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Un pequeño cuento que escribí hace apenas 5 años.
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Un hombre entra a salas de urgencias con un inminente derrame cerebral.
Al entrar al pasillo de la sala, que estaba repleto de gente y además era
bastante estrecho; la gente del lugar clavo su mirada inmediatamente en el
moribundo hombre de camisa azul abierta, con algunos botones rotos.
En el momento en que los enfermeros y médicos se proponían avanzar el
paso, un amontonamiento se armó en el extremo de ese pasillo.
El hombre empezó a convulsionar sin cesar, y la camilla casi al punto del
quiebre de la fuerza que imponía la agonía de aquel camisa abierta.
De repente, la carne y piel de su cráneo empieza a hincharse en proporciones
sobre humanas.
Su cerebro se expandía horriblemente y se abrían grietas entre el cráneo y la
carne, dando paso a largas tiras de sangre espesa y coagulada, que caían
sobre los rostros de las personas y manchaban aquellas paredes rasgadas de
hospital.
Los médicos intentando retener al hombre; mientras que las personas a todo
su alrededor, se estremecían y tapaban sus bocas y sus ojos con pañuelos de
bordados cómicos y nostálgicos.
Los enfermeros sostenían los tensionados brazos de aquel moribundo.
Mientras que su cabeza, seguía expulsando sangre y se notaba una grieta en
la parte izquierda inferior.
El hombre dejo de convulsionar, pero al mismo instante, sin darle paso a la
ayuda profesional, empezó a estremecerse y doblarse.
Sus huesos empezaron a quebrarse como si se formaran nuevas
articulaciones. Su brazo izquierdo, luego de doblar el codo hacía atrás y
dislocarlo, además de quebrarlo. Dobló su ante brazo, a pasos de la muñeca,
de forma que el radio, por poco sale despedido desde adentro de aquel brazo
roto.
Momentos luego, su brazo izquierdo empieza a girar como si una llave de tae
kwon do provocara aquel dicho movimiento, que además, provocaba dolor
ajeno si lo estabas presenciando.
Su brazo empezó a girar y a girar y a girar. Hasta el punto en que la piel ceso,
y empezó a surgir sangre de unas pequeñas rajaduras que se producían
mediante el bamboleo. En el aire se podía escuchar como los crujidos de los
huesos de aquel pobre moribundo de camisa azul, retumbaban por el eco del
pasillo de aquel hospital repleto de personas observando esa (Voy a crear
una palabra, que viene al pie de la letra para esta situación) pesadillezca
situación.
Luego su cabeza, su cabeza empezó a dar metafóricamente saltos. Como si
bisagras en su cuello evitaran que sus movimientos fueran suaves y libres. En
lugar, su cráneo entero se movía como cuando una caja con un peso arriba,
un peso definido a nuestras manos, fuera cayendo por los escalones de una
larga escalera.
Su rostro tenía una expresión demoníaca; él pobre hombre moribundo
estaba sufriendo. Pero sus expresiones demostraban otro sufrimiento
distinto; como el de un alma perturbada por demonios.
Su rostro largaba sangre y los pómulos se hinchaban causa de los huesos
rotos de su rostro.
La gente a su alrededor estaba atónita con la situación. Muchos quedaron
tan asustados, que ni si quiera pudieron mover la vista de aquella
estremecedora situación. Otros corrieron y hasta se llevaron por delante
camillas provenientes de otros pasillos con enfermos, no tan graves o vacías,
con las sabanas manchadas.
Los gritos aturdían y aturdían, ya que medio hospital estaba presenciando
aquel momento. Mientras que seguía moviéndose y su cabeza aún expulsaba
sangre y sangre coagulada y sus extremidades se movían y se rompían con
facilidad.
Sus piernas se elevaron por encima de su pecho y sus rótulas empezaron a
quebrarse. Sus tobillos viajaban tan adelante que los tendones y carnes se
cortaban y dejaban colgando tan solo un píe, dejando atrás un grande tajo.
La tibia de la pierna izquierda, se quebró en lateral. Provocando que
mantuviera una forma de un ángulo de noventa grados totalmente perfecto.
Los gritos aún no cedían, tanto que el hombre tampoco lo hacía.
Tanto era el miedo que ni los propios médicos mantuvieron coraje para
acercarse a aquella camilla demoníaca.
Su cadera empezó a intentar dar vueltas y la parte de arriba de su cuerpo
seguía derecha. Como si una maquina de torturas, muy antigua, estuviera
haciendo aquel horrendo momento.
Su cadera empezó a dar la vuelta hacía la izquierda, ocasionando que la piel
se arrugue y que quiebre más huesos a su paso, incluyendo aquel tan
nombrado coxis.
Los dedos de sus manos empezaron a quebrarse hacia atrás y hacía adelante.
Poniéndose totalmente tensos al momento del quiebre.
Su rostro padecía agonía como una persona normal padecía un resfriado.
¡ERA ALGO INMENSAMENTE DEBASTADOR!
De repente, se detiene.
Su cuerpo totalmente quebrado, paro y la sangre caía por cada extremidad y
parte de su cuerpo. Gotas de pus emergían de algunas de ellas.
La familia de aquel pobre hombre de camisa azul, estaba devastada a la
situación.
Una mujer de un extremo del pasillo, había sufrido un infarto y nadie había
prestado su atención ya que aquel horrendo acto de la naturaleza o del
diablo, o quien haya provocado eso, era, una pesadilla.
El hombre movió la cabeza con el cuello arrugado y también quebrado, con
sus alrededores levantados por sus hombros, hacía su mujer.
Betty tenía un pañuelo en aquella mano izquierda, con la que se limpiaba
lágrimas de ambos ojos.
Su paso fue lento hacía aquel hombre, pero la mirada de él la seguía
pacientemente. El rostro de la mujer se acercó hacía el del hombre, que tenia
los labios un tanto caídos y el sudor invadía todo.
La boca del hombre empieza a moverse y con una voz demoníaca y
rotundamente fuerte y ronca, dicta estas palabras: I ara rai.
Su mujer no tenía mínima idea del significado de aquella frase incoherente
que pronunció el hombre. Su cuerpo entero empezó a palpitar y los chorros
de sangre empezaron a aparecer nuevamente.
El hombre estiro su quijada de una forma sobre humana y dijo: NEWEN,
LOLOL, ATA….Luego un horrible silencio estremeció a casi el hospital entero.
El hijo de aquella mujer e hijo también de aquel hombre siniestro, avanzo 3
pasos a distancia y tomo el brazo de su madre y la tiro hacía a él,
retrocediendo del lado de aquel hombre moribundo y demoníaco de camisa
azul con botones rotos….Luego volvió a recitar unas palabras, pero esta vez
sin pausas: NIPSON ANOMENATA ME MONAN OPSIN. (Que en griego
significa…"Lavad vuestros pecados, no solo vuestra cara")...
Los ojos del hombre literalmente se vaciaron. Como si fueran 2 pequeñas
bolas de adorno de navidad repletas de agua. Se vaciaron y todo lo que las
personas llamamos OJOS, a aquel avistamiento de pupilas, desapareció
dejando simples cuencas con una redonda masa blanca.
Al instante su quijada se rompió hacía ambos lados, pero no al mismo
tiempo. Primero hacía la izquierda y luego hacía la derecha. Se acomodó en
el medio y se partió en 2, quebrando de a poco todo el rostro por la mitad y
aquel cerebro hinchado que surgía de ese cráneo. Cayo al suelo en llamas, si
en llamas.