me hizo reír, y este
balón lleno de presión —era la única forma de que podía explicarlo— se
expandió en mi pecho y me sentí bien, como si hubiese anotado un gol.
—¡Estabas corriendo muy lento!
Sus dedos se hundieron en la espalda de mi suéter. —Bájame, hijo
de…
—¡Espera! —Apreté el brazo sobre sus caderas y comencé a correr.
Deslizándome sobre los profundos charcos, casi nos comimos el
cemento mientras me movía por la azotea. Las palabras que salían de la
boca de ella, dirigidas a mí, habrían quemado los oídos de los soldados.
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Me detuve en seco y abrí la puerta, inclinándome mientras
escapábamos de la lluvia. Dándome la vuelta de manera que ella no
estuviera encarando la pared, agarré sus caderas y la bajé.
Una aguda necesidad perforó a través de mí cuando su cuerpo se
deslizó contra el mío. Mis manos se apretaron sobre sus caderas y ella
inclinó la cabeza hacia atrás. Sus ojos se oscurecieron hasta ser de un
oscuro marrón chocolate, y mi cerebro se apagó cuando de alguna
manera la acerqué más a mí. Sabía que tenía que sentir mi excitación, y
considerando que ni siquiera nos habíamos besado, algo acerca de eso
parecía erróneo, pero no podía dejarla ir.
Sus manos se presionaron contra mi pecho, y pensé que me
empujaría, y juré a Dios ahí y en ese instante, que no importaba lo difícil
que fuera, la dejaría ir si lo hacía.
Pero no lo hizo.
Las manos de Avery se aplanaron contra mi pecho, sobre mi
palpitante corazón, y tuvo que haberlo sentido.
Mi mano se movió por iniciativa propia, curvándose en su cintura y
luego sobre su brazo, hasta su garganta y luego hasta su mejilla. Se quedó
sin aliento cuando mis dedos rozaron sus mejillas, atrapando el cabello
pegado a sus sienes. Metí los mechones de vuelta detrás de sus orejas, mi
mano demorándose.
—Estás mojada.
—Tú también.
Pasé mi pulgar sobre su mejilla. —Creo que vamos a tener que
intentar esto otra noche.
—Sí —susurró mientras sus ojos se cerraban y se abrían de nuevo
rápidamente.
—Tal vez debimos haber revisado el clima primero. —Cuando sonrió,
moví mis caderas en respuesta. Su cuerpo se estremeció de una manera
alucinante y sus pestañas bajaron. Sus labios se abrieron aún más, y yo no
quería dejarla ir. Se sentía demasiado bien tenerla así de cerca.
Su pecho subía en cortas y profundas respiraciones mientras yo
bajaba la cabeza, queriendo y necesitando besarla. Sólo una vez. Era todo
lo que quería. Mis ojos comenzaron a cerrarse.
Avery se echó hacia atrás de repente, presionando una mano entre
sus pechos. —Creo que… deberíamos terminar por hoy.
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Por un momento no me pude mover, y luego me eché hacia atrás,
recostando la cabeza contra la pared. Me tomó un par de segundos antes
de que pudiera hablar. —Sí, deberíamos.
El viaje al exterior del edificio y de vuelta al apartamento no fue fácil.
Todavía me sentía tan tenso como la cuerda de un arco. Nada parecía
hacer que la excitación desapareciera. Traté de recitar el alfabeto al
revés, traté de pensar acerca de la mujer anciana que vivía en el edificio
cercano, que algunas veces paseaba a su perro en bata. La visión no era
linda, pero aun así no funcionó.
La lluvia seguía cayendo en el momento en que llegamos al
estacionamiento, bajo el toldo. Sacudí la cabeza, salpicando agua por
todas partes. Avery se detuvo al pie de las escaleras que daban a nuestros
apartamentos, y pensé que era por toda la lluvia con la que la acababa
de rociarla. Abrí la boca para disculparme, pero ella miró hacia los lados,
su cara pálida cuando me miró a mí.
Un tipo muy diferente de dolor cortó a través de mi pecho,
provocando un nudo allí, al ver la mirada de confusión y miedo en sus ojos.
Miedo. No lo entendía. ¿Yo le había hecho eso? No. No podía creerlo. No
con la manera en que había reaccionado hacia mí. Lo vi en sus ojos.
Había querido que la besara, pero se había apartado porque…
honestamente, no lo sabía.
Me pasé la mano por mi cabello, apartándolo de mi frente. —Sal
conmigo.
—No —susurró.
Sonreí un poco, y su pecho cayó, sus hombros se relajaron, como si
ella necesitara escuchar esto. —Siempre hay un mañana.
Me siguió por las escaleras. —Mañana no va a cambiar nada.
—Ya veremos.
—No hay nada que ver. Estás perdiendo el tiempo.
—Cuando se trata de ti, nunca es una pérdida de tiempo.
Y esa era la jodida verdad.
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10 Traducido por Snowsmily
Corregido por Cami G.
El miércoles antes de vacaciones de otoño, me salté de nuevo la
clase de nutrición y busqué a Avery, encontrándola donde siempre
pasaba durante esta clase: en el Refugio con Brittany y Jacob. Fue algo
bueno porque descubrí tres cosas importantes.
Pastelito le hablaba de mí a sus amigos, porque ellos sabían que
había estado invitándola a salir. Punto por eso.
Y también me comparó con un asesino en serie.
No es que estuviera ofendido, pero no era todos los días uno se
encontraba a sí mismo mencionado en la misma oración que Ted Bundy8.
Pero sus amigos apoyaban completamente una cita. Me gustaban.
—Como sea —decía Brittany, sus ojos destellando con diversión
mientras observaba a una roja y absolutamente mortificada Avery—, esto
no es sobre mí y mi vasto conocimiento de asesinos en serie. Puedo
sorprenderte después sobre eso. Esto es sobre ti, Avery. Este joven
caballero, que no es un asesino en serie, está invitándote a salir. Estás
soltera. Eres joven. Deberías decir que sí.
—Oh Dios mío —gimió Avey, frotándose las manos por el rostro—.
¿No es hora de que se vayan a casa, todavía?
Reí profundamente. —Sal conmigo, Avery.
Se giró en mi dirección, de algún modo luciendo sorprendida. —No.
—¿Ven? —Me dirigí a Britanny y a Jacob—. Sigue rechazándome.
Jacob parecía perplejo. —Eres una idiota, Avery.
—Lo que sea. —Su puso de pie, tomando su bolso—. Me voy a
clases.
—¡Te amamos! —gritó Jacob.
8 Asesino en serie.
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81
Ella murmuró—: Uh-huh. —Pero se detuvo para decir adiós. El receso
de otoño llegaría mañana y ellos se irían a casa. Todavía me sorprendía
que Avery fuera dejada atrás. Viajar a Texas era un infierno de viaje por
cuatro días, pero podría haber ido a casa con uno de ellos. Lo cierto es
que no me gustaba la idea de que estuviera sola allí.
Esperé hasta que estuvo lista y luego la seguí por el Refugio. Arqueó
una ceja en mi dirección. —¿Me sigues?
—Como un verdadero asesino en serie —respondí.
—Sabes que no estamos siendo serios, ¿verdad? Y lo siento por
decirles algo a ellos sobre eso. Empezaron a molestarme sobre ti y lo
próximo que supe…
—Está bien. —Dejé caer mi brazo sobre su hombro, llevándola hacia
el grupo de árboles afuera del edificio. Hacía frío y se inclinó,
presionándose más cerca, consciente o inconscientemente—. No me
importa.
—¿No te importa?
Negué con la cabeza. Tal vez debería molestarme que ahora
hubiera una audiencia para mi constante rechazo, pero simplemente no lo
hacía. Bajé la mirada hacia ella y sonreí. Su atención se centró en una de
las camionetas azules que siempre se encontraban en el campus.
—Uh-oh —murmuré.
—¿Qué? —Levantó la mirada hacia mí.
Dejé caer los brazos, atrapando un mechón de cabello que volaba
a través de su rostro, y lo llevé detrás de su oreja. Desde la noche en la
azotea de Byrd, aprovechaba cada maldita oportunidad que tenía para
tocarla, y ella me dejaba. —Estás pensando.
—Lo estoy.
—¿Sobre?
—Nada importante. —Sonrió distraídamente. No era una sonrisa muy
grande, pero sonreía más—. ¿Vas a casa por el fin de semana?
—Sí. —Me moví más cerca, recogiendo su cabello y separándolo en
dos largas secciones. Sonreí, pensando que se veía linda de ese modo—.
Me voy mañana en la mañana, brillante y temprano. No volveré hasta el
sábado en la noche. Así que sin huevos para ti esta semana.
—Boo. —Su rostro decayó un poco.
—No llores mucho sobre eso. —Froté las puntas de su cabello sobre
su mejilla y traté de nuevo que hiciera algo este fin de semana en lugar de
estar sola—. ¿Vas a aceptar la oferta de Brit de ir con ella a casa?
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Negó con la cabeza. —Sólo pasaré el rato aquí y leeré algo.
—Nerd.
—Gilipollas.
Sonreí mientras esparcía su cabello sobre sus hombros. —¿Sabes
qué?
—¿Qué?
Inhalando profundamente, retrocedí y llevé mis manos a los bolsillos
de mis vaqueros. —Deberías salir conmigo esta noche ya que estaré fuera
todo el fin de semana.
Rió. —No saldré contigo.
—Entonces pasa el rato conmigo.
Frunció el ceño. —¿Cómo es eso diferente de salir contigo?
—¿Cómo invitarte a salir esta noche es diferente a pasar el rato
juntos el domingo?
El punto entre sus cejas comenzó a desvanecerse. —¿Qué quieres
hacer?
Me encogí casualmente, pero mi corazón golpeaba como una
batería. —Ordenar algo de comida y ver una película.
Cambió su peso, cautelosa. —Eso suena como una cita.
—Eso no es una cita conmigo, cariño —reí—. Te llevaría fuera, como
en público. Esto son sólo dos amigos pasando el rato, mirando una película
y comiendo juntos.
Sus labios formaron una línea apretada mientras apartaba la mirada.
Varios minutos pasaron, y me preparé para otro rechazo. Por alguna razón,
si decía que no a esto, escocería peor que las otras veces, no sabía por
qué, pero si no podía conseguir que hiciera esto, iba a replantearme en
serio qué demonios hacía.
Pastelito suspiró. —Sí, claro. Ven.
¿Mierda? ¿Dijo que sí? Tuve que forzarme a estar relajado, porque
estaba a punto de batir mis puños al cielo o alguna mierda. —Guau.
Cálmate antes de que te emociones demasiado.
—Estoy emocionada. —Golpeó juguetonamente mi hombro—. ¿A
qué hora vienes?
—¿Qué te parece a las 7?
Sonrió mientras jugaba con su brazalete. —Funciona para mí. Te veo
luego.
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La llevé hasta la acera antes de detenerla. —¿Avery?
—¿Sí? —respondió, girándose.
Sus labios se curvaron mientras un rollo de energía nerviosa corría a
través de mí. —Te veo esta noche.
***
—Estás pasando demasiado tiempo con esta chica.
—¡Guau! —Salí de la ducha, con el culo desnudo, encontrando a
Ollie de pie en la puerta del baño—. ¿Qué demonios, hombre?
—¿Qué? —Se encogió de hombros—. No es como si no hubiera visto
tu porquería antes.
Sacudiendo la cabeza, agarré una toalla y la envolví alrededor de
mis caderas. —¿Sobre qué demonios estás parloteando? ¿Puede esperar?
Como que tengo cosas que hacer. —Específicamente una cena y
películas que conseguir.
Ollie me siguió a la habitación. —Te preguntaba sobre Avery. Has
estado pasando un montón de tiempo con ella.
No respondí mientras me enfundaba en un par de vaqueros,
abotonándolos y luego dejando caer la toalla.
—¿Sin ropa interior esta noche? —Ollie sonrió mientras encajaba sus
manos en el marco superior de la puerta—. ¿Planeando conseguir algo?
Le envié una mirada oscura mientras me giraba y agarraba una
camisa. —¿No tienes nada mejor que hacer?
Se inclinó hacia adelante, extendiendo los brazos. Su cabello cayó al
frente, ocultando la mayor parte de su rostro. —Nop. No en este momento.
—Genial. —Me puse la camisa.
—Steve dará una fiesta esta noche. ¿Vas?
—No.
—Por supuesto que no.
Arqueé una ceja y lo empujé hacia afuera, llevándolo hacia la sala
de estar para encontrar mis zapatillas. —Si no estás sorprendido, ¿por qué
preguntas?
Ollie se encogió. —Solías ir a todas las fiestas.
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Suspirando, me puse mis zapatos y los ajusté. Esa parte era cierta.
También lo era el hecho de que mi rostro había estado alejado de ellos
desde finales de agosto. —Iré a la de Halloween. No me perderé esa.
—Uh-huh. —Ollie se desplomó en el sofá.
Lo miré por un momento, luego sacudí la cabeza y agarré algunas
películas del estante. Algunas veces me preguntaba si Ollie incluso sabía
de lo que hablaba o lo que hacía.
—¿Cam?
—¿Sí?
Ladeó su cabeza y sonrió. —Creo que es genial que pases tiempo
con Avery. Me agrada. Es linda.
—Gracias. —En el momento en que esas palabras salieron de mi
boca, no tenía idea de por qué las dije. Mis mejillas ardieron cuando Ollie
rió—. Jódete.
Las carcajadas de Ollie me siguieron hasta el pasillo y hasta mi
camión. ¿Gracias? Eso ni siquiera tenía sentido. ¿Por qué infiernos le
agradecía? Pero cuando conduje hasta el restaurante chino más cercano
y ordené la comida favorita de Avery —camarones salteados—, me di
cuenta de que me sentía agradecido. La jodida cosa más extraña, porque
todo lo que Pastelito había hecho era decir que sí a pasar el rato, pero
sabía que no le permitía a las personas acercarse demasiado a ella. Esto…
esto era un gran paso que ella tomaba.
Avery era un gran misterio para mí; una paradoja de inocencia y
seducción… un misterio que me determiné a resolver.
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11 Traducido por ashmcfly
Corregido por CarolVanessa
—Vamos a ir con Resident Evil —dijo Avery de pie frente al mostrador,
repartiendo el camarón salteado. El cabello le caía en ondas sueltas hasta
la mitad de su espalda. Iba vestida de forma sencilla, con un pantalón
ajustado de hacer ejercicio y una camiseta holgada que se deslizaba por
uno de sus hombros, revelando una franja de piel suave y dorada; y una
delgada tira de sostén.
La chica no tenía idea de lo bien que se veía de esa manera y tuve
que resistir la tentación de acercarme a ella. Antes, cuando me acerqué
en la cocina, había reaccionado de manera extraña, poniéndose rígida y
pálida.
—Una chica tras mi propio corazón —contesté, escogiendo los dos
DVDs y llevándolos a la sala de estar—. Zombies por la victoria.
Un suave brillo me alertó de su presencia. —¿Qué quieres tomar? —
preguntó.
Miré por encima de mi hombro. —¿Tienes leche?
Arrugó la nariz. —¿Quieres leche con tu comida china?
—Necesito mi calcio.
Hizo una cara y se fue a la cocina, volviendo con un vaso de leche y
una lata de soda. —Eso es un poco asqueroso, ¿sabes? —Se sentó en el
sofá y metió las piernas debajo de ella—. Una extraña combinación.
—¿Alguna vez has probado? —Me senté, mirando el control remoto.
—No.
—Entonces, ¿cómo sabes que es asqueroso?
—Voy a ir con mi suposición de que lo es. —Tomó su plato, dándome
una sonrisa descarada.
—Antes de fin de año, voy a tenerte probando leche y comida
china.
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La expresión en su rostro, dijo que sobre su cadáver, así que sonreí. A
medida que iniciaba la película, atacamos nuestra cena y pasamos la
mayor parte del tiempo hablando de como las mujeres en un apocalipsis
zombie, lograban lucir tan atractivas. Cuando Alice enfrentaba a un
zombie, recogí los platos y los llevé a la cocina. Mientras me encontraba
ahí, tomé otro vaso de leche y otra lata de soda para ella.
—Gracias —dijo sonriendo cuando puse la soda sobre la mesa.
Me senté cerca de ella. —Vivo para el servicio.
Pastelito sonrió y continuamos con la película y su secuela. En un
momento, su teléfono sonó. Mi mirada se desvió a la pantalla del iPhone y
vi aparecer el LLAMADA DESCONOCIDA.
—¿No vas a contestar? —pregunté.
Rápidamente se inclinó hacia delante, cogiendo el teléfono y
desconectando el timbre. Me pareció un poco extraño lo rígida que se
puso cuando lo hizo. —Creo que es de mala educación contestar el
teléfono cuando se tiene compañía.
Todo lo que hacíamos, era ser demasiado críticos sobre las películas.
—No me importa.
Pastelito se recostó, mordisqueando la uña de su pulgar y volviendo
su atención al televisor. Ahora que lo pienso, no podía recordar ni una sola
vez en la que la haya visto usando su teléfono, ni antes de clase o en el
campus. La mayoría de las chicas tienen los teléfonos en sus manos o al
costado de su cara. Había dicho que no era popular en la escuela y era
obvio que no era muy apegada a su familia, pero…
Bueno, algo extraño pasaba, pero no sabía qué.
Los minutos pasaron y seguía mordisqueando su uña, algo que no la
había visto hacer antes. Estiré la mano, envolviendo mis dedos alrededor
de su muñeca.
Levantó su cabeza y su mirada se clavó en mi mano. —¿Qué?
—Has estado mordiéndote la uña los últimos diez minutos. —Bajé su
brazo a la parte superior de su muslo, pero no le solté la mano. Las puntas
de nuestros dedos se tocaban. Así de pequeña era su muñeca—. ¿Qué
está pasando?
—Nada —respiró profundamente—. Estoy viendo la película.
—No creo que realmente estés viendo la película. —Nuestros ojos se
encontraron—. ¿Qué está pasando?
Tiró de su brazo y lo dejé ir. A regañadientes. —No sucede nada. Mira
la película.
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—Uh-huh —Dejé el tema, porque sé que presionar a Pastelito no me
llevaba a ningún lado.
Se quedó en silencio, verifiqué la hora en el aparato que se hallaba
debajo del reproductor de DVD. Ya eran más de las diez, y yo esperaba
que ella sacara mi trasero de aquí en cualquier momento, pero cuando
me moví en el sofá, apoyando el brazo derecho sobre el respaldo, el
costado izquierdo de su cuerpo terminó contra el mío.
Me quedé inmóvil y creo que mi corazón literalmente se detuvo
mientras esperaba que se alejara, manteniendo los dos metros obligatorios
de espacio personal entre nosotros.
Pero no lo hizo.
Mierda, no lo hizo.
Miré la cima de su cabeza, forzando a mi respiración a mantenerse
estable. Durante la siguiente media hora, cada célula de mi cuerpo se hizo
consciente de su peso, su calor e incluso de sus respiraciones profundas.
Mi corazón dio un vuelco cuando su cabeza cayó debajo de mi
hombro. ¿Se durmió? —¿Avery?
Cuando no obtuve respuesta, decidí que, de hecho, se había
quedado dormida sobre mí. Hubo una hinchazón en mi pecho, más
grande y más fuerte que el nudo que solía aparecer cundo estaba cerca
de ella. Y la cosa más malditamente extraña ocurrió cuando la miré.
Algunas partes de mi cuerpo se endurecieron por su cercanía, pero mis
entrañas se suavizaron como mantequilla dejada bajo el sol.
Estás muy jodido con esta chica.
Esas palabras seguían rondando mi cabeza, una y otra vez. Quizás
estaba jodido, pero no cambiaría este momento por nada.
Cuidadosamente, para no despertarla, bajé mi brazo del respaldar y
suavemente guié su cabeza hacia abajo para que descansara sobre mi
muslo.
Y algo, no muy lejos al norte, se agrandó. Tal vez, esa no era la idea
más inteligente porque era demasiado tentador tenerla tan cerca, pero
esto… bueno, se sentía bien de una manera que nunca había sentido con
ninguna otra chica.
Mi pecho dio un vuelco cuando Pastelito se acurrucó, cruzando las
manos juntas bajo su barbilla. La observé por un momento, memorizando
la suave línea de su mandíbula, la curva de su mejilla y esos labios rosados.
Maldita sea, estaba jodido por todas las razones correctas.
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Traté de prestar atención a la película, pero ni siquiera me había
dado cuenta cuando terminó y el canal regular volvió a aparecer. Mis ojos
se dirigieron a Avery una vez más. Ni siquiera estaba seguro de que mi
atención la había dejado en algún momento.
Pensé que hacía frío en la sala, así que agarré la colcha café y verde
que se hallaba en el respaldar del sofá y la puse sobre su cuerpo. La parte
desnuda de su hombro captó mi atención. Su camiseta se había deslizado
por su brazo derecho y no había nada más que la pequeña tira.
El suave brillo de su piel me atrajo y fui totalmente incapaz de
resistirme. Bajando mi mano, mi respiración se detuvo cuando toqué la
elegante curva de su hombro.
Avery murmuró en su sueño y se movió un poco, pero no se despertó.
Probablemente no estaba bien seguir tocándola, pero arrastré mis dedos
por su brazo, disfrutando la sensación de sentirla. Deteniéndome en el
borde de su camiseta, mis dedos rozaron su piel sedosa mientras hacía mi
camino hacia su mejilla.
Me alegré de que estuviera dormida, porque la idea de que supiera
lo mucho que mis manos temblaban, hubiera sido vergonzoso como el
infierno. Hombre, temblaban demasiado, como si nunca antes hubiera
tocado a una chica.
Avery… Maldición, me deshizo completamente.
Inclinando mi cabeza hacia atrás en el sofá, cerré mis ojos y tragué
saliva, mientras descansaba mi mano en el destello de su cadera.
Probablemente podría contar con dos dedos el número de veces que
pasé la noche con una hermosa chica acurrucada y dormida contra mí,
cuando sólo me sentía feliz de estar allí con ella. Una parte de mi cerebro
me decía que había una palabra para esto, tan loca como esa palabra
sonaba y se sentía, así que ignoré esa parte.
—No —murmuró y mis ojos se abrieron. Su frente se arrugó, pero
parecía seguir dormida—. No es por eso que estoy aquí…
Incliné mi cabeza hacia un lado, intentando escuchar lo que dijo,
pero la única cosa que pude entender fue “lo siento” antes de que se
acomodara.
Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba descifrar esas
palabras. No tenían sentido y probablemente no significaban nada, pero
un malestar se formó en mis entrañas.
Pasó el tiempo y no pude dormir, en realidad no. Me quedé
estancado en la extraña fase de medio despierto, medio dormido. Pero
supe el momento en que despertó. Su cuerpo se puso rígido y tomó una
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respiración profunda. Pasó un rato y no se movió ni habló. Me habría
cortado el pulgar para saber lo que pensaba.
Pastelito rodó lentamente sobre su espalda, sorprendiéndome y
dejándome sin tiempo para reaccionar. Mi mano se resbaló de su cadera
y se posó en la parte baja de su vientre, mis dedos llegaban a la parte
superior de sus pantalones. Dios sabe que tuve que haber quitado mi
mano, pero no lo hice.
Mi mano tenía mente propia e hizo algo completamente por su
cuenta. Mi pulgar se movió en círculos lentos y perezosos justo debajo de
su ombligo. La observé bajo mis pestañas, casi gimiendo cuando mordió su
labio. Luego, mi mirada se desvió hacia arriba y pude ver sus pezones
endurecidos, presionando a través del delgado material. Yo estaba duro
otra vez. No es ninguna sorpresa.
Volví mi cabeza al lado, las esquinas de mis labios se elevaron
cuando ella respiró profundo. Apreté la mandíbula cuando echó la
cabeza hacia atrás sobre mi muslo, acercándose a mi erección.
—Cam.
Abrí un ojo. —¿Avery?
—No estás dormido —dijo, con la voz ronca e increíblemente sexy.
—Tú lo estabas. —Giré mi cabeza de un lado al otro—. Y sí estaba
dormido. —Totalmente mentira, pero dudaba que ella estuviera tranquila
sabiendo que me senté casi todo el rato observándola.
Se humedeció los labios, y maldita sea si yo no quería lanzarme y
coger la punta de esa lengua. —Lo siento, me dormí encima de ti.
—Yo no.
Sus mejillas se sonrojaron. —¿Qué hora es?
—Pasada medianoche —dije, mirando sus labios húmedos.
—Ni siquiera miraste el reloj.
—Sólo sé de esta clase de cosas.
—¿En serio? —susurró.
—Sí.
—Eso es un talento impresionante. —Su mano se enroscó en un puño
sobre su pierna—. ¿A qué hora vas a irte en la mañana?
—¿Vas a extrañarme?
Hizo una mueca pero sus ojos brillaron hacia mí. —Eso no es lo que
estoy preguntando. Sólo estaba curiosa.
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—Les dije a mis padres que estaría en casa para el almuerzo. —
Usando mi otra mano, aparté unos mechones de su rostro y luego apoyé
mi mano en la cima de su cabeza—. Así que probablemente tendré que
irme entre las ocho y las nueve.
—Eso es temprano.
—Lo es —Cuando sus ojos se cerraron, quería besarla—. Pero el viaje
es fácil.
—¿Y no vas a volver hasta el sábado a la noche?
—Correcto. —Tomé una respiración profunda—. ¿Estás segura que
no vas a extrañarme?
Sonrió con inquietud. —Van a ser como vacaciones para mí.
Reí. —Eso fue completamente cruel.
—¿Lo fue?
—Pero sé que estas mintiendo.
—¿Lo sabes?
—Sip. —Moví mi mano, suavemente rozando su mejilla. Sus ojos se
abrieron y le sonreí—. Vas a extrañarme, pero no vas a admitirlo.
Pastelito guardó silencio mientras yo movía mis dedos de su
mandíbula a su barbilla, acercándome a su labio inferior. —Voy a
extrañarte.
—¿En serio?
—Sí.
Sus ojos se cerraron mientras, una vez más, se relajaba contra mí.
Continué trazando un camino desde su mejilla hasta su labio, atormentado
por lo que había dicho mientras dormía. —Hablas mientras duermes.
Sus ojos se abrieron, y juro que palideció. —¿Lo hago?
Asentí.
—¿Estás bromeando? Porque juro por Dios, si lo estás, voy a
golpearte.
Esa inquietud regresó, y no estaba seguro del por qué. —No estoy
bromeando, cariño.
Se sentó, girando en el sofá para enfrentarme. —¿Qué dije?
—Nada realmente.
—¿En serio? —Su expresión era tan seria que desearía no haber
dicho nada.
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Me incliné hacia adelante, frotando mis manos sobre mi rostro. —
Murmurabas cosas. No pude entender realmente lo que decías. —La
miré—. Era un poco lindo.
Sostuvo mi mirada, parecía aceptar lo que dije y luego miró el reloj.
—Mierda, tu habilidad especial para decir la hora apesta.
Me encogí de hombros. Sabía que eran más de las tres de la
mañana. —Creo que debería ir a casa.
Abrió su boca, la cerró y luego lo intentó de nuevo. —Ten cuidado
cuando manejes.
Poniéndome de pie, estiré mi espalada. —Lo haré. —Y después,
antes de que pudiera enloquecer, me incliné y la besé en la frente—.
Buenas noches, Avery.
Sus ojos estaban cerrados, sus manos apretadas juntas sobre su
pecho. Cuando habló, sonó como si estuviera susurrando una oración. —
Buenas noches, Cam.
Llegué a la puerta antes de que ella brincara, agarrando la parte de
atrás del sofá. —¿Cam?
Mi corazón latía enloquecido cuando me detuve. —¿Sí?
Tomó una respiración profunda y regresó esa expresión sincera. —Me
lo pasé muy bien esta noche.
Sonreí y me quedé sorprendido al ver que sus labios hacían lo mismo.
—Lo sé. —Abrí la puerta, haciendo una parada antes de salir y me volví
hacia ella. Seguía ahí, de rodillas en el sofá, viéndome—. Te veré el lunes.
—Está bien.
No me quería ir. —Muy temprano.
La sonrisa llegó a sus ojos, iluminándolos. —Muy bien.
Y por primera vez en mucho tiempo, no me quería ir a casa. Me
quería quedar aquí. Tuve que forzarme a salir por esa puerta.
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12 Traducido por MaryLuna & Aimetz
Corregido por Daniela Agrafojo
Jase me sorprendió con un texto antes de que me fuera de la
ciudad, preguntando si podía acompañarme. Que fuera a casa conmigo
no era una sorpresa, pero había pensado que con el descanso de cuatro
días, iría a la granja.
Me esperaba en el sitio donde se quedaba cuando no estaba en
casa, una fraternidad no muy lejos del campus. Yo había pasado más de
una noche, no recientemente, desmayado en una de las muchas
habitaciones de esa gran casa de tres pisos.
Subiéndose, Jase juntó sus manos, frotándolas. —Dios, está haciendo
un frío de mierda.
—Cierto. —Metí el embrague para arrancar y di un giro brusco para
doblar en U—. ¿No vas a pasar tiempo...?
Se pasó una mano por el cabello, haciendo un desastre por todo el
lugar.
—¿Tienes un gorro extra?
—Sólo el que está en mi cabeza. ¿Lo quieres?
—No. —Deslizándose en el asiento, suspiró mientras sacudía su pelo—
. Decidieron ir hasta Pennsylvania para ver algunos primos o algo así.
Le eché una mirada mientras me dirigía hacia la ruta principal en
dirección a la autopista interestatal.
—¿Y tú no querías ir?
—No.
Definitivamente había algo más detrás de esto, porque no había
manera de que Jase pasara tanto tiempo con Jack, pero si sabía algo
sobre Jase, era que hablaría sobre su mierda cuando se encontrara
condenadamente bien preparado para hacerlo.
A mitad de camino, Jase se desmayó y sólo despertó cuando giré a
la derecha por la estrecha carretera que conduce a la casa de mis
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padres. La luz solar pasaba a través de los árboles, proyectando manchas
relucientes de luz en la carretera. Cuando éramos niños, mi hermana y yo
jugábamos a oculta-y-busca en estos bosques.
Seguí el camino de entrada alrededor de la casa hasta la parte
trasera, estacioné la camioneta junto al garaje independiente que había
puesto papá con mi ayuda durante mi, uh, estancia prolongada.
La casa estaba cálida y en silencio a medida que entrábamos por el
patio trasero. Había un ligero olor a calabaza en el aire, y sonreí. Mamá
debía haber estado horneando. Todavía era temprano por la tarde, y ni
mis padres ni mi hermana estarían en casa por un rato.
Jase y yo devoramos el pastel de calabaza recién horneado con
una cerveza. Había un aspecto melancólico, pensativo en su rostro y
cuando desapareció escaleras arriba hacia la habitación de invitados
donde normalmente se quedaba, lo dejé ser y me dirigí a mi antigua
habitación.
Mamá la mantenía tal como era cuando vivía aquí, excepto que
más ordenada. La misma cama se hallaba pegada contra la pared, en el
centro de la habitación. Trofeos se alineaban en la pared de estanterías
que papá había construido. La televisión en el armario y el escritorio que
muy poco utilizaba no habían acumulado ni una mota de polvo.
Sonreí mientras me arrastraba hasta la cama, pateando mis zapatos.
Hubo un tiempo, después del incidente con el ex-novio de Teresa, que
había odiado estas cuatro paredes. Odiaba esta casa, esta ciudad, este
estado y a mí mismo.
Llegando a la cama, me tumbé y cerré los ojos. Las cosas eran…
diferentes ahora, mejores. El único problema de volver a casa, era que era
imposible no pensar en lo que pasó hace casi tres años en la mañana de
Acción de Gracias, cuando Teresa finalmente nos dijo la verdad. El tipo de
rabia que había caído sobre mí fue algo que nunca antes había
experimentado, sólo había leído al respecto.
Rabia asesina. Realmente existía y en serio era como saborear
sangre en tu boca. Y esa ira no se había desvanecido en las horas después
de conocer la verdad, ni tampoco se había disipado cuando descubrí
donde vivía ese punk de mierda y le devolví el favor con mis puños. Más
tarde, la ira se había transformado en algo inmanejable y me había
carcomido como un cáncer.
Hasta la fecha, me hubiera gustado haber hecho algo diferente esa
noche, pero todavía no había ni una pizca de arrepentimiento en mis
venas. El juez, los abogados, el servicio comunitario y las reuniones
semanales no habían hecho nada para cambiar eso, pero cuando
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pensaba en Avery, desearía no sentirme de esa manera. Dudaba que ella
quisiera estar cerca de mí si supiera la verdad.
***
Mamá daba los mejores abrazos.
Había un brillo en sus ojos y dio un paso atrás, apretando mis
hombros. Aún vestida con su bata blanca, había llegado directamente a
casa después de la cirugía.
—Veo que has encontrado el pastel que te dejé.
—Tuve ayuda.
Su sonrisa se extendió. —¿Jase está aquí?
Asentí mientras me apoyaba contra el mostrador. —Está arriba,
durmiendo.
Se alisó un mechón de pelo que se había escapado de su moño.
—Bueno, estoy segura de que cierta persona se emocionará al ver
que lo has traído contigo.
Mis cejas se levantaron y luego gemí. —Por favor, dime que no está
todavía encaprichada con Jase.
Mamá se rió suavemente mientras se quitaba su enorme suéter,
dejándolo en la parte posterior de la silla.
—Creo que “encaprichada” sería la palabra equivocada para usar.
Rodando los ojos, gemí. Cuando había estado en arresto
domiciliario, Jase había pasado aquí casi todo su tiempo libre, sacando mi
cabeza de mi culo. Y Teresa había pasado cada segundo libre
espiándonos y acechando a Jase.
Mamá se desvió hacia la cafetera, sacando la olla vacía.
—Jase es un chico muy agradable. Creo…
—Ni siquiera pienses en ir allí —advertí, cruzando los brazos. Jase era
un buen chico, un buen chico con un montón de mierda de equipaje y
una larga lista de corazones rotos, que no llegaría a tres metros de mi
hermanita—. ¿Dónde está papá? —pregunté, cambiando hábilmente el
tema.
—Todavía está en la oficina, pero vendrá a casa dentro de poco. —
Llenó la olla con agua—. Se me ocurrió que todos podríamos ir a cenar a
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Joe’s. Creo que a ti y Jase les gusta ese lugar, y mientras sigan sirviendo
carne roja…
—Papá estará feliz. —Sonreí, alejándome del mostrador—. Eso
funciona para mí.
—¿Quieres una taza?
—Por supuesto. —Llegué hasta ella por detrás y envolví mis brazos
alrededor de sus hombros, apretándola—. ¿Te he dicho últimamente que
eres la mejor mamá del mundo?
Se echó a reír mientras acariciaba mis brazos. —Soy la única mamá
que tienes, muchacho.
—Aún así —contesté—. La mejor mamá.
La dejé ir mientras negaba con la cabeza, y estaba en el proceso de
subir las escaleras para despertar al culo perezoso de Jase, cuando Teresa
entró por la puerta principal.
—¡Cam! —Soltó un agudo chillido cuando me vio en el vestíbulo y
dejó caer su mochila. El diminuto terror dio un paso y se lanzó hacia mí.
Riendo, la atrapé antes de que me derribara. —Bueno, hola a ti.
—¿Cuándo llegaste? —preguntó una vez que me senté con ella.
—Esta mañana.
Golpeó mi brazo. —¡Deberías haberme enviado un mensaje! Me
hubiera saltado mis clases de la tarde y vuelto a casa temprano.
—¡Escuché eso! —gritó mamá desde la cocina.
Teresa rodó los ojos, y me reí. En algún lugar de los últimos dos años
más o menos, había crecido de una niña larguirucha a una joven
impresionante. Y cada vez que la veía, quería tirar una bolsa de papel
sobre su cabeza. Dondequiera que fuera, los chicos la miraban, y
realmente la miraban.
Había heredado el pelo oscuro y los ojos azules de papá, pero tenía
los rasgos delicados de mamá. Su belleza y contextura pequeña eran
realmente engañosas, porque también había desarrollado el ingenio
rápido y ágil de mamá. Cuando ellas dos se ponían en marcha, nadie se
encontraba a salvo.
—Voy a pasar del baile de esta noche —dijo, tirando del lazo de su
pelo. Parecía haber crecido durante la noche, cayendo mucho más allá
de sus hombros.
—No tienes que hacer eso —dije—. Voy a estar aquí todo el fin de
semana.
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—¡Sí, pero nunca te veo! —Puso mala cara, y me dio la mirada que
probablemente le conseguía muchas cosas—. Estás demasiado ocupado
y eres demasiado genial para pasar el rato con tu hermana.
—Exactamente —dije, sonriendo.
Golpeó mi brazo con fuerza. —Idiota.
Frente a las escaleras, vi a Jase descender antes de que Teresa lo
viera. Era tan silencioso como un maldito ninja y se detuvo en la parte
inferior, su pelo húmedo y la ropa sin arrugas. No había hecho ningún ruido,
pero Teresa se puso rígida frente a mí. Sus ojos, tan parecidos a la míos, se
abrieron una fracción de pulgada.
Mi mirada se estrechó en ella.
Teresa se giró con la elegancia de una bailarina, y me encogí
cuando gritó—: ¡Jase!
La mirada pensativa que había en el rostro de Jase desde el
momento que lo recogí, se desvaneció como una mala pesadilla. Bajó al
descansillo un segundo antes de que mi hermana se arrojara al chico,
saludándolo de la misma forma que había hecho conmigo. Sus ojos se
fijaron sólo en ella, y mientras yo confiaba completamente en Jase, sabía
que ni siquiera él era inmune a su encanto.
Tampoco me gustó cuando envolvió sus brazos alrededor de ella,
evitando que ambos cayeran hacia atrás.
—¡Cam no me dijo que estabas aquí! —gritó ella, aferrándose a él
como un pequeño mono—. ¿Te vas a quedar todo el fin de semana,
también?
Jase sonrió sobre la cima de la cabeza de Teresa, la cabeza que
actualmente se hallaba pegada a su pecho.
—Sí, estaré aquí hasta que Cam regrese.
Sabía, en ese preciso momento, que Teresa iba a pasar del baile no
sólo esta noche, sino también el resto del fin de semana. Suspiré.
Teresa dijo algo que sólo Jase pudo oír y su sonrisa se extendió de
una manera que me hizo tomar largas y profundas respiraciones. Luego
alzó la vista, su mirada encontrándose con la mía. Me lanzó una mirada de
impotencia y rodé los ojos, caminando hacia ellos.
—De acuerdo. —Agarré sus brazos, alejándola de Jase—. Creo que
puedes dejarlo ir. Probablemente quiere respirar en algún momento.
Jase se rió mientras Teresa me lanzaba una mirada que prometía
muerte y desmembramiento, y soltaba sus brazos. Di un paso atrás, por si
acaso trataba de golpearme de nuevo. Mi hermana tenía músculos.
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—Creo que mamá quiere verte en la cocina —dije, empujándola en
esa dirección.
Frunció el ceño, tirando las comisuras de los labios hacia abajo.
—¿Para qué?
—Probablemente algo que ver con todas las clases que estás
pensando saltarte —bromeé.
—¿Te estás saltando clases? —preguntó Jase, cruzando los brazos—.
No deberías estar haciendo eso, Tess. Es tu último año de secundaria.
¿Tess? ¿Qué mierda acababa de pasar? ¿Cuando se produjo ese
apodo? Sabía que eran cercanos, pero demonios. ¿Y ese pedazo de
consejo viniendo de Jase de todas las personas?
Un leve rubor tiñó sus mejillas. —No lo hago a menudo.
Mis cejas se alzaron.
Jase me guiñó un ojo.
Finalmente, Teresa nos dejó y llevé a Jase al sótano. Papá había
creado un infierno de un hombre de las cavernas allí. Mesas de billar, un
bar, hockey aéreo y televisión del tamaño de una pared.
Recogiendo un taco de billar, Jase arqueó una ceja. —¿Quién orinó
en tus Cheerios?
—Teresa está enamorada de ti —dije, sabiendo que sonaba como si
hubiera probado algo malo.
Jase se rió entre dientes mientras me miraba. —¿En serio?
Le lancé una mirada mientras tomaba un palo.
—¿Qué? —Se rió de nuevo—. ¿Estás sorprendido? Es por mi
impresionante encanto y buena apariencia. Es difícil de resistir.
—Bueno, más vale que ella resista.
Jase me miró mientras me devanaba los cojones. —Amigo, tan
caliente como es tu hermana… lo siento. —Levantó sus manos cuando me
enderecé—. Tan hermosa como es tu hermana, es tu hermana. Ni siquiera
soñaría con lo que te preocupa.
Sonreí tensamente. —Es bueno escucharlo.
—¿Realmente crees que lo haría? Es una niña.
—Acaba de cumplir dieciocho años, Jase. Ya no es una niña. —
Fruncí el ceño mientras esa cancioncilla se hundía en mí. Mi estómago se
revolvió—. Maldita sea, realmente no es una niña.
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—Todavía es tu hermana —dijo Jase, apuntándome con el palo de
billar—. Y eso nunca va a cambiar.
***
Sal conmigo.
Sonriendo, puse el teléfono sobre la mesa y esperé que Avery
respondiera. Frente a mí, papá estudiaba sus cartas. Tenía más gris
salpicando su cabello, pero su rostro seguía ausente de arrugas.
—En cualquier momento, viejo. —Me recosté de nuevo en la silla—.
No me estoy haciendo más joven.
—¿No es esa la verdad? —Papá levantó la mirada, sus ojos
entrecerrados—. No puedes apurar la perfección.
Jase se rió entre dientes. Junto a él, Teresa cabeceó. No había sido
capaz de salir de la práctica de baile ya que era sábado y había tenido
un evento durante todo el día. Debería estar rendida para este momento,
como mamá, que se había dormido en la sala de estar, pero yo sabía por
qué continuaba despierta.
Miré a Jase, y él arqueó una ceja mientras tomaba un trago de
cerveza.
Mi teléfono vibró. Preguntarme por mensaje no es muy distinto a
preguntarme en persona.
La pequeña sonrisa se convirtió en una sonrisa completa mientras le
respondía. Pensé en intentarlo. ¿Qué estás haciendo? Yo le stoy ganando a
mi papá en un juego d póker.
Mientras papá lanzaba dos cartas, respondió con un: Me preparo
para ir a la cama.
Desearía estar allí. Y luego envié: Espera, ¿estás desnuda?
¡¡¡No!!! Respondió inmediatamente.
Casi podía imaginármela, con su rostro rojo y sus ojos muy abiertos, y
sonreí. Incluso a kilómetros de distancia, no podía resistirme a molestarla.
Demonios, no podía dejar de bromear con ella. Me parecía extraño no
haberla visto el viernes y enfrentar el domingo sin huevos no parecía
correcto. Intercambiamos un par de mensajes más y luego tiré mi teléfono
a un lado antes de que papá lo lanzara por la ventana.
En la siguiente ronda, Jase se rindió y luego Teresa desapareció
rápidamente, el juego de póker se vino abajo después de eso.
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—¿Cómo va la escuela? —pregunto papá una vez que estuvimos
solos.
Bebiendo mi cerveza, me recosté en la silla. —Va muy bien. Tengo un
semestre muy fácil en realidad.
Asintió mientras arrancaba la etiqueta de su botella.
—¿Y las reuniones? ¿Estás yendo?
Bajé mi botella. —Papá, serías el primero en saber si no estoy yendo.
Y hablé con el Dr. Bale sobre este fin de semana. Estaba bien con eso.
—Sólo quiero estar seguro. —Se recostó de nuevo, colocando su
rodilla sobre la otra pierna. Si alguien viera a mi padre ahora en su camisa
de franela y vaqueros rotos, no creerían que fuera un abogado de éxito—.
¿Qué pasa con el fútbol? ¿Tienes alguna idea para el próximo año?
—Papá... no voy a ser capaz de unirme al equipo de Shepherd en mi
último año. —Me pasé la mano por el cabello y luego dejé caer mi brazo—
. Y voy a tener veintidós para entonces.
—¿Y después? —preguntó, no iba a dejarlo ir.
Mi mirada pasó sobre su hombro, aterrizando en la nevera. Fotos
mías anotando goles y de Teresa bailando cubrían casi toda la puerta.
—No lo sé, papá.
—No se puede fallar sino lo intentas —dijo, tomando un profundo
trago.
Fruncí el ceño. —¿No es que no puedes tener éxito si no lo intentas?
—¿Importa? —Mostró una sonrisa—. Cam, eres un jugador
malditamente bueno. El fútbol es, o al menos, era una pasión. Tenemos
videos para enviar a los entrenadores. Y sabes que el entrenador Shepherd
te ayudaría a hacer nuevos.
—Lo sé. —Suspiré, sacudiendo mi cabeza lentamente—. Y sigo mis
entrenamientos y la práctica con los chicos cuando puedo, pero... no sé.
Quizás el próximo año, cuando esté a punto de graduarme...
—Uh-huh. —Su mirada era penetrante—. Cameron... Cameron...
Charlar sobre el fútbol era difícil para mí. No era como si un futuro
jugando estuviera completamente fuera de la cuestión. Por eso seguí el
entrenamiento, pero no había nada que pudiera hacer al respecto justo
ahora.
—¿Hay alguna jovencita en tu vida ahora? —me preguntó.
Tal vez debería haberlo dejado preguntar sobre fútbol. —Papá...
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—¿Qué? —Sonrió otra vez y luego salió a buscar otra cerveza—. Me
gusta tener los cuatro-uno-uno en la vida de mi hijo.
Mi cabeza cayó. —¿Cuatro-uno-uno? ¿Estás borracho?
—Estoy ebrio.
Me reí a carcajadas. —Bien.
—No respondiste mi pregunta.
Alcanzando la botella, miré a mi padre y luego me reí de mí mismo,
porque sabía que las palabras se formaron en mi lengua incluso antes de
que las dijera.
—Hay... hay alguien.
—Empieza a hablar. —El interés brillaba en sus ojos.
Sonreí mientras tomaba el último trago de mi botella. —Somos
amigos.
—Amigos como en...
—Oh, vamos, papá. —Gemí, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué? —Inclinó la cabeza hacia un lado—. Como si no supiera lo
que los chicos hacen. Como si no hubiera hecho lo mismo cuando tenía tu
edad.
Iba a vomitar. —Nosotros no somos así. Avery no es así.
—¿Tiene un nombre? ¿Avery?
Mierda. No podía creer que hubiera dicho su nombre. ¿Estaba
ebrio?
—Somos amigos, papá. Y es una... ella es...
Las cejas oscuras de papá se levantaron. —¿Ella es...?
Perfecta. Hermosa. Inteligente. Divertida. Orgullosa. Exasperante. La
lista podría seguir y seguir.
—Le he pedido salir un par de veces. —“Un par de veces” era
literalmente el eufemismo del año—. Me ha rechazado cada vez.
—¿Y sigues pidiéndolo?
Asentí.
—¿Y crees que eventualmente va a decir que sí?
Sonriendo un poco, asentí nuevamente.
Papá se inclinó hacia adelante, cruzando los brazos sobre la mesa
redonda de roble.
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—¿Te he contado cuántas veces me rechazó tu madre antes de
aceptar salir conmigo? ¿No? Un montón de veces.
—¿En serio? —No sabía eso.
Papá asintió. —Era un poco... libertino en la universidad. Tenía una
reputación. —Un lado de su boca se curvó, revelando un hoyuelo en la
mejilla izquierda—. Tu madre no lo hizo fácil.
—Entonces, ¿qué cambió?
Se encogió de hombros. —Ah, ella estaba secretamente enamorada
de mí desde el principio, pero ¿sabes qué? Tuve que perseguirla, y para ser
honesto, si no tienes que perseguir a una mujer, probablemente no vale la
pena el esfuerzo. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?
En realidad no. Había una buena posibilidad de que mi papá
estuviera más que simplemente ebrio, pero asentí, y luego dijo algo que
hizo un tipo de clic en mi cabeza.
—Sorpresa —dijo, guiñando un ojo—. Sorprende a la chica. Haz algo
que no esté esperando. Siempre haz algo bueno que no esté esperando.
¿Sorprenderla? Había un montón de cosas que podría hacer que
sorprenderían a Pastelito, pero dudaba que se refiriera a alguna de esas
cosas. Pero mientras le decía buenas noches a mi padre y subía las
escaleras, sabía qué hacer.
Y quería hacerlo.
Sonreí mientras tomaba dos pasos a la vez. Al doblar en el segundo
piso, vi a Teresa deslizándose en su dormitorio. Abrí la boca para llamarla,
pero la puerta se cerró en silencio antes de que pudiera pronunciar una
palabra.
De acuerdo.
Sacudiendo la cabeza, seguí hacia la habitación de invitados en la
que se encontraba Jase, la habitación verde. O al menos así era como la
llamaba mamá, porque las paredes estaban pintadas de verde oliva
oscuro.
La puerta se hallaba entreabierta y la empujé. Jase se encontraba
sentado a los pies de la cama, ligeramente inclinado, con los brazos
apoyados en los muslos y las manos sobre su cara.
—Oye, hombre. —Entré a la habitación, preocupado. ¿Había
pasado algo en su casa?—. ¿Estás bien?
—Sí. Sí —dijo, poniéndose de pie y pasándose ambas manos por el
cabello. Se acercó a donde se encontraba su bolsa de lona y sacó un par
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de pantalones cortos de nylon—. Es sólo que no me estoy sintiendo... bien.
La cerveza no me cayó bien, ¿sabes? ¿Qué pasa?
¿No había bebido como dos cervezas? Lo vi tirar los pantalones
cortos en la cama, con la espalda tensa y rígida.
—Pensaba en un cambio de planes.
—¿Ah, sí? —Se movió hacia la mesita de noche, sacó su celular y lo
dejó allí—. ¿Qué pensaste?
—Pensaba en irme muy temprano en la mañana —le dije—.
Probablemente cerca de las cinco o algo así. ¿Estás bien con eso?
Sus hombros se relajaron. —Sí, hombre, eso funciona perfectamente.
Sólo despiértame.
—Genial. —Retrocedí y me detuve en la puerta—. ¿Seguro que estás
bien?
—Perfecto —respondió, sentándose en la cama otra vez—. Nos
vemos en la mañana.
Cuando cerré la puerta detrás de mí, me di cuenta de que Jase no
me había mirado a la cara en todo el tiempo que estuve allí.
***
Era un poco antes de las nueve de la mañana siguiente, cuando me
detuve en frente del apartamento de Avery y golpeé la puerta. Esperaba
que el consejo de mi padre de “sorprenderla” no equivaliera a “asustarla”.
La duda se elevó con rapidez, como el fuego en una casa de
madera, y me di la vuelta, a punto de correr hacia mi apartamento. Pero
la puerta se abrió como si estuviera tratando de salirse de sus bisagras.
—¿Cam?
Tomando una respiración profunda, la enfrenté y sonreí
torcidamente. Levanté una bolsa de supermercado.
—Entonces, me desperté cerca de las cuatro de la mañana y pensé
que realmente podría comer unos huevos. Y los huevos contigo son mucho
mejores que los huevos con mi hermana o mi papá. Además, mi mamá
hizo pan de calabaza. Sé cómo te gusta el pan de calabaza.
Con los ojos muy abiertos y los labios separados, se hizo a un lado
poco a poco, dejándome entrar. No parecía asustada. Eso era bueno.
Pero tampoco decía nada. Llevé la bolsa a la cocina y la puse sobre el
mostrador. Cerré los ojos y me maldije entre dientes. Tal vez no había sido
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la mejor idea. Ese dolor se hallaba de vuelta en mi pecho, esta vez era una
sensación diferente, penetrante.
Me giré, a punto de disculparme, cuando no había pedido disculpas
por ningún otro momento irrumpido en su apartamento, pero ella se
encontraba en la cocina, casi en el aire. Viniendo hacia mí de la misma
forma en que lo hacía Teresa cuando me saludaba. De la misma manera
que mi hermana se lanzó hacia Jase.
La atrapé, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura mientras
me tropezaba hacia atrás, golpeando el mostrador. Un sobresalto irradió a
través de mí, seguido rápidamente por un calor salvaje que encendió mis
venas.
Mis brazos se apretaron a su alrededor mientras presionaba su mejilla
contra mi pecho y me abrazaba tan fuerte como yo la abrazaba a ella.
Dejé caer mi cara en la parte superior de su cabeza, inhalando su aroma y
empapándome en su respuesta, sosteniéndola cerca de mi corazón.
Avery inhaló temblorosamente y dijo—: Te extrañé.
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13 Traducido por Danny_McFly
Corregido por NnancyC
Una ola de frío golpeó nuestra pequeña pizca del mundo justo antes
de Halloween. El aire frío azotaba a través del campus, creando un túnel
de viento enorme y gélido entre los edificios.
Jase miraba a Ollie con una expresión atónita en su rostro. Tan frío
como estaba, Ollie llevaba pantalones cortos y sandalias. Al menos tenía
una sudadera con capucha, aunque dudaba que llevara nada más que
eso. O que sintiera incluso el viento.
Pero Pastelito era una historia diferente.
Los cuatro nos pusimos en medio de Whitehall y Knutti, esperando
que la próxima clase empezara. Se agachó en el jersey que se ajustaba a
su delgada cintura y el destello de sus caderas.
—Lo estoy haciendo —dijo Ollie, sonriendo—. Nadie me puede
detener.
Suspiré.
Pastelito apartó un mechón de pelo que se había soltado del moño
francés en la nuca de su cuello. —Realmente se va a ver raro.
Jase asintió. —Tengo que estar de acuerdo.
—No me importa —anunció Ollie—. Creo que es perfecto.
El viento azotaba su camino a través del claro, golpeando a
Pastelito. Apretó los labios en una línea mientras un escalofrío se abría
camino a través de ella. —No creo que jamás haya visto a alguien ponerle
una correa a una tortuga.
—No significa que no se puede hacer —respondió Ollie,
balanceándose sobre los talones—. Y como que me gusta la idea de ser el
primero.
Jase puso los ojos mientras me movía hacia Pastelito, con la
esperanza de bloquear parte de la ráfaga brutal del viento. —¿Cómo vas
a conseguir siquiera ponerle una correa a Raphael? —preguntó Jase,
sonando genuinamente curioso.
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Otra ráfaga de viento sacudió nuestros huesos, y los labios de
Pastelito comenzaron a temblar. Había tenido suficiente parado aquí.
Detrás de ella, envolví un brazo alrededor de sus hombros y atraje su
espalda contra mi frente. Se puso rígida y su aliento salió en una
exhalación brusca. Jase y Ollie no se dieron cuenta porque seguían
ocupados discutiendo sobre si se consideraba o no maltrato animal atar
una bola de hilo alrededor del caparazón de Raphael.
—No luches contra mí —le dije en voz baja al oído—. Estás muy fría.
Yo también. Si no te gusta, entonces ve adentro.
Tenía la espalda rígida contra mi pecho. —¿Por qué no vas tú
adentro?
—Lo haré si lo haces.
Murmuró algo muy poco favorecedor en voz baja, pero no se
apartó, mi sonrisa se extendió, y cada segundo que pasaba, sus músculos
se relajaban más. —Esta es probablemente la conversación más estúpida
que he escuchado —dijo, mirando a Jase y Ollie.
—Tengo que estar de acuerdo. —Mi cuerpo reaccionó cuando se
apoyó en mí. No había forma de evitar eso—. La cosa es, que apostaría mil
dólares que cuando llegue a casa esta noche, habrá una cuerda
alrededor de Raphael.
Se rió. —Quiero una foto de eso.
—Estoy seguro de que seré capaz de hacer eso por ti. —Cerré los
ojos, sabiendo que si Ollie o Jase por casualidad miraran, nunca lograría
que lo olviden, pero tenerla en mis brazos era algo demasiado bueno
como para no arriesgarse.
—Aunque espero que no le lleve afuera —dijo en voz baja—. Hace
demasiado frío para el pequeño.
Sorprendido, abrí los ojos e incliné la cabeza hacia un lado. —¿Cómo
sabes eso?
Se encogió de hombros y volvió la cabeza hacia mí, poniendo sus
labios a una distancia besable de los míos. —Raphael es una tortuga rusa,
¿cierto? —Cuando asentí, se mordió el labio inferior y casi gemí—. Estaba
aburrida una noche y lo busqué. Tienen que ser mantenidas en un
ambiente cálido, ¿cierto?
—Cierto. —Por alguna extraña razón, me complació hasta el sinfín
saber que ella había visto eso—. No dejaré que Ollie lo lleve afuera.
Pastelito dejó escapar un pequeño suspiro. —Tengo que ir a clase.
—Yo también.
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—No quiero ir.
Sonreí. —Deberíamos faltar.
—Eres una mala influencia.
—Soy la clase de influencia que necesitas. —Cuando se rió de eso,
me sentí más ligero de alguna manera—. ¿Así que realmente vas a ir a la
fiesta de Halloween?
—Entre tú y Brittany, no veo una manera de salir de eso. —Comenzó
a alejarse, pero apreté mi agarre—. Te dije que iba a ir. Lo haré.
No estaba seguro de creerle. Tenía la sensación de que mañana por
la noche, tendría una excusa por lo que no podría hacerlo, así que no
esperaba que suceda. Avery no había ido a ninguna fiesta desde que
comenzó la universidad, a pesar de que yo sabía que Brittany y Jacob sí.
Suspirando, me solté y retrocedí. Mi clase estaba cerca de Byrd. —
¿Estás segura de que no quieres que te dé un aventón mañana por la
noche?
La cabeza de Ollie giró tan rápido que pensarías que dije nachos. —
Sería un paseo que nunca olvidarías, Avery.
Le lancé una mirada oscura. —Eso no es lo que quise decir.
Sus mejillas se sonrojaron, ya sea de lo que Ollie había dicho o del
frío. —Lo sé. Y está bien. No necesito un aventón, pero voy a estar allí.
Realmente no le creía.
***
Había un montón de ángeles y gatas en tacones altos, hasta el
punto de que tenía un infierno de tiempo de no querer separar a las chicas
en dos grupos: las caídas y las maliciosas.
Brittany, la amiga de Avery, se encontraba en el grupo de las caídas,
su vestido blanco absolutamente sin protección contra el frío de la noche.
Ella estaba con Jacob, que se parecía mucho a Bruno Mars, pero no vi a
Avery.
Lo imaginaba.
Había pasado una buena parte de la noche preguntándome si
realmente se mostraría y si lo hacía, lo que iba a usar. ¿Sería un ángel?
¿Una gata? Realmente estúpido, considerando que tenía mejores cosas
de las que encargarme.
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Irritado, deambulaba de una habitación a otra. La casa se hallaba
llena, permaneciendo en la sala únicamente, y la gente invadía el porche
y el jardín. Si la policía no se presentaba en algún punto de esta noche,
poniendo fin a la fiesta, me sorprendería.
Había demasiadas cosas sucediendo dentro de la casa para mí. La
música sonaba a todo volumen, pero no completamente ahogando los
gritos y risas. Las parejas se encontraban en cada rincón, algunos que
parecían haber olvidado quién era su novio/novia. Solía encantarme esta
escena, pero ahora, hacía que mi piel picara.
Me retiré fuera al garaje con Jase, en medio de un juego malo de
cerveza pong.
—Te ves encantado de estar aquí —dijo Jase, entrecerrando un ojo
mientras sostenía la bola blanca, alineándola con los vasos de plástico.
—No me estoy sintiendo bien esta noche.
—Uh-huh. —Jase rebotó la pelota en un vaso en la primera fila. Los
chicos en el otro lado de la mesa se quejaron—. ¿Eso es porque no has
visto a Pastelito por aquí?
Por qué cometí el error de llamarla así frente a Jase estaba más allá
de mí. No respondí mientas la bola desde el otro lado rebotó justo al lado
de la mesa.
Jase se rió entre dientes. —Aficionados. —Se volvió hacia mí—. ¿Pero
sabes que estoy viendo? A Steph. Y te ha estado buscando.
—¿Y?
—Sólo pensé en compartir ese conocimiento contigo. —Me lanzó la
pelota—. Vamos a patear algunos culos.
Sin otra cosa mejor que hacer y queriendo salir de mi propia cabeza,
me uní al juego. Jase había tenido razón. El grupo al otro lado de nosotros
realmente eran aficionados. En el minuto quince, nuestros rivales se
balanceaban como la mala hierba en el viento.
—Esto es realmente vergonzoso —murmuré, echando un vistazo a
uno de ellos, quien agarraba el final de la mesa para mantenerse a sí
mismo de pie, haciendo sonar los vasos.
Jase sonrió maliciosamente. —Deberían haber sido más inteligentes
antes de desafiarme.
Me reí cruzándome de brazos, pasando una mano por encima de
mis bíceps desnudos. Jase recuperó otro tiro perfecto y los otros estallaron
en maldiciones. Enderezándose, Jase alzó las manos hacia los lados y
luego se detuvo, con los ojos muy abiertos.
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Me dio un codazo y bajó la voz. —Bueno, mira quien acaba de
pasar por aquí.
Mis cejas se levantaron mientras seguía su mirada, mirando más allá
de un grupo bailando. El aire salió de mis pulmones. No lo podía creer.
Descrucé los brazos y miré fijamente por un segundo, absolutamente
sorprendido.
Avery sí vino.
Parada junto a Brittany y Jacob, se destacaba y no porque no tenía
un disfraz. Su suéter ajustado de cuello alto y negro revelaba una pequeña
sección de su estómago plano. Era la primera vez que había visto su
estómago. Loco... Mi boca se secó.
Una sonrisa grande y boba estalló en mi cara y dejé mi vaso. Ni
siquiera le dije nada a Jase mientras cruzaba el garaje abarrotado. Jacob
le dijo algo que provocó que sus mejillas se ruborizaran y un segundo más
tarde, la tenía en mis brazos.
Levantándola, me di la vuelta mientras ella apretaba mis hombros. —
Mierda, no puedo creer que en verdad estés aquí.
Sus ojos marrones cálidos se encontraron con los míos. —Te dije que
vendría.
La dejé en el suelo, pero la mantuve cerca. Dios, se veía preciosa
con su pelo cobrizo cayendo en ondas sobre sus hombros, enroscándose
en el oleaje de sus pechos. —¿Cuándo llegaste?
—No sé. No hace mucho.
—¿Por qué no viniste a saludar?
—Estabas ocupado y no quería molestarte.
Había estado mirando mis labios, lo que me había distraído
completamente hasta que esas últimas palabras salieron de su boca.
Incliné la cabeza y mis labios rozaron su oreja cuando hablé. No me perdí
la forma en que se estremeció. —Nunca eres una molestia para mí.
Cuando levanté la cabeza, nuestras miradas colisionaron y se
mantuvieron. La tonalidad de sus ojos se profundizó, casi mezclándose con
sus pupilas. Había una conexión entre nosotros. No había duda de la
electricidad brillando en el espacio pequeño entre nuestros labios. Y
cuando sus labios se separaron, bajé la cabeza, totalmente decidido a
besarla.
—¡Oye, Cam! —gritó Jase, enterrando el momento—. Te toca.
Sonreí con fuerza. —No te vayas lejos.
—Está bien —dijo, sus manos deslizándose lejos.
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Acechando al volver a la mesa, le lancé a Jase una mirada asesina.
—Justo a tiempo.
—¿Qué? —Me vio recoger la pelota de Ping Pong—. ¿Interrumpí a
Avery rechazándote?
—Gracioso. —Reboté la pelota, fallando mi objetivo. Maldiciendo,
recogí el vaso—. Vete a la mierda.
Jase dejó escapar una fuerte carcajada y dijo algo, pero mi mirada
se encontró reducida a Avery. Casi no podía verla. Sus amigos
flanqueaban ambos lados y un vaso rojo había terminado en sus manos. En
realidad ella no bebía y, por alguna razón, me alegré de ver eso. Su grupo
fue creciendo y cada cierto tiempo, desaparecía de mi vista,
reapareciendo unos minutos más tarde. Una vez que este estúpido juego
terminara, íbamos a ser ella y yo, sin interrupciones. Y, maldita sea, esta
noche me diría que sí cuando la invitara a salir.
—Viniendo —advirtió Jase.
No me di cuenta de lo que hablaba al principio, pero unos brazos
me rodearon por detrás. Supe de inmediato que no era Avery. No podía
tener tanta suerte.
—¿De qué estás vestido? —preguntó Steph.
—Yo mismo —le dije, dándome la vuelta. Vestía como Caperucita
Roja si hubiera estado en un set porno.
Sonrió, girando el borde de una de sus trenzas. —Eso no es un
verdadero disfraz.
—Somos demasiado impresionantes para usar disfraces —dijo Jase,
mirando a la amiga de Steph.
Desenredé con cuidado los brazos de Steph. —Se ven calientes.
—Lo sé. —Steph soltó risitas—. ¿Podemos unirnos? —preguntó,
señalando con la cabeza el juego.
Jase se hizo a un lado, y sabía por la forma en la que él le prestaba
atención a la amiga de Steph, que no iba a pasar la noche solo.
Mi atención inmediatamente buscó a Pastelito. Me sorprendió por
segunda vez en la noche, cuando vi lo que hacía.
Estaba bailando.
No debería ser un gran problema, pero tenía la sospecha de que lo
que sea que provocó que dejara de bailar profesionalmente, le había
impedido hacerlo en absoluto.
Dios, ella era... no había palabras.
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La canción era rápida, con una gran cantidad de ritmos, y sus
caderas acertaban todos. Aferrándose a la mano de Brittany, las dos
bailaron juntas. Una sonrisa tiró de mis labios cuando Jacob se unió a ellas.
Tenía la cabeza echada hacia atrás, los brazos en alto, y ella se reía.
En ese momento, me di cuenta de que veía un lado muy diferente
de Avery. Uno que nunca había visto, cuando era alegre y
despreocupada, y jodidamente perfecta.
—Un día me voy a casar con esa chica —me oí decir.
Jase se atragantó con la cerveza y se agachó, inhalando
respiraciones profundas. —Mierda.
Sonreí.
Pero de inmediato comenzó a desvanecerse cuando un tipo se
acercaba por detrás de ella, poniendo las manos en sus caderas. Avery
saltó un buen medio metro del suelo mientras miraba por encima del
hombro.
Tony. Ese era su nombre. Un estudiante de primer año que se
acababa de iniciar en la fraternidad de Jase. Había sido parte del primer
grupo que habíamos vencido en el cerveza pong; el que casi se había
caído de bruces en la mesa. No lo conocía, pero no me gustaba. Y seguro
como la mierda no me gustaba lo que hacía con sus caderas.
Avery se torció hacia un lado y Tony se unió a ella como un maldito
pulpo. Era evidente que estaba ebrio y también era obvio que Avery no
quería bailar con él. Cada vez que se apartaba, él la volvía a atraer.
La ira estalló en mis entrañas como perdigones. Comencé a avanzar,
ignorando a Jase cuando me gritó. Me encontraba al otro lado del garaje
cuando Tony deslizó la mano por su estómago.
—¡Déjame ir! —gritó ella.
El vello de mi nuca se levantó ante el verdadero miedo en su voz. Me
apresuré —jodidamente me apresuré— y luego me lancé hacia adelante,
abriéndome paso entre aquellos en el camino. Ni siquiera los veía.
La furia sabía a sangre en mi boca mientras tomaba el brazo de
Avery, apartándola. Su jadeo sobresaltado fue como un trueno en mis
oídos mientras yo empujaba a Tony. El hijo de puta se tambaleó dando
marcha atrás, golpeando la pared.
Estuve sobre él en un santiamén.
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14 Traducido por CrisCras
Corregido por Vanessa VR
Iba a romperle la cara a ese gilipollas. Era tan simple como eso. La
estaba tocando, y era obvio para cualquiera con el cerebro del tamaño
de un guisante, que no quería ser tocada.
Empujando la mano contra su pecho, lo volví a estrellar contra la
pared mientras mi otra mano se curvaba en un puño. —¿Qué demonios,
hombre? ¿Tienes un jodido problema de audición?
—Lo siento. —Tony alzó las manos, temblando—. Sólo estábamos
bailando. No pretendía otra mierda además de eso.
—Cam —lloró Avery.
Volví a empujar a Tony cuando empezó a hablar de nuevo, y Jase
estaba de repente a mi espalda, agarrándome. Tiró de mí para apartarme
y Tony se tambaleó contra la pared.
—Necesitas relajarte, mierda —dijo Jase.
Intenté esquivar el agarre de Jase. —Joder, déjame ir, Jase.
—Joder, no. —Estaba en mi cara, las manos en mi pecho—. No
necesitas esto, ¿recuerdas? Meterte en una pelea es lo último que
jodidamente necesitas en este momento. Así que retrocede.
Mi sangre hervía con la necesidad de estrellar mi puño contra la
cara del tipo, pero Jase… maldita sea, Jase tenía razón. No podía
meterme en una pelea. Mi libertad condicional podría ser revocada y no
podía hacer a mi familia pasar por eso, o a Avery.
Avery.
Di la vuelta. Una multitud se había reunido entre nosotros y ella se
encontraba de pie junto a Brittany, su cara pálida y los ojos brillantes por
las lágrimas contenidas. Empecé a ir hacia ella, pero Jase me bloqueó el
camino.
—Necesitas calmarte antes de hacer nada.
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Ollie apareció a mi lado, empujando una cerveza dentro de mi
mano. —Jase tiene razón, hombre. Avery estará bien, pero tú… —Serio por
una vez en su vida, sacudió la cabeza—. Necesitas relajarte un rato.
Dejé que me empujaran hacia la puerta y cuando alcé la vista no
pude encontrar a Avery en la multitud. Se había ido.
***
Sentado en el borde de la cama en la que dormía Jase cuando se
quedaba en esta casa, saqué el teléfono móvil, enviándole a Avery un
rápido mensaje de texto. Jase cerró la puerta de un portazo, pero lo
ignoré, esperando por una respuesta. No debería haber dejado que me
arrastraran hasta aquí. Ahora mismo, Ollie estaba fuera de la puerta,
montando guardia. Yo debería estar con Avery, asegurándome de que
estaba bien.
—¿Qué demonios te pasa, hombre?
Levanté la mirada hacia Jase. —Ella solía bailar.
Sus cejas se alzaron. —¿Qué demonios? —demandó otra vez—.
¿Qué mierda tiene eso que ver con todo esto?
Dejando caer la cabeza entre mis manos, me encogí de hombros.
No tenía ni idea de qué demonios tenía que ver con nada, pero tenía esta
sensación de que para Avery bailar —para ella hacer eso—, era un gran
asunto.
Jase maldijo mientras se daba la vuelta y luego pivotaba a la
derecha, de nuevo hacia mí. —¿Qué está pasando contigo, Cam? No te
enfadas de esta manera. No te pones furioso por…
—No te atrevas a decir nada más. —Mi barbilla se apretó,
entornando los ojos sobre Jase mientras la furia rugía a través de mí como
un tren de mercancías fuera de control. Me puse de pie de golpe—. Él
estaba tocándola, Jase. Estaba agarrándola y… —Me corté a mí mismo
antes de decir las palabras que no quería decir, las que se formaron en mi
lengua.
—¿Y?
—¿Hablas jodidamente en serio? —Me lancé hacia delante, pero
Jase no dio marcha atrás. Se enfrentó cara a cara conmigo—. ¿Y? ¿Estás
bien con un tipo…?
—Mierda, no, no lo estoy, pero por amor de Dios, Cam, era algún
idiota borracho de primer año, y tú y yo hemos visto situaciones mucho
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peores que esa. —Sus ojos brillaron con un plateado intenso, un signo
seguro de que estaba a punto de perder el control. Bueno. Yo también.
Otra vez—. Y antes de que digas que también has intervenido en esas
situaciones, lo sé. Ambos lo hemos hecho, pero nunca has intentado
arrancarle la cabeza a un tipo.
Tenía un punto. A la mierda el nunca. —Esto es diferente.
—¿Por qué es ella?
La forma en que dijo “ella” hizo que quisiera atravesar la pared con
el puño. —Será mejor que tengas cuidado, hermano, cuando digas tus
próximas palabras.
Sus pupilas se dilataron mientras alzaba las manos. —Mira, Avery
parece una chica encantadora. De verdad, pero la última vez que
comprobé, ustedes dos no se estaban viendo el uno al otro.
—¿Y? —Le lancé sus palabras de vuelta.
Jase pareció como si ahora él quisiera atravesarme con su puño. —
Te ha rechazado, ¿cuántas veces? Y estás actuando como un novio
enfadado y posesivo, y la última cosa que necesitas es meterte en una
pelea. ¿O tengo que recordarte que si lo haces, puedes arruinar tu libertad
condicional e ir a la cárcel? No la cárcel, pero…
—No necesito que me lo recuerdes. —Me di la vuelta, enterrando las
manos en mi pelo—. No lo entiendes.
No respondió inmediatamente. —Tienes razón. No entiendo cómo
está chica te está conduciendo por ahí por tu polla. ¿Has considerado
alguna vez que esté jugando contigo, por alguna jodida razón?
Me volví hacia él, mis manos apretándose en puños. Si no hubiera
sido mi amigo más cercano, el que sacó mi cabeza de mi culo cuando me
hallaba en arresto domiciliario, le habría roto la mandíbula. Tomé varias
respiraciones profundas antes de contestar. —Ella no es así, Jase. Sé que es
duro para ti creerlo. Lo entiendo. Has sido jodido de una manera que ni
siquiera puedo empezar a comprender, pero ella no es así.
Sacudiendo la cabeza, Jase se giró y se apoyó contra la puerta
cerrada. —Eso es lo que cada hombre dice antes de ser realmente jodido.
—Avery es diferente —le dije, sacando mi teléfono. Ninguna
respuesta. Una bola de malestar se formó en mi estómago—. Tú no la
conoces como yo. No la conoces en absoluto.
Se me quedó mirando fijamente mientras se pasaba la palma de la
mano por la barbilla. —No te conozco ahora mismo.
No sabía cómo responder a eso.
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—¿Qué pasa con ella? —preguntó, sonando como si
verdaderamente quisiera entender la atracción que yo apenas
comprendía—. No es como ninguna otra de las chicas con las que has
salido. Es jodidamente extraña como el infierno y callada. Es bonita, pero…
—Es jodidamente hermosa —lo interrumpí, desafiándolo a no estar
de acuerdo.
No lo hizo. —¿Vale la pena esto?
—Sí —dije, mirando mi teléfono otra vez. Todavía nada—. Sí, lo vale, y
necesito asegurarme de que está bien.
—Cam…
—Voy a dejar esta habitación en este jodido segundo y no vas a
detenerme. —Cuando Jase no se movió, maldije entre dientes y me
recordé a mí mismo que sólo hacía esto porque era mi amigo—. No voy a
darle una paliza a nadie. Voy a encontrar a Avery. Eso es todo lo que me
importa ahora mismo.
Jase apartó la mirada, un músculo flexionándose en su mandíbula y
luego sacudió la cabeza. —Estoy seguro de que está bien, Cam.
—Tú no… —Hice una pausa, frotándome un punto del pecho
mientras las paredes blancas parecían desdibujarse. Mi pecho se
contrajo—. No lo entiendes, Jase. Creo… creo que algo le sucedió con
anterioridad.
La comprensión se asentó a través de su rostro y luego dio un paso a
un lado. —Oh, mierda.
—Sí —murmuré, sintiendo esa sensación horrible a lo largo de la
nuca—. Mierda.
***
Mi corazón latía con fuerza mientras bajaba la mirada hacia Brittany.
—¿No la has visto?
—No. —Negó con la cabeza, haciendo que sus alas de ángel
rebotaran—. Después de que entraste con Jase y Ollie, dijo que iba a salir
para tomar algo de aire fresco, pero nunca volvió a entrar.
—Mierda. —Bajé la vista al teléfono mientras presionaba su nombre
otra vez. Saliendo hacia el camino de entrada, maldije otra vez cuando no
hubo respuesta. No había visto a Tony dentro ni en ninguna parte, pero
dudaba que hubiera ido detrás de ella. Jase tenía razón. El tipo era sólo un
idiota borracho, pero eso no me decía dónde estaba Avery.
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Y había buscado en todas partes.
Brittany iba detrás de mí. —No ha respondido mis llamadas ni las de
Jacob. Ni siquiera creo que siga aquí. —Hizo una pausa, apartando el pelo
de su cara—. Voy a ir a su…
—No —dije, apretando mi teléfono—. Yo voy.
—Pero…
—Te haré saber si la encuentro. —Ya empecé a caminar, y luego
corrí hasta donde había aparcado mi camioneta cerca de la curva.
Cerrando la puerta de golpe, encendí el motor y aceleré bajando
por la calle residencial. La inquietud formó una bola helada en el fondo de
mi estómago. El miedo en su voz… había estado aterrorizada cuando Tony
la agarró. El mal presentimiento regresó. Tanto como quería negarlo,
sacarlo de mis pensamientos, no podía hacerlo por más tiempo. Algo le
había sucedido. Qué, para ser exacto, no estaba seguro.
Intenté llamarla de camino a casa, pero como era de esperar, no
hubo respuesta. Mis manos apretaron el volante hasta que mis nudillos se
pusieron blancos. Aparqué en el primer lugar que encontré en University
Heights y atravesé el aparcamiento corriendo. No tenía sentido revisar en
busca de su coche. En la oscuridad, sería como buscar una aguja en un
montón de jodidas agujas.
Mi estómago se encontraba lleno de nudos cuando llegué a nuestro
piso y golpeé su puerta con los nudillos. Si no respondía, patearía la puerta
para entrar, y si no la encontraba aquí, recorrería este maldito condado en
su busca.
Luego la puerta se abrió y Avery apareció allí, con los ojos hinchados
y rojos, máscara de pestañas y lágrimas descendiendo por sus mejillas.
Pero estaba bien.
Estaba bien.
Con el corazón alcanzando mi garganta, entré y envolví mis brazos
alrededor de ella, arrastrándola contra mi pecho. Acercándola, la acuné,
dejando caer mi barbilla en la cima de su cabeza agachada.
No confiaba en mí mismo para hablar al principio, y cuando lo hice,
mis dedos se cerraron en torno a los mechones de su cabello. —Jesucristo,
¿por qué no contestaste tu maldito móvil?
No levantó la cabeza cuando habló. —Dejé mi móvil en el coche,
creo.
—Mierda, Avery. —Me aparté, ahuecando sus mejillas—. He estado
reventando tu teléfono; también lo han hecho Jacob y Brittany.
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—Lo siento, no sabía…
—Has estado llorando. —La ira se alzó otra vez—. Has estado
jodidamente llorando.
—No, no lo he hecho.
—¿Te has mirado en el espejo? —Cuando negó con la cabeza, cerré
la puerta detrás de mí y luego tomé su pequeña mano—. Vamos.
Tragó con fuerza, pero me dejó arrastrarla. La llevé al baño y
encendí la luz. Contuvo un jadeo cuando captó una imagen de su reflejo.
—Oh, Dios… —Nuestras miradas se encontraron en el espejo, y luego dejó
caer la cabeza entre sus manos—. Perfecto, simplemente perfecto.
—No está tan mal, cariño. —El nudo en mi pecho dolió mientras
apartaba las manos de su cara con delicadeza—. Siéntate.
Avery se sentó en la taza del váter cerrada y bajo la mirada a sus
dedos. —¿Qué estás haciendo aquí?
Cogiendo una toalla, la metí bajo el grifo y luego me arrodillé frente
a ella. La incredulidad me impidió hablar en primer lugar. —¿Qué estoy
haciendo aquí? ¿Es una pregunta seria?
—Supongo que no. —No había levantado la mirada
—Mírame. Maldición, Avery, mírame.
Su barbilla se alzó de golpe, con los ojos entrecerrados hasta que
sólo mostraron dos finas rendijas de color marrón oscuro. —¿Feliz?
Mis muelas se agrietaron mientras apretaba la mandíbula. —¿Por
qué vendría aquí? Te fuiste de la fiesta sin decirle una palabra a nadie.
—Le dije a…
—Le dijiste a Brittany que ibas a tomar algo de aire fresco. Eso fue
hace tres horas, Avery. Ellos pensaron que estabas conmigo, pero cuando
me vieron más tarde sabían que no. Después de lo que pasó con ese
cabrón, los asustaste.
Su rostro se ensombreció. —No fue mi intención. Sólo dejé mi móvil en
el coche.
En silencio, pasé la toalla por debajo de sus mejillas, borrando el
estropeado maquillaje. —No necesitabas irte.
—Exageré. El tipo… realmente no había hecho nada malo. Sólo me
sorprendió y exageré. Arruiné la fiesta.
—Tú no arruinaste la fiesta. Y ese hijo de puta no debió haber estado
agarrándote. Joder. Te escuché decir “déjame ir” y sé malditamente bien
que él lo hizo también. Tal vez no debí haber reaccionado tan…
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enérgicamente como lo hice, pero joder. Te estaba agarrando y no me
gustó.
Sus hombros cayeron hacia delante. —No necesitabas venir aquí.
Deberías estar en la fiesta divirtiéndote.
Honestamente, no podía creer que pensara que yo debería estar en
la fiesta mientras ella se encontraba aquí llorando. Me miró, sus rasgos
apretados por la confusión. —Somos amigos, ¿no?
—Sí.
—Esto es lo que los amigos hacen. Están pendientes entre ellos.
Brittany y Jacob habrían venido, pero hice que se quedaran.
—Necesito conseguir mi móvil y llamar…
—Yo le enviaré un mensaje a Brittany. Tengo su número. —Me volví a
sentar, observándola—. El hecho de que no esperaras que alguien viniera
a chequearte es… ni siquiera sé lo que es.
Su boca se abrió, luego sacudió la cabeza y empezó a apartar la
mirada. Coloqué la palma en su mejilla, deteniéndola. Usando mi pulgar,
ahuyenté la última de las lágrimas que habían estado allí. Sus húmedas
pestañas se levantaron, y daría cualquier cosa por recuperar cada una de
las lágrimas que cayeron.
—¿Por qué llorabas? —pregunté—. Espera. ¿Ese hijo de puta te
lastimó? Porque yo voy a…
—¡No! En absoluto.
—Entonces, ¿por qué? —Contuve la respiración mientras ella volvía
la mejilla contra mi palma—. Habla conmigo.
—No lo sé. Supongo que sólo estaba siendo una chica.
Mis cejas se alzaron. —¿Estás segura de que eso es todo?
—Sí —susurró.
Había más, tenía que haberlo, pero ¿cómo podía uno hacer una
pregunta cómo esa? No lo sabía. —¿Estás bien?
Pastelito asintió.
Bajé mi mano, acariciando su labio con mi pulgar por accidente,
pero cuando lo hice, inhaló suavemente. Nuestros ojos se encontraron. La
misma sensación que tuve mientras estábamos en la fiesta, me golpeó en
el pecho. Quería besarla. Quería hacerla olvidar a Tony, y la fiesta, y todas
esas lágrimas. Pero la primera vez que la besara, no quería que probara sus
propias lágrimas.
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Cerrando el espacio entre nosotros, presioné mi frente contra la suya
y dejé salir un cansado suspiro. —Me vuelves jodidamente loco a veces.
—¿Lo siento?
Me aparté, buscando su rostro. —No huyas así de nuevo, ¿de
acuerdo? Estaba muy preocupado cuando no te podía encontrar y nadie
sabía dónde estabas.
Pastelito me miró fijamente y luego se deslizó hacia delante,
presionando un beso en mi mejilla, sorprendiéndome completamente. Mis
ojos se abrieron mientras me echaba hacia atrás, incapaz de apartar la
mirada de ella. Empecé a mandar a la mierda la parte de no besarla
ahora mismo, pero me contuve. —¿Avery?
—¿Cam?
Con toda seriedad, sostuve su mirada. —Sal en una cita conmigo.
Hubo un pequeño segundo de duda donde sus labios se separaron y
dos minúsculas manchas rosas florecieron en sus mejillas, pero luego habló
y al principio pensé que no había oído bien, pero lo hice.
—Sí —dijo.
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15 Traducido por Wen & yure8
Corregido por Gaz Walker
Cuando Brittany me acorraló fuera de la dirección de deportes el
miércoles siguiente, realmente no tenía idea de lo que quería.
—¿Podemos hablar? —preguntó, bajando su capucha rosa neón.
Mechones cortos de su cabello rubio enmarcaban su rostro.
—Seguro. —La guié hasta uno de los bancos vacíos—. ¿Avery está
bien?
Sus labios se ladearon hacia arriba mientras se inclinaba hacia
adelante. El tenue olor de humo persistía en su ropa. En su mano sacó un
encendedor. —Está tan bien como siempre.
Giré mi cabeza hacia ella, frunciendo el ceño. —¿Qué significa eso?
Sus ojos encontraron los míos. —Vamos, Cam. Con tanto que sales
con Avery… —Se apagó, sacudiendo la cabeza con los labios fruncidos—.
De todos modos, ¿me dijo que finalmente te había dicho que si? ¿Que
saldría contigo?
Mi ceño se desvaneció, pero realmente no tenía idea de hacia
dónde iba esta conversación. —Sí, lo hizo. Salimos el sábado en la noche.
—O al menos eso creía—. A menos que ella haya cambiado de opinión y
esté planeando librarse de mí.
Brittany sacudió la cabeza —No. No creo que vaya a librarse.
—¿Crees?
Se rió. —Bueno, realmente nunca se sabe con ella.
—Eso es cierto. —Me detuve girándome hacia ella—. Entonces, dudo
que quisieras confirmarme que ella había dicho que sí.
—No. —Tomó una respiración profunda mientras se echaba hacia
atrás, girando el encendedor azul entre sus dedos—. Voy a ser sincera
contigo, ¿de acuerdo?
—Está bien.
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Miró hacia arriba, sus ojos brillantes aterrizaron en los míos, y luché
contra una sonrisa por la seriedad en su expresión. —A Avery realmente le
gustas. Sé que probablemente no lo muestre, pero le gustas.
Me relajé. —Sé que le gusto.
Arqueó una ceja. —¿Pero a ti realmente te gusta ella? —Otra clase
había terminado y una avalancha de gente caminaba afuera,
bloqueando el viento—. Porque recuerdo cuando estuvimos en la
secundaria y seriamente podrías tener a cualquier chica aquí, pero deseas
a la que te rechazó.
—¿Y? —Doblé mis brazos—. ¿Qué tiene que ver eso?
—¿Será porque es un reto para ti? —preguntó, sin dejar de
mirarme—. Porque si vas a salir con ella porque no es fácil, te juro por Dios,
que voy a lastimarte.
Me eché a reír. —¿Lastimarme?
Sus ojos se estrecharon. —No estoy bromeando.
Luchando por detener la risa, asentí y puse una mirada seria en mi
cara. —Te creo.
—Bien —asintió—. Pero no respondiste a mi pregunta.
Mordí el interior de mi mejilla. —Me gusta, Brittany. No tiene nada que
ver con un reto o ninguna mierda como esa. Y obviamente no soy como
era en la escuela. —Tomé una respiración profunda, dejándola salir
lentamente—. Y sé que ella es… diferente.
Brittany asintió de nuevo sin decir nada más. Una parte de mí se
alegraba de que alguien más hubiese recogido un poco del
comportamiento de Avery, o no habría confiado en ella, pero había otra
parte que era incómoda. Le eché un vistazo. —¿Ella te dijo algo?
—¿Sobre ti?
—No. —Me reí—. ¿Te dijo…? —Todavía, no tenía idea de cómo
hacer esa pregunta. Afortunadamente, Brittany captó qué era lo que no
estaba dispuesto a decir.
—Fue por la forma en la que actuó en la fiesta, así que le pregunté el
otro día. —Brittany se levantó, deslizando el encendedor en el bolsillo de
sus vaqueros. Mi estómago se apretó mientras esperaba. Se apoderó de la
correa de su bolso—. Me dijo que no le había pasado nada.
El aire se detuvo en algún lugar de mi garganta. —¿Le creíste?
Dio un paso atrás y avanzó, bajando su voz. —Me miró sinceramente
a los ojos y dijo que no le había pasado nada. No sé qué creer. ¿Tú?
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—No lo sé, pero eres su amiga, ella te habría dicho. —Esperaba que
ese fuera el caso—. ¿Cierto?
—Supongo —respondió, sonriendo un poco—. Me tengo que ir antes
de que llegue tarde para historia. Yupi.
—Oye. —Me levanté.
Britanny se giró. —¿Qué?
—Eres una buena amiga.
Sonrió mientras extraía un cigarrillo de su bolso. —Lo sé.
***
Una cierta inquietud me tenía tenso. Me puse el suéter negro sobre
mi cabeza y luego fui en busca de mis zapatos. No podía recordar la
última vez que estuve nervioso, pero tenía sentido. ¿Cuántas semanas —
infiernos, meses— me tomó para que Pastelito dijera que sí? Tenía una
razón para estar nervioso.
Me deslicé fuera del apartamento antes de que Ollie pudiese hacer
acto de presencia. Mi corazón golpeaba rápidamente y mi cabeza estaba
demasiado llena para lidiar con cualquier comentario idiota que viniera de
él.
Cuando golpeé la puerta de Pastelito, se abrió casi inmediatamente
y los nervios se convirtieron en algo completamente diferente cuando puse
mis ojos en Avery.
La blusa verde oscuro que llevaba se mezclaba con la hermosura de
su cabello y su complexión. Parte de mí no podía creer y me di cuenta de
que iba a comenzar a alabarla con versos poéticos en mi cabeza. La
presencia constante de la pulsera seguía allí, en su lugar. Mi mirada viajó
por el vaquero ceñido a su piel metido en sus botas negras, deteniéndome
donde se enroscaban las suaves y rojas ondas de sus pechos.
Aclaré mi garganta. —Te ves… real, realmente grandiosa.
Bajó la barbilla mientras entraba en su apartamento. —Gracias. Tú
también.
Sonriendo, me recosté contra la parte posterior del sofá. —¿Estás
lista? ¿Tienes tu chaqueta?
Pastelito se giró, prácticamente lanzándose por el pasillo. Regresó
con un abrigo negro y se dirigió hacia la puerta. Recogí su cartera y se la
entregué.
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—Gracias. —Sus mejillas se sonrojaron y luego sin aliento añadió—:
Lista.
—Todavía no —la calmé, peinando mechones de su cabello hacia
sus hombros, y luego me dediqué a abrochar los botones de su
chaqueta—. Hace frío afuera.
Pastelito me miró mientras continuaba con su abrigo, deslizando los
botones en los agujeros. Mis nudillos rozaban donde su abrigo se alzaba
dulcemente y se estremeció en una forma que me hizo querer acercarla
más.
—Perfecto —murmuré, forzándome a bajar mis manos—. Ahora
estamos listos.
Abrí la puerta y al momento en que entramos en la sala, Ollie
irrumpió desde nuestro apartamento, con el móvil en una mano y
meneando a Raphael en la otra.
¡Qué de…!
—¡Sonríe! —Ollie tomó una foto—. Es como si mis dos hijos fueran al
baile de graduación.
Oh mi dios.
—Pondré esto en mi álbum de recuerdos. ¡Diviértanse! —Sonriendo,
Ollie entró de nuevo en el apartamento, cerrando la puerta tras de sí.
Pastelito me miró. —Umm…
Reí en voz alta. —Oh Dios, eso fue extraño.
—¿Suele hacer eso?
—No. —Puse mi mano en su espalda baja—. Vayámonos de aquí
antes de que intente colarse con nosotros.
Sonrió. —¿Con Raphael?
—Raphael sería bienvenido. Ollie, sin embargo, no lo sería. —Sonreí
mientras llegábamos a los escalones—. La última cosa que quiero es que
estés distraída en nuestra cita.
***
—¿Por qué yo? —espetó Avery, y luego cerró los ojos—. Está bien. No
respondas a eso.
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La pequeña vela en la mesa brilló en el espacio entre nosotros.
Hicimos nuestros pedidos al camarero, y Avery había rebotado
nerviosamente de un tema al siguiente mientras mordía el pan.
Lo que había provocado esa pregunta fue la verdad. Le había dicho
que no tenía que preocuparse por impresionarme. Y se quedó mirándome
como si fuera un adicto al crack y había hecho esa pregunta.
No podía creer que hubiese preguntado eso. Algunas veces las
mujeres me dejaban mudo.
El camarero llegó con nuestros pedidos, disuadiéndome por dos
minutos. —Voy a responder a esa pregunta.
Se encogió de hombros. —No tienes que hacerlo.
Recogí mi vaso, mirándola por encima del borde. —No, creo que sí.
—Sé que es una pregunta estúpida para hacer, pero eres hermoso,
Cam. Eres bueno y divertido. Eres inteligente. Te he estado rechazando por
dos meses. Podrías salir con cualquiera, pero estás aquí conmigo.
Una sonrisa tiró de mis labios. —Sí, lo estoy.
—Con la chica que nunca ha estado en una cita antes. —Me miró,
encontrando mi mirada—. Sólo, que no parece real.
—Está bien. Estoy aquí contigo porque quiero estarlo, porque me
gustas. Ah, déjame terminar. Ya te lo he dicho. Eres diferente, de una
buena forma, así que saca esa mirada de tu cara.
Estrechó sus ojos hacia mí.
—Y admitiré que algunas de las veces en las que te invité a salir sabía
que no ibas a decir que sí. Y quizás no siempre fui serio cuando lo hacía,
pero siempre fui serio sobre querer salir contigo. ¿Entiendes eso? Y me
gusta salir contigo. —Puse un trozo de filete en mi boca—. Y oye, creo que
soy un partido bastante malditamente bueno para tu primera cita.
—Oh Dios mío. —Se rió arrugando la piel alrededor de sus ojos—. No
puedo creer que acabes de decir que eres un buen partido.
Me encogí de hombros. —Lo soy. Ahora come tu pollo antes de que
me lo coma yo.
Y lo hizo.
Más importante, finalmente se relajó lo suficiente para disfrutar. ¿No
era ese el punto central de la cita? Me gustaba pensar que sí.
—Así que, ¿qué harás en Acción de Gracias? —pregunté—.
¿Volverás a Texas?
Hizo una mueca. —No.
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—¿No volverás a casa?
Pastelito terminó lo último de su pollo. —Me quedaré aquí. ¿Tú irás a
casa?
—Iré a casa, no estoy seguro exactamente cuándo. —No me
gustaba la idea de que se quede sola—. ¿En serio no irás a casa? Es más
de una semana… Nueve días. Tienes tiempo.
—Mis padres… están de viaje, así que me quedo aquí. —Su mirada
se movió lejos—. ¿Tus padres hacen la gran cena de Acción de Gracias?
—Seh —dije distraídamente.
Cuando llegó la cuenta y nos dirigimos al frío aire nocturno, dejé
caer un brazo sobre su hombro, acercándola mientras caminábamos
atravesando el oscuro estacionamiento. No se resistió, en su lugar se
presionó más cerca.
—¿Tuviste una buena cena? —pregunté una vez dentro de la
camioneta, sacudiendo mis manos juntas y frotándolas.
—Sí. Y gracias por la comida. Quiero decir, la cena. Gracias. —Cerró
los ojos y a pesar de que estaba demasiado oscuro para verla, sabía que
se había sonrojado—. Gracias
—De nada. —Sonreí—. Gracias a ti por aceptar finalmente salir
conmigo.
Me envió una tímida sonrisa, y un reconfortante silencio cayó entre
nosotros, lo que fue bueno.
Mis pensamientos regresaron al hecho de que ella no iba a hacer
nada para Acción de Gracias. Parecía mal y solitario y un centenar de
otras cosas sobre pasar las fiestas sola. Una idea se formó en mi cabeza, la
cual dudaba de que Avery fuera a aceptar, pero tenía que tratar.
Cuando regresamos a la Heights University, nos detuvimos frente a su
puerta y el momento más incómodo en cualquier cita acababa de llegar.
Una parte de mí no podía esperar a ver cómo ella manejaría esto.
Pastelito se giró hacia mí, con la mirada fija en mi pecho mientras
jugueteaba con la correa de su cartera.
—Así que... —Prolongué la palabra, rezando silenciosamente para
que no dijera adiós.
—¿Te gustaría entrar? —preguntó, e hice un golpe de puño interno—
. ¿Por algo de beber? Tengo café o chocolate caliente. No tengo cerveza
ni nada más…
—Chocolate caliente está bien. —Agua del grifo sería suficiente—.
Sólo si tiene el tipo con los pequeños malvaviscos.
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La amplia sonrisa de pastelito hizo algo gracioso en mi pecho. —Los
tengo.
—Entonces enséñame el camino, cariño.
Mientras se dirigía a la cocina, fui a la sala de estar. Ella se unió a mí
en el sofá con dos tazas de chocolate caliente. Se había quitado las botas
y metió los pies debajo de ella. Decidí que no había nadie más lindo que
ella. Nunca.
—Gracias. —Tomé una, viendo la nube de vapor de la parte
superior—. Tengo una pregunta para ti.
—Está bien.
Pequeños malvaviscos empujaron mis labios mientras tomaba un
sorbo. —Así que basada en la experiencia de tu primera cita, ¿te gustaría
salir en una segunda?
Sonrió levemente. —¿Como una segunda en general?
—En general.
—Bueno, esta fue una muy buena primera cita. Si las segundas citas
fueran como esta, entonces supongo que sí.
—Hmm. —La miré detenidamente—. ¿Con cualquiera o…?
Bajó sus pestañas. —No con cualquiera.
—Entonces, ¿tendría que ser con alguien en particular? —pregunté.
—Creo que tendría que serlo.
—Interesante. —Cuando levantó la mirada hacia mí, sus ojos eran
suaves e infinitos—. ¿Tendrá este alguien en particular que esperar otros
dos meses si te pide salir?
Su sonrisa se formó alrededor del borde de su taza. —Depende.
—¿De?
—Mi estado de ánimo.
Me reí. —Prepárate.
—Está bien.
—Voy a invitarte a salir de nuevo, no a cenar, me gusta cambiar
cosas. Es al cine.
Dio unos golpecitos con un dedo en la mejilla. —¿Películas?
—Pero sólo si es en un autocinema, es lo último.
—¿Afuera? —La emoción brillaba en sus ojos.
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—Sí. No te preocupes. Te mantendría en calor.
Negó con la cabeza, sonriendo. —Está bien.
—¿Está bien lo del cine?
Mordiendo el labio inferior entre sus dientes, asintió.
Espera. ¿Qué? ¿Sería así de fácil? —En serio, ¿no me va a tomar otros
dos meses?
Negó con la cabeza.
Me reí entre dientes, sabiendo la parte difícil que me esperaba. —
Está bien. ¿Qué tal el miércoles?
—¿El próximo miércoles? —preguntó.
—Nop.
Se acomodó en el sofá. —¿El siguiente miércoles?
—Sí.
Sus ojos marrones se apretaron mientras fruncía el ceño. —Espera.
Ese es el miércoles antes de Acción de Gracias.
—Así es.
—Cam, ¿no vas a ir a casa?
—Sí.
—¿Cuándo? —preguntó—. ¿Después de las películas, en el medio
de la noche o en la mañana de Acción de Gracias?
—Mira, el autocinema está justo a las afueras de mi ciudad natal. A
unos dieciséis kilómetros.
Avery me miró fijamente, con los ojos muy abiertos. —No lo entiendo.
Bebiendo el resto del chocolate caliente, me puse a un lado y luego
me deslicé otra vez hasta que fue muy poco el espacio que nos separaba.
—Si vas a ir a esta cita conmigo, vas a tener que ir a casa conmigo.
—¿Qué? —Rompió mi tímpano mientras se sentaba con la espalda
recta—. ¿Ir a casa contigo?
Para contener la risa apreté mis labios y asentí.
—¿Hablas en serio?
—Serio, como mi tímpano perforado —le dije—. Ven a casa
conmigo. Vamos a tener diversión.
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—¿Ir a casa contigo? ¿A la casa de tus padres? Básicamente, ¿para
Acción de Gracias? —Asentí y me dio una palmadita en el brazo—. No
seas estúpido, Cam.
—No estoy siendo estúpido. Lo digo en serio. A mis padres no les
importará. —Pensé en lo que me había dicho mi padre—. En realidad,
probablemente estarían felices de ver a alguien que no sea yo. Y a mi
mamá le gusta cocinar demasiada comida. Entre más bocas, mejor.
Siguió mirándome, con la boca abierta.
No pintaba bien. —Podemos salir cuando quieras, pero, obviamente,
antes de la tarde del miércoles. ¿Terminaste el resto de tu chocolate
caliente? —Tomé la taza cuando negó con la cabeza—. Y podemos volver
cuando quieras.
Avery me vio terminarlo. —No puedo ir contigo.
—¿Por qué no?
—Debido a cientos de razones obvias, Cam. Tus padres van a
pensar…
—No van a pensar nada. —Eso era probablemente una mentira,
pero ella no necesitaba saber eso. Suspiré—. Está bien. Míralo de esta
manera. Es mejor que si te sientas en casa, sola, toda la semana. ¿Qué vas
a hacer? ¿Sentarte y leer? Y extrañarme, porque vas a extrañarme. Y
entonces voy a tener que pasar casi todo el tiempo enviándote mensajes
de texto y sentirme mal porque te sientas en casa, sola, y ni siquiera puedes
comer en McDonald’s porque están cerrados en Acción de Gracias.
—No quiero que te sientas mal por mí. No es un gran problema. No
tengo ningún problema en quedarme aquí.
—No quiero que te sientes aquí sola y estás haciendo de esto un
gran problema. Soy un amigo que le pide a una amiga que pase el rato
conmigo durante las vacaciones de Acción de Gracias.
—¡Eres un amigo que acaba de pedirle a una amiga una cita! —
protestó.
Dejé la taza junto a la mía. —Ah, ese es un buen punto.
Recogiendo una almohada, se la acercó a su pecho como un
escudo. —No puedo hacer eso. ¿Visitar a familiares durante las fiestas? Eso
es demasiado…
—¿Rápido?
—Sí. —Asintió frenéticamente—. Demasiado rápido.
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—Bueno, entonces supongo que es una buena cosa que no estemos
viéndonos el uno al otro, porque entonces sí, sería demasiado rápido en
ese caso.
Su cabeza se inclinó hacia un lado. —¿Qué, qué?
Saqué la almohada lejos de ella y la arrojé detrás de mí. —Tú y yo
somos dos amigos que salieron en una cita. Tal vez dos si vienes conmigo.
No estamos saliendo. Sólo somos amigos que tuvieron una cita. Así que
vamos y volvemos a mi casa como amigos.
—No tiene sentido.
—Tiene mucho sentido. Ni siquiera nos hemos besado, Avery. Sólo
somos amigos.
Su mandíbula golpeó el sofá.
—Ven conmigo a casa, Avery. Te prometo que no va a ser
incómodo. Mis padres estarían felices de tenerte. Ven a pasar un buen
rato, y será mejor de lo que iba a terminar aquí. Y nada, absolutamente
nada, esperaré de ti. ¿De acuerdo?
La palabra “no” se formaba fácilmente en sus labios, pero desvió la
mirada mientras se volvía, mirando las tazas vacías en la mesa de café.
Pasó un buen rato y luego se giró hacia mí, sus pestañas elevándose.
Tragó saliva. —¿Tus padres realmente estarán de acuerdo con esto?
No me estaba diciendo que no ahora. Eso era bueno. —He traído
amigos a casa antes.
—¿Chicas? —Cuando negué con la cabeza, juntó sus manos—. ¿Y
tus padres realmente van a pensar que sólo somos amigos?
—¿Por qué podría tener una razón para decirles que no somos novios
si lo fuéramos? Si digo que somos amigos, eso es lo que van a pensar. —Me
encontré con su mirada y contuve la respiración.
—Está bien. Voy a ir a casa contigo —dijo rápidamente—. Esta es
una idea loca.
Por un momento no pude procesar nada más allá del hecho de que
había dicho que sí.
—Es una idea perfecta. —Ya que estaba en un estado de ánimo
maravillosamente agradable...—. Vamos a abrazarnos.
Frunció su ceño. —¿Qué?
—Abrazarnos. Una vez que nos abracemos, no puedes volver atrás.
Avery rodó sus ojos. —Oh, Dios mío, ¿hablas en serio?
—Muy serio.
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Gruñó mientras se levantaba sobre sus rodillas y extendía sus brazos.
—Muy bien, vamos a abrazarnos para sellar nuestro acuerdo antes de que
cambie…
Mis brazos rodearon su cintura y la atraje más cerca. Su pierna se
enredó entre las mías mientras la abrazaba. En cuestión de segundos, su
olor me rodeó. —El trato está sellado, cariño. Acción de Gracias es en
Hamilton.
Murmuró algo casi incoherente cuando levantó la cabeza. Nuestras
bocas se alinearon y la comprensión brilló en su rostro. —Tú...
Sonreí, y sus labios se separaron. —Movimiento suave, ¿no? Te hice
venir hasta aquí. Te tomo la palabra.
—Eres tan malo. —Sus ojos brillaban, y la anticipación aumentó en un
apuro.
—Soy malo en todas las maneras correctas. Tengo que admitir algo.
—Bajando mi cabeza, rocé mis labios sobre su suave mejilla, cerrando
brevemente mis ojos en la dulce sensación que irradiaba de mis labios—.
He mentido antes.
—¿Sobre qué?
Con mucho cuidado, para no enviar sus gritos a las montañas, poco
a poco deslicé mis manos a su espalda baja. —¿Cuando dije que te veías
bien? No estaba siendo completamente honesto.
—¿Crees que no me veo bien?
—No. —Arrastré una mano por su espalda, deteniéndome justo
debajo de su pelo mientras presionaba mi sien contra la suya—. Te ves
hermosa esta noche.
Su suave inhalación me calentó. —Gracias.
Besarla era probablemente empujar mi suerte, pero se encontraba
tan cerca, y ella no se alejaba. Había estado esperando una eternidad
para probar sus labios. Mi corazón estalló, la sangre corriendo caliente a
través de mis venas.
Avery se tensó cuando mis labios se deslizaron sobre el hueco de su
mejilla y luego sus manos se posaron en mis bíceps. Al acercarme a sus
labios, casi podía saborear el toque de chocolate que sabía que iba a
permanecer en ellos. —¿Avery?
—¿Qué?
Mi pulso latía con fuerza en varias partes de mi cuerpo. —Nunca has
sido besada antes, ¿verdad?
—No —susurró.
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—Sólo para que quede claro. Esto no es un beso.
Antes de que pudiera hablar, arrastré mis labios sobre los de ella. Era
apenas un beso, más como un breve conocer y saludar, pero el shock que
viajó a través de mi sistema sacó el aire de mis pulmones.
—Me besaste. —Los dedos de Avery apretaron mis brazos.
—Eso no fue un beso. —Se estremeció cuando mis labios rozaron los
suyos—. ¿Recuerdas? Si nos besamos, entonces eso significa que si vas a mi
casa podría significar algo más serio.
—Oh —suspiró—. Está bien.
—Esto tampoco es un beso.
Le di un beso de verdad esta vez, siguiendo el patrón de sus labios,
aprendiendo la sensación de ellos. Eran tan suaves como creía que lo
serían, absolutamente perfectos contra los míos. Cuando se inclinó hacia
mí, haciendo un pequeño sonido entrecortado, la lujuria impulsada por
algo mucho más profundo chocó contra mí.
Este era su primer beso, yo era su primer beso. Nadie podía quitarnos
eso. Y no importaba lo que pasara dentro de una semana o un mes,
siempre tendríamos esto. Un orgullo masculino primitivo me envolvió.
Cerca, la necesitaba cerca, sentir su cuerpo bajo el mío. La deslicé
sobre su espalda, manteniendo sólo mi boca sobre la de ella, y sus labios se
movieron contra los míos. Me regresaba el beso, unos pequeños besos
torpes, y sin embargo totalmente sexy en su ingenuidad.
Un sonido vino desde lo más profundo de mí y mi cuerpo pidió que
me hundiera en ella, pero me mantuve a mí mismo encima, persuadiendo
sus labios a abrirse. Se estremeció debajo de mí, y me sacudió con una
necesidad que nunca había sentido antes. Su boca se abrió y me deslicé
dentro, golpeando mi lengua sobre la suya, profundizando el beso. Su
espalda se arqueó y cuando sus senos rozaron mi pecho tuve que echar el
freno.
Levantar mi cabeza era la cosa más difícil que había hecho. Parecía
ir contra la naturaleza, aún más difícil cuando un gemido se le escapó
mientras mordisqueaba su labio inferior.
Ella respiraba pesadamente, como yo, con los ojos desenfocados. —
¿Todavía no es un beso?
Sentándome de vuelta, tiré de ella hacia arriba. Mi mirada recorrió su
rostro, buscando cualquier señal de que no hubiera disfrutado del beso. Lo
que encontré fue todo lo contrario. Tenía las mejillas encendidas, los ojos
febriles, y su pecho subía y bajaba rápidamente.
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Pasé la mano entre nosotros, pasando mi pulgar sobre su labio
inferior mientras me inclinaba en él. —No, eso no fue un beso. —Rocé mis
labios sobre los suyos, tragando su dulce suspiro—. Eso fue un buenas
noches.
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16 Traducido por Cat
Corregido por Juli
—¿Una chica?
Miré fijamente al techo de mi dormitorio. —Sí, mamá, una chica.
Hubo una pausa en el otro extremo de la línea. —¿Una mujer?
—Sí.
—¿Una mujer viva y real? —preguntó.
—¿Eso sería lo opuesto a una mujer falsa y muerta?
Mamá se calló. —¿De verdad vas a traer una chica a casa?
Fruncí el ceño. —¿Por qué estás tan sorprendida?
—Nunca traes una chica a casa, Cameron. Tú… espera. ¡Cariño! —
Un murmullo la interrumpió y luego—: ¡Cariño, Cameron va a traer a una
muchacha real y viva a casa para Acción de Gracias! ¿Puedes creerlo?
No. No puedo… ¿Qué...?
—Oh mi Dios —gemí, cerrando fuerte los ojos. Tal vez esto no era una
buena idea.
Su voz se escuchó más cerca al micrófono. —¿Tu padre quiere saber
si su nombre es Avery?
Aplasté la mano sobre mis ojos. —Sí, así es, pero sólo es una amiga.
En serio, mamá. Es sólo una amiga, no actúes como un bicho raro cuando
la conozcas ni comiences a planificar nuestra boda.
—Eso es un insulto. —Resopló—. No comenzaría a planificar tu boda
a no ser que la trajeras a casa para Navidad.
Me reí. —Lo mantendré en mente.
Después de una absurda cantidad de tiempo convenciendo a
mamá y luego a papá que Avery de verdad era sólo una amiga y
forzándome a no cometer el parricidio, colgué el teléfono y lo lancé en la
almohada a mi lado.
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Una risa lenta comenzó a cruzar mis labios cuando imaginé a
Pastelito en casa con mis padres.
Risitas chillonas irradiaban desde la sala de estar, mezclándose con
la risa áspera y baja de Ollie. Ni siquiera tuve que adivinar lo qué pasaba
ahí.
Gimiendo, di un tirón a la almohada bajo mi cabeza y la aplasté
sobre mi cara, tratando de ahogar el sonido. Ya era bastante malo que
constantemente estuviera duro. No necesitaba una peli porno amateur en
la sala de estar para masturbarme.
Fui su primer beso.
El orgullo incrementó en mi pecho y otras partes de mi cuerpo
tuvieron la misma reacción, lo cual no ayudaba mucho. Después de
nuestra cita, había pasado la mayor parte de la noche con mi mano firme
alrededor de mi polla. Y prácticamente igual cada noche a partir de
entonces. Estar cerca de ella no lo hizo más fácil, pero no podía estar lejos.
No besarla otra vez me volvía loco.
Una vez que el ruido se calmó un poco en la sala de estar, asomé la
cabeza de debajo de la almohada. Realmente esperaba que
independientemente de lo que Ollie estuviera haciendo con quién sea,
no estuvieran sobre el sillón.
Tenía que sentarme sobre aquella cosa.
Rodando sobre mi lado, agarré mi teléfono. Me dije a mí mismo que
no debería hacerlo, porque la vería mañana cuando fuéramos a mi casa,
pero era un perdedor, así que no pude evitarlo y le mandé un mensaje de
texto.
Hola.
La respuesta fue casi inmediata. Hola tú.
Mis labios se curvaron. ¿Qué stas haciendo?
Leyendo tu mensaje. Hubo una pausa y otro texto llegó. También
estoy adelantando en historia.
Me reí. Nerd.
Idiota.
Descansando sobre mi espalda, le envié otro texto. Admítelo.
¿Qué cosa?
Q stas ansiosa x mañana.
Aproximadamente un minuto pasó, y me senté, frunciendo el ceño.
Finalmente una respuesta llegó. Sí, lo estoy.
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¿Q te tomó tanto tiempo? Envié. Vergüenza.
LOL. Lo siento. Me imaginé que te haría sudar.
Sacudiendo la cabeza, balanceé mis piernas fuera de la cama y fui
a la puerta de la habitación, echando un vistazo. La sala se hallaba
oscura, pero no vacía. Dos formas estaban enredadas en una improvisada
cama compuesta por almohadas y mantas. Haciendo una mueca, me
deslicé alrededor de ellos.
Le envié otro mensaje. Toc. Toc.
Escalofríos atravesaron mi pecho desnudo cuando me escapé hacia
el vestíbulo. Mi teléfono sonó y miré abajo. Suspiro. ¿Quién está allí?
Sonriendo abiertamente como un idiota, me apresuré hacia su
puerta, golpeando con mis nudillos. Aproximadamente diez segundos más
tarde, la puerta se abrió de golpe. Avery se encontraba de pie, con el
iPhone en su mano derecha. Tenía la boca abierta, entonces la cerró y
frunció los labios.
Me incliné en su entrada, riendo descaradamente cuando su
mirada fija fue a la deriva sobre mis abdominales y luego mi pecho,
deteniéndose en el tatuaje de sol.
—¡Hola, chica, hola...!
Irrumpió en risas y dio un paso atrás. —Eres... oh Dios mío.
—Soy una bestia sexy, lo sé. De todas formas hay algo que quiero
que admitas.
Poniéndose su chaleco, se quedó mirándome presionando los pies
juntos. —¿Tienes frío?
—Estoy demasiado caliente para tener frío.
Puso los ojos en blanco. —¿Qué es lo que quieres que admita?
Le mostré una rápida sonrisa y me acerqué, moviéndome
velozmente. Su pecho subió considerablemente y sus labios se separaron,
como si anticipara un beso. Al acercarme, la vi agitar las pestañas y el
hambre surgió dentro de mí.
Pero no besé sus labios. Demonios, lo quería más que nada en ese
momento, pero sabía que tenía que tomar las cosas con calma con mi
pequeño Pastelito.
Entonces, la besé en la nariz.
Avery se sacudió hacia atrás, sus ojos se abrieron y una amplia
sonrisa atravesó su rostro. Una risa se le escapó y supe que haría una
tonelada de cosas terribles para oír ese sonido de nuevo.
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—Admítelo —dije, con mi voz ronca—. Disfrutaste esto.
Con los ojos moviéndose y las mejillas sonrojadas, inclinó la cabeza
hacia un lado. —Sí.
Sólo después de que volví a mi cama, me di cuenta que la pulsera
que siempre lleva alrededor de su muñeca izquierda no estaba.
***
La chica que se reía tontamente anoche, hoy no se encontraba por
ningún lado. En la última hora de nuestro viaje, había estado
mordisqueando su uña por tanto tiempo que me pregunté si iría más lejos.
—¿Estás seguro de que tus padres están bien con esto? —preguntó
por centésima vez, y asentí por centésima vez—. Y los has llamado y
preguntado, ¿no?
La miré de reojo y no pude evitar tomarle el pelo. —No.
—¡Cam! —gritó.
Me reí. —Estoy bromeando. Relájate, Avery. Les dije el día después
que me dijiste que irías. Saben que vienes y están emocionados por
conocerte.
Me miró airadamente y comenzó a mordisquear su uña del pulgar
otra vez. —Eso no fue gracioso.
—Sí, lo fue.
—Idiota —masculló.
—Nerd.
Un lado de sus labios se curvó hacia arriba. —Perra.
—Oh —silbé—, esas son palabras para pelear. Sigue y daré vuelta a
este camión.
—Suena como una buena idea.
—Estarás desolada y en lágrimas. —La alcancé, separándole la
mano de su boca—. Deja de hacer eso.
—Lo siento. Es un mal hábito.
—Lo es.
Entrelacé mis dedos con los suyos y junté nuestras manos en mi
muslo, sosteniéndola allí.
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Para distraerla, comencé a hablar del recital que mi hermana tenía
esta noche. Teresa no estaría en casa hasta mañana por la mañana. El
cambio de tema pareció funcionar.
En verdad, cuando pasamos por las calles estrechas de mi ciudad
natal, me puse nervioso.
No había traído una muchacha a casa desde el instituto, y
francamente, aquellas veces realmente no contaban. No de este modo.
Eché un vistazo a Avery cuando paramos en la luz roja. Ella miraba la
bandera de la Universidad de Virginia Occidental que ondeaba en el
viento, su mano todavía muy bien encajada en la mía.
—¿Estás sobreviviendo? —pregunté, apretando su mano.
—Sip —respondió, dando un apretón a mi mano.
Mi garganta estaba seca cuando llegué al camino privado que
conduce hasta la casa. Por la esquina de mis ojos, miré su reacción.
Sus ojos se ensancharon cuando su mano se deslizó y se inclinó
adelante. Mamá ya había puesto algunas decoraciones navideñas.
Coronas grandes verdes colgaban en la puerta del frente y en las
ventanas del segundo y tercer piso.
Estacioné al lado del garaje y enfrenté a Pastelito riendo
ligeramente. —¿Estás lista?
Un breve destello de pánico que travesó su rostro, hizo que temiera
que saliera corriendo hacia los bosques, pero entonces asintió y salió.
Cuando se volvió para agarrar su bolso, lo tomé.
—Yo puedo cargarlo —dijo.
Eché un vistazo abajo, al bolso que había lanzado sobre mi hombro.
—Yo lo llevo. Además creo que el estampado con flores rosas y azules se
ve increíble en mí.
Se rió nerviosamente. —Es muy halagador en ti.
—Me lo imaginaba.
Esperé que Pastelito caminara adelante de mí y entonces la seguí.
Nos dirigimos bajo el patio cubierto, pasando los muebles de mimbre que
papá todavía no había guardado en su sitio. Miré a Avery, y me estremecí.
—Te ves como si estuvieras a punto de tener un ataque al corazón.
—¿Así de mal?
—Cerca. —Me incliné y metí una hebra de su pelo detrás de su oreja
para mirarla fijamente—. No tienes razón para estar nerviosa, ¿está bien?
Lo prometo.
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Su mirada fija parpadeó de mis ojos a mi boca. —Está bien.
El impulso de capturar su boca y probar esa dulzura particularmente
suya era difícil de resistir, pero lo hice. Girando, abrí la puerta y fui recibido
por el olor a manzanas. Mi estómago se quejó. Mejor que sea la tarta lo
que estaba oliendo.
Conduje a una Avery con los ojos muy abiertos entre las mesas de
billar y la mesa de hockey, hacia la escalera. Miraba por todas partes, sin
perderse nada. Esperaba que le gustara lo que vio, lo cual era extraño,
porque nada de esto era mío.
—Este es el hombre de las cavernas —dije, dirigiéndola a la
escalera—. Papá pasa mucho tiempo aquí abajo. Ahí está la mesa de
póker donde patea mi trasero.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. —Me gusta aquí abajo.
—A mí también. —Vacilé al dar un paso—. Mamá y papá están
arriba probablemente…
Asintió, siguiéndome silenciosamente por la escalera y la sala de
estar. Las revistas se hallaban dispersas a través de la mesa de café. Lo que
significaba que Teresa había estado con sus amigos en algún momento.
—Sala de estar —dije, pasando por un arco—. Y esta es la segunda
sala de estar o alguna habitación en la que nadie se sienta. ¿Quizás es una
sala de estar? ¿Quién sabe? Y este es el comedor formal que nunca
usamos pero tenemos…
—¡Sí usamos el comedor! —gritó mamá—. Quizás una o dos veces al
año, cuando tenemos compañía.
—Y sacamos los “buenos platos” —dije, echando un vistazo a Avery.
Se detuvo al final de la mesita de sala, con el rostro pálido. Me di vuelta,
queriendo hacer esto más fácil para ella, pero no estaba seguro de cómo
hacerlo, y luego mamá entró a la habitación alisándose una hebra de su
cabello en su cola de caballo.
Mamá vino directo a mí, abrazándome antes de que pudiera
moverme. —Ni siquiera sé dónde están los “buenos platos”, Cameron.
Me reí. —Donde sea que estén, probablemente se están
escondiendo de los platos de papel. —Mamá se rió y se retiró, sosteniendo
mis hombros—. Es bueno tenerte en casa. Es bueno tenerte en casa. Tu
padre está empezando a ponerme de los nervios con su charla de ir a
cazar. —Su mirada se dirigió a Avery y su sonrisa se ensanchó—. ¿Y esta
debe ser Avery?
—Oh, Dios, no —dije—. Esta es Candy, mamá.
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Un sonrojo se extendió por sus mejillas cuando se distanció, dejando
caer sus brazos. —Uh, yo...
—Soy Avery —dijo Pastelito, disparándome una mirada fulminante
que me hizo querer besarla—. Lo tenías bien.
Mamá giró y me pegó en el brazo. Mi piel picó. —¡Cameron! Oh Dios
mío, pensé… —Me pegó otra vez, y me reí—. Eres terrible. —Sacudiendo la
cabeza, se volvió a Avery—. Debes ser una joven muy paciente para haber
sobrevivido un viaje con este idiota.
Pastelito parpadeó y luego estalló de risa. Desde luego, se rió de
esto. —No fue tan malo.
—Oh —mamá me miró sobre su hombro—, y está bien educada. Está
bien. Sé que mi hijo es un… chico problemático. Por cierto, puedes
llamarme Dani. Todo el mundo lo hace.
Abrazó a Pastelito antes de que la pobre chica pudiera verlo venir, y
no sé por qué, pero verlas juntas le hizo algo extraño a mi pecho. Mi
corazón comenzó a palpitar cuando Avery pareció ponerse rígida,
envolviendo los brazos alrededor de mi mamá.
—Gracias por dejarme venir —dijo Pastelito.
—No hay problema. Amamos tener compañía. Vamos, vayamos a
conocer al hombre que dice ser mi otra mitad. Y querido Dios, te pido
disculpas de antemano si él empieza a hablarte acerca de la cantidad de
ciervos de ocho puntos que planea cazar este fin de semana.
Miré como mamá tomaba las riendas, dirigiendo a Pastelito por la
casa, y mi corazón todavía golpeaba como un martillo a un clavo
obstinado. Pastelito miró por su hombro, su mirada fija se encontró con la
mía, y sonrió cuando nuestros ojos se encontraron. Le guiñé y...
Y su risa se ensanchó.
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17 Traducido por Jeyly Carstair
Corregido por Karool Shaw
Ver a Avery con mi hermana era doloroso al principio. Pastelito era
casi insoportablemente tímida y mi hermana, Dios la ama, tenía que
llevarla a través de casi todas las conversaciones, tirando de ella poco a
poco. Pero con el tiempo se relajó, hablando con Teresa sobre danza, e
incluso se ofreció a ayudar a mi hermana a arreglarlos puestos para la
cena.
En el momento en que mi papá y yo estuvimos solos, se giró hacia mí
en el sillón, sonriendo un poco. —Es una muy buena chica, Cameron.
—Lo sé.
—Quiero decir, realmente es una buena chica.
Lo miré, arqueando las cejas. —Lo sé.
Papa me observó con atención, esa extraña sonrisa seguía jugando
en sus labios. —¿Alguna vez ha ido a una cita contigo?
Mis labios temblaron. —¿Qué piensas tú?
—Creo conocer la respuesta —Papá echó la cabeza hacia atrás—.
¿Están saliendo?
—No. Lo que dije a ti y a mamá es verdad. No es mi novia. —Hice
una pausa, pensando en la conversación que escuché esta mañana entre
mamá y Avery. La traería a casa para navidad y sería mi novia para
entonces—. Todavía.
Papá parecía que se encontraba a punto de reír, pero no lo hizo. Al
abrir los ojos, giró su cabeza y parecía muerto. —¿Le has contado sobre lo
que ocurrió?
Los músculos de mi estómago se apretaron. Sabía sobre lo que
hablaba, pero no respondí.
Papá suspiró. —Muchacho, sabes cómo me siento acerca de lo que
pasó. ¿Era necesariamente lo que había que hacer? No. Pero si no lo
hubieras hecho, yo lo habría hecho. Pero necesitas decirle si vas en serio
con ella. Los secretos son… bueno, a veces son necesarios y en otras
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matan las cosas antes de que tengan la oportunidad de crecer.
¿Comprendes lo que te digo?
Me hallé asintiendo, pero mi mirada se desvió hacia donde Avery y
mi hermana habían desaparecido, sintiendo nudos de malestar girar en mi
estómago. Sabía que no era el único con secretos.
Estaba a diez segundos de arrebatarle el celular a mi hermana y
lanzarlo a través de la habitación durante la cena de Acción de Gracias.
Me deshice de otro montón de patatas en mi plato. —¿A quién estás
escribiendo mensajes?
Teresa sonrió. —Eso no es de tu incumbencia.
Arqueé una ceja. —Soy tu hermano, es asunto mío. —Hice una
pausa, mirando a través de la mesa—. Mama, deberías decirle a tu hija
que es de mala educación escribir mensajes en la mesa.
Mamá me lanzó una mirada seca. —No le hace daño a nadie.
Bien. Eso no era de ayuda. Empujé a Pastelito con mi rodilla, y no por
primera vez. —Está hiriendo mi alma —murmuré a ella.
Avery rodó los ojos mientras golpeaba mi pierna de regreso.
—Eso es triste. —Teresa dejó caer su teléfono en su regazo—. Así que
Avery, ¿cómo acabaste en West Virginia?
Giró la cuchara a través de la masa de patatas. —Quería ir a algún
lugar diferente. Mi familia es originaria de Ohio, así que West Virginia
parecía un buen lugar para ir.
—Tengo que ser honesta, yo habría elegido Nueva York o Florida o
Virginia O Maryland o… —Miró hacia abajo cuando su teléfono sonó y lo
cogió.
Mis ojos se estrecharon mientras golpeaba la rodilla de Avery.
Curioso por quien mi hermana podría estar charlando, actué como si fuera
a coger pavo, pero fui por el teléfono en su lugar.
—¡Oye! —gritó Teresa—. ¡Devuélvemelo!
Evitando sus acaparadoras manos, me incliné hacia Avery mientras
mi mirada se desviaba a la pantalla. ¿Murphy? ¿Qué carajo? —¿Quién es
Murphy?
—¡No es asunto tuyo! Dios —dijo Teresa, intentando agarrar el
teléfono—. Devuélveme mi teléfono.
—Te lo devolveré cuando me digas quien es Murphy. ¿Un novio?
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Las mejillas rojas eran suficiente respuesta. Por supuesto, no esperaba
que mi hermana se quedara sola para siempre, pero no había tenido nada
serio desde ese imbécil.
Ella golpeó su espalda en su asiento, cruzando los brazos. —Mamá.
—Cam, devuélvele su teléfono —ordenó, y cuando no cedí, su
sonrisa se tensó en una forma que era rara en ella—. Hemos conocido a
Murphy. Es un buen chico, de verdad.
Estaba bastante seguro de que era lo que todo el mundo había
dicho sobre el imbécil.
—Es realmente agradable y me gusta —dijo Teresa en voz baja.
Resoplé. —Eso no es una prueba…
—Él no es Jeremy —interrumpió papá—. Devuélvele su teléfono.
Avery había estado mirando a su plato y cuando su mano se posó
en mi muslo, de repente no pensé en Jeremy, el imbécil ni en el teléfono
de Teresa.
Su mano estaba en mi muslo, tan cerca de donde quería que
estuviera, y en ese momento, llámame lo que quieras, no me importaba
una mierda que fuera la cena de Acción de Gracias. Si sólo deslizaba su
mano un…
Avery me arrebató el celular de mis manos.
Hijo de puta. —Oye, eso no ha sido justo.
Me sonrió mientras se estiraba a mí alrededor, entregándole el
teléfono a Teresa. —Lo siento.
—Gracias —dijo, sonriendo a Pastelito como si fuera el mesías de los
teléfonos celulares.
Le lancé una mirada prometedora antes de girarme hacia Teresa. —
Quiero conocer a ese Murphy.
Mi hermana suspiró pero cedió. —Está bien. Dime cuando.
No tenía ni idea de lo que Pastelito pensaba de ello y no fue hasta
después de que retomamos la conversación, que supe que esta situación
tenía que haber sido extraña para ella. Pensé en lo que dijo papá sobre los
secretos y hoy había tenido muchos momentos para tocar el tema, sin
embargo ninguno de ellos había parecido el adecuado.
¿Cómo le explicas a una chica que le tomó meses salir en una cita
que golpeaste a un adolescente hasta dejarlo en coma? Eso no era algo
que se traía en la cena.
Pero papá tenía razón. Tenía que decírselo.
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2
Debía hacerlo.
***
Cuando salí de mi habitación esa noche para ir a la de Avery, tenía
toda la intención de hablar con ella. Me sentía como lo hacía cuando solía
jugar futbol, justo antes del comienzo de un juego y mi estómago se
encontraba en algún lugar entre mis rodillas y mi culo.
Cerré la puerta de mi habitación detrás de mí tan silenciosamente
como un maldito ratón en el día de Nochebuena, salté un buen metro
cuando oí mi nombre.
—Cam —susurró Teresa, asomando la cabeza por su puerta varios
metros al final del pasillo—, ¿tienes un segundo?
—Seguro. —Eché un vistazo a la puerta de Pastelito y entonces me
obligué a alejarme de ella—. ¿Qué pasa?
—Únicamente quiero decirte que Murphy no es realmente mi novio.
—Teresa cruzó los brazos a lo largo de su estómago—. Sólo es un buen
amigo y hemos salido en algunas citas, pero no de esa manera.
El alivio me inundó. Quería que Teresa esperara hasta que tuviera
treinta y supiera como manejar un arma cargada antes de que empezara
a salir de nuevo. —Me alegro de oír eso.
Asintió, dejando escapar un pequeño suspiro. —Pero si aún quieres
encontrarte con él, puedo ponerlo en marcha.
—Me gustaría eso. —No hay razón para no exponer el temor de Dios
en un “buen amigo”.
Se balanceó sobre sus talones cubiertos con calcetines mientras me
miraba. —Verdaderamente me gusta Avery, por cierto. Es tan dulce y
bonita. E inteligente, lo que me hace dudar de porque está aquí contigo.
—Lanzó una rápida sonrisa—. Me gusta.
El cambio de tema me calentó. —Lo es. Me alegro de que te guste.
—Bueno, tiene mi sello de aprobación. —Teresa volvió a entrar en su
habitación, haciendo una pausa. Parecía como si quisiera decir algo y
luego negó con la cabeza—. Buenas noches.
Aguardé hasta que estuve casi el cien por ciento seguro que mi
hermana no me atraparía colándome en la habitación de Pastelito, antes
de llamar a su puerta tan silenciosamente como pude y luego abrí la
puerta hasta la mitad.
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Todos los pensamientos de tener una noche de confesión se fueron
por la ventana.
Descansando en sus codos, Avery Morgansten era un maldito
espectáculo para la vista. El cabello le caía por los hombros y su rostro se
inclinaba hacia un lado. Había una cualidad traviesa en la mirada que me
envió, parte seductora, parte ingenua. Sabía que no tenía idea de lo
malditamente buena que se veía acostada, lo que la hacía mucho más
caliente.
—Oye —dije.
—Hola —su voz era apenas un susurro.
—Quería darte las buenas noches. —Esa no era la verdad, pero no
conseguía recordar la razón de estar buscándola si no fuera que quería
verla.
Apretó el edredón. —Ya me diste las buenas noches.
—Lo hice. —Me metí en la habitación, cerrando la puerta detrás de
mí. Me sentí atraído por ella como un lápiz por el papel—. Pero no lo hice.
No de la forma en que quiero darte las buenas noches.
Su suave inhalación fue mi perdición, pero igual me dirigí a la cama y
me senté a su lado, sabía que siempre estaría deshecho cerca de ella. Y
no tenía ni una maldita pista.
Mi mirada se desplazó hacia arriba de vuelta a su rostro,
empapándome en sus mejillas ligeramente sonrojadas y labios
entreabiertos, a las suaves olas bajo la fina camisa que llevaba. —Me
alegro de que decidieras venir.
Sus ojos estaban increíblemente abiertos cuando se encontraron con
los míos. —Yo también.
—¿De verdad? —Me incliné sobre ella, poniendo mi mano en el otro
lado de su cadera—. ¿Acabas de admitir eso?
Las comisuras de sus labios se inclinaron hacia arriba. —Sí, en cierto
modo lo hice.
Mi cuerpo siguió, apenas sonreía, atrayéndome hasta que mi parte
superior se cernía sobre ella. —Desearía tener mi teléfono para grabar este
momento.
Su pecho se elevó bruscamente mientras arrastraba su mirada a la
mía. —He… he pasado un tiempo maravilloso.
—Yo también. —Tomé una respiración que no requería—. Entonces,
¿qué crees que vas a hacer para las vacaciones de invierno?
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Se humedeció el labio inferior y un rayo salvaje de necesidad se
disparó a través de mí. —No lo sé. Pensé en ir a Washington D.C. uno de los
días. Quiero ver el Smithsonian y el National Mall. Nunca he estado ahí.
—Hmm, eso podría ser divertido. —De mi mente surgían muchas
cosas diferentes, que también lograrían ser divertidas—. Podría ser tu guía
turístico.
Esa sonrisa puso las cosas más interesantes. —Eso… eso sería
divertido.
—Lo sería. —Sin saberlo, me acerqué lo suficiente para que mi aliento
se burlara de su mejilla sonrojada—. Elije una fecha.
—¿Ahora?
—Ahora.
—El dos de enero —dijo de inmediato, y por alguna razón, su rubor se
profundizó—. ¿Estarás disponible entonces?
Mis labios se curvaron hacia arriba. —Estaré disponible siempre que
quieras que lo esté. —Mi corazón dio un vuelco en mi pecho cuando su
sonrisa se extendió, convirtiéndose en una deslumbrante. Sabía que no
había venido aquí para esto, pero iba a besarla. No quería detenerme—.
¿Sabes una cosa, Avery?
—¿Qué?
—¿Recuerdas que acabas de decir que te lo estabas pasando bien?
—incliné la cabeza, así que mi boca estaba inclinada sobre la suya—. Está
a punto de mejorar.
—¿Lo está? —susurró.
Mi nariz rozó la suya. —Oh, sí.
—¿No vas a besarme otra vez?
—Eso es exactamente lo que voy a hacer.
Largas pestañas moteadas con rojo se batieron cuando mis labios
rozaron los suyos. Fue un beso tan dulce, pero era como un trueno en mis
venas. Dejando caer mi peso sobre mi otro brazo, extendí los dedos por su
mejilla mientras le daba un beso en la comisura de sus labios y luego en el
otro lado.
Deslicé mi mano a lo largo de su nuca, probando la piel de su
mandíbula, la carne debajo de su oreja. Una profunda risa retumbó a
través de mí cuando se estremeció. Cuando apreté mis labios debajo de
su oído de nuevo, moviendo mi lengua, hizo un sonido que voló los
pensamientos de mi cabeza.
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—Buenas noches, Avery.
La besé, presionando mis labios en los suyos, trabajando en la unión
de su boca hasta que la abrió, permitiéndome entrar. El sabor de su piel
había desatado un fuego dentro de mí, pero la sensación de su cálida
boca encendió un fuego ardiente. No podía conseguir suficiente de sus
labios, de sus besos, o de los sonidos suaves, entrecortados que hacía.
Gemí mientras deslizaba mi mano por debajo de ella, guiándola
hacia su espalda. Su cuerpo inmediatamente se tensó, y sabía que tenía
que bajar el ritmo. Lo último que quería era asustarla.
Dios, eso era lo último.
Ahuecando su mejilla, la besé suavemente hasta que su cuerpo se
relajó bajo el mío y a continuación, sorprendiéndome demasiado, su
pequeña mano terminó debajo de mi camisa, presionando contra la piel
desnuda de mis abdominales.
Era como ser calificado.
El calor rugió a través de mis venas mientras mi cuerpo se sacudía
por reflejo. El aire perforó desde mis pulmones. ¿Pretendía tocarme? Santo
infierno, podía tocarme. Me aparté, agachándome y tirando mi camisa
sobre mi cabeza.
La boca de Avery se separó cuando su mirada se movió sobre mi
pecho, el tatuaje y en seguida hacia abajo. Era como una caricia, pero
mejor. Mi cuerpo ardía por sentir el suyo.
Tiré del edredón y planté mis manos a cada lado de su cabeza,
enredándolas en su cabello. Una parte primaria se hizo cargo cuando sus
manos se aplastaron sobre la parte inferior de mi estómago. Mi cuerpo
entero se tensó.
Dejé caer mi frente contra la suya. —No tienes ni idea de lo que me
haces.
Arrastró una profunda respiración mientras bajaba mi cuerpo sobre
el suyo. La sensación de su suavidad debajo de mí, tenía mi pulso
acelerado como si hubiera corrido una milla en la arena. Apreté la
mandíbula cerrada mientras se movía debajo de mí, extendiendo sus
piernas y permitiendo que nuestros cuerpos se encontraran.
—Joder —gruñí mientras un temblor me sacudía hasta la medula.
Reclamé sus labios en un beso que quemó mi piel, rodando
lentamente mis caderas contra ella. Con la idea de follarla, el placer rodó
por mi columna. Quería hundirme, perderme por completo en ella. Sus
manos agarraron mis costados mientras me mecía contra ella, siguiendo
un camino detrás de su cuello, a la curva de su pecho y bajando con mi
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mano. Enganché su muslo alrededor de mi cadera, instalándome más
profundo en su contra. Nuestros cuerpos se sacudieron y su dulce, suave
gemido hizo eco en mis pensamientos.
—Me gusta ese sonido. —Empujé mis caderas hacia adelante, y
gimió de nuevo—. Corrección. Amo ese maldito sonido.
No sé lo que era en ella, tal vez era todo, pero nunca se había
sentido tan bien antes, tan fuerte e intenso con nadie más. Ni siquiera la
primera vez cuando había sentido como si hubiera saltado un edificio de
cien pisos.
Mis dedos se enredaron con los suyos mientras su lengua golpeaba la
mía, llevándome a un punto casi doloroso en el que pensé que habría una
buena posibilidad de que me avergonzara a mí mismo. Aún sabiendo eso,
no podía parar. Deslicé mi mano en las suyas, bajo la manga, sobra la
delicada piel y…
Mi mano se calmó mientras mis dedos llegaban a un parche de piel
áspera y elevada. La mitad de mi cerebro se hallaba actualmente en nivel
polla, pero la otra parte tomó el control. Seguí el camino de la piel,
tontamente dándome cuenta que formaba una delgada línea recta por
el centro de la muñeca… la muñeca que siempre cubría con una pulsera.
No. De ninguna manera.
Mi corazón literalmente se detuvo cuando levanté la cabeza,
mirando hacia abajo a su mirada desenfocada.
—¿Cam? —dijo en voz baja, moviéndose debajo de mí.
Giré su brazo por encima y miré. No había duda de la profunda
cicatriz que recorría varios centímetros encima de su vena. Mi pulgar siguió
cuando me di cuenta de que este corte… oh Dios, este corte… había
tenido que ser grave.
Un dolor se formó en mi pecho, fluyendo a través de mis venas. Mis
músculos se tensaron y se formaron nudos. Quería borrar la cicatriz, para
borrar lo que fuera que había causado esto, porque sabía que se lo había
hecho a sí misma.
—¿Avery…? —Mi mirada se movió a la suya, comprendiendo.
Apenas conseguía respirar—. Oh, Avery, ¿qué es esto?
Un par de segundos pasaron cuando me miró, la sangre drenándose
de su cara, y luego arrancó su brazo para liberarlo. Salió trepando de
debajo de mí, tirando de la manga hacia abajo con tanta fuerza que
pensé que había rasgado el brazo de su camisa.
—Avery… —Me volví hacia ella, extendiendo la mano.
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—Por favor —susurró, trepando hasta el final de la cama—. Por favor,
vete.
Mi estómago se hundió, aparté mi mano. —Avery, habla conmigo.
Todo su cuerpo temblaba mientras negaba con la cabeza.
—Avery…
—¡Vete! —Saltó de la cama, dando un paso hacia atrás como un
animal herido, enjaulado—. Sólo vete.
Cada instinto exigía que no saliera, pero la salvaje, horrorizada
mirada en sus ojos era más de lo que podía soportar. Fui a la puerta y
luego me detuve, tratando una vez más. —Avery, podemos hablar…
—Vete —su voz se quebró—, por favor.
Los músculos de mi espalda se tensaron al oír el sonido de su voz rota.
Hice lo que me pidió. No porque yo quisiera, sino porque era lo que ella
quería.
Me fui.
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18 Traducido por Val_17 & katyandrea
Corregido por Victoria Ferris
Al momento en que me di cuenta de que Avery no se encontraba
en su clase de astronomía otra vez, literalmente no podía creerlo. Pero
tenía que ser la verdad. Desde el viaje de regreso de la casa de mis padres
el viernes después de Acción de Gracias, no había oído ni un sonido de
ella. No respondió a mis llamadas o mis mensajes. Las veces que llamé a su
puerta, nunca hubo respuesta a pesar de que su auto se encontraba en el
estacionamiento.
Ni siquiera había abierto la puerta por los huevos.
Cuando el fin de semana llegó otra vez y el siguiente lunes por la
mañana pasó sin Avery estando en astronomía, sabía que ella había
tomado un incompleto.
Un maldito incompleto.
Era una locura que fuera tan lejos para evitarme, ¿por qué? ¿Porque
había visto la cicatriz? No lo entendía y no era estúpido. Era evidente que
le avergonzaba y había hecho todo lo posible para ocultar la cicatriz, pero
no había sido reciente. Era algo que había hecho hace años, así que ¿por
qué se esconde de mí ahora?
Hablé con Brittany e incluso con Jacob, ya que Avery no se presentó
en el Refugio para el almuerzo. Ninguno de los dos sabía qué diablos
sucedía con Avery. No había mencionado la cicatriz. Nunca lo haría, pero
tenía la esperanza de que tuvieran una idea. No tenían ninguna.
Me volvía loco, el silencio y la confusión. Y cuanto más tiempo pasó,
más ácido parecía acumularse en la boca de mi estómago, peor que los
nudos y el dolor que recibía en mi pecho.
A falta de acampar frente a su puerta, había poco que podía hacer,
pero me había decidido a hablar con ella. Y sucedió en el último día de las
finales, al inicio de las vacaciones de invierno. Como un total acosador,
miraba por la ventana delantera, esperando que Ollie regresara con la
pizza, cuando la vi cruzar el estacionamiento con las manos llenas de
alimentos.
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Cuando escuché los suaves pasos en el pasillo, abrí la puerta. Avery
se encontraba delante de la puerta, con el pelo recogido en una
desordenada cola de caballo, y el peso de su equipaje arrastrando sus
hombros hacia abajo. No había duda en mi mente de que trataba de
traspasar la puerta antes de que la viera.
Eso dolió.
Y me molestó como el infierno.
—Avery.
Su espalda se tensó como si hubiera recibido un disparo lleno de
acero. No se dio vuelta o se dirigió a mí, y mientras mi mirada se desvió
hacia ella, pude ver las puntas de sus dedos rosados, estrangulados por las
bolsas que llevaba. Parte del vapor salió de mi ira.
Suspiré. —Déjame ayudarte.
—Ya lo tengo.
—No parece que sea así. —Di un paso más cerca—. Tus dedos se
están poniendo púrpura.
—Estoy bien.
Entró en su apartamento y me disparé hacia adelante. Maldito
infierno que no. No iba a huir de mí.
Tomé una bolsa, y ella tiró como si la hubieran sorprendido. Dejó
caer una bolsa. Los productos se derramaron. —Mierda —murmuró,
agachándose.
Me arrodillé, recogiendo objetos que realmente no veía. Tenía su
cabeza inclinada mientras limpió una botella de acondicionador para el
cabello y levantó su barbilla. Nuestras miradas se encontraron. Sombras
oscuras habían florecido bajo sus ojos, manchas que no habían estado allí
antes. ¿Estaba durmiendo? ¿Qué hacía en ese momento? ¿Me extrañaba
tanto como yo a ella?
Avery miró hacia otro lado mientras me arrebató una caja de
tampones. —Si te ríes, te golpearé en el estómago.
—No me atrevería a reírme.
Tampoco había manera en el infierno de que dejaría ir cualquier
cosa porque me hallaba en ese apartamento y ella iba a hablar conmigo.
Pareciendo sentir que no iba a librarse de mí, suspiró pesadamente,
como si todo el mundo estuviera a punto de derrumbarse sobre ella, y se
dirigió a la cocina.
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Puso las bolsas en el mostrador, arrancando los artículos de ellas. —
No tenías que ayudar, pero gracias. Realmente necesito…
—¿De verdad crees que vas a deshacerte de mí tan fácilmente
ahora que estoy aquí?
—Podía sólo esperarlo. —Cerró la puerta de la nevera.
—Ja. Divertido. —Vi su cabeza hacia atrás en el mostrador—.
Tenemos que hablar.
Apiló las comidas congeladas y se dirigió a la nevera antes de
hablar. —No tenemos que hablar.
—Sí, así es.
—No, no tenemos que hacerlo. —Ni una vez me miró—. Y estoy
ocupada. Como puedes ver, tengo alimentos que sacar y…
—De acuerdo, puedo ayudar. —Caminé hacia adelante, en
dirección al mostrador—. Y podemos hablar mientras te ayudo.
—No necesito tú ayuda.
—Sí, creo que la necesitas.
Dejando la puerta del congelador abierta, se giró hacia mí. Sus ojos
se entrecerraron cuando el aire frío se coló hacia fuera. —¿Qué se supone
que significa eso?
¿De dónde demonios salió eso? —No significa lo piensas que es,
Avery. Jesús. Todo lo que quiero hacer es hablar contigo. Eso es todo lo
que he estado tratando de hacer.
—Obviamente no quiero hablar contigo —espetó, recogiendo un
paquete de carne para hamburguesas y arrojándolo al congelador—. Y tú
todavía estás aquí.
Vaya. La ira pinchó sobre mi piel y me esforcé por mantener el
control de mi temperamento. —Mira, sé que no estás feliz conmigo, pero
tienes que explicarme que te hice para que te enojaras tanto como para
que no me hables o ni siquiera…
—¡No hiciste nada, Cam! Simplemente no quiero hablar contigo. —
Se dio la vuelta, acechando a la puerta principal—. ¿Bien?
—No, no está bien. —La seguí hasta la sala de estar—. No es así
como la gente actúa, Avery. No van y simplemente dejan a una persona o
se esconden de ella. Si hay…
—¿Quieres saber cómo no actúa la gente? —Se estremeció, y por un
momento, no habló—. ¡Las personas tampoco llaman constantemente y
acosan a otros que, obviamente, no quieren verlos! ¿Qué te parece eso?
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—¿Acosarte? ¿Es eso lo que he estado haciendo? —Me reí
roncamente, incapaz de comprender a donde había ido esta
conversación—. ¿Estás bromeando? ¿Qué me preocupe por ti es
acosarte?
Dio un paso hacia atrás, con los ojos abiertos. —No debí haber dicho
eso. No estás acosándome. Sólo... —Se detuvo, alisando las manos en la
parte superior de su cabeza—. No lo sé.
Mi ritmo cardíaco pateó mientras la miraba fijamente. —Esto se trata
de lo que vi, ¿no? —Señalé su brazo—. Avery, puedes…
—No. —Su mano derecha inmediatamente rodeó el brazalete, como
si de alguna manera pudiera ocultar lo que yo ya sabía—. No es eso de lo
que se trata. No se trata de nada. Sólo no quiero hacer esto.
Mi paciencia se estrechó. —¿Hacer qué?
—¡Esto! —Cerró los ojos y cuando se reabrieron, había un fino brillo—.
No quiero hacer esto.
El aire salió de mis pulmones como si me hubieran golpeado. —Por
Dios, mujer, ¡todo lo que estoy tratando de hacer es hablar contigo!
Sacudió la cabeza lentamente. —No hay nada de qué hablar, Cam.
—Avery, vamos... —Empecé a dar un paso hacia ella, pero me
detuve cuando se movió de nuevo, lejos de mí. La mirada que me lanzó
era en parte miedo y en parte confusión, pero era el miedo lo que me hizo
detenerme.
No podía creer lo que veía. No había manera de que estuviera
asustada de mí, pero la expresión en su rostro fue como recibir un disparo
en el corazón con una UZI9.
Esa reacción era asesina. ¿La había herido de alguna manera? La
pregunta fue breve mientras pasó por mis pensamientos y sabía la
respuesta. No la había dañado.
Avery bajó su barbilla y miró hacia otro lado.
Mi paciencia se quebró. —Está bien, ¿sabes qué? No voy a
arrastrarme por carbón ardiendo por esto. A la mierda.
En el momento en que esas palabras salieron de mi boca, una parte
de mí quería recuperarlas. La otra parte de mí quería gritarlas de nuevo
desde la cima de mis pulmones. Me dirigí a la puerta y luego me detuve,
maldiciendo en voz baja. Lo que salió de mi boca me hizo preguntarme si
yo era un masoquista.
9 Es un subfusil de origen israelí, diseñado y fabricado inicialmente por Israel Military
Industries.
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—Mira, me voy a casa por las vacaciones de invierno. Estaré yendo y
viniendo, así que si necesitas algo… —Siguió mirándome como si se hubiera
ido, y me reí de nuevo, notando que todo lo que estaba haciendo era un
total y completo idiota de mí mismo—. Sí, no necesitas nada.
Salí al pasillo y luego mi cuerpo parecía exigir que hiciera un idiota
aun más grande de mí. La miré. Avery no se había movido de su lugar.
—Te vas a quedar aquí, todas las vacaciones, ¿no? —pregunté—.
¿Incluso en Navidad?
Cruzó los brazos alrededor de su pecho y no dijo nada.
Apreté mi mandíbula, impidiéndome decir toda la mierda de cosas
que no ayudarían en esta situación. Pero eso fue todo. Entonces me di
cuenta. No había nada que pudiera ayudar en esta situación. Y no era
como si no lo hubiese intentado. Avery se encontraba allí, en mi vida, en
un momento, y luego se fue al siguiente, como si nunca hubiera estado allí.
Y eso fue todo.
Un estallido de dolor pasó por mi pecho y con una claridad
alarmante, se sentía real. Demasiado real. —Lo que sea —dije con mi voz
ronca—. Ten una buena Navidad, Avery.
Nunca en mi vida he querido dejar mi casa y regresar a mi
apartamento tanto como en Navidad. Normalmente me quedaba hasta
el mismo inicio del semestre de primavera, pero no podía hacerlo con
todas las preguntas.
¿Dónde está Avery?
¿Cómo lo está pasando?
¿Fue a su casa?
Una y otra vez salieron, y me pregunté esas mismas preguntas cientos
de veces durante las vacaciones. No tenía respuestas, y cada vez que
cogí mi teléfono para enviarle un mensaje, me detuve. Ella había dejado
tan claro como era humanamente posible que no quería tener nada que
ver conmigo.
Lo que sea que teníamos, por más breve que fuese, había
terminado.
Mi estado de ánimo era un lugar entre mierda y extremadamente
mierda el día después de Año Nuevo. Recogí mis cosas temprano esa
mañana y salía de mi camioneta cuando Teresa me siguió afuera.
Se detuvo al lado de la parte delantera del camión, tiró su pesado
suéter cerca de su cuerpo mientras el viento azotaba entre la casa y el
garaje. El sueño empañando sus ojos azules. ¿Te vas sin decir adiós?
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Me encogí de hombros mientras cerraba la puerta del pasajero.
No quería despertarlos.
Retrocedió cuando doblé por el parachoques. Eso no te detuvo
antes.
No dije nada.
¿Qué pasa contigo, Cam? preguntó.
No sé de qué estás hablando. La miré. ¿No deberías estar
usando zapatos? Hace mucho frío aquí afuera.
Las sandalias son zapatos. Cojeó hacia atrás y adelante,
apretando sus brazos pegados al cuerpo. Y no has contestado a mi
pregunta.
Quitando mi gorra, me pasé la mano por el pelo y luego puse la
gorra de vuelta. Abrí mi boca y no tenía idea de lo que iba a decir, pero
resultó ser ninguna palabra. El vacío en el estómago, el vacío, la sensación
de dolor, habían crecido y ahora latía con tal intensidad, que ya no lo
ignoraba.
Mi hermana levantó la mirada, entrecerrando los ojos, hacia el frío
sol. Es Avery, ¿no es así? No has hablado de ella en absoluto. Y mamá
realmente pensaba que iba a venir a casa contigo desde…
No quiero hablar de esto le interrumpí, y sus ojos se abrieron
como platos. La última cosa que quería pensar era en el hecho de que
Avery había pasado la Navidad Navidad por el amor de Dios sola. No
quería sentirme mal por ella. No quería sentir nada. Mira, lo siento. No
quería estallar contigo. Sólo tengo que volver a la escuela.
¿Para qué? preguntó, frunciendo el ceño. Hay días antes de
que comiencen las clases.
Lo sé. Di un paso hacia adelante, abrazando a mi hermana. Por
un momento, no se movió, y entonces me devolvió el abrazo. Di un paso
atrás y abrí la puerta, miré por encima de mi hombro. Dile a mamá y
papá que los llamaré más tarde.
No respondió de inmediato y luego asintió. Vas a estar bien,
¿cierto?
Me subí a la camioneta mientras solté una breve carcajada. Por
supuesto que estaba bien. No era que Avery y yo tuvimos una larga
historia, no era como si tuviera sentimientos tan fuertes. Mi atracción tenía
que haber sido un capricho, porque era algo nuevo. Ella era algo
diferente. Eso era todo.
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Sí dije, sonriendo de una manera que hizo que mis labios se
sintieran extraños. Estoy bien.
Teresa me miró con una mirada que decía que no me creía en
absoluto, ni yo lo creía.
***
Acababa de salir de la ducha y me puse unos pantalones de
chándal, cuando oí un golpe en la puerta principal. Sabiendo que no
podía ser Ollie porque todavía se encontraba en su casa, esperaba ver
Jase u otra persona cuando abrí la puerta.
Brittany estaba allí, con el pelo rubio recogido en una cola de
caballo y las manos entrelazadas bajo la barbilla. Lo tomé como que
interrumpí su oración o algo así.
Hola dije, incapaz de ocultar mi sorpresa. Me pregunté cómo
sabía cuál era mi apartamento y entonces me acordé de que había
estado aquí una vez antes con Ollie, así como la mitad de la población
femenina en la universidad había estado. ¿Qué pasa?
Tomó su labio inferior mientras miraba atrás, hacia el apartamento
de Avery y nudos se torcieron en mi estómago. Sabía que Avery estaba en
casa. Su coche se encontraba afuera y no había sido sacado desde que
regresé.
Odio molestarte y te ves… um, ocupado. Su mirada profunda se
fijó en mi pecho desnudo, y levantó las cejas. Pero necesito tu ayuda.
Bueno, Avery necesita tu ayuda.
Un fuerte hormigueo se extendió a lo largo de la parte posterior de
mi cuello mientras di un paso adelante. ¿Qué quieres decir con que
Avery necesita mi ayuda?
Está muy enferma. Creo que tiene la gripe explicó en un
apuro. No había estado devolviendo mis llamadas, así que me entré y la
encontré desmayada en la cocina y…
¿Qué? Pasé junto a ella, en dirección a la puerta de Avery.
¿Has llamado a una ambulancia?
No dijo Brittany corriendo detrás de mí. Es sólo la gripe y tengo
que conseguir algunos medicamentos, pero no puedo meterla en su
cama. Es demasiado pesada. Así que esperaba que pudieras llevarla a la
cama y tal vez…
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Realmente ya no escuchaba más. Toda mi atención se centró en
Avery cuando entré en su apartamento. El olor de la enfermedad era
fuerte, demasiado fuerte, podía ver sus piernas vestidas en unos
pantalones de mezclilla y los pies descalzos.
Lanzándome a la cocina, me quedé sin aire. Avery se hallaba
acurrucada de lado, en posición fetal, con la mejilla pegada al suelo. Su
oscuro cabello empapado de sudor, se aferró a un lado de su cara. Cada
pocos segundos, su cuerpo se sacudía y un diminuto gemido entrecortado
salía de ella. La preocupación aumentó con rapidez.
Brittany suspiró. La había sentado antes de irme.
¿Estás segura de que no necesitamos una ambulancia? le
pregunté, arrodillándome. Con cuidado, le recogí los mechones de pelo
húmedo de la cara. Sus pestañas temblaron, pero sus ojos no se abrieron.
Llamé a mi mamá, que es una enfermera. Me dijo que Avery
debería estar bien, siempre y cuando la fiebre disminuya e ingiera fluidos,
pero tengo que conseguir algunos medicamentos.
Me quedaré con ella mientras tú vas.
Brttany dijo algo más, pero no la oí. Sólo era vagamente consciente
de Brittany recogiendo el bolso de la parte posterior del sofá mientras
ponía un brazo por debajo de Avery.
No gimió, retorciéndose hacia el suelo débilmente. Fresco… se
siente bien…
Lo sé, pero no puedes dormir en el suelo. La levanté, haciendo
una mueca cuando su mejilla caliente cayó sobre mi pecho. Dios, estaba
ardiendo. Me volví con ella en mis brazos, dándome cuenta de que
Brittany ya se había ido.
Avery murmuró algo y volvió su rostro, pero las palabras eran
demasiado apagadas y demasiado pastosas para entenderle.
Está bien le dije, porque yo realmente no tenía ni idea de qué
decir. Te vas a sentir mejor al poco tiempo.
No respondió mientras la llevaba de vuelta a su cama. Cuando la
acosté, me senté de nuevo y conseguí un buen vistazo a la camisa que
llevaba. Áreas del material húmedo se aferraban a su piel. Había manchas
que eran sospechosas y me hizo pensar en el hedor de la enfermedad.
Mierda dije.
Miré alrededor de la habitación, encontrando un par de pantalones
de pijama y una camisa de dormir doblada en su tocador. Dándole una
mirada, me hice a la idea.
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Muchas veces desde que conocí a Avery, había imaginado
desnudarla. La propia fantasía de hacerlo me había mantenido despierto
muchas noches. Odiaba tener que admitir que todavía lo hacía, a pesar
de que sabía que nunca iba a suceder, al menos no en la forma en que yo
quería.
Quitarla de su ropa arruinada, pasó más rápido que un ataque al
corazón y fue casi igual de divertido. Sobre todo teniendo en cuenta que
estaba en su mayoría inconsciente y no era más que un peso muerto.
No miré. De acuerdo. Pude haber visto asomar el sujetador de
encaje rosa, pero fue un breve y totalmente inocente accidente.
Una vez que la tuve con ropa limpia, le puse las piernas debajo de la
manta. Fue entonces cuando me di cuenta de la pulsera y recordé que se
la sacaba para dormir. Esperando que estuviera cómoda, la deslicé fuera
de su muñeca y la coloqué en la mesa de noche.
Agarré dos paños del baño y los pasé por agua fría. Cuando regresé,
ella no se había movido, pero contuvo el aliento cuando apreté el paño
en su frente.
No sé cuánto tiempo pasó, pero el primer paño se calentó y lo
reemplacé con el segundo. Avery se volvió hacia un lado, envolviendo su
brazo alrededor mío. Era como si me sostuviera allí, pero la niña se
encontraba en un estado febril y deliraba. Ella no sabía lo que hacía.
Varias veces, murmuró cosas que no podía entender. En un momento,
sonrió, y mi pecho se tensó.
Echo de menos eso dije con voz ronca.
Se movió más cerca, y le pasé la toalla mojada por la mejilla. A
medida que la sonrisa se borró de sus labios, los nudos de mi pecho se
aliviaron.
Brittany regresó, y entre nosotros dos, acordamos meterle los
medicamentos contra la gripe y el agua por la garganta. No fue bonito.
Una Avery enferma era muy desagradable.
Voy a abrir las ventanas y el aire sacará el mal olor. Limpiaré la
cocina y esas cosas. Brittany se dirigió a la puerta. No tienes que
quedarte, ya sabes, si no quieres.
No debería quedarme. Ya había hecho mi buena acción del día, y si
se despertaba y me veía aquí, probablemente me acusaría de ser un
pervertido. Me mordí el interior de la mejilla cuando otro suave gemido
llegó a mis oídos y me volví hacia ella. Debajo del paño ya caliente, su
frente se arrugó por el malestar. Su cuerpo todavía se enroscaba al mío y
tenía un brazo envuelto alrededor de mí.
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Ajustando el paño, yo sabía que no iba a ninguna parte. Me
quedaré.
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19 Traducido por Snowsmily & Eni
Corregido por mariaesperanza.nino
Sólo supe que Avery se sentía mejor porque se había pasado por el
apartamento. No estaba seguro de por qué lo había hecho y no estaba
dispuesto a averiguarlo. Le dije a Ollie que le dijera que no me encontraba
ahí. En un instante poco común de seriedad, me preguntó si hablaba en
serio.
Así era.
La tarde que pasé con ella mientras estuvo enferma no había hecho
una jodida cosa bien para mí. Todo lo que hizo fue mezclar toda la mierda
y no quería lidiar con eso.
Una vez que el semestre comenzó, la vi por todo el campus. Quería
hablar con ella, saber cómo estaba, pero no habría tenido sentido. Al
menos ninguno que yo pudiese ver, pero fue un viernes cuando sucedió,
cuando no pude evitarla.
Cruzaba la calle, dirigiéndome hacia Knutti, cuando escuché mí
nombre gritado en una voz ronca apenas reconocible. Esa fue la razón por
la que me detuve y me giré.
Avery se apresuraba por la colina empinada, tosiendo tan fuerte,
con todo su cuerpo temblando por el esfuerzo. Preocupado, metí mis
manos en mi sudadera para evitarme actuar como algún caballero de
brillante armadura y tirarla entre mis brazos.
Sin aliento, se detuvo frente a mí. Su rostro seguía pálido, pero sus
mejillas estaban sonrojadas. La sombra aún estaba debajo de sus ojos y el
suéter que vestía la envolvía.
—Lo siento —su voz sonaba espantosa—. Necesito un segundo.
—Suenas terrible.
—Sí, es la peste negra y nunca se va. —Aclaró su garganta y luego
tragó antes de elevar la barbilla.
Nuestras miradas se encontraron, y pensé… Creí ver algo en sus ojos.
Un reflejo de lo que yo sentía, pero había una buena oportunidad de que
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la caja de cerveza que bebí anoche todavía siguiera persistente en mis
venas.
Alejé la mirada, tensando mi mandíbula. —Tengo que llegar a clases
¿así qué…?
La mirada de huida cruzó su rostro, pero se quedó frente a mí. —Sólo
quería agradecerte por ayudar a Brit cuando estuve enferma.
Trasladando mi mirada desde la cafetería, todo el camino por la
colina hasta llegar a la calle, respiré profundo. —No fue la gran cosa.
—Lo fue para mí. Así que gracias.
Asentí y le dirigí una mirada. Fue un error. El viento había volado un
mecho de brillante cabello sobre su mejilla y era difícil no atraparlo y
colarlo de nuevo detrás de su oído. —De nada.
—Bueno… —Sus cejas se juntaron.
—Me tengo que ir —dije de nuevo, girándome hacia la entrada
lateral—. Te veré por ahí.
—Lo siento.
Lentamente, me volví. Esa palabras fueron como ser pateado en las
bolas, ¿por qué lo sentía exactamente? Negué con la cabeza. —Yo
también.
Probablemente yo lo lamentaba más que ella.
***
—Estoy comenzando a creer que Ollie está afuera en el
estacionamiento bebiéndose nuestra cerveza —dijo Jase, apoyándose
contra el muro.
Además de mí, Steph asintió en acuerdo. —Bueno, sea quien sea
pensó que era una buena idea enviarlo a Sheetz, él tiene la culpa.
Tenía un punto, pero podríamos haberlo preparado mejor para la
noche de lucha. Nuestro lugar estaba abarrotado como siempre pasaba
con estos eventos.
Steph se inclinó hacia mí, presionando sus pechos contra mi brazo, y
sospeché que no usaba un sostén. ¿No se supone que había venido con
Jase? Deslizando mi gorra al revés, me moví hacia adelante y lo miré.
Se encogió de un hombro y luego se giró hacia Henry mientras una
de las peleas preliminares empezaba. La puerta principal se abrió, dejando
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entrar un estallido de aire helado mientras el canadiense en la pantalla
noqueaba a alguien. La habitación era una mezcla de abucheos y
celebraciones.
—¡Miren lo que me he encontrado! —gritó Ollie.
Lo ignoré mientras los dos luchadores se movían por todo el ring,
pero luego Steph susurró—: Tienes una visita.
Distraídamente, miré a la izquierda y casi miré de nuevo. Mis cejas se
alzaron mientras mis ojos se centraban en unos cálidos ojos marrones.
Avery se encontraba de pie junto a Ollie, apretando una botella de
cerveza contra su pecho. Su cabello estaba recogido y era todo mejillas
rosas y ojos abiertos.
Nunca había estado en mi apartamento. Nunca. Y no podía creer
que estuviera aquí ahora y no tenía idea de por qué, pero verla… bueno,
era como ver el sol después de un día de lluvia.
Sonreí ligeramente. —Hola.
—Hola. —La tonalidad de sus mejillas se profundizó.
Por varios minutos no fui capaz de apartar los ojos de ella y no fui el
único. Varios de los otros chicos, incluyendo a Henry, la evaluaban de la
manera en que los chicos lo hacen cuando había carne fresca en el
edificio.
Obligué mi mirada hacia el televisor, pero era consciente de Ollie
guiándola hacia el sillón reclinable vacío. Mis ojos se enfocaron en la
pantalla, pero todo mi cuerpo y mis pensamientos estaban a mi derecha.
Miles de preguntas cruzaron mi cabeza. Verla en mi apartamento era la
última cosa que hubiera esperado. Fui atrapado completamente con la
guardia baja.
—¿Quieres una cerveza, bebé? —preguntó Steph, rodando una
mano en mi antebrazo.
Negué con la cabeza, centrado en Henry. El maldito lentamente
había hecho su camino hacia donde Avery se sentó. No había nada mal
con el tipo. Seguía repitiéndome eso, pero dijo algo sobre sus calcetines,
comencé a imaginármelo como el próximo asesino en serie.
Avery estaba tomando, demasiado para mi sorpresa, quiero decir
realmente tomando. Chupitos de tequila y al menos dos cervezas, para
alguien que no bebía era una manera infernal para llegar a estar ebrio.
Su suave risa me golpeó justo en el pecho. Mis ojos se estrecharon
mientras Henry sonrió y Avery también.
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—Parece que a tu amiga le agrada Henry —comentó Steph
calladamente—. Interesante combinación.
Mi corazón latió contra mis costillas en protesta. ¿Coqueteaba con
él? Mis manos rodearon mis rodillas mientras Avery reía de nuevo. ¿Qué
mierda? Celos, jodidos ardientes celos, golpearon mis venas con la
consistencia de sumergir mi cabeza en un baño ácido.
Miré a la pantalla y luego Jase asintió en mi dirección, su mirada
moviéndose rápidamente hacia Avery. Bajé la cerveza a la mesa de café
mientras Henry decía—: La suficiente para saber mejor.
Demonios, bien él era jodidamente mayor para ni siquiera estar
pensando lo que sabía que tenía que estar pensado.
—Oye, Henry —lo llamé mientras mi piel se tensaba—. Ven aquí un
segundo.
—Jesús —murmuró Steph, cruzando los brazos mientras se recostaba
en el sofá.
Henry se inclinó hacia abajo cuando le indiqué que se acercara. —
¿Qué pasa, hombre?
—Deja en paz a esa chica —le dije, mi voz baja mientras encontraba
y sostenía la mirada del chico mayor—. Lo digo en serio. Ella no es para ti ni
para nadie en esta habitación.
Las cejas de Henry se levantaron y así también lo hicieron las
esquinas de sus labios. —Mensaje recibido, amigo.
Lo observé dirigirse hacia Jase, y me sentí mucho mejor. No mucho,
porque no podía jodidamente creer que después de todo con Avery, ella
se había aparecido en mi apartamento, y había comenzado a beber y
coquetear con Henry, el Perro Cuernudo. Estaba en jodido estado de
shock.
—Eres totalmente un bloqueador de pollas —dijo Steph, poniendo su
mano en mi brazo otra vez.
—¿Qué? —Me giré hacia ella—. ¿Qué quieres decir?
Puso los ojos en blanco. —Ellos se estaban conociendo y tú bloqueas
pollas.
¿Conociéndose? Mierda eso no iba a pasar justo en frente de mí.
—¿Te parece que me importa una mierda que lo haya detenido?
Steph tiró de su mano hacia atrás, pero, honestamente, ella
tampoco me importaba una mierda en este momento. Avery le sonreía a
Henry. Sus sonrisas eran tan jodidamente escasas y le sonreía a él. No podía
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recordar la última vez que había estado celoso, pero reconocí el amargo
sabor en mi boca. Se mezclaba muy bien con la ira.
Avery me miró y su sonrisa comenzó a desaparecer.
—Esto no está pasando —dije.
Steph me causaba problemas, y no tenía ni idea por qué ella estaba
enojada, pero realmente no me importaba. Poniéndome de pie, me dirigí
sigilosamente a donde se encontraba sentada Avery. Una gran sonrisa,
ancha y ligeramente borracha se extendió a través de su cara.
—¿Vienes conmigo un segundo? —dije incluso sorprendido por como
sonaba mi voz.
Avery saltó de la silla como si alguien le hubiera encendido fuego a
su culo. Se tambaleó hacia un lado. —Guau.
La agarré del brazo, manteniéndola estable. No podía creer que
estuviera así de borracha. —¿Estás bien para caminar?
—Sí. Por supuesto. —Se tropezó conmigo, riéndose con nerviosismo—.
Estoy bien.
Preguntándome exactamente cuántos tragos se había tomado, le di
una sonrisa y una mirada de muerte a Ollie mientras la llevaba a la cocina.
—¿Qué estás haciendo, Avery?
Levantó una botella. —Beber. ¿Qué estás haciendo?
—Eso no es a lo que quiero llegar y lo sabes. ¿Qué estás haciendo?
Hizo una mueca que era algo linda y un poco rara antes de suspirar.
—No estoy haciendo nada, Cam.
—¿No lo estás? —Arqueé una ceja—. Estás borracha.
—¡No lo estoy!
—Típicas últimas palabras de un borracho antes de caer de bruces.
—Eso no ha sucedido…aún.
Negué con la cabeza mientras la agarré del brazo. Necesitábamos
hablar y el hecho de que ella estuviera aquí probablemente significaba
que lo quería. O quería conectar al azar con uno de los chicos de aquí. No
sabía qué, porque quién carajo sabe lo que pasaba en la cabeza de esta
chica, pero nada iba a pasar. Ella iba a llevar su pequeño culo borracho
de vuelta a su apartamento. Cualquiera de estos chicos en la sala amarían
encontrarse entre sus muslos y no sabía exactamente cuan los lejos ella
llegaría. No era su niñera. Mierda, no era nada de ella.
—Um… —dijo, frunciendo el ceño cuando la llevé hasta las escaleras
y cerré la puerta detrás de nosotros. Me miró, confundida.
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Señale la puerta. —Necesitas ir a casa, Avery.
Su boca se abrió mientras me miraba. —¿Hablas en serio?
—Sí. Estoy malditamente enserio. Estás borracha y esa mierda no va
delante de mí.
—¿Qué mierda? —Dio un paso atrás—. Lo siento. Ollie me invitó…
—Sí, y yo voy a patearle el culo más tarde. —Quité mi gorra y pasé
mi mano a través de mi cabello—. Sólo tienes que ir a casa, Avery. Voy a
hablar contigo más tarde.
Avery tragó pesadamente. —Estás enojado conmigo…
—No estoy enojado contigo, Avery. —Estaba enojado con el maldito
mundo en este momento.
Me miró y luego rápidamente apartó la mirada, pero no lo
suficientemente rápido. Vi el brillo repentino en sus ojos. Mierda. Mierda.
Mierda.
—No quiero ir a casa. No hay nadie allí, y yo…
Ese lugar en mi pecho palpitaba. —Voy a venir más tarde y
hablaremos, ¿está bien? Pero vuelve a casa. Por favor, sólo ve a casa.
Su boca se abrió y luego se cerró. —Está bien.
El dolor aumentó. —Avery…
—Está totalmente bien. —Sonrió, pero no era una sonrisa real y
estaba llena de dolor, dolor que yo había puesto allí. Se dio la vuelta y se
arrastró hasta la puerta, y con una maldición en voz baja, regresé a mi
apartamento.
—¿Está todo bien? —preguntó Jase mientras me dirigía a la cocina
por otra cerveza. O tres.
—No. —Desenrosqué la tapa y la tiré en la basura.
Sus cejas oscuras se levantaron. —¿No estás bien porque ella estaba
aquí o porque se fue?
—Hice que se fuera.
Jase me miró a la vez que Ollie entraba en la cocina. Le di un vistazo
al marihuanero. —Debería golpearte en las pelotas.
Ollie no se río de eso. Me dio una mirada nivelada. —¿Acabas de
hacer que esa pobre chica se vaya?
—¿Pobre chica? —escupí.
—Sip, ya sabes, ¿la chica con la que has estado obsesionado desde
agosto? Finalmente vino y la hechas a patadas del apartamento.
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Lo miré fijamente mientras me quitaba la gorra, tirándola en el
mostrador. —¿Estás drogado? No tienes idea de lo que ha estado pasando
entre nosotros.
—Ollie —le advirtió Jase.
—Tienes razón. No sé qué está pasando, pero…
—Cállate, Ollie. —Lo rocé al pasar y me dirigí a la sala.
La pelea principal iba a empezar. Me detuve cerca de la puerta,
dándome cuenta que había dejado mi cerveza en la cocina. Empecé a
volver, pero no me moví. Había hablado en serio cuando le dije a Avery
que volvería y hablaría con ella, pero planeé esperar hasta mañana,
cuando estuviera sobrio, por un lado, y no estuviera jodidamente enojado
por todo. Pero cuando estaba allí de pie, todo lo que podía ver eran las
lágrimas formándose en sus ojos. El mañana no se hallaba demasiado lejos,
pero…
—Ve —escuché decir a Jase detrás de mí.
Yo ya estaba en la puerta.
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20 Traducido por aa.tesares
Corregido por niki26
Una parte de mí no se sorprendió cuando abrí la puerta de su
apartamento después de golpear y descubrí que no estaba allí. Esperar
que Avery me escuchara una sola vez, obviamente, sería pedir
demasiado.
Sin tener idea de dónde pudo haber ido, me acerqué a la ventana
de su sala y miré hacia afuera.
—¿Qué carajo?
Había una ligera forma sentada en la acera, encorvada en el frío.
¿Qué demonios hacía Pastelito? Corrí afuera, haciendo una mueca
cuando el viento levantó el cabello de mi frente.
—Avery —grité. Se sobresaltó, dejando caer la botella de cerveza.
Esta rodó debajo de las inmediaciones de un auto mientras ella se
volteaba hacia mí. Su mirada vidriosa, la cuál no podía culpar por
completo a la cerveza, rompió mis entrañas—. ¿Qué carajos estás
haciendo aquí afuera?
Parpadeó y sus húmedas pestañas se alzaron. —Yo... yo estoy
mirando las estrellas.
—¿Qué? —Me arrodillé a su lado—. Avery, está como a cero grados
aquí afuera. Te vas a enfermar otra vez.
Un hombro se levantó mientras miró hacia otro lado. —¿Qué estás
haciendo tú aquí afuera?
—Estaba buscándote, tú pequeña idiota.
Me miró bruscamente. —¿Discúlpame? Tú estás aquí afuera, así que
también eres un idiota, tú idiota.
Luché con una sonrisa. —Te dije que iba a ir a hablar contigo. Revisé
en tu apartamento primero. Llamé y no me respondiste. La puerta estaba
abierta y entré.
—¿Estuviste dentro de mi apartamento? Eso es como rudo.
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—Seh, te vi sentada aquí por tu ventana.
Hubo una pausa y luego preguntó—: ¿Ya terminó la pelea?
Ya que no parecía que se fuera a levantar en el corto plazo, me
senté a su lado. El frío del cemento congeló mi culo en un nanosegundo.
—No. La pelea principal acaba de comenzar.
—Te la estás perdiendo.
Pasando una mano por mi pelo, dejé escapar un largo suspiro. —
Dios, Avery... —Luché con qué decir. La reacción al verla todavía era
demasiado cruda, demasiado confusa—. ¿Verte esta noche? Estaba
jodidamente sorprendido.
—¿Por Steph?
—¿Qué? —La miré—. No. Jase la invitó.
—Parecía que ella estaba allí por ti.
—Tal vez sí, pero me importa un carajo. —Volviéndome hacia ella,
dejé caer mis manos sobre mis rodillas—. Avery, no me he enrollado con
Steph desde que te conocí. No me he enrollado con nadie desde que te
conocí.
Inhaló profundamente. —Está bien.
—¿Está bien? —Casi me eché a reír y luego la mierda solo se
descargó. —¿Ves? No lo entiendes. Tú jodidamente no lo entiendes. Me
has evitado desde vacaciones de Acción de Gracias. Dejaste la maldita
clase y sé que fue por culpa mía, y cada vez trato de hablar contigo, tú
jodidamente corres de mí.
—Tú no querías hablar conmigo el día que te agradecí por
ayudarme.
La miré fijamente. —Oh, ¿no sé por qué? Quizás porque dejaste
terriblemente claro que no tenías nada que hacer conmigo. ¿Simplemente
apareces aquí esta noche? De forma jodidamente inesperada ¿y te
emborrachas? No lo entiendes.
Se humedeció los labios. —Lo siento. Estoy borracha, un poco, y lo
lamento, porque tienes razón y... estoy divagando.
Dejé escapar una risa breve y ronca. ¿En qué pensaba? —Está bien,
obviamente este no es el momento para esta conversación. Mira, no
quería ser todo un cretino allí dentro, haciendo que te fueras, pero…
—Está bien. Estoy acostumbrada a que la gente no me quiera en sus
fiestas. —Se puso en pie, tambaleándose—. No es gran cosa.
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Mi piel pinchaba con reconocimiento mientras me ponía de pie. —
No es que no te quisiera allí, Avery.
—Um... ¿en serio? —Se rió, pero no había humor—. Me pediste que
me fuera.
—Yo…
—Corrección. —Levantó la mano—. Me dijiste que me fuera.
—Lo hice. Actué como un idiota, pero en primer lugar tú estás en mi
casa, llegas, comienzas a beber y entonces... —Tomé una respiración
profunda—. Henry estaba todo encima y tú estabas riendo…
—¡No estoy interesada en él!
—No se veía así, Avery. Estás borracha y no te quería haciendo algo
de lo que te arrepintieras. No sé qué demonios pasa en tu cabeza la mitad
del tiempo y no tenía ni idea de lo que hacías ahí esta noche, pero nunca
te he visto beber y no sabía lo que ibas a hacer. No quería que alguien se
aprovechara de ti.
—He estado allí, hecho eso. —En el momento en que esas palabras
salieron de su boca, ella apretó los labios.
Una expresión de horror cruzó su cara, y todo, oh Dios, todo comenzó
a tener sentido. —¿Qué? —susurré, y empezó a alejarse. La agarré por los
hombros—. Oh, mierda no. ¿Que acabas de decir?
—No sé lo que dije. ¿Está bien? Estoy borracha, Cam. Duh. ¿Quién
demonios sabe lo que está saliendo de mi boca? Yo no. Realmente no sé
siquiera lo que estoy haciendo aquí afuera.
—Mierda. —Avery... Mis dedos se cerraron alrededor de sus
hombros—. ¿Que no me estás diciendo? ¿Que no me has contado?
—¡Nada! Lo juro. Te lo prometo. Solamente estoy dejando correr a mi
boca, ¿de acuerdo? —Parpadeó furiosamente—. Así que deja de mirarme
como si hubiera algo mal conmigo.
—No te estoy mirando de esa manera, cariño. —Busqué en su rostro
la verdad, la gravedad de lo que le pasó, pero lo único que vi en su
expresión era miedo y desesperación. No quería que curioseara más, y lo
entendí. De todas las personas, comprendí la necesidad de mantener
algunas cosas en secreto, pero lo averiguaría eventualmente.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y pensé que pronunció la palabra
por favor. Había un montón de mierda entre nosotros. Las cosas que
teníamos que aclarar, pero todo eso podía que esperar.
La atraje hacia mí, envolviendo los brazos a su alrededor con fuerza.
Se tensó por un segundo y luego puso las manos en mis costados mientras
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apretaba la cara contra mi pecho. La sensación de ella vino directamente
a mí.
—Te he extrañado —susurró.
En ese momento, lo que pasó entre nosotros después de haber visto
la cicatriz no importaba. Enterré mi mano en su pelo, presionándola más
cerca. —Te he extrañado, cariño. —Me aferré a ella y la levanté en el aire
y luego hacia abajo, encantado de estar sólo sosteniéndola de nuevo.
Ahuequé sus mejillas, riéndome de la sensación de ella—. Te sientes como
un pequeño cubo de hielo.
—Me siento caliente. —Nuestras miradas se encontraron y sonrió—.
Tus ojos son realmente hermosos, ¿lo sabías?
—Creo que son los chupitos de tequila los que hablan. Vamos,
vamos a llevarte adentro antes que te congeles.
Me incliné, enlazando mis dedos con suyos. Lo último que quería era
que se cayera y rompiera su cuello. Una vez dentro de su cálido
apartamento, sus dedos se contrajeron alrededor de los míos.
—Te estás perdiendo la pelea —dijo.
—Así soy yo. —La llevé al sofá y la tiré hacia abajo—. ¿Cómo te
sientes?
—Bien. —Se pasó las manos sobre sus muslos—. Tus amigos
probablemente deben estar preguntándose dónde estás.
Me eché hacia atrás, encontrando una posición cómoda. —No me
importa.
—¿No te importa?
—Nop.
Una breve sonrisa se dibujó en sus labios mientras se inclinó hacia
delante y luego me miró. No pensaba en ir a ninguna parte. La lucha y los
amigos no eran tan importantes como quién está sentada a mi lado.
Además, me preocupaba un poco su ingesta de alcohol, especialmente
cuando se levantó de un salto y casi se comió la mesa de café.
—Tal vez deberías sentarte, Avery.
—Estoy bien. —Tropezó en la mesa de café—. Así que... ¿qué quieres
hacer? Puedo, um, encender el televisor o poner una película, pero no
tengo ninguna película Supongo que puedo pedir una a…
—Avery, simplemente siéntate por un rato.
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Cogió una almohada y la colocó sobre el sofá. ¿Supongo que iba a
empezar a limpiar la casa? Pero luego se fue a la silla de luna. —¿No crees
que hace calor aquí?
—¿Cuánto has bebido?
—Um... —Su cara se arrugó—. No mucho, ¿tal vez, como dos o tres
tragos de tequila yyy dos cervezas? Creo.
—Oh guau. —Sonreí mientras me deslicé hacia adelante—. ¿Cuándo
fue la última vez que realmente bebiste?
—La noche de Halloween.
Incliné la cabeza hacia un lado. —No te vi beber la noche de
Halloween.
—No esta última noche de Halloween. —De vuelta en sus pies,
comenzó a tirar de las mangas de su suéter—. Fue... hace cinco años.
—Guau. Eso es mucho tiempo. —Oh, esto no iba a terminar bien. Me
puse de pie—. ¿Tienes agua embotellada por aquí?
—En la cocina.
Me dirigí a la nevera, cogí una botella y luego regresé. —Deberías
beber esto. —Cuando tomó la botella, me senté en el borde del sofá—. Así
que lo has hecho, ¿qué? ¿A los catorce? ¿Quince?
—Catorce —susurró, agachando la barbilla.
—Eso es muy joven para estar bebiendo.
Asentando la botella, fijó su cola de caballo. —Sí, ¿no bebías
cuando tenías catorce años?
—Me metí una cerveza o dos a los catorce años, pero ¿creí que tus
padres eran más estrictos?
Rió mientras se dejaba caer en la silla de luna. —No quiero hablar de
ellos o de beber o Halloween.
No hacía falta ser un genio para saber que esas tres cosas estaban
conectadas. Y tampoco hacía falta mucha imaginación para imaginar a
un joven Avery estando demasiado borracha en una fiesta y haciendo
algo que lamentaría más tarde. Por lo menos, esperaba que fuera eso. —
Está bien.
Pastelito me miró un segundo y luego se fue a tratar de quitar el
suéter. Una risa subió a garganta, pero se atascó cuando ella dejó caer su
suéter. Llevaba una camiseta debajo, pero el material era delgado y
exponía una gran cantidad de piel enrojecida. Su nerviosismo parecía ser
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más profundo que un zumbido de cerveza o quizás porque yo estaba aquí
después de toda la mierda entre nosotros.
Se puso de pie de nuevo y empezó a caminar. Cuando se detuvo,
entre la cocina y la sala, cerró los dedos bajo el borde de su camiseta.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
No respondió mientras su mirada se encontró con la mía un poco
fuera de foco. No tenía ni idea de lo que pensaba. Realmente nunca tenía
idea, pero se chupaba el labio inferior entre los dientes. La cautela se
instaló en mis huesos. Ella era sin duda…
Avery se quitó su camiseta.
Santa. Mierda.
Inhalé bruscamente. —Avery.
Mierda. Mierda. Mierda. Eso es todo lo que podía pensar mientras
miraba su sujetador negro. La había visto cuando estaba enferma, pero no
había mirado realmente. No como ahora. Sus pechos estaban llenos,
luchando contra las copas de encaje mientras tomaba una respiración
profunda trás otra.
Cuando se apoyó contra la pared y dejó caer los brazos a los
costados, sujeté mi mandíbula mientras respiraba profundamente. Mi
mirada cayó de su rostro, a sus pechos y luego por la línea suave de su
estómago. Los vaqueros le colgaban y su vientre cóncavo alrededor de su
ombligo. La dulce curva de su cintura me rogó que la tocara.
Era evidente que estaba borracha y si yo fuera un buen chico, no
estaría mirándola como si quisiera comérmela, pero no podía apartar la
mirada. No me acordaba de haberme parado, pero me encontraba de
pie y de alguna manera me había rodeado el sofá. El calor se construyó
entre mis piernas, grueso y potente.
—¿Cam? —dijo sin aliento.
Mi cuerpo exigía que me fuera con ella y casi lo hice, pero me
detuve, apretando mis manos. —No lo hagas.
—¿Qué no haga qué?
Cerré los ojos, pero la visión de ella quedó marcada en mi mente. —
Esto, no hagas esto, cariño.
—¿No es eso lo que quieres? —preguntó, el timbre de su voz con
incertidumbre.
Mis ojos se abrieron de golpe. ¿Qué? —No espero eso, Avery.
Contuvo el aliento. —Tú no me deseas.
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¿No la deseaba? Apenas podía recordar un momento en que no la
deseara, por el amor de Dios. Mi polla empujaba contra la cremallera de
mis vaqueros, hinchada al punto de casi reventar. Eso es lo mucho que la
quería.
Pero la mirada de auto-desprecio se había deslizado en su bonita
cara.
Me lancé hacia adelante, golpeando las manos en la pared a cada
lado de su cabeza. Me incliné por lo que quedé a la altura de sus ojos. —
Joder, Avery. ¿Crees que no te deseo? No hay una sola parte de ti que no
desee, ¿entiendes? Quiero estar sobre ti y dentro de ti. Te quiero en la
pared, en el sofá, en tu cama, en mi cama, y en cada lugar de mierda
que me sea posible imaginar, y confía en mí, tengo una gran imaginación
cuando se trata de este tipo de cosas. Así que no vuelvas a dudar de que
te desee. No es sobre eso de lo que se trata.
La confusión se vertió en sus ojos grandes.
Apoyé la frente contra la suya. —Pero no así, nunca así. Estás
borracha, Avery, y cuando estemos juntos, porque estaremos juntos, vas a
tener plena conciencia de todo lo voy a hacerte.
Sostuvo mi mirada y luego cerró los ojos, volviendo la cabeza hacia
un lado, haciendo que nuestra piel se rozara. —Eres un buen tipo, Cam.
—No, no lo soy. —Inhalé su aroma, haciendo una promesa silenciosa
que siempre sería lo que ella necesitaba que fuera—. Sólo soy bueno
contigo.
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21 Traducido por Juli
Corregido por Val_17
Fue aproximadamente una hora después de que cubriera a Avery
con una manta que todo lo que bebió, decidió hacer una reaparición.
Arrojando a un lado la colcha en la que la había envuelto como si
estuviera cubierta de serpientes, ella atravesó la sala, yendo directamente
hacia el baño. La seguí rápidamente, esperando esto, teniendo en cuenta
que generalmente no bebe.
Era terrible.
Sin poder hacer nada más que sostenerle el pelo y frotar su espalda
mientras ella le rezaba al dios de la porcelana, nunca me había sentido
tan impotente. Cuando finalmente terminó, la apoyé contra la bañera y
agarré un trapo húmedo. Fue igual que cuando había estado enferma,
pero esta vez, ella estaba muy consciente.
—¿Te sientes mejor? —le pregunté.
—Un poco. —Cerró los ojos—. Oh Dios, esto es tan vergonzoso.
Me reí entre dientes. —No es nada, cariño.
—Es por eso que te quedaste, ¿verdad? —gimió lastimosamente—.
Sabías que iba a estar enferma y allí estaba yo, quitándome la ropa.
—Shh. —Aparté suavemente los mechones de pelo de su rostro—.
Tan encantador como fue verte vomitar hasta las tripas, no es por eso que
me quedé, y lo sabes.
Sus ojos se cerraron de nuevo. —Porque tú me quieres, ¿pero no
cuando estoy borracha y vomitando por todos lados?
Solté una carcajada. La Avery borracha era divertida. —Sí, lo sé, eso
suena bastante bien.
—Sólo me aseguro de que estamos en la misma página.
—No es así.
Abrió un ojo. —Ja.
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—Pensé que te gustaría. —Moví el paño debajo de su barbilla.
Sonrió ligeramente. —Eres muy... bueno en esto.
—Tuve un montón de práctica. —Dejando la toalla a un lado, agarré
una nueva y empecé todo otra vez—. He estado en esto un buen número
de veces. —Llevé la toalla a su cuello y sobre sus brazos, deseando que mi
mirada permaneciera en su cara y no se desviara a las ondas de sus
pechos tan hermosamente expuestos—. ¿Quieres ir a la cama?
Me miró con los ojos repentinamente amplios.
Sonreí.
—Eres una mal pensada.
—Oh —murmuró, mirando disgustada.
—Sí, oh. —Me volví y cogí un cepillo de dientes. Llenándolo de pasta,
la miré—. Pensé que te gustaría sacar el sabor de tu boca.
—Eres maravilloso —dijo, alcanzándolo.
—Lo sé. —Cuando terminó, me arrodillé de nuevo y bajé la
cremallera de mi sudadera. Sacándomela, agarré el dobladillo de mi
camisa para deslizarla por encima de mi cabeza—. He estado tratando de
conseguir que digas que soy maravilloso desde la primera vez que te
estrellaste contra mí. Si hubiera sabido que todo lo que necesitaba era
entregarte un cepillo de dientes, lo habría hecho hace mucho tiempo. Mi
error.
—No. Fue mi... —Se las arregló para sentarse más derecha—… mi
error, ¿qué estás haciendo?
—No sé dónde están tus ropas. —Lo cual era una mentira. Había
encontrado su ropa antes.
—Ajá.
Sonreí cuando vi su mirada moverse sobre mi pecho, fijándose en mi
tatuaje. —Y pensé que te gustaría quitarte tu ropa.
—Sí —murmuró.
—Así que lo más fácil sería dejar que te preste mi camisa.
Respiró profundamente. —Está bien.
—Entonces estarás más cómoda.
Tenía la sospecha de que ella no escuchaba ni una palabra que
salía de mi boca. No cuando sus ojos se dirigían hacia abajo, haciendo
que mi cuerpo reaccionara.
—Claro —murmuró.
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—No has estado escuchando una sola cosa de lo que he dicho.
—Nuh-uh.
Sonreí mientras estrechaba sus caderas, levantándola en el borde de
la bañera.
—No levantes tus brazos todavía, está bien —le dije. Se quedó quieta
mientras le ponía mi camisa—. Mantén tus brazos hacia abajo. —Solté la
camisa y llevé una mano a su espalda, hábilmente desabrochándole el
sujetador.
—¿Qué estás haciendo? —Su voz era aguda.
Me reí mientras le deslizaba los tirantes por los brazos, pero se
desvaneció cuando ella se estremeció. Creo que estaba siendo riguroso
conmigo mismo, porque quería dejar caer su sujetador y estrecharla entre
mis brazos. —Como he dicho antes, eres una mal pensada. Tu virtud está a
salvo conmigo.
—¿Mi virtud?
La miré a través de mis pestañas. —Por ahora.
—¿Por ahora? —susurró.
Asentí. —Pasa tus brazos por acá.
Obedeció, y enrollé las mangas. Sentándose hacia atrás, un
arrebato de posesión casi me derribó. Me gustaba verla con mi ropa. Me
gustaba mucho. Deslizando mi mano por su brazo, me detuve encima de
la pulsera.
—No… —El pánico llenó su voz cuando desabroché los diminutos
ganchos.
Apreté mis manos, negándome a dejar que apartara el brazo. —Ya
lo he visto, Avery.
—Por favor, no lo hagas. —Su mirada bajó—. Es vergonzoso y no
puedo devolver lo que viste. Ojalá pudiera, pero no puedo.
Mis primeras sospechas finalmente fueron confirmadas. Puse las
manos alrededor de la pulsera y su muñeca. —Es debido a esto, ¿no es
así? ¿Por qué estás asustada de mí? ¿No querías hablar conmigo? ¿Por eso
dejaste de asistir a clases?
Cuando no habló, cerré mis ojos brevemente. —Oh, mi amor. Todos
hemos hecho cosas de la que no estamos orgullosos. Si supieras... —Ahora
no era el momento para eso—. El punto es que no sé por qué lo hiciste.
Sólo espero que cualquiera sea la razón, sea algo que has aceptado. No
pienso menos de ti por ello. Nunca lo hice.
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—Pero te veías tan... —No pudo terminar.
Tomé el brazalete con la otra mano y la puse en el lavabo. —Sólo me
sorprendió y me preocupé. No sabía cuando te hiciste esto y no voy a
preguntar. No en este momento, ¿de acuerdo? Sólo sé que no la tienes
que esconder a mí alrededor. ¿De acuerdo?
Asintió, pero la duda y la desconfianza se vertieron en sus ojos
marrones. Queriendo demostrar que lo que dije era cierto, incliné la
cabeza mientras giraba su brazo mirando hacia arriba y presioné mis labios
sobre la cicatriz. Un estremecimiento sacudió a Avery.
—Acababa de cumplir dieciséis años. —Su voz sonaba tranquila y
terriblemente joven—. Ahí fue cuando lo hice. No sé si realmente tuve la
intención de hacerlo o si sólo quería que alguien... —Negó con la
cabeza—. Es algo que lamento todos los días.
—¿Dieciséis?
—Nunca haría algo así de nuevo. Te lo juro. No soy la misma persona
que era entonces.
—Lo sé. —Puse mi brazo en su pierna, queriendo quitar la mirada
distante y dolorosa que oscurecía sus ojos—. Ahora es el momento de
quitar tus pantalones.
Parpadeó y se echó a reír. —Bien.
La ayudé a levantarse. Mi camisa le llegaba a las rodillas y pensé
que se veía mejor en ella que en mí. Cuando mi mano llegó al botón de
sus vaqueros, golpeó mis manos. —Creo que puedo hacer eso —dijo.
—¿Estás segura? —bromeé—. Porque estoy aquí a tu servicio, y quitar
tus jeans es algo que siento que sería excepcionalmente maravilloso de
hacer.
Sus labios se torcieron. —Estoy segura de que así sería. Ponte tu
chaqueta de nuevo.
Me apoyé en el lavabo, estirando la espalda. —Me gusta cuando
miras.
—Lo recuerdo. —Se volvió y movió el trasero de la manera más
atractiva, quitándose los pantalones.
Apartando la mirada, levanté mi sudadera del suelo. —¿Crees que
estarás bien si nos vamos del baño?
—Eso espero.
Una vez que regresamos a la sala de estar, encontré la aspirina y
agarré otra botella de agua. Después de que la tomó, me senté en el sofá
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y tiré suavemente de su brazo. —Siéntate conmigo. —Cuando intentó
saltar por encima de mis piernas, la detuve—. No. Siéntate conmigo.
Confundida, negó con la cabeza. Me eché hacia atrás y la atraje
hacia abajo. Estuvo completamente tiesa durante un segundo y luego su
cuerpo se derrumbó en mi regazo. Agarré la colcha, arrojándola sobre sus
piernas desnudas.
—Deberías tratar de dormir. —Envolví los brazos alrededor de su
cintura mientras la TV echaba sombras parpadeantes a través de la
habitación—. Ayudará por la mañana.
Pastelito dejó escapar un pequeño suspiro mientras se acurrucaba
contra mi pecho. —¿No te irás?
—No.
—¿En absoluto?
Inclinando la barbilla hacia abajo, rocé los labios sobre su frente. —
No voy a ninguna parte. Estaré aquí cuando despiertes, cariño. Te lo
prometo.
Me desperté a la mañana siguiente de la misma manera que había
quedado dormido. Avery seguía acurrucada en mi regazo, pero estaba
despierta y se mantuvo contoneándose. Gemí, apretando los brazos a su
alrededor cuando su cadera se apretó contra mi erección.
—Lo siento —le dije—. Es por la mañana, y estás sentada sobre mí.
Una combinación destinada a derribar a cualquier hombre.
Abrí los ojos a tiempo para ver un leve rubor sobre las mejillas de
Pastelito. Moví una mano hacia su cadera, mirándola con expresión
soñolienta con los ojos pesadamente caídos.
—¿Quieres que me baje de ti? —preguntó.
—Infiernos, no. —Deslicé la otra mano por su espalda, entrelazando
mis dedos por su pelo suave—. Joder, absolutamente no.
Sonrió. —Está bien.
—Por fin, creo que en realidad estamos de acuerdo con algo.
Inclinando la cabeza hacia un lado, me estudió por un largo
momento. —¿Realmente, realmente anoche ocurrió?
Sonreí. —Depende de lo que crees que pasó.
—¿Me quité la camisa para ti?
Ante la mención de eso, mi mirada cayó. Las puntas endurecidas de
sus pechos eran claramente visibles. —Sí. Momento encantador.
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—¿Y me rechazaste?
Mi mano se desvió a un lado de su muslo. —Sólo porque nuestra
primera vez juntos no iba a ser cuando estuvieras borracha.
—¿Nuestra primera vez juntos?
Sonreí perezosamente. —Ajá.
Se volvió de un bonito tono de rosa. —Estás muy confiado acerca de
que va a haber una primera vez entre nosotros.
—Lo estoy. —Me apoyé en el cojín, observándola mientras movía mi
mano arriba y abajo, desde su cadera hasta el muslo.
—Hablamos, ¿no? —Se miró la muñeca desnuda—. ¿Te dije cuando
me hice esto?
—Sí.
Sus pestañas se levantaron. —¿Y no crees que sea una puta
delirante?
—Bueno...
Me inmovilizó con una mirada seria.
Sonreí mientras llevaba mi otra mano hasta su nuca. —¿Quieres
saber lo que pienso?
—Depende.
Dirigí su cabeza hacia abajo para que nuestros labios casi se
tocaran. —Creo que tenemos que hablar.
—Tenemos que hacerlo —susurró.
Pero cuanto más se acercaba en mi regazo, era menos probable
que habláramos. Le agarré las caderas y la levanté, dejándola caer sobre
el sofá a mi lado.
—Creí que teníamos que hablar —dijo mientras me ponía de pie.
—Tenemos. Ya vuelvo.
La confusión se vertió en su expresión.
—Quédate ahí, ¿de acuerdo? —Me moví hacia la puerta—. No te
muevas de ese lugar. No pienses en nada. Sólo siéntate ahí y ya vuelvo.
Apoyó la barbilla en la parte trasera del sofá. —Está bien.
—Lo digo en serio, no pienses en nada. —Abrí la puerta—. No en el
último par de minutos, o anoche. No en el último mes. O lo que viene a
continuación. Sólo siéntate ahí.
—Está bien —susurró—. Te lo prometo.
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Sostuve su mirada por un momento y una vez que estuve seguro de
que no iba a encerrarse en su habitación, me apresuré hasta mi
apartamento. Estaba silencioso, pero había un par de tacones al lado del
sofá. Sonriendo, me lavé los dientes rápidamente y luego tomé los
elementos necesarios de la cocina. Me tomó unos cinco minutos y cuando
regresé a su apartamento, se encontraba donde la dejé.
Su mirada cayó a lo que yo tenía en mis manos y sonrió. —Huevos.
Trajiste huevos.
—Y mi sartén. —Usando la cadera, le di un empujón a la puerta para
cerrarla—. Y me lavé los dientes.
—No te pusiste una camisa.
Le lancé una mirada. —Sabía que rompería tu corazón por no ser
capaz de verme sin camisa.
Cuando puse los huevos en la encimera, escuché un chillido
ahogado y me volví hacia la puerta. —Avery, ¿qué demonios estás
haciendo?
—Nada —fue su respuesta.
Sonreí para mis adentros mientras me volvía hacia la encimera. —
Entonces saca tu culo de ahí. —Cuando oí que sus pies tocaron el suelo,
fruncí el ceño—. Y no te atrevas a cambiarte —hice una pausa—, porque
me gusta mucho verte en mi ropa.
—Bueno, si lo pones así... —Apareció en la puerta.
—¿Qué? —Miré por encima del hombro—. ¿Tanto extrañaste mis
huevos?
Parpadeó lentamente. —No pensé que te tendría en mi cocina
preparando huevos otra vez.
Esas palabras me afectaron más de lo que ella sabía. Ajusté los
controles de la cocina. —¿Me extrañabas tanto?
—Sí.
Me volví hacia ella, pasándome una mano por el pelo. —Te he
echado de menos.
Pastelito inhaló profundamente. —Quiero decir, que lo siento por
cómo me comporté cuando... bueno, cuando viste mi cicatriz. Nunca dejo
que nadie la vea. —Se movió hacia adelante, succionándose el labio
inferior—. Sé que no es una excusa para haber sido una terrible perra,
pero…
—Voy a aceptar tus disculpas con una condición. —Crucé los brazos.
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—Cualquier cosa —dijo apasionadamente.
—Confía en mí.
—Confío en ti, Cam.
—No, no lo haces. —Me acerqué a la mesa y saqué una silla—. Toma
asiento.
Una vez que se sentó y se ajustó la camisa prestada, volví a la cocina
y rompí un huevo. —Si confiaras en mí, no habrías reaccionado de la
manera en que lo hiciste. Y no estoy juzgándote o cualquiera de esa clase
de mierda. Tienes que confiar en que no voy a ser un idiota o alucinar
sobre ese tipo de cosas. Tienes que confiar en que me preocupo bastante
por ti.
Ante el sonido de su suave inhalación, me volví hacia ella. —Hay
muchas cosas que no sé sobre ti y espero que podamos arreglar eso. No te
voy a presionar, pero no puedes dejarme fuera, ¿bien? Tienes que confiar
en mí.
Su mirada se encontró con la mía. —Confío en ti. Voy a confiar en ti.
—Acepto tus disculpas.
Terminé de preparar los huevos y volví a la mesa con jugo de naranja
antes de que abordara el tema en cuestión. —Entonces, ¿a dónde vamos
desde aquí? Dime lo que quieres.
Se detuvo con un tenedor lleno de huevos revueltos. —¿Lo que
quiero?
—De mí. —Llevé un huevo entero a la boca—. ¿Qué quieres de mí?
Pastelito se echó hacia atrás, colocando el tenedor en el plato.
Abrió la boca y luego cuadró los hombros. —A ti.
Mi pecho se contrajo y por un momento no pude hablar. —¿A mí?
—Te quiero a ti —dijo, ruborizándose—. Obviamente, yo nunca he
estado en una relación, y ni siquiera sé si eso es lo que tú quieres. Tal vez no
es…
—Sí, lo es.
—¿En serio? —preguntó.
Me reí entre dientes, sintiéndome más ligero de lo que me he sentido
en semanas mientras recogía otro huevo. —Suenas tan sorprendida, como
si no lo pudieras creer. Es realmente algo adorable. Por favor, continúa.
—¿Por favor, continúa...? —Negó con la cabeza—. Quiero estar
contigo.
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Mordí el huevo lentamente. —Esa es la segunda cosa en la que
estamos de acuerdo esta mañana.
—¿Quieres estar conmigo?
Mis labios se curvaron hacia arriba. —He querido estar contigo desde
la primera vez que me rechazaste. He estado esperando a que entraras en
razón. Así que, si vamos a hacer esto, hay algunas reglas básicas.
—¿Reglas?
Asintiendo, pelé el tercer huevo. —No hay tantas. No me dejes fuera.
Es sólo tú y yo, y nadie más. Y finalmente, que sigas viéndote tan sexy en
mis camisas.
Su risa salió de ella, profunda y real. —Creo que todas son realizables.
—Bien. —Me pregunté si veía que mis manos temblaban mientras
pelaba el último huevo.
—Nunca he hecho nada de esto antes, Cam. Y no soy fácil de tratar
todo el tiempo. Lo sé. No puedo prometer que será fácil para ti.
—Divertido, nada en la vida es fácil. —Una vez que terminé la leche,
había acabado de hablar por ahora. Necesitaba decirle lo que pasó hace
tres años y lo que tenía que hacer todos los viernes por la noche, pero eso
podía esperar. Necesitaba hacer lo que quise hacer desde la noche de
Acción de Gracias.
Me puse de pie y fui a su lado. Tomando sus manos, la puse de pie y
envolví los brazos alrededor de su cintura. Bajé la cabeza, rozando mis
labios en su mejilla. —Lo digo en serio acerca de ti, Avery. Si me quieres de
verdad, me tienes.
Pastelito presionó las manos contra mi pecho. —Te quiero de verdad.
—Es bueno saberlo. —Incliné mis labios sobre los de ella—. Porque si
no, esto sería bastante incómodo.
Se rió, pero el sonido se perdió cuando apreté mi boca en la suya. El
contacto se sintió bien, tan necesario como respirar. El beso fue suave y
lento, pero cuando deslizó las manos en mi pelo, profundicé el beso,
dándole lo que en silencio me pidió. Mis labios se deslizaron sobre los suyos,
una y otra vez, incitando y empujando, y luego persuadiéndolos a abrirse
con mi lengua.
Su gemido prendió fuego mi sangre y ella sabía a jugo y algo mucho
más dulce. Mis manos cayeron a sus caderas y la atraje hacia mí y la
levanté. La sorpresa me invadió cuando envolvió mi cintura con las
piernas. Presioné su espalda contra la pared, encajando nuestros cuerpos.
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Besarla era todo lo que había planeado, pero la sensación de sus
pechos tocando el mío y su centro caliente contra mí, fue mi perdición.
Estaba perdido en ella. Pastelito era tímida e inocente en muchas cosas,
pero también era muy apasionada y su respuesta era natural y muy
seductora.
Gemí cuando inclinó sus caderas, presionándose contra mí en su
forma maravillosamente ingenua. Sus dedos se apretaron en mi pelo
mientras retenía mi boca en la suya. Estaba tan duro que el trozo de ropa
cubriendo entre sus muslos no era una barrera suficiente. No quería nada
más que tomarla allí mismo, contra la pared, y yo dudaba de que ella
hubiera protestado, pero no estaba bien.
Con esfuerzo, levanté mi boca. —Tengo que irme.
Sus manos se deslizaron hacia abajo a mis mejillas. —¿Te vas ahora?
—No soy un santo, cariño. —Mi voz era profunda y áspera por el
deseo—. Así que si no me voy ahora, no me iré por un tiempo.
Se estremeció, y mi cuerpo se tensó. —¿Y si no quiero que te vayas?
—Mierda. —Agarré sus muslos, cerrando brevemente los ojos—. Estás
haciéndome muy difícil ser el buen chico que me dijiste que era anoche.
Sus labios rozaron mi mejilla. —No estoy borracha.
Riendo suavemente, presioné mi frente con la suya. —Sí, puedo ver
eso, y si bien la idea de tomarte ahora mismo, contra la pared, es suficiente
para hacerme perder el control, quiero que sepas que lo digo en serio. No
eres una conquista de una sola noche. No eres una amiga con beneficios.
Eres más que eso para mí.
Sus ojos se cerraron mientras su pecho subía contra el mío. —Bueno,
eso fue... realmente una especie de cosa perfecta.
—Soy realmente una especie de cosa perfecta —bromeé,
desenredando sus piernas y poniéndola de pie—. Todo el mundo lo sabe.
No eres más que un poco lenta para entenderlo.
Se echó a reír, iluminando sus ojos. —¿Qué vas a hacer?
—Tomar una ducha fría.
—¿En serio?
—Sí.
Otra carcajada brotó de ella. —¿Vas a volver?
—Siempre. —La besé tiernamente, vertiendo lo que sentía en ese
rápido y demasiado breve beso.
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—Está bien. —Su sonrisa se extendió en su rostro y fue la cosa más
preciosa que había visto—. Voy a esperar por ti.
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22 Traducido por Tsuki & SofiaG
Corregido por Daenerys ツ
—¿No vienes ésta noche, ¿verdad? —preguntó Jase, su voz era
apenas audible sobre la música descomunal.
Deslicé mis pies en mis zapatos, mientras sostenía mi celular entre la
mejilla y el hombro.
—Nah. Voy a llevar a Avery a cenar. Creo que si regresamos…
—No necesitas explicarte. No te culpo. —Parecía aburrido, no
conmigo, sino con toda la escena. Se produjo una pausa—. Tu chica no
parece ser del tipo de los que están en la escena de la fiesta.
Me colgué en la frase “tu chica” y una punzada de orgullo pasó a
través de mí por algo más que probablemente un segundo.
—Sí, no lo creo.
Jase se rió suavemente. —Te ha convertido en un hombre nuevo,
¿no es así?
Sonreí mientras cogía las llaves. Jase podría estar en lo cierto. Desde
que conocí a Avery en agosto, muchos de mis hábitos cambiaron, más
aún durante las semanas siguientes a la noche de la pelea.
—Algo por el estilo.
—Bueno, diviértanse. No la dejes embarazada.
Una carcajada brotó de mí. —Jase, hombre, vamos…
Se rió de nuevo. —Estoy bromeando.
Rodando los ojos, me despedí de él y me dirigí a lo de Avery.
Tuvimos una cena rápida en Martinsburg y luego nos dirigimos de
nuevo a su apartamento. Hice una parada rápida y cogí a Raphael,
haciéndole dar vueltas por la cocina de Avery por un rato. El pequeño
necesitaba su ejercicio después de todo. Y Pastelito parecía disfrutarlo, lo
levantaba y le daba la vuelta en la otra dirección, por lo que arrastró su
camino de ida y vuelta entre nosotros. Esto no era algo que pensé que
haría algún sábado por la noche, pero no estaba aburrido o deseaba
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estar en otro sitio. A decir verdad, tenía más diversión haciendo esto, que
la que jamás tuve en alguna fiesta de fraternidad.
—Es un terrario —la corregí cuando dijo que su hábitat era un
acuario—. Y tiene una mecedora para terrario. Le conseguí una nueva
para su cumpleaños.
—¿Sabes cuándo es su cumpleaños? —Sonrió.
—Sip. 26 de Julio. —Hablando de eso—: ¿Cuándo es tu cumpleaños?
—Uh, tienes tiempo hasta que tengas que preocuparte por eso. —
Cruzó los tobillos—. ¿Cuándo es el tuyo?
—15 de Junio. —Yo no me daría por vencido—. ¿Cuándo es el tuyo,
Avery?
Suspiró. —Fue el 2 de enero.
—Me perdí tu cumpleaños. —Mis cejas se levantaron cuando me
incliné hacia delante.
—No es un gran problema. —Se encogió de hombros—. Fui a
Smithsonian y luego me enfermé, por lo que es probablemente una buena
cosa que no estabas ahí.
¿Fue a Smithsonian? Lo recordé entonces y me sentí como un
imbécil.
—Aw, hombre, es por eso que dijiste que querías ir allí el segundo del
mes. ¿Estabas sola? Mierda. Lo siento.
—No —dijo, levantando la mano—. No necesitas sentirte terrible. No
hiciste nada malo.
Sabía que no había hecho nada malo. La habría llevado, si me
hubiese dejado, pero aún así no se sentía bien en mi pecho.
—Bueno, siempre hay un próximo año.
Sus labios se separaron en una amplia sonrisa que hizo a mi corazón
tartamudear. Necesitando un momento para mí, antes de que hiciera algo
increíblemente estúpido como ponerme tan emocional como una niña,
recogí a Rafael y lo llevé de vuelta a casa, con la promesa de venir
enseguida. Pensaba hablar con ella, por lo que había hecho, pero cuando
regresé, descubrí a Pastelito de pie en el pasillo que conducía a su
habitación, con una mirada en su cara que la hacía divertida, retorciendo
cosas en mi interior.
La expresión de su rostro era en parte anticipación, en parte
incertidumbre, y la fuerza impulsora detrás era una curiosidad inocente
que, literalmente, voló mis pensamientos fuera de mi cabeza. No tenía ni
idea de porque exactamente era importante hablar sobre mierda seria en
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éstos momentos. Dado que el domingo aclaramos varias cosas, yo había
estado tomando las cosas con calma, tan lento que me pregunté si podría
ir más despacio. Todas las noches terminaba teniendo una asistencia
personaliza conmigo mismo, hasta el punto en que mi mano empezaba a
ponerse insensible mientras tomaba notas en clase.
Sin embargo, valía la pena. La última cosa que quería hacer era
apresurarla, pero en estos momentos…
Avery humedeció su labio inferior mientras me quitaba el suéter,
dejándolo en la parte posterior de su sofá. Su mirada se enfocó en la piel
que quedó al descubierto entre mi camisa y los pantalones vaqueros, y un
rubor cruzó sus mejillas.
Sí, Pastelito parecía querer ir a toda prisa.
Me senté en el sofá mientras ella permanecía en el pasillo, jugando
con el borde de su vestido en el suave resplandor del TV. Cuando se quitó
sus medias, después de regresar de la cena, me pasé una cantidad impía
de tiempo mirando sus piernas desnudas, como un adolescente que
nunca había visto tanta piel.
—¿Vas a venir aquí o mirarme el resto de la noche? —le pregunté,
sonriendo mientras ella tomaba una respiración profunda y se acercaba al
sofá lentamente. Levanté una mano para tirarla a mi lado, pero poco
duró, ya que Pastelito tenía otra cosa planeada.
Mi sonrisa se desvaneció cuando ella colocó sus rodillas a ambos
lados de mis muslos y se sentó en mi regazo. La respuesta de mi cuerpo fue
ridículamente inmediata. Me endurecí en cuanto acurruqué mis dedos
alrededor de sus caderas.
—Hola, cariño.
—Hola —susurró.
—¿Me extrañaste tanto? Sólo me fui unos pocos minutos.
Puso sus manos sobre mis hombros mientras se presionaba hacia
abajo, por lo que nuestros cuerpos quedaron juntos en todos los lugares
correctos.
—Tal vez.
Moví mis manos por sus costados, hasta que ahuequé sus mejillas. Ella
tenía que sentirme entre sus muslos. No podía ocultar eso.
—¿Qué estás haciendo?
Su lengua salió, mojando sus labios, y se tragó un gemido. —¿Qué te
parece?
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—Se me ocurren un par de cosas. —Alisé sus mejillas con mis
pulgares, a la espera de ver lo que hacía. La verdad era que, lo que sea
que estuviera pasando. Estaría dispuesto a sumergir la cabeza—. Todas me
tienen muy interesado.
—¿Interesado? Eso es bueno.
Sus ojos se encontraron con los míos por un breve momento y luego
sus pestañas se deslizaron abajo, protegiéndose los ojos mientras cerraba la
distancia entre nosotros. Rozó sus labios con los míos, haciendo avances
lentos y dulces. Luego aumentó la presión. Dejé que tuviera el control,
tomando sus señales mientras el beso se profundizaba. Mis manos seguían
extendidas sobre sus mejillas y su boca se abrió. Deslicé mi lengua sobre la
de ella y devolvió el gesto vacilante. Algo de eso me volvía loco. Tal vez
era el conocimiento de que aprendía todo esto conmigo.
Arrastré mis manos por su espalda y se arqueó ante la caricia. Apreté
su cintura mientras ella balanceaba sus caderas. Buen Dios, la manera en
la que se movía sobre mi regazo iba a matarme. Me estremecí cuando mi
mano derecha comenzó a subir su vestido, por sus muslos. Tenía que
tocarla.
Deslicé la otra mano hacia el frente, siguiendo el camino de sus
costillas y ahuequé uno de sus pechos con la mano. Aprendiéndome las
curvas de su cuerpo, alisé la mano sobre la punta. Avery rompió el beso,
gimiendo cuando rodé mi pulgar por encima de su pezón.
—¿Te gustó eso?
—Sí —jadeó.
Ah, eso es lo que quería escuchar. La probé trazando pequeños
besos por su cuello, guiando su cabeza hacia atrás. Empujó su pecho en
mi mano mientras sus caderas se movían otra vez. Un placer intenso subió
por mi columna. Haciendo un sonido bajo en la garganta, me aparté,
mirando el rubor de su excitación propagándose sobre ella.
Maldición, era hermosa.
—Dime lo que quieres, cariño. —Mi mano se movió a su otro pecho,
sintiendo el pezón a través de su ropa. No querría dejarlo solo—. Cualquier
cosa. Y lo voy a hacer
Su pecho subió considerablemente. —Tócame.
Mi cuerpo se tensó y luego se estremeció. Cuando hablé, apenas
reconocí mi propia voz—: ¿Puedo?
Deslicé ambas manos bajo el amplio escote de su vestido después
de que asintió, el material bajando por sus hombros, exponiéndola. Tiré
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hacia abajo, liberando sus brazos y dejando el vestido agruparse en su
cintura.
—Hermosa. —Arrastré mis dedos a lo largo del borde del encaje de
su sujetador—. Mira ese sonrojo. Tan jodidamente hermosa.
Bajando mi cabeza, cerré la boca sobre la punta de su pecho,
besándola a través del fino satén. Un grito ahogado se le escapó mientras
me apoderé de sus caderas, aspirando profundamente. Mi corazón latía
contra mis costillas mientras sus dedos se hundían en mi cabello,
sosteniéndome cerca mientras me movía hacia su otro pecho. Pellizqué
suavemente y fui recompensado con otro ruego entrecortado.
Su cuerpo ya temblaba contra el mío, pero yo estaba muy lejos de
terminar con ella. Deslicé mis manos bajo el dobladillo de su falda,
moviendo hacia arriba sus suaves muslos mientras abría un camino de
besos en sus dulcemente hinchados labios.
—Dime algo, cariño. —Hice pequeños círculos en el interior de su
muslo, acercándome a su centro—. ¿Te has venido antes?
Se puso rígida por la vergüenza y cuando no contestó, hice esos
pequeños círculos bajando por su muslo.
—Sí —susurró—. Lo he hecho.
—¿Por ti misma? —Moví mi mano de regreso a su centro.
Se retorció más cerca, presionando mi erección mientras apoyaba
su frente contra la mía.
—Sí.
Me sentí aliviado de escuchar eso, a pesar de que no debería
haberme sorprendido. Rocé un dedo sobre el centro de sus húmedas
bragas. Su cuerpo se sacudió de un modo tentador. Continué moviendo
mi dedo, hacia adelante y atrás suavemente.
Podría tocarla por siempre.
Tal vez lo haría. Podríamos quedarnos aquí, una mano hundida entre
sus muslos y la otra sosteniendo su pecho. Podría lidiar con eso.
Pero entonces Avery se movió.
Deslizó su mano por mi pecho, sobre mi abdomen, deteniéndose
encima de la banda de mis pantalones. Mi polla se hinchó de lo cerca que
estaba. Una parte de mí quería tomar su mano y acabar con ello, pero a la
otra parte le preocupaba de fuera a perder el control en el momento que
me tocara. Ella meció las caderas mientras yo hacía otro paseo entre sus
piernas, rodeando el manojo de nervios.
Estaba totalmente dispuesto a correr el riesgo de perder el control.
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Mordisqueando su labio inferior, me quedé quieto debajo de ella.
—¿Qué es lo que quieres, Avery?
—Quiero... quiero tocarte. —Una mirada de sorpresa cruzó su rostro—
. Pero no sé qué te gusta
Oh Dios. Gemí ante sus palabras y el placer brotó en mi punta. Puse
mi otra mano sobre la de ella.
—Cariño, todo lo que me hagas me va a gustar.
—¿En serio?
—Claro que sí. —Presioné la espalda contra el sofá, creando espacio
entre nosotros—. Cualquier cosa que quieras hacerme, lo voy a amar. No
tienes que preocuparte por eso.
Felicidad y calor se encendieron en su mirada y sus pestañas se
inclinaron abajo cuando tiró el botón de mi pantalón para abrirlo y luego
bajó mi cremallera. Me reí cuando jadeó.
—Fácil acceso. —Me agaché entre nosotros, facilitándome la salida.
Los ojos de Avery se mantuvieron fijos, y no había nada más caliente
que eso. Todo mi cuerpo se sentía tan tenso como la cuerda de un arco.
No pude evitarlo. Moví la mano sobre mi punta y luego de vuelta hacia la
base mientras mi ritmo cardiaco se elevaba.
—He pensado en ti —susurró ella.
Cada músculo de mi cuerpo se congeló. —¿Cómo?
Vaciló. —Cuando... me toco, pienso en ti.
—Mierda —gruñí y mi mandíbula cayó hacia bajo. Casi me vengo en
ese mismo momento. ¿Pensaba en mí cuando se tocaba? Buen Dios
todopoderoso y el demonio debajo de él—. Esa es la cosa más caliente
que jamás he oído.
Sus labios se inclinaron, y la besé, más fuerte y más duro de lo que
probablemente debería, pero no huyó. Guié su mano hacia mí,
envolviendo sus dedos alrededor de mi grosor. Al primer contacto, mi
cuerpo entero se sacudió, entonces movió su mano hacia arriba y hacia
abajo.
Lo que le faltaba en experiencia, seguro como el infierno lo
compensó con su entusiasmo. La inocencia en el modo en que me
acariciaba era casi demasiado.
—Eres perfecta —murmuré contra sus labios mientras deslizaba mi
mano de regreso al centro de sus muslos.
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Nuestras respiraciones se mezclaban, rápidas y fuertes cuando la
acuné a través de sus bragas, presionando mi palma contra su clítoris
mientras presionaba mi dedo en su calor, separados sólo por una barrera
frágil. Mantuve mi boca sobre la suya, tomando su lengua en la mía
mientras ella tomaba mi mano y la metía en ella.
Sentí su cuerpo tensarse y luego gritó en una estridente expulsión.
—¡Cam!
Su cuerpo convulsionó contra mi mano, una oleada tras otra
mientras yo la aliviaba. Temblores sacudieron mi cuerpo cuando la
liberación me arremetió. Me vine más fuerte de lo que nunca lo había
hecho y me asombré por eso. Su cabeza cayó contra mi hombro cuando
envolví un brazo alrededor de su cintura.
Sólo cuando me puse demasiado sensible, gentilmente quité su
mano. Ella estaba débil en mi abrazo cuando la arropé contra mi pecho.
Sabía que tenía que dejarla ir. Había hecho un lío de nosotros, pero
detestaba desprenderme de su cuerpo en este momento.
Alzándome, incliné su cabeza hacia atrás y besé sus párpados y sus
labios entreabiertos. El silencio se extendió entre nosotros, reconfortante
hasta que la sentí tensarse en mis brazos. La preocupación me inundó.
Sabía que no le había hecho daño, pero ¿tal vez fue demasiado?
—Oye —dije, alisando mi pulgar en su mejilla. Una mirada de
preocupación llenó su mirada—. ¿Estás bien? Yo no…
—Fue perfecto. —Besó mi mandíbula, cerrando los ojos—. Esto es
perfecto.
Avery tenía razón. Oh Dios, este fue el momento más perfecto, pero
una bola de malestar se formó en mis entrañas. Un halo de tristeza había
pasado sobre ella. Se había ido, pero estuvo allí y yo no podía evitar temer
que volviera.
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23 Traducido por Val_17 & katyandrea
Corregido por MichiiD
Ollie se quedó al borde de la mesa frente a nosotros, los restos de
comida china de Avery en un cartón. El hecho de que había traído eso al
campus con él era raro. Y esa comida había estado en la nevera por un
par de días.
—Todo lo que estoy diciendo es que el Día del Presidente es más
interesante que el Día de San Valentín —dijo, cavando con sus palillos en
los fideos—. Después de todo, Hallmark10 creó el Día-V. No es un día real.
Sentada al lado de donde él se encontraba, Brittany sacudió la
cabeza.
—El Día del Presidente es aburrido. ¿Qué pasa en él?
Avery se sentó en mi regazo, acurrucada contra mi pecho. Era un
día brutalmente frío en febrero y había desabrochado mi sudadera,
juntando los extremos alrededor de ella.
—¿Esos dos empezaran a salir en algún momento? —me preguntó
en voz baja.
Me reí entre dientes. —Sinceramente no lo sé con seguridad.
—Hay ventas de autos y muebles en el Día del Presidente —dijo Ollie,
sonriendo como si estuviera orgulloso de que se le ocurriera—. Y los bancos
están cerrados.
—Guau. —Brittany intercambió una mirada con Pastelito y luego
volvió la mirada hacia Ollie—. No echas un polvo en el Día del Presidente.
Lo haces en el Día de San Valentín.
Ollie se detuvo, soplando un fideo suavemente en el viento cuando
la miró. —¿Te estás ofreciendo?
—Guau —murmuré—. Sutil.
Pastelito rió.
10 Es una marca de tarjetas de felicitación para diversas ocasiones.
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Lanzando su brazo, Brittany golpeó a Ollie desde el banco. —No. No
me estoy ofreciendo.
Ollie aterrizó ágilmente sobre sus pies. —Es una lástima. —Se inclinó
tan cerca de Brittany que su pelo rubio se enredó con el de ella—.
Cambiaría tu vida, nena.
Incapaz de controlarse, Avery se rió en voz alta, y dejé caer mi
cabeza sobre su hombro, escondiendo mi rostro de la vergüenza ajena
que me invadió.
Brittany no parecía impresionada. —Probablemente tienes razón.
Imagino que después de una noche contigo, estaría pagando una visita a
la clínica de salud por el resto de mi vida.
—Ouch. —Él golpeó su mano libre sobre su pecho—. Me hieres.
Ella se echó a reír. —Lo dudo.
Ollie se desplomó junto a ella y levantó sus palillos. —¿Fideos?
Sonriendo ligeramente, ella sacudió la cabeza. —No. Gracias.
Avery se sentó, y el aire frío se cernió entre nosotros. La alcancé,
arrastrando su espalda contra mi pecho.
—No te vayas —dije, envolviendo los brazos a su alrededor—. Eres
como mi manta caliente.
Se giró hacia mí, presionando un beso en la comisura de mis labios.
—Tengo que ir a clases.
—Sáltatelas —murmuré, buscando sus labios—. Ven conmigo a casa.
—Perseguí su boca, deslizando mi lengua entre sus labios fríos—. Te
calentaré.
Su cuerpo se estremeció, y dudé que tuviera algo que ver con el frío.
—Eso es tan elegante como Ollie cambiando la vida de Brittany.
—¡Oye! —gritó Ollie—. No me lleves a tu nidito de amor.
Las mejillas de Pastelito se sonrojaron, y me pregunté si había
olvidado que teníamos compañía. Ella se contoneó para liberarse, como lo
hizo esa noche en mi habitación, en mi cama, y me tragué un gemido.
Realmente no necesitaba estar pensando en eso ahora mismo.
—¿Nos vemos luego? —le dijo a Brittany, dándole un rápido abrazo.
Brittany asintió. —Así es.
Diciendo adiós, dejé caer mi brazo sobre sus delgados hombros, con
la intención de acompañarla a Whitehall. Me sonrió, entrecerrando sus
ojos. —Se supone que debes estar al otro lado del campus, ¿verdad?
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—Tal vez. —Me quité la gorra y la puse en su cabeza, protegiéndola
del sol—. ¿Qué harán tú y Brittany más tarde?
—Ir al centro comercial. —Empujó el borde de la visera un poco
mientras la hizo a un lado, alcanzándola con la mano—. Tenemos algunas
compras especiales que hacer.
—Hmm. —Enlacé mis dedos con los de ella—. ¿Qué tipo de compras
especiales?
—Es un secreto.
Sonreí y luego inhalé profundamente. Había humedad en el aire. —
¿Tiene algo que ver con un día que no es el Día del Presidente?
Se echó a reír, y mi sonrisa se extendió. Pastelito había estado riendo
mucho últimamente. —No te voy a decir.
—Veo cómo es. —Nos detuvimos cerca de la entrada cubierta del
edificio de ciencias sociales, y la atraje hacia mí. Vino voluntariamente,
estirándose hasta la punta de sus dedos. Deslizando la gorra así la visera
estaba hacia atrás en su cabeza, descansé mi frente contra la suya—.
¿Puedes oler eso?
Rió, mientras colocaba una mano sobre mi pecho. —¿Mi aliento?
Rodando los ojos, pasé un brazo alrededor de su cintura.
—No, pequeña idiota. Hay nieve en el aire.
—Oh. —Se rió.
La besé suavemente. —Bueno, ten cuidado en tu viaje de compras
especial y secreto.
—Lo tendré. —Se acercó, quitándose la gorra y luego ajustándola en
mí—. ¿Vienes esta noche?
—Esa es una pregunta estúpida. —No quería dejarla ir.
Me hizo una mueca. —Pensé que no habían tales cosas como
preguntas estúpidas.
—Es una mentira. —Bajando la cabeza, la besé una vez más y luego
la dejé ir. Cuando se dio la vuelta para irse, golpeé su culo, haciéndola
saltar y dispararme una mirada asesina. Me reí—. Te gustó.
Tenía las mejillas sonrojadas, lo que me dijo que tenía razón.
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La nieve caía afuera, bajando muy rápido. Estaba contento de
haber podido convencer a Pastelito de saltarse las clases conmigo
mañana. Las clases seguirían ocurriendo, pero el campus sería una trampa
mortal en un pozo de hielo.
La miré y sonreí. Después de comer pizza y pasar el rato con Ollie, se
sentía exhausta. Profundamente dormida, se acurrucó de lado, con la
cabeza apoyada en mi pierna. Saqué un mechón de pelo de su mejilla,
colocándolo detrás de su oreja.
—Es linda, ¿sabes? —Ollie se inclinó, cogió el último trozo de pizza y
se levantó—. Sólo ella podría desmayarse en presencia de nuestra
genialidad.
Me reí en voz baja. —Fue demasiado para ella. Estaba abrumada.
Sonrió mientras caminaba por sobre mis piernas.
—Me voy.
En el silencio que siguió, tracé las elegantes curvas de su rostro con
mi mirada, guardando los pliegues y ángulos en la memoria. En la mañana,
mientras caminaba al campus oeste con Ollie, él había hecho algún tipo
de comentario acerca de que era un dominado. La cosa divertida fue que
no me molestó. Me eché a reír. Tal vez era un poco dominado. Tal vez
estaba un poco obsesionado. Tal vez estaba…
En la mesa de café, el teléfono de Avery sonó y la pantalla se
iluminó, y lo miré antes de darme cuenta de lo que hacía.
Eres una puta mentira. ¿Cómo puedes vivir contigo misma?
Me incliné hacia delante, leyendo el mensaje tres veces antes de
que la luz se desvaneciera de la pantalla y el texto desapareciera.
La conmoción me puso estúpido. Tuve que haber leído mal. ¿Tres
veces? No es probable. Los músculos de mi espalda y cuello se tensaron.
No sé cuánto tiempo me quedé en un aturdido silencio, pero más allá de
la conmoción, la ira hervía en mis venas como un incendio ardiendo
lentamente. ¿Quién mierda le habría enviado eso? ¿Puta mentira? Quería
encontrar a la persona responsable y rasgarle la columna.
Pero ¿por qué alguien le enviaría eso? Si Avery era una puta, o una
monja, pero ¿por qué? Un músculo comenzó a vibrar en mi mandíbula y no
se detuvo cuando Avery se agitó.
Bostezando, se sentó y empujó largos mechones de pelo de su cara.
Una sonrisa somnolienta se formó en sus exuberantes labios.
—Lo siento. No tenía la intención de quedarme dormida en ti.
La miré, sin saber si debía decir algo.
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Se enderezó mientras su mirada parpadeaba sobre mi cara.
—¿Está todo bien?
Mierda. No había manera de que pudiera dejar que esto pasara.
Eché un vistazo a la mesa.
—Te llegó un mensaje mientras dormías.
Su ceño se frunció mientras siguió mi mirada y luego se lanzó hacia
delante, tomando su celular. Inhaló bruscamente cuando dio un golpecito
en la pantalla. Vi la sangre filtrarse fuera de su cara y sentí crecer los nudos
de malestar.
—Destelló en la pantalla cuando llegó.
Lentamente, dejó abajo el teléfono con las manos temblorosas. No
me miró, pero siguió mirando al frente. —¿Miraste el mensaje?
—No es como si lo hubiera hecho a propósito. —Tenso, me incliné
hacia delante—. Estaba allí mismo, en tu pantalla.
—¡Pero no tenías que mirar! —Se puso de pie, sus manos
encrespándose a los costados.
Guau. Espera. —Avery, no fui a escondidas a través de tus cosas. El
maldito texto llegó. Miré antes de que pudiera detenerme. Tal vez fue un
error.
—¡Fue un error!
Tomé una respiración profunda. —Está bien. Fue un error. Lo siento,
pero eso no cambia el hecho de que vi ese mensaje.
Se detuvo en medio de la habitación y no había duda de la mirada
de pánico oscureciendo sus ojos.
—Avery —dije con cuidado. Su mirada se lanzó hacia mí—. ¿Por qué
recibiste un mensaje como ese?
Cruzó los brazos sobre su pecho. —No lo sé.
No le creí.
—No lo sé —dijo de nuevo, y luego se apresuró—. De vez en cuando
me llega un mensaje como ese, pero no sé por qué. Creo que es un
número equivocado o ese tipo de cosas.
Todavía no le creía. —¿No sabes de quién es?
—No. Dice número desconocido. Tú viste eso. —Continuó antes de
que pudiera hablar—: Lo siento por haberme vuelto loca contigo.
Simplemente me sorprendió. Estaba dormida y me desperté y me di
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cuenta de que algo andaba mal. Entonces pensé... No sé lo que pensé,
pero lo siento.
Deja de pedir perdón, Avery. Odiaba cuando hacía eso. No
necesito escuchar que lo sientes. Quiero que seas honesta conmigo,
cariño. Eso es todo lo que quiero. Si estás recibiendo mensajes como ese,
necesito saberlo.
Dio un paso atrás. ¿Por qué?
A veces me preguntaba si hablábamos el mismo idioma. —¡Porque
soy tu novio y me importa si alguien te llama puta!
Avery se estremeció.
Tomé otra respiración profunda y aparté la vista.
—¿Honestamente? Me molesta, incluso si se trata de un mensaje
accidental. Nadie debería estar enviándote toda esa mierda. —Hice una
pausa, encontrando su mirada y manteniéndola—. Sabes que puedes
decirme lo que sea, ¿no? No voy a juzgarte ni a enojarme.
En el momento en que esas palabras salieron de mi boca, me di
cuenta de lo malditamente falso que soy. Aquí estaba, diciéndole a Avery
que podía decirme cualquier cosa, cabreándome porque sabía que no lo
hacía, y yo le guardaba secretos.
Lo sé susurró, y luego más fuerte: Lo sé.
El corazón me dio una patada en el pecho mientras la miraba a los
ojos. —Y confías en mí, ¿verdad?
Sí. Por supuesto que sí.
Mierda gruñí, y mis músculos se tensaron aún más. Una bola de
hielo se formó en mi pecho, diciéndome que era un riesgo. Podía pensar
que yo era una persona violenta y marcharse, pero tenía que ser honesto,
sobre todo si esperaba que ella lo fuera.
Estaba muerto de miedo. Cerré los ojos y le dije: No he sido
completamente honesto contigo.
¿Qué?
Me froté la mano por la mandíbula. Si te van a encarcelar por robar
un penique, arriésgate a robar la libra o alguna mierda así, ¿verdad?
—Te digo que debes confiar en mí y que me puedes decir lo que
sea, pero no estoy haciendo lo mismo. Y eventualmente te vas a enterar.
Avery corrió alrededor de la mesa de café y se sentó en el borde del
sofá. ¿De qué estás hablando, Cam?
Podía perderla, me di cuenta, pero tenía que decirle la verdad.
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—¿Recuerdas cuando te dije que todos tenemos mierda en nuestro
pasado de la que no estamos orgullosos?
Asintió. Sí.
—Puedo decirlo por experiencia propia. Sólo unas pocas personas
saben acerca de esto. Hice una pausa. Y es la última cosa que quisiera
decirte.
Puedes decirme dijo, arrastrándose más cerca. En serio,
puedes hablar conmigo. Por favor.
No sabía por dónde empezar. Tardé un momento. Debería estar
graduándome este año, junto con Ollie, pero no lo estoy.
—Recuerdo que me dijiste que tuviste que tomarte un poco de
tiempo libre.
—Fue en segundo año. No había estado en casa mucho durante el
verano porque ayudaba al entrenador de un campamento de fútbol en
Maryland, pero cada vez que iba a casa, mi hermana... actuaba
diferente. No podía averiguar por qué, pero se veía súper nerviosa y
cuando estaba en casa, pasaba todo su tiempo en su habitación. Y al
parecer estaba poco en casa de acuerdo a mis padres… Mi hermana,
siempre ha tenido este corazón sensible, ya sabes. Recogiendo animales
vagabundos y personas, especialmente los chicos callejeros. Incluso
cuando era una pequeña cosa, siempre se hacía amiga con el chico
menos popular en la clase. Conoció a este chico. Era uno o dos años
mayor que ella y supongo que su relación era seria, tan seria como lo
puede ser cuando tienes dieciséis años. Me encontré con el chico una vez.
No me gustó. Y no tenía nada que ver con el hecho de que trataba de
llegar a mi hermanita. Había algo en él que no me gustaba. Bajé mis
manos a mis rodillas y sentí la familiar furia construirse dentro de mí. Yo
había ido a casa durante las vacaciones de Acción de Gracias y estaba
en la cocina. Teresa estaba allí y nos molestábamos entre sí. Me empujó y
la empujé de regreso, en el brazo. Ni siquiera fuerte y gritó como si la
hubiera lastimado seriamente. Al principio pensé que sólo estaba siendo
tonta, pero había lágrimas en sus ojos. Fingió que no pasó nada y me
olvidé de ello por la noche, pero en la mañana de Acción de Gracias,
mamá entró sorprendiéndola en una toalla y la vio.
Avery inspiró profundamente, y negué con la cabeza.
Mi hermana... estaba cubierta de moretones. Arriba y abajo de los
brazos, en las piernas. Cerré mis manos en indefensos puños. Dijo que
era del baile, pero todos sabíamos que no podías golpearte de ese modo
bailando. Le tomó casi toda la mañana sacarle la verdad.
¿Fue su novio? preguntó en voz baja.
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Tragué saliva. —Ese pequeño jodido la había estado golpeando. Era
inteligente al respecto, haciéndolo en lugares que no eran tan fácilmente
perceptibles. Ella se quedó a su lado. No sabía por qué al principio.
Finalmente descubrí que le tenía mucho miedo para romper. Era
imposible seguir sentado, me paré y caminé hacia la ventana. Quién
sabe cuánto tiempo habría continuado si mamá no hubiera entrado
cuando lo hizo. ¿Teresa finalmente le habría dicho a alguien? ¿O ese
bastardo seguiría golpeándola y una noche la mataría?
Mi cabeza colgaba hacia delante. Todo esto se sentía como si
hubiera sido ayer, la ira y la impotencia. Dios, estaba tan enojado, Avery.
Quería matar al jodido. Estaba golpeando a mi hermana y mi papá quería
llamar a la policía, ¿pero que iban a hacer realmente? Los dos eran
menores de edad. Le darían una reprimenda y que consiguiera
asesoramiento, o lo que sea. Y eso es una mierda. No estaba de acuerdo
con eso. Salí la noche de Acción de Gracias y lo encontré. No tardé
mucho, el maldito pueblo pequeño y todo eso. Llamé a su puerta y salió.
Le dije que ya no podía estar alrededor de mi hermana ¿y sabes lo que
hizo el pequeño vándalo?
¿Qué? susurró.
Me enfrentó, inflando su maldito pecho hacia mí. Me dijo que iba
a hacer lo que sea que quisiera. Me reí pero sin humor. Lo perdí.
Enfadado ni siquiera es la palabra adecuada. Estaba enfurecido. Le
pegué y no me detuve. —Mi pulso se aceleró y me enfrenté a ella. No
dejé de pegarle. Ni cuando sus padres salieron ni cuando su mamá
empezó a gritar. Se necesitaron dos agentes de policía para sacarme de
encima. Avery no dijo nada mientras me miraba. Pasé las palmas de mis
manos por mis mejillas. Terminé en la cárcel y él terminó en coma.
Abrió la boca en estado de shock, y allí estaba. Bajé la barbilla,
desviando la mirada mientras me sentaba en la silla.
Yo había estado en peleas antes, lo normal. Pero nada como eso.
Mis nudillos se rompieron y ni siquiera los sentí. —Negué con la cabeza—. Mi
papá... hizo su magia. Debería haber desaparecido por mucho tiempo por
eso, pero no lo hice. Supongo que ayudó a que el niño se despertó un par
de días más tarde.
»Lo tuve fácil, ni siquiera una noche en la cárcel. —Reí
irónicamente—. Pero no pude salir de casa durante varios meses mientras
se resolvía. Terminé con un año de servicio comunitario en el club de los
muchachos locales y un año de manejo de la ira. Eso es lo que hago todos
los viernes. Mi última sesión es en el otoño. Mi familia tuvo que pagar una
indemnización y no quiero ni saber lo mucho que costó. Tuve que dejar de
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jugar al fútbol debido al servicio a la comunidad, pero... como he dicho, la
saqué barata.
Avery apartó la mirada, las cejas presionando juntas. Su rostro lucía
pálido y cuanto más tiempo se quedaba en silencio, más enfermo me
sentía. Tenía que…
Lo entiendo dijo en voz baja. La miré fijamente, sin estar seguro
de haberla escuchado bien.
¿Qué? le dije con voz ronca.
Entiendo por qué lo hiciste.
¿Oyó todo lo que había hecho? Me puse de pie. Avery…
No sé lo que dice eso sobre mí, pero defendías a tu hermana y
darle una paliza a alguien no es la respuesta, pero es tu hermana y... Se
detuvo y parecía estar buscando las palabras correctas. Hay algunas
personas que se merecen que les pateen el culo. Me quedé mirándola.
Desplegó sus piernas. Y probablemente hay algunas personas que no
merecen ni siquiera respirar. Es algo enfermo y triste decirlo, pero es
verdad. El tipo pudo haber matado a tu hermana. Infiernos, podría haber
golpeado a otra chica hasta la muerte.
Merezco estar en la cárcel, Avery. Casi lo maté.
—Pero no lo hiciste.
Abrí la boca, pero no había palabras. ¿Cómo podía ser tan
comprensiva?
—Déjame hacerte una pregunta. ¿Lo harías de nuevo?
La pregunta del millón de dólares.
Todavía hubiera ido a su casa y lo hubiera golpeado. Tal vez no
tan mal, pero, sinceramente, no creo que hubiera cambiado nada. El hijo
de puta golpeaba a mi hermana.
Inhaló profundamente. No te culpo.
Seguí mirándola, sintiendo como si debiera caer a mis rodillas.
Eres…
¿Retorcida?
No. Sonreí absolutamente estupefacto. Eres increíble
—Yo no iría tan lejos dijo sonriendo levemente.
—En serio —dije, sentándome a su lado en el sofá—. Pensé que
estarías disgustada o enojada si sabías.
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Avery negó con la cabeza, enviando mechones de pelo cobrizo por
todas partes.
Dios mío, ella era… no había palabras. Apoyé mi frente en la suya y
ahuequé sus mejillas. Se sentía como si un gorila se hubiera levantado de
mis hombros.
Se siente bien sacarlo de mi pecho. No quiero que haya secretos
entre nosotros.
Sus labios se curvaron hacia arriba y besé sus esquinas. Abrumado
por el alivio, me senté de nuevo, acunándola en mi pecho. Esta chica
era… era perfecta en todos los sentidos que importaban.
Le besé la cima de la cabeza y su pecho subió bruscamente. El alivio
que sentí fue asombroso. Y, sinceramente, no me había preparado para
que Pastelito lo aceptara. Con un suspiro, cerré los ojos y la acerqué a mí lo
más que pude.
Avery había aceptado mi secreto. Ahora bien, si tan sólo pudiera
hacer que vea que yo haría lo mismo por ella.
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24 Traducido por Julieyrr
Corregido por NnancyC
—¿No crees que son suficientes rosas por hoy? —preguntó Ollie,
señalando el único tallo de la rosa que sostenía en mi mano. Y entonces
miró a la más reciente incorporación en la esquina de la sala de estar—.
¿Además de eso? Estás haciéndonos al resto de los chicos vernos mal.
Jase se rió desde su posición en el sofá, una botella de cerveza en su
mano. —Realmente no creo que pudieras parecer más malo, Ollie.
Resopló mientras levantaba las piernas sobre la mesa de café. —Por
lo menos sé que “más malo” no es una palabra.
Jase sonrió. —Eso es todo lo que sabes.
Rodé el presente de Pastelito hacia el pasillo exterior y luego me volví
hacia ellos, con las cejas levantadas. —¿Estarán aquí toda la noche
emborrachándose?
—Síp —respondieron al unísono.
—Bueno, que se diviertan con eso. —Saludándolos, me deslicé fuera
y coloqué el presente junto a su puerta, en la pared. Llamé, luchando
contra una sonrisa idiota cuando escuché los suaves ruidos sordos
procedentes de su regalo.
Avery abrió la puerta, su mirada cayendo a la rosa. —¿Para mí?
—Por supuesto —le dije, entregándosela mientras entraba—. Lo
siento mucho por no poder salir contigo esta noche, pero…
—Está bien. Sé que tienes esas reuniones. —Llevó la rosa al florero en
la mesa de la cocina, donde se hallaba el resto de las rosas que le había
dado. Mirándome por encima del hombro, ladeó la cabeza—. ¿Qué estás
haciendo?
Sonreí. —Quédate donde estás y cierra los ojos.
—¿Tengo que cerrar los ojos?
—Sip.
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La emoción cruzó su rostro, pero estaba desesperada por parecer
calmada. —¿Así que es una sorpresa?
—Por supuesto lo es. Así que cierra los ojos.
Sus labios se torcieron. —Tus sorpresas dan tanto miedo como tus
ideas.
Me burlé. —Mis ideas y mis sorpresas son brillantes.
—Recuerda cuando pensaste que sería una buena idea que…
—Cierra los ojos, Avery.
Su sonrisa se convirtió en una amplia cuando obedeció. Girando, me
apresuré a salir al pasillo y rodé el regalo dentro. Le di una patada a la
puerta para cerrarla. —No espíes.
Sus cejas se levantaron. —Cam…
—Un par de segundos más. —Envolví la mano alrededor de las de
ella, llevándola desde la cocina a la sala—. Mantén tus ojos cerrados,
¿está bien?
—Están cerrados.
Le apreté la mano y luego la solté. Caminando por detrás de ella,
pasé un brazo alrededor de su cintura y me incliné sobre ella, besando su
sien. Sus dedos se curvaron alrededor de mi brazo mientras suspiraba.
—Puedes abrir tus ojos ahora. —Le besé la mejilla—. O puedes
permanecer allí con tus ojos cerrados. Me gusta eso también.
Se rió, y supe el momento en el que abrió los ojos. —Oh mi Dios,
Cam…
Había engalanado un terrario de cincuenta galones, completo con
arena, rocas y follaje. Espiando fuera de su escondite, se encontraba una
pequeña tortuga, estirando el cuello, revisando su nuevo hogar.
Ella hizo un pequeño ruido, similar a un chirrido.
Me reí entre dientes. —¿Te gusta?
—¿Gustar? —Pastelito se soltó y puso las manos en el cristal—. Yo…
yo lo amo.
—Bien. —Me trasladé a su lado—. Pensé que Raphael podría usar
una cita para jugar.
Se echó a reír mientras apretaba con fuerza los ojos y los volvió a
abrir. —No debiste haber hecho todo esto, Cam. Esto es… demasiado.
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—Eso no es mucho y todo el mundo necesita una tortuga de
mascota. —Me agaché y le besé la mejilla una vez más—. Feliz Día de San
Valentín.
Avery se dio la vuelta y echó los brazos alrededor de mí. Me besó,
robándome el aliento. —Gracias.
Rocé los labios sobre los suyos. —De nada.
Deslizó los brazos alrededor de mi cintura y se inclinó. —¿Es niño o
niña?
—Sabes, en realidad no lo sé. Supuestamente podrías decirlo por la
forma de su caparazón, pero demonios si lo sé.
—Bueno, niño o niña, voy a llamarlo Michelangelo.
Eché mi cabeza hacia atrás y me reí. —Perfecto.
—Sólo necesitamos dos más.
Esta chica era jodidamente perfecta. —Cierto.
Se contoneó liberándose, sonriendo. —Ya regreso.
Antes de que pudiera decir una palabra, se dio la vuelta y salió por
el pasillo. Cuando se fue, empujé el terrario contra la pared y encendí la
lámpara de calor. Al oír que se acercaba, me di la vuelta.
—Feliz Día de San Valentín. No es tan fantástico como tu regalo, pero
espero que te guste.
Una tarjeta fue empujada en mi pecho. Sonriendo, la tomé y la miré.
—Estoy seguro que lo hará. —Con cuidado, abrí la carta. Había un
mensaje escrito en su interior.
Significas todo para mí.
Me quedé mirando el mensaje por lo que probablemente fue mucho
tiempo. Mi corazón latía con fuerza y la calidez inundó mis venas. Sonreí.
Sonreí como si acabaran de entregarme un millón de dólares. Y eso fue
antes de que viera las entradas.
Las sostuve entre mis dedos. —Este es un regalo absolutamente
asombroso, cariño.
—¿De verdad? —Juntó las manos debajo de su pecho—. Esperaba
que te gustara. Quiero decir, sé que no jugar fútbol apesta y esperaba que
esto no te ponga triste, yendo al juego y no tienes que llevarme…
Atrapé el resto de sus palabras con mis labios y mi lengua. Me
gustaron las entradas. El regalo era asombroso, pero nunca le diría que
fueron esas cuatro palabras lo que amé. —Por supuesto que voy a llevarte.
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El regalo es perfecto. —Le mordisqueé el labio inferior y jadeó—. Eres
perfecta.
Esas palabras se reprodujeron una y otra vez en mi mano mientras la
agarraba de las caderas y la atraía hacia mí. Estaba totalmente excitado,
lo que parecía un estado constante al estar cerca de ella.
Mi estómago cayó cuando enrolló los brazos alrededor de mi cuello.
No tenía que decir nada mientras la levantaba. Pastelito envolvió las
piernas alrededor de mi cintura mientras la besaba profundamente,
bebiéndola y negándome a soltarla. Gimió y una dolorosa e intensa lujuria
se estrelló contra mí.
Estaba en piloto automático sin sentido mientras la cargaba de
vuelta a su habitación y mi estómago seguía sumergido mientras la ponía
en su espalda. Me quedé mirándola fijamente durante unos segundos y
luego me eché hacia atrás, tirando de mi suéter y arrojándolo a un lado.
Me incliné plantando las manos a cada lado de su cabeza. Mi pecho
subía y bajaba en respiraciones irregulares. La necesitaba tanto como
necesitaba la fiebre de tomar una pelota por el campo y anotar. Tal vez
incluso más que eso.
Trazó un dedo delicado y delgado sobre las llamas que rodeaban el
sol en mi pecho. —Me encanta este tatuaje. ¿Cuándo te lo hiciste?
—¿De verdad quieres saber?
Sus gruesas pestañas se alzaron. —Sí.
—Es bastante patético.
Continuó siguiendo el diseño, enviando una descarga de
electricidad a través de mi cuerpo. —Yo seré el juez de eso.
—Me lo hice después de la pelea con el ex de Teresa. —Deslicé las
manos debajo de su camisa, sonriendo al sentir su piel suave y cuando se
levantó así podría quitarla—. Estuve un poco en mal estado por un tiempo.
No podía volver a la escuela, estaba atascado en mi casa, y había
terminado conmigo mismo. Me preocupaba que hubiera algo malo
conmigo para perderlo como lo hice.
Bajó las manos a sus costados mientras ponía las mías en su vientre
desnudo, meros centímetros bajo el frágil broche de su sujetador. Mi
cabello caía en mi cara al inclinarme, colocando mi otra mano al lado de
su cabeza. —Estaba deprimido. Estaba enojado conmigo mismo y con el
mundo y toda esa mierda. —Alisé la mano por su vientre, sonriendo
cuando sus caderas se levantaron un poquito—. Creo que bebí cada licor
que mi papá tenía en su bar en el transcurso de un par de semanas. Sabía
que mis padres estaban preocupados, pero…
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El hueco entre sus pechos levantados parecía completamente solo y
me distrajo. Bajando la cabeza, presioné un beso entre ellos y lo hice de
nuevo cuando tomó una suave respiración. —Jase venía a visitarme
seguido. También lo hizo Ollie. Probablemente habría perdido mi mente sin
ellos. —Puse los dedos en el broche, levanté la mirada, mis ojos fijos en los
suyos—. ¿Puedo?
Asintió.
—Gracias. —Bajé la mirada mientras lo desabrochaba, dejando el
resto en su lugar. Nunca antes la había visto desnuda allí. Quería tomarme
mi dulce jodido tiempo—. Fue algo que Jase me había dicho mientras
estaba borracho. No sé por qué, pero se me quedó grabado.
Su pecho subía cuando arrastraba un dedo en el centro de este. —
¿Qué… qué te dijo?
—Dijo algo como que las cosas no pueden ser tan malas si el sol sale
y brilla. Como dije, eso se me quedó grabado. Quizás porque es verdad.
Siempre y cuando el sol esté brillando, la mierda no puede ser tan mala. Así
que ese es el porqué tengo un tatuaje del sol. Una especie de
recordatorio.
—Eso no es patético. —Sonrió.
—Hmm… —Era bastante patético, pero había funcionado.
Enganché el dedo por debajo del borde de su sujetador y lo empujé a un
lado, haciendo lo mismo con la otra copa.
La devoraba con la mirada. Las puntas rosadas oscuras de sus
pechos llenos inmediatamente fruncidos, rogándome. Mirándolos, me sentí
como si nunca antes hubiera visto senos. Quería tocarlos, lamerlos y
chuparlos. Todo a la vez.
—Dios, eres hermosa, Avery.
—Gracias —murmuró.
Pasé suavemente la mano sobre su pecho, maravillado con la
sensación de ellos. Su espalda se arqueó y mi mirada se desvió a su cara.
—Tan perfecto —dije, las palabras un gruñido apresurado y bajo mientras
capturaba un endurecido pezón entre mi pulgar y mi índice.
Quería ver más de ella.
Encontrando su mirada, bajé la mano hasta el botón de sus
pantalones vaqueros. Cuando asintió otra vez, fue como ganar la maldita
Copa del Mundo. Deslicé hacia abajo sus pantalones, deteniéndome en
los calcetines de calaveras y huesos. —Lindos calcetines. Muy siniestros.
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Cuando sus vaqueros y calcetines se habían ido, deslicé el sujetador
por sus brazos. En cuestión de segundos estaba en bragas. Retrocediendo,
admiré mi obra. La longitud de sus piernas y la curva de su cintura sólo se
separaban por un trozo de encaje. Casi me fui a quitarlo, pero el instinto
me dijo que no.
No importaba lo que había sucedido en su pasado. De cualquier
manera, sabía sin lugar a dudas que no tenía experiencia en nada de esto.
Todas estas cosas —los besos, las caricias a través de la ropa, estar
desnuda— todo eso eran primeras veces para ella. Y quería experimentar
todas esas cosas junto con ella.
La besé lentamente mientras rozaba apenas mi mano sobre su
pecho, siguiendo el oleaje con los dedos. Gimió suavemente cuando dejé
sus labios, arrastrando un camino de pequeños besos en su garganta.
Dudé por sólo un segundo y luego cerré la boca sobre la punta de su
pecho.
La lujuria golpeó como la lluvia de una tormenta de verano, su
espalda arqueándose y sus caderas moviéndose. Su sabor fue
directamente a mi polla, haciendo un agujero en mi pecho y dispersó
todos mis pensamientos. Giré la lengua alrededor de la punta apretada
deslizando la mano bajo el encaje que la cubría.
Sus piernas se tensaron a mi lado cuando mi dedo rozó su clítoris, su
cabeza cayó hacia atrás cuando me moví al otro pecho y luego me abrí
camino hasta su estómago. Levanté la cabeza, mi mirada fijándose a la
suya, deslizando lentamente un dedo en su humedad resbaladiza. Dios,
estaba tan apretada, tan húmeda.
—¿Esto está bien? —le pregunté.
Asintió. —Sí.
Una sonrisa se dibujó en mis labios mientras empujaba con mi dedo.
Todo su cuerpo reaccionó, temblando y ruborizándose. Yo temblaba.
Sosteniendo su mirada comencé un ritmo lento, metiendo y sacando mi
dedo.
—Eres tan estrecha —le dije.
Acercando mi boca a la suya, la besé, sus caderas se movían contra
mi mano. Sentir su pecho contra el mío era una sensación que recordaría
siempre. No pasó mucho tiempo cuando gritó en mi boca y sentí su
apretón alrededor de mi dedo. Casi lo perdí en ese mismo instante.
Enterré la cabeza en su garganta mientras se sacudía. —Amo como
dices mi nombre.
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De mala gana, me obligué a sacar el dedo de ella y apartarme,
pero antes de que pudiera llegar muy lejos, me sorprendió. Se incorporó,
colocó las manos en mi pecho, rodándome sobre mi espalda. Un segundo
después, me había montado a horcajadas.
Hooola.
Inhalando una brusca respiración, casi lo perdí justo ahí ante la vista
de ella, casi desnuda mientras se alzaba. Totalmente consciente de cómo
ella parecía hacerlo todo más seductor. La alcancé, pero maldita sea,
Pastelito era rápida cuando quería serlo. Se deslizó hacia abajo, sus dedos
temblorosos, buscando el botón de mis vaqueros. Empecé a ayudarla,
pero entonces consiguió desabrocharlos y deslizarlos por mis piernas.
Apreté el edredón cuando su mano se envolvió a mí alrededor y su
cálido aliento provocó la cabeza de mi polla. Mi corazón dio un vuelco. —
Oh, mierda.
Su sonrisa era de una mujer pura. Luego bajó la cabeza y su cabello
se deslizó hacia adelante. Despegué de la cama, mi espalda doblándose
y mis caderas sacudiéndose cuando su boca cálida y húmeda se cerró
sobre mí. El fuego inundó mi sangre y me hinché mientras ella me agarraba
y pasaba la lengua por la punta sensible.
Cubrí su mano con la mía y envolví la otra en su nuca, manteniendo
su cabello hacia atrás. Pero a medida que me llevó más profundo en su
boca, no podía dejar de empujarla hacia abajo.
Mi gruñido se hizo eco a través de la habitación y fueron meros
minutos antes de que mi liberación estuviera en mí. La aparté antes de
venirme, arrastrándola contra mi pecho y besándola, presionándome
contra su vientre.
Débil y totalmente agotado, colapsé sobre la espalda y Avery hizo lo
mismo. Ambos respirábamos entrecortadamente. —Este fue el mejor puto
día de San Valentín.
Se rió. —Tengo que estar de acuerdo.
Golpeteé entre nosotros hasta que encontré su mano y la apreté.
Pasó un buen rato y mientras me preguntaba qué decir, la cosa más
estúpida salió de mi boca. —¿Tienes hambre?
—No. —Bostezó—. ¿Tú?
Era un idiota. —Aún no.
Otro tramo de silencio cayó entre nosotros y luego preguntó—:
¿Quédate conmigo? ¿Por la noche?
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Rodando a mi costado, deslicé una mano sobre su hombro. —No
tienes que preguntar dos veces.
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25 Traducido por Sofí Fullbuster
Corregido por Paltonika
El invierno no quería aflojar su agarre en West “Por Dios” Virginia. El sol
salió la mayor parte de febrero y marzo, pero los temporales fueron
brutales. Incluso en las vacaciones de primavera. Mientras la mayoría se
dirigió al sur, Avery y yo nos dirigimos hacia el oeste. Pasamos la mayor
parte de las vacaciones en la casa de mis padres. Era innecesario decir
que mamá se encontraba feliz de que hubiese llevado a una auténtica
chica a casa de nuevo.
Cuando el receso de primavera, o como estuviesen llamando a los
cuatro días de fin de semana en abril, llegaron con una dulce, dulce vista,
parecía como si fuese ayer cuando Avery se sentó en el bordillo con una
botella de cerveza y luego entramos. No podía creer cuánto tiempo había
pasado.
No podía creer que Pastelito se hubiese saltado el resto del día
conmigo y me hubiera permitido prepararle algo por su cumpleaños. En la
víspera de nuestro pequeño descanso de la universidad, pasamos el día en
Washington D.C. y regresamos tarde.
—Adivina qué. —Deslizó las manos por sus costados hasta que
descansaron en la caja torácica—. Tengo otra idea.
—¿Tiene que ver con huevos?
Me reí, empujando sus caderas contra las mías. —No tiene que ver
con huevos.
Sus ojos se pusieron vidriosos, desenfocándose de una forma en la
que me familiaricé en los últimos meses. —¿No?
—Pero sí implica algo igual de sabroso. —Presioné la boca en su sien,
trazando su pómulo con mis labios—. Nos incluye a ti, a mí, una cama y
muy poca o ninguna ropa.
—¿En serio?
—Sí. —Deslicé las manos hacia su espalda baja, mis dedos rozando
los bolsillos de sus vaqueros. Besé su frente—. ¿Qué te parece?
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Inclinó la cabeza hacia atrás, invitándome. El beso comenzó suave,
pero luego, como siempre, se convirtió en algo distinto. Algo hambriento.
Algo que siempre quería más.
Mis manos encontraron el camino debajo de su camisa y la alejé lo
suficiente como para sacársela. Nuestras bocas se encontraron
bruscamente, labios, lenguas, dientes. Chocamos contra el sofá y perdí el
balance. Caí hacia atrás, medio dentro del sofá y medio fuera.
La risa de Avery se incrustó profundamente en mi interior y capturé
sus mejillas en mis manos. Mirando al interior de sus danzantes ojos, las
palabras se formaron en mis pensamientos.
La amaba.
El sentimiento permaneció allí por un tiempo, probablemente más
del que me atrevía a admitir. Tal vez comencé a enamorarme de ella
desde incluso la primera vez que me rechazó.
Estaba enamorado de ella.
La realización de esto me sacudió hasta la médula. Miré hacia esos
cálidos ojos de un color whiskey, y quise ver mi futuro allí, nuestro futuro allí.
Nunca en mi vida quise ver eso cuando miraba a los ojos de una chica,
pero con Avery Morgansten no quería nada más.
Mi cerebro se desconectó y todo en lo que podía pensar era en esas
dos palabras. La amaba. Mis manos se sacudieron y me sorprendí por cuán
rápido conseguí sacarle los vaqueros.
Ahuequé sus pechos, frotando los pulgares sobre los pezones. Su
amortiguado gemido reverberó a través de mí. Quería, no, necesitaba
escucharla gritar mi nombre. Maldita sea, necesitaba escucharla decir
esas dos palabras o al menos que las sintiera.
Empujando mi mano bajo sus bragas, la palmeé, frotando el pulgar
por encima del área que siempre la hacía gritar y lo hizo. Desabrochó mis
vaqueros y deslizó su mano dentro, envolviendo sus dedos a mí alrededor.
El deseo era casi demasiado. Me empujé contra su palma. —Avery.
Se apartó ante el sonido de su nombre, lanzando su cabeza hacia
atrás, y era tan malditamente hermosa.
No recuerdo haberme levantado, pero Avery se envolvió a mí
alrededor mientras la llevaba de regreso a la cama. Después de ponerla
en el centro, me observó desnudarme. Sus labios se separaron y gemí.
Gateando por la cama, la sangre retumbó en mis oídos mientras
enganchaba los dedos en sus bragas y esperaba para que me diese la
señal de que se encontraba bien.
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Alzó las caderas.
Alabé a Dios y al niño Jesús.
Finalmente, después de tanto tiempo, no había nada entre nosotros.
No es cierto, susurró una voz en la parte trasera de mi cabeza, pero la
aparté cuando mi mirada se deslizó sobre ella. Le dije que era hermosa un
millón de veces y le diría que era hermosa un millón de veces más. Desde
las oscuras puntas de sus pechos hasta la dulce curva de las caderas y la
oscurecida área entre los muslos, era malditamente hermosa.
Probé su cuerpo dos veces, demasiado ido para realmente probarla.
Me cerní sobre ella, dejándola sentirme entre sus piernas. Avery tembló y
cerré los ojos fuertemente cuando puso las manos contra mi pecho.
Mi cuerpo se esforzaba por estar en su interior. —¿Quieres esto?
—Sí —dijo, y fue como si los ángeles estuvieran cantando en mi
cabeza.
Nuestras miradas se encontraron cuando incliné la cabeza,
besándola mientras bajaba mi cuerpo hacia el suyo. Conseguir un condón
era un pensamiento distante, pero no podía detenerme. La punta de mi
erección se frotó contra su humedad, haciendo que mis músculos se
tensaran. La sensación era arrolladora. El beso se volvió más profundo y
relajé las caderas…
Avery giró la cabeza a un lado. —No. Para. —Empujó mi pecho con
fuerza sorprendente—. Por favor, detente.
Esas palabras se abrieron paso a través de la neblina y me congelé.
—¿Avery? ¿Qué…?
—Bájate. —Su voz se alzó, llena de pánico—. Bájate. Por favor.
Quítate de encima.
No tenía idea de lo que sucedía, pero en un instante me quité de
encima de Avery y ella se comenzó a mover. Gateando a través de la
cama mientras se aferrada a la sábana, sosteniéndola contra el pecho
cuando se levantó. Retrocedió hasta que golpeó la cómoda, haciendo
que las botellas repiquetearan unas contra las otras. La piel alrededor de
sus labios se encontraba pálida y sus ojos permanecieron abiertos de par
en par, oscuros.
—Oh, Dios —susurró con voz ronca.
La preocupación y el horror se enfrentaron en mi interior mientras la
miraba. —¿Te he hecho daño? No lo hice…
—No. ¡No! —Cerró los ojos fuertemente—. No me hiciste daño. No lo
has hecho aún… No lo sé. Lo siento…
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Puse las manos en la cama. —Háblame, Avery. ¿Qué ha pasado?
—Nada —dijo con voz ronca—. No pasó nada. Sólo pensé…
—¿Pensaste qué?
Sacudió la cabeza. —No sé. No es gran cosa…
—¿No es gran cosa? —Mis cejas se dispararon hacia arriba.
¿Hablaba en serio?—. Avery, acabas de asustarme. Comenzaste a entrar
en pánico, como si te estuviera haciendo daño… —Las siguientes palabras
se saborearon como cenizas y vómito mientras las decía—, o te estuviese
obligando a hacer esto.
—No me obligabas, Cam. Me gustaba lo que estabas haciendo.
No entendía lo que sucedió. —Sabes que nunca te haría daño,
¿verdad?
—Sí. —Lágrimas llenaron sus ojos.
—Y nunca te obligaría a hacer algo que no quieres hacer. —Sostuve
su mirada—. Lo entiendes, ¿verdad? Si no estás lista, estoy de acuerdo con
eso, pero tienes que hablar conmigo. Tienes que dejármelo saber antes de
llegar a ese punto.
Asintió, pero no me sentí mucho mejor. Todo lo que podía escuchar
era la horrible nota en su voz cuando me rogó que parara. El aire quedó
atrapado en mis pulmones y lo que sabía sobre Avery destelló en mis
pensamientos, construyéndose alrededor de lo que asumí, lo que rogaba
que no le hubiese sucedido.
—¿Qué no me estás diciendo? —pregunté. Cuando no dijo nada, un
músculo saltó en mi mandíbula—. ¿Qué te ha pasado?
—¡Nada! —gritó—. No hay nada de qué hablar, maldita sea. Sólo
déjalo pasar.
—Estás mintiendo. —Tomé una respiración. Era hora. No más
secretos—. Estás mintiendo. Algo pasó, porque eso… —Hice un gesto hacia
la cama detrás de mí—. Eso no fue por no estar preparada. Eso era otra
cosa, porque tú sabes, sabes… que yo esperaría por ti, Avery. Te lo juro,
pero me tienes que decir lo que está sucediendo en tu cabeza.
Sin embargo, no dijo nada, y mi pecho comenzó a doler mientras un
terrible entendimiento me atravesaba. ¿No confiaba en mí? ¿No se daba
cuenta de cómo me sentía? ¿Importaba si ni siquiera confiaba en mí? La
respuesta fue como un escalofrío recorriendo mi columna vertebral.
—Te lo ruego, Avery. —Me incliné hacia delante, apretando la
sábana—. Tienes que ser sincera y honesta conmigo. Dijiste que confiabas
en mí. Tienes que demostrarlo, porque sé que hay algo más. No soy
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estúpido y no estoy ciego. Recuerdo cómo actuaste cuando nos
conocimos y estoy segurísimo que recuerdo lo que dijiste esa noche que
estabas borracha. ¿Y ese mensaje que tienes? ¿Me estás diciendo que no
tiene nada que ver con esto? Si confías en mí, por fin me dirás qué
demonios está pasando.
—Confío en ti —susurró.
Esperé que dijera algo más, que dijera algo que probara sus
palabras, pero no dijo nada y hubo un horrible chasquido en mi pecho.
Quité las sábanas y me levanté. Agarrando mis vaqueros, me los puse
mientras mi corazón latía de una forma que me hacía sentir enfermo.
Enfrentándola, pasé las manos a través de mi cabello. —No sé qué
más hacer contigo, Avery. Te he contado toda la mierda de la que no
estoy orgulloso. Cosas que casi nadie en este mundo sabe y sin embargo,
ocultas tu mierda de mí. Ocultas todo de mí. No confías en mí.
—No… yo. —Comenzó a avanzar hacia mí, pero se detuvo—. Confío
en ti con mi vida.
La ira viajó a través de mí como una cadena de púas. —¿Pero no
con la verdad? Eso es pura mierda, Avery. —Salí de la habitación—. No
confías en mí.
Me siguió, arrastrando la sábana detrás de ella. —Cam…
—Basta. —Cogí el suéter del suelo y me volví hacia ella—. No sé qué
más hacer y sé que no lo sé todo acerca del mundo, pero sí sé que las
relaciones no funcionan de esta manera.
—¿Qué estás diciendo? —Su voz tembló, pero no me importó.
—¿Qué crees que estoy diciendo, Avery? Hay algunos problemas
obvios contigo y no, no me mires como si acabara de patear a tu puto
cachorro. ¿Crees que rompería contigo por lo que te haya sucedido?
¿Como qué pensaría diferente de ti cuando viera la cicatriz en tu
muñeca? Sé que piensas eso y es mentira. —Inspiré profundamente
mientras el crudo dolor me golpeaba en el pecho. Las siguientes palabras
dolieron—. ¿Cómo puede haber un futuro para nosotros si no puedes ser
honesta conmigo? Si realmente no puedes confiar en que lo que siento por
ti es lo suficientemente fuerte, entonces no tenemos nada. Esta es la
mierda que termina las relaciones. No es el pasado, Avery, sino el presente.
—Cam, por favor…
—No más, Avery. Te lo dije antes. Lo único que te pido es que confíes
en mí y no me dejes fuera. —Me forcé a mí mismo a caminar hacia la
puerta—. Y tú no confías en mí y me dejaste fuera de nuevo.
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Cerré la puerta detrás de mí, ignorando el ardor creciendo en mi
garganta. La única cosa que le pedí a Avery era la única que no podía
darme. Nada, ni siquiera el amor, funcionaría sin la confianza.
Todo terminó.
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26 Traducido por Gaz Walker
Corregido por Gabbita
—Ah, es bueno ver que te has duchado finalmente y, que has
dejado tu habitación.
Me detuve a mitad de camino entre la sala de estar y el baño.
Viendo a Jase en el sofá, ignoré la declaración mientras pasaba una
remera sobre mi cabeza. —¿Conseguí un nuevo compañero de cuarto o
estás con el hábito de simplemente estar en mi casa ahora?
Sus labios se curvaron en una sonrisa. —De hecho, mientras pasabas
dos días revolcándote en tu mierda, Ollie me dejó entrar.
Caí en el otro extremo del sofá, tomé mi gorra y me la puse. —¿Y
dónde está mi estimado compañero de cuarto?
—Está en casa. —Jase apoyó las piernas en la mesa de centro,
cruzando los tobillos—. Hay un juego malo de Call of Duty pasando.
—¿Y por qué no estás ahí?
Me inmovilizó con una mirada tan seca como mi garganta. —¿En
serio? Ollie no te ha visto en dos días. Por fin acabas de salir de tu
habitación. Está preocupado.
Puse los ojos. —Lo dudo.
Jase me miró, y yo conocía esa mirada. Me quejé, y sonrió
descaradamente. —¿Qué diablos está pasando, Cam?
¿Cómo podría responder a esa pregunta? ¿Y por dónde podría
incluso comenzar? Apoyé la cabeza en el respaldo del sillón y suspiré. La
sensación de ardor conocida se construya en mi pecho. Pensar en ella,
saber que se encontraba tan cerca y completamente fuera de mi
alcance, me mataba.
—¿Cam?
Negué con la cabeza, riendo secamente. —Ella no confía en mí.
Se produjo una pausa. —¿Te molestarás en explicarlo más?
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—En realidad no. —Levanté las manos, frotando mis manos por mis
mejillas—. Ella no me está diciendo la verdad sobre... bien, sobre algo que
sé que es realmente importante.
—¿Tiene que ver con lo que pensaste la noche de la fiesta? —me
preguntó.
Asentí sin decir nada.
—Ya veo —suspiró Jase—. Eso tiene que ser una mierda difícil de
hablar, hombre.
—Lo sé. Vete a la mierda. Lo sé, pero no lo entiendo... —Mi voz se
apagó, tragando saliva—. Hay una mierda de la que no voy a hablar,
Jase. No le haría eso.
—Lo entiendo. Entiendo. —Jase dejó sus pies en el suelo y se inclinó
hacia delante. Dejó escapar otro suspiro pesado—. Pero, ¿qué pasó? Estoy
asumiendo que tuvieron una pelea.
—¿Una pelea? —Me volví a reír, pero sonaba tan mal—. La dejé.
—Oh. —Jase frunció los labios—. Mierda.
Levanté las manos sin poder hacer nada. —Le pregunté, le rogué
que me dijera la verdad y no lo hizo.
—¿Y la dejaste?
—Sé cómo suena. —Le lancé una mirada—. Me siento como una
mierda lo suficientemente grande sin que lo pienses.
Sus cejas se levantaron. —No dije nada.
—Lo estás pensando. —Mis ojos se estrecharon—. Pero no lo
entiendes. No hay nada si no confiamos entre nosotros, no hay nada si no
confía en mí.
Jase asintió. —Estoy de acuerdo. Es obvio que realmente te
preocupas por ella...
—Sí, pero...
Pero yo quería lo que mis padres tienen. Quería algo que podría
durar con Avery, y ¿cómo podríamos construir una relación cuando no
confiaba en mí con la verdad de su pasado? ¿Cuándo confié en ella? No
podríamos. Y no podría volver a pasar por lo que pasé la noche del
miércoles. Nunca quise ver ese horror en su rostro. Nunca quise pensar que
había sido la causa de ello. Pensarlo ahora todavía me ponía enfermo. No
por lo que podría haberle ocurrido, sino porque lo que hacía, de una
manera u otra, la aterrorizaba.
Y eso no cambiaría hasta que sea honesta conmigo.
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Jase se marchó poco después, pero no antes de tratar de conseguir
que me fuera con él. No me sentía de humor para estar con otras
personas, especialmente no con un montón de gente borracha. Cuando
llamaron una hora más tarde, me di cuenta de que era él otra vez, pero
cuando abrí la puerta, quedé sorprendido.
Avery se encontraba allí, con los brazos acurrucados alrededor de su
cintura. Tenía los ojos rojos e hinchados. Nuevas lágrimas bajaban por sus
mejillas. Abrí la boca, pero la cerré.
—¿Podemos hablar? —Su voz se quebró de una manera que hizo
que mi pecho doliera—. Por favor, Cam. No va a tomar mucho tiempo. Yo
sólo…
—¿Estás bien, Avery? —La preocupación por ella eclipsaba todo lo
demás.
—Sí. No, no lo sé. —Dio una pequeña sacudida de cabeza—. Sólo
necesito hablar contigo.
Di una respiración profunda y me hice a un lado. —Ollie no está aquí.
Un poco de tensión se liberó de sus hombros. La llevé a la sala y me
senté en el sofá. No tenía ni idea de lo que pasaba, pero dudaba de que
estuviera a punto de descargar una confesión. —¿Qué está pasando,
Avery?
Se sentó en el borde del deshilachado sillón reclinable que había
pertenecido al padre de Ollie. —Todo.
Tensándome, me deslicé hacía adelante, girando la gorra hacia
atrás. —Avery, ¿qué está pasando?
—No he sido honesta contigo y lo siento. —Sus labios comenzaron a
temblar y el impulso de agarrarla entre en mis brazos era difícil de resistir—.
Lo siento mucho, y es probable que no tengas tiempo para…
—Tengo tiempo para ti, Avery. Quieres hablar conmigo, estoy aquí.
Yo he estado aquí. Y estoy escuchando.
Le sostuve la mirada hasta que dejó escapar un profundo suspiro y
luego empezó a hablar, a hablar realmente. —Cuando tenía catorce
años, fui a una fiesta de Halloween. Estaba allí con mis amigas. Estábamos
todas vestidas y había un tipo allí. Era su casa y... y era tres años mayor que
yo y amigo de mi primo.
La mirada de Avery se desvió a sus manos. Las abría y cerraba cada
pocos segundos. —Él era muy popular. Así que también yo lo era. —Se rió
secamente—. Eso puede no parecer importante, pero lo era. Nunca pensé
que alguien como él podía hacer, podría ser como era. Y tal vez eso fue
estúpido de mi parte, como un error fatal o algo así. No lo sé. —Sus
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pestañas subieron y me miró con los ojos llorosos—. Hablaba con él y
bebía, pero no estaba borracha. Te lo juro, no estaba borracha.
—Creo en ti, Avery. —Dios, sabía a dónde se dirigía esto y ya me
sentía herido por ella—. ¿Qué ocurrió?
—Estábamos coqueteando y era divertido. Tú sabes, no le di
importancia. Era un buen chico y era lindo. En algún punto, me tiró a su
regazo y alguien nos tomó una foto. Nos estábamos divirtiendo. —La
segunda risa fue dura—. Cuando se levantó y me llevó a una de las
habitaciones vacías que estaba en la planta baja, tampoco le di
importancia. Nos sentamos en el sofá y hablamos un poco por un rato.
Luego, puso sus brazos a mí alrededor.
Avery se detuvo, frotándose las manos, y me preparé. Realmente lo
intenté. —Al principio no me importó, pero empezó a hacer cosas que no
quería que hiciera. Le dije que se detuviera y se rió. Empecé a llorar y traté
de alejarme de él, pero era más fuerte que yo, y una vez que me tuvo
sobre mi estómago, realmente no podía hacer nada, salvo decirle que se
detuviera.
Dejé de respirar. —¿Se detuvo?
Por favor, dime que paró. Por favor. Por favor. Por favor.
—No —dijo en voz baja—. Nunca se detuvo, no importaba lo que
hiciera.
Fue como recibir un disparo en la columna vertebral. Intenté
levantarme, porque tenía que hacerlo, pero no pude hacer que mis
piernas funcionaran. —¿Te violó?
Cerró los ojos y después... asintió y los volvió a abrir, y yo no quería
nada más que cambiar ese sí en un no. Pero no pude. —Todavía soy
virgen. No me tocó allí. Así no es como él... me violó.
Al principio no lo entendía. Tal vez fue que tenía el cerebro
sobrecargado, porque no podía entender cómo podía haber sido violada
y todavía ser virgen, pero luego me di cuenta. El horror se apoderó de mí.
Él... el hijo de puta enfermo la había sodomizado. Mis manos se cerraron en
forma de puños. —Hijo de puta, ¿tenías catorce años y te hizo eso?
—Sí.
Me llevé las manos al pelo, con ganas de sacarlo. —Mierda, Avery.
Sospechaba algo. Pensé que algo así podría haberte pasado.
—¿Lo hacías?
Asentí. —Era la forma en que actuabas a veces. Cuán saltarina
podrías ser, pero solo esperaba que no fuera tan lejos. Y cuando me dijiste
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que eras virgen todavía, pensé que esa era la razón. Avery, lo siento, lo
siento tanto. Nunca debiste haber pasado por algo como eso,
especialmente a esa edad… —La ira me obstruía la garganta—. Por favor,
dime que ese hijo de puta está en la cárcel por esto.
—Lo está ahora. —Volvió la mirada al televisor—. Es una larga
historia.
—Tengo tiempo. —La miré un momento, porque no quería que se
callara, no después de que llegamos hasta aquí, no cuando quería
cometer un asesinato—. ¿Qué más, Avery? Por favor háblame, porque
estoy a segundos de reservar un vuelo a Texas y matar a ese hijo de puta.
Se echó hacia atrás, metiendo las rodillas contra su pecho. —
Después que se detuvo, realmente creo que no tenía idea que había
hecho algo mal. Me dejó en ese sofá y cuando pude levantarme, yo sabía
que necesitaba decírselo a alguien. Sabía que necesitaba ir a un hospital.
Estaba con tanto... —Dolor. No terminó la frase, pero pude verlo en sus
ojos—. No podía encontrar a mis amigos, pero encontré mi bolso, y terminé
saliendo de la casa y seguí caminando hasta que recordé que tenía mi
teléfono conmigo. Llamé al 911.
Se puso en pie de repente. —Terminé en el hospital y me hicieron un
examen. La policía apareció y les dije lo que pasó y era la verdad.
—Claro que era la verdad. —La vi pasear, con paso rápido y
agitado.
—Para el momento en que la policía abandonó el hospital, la fiesta
había terminado, pero Blaine estaba en su casa —continuó como si no me
hubiera oído—, lo arrestaron y se lo llevaron. Fui a mí casa y estuve fuera de
la escuela por los dos días siguientes, pero todos descubrieron que fue
arrestado por lo que había hecho, y sus padres aparecieron.
—¿A qué te refieres?
—Sus padres y los míos eran, son amigos del club de campo. Mis
padres y los suyos… todo lo que les importaba era su imagen. Mi mamá y
mi papá tenían más dinero del que incluso podrían querer, pero… —Su voz
se volvió ronca y gruesa—. Los Firzgeralds les ofrecieron un trato a mis
padres. Que si retiraba los cargos y guardaba silencio sobre lo que pasó,
me pagarían a mí y a ellos una escandalosa suma de dinero.
La miré boquiabierto. —Y tus padres les dijeron que se jodan, ¿no?
Se echó a reír, pero sonaba rota. —Les mostraron a mis padres la foto
que nos tomaron a Blaine y a mí en la fiesta y ellos dijeron que si iban a la
corte, nadie le creería a la chica con disfraz de zorra sentada en su regazo.
Y mis padres, no querían lidiar con los escándalos. Más bien que todo
desaparezca, por lo que aceptaron.
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—Mierda —susurré con voz ronca.
—Sucedió tan rápido. No podía creer lo que mis padres me decían
que hiciese. No me habían hablado realmente sobre eso antes, pero
ellos… se preocupaban tanto por lo que todos pensaran si todo el asunto
se hacía público, las fotos y el hecho de que yo había bebido. Estaba tan
asustada y tan confundida y ya sabes, no estaba segura de que siquiera
me creyeran. —Empujó su cabello hacía atrás, cerrando sus ojos—. Así que
firmé los papeles.
No sólo quería matar al hijo de puta que hizo esto, quería añadir a
sus padres a la lista.
—Acepté tomar el dinero, el cual la mitad fue a mi cuenta así que
cuando cumplí los dieciocho, tuve acceso a él, y acepté retirar los cargos
y no hablar sobre eso de nuevo. —Bajó las manos mientras me miró—. Eso
me hace una persona terrible, ¿no?
—¿Qué? —Oh no...—. No eres una persona terrible, Avery. Jesucristo,
tenías catorce años y tus padres debieron haberles dicho que se jodan. Si
hay que culpar a alguien, además del hijo de puta que te hizo eso, es a
ellos. Tú no tienes ninguna culpa en esto.
Alivio destelló en sus ojos, pero mientras se dejaba caer en el sillón,
sabía que había más. Joder. Había más. —En cuestión de días, todo el
mundo en la escuela se volvió en mi contra. Aparentemente, no había
nada en el arreglo sobre que Blaine mantenga la boca cerrada. Les dijo a
las personas que yo había mentido. Que había hecho todas esas cosas
con él de buena gana y que luego lo acusé falsamente. Todo el mundo le
creyó. ¿Por qué no lo harían? Retiré los cargos. No hablaría de ello. La
escuela fue… fue terrible después de eso. Perdí a todos mis amigos.
Las cosas empezaron a tener sentido. —¿Esta es la razón de que
dejaste el baile?
—Sí. No podía soportar que la gente me mirara y susurrara sobre lo
que habían escuchado o hablaran abiertamente sobre eso frente a mí. E
hice esto… —Levantó el brazo izquierdo—. Mi mamá se enojó tanto.
No podía creer lo que acababa de decir. —Se enojó porque tú... —
Negué con la cabeza—. No me extraña que no hayas ido a casa.
—Esa es la razón de que escogiera este lugar, sabes. Es
suficientemente lejos como para escapar de todo. Pensé que eso era lo
que necesitaba hacer, distanciarme.
—¿El mensaje que vi? ¿Era alguien que sabía lo que había pasado?
—El que sea que inventó el dicho que no puedes escapar de tu
pasado, realmente sabía de lo que hablaba.
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Podía sentir el músculo en mi mandíbula zumbando como un loco. —
¿Qué más ha estado ocurriendo, Avery ? ¿Dijiste que este Blaine estaba en
la cárcel? Pero, ¿quién enviaba los mensajes?
Se encorvó, presionando la cabeza entre sus manos. Su rostro quedó
protegido con un velo de pelo reluciente. —He estado recibiendo
mensajes desde agosto. Simplemente pensé que era algún idiota y los
ignoré. Y mi primo ha estado tratando de contactarme, pero lo ignoré
también porque… bueno, por razones obvias. Finalmente hablé con mi
primo cerca del receso de invierno, la noche antes de venir a tu
apartamento.
—¿La noche de la pelea?
—Sí... Trataba de ponerse en contacto conmigo para decirme que
Blaine había sido arrestado por hacer la misma cosa a otra chica al inicio
del verano. De hecho, se disculpó. Eso significa mucho para mí, pero… no
sabía que esta chica era la que quería ponerse en contacto conmigo todo
este tiempo. —Respirando hondo, levantó la cabeza—. Blaine lo había
hecho con otra chica. Y al parecer, intentó ponerse en contacto conmigo,
porque no sabía lo del dinero. Contactó a la policía y se mantuvo firme. Lo
puso en la cárcel y yo... Todo lo que pensó cuando no respondí era que
mentía sobre Blaine o lo que sea. Y cuanto más tiempo pasaba sin
responder, más se enfadó. Si no hubiera firmado aquéllos papeles, nunca
habría sido capaz de hacerle daño.
Negué con la cabeza. —Lo que le pasó a ella es terrible y me alegra
que ese bastardo esté en la cárcel. Mejor todavía, él debería ser castrado,
pero lo que le pasó a ella no es culpa tuya, cariño. No lo obligaste a que le
hiciera eso.
Sus ojos se llenaron. —Pero al no decirle a nadie, le permití hacerlo
de nuevo.
—No. —Me puse de pie—. No te digas esa mierda. Nadie sabe lo
que hubiese pasado si no hubieras retirado los cargos. Tenías catorce años,
Avery. Hiciste lo mejor que pudiste en esa situación. Sobreviviste.
—Pero eso es todo, ¿sabes? Todo lo que he estado haciendo es
sobrevivir. No he estado viviendo. Mira lo que nos hice a nosotros. ¡Y sí, hice
esto! Te alejé de nuevo.
—Pero me lo estás diciendo ahora.
—¡He estado dejando que lo que me pasó hace cinco años todavía
me afecte! ¿Cuándo casi tenemos sexo? No estaba asustada de ti o si
habría dolor. No era eso. Estaba asustada de que una vez que
empezáramos, que lo que Blaine había hecho, pudiera arruinármelo o que
lo arruinaría yo misma. Soy una cobarde, era una cobarde. —Se puso de
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pie, con la cara enrojecida por las lágrimas—. Pero es muy tarde, ¿no?
Debí haber sido honesta contigo hace meses, así sabrías en lo que te
estabas metiendo y lamento tanto no haberlo sido.
Me acerqué a ella. —Avery...
—Lo siento mucho, Cam. Sé que el decírtelo ahora no cambia nada,
pero necesitaba explicarte que no habías hecho nada mal. Eres perfecto,
perfecto para mí y te amo. Sé que no puedes mirarme ahora mismo. Lo
entiendo.
¿Qué? Mis brazos cayeron a mis costados mientras la miraba
fijamente. Y entonces me encontraba frente a ella, ahuecando sus mejillas.
—¿Qué dijiste?
—¿Qué no puedes mirarme igual?
—No eso. Antes de eso.
—¿Te amo? —susurró.
—¿Me amas?
—Sí, pero…
—Para —dije—. ¿Piensas que puedo verte de forma diferente? Te
dije que siempre sospeché que algo había pasado…
—¡Pero habías esperado que no fuera eso! —Trató de apartarse,
pero no iba a dejarla huir de nuevo. No más—. Antes me miraste con
esperanza y ahora ya no lo haces.
—¿Es eso lo que en realidad piensas? ¿Ha sido eso lo que te estuvo
deteniendo todo este tiempo de decirme?
Bajó la mirada. —Todos me miran diferente una vez que lo saben.
—¡No soy todos, Avery! No para ti, no contigo. ¿Crees que todavía
no tengo esperanza? ¿Esperanza en que eventualmente superes esto?
¿De que no te persiga por cinco años más?
Avery parecía demasiado asustada para hablar mientras guiaba sus
manos a mi pecho, sobre mi corazón. —Tengo esperanzas. —Sostuve su
mirada—. Tengo esperanzas porque te amo, he estado enamorado de ti,
Avery. Probablemente antes de siquiera darme cuenta que lo estaba.
Sus ojos se abrieron. —¿Me amabas?
Apoyé la frente contra la de ella. —Te amo.
—¿Me amas?
Sonreí levemente. —Sí, cariño.
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Avery me sostuvo la mirada durante unos instantes, y vi el segundo
en que se quebró. Cuando las paredes que había construido alrededor de
ella para pasar cada día, finalmente se derrumbaron. Las lágrimas
comenzaron a derramarse, tantas que honestamente creí que alguien se
ahogaría con ellas. Con todo abierto, se puso al descubierto, por primera
vez en años.
La emoción se arrastró hasta mi garganta cuando la rodeé con mis
brazos con fuerza. Vino de buena gana, agarrando mi camisa. Y siguió
llorando, y sabía que no podía detenerla. Tenía que sacar esto.
La levanté en mis brazos y la llevé a mi habitación. La acosté en la
cama. Me coloqué a su lado, sosteniéndola contra mi pecho, y ella se
aferraba a mí mientras seguía llorando, como si tuviera miedo de que la
dejara.
Y dejarla era algo que no volvería a suceder.
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27 Traducido por Majo_Smile ♥
Corregido por Aiden
Era más de medianoche cuando mi teléfono vibró sobre mi mesita
de noche. Medio dormido, me di la vuelta y tanteé hasta que mi mano
aterrizó sobre mi celular. El suave resplandor blanco iluminó un texto con la
palabra Pastelito.
En camino.
Las cosas eran definitivamente diferentes en las semanas siguientes
al día en que se había abierto para mí.
Sonreí abiertamente mientras quitaba las sábanas y me apresuré
hacia por la sala de estar y abrí la puerta. Avery se quedó allí, descalza y
llevando un par de diminutos pantalones cortos para dormir y una camisa
fina. En la aún noche fresca de principios de mayo, la camiseta dejó muy
poco a la imaginación.
Sonrió mientras tomé su mano y la tiré en el interior, cerrando
silenciosamente la puerta detrás de nosotros.
—¿Qué dem...? —susurró, mirando fijamente al suelo entre la mesa
de centro y el sofá.
Ollie yacía boca abajo, con la mejilla apoyada en la almohada que
había empujado debajo de su cara antes de me hubiera ido a la cama.
Sus suaves ronquidos no tardarían en convertirse en motosierras.
—No preguntes —susurré de vuelta.
Riendo nerviosamente, me apretó la mano. Rápidamente hicimos
nuestro camino de regreso a la habitación y una vez dentro, la hice girar
en mis brazos. —¿Qué estás haciendo? —pregunté—. Tienes un examen a
las 9 de la mañana.
—Lo sé. —Caminó hacia atrás, guiándome a la cama. Cuando se
sentó, permanecí de pie—. Pero es mi último examen y ya he estudiado
tanto que creo que mi cerebro está roto.
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Me eché a reír. Durante la última semana, el tiempo que pasamos
juntos era para estudiar para nuestros exámenes. —¿Pero no deberías estar
durmiendo?
—Me sentía sola. —Sus labios se curvaron mientras tiraba de mis
manos—. Y te extrañé. Y extraño...
No tuvo que terminar la frase. Sabía lo que pensaba, lo que quería.
Saber la verdad sobre lo que había ocurrido era una bendición, pero no
estaba seguro de cómo... bien, cómo iniciar realmente las cosas. Lo último
que quería era presionarla para hacer algo para lo que no estaba
preparada. Así que no la había presionado en absoluto.
—¿Me extrañaste? —Rápidamente cambié de tema—. Lo sé. Estar
incluso unas pocas horas sin mi presencia puede causar palpitaciones del
corazón, sudoración anormal, el ocasional…
—Creo que tu arrogancia es realmente una enfermedad.
Le di una sonrisa arrogante. —Me gusta pensar que es una fortaleza
de carácter.
—Sigue diciéndote eso. —Deslizando sus manos para liberarlas, se
levantó sobre sus rodillas frente a mí. Mi boca se secó mientras miraba
desde abajo hacia su cara—. Realmente, sigue diciéndote eso en voz
baja. En este momento, trata de no hablar.
Mis cejas se alzaron. —Bueno...
Sonrió abiertamente, pero podía ver que el color se hacía más
profundo extendiéndose por sus mejillas mientras se extendía hacia
delante, colocando sus manos sobre mi pecho desnudo, y luego se
extendió hacia arriba, deslizando sus dedos en mis mejillas. Guió mi cabeza
hacia la suya.
—Te he echado de menos, Cam. —La punta de su nariz rozó la mía—
. ¿No me has echado de menos?
Cerré los ojos y envolví los dedos en sus delgadas muñecas. —Sí.
—Bien —murmuró.
Sus labios rozaron los míos una vez y luego me besó suavemente. No
había nada como sus besos, sobre todo cuando nos mecíamos en nuestras
posiciones. Presiono, trabajando en la unión de mis labios hasta que los
abrí. Su sabor nubló mis pensamientos. No me di cuenta que había soltado
mi cara hasta que sentí la punta de sus dedos deslizándose debajo de la
banda de mi camisa de nylon.
Mi agarre se apretó alrededor de sus muñecas cuando levanté la
cabeza. —Avery, tal vez…
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—Tal vez deberías dejarme hacer esto. —Su pecho se elevó
bruscamente cuando su mirada bajó. No podía ocultar que deseaba que
hiciera esto. Las comisuras de sus labios se extendieron en una sonrisa
encantadora—. Creo que realmente quieres que haga esto.
—Lo hago. Dios, sí, pero…
Me hizo callar con un beso, demostrándome que tenía que dejarla
hacer lo que quería hacer. Removiendo mis dedos uno a la vez, dejé caer
mis manos a los lados.
Esto era suyo.
Avery se separó y luego colocó un beso sobre mi pecho, sobre mi
corazón. Me puse tenso mientras tiraba hacia abajo mis pantalones cortos.
Aflojados, los pantalones cortos se agruparon en el suelo en un segundo.
Me puse rígido, deseoso, mientras colocaba sus manos en mis caderas y
besaba un camino por mis abdominales. Cuando los bordes de su pelo me
rozaron, mis manos se cerraron en puños. Y seguía yendo, deslizando una
mano alrededor de mi frente, haciendo que mi cuerpo se sacudiera
mientras envolvía sus dedos a mí alrededor. Vibré, todo mi cuerpo vibró.
Entonces su aliento bailó sobre mi dureza.
Tomé su mejilla, deteniéndola. —Avery, no tienes que hacer esto.
Levantó la cabeza. —Pero quiero hacerlo.
Abrí la boca, pero las palabras —en cualquier maldito lugar en que
se encontraban— murieron en mi lengua cuando me tomó en su boca. La
sensación explotó en varios lugares. Lancé mi cabeza hacia atrás,
gimiendo mientras su mano se movía, constante y fuerte al ritmo de su
boca.
No quería prolongarlo. Mi espalda se inclinó mientras trabaja en mí.
Joder. No podía durar. No había manera. La liberación se impulsaba a
través de mí mientras mis caderas se sacudían. Intenté apartarla, pero se
aferró. No iba a ninguna parte. Me vine, gritando su nombre.
Después de lo que pareció una eternidad, ella se apartó. Mi pecho
subía y bajaba irregularmente cuando dejé un beso malditamente casi sin
aliento en su frente. —Avery...
—¿Te gustó?
Se me escapó una carcajada. —Me encantó.
—Aprendo rápido.
Joder que era así. Colocando mis manos sobre sus hombros, la guié
sobre su espalda. —¿Avery?
Dejó caer las manos al lado de su cabeza. —¿Sí?
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—Prepárate.
Una mirada de asombro cruzó su rostro. —¿Para qué?
Capturé su boca, dejando que mis labios y mi lengua le digan
exactamente para que tenía que prepararse y pasó demasiado tiempo
antes de que usara esas dos cosas para nada más que amarla.
***
—¡Galletas! ¡Tengo galletas!
—¡Oh! ¿De qué tipo? —La voz de Pastelito flotó desde el dormitorio.
Había dejado la puerta abierta para mí, algo de lo que tendría que
hablar con ella más adelante, pero ahora mismo tenía un plato caliente de
entrega especial. Me dirigí de nuevo al dormitorio, encontrándola tendida
en su cama, con las manos cruzadas sobre su estómago.
—Galletas de mantequilla de maní —dije—. Pero especiales.
Sonrió abiertamente mientras estiraba sus pies descalzos. —¿En que
son especiales?
—Bueno, además del hecho de que acabo de hornearlas en honor
a que hayas terminado tu último examen, no son cualquier tipo de galletas
de mantequilla de maní. —Puse el plato en la mesita de noche—. Son
galletas de mantequilla de maní cubiertas de chocolate.
Sus cejas se levantaron. —¿Y eso las hace diferentes?
—Claro que sí. —Salté sobre la cama, sonriendo mientras Pastelito
rebotaba—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Siendo perezosa.
La estudié desde más cerca. —¿Estás bien?
—Sí. —Cuando sonrió y alcanzó sus ojos, me relajé—. ¿Galleta?
—Galleta... —Estiré la mano, mirando el plato en busca de una que
pareciera húmeda. Una vez que me decidí por una, se la entregué.
Sosteniendo una mano debajo de su barbilla, mordió un trocito e
inmediatamente gimió. —Oh Dios mío, estas son... —Tomó otro bocado—.
Malditamente buenas.
—Lo sé, ¿cierto? —Tomé una, metiéndola completa en mi boca.
Pastelito intentó agarrar otra y agarré el plato, manteniéndolo
alejado de ella. Me dio un puñetazo en el estómago. Le di una galleta.
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Después de comer nuestro peso en la rica mantequilla de maní, me
estiré a su lado y recogí un mechón de su cabello, enrollándolo alrededor
de mis dedos. Golpeé los extremos de su nariz mientras sus ojos iban a la
deriva. —Entonces, ¿qué se siente al ser, finalmente, un estudiante de
segundo año en la universidad?
Recuperó su cabello de mí. —No soy oficialmente una estudiante de
segundo año. No hasta que la escuela empiece otra vez en el otoño.
—Te considero un estudiante de segundo año ahora. —Sin
inmutarme, cogí otra hebra y lo arrastré al otro lado de su mejilla—. Lo que
yo digo, se hace.
—Entonces, ¿cómo se siente por fin ser un estudiante de último
curso? Tu próximo año será el último.
—Increíble. —Tracé su labio inferior—. Es una sensación increíble.
Pastelito rodó sobre su costado, envolviendo los dedos alrededor del
cuello de mi camisa. —Se siente malditamente bien ser una estudiante de
segundo año.
—Sería mejor si no te inscribieras en las clases de verano.
—Cierto —concordó.
Pero iba a funcionar. Yo iba a hacer el campamento de fútbol de
verano con los niños, por lo que estaría aquí de todos modos.
Se movió más cerca, apoyando la cabeza en mi hombro mientras
pasó una pierna por encima de mí.
—¿Lo bastante cerca? —pregunté.
—No.
Me reí mientras pasaba mis dedos arriba y abajo de su columna
vertebral en una línea lenta y ociosa mientras giraba mi cabeza,
besándola en la frente. Estos momentos de tranquilidad eran los mejores.
Casi me había quedado dormido cuando rodó súbitamente, sentándose a
horcajadas sobre mis caderas.
—Hola —dijo.
Me gustaba a donde se dirigía esto. Coloqué las manos sobre su
cintura. —Hola por ahí.
—Así que he estado pensando algo.
—Oh Dios.
—Cállate. —Se inclinó, besándome suavemente—. De hecho, he
estado pensando mucho. Hay algo que quiero hacer.
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—¿Qué? —Deslicé mis manos por encima de sus pantalones cortos,
apoyándolas en sus muslos.
Chupó su labio inferior entre los dientes. —Quiero ir a casa.
No esperaba eso y tampoco me gustó. —¿Te refieres a volver a
Texas?
—Sí.
—¿Por cuánto tiempo?
Colocó sus manos en mi estómago y se reclinó, presionándose abajo
sobre mí. Me tensé, mis ojos se estrecharon en ella. Tenía la sensación de
que era totalmente a propósito.
—No te vas a librar de mí tan fácilmente —dijo—. Por tan sólo un día
o dos.
—Maldita sea. Ahí va mi plan maestro de pasar el verano como un
soltero loco por el sexo.
Pastelito rodó sus ojos.
—¿Qué quieres hacer si vuelves allí?
—Quiero ver a mis padres. Tengo que hablar con ellos.
Acaricié sus muslos. —¿Sobre lo que pasó?
—Nunca he hablado con ellos acerca de lo que sucedió, no desde
esa noche. —Imitó mis movimientos con sus dedos por mi pecho—. Tengo
que hablarles. Sé que esto suena como que no será divertido, pero tengo
que decirles que lo que hicieron estuvo mal.
—No suena como una diversión, pero ¿crees que es prudente? —
Puse mis manos sobre las suyas—. Quiero decir, crees que va a ayudarte y
no...
—¿Lastimarme? —Sonrió—. Realmente no hay nada más que mis
padres puedan hacer que me vaya a doler, pero siento que tengo que
hacerles frente. ¿Eso me hace una mala persona?
—No. —No me gusta cómo sonaba esto. Aún podían hacerle daño.
—Tengo que hacer esto. También tengo que hablar con Molly.
Bien. Realmente no me gustaba cómo sonaba esto. —¿Qué?
—Tengo que hablar con ella y tratar de explicarle por qué hice lo
que hice. Sé que es arriesgado, y si regresa y me muerden en el culo con la
cláusula de no divulgación, entonces lo harán, pero si puedo hacerle
entender sólo un poco, entonces tal vez la ayudará y ella va a dejar de
ponerse en contacto conmigo.
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—Yo no sé nada de eso. La chica parece que no es la persona más
estable que hay.
—No está loca —dijo—. Sólo molesta y tiene una razón para estarlo.
—Y tú no eres la razón por la que esto le sucedió. —Llevé sus manos a
mis labios, besando los nudillos—. Sabes eso, ¿verdad? No eres
responsable.
Estuvo callada durante unos momentos. —Tengo que hacer esto por
mí y por Molly. No quiero correr más, Cam. Y sé que en realidad no puedo
dejar esto atrás. Lo que pasó... bueno, siempre será una parte de mí, pero
yo no voy a ser esa. Ya no más.
Esto no era lo que quería que hiciera y no creía que realmente lo
necesitaba. Lo que ella no sabía era que ya había empezado a hacer las
paces con todo, pero no la detendría. —¿Sabes lo que pienso?
—¿Qué soy impresionante? —Su sonrisa fue descarada.
—Además de eso.
—¿Qué?
—Creo que ya has llegado tan lejos, Avery. Que has aceptado que
esto será parte de ti, pero que no eres tú. Simplemente no te has dado
cuenta de eso, pero si quieres hacer esto, entonces vas a hacerlo y voy a
estar allí contigo.
—¿Quieres ir con…?
Chilló cuando me moví, haciéndola rodar sobre su espalda. Me cerní
sobre ella. —No vas a hacer esto sola. Infiernos, no. Me voy contigo. Y no
me dirás que me mantenga fuera. ¿Cuando quieres hacerlo?
Mirándome fijamente por un largo momento, sonrió. —¿Tienes planes
para este fin de semana?
—Jesús.
Pastelito colocó las puntas de sus dedos contra mi mejilla. —Tengo
que hacerlo.
Le di un beso en la punta de la nariz. —No creo que lo necesites,
cariño, pero si crees que tienes que hacerlo, entonces eso es lo que
importa.
—¿De verdad quieres venir conmigo? —susurró.
—Esa es una pregunta estúpida, Avery. Y sí, si hay tal cosa como
preguntas estúpidas. Esa fue una de ellas. Por supuesto que voy a estar allí
contigo.
Sus labios se extendieron en una amplia y hermosa sonrisa. —Te amo.
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—Lo sé.
—Presumido.
—Confiado. —La besé suavemente—. Te amo, cariño.
Empezó a envolver los brazos a mí alrededor, pero me alejé,
subiendo por el lado de la cama. —¡Oye! —Frunció el ceño—. ¡Vuelve
aquí!
—No. Tenemos cosas que hacer. —Tomé sus manos, arrastrándola
fuera de la cama—. Y si empiezas a tocarme, no vamos a hacer nada.
La mirada en su rostro era desconcertada. —¿Qué vamos a hacer?
Me incliné, levantándola por encima de mi hombro, y luego giré
hacia la puerta. —Tenemos algunos boletos que reservar.
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28 Traducido por Mitzi.Noh
Corregido por Mel Markham
Texas estaba terriblemente caliente. Algo así como los círculos del
infierno. Incluso en la sombra del interior del coche rentado, con la ráfaga
de aire frío de las rejillas de ventilación, el calor se filtraba de cada
pequeña grieta.
No podía creer que realmente me encontraba en Texas.
Mi mirada se desvió de la fuente de mármol a la monstruosa casa.
Avery no bromeaba cuando dijo que sus padres eran ricos. Eran como el 1
por ciento. Demonios, tal vez incluso la mitad de uno por ciento.
Recostándome en el asiento del conductor, dejé escapar un largo
suspiro. —Mierda.
Pastelito se encontraba dentro de ese lugar, con una madre que
hacía a la madre de Anthony Bates verse estable y amorosa. Y yo me
encontraba aquí, esperando en el coche, medio tentado a zambullirme
en la fuente.
Había estado allí por al menos diez minutos y no quiso que entrara
con ella. Probablemente porque sabía que iba a perder mi mierda con
rapidez. Cuándo se abrió ante mí ese día, realmente no había hablado
mucho sobre sus padres, con la excepción de cómo respondieron a lo que
le pasó, pero en el último par de semanas me había hablado de ellos.
Y lo que sabía, no me gustaba.
En la marca de quince minutos, no podía sentarme por más tiempo.
Salí del coche y entré en el sofocante calor. Deslizando mi gorra, la tiré
hacia abajo para protegerme del sol.
Caminé alrededor del sedán rentado, mirando la entrada de la
casa. Las columnas de mármol eran un toque agradable. Al darme la
vuelta, contemplando el cuidadoso paisaje que iba tan lejos como podía
ver, no había ni una sola persona paseando.
El lugar se encontraba vacío, y a pesar de las temperaturas rompe-
cuerpos, estaba frío. No podía imaginar a Pastelito creciendo en este tipo
de atmósfera o descifrar cómo salió tan cálida y cariñosa.
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Mi camisa empezaba a pegarse a mis hombros mientras regresaba a
la fuente. Cerré los ojos, obligué a mis piernas a no dar la vuelta e irrumpir
en esa casa. Sabía que Pastelito tenía que hacer esto por su cuenta, pero
odiaba que estuviera enfrentándolos sin mí a su lado.
Metí mi mano, dejando al chorro de agua caliente esparcirse por mi
mano abierta. ¿Qué pensarían sus padres si tomaba un baño? Me sentía
medio tentado. Estaba a cinco segundos de irrumpir en la casa cuando
escuché una puerta cerrarse detrás de mí. Girándome, vi a Avery bajando
las amplias escaleras de piedra.
Sonreía ampliamente.
No había esperado eso.
La tensión se filtró fuera de mis hombros mientras corría alrededor del
coche, atrapándola en medio de la entrada circular. —¿Cómo te fue?
—Ah… —Se levantó sobre las puntas de sus sandalias, inclinando la
cabeza y besándome—. Todo salió como esperaba.
Me aferré a sus caderas, mis dedos apretando mientras una oleada
de lujuria, amor y otras mil emociones complicadas rugían a través de mí.
—¿Quieres decirme al respecto?
—¿Durante la cena? —Comenzó a alejarse, pero capturé su mano,
sosteniéndola en su lugar—. Voy a llevarte a Chuy's…
—¿Avery?
Acero se derramó por mi espina al sonido de su nombre y apreté mi
agarre en su mano. Se volvió cuando mi mirada se estrechó en el hombre
alto caminando por la escalera principal.
Este era su padre.
Lo supe de inmediato.
Su cabello castaño oscuro se veía gris en las sienes y no aparentaba
más de cincuenta. Iba vestido como si se estuviera dirigiendo al club de
golf, pantalones apretados y playera polo.
—Si dice algo ignorante, no puedo prometer que no lo tiraré al suelo
aquí mismo, ahora mismo —le advertí.
Apretó mi mano. —Esperemos que no se convierta en un problema.
—Sólo digo.
Su padre se detuvo frente a nosotros, sus ojos —idénticos a los de
Pastelito— mirando de su hija a donde nuestras manos estaban unidas. Lo
desafié a decir algo.
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—Este es Cameron Hamilton —dijo ella, aclarándose la garganta—.
Cam, este es mi padre.
Dado que sería grosero darle el dedo de en medio o un puñetazo en
la cara, extendí mi mano libre. —Hola.
Estrechó mi mano. —Encantado de conocerte.
—¿Qué pasa, papá? —preguntó cuándo no regresé el saludo cortés.
El señor Morgansten quitó sus ojos de mí y su mirada se posó en su
hija, por quizá una fracción de segundo antes de parpadear. Pude notar
su edad ahora, en las arrugas alrededor de sus ojos y boca.
Su pecho se elevó con una respiración profunda y luego dijo—:
¿Sabes que es lo que más he extrañado de todo? Extraño verte bailar.
Pastelito manejó todo mejor de lo que pensé que lo haría, lo que
significaba que no le había dado suficiente crédito. La chica era más
fuerte de lo que cualquiera de nosotros se dio cuenta.
Durante la cena me dijo como todo se había ido abajo y me sentí
molesto y decepcionado por ella cuando se trataba de cómo la recibió su
supuesta madre, pero Avery hizo lo que había venido a hacer aquí.
Y parecía que su padre expresó por lo menos cierta cantidad de
remordimiento o angustia. El comentario del baile… entendí lo que quiso
decir. Había tantas cosas que Avery perdió, y sus padres también, debido
a su ignorancia.
Ella aún quería ver a Molly mañana y no importaba que intentara
durante toda la cena la cena cambiar su opinión, estaba decidida e iba a
poyarla lo mejor que pudiera. Pero para ser honesto, quería llevarla de
vuelta a casa y alejarla de todo esto.
Cuando volvimos a la habitación del hotel esa noche, Pastelito de
inmediato desapareció en el baño para tomar una ducha rápida. La
observé irse con una ceja arqueada. Había estado actuando extraña
desde el final de la cena, en una prisa por regresar aquí. No tenía ni idea
de lo que hacía, pero me obligué a acostarme en lugar de unirme a ella
en la ducha, que era algo que quería hacer realmente, realmente con
muchas ganas.
Descubrí el control remoto y aún intentaba averiguar qué canal era,
cuando el vapor salió desde la puerta abierta del baño unos veinte
minutos más tarde. Miré hacia arriba y el aire se detuvo en mis pulmones.
Ella se encontraba de pie en la puerta, su cabello de un rojo oscuro,
aferrándose a sus hombros. Sólo llevaba una toalla blanca.
Mierda.
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Me senté, estupefacto mientras mi mirada se apoderaba de ella,
empezando por las uñas de sus pies pintadas y terminando en sus mejillas
sonrojadas. Mi piel se tensó mientras caminaba hacia donde me
encontraba sentado, sus dedos se cerraron alrededor de la toalla
anudada entre sus pechos.
Cerré mis ojos. —Avery.
Puso una mano en mi hombro y subió, como lo había hecho la tarde
en el sofá, a horcajadas de mí. —¿Cam?
Una pequeña sonrisa dividió mis labios, era todo lo que podía
manejar mientras apretaba sus caderas.
—¿Qué estás haciendo?
—Nada —se pausó—. Todo.
Mi mirada se sumergió en el nudo. —Esas son dos cosas opuestas.
—Lo sé. —Presionó mi erección, enviando una descarga de placer al
rojo vivo a través de mí—. ¿Me besas?
No me dio la oportunidad de responder, lo que me parecía bien. Sus
labios rozaron los míos, un dulce roce de sus labios. Mi agarre sobre sus
caderas se apretó cuando abrió mis labios con su lengua. El beso siguió
hasta que me sentía adolorido por ella.
Demonios, siempre la deseaba.
—¿Me tocas? —susurró—. Por favor.
¿Quién diablos era yo para negárselo? Pasé mis manos bajo el
dobladillo de la toalla, deslizándolas sobre sus muslos, acercándose al
centro de su calor.
—Ahora —exigió.
Me reí de su audaz demanda, pero no estaría apresurado. Pasé la
palma de mi mano sobre su humedad, sonriendo cuando gimió. —¿Qué
quieres?
Hizo un sonido de frustración. —Quiero que me toques.
Llevando mis dedos cerca de donde me quería, me retiré
rápidamente. —Te estoy tocando, cariño.
Sus ojos brillaron. —Sabes lo que quiero decir.
—No lo creo.
—Por favor. —Presionó su frente contra la mía—. Por favor tócame,
Cam.
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Me eché hacia atrás, rozando nuestros labios. —Bueno, cuando lo
dices así, creo que entiendo lo que quieres decir.
—Finalmente —se quejó.
Me reí de nuevo y luego mordisqueé su barbilla. Su cuerpo se
sacudió cuando la ahuequé entre sus muslos. —¿Te gusta?
—Sí.
Mientras besaba el centro de su garganta, deslicé un dedo en su
humedad —¿Y esto? —Mi voz sonaba ronca y pesada.
Su espalda se arqueó. —Uh-huh.
Envolviendo un brazo a su alrededor, así no se caería hacia atrás,
presioné su clítoris. Su cuerpo se tensó de la manera más increíble. —¿Qué
hay de esto?
Sus caderas se inclinaron hacia adelante. —Oh, sí. Definitivamente
eso.
—¿Definitivamente eso? —bombeé mi dedo dentro y fuera de ella
lentamente.
Avery gimió, y podría escuchar un coro de ellos todo el día, pero
luego llegó entre nosotros y deshizo el nudo. La toalla se deslizó fuera de
ella, revoloteando al piso.
Mi mano se calmó.
Mi corazón saltó.
Mi pene se endureció y palpitó.
Rosados pechos se alzaban, con las mejillas sonrojadas y sus piernas
se extendían sobre las mías… Maldita sea, ella era… era impresionante.
Corrí mi otra mano por su pecho, obsesionado cuando la punta se
arrugó. —Joder, Avery…
Puso su mano sobre la mía. —No te detengas.
—No estaba planeándolo.
—No es lo que quise decir. —Llegando con la otra mano, encontró la
cremallera de mis pantalones—. Te quiero a ti, Cam.
—Me tienes. —Me moví a su otro pecho—. Joder, me tienes
totalmente.
Avery sonrió cuando envolvió su mano alrededor de mi muñeca,
tirando de mi mano lejos de su calor. —Tengo muchas ganas de ti —abrió
la cremallera de mis pantalones, sus dedos rozándome y me estremecí—.
¿No me deseas?
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—Más de lo que crees —gemí mientras me palmeaba—. Avery…
Su mano desapareció y no sabía si debía estar agradecido o si debía
empezar a maldecir. Pero entonces tiró de mi camisa por sobre mi cabeza.
—Quiero esto, Cam.
Cuando sus palabras se hundieron a través de la neblina roja
empañando mis pensamientos, inhalé profundamente. —¿Estás segura,
Avery? Porque si no es así, no tenemos…
Me besó, deslizando sus manos por mi pecho. —Estoy segura.
Me congelé, con las manos en sus caderas y luego le di la vuelta
sobre su espalda. Sobre ella, cogí sus labios y la besé con todo lo que tenía
en mí. Tal vez otro hombre se lo habría preguntado de nuevo o hecho algo
más, pero esas dos palabras. Estoy segura. Rompieron el pequeño dominio
que tenía en mi auto-control.
Rompiendo el beso, me levanté y casi arranqué mis pantalones.
Cuando su mirada cayó y sus ojos se ensancharon, no pude evitar sonreír.
Avery parecía casi intocable mientras se encontraba allí, mirándome
con esos hermosos ojos marrones. —Podría mirarte para toda la vida.
Nunca envejecería.
—¿Incluso cuando sea vieja?
—Aun así.
Incapaz de esperar más, llegué a ella. Quería que este momento sea
perfecto para ella. Quería que todo sea hermoso y quería que sintiera lo
mucho que la amaba.
Así que empecé en esos pequeños dedos de los pies, trabajando mi
camino por sus piernas y sobre su suave vientre con besos. Me tomé mi
tiempo, chupando y mordiendo hasta que las puntas de sus pechos
estaban apretadas y ella jadeaba. Cada parte de mí se sentía dura,
pesada e hinchada, pero la quería lista, incluso si el crudo e intenso deseo
me condujera a ir profundamente dentro de ella.
Su cuerpo se arqueó contra el mío cuando llegué a sus labios una
vez más. Cambiando mi peso a un brazo, igualé los empujes de mi lengua
con mi dedo y luego dos, estirándola lentamente.
Apretó mis brazos, mis costados mientras se movía inquieta, y
cuando puse mi boca ahí abajo, se deshizo de una manera que casi me
deshace en ese momento.
Temblaba como una mala hierba en medio de una tormenta
mientras me levantaba, posicionándome entre sus muslos. Envolviendo mi
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mano a mí alrededor, alineé nuestros cuerpos. El primer contacto con su
humedad envió fragmentos de placer a través de mí.
Había un punto en el que no podías parar y yo estaba en esa parte,
mi cuerpo temblaba de necesidad, pero esperé por ella. Le di tiempo.
—Te amo —le dije, apoyando mi mano en su mejilla—. Te amo
mucho.
Sus brazos se envolvieron a mí alrededor, abrazándome fuerte,
instándome hacia adelante. —Te amo.
Dejando caer mi mano a su cadera, profundicé el beso mientras
rodaba mis caderas contra las suyas. Se puso rígida debajo de mí y su
suave jadeo de sorpresa fue directo a mi alma.
Me calmé. —¿Estás bien?
Asintió. —Sí.
No quería hacerle daño y sabía que tenía que doler. Permanecí
quieto, profundo en su interior. Mi corazón martilleaba fuera de control
mientras besaba la comisura de su labio y luego la otra. Su boca se abrió y
me deslicé dentro, lentamente saboreándola, dándole a su cuerpo tiempo
para adaptarse.
Gemí cuando inclinó sus caderas tentativamente, creando
asombrosa fricción entre nosotros —Av…
Lo hizo de nuevo y me mecí. Un grito de placer salió de ella mientras
se apoderaba de mí en su estrechez, envolviendo sus piernas alrededor de
mi cintura. Entre eso y la forma en que movía las caderas, me perdí en ella
de la manera más gloriosa posible.
Dios… nada se sentía como ella y nada comparado con la
sensación de ella, cómo invadió cada célula de mi ser. No había yo. No
había ella. A medida que avanzábamos juntos, nuestras bocas pegadas la
una a la otra, nuestras manos explorando y nuestras caderas juntas, sólo
había nosotros.
Avery se rompió debajo de mí, tirando de su cabeza y gritando mi
nombre cuando deslicé una mano entre nosotros, tocándola mientras
arremetía contra ella. Sentir los espasmos, la forma en que se aferró a mí
era demasiado.
—Avery —gruñí, enterrando mi cabeza en su hombro mientras mi
liberación se fundía a través de mí, sorprendiéndome por su intensidad.
La liberación parecía que seguía llegando en oleadas apretadas.
Descansé sobre ella, mi cuerpo sacudiéndose cada par de momentos.
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Mucho tiempo pasó antes de que confiara en mí para moverme. Un
sonido profundo surgió de mi pecho mientras fácilmente salía de ella.
La besé y joder si no sentí una sensación de ardor en la parte
posterior de mi garganta. Sacudí la cabeza, atónito por la fuerza de lo que
sentía. —Eso fue… no hay palabras. ¿Estás bien?
Puso sus manos en mis mejillas y temblaron ligeramente. En su mirada
firme, vi el reflejo de lo que sentía. —Perfecta. Estuviste perfecto.
La verdad era que si estuve perfecto, era sólo por ella. Sólo lo sería
por ella.
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29 Traducido por Michelle♡
Corregido por Melii
Ahí es donde necesito estar.
Esas fueron las palabras de Avery cuando había hablado con la otra
chica. Yo había luchado por no estar enojado cuando vi la marca roja en
su mejilla. La única cosa que ayudó fue que estaba oyendo esas palabras.
Pastelito finalmente lo consiguió.
La curación que necesitaba la hizo descansar en la verdad, al hablar
con sus padres y hablar con Molly, pero había comenzado a sanar desde
febrero y luego otra vez en abril. Texas era algo que sentía que debía
hacer y lo hizo.
Así que la llevé a su casa y aquí nos encontrábamos de vuelta en el
Estado de algo más fresco de Virginia del Sur, la noche antes que Avery
comenzara sus clases de verano y yo comenzara a trabajar con los niños
durante el campamento.
Pastelito se sentó en el suelo de la cocina frente a mí, con las piernas
desnudas metidas debajo de ella. Llevaba una de mis camisas y eso era
todo. Tuve un momento difícil para pensar en nada más que eso.
Entre nosotros, Michelangelo y Rafael constantemente se movían la
cabeza el uno al otro.
—Es como una versión torturada de smack talk11 —dijo, elevando las
cejas—, no estoy segura que se agraden.
Sonreí mientras me apoyaba contra la nevera, pasando la mano
sobre la piel desnuda de mis abdominales. —Todavía necesitan un poco
de tiempo. Y Micky-Mike es territorial.
—Oh échale la culpa a mi tortuga. —Rodó los ojos—. Tú comenzaste
esa mierda del movimiento de cabeza.
11 Es una forma de jactancia o insulto común escuchada en situaciones competitivas
(tales como eventos deportivos y los videojuegos multi jugador).
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El temporizador sonó y me puse de pie en dirección a la cocina. —
Michelangelo es el que manda. —Pastelito recogió a su pequeñín,
poniéndolo varios metros atrás.
Mirando las galletas de chocolate y encontrándolas hechas,
rápidamente me lavé las manos, luego, recuperé las manoplas que estaba
seguro que Pastelito nunca había utilizado. Todavía tenía la etiqueta.
Sonriendo, la arranqué y luego retiré la bandeja del horno. Las galletas
eran de gran tamaño, doradas y de aspecto tan empalagosas.
—¿Están listas? —Ella levantó la vista con los ojos brillantes.
—Te vas a quemar la lengua. —Tiré del guante a un lado—. Otra vez.
Sonrió. —Pero es que valen la pena.
—Uh uh. —Me acerqué a ella, disfrutando de la forma en que sus
mejillas seguían sonrojadas cuando sus ojos cayeron por debajo de mi
ombligo. Descendiendo, besé sus labios al revés. —Dales… —Mi celular
sonó en la sala de estar—. Ya vuelvo.
Asintió mientras yo evitaba cuidadosamente pisar a una pobre
tortuga y traumatizar a Pastelito y a mí mismo.
Tomé mi celular de la mesita. Un suspiro salió de mi cuando vi que
era de mi hermana.
Fuera de cirugía. Haciéndolo bien. Te llamo luego.
Cerré los ojos y dije una oración. No había sido una cirugía mayor
pero seguía siendo una cirugía y las cosas de mierda que pasan en los
hospitales. Ella se encontraba en casa, eso era bueno pero…
—¿Era Teresa?
Dejando mi celular abajo, me volví. Avery se hallaba en la puerta,
sosteniendo dos tortugas retorciéndose. Eso combinado con la camisa que
decía QUIERO SER TU MANWICH, era un espectáculo muy adorable de ver.
—Sí.
Acercó a las dos tortugas a su hábitat colocándolas suavemente
dentro. Mientras cerraba la tapa, los dos chicos verdes inmediatamente se
miraron desde sus respectivas esquinas. —¿Está bien? ¿Cómo estuvo la
operación?
—Dice que esta bien. Era sólo un texto —hice una pausa—, me dijo
que me llamaría más tarde.
Frente a mí, sus cejas se juntaron con preocupación. Si alguien sabía
lo que Teresa enfrentaba en estos momentos, sería mi Pastelito, con todos
sus años de baile. —¿No dijo nada sobre el baile?
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Negué con la cabeza, mientras presionaba mis labios. Teresa se
había desgarrado el ligamento cruzado interior hace una semana durante
un recital. Para los atletas y bailarines, eso podría ser fatal para sus carreras.
Todo lo que mi hermana siempre había querido hacer era convertirse en
una bailarina profesional. Sólo el tiempo diría si eso sería posible en
absoluto.
Pero por lo que mamá había dicho, no se veía bien.
Pastelito desapareció en la cocina, se lavó las manos y regresó.
Viniendo a mí, envolvió los brazos alrededor de mi cintura y apretó su
mejilla contra mi pecho. Su piel se sentía caliente.
—Lo siento —dijo.
—¿Por qué te disculpas? —Crucé los brazos a su alrededor,
abrazándola.
—Porque sé que estás preocupado —dijo, frotándose la mejilla a lo
largo de mi piel—, y sé que esta lesión es grave. Sólo espero que no sea tan
grave como puede ser.
Dejé caer un beso en lo alto de su cabeza, mientras deslizaba mi
mano por su espalda, sosteniendo la parte posterior de su cuello. —Yo
también.
Guardó silencio por unos momentos. —Gracias.
Riendo suavemente, me eché hacia atrás para poder ver su rostro.
—Ahora ¿Qué estás agradeciendo cariño?
—Gracias por ir a Texas conmigo.
Tomé su mejilla con una mano. —Ya me has dado las gracias por
eso.
—Y tú me dijiste que no tenía que darte las gracias. —Puso una mano
sobre la mía—. Pero tengo que darte las gracias una vez más, porque no lo
habría hecho sin ti.
—Sí, lo habrías hecho.
Negó con la cabeza. —Tal vez lo habría hecho, pero no se sabe muy
bien. Te necesitaba ahí y tú estuviste ahí, sin hacer preguntas. No puedo
agradecerte lo suficiente… por todo.
—Oh Pastelito, no tienes que darme las gracias.
—Pero yo… —Se detuvo frunciendo el ceño—. ¿Pastelito?
Abrí la boca y después me di cuenta de mi desliz. Dejando caer mis
manos, di un paso atrás y reí. —¿Dije eso en voz alta?
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—Sí. Algo así. —Tiró del dobladillo de la camisa prestada. La
curiosidad le llenó la cara—. ¿Qué pasa con eso?
Jódeme pero sentí que mis mejillas comenzaban a arder.
Sus ojos se abrieron mientras sonreía. —¡Estás sonrojado! ¡Oh Dios mío!
En realidad estás sonrojado. —Me pellizcó la mejilla—. Necesito saber
ahora porque estás tan sonrojado.
—¿Qué gano si te digo?
Me clavó una mirada maliciosa que decía que no conseguiría si no
le decía. Esa mirada me excitaba. Por otra parte, cuando respiraba, me
ponía caliente.
—Es un poco estúpido. —Tomando su mano, la atraje hacia mí. Una
vez que estuvo lo suficientemente cerca, me incliné y deslicé un brazo bajo
sus piernas.
—¡Oye! —Golpeó mi espalda—. Deja de distraerme —gritó cuando
sus pies dejaron el suelo—. ¡Cam!
Levantándola, la abracé a mi pecho cuando me volví hacia el
pasillo. —No estoy distrayéndote. Te estoy ayudando a volver a la
habitación.
Entrecerró los ojos. —Además del hecho de que no necesito ayuda
para volver a la habitación, ¿por qué me llevas allí?
—No caminas lo suficientemente rápido —le dije mientras la llevaba
a la cama—. Oye.
Esa mirada exasperada creció. —¿Qué?
Le guiñé el ojo un segundo antes de que la dejara en medio de la
cama. Su grito terminó en un gruñido cuando saltó. Su boca se abrió y yo
sabía que estaba a punto de maldecirme en todas la maneras. Estuve
sobre ella antes de que pudiera comenzar todo lo que iba a decir,
deslizando mis manos bajo el dobladillo de su camisa. En un segundo se la
quité, y estaba hermosamente y magníficamente desnuda. Me quité el
pantalón. Su respiración se filtró de ella cuando me subí a la cama,
admirando mi obra.
—Entonces —dijo, con voz suave—, ¿qué pasa con este asunto de
Pastelito?
—Bueno, es un apodo. —Besé el hueco entre sus pechos—. Para ti.
—De eso me di cuenta.
Puse otro beso largo en la parte inferior de un pecho y luego por
debajo de su caja torácica. —Proviene de la primera vez que te vi.
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—La primera… ¡Oh! —Se sacudió cuando lamí su ombligo,
apretando las sabanas de la cama. Cuando volvió a hablar su voz era
ronca mientras me movía hacia abajo—. ¿La primera vez que nos vimos?
—Sip. —Besé el interior de su muslo izquierdo y luego el derecho—.
Fue el día que chocaste contra mí fuera de la clase de astronomía. Clase
que necesitas retomar.
Pastelito gimió—: No me lo recuerdes.
Yo no sabía si ella hablaba de la clase de astronomía o de la parte
en que chocó contra mí. —Cuando te vi por primera vez a ti y tu cabello…
—Me detuve, besándola entre sus piernas. Su jadeo suave trajo una sonrisa
a mi cara—. Todo lo que podía pensar era en que ese Pastelito de Fresa…
—Me detuve una vez más, pasando mi lengua por su longitud—. Ese
Pastelito de Fresa se me había escapado.
Se echó a reír cuando levanté la cabeza, retrocediendo, así nuestras
miradas se encontraban al mismo nivel. —Guau, no entiendo cómo
funciona tu cerebro.
—Lo amas.
—Así es. —Deslizó su pie a lo largo de mi pantorrilla—. ¿Así que has
estado llamándome Pastelito en tu cabeza todo este tiempo?
Asentí mientras me acomodaba entre sus piernas. —Puede que lo
haya hecho… un par de veces.
—Y nunca se te escapó hasta ahora. Guau. Eso es increíble. —Sus
ojos bailaban con humor—. Y es lindo.
—Definitivamente es lindo. Es... —Gruñí mientas rodaba sus caderas
hacia arriba, uniéndonos—. Bueno entonces…
Se rió y luego ninguno de los dos reíamos ni hablábamos. Dejé
escapar un gemido irregular en su estrecho. Perdí el sentido de todo,
excepto de su cuerpo y quería estar más profundo, más cerca. Nos
movimos juntos, nuestros cuerpos ruborizados y esforzados. Era ella. Mi
boca se cerró alrededor de su pecho cuando empujé dentro de ella. Ella
igualó mi movimiento hasta que su liberación se estrelló contra mí.
Teniéndola cerca, me senté, manteniéndola en mi regazo.
La nueva posición tuvo la lujuria zumbando a través de mí. No pude
durar. No cuando sus pequeños dientes rasparon sobre mi cuello.
Minutos pasaron por el lugar donde todo lo que se oía era el sonido
de nuestra respiración entrecortada. Yo seguía dentro de ella. Había paz
en esta realización. Y lo mantuve todo en mis brazos.
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Más tarde, mucho más tarde, nos sentamos en la cama con el plato
de galletas entre nosotros. Una pequeña mancha de chocolate terminó en
sus labios y me incliné sobre el plato, besándola y quitándola. Y bueno, la
besé de verdad.
La besé y fue como besarla por primera vez. El ataque inicial, el
impacto de nuestros labios no se había desvanecido. Tontamente me di
cuenta que el amor fue hecho de esa manera, asegurándose de que un
simple beso nunca sea aburrido, nunca pierda su encanto.
Mi pecho se hinchó cuando me aparté y miré a sus ojos cálidos y mi
corazón hizo ese loco y estúpido salto.
Algo que también sabía que realmente nunca desaparecería.
Pastelito puso su pequeña mano en mi mejilla. —¿Qué?
Al principio no sabía que decir. Yo… yo había esperado a Avery. La
había esperado por meses. Diablos, la habría esperado por años, pero
ella…
Girándola en mi mejilla, le di un beso en el interior de su palma. —
Gracias por confiar en mí.
FIN
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¿Listo para más?
Sigue leyendo este adelanto de la próxima fabulosa historia de J. Lynn
BE with me
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1 Traducido por Juli & SofíaG
Corregido por Mel Markham
El té dulce al parecer iba a ser mi muerte. No porque contenía
suficiente azúcar que podría enviarte a un coma diabético después de un
sorbo. Tampoco porque mi hermano casi había causado un choque en
cadena de tres coches por serpentear el camión en un giro brusco
después de recibir un mensaje de texto que contenía sólo dos palabras.
Té. Dulce.
Nop. El pedido de té dulce me llevaba a enfrentarme con Jase
Winstead —la encarnación física de la fantasía de todas las mujeres y
hasta más—, fuera del campus, y delante de mi hermano.
Oh dulce María, madre de todos los niños del mundo, esto iba a ser
difícil.
¿Por qué, oh por qué mi hermano tenía que enviarle un mensaje a
Jase para mencionarle que íbamos pasar por su ciudad y preguntarle si
necesitaba algo? Se suponía que iba a llevarme a dar una vuelta para
que pudiera familiarizarme con el paisaje. Aunque era seguro que el
escenario que estaba a punto de presenciar, sería mejor que el que había
estado viendo de este municipio.
Si veía otro club de striptease, iba a lastimar a alguien.
Cam me miró mientras regresaba a toda velocidad. Habíamos
dejado la ruta 9 hace años. Su mirada cayó de mi cara al té que sostenía
en mis manos. Levantó una ceja. —Sabes, Teresa, podrías poner eso en un
portavasos.
Negué con la cabeza. —Está bien. Yo lo sostendré.
—Está bien. —Cam no dijo nada más, centrándose en la carretera.
Me comportaba como una tonta y tenía que calmarme. La última
cosa que alguien en este mundo necesitaba era que Cam averiguara por
qué razón actuaba como una boba drogada. —Así que, um, ¿pensé que
Jase vivía cerca de la universidad?
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Eso sonó casual, ¿verdad? Oh Dios, estaba bastante segura de que
mi voz se había roto en algún momento de esa pregunta no tan inocente.
—Así es, pero pasa la mayor parte del tiempo en la granja de su
padre. —Cam desaceleró la camioneta y dio un giro brusco hacia la
derecha. El té casi salió por la ventana, pero tenía un apretón de muerte
en él. El té no iba a ir a ninguna parte—. Te acuerdas de Jack, ¿verdad?
Por supuesto que sí. Jase tenía un hermano de cinco años llamado
Jack, y yo sabía que el niño era todo para él. Obsesivamente recordé todo
lo que había aprendido acerca de Jase de una manera en que imaginé
que hacían las fans de Justin Bieber por él. Tan vergonzoso como eso
sonaba, era cierto. Jase —sin saberlo él y el mundo entero— había llegado
a significar mucho para mí en los últimos tres años.
Un amigo.
El salvador de mi hermano.
Y la fuente de mi enamoramiento.
Pero hace un año, justo en el comienzo de mi último año en la
escuela secundaria, cuando Jase tenía que estar junto a Cam y estuvo de
visita en casa, se había convertido en algo muy complicado. Algo de lo
que una parte de mí quería olvidarse, pero la otra parte de mí se negaba a
olvidar los recuerdos de sus labios contra los míos o de cómo se habían
sentido sus manos al deslizarse por mi cuerpo o la forma en que había
gemido mi nombre como si le hubiera causado un dolor exquisito.
Oh Dios...
Mis mejillas se calentaron detrás de mis gafas de sol ante el vivido
recuerdo y volví la cara hacia la ventana, medio tentada de bajar la
ventana y asomar la cabeza. Tenía que solucionarlo. Si Cam alguna vez
descubría que Jase me había besado, lo mataría y escondería su cuerpo
en un camino rural como éste.
Y eso sería una lástima.
Mi cerebro no encontraba nada que decir, así que ahora
necesitaba una distracción. La transpiración del té y mis manos
temblorosas me dificultaban aferrarme a la taza. Podría haberle
preguntado a Cam sobre Avery y eso habría funcionado, porque Cam
amaba hablar de Avery. Podría haber preguntado por sus clases o
empezar a hablar de las mías, pero lo único que podía hacer era pensar
en el hecho de que por fin iba a ver a Jase en una situación en la que no
podía huir de mí.
Los árboles gruesos a ambos lados de la carretera comenzaron a
escasear y a través de ellos, pastos verdes se hicieron visibles. Cam giró por
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un camino estrecho. El camión rebotó en los baches, revolviéndome el
estómago.
Mis cejas bajaron al pasar entre dos postes marrones. Un eslabón de
una cadena se hallaba en el suelo y hacia la izquierda, había un pequeño
letrero de madera que decía “WINSTEAD: PROPIEDAD PRIVADA”. Un gran
campo de maíz nos dio la bienvenida, pero los tallos estaban secos y
amarillos, viéndose como si estuvieran a días de marchitarse y morir. Más
allá de ellos, varios caballos pastaban detrás de una valla de madera que
le faltaban muchos de sus tableros intermedios. Las vacas vagaban sobre
la mayor parte de la propiedad a la izquierda, luciendo gordas y felices.
A medida que nos acercábamos, un antiguo granero apareció a la
vista. Un granero viejo y escalofriante, como el de La masacre de Texas,
completo con esa espeluznante veleta con forma de gallo girando en el
techo, y varios metros más allá del granero había una casa de dos pisos.
Las paredes, una vez blancas, ahora eran grises, e incluso desde la
camioneta me di cuenta de que había más pintura que se despegaba de
la casa. Una lona azul cubría varias secciones del techo y una chimenea
que lucía como si estuviera medio desmoronada. Ladrillos con polvo rojo se
apilaban a lo largo del lado de la casa, como si alguien hubiera
comenzado a reparar la chimenea, pero se aburrió y abandonó. También
había un cementerio de coches averiados detrás del granero, un mar de
camiones y automóviles oxidados.
El shock me recorrió cuando me senté un poco más derecha. ¿Esta
era la granja de Jase? Por alguna razón, me imaginaba algo un poco
más... ¿actualizado?
Cam aparcó el camión a unos metros detrás del granero y apagó el
motor. Me miró, siguiendo mi mirada a la casa. Desbloqueando el cinturón
de seguridad, suspiró. —Sus padres han tenido un momento muy difícil.
Jase trata de ayudar con la granja y esas cosas, pero como puedes ver...
La granja necesitaba más ayuda de la que Jase podía proporcionar.
Parpadeé. —Es... lindo.
Cam se rió. —Es muy amable de tu parte decir eso.
Mis dedos se cerraron alrededor de la taza en defensa. —Lo digo en
serio.
—Ajá. —Volteó su gorra de béisbol, protegiéndose los ojos.
Mechones de pelo castaño sobresalían del borde posterior.
Empecé a hablar, pero el movimiento por el rabillo de mis ojos me
llamó la atención.
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Saliendo a toda velocidad desde el lado de la granja, un niño
sentado en un pequeño tractor John Deere ululaba y gritaba, sus brazos
gorditos derechos, las manos aferradas al volante, y una mata de pelo
castaño rizado que resplandecía bajo el sol brillante de agosto.
Empujando el tractor por detrás se encontraba Jase, y a pesar de que
apenas lo podía oír, estaba segura de que hacía ruidos de motor. Saltaron
a lo largo de la grava desigual y la tierra; Jase rió cuando su hermano
gritó—: ¡Más rápido! ¡Ve más rápido!
Jase tranquilizó a su hermano, empujando el tractor por lo que
zigzagueó hasta detenerse en frente de la camioneta cuando Jack chilló,
todavía apretando el volante. Columnas de polvo volaron por los aires.
Y luego Jase se puso derecho.
Oh hombre, mi boca se abrió. Nada en el mundo podría haber
hecho que apartara la mirada del esplendor delante de mí.
Jase no tenía una camisa y su piel brillaba por el sudor. No estaba
segura de que origen étnico tenía en su entorno familiar. Tenía que haber
algo español o mediterráneo, porque tenía un tono de piel bronceado
natural que se mantenía así durante todo el año.
Mientras caminaba alrededor del tractor, sus músculos hacían cosas
fascinantes. Sus pectorales estaban perfectamente formados y sus
hombros eran anchos. Tenía el tipo de músculos que consigues levantando
fardos de heno y lanzándolos a algún sitio. El chico estaba tonificado. Los
músculos de su estómago se tensaban con cada paso. Tenía un six-pack
muy distintivo. Completamente tocable. Sus vaqueros colgaban
indecentemente bajos —tanto que me pregunté si tenía algo por debajo
de la mezclilla desteñida.
Era la primera vez que vi toda la extensión de su tatuaje. Desde que
lo conocí, había vislumbrado que se asomaba desde el cuello sobre su
hombro izquierdo y por debajo de la manga de una camisa. Nunca supe
lo que era hasta ahora.
El tatuaje era enorme —un interminable nudo sombreado en negro
intenso, comenzando en la base del cuello, serpenteando y girando sobre
su hombro izquierdo y la mitad de su brazo. En la parte inferior, dos círculos
opuestos entre sí me recordaban a las serpientes.
Era perfecto para él.
Un rubor se propagó en mis mejillas y viajó por mi garganta cuando
arrastré mi mirada hacia arriba, con la boca seca como el desierto.
Los músculos nervudos de sus brazos se flexionaron mientras sacaba
a Jack del asiento del conductor, levantándolo en el aire por encima de la
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cabeza. Se dio la vuelta en un círculo, riendo profundamente mientras
Jack gritaba y se sacudía.
Mis ovarios explotaron.
Sentó a Jack en el suelo cuando Cam abrió la puerta del lado del
conductor, gritándole algo a su amigo, pero no tenía ni idea de lo que dijo.
Jase se enderezó de nuevo, dejando caer las manos a las caderas.
Entrecerró los ojos mientras miraba a la camioneta.
Jase era absolutamente precioso. Algo que no podías decir de un
montón de gente en la vida real. Tal vez las celebridades o las estrellas de
rock, pero era raro ver a alguien tan deslumbrante como él.
Su pelo era un desastre de abundante ondas rojizas que caían en su
rostro. Sus pómulos eran anchos y bien definidos. Los labios eran llenos y
podían ser muy expresivos. Un toque de rastrojo sombreaba la fuerte curva
de su mandíbula. No tenía hoyuelos como Cam o yo, pero cuando sonreía,
tenía una de las sonrisas más hermosa y más extensa que jamás había visto
en un hombre.
Ahora no sonreía.
Oh no, miraba a la camioneta con una intensidad abrasadora.
Estaba tan sedienta que tomé un sorbo de té dulce mientras miraba
a través del parabrisas, absolutamente cautivada por todo el potencial
para hacer bebés expuesto delante de mí. No es que tuviera prisa para
tener hijos, pero podría apoyar completamente algo de práctica. Al
menos en mis fantasías.
Cam me miró e hizo una mueca como si estuviera malditamente
loca. Puede que sea así. —Hermana, esa es su bebida.
—Lo siento. —Me sonrojé, bajando la taza. No es que importara. No
era como si Jase y yo no hubiéramos intercambiado saliva antes.
En el otro lado del parabrisas, Jase articuló la palabra mierda y se dio
la vuelta. ¿Iba a huir? ¿Cómo se atreve? ¡Yo tenía su té dulce!
Con prisa, me desabroché el cinturón de seguridad y abrí la puerta.
Mi pie se deslizó fuera de mi sandalia y porque Cam tenía que tener un
camión pueblerino, uno que se encontraba a metros del suelo, había una
gran diferencia entre dónde yo me encontraba y dónde estaba el suelo.
Solía ser grácil. Diablos, era una bailarina —una entrenada,
maldición, una buena bailarina— y tenía el tipo de equilibrio que pondría a
las gimnastas verdes de envidia. Pero eso fue antes de mi rotura de
ligamentos, antes de que mis esperanzas de baile profesional terminaran
cuando me caí con un mal salto. Todo —mis sueños, mis metas, y mi
futuro— habían terminado en un instante.
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Y estaba a punto de comer tierra en menos de un segundo. No
había forma de detenerlo.
Extendí la mano para agarrar la puerta, pero me quedé corta. El pie
que iba a tocar el suelo primero se enredó con mi pierna mala y no
aguantaría mi peso. Iba a estrellarme en frente de Jase y terminar con té
sobre mi cabeza.
A medida que empecé a caer, esperaba aterrizar en mi cara,
porque así al menos no tendría que ver su expresión.
De la nada, dos brazos se dispararon y manos se posaron en mis
hombros. Un segundo me encontraba en horizontal, a medio camino de
caer de la camioneta, y en el siguiente en vertical, ambos pies colgando
en el aire por un segundo. Y entonces me hallaba de pie, la taza de té
aferrada a mi pecho.
—Buen Dios, te vas a romper el cuello —retumbó una voz profunda—
. ¿Estás bien?
Me encontraba íntimamente cerca del más perfecto pecho que
jamás había visto y podía ver una gota de sudor bajando por el centro
siguiendo por el corte de sus abdominales, desapareciendo entre los finos
pelos arrastrándose hasta el centro de su estómago, formando una línea
que continuaba debajo de la banda de sus pantalones.
Cam corrió alrededor de la parte delantera de la camioneta. —¿Te
lastimaste la pierna, Teresa?
No. Me encontraba bien. Más que bien. No había estado así de
cerca de Jase por un año y él olía maravilloso, a hombre y un leve rastro
de perfume. Levanté la mirada, dándome cuenta de que mis lentes de sol
se habían caído.
Gruesas pestañas enmarcaban ojos que eran de un tono
asombrosamente gris. La primera vez que los vi, había preguntado si eran
reales. Jase se había reído y se ofreció a dejarme hurgar en sus ojos para
averiguarlo.
Ahora no se reía.
Tragué saliva, deseando que mi cerebro empezara a trabajar. —
Tengo tu té dulce. —Las cejas de Jase se levantaron.
—¿Te golpeaste la cabeza? —preguntó Cam, deteniéndose junto a
nosotros. El calor inundó mis mejillas.
—No. Tal vez. No lo sé. —Sosteniendo el té, forcé una sonrisa,
esperando que no llegara a ser tan espeluznante—. Toma.
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Jase dejó ir mis brazos y tomó el té, y desearía no haber estado tan
ansiosa por empujarlo en su cara, porque quizás entonces seguiría
sosteniéndome. —Gracias. ¿Segura que estás bien?
—Sí —murmuré bajando la mirada. Mis lentes cayeron cerca del
neumático. Suspirando, los recogí y limpié antes de ponérmelos de
nuevo—. Gracias por... um, atraparme. —Me miró un momento y luego se
volteó cuando Jack corrió hacia él, extendiendo una camiseta.
—¡Lo tengo! —dijo el niño, agitando la camiseta como una bandera.
—Gracias. —Jase tomó la camiseta y entregó el té. Revolvió el pelo
del chico y entonces, para mi decepción, empujó la camisa sobre su
cabeza, cubriendo su cuerpo—. No sabía que Teresa estaba contigo.
Un escalofrío se deslizó sobre mi piel, a pesar del calor. —Le mostraba
la ciudad, así conoce los alrededores —explicó Cam, sonriendo como un
pequeño perro callejero que se arrastraba lentamente hacia mí—. Nunca
estuvo aquí antes.
Jase asintió y luego tomó el té otra vez. Había una buena posibilidad
de que Jack hubiera bebido más de la mitad de él en ese corto periodo
de tiempo. Jase comenzó a caminar hacia el granero. Hicieron caso omiso
de mí. Sólo así. La parte posterior de mi garganta comenzó a arder, pero lo
ignoré, deseando haberme quedado con el té.
—Tú y Avery vendrán a la fiesta esta noche, ¿verdad? —le preguntó
Jase a Cam, tomando un sorbo del té.
—Es la fiesta Hawaiana. No nos perderemos eso. —Cam sonrió,
revelando el hoyuelo en su mejilla izquierda—. ¿Necesitan ayuda para
prepararla?
Jase sacudió la cabeza. —Los novatos están a cargo de eso. —Miró
directo hacia mí, y por un segundo pensé que me preguntaría si iría—.
Tengo algunas cosas que atender aquí primero y luego me dirijo a casa.
Una pequeña mano tiró del dobladillo de mis pantalones cortos,
haciendo que baje la mirada hacia unos ojos grises que eran jóvenes y
conmovedores.
—Hola —dijo Jack.
Sonreí. —Hola a ti.
—Eres bonita —dijo, parpadeando.
—Gracias. —Era oficial. Me gustaba este niño—. Tú eres muy lindo.
Jack sonrió. —Lo sé.
Me eché a reír. Este chico era definitivamente el hermano menor de
Jase.
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—¡Muy bien, es suficiente, Casanova! —Jase terminó el té y arrojó la
taza lo más cerca que pudo de un cubo de basura—. Deja de coquetear
con la chica.
Hizo caso omiso de Jase, sacando su mano. —Soy Jack. —Tomé la
pequeña mano en la mía.
—Soy Teresa. Cam es mi hermano.
Jack me hizo un gesto hacia abajo con su dedo meñique y susurró—:
Cam no sabe cómo ensillar un caballo.
Miré hacia los chicos. Hablaban sobre la fiesta, pero Jase nos
miraba. Nuestras miradas se encontraron, y como lo había estado
haciendo desde que comencé en la Universidad de Shepherd la semana
pasada, él rompió el contacto visual con una velocidad dolorosa. Una
punzada de decepción se iluminó en mi pecho y regresé mi atención a
Jack. —¿Quieres saber un secreto?
—¡Sí! —Su sonrisa se volvió más grande y amplia—. Yo tampoco sé
cómo ensillar un caballo. ¡Y ni siquiera he montado uno antes! —Sus ojos se
ensancharon tanto como la luna.
—¡Jase! —gritó, girando hacia su hermano—. ¡Ella nunca ha
montado a caballo!
Bueno, ahí se fue mi secreto. Jase me miró y me encogí de hombros.
—Es cierto. Me asustan mucho.
—No deberían. Son animales bastante calmados. Probablemente te
gustaría.
—¡Deberías enseñarle! —Jack se lanzó hacia Jase, prácticamente
enganchándose en las piernas de su hermano—. Podrías enseñarle como
me enseñaste a mí.
Mi corazón dio un vuelco en el pecho, en parte por la proposición de
Jase enseñándome cualquier cosa y en parte por mi miedo a esos
dinosaurios.
—Es “instruir”, no “enseñar”, y estoy seguro de que Tess tiene mejores
cosas que hacer que pasearse en un caballo.
Tess. Aspiré una bocanada de aire. Ese era su apodo, él era la única
persona que alguna vez me llamó así. Ni siquiera sé por qué me llama así,
pero no me importa. En absoluto. Mientras Jack demandaba saber por
qué le había dicho que mi nombre era Teresa y Jase le explicaba que Tess
era un apodo, fui absorbida a un recuerdo de la última vez en la que me
llamó así.
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—No tienes ni idea de lo que me haces desear —dijo, sus labios
rozando mi mejilla, enviando escalofríos por mi columna—. No tienes una
maldita idea, Tess.
—¿Te importa si uso el baño antes de que salgamos de aquí? Tengo
que regresar —dijo Cam, atrayendo mi atención—. Le prometí a Avery
cenar antes de la fiesta.
—Te mostraré —anunció Jack, agarrando la mano de Cam.
Jase arqueó una ceja oscura. —Estoy seguro de que él sabe dónde
está el baño.
—Está bien. —Cam lo despidió con la mano—. Vamos, pequeño
amigo, dirige el camino. —Los dos se dirigieron hacia la casa de campo, y
nosotros nos encontrábamos oficialmente solos. Un colibrí tomó vuelo
dentro de mi estómago, rebotando alrededor como si fuera a picotear
para salir de mí, mientras una cálida brisa me envolvía, agitando los
cabellos que se habían escapado de mi cola de caballo.
Jase observó a Cam y Jack correr sobre la irregular hierba verde,
como un hombre mirando como se ocupa el último salvavidas mientras el
Titanic empieza a hundirse.
Bueno, eso fue un poco ofensivo. Como si estar conmigo, fuera el
equivalente a ahogarse mientras eres comido por tiburones.
Crucé los brazos sobre mi pecho, apretando los labios. La irritación
hormigueaba mi piel, pero su obvia incomodidad dolió demasiado. No
siempre había sido así. Y sin duda había sido mejor entre nosotros, al menos
hasta la noche en que me besó.
—¿Cómo está tu pierna?
El hecho de que me hubiera hablado, me sorprendió y tartamudeé.
—Uh, no está tan mal. Apenas me duele ahora.
—Cam me lo contó en cuanto sucedió. Lamento oírlo. —Hizo una
pausa—. ¿Cuándo puedes volver a bailar?
Cambié mi peso. —No creo que lo haga. —La verdadera respuesta
sería que no lo sé. Tampoco mis doctores, kinesiólogo o mi instructor de
baile, pero prefería prepararme para un nunca, que creer que podré
bailar otra vez. No creo que sobreviviría esa angustia por segunda vez—.
Así que sí, eso es todo.
Las cejas de Jase se fruncieron. —Dios, eso apesta. Realmente lo
siento, Tess. Sé lo mucho que significa la danza para ti
—Significaba —murmuré, más afectada de lo que debería haber
estado por la genuina simpatía en su voz.
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Sus ojos grises finalmente regresaron a los míos, y contuve el aliento.
Sus ojos... nunca fallan en introducirme a la estupidez o hacerme desear
hacer cosas dementes y locas. Ahora mismo sus ojos eran de un gris
profundo, como nubes en una tormenta.
Jase no estaba feliz.
Metió una mano en su cabello húmedo, exhaló profundamente y un
músculo de su mandíbula se marcó. La irritación dentro de mí se convirtió
en un desastre, provocando que el ardor en la parte posterior de mi
garganta se moviera hacia mis ojos. Tenía que seguir diciéndome a mí
misma que él no lo sabía —que no había manera en que lo pudiera haber
sabido, y que el modo en que me sentía, el dolor y la brutal herida de
rechazo, no eran su culpa. Yo sólo era la pequeña hermana de Cam; la
razón por la que Cam se metió en tantos problemas hace cuatro años y el
por qué Jase tuvo que empezar a hacer un viaje hacia nuestra casa cada
fin de semana. Yo sólo era un beso robado. Eso fue todo.
Comencé a dar la vuelta, para ir a esperar en la camioneta por
Cam antes de que hiciera algo vergonzoso, como llorar. Mis emociones
habían estado descontroladas desde que me lesioné la pierna, y ver a
Jase no ayudaba.
—Tess. Espera —dijo Jase, cruzando la distancia entre nosotros en un
sólo paso con sus largas piernas. Deteniéndose tan cerca que sus zapatillas
gastadas casi rozaban la punta de mis pies, extendió la mano hacia mí,
prolongando su mano en mi mejilla. No me tocó, pero el calor de su mano
marcaba mi piel—. Tenemos que hablar.
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BE with me
Teresa Hamilton está teniendo un año difícil,
está enamorada del mejor amigo de su
hermano mayor, que no ha hablado con ella
desde que compartieron un
verdaderamente increíble, alucinante, beso
de esos que te cambien la vida. Ella salió de
una terrible relación. Y ahora una lesión
amenaza con poner fin a su carrera de baile
para siempre. Es hora de Plan B —
universidad. Y tal vez la oportunidad de
convencer a Jase que lo que tienen juntos es
real.
Jase Winstead tiene un gran secreto que no
le ha dicho a nadie. Sobre todo a la
increíblemente hermosa hermana de su
mejor amigo. A pesar de que él y Teresa
compartieron el beso más ardiente de su vida, sabe que sus
responsabilidades deben tener prioridad. Desde luego, no tiene tiempo
para una relación. Pero no ayuda, que todo en lo que puede pensar es en
besar a la chica que podría arruinarlo todo para él.
Mientras la atracción entre ellos crece, Jase y Tess no pueden seguir
negando sus sentimientos del uno por el otro. Pero un peligro conocido los
amenaza y la tragedia llega. Mientras el campus se recupera, la trágica
pareja debe decidir lo que están dispuestos a poner en riesgo para estar
juntos, y lo que están dispuestos a perder si no lo están...
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SOBRE LA AUTORA
La autora USA Today Bestselling, Jennifer L.
Armentrout, vive en Martinsburg, Virginia
Occidental. Todos los rumores que han oído
sobre su estado no son verdad. Bueno, la
mayoría. Cuando no se encuentra
escribiendo, pasa su tiempo leyendo,
haciendo ejercicio, viendo películas sobre
zombies, pretendiendo a escribir y pasando
el tiempo con su esposo y su Jack Russell,
Loki.
Sus sueños de convertirse en autora iniciaron
en la clase de álgebra, donde pasó la mayor
parte de su tiempo escribiendo historias
cortas… lo que explica sus deprimentes notas
en matemáticas. Jennifer escribe YA
Paranormal, ciencia ficción, fantasía y
romance contemporáneo. También escribe novelas para adultos bajo el
nombre de J. Lynn.