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La Consegería en la Iglesia Celular David Jaramillo, (Quito, Ecuador) Generalmente se cree que aconsejar es simplemente dar consejos diciéndoles a las personas qué hacer o cómo actuar frente a determinada situación. Realmente, aconsejar es acompañar a una persona en el proceso de encontrar alternativas positivas y creativas a sus problemas, modificar pensamientos, sentimientos, actitudes y comportamientos perjudiciales para él o para ella y para su ambiente. Este acompañamiento es un proceso que puede y debe darse en un espacio de empatía, confianza, calidez y conocimiento; es decir, en un lugar seguro. Creo firmemente que una de las tareas de la iglesia es brindar ese espacio seguro para acompañar a las personas en momentos de dificultades y necesidad de restauración emocional; y una de las mejores formas para hacerlo es el contexto de la célula donde la vida de cuerpo se haga manifiesta a través de preocuparse los unos por los otros. De hecho, el apóstol Pablo decía: “Si alguno está alegre, alégrense con él; si alguno está triste, acompáñenlo en su tristeza” (Ro. 12:15 TLA). Al parecer, la iglesia de Roma ejercía muy bien este ministerio de consejería entre sus miembros puesto que más adelante el apóstol les dice: “…estoy seguro de que ustedes son muy buenos y están llenos de conocimientos, pues saben aconsejarse unos a otros” (Ro. 15:14 TLA). La palabra griega para aconsejar es “paráklesis” (que significa aliento, súplica) procede del verbo “parakaléo” (llamar a alguien al lado), que se puede traducir por “rogar”, “suplicar”, “aconsejar” y “consolar” (Ro. 12:8). La tarea de aconsejar es corporativa, se nos pide que nos edifiquemos unos a otros, que nos amonestemos, alentemos a los de poco ánimo, sostengamos a los débiles y seamos pacientes para con todos (1Tes 5:11,14). Todos somos responsables de restaurar con espíritu de mansedumbre a aquellos que han caído en pecado, de sobrellevar los unos las cargas de los otros y de hacer el bien a todos en la iglesia y fuera de ella (Gal 6:1 2,10). Debemos ser misericordiosos, benignos, humildes, mansos y pacientes. Soportándonos y perdonándonos los unos a los otros (Col 3:12 14). Para que esta tarea sea eficaz no hay que perder de vista que el objetivo de la consejería cristiana es que toda persona sea verdaderamente libre, alcance la madurez y esté enteramente preparado para toda buena obra. Por

La consejería en la iglesia celular

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Page 1: La consejería en la iglesia celular

La Consegería en la Iglesia Celular

David Jaramillo, (Quito, Ecuador)

Generalmente se cree que aconsejar es simplemente dar consejos diciéndoles a las personas qué hacer o cómo actuar frente a determinada situación. Realmente, aconsejar es acompañar a una persona en el proceso de encontrar alternativas positivas y creativas a sus problemas, modificar pensamientos, sentimientos, actitudes y comportamientos perjudiciales para él o para ella y para su ambiente. Este acompañamiento es un proceso que puede y debe darse en un espacio de empatía, confianza, calidez y conocimiento; es decir, en un lugar seguro.

Creo firmemente que una de las tareas de la iglesia es brindar ese espacio seguro para acompañar a las personas en momentos de dificultades y necesidad de restauración emocional; y una de las mejores formas para hacerlo es el contexto de la célula donde la vida de cuerpo se haga manifiesta a través de preocuparse los unos por los otros. De hecho, el apóstol Pablo decía: “Si alguno está alegre, alégrense con él; si alguno está triste, acompáñenlo en su tristeza” (Ro. 12:15 TLA). Al parecer, la iglesia de Roma ejercía muy bien este ministerio de consejería entre sus miembros puesto que más adelante el apóstol les dice: “…estoy seguro de que ustedes son muy buenos y están llenos de conocimientos, pues saben aconsejarse unos a otros” (Ro. 15:14 TLA).

La palabra griega para aconsejar es “paráklesis” (que significa aliento, súplica) procede del verbo “parakaléo” (llamar a alguien al lado), que se puede traducir por “rogar”, “suplicar”, “aconsejar” y “consolar” (Ro. 12:8). La tarea de aconsejar es corporativa, se nos pide que nos edifiquemos unos a otros, que nos amonestemos, alentemos a los de poco ánimo, sostengamos a los débiles y seamos pacientes para con todos (1Tes 5:11,14).

Todos somos responsables de restaurar con espíritu de mansedumbre a aquellos que han caído en pecado, de sobrellevar los unos las cargas de los otros y de hacer el bien a todos en la iglesia y fuera de ella (Gal 6:1 2,10). Debemos ser misericordiosos, benignos, humildes, mansos y pacientes. Soportándonos y perdonándonos los unos a los otros (Col 3:12 14).

Para que esta tarea sea eficaz no hay que perder de vista que el objetivo de la consejería cristiana es que toda persona sea verdaderamente libre, alcance la madurez y esté enteramente preparado para toda buena obra. Por esto es importante que el pastor y el líder de célula esté capacitado y sano emocionalmente, porque un líder enfermo, enferma a otros.

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Con estos elementos claros, la consejería en la iglesia y en las células puede convertirse en una herramienta eficaz para alcanzar a otros para Cristo, consolidarlos y prepararlos para enviarlos a continuar con la visión.